Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Hoy, Viernes Santo, con la celebración de la Pasión del Señor queremos adentrarnos más
íntimamente en el misterio de nuestra Redención.
En este día, en que “ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo” , la Iglesia,
meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su
nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el
mundo.
Por eso, una serie de signos nos hablan de la centralidad de éste día y de su celebración en
el marco del Triduo Pascual.
Ante todo, el Viernes de la Pasión del Señor es un día de penitencia para la Iglesia y que se
expresa ya por medio de la abstinencia y el ayuno que hemos procurado guardar.
Por otro lado, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebramos la Eucaristía,
y la sagrada Comunión se distribuye a los fieles solamente durante la celebración de la
Pasión del Señor.
Nuestra misma celebración ha comenzado de modo inusual, con un profundo silencio. Los
ministros se postran rostro en tierra; un rito propio de este día que significa tanto la
humillación “del hombre terreno” , cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia por la muerte
de su Señor.
Sin el habitual saludo inicial, con una proclamación prolongada del Evangelio de la Pasión,
sin signación ni el acostumbrado beso, con el altar desnudo sin mantel ni cirios, con las
imágenes de nuestro Templo tapadas, todo adquiere sabor a recogimiento, a meditación
pausada y – como no – a duelo por la muerte del Señor.
Pero nuestra mirada se centra el día de hoy sobre todo en la Cruz. Ella es el gran símbolo
que destaca en medio de todo; ella la gran lección del amor de Dios por nosotros. Y la
contemplamos aquí, desgarradora en su expresión y sin embargo majestuoso.
Deseamos aprender la lección de la cruz y del amor del crucificado. Sin embargo, solo
podremos hacerlo si nos adentramos al misterio de este día con un verdadera actitud de
fe. Y es que sin fe quedaríamos como caminado a ciegas y permaneciendo ignorantes del
lenguaje amoroso con que Dios se dirige a nosotros.
Recojamos por eso, queridos hermanos, al menos unas breves enseñanzas entresacadas
del tesoro inagotable del misterio de éste día. Escuchemos lo que se nos dice; guardemos
lo que entendamos; y profesemos luego con nuestros cantos y oraciones lo que creemos.
En primer lugar la cruz nos recuerda la horrenda capacidad destructora del hombre, fruto
del pecado. En ella vemos como nosotros mismos hemos dado muerte al Hijo de hombre.
Con nuestras culpas le hemos llevado al Calvario para ser crucificado.
Y nos podríamos preguntar de dónde le viene al hombre esta capacidad de obrar el mal
contra el otro. La explicación es sencilla: cuando el hombre se aparta de Dios rompiendo
su relación de dependencia con Él, quiebra en sí la vocación al amor, se vuelve casi
compulsivamente contra su prójimo, a quien no soporta más, y crece paulatinamente su
deseo de aniquilarlo.
Una segunda enseñanza que extraemos de la cruz, queridos hermanos, nos habla acerca
del ser humano que sufre, incapaz por sí solo de encontrar una explicación al dolor, al mal
y a la muerte que le hacen experimentarse frágil, quebradizo.
El sufrimiento es una de las grandes interrogantes del hombre; ¿por qué sufrimos?, ¿tiene
sentido el dolor y cuál es su valor en nuestra vida?, ¿cuál es su relación con nuestro anhelo
de felicidad?
Sólo contemplando a Cristo crucificado podremos encontrar la luz capaz de iluminar y dar
sentido a nuestros sufrimientos físicos y morales, que tanto nos aquejan, y que – siendo
realistas – forman una dimensión constitutiva del ser humano que peregrina por esta
tierra.
Por eso, contemplar la cruz en esta tarde, es también contemplar al Traspasado. Él es el
Justo que sufre por nuestra causa, “el Cordero que permaneció mudo (ante los ultrajes) y
que fue inmolado;… el que fue tomado entre la grey y arrastrado al matadero, inmolado al
atardecer y sepultado por la noche;… el que resucitó de entre los muertos y resucitó al
hombre desde las profundidades del sepulcro” .
Con su presencia en medio del dolor humano comprendemos que podemos aceptar con
amor y serenidad nuestras propias cruces; abrazarnos a ella con la certeza de no estar
nunca más solos, que el Señor está con nosotros y que Él nos conforta y sostiene.
Hagamos finalmente nuestra una última enseñanza en esta tarde. Ella consiste en lo que
sigue:
Si «antes la cruz significaba desprecio, hoy es algo venerable; si antes era símbolo de
condena, hoy es esperanza de salvación. Se ha convertido verdaderamente en manantial
de bienes infinitos; nos ha liberado del error, ha despejado nuestras tinieblas, nos ha
reconciliado con Dios, de enemigos de Dios nos ha hecho sus familiares, de extranjeros nos
ha hecho sus vecinos: esta cruz es la destrucción de la enemistad, el manantial de la paz, el
cofre de nuestro tesoro».
Porque en ella triunfa el Señor, no es más un signo de muerte, sino de vida; no es más
signo de frustración, sino de esperanza; no es signo de derrota, sino de victoria. Más aún,
como dice un antiguo himno litúrgico, la cruz de Cristo es la «única esperanza», porque
cualquier otra promesa de salvación es falsa, desde el momento en que no resuelve el
problema fundamental del hombre: el problema del mal y de la muerte.
Muy queridos hermanos, en esta tarde hemos puesto nuestra mirada en la cruz; miramos
a Aquél que pende de ella. Adoremos el misterio de amor que ella contiene. Es el misterio
del “amor hasta el extremo” cuya fuerza vence las tinieblas del pecado y de la muerte y
“nos abre el paso al paraíso”.
Dejemos finalmente que el Señor entre más en nuestra vida, siempre más, para que su
amor nos transforme, disipe nuestras tinieblas y nos haga participes de la luz y la nueva
vida de su resurrección. En efecto: Señor, ¿adónde vamos a ir? ¡Sólo Tú tienes palabras de
vida eterna, y nosotros sabemos que Tú eres el Santo de Dios!
Amén.
La Misa Crismal es la que preside cada Obispo en la Iglesia Catedral de su diócesis. Es la
máxima representación de la plenitud de su sacerdocio y del ejercicio de su potestad.
Rodeado del presbiterio, del que es cabeza, de los diáconos, de los religiosos y del Pueblo de
Dios al que pastorea como guía y maestro, hace presente a la Iglesia Madre, una, santa,
católica y apostólica, presente desde que Cristo la fundara, y extendida a lo largo y ancho del
Planeta.
Guion: negro
Rúbrica: rojo.
Ritos iniciales
Introducción
En este día sagrado, en que nuestro Señor Jesucristo ha instituido el más grande de los
sacramentos, la Santísima Eucaristía, y también el Sacerdocio ministerial, y nos ha legado el
mandamiento de la caridad fraterna, nos congregamos en esta Iglesia (madre), (Catedral de la
(arqui)diócesis), para la celebración de la Misa Crismal, presidida por nuestro (arzo)obispo.
Como es tradicional en la liturgia romana, durante esta celebración, el Obispo bendecirá los
Óleos de los enfermos y de los catecúmenos, y consagrará el Santo Crisma.
El Obispo saluda al pueblo como le es propio. (Cf. Missale Romanum, -MR- Ordo Missae, 2).
Himno Gloria in excelsis (Cf. MR, Ad Missam Chrismatis, 6).
Oración Colecta
La Oración Colecta de hoy recoge la súplica y el deseo de todos aquellos que participan del
Sacerdocio ministerial: ser ante el mundo auténticos testigos del Evangelio de salvación.
Liturgia de la Palabra
El Señor Jesús, el Siervo sufriente del Padre, ha sido ungido por el Espíritu Santo como el
Mesías en el que se cumplen todas las profecías.
El profeta David, ungido como rey, es figura del Cristo, a Quien el Padre unge como Señor y
Salvador de los hombres.
Jesucristo es el Sumo y Eterno Sacerdote, el único Mediador entre Dios y los hombres. De su
Sacerdocio participa todo bautizado, pero cada quien según la vocación a la que ha sido
llamado.
Se omite el Aleluya.
Desde que Jesucristo se encarnó y entró en nuestra historia, sujetándose en cuanto hombre,
a las coordenadas del tiempo y del espacio, toda la vida de los bautizados es el verdadero
"Año de Gracia" al que se refiere el Señor en el Evangelio.
Liturgia de la Eucaristía
Ofertorio
Si no tuvo lugar antes, ahora se realiza la procesión con los Óleos y las ofrendas, durante la
cual se canta el himno O Redemptor, u otro canto apropiado, en lugar del de presentación de
ofrendas (Cf. CE, 283; PR, 17).
Ahora, serán solemnemente llevados en procesión y luego presentados los tres santos Óleos
al Obispo:
El Oleum infirmorum (Óleo de los enfermos) es materia del sacramento de la Unción, que
robustece el cuerpo y el alma de aquellos que son aquejados por dolencias físicas, o de
quienes sienten la debilidad propia de su edad avanzada.
El Sanctum Chrisma (Santo Crisma) toma su nombre del mismo Cristo, esto es, del "Ungido
de Dios". Representa la dignidad de cada hijo de Dios, que es templo de la Trinidad, y que
participa de la misión profética, sacerdotal y real del Redentor. Con él "se unge a los recién
bautizados, los confirmandos son sellados, y se ungen las manos de los presbíteros, la
cabeza de los obispos, y las Iglesias y los altares en su dedicación" (CE, 274).
El Obispo procede a la bendición del Óleo de los enfermos, con el que la Madre Iglesia, en
nombre de Cristo, hace sentir el consuelo de Dios a quienes sufren en el cuerpo o en el
espíritu.
Comunión
Jesucristo, Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza, se nos ofrece bajo las apariencias del pan
y del vino.
Éste es el Alimento del Pueblo redimido que marcha hacia la Pascua eterna. Recibámoslo con
fervor y gratitud.
Una vez que ha sido bendecido el Óleo de los enfermos, y luego de la monición que precede a
la plegaria consecratoria del Crisma, el Obispo sopla sobre este Óleo que acaba de
confeccionar (Cf. CE, 290; PR, 25). Puede leerse la siguiente guía explicativa:
El Obispo sopla sobre el Santo Crisma, evocando uno de los tantos gestos con los que la
Iglesia quiere significar la transmisión del Espíritu Paráclito, que todo lo renueva y santifica.
En la Plegaria consecratoria del Crisma, cuando el Obispo ha dicho "El Señor, tu Dios, te ha
ungido con aceite de alegría más que todos los hombres", si optó por la primera oración; o
"...los cristianos participen de su dignidad real, sacerdotal y profética", si eligió la segunda
oración, el guía dice:
Todos los sacerdotes extiendan su mano derecha hacia el Crisma. (Cf. CE, 290; PR, 25).
Ritos finales
Bendición final
Despedida
El Obispo junto a los concelebrantes y a los ministros que portan los sagrados Óleos, se
dirigen procesionalmente hacia la sacristía. El coro canta algunas estrofas del himno O
Redemptor, que acompañó a la primera procesión de dichos Óleos, u otro canto apto.(Cf. CE,
293; PR, 27).
Arraigados en Cristo Sacerdote, Pan de esperanza, nos preparamos para vivir en plenitud el
Sagrado Triduo Pascual, (que comenzará esta tarde con la Misa de la Última Cena del Señor).