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Amor y miedo

Mensaje de Los Ishayas

Existen solamente dos raíces para todas nuestras


emociones: amor y miedo. El amor es el estado natural de
la vida humana; el miedo es el instrumento que el ego usa
para controlar y poseer al mundo. Estos no pueden coexistir
simultáneamente: cuando el amor aumenta, el miedo se evapora - como nunca fue
real, se extingue en el Sol del amor perfecto. Cuando el miedo aumenta, el amor se
esconde y aguarda el momento propicio en que el individuo se abra de nuevo a la
verdad. El amor nunca puede ser destruido, pero como el ser humano está dotado
con ciertos derechos inalienables (inclusive un perfecto libre albedrío), si el ego
insiste en ilusiones, el amor desaparecerá de la mente hasta que la personalidad
escoja la realidad una vez más.

El ego quiere poseer todo; esto niega la invencibilidad de la entrega, la sirvienta del
amor. El amor es universal y se da libremente, pero el ego insiste en que debe ser
poseído, que obedezca estrictamente sus dictados severos de cuándo, cómo y
dónde. En esto, el ego siempre fracasará, pues pelea la batalla equivocada. El amor
nunca podrá ser limitado ni existir por separado o aislado. Sólo mediante la
renunciación del deseo de manipular y controlar es que el ego se disolverá dentro
del ser infinito universal, el amor eterno.

No es tratando de forzar a cambiar los sentimientos la manera en que estos


cambian. Las emociones evolucionan sólo cuando son aceptadas exactamente como
son. La llave para lograr esto es dejar de juzgarlas. Sólo el ego define lo bueno y lo
malo. Esta es su herramienta principal para controlar: si algunos deseos son
buenos y otros no lo son, la vida se mantendrá dividida. Al separar nuestros
sentimientos del sistema de creencias del ego, podemos usar su energía poderosa
para nuestro desarrollo personal.

Hay una historia de los Ishayas que demuestra este punto. Los monjes eran
atacados de cuando en cuando por hordas de demonios cuando estaban en
profunda meditación. No importaba cuan duro trabajasen para liberase de ellos, no
había escapatoria. Fue sólo cuando dejaron de juzgarlos como malvados que
desaparecieron o se transformaron en ninfas celestiales o ángeles. Sólo era la
interpretación que los monjes le daban a la realidad lo que les causaba dificultades.
Este reconocimiento es una etapa necesaria de la evolución.

A medida que la conciencia crece, aprendemos que todo lo que viene a nosotros es
nuestra propia creación, no la de otros. Con la claridad de este entendimiento,
dejamos de gastar energía luchando, resintiendo o reprimiendo lo que creamos.
Esto nos capacita para usar la energía de nuestros deseos para alcanzar un
desarrollo mucho más rápido.

¡Eso es todo por hoy! Nos vemos pronto.

Los Ishayas en Súdamerica

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