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Introducción.
El presente escrito surge como producto concreto del seminario de grado arte y
emociones en los duelos, la enfermedad y la muerte, realizado por la facultad
de psicología de la Universidad de Manizales, específicamente en el módulo
de investigación orientado por la doctora María Cristina Palacio.
Para hacer frente a dicha incertidumbre y quizá como cierto paliativo, pues
hasta ahora nada resulta contundente, demostrable y universal, los diferentes
sistemas de pensamiento (científicos y religiosos) han desarrollado posturas
conducentes a combatir y a llenar el vacío existencial que surge en el individuo
ante la dificultad de dar el sentido de vida a una vida que no se sabe hacia
dónde se dirige sino inequívocamente hacia la muerte irresoluble.
“y, desde el punto de vista filosófico, ¿Qué más nada que la muerte, que nos
conduce a dejar de estar en el mundo? En efecto, consideramos que si no es
abordándolo desde la perspectiva religiosa, el problema de la muerte no tiene
otra solución o más bien otra respuesta que la aceptación lucida y resignada, la
asunción del hecho, o la “decisión anticipatoria” heideggeriana,” (Comesaña
2004).
“Mientras a la mayoría de las sociedades se les explican los misterios que nos
rodean invocando a un dios o un grupo de dioses para que las cosas tengan
algo de sentido, un número científicos trabajan para ofrecer respuestas
objetivas sobre la infinitud del espacio y sobre la maquinaria interna del átomo,
demostrando como todo es ilusorio, y que la vida crea el universo y no al
revés.” (Wordpress 2015, cita a Lanza).
Todo lo anterior es tan inverosímil que pareciera ser un juego de mera ficción
sin embargo la historia de la ciencia está hecha de muchas historias en las que
se demuestra precisamente que la realidad es más extraña que la propia
ficción.
Aristóteles trazó el propósito del ser de manera categórica a saber: “La mayor
industria del hombre es hacerse hombre” Es decir el hombre debe
trascenderse a sí mismo. En todas sus búsquedas el humano en esencia no
busca más que su libertad, salir de sus condicionamientos, escapar de la
propia prisión que se ha construido.
Al final todos los caminos convergen hacia un intento de liberación del ser a
través de su comprensión y conocimiento de sí mismo, esto puede constatarse
en el arreglo un tanto arbitrario de las posturas ya señalas, en ultimas todas
ellas son jalonadas por un mismo centro de atracción cimentado en la
pregunta, en cierto modo aun insuperable, ¿Qué es el ser humano?
No hay un camino lógico y todos por ende resultan caminos lógicos para
aquel que los recorre, al final se podría decir con las palabras de San Juan
de La Cruz “ese tal camino, no era ningún camino.”
4 Conclusión
- Lecrerc, E. (1999). El sol sale sobre Asís. Francia: Editorial Sal Terrae
- Mejia, A. A. (2001). La triple significación de la muerte borgeana.
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