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En 1919 Estados Unidos había emergido como la primera potencia tras la primera guerra
mundial, el país estaba en su mejor momento. Se dieron los felices años 20, que fue un
período de prosperidad económica que tuvo Estados Unidos entre 1919 y 1929. Para costear
la guerra el estado había emitido unos “Bonos libertad” que compraba cualquier ciudadano
y después el estado devolvería el valor más intereses.
Charles Mitchell fue un banquero (presidente del National City Bank) que, viendo el auge de
la inversión en bonos, decide sacar al mercado los bonos corporativos o acciones. Propagó la
idea de invertir en bonos, pues decía que, además de ser inversiones con poco riesgo esta
era una manera rápida de llegar al tan anhelado sueño americano.
Los bancos comenzaron rápidamente a emitir bonos y otros productos, por primera vez se
escucho la frase “compre ahora y pague después”; de este modo cualquier persona sin
importar su estatus social podía tener acceso al crédito y endeudarse
En 1922 la Reserva Federal tomo la decisión de bajar los tipos de interés, los más bajos desde
hace mucho tiempo. Así fue como todo el mundo quería invertir en la bolsa, pues el mercado
especulativo estaba al alcance de cualquiera. Además, se creó la venta de acciones a crédito, es
decir, si la gente deseaba adquirir acciones, pero no contaba con el dinero, podían solicitar un
crédito con un tipo de interés muy bajo.
En ese momento la demanda aumentaba de manera exponencial; aumento la codicia y el precio de
las acciones subía indiscriminadamente. El exceso de demanda provoco que los valores crecieran
sin control, las acciones se comenzaron a inflar y el mercado se calentó, creando una de
las burbujas financieras más importantes de la historia.
En 1928 comienzan a notarse los síntomas de una economía en peligro: los ingresos de la población
no permiten seguir aumentando el consumo, los almacenes se llenan de mercancías que no pueden
ser vendidas y aumentan los despidos. Ajena a esta realidad, la bolsa sigue creciendo.
Joe Kennedy fue uno de los empresarios que, dándose cuenta del sobrecalentamiento del mercado,
se retiraron de él. “Si un limpiabotas sabe tanto como yo del mercado de valores, tal vez es la hora
de que yo lo deje”.
Hubo un momento en que el mercado se volvió más volátil. El miércoles 23 de octubre de 1929 la
bolsa sufrió un gran golpe bajando de una sola sesión en un 7%. Al siguiente día, el Jueves 24 de
octubre de 1929, el denominado jueves negro, todo el mundo quería vender sus acciones
ofreciéndolas hasta en un tercio de su valor.
Las potencias centrales no habían sido las únicas derrotadas en la Primera Guerra
Mundial. También Rusia figuraba junto a ellas. A principios de 1918 había
tenido que claudicar ante las potencias centrales. Pero no fue el imperio zarista
quien se rindió, ya que como consecuencia de las revoluciones que sufrió el país
en 1917 (revoluciones de febrero y octubre), quienes ahora se hallaban al frente
de los destinos de Rusia eran los “bolcheviques”.
En 1919 muchos pensaron que, por largo tiempo, ni Alemania ni Rusia tendrían
gran peso en la política mundial. Eran dos Estados “parias”. Alemania bastante
tendría con pagar las gigantescas “reparaciones” económicas que se le habían
impuesto en Versalles en beneficio de los vencedores. Y Rusia parecía
condenarse a hundirse cada vez más bajo un gobierno de sectarios extremistas.
Ni una ni otra fueron admitidas como miembros de la Sociedad de las Naciones
(SDN), la nueva organización internacional creada para impedir que en el futuro
volviera a estallar un conflicto de la envergadura del que acababa de terminar.