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Territorio de Pensamiento

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Documento de lectura de profundización

“La autoridad (pedagógica) en cuestión” de María Beatriz Greco

- Adaptado para los alumnos de 5º año-

Prof. Lic. Adrián Lilino

“Estamos parados en el territorio de la invención, allí donde el desierto se vuelve


“terreno de juego”, recreación de sentidos.”

(Maria Beatriz Greco, “La autoridad (pedagógica) en cuestión pag. 154)

¿Es posible educar sin autoridad? ¿Sobre qué se funda la autoridad del maestro?
¿Qué puede hoy una autoridad? ¿Qué ejercicios diversos de la autoridad pueden ser
pensados hoy? Estos son los interrogantes fundamentales que se hace Greco sobre
la autoridad pedagógica y sobre los cuáles reflexiona en su obra.
En primer lugar demarca que la autoridad hoy esta en crisis, que se encuentra
devaluada, y qué este es un problema complejo donde intervienen factores
culturales, económicos, sociales y políticos. ¿Qué hacer frente a ello? ¿Paralizarnos?
No. La invitación es a reconstruir el concepto de autoridad en el vínculo pedagógico.
Es decir, construir una nueva idea de pensar y sostener la autoridad pedagógica hoy
frente a la crisis, ya que no se puede educar sin autoridad.
¿Por qué reflexionar sobre la autoridad pedagógica? Greco dice: porque “todo acto
educativo implica un acto de autoridad”. Educar implica una noción de autoridad,
porque significa dominar los contenidos que debemos transmitir, manejar técnicas
pedagógicas adecuadas a las edades y contextos en los cuales viven los estudiantes,
estar a la escucha de sus problemas y de la marcha del proceso de enseñanza-
aprendizaje.
¿Se puede sostener una autoridad individualmente? Greco dice que no, que “la
autoridad es institucional”. La autoridad se sostiene en el trabajo en equipo, en la
coherencia, en el clima institucional de la escuela. Con lo cual, si bien la autoridad
pedagógica es labor de cada docente, es también una tarea colectiva y social que se
asume entre todos los docentes de un colegio.
Ahora bien, si la autoridad pedagógica hoy esta en crisis, es en función de que el
concepto de autoridad que sosteníamos hasta el momento ya no funciona, y
debemos re- pensarlo nuevamente para que se legitime. Debemos animarnos al
terreno de la invención, detener la queja y forjar una autoridad pedagógica de otro
tipo.
¿De dónde viene esta crisis de autoridad?
Foucault (filósofo e historiador francés) retoma a Kant (filósofo alemán) para decir
que en la modernidad hubo un quiebre respecto a la autoridad externa, la consigna
del sujeto moderno era “no obedecerse más que a sí mismo”. La autoridad entonces
estaba del lado de la razón misma y su afán de autonomía y dominio en el camino
del progreso ilimitado. El maestro aparecía como aquel que “hacía nacer en el niño
al alumno”, que lo acompañaba en el trayecto de su relación con el conocimiento,
consigo mismo y con los otros. Nacía alguien que aprende y desea aprender. Hoy, la
razón también aparece cuestionada a partir de no haber logrado el progreso
ilimitado que proponía, y por ende, la autoridad no se desplaza hacia ningún lado,
tiene dificultades para ser encarnada y reconocida.

Para Castoriadis (filósofo y psicoanalista francés) vivimos en tiempos de in-


significancia, de desamparo, por ausencia de significaciones que nos otorguen un
mejor vivir juntos. Bajo la consigna de “sálvese quién pueda”, y del hombre actual
instalado como sujeto consumidor; se ha roto un proyecto identificatorio colectivo,
en términos de Silvia Bleichmar (psicoanalista argentina), que es aquello que nos
posibilita reconocernos en un “nosotros” y proyectarnos hacia el futuro. Stiegler
(filósofo francés) habla de una época signada por el “sufrimiento narcisístico del
nosotros”. ¿Qué quiere decir esto? Que estamos en un momento histórico donde no
podemos conformarnos como un “nosotros”. Cada uno vive “individualmente”, y ello
habilita a todo tipo de transgresiones (es posible hacer “desaparecer” a los otros”).
Thomas Hobbes (filósofo inglés), habla de la “guerra de todos contra todos”, al
disolverse la noción de un colectivo social que nos cuida y proteja más allá de
nuestras diversidades. Antes, en un mundo pre- moderno, dice Castel (filósofo
francés), el sometimiento a la autoridad estaba dado, porque esta, aseguraba una
protección y por ello uno era obediente. Si decimos que hoy importa solo uno y
estamos disueltos socialmente, obviamente que la autoridad ya no asegura ninguna
protección, y uno no necesita ser obediente a nadie. Agamben (filósofo italiano),
sostiene que la autoridad reside en el relato y la palabra, en la experiencia de aquel
que transmite. Es decir, que la autoridad tenía que ver con la transmisión de
experiencias acerca de lo vivido entre generaciones; una autoridad de la experiencia.
Algo que se comunica entre generaciones.

¿De dónde procede la autoridad de un maestro? ¿Se es o se ejerce autoridad?

Estas son otras preguntas que se hace Greco y son fundamentales. ¿Uno posee
autoridad por sí mismo o uno ejerce la misma? Haciendo un análisis de diferentes
definiciones de autoridad, Greco concluye que la autoridad no es un concepto
aislado y recortado de otros, sino que se diferencia o reconoce en base a otros
conceptos como el poder, la fuerza, la influencia, la obediencia, la disciplina, la
legitimidad, la libertad. Lo fundamental de la autoridad, es que se despliega en la
intersubjetividad, en una trama de encuentros entre sujetos diferentes en relación
asimétrica.

La autoridad dice Greco, implica un reconocimiento, y es ello lo que hace que


alguien sea autoridad. Nadie puede nombrarse a si mismo autoridad, sino es mirado
por otros como tal. ¿Cuándo se da este reconocimiento? Cuando la autoridad se
emplaza desde la autorización, desde otro que reconoce en mí alguien que busca
“hacerme crecer”. Por ello no se liga a un poder que se ejerce en razón de una
superioridad, sino por contar con una experiencia (como decía Agamben) de
importancia para mí, que busca mi beneficio. Uno reconoce una autoridad y
renuncia libre y conscientemente, a cambio de algo que otro ofrece y dona dice
Kojève (filósofo francés nacido en Rusia). No se trata de ejercer violencia o intervenir
por la fuerza, ello no es autoridad. ¿Qué sería ello en términos educativos? Un
docente que no se coloca por fuera de la situación de aprendizaje, sino que se
implica con el alumno y su aprendizaje, que no lo deja solo, que lo sostiene para que
no desista. Que despliegue “miradas habilitantes” para con el alumno, que busca
que sus potencialidades se desplieguen. La autoridad vale entonces, no por sí
misma, sino porque hace nacer y crecer.
¿Cómo puede pensarse hoy la autoridad pedagógica?
Greco propone pensar la autoridad pedagógica ligada a:

- La transmisión: Un docente que transmite un pasado pero no como algo fijo


y estático, sino en constante recreación desde la mirada presente, pero también, de
cara al futuro. Es decir, que busca las formas de enseñar haciéndose cargo para
promover un recorrido propio de cada alumno, que no queda estancado sino que se
abre a la complejidad de lo nuevo y del porvenir.
- La confianza: Un saber escuchar y saber decir no desde una lógica
controladora del otro. Una asimetría si, pero no desde el lugar de superioridad. Lo
cual implica que el docente renuncie a la omnipotencia, a la totalidad, al control del
otro, a capturarlo y cambiarlo según los propios deseos, a ejercer un poder que no
cesa. Se trata de una confianza instituyente, que da oportunidades, que se abre a lo
novedoso, que confía en el alumno que se le ha dado a cargo y del cual es
responsable.
- La igualdad y la ignorancia: No se trata de borrar la asimetría, ni ponerse en
lugares idénticos. Se trata de que el docente siguiendo a Rancière (filósofo francés) y
Jacotot (pedagogo francés) no desiguala con el alumno, sino que por haber
recorrido un camino con el conocimiento, lo despliega con los alumnos y abre
nuevos diálogos para que ellos promuevan sus propios caminos. Que no considera
al otro inferior, sino que trabaja con voluntades, creando vínculos entre inteligencias
y textos para arribar a otros mundos posibles. Ello implica romper con la idea de
saber y poder, entre ignorantes y sabios, entre inteligentes y no inteligentes, entre
buenos y malos alumnos. Un ser maestro sin ser amo y dueño. Un “maestro
ignorante”, que enseña sin explicaciones ni indicaciones sobre las palabras que el
alumno deberá decir ni en el lugar en el que deben ser colocadas, sin el despliegue
de la inteligencia del maestro, sino que insista en la necesidad de que el alumno
realice su trabajo intelectual, que no descanse en la inteligencia del maestros sino
que otorgue a su inteligencia todas las posibilidades de desplegarse. Un maestro
que considera que todas las inteligencias son iguales, que cualquier alumno puede
desplegarla, que lo arranca al alumno de su lugar de inferioridad, que lo valoriza,
que lo reconoce y anima al trabajo. Un maestro que “enseña que lo que ignora”, que
se ubica en igualdad, que considera que la ignorancia puede provocar el deseo de
saber, que esta allí no por ser sabio o superior. Un maestro que no aplasta la
inteligencia de su alumno, sino que promueve sus propios caminos. Un maestro que
considera que “el alumno hace al maestro”, lo cual significa que los caminos que
vaya armando de enseñanza es a partir de lo que el alumno ensaya, escribe,
improvisa.
- La emancipación: Pasar de una “autoridad del dominio del otro” a una
“autoridad emancipatoria”. Una autoridad que permita el despliegue de las
posibilidades de todos y cada uno. Una autoridad que no sujete, sino que busque
que sus alumnos no se sientan inferiores, que descubran el poder de su
pensamiento, que no se menosprecien. Una autoridad que “subjetivice”, que
acompañe, movilice y sostenga. Una autoridad que se “haga cargo” de sus alumnos
y se responsabilice por sus aprendizajes. Una autoridad que transmita su voluntad,
pero no su inteligencia o su saber, sin dejar que la pereza gane al alumno. Una
autoridad que considere que la educación no proviene del maestro, sino que es un
trabajo del alumno efectuado desde su lugar de “igual”. Una autoridad que retome
las ideas previas de los alumnos, aún para corregirlas, que aggiorne las actividades
de enseñanza, que estimule el interés, que secuencie actividades de enseñanza
atractivas, que corrija veladamente, sin violencia, los conocimientos erróneos de sus
alumnos[1]. Una autoridad que no considere al alumno una cosa, sino un sujeto-
palabra. Un sujeto que al hablar, se va instituyendo como tal, donde su palabra
cuenta. Por ello, siguiendo a la psicoanalista Piera Aulagnier, no debe ejercerse una
“violencia secundaria” que es aquella que es desubjetivizante, que arrasa, que es
excesiva, que en lugar de hacer lugar, lo quita. Es decir, no ser un espacio áulico o de
enseñanza- aprendizaje donde ya este todo dicho por el docente, para ser uno que
no es aún, donde la palabra del docente se dona y deja que el otro hable desde el
reconocimiento del semejante. “Lugares de habla” donde cada uno pueda hacer oír
su voz. Para que en el alumno, siguiendo a la psicoanalista argentina Silvia
Bleichmar, no se produzca un “estallido de identificación”. Donde el alumno tenga la
sensación de superfluidad (ser descartable, estar de más, de sobra), disminuyendo su
autoestima y la ausencia de un proyecto futuro para vivir en la inmediatez. Una
autoridad que forma inteligencia, que es mucho más que cargar memoria o repetir
frases hechas, aprender de memoria o repetir el libro. Kammerer propone pensar
que el lugar de los adultos es ser “prestadores de identidad”, de pasadores de
cultura recibida con la responsabilidad de “hacer crecer”, proteger lo frágil que nace
en niños y adolescentes.

En la siguiente página pueden encontrar una entrevista a Greco para profundizar


sobre el tema:
http://www.osplad.org.ar/mundodocente/mundodocente2006/sumario/notas/junio_
08/entrelejerciciodeautoridad.htm

[1] En clase analizamos el método socrático como metodología de enseñanza. En


Greco aparece una crítica a este método. Sócrates para el pedagogo Jacotot, no es
un “maestro ignorante”, sino que finge ignorancia para imponer su saber frente al
alumno. Disimula igualdad. Pregunta para mostrar que sólo su saber vale, para
mostrar superioridad. Así el alumno una vez que aprende, confirma su inferioridad,
su esclavitud, su dependencia.

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