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Alan Ojeda DNI:35959749 Historia(s) y memoria(s) de las imágenes

Volveré y seré millones: símbolo y potencia de la imagen en el peronismo

Es casi imposible señalar, en la historia de la política argentina del siglo XX, un movimiento
político que haya legado tantas imágenes al imaginario social como el Peronismo: “Las patas
en la fuente”, “Los descamisados”, “Las manos de Perón”, “El renunciamiento”, “Santa
Evita” y propio cuerpo de Eva, por nombrar algunas. Pareciera, incluso, que no hay evento
que el peronismo realice que no termine por emanar, de manera casi espontánea, alguna
forma arquetípica, algún símbolo que despierte en el ojo y en la consciencia una memoria
histórica ligada al phatos revolucionario y religioso. Esas imágenes multiplican su
significado, sobreviven a la contradicción. Todo aquel que haya estado frente a un sistema
de símbolos esotéricos alguna vez -como el Tarot, el I-Ching, ilustraciones alquímicas del
Renacimiento- sabrá que son irreductibles. De hecho, si en algo se diferencian las doctrinas
místicas y esotéricas es en esquivar el ojo censor del dogma, y revitalizar los sistemas
simbólicos. En esta oportunidad analizaremos cómo se construyen y funcionan algunos
símbolos peronistas en el discurso y en la producción de imágenes.

Pero ¿Qué es un símbolo? Pensemos en esa “lúcida noche fundamental” en la que un


hombre descubrió quién es: “Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un
instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo”. Con estas
palabras, Jorge Luis Borges sintetiza la vida de Tadeo Isidoro Cruz en una única imagen.
Fragmentos del cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)” (1944) se repiten en
“Nuestro pobre individualismo” (1946), poco después de la victoria de Perón:

“Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”:

Profundamente lo confirma una noche de la literatura argentina: esa desesperada noche


en la que un sargento de la policía rural gritó que no iba a consentir el delito de que se
matara a un valiente y se puso a pelear contra sus soldados, junto al desertor Martín
Fierro.
“Nuestro pobre individualismo”:

Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a
un valiente y se puso a pelear contra los soldados junto al desertor Martín Fierro.
Alan Ojeda DNI:35959749 Historia(s) y memoria(s) de las imágenes

Un símbolo, para Borges, es resultado de una condensación de significado. En este caso, esa
noche de la literatura argentina confirma su hipótesis sobre la idea de la amistad para los
argentinos. Incluso podríamos afirmar que, casi la totalidad de la producción cuentística y
poética más importante de Borges, es el resultado del trabajo con esas imágenes
fundamentales que han sobrevivido al tiempo porque funcionan de manera arquetípica,
poniendo en relación lo local/nacional con lo universal. Lo mismo sucede en el texto
publicado en El Hacedor, llamado “Martín Fierro”:

Estas cosas, ahora, son como si no hubieran sido, pero en una pieza de hotel, hacia mil
ochocientos sesenta y tantos, un hombre soñó una pelea. Un gaucho alza a un moreno
con el cuchillo, lo tira como un saco de huesos, le ve agonizar y morir, se agacha para
limpiar el acero, desata su caballo y monta despacio, para que no piensen que huye. Esto
que fue una vez, vuelve a ser, infinitamente; los visibles ejércitos se fueron y queda un
pobre duelo a cuchillo; el sueño de uno es parte de la memoria de todos.
El Martín Fierro, para Borges, se resume por entero en esa imagen. Podríamos afirmas que
su cuento “El fin” no es sino la intima confirmación de esa idea. Borges crea un final en
consonancia con esa imagen, un final que no contradiga la primera parte, que sea fiel al
gaucho no amancebado que fue Fierro.

Sin embargo, no hay que detener el análisis en ese punto. El rigor de Borges, “un rigor de
ajedrecista, no de ángeles” (), opera sobre el símbolo para controlar su interpretación. Sus
cuentos son, al mismo tiempo, interpretación y fijación. Los paratextos, el tipo de
enunciación, el tono, y las comparaciones, construyen la certeza sobre el símbolo, de la
misma forma que construye el vínculo entre Argentina y España a través de una cita de Don
Quijote y una imagen del Martín Fierro en “Nuestro pobre individualismo”. Pero la gracia
del símbolo, su don, es escapar una y otra vez de su territorialización absoluta. Como señala
el filósofo Henry Corbin, esto es lo que lo diferencia de la alegoría:

Debemos volver aquí a la distinción, que consideramos fundamental, entre alegoría y


símbolo: la primera es una operación racional que no implica el paso a otro plano del ser
ni a otro nivel de conciencia; es la figuración, en un mismo nivel de conciencia, de lo
que muy bien podría ser conocido de otra forma. El símbolo propone un plano de
conciencia que no es el de la evidencia racional; es la <cifra> de un misterio, el único
medio de expresar lo que no puede ser aprehendido de otra forma; nunca es <explicado>
de una vez por todas, sino que debe ser continuamente descifrado, lo mismo que una
partitura musical nunca es descifrada para siempre, sino que sugiere una ejecución
siempre nueva (Corbin, 1993: 26)
Alan Ojeda DNI:35959749 Historia(s) y memoria(s) de las imágenes

Boris Groys:

[..]el cuerpo de Lenin era venerado y dispuesto […] como testimonio de que ha
abandonado su encarnación en este [mundo] sin dejar ninguna huella y que, en
consecuencia, su espíritu o su 'causa' estaba disponible para la 'encarnación' en los
subsiguientes líderes soviéticos. (Groys)

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