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El propósito que guía esta obra es el de ayudar a hacer comprender cuál es la naturaleza del
enfoque psicosocial, cuáles son sus características y sus límites. Para conseguir este objetivo es
preciso investigar el proceso histórico a través del cual se fueron delineando los conceptos, las
orientaciones y los contenidos. Al rastrear con sentido crítico a la memoria histórica de la
psicología social, aparece como una disciplina problemática, estructurada por múltiples líneas de
tensión que la obligan a proceder a un constante examen crítico de sus propias
fundamentaciones.
Dar cuenta de la psicología social es dar cuenta de una materia problemática que debe
acrecentar las inquietudes y el deseo de saber de quienes se acercan a ella, en lugar de
apaciguarlos y calmarlos.
La afirmación de que la psicología social tiene varios pasados abre un debate en cuanto a la
naturaleza del discurso histórico y en cuanto a la naturaleza de la causalidad social. Existen varias
formas de escribir la historia de una realidad actual, la forma en que se escribe una historia puede
afectar, con mayor o menor fuerza, la configuración misma del presente. La forma de relatar el
pasado influye necesariamente sobre el futuro, puesto que afecta el presente. En este sentido,
ninguna historiografía es “inocente”. Por ejemplo, la historia de la psicología social publicada por
Gordon Williard Allport en 1954 convertida en la historiografía estándar de la disciplina,
contribuyó probablemente a fortalecer la orientación positivista, individualista y experimentalista
de la psicología social. Los tópicos historiográficos establecidos por G.W. Allport se daban por
supuestos en casi todas las presentaciones históricas de la psicología social: la investigación
científica en la disciplina se inauguraba en 1897 con N. Triplett. La aparición académica de la
psicología social acontecía en 1908 con sus dos primeros manuales. La psicología social tenía una
rica ascendencia europea, pero en suelo americano había conseguido germinar, florecer y dar sus
frutos más científicos. La psicología social, además, había sido “descubierta” por Auguste Comte.
Tuvieron que transcurrir muchos años antes de que se empezara a cuestionar cada uno de estos
tópicos. Si bien era cierto que la psicología social había conocido su más intenso desarrollo en
suelo americano, esto no podía interpretarse más que como el resultado lógico de un proceso
mucho más general de americanización del conjunto de las ciencias sociales. Además, era muy
aventurado situar en Auguste Comte el descubrimiento de la psicología social. La presentación
que hacía Allport de la postura de Comte adolecía de múltiples sesgos y considerables errores
fácticos.
Quedó al descubierto la función ideológica desempeñada por los principales puntos de referencia
históricos elegidos por la persona a quien se encargó presentar la historiografía oficial de la
disciplina. El relato de Allport se quedaba en una ejemplificación típica de la llamada historia
“whiggish”, es decir, de una historia escrita por los vencedores y orientada a “producir una historia
que no es sino la ratificación e incluso la glorificación del presente”. La historiografía whiggish
trata de legitimar el presente buscando en el pasado la confirmación de las creencias y de los
valores actuales. Así por ejemplo, en vez de conceder un relieve particular al año 1908, Allport
hubiera podido elegir muchas otras fechas para ilustrar la aparición de los primeros tratados de la
psicología social. En lugar de fomentar la impresión de una nítida y brusca irrupción de la
psicología social en el mundo académico, emergiendo desde la psicología y desde la sociología, lo
que hubiera enfatizado con la elección de fechas más remotas, es la confusa, lenta y multifacética
emergencia de la disciplina.
Pero es evidente que de esta forma no se hubiera podido dotar a la disciplina de una legitimación
positivista.
Las elecciones históricas de Allport fueron las que fueron y la autoconsciencia histórica de los
psicólogos sociales resultó de esas elecciones. El experimentalismo de Triplett y el positivismo de
Comte constituían puntos de referencia perfectamente adecuados para caracterizar esa
psicología social estadounidense. El problema es que la versión historiográfica de Allport
engendraba efectos prescriptivos, legitimando históricamente una determinada concepción de la
psicología social. Estos efectos fueron tanto más potentes cuanto que la aceptación acrítica de la
historia elaborada por Allport se vio fuertemente favorecida por dos factores nada desdeñables:
el desinterés mayoritario de los psicólogos sociales por la historia en general, y por la historia de
su propia disciplina en particular, y la constante reedición del texto de Allport a lo largo de las
sucesivas nuevas ediciones.
Una ciencia sin memoria está a la merced de las fuerzas del día. La historia de la psicología social,
concebida como un análisis crítico del pasado para alcanzar una mejor comprensión del presente,
aún queda por escribir. Quizás el rechazo del “mito de origen” construido por Allport constituya
un primer paso en esa dirección.
En cuanto se resquebraja la fe positivista, se impone con claridad, la idea de que las disciplinas
científicas, lejos de constituir productos naturales, son el resultado de un conjunto de prácticas
sociales, históricamente situadas y propias de una sociedad determinada. Se torna imprescindible
calibrar con la máxima atención la naturaleza de las determinaciones sociales que incide sobre
ellas y que conforman sus características. Las formas de conocimiento que caracterizan hoy por
hoy la psicología social no pueden ser entendidas adecuadamente mientras sus orígenes sociales
permanezcan ocultos.
Entiendo que una de las huellas dejadas por la crisis que se manifestó en el seno de la disciplina
durante los años setenta es precisamente la emergencia del interés por la historia de la psicología
social. La reflexión crítica sobre las características dominantes de la psicología social, así como el
malestar expresado en relación al estado actual de la disciplina, condujeran lógicamente hacia
una preocupación por estudiar la trayectoria que había conducido a la psicología social hasta ese
supuesto impás teórico y metodológico, tomando consciencia de que “las formas presentes
tienen su particular naturaleza en virtud de su pasado, con lo cual la comprensión del presente
exige la comprensión de su génesis. Se suele decir que el interés prestado a la propia historia
constituye un indicador fiable del grado de madurez alcanzado por una disciplina. La psicología
social empieza a evidenciar, desde hace algunos años, que está alcanzando una fase de madurez.
Desde los principios de los años setenta, se acumulan indicios de un creciente interés por la
historia de la disciplina.
Entiendo que la preocupación por la historia sólo se torna realmente fructífera cuando deja de
ceñirse a una preocupación meramente historiográfica. Lejos de encerrar la historia en un museo,
se trata de utilizarla como un instrumento para forjar el futuro de la psicología social
esclareciendo su presente. De lo que se trata es de realizar un análisis historiográfico que
constituya a la vez un análisis contextualista y un análisis crítico. Contextualista porque no se
puede entender adecuadamente la psicología social si no se la sitúa en el amplio movimiento de
ideas que tardó varios siglos en fragmentarse para dar paso a las diversas disciplinas que
constituyen las actuales ciencias sociales humanas. Cada una de estas disciplinas sigue guardando
las huellas de un pasado indiferenciado. Es precisamente en el lento proceso de diferenciación
disciplinar donde residen algunos de los factores explicativos actuales de las características de
esas disciplinas. Las posibilidades de acceder a la inteligencia de la psicología social quedarían sin
dudas mermadas por el hecho de desarrollar una historia separada para esta disciplina, perdiendo
de vista el fondo común que la vincula con las restantes disciplinas que forman parte de su
contexto de conocimiento. El presente es el fruto del pasado y se puede afirmar incluso que el
pasado, transformado y sedimentado, late en el presente y que sigue teniendo en este sentido,
una plena actualidad. El presente emerge del pasado pero no está preinscrito en él.
La genealogía consiste en indagar el pasado desde el punto de vista del presente con el propósito
de hacer que el presente sea inteligible. La historiografía debe ser contextualista en el sentido de
que debe abarcar el tronco común de la reflexión sobre lo social, pero el contextualismo sería muy
insuficiente si se redujese a una historia de las ideas. Es preciso atender a las condiciones sociales
que incidieron en la conformación última de la psicología social. No se pueden negar
acontecimientos como la Revolución francesa, ni procesos sociales como la industrialización de
las sociedades europeas, ni tampoco coyunturas históricas tales como el auge del período militar
industrial de Estados Unidos.
Además de ser contextualista, pretende ser una historiografía crítica. En primer lugar, porque una
de las principales funciones que asigno a la investigación histórica consiste en poner al
descubierto los supuestos implícitos y las tomas de partido enmascaradas que subyacen en
muchas delas formulaciones que se dan por sentadas en una disciplina. En segundo lugar,
pretendo indicar simplemente cierta distanciación con las formas académicamente dominantes
de la psicología social (la psicología social mainstream), o por lo menos mostrar idéntica
receptividad hacia las posturas alternativas.
Por encima de sus diferencias y controversias internas, las distintas orientaciones conductistas
comparten una misma convicción de que la conducta social se adquiere a través del proceso de
condicionamiento, instrumental o clásico. Su propósito es explicar las conductas sociales en
términos de los principios generales del aprendizaje para dar cuenta del conjunto de la
conducta humana. Es decir, predecir la conducta social a partir del conocimiento de eventos
situacionales y de la experiencia previa que haya tenido la persona con esos eventos.
La llegada masiva a EE.UU, durante los años 30, de psicólogos alemanes formados en la tradición
de la Gestalt, permitió que se estableciera un foco de influencia alternativo al que representaba el
conductismo. En efecto, su concepción molar de los procesos psicológicos, frente al
elementarismo del enfoque conductista, y su énfasis sobre la actividad constructiva del ser
humano, frente al determinismo ambientalista de los conductistas, hacían de la psicología un
instrumento más adecuado para elaborar los fenómenos psicosociales. Otros tres factores
contribuyeron a la extensión e influencia del gestaltismo:
Otro autor importante es Asch, que contribuye con sus estudios a la formación de las
impresiones, según la cual la percepción presenta propiedades estructurantes de la
representación de la realidad y esta modulada por factores subjetivos. Años después, estudio el
fenómeno del conformismo social, que marco una generación de investigaciones de la presión
social del grupo y sobre los procesos de influencia desembocando en otros trabajos.
El concepto de rol social es esencial dentro de la psicología social. Es un buen candidato para
proporcionar un punto de articulación teórica entre sociología y la psicología social.
Mead utilizó la noción de rol para dar cuenta de la socio génesis de las personas. En efecto, la
capacidad de adoptar la posición del otro y de articular hacia sí mismo desde esa posición, es
decir, en definitiva el proceso de toma de rol, constituye según este autor uno de los
mecanismos básicos de la socialización y de la interiorización de las normas sociales, a la vez
que proporcionan un instrumento para construir su propia identidad.
Linton contribuyó a desarrollar la teoría del rol mostrando la importancia que revisten los roles así
como los diversos estatus, asignados o adquiridos, que ocupa el individuo en el seno de una
sociedad para configurar las bases culturales de la personalidad. Hubo diversas investigaciones
sobre roles sociales, como por ejemplo: naturaleza de roles sexuales, juego de rol, conflicto de rol,
entre otros.
En una obra de Goffman, se encuentran los planteamientos que formulan las consecuencias de la
metáfora dramatúrgica implícita en el proceso de concepto de rol.
Esta corriente constituye una rica corriente psicosociológica que se contrapone a la psicología
social individualista, nutriéndose de: Mead, James, Dewey, entre otros.
Blumer, en 1937, bautizó a esta corriente con el nombre que lleva, quien se convirtió en su
portavoz más visible y la define en base a tres premisas:
a. El reconocimiento de que lo propio de los seres humanos radica en actuar en relación con
los objetos a partir del significado que éstos representan para ellos. Es importante entender cuál
es la definición subjetiva que da a la situación el propio individuo. Es decir, que la génesis de los
significados se ubica en la propia interacción.
b. El significado de los objetos emerge a partir de las interacciones que el individuo teje con
sus semejantes. No se trata de que los demás nos enseñen cuál es el significado, ni que los demás
nos transmitan, sino que son las propias personas quienes lo construyen o reconstruyen, a través
de sus interacciones sociales. Este punto de vista, guarda una evidente relación la tesis de
Vigotsky acerca de la anterioridad de lo interpsicológico sobre lo intrapsicológico, apunta dos
supuestos básicos:
Reflexividad: Propiedad esencial del ser humano. Para que la interacción social pueda
desarrollarse, es necesario que el individuo tenga la capacidad de situarse en la posición
de los demás y de contemplarse a sí mismo como objeto para los demás. Nociones
capitales: significados compartidos, de intersubjetividad y de propositividad de la
conducta.
referentes Metodológicos
Ahistoricismo:
Centración sobre el
aquí y ahora.
Teoría de campo
(Lewin)
Estudios sobre la
formación de las
impresiones y
conformismo social
(Asch)
personalidad autoritaria
(Freudomarxistas)
Relativa autonomía
del yo respecto a
otras
instancias de la
personalidad
(Postfreudianos)
Teoría del rol George Herbert Noción de rol para dar
cuenta de la sociogénesis
Mead de las personas.
Ralph Linton La capacidad de adoptar la
Erving Goffman posición del otro y de
actuar hacia sí mismo desde
esa posición: proceso de
toma de rol, que constituye
uno de los mecanismos
básicos de la socialización y
de la interiorización de las
normas sociales, y
proporciona un
instrumento para construir
la propia identidad.
Reflexividad: Los
actores sociales no
son radicalmente
ajenos a los otros,
sus actuaciones
respectivas se
articulan entre sí. Es
necesario que el
individuo pueda
contemplarse como
objeto para los
demás.
Actividad en la
construcción del
conocimiento: El
conocimiento se
construye a través
de la intervención
concreta con las
cosas. Esta
intervención
proporciona un
feedback, o una
información en
retorno. El
conocimiento social
no se adquiere si no
es a través de la
propia actividad
desplegada por el
sujeto en el
transcurso de las
interacciones
sociales. Idea que
apunta a una
concepción del ser
humana en
términos de agente
activo.
b. Estructuración
activa de la
realidad: el actor
selecciona,
comprueba,
suspende, reagrupa
y transforma los
significados a la luz
de la situación en la
que se halla y en
función de la
orientación de su
acción. La
construcción de
significado resulta
de un proceso de
negociación
interpersonal a
través del cual se va
perfilando el
significado
compartido de la
situación. El
significado no está
en las cosas, sino
que se construye
en la interacción a
través de una
negociación activa.
La construcción del significado de una situación no transcurre exclusivamente en la cabeza
del individuo, sino que resulta de un proceso de negociación personal a través del cual se va
perfilando el significado compartido de la situación. Entonces, el significado no está
exclusivamente en las cosas, tampoco constituye una aportación ya hecha proporcionada por
los demás o por el propio individuo, sino que se construye en la interacción a través de la
negociación activa.
EPÍLOGO
Es necesario sortear los escollos de la historia whiggish y emprender una genealogía critica que
permita entender el presente en termino de sus condiciones de constitución histórica sin
privilegiar aquellas orientaciones que, se han convertido en las orientaciones vertebradoras de la
configuración actual de la disciplina.
A su apertura interdisciplinar.
Aunque la psicología social naciera como disciplina intersticial entre la psicología y la sociología,
esto no implicaba en absoluto que sus unidades de análisis tuvieran que ser de un tamaño
intermedio entre las unidades de la psicología y las de la sociología. Por ejemplo: El estudio de las
motivaciones pertenece tanto al campo de la psicología como al de la psicología social.
Tampoco significaba que los fenómenos por tal disciplina estudiados tuvieran que ser fenómenos
residuales en el sentido de no pertenecer ni al campo de la psicología ni al de la sociología. Sin
embargo, la tónica dominante en psicología social consistió en ceñir el alcance de la disciplina a
los estrictos límites marcados por una situación de la disciplina intersticial. La psicología social
redujo paulatinamente su ángulo de miras hasta hacerlo coincidir prácticamente con el impacto
de los factores sociales sobre el individuo.
El dialogo inicial que la psicología social tenía con otras disciplinas se fue convirtiendo en un
diálogo casi exclusivo con la Psicología en general, lo que implicó la perdida de la posibilidad de
enriquecerse con perspectivas diversificadas y amplias, y también poder incidir con los
conocimientos producidos desde otras disciplinas.
Durante varias décadas la psicología social sólo existió en suelo norteamericano. Esto trajo como
consecuencia:
La reducción epistemológica trajo como consecuencia el hecho de que casi todos los sistemas de
incentivación articulados por la disciplina para “recompensar” a sus miembros, descansaran sobre
la realización de investigaciones experimentales. Promociones académicas, recursos para la
investigación, reconocimientos institucionales; eran función esencialmente de las investigaciones
publicadas y las revistas sólo aceptaban textos con resultados estadísticamente significativos. De
esta forma, el método experimental tendió a constituirse como el método de validación
cuasiexclusivo de los conocimientos psicosociales.
Dentro de un marco plural cada investigador puede desarrollar sus propias opciones y situarse en
la orientación precisa que le parezca más convincente.
Las vías más provechosas para la disciplina pasan por tres cuestiones esenciales:
La reformulación de lo social
Lo “social” posee una consustancialidad con lo simbólico. No aparece hasta el momento en que se
constituye un mundo de significados compartidos entre varias personas. Es este fondo común de
significaciones el que permite investir a los objetos con una serie de propiedades que no poseen
de por sí, sino que son construidas conjuntamente a través de la comunicación y que se sitúan por
lo tanto en la esfera de los signos. Lo “social” es distinto de lo colectivo e incluso de las relaciones
interindividuales y de las actuaciones conjuntas.
El ser humano se construye como agente social. Las personas son seres sociales
independientemente de la forma en la que se las trate. El ser biológico empieza a constituirse
como ser social en el preciso momento en que viene al mundo, y esta construcción se prosigue
precisamente a través de la comunicación que establece con los demás y a través de su
participación en el espacio de la intersubjetividad. Lo social no es algo que “incide sobre” la
persona o que la “condicione” de alguna forma, sino que es la sustancia misma con la que esa
persona está constituida como tal persona. El individuo, cuando lo reconocemos como persona
es, esencialmente, una entidad socialmente construida.
Son muchas las implicaciones que esta ampliación tiene para la psicología social. El lenguaje, la
comunicación y las actividades simbólicas adquieren un estatus particular en las prioridades de
investigación. El interés por el lenguaje implica así también conceder una importancia particular al
enfoque histórico de la cultura de los pueblos, e implica, a nivel metodológico prestar especial
atención a los aportes de la hermenéutica. El campo de la psicología social se extiende mucho
más allá de lo individual, para abarcar las prácticas sociales, la intersubjetividad, la construcción
de los significados sociales y la continua reproducción y transformación de las estructuras sociales
a través de las prácticas sociales individuales y colectivas. La difuminación de la dicotomía
individuo/sociedad obliga a la consideración simultánea de varios niveles de realidad. El hecho de
que lo social sea obra de los seres humanos y resulte de sus propias actividades de construcción le
otorga un estatus particular en cuanto a objeto de conocimiento.
Además de considerar que el interés por el control y la predicción no debería primar sobre otros
intereses, como por ejemplo el de la comprensión, entiendo que la concepción verificacionista del
conocimiento y la teoría de la verdad como correspondencia con la realidad han dejado de
constituir un punto de referencia legítimo para la investigación científica. Frente a la
epistemología neopositivista es preciso recoger las aportaciones de la nueva filosofía de la ciencia
y los aspectos más interesantes de esas dos epistemologías contrapuestas, que son el realismo y
el neopragmatismo.
Realismo: resulta provechoso conservar la idea de que los fenómenos que observamos obedecen
a causas que radican en las estructuras de la realidad, y están conectadas con sus efectos
mediante relaciones necesarias. La realidad que describimos existe con independencia de
nuestras descripciones, aunque sólo pueda ser conocida bajo descripciones particulares. El
realismo es compatible además con la idea de que las causas pueden no producir necesariamente
sus efectos porque, por ejemplo, se ven neutralizadas con otras causas que actúan en la
estructura de la realidad. El realismo permite rehabilitar de esta forma el concepto de causas
sociales e impide que se disuelva la realidad de las estructuras sociales en el nivel fenomenológico
de su percepción.
Neopragmatismo:
La reconceptualización de la ciencia como producto y práctica social orienta la atención hacia los
ineludibles efectos sociales que el diálogo científico ejerce sobre la conformación misma de la
sociedad. Los conceptos y el lenguaje científico, sobre todo los que se elaboran en las ciencias
sociales, infiltran el lenguaje del sentido común engendrando nuevas formas de concebir el
mundo social y el propio ser social. Esto plantea la necesidad de considerar la psicología social no
sólo en términos de su “objeto”, sino también de sus “objetivos”: asumir el objetivo de la
psicología social, reconocer el sujeto, tiene sendas implicaciones prácticas y teóricas que van
desde el moverse en la cotidianeidad, hasta aceptar las escalas de valores como ingredientes
contextuales de toda situación.
Definir que es un paradigma no ha sido tarea sencilla debido a su pluralidad de significados. Kuhn
es responsable de introducir al menos tres tipos de significados para la noción de paradigma:
Para este autor un paradigma es “una o más realizaciones científicas… que una comunidad
científica particular reconoce durante cierto tiempo como fundamento para su práctica
posterior…”. Además, un paradigma establece los criterios para la elaboración de las herramientas
apropiadas para resolver rompecabezas disciplinarios. Es una realización científica concreta que
como foco de entrega profesional es anterior a los diversos conceptos, leyes, teorías y puntos de
vista que pueden abstraerse de ella.
Por otra parte, para Mumné los paradigmas en psicología social específicamente derivan de
modelos del hombre, lo cuales se ubican a su vez en las concepciones de la ciencia o
metaparadigmas, cuyo referente último es el ámbito disciplinario entendido como un marco
epistemológico sustantivo.
Ese modelo será definitivamente adoptado por la psicología como paradigma de ciencia y
campeará en la disciplina haciendo sentir de manera dominante su influencia, hasta principios de
la década de los ’70 - ’80, cuando se comienzan a sentir los atisbos de malestar e inconformidad,
ya que la visión del ser humano y las vías para estudiarlo son insuficientes. Un ejemplo fue el
artículo publicado por Gergen sobre la psicología social como historia (1973).
a. Predominio del método hipotético deductivo (científico por excelencia), con la tendencia
a descalificar como ilegítimas a otras vías metodológicas.
e. Los fenómenos psicosociales se rigen por procesos causales que actúan seleccionando
pautas de comportamiento de acuerdo con sus consecuencias.
La inconformidad con este paradigma se venía haciendo sentir desde la década del ‘70. Aludimos
a las voces críticas dirigidas contra los postulados mismos del paradigma, contra una forma de ver
la ciencia, de hacer ciencia y de interpretar a los seres humanos en relación con su ambiente. El
surgimiento de la psicología comunitaria latinoamericana es un buen ejemplo. Esta rama de la
psicología se inicia en los ’70 en varios países latinoamericanos. Otro tanto va a suceder con la
psicología política, en la cual se da una evolución del paradigma dominante a un paradigma
coincidente con el que venía desarrollando la psicología comunitaria. La crisis de la psicología
social pro fin da frutos en el sentido de estructurar un nuevo paradigma.
2. El paradigma emergente
El paradigma que se ha venido construyendo durante las últimas décadas está constituido por los
siguientes postulados:
d. Los seres humanos poseen un carácter activo: son actores y constructores de su realidad.
Por lo tanto:
No privilegiar la normalidad.
i. La psicología debe trabajar porque sus objetos de estudio, seres humanos, adquieran
consciencia y control sobre sus vidas y circunstancias vitales. Estudiar los procesos mediante los
cuales las victimas pueden devenir dueños de su destino.
Si analizamos las características del paradigma emergente, podemos observar que algunas de
ellas se inician o tienen su fundamento inicial por lo menos treinta o cuarenta años atrás. Surgen
ante la dificultad o incapacidad del paradigma dominante para explicar satisfactoriamente ciertos
fenómenos bajo estudio, porque los modelos teóricos quedan cortos, porque los modelos
metodológicos no permiten asir el fenómeno a investigar, o porque ambos conjuntamente son
insuficientes. Un buen ejemplo es el de lo que hoy llamamos Investigación-Acción
Participativa o participante o participatoria. La Investigación Acción tiene sus inicios en uno de los
últimos trabajos de Kurt Lewin, es el primer planteamiento de un modelo metodológico de
acuerdo con el cual su autor quería corregir la separación entre proceso de investigación,
resultados e incidencia de éstos sobre el fenómeno o situación estudiada. Entre formulación del
problema y aplicación final un buen lapso puede haber transcurrido, y como la sociedad e
individuos que la crean son dinámicos, la aplicación se hace en un ambiente, grupo o fenómeno
que ya es otro, reduciéndose o desapareciendo la efectividad y aún la utilidad esperada. A Lewin
no se le escapó tal brecha entre estudio y acción y propuso hacer investigación acción. Un
procedimiento en el cual se fuese interviniendo a medida que se fuese investigando, acortando así
la distancia.
Durante los años ’60 y ’70 son muchos los trabajos que se realizan con el modelo de investigación
acción cada vez más rico y más preciso. Para entonces ya la psicología ha empezado a
incorporarlo. Los aires de un nuevo modelo que se había venido gestando en las ciencias afines
llegaban en un momento en que la psicología, por lo menos en una de sus ramas, la social, se
sentía incómoda, insatisfecha, a disgusto con el paradigma dominante. Pero es sólo en los ’80
cuando el elemento participativo es incorporado. El paradigma metodológico dominante coexiste
en perfecta salud con este nuevo, emergente, si bien en pie de guerra.
El encuadre Institucional.
Psicología Social: A la que se apunta se inscribe en una crítica de la vida cotidiana. Las ciencias
sociales encuentran su realidad en la profundidad sin misterio de la vida cotidiana. La Psicología
Social que se postula tiene como objeto de estudia el desarrollo y transformación de una relación
dialéctica, la que se da entre estructura social y fantasía inconsciente del sujeto. Para el autor, el
ser humano, es un ser de necesidades, que sólo se satisfacen socialmente en relaciones que lo
determinan. El sujeto es producido en una praxis. Si esa relación es el objeto de la Psicología
Social, su campo operacional privilegiado es el grupo, que permite la indagación del interjuego
entre lo psicosocial y sociodinámico a través de la observación de las formas de interacción, los
mecanismos de adjudicación y asunción de roles.
La Psicología Social como disciplina que indaga la interacción en sus dos aspectos, intersubjetivo
e intrasubjetivo, es significativa, direccional y operativa. Se orienta a una praxis, su punto de
partida, entonces, es la práctica. La experiencia de esa práctica, conceptualizada como una crítica
y una autocrítica, realimenta y corrige la teoría mediante mecanismos de rectificación y
ratificación, logrando una objetividad creciente. Solo la praxis, introduce inteligibilidad dialéctica
en las relaciones sociales y restablece la coincidencia entre representaciones y realidad.
El ECRO, es un instrumento interdisciplinario, articula aportes de distintas disciplinas, en la
medida en que resulten pertinentes al esclarecimiento del objeto de estudio.
La dialéctica emerge del campo mismo de la Psicología Social. Es una estrategia destinada a
comunicar conocimientos, y también a desarrollar aptitudes y modificar actitudes. La articulación
de lo informativo y formativo se cumple en construcción de un instrumento: ECRO, que ubica al
sujeto en el campo, le permita abordarlo a partir de elementos conceptuales, comprenderlo y
operar sobre él mediante técnicas adecuados. Nuestra dialéctica puede ser caracterizada como de
núcleo básico, interdisciplinario y grupal, instrumental y operacional.
Supuestos teóricos
Como instrumento primordial de trabajo se adopta la técnica operativa del grupo, partiendo de
que el grupo es una estructura básica de interacción. Se define al grupo como el conjunto
restringido de personas, ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su
mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implícita una tarea que
constituye una finalidad.
La técnica operativa. Está centrada en la tarea, privilegia la marcha hacia el logro de sus objetivos.
Toda situación de aprendizaje, genera en los sujetos dos miedos básicos, dos ansiedades:
Miedo a la pérdida del equilibrio ya logrado en la situación anterior.
Ambos miedos coexisten y cooperan para configurar, cuando su monto aumenta, la ansiedad
ante el cambio, generadora de la resistencia al cambio. Esto se expresa en dificultades en la
comunicación y el aprendizaje.
El esclarecimiento implica el análisis, del aquí y ahora, de la situación grupal, de los fenómenos de
interacción, los procesos de adjudicación y asunción de roles, las formas de la comunicación, en
relación con las fantasías que generan esas formas de interacción; los vínculos entre los
integrantes, los modelos internos que orientan la acción y los objetivos y tarea prescripta del
grupo.
La técnica operativa apunta a que el grupo constituya un ECRO de carácter dialectico, donde las
contradicciones relativas al campo de trabajo deben referirse al campo mismo de la tarea grupal
(praxis).
Itinerario del grupo y relaciones cotidianas: El grupo operativo es la primera instancia de aporte
de lo cotidiano. Tienden a reproducirse relaciones cotidianas. Este técnica facilita, a través de la
confrontación de esos modelos internos en una nueva situación de interacción y en el análisis de
sus condiciones de producción, la comprensión de las pautas sociales internalizadas que generan
y organizan las formas observables de interacción. La técnica operativa de grupo tiene por
finalidad que sus integrantes aprendan a pensar en una coparticipación del objeto de
conocimiento, entendiendo que pensamiento y conocimiento no son hechos individuales sino
producciones sociales.
La tarea de coordinador: Su rol específico es de: co-pensor. Su tarea consiste en reflexionar con
el grupo sobre la relación que los integrantes estableen entre sí y con la tarea prescripta. Cuenta
con dos herramientas:
Década del 40 hasta mediados de la década del 50: los primeros desarrollos de una hipótesis de
la enfermedad única (es decir, un único núcleo de carácter depresivo generador de las patologías
mentales) desde una perspectiva psiquiátricapsicoanalítica.
Desde mediados de la década del 50 hasta la década del 60: los primeros desarrollos sobre la
noción de vínculo, ya centrándose en la familia como unidad intersubjetiva de análisis para la
situación clínica.
Década del 60 y década del 70: los desarrollos de la psicología social a nivel grupalcomunitario.
Las aperturas que realiza Enrique Pichon-Rivière sobre su campo de estudio original (la
enfermedad mental) van constituyendo un programa de estudio de alcance más generalsobre la
conducta del individuo en sociedad y sobre los grupos sociales. El hilo conductor de este
programa -a decir de Ana Quiroga (2010)- es el proceso de aprendizaje. Como indica Voloschin
(entrevista personal, 2 de octubre de 2012), desde su obra podemos abordar el problema de las
necesidades, los proyectos y las misiones de las comunidades -y operar en torno a ellas- bajo el
prisma del aprendizaje.
Se entiende al aprendizaje como una relación instrumental entre el sujeto y la realidad, es decir,
un vínculo que se genera por medio de prácticas que no solo forman una imagen “interna” de la
realidad (tanto preconceptual como conceptual) sino que además modifican las acciones del
sujeto y al mundo. Esta relación instrumental está signada por la necesidad, en torno a la cual el
sujeto realiza un recorte significativo del mundo como “objeto de conocimiento”
Esta teoría del aprendizaje tiene un basamento claro en la concepción pichoniana del
padecimiento mental. A la angustia que el sujeto experimenta por la virtual falta o pérdida del
objeto que se torna problemático Pichon-Rivière la asociaba al factor depresivo originario de
todas las patologías mentales. La incapacidad del sujeto de afrontar al objeto y de llevar a cabo un
aprendizaje reorganizador y superador del enfrentamiento angustiante es un emergente de la
relación misma en los términos ya mencionados de factor disposicional y actual.
La relación entre teoría-praxis y la epistemología convergente: Este proceso que hemos descrito
configura lo que Ana Quiroga llama “matrices de aprendizaje” (2003) en relación a los modelos
con los que cada sujeto organiza y significa (es decir, construye) su universo de conocimiento y
experiencia. A niveles grupales, esto se manifiesta en lo que Pichon-Rivière definió como “grupos
operativos” en los que se da una producción simbólica con vistas al aprendizaje y a la toma de
conciencia de los saberes prácticos y preconceptuales que operan en el nivel del imaginario
individual y compartido que se desarrolla en el vínculo grupal/familiar, institucional o comunitario.
CORREA, A. (2013). Hacia la definición del objeto de estudio como campo de problemáticas.
En Notas para una Psicología Social como crítica a la vida cotidiana.
La postura crítica en situación, nos conduce a la profundidad de la vida cotidiana, “las cosas
sociales solo son comprensibles si pueden ser reducidas a actividades humanas; y a éstas se las
hace comprensibles solamente mostrando sus motivos”, proponiendo problematizar las
demandas sociales en el ámbito de la vida cotidiana donde se despliegan las temas o textos de los
sujetos en la realidad.
La Psicología Social es una construcción provisoria de conocimiento que estudia (analiza,
comprende y aborda) la trama psicosocial (relacional, vincular) en un orden socio-histórico en
que se configuran representaciones sociales que enlazan sujetos y realidad, propuesta a
superar la lectura dilemática e ingenua de la relación individuo- sociedad, por una
construcción en desarrollo y transformación en la realidad de la vida cotidiana.
Los recaudos de su estudio son:
Cuestiones metodológicas
Enfoque y perspectiva psicosocial: ¿Cómo trabajar en el encuentro/aproximación? Algunas
precauciones técnico-metodológico son:
En los años ‘70 Gergen reclama para la psicología social un nuevo lugar como ciencia histórica,
alejándose de las ciencias naturales positivistas, rechazando el método científico y la posibilidad
de establecer leyes sobre la conducta social. Apostaba por una compresión de la realidad social en
la que los mismos fenómenos estudiados son transformados por el desarrollo socio histórico. No
solo consideraba que las teorías psicosociales estaban determinadas y dependían del momento
socio histórico, sino que los conocimientos elaborados constituyen un factor de cambio de los
fenómenos estudiados.
El texto de Gergen aparecía en un momento clave en la formación de una nueva psicología social,
contribuyendo al clima de crisis que impregno en los años 70 y 80. Proceso de convulsión meta
teóricas y metodológicas que transcendían a una revisión habitual del cuerpo de conocimiento, y
constituía un cuestionamiento al sentido global de la propia disciplina.
Se acusaba a la psicología social de carecer de relación con la realidad social, llevando a cabo
investigaciones insustanciales y de poca relevancia, crisis que surge como como efecto retardado
de la crisis que enfrentaba el positivismo. Dando lugar a dos alternativas a seguir:
b. Abrir el paso a una nueva corriente, la psicología social como critica. Pareciera que la
psicología social como critica solo se limita a desmantelar las creencias de la otra corriente, sin
aportar nada original. Sin embargo, hay una propuesta alternativa, ya que la deconstrucción de
algo siempre implica la reconstrucción.
Para la psicología social positivista el método es lo que debe hacer posible que las
condiciones de producción del conocimiento científico no lo determinen, el resultado no
debe estar determinado ni por las características del instrumento, ni por el momento
socio histórico, ni por el sujeto producto de conocimientos.
Los científicos sociales de corte positivista piensan que existe la posibilidad de elaborar un
conocimiento superior a cualquier otro tipo, y que ese conocimiento es gracias a la
correcta utilización de la ciencia. La ciencia, es un proceso que garantiza la
autonomización del producto respecto de sus condiciones particulares de producción. Por
eso la producción del conocimiento científico debe ser un proceso sin sujetos, desde
ningún lugar, ahistorico y asocial.
La psicología social crítica no puede pasar por alto las diferentes prácticas sociales y
culturales de producción de conocimientos. Afirmando que el conocimiento es relativo,
relativo a unas prácticas, a un contexto histórico y cultural, implicando en los mismos los
intereses científicos. Aceptar el relativismo, supone rechazar todo principio
trascendental, no creyendo en una única verdad caracterizada por su poder absoluto. La
psicología social como critica se aboca al estudio de los procesos por los cuales se elabora
el conocimiento científico que tomamos por verdadero, demostrando el atravesamiento
por la estructura del proceso por el cual han sido generados.
Desarrollo de la disciplina
Algunos precursores:
La denominación psicología social surge en el siglo XIX, bajo el signo de las nuevas clases
sociales producto de la revolución industrial que produjo transformaciones en la vida cotidiana. La
fecha de nacimiento de la disciplina está dada con la aparición de los primeros textos en 1908.
Una época cuyos “temas” problemas según Ibañez se presentan como: Reproducción de la
sociedad, construcción social de la persona y la conducta colectiva en masa. Se denomina a este
momento “Instrumentalización de la ciencia, porque las disciplinas fueron captadas para el
servicio del capital haciendo cuerpos dóciles”
La Psicología Social resulta una fisura a la normalización y aborda cuestiones referidas a
“comportamiento en grupos y el desarrollo del espíritu de pertenencia al denominado orden
social.”
Una investigación sobre la intervención social puede tener muchas formas: puede
evaluar un programa concreto de intervención, puede reflexionar acerca de las
características de colectivos definidos como intervenibles o puede trabajar sobre
problemáticas específicas. El ámbito de la intervención produce espacios que buscan
tomar acciones, desde las capacidades teóricas, técnicas y profesionales, para
transformar estados de cosas que son vistas como problemáticas.
Nosotros/as hemos elegido un camino algo distinto, nos hemos propuesto una
investigación con dos objetivos:
1. La revisión de desarrollos en las teorías sobre intervención social, para analizar los
conceptos y principios que fundamentan la idea de intervención social de algunos
sistemas y modelos de intervención.
Ahora bien una vez estudiadas diferentes formas de comprender el orden y cambio
social, pasamos a analizar cuales ideas son fundamentales para la posibilidad de pensar
en la intervención social. Estas son:
Acción colectiva: Una de las bases de la intervención social es que la acción hacia
transformaciones concretas se haga colectivamente.
Intervenciones dirigidas
Los principales agentes involucrados son, por un lado, el proceso, persona, grupo o
institución que necesita de una transformación; y, por otro lado, los sistemas de
intervención definidos como capaces de planificar y ejecutar acciones sistemáticas con la
finalidad de provocar esta transformación en el primero.
El cambio social deseable es lograr una mayor calidad de vida para las personas
beneficiarias de la acción interventiva. Se propone ayudar a integrar a quienes están
excluidos/as –o en riesgo de exclusión- a los mecanismos de la sociedad. La posibilidad de
este cambio es a través de la intervención en diferentes contextos locales.
Intervenciones participativas
Conceptualizan al grupo afectado por algún problema social como interlocutor y actor
privilegiado para la transformación social. Ellas hacen énfasis en que las personas que
están afectadas por los problemas sociales deben ser parte de la solución de aquellos
problemas. El diseño, ejecución y evaluación de los programas y acciones se hace a partir
del dialogo entre aquellas personas que intervienen y las personas afectadas por
problemas concretos.
Los problemas sociales están definidos como producto de estructuras sociales donde
se dan relaciones de opresión de ciertos grupos sociales por parte de otros grupos. Para la
solución, parten de la necesidad de que las personas afectadas con problemas concretos
deben tomar parte en la solución de dichos problemas; se busca promover la
participación de dichas personas en trabajos en lo que, conjuntamente con profesionales
comprometidos/as con la transformación social, se busquen vías de acción para trabajar
sobre estas problemáticas. El dialogo en el que se comparten los diferentes
conocimientos permite elaborar una comprensión de las formas de vida de las personas
con las que se trabaja y, al mismo tiempo, producir procesos de concientización en el que
estas personas se den cuenta de las relaciones de opresión que sostienen estas
situaciones.
Los agentes sociales relevantes son, por un lado, las personas de la comunidad o grupo
con el que se trabaja y, por otro, los/as interventores/as o intelectuales comprometidos/as
con los procesos de transformación social.
Aunque el cambio social deseable sea la transformación de las situaciones de injusticia
estructural y asimetrías de poder presentes en la sociedad, se hacen intervenciones en
escala micro social para la transformación de situaciones que son vistas como
problemáticas por los grupos con los que se trabaja. Se plantea la posibilidad de la
transformación social a pequeña escala.
Interrogando el rol del/a psicólogo/a social y sus modos de construcción y transmisión. Maite
Rodigou Nocetti
Hablar del Rol del Psicólogo Social → remite a pensar en el campo de la Psicología Social
Campo Científico con contextos que lo conforman:
Hay que ir al origen de las Ciencias Sociales, a la antinomia individuo (biológico) – sociedad
(social)
Se superaría si se realiza un pasaje del término individuo → a la noción de sujeto, una vez que lo
atraviesa el lenguaje (social).
↓↑ relacionado con la
Campo Científico
Rol del
Psicólogo Social → Acepción de nuestra disciplina con otras ciencias sociales. Tomada por la
3. Para pensar en el rol hay que reflexionar acerca del QUEHACER (práctica)
Quehacer: Práctica. Donde se pone en juego las tensiones planteadas. Nos implica definir...
La lectura de la realidad en la cual intervenimos nos permitirá realizar otra intervención. Nuestro
deseo como profesionales y sujetos sociales orientará otra intervención. Cada intervención
implica reconfigurar una praxis nunca idéntica, aunque existan principios básicos permanentes
que se sostienen en supuestos paradigmáticos (ontológicos, epistemológicos y metodológicos).
Crisis de Valores
Crisis Religiosas
Etc.
El segundo gran apartado del libro se centra en la sociedad como realidad subjetiva, comenzando
por el modo en que esta realidad reificada es asumida por los individuos, lo que nos lleva
inevitablemente al terreno de la socialización.
Berger y Luckmann diferencian dos procesos de socialización distintos, los cuales denominan
primario y secundario. El primario, que tiene lugar durante los primeros años de vida, sirve de
base para la comprensión del mundo como un todo compacto e invariable, así como para la
comprensión de la vida como un sistema donde uno existe en relación con otros, donde el yo
cobra sentido como yo social: asimismo, es una socialización filtrada, es decir, el individuo ocupa
un espacio social concreto y en función del mismo y de las relaciones que conlleva se produce una
identificación propia, una identidad.
Esta segunda socialización corre el riesgo de convertir las internalizaciones anteriores en algo
vulnerable, situación que se ve minimizada por la existencia de determinados medios de
mantenimiento de la realidad, entre los cuales destaca la rutina diaria como afirmación del
conocimiento de la vida cotidiana; no obstante, un cambio profundo en la realidad subjetiva
puede tener lugar si se produce una reinterpretación radical de los hechos, lo que los autores
denominan alternación, mediante un nuevo proceso socializador y legitimador.
La identidad del individuo, como conclusión, se perfila dentro de una realidad objetiva que,
aunque es percibida por éste como algo externo, es en realidad un producto humano; surge de la
relación dialéctica entre individuo y sociedad: “se forma por procesos sociales (...), es mantenida,
modificada o aun reformada por las relaciones sociales”.
Peter Berger y Thomas Luckmann, tal como indican en la introducción, pretender sentar las bases
de lo que, a su juicio, debe conformar el objeto de investigación de la sociología del conocimiento.
Todos los anteriores estudios no han sido sino aproximaciones a aspectos concretos y parciales
del mismo; no es hasta ahora cuando se inicia la auténtica dimensión propia del objeto de la
disciplina: el análisis de la construcción social de la realidad.
La socialización
La teoría de socialización de Talcott Parsons postula que la sociedad puede ser pensada como un
sistema funcional compuesta por tres subsistemas, el social, el cultural y el de la personalidad. El
cultural organiza normativamente las interacciones del subsistema social por vía de ciertas
orientaciones culturales de valor que proporciona a los sujetos.
Mead construye una teoría de la socialización cuyo logro central es la identidad personal y social
del individuo. Coloca el proceso de comunicación como conjunto de acciones significativas
intencionales de los individuos en las que los otros significativos señalan, mediante sus opciones
de valor, expectativas y actitudes, las premisas culturales transmitidas a las nuevas generaciones.
Ese proceso se completa con la internalización de dichos valores, expectativas y actitudes por
parte del individuo socializado, a modo de una aprehensión significativa, es decir, principalmente
mediante la función simbólica del lenguaje. En la interacción comunicativa de la socialización se
va constituyendo en el niño un sí mismo (self) primero como objeto de significación de los otros
(mi) para abrir paso a intereses y aspiraciones propias (yo).
Berger y Luckman siguen a mead para formular su planteo en torno a la socialización como el
proceso de “inducción amplia y coherente del individuo en el mundo objetivo”. La socialización
primaria o familiar se realiza en circunstancias de enorme carga afectiva con sus figuras
parentales lo que se constituirá en motor de la identificación del niño con sus otros significativos.
Esta culmina luego de la constitución del otro generalizado medeano: una abstracción de roles y
actitudes correspondientes a los otros significantes que formar parte del grupo de referencia
sociocomunitario del infante. Este logro conlleva el aprendizaje de pautas culturales, roles
sociales y la comprensión del mundo desde el punto de vista de sus otros significativos.
Plantean que los devenires de la socialización dependen del grado de articulación o ruptura entre
los mundos de la socialización primaria y secundaria, lo cual impacta en la construcción de
identidad personal y social de los sujetos.
En el análisis de las socialización secundarias será importante reconocer aquellos conflictos que se
producen entre el conjunto de exigencias sociales, mandatos institucionales e imperativos
familiares a los que los sujetos deben responder, preservando en mayor o menor medida sus
identidades, expectativas y aspiraciones.
Hemos definido a la socialización desde una perspectiva psicosocial como un interjuego entre la
inducción/imposición y la apropiación/recreación considerando tres supuestos contrapuestos a la
concepción funcionalista de la socialización:
a. Una concepción activa del sujeto en relación con la acción social como practica
significativa.
b. El papel de la intersubjetividad.
En el caso de la institución familiar, la familia llamada tradicional se concibe como una alianza
entre familias que asegura las herencias económicas y la firme regulación de los sujetos a través
de una diferenciación de los roles sexuales y las generaciones. Por otra parte la familia llamada
nuclear, caracterizada por la presencia de convivencia de un matrimonio heterosexual
monogámico y sus hijos en un espacio domestico de convivencia “el hogar” en la que coinciden
“privadamente” la práctica sexual y la procreación, vino a constituirse en el modelo ideal de la
familia en la historia occidental de los últimos dos siglos. En el modelo de la socialización clásica
que venimos analizando está implícito este modelo naturalizado de familia, que se ha construido
como “normal” y como referencia para determinar las desviaciones, patologías y
disfuncionalidades familiares las cuales explican supuestamente porque no se cumple
correctamente con la función de integración social en ciertas situaciones sociales construidas
como problemáticas.
La subjetivación
Para Dubet y Martuccelli, la subjetivación comprende una posibilidad de trabajo activo del
individuo sobre las prescripciones de rol que lo inducen a comportarse de determinada manera en
los distintos momentos de su vida.
La sociabilidad
Simmel se refiere a las formas lúdicas de asociación, es decir, las relaciones entre sujetos, mirada
como modos de ser y estar con otros, analizando los múltiples afectos del dar y recibir y
suponiendo un abanico de relaciones estables y pero también fugaces, más allá de formas de
regulación social como el estado, las instituciones y la familia que se analizan.
Para Martuccelli la sociabilidad incluye un sistema de reglas para construir una relación con otros,
pero se encuentra actualmente resquebrajada por diferentes grietas como por ejemplo:
Juventudes y sociabilidades
Las sociabilidades pueden pensarse como procesos múltiples, a partir de relaciones, intercambios
y significaciones sobre el estar juntos y convivir donde los sujetos son activos en dichos procesos
de participación social construyendo la sociedad no solo a partir del desempeño de roles en las
instituciones como había planteado la concepción de socialización de corte más estructural
funcionalista.
Las sociabilidades permiten construir identidad social, entendida como algo complejo y
contradictorio porque el actor se construye en varios niveles de la práctica, de los cuales cada uno
tiene su propia lógica y remite a tipos específicos de relaciones sociales.
Síntesis
-Pujal i Lombart ,M. ((2004) La identidad (el self), en Ibañez G. (comp) Introducción la
psicología social. Barcelona : UOC pp.93-138.-ESPECIALMENTE APORTES DEL
INTERACCIONISMO SIMBOLICO Y DE CONSTRUCCIONISMO.
El proceso de socialización es un proceso violento, y se manifiesta de las formas mas sutiles como
la manipulación y las presiones psicológicas a fin de que las mujeres repriman rasgos
considerados masculinos.
La violencia contra las mujeres es también un componente estructural del sistema de opresión de
genero, con su dominación y su subordinación producida .
La posición de mujeres y hombres ha sido estructurada como ya bien dijimos de una manera
jerarquica.
El concepto de femicidio permite también hacer conexiones entre las variadas formas de
violencia estableciendo lo que se llama “CONTINUMM” de violencia contra las mujeres. Desde
esa perspectiva, la violación, el abuso, el incesto, la maternidad forzada, etc, son todas
expresiones distintas de la opresión sobre las mujeres.
Las preguntas que surgen son: ¿es posible transformar esa situación? ¿Qué cambios son
necesarios?
A partir de esto cabe decir, que lo que ha sido construido socialmente puede cambiarse también
socialmente. Todo sistema de dominación se compone de : su estructura y su ideología. La
estructura se manifiesta en la organización jerárquica de las instituciones y relaciones sociales, y
la ideología es el medio de apoyo del principio del orden jerarquico. Hoy, Las mujeres han
empezado a vencer esa subordinación e iniciado el proceso de cambio con lesgilacion, distintos
programas de apoyo a la víctima, etc. Sin embargo los cambios de la estructura no ocurren
siempre al mismo tiempo que los cambios de la ideología, por lo tanto no solo las estructuras
sociales, que son opresivas deben ser transformadas , también hay que transformar la ideología
que racionaliza la subordinación, y los esfuerzos deben llevar a cambios culturales profundos.
Esos cambios deben apuntar hacia el “empoderamiento” de las mujeres y por lo tanto hacia
alcanzar nuestro derecho de controlar en igualdad de condiciones los recursos de la sociedad
hacia la abolición de la ideología patriarcal de dominación.
Momentos epistémicos del estudio de los grupos. Estructura, roles y dinámica grupal.
Finalidad y operatividad de los grupos: el dispositivo de los grupos operativos. Lo
grupal como campo de problemáticas. Lo grupal, la grupalidad y la coordinación de
grupos. Aperturas a la dimensión institucional e imaginaria de los grupos.
El encuadre Institucional.
Psicología Social: A la que se apunta se inscribe en una crítica de la vida cotidiana. Las ciencias
sociales encuentran su realidad en la profundidad sin misterio de la vida cotidiana. La Psicología
Social que se postula tiene como objeto de estudia el desarrollo y transformación de una relación
dialéctica, la que se da entre estructura social y fantasía inconsciente del sujeto. Para el autor, el
ser humano, es un ser de necesidades, que sólo se satisfacen socialmente en relaciones que lo
determinan. El sujeto es producido en una praxis. Si esa relación es el objeto de la Psicología
Social, su campo operacional privilegiado es el grupo, que permite la indagación del interjuego
entre lo psicosocial y sociodinámico a través de la observación de las formas de interacción, los
mecanismos de adjudicación y asunción de roles.
La Psicología Social como disciplina que indaga la interacción en sus dos aspectos, intersubjetivo
e intrasubjetivo, es significativa, direccional y operativa. Se orienta a una praxis, su punto de
partida, entonces, es la práctica. La experiencia de esa práctica, conceptualizada como una crítica
y una autocrítica, realimenta y corrige la teoría mediante mecanismos de rectificación y
ratificación, logrando una objetividad creciente. Solo la praxis, introduce inteligibilidad dialéctica
en las relaciones sociales y restablece la coincidencia entre representaciones y realidad.
La dialéctica emerge del campo mismo de la Psicología Social. Es una estrategia destinada a
comunicar conocimientos, y también a desarrollar aptitudes y modificar actitudes. La articulación
de lo informativo y formativo se cumple en construcción de un instrumento: ECRO, que ubica al
sujeto en el campo, le permita abordarlo a partir de elementos conceptuales, comprenderlo y
operar sobre él mediante técnicas adecuados. Nuestra dialéctica puede ser caracterizada como de
núcleo básico, interdisciplinario y grupal, instrumental y operacional.
Supuestos teóricos
Como instrumento primordial de trabajo se adopta la técnica operativa del grupo, partiendo de
que el grupo es una estructura básica de interacción. Se define al grupo como el conjunto
restringido de personas, ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su
mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implícita una tarea que
constituye una finalidad.
La técnica operativa. Está centrada en la tarea, privilegia la marcha hacia el logro de sus objetivos.
Toda situación de aprendizaje, genera en los sujetos dos miedos básicos, dos ansiedades:
Ambos miedos coexisten y cooperan para configurar, cuando su monto aumenta, la ansiedad
ante el cambio, generadora de la resistencia al cambio. Esto se expresa en dificultades en la
comunicación y el aprendizaje.
El esclarecimiento implica el análisis, del aquí y ahora, de la situación grupal, de los fenómenos de
interacción, los procesos de adjudicación y asunción de roles, las formas de la comunicación, en
relación con las fantasías que generan esas formas de interacción; los vínculos entre los
integrantes, los modelos internos que orientan la acción y los objetivos y tarea prescripta del
grupo.
La técnica operativa apunta a que el grupo constituya un ECRO de carácter dialectico, donde las
contradicciones relativas al campo de trabajo deben referirse al campo mismo de la tarea grupal
(praxis).
Itinerario del grupo y relaciones cotidianas: El grupo operativo es la primera instancia de aporte
de lo cotidiano. Tienden a reproducirse relaciones cotidianas. Este técnica facilita, a través de la
confrontación de esos modelos internos en una nueva situación de interacción y en el análisis de
sus condiciones de producción, la comprensión de las pautas sociales internalizadas que generan
y organizan las formas observables de interacción. La técnica operativa de grupo tiene por
finalidad que sus integrantes aprendan a pensar en una coparticipación del objeto de
conocimiento, entendiendo que pensamiento y conocimiento no son hechos individuales sino
producciones sociales.
La tarea de coordinador: Su rol específico es de: co-pensor. Su tarea consiste en reflexionar con
el grupo sobre la relación que los integrantes estableen entre sí y con la tarea prescripta. Cuenta
con dos herramientas:
A quiénes está dirigida la escuela de la Psicología Social: Está abierta a todos aquellos que se
interesen en realizar un aprendizaje centrado en la comprensión de los fenómenos de interacción
y análisis del proceso social.
Para situar el tema que nos ocupa, abriré con un breve recorrido por las nociones implicadas en el
título mismo de “intervención grupal”, siendo éstas por un lado “lo grupal”, y por otro la idea de
“intervención”. Me parece que de esta manera podremos contemplar mejor los múltiples planos,
matices y dimensiones que reúne la idea de intervención grupal, para, en un segundo momento,
problematizar el modelo de intervención grupal que hemos desarrollado en nuestra experiencia
de trabajo e investigación con grupos.
La idea de “lo grupal” remite a distintas significaciones, de las cuales considero importante
distinguir cuatro muy básicas:
Por otro lado, podemos referirnos a lo grupal como una línea de investigación y
conocimiento científico, es decir como un campo problemático que ha sido reconocido como
pertinente para ser abordado por distintas disciplinas. La constitución de este campo aparece en
este siglo, en una historia que, como sabemos, está especialmente vinculada a la organización
industrial del trabajo y a los abordajes colectivos en la educación y en la psicoterapia,
correlativamente a los desarrollos teóricos desde perspectivas de la psicología social, el
psicoanálisis, la sociología de las organizaciones y la pedagogía, entre otros aportes destacados.
Este desarrollo del tema de los grupos ha derivado en un despliegue conceptual y metodológico
acerca de cómo se concibe a lo grupal, cómo se lo piensa y sistematiza en un cuerpo teórico
sustentable y cómo se ha intentado su estudio, a través de qué metodologías y procedimientos.
El resultado ha sido una multiplicidad de discursos y no una organización conceptual unificada –
como es, por otra parte la situación específica no digamos de la psicología sino de las ciencias
sociales en general- por lo que resulta siempre necesario, como ejercicio crítico ineludible,
interrogar toda teorización o práctica grupal desde sus premisas y supuestos epistemológicos y
desde su confrontación empírica. Más allá de eso, hay que resaltar que la cuestión grupal ha
desbordado cualquier reducto restringido en una perspectiva disciplinaria, formando parte, de
una u otra manera, de los debates cruciales que hoy alimentan el pensamiento sobre la vida
social.
Volviendo a las interpretaciones posibles que pueden darse al término grupal, diremos
que también podemos referirnos a éste como un nivel de análisis; en este caso estaríamos
apuntando a un recorte metodológico para observar, comprender y actuar sobre ciertos procesos
de la realidad psicosocial.
Es un avance del pensamiento social ubicar al sujeto como una “construcción social” (y por tanto
deducir que toda singularidad es portadora de la cultura que la ha conformado) pero hay que
añadir que el sujeto no está nunca constituido en forma definitiva; por el contrario, pensamos que
la subjetividad expresa, a través de su condición esencial de búsqueda y creación de sentido, un
balance contínuo –muy dinámico y vulnerable- en ese posicionamiento que es la relación del
sujeto consigo mismo, con los otros y con el mundo. La fragilidad relativa de este devenir
subjetivo reposa no solo en la historia inscrita desde las vicisitudes pulsionales jugadas en las
grupalidades que nos dieron el sostén primario -la familia en primer término- (historia que por lo
demás es resignificada en el curso de nuestra vida), sino que se deriva del vínculo social, de la
condición de estar abiertos y sensibles a su devenir, que es también el nuestro. De esta manera,
se van recibiendo significaciones diversas y frecuentemente contradictorias de los cauces que va
recorriendo la sociedad que nos cobija, de las figuras que van adoptando las formas sociales, las
instituciones, los valores y los términos de la participación social. Pensamos en una inestabilidad
radical en esa experiencia sostenida por el vínculo social, inestable en el sentido de que es
vulnerable y se altera constantemente, como emergente de las vicisitudes pulsionales
estrechamente ancladas en los procesos sociales: la vida humana como una alteración continua,
como una experiencia de cambios, de pérdidas y de finitud.
El “para qué” de una intervención es un interrogante necesario que debería ser invariablemente
reflexionado, tarea crítica que brinda la condición básica, a partir de la cual los dispositivos
concretos utilizados se caracterizan por ser flexibles y operativos, donde distintas formas pueden
cumplir los principios metodológicos básicos.
Puedo decir que trabajo con un modelo de intervención que pretende promover las condiciones
para que colectivos diversos (grupos, comunidades, organizaciones, etc.) construyan miradas
nuevas que sean esclarecedoras de los procesos de la subjetividad que se verifican en los
aconteceres de la vida cotidiana; esto apunta a transformaciones en los posicionamientos
subjetivos y a la apropiación de mejores recursos de inteligibilidad de los vínculos que tejen las
tramas simbólicas e intersubjetivas que los sostiene. La experiencia, en sus planos tanto singular
como colectiva, puede ser resignificada y comprendida de nuevas maneras. Es el desarrollo de
una mirada reflexiva sobre los procesos de la subjetividad, en una recuperación de los propios
procesos de los integrantes de un grupo, donde está anudada la historia personal y la colectiva. A
esto le llamamos “aprendizaje grupal”, desde la premisa de que el grupo es un lugar privilegiado
para propiciarlo
El proceso grupal se establece con dos criterios básicos: la construcción del ámbito grupal y la idea
de aprendizaje como proceso, proceso no lineal sino tensionado siempre por tendencias
contradictorias. La lectura de la experiencia se realiza desde una concepción de proceso (que se
traduce metodológicamente en la consideración de los momentos grupales de inicio, desarrollo y
cierre, desde la pregunta ¿cómo aborda el grupo su tarea?), de organización (el funcionamiento
del grupo como un sistema) y de emergentes (el contenido del discurso grupal como metáforas de
los núcleos y dilemas subjetivamente significativos).
También nos parece fundamental distinguir entre el método, las técnicas (la básica y las
auxiliares) y las estrategias. El método, decía Pichon-Rivière, es “ayudar al grupo a pensar”
El método (el “cómo” de la intervención grupal) se actualiza con tres estrategias básicas:
c) Interrogando sobre la tarea manifiesta (¿para qué están juntos?), como forma de enlace
de las vicisitudes grupales al proceso de elaboración de la experiencia.
El método se sustenta en dos condiciones técnicas: la instalación del dispositivo y el nivel de
análisis. El dispositivo despliega roles diferenciados (coordinación e integrantes) y encuadre de
trabajo (las reglas básicas y las constantes de tiempo, espacio y tarea). En cuanto al nivel de
análisis, éste apunta a sostener una mirada estrictamente grupal, apelando al sentido grupal de
toda participación o emergente. La estrategia diseñada para cada intervención grupal
(incluyendo el uso de técnicas auxiliares tales como el uso de técnicas dramáticas) depende de la
evaluación de la demanda (cuando la hay), de la tarea a realizar y del proceso mismo, así como de
las situaciones de tipo práctico.
El modelo que hemos presentado se caracteriza por su plasticidad para abordar muy diversas
demandas y situaciones: intervenciones breves o prolongadas; intervención en instituciones, en
comunidades o en grupos privados; tareas de diagnóstico o esclarecimiento, de formación,
terapia o reflexión; introducción o no de técnicas auxiliares (dramatizaciones, etc.). La plasticidad
es correlativa a la capacidad de escuchar la demanda, de mirar el proceso y de atender las
condiciones específicas que se presentan; en cambio, lo que permanece invariable es el método,
que, en otras palabras, es la noción que el coordinador tiene de su función, de la finalidad de su
trabajo y de las formas de llevarlo a cabo.
Fernández, A. (1989). Cap. I El vocablo grupo y su campo semántico. Cap. VII. El nudo
grupal, en El campo grupal. Notas para una genealogía. Buenos Aires: Nueva Visión.
Cada escena, lo mismo que su secuencia, más allá de sus componentes expresivos,
comunicativos, es generadora de múltiples sentidos. Por otra parte es imposible leer dicho
sentido exclusivamente desde la coordinación; los comentarios grupales posteriores, en su
dimensión de lo dicho y lo no dicho, hacen posible acceder a algunas de las líneas de sentido
operantes. Nunca, por lo tanto, se está en presencia de un sólo sentido que pueda funcionar como
cierre, dando cuenta de lo multiplicado. Aparecen múltiples sentidos y aun así, se "sabe" que lo
acontecido en una situación grupal es mucho más que aquello de lo que se puede dar cuenta; al
igual que el ombligo del sueño freudiano en un grupo siempre hay un plus del acontecer, que
escapa a su inteligibilidad, rarezas, sinsentidos que sorprenden, interrogan y desdicen las
racionalidades construidas.
Puede observarse que en cualquier grupo humano se producen movimientos muy diversos:
resonancias fantasmáticas, procesos identificatorios y transferenciales, intensos sentimientos de
amor-odio en todos sus matices, juegos de roles (chivos emisarios, líderes, etc.); se construyen
producciones lingüísticas que disparan múltiples inscripciones de sentido; se generan
apropiaciones de sentido en diferentes grados de violencia simbólica; se instituyen mitos,
ilusiones y utopías; sus reglas de funcionamiento organizan redes de significaciones imaginarias
que inscriben al grupo en su posición institucional y dan forma a sus contratos; se ponen en acción
juegos de poder, jerarquías y apropiaciones materiales. ¿Puede pensarse que todo esto es
producto de una sola línea organizacional? ¿Cualquier organizador que tomáramos como
fundante no pondría la indagación en el camino de la extensión indebida, es decir de la
extraterritorialidad?
De esta forma los cuerpos teóricos funcionan como "cajas de herramientas‖149 es decir, aportan
instrumentos y no sistemas conceptuales; instrumentos teóricos que incluyen en su reflexión una
dimensión histórica de las situaciones que analizan; herramienta que junto a otras herramientas
se produce para ser probada en el criterio de su universo, en conexiones múltiples, locales y
plurales con otros quehaceres teóricos.
En primer lugar, cuando cierta región de una disciplina se transversaliza con otros saberes, pone
en crisis muchas de sus zonas de máxima evidencia. En segundo lugar, exige la constitución de
redes de epistemología crítica abocadas a la elaboración de aquellos criterios epistémicos que en
su rigurosidad hagan posible evitar cualquier tipo de patch-works teóricos. En tercer lugar, y ya en
el plano de las prácticas, vuelve necesaria otra forma de constitución de los equipos de trabajo; si
no hay disciplinas ―reinas" tampoco habrá profesiones hegemónicas, Este pluralismo no es
sencillo de lograr. En función de lo aquí esbozado es que se ha propuesto pensar los grupos, más
como campos de problemáticas que como campos intermediarios entre lo individual y lo social o
como eventuales objetos teóricos; en ese sentido es que se los enuncia como "nudos teóricos",
aludiendo al des-disciplinamiento disciplinario que se vuelve necesario instrumentar para su
conceptualización. De tal manera, una eventual teoría de los grupos tendrá que bascular
permanentemente, en un doble movimiento, investigando en la especificidad de lo que en un
grupo acontece y trabajando -al mismo tiempo- el entramado de tal especificidad en inscripciones
más abarcativas. En cada acontecimiento grupal operan todas las inscripciones transversalmente;
obviamente, no todas se vuelven evidentes pero siempre están ahí, altamente eficaces,
altamente productivas.
En síntesis, un grupo inventa sus formaciones, es decir inventa las formas o figuras de sus
significaciones imaginarias. Estas sostienen la tensión de inventarse en su singularidad y en su
atravesamiento socio-histórico-institucional. Es en este cruce donde despliega sus
acontecimientos, actos, relatos, intervenciones, producciones materiales, actings, afectaciones,
etcétera. Cada grupo construye sus ilusiones mitos y utopías; construcciones que se realizan en un
doble movimiento; aquel por el que se despliegan los atravesamientos sociohistórico-
institucionales y aquel de su singularidad como pequeño colectivo; tales construcciones son
únicas e irrepetibles de cada grupo y, al mismo tiempo, sólo son posibles en su inscripción
histórico-institucional. Son aquellas significaciones imaginarias que un pequeño colectivo
produce como sostén de sus prácticas. Si debiera hablarse de un "algo común" que los grupos
producen éste son las formaciones grupales; cada grupo configura sus propios diagramas
identificatorios, pero también sus mitos, ilusiones y utopías diversos; estas significaciones
imaginarias que los grupos producen, tienen como condición necesaria -pero no suficiente- la
llamada "resonancia fantasmática" y los procesos identificatorios.
Las significaciones imaginarias grupales, por ejemplo las ilusiones, mitos y utopías de un grupo,
operan como cristalizaciones o puntos de condensación en la producción de múltiples sentidos,
constituyendo el camino obligado por donde los flujos productivos del grupo transitan la
construcción de su historia.
Se hace necesario -en la medida de lo posible- precisar el sentido del término imaginario cuando
es empleado en expresiones tales como significaciones imaginarias, imaginario social, imaginario
institucional, imaginario grupal, etcétera. En primer lugar es necesario distinguir taxativamente
esta acepción del significado que tiene corrientemente en psicoanálisis: imagen de, especular.
Aquí su utilización es tributaria de la acepción que este término toma en las ciencias sociales,
particularmente en la corriente historiográfica de historia de las mentalidades.
Con el término imaginario social alude al conjunto de significaciones por las cuales un colectivo,
una sociedad, un grupo, se instituye como tal; para ello no sólo debe inventar sus formas de
relación social y sus modos de contrato, sino también sus figuraciones subjetivas. Constituye sus
universos de significaciones imaginarias que operan como los organizadores de sentido de cada
época del social-histórico, estableciendo lo permitido y lo prohibido, lo valorado y lo devaluado, lo
bueno y lo malo, lo bello y lo feo; dan los atributos que delimitan lo instituido como legítimo o
ilegítimo, acuerdan consensos y sancionan disensos. En tal sentido distingue lo imaginario radical
de lo imaginario efectivo (o lo imaginado). El primero es aquella instancia por la cual el social-
histórico inventa, imagina nuevos conjuntos de significaciones; constituye, por lo tanto, una
potencialidad instituyente, transformadora, productora de utopías. Lo imaginario efectivo, por el
contrario, tiende a la reproducción-consolidación de lo instituido; cuenta para ello con mitos,
rituales y emblemas de gran eficacia simbólica y en el disciplinamiento de imágenes, anhelos e
intereses de los integrantes de una sociedad.
El llamado contexto es, en rigor, texto del grupo; es decir que no hay una realidad externa que
produce mayores o menores efectos de influencia sobre los acontecimientos grupales, sino que
tal realidad es parte del propio texto grupal, en sus diversas modalizaciones; es por ende fundante
de cada grupo; más que escenografía, drama grupal.
Al desdibujar el adentro-afuera, el arriba-abajo, los nudos grupales pueden ser pensados como
complejos entramados de múltiples inscripciones. Nudo. Múltiples hilos de diferentes colores e
intensidades lo constituyen: deseantes, históricos, institucionales, económicos, sociales,
ideológicos, etcétera. Pero en realidad, lo efectivamente registrable no son los hilos que lo
constituyen sino el nudo. Complejo entramado de múltiples inscripciones: todo está ahí latiendo;
todas las inscripciones están presentes en . Esta consigna es parte de la técnica de trabajo. En una
secuencia de dramatizaciones, ante cualquier verbalización se solicita que ésta se ponga en
escena. Cada uno de los acontecimientos grupales; variarán sí sus combinatorias en cada
momento grupal como también su nivel de relevancia en tal momento; pensar la cuestión de esta
manera implica, obviamente, aceptar que en un grupo se están generando muchísimas más
producciones que aquellas que pueden leerse o anunciarse.
D. La latencia grupal
Entonces, todo está -ahí- latiendo. Sin embargo, no todo acontecer cobra igual grado de
visibilidad, ni toma forma de enunciado; tampoco sus insistencias son registradas por todos los
integrantes de la misma manera. ¿De qué depende que en el flujo de sucesos, advenga un
acontecimiento? Si acontecimiento es producción de sentido, dependerá de las figuras que el
caleidoscopio identificatorio-transferencial invente; de las implicaciones en que se afecte la
coordinación, del momento en que se encuentre la producción de ilusiones, mitos y utopías
grupales; del contrato en tanto organizador institucional explícito e implícito; de sus
atravesamientos socio-históricos.175 Estas implicancias organizan aquel universo de
significaciones que será disruptivamente atravesado por la producción de la singularidad de
sentido. En síntesis, no se trata de orientar la reflexión hacia un indeterminismo, o hacia el mero
azar contingente del acontecer grupal, sino de poder pensar los juegos de múltiples marcas; no
referir a lo incausado, sino a la coexistencia de cuasi-causas
Lo imaginario institucional puede promover o incentivar la producción grupal; así, por ejemplo, un
grupo de transferencia positiva con la institución en la que inscribe sus prácticas puede operar
movimientos grupales que favorezcan o incentiven la productividad del mismo. En sentido
contrario, puede observarse que hay grupos que alcanzan sus momentos de mayor despliegue
productivo desde utopías grupales fuertemente contrainstitucionales. Muchos son los ejemplos al
respecto en las instituciones manicomiales donde equipos profesionales "de avanzada" intentan
transformar la situación de alguna sala. Sólo desde una utopía de transformación de la institución,
esos pequeños colectivos -habitualmente aislados- pueden enfrentar los paradigmas organicistas
y las políticas sanitarias de la psiquiatría clásica. Sólo desde un proyecto severamente
contrainstitucional con respecto al manicomio pueden sostenerse prácticas rodeadas de tanta
adversidad.
Las instituciones forman parte de las redes del poder social. En circuitos macro o micro, la
institución constituye un factor de integración donde las relaciones de fuerza se articulan en
formas: formas de visibilidad como aparatos institucionales y formas de enunciabilidad, como sus
reglas.
En tanto figura intersticial, la institución será un lugar donde el ejercicio del poder es condición de
posibilidad de un saber y donde el ejercicio del saber se convierte en instrumento de poder; en tal
sentido es un lugar de encuentro entre estratos y estrategias-, donde archivos de saber y
diagramas de poder se mezclan o interpretan sin confundirse.
La cuestión de lo Imaginario social es inseparable del problema del poder. Ocupa un lugar central
en el cuadro de la vida social.
Ubicar a naturaleza social de poder supone interrogar sobre la inscripción de sus dispositivos no
sólo en la organización de una sociedad y sus instituciones, sino también su inscripción en la
subjetividad de hombres y mujeres. Si el poder, según Spinoza, es la capacidad de afectar en
mayor grado que se es afectado. Pensar el pode como dispositivo permite articular cuestiones
generales de su ejercicio con análisis más particularizados o más puntuales sin perder de vista sus
ramificaciones en el conjunto del universo social. Si los actos de fuerza producen poder, a partir
de allí el discurso del orden y el imaginario social consolidan las condiciones reproductivas del
poder producido, es decir, garantizan la continuidad del poder conquistado o instituido. Existen
tres elementos básicos que hacen que el poder función:
La fuerza o violencia.
El imaginario social.
Concurren como instancias diferentes, pero no independientes. Están articuladas entre sí,
agrupadas e intersectadas dentro del dispositivo en forma variable.
El discurso del orden es un espacio de racionalidad, pertenece al ámbito del conocimiento, de la
teoría y las representaciones racionales. Se incluyen en este dominio la moral, la filosofía política
y la religión aisladamente o en conjunción como el segmento jurídico del discurso del orden al que
suministran los últimos fundamentos, los referentes divinos o seculares. El discurso del orden es
el tipo de legitimación de este sistema, lugar de emisión de los enunciados normativos y de las
reglas de justificación. Los dispositivos de poder exigen también practicas extradiscursivas;
necesita de soportes mitológicos, emblemas, rituales que hablen a las pasiones y en consecuencia
disciplinen los cuerpos. Este universo de significaciones (Imaginario Social) hace que el poder
marche haciendo que los miembros de una sociedad enlacen y adecuen sus deseos al poder. El
imaginario social interpela emociones, voluntades, sentimientos, sus rituales promueven las
formas que adquirirán los comportamientos de agresión, de temor, de amor, de seducción que
son las formas en que el deseo se anuda al poder. La función del Imaginario Social es fundir y
cincelar las llaves de los cuerpos para el acceso a la ley y la continuidad y reproducción del poder.
2. Instituido- Instituyente
Aquello que mantiene unida a una sociedad es su institución, dice Castoriadis, es decir, el proceso
por el cual la sociedad se instituye como totalidad; la institución de normas, valores y lenguaje no
son solo herramientas o procedimientos para hacer frente a las cosas, sino mas bien son los
instrumentos para hacer las cosas; en particular para hacer individuos.
En el termino imaginario social, lo imaginario remite a otro orden de sentido; ya no como imagen
de, sino como capacidad imaginante, como invención o creación incesante social-histórica-
psíquica, de figuras, formas, imágenes, en síntesis, producción de significaciones colectivas.
Una sociedad es también un sistema de interpretación del mundo, es decir de construcción,
creación, invención de su propio mundo; en tanto tal puede percibir como peligro cualquier
desmentida a su sistema de interpretación del mundo.
No hay sociedad sin mito. El mito es para Castoriadis un modo por el que la sociedad catectiza
como significación el mundo y su vida en ese mundo; de otra manera sus “individuos” estarían
privados de sentidos. Los mitos que una sociedad instituye son cristalizaciones de significación
que operan como organizadores de sentido en el accionar, pensar y sentir de los hombres y
mujeres que conforman esa sociedad, sustentando a su vez la orientación y legitimidad de sus
instituciones. El desorden social se despliega cuando aparecen nuevos organizadores de sentido.
Es decir que los nuevos organizadores de sentido y las prácticas sociales que los hacen posibles
refieren a lo imaginario social no instituido, radical, instituyente siempre, utópico a veces, que da
cuenta de la existencia de deseos que no se anudan al poder, que desordenan las practicas,
desdisciplinan los cuerpos, deslegitiman sus instituciones y en algún momento instituyen nueva
sociedad.
El imaginario radical por un lado, establece la relación entre imaginario social, deseo y producción
de utopías y por otro instala la cuestión del poder en el centro mismo de la producción de
subjetividad. Si las utopías dan cuenta de deseos que no se anudan al poder habrá que pensarlas
ya no como aquello que advendrá en un futuro mejor, sino como actualidad radical, actualización
de deseo, denegación de finalidades, que opera re significación y produce realidad.
El conjunto de significaciones que lo imaginario social instituye con la modernidad en relación con
la familia se encarna en el cotidiano de todas y cada una de las instituciones de una sociedad;
sostienen las formas que el público y lo privado adquieren para esa sociedad, delimitando el
conjunto de atribuciones, prescripciones y prohibiciones, lo bello, lo feo, etc. de tal periodo
histórico.
Los mitos sociales (imaginario efectivo o instituido) en tanto cristalizaciones de sentido son una
pieza clave en el sostenimiento de lo instituido, constituyen piezas claves en el disciplinamiento y
policiamiento de una sociedad.
La institución de las instituciones de una sociedad y su continuidad es posible no solo por las
condiciones materiales económicas que la producen sino por la eficacia simbólica de sus
mitologías, emblemas y rituales que la sostienen y reproducen.
Se intentara puntualizar algunos mecanismos a través de los cuales los mitos sociales logran su
eficacia en el disciplinamiento sociales y en consecuencia en la legitimación y el orden de las
instituciones que involucran.
En primer lugar operan por la repetición insistente de sus narrativas: se gestiona a través
de formas reticulares y difusas, produciendo discursos que, con pequeñas variaciones de
enunciabilidad, según los focos institucionales, sostienen al infinito una misma trama
argumental. Repetición argumental y múltiples focos en la gestión de sus enunciados
crean los caminos de su eficacia simbólica.
La invisibilización de lo diverso no solo deja sin lugar a la singularidad, sino que, a través de estos
discursos molares, universalidades, se invisibiliza el proceso socio-histórico de su construcción.
Otra de las características de lo totalizador de sus enunciados es que, en tanto sus principios son
establecidos como universales, es decir, para todos los hombres y mujeres, deniegan las
estrategias biopolíticas que operan en forma muy diferente según las clases sociales o grupos
étnicos o culturales que conforman una sociedad.
Por otra parte operan por deslizamientos de sentido que vuelven equivalentes cuestiones
muy disimiles. En el mito mujer-madre no es lo mismo decir que para ser madre se
necesita ser mujer, que para ser mujer se necesita ser madre; sin embargo esta ecuación
de gran eficacia simbólica en nuestra cultura ha vuelto equivalentes ambos términos de la
ecuación.
Estas cristalizaciones de sentido, los mitos sociales, al instituir un “real”, pero vivido por los
actores sociales como la realidad objetiva, organizan las formas de los lazos sociales, es decir que
institucionalizan tanto las relaciones materiales como las subjetivas de las personas. Por lo tanto,
prescriben en forma explícita e implícita como deben ser desde los contratos laborales hasta las
relaciones sentimentales entre géneros sexuales; son, por ende, una verdadera fuerza material
del campo social.
Los mitos sociales obtienen su eficacia simbólica a través de la repetición, insistencia de sus
tramas argumentales, que se multiplican en innumerables focos del tejido social. A través de
enunciaciones totalizadoras y totalizantes, deslizamientos de sentido, producción de invisibles y
eliminación de contradicciones, gestionan su violencia simbólica.
Un grupo no solo es tributario de las producciones de significación más generales que la sociedad
instituye; si fuera pertinente hablar de un imaginario grupal habría que pensar en las figuras y
forma que ese número numerable de personas inventa a lo largo de su historia común, para dar
cuenta de sus razones de ser como colectivo. Un grupo se instituye como tal cuando ha inventado
sus significaciones imaginarias.
El termino ilusión, ha sostenido y sostiene dos líneas de significación: ficción o engaño de los
sentidos y quimera, sueño, esperanza. Puede observarse que, aun cuando una conceptualización
acentúa una de las líneas de significación, la otra no desaparece, por lo que podría decirse que
ambas líneas se despliegan en una tensión por la cual aquella que aparece como predominante
soporta la insistencia que ejerce la otra en su latencia
Marí E. (1988). Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden, La ciudad Futura nº
11. pp.72-73.
La historia del reparto del poder y su relación en lo social con jerarquías desiguales ha sido
acompañada por un dispositivo de legitimación y sostén no exento de complejidad y doble
vertiente. Convergen en este dispositivo, por un lado, la construcción de un discurso del orden q
asigna al producto social en una dada relación de fuerzas, una propiedad natural o divina: la de ser
un orden necesario para el provecho del mundo aunque se trate, en verdad, de un orden impuesto
para el propio provecho del clan, la tribu o el pueblo vencedor, determinada comunidad o la clase
privilegiada. Integra este dispositivo, por otro lado, la inserción del discurso del orden en
montajes de ficción, soportes mitológicos y prácticas extra discursivas como ceremonias,
banderas, rituales, himnos, distribución de espacios. Estas prácticas de solicitación y manipuleo
del psiquismo humano pueden identificarse bajo el título de imaginario social, en el q se hacen
posibles las condiciones de reproducción del discurso del orden. El discurso del orden y el
imaginario social convergen en el dispositivo del poder, del q constituyen instancias distintas pero
no independientes. Poder y Soberanía son el anverso y el reverso de un mismo problema al q se
interpelación el pensamiento jurídico político del siglo XVI y XVII. Hobbes construyó el modelo
más acabado del poder absoluto. Por la vía del pacto legitimante, se reconoce un poder y una
fuerza tal q el terror q inspiran le permiten modelar la voluntad de todos. Por ese pacto los
particulares intentan escapar a la guerra de todos contra todos, y renuncian a ejercer su derecho
natural para obtener a cambio, seguridad. Como esta reciprocidad no puede esperarse de la
buena voluntad del individuo aislado, el exceso de su poder debe asegurar la suficiente fuerza y
coacción q permita instaurar la sociedad civil: el soberano y su potencia. El soberano representa la
voluntad y la unidad del cuerpo político, es el legislador, q controla las doctrinas y las opiniones,
reparte las recompensas y los castigos. Cada particular somete su voluntad a la voluntad del q
posee la potencia soberana en el Estado, de tal suerte q no puede emplear contra él sus propios
fuerzas. La fuerza es el elemento constitutivo del poder, la q lo produce, pero la fuerza o la
violencia se frustrarían de no articularse en dispositivo con el discurso del orden y el imaginario
social, q constituyen las condiciones de reproducción del poder producido, los garantes de la
continuidad del poder conquistado o instituido con base en la fuerza. Transformada la fuerza en
poder, el discurso del orden y el imaginario social aseguran la presencia del poder y los efectos de
la fuerza aún estando ésta ausente. Dentro del dispositivo del poder, discurso del orden e
imaginario social son heterogéneos y cumplen distinto papel y función, pertenecen a tópicos
diferentes: El discurso del orden pertenece al ámbito cognoscitivo, al de la teoría y las
representaciones racionales. Pero es tb el espacio de la ley, donde la fuerza encuentra dentro del
dispositivo del poder su modo más racional de comunicación social al apropiarse de las técnicas
con q las normas jurídicas la transmiten y transportan con el nombre de coerción, coacción, y
sanción, es decir, con los mecanismos de obediencia ycontrol social del derecho. El espacio de la
ley es espacio de razón, razón en cuanto al tipo formal de las estructuras lógicas q comunican la
fuerza, y razón en cuanto a través de ella se producen las operaciones ideológicas de justificación
del poder.La pérdida de la libertad propia del estado de naturaleza sólo se justifica en el cálculo
racional de las ventajas q proceden del sacrificio del derecho natural de todos a todo: la paz, la
seguridad, la protección y preservación de la vida. Sólo la conservación de la vida puede ser la
respuesta de la razón, la obligación de los súbditos para con elsoberano dura tanto como el
poder mediante el cual éste es capaz de protegerlos. El fin de la obediencia es la protección. El
dispositivo del poder exige como condición de funcionamiento y reproducción q fuerza y
discurso del orden legitimante, estén insertos en una estructura de movilización de creencias
discursivas y extradiscursivas. Es el lugar del imaginario social, la tierra natural de las ideologías
teóricas y prácticas. La función del imaginario social es operar en el fondo común y universal de
los símbolos, seleccionando los más eficaces y apropiados a las circunstancias de cada sociedad;
para hacer marchar el poder, el imaginario social interpela a las emociones, a la voluntad y los
deseos. Son rituales ligados a estimular y promover comportamientos de agresión y seducción,
las dos formas en q el deseo se anuda en el poder. El imaginario social es una praxis donde operan
los fantasmas y la subjetividad humana, pero en cuanto praxis pertenece a lo social. La palabra
fantasma no alude al producto de una imaginación incontrolable o irracional, tiene el sentido de
fantasma en la experiencia freudiana, actividad creadora q anima el mundo imaginario y sus
contenidos. El fantasma es un escenario imaginario en el q se halla presente el sujeto y q
representa la realización de un deseo, en último término de un deseo ICC. En el imaginario social
se realiza la conexión y el enlace entreel deseo y el poder. Para Hobbes la felicidad es un continuo
progreso del deseo de un objeto a otro, donde la obtención del anterior constituye el camino
hacia el siguiente. El objeto del deseo humano es asegurar el camino de su deseo futuro. El
objeto del deseo q privilegia Hobbes es el poder. Entre poder y deseo hay un vínculo
fundamental dependiente de razones psíquicas y de naturaleza social, en 1° lugar coloca el deseo
de adquirir poder tras poder, tendencia insaciable de perpetuarse y trascender sus límites, deseo q
no cesa más q en la muerte. El poder requiere las condiciones sociales de posibilidad q aseguren
su reproducción, condiciones q se enlazan con lo psíquico a través del imaginario. Esta
articulación entre deseo y poder, la conversión del sujeto del poder en Dios, es unode los caminos
q explican por q el poder posible, el poder político y real CC de sus limitaciones, recurre histórica y
habitualmente a un campo de referentes divinos o sus sustitutos seculares, en busca de
legitimación y última garantía. Este campo es el del imaginario social. Se trata de un campo
gralmente descuidado por la teoría política y jurídica. Las ideologías teóricas tienden a motivar,
movilizar e impulsar las creencias en favor del poder. En determinadas circunstancias históricas,
de impugnación social y revolución contra el poder, estas ideologías suelen perder su
eficacia material y ser reemplazadas por aparatos represivos del Estado, o sea aquellos con
predominancia en la violencia (policía, cárceles, tribunales, ejército). Pero en épocasde sociedad
normal, estas ideologías actúan en el doble significado de fantasma y fantasía, con
operatividad natural, espontánea y no compulsiva. A través de ellas, el poder se hace armónico,
en el sentido de homogéneo y cohesivo a la sociedad. Las formas del imaginario social decoran el
poder en el sentido q lo embellecen, tb el imaginario crea un régimen de buenas maneras y
educación q permite al poder ocultarla molestias (violencias) ocasionadas en conseguirlo. Las
razones internas al dispositivo del poder q determinan el régimen de acople de éstas y otras
prácticas con el discurso del orden, se vincula con la circunstancia de q la tópica del imaginario
social, su rol y función difiere respecto del carácter predominantemente racional de ese discurso.
Pero existen también razones de orden endógeno, externas aldispositivo del poder. Las grandes
transformaciones económicas, los cambios en los sistemas de producción, y en el régimen de
propiedad, determinan una reestructura y reajuste del dispositivo del poder. Estas reestructura y
reajuste es exógena al dispositivo. El endógeno se mueve en el plano de las diferencias de función
de los elementos del dispositivo del poder, de su heterogeneidad, de su distinta tópica. El
exógeno es, en cambio, nivel de análisis de la relación del dispositivo del poder con la
estructura económica. En este nivel, el dispositivo del poder y c/u de sus instancias son
independientes del modo en q una sociedad produce sus formas de vida. Así como el imaginario
social es condición de reproducción del discurso del orden en el dispositivo del poder, el
dispositivo del poder, enfocado en su modelo político-jurídico, es condición de reproducción de
las formas producción.