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MIGUEL LARREYNAGA:

Prócer de la Independencia

Don Miguel Larreynaga nació en el ciudad de León el 29 de Septiembre de 1772. Su padre don Joaquín
Larreynaga muere antes de su nacimiento y su madre doña Manuela Balmaceda y Silva muere durante el
parto. Su abuelo paterno lo adoptó y educó.

Los primeros cuatro años de su niñez transcurrieron en Telica a donde fue llevado por dos tías solteras.
Antes de cumplir los cinco años, aprendió las primeras letras en el Convento de la Merced, en el mismo
sitio donde se levantó la Universidad Nacional.

En ese mismo convento, concluye sus estudios de primaria y a los diez años de edad (1782) ingresa en el
Seminario Conciliar de San Ramón, que era el mejor centro de estudios secundarios. A los dieciocho años
era ya profesor de Filosofía y Geometría.

De ahí se marchó a la universidad de San Carlos en Guatemala, donde obtuvo el bachillerato en Derecho
Civil y Canónico en 1790.A los 27 años, viene a Nicaragua y es llamado por el Obispo de León para
asignarle las cátedras de Retórica y de Filosofía, que imparte en 1799.En 1801 regresó a Guatemala,
dejando su biblioteca, de más de tres mil volúmenes, en la Universidad de León y ya nunca retornó a su
Patria.

De nuevo en Guatemala adquirió el Título de Licenciado en leyes en 1801. El Lic. Larreynaga fue un
servidor público que ocupó posiciones oficiales durante la colonia, en el Gobierno de la República Federal
de Centroamérica y en el Imperio Mexicano, a raíz de la anexión de Centroamérica al Imperio de Iturbide.
La carrera de Don Miguel Larreynaga en el campo de las letras, las ciencias y el arte de la política es
simplemente brillante. Por dondequiera que va, deja los destellos de su luminosa personalidad.
"Larreynaga es el alma de las tertulias -dice el Capitán Bustamante- y el que mantiene las ideas de
independencia de estos países".

En 1812 fue electo diputado de las Cortes de Cádiz por la provincia de Nicaragua, cargo que no ocupó
por haberse disuelto estas en el mismo año por Fernando VII.

En Febrero de 1818 viaja a España con el propósito de que el Rey le reconozca sus méritos y le nombre
en un puesto importante. Larreynaga regresó a Guatemala el 15 de Agosto de 1821, un mes antes de la
proclamación de la Independencia y logró plenamente su objetivo: obtuvo del Rey el nombramiento de
Oidor Tercero de la Real Audiencia de Guatemala. El 15 de Agosto de 1821, tomó posesión de su tan
ambicionada magistratura. Fue en este carácter que Larreynaga asistió, el 15 de Septiembre, a la reunión
convocada, precipitadamente, por el Capitán General Gabino Gainza; con el fin de que "auxilie con sus
luces" a la Superioridad, según reza la misiva enviada por el Capitán General.

El 15 de Septiembre estaba sentado en la Asamblea, la de los Próceres, que nos darían la emancipación.
Cuando uno de los más ilustres próceres, José Cecilio del Valle, parecía conquistar los ánimos para
retardar la proclamación de la Independencia, Larreynaga y otros ilustres próceres, en discursos
encendidos de pasión y de razones, inclinaron la balanza de la libertad inmediata, en medio de los aplausos
del pueblo que llenaba las galerías.

Al producirse la anexión de Centroamérica el Imperio de Iturbide, Larreynaga fue llamado a prestar sus
servicios. Durante sus trece años de permanencia en México, desempeñó los cargos de Juez Letrado de
hoy Distrito Federal de aquella nación y los de Presidente de la Suprema Corte de Oaxaca; Magistrado de
la Real Audiencia de Guanajuato; Asesor Legal del Gobernador de Oaxaca y nuevamente, Magistrado de
la Corte Suprema del mismo estado.

En noviembre de 1835, regresa a la ciudad de Guatemala e "inmediatamente, fue visitado, buscado y


consultado por los gobernantes y literatos, y por los que no lo eran, pues en él hallaban siempre una
biblioteca viviente". La Universidad de San Carlos le nombre Catedrático de Derecho Civil y después de
Retórica y de Economía Política.

Dos circunstancias históricamente comprobadas, confieren al Licenciado Larreynaga su condición de


PRÓCER de la Independencia, proclamada en la Ciudad de Guatemala, en el año 1821, a saber:

1. Su concurrencia como invitado de alta categoría en el engranaje oficial de la Capitanía General de


Guatemala a la solemne sesión y su franca intervención y pronunciamiento inmediato de nuestra
independencia en aquella memorable fecha.
2. Su designación honrosa para integrar la "JUNTA CONSULTIVA" de la nueva entidad política,
libre e independiente de España, como consta en el Arto. 8 del Acta de Independencia del 15 de
Septiembre de 1821.

Don Miguel de Larreynaga falleció el 28 de Abril de 1847, después de haberse consumado el


fraccionamiento de la federación Centroamericana.

Don Miguel de Larreynaga es reconocido en los textos de historia "como el prócer por antonomasia" y el
único que figura como tal, a nivel internacional.

ENMANUEL MONGALO Y RUBIO

Enmanuel Mongalo fue otro de los protagonistas de la guerra nacional (1855-56), que se cubrió de gloria
en la batalla de Rivas entre fuerzas nicaragüenses y los filibusteros de William Walker.

Enmanuel Mongalo nació en Rivas el 21 de Junio de 1834. Sus padres, Bruno Mongalo y Francisca Rubio,
fueron honestos y bien acreditados miembros de la sociedad rivense.

Infancia y juventud de Mongalo se deslizan en la paz de la ciudad natal, pero su despierta inteligencia le
impulsan hacia más amplios horizontes.

Agotados los estudios que podían ofrecerles los colegios de su departamento y llevado del ansia de
emigrar, se embarga para los Estados Unidos. Por ese entonces, el Istmo de Rivas estaba animado por el
ir y venir de norteamericanos y europeos que de las costas del Atlántico se trasladaban a California, y
Mongalo se sintió también atraído y se marchó a San Francisco.
Pero San Francisco, urbe en formación, poblada de toda laya de gente, centro de vicio y de violencia, no
podía retener el espíritu delicado y más bien soñador que inclinado a la actividad. Pronto regresa Mongalo
a Nicaragua y en Rivas se dedica al estudio y la enseñanza, y a escribir textos. Su profundo espíritu
patriótico comprende, sin duda, la urgente necesidad de cultivar la mente de los niños nicaragüenses y por
ellos escoge la abnegada carrera de magisterio para mejor servir a la patria.

En esta quieta labor civilizadora, le sorprende la llegada de los contingentes filibusteros. Han
desembarcados en San Juan del Sur y amenazan Rivas. El, que ha huido de California de donde vienen,
los conoce muy bien. Son violentos mineros, los ágiles jinetes y expertos rifleros y grandes bebedores. El
ha conversado con sus coterráneos de aquella gente y ante su llegada súbita da la voz de alarma y alerta.
Pinta a lo vivo sus costumbres, sus caracteres de aventureros, despreciadores de indios y mestizos, e
infunde entre sus conciudadanos la voluntad firme de resistir hasta la muerte antes de pasar al dominio de
tan despiadados conquistadores.

El calor y la convicción del joven maestro de escuela logran que los hombres de todas las condiciones
sociales se presenten voluntarios a empuñar las armas con decisión inquebrantable. El peligro es
inminente.

Los invasores han salido de San Juan del Sur y avanzan. Los filibusteros se apoderan de la casa de Don
Máximo Espinoza, que se convierte en verdadera fortaleza, donde se parapetan y comienzan a disparar
con mortíferos efectos.

Urge una decisión pronta y enérgica para evitar la carnicería que hacen desde la improvisada fortaleza.
Los jefes de las tropas nicaragüenses deciden incendiar el edificio, arriesgadísima tarea que solo puede
ser llevada a cabo por voluntarios heroicos. El momentos es angustioso, impresionante y grave. Entonces
Enmanuel Mongalo se presenta. El soñador, el joven soñador, el joven maestro de escuela desafiará al
destino.

Marchó paso a paso, erguido, firme, con la tranquilidad de un espíritu recto, lleno de los sentimientos que
anidan en los corazones hidalgos a incendiar el refugio de los filibusteros. Y allí la lumbre se convirtió en
llamaradas que se enroscaron en el hoy histórico Mesón y lo hacían quejarse, gemir, crespitar. El Fuego
escribía con caracteres infernales en el techo que cobijaba a los bucaneros y les decía con lengua
enfurecida y les gritaba con voz de patriotismo que Nicaragua no teme, mientras tenga a sus hijos que la
defiendan.

Las llamas eran serpientes dantescas que causaron extraños delirios, visiones de horror a los que juzgaron
muy fácil apoderarse de hombres para quiénes a pesar de su juventud, no representaba mucha la existencia
al oír el grito de la Patria amenazada.

Vivieron sus compañeros momentos de angustia y de incertidumbre, pensando que allí se detuviera para
siempre aquel corazón que cantaba en medio del desastre y reía en medio de los gritos desesperados de
los usurpadores y les mostraba, como escudo para la Patria, la rosa viva de su corazón.

Los filibusteros con grandes pérdidas, abandonaron todo; el miedo se apodera de ellos y huyendo a través
de las calles, plana de heridos y muertos, se retiran desordenadamente de Rivas. Se había ganado la
primera batalla a los invasores. Era el 29 de Junio de 1855.
Murió el 01 de Febrero de 1874 y sus restos reposaron durante muchos años en la Iglesia La Merced de
Granada, habiendo sido exhumados y trasladados simbólicamente a la ciudad de Rivas el 29 de Junio de
1970, porque la tumba contenía únicamente sus cenizas las cuales fueron colocadas al pie de un
monumento erigido en su memoria, en la calle Mongalo.

El 29 de Junio fue consagrado por el Congreso Nacional de Nicaragua como día del maestro nicaragüense,
en homenaje al maestro-héroe.

MÁXIMO JEREZ

El 11 de Junio de 1818 nació en la ciudad de León el Doctor y General Máximo Jerez. Fueron sus padres
don Julio Jerez y doña Vicenta Tellería.

Siendo muy niño trasladándose con sus padres a Costa Rica, como éstos eran pobres y carecían de recursos
para sufragar los gastos de su educación, un maestro compresivo del deseo de Jerez de instruirse le prestó
facilidades para hacerlo sin costo alguno. Como no podía comprar los libros necesarios, copió por entero
un tratado que pertenecía a uno de sus compañeros de estudio.

Obtuvo el título de Abogado en edad temprana. Llegó a dominar el latín y tuvo una ilustración poco común
en su tiempo. Espíritu inquieto e idealista, fue abanderado en Nicaragua de los ideales de la Revolución
Francesa.

En su juventud estuvo en Europa como Secretario de la Misión Diplomática a cargo del Lic. Francisco
Castellón y más tarde acaudilló las guerras civiles en 1854, 1863 y 1869.

Era de carácter impulsivo, se dejaba engañar fácilmente, porque él era incapaz de engañar a nadie. Fue
un espejo de honradez personal, pero no supo por freno a los desmanes de sus inferiores.

Como político tuvo gran influencia en los destinos históricos de Nicaragua, como educador lo tuvo mayor.
En épocas de exilio sirvió cátedras universitarias en Tegucigalpa y allí lo conceptuaron "como talvez el
primer educacionista de Centroamérica".

En Costa Rica fundó el Liceo de San José, centro de primaria y secundaria, que inició las reformas
educacionales de esta República, introduciéndola a las enseñanzas científicas y sacándola de las puras
ciencias especulativas.

Murió siendo Ministro de Nicaragua, en Washington, durante la administración conservadora del General
Joaquín Zavala, en el año de 1881.

GENERAL TOMÁS MARTÍNEZ

Tomás Martínez nació en Nagarote, el 21 de diciembre de 1820. Durante su juventud se dedicó al


comercio. Viajaba en mulas desde León a Belice por Honduras y Guatemala. En Belice, con trabajo y
economía, logró hacer algún capital y se trasladó definitivamente a león, de donde viajaba con frecuencia
a El Salvador y a los pueblos de Matagalpa. Entonces no mostraba ningún interés por la política. "La vida
privada, el comercio y la minería eran su encanto".

Cuando estalló la revolución del 54 fue perseguido en León a causa de que sus padres eran originarios de
Granada. Entonces aburrido de estar escondido, resolvió alistarse en el ejercito legitimista. Pronto dio
muestra de su valor, se le confió una columna destinada a pacificar las Segovias. Con ella escarmentó
duramente a los indios de Jinotega, quienes entraban a los pueblos a saquear y cometer asesinatos. Poco a
poco fue ascendiendo hasta ser nombrado General en Jefe del Ejército del Septentrión, cuando los
nicaragüenses unidos combatían a Walker. El firmó el pacto de unión de los dos partidos y se ganó la
voluntad de los principales hombres de tal manera que al finalizar la Guerra Nacional fue electo Presidente
de la República con los votos de todos los nicaragüenses, sin distinción de colores políticos.

Terminó la gloriosa Guerra Nacional en 1857, pero con ella terminaron los odios de los partidos. Máximo
Jerez y Tomás Martínez se entendieron para salvar a Nicaragua y gobernar juntos un año. (Gobierno
Binario).

Martínez recibió el país en el mas desastroso estado; no había ni agricultura, ni relaciones con países
extranjeros, no existían ni escuelas, ni institutos, ni universidades. Todo lo destruido por la guerra tenía
que rehacerse y todo lo llevó a cabo en diez años de gobierno y paz. Arreglo de límite con Costa Rica,
celebró tratados de amistad y comercio con diversas naciones y con ello dio a conocer a Nicaragua; celebró
un concordato con la Santa Sede; creó los departamentos de Chinandega y Chontales; estimuló el cultivo
de Algodón y del Café, estableció relaciones diplomáticas con Europa.

Fundó un buen número de escuelas para niños y por primera vez en nuestra patria, escuela para niñas en
la cabecera del departamento, abrió caminos que favorecieron el comercio, construyó el Puerto de Corinto;
ordenó hacer el censo de la República y mando a trazar el mapa de Nicaragua.

Después de una larga enfermedad el General Martínez falleció en León el 12 de marzo de 1873.
TOMAS RUIZ

El Dr. Tomas Ruiz, sacerdote indio, prócer de la independencia de Centroamérica ha sido casi olvidado,
y la historia no le ha hecho justicia.

Nació el padre Ruiz en Chinandega, el 10 de Enero de 1777 e inicio sus estudios en el Colegio
Tridentino de San Ramón en la ciudad de León, culminando estos con honores en la Universidad de
San Carlos de Guatemala fue el primer indio puro centroamericano en graduarse con titulo
universitario.

Igual que don Miguel Larreynaga, el padre Ruiz fijo su residencia en Guatemala, distinguiéndose por
su talento que puso al servicio de la causa de la independencia.

El padre Ruiz encarnó a los curas liberales de la época que recibieron con entusiasmo los movimientos
independistas de México encabezados por don Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y
Pavón.

La participación de Ruiz en el proceso de independencia de Centroamérica se inicio en Diciembre de


1813, en el Convento de Belén, ciudad Antigua, Guatemala, dirigiendo la famosa conspiración
conocida como la "Conjura de Belén". Como consecuencia del involucramiento del padre Ruiz en la
conjura, fue capturado la noche del 1° de Diciembre, exactamente un día antes de que se llevara a cabo
el plan revolucionario que fracaso por la traición de Pudenciano de la llana.

El padre Ruiz y otros conjurados fueron condenados, unos a la horca y otros a prisión, pero por
gestiones de personas influyentes, estas penas no se aplicaron. El padre Ruiz permaneció 5 años en
prisión, sufriendo largos períodos de incomunicación, privaciones y desprecios.

Ya libre en 1819 solicitó permiso para trasladarse a la cuidad real de Chiapas en México donde falleció
como consecuencia de los vejámenes y torturas recibidas en la cárcel. Tenia entonces 47 años.

Se desconoce donde fue enterrado, pero todos los nicaragüenses estamos en deuda con él y debemos
rendirle homenaje como prócer de la independencia.

JOSÉ DOLORES ESTRADA Y VADO

El General José Dolores Estrada nació en la ciudad de Nandaime, en el departamento de Granada, el 16


de mayo de 1792.

Sus primeras letras las aprendió en una escuela privada. Por su precaria situación económica, su
adolescencia se deslizó en la pequeña finca que poseían sus padres, cooperando en las labores agrícolas
y labrando personalmente la tierra. Esto influyó en su fortaleza corporal y contribuyó a la formación de
su carácter firme y decidido.
Como descendiente de nuestros valiente caciques, heredó de ellos el valor, coraje y buen criterio, por lo
que no se dejaba llevar por exaltadas pasiones.

Su carrera militar no fue improvisada, se inició como soldado raso y fue ascendiendo según sus méritos
como todo un militar digno.

Tuvo participación en varios combates que se libraron en pro de nuestra independencia en la ciudad de
Granada.

En 1827, figura en la primera guerra detestable y fratricida de Cerda y Arguello, con el grado de
Sargento de las tropas argüellistas.

Durante los veinte años posteriores a aquel suceso el Sargento José Dolores Estrada permanece
ignorado, como lo estuvo durante sus primeros treinta y cinco años de existencia. En los años 1847 y
1848, nuevamente se le menciona como soldado de las tropas del cabecilla Bernabé Somoza.

El 9 de Agosto de 1851, se le confirió al grado de Capitán. El 5 de Agosto de 1854, fue herido el General
Estrada, en la acción de armas libradas entre combatientes nicaragüenses fraticidas, en el camino de
Granada a Masaya, como soldado afiliado a la facción legitimista. En el mes de enero de 1855, es
ascendido al rango de Teniente Coronel, por sus servicios militares al Partido Legitimista durante las
acciones bélicas que tuvieron por escenario la ciudad de Granada, durante el sitio de la ciudad, por las
fuerzas democráticas del General Máximo Jerez.

El general José Dolores Estrada fue uno de los protagonistas de la guerra nacional (1855-56), entre los
liberales jefeados por Máximo Jerez y los legitimistas que lidereaba el general Tomás Martínez. Estrada
pertenecía a esta última facción.

Convencido Jerez de que sus fuerzas no podrían ganar la guerra por si solas, contrató un grupo de
filibusteros norteamericanos bajo el mando de William Walker y su lugar teniente Byron Cole.

El verdadero interés de Walker al llegar a Nicaragua, fue apoderarse del país, restablecer la esclavitud
y anexar Nicaragua a los estados sureños de los Estados Unidos.

Las necesidades de alimento para sus tropas determinaron, por parte de Walker el envío del Mayor
McDonald a expedicionar por los llanos de Ocotal y la Hacienda de San Jacinto, donde se encontraba
acantonado el General Estrada. El 5 de Septiembre, se presentó McDonald con una columna, pero fue
desastrosamente derrotado por las tropas nicaragüenses, al mando de nuestro Héroe Nacional.

La Batalla de San Jacinto librada el 14 de Septiembre de 1856, entre 120 ó 150 soldados nicaragüenses
comandados por el entonces coronel José Dolores Estrada, contra 300 mercenarios estadounidenses bien
armados, se resolvió a favor del ejército nacional, por su valentía y amor a la patria, destacándose en el
mismo, además del propio Estrada, los oficiales Ignacio Jarquín, Liberato Cisne, José Siero, y el
sargento Andrés Castro.

Terminada la Guerra Nacional, llamada justamente Guerra Nacional de Centroamérica, con la


capitulación de Walker, el 1 de Mayo de 1857, por mediación del capitán norteamericano Davis, de la
fragata Saint Mary, alcanzadas en aguas del puerto de San Juan del Sur, le fue conferido al Coronel
Estrada, el grado de General de Brigada, por el gobierno binario de los generales Martínez y Jerez,
nombrándolo al mismo tiempo Comandantes de la Guardia de los Supremos Poderes.

Su célebre acción de armas en San Jacinto, le mereció, al poco tiempo de su realización, una medalla de
oro que le otorgó el Gobierno de Guatemala y otra el de Costa Rica.

En 1860 ante la última amenaza de Walker a Nicaragua lanzó este llamado:

"Soldados:

Llamado por el Supremo Gobierno para ponerme al mando de vosotros, pudiera haberme excusado
por mi avanzada edad e invalidez, pero comprendiendo lo grave del peligro con que está amenazada
por los filibusteros nuestra independencia, me consideraría criminal si no tomase parte en su defensa,
para la cual me siento con el vigor y la fuerza de un joven.

A tan perentorio llamamiento del Supremo Gobierno, el nombre de la Patria, no podríamos menos que
correr presurosos a empuñar el arma; debemos pues, estar listos para acudir a donde nos llame el
peligro; acaso a nosotros esté reservada la dicha de dar principio a la campaña y quemar las primeras
cebas contra esos salvajes blancos.

Soldados: espero seréis fieles a la causa que vamos a sostener; ella es santa, como que consiste en la
defensa de nuestra religión, de nuestras instituciones y del honor y bienestar de nuestras familias.

Por desgracia carezco de conocimiento en el arte de la guerra, pero tengo un corazón que es todo de
mi Patria y resuelto estoy a sacrificarlo en sus sacrosantas aras.

En los riesgos y penalidades de la guerra, siempre estará con vosotros y por vosotros nuestro
compañero y amigo.

José Dolores Estrada


Comandante de las Fuerzas Expedicionarias

Por causa de índole partidista, el General Estrada se expartió voluntariamente, trasladándose a vivir,
durante los años 1863-1864 a las Repúblicas de Honduras y Costa Rica ubicándose en esta última en
Liberia y dedicándose al cultivo del tabaco, tal como lo expresa en una de sus cartas en cuyo texto dice:
"Haciendo un limpiecito para sembrar unas matas de tabaco".

Triste destino el del héroe que en otra de sus cartas dice: "yo sé prácticamente, cual es el premio que se
da a los que sacrifican por su patria".

Vuelto a Nicaragua, Estrada prestó sus servicios militares al Gobierno del General Fernando Guzmán,
quien, con fecha 1 de julio de 1869, le confirió el grado de General de División, después de nombrarle,
el 27 de junio del mismo año, General en Jefe del Ejército Nacional, para evitar una nueva guerra entre
hermanos nicaragüenses.
El 12 de agosto de 1869, falleció en la ciudad de Managua a los 77 años, ostentando el rango de general
de división y jefe del ejército de Nicaragua, que le había sido otorgado por el Presidente de la República,
general Fernando Guzmán.

Antes de transcurrido los seis meses de sus sentida muerte, el Congreso Nacional, por decreto del 4 de
Enero de 1870, mandó colocar sobre su tumba una lápida de mármol, con la siguiente inscripción: "Al
ilustre General José Dolores Estrada, vencedor de San Jacinto. La Patria agradecida".

OTROS RECONOCIMIENTOS:

a) "Orden José Dolores Estrada" que es la condecoración más elevada que otorga el Gobierno de la
República.

b) Bautizo de la Academia Militar de Nicaragua (Centro Superior de Estudios Militares), con el nombre
de general de división José Dolores Estrada Vado.

Varios parques, bustos y escuelas dedicadas a su nombre.

INMACULADA CONCEPCIÓN (1762)

Por el año de 1751, los zambos que habitaban en las


costas de Nicaragua, realizaban alentados por los
ingleses, frecuentes incursiones al interior del país. Sus
robos, saqueos e incendios, producían indignación en la
Colonia, pues se atribuían estos desmanes a descuido de
las autoridades españolas.

En 1762 España estaba en guerra con la nación inglesa,


como inmediata consecuencia del "Pacto de Familia"
entre Carlos III y Luisa XV. El reflejo de las guerra no
se hizo esperar en las colonias.
Además de estas incursiones, aumentaban la zozobra del Gobernador Español de la provincia de
Nicaragua, las invasiones que los propios ingleses intentaban, cada vez con mayor atrevimiento, por
el Río San Juan, desaguadero del Gran Lago y llave de la Provincia de Nicaragua.

Con el fin de impedir el paso por el citado río, se construyó El Castillo de la Concepción, en un
recodo de la ribera, sobre una colina, a cuyos pies se extiende el pueblo de su nombre, casi olvidado
de su importancia durante la colonia.

Como defensor de El Castillo se encontraba don José Herrera, hidalgo valiente, padre de Rafaela,
joven de diecinueve años, educada no sólo en ejercicios varoniles, sino en las leyes de honor, de la
fe y de un ardiente amor patriótico y filial.
Nicaragua era el principal objetivo de los ataques ingleses porque presentaba facilidades para la
comunicación interoceánica, por lo que el Gobernador Inglés de Jamaica William Henry Littleton,
recibe instrucciones de preparar una invasión a la provincia de Nicaragua por el Río San Juan, con
un ejercito de tres mil hombres y más de cincuenta embarcaciones. Amenazaba El Castillo de la
Concepción, precisamente cuando el castellano de la fortaleza estaba grave de cruel enfermedad.

La muerte ya empezaba a amenazar la existencia del Comandante Herrera, cuando la noticia de la


invasión llegó. Todo fue entonces confusión, espanto. Mientras, el lecho mortuorio estaba silencioso.
El castellano don Pedro Herrera agonizaba. Una vez vacilante iluminaba el cuarto. Rafaela, altiva y
decidida, jura solemnemente a su padre defender la fortaleza, aún a costa de su vida.

El 17 de julio muere repentinamente el Comandante José Herrera y Sotomayor, asumiendo la


comandancia el alférez Don Juan Aguilar y Santa Cruz.

Cuando el Comandante Inglés, avisado por los espías, sabe la muerte del Capitán Herrera manda a
pedir con insolente descaro las llaves de la fortaleza, prometiendo no hacerle daño a nadie. El diálogo
sostenido entre Rafaela y el oficial inglés, demuestra el valor y la nobleza de la heroína. Se presenta
magnifica en aquel gesto negativo de fiera heroicidad que ha inmortalizado su nombre.

El 29 de Julio de 1762 estaban los ingleses frente al Castillo.

Con insolente audacia, y seguros como estaban de que la fortaleza capitularía ante sus amenazas,
dieron principios a una serie de escaramuzas que acobardaron a la guarnición, desmoralizada por la
muerte de su jefe. Viendo que los negros mulatos trataban de rendirse, Rafaela sintió bullir con fuerza
impetuosa la sangre que corría por sus venas y los interceptó:

¿Os habéis olvidado de los deberes que les impone el honor militar?

¿Vais a permitir que se entregue villanamente esta fortaleza, que es el resguardo de la provincia de
Nicaragua y vuestras familias?

Entonces Rafaela, con arranque sublime sube sola al torreón, carga el cañón y rompe fuego contra el
campamento enemigo. Lo hizo con tan buena suerte que, al tercer disparo, acertó a meter una bala
en la tienda del comandante inglés, dejándolo sin vida.

Enfurecidos por la muerte de su jefe, los ingleses emprendieron con saña el ataque del castillo, pero
ya la guarnición, entusiasmada por el heroísmo de la niña, le opuso enérgica y valerosa resistencia,
causándoles grandes pérdidas en hombres y embarcaciones.

La joven escudriña la noche y sólo divisa a lo lejos la llanura ceñida por los árboles. ¿Cómo
sorprender al invasor? El Castillo está aislado, como prisionero, es necesario que, sin abandonar
ninguno su puesta, se sorprenda al enemigo ¿Cómo lograrlo? Con un rasgo de ingenio, rápidamente
hace empapar sábanas de alcohol que, colocadas en ramas secas, se deslizan inflamadas a lo largo
del río en dirección de enemigo, llenando de pánico, pues creen que se trata del tradicional fuego
griego.
El sitio se mantuvo, con alternativas de calma y fuego intenso por algo más de cuatro días. Pero el 3
de agosto el enemigo había abandonado sus posiciones de río arriba, dejando varios muertos, heridos
y embarcaciones.

La derrota de los británicos causó inmenso regocijo en Nicaragua, especialmente en Granada.


Cuando la heroica niña llegó con su madre a esta ciudad, fue recibida en triunfo y colmada de
alabanzas y bendiciones por haberla salvado.

Algunos años después, entregó su valerosa mano a un caballero granadino llamado Don Pablo de
Mora, pero la providencia no le deparó la felicidad que su heroísmo y virtudes merecían. Viuda y
madre de cinco hijos, de los cuales dos estaban paralíticos, vivió doña Rafaela sumida en gran
pobreza, hasta que en 1781 el Rey le concedió una pensión vitalicia en reconocimiento a los servicios
prestados pro su padre y abuelo y sobre todo a la acción heroica realizada por ella.

A continuación extractos de la carta que el Rey hizo llegar a Rafaela Herrera.

"El Rey: por cuanto he sido informado del distinguido valor y fidelidad con que vos, doña Rafaela
Herrera y Udiarte, viuda que al presente sois defendisteis el Castillo de la Purísima Concepción de
Nicaragua en el Río San Juan, consiguiendo a pesar de las superiores fuerzas del enemigo, hacerle
levantar el sitio, y ponerse en vergonzosa fuga, pues superando la debilidad de vuestro sexo,
subisteis al caballero de la fortaleza, y disparando la artillería por vuestra mano matastéis con el
tercer tiro al comandante inglés en su misma tienda: realzando la acción a la corta edad de
diecinueve años que contabais, no tener castellano el Castillo, ni comandante ni otra guarnición que
la de mulatos y negros, que habían resuelto entregarse cobardemente, con la fortaleza a que os
opusisteis con el mayor esfuerzo; en consideración, pues, a tan señalado servicio, he decidido que
goceis de pensión vitalicia.

Por tanto mando al Presidente, gobernador y capitán general del referido reino disponga se
verifique esta gracia, que nos concedo desde el 1o. de enero del corriente año. Dada en San Lorenzo
a 11 de noviembre de mil setecientos ochenta y uno.

Yo, el Rey".

Andrés Castro

Andrés Castro Estrada fue un campesino y soldado nicaragüense que se destacó durante la Batalla
de San Jacinto, el 14 de septiembre de 1856, cuando a falta de munición en su rifle de chispa, derribó
de una certera pedrada a un filibustero que osaba saltar el corral de madera en la posición que
defendía.1

Es un Héroe Nacional de Nicaragua y su acción heroica es por antonomasia el más recordado gesto
de valentía, decisión y patriotismo en la defensa de la soberanía e integridad nacional de Nicaragua.

Alcanzó el grado militar de Sargento primero otorgado durante el gobierno del General Tomás
Martínez Guerrero.

Biografía

Nacido en la ciudad de Managua en el año 1831, fue hijo legítimo del matrimonio conformado por
don Regino Castro y doña Javiera Estrada, ambos descendientes de las familias autóctonas de la
ciudad.

Era de estatura regular y piel morena. Aprendió a tocar la guitarra y gustaba de las canciones de aires
alegres, propias de los campesinos. Cultivaba la tierra con ahínco, pero le gustó la cuestión de la
milicia. A los 23 años se enroló en las filas legitimistas de don Fruto Chamorro Pérez y luego en las
del General Tomás Martínez Guerrero.

Siempre fue arrojado en los hechos de armas, y principalmente en la acción librada el 21 de octubre
de 1855, en la villa de Tipitapa, donde fue ascendido al grado de sargento.

San Jacinto

Cuando el combate de San Jacinto, Andrés tenía unos 25 años de edad.

El coronel José Dolores Estrada, comandante victorioso de San Jacinto, hace constar en el parte
oficial, lo siguiente:

"El valiente soldado Andrés Castro, cuando le faltaron tiros para dispararlos con su rifle de
piedra de chispa, con una de las piedras del corral le quitó la vida a uno de los americanos,
asaltantes del corral de madera de la hacienda San Jacinto, levantando el ánimo de los
patriotas nicaragüenses, testigos de tan importante hazaña."

Fue herido de un balazo en una pierna, causándole una cojera para el resto de su vida.

Después de la gloriosa acción de San Jacinto, Castro adquirió una finca situada en los alrededores de
Managua, cerca del antiguo Hospital "El Retiro".

En diciembre de 1856 contrajo matrimonio con una joven capitalina llamada Gertrudis Pérez. De
esta unión matrimonial hubo dos frutos. Su hija mayor llamada Esmeralda, se avecindó en Costa
Rica y allí se casó.

Episodio de su muerte

Se cuenta que en su casa dio posada a un matrimonio joven. El marido se llamaba Eusebio García,
y comenzó a sentir celos de Castro, a causa de su joven esposa. Un día de tantos le hizo cargos, por
tradición oral se sabe que hubo el siguiente diálogo:

"Ideay, hombré. Teniendo yo mi trompuda para qué voy a enamorar a tu trompuda."2


Pero el marido no le creyó y se dio por ofendido. Así que un día de 1876, cuando Andrés iba camino
a las sierras de Managua, el hombre lo emboscó y le dio muerte, atacándolo por la espalda.

Fue enterrado en el Panteón "San Pedro" de la ciudad de Managua, frente donde hoy es el edificio
del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). El gobierno estuvo pasando una pensión a su
viuda hasta que ésta murió.

Treinta años después se inició una reducción en el terreno del camposanto para construir calles de la
ciudad. Por lo cual sus familiares trasladaron sus restos a una comarca ubicada entre San Jacinto y
Tipitapa, se desconocía el nombre de la comunidad y los motivos por los cuales decidieron
trasladarlo.

En septiembre de 2000, el entonces director del Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), Clemente
Guido, confirmó que gracias al apoyo de un bisnieto de Castro, se conoció el lugar exacto de la tumba
localizada en el Cementerio Municipal de Tipitapa.3

Para rendirle el verdadero homenaje que se merece, sus restos cremados fueron puestos en una urna
especial y traslados con el apoyo del Ejército de Nicaragua, la Alcaldía de Tipitapa y el Instituto
Nicaragüense de Cultura, precisamente a la histórica hacienda donde defendió la soberanía nacional
en 1856.

Su exaltación como héroe nacional

Antes de 1955, Andrés Castro era uno de los tantos héroes olvidados, el intelectual chontaleño
Guillermo Rothschuh Tablada y un grupo de estudiantes del Instituto Nacional "Miguel Ramírez
Goyena" de Managua (entre los que estaba Carlos Fonseca Amador), iniciaron la tarea del rescate de
su figura y acción hasta que fue incluido en la celebración de las fiestas patrias de Nicaragua.

"A punta de una colecta nacional, nosotros conseguimos erigir el monumento de Andrés
Castro, en la Hacienda San Jacinto en el propio centenario de la batalla."

El sargento Andrés Castro Estrada simboliza el heroísmo en momentos de suma urgencia, prueba
que una pedrada certera basta para subsanar la falta de otras herramientas cuando de defender el
decoro nacional se trata. Aún ante el enemigo más poderoso. Andrés Castro es émulo de David. El
filibustero derribado es Goliat
14 DE SEPTIEMBRE DE 1856

De las cuatro compañías que de patriotas se formaron en Somotillo para


combatir a los filibusteros, la tercera, comandada por el Coronel José Dolores
Estrada y los Capitanes Carlos Alegría y Bartolo Sandoval, estaba destinada
a encontrarse con las primeras avanzadas de Walker. Llegó a San Jacinto el
29 de agosto de 1856, a las cinco de la tarde. Eran 160 hombres. La casa de
la hacienda era grande, de teja y con dos corredores, ubicada en el centro de
un extensísimo llano.

El 11 llegó una división de 60 indios flecheros al mando del mayor Francisco


Sacaza. El 13 Estrada recibió las municiones de que disponía.

La presencia de los patriotas en San Jacinto era un serio inconveniente para el


abasto de víveres de los filibusteros. El estado de los caminos hacia a éstos
imposibles enviar artillería contra la casa-hacienda.

Los filibusteros aparecieron en la hacienda entre 5 y 7 de la mañana, del 14 de septiembre, comandados por el
Teniente Coronel Byron Cole y se dividieron en tres cuerpos: el derecho capitaneado por el propio Cole y
Robert Milligan, el centro por el Mayor J.C O'neil y el izquierdo por el Capitán Watkins.

Los patriotas que habían hecho trincheras para defender la casa y los corrales de madera, se dividieron en tres
frentes o compañías ligeras, con 50 soldados, más o menos en cada posición.

El Coronel José Dolores Estrada dirigía y unificaba operaciones desde los corredores norte, sur y oriente de la
casa con la ayuda del Teniente Coronel Patricio Centeno. El retén o centinela, Faustino Salmerón, puesto por
Estrada dió ordenes inmediatas y la tropa se tendió en sus tres puntos de defensa. Los filibusteros, auxiliados
por la neblina espesa, se acercaron hasta pocos metros de la defensas patriotas, con orden de no disparar, hasta
estar a boca de jarro. Por coincidencia los soldados nicaragüenses habían recibido la mismo orden, por la
escasez del parque, así que la primera descarga de el primer encuentro fue tremendamente mortífera.

Durante dos horas los filibusteros trataron de asaltar los tres frentes siendo rechazados. Entonces los
filibusteros comprendieron que tanto los corrales de piedra como la casa hacienda eran inexpugnables de
frente. Se retiraron momentáneamente, concertaron el plan de ataque los oficiales y al grito de" ¡Hurra
Walker!", lanzaron todo el peso de las tres columnas sobre el flanco izquierdo que era el más débil. La primera
descarga patriótica los rechaza y caen muchos invasores muertos. Pero cae también el Capitán Sacaza y el
oficial Bolaños. Los nicaragüenses no tienen tiempo casi de cargar sus lentos rifles de chispa y ven saltar sobre
ellos, tiros incesantes de armas de repetición a los filibusteros.

Se lucha cuerpo a cuerpo: a bayoneta, a machete, hasta con piedras. Andrés Castro viendo un filibustero saltar
una trinchera y no teniendo cargado su rifle toma una piedra y lo mata de un certero golpe. Cae muerto el
oficial Ignacio Jarquín y también el Capitán Watkins. Retroceden los filibusteros y vuelven al instante al
ataque. En la acometida Marshall, Milligan y Byron Cole gana el corral y a gritos alientan a sus soldados para
que tomen las trincheras.
El oficial Venancio Zaragoza con varios soldados, sintiéndose entre dos fuegos, salta el corral y huye. Parece
ya perdido el corral de madera y el flanco patriota izquierdo.

Eran las 10 de la mañana. La derrota parecía amenazar a las tropas nicaragüenses. Cortado en sus posiciones,
se lucho cuerpo a cuerpo y los filibusteros presionando cada vez más sobre las defensas del corral para ganar
la casa. Las órdenes tenían que darse y contestarse a gritos desde la casa hasta los oficiales. El Mayor O'neil ve
que las defensas nicas están cediendo y ordena un cuarto asalto que toma el corral a costa de muchos muertos.

"Talvez estuviéramos escribiendo una derrota, dice en este momento del combate el General Estrada, si el
Teniente Eva, Vélez y Solís con Manuel Marenco no se resuelven a morir primero que abandonar el punto de
donde les hacían resistencia". El punto era el estrecho terreno que quedaba entre el corral y la casa.

Detrás de esos valientes oficiales los soldados parapetados en el corredor de la casa hacían fuego de fusilería.
Entonces agrega el General Estrada "dispuse que el Capitán Cisne, el Teniente Siero y el Oficial Fonseca
saliesen a flanquear". En efecto salieron ocultamente por el costado sureste de la casa con tres guerrillas y
entre el monte y la serranía aparecieron de pronto a espaldas de los filibusteros que ya se creían victoriosos al
grito de ¡Viva Martínez!.

Cayeron sobre los yanquis. Al interrumpir las guerrillas gritando y disparando, la yeguada y potros de la
hacienda se espantó y corrió en tropel al corral donde acostumbraba guardarse. Los filibusteros vieron caer
sobre ellos a los valientes guerrilleros, sufriendo el impacto de sus descargas y sobre eso oyeron entre el
monte, el tropel de potros creyendo que a la infantería venía agregada una furiosa tropa de caballería.
Perdiendo la cabeza saltaron en retirada los corrales donde Cisne, Siero, Fonseca y sus soldados cayeron sobre
ellos a la bayoneta. De la casa se oyeron gritos de triunfo. Entonces... Los nicaragüenses vieron que el sol
iluminaba su resonante victoria sobre los invasores. Eran pasadas las 11 de la mañana. Los ánimos enardecidos
y la sangre de los caídos encendió la furia nativa. Saltaron en persecución de los filibusteros en huída, con
bayonetas y machetes, con revólveres y armas que recogían de los vencidos y con lazos los que pudieron
montar a caballo, organizaron la persecución a muerte. Al frente de los implacables perseguidores victoriosos
iba el valiente y terrible Bartolo Sandoval (alias El Loco) y el Teniente Miguel Vélez. Al filibustero que daban
alcance o lo colgaban de un árbol o lo decapitaban para economizar parque.

El Sargento Francisco Gómez persiguió con tal ardor a un grupo de filibusteros que cayó muerto de cansancio.

Faustino Salmerón dio alcance al Comandante Byron Cole, que se había extraviado, y lo colgó de un árbol.
Los patriotas llegaron en persecución del enemigo hasta la actual hacienda San Ildefonso. El pánico de los
filibusteros fue tan grande, según el propio Walker, que llegados a Tipitapa, volaron el puente temiendo un
ataque inmediato a aquella villa. Las bajas de los patriotas fueron entre 38 y 55 según los diversos cronistas.
Las bajas de los filibusteros fueron entre 27 de que habla Estrada en su propio parte y de 35 caídos en combate
más 18 ejecutados en la persecución, según narra Eva. Entre los filibusteros que huyeron iba un gran
número herido y muchos murieron después.

En esta acción, los filibusteros pusieron en práctica un ataque de penetración, sin tratar de envolver ni rebasar
al contrario: primero de tanteo, por las tres columnas, luego de esfuerzo sobre el punto vulnerable. La defensa
se organizó en tres grupos de resistencia, aprovechando las características del sitio. El movimiento envolvente
de los patriotas fue oportuno y eficaz. En este combate la superioridad del número de armas fue desvirtuada
por el ardor patriótico y la habilidad táctica de los nicaragüenses.

En San Jacinto "al invasor se le arrebató para siempre la fe en la victoria" y la estrella de Walker comenzó a
declinar.

El canto patriótico de los clarines anunció la victoria, llenando de júbilo el corazón la victoria, llenando de
júbilo el corazón de la patria. San Jacinto fue el solio sobre el cual quedó asegurado el monumento de nuestra
independiente.

El heroísmo nicaragüense, altivo e invencible, mantuvo a raya al invasor. La bandera de nuestra Patria nunca
flameo más libre y soberana sobre las dilatadas llanuras de San Jacinto.

Estrada aumentó sus fuerzas hasta formar un batallón que llamó San Jacinto y marchó a Masaya, a donde entró
la tropa orgullosa, coronada las armas con ramas y flores, el día 6 de octubre.

Todas las fuerzas centroamericanas estacionadas en Masaya hicieron calle de honor y vitorearon con
entusiasmo a sus amigos vencedores.
MIGUEL LARREYNAGA
ANDRES CASTRO

JOSE DOLORES ESTRADA VADO


ENMANUEL MONGALO
TOMAS RUIZ
MAXIMO JEREZ

GENERAL TOMAS MARTINEZ RAAELA HERRERA


Acta de Independencia de América Central
Acta de Independencia de América Central, también conocida como Acta de Independencia, es el
documento legal mediante el cual la Diputación Provincial de la Provincia de Guatemala, proclamó el 15
de septiembre de 1821 la separación de la Monarquía Española, aunque invitando a la vez a las otras
provincias del antiguo Reino de Guatemala a enviar diputados para que un congreso decidiera en 1822
sobre si se confirmaba o no la independencia absoluta.
La reunión de la Diputación fue presidida por el Jefe Político Superior Gabino Gaínza y el acta la redactó
el célebre intelectual y político hondureño José Cecilio del Valle a los escribanos indígenas Lorenzo
Romaña y Domingo Dieguez de acuerdo a versión del Dr.Orlando Betancourth. La sesión se efectuó en
el Palacio Nacional, que estaba ubicado en lo que hoy día se conoce como el Parque Centenario.
La intendencia de San Salvador aceptó con entusiasmo la decisión de la Diputación guatemalteca, cuya
acta fue secundada por las Diputaciones Provinciales de Comayagua (28 de septiembre) y de Nicaragua y
Costa Rica (11 de octubre). Sin embargo, estas dos provincias se manifestaron reacias a admitir la
autoridad de Guatemala.
El 29 de octubre de 1821, el emperador Agustín de Iturbide por medio de su canciller o primer
ministro José Manuel de Herreraenvió una carta al capitán general de la Junta Provisional Consultiva de
América Central, Gabino Gaínza y Fernández de Medrano, cuya junta presidía a los delegados
representantes de las provincias de Chiapas, San Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Ricacon la
propuesta de unirse al Imperio mexicano de acuerdo a las Tres Garantías de los Tratados de Córdoba.1
Aunque una de las cláusulas del Acta de Independencia establecía la formación de un congreso para
"decidir el punto de Independencia y fijar, en caso de acordarla la forma de gobierno y la ley fundamental
que deba elegir", el 2 de enero de 1822,12 por voto mayoritario de los ayuntamientos de las cinco1
provincias, con San Salvador como principal oposición a esta decisión y Costa Rica sin llegar a un acuerdo
definitorio. De hecho, la entonces provincia de Costa Rica no ratifica su anexión al imperio como
consecuencia de la primera guerra civil costarricense (Batalla de Ochomogo), no obstante envió en su
representación a la Junta Nacional Constituyente a un diputado, quién posteriormente fue miembro del
Consejo de Estado del Emperador Agustín I (Florencio del Castillo) 3. Al abdicar Agustín de Iturbide a la
corona mexicana el 19 de marzo de 1823, se da la separación de las provincias, a excepción de Chiapas,
la cual se unió a la república mexicana como un estado federado

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