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Concepto de la Teoría de Imputación Objetiva:

a) Según Eugenio Raúl Zaffaroni: “Es la tentativa


de reemplazar el dogma causal por el aumento del
riesgo. Solo se puede responsabilizar al autor si su
comportamiento provoca un aumento del riesgo más allá
del riesgo permitido.
Este criterio no solo prescinde del concepto
ontológico de la conducta valiéndose de uno normativo,
sino que prescinde de la causalidad misma.
El derecho penal ya no se apoya sobre la
categoría del ser, parece que el legislador ha logrado
su máxima omnipotencia” (Eugenio Raúl Zaffaroni,
“Teoría del delito”, ED. Ediar, 1973).
Proclamaron la crisis del dogma causal en tiempo
del Tercer Reich, en Alemania, los afiliados a la
escuela de Kiel, Federico Schaffstein y Jorge Dahm.
También partiendo del concepto de acción finalista
Hans Welzel, su preeminencia. Así mismo Helmuth Mayer,
partiendo de principios jurídicos distintos de los
autores citados precedentemente.
b) Según Gladys Romero, “la relación de
causalidad no es sino el límite mínimo pero no
suficiente para atribuir un resultado. Comprobada la
causalidad natural se requiere además verificar: 1) Si
la acción ha creado un peligro (riesgo) jurídicamente
desaprobado para la producción del resultado y 2) si
el resultado producido es la realización del mismo
peligro (riesgo) jurídicamente desaprobado por la
acción. Ambos puntos de partida son deducidos del fin
de protección de la norma penal” (Gladys Romero,
“Casos de derecho penal”).
c) Según Creus: “Este mecanismo de corregir la
causalidad natural para reducirla a una causalidad
jurídico-penalmente relevante recibe hoy la
denominación Teoría de imputación objetiva, intentando
purificar la cuestión de la causalidad en la Teoría
del delito, de peso demasiado grande procedente de
criterios naturalísticos para centrar la atención
sobre su verdadero sentido jurídico-penal de
atribución de un resultado, común factor de
responsabilización”. Esta Teoría (Honig y Roxin) nada
tiene de novedoso, trata de exponer, quizá, con mayor
precisión la Teoría de la adecuación típica” (Carlos
Creus, “Derecho penal, parte general”, Ed. Astrea,
1988).
e) Enrique Bacigalupo afirma con relación a la
Teoría de la imputación objetiva: “Esta teoría que
tiende a imponerse ampliamente en la actualidad es
consecuencia de la teoría de relevancia. Su punto de
partida es el reemplazo de la relación de causalidad
por una relación elaborada sobre la base de
consideraciones jurídicas y no naturales” (“Manual de
derecho penal”, Ed. Temis, 1996). Sin embargo es
preciso aclarar que en este marco la verificación de
la causalidad natural será un límite mínimo pero no
suficiente para la atribución del resultado.
Por lo tanto, comprobada la causalidad natural,
la imputación de resultado requiere además verificar:
1) Si la acción del autor ha creado un peligro
jurídicamente desaprobado para la producción de
resultado; 2) Si el resultado producido por dicha
acción es la realización de ese peligro.

f) Günther Jakobs define la imputación objetiva


diciendo que es el reparto de responsabilidades para
establecer a quien pertenece el suceso lesivo, por
haberlo creado o haber permitido que tuviera lugar
(María Gabriela López Iñiguez, “Teoría de la
Imputación Objetiva en el derecho penal actual”, Orden
Jurídico Penal, 1999).

La imputación objetiva y el delito imprudente:

La Teoría de la Imputación Objetiva se vincula en su


origen al delito imprudente (culposo).
Surgió precisamente pata limitar el ámbito de la
tipicidad en el delito culposo, excluyendo aquellas
conductas descuidadas en las que el resultado producido por
aplicación de principios teleológicos de carácter normativo
deben ser considerados un caso fortuito o consecuencia del
azar.
La relevancia práctica de la Teoría de la Imputación
Objetiva del comportamiento se manifiesta más bien (aunque
no siempre) en el delito imprudente (Jakobs, “La imputación
objetiva en derecho penal”, Ed. Ad-Hoc, 2002).
Sostiene Roxin, que la tipicidad, la antijuridicidad,
y la culpabilidad deben sistematizarse desde el punto de
vista de sus funciones político-criminales.
La función político-criminal del tipo consiste en la
realización del principio de legalidad.

Recaudos de la imputación objetiva:

Según Roxin es necesario para la imputación objetiva,


verificar tres recaudos: 1) Que la acción del sujeto haya
creado un riesgo (peligro); 2)Que ese riesgo sea
jurídicamente desaprobado; 3)Que se haya concretado en un
resultado típico.
Afirma Roxin que el derecho debe limitarse a la
protección de los bienes jurídicos.
La preservación de la norma moral como tal, no es
misión del derecho penal siempre y cuando, mediante tales
comportamientos nadie se vea perjudicado o importunado en
su intimidad. La moral no es un bien jurídico. Con esta
afirmación coincide Zaffaroni. Al respecto expone:”Desde
ningún punto de vista puede ser la moral un bien jurídico.
Distingue lo ético de lo moral. Lo ético está referido al
comportamiento social y la moral hace referencia a la
conciencia individual (“Teoría del Delito”).

Con la culpabilidad se trata de averiguar si el sujeto


es responsable del hecho cometido y si existen razones de
prevención que justifiquen la imposición de una pena.

Imputación objetiva, versión amplia de Günther Jakobs:


Las ideas funcionalistas de Günther Jakobs, según Paz
M. De la Cuesta Aguado, tienen aceptación en la Argentina
por parte de Sancinetti.
La concepción de Jakobs se relaciona con una visión
funcionalista del derecho penal. Va más allá del tipo
objetivo y se manifiesta en todas las categorías del
delito.
Para Jakobs la Teoría de la Imputación Objetiva se
divide en dos niveles: 1) Por una lado la imputación
objetiva del comportamiento como típico y 2) por otro la
constatación en el ámbito de los delitos de resultado de
que el resultado producido queda explicado precisamente por
el comportamiento objetivamente imputado (Imputación
objetiva del resultado).
En el primer nivel de la imputación objetiva
(Imputación del comportamiento), Jakobs a través de cuatro
instituciones dogmáticas concreta el juicio de tipicidad:
1) El riesgo permitido; 2) Principio de confianza; 3)
Prohibición de regreso y 4) Actuación a propio riesgo de la
víctima.

Riesgo permitido:

El riego permitido es para Jakobs el estado normal de


interacción, es decir, como el vigente status quo de
libertad de actuación. El riesgo permitido está y siempre
estuvo presente en todos los ámbitos vitales. No es hijo de
la técnica (Günther Jakobs, “La imputación objetiva en el
derecho penal”, Ed. Ad-Hoc, 2002).
El riesgo permitido es el resultado del cálculo entre
costos y beneficios. La configuración de la sociedad es el
fundamento del riesgo permitido.
Existe el riesgo no permitido cuando el propio derecho
lo define como tal por su peligrosidad concreta o
abstracta.

Principio de confianza:

En cuanto al principio de confianza, Jakobs sostiene


que en los casos de la vida social en que intervienen
varias personas cada una de las que participa debe poder
confiar en que los demás se comportarán de acuerdo al
cuidado debido ya que el otro está sometido al orden
jurídico y tiene el carácter de una persona responsable.

Prohibición de regreso:

Existe una prohibición de regreso cuando se trata de


un comportamiento que de modo estereotipado es inocuo. Ello
no constituye participación.
En la prohibición de regreso se trata de casos en los
que un autor desvía hacia lo delictivo el comportamiento de
un tercero que carece de sentido delictivo.
La prohibición de regreso es la prohibición de
recurrir en el marco de la imputación a personas que si
bien física y psíquicamente podrían haber evitado el curso
lesivo, hubiese bastado la voluntad de hacerlo, a pesar de
la no evitación, no han quebrantado el rol de ciudadano que
se comporta legalmente (Günther Jakobs, “La imputación
objetiva en el derecho penal).
Como regla general se excluye la responsabilidad por
la acusación imprudente de un hecho doloso de otro.

Participación en el causalismo:

Dentro del causalismo existen principios comunes de la


participación, con cuya aplicación, pensamos se pueden
resolver adecuadamente los distintos casos que se pueden
presentar. Estos principios son: 1) Principio de identidad
de delito (del mismo hecho ha de tratarse); 2) Principio de
la comunidad de acción (hay que tomar parte o cooperar en
la ejecución del hecho); 3) Principio de exterioridad (la
participación en su límite mínimo requiere un comienzo de
ejecución); 4) Principio de accesoriedad (la participación
es accesoria de un hecho principal -nadie es culpable por
la culpa de otro en el hecho, sino por la propia-. Nadie
carga con la culpa ajena y nadie se beneficia con la
inocencia ajena); 5) Principio de la objetividad (la
complicidad es real y no personal. La culpa del partícipe
accede al hecho y no a la culpa del autor): 6) Principio de
convergencia intencional.
Este último principio excluye la participación en
grados subjetivamente distintos. Puede haber participación
dolosa en un delito doloso y participación culposa en un
delito culposo, pero no será participación la colaboración
culposa en un hecho doloso o la colaboración dolosa en un
hecho culposo. En el primer caso faltaría en el sujeto el
requisito subjetivo consistente en conocer su acción
(culpa), como fragmento de un hecho total (doloso) y en el
segundo caso el actor doloso será imputable como un autor
mediato o instigador.

Características de la Teoría de la Imputación Objetiva

Cancio Meliá, sobre las características de la Teoría


de la Imputación Objetiva trae la opinión de distintos
autores entre los cuales destaca las siguientes: a)
Indefinición sistemática de la construcción dogmática; b)
Distancia entre la teoría y la práctica; c) Es un enorme
pulpo con innumerables tentáculos (Manuel Cancio Meliá,
“Líneas básicas de la Teoría de la Imputación Objetiva”,
Ediciones Jurídicas Cuyo, 2001, Pág.24). Un ejemplo de la
mencionada indefinición dogmática es el siguiente caso: El
sobrino que envía al tío millonario al bosque un día de
tormenta, con la esperanza que caiga un rayo y lo mate,
para algunos es un caso de atipicidad por la aplicación de
la teoría de la adecuación social de Welzel y para otros,
como De la Cuesta Aguado es un caso de falta de acción por
faltar la evitabilidad y la dominabilidad que es esencial
en el concepto de acción.

Atribuilidad

Respecto de la Teoría de la Imputación Objetiva David


Baigún dice: “La Teoría de la Imputación Objetiva puede ser
utilizada como correctivo de la insuficiencia de la
adecuación o de la relevancia con el objeto de decidir, en
ciertos casos límite, la verificación de la tipicidad de
los delitos de resultado, mediante ciertos parámetros de
imputación extraídos de la propia norma”. “Debemos
reconocer que la imputación objetiva, amén del papel
correctivo del tipo, sirve de eje a la atribuilidad,
presupuesto de la responsabilidad, categoría esta última,
que en el sistema diseñado sustituye a la culpabilidad”.
Sostiene Baigún, además, en el sistema que propone
para las personas jurídicas: a) que el tipo debe prescindir
del dolo tradicional; b) concibe a las causas de
justificación, en la antijuridicidad, sin el elemento
subjetivo; c) sostiene en su propuesta que: en las personas
jurídicas el conocimiento institucional y la voluntad
social solo pueden relacionarse con el resultado mediante
la imputación objetiva; d) a la acción de la persona
jurídica la denomina acción institucional.
Concretamente propone un nuevo esquema con dos vías de
imputación en el caso de delitos cometidos por personas
jurídicas: a) una para las personas físicas que la integra;
b) otra para la persona jurídica como unidad independiente.
En la primera se aplicará el modelo de la teoría
tradicional. En la segunda está la acción institucional
dividida en tres ámbitos: normativo, organizativo y
económico. Respetando la relación del mandato o prohibición
con la naturaleza de la acción institucional se pueden
mantener las categorías institucionales (de la imputación
individual) en relación a los delitos de comisión, culposos
y omisivos.
En la acción institucional la toma de decisión integra
el tipo. Aunque la ejecución sea llevada por terceros
ajenos a la persona jurídica esta tiene el carácter de
sujeto activo. En cuanto a la relación de causalidad no hay
diferencia con el sistema tradicional. La imputación
objetiva es la base sin la cual es imposible construir la
responsabilidad social. El dolo se transforma en voluntad
social dolosa. La voluntad social dolosa es propia de la
decisión institucional no de los individuos que integran el
órgano. La culpabilidad pierde su sentido pues está ausente
el aparato psíquico de hombre y entonces habrá que recurrir
a la responsabilidad como algo congruente con la estructura
del tipo.
En cuanto a la pena a imponer a la persona jurídica
tenemos: la multa; cancelación de la personería; suspensión
parcial o total de su actividad y difusión de la sentencia.
En lo relativo a las medidas de seguridad: autorización
judicial para actos particulares, consejo de vigilancia
especial y auditoría periódica entre otros medios (“La
tipicidad en el sistema de la responsabilidad penal de las
personas jurídicas denominado doble Imputación”, Cuadernos
del departamento de Derecho Penal y criminología, Nueva
Serie, N°1, 1995, edición homenaje a Ricardo Núñez, de la
Universidad Nacional de Córdoba y Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales, Págs.56/91).
A los fines de interpretar correctamente el
pensamiento de Baigún vamos a exponer cómo conciben el
concepto de atribuilidad, Luis Jiménez de Asúa y Parma.
Jiménez de Asúa afirma: “La culpabilidad a partir de
Roma ha afinado el elemento subjetivo. Es necesario
ratificar ese concepto”. “La atribuilidad implica anteponer
un grado preliminar de responsabilidad que no tiene
carácter penal. El estado peligroso requiere protección,
corrección para el propio agente y aseguramiento para los
terceros. La culpabilidad acarrea la pena, que es ante todo
retribución, aunque tenga fines resocializantes con
relación al delincuente e intimidación en función de la
prevención general, para los demás. La atribuilidad es la
responsabilidad lato sensu de los inimputables a condición
de que sean socialmente peligrosos, responsabilidad que se
basa en la mera atribuilidad. Para ello es necesario partir
de una determinada concepción jurídica y de una condición
psicológica. Es necesario una infracción dañosa, que no es
delito. El delito es un acto típico, antijurídico y
culpable. El hecho que solo es típico y antijurídico es una
infracción dañosa”.
El estado peligroso no es una característica de acto
sino del hombre. El acto típico, antijurídico y culpable
acarrea la responsabilidad penal. El acto con la
característica de tipicidad y antijuridicidad es una
infracción dañosa que lleva asociada la mera
responsabilidad por el acto que por recaer sobre persona
inimputable peligrosa solo permite someterla a una medida
de seguridad.
En las causas de justificación no hay delito, en las
causas de inimputabilidad no hay delincuente, en las
excusas absolutorias no hay pena.
Para que la infracción dañosa pueda atribuirse a un
causante necesita ser de él, proceder de su mismidad.
Pertenecen al agente no solo los actos típicos y
antijurídicos realizados por el enfermo mental, por el
niño, sino los casos en que se comete una infracción dañosa
en situación crepuscular hípnica y en aquellos casos en que
la conciencia se halla perturbada cualitativa y
cuantitativamente. En estos casos el acto es inimputable
pero atribuible al agente porque procede de su mismidad.
Por el contrario no son suyas las acciones y omisiones
aunque sean dañosas que se causen por fuerza irresistible
de otro, por ajena sugestión o por mandato hípnico, los
actos reflejos, los actos instintivos, los actos de
absoluta falta de conciencia, el sueño, el sonambulismo.
“Por ser suya por pertenecer a su psiquismo, por proceder
de su mismidad son atribuibles al enfermo mental, al niño,
a los inimputables en general, sus actos lesivos de bienes
jurídicos o de interés de la comunidad y se lo atribuimos
en vista de consecuencias jurídicas. En efecto con la
atribuilidad de la infracción dañosa producida por acción u
omisión de la mismidad del causante se ha hecho posible
construir jurídicamente las consecuencias de tales actos:
la medida de seguridad ya sea con fines de enmienda o
curación”. Si un niño o un demente realizan un acto típico
y antijurídico (hurtar) esa acción pertenece al niño o al
demente porque procede de su mismidad. El acto es
inimputable pero atribuible al niño o al demente.
Cuando hay responsabilidad pero no responsabilidad
penal por no haber culpabilidad, existe atribuilidad
(Jiménez de Asúa, “Tratado de Derecho Penal”, 2° edición,
Tomo V, Ed. Losada SA, Págs.30/38).
Por su parte Carlos Parma dice, citando a Maurach:
“Por atribuilidad de una acción debe entenderse la
constatación de que, mediante, la comisión de su acción
típica y antijurídica, el autor no se ha comportado en
correspondencia con las exigencias del derecho”
(“Culpabilidad, lineamientos para su estudio”, Ediciones
Jurídicas Cuyo, 1997, Pág.125).
Para Maurach la atribuilidad es un juicio de disvalor
pero no de reproche, pues el juicio de reproche solo puede
hacerse a aquel de quien pueda esperarse que se conduzca
normalmente.

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