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Resumen. En mi libro Las obligaciones básicas de los jueces (2005), sostuve que no es necesario
que los jueces ponderen para cumplir las obligaciones que el Derecho les impone. En este ar
tículo sostendré que es necesario que los jueces no ponderen para cumplir dichas obligaciones.
Para justificar esta tesis, es preciso exponer cuáles son las obligaciones que el Derecho
impone a los jueces y en qué consiste cada una de ellas.
Why Balancing?
Abstract. In my book Las obligaciones básicas de los jueces (2005), I argued that it is not neces
sary for judges to balance to fulfill the obligations imposed upon them by the law. In this article I will
argue that it is necessary for judges not to balance to fulfill these obligations.
In order to justify this thesis, it is necessary to explain what the obligations that law imposes
on the judges are and what each one consists of.
DOI: 10.14198/DOXA2018.41.01
DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 41 (2018) ISSN: 0214-8676 pp. 15-33
16 Rafael Hernández Marín
C
uando tiene lugar una disputa entre dos partes, es posible que una de ellas
presente en un juzgado un documento exponiendo el motivo de la disputa
y una petición para que el juzgado intervenga en el conflicto y dicte una
decisión que resuelva la disputa de una determinada manera.
Ese documento o escrito, que solicita la intervención del juzgado en
una disputa, constituye el inicio de un procedimiento judicial (contencioso). Puede
ocurrir que el juzgado rechace la petición de mediar en el conflicto, bien de oficio, bien
a instancia del otro contendiente, por la concurrencia de alguna excepción procesal.
Pero, cuando no se da esta circunstancia, el juzgado debe, según el Derecho, aceptar
la petición de intervenir en el conflicto y continuar con el procedimiento iniciado, para
entrar a conocer, como se suele decir, «el fondo del asunto». No obstante, es posible
que las partes decidan interrumpir el procedimiento judicial de alguna manera: desis-
timiento o incomparecencia del actor, transacción, solicitud de arbitraje, etc. Mas, si
tampoco concurre ninguna de estas circunstancias, el procedimiento judicial prosigue
con una serie de actos procesales encadenados hasta que el juzgado decide sobre el
fondo del litigio.
Muchos de esos actos procesales anteriores a la decisión sobre el fondo del litigio
corresponden al secretario judicial. Pero otros muchos corresponden al juez, forman
parte de la actividad procesal del juez. El Derecho exige que el juez intervenga, antes
incluso de que se inicie el litigio judicial, en la aprobación o no de diligencias prelimi-
nares y medidas cautelares; también eventualmente en la admisión o no de la demanda
y en la resolución de las diversas cuestiones incidentales que pueden suscitarse en el
transcurso del litigio y antes de que llegue el momento de la decisión sobre el fondo del
asunto. De especial importancia es también la intervención del juez en la admisión y
práctica de las pruebas. El que la intervención del juez en la tramitación procesal de un
litigio sea mayor o menor puede depender del tipo de litigio de que se trate (y también,
cabría añadir, del ordenamiento jurídico de referencia).
ellos podrían ser atribuidos a otros miembros del juzgado, sin que la figura del juez en
el procedimiento judicial quedara por ello desnaturalizada, por así decirlo.
Sí son, en cambio, obligaciones fundamentales de un juez todos los actos relacio-
nados con la decisión del juzgado que resuelve o pone fin al litigio. Es a esta decisión,
que se pronuncia sobre el fondo del litigio, a la que aquí me referiré con los términos
«decisión judicial» o simplemente «decisión». Determinar cuáles son esos actos u obli-
gaciones de los jueces, relacionados con la decisión que pone fin al litigio, es impres-
cindible para abordar el tema que da título a este trabajo.
En mi opinión, esos actos u obligaciones de los jueces, relacionados con la decisión
que pone fin al litigio, y que constituyen sus obligaciones básicas, son los siguientes:
En primer lugar, dictar esa decisión. El juez es la persona, dentro del juzgado,
que según el Derecho está obligado a dictar la decisión que pone fin al litigio. En esto
consiste precisamente la actividad de juzgar. El juez o Tribunal es quien está obligado
a juzgar. El Derecho, el Derecho español actual, impone a los jueces la obligación de
juzgar en diversos preceptos, aunque ninguno de ellos usa el término «juzgar», ni
«dirimir litigios», sino «resolver asuntos» o «resolver pretensiones». Los más claros
de esos preceptos son quizá el art. 1.7 del Código Civil («Los Jueces y Tribunales
tienen el deber inexcusable de resolver en todo caso los asuntos de que conozcan,
ateniéndose al sistema de fuentes establecido») y el art. 11.3 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial («Los Juzgados y Tribunales, de conformidad con el principio de tu-
tela efectiva consagrado en el art. 24 de la Constitución, deberán resolver siempre
sobre las pretensiones que se les formulen, y solo podrán desestimarlas por motivos
formales cuando el defecto fuese insubsanable o no se subsanare por el procedimiento
establecido en las leyes») 1.
Por otro lado, el Derecho también contiene preceptos, de los que se hablará más
adelante, que establecen cómo han de ser las decisiones que los jueces dicten para
«resolver asuntos» o «resolver pretensiones», o sea, para juzgar. De ahí que la segunda
obligación de los jueces, después de la de juzgar o decidir litigios, sea que esas de-
cisiones que los jueces dicten para dirimir los litigios sean como según el Derecho
deben ser.
Finalmente, y como tercera y última obligación básica, los jueces tienen también
la obligación de motivar las decisiones que dicten. Esta obligación está establecida
en el art. 120.3 de la Constitución Española y en otros preceptos contenidos en leyes
procesales.
1
La redacción original del Código Civil sí contenía un enunciado que claramente exigía a los jueces
juzgar, decidir los litigios o, como decía dicho enunciado, «fallar». Es el viejo art. 6.1 de ese cuerpo jurídico,
que fue sustituido por el citado art. 1.7, y que decía lo siguiente: «El Tribunal que rehúse fallar a pretexto de
silencio, oscuridad o insuficiencia de las Leyes, incurrirá en responsabilidad». Aunque más explícito aún es el
art. 4 del Código Civil francés, del que procede dicho art. 6.1: «Le juge qui refusera de juger, sous prétexte du
silence, de l’obscurité ou de l’insuffisance de la loi, pourra être poursuivi comme coupable de déni de justice». En
cambio, el art. 117.3 de la Constitución («El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos,
juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados y tribunales determinados
por las leyes, según las normas de competencia y procedimiento que las mismas establezcan») lo que atribuye
a los jueces es el ejercicio de la potestad jurisdiccional al juzgar, dando así por supuesto que los jueces juzgan,
pero sin imponerles de modo directo la obligación de juzgar, como hacen el Código Civil y la Ley Orgánica
del Poder Judicial.
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El Derecho ordena a los jueces, no solo juzgar, dictar decisiones que diriman los
litigios, sino también decidirlos conforme al Derecho. Aunque esto solo es una manera
retórica de decir que el Derecho impone ciertas exigencias a las decisiones que los jue-
ces dicten para juzgar. De una decisión judicial que satisface o cumple esas exigencias
que el Derecho impone a las decisiones judiciales puede decirse que es una decisión
conforme al Derecho o jurídicamente correcta.
En mi opinión, las exigencias que el Derecho impone a las decisiones judiciales son de
dos clases: procesales, referentes al proceso seguido por el litigio al que la decisión pone
fin, y materiales, referentes al contenido de la decisión. El cumplimiento de las primeras
determina el que una decisión judicial sea procesalmente conforme al Derecho; mientras
que, si cumple las segundas, la decisión será materialmente conforme al Derecho. Otra
manera de expresar la misma idea consiste en decir que la conformidad de una decisión
judicial al Derecho tiene dos aspectos: conformidad procesal y conformidad material.
La noción de conformidad procesal no es polémica, en mi opinión. Una decisión
judicial procesalmente conforme al Derecho es una decisión que pone fin a un litigio
de un tipo o subtipo determinado (penal, civil, etc.), que ha sido tramitado cumplien-
do los enunciados jurídicos procesales que regulan la tramitación de los litigios de ese
tipo, y que está contenida en una sentencia que también cumple las exigencias que la
ley impone a las sentencias.
Más difícil es sin duda determinar qué es una decisión judicial materialmente con-
forme al Derecho. De entrada, puede decirse que una decisión judicial materialmente
conforme al Derecho es una decisión que tiene el contenido que según el Derecho
debe tener. Y, en mi opinión, son dos los requisitos que el Derecho exige al contenido
de las decisiones judiciales: que sean congruentes y que digan el Derecho.
El requisito de congruencia está establecido en leyes procesales; y se resume en la
exigencia de que la decisión que resuelva el litigio sea o bien una decisión estimato-
¿Por qué ponderar? 19
ria que acoja la petición de la parte actora, que solicitaba al juzgado que dictara una
decisión de un determinado contenido, o bien una decisión desestimatoria de dicha
petición.
En cuanto al segundo requisito mencionado, el requisito de que la decisión que re-
suelva el litigio, ya sea estimatoria, ya sea desestimatoria, sea una decisión que diga el
Derecho, este requisito está establecido en los preceptos, contenidos en la Constitución
Española (art. 117) y en la Ley Orgánica del Poder Judicial (art. 2), que atribuyen a los
jueces como única función la función jurisdiccional, o sea, la función de decir el Derecho.
Para exponer en qué consiste esta función o qué es una decisión judicial que dice
el Derecho, es necesario aclarar la noción de aplicación del Derecho; y ello requiere a
su vez explicar en qué consiste aplicar un enunciado jurídico.
Para el tema central de este trabajo, es irrelevante cómo se conciba esa relación. Lo
único relevante al respecto es lo siguiente: para que se dé o no dicha relación triádica
entre la decisión S, el sentido del único enunciado contenido en el art. 1902 del Código
Civil y el enunciado calificativo «María, por negligencia, ha causado a Manuel un daño
por valor de 1.000 euros», el único aspecto de la actividad judicial que es relevante es
el contenido o significado de la decisión; cualquier otro aspecto de la actividad judicial
es irrelevante a efectos de determinar si se da o no la citada relación, cualquiera que sea
la manera de concebir esa relación.
Generalizo y resumo las ideas que acabo de exponer de la manera siguiente: para
que una decisión judicial D cualquiera aplique un enunciado jurídico E cualquiera son
necesarias, y conjuntamente suficientes, tres condiciones:
1.ª Que sea verdadero un enunciado calificativo F, que sea una concreción del su-
puesto de hecho del enunciado jurídico E, y que describe lo que ha sucedido en el mundo.
2.ª Que el enunciado jurídico E tenga un determinado sentido o significado.
3.ª Que exista una determinada relación R entre la decisión D, el sentido del
enunciado jurídico E y el enunciado calificativo F 2.
Para el cumplimiento de las dos primeras condiciones, cualquier pronunciamiento
del juez es irrelevante; y, para el cumplimiento de la tercera condición, el único aspecto
de la actividad judicial que es relevante es el sentido o contenido de la decisión. Por
consiguiente:
A efectos de si una decisión judicial cualquiera aplica o no un enunciado jurídico cual-
quiera, el único aspecto de la actividad judicial que es relevante es el sentido o contenido
de la decisión. Luego, cualquier otro pronunciamiento del juez, al margen de la decisión, es
irrelevante a esos efectos.
La teoría de la aplicación del Derecho que sostengo tiene una sola tesis propia, que es
su tesis principal, y es la siguiente: aplicar el Derecho es aplicar un elemento del Derecho
(para aplicar el Derecho, no es necesario aplicar todos, ni varios elementos del Derecho).
Las restantes tesis que integran la teoría de la aplicación del Derecho de la que soy
partidario provienen de dos teorías:
Una de ellas es una teoría ontológico-jurídica, que expresa cuáles son los ele-
mentos que componen el Derecho. En mi opinión, el Derecho es un conjunto cuyos
elementos son exclusivamente los enunciados, enunciados jurídicos, que integran las
leyes, constituciones, decretos, etc. No comparto esa ontología jurídica, tan difundida
en la actualidad, que admite la existencia de otras entidades jurídicas, como principios,
valores, etc. 3. Por todo ello sostengo que aplicar el Derecho, o sea, aplicar un elemento
del Derecho, es aplicar un enunciado jurídico.
2
La teoría de la aplicación de los enunciados jurídicos que defiendo está contenida en el capítulo II de
Hernández Marín, 2005.
3
En los capítulos 2-6 de Hernández Marín, 2002, justifico detenidamente mi posición ontológica frente
a las teorías dominantes.
22 Rafael Hernández Marín
Junto al requisito de congruencia, que exige que la decisión dictada por el juez
sea una decisión o bien estimatoria o bien desestimatoria de la petición que el juez ha
recibido, el Derecho impone al contenido de las decisiones judiciales un segundo y
último requisito. Es la exigencia de que esa decisión dictada por el juez para resolver el
conflicto, la decisión dictada al juzgar, sea una decisión, bien estimatoria, bien desesti-
matoria, que diga el Derecho. En esto consiste la actividad o función jurisdiccional que
el Derecho (en los artículos de la Constitución y de la Ley Orgánica del Poder Judicial
citados anteriormente) exige a los jueces: en dictar decisiones que digan el Derecho.
Por esta razón, una decisión judicial materialmente correcta o conforme al Derecho es
una decisión judicial, estimatoria o desestimatoria, que dice el Derecho.
La teoría de la actividad jurisdiccional es la teoría que trata de determinar qué es
una decisión judicial que dice el Derecho. Esta teoría arranca de dos ideas básicas: la
noción de aplicar el Derecho, proporcionada por la teoría de la aplicación del Dere-
cho, y la distinción entre decisiones judiciales estimatorias y desestimatorias. Partiendo
de estas ideas, la teoría de la actividad jurisdiccional ha de determinar las condiciones
necesarias y suficientes para que una decisión judicial, estimatoria o desestimatoria,
diga el Derecho.
¿Por qué ponderar? 23
6. La ponderación
Partiendo de que las actividades que un juez está obligado a realizar en un litigio
son esas cinco que acaban de ser enumeradas, estamos ahora en condiciones de afron-
tar la cuestión que da título a este trabajo: ¿por qué ponderar?
La ponderación no es una obligación, al menos directa, de los jueces, dado que no
existe ningún enunciado jurídico que obligue a los jueces a realizar una ponderación
en ningún caso, ni siquiera en caso de conflicto entre dos enunciados jurídicos (mate-
riales o sustantivos) 4. R. Guastini escribe, en el mismo sentido, que «la técnica de la
ponderación, comúnmente utilizada por los tribunales constitucionales, no es prescrita
por ninguna norma positiva» 5.
No obstante, podría suceder que la ponderación fuera una obligación indirecta de
los jueces, en el sentido de que, para realizar alguna de esas cinco actividades que el
Derecho exige a los jueces, fuera necesario que los jueces realizaran una ponderación
en algún caso, en particular, en caso de conflicto entre dos enunciados jurídicos. La
cuestión que habría que plantear entonces es la de qué actividad, de esas cinco que han
sido enumeradas, es la que el juez no podría realizar sin ponderar, en caso de conflicto
entre dos enunciados jurídicos.
Pues es obvio que, aunque exista algún conflicto entre dos enunciados jurídicos
(materiales o sustantivos), no es necesario que un juez realice ninguna ponderación
entre esos enunciados a la hora de realizar la actividad procesal que el Derecho le exige.
Por otro lado, y aunque exista algún conflicto entre dos enunciados jurídicos, tampoco
es necesario que el juez pondere a la hora de juzgar o decidir, dado que el juez cumple la
obligación de juzgar dictando una decisión cualquiera, por absurda que sea. La ponde-
ración tampoco es necesaria, aunque exista un conflicto entre dos enunciados jurídicos
(materiales o sustantivos), a fin de que la decisión judicial sea procesalmente conforme
al Derecho. Podrían existir dudas acerca de si, en caso de conflicto entre dos enun-
ciados jurídicos, la ponderación es necesaria a fin de que el juez cumpla la obligación
jurisdiccional, la obligación de dictar una decisión que diga el Derecho. Pero ya hemos
visto que, a efectos del cumplimiento de esta obligación, el único aspecto de la actividad
judicial que es relevante es el sentido o contenido de una determinada decisión judicial;
cualquier cosa que el juez haga o diga al margen de la decisión es irrelevante a efectos
del cumplimiento de la obligación jurisdiccional. Esto es válido en cualquier caso, en
particular, aunque exista un conflicto entre dos enunciados jurídicos. Y por lo que res-
pecta finalmente a la motivación, entendida como un intento de probar que la decisión
dictada por el juez dice el Derecho, tampoco es necesario que el juez realice una pon-
deración para el cumplimiento de la obligación de motivar, aunque exista un conflicto
entre dos enunciados jurídicos; es suficiente que el juez razone intentando probar, por
ejemplo, que la decisión que ha dictado aplica un enunciado jurídico determinado.
De las observaciones precedentes deseo destacar la circunstancia de que, en los
casos en los que hay un conflicto entre dos enunciados jurídicos (materiales o sustan-
4
Aunque no siempre haga la precisión que en rigor sería necesaria, siempre debe entenderse que me
refiero a conflictos entre enunciados jurídicos materiales o sustantivos.
5
Guastini, 2014: 287, nota 63.
¿Por qué ponderar? 27
6
Debe tenerse en cuenta a este respecto el último enunciado del art. 406.3 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil, que dice lo siguiente: «En ningún caso se considerará formulada reconvención en el escrito del deman-
dado que finalice solicitando su absolución respecto de la pretensión o pretensiones de la demanda principal».
¿Por qué ponderar? 29
7
La Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, en su art. 1692.4, consideraba motivo de casación el hecho de
que «el fallo contenga disposiciones contradictorias».
¿Por qué ponderar? 31
implicar la tesis de que, en caso de conflicto entre dos enunciados jurídicos, es una
obligación directa o indirecta del juez realizar una ponderación. Sin tal teoría, la tesis
citada o cualquier otra tesis acerca de lo que un juez está obligado a hacer o no hacer en
determinados casos litigiosos carecen inevitablemente de justificación teórica. Algunas
de esas tesis, aunque gratuitas, serán más o menos razonables; pero otras serán impro-
visaciones o incluso ocurrencias disparatadas, que no merecen ninguna atención.
Pero incluso suponiendo que, en caso de antinomia entre dos enunciados jurídi-
cos, el juez estuviera obligado (por la existencia de algún enunciado jurídico especial,
que introdujera alguna excepción en las obligaciones que el Derecho impone a los
jueces, o por cualquiera otra razón) a aplicar uno solo de los dos enunciados en con-
flicto, seguiría siendo pertinente la misma pregunta: ¿por qué ponderar? Dicho de otro
modo, si en los casos de antinomia entre dos enunciados jurídicos (materiales o sustan-
tivos) el juez estuviera obligado por el Derecho a aplicar uno solo de los enunciados en
conflicto, ¿cuál de las obligaciones que el Derecho impone a los jueces no podría ser
realizada sin ponderar?
Parece obvio que, también en este supuesto, el juez no necesitaría realizar ninguna
ponderación, ni para cumplir sus obligaciones procesales previas a la decisión resolu-
toria del litigio, ni para cumplir la obligación de juzgar o decidir, ni tampoco para que
la decisión dictada fuera procesalmente conforme al Derecho. Tal vez podrían existir
dudas acerca de si juez necesita ponderar para cumplir la obligación jurisdiccional o
para cumplir la obligación de motivar. Pero esas dudas pueden ser despejadas fácil-
mente.
Consideremos, en primer lugar, las posibles relaciones entre la ponderación y la
obligación jurisdiccional del juez, o sea, la obligación de dictar una decisión que diga
el Derecho. Un juez puede cumplir su obligación jurisdiccional dictando una decisión
que aplica el Derecho, dado que siempre que una decisión judicial aplica el Derecho
la decisión dice el Derecho. Aunque, según observaciones anteriores, un juez también
puede cumplir su obligación jurisdiccional de otra manera distinta, a saber: dictan-
do una decisión desestimatoria que dice el Derecho, el Derecho material, aunque no
aplica el Derecho. Estas son las dos únicas maneras de decir el Derecho. Para que una
decisión judicial diga el Derecho de cualquiera de esas dos maneras, el único aspecto
de la actividad judicial que es relevante es, según observaciones anteriores, el conteni-
do de esa decisión o de la decisión opuesta a ella. Cualquier ponderación es irrelevante
a esos efectos. Por otro lado, la ponderación no es otro modo adicional de decir el
Derecho, alternativo a los dos citados, en particular, alternativo a la aplicación del De-
recho, dicho sea en contra de la frecuente presentación de la ponderación como una
alternativa a la aplicación del Derecho. Por todo ello, la ponderación es irrelevante a
efectos del cumplimiento de la obligación jurisdiccional del juez. Esta tesis también es
válida aunque exista un conflicto entre dos enunciados jurídicos y aunque el juez esté
obligado por el Derecho a aplicar uno solo de los dos enunciados en conflicto; pues, en
este caso, un juez podría cumplir impecablemente su obligación jurisdiccional aplican-
do uno cualquiera de los enunciados en conflicto, sin realizar ninguna ponderación.
Otras veces, la oposición que se realiza no es entre la ponderación y la aplica-
ción del Derecho, sino entre la aplicación del Derecho mediante la ponderación y
la aplicación del Derecho mediante la subsunción o la interpretación. Sin embargo,
32 Rafael Hernández Marín
8
«Por consiguiente, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid venía obligado a motivar el sentido del
fallo pronunciado —exigencia que, como hemos visto, cumplió suficientemente—, pero no a explicar específi-
camente por qué consideraba aplicables determinadas normas y no otras también alegadas por las partes. Los
órganos judiciales están sometidos, en efecto, al deber constitucional de motivar las resoluciones que dictan,
esto es, a indicar cuál o cuáles son las normas jurídicas aplicables al supuesto debatido y la interpretación de las
mismas que conduce, lógicamente, al sentido del fallo pronunciado. Sin embargo, el deber constitucional de
motivación de las resoluciones judiciales no puede, rectamente entendido, implicar una obligación adicional
para el Juez o Tribunal de explicar no solo qué normas jurídicas aplica para resolver la contienda sino, además,
por qué deja de aplicar otras normas del ordenamiento jurídico de mayor o menor relevancia para el caso. Una
exigencia de esta naturaleza resultaría una carga excesiva para los órganos judiciales carente de apoyatura cons-
titucional y susceptible de perjudicar gravemente el correcto desenvolvimiento de la Administración de Justicia
y la deseable celeridad de los procesos (art. 24.2 CE)» (STC 180/1993, de 31 de mayo, FJ 5.º).
¿Por qué ponderar? 33
el enunciado que el tribunal dice haber aplicado, teniendo en cuenta cuál es el sentido
de dicho enunciado. Estas circunstancias son claramente observables cuando se trata
de la aplicación de enunciados jurídicos cuyo sentido es dudoso, como es el caso de
muchos enunciados jurídicos constitucionales.
BIBLIOGRAFÍA
Guastini, R., 2014: Interpretar y argumentar, traducción española de S. Álvarez, Madrid: Cen-
tro de Estudios Constitucionales.
Hernández Marín, R., 2002: Introducción a la teoría de la norma jurídica, 2.ª ed., Madrid-Bar-
celona: Marcial Pons.
— 2005: Las obligaciones básicas de los jueces, Madrid-Barcelona: Marcial Pons.
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