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Fecha: 27/07/2016

Autor: Cristián Federico Anderson

Título: NOTAS SOBRE LA PRÓRROGA DE LA PRISIÓN PREVENTIVA. “La


excepción de una excepción”

PRISION PREVENTIVA. CONCEPTO Y FUNDAMENTO

La prisión preventiva es una medida cautelar de carácter excepcional tendente a neutralizar


riesgos procesales. Para ello, restringe la libertad ambulatoria del imputado en el proceso
penal.
La excepcionalidad de la medida finca -de acuerdo el derecho internacional de los derechos
humanos- en que la libertad durante el proceso penal es la regla, y la restricción de la
misma mediante la prisión preventiva –medida cautelar, no punitiva- es la excepción.
Ello se compadece con el principio general sentado en la legislación adjetiva que consagra
la interpretación estricta de todas las normas que limiten la libertad durante el proceso.(1)
Entre los peligros o riesgos que puede acarrear al proceso la libertad del encausado se
encuentran, a guisa de ejemplo: la posibilidad de fuga u ocultamiento, evitar la ejecución de
una probable sentencia condenatoria y la obstaculización de la averiguación de la verdad.
En tal sentido, las Reglas de Mallorca disponen en el art. 20.1: “La prisión preventiva no
tendrá carácter de pena anticipada y podrá ser acordada únicamente como ultima ratio. Sólo
podrá ser decretada cuando se comprueba peligro concreto de fuga del imputado o de
destrucción, desaparición o alteración de las pruebas”.
La excepcionalidad del encarcelamiento preventivo ha sido señalado por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos sosteniendo: “… la prisión preventiva es una medida
cautelar, no punitiva, y que a su vez no debe constituir la regla general, … pues de lo
contrario se estaría privando de la libertad a personas cuya responsabilidad criminal no ha
sido establecida, en violación al principio de inocencia”.(2)
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su Informe N° 35/07, dispuso que la
privación de la libertad como medida cautelar debe tener fundamento en: “…los peligros de
que el imputado intente eludir el accionar de la justicia o de que intente obstaculizar la
investigación judicial”.
Desde antiguo, la Corte Federal ha sostenido la constitucionalidad de la prisión preventiva.
En tal orden, tiene dicho: “ … el derecho consistente en gozar de libertad hasta el momento
en que se dicte la sentencia de condena no constituye una salvaguardia contra el arresto,
detención o prisión preventiva, medidas cautelares éstas que cuentan con respaldo
constitucional …”.(3)
Los requisitos de procedencia para que cobre virtualidad la medida son reglados por las
ordenanzas procesales emanadas de las legislaturas locales.
En resumidas cuentas, la persecución punitiva enarbolada por el actor penal en aras de
salvaguardar los fines del proceso constituye una afrenta a las garantías constitucionales del
“estado de inocencia del justiciable” y su “libertad ambulatoria”. Hete aquí, la razón del
carácter excepcional de la misma.

RIESGO DE FUGA O ENTORPECIMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN


La opinión autoral sostiene la consolidación pacífica de que sólo el riesgo de fuga y de
entorpecimiento de la investigación constituyen los únicos fundamentos legitimantes para
la imposición de prisión preventiva o denegar la excarcelación.(4)
La tesis esbozada en el párrafo precedente tuvo amplia acogida en el sistema
interamericano de DD.HH.. En tal inteligencia, el Informe 86/09(5) de la Comisión IDH
aseveró: “… se deben desechar todos los demás esfuerzos por fundamentar la prisión
durante el proceso, por ejemplo, en fines preventivos como la peligrosidad del imputado, la
posibilidad de que cometa delitos en el futuro o la repercusión social del hecho…”.
Los riesgos procesales o la también denominada “peligrosidad procesal” del imputado no
debe ser analizada a la ligera ni en base a presunciones abstractas. En tal orden,
corresponde realizar un análisis pormenorizado y minucioso del imputado en el caso en
concreto para determinar si existe verdaderamente la mentada “peligrosidad”.
Como corolario de ello, incumbe al actor penal la carga probatoria de los riesgos
procesales, aportando evidencias suficientes que acrediten debidamente la posibilidad de
fuga u ocultamiento, así como también, el entorpecimiento probatorio.
En similar orientación, la doctrina especializada ensayo la siguiente tesitura: “Decimos que
presumir el peligro de fuga o de entorpecimiento del juicio, es autorizar el encierro en
nombre de una hipótesis imaginada, es estar preso por las dudas y esa duda no puede jugar
en contra del imputado sin caer en la más eventual violación al principio de inocencia. En
cambio, la autorización del encierro debe admitirse sólo cuando el entorpecimiento
probatorio o el peligro de fuga es real, concreto, comprobable: de este modo no se viola el
principio de inocencia porque la medida no se adopta como adelanto de pena sino para
cumplir tal o cual acto procesal o para impedir un intento de fuga”.(6)
Asimismo, la Comisión IDH precisó en informe precedente que: “… si los magistrados que
entienden en la causa no tienen la posibilidad de demostrar que existe suficiente evidencia
de una eventual intención de fuga u ocultamiento, la prisión preventiva se vuelve
injustificada”.(7)

PROLONGACION DE LA PRISION PREVENTIVA

La prisión preventiva debe tener límites temporales, caso contrario, no sería una medida
cautelar sino una pena anticipada. En otras palabras, la prisión preventiva no puede
prolongarse indefinidamente en el tiempo.
Al respecto, la Comisión IDH indicó que: “… la duración excesiva de la prisión preventiva
origina el riesgo de invertir el sentido de la presunción de inocencia, convirtiendo la medida
cautelar en una verdadera pena anticipada”. En efecto, sostuvo: “Como derivación del
principio de inocencia se exige un límite temporal razonable a la prisión preventiva…”.
La Corte IDH ha establecido: “… los jueces no tienen que esperar hasta el momento de
dictar sentencia absolutoria para que los detenidos recuperen su libertad, sino que deben
valorar periódicamente que las causas y fines que justificaron la privación de libertad se
mantienen … De igual forma, ante cada solicitud de liberación del detenido, el juez tiene
que motivar aunque sea en forma mínima las razones por las que considera que la prisión
preventiva debe mantenerse”.(8)
La normativa convencional recepta dicha garantía en beneficio del imputado. Así, el art. 7.5
de la CADH reza: “Toda persona detenida o retenida tendrá derecho a ser juzgada dentro de
un plazo razonable”. El art. 8.1 dispone: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable”.
El art. 14.3.c del PIDCYP estatuye: “Durante el proceso, toda persona acusada de un delito
tendrá derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: a ser juzgada sin
dilaciones indebidas”.
Los preceptos normativos transcriptos no constituyen sugerencias o consejos, por el
contrario, son imperativos que deben observar fielmente los Estados partes.
El derecho doméstico regulo la garantía bajo examen en la ley N° 25.430, modificatoria de
la ley N° 24.390. La norma en su art. 1 establece plazo de duración de la prisión preventiva
disponiendo: “La prisión preventiva no podrá ser superior a dos años, sin que se haya
dictado sentencia. No obstante, cuando la cantidad de los delitos atribuidos al procesado o
la evidente complejidad de la causa hayan impedido el dictado de la misma en el plazo
indicado, éste podrá prorrogarse por un año más, por resolución fundada, que deberá
comunicarse de inmediato al tribunal superior que correspondiere, para su debido
contralor”.
El art. 9.3 del PIDCYP, por otra parte, asegura el derecho de todo individuo a ser juzgado
en un plazo razonable o ser puesto en libertad sin perjuicio de la continuación del proceso,
ha dejado a salvo que “su libertad podrá estar subordinada a garantías que aseguren la
comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en cualquier otro momento de las
diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del fallo”.
En consecuencia, la norma aludida permite la sustanciación del proceso encontrándose el
imputado en libertad. Dicha libertad queda supeditada a garantías que aseguren su
comparecencia al juicio.
Ahora bien: ¿cuál es la pauta para mensurar el plazo razonable de la prisión preventiva?.
Nuestro cimero Tribunal in re “Bramajo”(9) sentenció: “el Estado parte no está obligado a
fijar un plazo válido para todos los casos, con independencia de sus circunstancias,
quedando el concepto de plazo razonable sujeto a la apreciación de la gravedad de la
infracción, en cuanto a los efectos de establecer si la detención ha dejado de ser razonable”.
Posteriormente, en el caso “Acosta”(10) el más Alto Tribunal consideró que a fin de no
invalidar la jurisprudencia internacional y a la luz del art. 7.5 de la Convención Americana
de Derechos Humanos, debía desestimarse tanto una interpretación que postulara la
existencia de un plazo fatal de prisión preventiva –porque ello implicaría desconocer los
términos de la ley- como la interpretación literal que dejara librado al arbitrio judicial la
determinación del plazo de la medida cautelar, sin cortapisas.
La doctrina autoral extrajo como conclusión del fallo invocado que, los jueces deben tomar
en consideración para considerar razonable el lapso de duración de la prisión preventiva,
dos factores: la gravedad de los delitos imputados y la complejidad para investigarlos.(11)
Pues bien: ¿cuáles son los delitos graves?. Según la mayoría de la Corte en el fallo señalado
serían aquellos delitos que “afecten la vida y la integridad física de las personas”. A su vez,
para la procedencia de la prórroga de la prisión preventiva, la investigación de los mismos
debe revestir complejidad.
En tales supuestos, la doctrina judicial considera que la judicatura tiene mayores
fundamentos para alongar el plazo de prisión preventiva.

CONCLUSIÓN

Conforme la normativa y jurisprudencia reseñada, nos encontramos en condiciones de


sentar las siguientes conclusiones:
1.La prisión preventiva es una medida excepcional, mientras la libertad durante el proceso
es la regla.
2. Solamente el riesgo de fuga o entorpecimiento de la investigación constituyen
fundamentos para la procedencia de la prisión preventiva.
3. La libertad durante el proceso puede estar subordinada a garantías que aseguren la
comparecencia del imputado en el juicio.
4. La peligrosidad del imputado, la posibilidad que cometa delitos en el futuro o la
repercusión del hecho no son fundamentos para otorgar la prisión preventiva.
5. El peligro de fuga o entorpecimiento probatorio debe ser real, concreto y comprobable.
El juzgador debe contar con evidencias suficientes para mantener al imputado bajo encierro
preventivo.
6. Los jueces tienen que valorar si se mantienen las causas y fines que justificaron la
privación de la libertad periódicamente.
7. El plazo de duración de la prisión preventiva será razonable dependiendo de dos factores:
la gravedad del delito y la complejidad de la investigación.
8. Son delitos graves aquellos que afecten “la vida y la integridad física de las personas”.
En sustancia, la prórroga de la prisión preventiva constituye una medida excepcionalísima
puesto que afecta el derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable.
Vale destacar, las razones que validaron primigeniamente la determinación de la prisión
preventiva no pueden mantenerse incólumes como justificativo para su manutención sine
die. El juzgador debe meritar –periódicamente- si mantiene su vigencia el riesgo de fuga o
entorpecimiento de la investigación.
De no seguirse dicho temperamento, la prisión preventiva se erige en una verdadera pena
bajo la máscara de una medida cautelar.

NOTAS:
(1) Conf. art. 2 del CPPN.
(2) Corte IDH, caso “Suarez Rosero” sentencia del 2 de noviembre de 1997, Serie C, n° 35.
(3) CSJN, Fallos: 305:1022.
(4) Conf. SOLIMINE, Marcelo A.; “Excarcelación. Discurso legitimador de la reiteración
delictiva y la alarma social”, LL 2013-D, 789.
(5) Comisión IDH, Informe 86/09 “Peirano Basso”, del 06/08/09, párrs. 84 y 141.
(6) ERBETTA, Daniel; ORSO, Tomás; FRANCESCHETTI, Gustavo; CHIARA DÍAZ,
Carlos; “Nuevo Código Procesal Penal de la Provincia de Santa Fe”, Ed. Zeus, Rosario, año
2008, pág. 433.
(7) Informe n° 2/97 de la CIDH.
(8) Corte IDH, “Chaparro Álvarez y Lapo Iñiguez vs. Ecuador”, sentencia del 21/11/2007,
Serie C, n° 170.
(9) CSJN, Fallos: 319:1840.
(10) CSJN, “Acosta, Jorge Eduardo y otros s/ recurso de casación”, 8/05/2012.
(11) GELLI, María Angelica; “El plazo razonable de la prisión preventiva y el valor de la
jurisprudencia internacional (en el caso “Acosta”), LL 2012-D, 464.

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