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Esta es una realidad, que traspasa todo tipo de barrera humana, pues, en verdad la
Sagrada Eucaristía, fortalece nuestra vida y nuestro espíritu, nos sostiene en el celo por las
almas que nos ha sido confiadas. Es la que nos une a Cristo, como Cabeza del cuerpo
Místico y a cada uno de los miembros de la Iglesia.
San Antonio: “Todos los hijos de la Iglesia son sacerdotes… y nos ofrecemos como
ostias vivas”
Cada uno tenemos un lugar, porque es el gran banquete, es una experiencia única
con Cristo: “yo en él y para él” un profundo encuentro con Cristo en la eucaristía.
El Señor nos deja un símbolo, se queda, él mismo, en el signo del pan y del vino, esta
en alma y divinidad. Se quedo presente en cada tabernáculo.
Son interesantes las enseñanzas que nos deja San Agustín con relación a esto.
Gaudion et esped