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UNA EXPRESIÓN MÁS DE DESIGUALDAD ENTRE SEXOS

María Tejedor Morales


En pleno siglo XXI aún se siguen desarrollando prácticas culturales que solo han logrado
someter a mujeres de diferentes edades y razas a crueles actividades, aunque eso implique
afectar contra su integridad y desarrollo de personalidad y de libertades; son muchos los casos
en los que se violan sus derechos humanos por el sencillo hecho de haber nacido mujeres.
Dentro de algunas de esas prácticas se encuentra la mutilación de genitales femeninos -MGF,
práctica que según la Organización Mundial de la Salud (2018) comprende todos los
procedimientos consistentes en la resección parcial o total de los genitales externos
femeninos, así como otras lesiones de los órganos genitales femeninos por motivos no
médicos.
Esta costumbre se lleva a cabo en diversos países alrededor del mundo como Tanzania,
Nigeria, los dos Yemen, Arabia Saudita, Irak, Jordania, Pakistán, Malasia, Siria y el sur de
Argelia. No obstante, las razones que se exponen para justificar estas mutilaciones cambian
de acuerdo al país en que se encuentre, pero en la práctica tienen los mismos efectos: reducir
e incluso anular la capacidad sexual de la mujer, e impiden que ésta se tome «libertades»
antes del matrimonio. (EL PAÍS, 1979) Muchas de las justificaciones parten de la idea de
preparar a la niña para el matrimonio y la vida adulta, para que la mujer encuentre marido
más rápido y que no le sea infiel, pero sobretodo porque al ser una tradición decide
mantenerse.(OMS,2018)
Este fenómeno ha supuesto a largo plazo una pérdida en el progreso económico y de
capacidades debido a que les resta potencial a las mujeres de poder desarrollarse de manera
adecuada frente a las adversidades u oportunidades. Por eso, no se hace raro que los países
antes mencionados, en donde se practica esto en mayor medida tengan altos índices de
pobreza. Así, lo explica Nussbaum (2011): “La pobreza supone una serie heterogénea de
pérdidas de oportunidades que no siempre guarda una correlación clara con la renta, además,
las personas que se hallan en situaciones de exclusión social pueden tener dificultades para
convertir su renta en funcionamiento por lo que los ingresos económicos no son ni siquiera
un indicador representativo de las capacidades. En general la renta constituye un medio para
obtener un fin y las capacidades son en sí mismas el fin.” (pág. 171)
Por otro lado, esta costumbre arraigada refuerza aún más las desigualdades entre sexos que
siguen desarrollándose a nivel global y refleja una forma extrema de discriminación de la
mujer. Asimismo, viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho
a no ser sometido a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida
en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte. Realmente no hay ninguna
razón médica que justifique esto porque lo que se logra es perjudicar la salud de la víctima,
las cuales sufren hemorragias, infecciones, fiebres, problemas urinarios, inflamación de
tejidos, entre otros. (OMS, 2018)
Sin embargo, aunque han surgido iniciativas tanto de grupos de oposición a estas
practica en los respectivos países y también por parte de organizaciones
internacionales como la Unicef, prefieren mantenerla porque han surgido opiniones
positivas por aquellos que la ejercen: muchos padres que azotados por la pobreza, v en
el matrimonio de su hija como una fuente de ingresos potencial; mujeres que realizan
el procedimiento de la M/AGF, que dependen de ella para su subsistencia; políticos,
que apoyan la práctica para evitar ofender a sus partidarios influyentes y se pueden
sentir amenazados por el surgimiento de mujeres líderes que desafían las prácticas
tradicionales. (ONU mujeres, 2012)

Nussbaum (2011) considera que esto hace parte de los problemas contemporáneos de la
sociedad global, por ello afirma que es importante enfocarse en este tipo de problemas por
toda la complejidad y consecuencias que suponen: “[…] en primer lugar, los problemas de
este tipo son de una enorme importancia intrínseca. Las mujeres padecen desigualdad en
muchos terrenos y en todo el mundo, y eso supone un desajuste descomunal en el aparato de
la justicia. También es un problema desarrollo, pues la negación de oportunidades a las
mujeres frena el avance de la productividad de muchas naciones. (pág. 174)
Por consiguiente, puedo concluir que por más tradicional o cultural que se consideren ciertas
prácticas o rituales, estas no deben estar por ningún motivo, por encima de los distintos
derechos de ninguna persona. Eliminar estas costumbres requiere de un esfuerzo enorme de
todas las partes involucradas porque la cultura no es intocable siempre y cuando lo único que
provoque sea la perpetuación de problemas sociales, políticos o económicos para la
humanidad como la desigualdad y la discriminación hacia la mujer que se dan en estos casos
señalados.

Bibliografía
Ferrer, E. (1979). La infibulación y la escisión anulan la capacidad sexual de la mujer. EL
PAÍS. Disponible en:
https://elpais.com/diario/1979/03/18/sociedad/290559607_850215.html
Nussbaum, Martha (2011) Creating Capabilities. The Human Development Approach.
Cambridge, MA: Harvard University Press.
OMS. (2018). Mutilación genital femenina. Disponible en: https://www.who.int/es/news-
room/fact-sheets/detail/female-genital-mutilation
ONU mujeres. (2012). Prácticas perjudiciales. Disponible en:
http://www.endvawnow.org/es/articles/1404-practicas-perjudiciales.html

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