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Expresión del desencanto en la literatura de postguerra del siglo XX

Erick Francisco Camacho Vázquez

A lo largo de gran parte del siglo xx, en Hispanoamérica ocurrieron innumerables conflictos
bélicos que tuvieron repercusiones en todos los ámbitos de la sociedad y la literatura no fue
ajena a estos problemas. Muchos de los escritores de esas épocas fueron perseguidos por los
regímenes autoritarios, otros decidieron abandonar sus patrias en rechazo a sus gobernantes
e ideologías, y, otros más, participaron en las luchas armadas. Dichas experiencias formaron
a los autores, que se dedicaron a plasmar esa realidad dentro de sus obras. Por lo tanto, existe,
en algunas obras, una relación directa entre el mundo que se narra en las obras (tiempo,
espacio, narrador y personajes) y el contexto histórico en el que los autores se desarrollaron.
En este ensayo, se busca analizar la figura del militar retirado en las obras Hijo de hombre
del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos y El coronel no tiene quien le escriba del
colombiano Gabriel García Márquez. Con esto, se pretende reconstruir la idea del desencanto
en la sociedad latinoamericana, que se produce debido a la reflexión que se da por el tiempo,
a través de los personajes principales de cada obra. Una época de tantos cambios y de
muestras violentas de poder es causa y, porque no, consecuencia de una literatura que refleje
ese sentir de una población oprimida y violentada.

La narrativa es el discurso literario que más fama cobró durante el siglo XX resaltando
la novela como su género predilecto. La posibilidad de crear mundos totalmente complejos
que reflejen el pensar y sentir del momento, puede ser una de las causa por la que este género
predominó durante este periodo. Incrustado en esta tradición, y porque no, uno de los
fundadores de ella, Augusto Roa Bastos logra una repercusión internacional de la literatura
paraguaya con su obra. Nace en la capital en el año de 1917 y pasa su infancia en el campo,
aspecto que se ve reflejado en su obra. Su formación fue, desde sus inicios, bicultural:
aprendía literatura en lengua castellana, pero de igual forma conocía del uso coloquial del
guaraní y de sus mitos y leyendas propios. Siendo muy joven participó en la Guerra del Chaco
(1933-1935), conflicto entre Bolivia y Paraguay, situación que lo motivó a involucrarse en
la vida política y en el ámbito periodístico. Durante los de 1947 hasta 1989, estuvo exiliado
en los países de Argentina y Francia, periodo en el que desarrolla sus más grandes obras
literarias, sacando a la luz en el año de 1960 la novela Hijo de Hombre. Fue un escritor
reconocido internacionalmente y muy laureado, su máximo galardón es el premio Cervantes
en 1989. Por vivir en carne propia tanto los efectos de la guerra como las persecuciones
políticas, su obra presenta, además de una visión realista, una reflexión de los hechos y de la
época. Sus temas no son el impulso del momento, sino el resultado de una introspección que
realiza en su persona y en todo el pueblo paraguayo, en especial de los habitantes del campo.

Siguiendo esta línea, existe una gran cantidad de autores que sentirán una necesidad
de expresar con sus palabras y con sus ideas la amargura de los años vividos. Entre ellos
puede encontrarse Gabriel García Márquez, quien a lo largo de su obra literaria desarrolla
una enorme cantidad de temas. Es mundialmente reconocido por su obra Cien años de
Soledad la cual marca un hito en su obra literaria (Oviedo, 2002: 301). Nació en Aracataca,
Colombia, en el año de 1927. Su aprendizaje lo inició en Barranquilla, lugar alejado de la
cultura centralista de Bogotá, aspecto que se ve reflejada en su obra, principalmente en la
construcción de espacios característicos de su realismo mágico. Desde joven, una de sus
pasiones fue el periodismo, ya que lo prefirió en vez de sus estudios en Derecho, los cuales
pronto abandonó. Esta pasión por el periodismo confluiría en su creación literaria, ejemplo
de ello es su libro Crónica de una muerte anunciada, obra en que se superponen los géneros
literarios y periodísticos. Su activismo político también apareció a temprana edad y que se
manifiesta en su labor periodística. De igual manera, uno de sus temas literarios fue
representar la violencia y represión en la vida de Colombia, así como las consecuencias de
éstos en el pueblo colombiano. García Márquez es uno de los más reconocidos escritores del
Boom, lo cual le ocasionó ser reconocido en diversas ocasiones, ganando, incluso, el premio
nobel de literatura en el año de 1982. Gabriel García Márquez fue genio y precursor de la
novela latinoamericana, con un estilo directo y preciso, utilizó en sus obras las palabras
necesarias para que ninguna idea, ninguna línea, estuviera de más.

Un punto en el que confluyen estos autores, más o menos contemporáneos, es la


situación política, social y cultural que se desarrolló a lo largo de América Latina, además de
sus raíces en el campo. Su contacto con la realidad más cruda, Roa Bastos al ser partícipe de
una guerra y García Márquez al retratar la violencia como periodista, los hace tener posturas
específicas de las situaciones. El conflicto narrado en Hijo de hombre es la Guerra del Chaco.
Este conflicto bélico comprendió tres años, de 1932 a 1935, e involucró a los países de
Paraguay y Bolivia. El motivo fue obtener el control de la región llamada Chaco Boreal, pues
los límites territoriales entre ambos países no fueron bien establecidos, sin embargo, también
se añaden motivos petroleros, de los cuales estuvieron involucrados empresas
norteamericanas. Este conflicto fue uno de los más grandes del siglo, Bolivia movilizó un
total de 200 000 hombres, mientras que Paraguay un total de 140 000 soldados, en su mayoría
habitantes de las regiones agrícolas e indígenas. El cese de hostilidades se dio con la firma
de un tratado de paz en el que se acordaban nuevos límites territoriales, resultando Paraguay
victorioso.

Por otro lado, la situación que antecede a la novela de El coronel no tiene quien le
escriba es la guerra civil que ocurrió de 1899 a 1902, en la cual se enfrentaron el partido
liberal y el partido nacional. El conflicto tuvo como ganador al partido conservador, lo que
trajo consigo una devastación económica, la desaparición del partido liberal y se dieron las
condiciones necesarias para que a la postre, Panamá se independizara, pues era uno de los
departamentos de Colombia. Así mismo, este conflicto bélico involucró a los países que
colindan con Colombia, apoyando a liberales y conservadores, respectivamente. La
importancia de esta guerra en la novela de Gabriel García Márquez, está representada en la
participación del Coronel en dicha campaña.

Como se ha puesto de manifiesto, ambas obras tienen un ancla con la realidad del
momento, situaciones que lastimaron profundamente a la sociedad en general, pero sobre
todo, a los personajes de cada una de las novelas. La historia de Hijo de hombre comienza
años antes de la Guerra del Chaco, en un pueblo llamado Itapé, el cual será el punto donde
todos los relatos confluyen. El libro está dividido en diez capítulos, de los cuales solamente
será tomado en cuenta el último para el análisis. A lo largo de las páginas se narran muestras
de violencia y represión por parte del gobierno hacia toda la población, pero en especial hacia
las comunidades rurales. Comienza retratando las costumbres de un pueblo alejado del
centralismo de capital, continuando con la narración de cómo se ahoga una revuelta que se
estaba formando en las provincias, haciendo explotar una estación de trenes en Itapé,
mientras las fuerzas revoltosas transitaban por ahí. En la novela los núcleos familiares son
análogos a los núcleos sociales, por lo que en varios capítulos narrará la historia de una
familia afectada por el esclavismo que sufrían los pobres de esa época. La segunda parte de
la novela, ya habla acerca de la Guerra del Chaco, donde los protagonistas son los niños que
eran mencionados en la primera parte del libro.

Mientras tanto, en la novela de Gabriel García Márquez, se narra la historia de un


coronel, que 15 años después de servir en la guerra civil de 1899, sigue esperando la pensión
prometida por el gobierno para los veteranos de guerra. Sin trabajo y sin pensión el coronel
y su esposa se mueren de hambre, pues no tienen los suficientes recursos para mantenerse.
Únicamente cuentan con un gallo que les dejó su hijo que fue muerto por repartir propaganda
clandestina, del cual no quieren deshacerse al igual que hacen con la mayoría de sus bienes.
Es una historia que sigue un mismo patrón hasta la última página, el coronel cada viernes
asiste a la oficina de correos para preguntar por la carta en la que se anuncia su pensión que
nunca llega, sin embargo, en la última página del libro, acosado por las preguntas de su mujer,
el coronel tiene un cambio en su actitud, que se ve expresado en la última palabra de la
narración: mierda.

Después de la comentar el origen de dichas obras literarias, conviene comenzar ahora


con el análisis de los personajes principales de los libros para así, encontrar esas
correspondencias que existen entre la realidad y la ficción, aspectos que Augusto Roa Bastos
y Gabriel García Márquez quisieron dejar como legado en sus obras. Para este fin, conviene
recordar algunas consideraciones sobre la naturaleza de los personajes. Comenta Mijaíl
Bajtín en su libro Estética de la creación verbal, al respecto:

…cada momento de una obra se nos presenta como reacción del autor, que abarca tanto
el objeto mismo como la reacción del personaje frente al objeto (reacción a la reacción);
en este sentido, el autor es el que da el tono a todo detalle de su personaje, a cualquier
rasgo suyo, a todo suceso de su vida, a todo acto suyo, a sus pensamientos, sentimientos,
igual que en la vida real evaluamos cualquier manifestación de las personas que nos
rodean. (Bajtín, 21012: 15)

En esta cita de Mijaíl Bajtín observamos cuál es la relación que tiene el personaje con
respecto a su autor y al mundo en el que se desenvuelve. La reacción puede definirse como
un acto de sentido, quiere decir que el personaje está en la historia con el propósito de
significar algo en específico, y a su vez, el personaje también tiene una reacción, el mundo
narrado le provocará actos de sentido al personaje, pero estos son provocados por la idea
original del autor ante su obra. En este sentido, se comienza a entrever la relación que existe
entre el mundo narrado y la realidad que vive el autor. Los personajes se convierten en arcas
depositarias del significado que cada autor busca dar a la totalidad de su obra, por lo que un
estudio del personaje, que comprenda aspectos físicos, sociales y psicológicos, nos dará luces
acerca de la semántica global de las obras literarias en cuestión.

Por lo tanto, otra guía que seguirá este análisis es la del retrato literario, el cual tiene
sus orígenes en retrato pictórico, siendo este una descripción de las características físicas de
los personajes, pero también, una descripción de las características internas de ellos. Sin
embargo, para reconstruir a los personajes a partir de los retratos literarios, en muchas
ocasiones de deben rellenar huecos que el narrador o algún otro personaje deja al momento
de hacer la descripción, asimismo el retrato “no es solamente un ejercicio de representación
mimética, sino también un proceso de recreación ficcional del otro.” (González Arce, 2013:
9). Si bien los personajes que aquí se retratan no están directamente identificados con alguna
persona de carne y hueso, es conveniente distinguir los elementos de realidad de los
meramente ficcionales, esto con el fin de encontrar los puntos de vista de cada escritor: de
acuerdo a la reacción que produzca el autor en sus relatos, el acto de sentido reflejará el punto
de vista del autor.

Por esto, es importante considerar la forma en que un narrador puede realizar los
retratos de los personajes. Como se ha dicho, un personaje es un efecto de sentido y éste es
logrado a partir de estrategias narrativas y discursivas. Para esto se deben tomar al menos dos
consideraciones: (1) desde que parte del mundo narrado se hace el retrato y (2) quién es el
que hace el retrato. Algo que podemos comprobar en la vida real y que se presenta de igual
forma en los relatos, es que cuando alguien nos describe a una persona que nosotros no
conocemos, utiliza las palabra que, de acuerdo al grado de afectividad que tiene hacia la
persona descrita, se le hacen más adecuadas, por lo tanto, su retrato estará contaminado por
la percepción personal del individuo que realiza la descripción. De igual forma, en los textos
narrativos, estás afectaciones en los retratos literarios, se ponen de manifiesto. Un retrato que
elabore un narrador heterodiegético no tendrá el mismo tono que el que realiza un narrador
homodiegético, de igual forma, el retrato que realice un personaje que cumpla con un rol de
amistad con el personaje que retrata, no tendrá el mismo tono que un personaje que
desempeñe un rol de enemigos. Por consiguiente, antes de iniciar con la reconstrucción de la
figura del desencanto, es necesario delimitar todos estos aspectos narrativos.
En el libro Hijo de hombre, específicamene en su último capítulo “Ex combatientes”,
el narrador es de tipo homodiegético, más específicamente autodiegético. Quien tiene la voz
en la narración es el personaje Miguel Vera, el protagonista en diversos capítulos de la obra.
Este personaje-narrador ya antes había renegado del ejército, en el cual se había enlistado a
temprana edad y había conseguido el rango de teniente. Sin embargo, con el inicio de la
Guerra del Chaco, sale de la prisión militar en la que estaba confinado para dirigir una
compañía en el conflicto bélico. Este último capítulo, narra con la voz del personaje Vera, el
regreso de un héroe de guerra al pueblo de Itapé, del que Vera es su alcalde. Cuenta cómo
ese héroe regresa enloquecido, trastornado de todo el sufrimiento y destrucción que vivió
durante los años de guerra y los años en los que estuvo preso. Sin embargo, lo que interesa
de ese capítulo, no es la historia de este soldado condecorado que vuelve al hogar, sino el
autorretrato que el narrador Vera va haciendo de sí mismo al momento de presentar sus
opiniones personales.

—preguntó algo insidiosamente Hilarión Benítez—. No había cruces ni medallas para


los suboficiale y los clases por lo menos hasta que nosotros vinimos. Sólo papel de balde
con tu foja de servicio… —Se volvió hacia mí—. ¿No es cierto, mi teniente?
Yo me quedé callado, pensando en otra cosa. (Roa Bastos, 2008: 352-353)

En este ejemplo se comienza a mostrar la forma en que Vera recuerda la guerra. Mientras sus
compañeros discuten acerca de las medallas y galardones que ellos, como soldados de bajo
rango llegaron a recibir, él prefiere evitar el tema. En este punto, a partir de la propia voz del
narrador, el lector de la obra debe interpretar las reacciones que este narrador-personaje tenga
con relación al mundo en el que se desenvuelve.

Otro ejemplo en el que el narrador, con relación a las acciones y los demás personajes
comienza a determinar su retrato interior es:

Podía seguir su ansiedad, su gradual e imperceptible desaliento al ver que no se


embarcaban más tropas. Ya no había bandas de música ni banderas ni muchedumbre
enardecidas de entusiasmo patriótico. Los guinches volvían a cargar fardos de algodón,
de tabaco, de cueros, de tanino. (Roa Bastos, 2008: 356)

Con esta cita nos damos cuenta que a partir del retrato que el teniente Vera realiza del hombre
que está extrañado por el final de la guerra, él mismo refleja sus propias reflexiones. Al ser
un narrador homodiegético, éste no puede darse cuenta con exactitud de los pensamientos de
los demás personajes, solamente puede intuir acerca de ellos. No obstante, este narrador al
observar al héroe, se ve reflejado en él, la angustia que dice que siente aquella persona es la
misma angustia que él debió sentir en algún momento, es un sentimiento que ha asimilado y
por lo tanto lo ve presente en su compañero de armas.

Todos estos datos que se recogen con las aportaciones que realiza el narrador acerca
de sí mismo, hacen que se comprenda el final de la historia, en el cual, este narrador muere
de un tiro, con la duda de si fue un accidente al momento de limpiar su arma, o un accidente
ocasionado por un niño al que le prestaba su pistola. Por lo tanto, el rastreo de los aspectos
propios del teniente Vera, en la voz narrativa que también es el teniente Vera, nos ayudan a
crear un retrato de su interior, el cual nos sirve para justificar las acciones del personaje, con
respecto a su mundo.

Ahora bien, en la historia de El coronel no tiene quien le escriba se encuentra un


narrador de tipo heterodiegético. Sin ahondar en todas las características que pueda tener este
narrador, se comienza a suponer que la naturaleza de este retrato estará íntimamente ligada
al mundo en el que se desenvuelve la historia. El primer acercamiento que el lector tiene para
comenzar a dibujar al personaje es su nombre. En este caso su nombre no es de persona, sino
que está relacionado con el rango que tuvo en la guerra civil. Sin embargo, con el transitar
de las hojas, nos damos cuenta que las características que popularmente tiene un coronel, no
están presentes en este personaje. Ha dejado de ser un hombre activo, potente, vigoroso,
aspectos propios de un hombre de guerra de alto rango, para ser un personaje pasivo, que
durante 15 años se ha limitado a esperar una carta que no llegará jamás.

El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita.
Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con cuchillo rasó
el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras
del polvo de café revueltas con óxido de lata. (García Márquez, 2002: 7)

En los inicios de las obras, Gabriel García Márquez, casi siempre, es muy cuidadoso en
presentarte una síntesis de todo el argumento y de todo el ser de los personajes. En este primer
párrafo de la obra se retrata la rutina del coronel de todas las mañanas. Describe la
familiaridad del hombre al hacerse su café, el cuidado que tiene en seguir el mismo ritual de
los días anteriores, asimismo se presenta la carencia, tener que raspar el fondo del tarro del
café. Pero este ademán de raspar también remite a la última parte del libro. Si bien el coronel
ha tomado una postura pasiva para vivir a lo largo de esos quince años, aún tiene la decisión
de actuar impetuosamente de ser necesario, pero el desencanto que surgió por el pasado le ha
puesto un freno en su accionar. La gran maestría de la narración de García Márquez, le
permite resumir el contenido de una obra en una sola situación.

Al intentar construir el retrato literario de los personajes, se ha intentado reconstruir


el efecto de sentido que es cada personaje. Al ser el personaje una reacción que ha tenido el
autor con respecto a su mundo, se encuentra en este efecto de sentido un puente entre el relato
y la realidad. A esto, aporta José Reyes parafraseando a Greimas

Es evidente que los signos son más que signos, son fenómenos sociales cuya función, y
no necesariamente intencional, es comunicar, pues permiten la interpretación de la
realidad. Las figuras, es cierto, provocan el efecto de experiencias de vida, por tal razón
refieren a elementos del mundo natural, que en conjunto armonizan el tejido del
discurso. (Gonzalez Flores, 2014: 56)

Si entendemos a los personajes como signos que están ahí para comunicarnos un aspecto del
mundo real del autor, pues ellos provocan efectos de experiencia de vida, podemos concluir
que estas figuras que se han determinado con los retratos literarios son, en su conjunto, una
muestra del pensamiento y el sentir de la sociedad de aquella época bélica, hechos presentes
en la voz de Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez.

Por lo tanto, la idea del desencanto se forma a partir de una lejanía temporal con
relación a los conflictos bélicos, pues ambos personajes cambian de actitud hasta tener esa
lejanía. También este desencanto se pone de manifiesto en una pasividad, el mundo que
conocieron ya no corresponde al mundo en el que están viviendo, lo que provoca un pasmo
en su actuar, pasan los días pero los personajes se hunden en una rutina. Otro aspecto que
comparten ambas lecturas es el de acción, en Augusto Roa Bastos se hace presente en el
suicido sugerido del teniente Vera, en el que rompe con esa monotonía en sus acciones y en
su forma de pensar; mientras que en García Márquez, esta pasividad se rompe en la palabra
“mierda” que responde el coronel ante los reclamos de su esposa.

Los personajes expresan su desencanto en el mundo por medio de un abandono del


mismo, deciden ya no vivir en él, únicamente lo habitan y desempeñan las acciones que deben
desempeñar.
Bibliografía
Bajtín, M. (21012). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI.

García Márquez, G. (2002). El coronel no tiene quien le escriba. México: Diana.

González Arce, T. (2013). Triunfar de la vejez y del olvido. Miradas sobre el retrato literario en la
España contemporánea. Guadalajara: Arlequin.

González Flores, J. R. (2014). La configuración configurada: un camino hacia la configuración. en


Configuraciones y Significaciones. (49-86). Guadalajara, México: Acento Editores.

Oviedo, J. M. (2002). Historia de la literatura hispanoamericana. De Borges al presente. Madrid:


Nueva Alianza.

Pimentel, L. A. (2002). El relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa. México: Siglo XXI.

Roa Bastos, A. (2008). Hijo de hombre. México: Debolsillo.

Ministerio de Defensa. LXXX Aniversario de cese de hostilidades. Bolivia. tomado de:


http://www.mindef.gob.bo/mindef/sites/default/files/ediciones/LXXXCese.pdf
El 16 de mayo de 2018

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