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Universidad ARCIS

Escuela de Educación Parvularia


Taller Integrado VIII

RESUMEN
NADIE NOS ENSEÑA A
SER PADRES
MANUAL DE APOYO PARA PADRES Y EDUCADORES
(PÁG. 20 – 51)

Los educadores saben que su función principal es la de enseñar, entregar


conocimientos, formas hábitos, ayudar y corregir.
La manera en que esto se realice será fundamental para tener éxito en estos
propósitos y para lograrlo, los educadores debieran poner en práctica actitudes
básicas, como establecer normas, las que deben ser cumplidas primeramente
por el educador, y luego hacerlas respetar a los otros.

No se puede pedir que alguien cumpla algo que la persona, en tanto guía, no
practique para sí mismo. Con esa conducta solo está anulando su autoridad,
ya que hay que enseñar través de modelos, sin embargo hay que tener en
cuenta que este proceso no debe tornarse en algo rígido, persecutorio y
obsesivo.

El castigo es muchas veces utilizado para frenar ciertos actos indebidos, el


problema de éste es que muchas veces lo que lo domina en él es un alto
porcentaje de venganza por parte del que lo aplica, asimismo, suele ser una
respuesta emocional más que una medida formativa, esto no quiere decir que a
los niños y niñas hay que dejarlos hacer lo que quieran, todos necesitamos
normas y es importante enseñar que los derechos de cada cual llegan hasta el
límite de los derechos de los demás.

Entonces, ¿qué hacer?

1. Establecer normas básicas claras, y que se cumplan siempre.


2. Si el niño o niña transgrede las normas, hay que explicarle por qué no
debe hacerlo y sugerirle una salida alternativa.
3. Frente a las conductas negativas que se repiten y mantienen, establecer
un acuerdo previo con el niño o niña, que implique una consecuencia
negativa para él o ella si lo vuelve a hacer.

Tal vez resulte difícil realizar lo planteado aquí, pero si se planifica, el resultado
será tan positivo que rápidamente nos sentiremos incentivados para continuar
manejando de esta manera las diferentes situaciones cotidianas.
El papel fundamental de los educadores en relación con los niños y niñas a su
cargo es quererlos, cuidarlos y educarlos, a través de esto, se van
desarrollando y van aprendiendo que son personas respetables y valiosas, y
también van dándose cuenta de que tienen derechos y limites.
Si todo este proceso de enseñanza y aprendizaje se realiza fundamentalmente
con cariño, constancia y consecuencia, no debieran existir problemas y los
niños o niñas podrían llegar a transformarse en adulto seguros, productivos y
creativos, capaces de establecer relaciones afectivas estables que les
proporcionen a ellos y a los demás bienestar y felicidad.
Sin embargo los educadores tienen dificultad para enfrentar con eficiencia la
tarea educativa. Se frustran con facilidad, tienen ideas o creencia equivocadas
o distorsionadas acerca de cuál debe ser su rol y cuál debe ser la conducta de
los jóvenes o niños y, como consecuencia, caen en la agresión y en el maltrato,
ya sea físico o psicológico.

El resultado de este comportamiento suele tener graves consecuencias:

1. Baja autoestima

2. Presencia de conductas agresivas


Los educadores actúan como modelos frente a los menores y al tratarlos con
violencia, generan ellos también respuestas de gran violencia, se expresen o
no. Esta situación, por una parte, dificulta las relaciones entre adultos y
jóvenes, ya sea a nivel de familia o de colegio sin solucionar ningún problema
y, por otra parte, pueden llevar más adelante a la desadaptación social y a la
delincuencia.

3. Búsqueda de afecto en otras partes.

4. Adulto maltratador, niño maltratador


Finalmente, otra consecuencia negativa de esta situación es que tendemos a
repetir a lo largo de nuestra vida las historias vividas en la infancia y existe, por
lo tanto, la tendencia a que los niños y niñas maltratados lleguen a
transformarse, a su vez, en adultos maltratadotes.

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