Sei sulla pagina 1di 6

El Lenguaje no es Inocente

Tom Andersen

Institute of Community Medicine

University of Tromso, Noruega

Presentación hecha en el VI Congreso de Terapia Familiar en Budapest 1994

Resumen:

En este trabajo se explica el concepto de Heidegger y de Gadamer sobre el círculo Hermenéutico


que sirve como base para los procesos reflectores cuyo uso se propone a la comunidad
terapéutica. Se hace una distinción entre la conversación interna y la externa que están ligadas a
estar-en –el-mundo, estar-en-el-lenguaje o estar-en conversación. De esta manera se informa al
igual que se forma. Es así como se da el cambio de un lenguaje de patología a uno de amistad,
donde el cliente puede utilizar sus propias palabras e imágenes, lo que lo ayudará a decidir como
ver y qué hacer con su vida.

INTRODUCCION

Originalmente esta ponencia se intitulo “Si opresión es lo contrario de la libertad ¿Qué significa
libertad en psicoterapia?”, al transferiste esta titulo al programa de este congreso, por error se
cambio a: “¿Si opresión es lo contrario de libertad en psicoterapia…?” y me gusto el cambio, pues
me permitió hablar de algo que no había tenido en mente. Y se me ocurrió: ¿Por qué no cambiar el
título una vez más? Es lo que hice. Por eso ahora mi ponencia se intitula “El lenguaje no es
inocente”.

EL CIRCULO HERMENEUTICO

Empezare por explicar brevemente el concepto de Circulo Hermenéutico que normalmente se


relaciona con dos filósofos alemanes, Martin Heidegger y Hans Georg Gadamer (Wachthauser
1986; Wernecke 1987). Básicamente, este concepto postula que todos vivimos nuestras vidas de
acuerdo al marco vital que nos ha estructurado en el pasado. Heidegger afirma que la vida, o sea,
“el ser en el mundo”, por utilizar su propio lenguaje, equivale a una búsqueda constante de
significados; significados ligados a cómo nos entendemos y cómo entendemos al mundo que nos
rodea. En consecuencia, nuestra forma de entender influirá directamente en cómo nos
relacionamos con nuestro mundo y con las personas que lo conforman.

De manera que lo que entendemos se relaciona con lo que oímos y lo que vemos. Y lo que vemos
y oímos se relaciona con lo que buscamos y escuchamos. No vemos aquello que no buscamos y no
oímos aquello que no escuchamos. La vida es tan rica que toda situación siempre englobará mas
de lo que podemos ver y oír. Por lo tanto, para poder aprender el significado de lo que sucede
tenemos que seleccionar lo que vamos a ver y a oír. Así, en este acto de crear significados
simplificamos. Y todos llevamos a cabo este acto de simplificación, tanto como personas comunes
y corrientes, como terapeutas o cientificos. Y así también escogemos lo que NO vamos a ver y lo
que No vamos a escuchar.
Gadamer reitera que esta acción simplificadora, especialmente aquello que decidimos incluir y
excluir, está regida por nuestros prejuicios. Es lo que nos permite desde el principio, con una
mayor o menor conciencia, elegir lo que vale la pena observar y escuchar.

Lo que quiero señalar aquí es que TODOS TENEMOS PREJUICIO. Es imposible no tenerlos.
Heidegger los llama “pre-entendimientos”. Son los supuestos básicos a los que les pondremos
atención y se van conformando de acuerdo a nuestra manera de vivir. Por lo tanto, debido a que
nuestra vida es muy compleja y fluctuante, lo más probable es que acumulemos una gran cantidad
de pre-entendimientos. Así lo que llegamos a entender tiene más que ver con nuestros propios
límites como personas, es más subjetivo de lo que nos gustaría. Por lo menos así lo veo yo.

Sin embargo, cuando estamos pro entender algo en particular, puede ser que veamos y oigamos
algo que nunca habíamos visto ni oído antes. Esta nueva experiencia puede que retroalimente
nuestro pre-entendimiento, lo matice, y hasta lo cambie. Esta relación circular entre el pre-
entendimiento general e la experiencia local es lo que se conoce como Circulo Hermenéutico.

Nuestros prejuicios se estructuran de acuerdo a la forma en que vivimos nuestras vidas. Algunos la
vivimos a través de libros y teorías, a la sombra de los que han sido definidos como “expertos”,
sean éstos clínicos o científicos. Y como esto se da con tanta frecuencia, permítanme establecerlo
como lo común.

Yo encontré que me valió mas la pena dejar esta corriente común para explorar los márgenes. En
consecuencia, es desde esta ubicación que haré mis comentarios relacionados con los supuestos
básicos de la práctica terapéutica. Hablo así porque desde los márgenes se prefiere hablar de
supuestos y de prácticas en lugar de teorías y técnicas.

Hay mucha libertad aquí afuera en los márgenes, como ya habrán podido darse cuenta. Pero
también hay mucha soledad y el temor que va mano a mano con ella.

LOS PROCESOS REFLECTORES

Cuando uno intenta hacerse cargo como terapeuta aparecen muchos sentimientos encontrados:
es difícil saber que decir y como decirlo, y aun como instruir a los pacientes en la manera de vivir
su vida. Tales metas terapéuticas fácilmente ubican al terapeuta en el eslabón mas alto de la
jerarquía, dentro de la cual es cómodo categorizar los significados como mejores o peores, útiles o
inútiles, inteligentes o tontos, etc. Por lo menos, esto es lo que me sucedió a mí cuando decidí ser
un terapeuta capaz de distinguir entre el bien y el mal.

Por esta razón, mis intervenciones tendían a ser “mejores” que las ideas que generaba la familia.
Cuando ésta osaba hablar y defender sus ideas, rápidamente degenerábamos en batallas
campales sobre “o tú estás mal o lo estoy yo…”

“Los procesos reflectores” aparecieron como la solución a este problema. Alcanzamos un


equilibrio cuando nos dimos permiso ambos, terapeutas y pacientes, de discutir nuestras ideas.
Así, la tendencia a dicotomizar le cedió el paso a la integración de las ideas, ubicándonos en el
ámbito de “ambos-y”.

Pudimos, entonces, mis clientes y yo, dialogar y trabajar conjuntamente. Nos influimos
recíprocamente de una manera significativa: la de mis clientes basada en sus experiencias locales y
la de mi equipo y mía en nuestra experiencia general como terapeutas. Por lo tanto, hoy en día las
intervenciones y la solución de problemas ya no ocupa el lugar central en nuestro trabajo, a menos
que el cliente lo pida expresamente. Las conversaciones que ahora tenemos con los clientes
parecen ayudar a que surjan las alternativas que ellos mismos encuentran útiles: una forma
alternativa de “estar en el mundo”.

CONVERSACIONES EXTERNAS E INTERNAS

Los procesos reflectores pueden describirse como alternancias entre conversar con otros sobre
temas significativos y sentarse a escuchar las conversaciones sobre estos mismos temas (Andersen
1987, 1991, 1992, 1993). La conversación con los otros es externa y la conversación que se tiene
con uno mismo – cuando escucha uno hablar a los otros- es interna. Estos dos tipos de
conversación tratan el mismo tema de una manera diferente. Lo que sucede en la conversación
externa se convierte en una perspectiva más dentro de la conversación interna, y viceversa. Esto
va de acuerdo con Gregory Bateson (1980), quien afirma que al ver un mismo hecho desde
diferentes ángulos se generan nuevas ideas y nuevos significados.

ESTAR-EN-EL-MUNDO EQUIVALE A ESTAR-EN-EL-LEGUAJE Y A ESTAR-EN-LA-CONVERSACION

SIGUIENDO AL OTRO

El estar en estas conversaciones y el estar dentro del marco integrador del “ambos-y” hace que los
terapeutas nos sintamos mas cómodos cuando seguimos al cliente. Hablo literalmente de seguirlo.
Esto sucede cuando se le da al cliente la libertad de decidir de que va a hablar, sin molestarlo, sin
interrumpirlo, dejándolo que tenga sus pautas naturales al igual que sus comienzos y recomienzos,
que lo ayudaran a encontrar las palabras adecuadas para expresarse. Así, la conversación puede
verse como una búsqueda a través del lenguaje para encontrar las palabras más adecuadas para
expresar lo que uno quiere expresar.

EL ESCUCHAR EQUIVALE TAMBIEN A VER

El escucha (el terapeuta) que sigue al que habla (el cliente), no solo al oír la palabra sino al ver
como el cliente se expresa con la palabra, se dará cuenta de que cada palabra es parte de un
cuerpo en movimiento. La palabra hablada y la actividad del cuerpo forman una sola unidad.

LAS PALABRAS SON TACTO Y MOVIMIENTO

El escucha que puede ver todo lo que oye se percatará de que algunas palabras lo “tocan” de
forma diferente. El que habla se constituye en sí mismo al ser tocado por las palabras cuando éstas
llegan a sus oídos. Algunas palabras tocan al que habla con una fuerza tal que el escucha puede
ver como se conmueve. Algunas veces la conmoción es ligera, otras aparatosa. El escucha puede
percatarse de ligeros cambios en la cara, o en los ojos, del que habla, o de los movimientos de una
silla, una tos, etc. Estas son las palabras que más atraen mi interés.

Un ejemplo puede aclararles esto. Una mujer que había estado sufriendo de depresión durante un
tiempo largo, me conto que nunca había sido capaz de pedir ayuda. Aun estando enferma le era
imposible hacerlo. La ayuda se la tenían que dar los otros sin que ella la pidiera. Y me explico:
“Creo que esto se debe a que “independencia” era la palabra clave de mi familia. Todos teníamos
que ser independientes”. Un cambio en la expresión de su cara y su voz que bajo de tono me
indicaron lo significativo de la palabra para ella. Y al preguntarle, “si pudiera penetrar en la palabra
independiente ¿Qué vería?”, ella contesto que no le gustaba mucho la palabrita… Al preguntarle
nuevamente que qué veía que no le gustaba, se tapo la cara con las manos y sollozando, dijo: “me
es muy difícil hablar de la soledad… sí, eso quiere decir la palabra: estar sola”. Cuando comenzó a
contarme lo difícil que le había resultado permanecer sola para cumplir con las expectativas de
independencia de su familia lloró, y su cuerpo se hundió en la silla con resignación.

Durante un largo rato habló sin interrupciones, hasta llegar a preguntarse cuanto tiempo iba a
seguir tratando de cumplir con eses expectativas. A medida que se iba involucrando más y más en
esta conversación, empezó a subir el tono de su voz, se irguió su cuello, se enderezó su cabeza. Y
cada vez se enfurecía más a medida que retaba con más fuerza la idea de estar-en-el-mundo como
una mujer independiente.

Le pregunté que qué vería su madre si se pusiera a observar esa palabra, y contestó que vería
fuerza, y que su padre vería lo mismo, pero una fuerza diferente, y que su hermana y su abuela
verían la palabra tal y como ella la veía.

Las respuestas a este tipo de preguntas me han ayudado a entender que las palabras siempre
están compuestas de emociones, que hay otras palabras incluidas en las palabras que
verbalizamos, que a veces hasta hay sonidos y música, historias completas y, a veces, hasta vidas
completas.

ALGUNOS SUPUESTOS BASICOS

ESTAMOS DENTRO DEL MOVIMIENTO, DENTRO DE LOS SENTIIENTOS Y DENTRO DEL LENGUAJE.

En un principio estaba convencido de que los movimientos, los sentimientos y el lenguaje estaban
dentro de nosotros. Sin embargo, conversaciones como la que he citado me han hecho cambiar de
opinión. Ahora pienso que nosotros estamos dentro de los movimientos, los sentimientos y el
lenguaje. Nosotros no somos los que les damos forma, sino al revés, ellos nos dan forma a
nosotros.

La forma en que yo entiendo al austriaco Ludwig Wittgenstein (Grayling, 1988) apoya este
supuesto. A un nivel más amplio podría decirse que los organizadores de esta conferencia aquí en
Budapest, dirigidos por Csaba Ratay, tuvieron la visión de que los dialectos, los bailes y la música
folklóricos dentro de los cuales estamos inmersos tienen un efecto muy profundo sobre nosotros.

CONVERSAR ES INFORMAR Y FORMAR

Una conversación consta de una parte informativa, ya que la persona que habla expresa sus
pensamientos al que escucha. Sin embargo, una conversación también tiene una parte formativa,
ya que la persona por medio del lenguaje, encuentra un significado. Y cuando la persona hace
esto, no solo encuentra significados, sino que se forma su estar-en-el-mundo es ese preciso
instante.

Si suponemos que el conversar es una actividad corporal, el cuerpo entero se forma y se reforma
en el momento en el que la persona habla. Ya otros han hecho mención de este supuesto, como
Gadamer (Warncke, 1987) Wittgenstein (Shotter, 1993) y el ruso Mikhail Bakhtin (Bakhtin, 1993;
Shotter, 1993). Todos ellos ven el lenguaje y las palabras como manos que buscan, haciendo del
lenguaje un órgano de los sentidos.

Pero las palabras son mucho más que eso.


Como una mano, las palabras agarran y no sueltan el significado. Es así como las palabras que
seleccionamos influyen sobre los significados que llegamos a encontrar.

Las palabras no son inocentes.

Se nos enseño a creer que el pensamiento aparecía primero y que éste era transmitido a través de
la palabra. Yo ahora pienso diferente. Pienso que con las palabras buscamos el pensamiento.
Como solía decir nuestro colega y amigo Harry Goolishian: “No sabemos lo que pensamos hasta
que lo decimos…..”

Si aceptamos este supuesto tendremos que preguntarnos: ¿Qué lenguaje debemos usar para
formarnos? ¿Qué sucede cuando nosotros los profesionistas requerimos que nuestros clientes
hablen nuestro lenguaje y utilicen nuestras metáforas? ¿Qué sucede cuando este lenguaje
“profesional” es calificado de incompetente o deficitario, un lenguaje que utiliza palabras que
describen defectos o fracasos? ¿Qué tipo de personas forma este lenguaje?

El psicólogo americano Kenneth Gergen ya se ocupa de estas cuestiones (Gergen, 1990). Yo me


uno a él. Harry Goolishian organizó una conferencia en San Antonio Texas justo antes de morir el
1991, junto con su colega Harlene Andersen, para discutir estos puntos. El anuncio de la
conferencia dice lo siguiente:

“……el tema central de esta conferencia será la exploración del concepto del concepto
Wittgensteiniano sobre si los límites de la realidad que puede ser conocida están determinados
por el lenguaje que tenemos para describirlos. Este tema nos permitirá dialogar sobre las
implicaciones del “lenguaje de deficiencia” que hasta ahora ha sido utilizado por el campo de la
salud mental y el efecto que estas palabras tienen sobre nuestro trabajo teórico, clínico y de
investigación. Este tema también se ocupará de hacer una distinción pragmática entre los
términos “constructivismo” y “constructivismo social”. Tenemos la impresión de que en los
últimos cien años del movimiento de salud mental hemos contribuido miles de palabras al
vocabulario mundial. Desgraciadamente, muchas de estas palabras contribuyeron y construyeron
un significado que reflejo deficiencias. Parece ser que este lenguaje de deficiencia ha creado una
realidad psicológica y teoría que puede describirse metafóricamente como un hoyo negro del cual
no se puede salir fácilmente para crear una actividad significativa con relación a la clínica y a la
investigación….”

Yo tomo la postura de que las palabras utilizadas en el lenguaje de la patología son


extremadamente limitantes. Es más, son opresivas. Esto me lleva a pensar que la psicoterapia que
utiliza el lenguaje profesional de la patología también es opresiva. Ya mencioné con anterioridad
que esto me preocupa. Si, critico severamente el lenguaje de la patología que tecnifica a la
persona, que hace de la persona un ente estático. No existe una sola persona que sea estática. Es
la manera que tenemos de hablar de ella que la hace aparecer así.

Daré dos ejemplos: es común oír esto: “él se resiste”, o “su caracterología es la de ser resistente”.
En los márgenes nosotros preferimos otro lenguaje, preferimos decir, “él se está resistiendo”, lo
que nos permite preguntar: “¿Qué hace que se resista?”. Esto puede que me haga comprender
que soy Yo el que hizo o dijo algo que a mi cliente no le gusto y que lo obligo a resistirse… Por lo
tanto, puesto que estoy convencido de que la única persona a la que puedo cambiar es a mí
mismo, prefiero YO hacer o decir algo diferente para que él ya no tenga que resistirse.
También sucede a menudo que se describe a una persona como deprimida o como padeciendo
una depresión. El utilizar este lenguaje hace que entendamos a la persona de una manera muy
particular, lo que a su vez contribuye a nuestra manera de relacionarnos con ella. ¿Por qué no
mejor dejamos que la persona encuentre sus propias palabras, que probablemente serán: “estoy
triste”? Si además le preguntamos que qué se dice a sí misma en sus conversaciones internas,
quizás podamos darnos cuenta que muchas de sus palabras son culpabilizantes: “no vales lo
suficiente”, “no eres lo suficientemente buena”, este es un monólogo culpabilizante. Si lo
entendemos así, puede ser que podamos platicar con ella sobre su capacidad para abrirse a su voz
interna que le hablará con las palabras de un buen amigo (Penn et al 1993).

Espero muy sinceramente que nuestros colegas terapeutas e investigadores puedan estar-en-el-
mundo utilizando su propio lenguaje y sus propias imágenes.

Potrebbero piacerti anche