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Despu�s de haber mostrado en mi Interpretaci�n de los sue�os (1900) que los sue�os
son, en general, interpretables y que una vez llevada a t�rmino la labor
interpretadora pueden ser reemplazados por ideas irreprochablemente estructuradas,
susceptibles de ser interpoladas en un lugar determinado y conocido de la
continuidad an�mica, quisiera presentar, en las p�ginas que siguen, un ejemplo de
aquella �nica aplicaci�n pr�ctica de que hasta ahora parece susceptible el arte
onirocr�tico. En mi obra antes citada expuse ya c�mo llegu� a encontrarme ante el
problema de los sue�os. Se alz� de pronto en mi camino, cuando intentaba lograr la
curaci�n de las psiconeurosis por medio de un procedimiento psicoter�pico especial,
y los enfermos comenzaron a comunicarme, entre otros procesos de su vida an�mica,
sue�os por ellos so�ados que parec�an demandar un lugar entre las relaciones del
s�ntoma patol�gico con la idea pat�gena. Aprend� por entonces a traducir al
lenguaje vulgar el idioma de los sue�os, y actualmente puedo afirmar que tal
conocimiento es indispensable para el psicoanal�tico, pues los sue�os nos muestran
el camino por el que puede llegar a la conciencia aquel material ps�quico que, a
causa de la resistencia provocada por su contenido, ha quedado reprimido y
confinado fuera de la conciencia, haci�ndose con ello pat�geno. O m�s brevemente,
los sue�os son uno de los rodeos que permiten eludir la represi�n; uno de los
medios principales de la llamada representaci�n ps�quica indirecta.