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“Una aproximación a la adolescencia media”

Pablo Soto - UNPSJB


Comodoro Rivadavia - 2018
INTRODUCCIÓN
El presenta trabajo está destinado a generar conclusiones de carácter provisorio
acerca de la adolescencia en la actualidad. Precisamente, se buscará indagar
sobre una subfase de la adolescencia profundizando en la relación que se puede
establecer entre el adolescente y ciertos aspectos problemáticos de la actualidad
cómo son la escuela o ciertas conductas autodestructivas. La subfase observada
será la adolescencia media. Para ellos se recabaron datos de entrevistas
realizadas a dos adolescentes de distinto género, ambos de 16 años. Ambos
adolescentes concurren regularmente a la escuela secundaria a la que están a
punto de finalizar. También fueron importantes los aportes que surgieron de las
entrevistas realizadas a dos docentes, también de distintos géneros que trabajan
con adolescentes en escuelas secundarias.
En una primera parte se presentará el marco teórico a partir del cual se va a
intentar relacionar la adolescencia (media), con ciertos modos en que se
atraviesan los desafíos psíquicos y sociales que implica.
Luego se hará un recorrido conceptual en torno a esos ejes y a las relaciones que
se pueden o no establecer. A continuación se abordarán las entrevistas a la luz de
los aportes teóricos antedichos. Por último se intentará formular conclusiones
provisorias acerca del tema analizado.
MARCO TEORICO
El presente informe se va a desarrollar a partir de los aportes de Susana Estela
Quiroga, Arminda Aberastury y Mauricio Knobel, de la Cátedra de Psicología
Evolutiva y de Isabel Luzuriaga al estudio de la adolescencia con el objetivo de
intentar brindar un marco interpretativo de las conductas observadas en las
entrevistas.
Susana Estela Quiroga hace una recorrido por aspectos de diversa índole en
relación a la adolescencia. Asumiendo que esta etapa del desarrollo del sujeto
esta condicionada por múltiples fenómenos. Nos centraremos en el estudio que
esta autora realiza particularmente de la adolescencia media dado que los
adolescentes entrevistados se ubican en esta fase de desarrollo. En este contexto
se prestará especial atención a los procesos de duelo y constitución de la
personalidad como así también la relación del adolescente con mecanismos de
defensa pulsionales y de la realidad.
Los “síntomas de la adolescencia normal” es un tejido conceptual propuesto por
Arminda Aberastury y Mauricio Knobel, que brindará herramientas para consolidar
la interpretación de ciertas conductas adolescentes. Lo interesante de la mirada,
es que si bien habla de una “sintomatología”, lo enuncia así, entre comillas,
quitándole mediante recurso retórico la carga patologizante de esa palabra. Estos
autores despliegan una mirada del adolescente en la que sin dejar de reconocer el
carácter traumático de dicha etapa, lo normaliza, es decir, plantea que todo lo que
se suele ver en el adolescente como problemático, negativo, es lógico con
respecto a los cambios que se realizan.
También retoman el rol de la escuela en la conducta del adolescente, aportes que
también serán tenidos en cuenta en este trabajo. Sobre este eje recurriremos
igualmente a las fichas de cátedra en las que se desarrollan ideas sobre la
relación docente adolescente en la escuela. Así mismo, y para finalizar se
retomarán las fichas de cátedras que tratan sobre ciertas conductas
autodestructivas de los adolescentes. Este material será útil para interpretar
cuestiones vinculadas a la alimentación o a las adicciones.
Como dijimos al principio, pretendemos que este cuerpo teórico se constituya en
una serie de herramientas interpretativas de las conductas adolescentes
observables y manifiestas en las entrevistas obtenidas. Cabe aclarar que tanto el
trabajo descriptivo, como el interpretativo es precario y provisorio. Provisorio
porque lo que se concluya será acotado a un número escueto de casos y teniendo
en cuenta un marco teórico humilde. Precario porque se trata de un ejercicio
iniciático o de simulación, en el marco del cierre de la materia Psicología Evolutiva.
DESARROLLO
El material que se va a analizar aquí surge de 4 entrevistas. Dos de ellas
realizadas a adolescentes: Carolina y Ariel. Y otras dos realizadas a docentes:
Alejandro y Nadia.
Carolina y Ariel tienen 16 años y cursan el 6° años de la Escuela Secundaria. La
institución a la que asisten es pública y cuenta con Especializaciones y
Orientaciones vinculadas al diseño web, a la música y al teatro. Se trata de una
escuela de jornada completa en la que los estudiantes tienen las materias
curriculares a la mañana y por la tarde, a contra turno, talleres de formación
específica.
Los docentes también trabajan en escuelas secundaria. Alejandro trabaja en la
misma institución que los adolescentes mencionados y dicta las asignaturas
Historia y Construcción de la ciudadanía. Tiene 55 años. Nadia trabaja en otra
institución pública provincial de nivel secundario, dicta la materia de Biología y
tiene 38 años. Ambos trabajan tanto en el ciclo básico como en el orientado de la
Escuela Secundaria.

Sobre los docentes


Antes de entrar en el análisis de los adolescentes vamos a iniciar con el abordaje
de los dichos de ambos docentes. Así mismo, podemos hacer una serie de
hipótesis acerca de cómo el adolescente se vincula con el contexto escolar a partir
de los docentes y a partir de algunas de las respuestas de los propios
adolescentes.
Según sabemos, cuando hablamos de adolescentes en situación de aprendizaje,
son muchos los factores que inciden, tanto vinculados al propio adolescente, como
al docente y a la tarea que se propone.
En el caso de Nadia, la docente de Biología, es posible mencionar algunas
cuestiones puntuales. Cuando se le pregunta sobre el rendimiento de sus
estudiantes la docente responde “es muy bueno (el rendimiento), hay casos
puntuales en donde se observa bajo rendimiento. […] Pero se utilizan otras
estrategias para lograr que el alumnos se apropie del conocimiento”. Me parece
interesante señalar que el docente en este caso observa que la principal
determinante del bajo rendimiento es el conjunto de factores vinculados a la
enseñanza más que al aprendizaje, o incluso a la tarea. En ese sentido es que
enfatiza las estrategias como centrales para lograr o no el aprendizaje,
desestimando otros posibles determinantes, sobre todo las vinculadas a
condicionamientos del alumno propios del estadío que atraviesa. Recordemos que
“la problemática emocional estimula o interfiere el aprendizaje, y los fracasos e el
aprender incrementan y complican los problemas emocionales”, tal como se
plantea en la ficha de cátedra El adolescente y el contexto escolar. Luzuriaga
también plantea algo similar al respecto, al llamar la atención sobre el hecho de
que muchas de las problemáticas vinculadas al rendimiento escolar del
adolescente no se refieren a causa físicas o intelectuales, sino que pueden
relacionarse a problemáticas afectivas. Recordemos que este desplazamiento
hacia los procesos emocionales para explicar ciertas dificultades de aprendizaje
en adolescentes tiene asidero en las propias características que adquiere la fase
adolescente y dentro de esta la adolescencia media. Quiroga, retomando a
Aberasturi y Knobel caracteriza a esta fase fundamentalmente atravesada por
procesos de duelo y por transformaciones en las defensas de los procesos
psíquicos. En este sentido, la represión es el mecanismo que cobra hegemonía y
recordemos que Luzuriaga señala, cuando habla de “contrainteligencia”, que es un
modo de la represión, en la medida en que es un mecanismo de defensa aplicado
contra el pensamiento. También, como indica Quiroga la sublimación, que es un
mecanismo propio de la adolescencia tardía aparece as veces entremezclado con
el mecanismo de intelectualización o con el de idealización. Estos aspectos serán
profundizados más adelante.
Volviendo a la docente Nadia, al ser consultada sobre logros y dificultades de sus
alumnos responde: “habitualmente situaciones relacionadas con temas como su
sexualidad, su identidad, la relación entre pares”. Esta respuesta indica que esta
docente tiene una mirada adecuada sobre algunas de las cuestiones esenciales
que rodean el tránsito por la adolescencia. Tal como lo indican los autores que
nombramos, la adolescencia es un una etapa en que el sujeto experimenta un
conjunto de transformación físicas, fisiológicas y psíquicas. En este sentido los
cambios sexuales son claves para ir experimentando cambios a nivel de identidad
y cambios a nivel de relaciones con otros. Estela Quiroga cuando habla de
adolescencia media la caracteriza diciendo que el adolescente se acerca “a un
tipo de sexualidad que desea parecerse al adulto”, y más también que “el
adolescente medio se caracteriza por terminar de estabilizar el proceso de
crecimiento. Esta estabilidad le permite poder salir en busca del otro”. Los dichos
de la docente acerca de los temas de interés de los adolescentes con los que
trabaja dan cuenta de ese proceso que señala Quiroga: la relación entre
sexualidad e identidad.
Digamos hasta acá que en las palabras de la docente se desprende un
adolescente “normal” en términos de Arberastury, que puede presentar
dificultades de aprendizaje las cuales hipotéticamente podemos decir que están
vinculadas al desamparo psíquico que atraviesa el adolescente medio como
producto de los procesos de duelo que realiza, aunque no tenemos mayores
elementos para confirmar esto. Sabemos por Luzuriaga que conocer implica un
esfuerzo psíquico y que la propia inteligencia suele reprimir el conocimiento como
mecanismo de defensa, la llamada contrainteligencia. Podemos suponer que “los
casos de bajo rendimiento” que señala la docente (aunque esta hipótesis es
sumamente provisoria) se explican de este modo: el adolescente típico,
atravesado por transformaciones tan profundas transita procesos dolorosos (el de
duelo es el más significativo en esta etapa) quedando desprotegido psíquicamente
para afrontar ese y otros procesos complejos como por ejemplo conocer, saber.
Este acto, el conocer, se torna un proceso conflictivo, para evitar ese conflicto el
yo activa el mecanismo de la represión en la forma de la contrainteligencia.
Mientras que en el adolescente medio la represión surge ante lo traumático de la
conciencia de deseos incestuosos, la contrainteligencia opera ante lo traumático
de la conciencia de la complejidad de saber, o incluso, la neutralización de la
inteligencia para saber en la escuela deviene de neutralizar la inteligencia para
saber en otro ámbito.
En la entrevista realizada a Alejandro, profesor de Historia y Participación
Ciudadana, y a diferencia de Nadia, hay una recurrencia a modificar el código
propio para reforzar el vínculo con el estudiante como un modo de garantizar
condiciones óptimas de aprendizaje. También este docente plantea la idea de un
trabajo altamente participativo y de estimular constantemente la reflexión en sus
estudiantes y destaca como logro que los estudiantes pueden “reconocer que
pudieron repensar algunas cuestiones desde su propia óptica fundamentado su
idea”. A partir de estas ideas es posible arriesgar que este docente enseña
teniendo muy presente al sujeto aprendiz y sus procesos, en definitiva
entendiendo cómo debe darse la enseñanza y aprendizaje en la adolescencia.
Según esta afirmación en las intenciones pedagógicas del docente se observa una
clara conciencia del rol que el adulto y la institución educativa tienen que cumplir
en este momento del adolescente. Quiroga dice al respecto: “las instituciones que
albergan adolescentes, como las educativas, deportivas o artísticas, tienen como
fin la intención del adolescente, constituyéndose en el cuerpo social , el esqueleto
que sostiene el desarrollo de la identidad del adolescente que aún no ha
determinado de conformar”. Los docentes y la escuela debe ser un reaseguro en
el tránsito del adolescente desde el seno familiar al mundo social.
Por otro lado, la forma de trabajo del docente se adecúa a la etapa de desarrollo
del pensamiento que propone Jean Piaget. Piaget señala que el adolescente está
en un estadío del desarrollo del pensamiento en el que puede formular hipótesis
en términos de posibles combinaciones de ideas o enunciados. La capacidad de
pensar en términos de hipótesis y probabilidades, de verificar dichas hipótesis y
luego, de formular conclusiones o enunciados es uno de los mayores progresos
del estudiante secundario. Dentro de esta perspectiva piagetista se destaca el
hecho de considerar la experiencia del alumno sus ideas y sensaciones como una
clave en el desarrollo intelectual y en la interacción con la realidad.
Cuando Alejandro, el docente de Historia, señala “La propuesta de trabajo que
planteo en el aula, tiene variantes de aula taller, claves debates y propuestas de
lectura y análisis de textos. La idea, debido a mis espacios curriculares, es que
en el aula se genere la dinámica de poder repensar la historia desde el hoy, dando
importancia a la historia reciente” podría pensarse que su práctica está
íntimamente relacionada con los dos procesos claves que Piaget señala para
garantizar el desarrollo intelectual: asimilación y acomodación. Según lo
propuesto por Piaget la asimilación consiste en un proceso que involucra la
incorporación de nuevos objetos y experiencias a la estructura mental o
cognoscitiva del sujeto. Cuando el docente habla de “propuestas de lectura y
análisis de textos” está poniendo el acento en el procesos de asimilación en la
medida en que socializa y somete a análisis ideas. Pero el proceso no se detiene
allí. El docente habla de dos instancias de aprendizaje que pueden vincularse con
el proceso de acomodación: el debate y el “poder repensar la historia”. El
“repensar” hace referencia directa a la acomodación la cual, según Piaget, implica
la modificación de las estructuras cognoscitivas o mentales que posee el sujeto.
Entonces ese repensar que propone el docente, esa instancia de debate sobre la
realidad estimula la transformación, a partir del procesos previo de asimilación de
nuevas ideas, de las propias estructuras de pensamiento. Digamos que el
docente adecúa su práctica al desarrollo intelectual de la etapa adolescente.

Sobre los adolescentes


Como señalamos en el inicio del Desarrollo del presente trabajo, en este apartado
vamos a proponer hipótesis sobre Carolina y Ariel. Carolina y Ariel tienen 16 años
y cursan el 6° años de la Escuela Secundaria. La institución a la que asisten es
pública y cuenta con Especializaciones y Orientaciones vinculadas al diseño web,
a la música y al teatro. Se trata de una escuela de jornada completa en la que los
estudiantes tienen las materias curriculares a la mañana y por la tarde, a contra
turno, talleres de formación específica.
Ambos adolescentes están atravesando la etapa de adolescencia media, en
términos de Quiroga. A este respecto vamos a hacer un sucinto análisis que
permite afirmar, desde los propios dichos de los adolescentes, su tránsito por esta
etapa.
En términos generales la adolescencia es, como diría Dolto, un segundo
nacimiento. El sujeto transita de un espacio en el que ha ido construyendo ciertas
comodidades a un espacio nuevo, que no puede eludir y que le presenta una
diversidad de situaciones conflictivas que deberá afrontar, solo. Así como ciertas
actividades naturales que en la placenta se realizaban por medio de la madre
comienzan a realizarse autónomamente con el nacimiento, en la adolescencia
sucede algo similar. Dolto dice “hay que quitar poco a poco la protección familiar
como se ha quitado la placenta protectora. Quitar la infancia , hacer desaparecer
al niño que hay en nosotros, constituye una mutación”. Y si bien este proceso se
motoriza por las fuerzas internas del adolescente que se siente lleno “de
promesas de vida, de expansión”, es un proceso de duelo y este duelo genera
sufrimiento. En definitiva, dice Dolto, “no hay adolescencia sin sufrimiento”, y
agrega, “la trampa es que uno desea huir todo el tiempo de todo lo difícil que es”.
Entonces la adolescencia es un torbellino de energías: se quiere salir pera a la vez
permanecer en un espacio, se quiere enfrentar pero a la vez huir de los
sufrimientos, hay que hacer duelos pero el adolescente se niega a reconocer que
algo en el ha muerto. Hay que crecer, pero dilatamos ese crecimiento.
Ariel tiene 16 años, podemos decir que está atravesando la adolescencia media.
En esta etapa adolescente el YO sufre transformaciones importantes. Esas
transformaciones se resumen en dos tareas que el aparato psíquico tiene que
enfrentar: la reaparición del complejo de Edipo y la experiencia de la propia vida
individual que remite a la problemática de la muerte. Ambas tareas suponen
asumir que algo ha dejado de existir como tal y que, o se ha trasformado o ha
desaparecido. El duelo es el proceso central de esta fase adolescente. El duelo
implica procesar el dolor por la pérdida de algo: “el adolescente se verá inmerso
en tres duelos: 1) duelo por el cuerpo infantil, 2) duelo por los padres infantiles,
3)duelo por la identidad”, detalla Quiroga retomando a Aberastury y Knobel. El
proceso de duelo es central en el adolescente medio, entonces.
En la entrevista Ariel se mostró accesible, honesto y seguro en sus respuestas,
predispuesto. Manifiesta una seguridad de palabra y pensamiento algo llamativa
para su edad. Pareciera, a simple vista, y por sus palabras que lleva una
adolescencia tranquila, cómoda, “normal”. Esta impresión es la que llama la
atención. ¿Por qué? Porque ya sabemos con Aberastury y Knobel que lo que se
denomina normalidad en el adolescente es el conflicto permanente y los
desequilibrios, por lo tanto, y al contrario de lo que se suele suponer, aquel
adolescente que no manifiesta estos procesos de desequilibrio está lejos de la
idea de “adolescente normal”.
De la entrevista de Ariel surgen tres núcleos centrales: el consumo de marihuana,
un desarrollo intelectual avanzado y una casi nula actividad física. Empezaremos
analizando de atrás hacia delante estos núcleos.
Ariel señala que no realiza ningún deporte, ninguna actividad física extraescolar e
incluso en la escuela lo único que hace es Educación Física. A veces, juega al
fútbol “por diversión”. Evidentemente Ariel no “se divierte” con la actividad corporal,
salvo a veces. Es decir que la puesta en movimiento de su propio cuerpo, por lo
general, no lo “divierte” no le resulta placentero. Dos cosas podemos extraer de
aquí. Una, el placer como eje rector en la realización de actividad. Otra, cierta
conflictiva con el cuerpo. Dicho de otro modo, Ariel hace por placer y en este
momento el cuerpo no le brinda ese placer. El conflicto con el cuerpo es
característico del adolescente: ya no tiene cuerpo de niño ni su cuerpo le funciona
como el de un niño (recordemos que en la adolescencia media el cuerpo se
prepara para las relaciones exogámicas lo cual requiere de un esfuerzo psíquico
importante por asumir que las relaciones de amor odio se desplazarán). El
adolescente debe construir una nueva representación de su esquema corporal,
debe identificarse. Podríamos decir que el no usar el cuerpo activamente se
relaciona con el proceso de duelo por el cuerpo infantil. Usar el cuerpo (en
actividades, física, en deportes, en la relación sexual) exige que el adolescente
haya previamente realizado el duelo por su cuerpo infantil y se identifique con este
nuevo cuerpo. Cuando hablan de la “adolescencia normal” Arberastury y Knobel
indican que “los procesos de duelo obligan a actuaciones que tienen
características defensivas de tipo psicopático, fóbico o contrafóbico[…]”, con lo
cual podríamos interpretar que esta especie de fobia a la actividad física tiene que
ver con los procesos de duelo propios de la adolescencia.
Este proceso de duelo puede estar siendo conflictivo para Ariel y es por eso que
enfatiza en la idea de placer (que retomará cuando hable de la escuela y cuando
hable de la marihuana). El YO placer, regido por el principio del placer, busca
reservar los privilegios de la infancia y por lo tanto Ariel privilegia el principio del
placer por sobre el de realidad ante la conflictiva que le presenta el proceso de
duelo que está atravesando. En síntesis, podríamos interpretar a esta casi
ausencia de actividad física y a la recurrencia al placer como condicionante de la
misma como una manifestación de un proceso de duelo conflictivo por la pérdida
del cuerpo infantil y el surgimiento del nuevo cuerpo erotizado, sexuado.
El eje del placer como condicionante de lo que hace o no Ariel, se repite: cuando
habla de la escuela sostiene que sólo hace lo que le interesa (es decir, lo que le da
placer) al igual que cuando se refiere al consumo de marihuana: “lo hago por
placer”, dice. Pero si bien la recurrencia al placer se reitera en los 3 núcleos
señalados al principio en lo concerniente a la marihuana y la escuela aparece algo
novedoso en su discurso. A ambos temas se refiere con un alto grado de
intelectualización, un alto grado de elaboración de pensamiento abstracto.
Recordemos que en la adolescencia media el pensamiento abstracto se consolida
y le permite al adolescente tener una idea más cabal de la muerte e incluso asumir
que, eventualmente, él morirá (así como muere el cuerpo infantil y los padres
como objetos de amor odio). Es definitiva: se consolida el pensamiento abstracto
lo que permite intelectualizar. La necesidad de intelectualizar es uno de los
mecanismos defensivos que se activan en la adolescencia para soportar el duelo
por las pérdidas que se registran en esta etapa. Intelectualizar implica “ligar los
fenómenos instintivos con fenómenos ideativos y hacerlos así accesibles a la
conciencia y fáciles de controlar”, según Arberastury y Kobel.. La intelectualización
implica también según Aberastury una “huída al mundo interior” abandonando la
realidad en la que el adolescente se comienza a ver próximamente adulto y la
angustia que esta proyección causa (también la ausencia de casi total actividad
física es coherente con este “encierro”). Esta huida al mundo interior permite un
reajuste emocional, un control de lo instintivo que se manifiesta en un “incremento
de intelectualización” dice Arberastury, que llevan al adolescente a apegarse a
principios éticos, morales, sociales etc. Cuando habla de la escuela Ariel dice “es
una institución muy positiva para relacionarse socialmente, y para, en algunos
casos, contener a aquellos que lo necesiten. Creo personalmente que en los
colegios se ejerce la escolarización y no la educación, la primera responde a un
sistema y se limita a un espacio físico donde se intenta imponer un contenido ya
elegido, independiente de si es útil para el alumno o a que absorba dicho
contenido, con el fin de sacar un resultado “positivo” reflejado en un número que
define el comportamiento y la inteligencia de las personas que asistan a la
escuela. Además que a pesar de los años y que las sociedades avanzaron y
cambiaron los métodos educativos y sus sistemas nunca lo hicieron, siempre
responden a un sistema y a un objetivo que es el de no crear personas pensantes
por si mismas sino personas capacitadas a responder a un orden social y laboral”.
Intelectualización, apego a principios sociales o éticos, todo parece formar parte
de ese fragmento. Esta intelectualización entonces podría ser pensada en
términos de mecanismo de defensa. Es posible decir que ese desgaste
intelectual, implica una liberación de energía y por lo tanto un placer. Con lo cual
se podría decir que la intelectualización es tanto un mecanismo de defensa como
un medio de descarga de tensión, o lo que es lo mismo un medio para obtener
placer. Entonces, arriesgando una hipótesis, podemos decir que esa pasividad
física por liberar energía (obtener placer) es compensada por la liberación de
energía en la intelectualización.
La intelectualización como mecanismo de defensa también surge en Ariel al
referirse al consumo de marihuana así como la recurrencia a la idea de placer.
Cuando se le pregunta por qué consume, responde: “Personalmente creo que es
por placer, pero ese es mi caso”. Según lo que indica Ariel consume regularmente
pero no se considera un adicto.
Desde el punto de vista del modo en que se relaciona con la droga Ariel es un
usador. Dado que periódicamente busca relacionarse con la marihuana. Según la
metapsicología de las adicciones la hipótesis que explicaría el consumo sería que
“el displacer concomitante de las tensiones individuales y grupales producidas por
nuestra sociedad, condicionan el uso indebido de las sustancias adictógenas, y
que ese uso podría ser interpretado como una manera inmediata de escapar o de
transitar un trauma”. Es decir que según esta hipótesis, el consumo de marihuana
sería atribuible a las tensiones que se generan tanto internas como externas al
adolescente y que este busca procesar. La droga es un modo de contrarrestar el
displacer, en definitiva, podría ser considerado un mecanismo más de defensa.
Las tensiones que no pueden ser disminuidas mediante la elaboración psíquica
produciendo un estado placentero, se cumulan y provocan displacer. Cuando la
actividad mental no pude resolverlo el consumo de drogas se ofrece como un
modo de resolución. No podemos afirmar cuál es exactamente el conflicto que
genera displacer en Ariel, pero si seguimos el razonamiento que venimos
desarrollando es posible sugerir que los procesos de duelos típicos de la
adolescencia no le están resultando nada fácil, sobre todo los vinculados a su
cuerpo. Digamos que desde este punto de vista el consumo de marihuana en Ariel
es un modo de tramitar tensiones que su aparto psíquico no puede, es decir, las
tensiones que su nuevo cuerpo sexuado generan y que reclaman satisfacción en
ese campo, no pueden ser satisfechas de ese modo, y por lo tanto el placer (la
satisfacción de esas tensiones) se obtiene mediante la marihuana. El consumo
estaría ocultando los conflictos en torno a la identificación con una nueva
corporalidad. Y hay algo más, dado su tendencia a intelectualizar, es posible
pensar que esté incurriendo en una idealización de la marihuana en la medida que
no encuentra en ella nada negativo sino que la reviste de características positivas
al reconocer que le da placer. Se reconocer en la idealización un papel defensivo
mediante el cual el objeto contará con aquellas cualidades que serán las únicas
que posibilitarán evitar el sentimiento de desvalimiento y desorganización. La
droga permite “evitar” un estado interno de tensión displaciente.
Sin embargo, es posible pensar que la mirada que Ariel tiene sobre el consumo de
marihuana nos habilita a vincularla con la idea de transicionalidad y creatividad. En
la medida que la droga no es un objeto excluyente y exclusivo es posible que se
constituya como objeto transicional y que permita aunque de manera deficitaria la
reestructuración psíquica, es decir, la articulación de todos los elementos que
inciden en la constitución del adolescente. Es decir, puede ser que en Ariel el uso
de la droga tenga carácter transicional creativo.
En síntesis, podemos decir que: según lo observable de la conducta de Ariel que
surge en la entrevista, atraviesa un proceso de duelo típico de la adolescencia
media con ciertos aspectos conflictivos. Como una hipótesis a modo de conclusión
y de síntesis se puede decir que el goce en el pensar introspectivo y el goce
hallado en la droga son mecanismos de defensa que le permiten afrontar el alto
grado de conflicto que le provoca el duelo por el cuerpo infantil y el surgimiento del
nuevo cuerpo sexuado, sexual con el que tendrá que identificarse.
El caso de Carolina reafirma algunas cuestiones planteadas en las entrevistas a
Ariel pero ofrece otra perspectiva de análisis. En Carolina el duelo por la pérdida
del cuerpo infantil es también central, como en Ariel. Sucede que se relaciona de
manera diferente con el incremento de energía sexual propia de su edad y con
cómo esta se manifiesta en el propio cuerpo. Carolina tiene una mirada muy
certera sobre las preguntas que se le hace, parecería incluso tener una respuesta
para todo. Y parecería que dichas respuestas son producto de la reflexión. Esto es
lógico, la reflexión el desarrollo intelectual se consolida en esta etapa de la vida
adolescente. Y el incremento de la reflexión es un modo de procesar ciertos
conflictos propios de la adolescencia media.
En las palabras de Carolina, a diferencia de Ariel, se manifiesta cierta conciencia
caporal, a priori sin conflicto. Cuando se le consulta sobre si está conforme con su
cuerpo responde “esta es una pregunta difícil. Con mí estatura si estoy conforme y
con mí cuerpo no tanto porque a veces siento que me veo demasiada flaca, pero
a la vez se que las bailarinas son flacas y aún más flacas que yo. Pero a la vez se
que estoy en el peso límite y no debería bajar más... Pero las bailarinas lo hacen.
Aunque sé que me estoy preocupando por algo que no tiene sentido pero estoy
con la cabeza tan metida en la danza que no puedo pensar otra cosa y nuestro
profesor nos dice que las bailarinas con las que el bailaba pesaban 45. Que
enfermo, no?”. Carolina se reconoce “apasionada” de la danza, a tal punto que la
practica todo el tiempo que puede. Cuando se le pregunta sobre si cambiaria algo
de su cuerpo se muestra segura al sostener que no, salvo “la rotación de mí
cadera! No sé qué tengo ahí pero es diferente al resto de las personas y me
cuesta el doble hacer las cosas que hay que hacer en danza. Y mis rodillas
también, porque les cuesta estirarse por completo y tampoco me sirve”. El cuerpo
para Carolina es en función de la danza. Es en la danza donde experimenta su
cuerpo y donde se lo imagina. Lo que está bien o está mal de su cuerpo, incluso lo
que no puede controlar, se define en función de la práctica de la danza.
Arberastury y Knobel indican que “el cuerpo y esquema corporal son dos
variables íntimamente interrelacionadas que no deben desconocerse en la
ecuación del procesos de definición del sí mismo y de la identidad”. Siendo la
búsqueda de la identidad uno de los “síntomas” de la adolescencia normal la
experiencia corporal es central en este sentido.
Quiroga también se refiere a la experiencia de la corporalidad propia indicando
que en la representación del propio cuerpo se desarrollan procesos
identificatorios. Quiroga hace mención por un lado al surgimiento del erotismo
genital. Mientras que en la adolescencia temprana se produce un desenfreno
pulsional que aumenta las tensiones sexuales que aún no encuentra posibilidad de
descarga, es decir el placer, se dificulta, o se experimenta como autoerotismo,
masturbación, cuerpo fragmentado y sede de sufrimientos, conformación del Yo
como algo extraño, no identificado con el propio cuerpo. Estas, dice Quiroga, son
manifestaciones pulsionales de la adolescencia temprana.
Quiroga señala que en la adolescencia media, etapa que estaría atravesando
Carolina, el cuerpo tiende a estabilizar ese torbellino pulsional traducido en “ por
un lado, el asentamiento de los caracteres primarios y secundarios, y por otro, en
el incremento de control” sobre el cuerpo. Y explica Quiroga algo que podemos
señalar como clave en la comprensión del apasionamiento (desenfreno) que tiene
Carolina con la danza: “Este proceso de estabilización biológica y de la
erogeneidad produce un efecto sobre el aparato psíquico, que no está acosado
por el problema de del crecimiento el desenfreno pulsional , sino por el de asumir
como propio este cuerpo y por lo tanto a abocado al esfuerzo de representar al
YO […] la nueva imagen corporal con la cual identificarse”.
De acuerdo a estos aportes podríamos hipotetizar que en la danza, Carolina
encuentra un modo de procesar su nueva imagen corporal erótica, es decir, de dar
rienda suelta al erotismo de su cuerpo. Como indica Quiroga “el yo no está
sometido a irrupciones pulsionales tan violentas, se encuentra con energía
pulsional dispuesta para realizar un trabajo de reinvestidura”, y por último “el
primer objeto de amor hallado es el propio objeto” por ello señala Quiroga que “el
cuerpo como fuente pulsional es objeto de investidura narcisista”. Desde esta
perspectiva la danza en Carolina es una actividad física que le permite lograr una
representación de su cuerpo como fuente y objeto de erotismo. Este proceso de
identificación en que Carolina se reconoce como corporalidad erótica es positivo,
además, en la medida que la danza es una práctica socialmente aceptada para la
exposición erótica del cuerpo. De modo que desde este punto de vista encuentra
en la danza un modo de procesar la sexualidad sin represión ni culpa. Pero hay
que aclarar que se está hablando de un proceso por el cual el sujeto se identifica a
si mismo como sujeto sexual. A esto hay que agregarle dos cuestiones que me
parecen importantes: por un lado, el despliegue de este proceso en un marco
exogámico y por otro, la proyección en el mundo adulto. Carolina menciona en la
entrevista que todo lo que hace en y por la danza es pensando en su futuro, ya
que se va a dedicar a eso. Es decir, que en este modo de identificación halla un
reaseguro para “salir” al mundo social, ser aceptada como ser y proyectarse en el
mundo adulto.
Sin embargo, en este contexto a priori positivo y que permitiría observar un
procesamiento no conflictivo de los procesos que implican la adolescencia media,
sobre todo el duelo corporal, podemos pensar en otra mirada. Por un lado, la
insistencia casi obsesiva con la que Carolina se vincula con la danza. Ella habla
de “pasión”, de algo instintivo, de algo que no puede controlar. Esto la lleva a
practicar la danza la mayor parte de su tiempo libre. Lo pasional en Carolina es la
danza, el ámbito en el que puede canalizar sus pulsiones sexuales. De modo que
es posible decir que encuentra en la danza un modo de controlar lo incontrolable,
el erotismo, la energía sexual. Ante la exigencia (social y psíquica) de control de la
energía sexual, ella no puede hacerlo, se mantiene en el desenfreno pulsional que
Quiroga señala como parte de la adolescencia temprana. Es una apasionada.
Pero esa pasión, esa ansiedad por liberar constantemente energía sexual ya no
está permitida en la adolescencia media. De modo que la danza es un modo de
sublimar esa “pasión”, es un modo de obtener placer sexual dentro de los marcos
sociales y dentro de los marcos psíquicos. La obsesión por la danza podría
llevarnos a pensar en un modo de procesar el conflicto generado entre la nueva
corporalidad (con los nuevos requerimientos eróticos) y la permanencia en una
etapa pulsional, si cabe el término, anterior. El desenfreno pulsional aún no fue
controlado, no halla como hacerlo y encuentra en la sublimación por medio de la
danza un modo de liberar las tensiones que ese desenfreno pulsional le generan.
La conducta obsesiva es proporcional al nivel de energía pulsional que necesita
liberar.
A esto le podemos agregar el consumo de tabaco. Sobre ello Carolina indica que
“lo estoy haciendo más seguido y por razones feas como querer relajarme”. El
consumo de tabaco para relajarse podría sugerir algo en la dirección que
veníamos tomando. Evidentemente, las tensiones son una tendencia en la vida de
Carolina. Y hay una necesidad de controlarlas: las tensiones que genera el
erotismo y la obligación de asumirse como sujeto erótico se controlan
obsesivamente en la disciplina de la danza y en la adicción. Ambas son modos de
liberar tensiones. Sabemos que el aparato psíquico, intenta regular por la
descarga, la tensión displacentera; el consumidor encuentra en la sustancia
adictógena (el tabaco en el caso de Carolina, aunque es prematuro para hablar de
adicción) el objeto que le permite controlar esa tensión.
Por lo tanto, si los consumos como el tabaco son un modo alternativo de liberar
tensiones sexuales y la práctica obsesiva de la danza es un modo de sublimar
esas mismas tensiones podemos arriesgar una hipótesis. Carolina consume al
tabaco, e incluso señala que lo hace para relajarse, es decir para liberar tensión.
Esa conducta entonces podría sumarse a la conducta compulsiva sobre la danza.,
de modo que en principio la sublimación de las energías sexuales a través de la
danza puede ser vista como un mecanismo de defensa, ante la intensidad y
cantidad de tensión sexua,l para accionar en la cultura y lograr una representación
de su propio cuerpo que le permita avanzar en su proceso de identificación. Sin
embargo, el hecho de la obsesión con la que se entrega a esa “pasión” que es la
danza y la adicción al tabaco estarían indicando que hay todavía un conflicto con
esas tensiones, como si de una parte las controlara o las canalizara y aun así
quedara un excedente que no se puede procesar y entonces se procesaría
deficitariamente recurriendo a la adicción al tabaco y a la obsesión por la danza.
CONCLUSIÓN
Del análisis de las entrevistas se puede concluir que los adolescentes
entrevistados transitan “normalmente” la adolescencia media. Los conflictos que le
surgen, sobre todo los vinculados al duelo por la pérdida del cuerpo infantil y el
necesario reconocimiento del nuevo cuerpo, con el proceso de identificación que
esto requiere, son esperables. Las tensiones generadas por los procesos
psíquicos que tiene que afrontar el adolescente en esta etapa encuentran en
ciertos mecanismos de defensa como la sublimación o la intelectualización un
modo de procesamiento. Adiciones u obsesiones, son también salidas
momentáneas a estos conflictos en la medida que se reconozca que son
transitorias.
Cabe aclarar que las hipótesis esbozadas en el presente trabajo y las
conclusiones de ellas extraídas son en extremo provisorias y responden a un
ejercicio por medio del cual a partir de ciertas conductas observables en el
discurso de los adolescente pueden ser interpretadas en relación a un cierto
marco teórico.
BIBLIOGRAFIA
 Arberastury Arminda, Knobel Mauricio: La adolescencia normal, Ed. Paidós
Educador; Introducción y Capítulo 2.
 Del Castaño, Dolores: Fases de la adolescencia, Ficha de Cátedra
Psicología Evolutiva II, 2013.
 Del Castaño, Dolores: Fallas en los procesos normales de constitución de
la adolescencia, Ficha de Cátedra Psicología Evolutiva.
 Luzuriaga, Isabel: la inteligencia contra sí misma, Ed. Psique, Caps. 1, 2 y
3.
 Quiroga, Susana Estela: Adolescencia: del goce orgánico al hallazgo del
objeto, Eudeba, Cap. 1 La adolescencia: fenómeno de multideterminación,
Cap. 9 El duelo y los procesos identificatorios en la adolescencia media,
Cap. 10 Duelo, desasimiento y pasaje a vínculos fraternos. Cap. 13
Defensas ante los procesos pulsionales y ante la realidad.

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