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Relativismo y Pluralismo
SECCIÓN A
Parece ser una constante en la historia de los imperios, que en nombre de un universal, de alguna
empresa de emancipación o de salvación, un pueblo se arrogue el derecho de dominar a otros:
griegos, romanos, árabes, españoles, anglosajones, rusos [...] se han sucedido en el relevo de esta
carrera. Desde antiguo la cultura occidental se ha distinguido en las acciones expansionistas,
mostrándose maestra de intolerancias. Los griegos separaron a la humanidad en dos, griegos y
bárbaros; los romanos reconocieron solo a quienes admitían la ley romana; los judíos se vieron a
sí mismos como elegidos de Dios, y así sucesivamente. Al combinarse la ley sagrada judía con el
logos griego, las religiones que se desprendieron de su tronco se tornaron doblemente
excluyentes, sumando intolerancia lógica a la intolerancia religiosa y resultando en la intolerancia
política, una de las más intolerables.
Marcos García de la Huerta, Reflexiones americanas (1998).
SECCIÓN B
[...] toda política se acompaña de una antropología, al menos implícita. Las teorías que
pretenden estudiar la política en forma neutral, prescindiendo de valoraciones, no logran su
propósito, simplemente postergan una discusión que hoy se ve como especialmente necesaria
[...] ¿cómo podrían interpretarse y aplicarse las declaraciones de derechos contenidas en las
constituciones o en los textos internacionales sin mantener una cierta idea del hombre a la luz de
la cual tengan sentido?
Otro tanto puede decirse de los intentos de reforma del Estado. La alternativa, entonces, no se da
entre un planteamiento técnico, éticamente neutral y supuestamente aceptable por todos en una
sociedad pluralista, y otros que están cargados de valoraciones. Más bien se trata de reconocer
que las valoraciones son inevitables y que, por tanto, en una sociedad pluralista todos deben
fundamentar sus afirmaciones, sin que quepa escudarse en que la propia postura responde a los
criterios que da la técnica o constituye el mínimo aceptable a todos los que debaten [...]
SECCIÓN C
Así, los distintos límites y oficios de la razón y del gusto son fácilmente determinados. La
primera lleva al conocimiento de la verdad y de la falsedad, el último procura el sentimiento de
belleza o de fealdad, de vicio o de virtud. Uno descubre a los objetos tal como ellos realmente
están en la naturaleza, sin adición o disminución; el otro posee una facultad productiva que, al
dorar o manchar todos los objetos naturales con los colores que toma prestado del sentimiento
interno, hace surgir, en cierto modo, una nueva creación. Como la razón es fría e indiferente, no
es un motivo de la acción, y sólo dirige el impulso recibido del apetito o de la inclinación,
mostrándonos los medios de lograr la felicidad y de eludir la miseria. Y el gusto, al dar placer o
dolor, y constituir por este medio la felicidad o la miseria, llega a ser un motivo para la acción y
es el primer resorte o impulso para el deseo y la volición.
SECCIÓN E
La esperanza del pluralismo está abierta, en principio, a todos los seres humanos por igual
porque reconoce una única naturaleza humana que es compartida por todos los individuos, más
allá de las diferencias legítimas e ilegítimas que separan las distintas formas de vida. El
pluralismo ofrece una concepción tan absoluta como plural del valor, de aquello que da sentido
a la existencia humana. El carácter absoluto del valor descansa, en último término, en el
concepto puro y formal de una naturaleza humana única. Su carácter plural descansa en último
término, en el concepto substantivo e histórico de una diversidad de identidades humanas
igualmente legítimas.
M.E. Orellana Benado. Pluralismo: una ética del siglo XXI. (Universidad de Santiago, Santiago de
Chile, segunda edición 1996).