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Metadatos: Curso: Las Distintas Formas de Violencia contra las Mujeres / Clase N° 1 /
Páginas: 13 / Palabras 4699 / Caracteres 25836 /
Nombre del archivo: Violencia_Mujeres_Modulo_1 / Última revisión: 13/04/2018
Palabras clave: derechos humanos, derechos de las mujeres, violencia de género, principio de igualdad y
no discriminacion
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Como hemos visto, el sistema jerárquico entre géneros propone un ideal masculino
caracterizado por un conjunto de atributos que la sociedad espera de los varones. En este
esquema, se considera propio del varón ser activo, autónomo, fuerte, heterosexual y
proveedor, entre otros caracteres. Desde esta perspectiva tiende a relegarse la
experiencia de las mujeres, cosificándola y, por ende, desconsiderando su subjetividad.
Dentro de este paradigma, la masculinidad se presenta como valoración jerarquizada,
referencia clave para la concepción y ponderación de lo humano. El paradigma
“masculinista” –que suele denominarse patriarcado– asigna a los varones el desempeño
de roles jerarquizados, status sociales elevados y define el modo de percibir y de construir
la realidad social. Del mismo modo, construye un vínculo directo con la capacidad de
control (física, económica, psicológica, etc.), situándola en el polo designado para el
ejercicio de la dominación.
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desactivar ese artefacto violentogénico que es el género sin un modelo que nos
permita entender su etiología (…), si no partimos de un examen en profundidad de
la estructura patriarcal que organiza las relaciones de género y produce y
reproduce, y amplía esa violencia.” 1
Siguiendo con el análisis de Segato, la ecuación implicaría entender que hablar de género
es equivalente a hablar de Patriarcado, es decir, una estructura que organiza la relación
entre dos posiciones que se constituyen como desiguales: la femenina y la masculina,
representando a la mujer y al hombre respectivamente. Sin embargo, la representación
que se esconde detrás de eso no es más que un “orden subterráneo de poder, la primera y
más elemental forma de una relación de poder, que luego irá a reproducirse en una escala
progresiva de relaciones de poder racial, colonial, imperial, etc.”2
“una posición que tiene mayor prestigio y valor que la otra, cuya voz tiene más
autoridad y de la cual es lanzada la mirada que juzga y atribuye el valor relativo de
todos los personajes en esa escena: la función paterna, paradigma de la posición
masculina. La otra es la que la acata, le adjudica honra y prestigio, y reenvía su
mandato a todos los demás personajes de esa escena, cumpliendo un papel
reproductor y multiplicador de la escena, con su estructura de relaciones: la función
materna, modelar para la posición femenina”.3
Las distintas formas de violencia contra las mujeres atraviesan todos los sectores
sociales, sin diferencias por niveles de educación, de instrucción, componentes étnicos,
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HIPERTEXTO PRIGEPP, Violencias, 2017.
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HIPERTEXTO PRIGEPP, Violencias, 2017.
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HIPERTEXTO PRIGEPP, Violencias, 2017.
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Aunque no analizaremos este tema, resulta importante mencionar que esta “prerrogativa” respecto del uso de la
violencia impacta no sólo sobre las mujeres sino también en las formas de relacionarse con otros varones.
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Estas mismas pautas contextuales sientan las bases para la naturalización del
esquema norma-transgresión-medida disciplinar. Este paradigma funda y encuentra
fundamento en diversas normas jurídicas, discursos educativos, literarios o institucionales.
Sin embargo, debemos destacar que lentamente hemos avanzado en el reconocimiento
de que el sistema sexista, al establecer relaciones de subalternidad, cristaliza valores que
favorecen y legitiman la producción de malos tratos de diversos tipos que tienen como
consecuencia graves daños para el desarrollo pleno de la vida de las mujeres.
En ese sentido, la interrelación entre las diversas formas de violencia, que como
sabemos difícilmente se presentan de manera aislada, complejiza aún más su
identificación. Intentaremos entonces, a través de ejemplos, anclar en una realidad más
concreta las distintas formas de violencia.
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https://www.youtube.com/watch?v=DcijYnN4dMA
Un caso emblemático en este sentido es el de Eva Analía “Higui” De Jesús, una mujer
lesbiana, que en octubre de 2016 fue atacada en el Partido de San Martín (Provincia de
Buenos Aires) por una patota de diez hombres que hacía años la perseguía por prejuicios
por su orientación sexual. Para defenderse de una violación “correctiva” que pretendía
“hacerla mujer”, ella mató a uno de sus atacantes con un cuchillo. Higui estuvo presa
injustamente en el penal de Magdalena, en Provincia de Buenos Aires, durante más de
200 días. Actualmente sigue procesada con la calificación de homicidio simple, mientras
que su defensa insiste en que sea absuelta y que su caso sea tratado como un homicidio
en defensa propia.
Cuando la liberaron, Higui escribió una carta que difundió a través de la revista “La
Garganta Poderosa”, y entre otras cosas dijo:
“Antes de pasar este calvario que me llevó a la cárcel, la vida tampoco me había
resultado sencilla. Me discriminaban por la forma de caminar y no me aceptaban
en ningún trabajo, sin tener en cuenta nada de mi interior, ni cómo soy en realidad,
ni cuánto soy capaz de dar. Debí arreglármelas como pude (…). Y sí, por ser
lesbiana debí soportar muchas agresiones; tantas que, llegado un punto, no me
quedó otra que mudarme. Pero no fue suficiente, ni eso alcanzó para evitar que me
atacaran con total impunidad: la Justicia portándose mal conmigo y mis atacantes
en libertad. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué tantos meses en cana? Sí, por supuesto,
¡por pobre y por lesbiana!”5
Ese intento de violación correctiva pareciera ser una maniobra por restablecer lo
que Rita Segato denomina “tributo”, y que se vuelve indispensable para la construcción de
la masculinidad. Según esta autora, el género es Patriarcado, es decir, una estructura
desigual que organiza las relaciones de poder entre las posiciones femenina y masculina
(Segato, 2017. Hipertexto Género y Violencias p 3.2). En dicha organización, la posición
representada por el varón es la hegemónica, y necesariamente se apoya en el “tributo”
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Garganta Poderosa
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Por otra parte, algo que en este ejemplo se da de manera muy clara y
contundente, podemos marcar lo que Segato denomina “la cofradía masculina”. En las
situaciones de violencia de género, la autora identifica un “eje horizontal”. Se trata de una
conversación presente en el paisaje mental del violento, que se da con sus pares. El varón
necesita someterse a una prueba constante de masculinidad, frente a la cofradía de sus
pares, para poder ser parte de esa corporación que lo inviste de una identidad y un
sentido de pertenencia. Lo que se da entonces, es una obediencia al mandato de
masculinidad, en donde la violencia no tiene solamente un sentido instrumental, una
finalidad inmediata, sino que lleva un mensaje dirigido a esta corporación masculina, en
función de mantener su membresía. El varón tiene un miedo muy arraigado y es el de
perder su masculinidad ante otros varones y quedar fuera de esa hermandad. Aquí es
importante señalar que la víctima de violencia no necesariamente debe ser una mujer en
el sentido estrictamente biológico.
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Por supuesto que el caso de Higui excede por completo lo que queda encuadrado
bajo el rótulo de “violencia simbólica”. Como ya se aclaró, la violencia difícilmente se
expresa y se configura de manera encapsulada, sino que habilita y se retroalimenta con
nuevas formas de violencia que poseen distintas características. Una misma violencia, que
nace en esa célula fundacional que es la familia, según el análisis que realiza Segato, y que
va cobrando nuevas formas, reproduciéndose “en un conjunto de seis potencias
intercambiables y no bien discernidas entre sí (sexual, bélica, política, económica,
intelectual, y moral)” (Hipertexto PRIGEPP Violencias, 2017, 3.2).
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mujeres. Por otra parte, al abordar casos de femicidios, es fundamental resaltar que no se
trata de un “crimen pasional”, sino que las mujeres son asesinadas por el solo hecho de
ser mujeres, contextualizando histórica, social y culturalmente esas acciones, sin caer en
el paradigma del “amor romántico”, del amor incondicional, sin exigencias ni
responsabilidades. Es fundamental desarmar la idea de en nombre del amor hay que
soportar cualquier cosa.
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Diario Clarín, versión digital. 13/09/2014 https://www.clarin.com/policiales/fanatica-boliches-abandono-
secundaria_0_S1ek3YcD7g.html
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Carbajal, Mariana. Diario Página/12, versión digital. 04/06/2017 https://www.pagina12.com.ar/42048-lo-invisible-lo-
morboso
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Micromachismos
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* De crisis. Suelen utilizarse para restablecer las condiciones originales y mantener una
situación de asimetría de poder cuando la mujer comienza a identificar ciertas pautas de
desigualdad, o en que el varón queda relegado en su rol dominante, ya sea por razones
físicas o laborales.
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Bonino
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Dentro de esta categoría puede mencionarse el neologismo “mansplaining”. El mismo hace referencia a la atribución
que suelen adjudicarse algunos varones sobre ciertos saberes, y que implica la subestimación de la capacidad intelectual
de las mujeres, al mismo tiempo que se despliega de una manera condescendiente y paternalista, acaparando e
interrumpiendo las conversaciones para imponer su voz y criterio.
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Intimidación
Toma repentina del mando: anular o no tener en cuenta las decisiones de la
otra persona, o monopolizar la conversación.
Uso expansivo del espacio físico: ocupar los espacios comunes impidiendo
que la otra persona los emplee10.
La violencia psicológica
Por otra parte, cuando hablamos de violencia psicológica, estamos hablando de las
formas de violencia que perjudican, perturban o atentan contra el pleno desarrollo
personal de las mujeres sobre la base de causar daño emocional y disminución de la
autoestima. Estas formas de violencia resultan más complejas en su análisis ya que, dadas
sus características, tienden a presentarse en situaciones de lo más diversas. Asimismo, la
extensión de este tipo de prácticas ha llevado a que muchas de sus manifestaciones
resulten naturalizadas a nivel social y, aun también, por las propias víctimas.
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En los últimos tiempos, comenzó a utilizarse la expresión “manspreading” o “despatarro” para hacer referencia a este
tipo de machismo, que implica la invasión del espacio vital de las mujeres. Una situación clásica que sirve como
ejemplo, se da en los medios públicos de transporte.
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Al analizar las formas de “violencia moral” Segato menciona, entre otras, las siguientes: control de la sociabilidad
(incluyendo el cercenamiento de las relaciones personales por medio de chantaje afectivo como, por ejemplo,
obstaculizar relaciones con amigos y familiares), menosprecio moral (práctica que conlleva la utilización de términos de
acusación o sospecha, velados o explícitos, que implican la atribución de intención inmoral por medio de insultos o de
bromas, así como exigencias inhiben la libertad de elegir vestuario o maquillaje), menosprecio estético (humillación por
la apariencia física), menosprecio sexual (rechazo o actitud irrespetuosa hacia el deseo femenino o, alternativamente,
acusación de frigidez o ineptitud sexual), descalificación intelectual (depreciación de la capacidad intelectual de la mujer
mediante la imposición de restricciones a su discurso), descalificación profesional (atribución explícita de capacidad
inferior y falta de confiabilidad).
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De todas formas, cómo ya se planteó acá, es difícil individualizar las distintas formas de
violencia que se presentan en distintos escenarios, porque suelen concatenarse, y por lo general la
violencia psicológica no sólo antecede sino que acompaña y se manifiesta siempre junto a otros
tipos de violencia.
Por otra parte, resulta difícil que la violencia psicológica tenga sanción, como plantea
Mariana Carbajal en su libro “Maltratadas”, en el Poder Judicial “se pueden hacer denuncias por
hostigamiento y también por amenazas simples. La figura de “hostigamiento” es una
contravención en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. La de “amenazas simples” es delito pero
se tramita en el fuero contravencional. Igualmente, por la propia mirada machista de la Justicia, no
son causas que prosperen.”12 Es por esto, que la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer plantea que, dada las características de este tipo
de violencia y su reiteración en ámbitos intrafamiliares y por ende con un solo testigo, es
necesario ampliar la materia probatoria para estos casos.
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Carbajal, Mariana. Maltratadas: violencia de género en las relaciones de pareja. -2da ed.- Ciudad Autónoma de Buenos
Aires: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2015.
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