PUEBLO

-El amor al pueblo es vocaci—n de arist—crata. El dem—crata no lo ama sino en

per’odo electoral.
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-El pueblo no se rebela nunca contra el despotismo sino contra la mala
alimentaci—n.
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-Cierta manera desde–osa de hablar del pueblo denuncia al plebeyo disfrazado.
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-Es prudente respetar los viejos catecismos, para evitar la vulgaridad y los
cr’menes del pueblo que estrena opiniones.
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-El pol’tico necesita convencer al pueblo de que todos los problemas son
"sociales", para poder esclavizarlo.
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-Una civilizaci—n florece cuando su clase dirigente sabe exigir del pueblo
virtudes de las cuales ella suele eximirse.
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-El pueblo no elige a quien lo cura, sino a quien lo logra.
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-Lo popular se volvio vulgar cuando el pueblo renunci— a copiar ingenuamente
la cultura aristocr‡tica para comprar la cultura "popular" que le manufactura la
burgues’a.
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-Quien trata de educar y no de explotar, tanto a un pueblo como a un ni–o, no les
habla imitando a media lengua un lenguaje infantil.
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-Nada m‡s ret—rico que literatura de pueblo joven que se expresa en idioma
viejo.
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-El pueblo nunca ha sido festejado sino contra otra clase social.

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-C—mo no despreciar al pueblo ?.
Basta que se ablanden las normas que nos civilizan, para que el pueblo
sometido que gru–e en cada uno de nosotros desencadene sus torvos apetitos.
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-"liquidar" a una clase social, o a un pueblo, es empresa que no indigna en este
siglo sino a las presuntas v’ctimas.
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-Arte popular es el arte del pueblo que no le parece arte al pueblo.
El que le parece arte es arte vulgar.
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-El pueblo soporta que lo roben siempre que lo aluden.
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-Hijo calavera del notable provinciano, el comunismo deslumbra a la ciudad con
las arengas, mientras prepara su regreso al pueblo para administrar la botica de
su padre.
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-La historia es el relato de lo que acontece cuando demonios o dioses se adue–
an de una carne mortal y manchan el suelo con sangre.
Pueblos enteros, Žpocas enteras, se agitan, habla, luchan, debajo de la historia.
Lo humano tiene la significaci—n de la pululaci—n de insectos cuando es
meramente humano.
Todo grito es simple ruido, si el dolor no lo arranca a una garganta divina.
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-Toda revoluci—n victoriosa fracasa finalmente, porque las virtudes del pueblo no
son las propias al pobre sino a la pobreza.
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-Ni la historia de un pueblo, ni la de un individuo, nos son inteligibles, si no
admitimos que el alma del individuo o del pueblo puede morir sin que muera ni
el pueblo ni el individuo.
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-Los tŽrminos que el fil—sofo inventa para expresarse, y que el pueblo
finalmente maneja como met‡foras usadas, atraviesan una zona intermedia
donde los semieducados los emplean, con Žnfasis pedante, para simular
pensamientos que no tienen.
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-Sin querer la tiran’a, el pueblo quiere fines que la implican.
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-Ni el jefe del ejecutivo, ni los miembros del legislativo, son mandatarios, o
representantes, del pueblo.
Uno y otro son —rganos del estado para el cumplimiento de su fin, que es la
realizaci—n del derecho.
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-El proletariado surge cuando el pueblo se convierte en una clase que adopta los
valores de la burgues’a sin poseer bienes burgueses.
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-Mejor que cualquier otro pueblo, el francŽs ha sabido vivir su pol’tica con una
admirable conciencia de su significado espiritual.

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-Mientras mayor sea la incapacidad de un pueblo, no es m‡s gobierno lo que
necesita sino menos.
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-Los cr’ticos marxistas desfilan ante las obras de arte como el pueblo de Paris, el
veinte de Julio, ante Luis XVI.
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-El hombre tiene que fingirse civilizado para poder serlo.
Su capacidad de hipocres’a mide la capacidad de civilizaci—n de un pueblo.
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-Cervantes es culpable de la insulsez de la cr’tica Cervantina espa–ola porque
leg— un libro ir—nico a un pueblo sin iron’a.
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-Hay dos formas simŽtricas de barbarie: la de los pueblos que no tienen sino
costumbres y la de los pueblos que no respeten sino leyes.
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-La elocuencia es la tentaci—n de la juventud: del hombre joven, del pueblo
joven, de la literatura joven.
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-El sucesor de los Ap—stoles proclaman urbi et orbi, desde el solio pontificio,
que encabezar‡ el "progreso de los pueblos" hacia un para’so suburbano.
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-Fermento revolucionario no es lo que levanta a un pueblo, sino lo que pudre a
una clase dirigente.
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-El pueblo no invade sino palacios previamente desertados.
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-Desde hace dos siglos el pueblo lleva a cuestas no solamente a quienes le
explotan, sino tambiŽn a sus libertadores.
Su espalda se encorva bajo el doble peso.
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-Para distraer al pueblo mientras lo explotan, los despotismos tontos eligen
luchas de circo, mientras que el despotismo astuto prefiere luchas electorales.
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-El pueblo no cree nunca que quien habla enf‡ticamente diga tonter’as.
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-Debemos respetar al indiv’duo eminente que el pueblo respeta, aun cuando no
lo merezca, para no irrespetar la noci—n de respeto.
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El verdadero crimen del colonialismo fuŽ la conversi—n en arrabales de
occidente de los grandes pueblos asi‡ticos.
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- Los reaccionarios contemplamos las claudicaciones de la izquierda con la
misma fruici—n malŽvola que los anticlericales de pueblo los deslices del cura.
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- En este aburguesamiento universal, a–oro menos la aristocracia muerta que el
pueblo desaparecido.
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- La religi—n, bajo el influjo del clero progresista, en lugar de opio del pueblo, es
su veneno.
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- El pueblo se ha burlado siempre de los nuevos ricos y, aunque las confisque,
respeta las fortunas rancias.
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- Lo que finalmente importa no es que un pueblo ejecute una pol’tica eficaz en la
tierra, sino que sea un gesto admirable en la historia.
Y al que socarronamente nos pregunte, que queda del que pierde?.
Preguntemos con iron’a QuŽ queda del que gana?.
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- Lo que ningœn adul—n se atreve a decirle a un dŽspota, el dem—crata se lo
dice al pueblo.
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- La falta de imaginaci—n preserva a un pueblo de muchas cat‡strofes.
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- El pueblo no se casa sino con ideas prostitu’das.
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-Ni los indiv’duos ni los pueblos, son originales cuando expresan meramente lo
que son, sino cuando acu–an a su efigie principios universales.
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-El pueblo fuŽ rico espiritualmente hasta que los semieducados resolvieron
educarlo.
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-El pueblo, al cabo de unos a–os, olvidar’a el nombre de los demagogos ilustres,
si sus sucesores no obligaran al contribuyente a costearles ritos
conmemoratorios.
La memoria popular s—lo hospeda nombres de reyes.
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-Las soluciones que el pueblo encuentra resultan siempre menos interesantes
que los problemas.
Las œnicas soluciones interesantes son las que Dios se reserva.
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- Las cualidades admiradas de una raza suelen ser s—lo huella de discipl’nas
impuestas al pueblo por minor’as altaneras.
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-El entusiasmo revolucionario vuelve siniestro al alem‡n, cursi al francŽs,
estrafalario al inglŽs, atroz al espa–ol.
No hay pueblo que no coloque en una escala que va de la estulticia a la
demencia.
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-El pueblo cree en el desinterŽs de sus benefactores profesionales hasta que le
pasan la cuenta. =-=-=-=-=
-La autŽntica grandeza, en el siglo XX, es tan radicalmente individual que
debemos recelar de quien deja sucesores.
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-El pueblo no es necesariamente vulgar.
Ni siquiera en una democracia.
Las clases altas de una democracia, en cambio, lo son necesariamente, porque si
sus miembros no lo fueran no hubieran necesariamente, porque si sus miembros
no lo fueran no hubieran ascendido en una democracia.
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-Una arist—crata tiene que caer en extremos de estupidez para que el pueblo la
derribe, ya que nada hayn m‡s acorde con los instintos populares que una
aristocracia. =-=-=-=-=
-La naturaleza humana es categor’a axiol—gica.
El hombre es obligaci—n que el hombre suele violar.
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-Para civilizar al pueblo, hay que darle cauces, no causas.
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-Todo se puede sacrificar a la miseria del pueblo.
Nada se debe sacrificar a su codicia.
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El pueblo adopta hasta opiniones finas si se las predican con argumentos
burdos.
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-Las Žpocas mediocres que no se resignan a su mediocridad cometen tantas
ridiculeces como los individuos mediocres que no se resignan a la suya.
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-Nada merece m‡s respeto que el pueblo infortunado que suplica, ni menos que
las absurdas drogas que reclama para curar su infortunio.
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-El nivel cultural de un pueblo inteligente baja a medida que su nivel de vida
sube.
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-El pueblo no es dem—crata mientras la burgues’a no le insufla su alma.
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-Las falsamente llamadas democracias campesinas no fueron democracias.
Sin duda el pueblo eleg’a all’ al gobernante, pero el derecho consuetudinario
reg’a.
La esencia de la democracia, ahora bien, no es la elecci—n del gobernante, sino
el manipuleo caprichoso de la ley.
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-La derecha pierde el poder cuando el pueblo olvida los cataclismos de izquierda
que se lo dieron
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-La constituci—n, en una democracia, es un atentado vergonzante contra la
soberan’a del pueblo.
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-Quien reconozca la soberan’a del pueblo ha legitimado anticipadamente los
atropellos de que ser‡ v’ctima.
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-Los dem—cratas se dividen en dos clases:
Los que perecen
porque no logran reprimir con discursos las pasiones que desataron con arengas,
los que sobreviven
porque alternan con la oratoria que encrespa al pueblo la metralla que lo
apacigua.
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-"Justicia del Pueblo" es el eufemismo de degollina.
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-No s—lo la virtud cansa a los pueblos, la verdad tambiŽn pronto les aburre.
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-El pueblo cree triunfar eligiendo a quienes comparten sus ideas, cuando s—lo
triunfar’a realmente eligiendo a quienes no las compartan.
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-El pueblo es menos perverso que obtuso.
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-Al pueblo no lo elogia sino el que se propone venderlo algo o robarle algo.
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-El reaccionario no condena la mentalidad burguesa, sino su predominio.
Lo que los reaccionarios deploramos es la absorci—n de la aristocracia y del
pueblo por la burgues’a.
So capa, alternativamente, de libertad o de igualdad.
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-Soy como el pueblo el lujo no me indigna sino en manos indignas.
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-Las naciones actuales no son pueblos, sino sucesiones victoriosas de la plebe.
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-Una c‡ndida imagen del pueblo alienta la polŽmica antiburguesa del socialismo.
En la emancipaci—n burguesa florecen los vicios latentes del pueblo.
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-"Sociedad sin clases" es aquella donde no hay aristocracia, ni pueblo.
Donde s—lo circula el burguŽs.
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-El genio suele ser expresi—n curiosamente incongrua de su pueblo.
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-Gente decente, en lo intelectual como en lo social, no es la que descuella en la
ciudad, sino la que se tiene casa paterna en su pueblo.
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-La transformaci—n del pueblo en plebe requiere la intervencion acuciosa y
diligente del dem—crata.
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-El liberalismo, para educar al pueblo, lo mima hasta convertirlo en adulto
crapuloso.
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-El celo regular tiene aristocracia y pueblo: familia benedictina, —rdenes
mendicantes.
Los jesuitas son la burgues’a de la Iglesia.
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-El pueblo quiere lo que le sugieren que quiera.
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-El pueblo ensucia las ideas y limpia las palabras.
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-Los pueblos se asoman a la historia, pero recaen pronto en tema de sociolog’a.
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-La glotoner’a satisfecha les reseca a los pueblos el alma y les esponja las
carnes.
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-No es porque suelan ser detestables, ni menos aœn porque sean populares, por
lo que debemos recusar las decisiones del pueblo, sino porque se pretenden
soberanas.
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-De la existencia de individuos civilizados no debe inferirse que existan pueblos
civilizados tambiŽn.
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-Noy no le dan a respirar al pueblo sino mismas de ideas muertas.
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-Para oprimir al pueblo es necesario suprimir en nombre del pueblo lo que se
distinga del pueblo.
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-El pueblo no se convierte a la religi—n que predica una minor’a militante, sino a
la que impone una minor’a militar.
Cristianismo e Islamismo lo supieron; el comunismo lo sabe.
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-"pueblo" es la suma de los defectos del pueblo.
Lo dem‡s es elocuencia electoral.
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-El fen—meno de la degradaci—n del pueblo en plebe es el mismo, degr‡dese
en plebe pobre o en plebe rica.
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-Ser de "derecho divino" limitaba al monarca; el "mandatario del pueblo" es el
representante del Aboslutismo absoluto.
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-Un pueblo libre presenta un espect‡culo estŽticamente lamentable.
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-El pueblo no ovaciona sino al futuro tirano.
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-El pol’tico, es una democracia, se convierte en buf—n del pueblo soberano.
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-La dignidad del pueblo jud’o consiste en ser el œnico pueblo metaf’sico de la
historia.
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-O el hombre tiene derechos, o el pueblo es soberano.
La aseveraci—n simult‡nea de dos tesis que se excluyen rec’procamente lo que
han llamado liberalismo.
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-Los que conf’an en la emancipaci—n del pueblo deben recordar que la
detestable burgues’a no es m‡s que la vieja y decente burgues’a emancipada.
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-Hablar de "madurez pol’tica" de un pueblo es propio de inteligencias inmaduras.
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-Con la invenci—n de la radio, ya ni el analfabetismo protege al pueblo contra la
invasi—n de los ideales burgueses.
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-La voluntad de un pueblo de conservar "puro" su repertorio genŽtico puede ser
una petulancia, pero no es una imbecilidad; ya que no existen razas puras,
existen mezclas felices.
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-Mientras m‡s horrendo sea un delito su utilidad final suele ser m‡s boba.
Cu‡ntas matanzas no han necesitado la transformaci—n del pueblo en
burgues’a!
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-Con la experiencia educacional de los œltimos siglos ya sabemos
suficientemente lo que lee el pueblo para temer que quien hoy se afane en
alfabetizarlo se proponga ante todo corromperlo.
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-El revolucionario venera en el pueblo al artesano de su futura fortuna.
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-El pueblo nunca elige.
Cuando mucho, ratifica.
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-La orgullosa burgues’a del XIX comienza a parecerle simp‡tica al que presencia
este connubio de un pueblo aburguesado con una burgues’a aplebeyada.
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-Las grandes estupideces no vienen del pueblo.
Primero han seducido a hombres inteligentes.
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-Ciertos traumatismos del alma de un pueblo parecen el œnico car‡cter
adquirido que se hereda.
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-Embrutecer cabalmente a un pueblo sin instrucci—n primaria es imposible.
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-Si la coyuntura no lo constri–e, no hay jud’o radicalmente de izquierda.
El pueblo que descubri— el absolutismo divino no pacta con el absolutismo del
hombre.
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-Una mayor capacidad de matar es el criterio de "progreso" entre dos pueblos o
dos Žpocas.
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-Proletario consciente en el vocabulario marxista significa pueblo convertido a
los ideales burgueses.
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-Ya no hay clase alta, ni pueblo; s—lo hay plebe pobre y plebe rica.
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-Soberan’a del pueblo no significa consenso popular, sino atropello por una
mayor’a.
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-La ley no es soberana sino donde el pueblo la cree de origen divino.
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-La actividad pol’tica deja de tentar al escritor inteligente, cuando el fin entiende
que no hay texto inteligente que logre tumbar ni a un alcalde de pueblo.
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-La inmigraci—n del campesino en las ciudades fuŽ menos desastrosa que la del
notable del pueblo.
La sociedad rural, por una parte, perdi— la estructura de prestigios que la
disciplinaba, y el notable, por otra, se convirti— en part’cula an—nima de la
amor’a masa humana.
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-El pueblo no es tema literario sino para obras subalternas.
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-Las palabras nacen en el pueblo, florecen entre escritores, mueren en boca de
la clase media.
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-El gobernante en mangas de camisa primero entusiasma al pueblo, despuŽs
hasta al populacho asquea.
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-El pueblo hoy no se siente libre sino cuando se siente autorizado a no respetar
nada.
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-Donde no hay sino pueblo, la estabilidad del tirano est‡ garantizada.
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-El pueblo a veces acierta cuando se asusta; pero siempre se equivoca cuando
se entusiasma.
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-Los acontecimientos hist—ricos graves alteran la sustancia misma de los
pueblos.
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-Sometido a la prŽdica democr‡tica, el pueblo pierde sus virtudes propias sin
adquirir las de la clase que envidia.
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-Todo acontecimiento hist—rico, inspirado por retor, intelectual, demagogo o
tŽcnico, acaba ahogando al pueblo en sangre.
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-El pueblo s—lo es civilizado mientras perdura la huella de una clase alta, l‡tigo
en mano.
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-El pueblo que se despierta, primero grita, luego se emborracha, roba, asesina, y
despuŽs se vuelve de nuevo a dormir.
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-Basta agitar a un pueblo para que se exhale un olor fŽtido.
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-Una burocracia le resulta al pueblo siempre finalmente m‡s costosa que una
clase alta.
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-Pueblo es toda reuni—n de m‡s de quince personas.
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-El pueblo que se vuelve irreligioso adquiere inmediatamente todos los defectos
burgueses.
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-Hoy se le puede exigir a un pueblo lo que se quiera, siempre que la exigencia se
haga en vocabulario de izquierda.
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-En su af‡n pueril y vano de seducir al pueblo, el clero moderno concede a los
programas socialistas la funci—n de esquemas realizadores de
bienaventuranzas.
El truco consiste en reducir a una estructura colectiva y externa al individuo un
comportamiento Žtico que si no es individual e interno no es nada.
El clero moderno predica, en otros tŽrminos, que hay una reforma social capaz
de borrar las consecuencias del pecado.
De lo que se puede deducir la inutilidad de la redenci—n por Cristo.
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-Lo que destruy— la estructura de la vieja sociedad occidental no fuŽ la
inconformidad del pueblo, sino la vanidad de la clase media.