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101
102 Capı́tulo 3. Las estructuras básicas de la Combinatoria
n!
n(n − 1) · · · (n − k + 1) = ,
(n − k)!
como vimos en la subsección 2.2.1. Consideremos ahora una cualquiera de ellas: en sus k
posiciones tiene sı́mbolos distintos, ası́ que podremos reordenarla de k! maneras distintas.
La observación clave es que cada una de estas k! posibles reordenaciones da lugar, si nos
olvidamos del orden de presentación de los sı́mbolos, a un único conjunto de tamaño k.
Por tanto, podemos relacionar cada k! listas (en las que sı́ es relevante el orden) con un
solo conjunto (en el que el orden no es relevante). Esta aplicación k! a 1 entre el conjunto de
las k-listas sin repetición formadas con sı́mbolos {1, . . . , n} y la colección de k-subconjuntos
de {1, . . . , n} nos permite concluir que, para cada n ≥ 1,
⎧
⎨ n!
si 0 ≤ k ≤ n;
C(n, k) = k! (n − k)!
⎩
0 si k > n.
con el convenio habitual de que 0! = 1. Obsérvese que de este análisis combinatorio se deduce
n!
que la fracción k! (n−k)! es un entero, algo que no es sencillo comprobar algebraicamente.
Es tradicional designar al cociente de factoriales de la fórmula anterior con el siguiente
sı́mbolo:
n n!
=
k k! (n − k)!
(se lee “n sobre k”). Estos números son conocidos como coeficientes binómicos1 y están, en
principio, definidos para cada entero positivo n y para cada 0 ≤ k ≤ n. El lector podrá com-
probar que
n n
=1 y =1
n 0
(utilizando de nuevo que 0! = 1). Unos valores que son consistentes con la interpretación
combinatoria que aquı́ estamos considerando: por un lado, C(n, n) = 1, porque el único
conjunto con n elementos que se puede extraer de un conjunto de n elementos es el propio
conjunto; y, por otro, C(n, 0) = 1, puesto que sólo hay un conjunto de tamaño cero que
podemos extraer del conjunto {1, . . . , n}, el conjunto vacı́o Ø.
En lo que sigue, para evitar una proliferación innecesaria de sı́mbolos, y salvo alguna
reaparición esporádica de la notación C(n, k), diremos que, dado n ≥ 1, el número de sub-
conjuntos de tamaño k que podemos extraer del conjunto {1, . . . , n}, esto es, el número de
maneras
n en que podemos seleccionar k sı́mbolos de entre una colección de n, viene dado
por k , con el convenio adicional de que este coeficiente binómico es 0 para los valores de k
que quedan fuera del rango 0 ≤ k ≤ n.
1
Ası́ llamados porque se obtienen en el desarrollo del binomio de Newton (véase la subsección 3.1.5).
A. Simetrı́a
La propiedad que nos disponemos a demostrar es la siguiente:
n n
= para n ≥ 1 y 0 ≤ k ≤ n,
k n−k
La razón por la que hablamos de propiedad de “simetrı́a” resultará evidente cuando, unas
páginas más adelante, dispongamos los coeficientes binómicos en el habitual triángulo.
La prueba algebraica es muy sencilla:
n n! n! n
= = = .
k k!(n − k)! (n − k)! (n − (n − k))! n−k
Pero es más interesante confirmar esta propiedad utilizando argumentos combinatorios. Lla-
memos
* *
subconjuntos de tamaño k subconjuntos de tamaño n − k
Γ1 = y Γ2 = .
extraı́dos de {1, . . . , n} extraı́dos de {1, . . . , n}
A cada subconjunto B de tamaño k (es decir, incluido en Γ1 ) le podemos asociar el sub-
conjunto de tamaño n − k (que estará incluido en Γ2 ) formado por todos los elementos de
{1, . . . , n} que no están en B, esto es, {1, . . . , n} \ B.
Construimos ası́ una aplicación entre los conjuntos Γ1 y Γ2 que, como podrá comprobar
sin dificultad el lector, es biyectiva. De lo que se deduce que ambos conjuntos han de tener
el mismo tamaño. Es decir, que las cantidades
n n
|Γ1 | = y |Γ2 | =
k n−k
han de ser iguales.
La prueba algebraica, manipulando los factoriales que aparecen en la suma, es una tarea muy
laboriosa. Sin embargo, es sencillo construir una prueba por inducción, y animamos al lector
a completarla (ejercicio 3.1.1). Veremos también una demostración alternativa, utilizando el
teorema del binomio, en la subsección 3.1.5.
La prueba combinatoria es trasparente. Sabemos que nk cuenta, para cada 0 ≤ k ≤ n,
el número de subconjuntos de tamaño k que podemos extraer del conjunto A = {1, . . . , n}.
Llamemos Γ al conjunto de todos los posibles subconjuntos de A. Sabemos (recuérdese el
ejemplo 2.2.2) que el conjunto Γ tiene tamaño 2n . Definamos además
Γ0 = {subconjuntos de A de tamaño 0}
Γ1 = {subconjuntos de A de tamaño 1}
..
.
Γn = {subconjuntos de A de tamaño n}.
Conviene insistir en la identificación entre subconjuntos y listas de ceros y unos del ejem-
plo 2.2.2. Allı́ vimos que dar un subconjunto del conjunto {1, . . . , n} es exactamente lo mismo
que construir una lista de longitud n con ceros y unos. El diccionario entre ambas cuestiones
es: si en la posición j-ésima de la lista aparece un 1, el elemento j está en el subconjunto; y
si aparece un 0, no estará.
En su momento esto nos permitió determinar que hay 2n subconjuntos posibles. Ahora
podemos ser un poco más finos: si sólo nos interesamos por los subconjuntos de tamaño k, el
mismo argumento nos permite reinterpretar, combinatoriamente, los coeficientes binómicos:
*
n listas de longitud n formadas con ceros
=# .
k o unos que tienen exactamente k unos
C. Regla de recurrencia
La última propiedad por la que nos vamos a interesar es una regla de recurrencia para
los coeficientes binómicos, que nos permitirá calcularlos de manera muy eficiente. La citada
regla dice ası́: dado n ≥ 2 y para cada 1 ≤ k ≤ n − 1,
n n−1 n−1
= +
k k k−1
Por supuesto, la elección del elemento n, el último, para este proceso es totalmente arbitraria
(podı́amos haber
elegido, por ejemplo, el primero). El conjunto de la izquierda, ya lo sabemos,
tiene tamaño nk , y la regla de la suma nos permite escribir que
⎧ ⎫ ⎧ ⎫
⎨ Subconjuntos de tamaño k ⎬ ⎨ Subconjuntos de tamaño k ⎬
n
=# extraı́dos de {1, . . . , n} +# extraı́dos de {1, . . . , n}
k ⎩ que contienen al elemento n ⎭ ⎩ que no contienen al elemento n ⎭
* *
Subconjuntos de tamaño k − 1 Subconjuntos de tamaño k
=# +#
extraı́dos de {1, . . . , n − 1} extraı́dos de {1, . . . , n − 1}
n−1 n−1
= + .
k−1 k
La penúltima igualdad es la clave del argumento, y está basada en un par de biyecciones.
Para el primer término argumentamos ası́: para construir todos los subconjuntos de tamaño k
con los elementos {1, . . . , n} que contengan al elemento n, basta decidir quiénes son sus k − 1
acompañantes, es decir, basta elegir k − 1 elementos del conjunto {1, . . . , n − 1}. Para el
segundo término, como los subconjuntos que estamos considerando en este caso no contienen
a n, tendremos que escoger los k elementos de entre los del conjunto {1, . . . , n − 1}.
La combinación de esta regla de recurrencia y lo que por razones
que se entenderán en un momento llamaremos los valores frontera,
n n
=1 y = 1, para cada n ≥ 1,
0 n
nos permite calcular y codificar los valores de todos los coeficientes
binómicos. Para ello, es costumbre utilizar el llamado triángulo de
Pascal-Tartaglia3 : un triángulo formado por casillas que van etique-
tadas con dos parámetros, n y k. El parámetro n etiqueta los “pisos”
del triángulo, empezando en n = 0, mientras que el parámetro k, por
su parte, marcará la coordenada de las sucesivas diagonales, de nuevo
Figura 3.1: Tartaglia
de k = 0 en adelante. En la casilla de coordenadas n y k situamos el
número C(n, k), o indistintamente nk .
3
A veces sólo triángulo de Tartaglia, a veces sólo triángulo de Pascal. Niccolo Fontana (1499-1557) es
más conocido como Tartaglia (tartamudo; o tartaja, más catizo y un punto despectivo). Parece ser que
de pequeño fue gravemente herido en la cara por las tropas francesas que ocupaban Brescia, su localidad
natal, y que de aquel episodio conservó una gran cicatriz en el rostro y ciertas dificultades para hablar.
Tradujo y publicó numerosas obras matemáticas clásicas, como los Elementos de Euclides y algunos tratados
de Arquı́medes. Consiguió, entre otros logros, obtener una fórmula para la resolución de la ecuación cúbica
(véase la nota al pie de la página 20).
Para que todo cuadre, es conveniente decidir que C(0, 0) = 1; una definición consistente
con la fórmula de los factoriales, aunque sin aparente significado combinatorio4 . Los valores
en los bordes (las fronteras) del triángulo son siempre 1. Y las casillas interiores se rellenan
siguiendo la ecuación de recurrencia, cuya interpretación gráfica aparece debajo de estas
lı́neas, a la izquierda: cada coeficiente binómico se obtiene sumando los valores de los dos
inmediatamente superiores. Con esta regla, y los valores en los bordes, podemos completar
el triángulo, tal como hacemos a continuación (hasta n = 7):
s +
C(n, k)
k=0
k=1
k=2
n=0 1 k=3
n=1 1 1 k=4
n=2 1 2 1 k=5
n=3 1 3 3 1
n=4 1 4 6 4 1 k=6
n=5 1 5 10 10 5 1 k=7
n=6 1 6 15 20 15 6 1
n=7 1 7 21 35 35 21 7 1
La regla de recurrencia anterior permite escribir nk (cuyo ı́ndice superior es n) en térmi-
nos de la suma de dos coeficientes binómicos cuyos ı́ndices superiores son n − 1. Si repetimos
el procedimiento, pero para los dos nuevos coeficientes binómicos, llegamos a
0 1 0 1
n n−1 n−1 n−2 n−2 n−2 n−2
= + = + + +
k k k−1 k k−1 k−1 k−2
n−2 n−2 n−2 2 n−2 2 n−2 2 n−2
= +2 + = + + .
k k−1 k−2 0 k 1 k−1 2 k−2
Ahora nk se escribe como suma de coeficientes binómicos de ı́ndice superior n−2. Nótese que
los números que los acompañan pueden ser escritos, a su vez, como coeficientes binómicos.
Podrı́amos iterar el proceso, pero los cálculos serı́an demasiado
n engorrosos, y vale la pena
argumentar en general, combinatoriamente. Queremos escribir k en términos de coeficientes
binómicos cuyo ı́ndice superior sea, por ejemplo, n − l. Primero declaramos del “primer tipo”
a l elementos de entre {1, . . . , n}, por ejemplo los l primeros, marcando los restantes n − l
como del “segundo tipo”. Ahora clasificamos los k-subconjuntos dependiendo del número j
(con 0 ≤ j ≤ k) de elementos del primer tipo que contengan, en la siguiente partición:
* ) k *
k-subconjuntos extraı́dos k-subconjuntos extraı́dos de {1, . . . , n}
= .
de {1, . . . , n} con j elementos del primer tipo
j=0
Obsérvese que, como sólo hay l elementos del primer tipo, los conjuntos de la colección de la
derecha que corresponden a valores j > l son vacı́os.
Calculamos el tamaño del conjunto con etiqueta j seleccionando primero qué j elementos
del primer tipo están en nuestro subconjunto (hay jl posibilidades); y luego seleccionando
n−l
los k − j elementos del segundo tipo que contiene el subconjunto (hay k−j posibilidades).
Aplicando las reglas de la suma y del producto llegamos a la fórmula de Vandermonde10 :
k
n l n−l
=
k j k−j
j=0
(nótese que hay tantos factores en el numerador como en el denominador). Una fórmula que,
en principio, parece ser la mejor manera de calcularlos. Ahora bien, si el lector recuerda la
discusión de las subsecciones 2.4.3 y 2.4.4, convendrá con nosotros en que n! es un número
asombrosamente grande. Si, por ejemplo, quisiéramos calcular un modesto 50 30 con la fórmula
anterior, necesitarı́amos evaluar los factoriales de 50, 30 y 20, para luego dividirlos. Una tarea
que puede poner en apuros a cualquier ordenador. Sin embargo, la aplicación reiterada de la
regla de recurrencia permite calcularlos de una manera quizás más eficiente, pues sólo requiere
un cierto número de sumas. Por esta razón, muchos paquetes matemáticos de cálculo emplean
este segundo procedimiento para evaluar los coeficientes binómicos.
Pero la fórmula contiene mucha información. Con ella, y con la ayuda de la fórmula de
Stirling, podemos estimar el orden de magnitud de un coeficiente binómico cualquiera. Fije-
mos un valor de n, un piso en el triángulo de Tartaglia, y miremos los coeficientes binómicos
cuyo ı́ndice superior es n. Por ejemplo, los correspondientes a n = 7 son 1, 7, 21, 35, 35, 21, 7, 1 .
Como ya sabemos, por la propiedad A
de esta misma subsección, la lista es simétri-
ca con respecto al elemento central (o cen-
trales, si, como en el ejemplo, n es impar).
Nótese que los valores van creciendo, de iz-
quierda a derecha, hasta llegar al centro (o
centros), a partir del cual empiezan a decre-
cer. Este comportamiento es general:
*
n n n
máx = =
k=0,...,n k n/2 n/2
Obsérvese que los dos coeficientes binómicos escritos a la derecha son el mismo si n es par.
Vea el lector el ejercicio 3.1.2 para una posible demostración. A la derecha mostramos la
gráfica con los valores de los sucesivos coeficientes binómicos para n = 20.
Interesa conocer el orden de magnitud del coeficiente binómico que ocupa la posición
central (o centrales) de una fila del triángulo de Pascal-Tartaglia, que como hemos visto
antes, es el mayor de toda la fila. Por comodidad de cálculo, analizaremos el coeficiente 2n
n .
Las primeras
2n estimaciones parten de la sencilla observación de que la suma de todos
2nlos
2n n
coeficientes j vale exactamente 2 = 4 . Ası́ que cada uno de ellos, y en particular n ,
ha de ser menor que 4n . Pero además, como 2n n es el mayor de todos estos coeficientes,
2n
2n
n 2n 2n 2n
4 = < = (2n + 1) .
j n n
j=0 j=0
Es decir,
* *
composiciones de lon- formas de elegir k − 1 posiciones (para los separadores)
# =#
gitud k del número n de entre n − 1 (los huecos a nuestra disposición)
*
subconjuntos distintos de tamaño k − 1 n−1
=# = .
extraı́dos del conjunto {1, . . . , n − 1} k−1
Por otra parte, y ya entramos con la segunda cuestión, dar una composición de longitud k
de n es lo mismo (compruébese la biyección) que dar una solución de
n = x1 + x2 + · · · + xk , con xi ≥ 1 para cada 1 ≤ i ≤ k ,
donde “solución”, como hemos dicho, significa una lista de números enteros x1 , . . . , xk , ma-
yores o iguales que 1, que suman n. Por tanto, también
*
x1 + x2 + · · · + xk = n n−1
# soluciones de =
xi ≥ 1 k−1
Vamos con la tercera11 : la única información relevante que debemos aportar si queremos
describir una distribución de n bolas idénticas en k cajas numeradas es el número de bolas
que va a cada caja (y no qué bolas, pues éstas son idénticas). Ası́ que si llamamos
⎧
⎪
⎪ x1 = número de bolas que van a la caja 1,
⎨
x2 = número de bolas que van a la caja 2,
⎪ ..
⎪
⎩ .
xk = número de bolas que van a la caja k,
vemos que estos números x1 , . . . xk suman n, con la única restricción de que deben ser ≥ 0
(porque pueden quedar cajas vacı́as en nuestra distribución). Ası́ que podemos contar:
* *
distribuciones de n bolas x1 + · · · + xk = n
# = # soluciones de .
idénticas en k cajas numeradas xi ≥ 0
Semejante a la cuestión 2, pero no exactamente igual, porque las restricciones sobre los
posibles valores de los xi son un tanto diferentes. Intentemos transformarla en la cuestión ya
conocida: consideremos una solución del problema anterior, una lista de enteros no negativos
(x1 , . . . , xk ) que suman n. Y sumémosle 1 a cada uno de ellos; obtenemos ası́ una lista
(y1 , . . . , yk ), donde cada yi , que se obtiene como xi + 1, es ≥ 1. ¿Y cuánto suman?, lo que
sumaran los xj , más el número de unos que hemos añadido, k de ellos. Esto es,
y1 + · · · + yk = n + k .
Pero también podemos ir al revés: dada una lista (y1 , . . . , yk ), con yj ≥ 1 para cada j, que
sumen n + k, si le restamos 1 a cada uno de ellos, obtenemos una lista (x1 , . . . , xk ), donde
los xj con ≥ 0 y suman n. Con esta biyección podemos concluir que
⎧ ⎫
⎨ distribuciones de ⎬ *
y1 + · · · + yk = n + k n+k−1
# n bolas idénticas en = # soluciones de =
⎩ ⎭ yi ≥ 1 k−1
k cajas numeradas
11
¿Sevillanas?
Visto el éxito conseguido12 , nos animamos a plantear versiones más generales de las tres
cuestiones. Por ejemplo, podrı́amos generalizar la segunda cuestión de la siguiente manera:
dados n y k, y unos enteros no negativos p1 , . . . , pk , buscar el
*
x1 + x2 + · · · + xk = n
# soluciones de .
x1 ≥ p1 , . . . , xk ≥ pk
En términos de bolas en cajas, buscamos el número de formas de distribuir n bolas idénticas
en k cajas numeradas con la restricción de que haya, al menos, pj bolas en la caja j, para
cada j = 1, . . . , k. En el lenguaje de las composiciones, se tratarı́a de buscar el número de
composiciones de n (con k sumandos) en las que el primer sumando fuera mayor o igual
que p1 , el segundo mayor o igual que p2 , etc.
Resolvemos la cuestión reduciéndola a un caso ya conocido, por ejemplo aquel en el
que todas las restricciones son del tipo ≥ 1. Para ello, empleamos el cambio siguiente (una
biyección):
yj = xj − pj +1 para cada j = 1, . . . , k.
≥0
Los yj son k enteros mayores o iguales que 1, que suman
k
k
k
k
k
yj = (xj − pj + 1) = k + xj − pj = n + k − pj .
j=1 j=1 j=1 j=1 j=1
Seguimos generalizando: intentamos ahora imponer, además, cotas por arriba a los xi ;
esto es, buscamos el número de soluciones de
*
x1 + x2 + · · · + xk = n
.
p1 ≤ x1 ≤ q1 , . . . pk ≤ xk ≤ qk
O bien el número de formas de distribuir n bolas idénticas en k cajas numeradas de manera
que en cada caja vayan entre tantas y tantas bolas; o para composiciones. . . Aquı́ ya no
va a ser posible obtener una fórmula sencilla en términos de los parámetros involucrados.
Como quizás el lector inquieto ya está sospechando, debemos hacer uso del principio de
inclusión/exclusión. Lo vemos en un ejemplo.
Ejemplo 3.1.2 El número de soluciones de la ecuación diofántica x1 + x2 + x3 = 50, donde
0 ≤ x1 ≤ 10, 5 ≤ x2 ≤ 35 y 0 ≤ x3 ≤ 10.
Iniciamos el análisis, para facilitar los cálculos, poniendo las cotas inferiores a cero con el
cambio
y1 = x1 ≥ 0 , y2 = x2 − 5 ≥ 0 , y3 = x3 ≥ 0 .
Con esta transformación, el problema pasa a ser el de contar el número de soluciones de
( 8
y1 + y2 + y3 = 50 − 0 − 5 − 0 = 45
.
0 ≤ y1 ≤ 10 , 0 ≤ y2 ≤ 30 , 0 ≤ y3 ≤ 10
Ahora pasaremos al complementario y aplicaremos el principio de inclusión/exclusión. Defi-
nimos primero el conjunto “grande”:
**
y1 + y2 + y3 = 45 45 + 3 − 1 47
X = soluciones de =⇒ |X | = = .
yi ≥ 0 3−1 2
Hay tres prohibiciones:
( ( 88
soluciones y1 + y2 + y3 = 45 45 + 3 − 11 − 1 36
A= ⇒ |A| = = ,
de y1 ≥ 11 , y2 ≥ 0 , y3 ≥ 0 3 − 1 2
( ( 88
soluciones y1 + y2 + y3 = 45 45 + 3 − 31 − 1 16
B= ⇒ |B| = = ,
de y1 ≥ 0 , y2 ≥ 31 , y3 ≥ 0 3−1 2
( ( 88
soluciones y1 + y2 + y3 = 45 45 + 3 − 11 − 1 36
C= ⇒ |C| = = .
de y1 ≥ 0 , y2 ≥ 0 , y3 ≥ 11 3−1 2
El número de soluciones válidas será |X | − |A ∪ B ∪ C|, ası́ que tendremos que calcular el
tamaño de las intersecciones de dos y tres conjuntos. Por ejemplo,
**
soluciones y1 + y2 + y3 = 45 45 + 3 − 42 − 1 5
A∩B = ⇒ |A ∩ B| = = .
de y1 ≥ 11 , y2 ≥ 31 , y3 ≥ 0 3−1 2
5
De la misma manera se obtendrı́a que |A ∩ C| = 25 2 y que |B ∩ C| = 2 , mientras que la
intersección de los tres conjuntos es vacı́a. Reuniéndolo todo,
0 1 0 1
47 36 16 5 25
# soluciones = − 2× + + 2× + = 21.
2 2 2 2 2
♣
al número de caminos distintos que podemos trazar desde el nodo (0, 0) a un nodo cualquiera
de coordenadas (n, k). Distintos, por supuesto, significará que las sucesiones de pasos de que
constan se diferencian en alguno de ellos. Para fijar ideas, en la descripción de los caminos
utilizaremos la nomenclatura de “paso a la derecha” y “paso a la izquierda” adoptando el
punto de vista de un caminante que circulara por la red (ası́ que es la orientación contraria
a la del lector que lee estas páginas).
Esta formulación, que como veremos es muy rica y elegante, se de-
be al matemático húngaro Pólya13 , quien es también responsable de
las teorı́as que hay detrás del estudio de la combinatoria con simetrı́as
(véase el capı́tulo 16) y del paseo aleatorio (véase el capı́tulo 18, en el
que nos volveremos a encontrar con estas figuras).
Para algunos de los valores posibles de los parámetros n y k es sen-
cillo calcular el correspondiente número Cam(n, k). Por ejemplo, para
cualquier n ≥ 0, Cam(n, 0) = 1, porque sólo hay un camino que lleve
del (0, 0) al (n, 0) (el que consiste en dar siempre pasos a la derecha).
De la misma manera, Cam(n, n) = 1 (dar sólo pasos a la izquierda).
Figura 3.2: Pólya El objetivo es encontrar, si es que la hay, una fórmula cerrada para
Cam(n, k) en términos de n y k.
El lector, quizás inspirado por el aspecto de la figura14 , estará ya sospechando que estos
números guardan relación con los coeficientes binómicos. Para comprobarlo, enunciemos una
serie de propiedades que verifican estos números, que nos resultarán sin duda familiares.
13
George Pólya (1887-1985) es uno de los miembros más destacados de la magnı́fica escuela matemática
húngara del siglo XX. Su actividad se desarrolló en diversos lugares, primero en su Budapest natal (hasta
1912), luego en Göttingen (1913) y Zürich, desde 1914 hasta 1940 (en 1924 estuvo en Inglaterra, trabajando
con Hardy y Littlewood; el libro Inequalities es uno de los frutos de esta colaboración). La siguiente etapa de
esta suerte de paseo aleatorio vital (una estupenda biografı́a suya se titula justamente The random walks of
George Pólya, Gerard Alexanderson, MAA, 2000) fue la Universidad de Stanford en Estados Unidos, a donde
emigró en 1940, y en la que permanecerı́a hasta el final de sus dı́as. Pólya trabajó en diversos campos de
las Matemáticas: Teorı́a de Números, Combinatoria, Análisis real y complejo, Probabilidad, etc.; algunas de
estas aportaciones las iremos recogiendo en estas páginas. Pero, además de por esta actividad investigadora,
Pólya es famoso por sus reflexiones sobre la actividad matemática y la didáctica de las matemáticas: libros
como How to solve it (1945), Mathematics and plausible reasoning (1954) o Mathematical Discovery (1962)
han sido auténticos éxitos editoriales.
14
O más simplemente, por el tı́tulo de esta subsección.
A. Traslación
Empezamos con una propiedad que será útil (0, 0) (0, 0)
B. Reflexión
(0, 0) (0, 0)
Consideremos un camino de (0, 0) a (n, k).
Vamos a reflejarlo con respecto al eje vertical que
pasa por el punto (0, 0). Lo que obtenemos es un
camino de (0, 0) a (n, n−k). Esta reflexión es una
una biyección entre el conjunto de caminos que • •
(n, k) (n, n − k)
unen (0, 0) con (n, k) y el conjunto de caminos
que conectan (0, 0) con (n, n − k). De manera que Cam(n, k) = Cam(n, n − k).
C. Recursión (0, 0)
La propiedad anterior nos recuerda, desde
luego, a las propiedades de simetrı́a de los coefi-
cientes binómicos. ¿Cumplirán también la misma
regla de recurrencia? Clasifiquemos los caminos
hasta (n, k) dependiendo del vértice inmediata-
mente superior por el que pasen. Esto es una (n−1, k−1) • • (n−1, k)
•
partición de nuestro conjunto total de caminos: (n, k)
* * *
caminos caminos (0, 0) → (n − 1, k − 1) caminos (0, 0) → (n − 1, k)
= ∪ .
(0, 0) → (n, k) y luego izquierda y luego derecha
Ahora obtenemos los tamaños de los conjuntos calculando, simplemente, de cuántas maneras
se puede llegar a los puntos (n − 1, k − 1) y (n − 1, k), respectivamente:
D. Barrera horizontal
k−l
Vamos a clasificar los caminos hasta el nodo de k
coordenadas (n, k) según el nodo de la barrera ho-
rizontal de un nivel anterior n − l por el que pasan n−l
del conjunto de caminos, pues todos los caminos hasta (n, k) han de pasar necesariamente
por uno (y sólo uno) de los nodos de la barrera:
* )l *
caminos caminos consistentes en ir (0, 0) → (n − l, k − l + m)
=
(0, 0) → (n, k) y luego ir (n − l, k − l + m) → (n, k)
m=0
A la izquierda tenemos nk caminos distintos. Del punto (0, 0) al punto (n − l, k − l + m) se
n−l
puede ir de k−l+m maneras distintas. Y hay tantos caminos desde (n − l, k − l + m) hasta
(n, k) como entre (0, 0) y (l, l − m), como podrá comprobar el lector si aplica cuidadosamente
la regla A de traslación. Aplicando las reglas de la suma y el producto, concluimos que:
l
n l n−l
= .
k m=0
l − m k − l + m
Cambiando el el ı́ndice de sumación (de m a j = l − m), recuperamos la fórmula de Vander-
monde de la página 108.
E. Barrera diagonal
Ahora consideramos, para un cierto nodo de la k−1
red, que por comodidad tomaremos de coordenadas
k
Esta expresión, siendo cierta, no es útil para nuestros cálculos, porque no es una partición,
pues hay caminos que están en más de uno de los conjuntos de la derecha. Imagine el lector
un camino que llegue a un nodo intermedio de la barrera y luego baje un rato por ella. Para
resolver esta dificultad, y contar una única vez cada camino, los clasificamos dependiendo de
cuál sea el último nodo de la barrera por el que se pase:
* ) n *
caminos caminos (0, 0) → (n + 1, k + 1) tales que (j, k)
=
(0, 0) → (n, k) es el último nodo de la barrera por el que pasan
j=k
Ahora sı́ que tenemos una verdadera partición, y bastará contar cuántos elementos tiene
cada bloque de la partición. Pero si el nodo (j, k) es el último de la barrera que se toca,
entonces el recorrido, más allá de ese punto, está ya fijado: paso a la izquierda y luego bajada
hasta el nodo (n + 1, k + 1). Concluimos ası́ que
n n
n+1 j j
= =
k+1 k k
j=k j=0
¡Atención!, esta última fórmula es nueva y útil. Ya sabemos sumar los coeficientes binómi-
cos cuando variamos el ı́ndice inferior. Aquı́ tenemos la suma análoga cuando variamos el
superior. Mostramos juntas ambas fórmulas, para que lector aprecie la diferencia: si k ≤ n,
n n
k k j n+1
=2 y = .
j k k+1
j=0 j=0
Pero al revés también, pues un camino de (1, 0) a (2n + 1, n + 1) está obligados a cruzar la
lı́nea vertical. El lector podrá comprobar que justo el considerar la “primera vez” que tocan
la barrera es lo que hace que sea una biyección entre los dos tipos de caminos. Ahora, de
(1, 0) a (2n + 1, n + 1), con el argumento
2n de traslación habitual, sabemos que hay tantos
como de (0, 0) a (2n, n + 1); esto es, n+1 caminos. Ası́ que, finalmente, deducimos que los
números de Catalan viene dados por
2n 2n
Cn = − para cada n ≥ 0.
n n+1
Dejamos que el lector se entretenga con las manipulaciones algebraicas que conducen a la
siguiente fórmula, que nos permite calcular los primeros valores de la sucesión:
1 2n
Cn = (Cn ) = (1, 2, 5, 14, 42, 132, 429, 1430, 4862, 16796 . . . )
n+1 n
♣
¡Ay!, las dichosas distribuciones de bolas en cajas, ese lenguaje tan del gusto de los que
se dedican a menesteres combinatorios. En la sección 3.1.2 tuvimos un primer contacto con
este tipo de cuestiones, aunque entonces tratábamos distribuciones de n bolas idénticas en k
cajas numeradas, con diferentes tipos de restricciones. Y aquı́, al considerar a las bolas como
numeradas, esto es, distinguibles, no basta, como allı́, con dar la información de cuántas
bolas van en cada caja; hay que señalar también cuáles son. Sobre bolas numeradas en cajas
numeradas, con otro tipo de restricciones, volveremos en las páginas siguientes (véanse el
ejemplo 3.1.7 y la subsección 3.3.1 para el caso en el que no permitimos cajas vacı́as). Y de
nuevo remitimos al lector premioso a consultar la sección 3.4, si es que quiere disfrutar de la
contemplación de todos los casos posibles en estricta formación.
Pero basta ya de preámbulos, y pasemos a analizar la cuestión de interés. Vemos primero
un ejemplo sencillo, que nos da la pista para el argumento general. Supongamos que queremos
repartir n bolas numeradas en 3 cajas numeradas, de manera que haya a1 en la primera, a2
en la segunda y a3 en la tercera, donde a1 + a2 + a3 = n. Para contar cuántas distribuciones
de éstas hay, seguimos el siguiente proceso:
1. Elegimos cuáles (y no cuántas) son las a1 bolas que van a la caja 1 (recordemos que
n
las bolas son distinguibles). Esto se puede hacer de a1 formas distintas.
2. Elegimos las bolas de la segunda caja de entre las n − a1 bolas que quedan; tenemos
n−a1
a2 maneras de hacerlo.
3. Las de la tercera caja quedan ya determinadas (son todas las que quedan), ası́ que no
habrá que decidir nada en este paso. Aunque también podrı́amos argumentar como en
los
n−ados pasos
aanteriores
y observar que las bolas de la tercera caja se pueden elegir de
1 −a2 3
a3 = a3 = 1 forma.
La regla del producto nos dice entonces que el número de posibles distribuciones es
n n − a1 a3 n! (n − a1 )! (n − a1 − a2 )! n!
= = .
a1 a2 a3 a1 !(n − a1 )! a2 !(n − a1 − a2 )! a3 !0! a1 ! a2 ! a3 !
Como el lector podrá comprobar, el mismo argumento se puede aplicar al caso de k cajas,
para obtener que el número de distribuciones de n bolas distinguibles en k cajas numeradas
con a1 bolas en la primera caja, a2 en la segunda, etc., con a1 + a2 + · · · + ak = n, viene
dado por
n!
.
a1 ! a2 ! . . . ak !
Es tradicional designar a esta cantidad con un sı́mbolo y un nombre especial. Se trata de un
coeficiente multinómico17 :
n n!
= ,
a1 , a2 , . . . , ak a1 ! a2 ! . . . ak !
Nótese que, por ejemplo, hemos considerado tantos “clones” del sı́mbolo 1 como nos indica el
valor de a1 . Obsérvese también que ahora en total hay n sı́mbolos. Como son distinguibles,
los podemos disponer en una n-lista de n! maneras distintas. Pero, para contrarrestar la dife-
renciación ficticia y auxiliar que hemos introducido, por ejemplo, entre los unos, deberemos
dividir por un factor a1 ! (construya el lector explı́citamente la aplicación a1 ! a 1 que hay
detrás de este comentario). Lo mismo deberemos hacer con los doses, con los treses, etc.
Ası́ llegamos, de nuevo, al resultado
n! n
= .
a1 ! a2 ! · · · ak ! a1 , a2 , . . . , ak
No le extrañará al lector, a la vista de este argumento, que en algunos textos se utilice el
nombre de (número de) permutaciones con repetición para describir esta cantidad.
Ejemplo 3.1.4 En una empresa hay 25 personas y se quieren repartir en 4 grupos de
trabajo: el primero, dedicado a la relación con los clientes, debe constar de 4 personas. El
segundo, para el desarrollo de los proyectos, de 6 personas. El tercero estarı́a dedicado a las
tareas de contabilidad y estarı́a compuesto por 7 personas. Las otras 8 personas trabajarı́an
en tareas de organización interna. ¿De cuántas maneras se pueden estructurar estos grupos?
Los grupos de trabajo van a ser las cajas (hay 4), y el objetivo es repartir 25 bolas numeradas
(las personas) en estas 4 cajas numeradas de manera que haya 4 en la primera, 6 en la segunda,
7 en la tercera y 8 en la cuarta. Esto se puede hacer de
25 25!
= = 4417238826000 formas distintas
6, 4, 7, 8 4! 6! 7! 8!
casi cuatro billones y medio, una cantidad enorme. Animamos al lector a que escriba el
argumento en términos de listas. ♣
Ejemplo 3.1.5 ¿Cuántas listas de longitud 8 formadas por 2 aes, 3 bes y 3 ces hay?
Las listas están formadas por los sı́mbolos a, a, b, b, b, c, c, c, pero por supuesto no todas las 8!
permutaciones posibles dan lugar a listas distintas. Aplicamos de nuevo el truco citado antes:
hacemos distinguibles los sı́mbolos, a1 , a2 , b1 , b2 , b3 , c1 , c2 , c3 , y formamos las 8! permutaciones
posibles. Obtenemos ası́, por ejemplo, listas como
a1 a2 b1 b2 b3 c3 c2 c1 y a2 a1 b1 b2 b3 c3 c2 c1
que, al borrar los subı́ndices de las aes, dan lugar a la misma, (a, a, b, b, b, c, c, c). Solucionamos
esta proliferación de listas dividiendo por los factoriales correspondientes:
8! 8 8×7×6×5×4
= = = 560 .
2! 3! 3! 3, 2, 3 2×2×3
Exhortamos ahora al lector a que se atreva con la versión en el lenguaje de las distribuciones
de bolas en cajas. ♣
Es un ejercicio interesante, que recomendamos al lector, probar la validez del teorema por
inducción (véase el ejercicio 3.1.19).
El teorema del binomio nos proporciona el primer ejemplo de función generatriz: la
función (1 + x)n “genera”, al ser desarrollada en potencias de x, la sucesión de números
*∞ *
n n n n n
= , , ,..., , 0, 0, 0 . . . .
k k=0 0 1 2 n
Pero sobre estas cuestiones insistiremos, y mucho, en el capı́tulo 10.
Una generalización de la fórmula del binomio se obtiene reemplazando x por x/y:
n n
x n n xk y + x n n k −k
1+ = =⇒ = x y ,
y k yk y k
k=0 k=0
que en principio es válida para y = 0. Pero es que para y = 0 dice simplemente que xn = xn ,
por lo en realidad es válida para todo y.
n
n
k
0= (−1)
k
k=0
Obsérvese que sumamos todos los coeficientes binómicos de ı́ndice superior n, pero al-
ternándolos de signo. Esto lo usaremos, por ejemplo, en la demostración del principio de
inclusión/exclusión (véase la subsección 3.1.6).
Nuestro siguiente objetivo es evaluar la suma
n
n
k .
k
k=0
El truco, que utilizaremos profusamente en el capı́tulo 10, consiste en derivar con respecto
a x la fórmula del binomio. Ası́ se obtiene que
n
n
n−1 n k−1 n
n(1 + x) = kx ; y, evaluando en x = 1, que k = n 2n−1
k k
k=1 k=0
Esta última manipulación se utiliza en contextos más generales y, por ejemplo, será la que
seguiremos a la hora de calcular medias de variables aleatorias que toman valores en los
enteros no negativos (véase la sección 11.1). Pero como todavı́a no contamos con este lenguaje
probabilı́stico, hagamos una interpretación de este caso particular.
Ejemplo 3.1.6 Queremos corroborar la intuición que nos dice que el “tamaño medio” de
los subconjuntos que se pueden extraer del conjunto {1, . . . , n} es n/2.
Para evaluar, por ejemplo, la altura media de un conjunto de n personas, lo directo es sumar
todas las alturas y dividir el número resultante por n; una suma que consta de n sumandos.
Pero un procedimiento más astuto consiste en agrupar primero a las personas de la misma
altura. Contamos entonces el número de elementos de cada categorı́a (misma altura), y
multiplicamos cada uno de estos números por la altura correspondiente.
Sigamos esta misma idea en nuestro caso. Dado el conjunto {1, . . . , n}, llamamos Γ a la
colección de todos los subconjuntos que se pueden extraer de él. Sabemos que |Γ| = 2n . Cada
elemento γ de Γ (es decir, cada subconjunto de {1, . . . , n}) tendrá un cierto tamaño |γ|, el
número de elementos de que conste.
18
Si n es impar, esto una simple consecuencia de la simetrı́a los coeficientes binómicos. Por ejemplo, para
n = 7 estamos sumando (alternados en signo), los números 1, 7, 21, 35, 35, 21, 7, 1, que se cancelan por parejas.
Pero ya no es la misma situación para n par (hágase el caso n = 8).
El teorema del binomio, tal como lo hemos exhibido aquı́, es válido para cualquier n ∈ N.
Pero en realidad su validez es más general. Reescribámoslo de la siguiente manera:
n ∞
n k
n
n n! n (n − 1) · · · (n − k + 1) k
(1 + x) = x = xk = x .
k k!(n − k)! k!
k=0 k=0 k=0
Para obtener una última generalización del teorema del binomio, empezamos escribiendo
n
n n n! a b
(x + y) = xk y n−k = x y ,
k a! b!
k=0 a,b≥0, a+b=n
donde hemos aprovechado que, para cada k, los exponentes de x e y suman siempre n. Con
un argumento análogo, podemos obtener la llamada fórmula del trinomio:
n! n
n a b c
(x + y + z) = x y z = xa y b z c ,
a! b! c! a, b, c
a,b,c≥0, a+b+c=n a,b,c≥0
n
(x1 + x2 + · · · + xk ) =
n
x1 a1 x2 a2 · · · xk ak .
a1 , a2 , . . . , ak
a1 ,...,ak ≥ 0
Intente el lector probar esta expresión por inducción (en k) partiendo de la fórmula del
binomio habitual, que es el caso k = 2 (véase el ejercicio 3.1.19).
n
|A1 ∪ A2 ∪ · · · ∪ An | = (−1)j+1 αj ,
j=1
donde los αj son las sumas de los tamaños de todas las posibles intersecciones de j conjuntos:
Ahora sabemos cuántos sumandos aparecen en el cálculo de cada αj . Por ejemplo, α1 consta n
de n sumandos (las
n posibles formas de escoger 1 elemento de un conjunto de n, esto es, 1 );
α2 consta de 2 sumandos
(las posibles formas de escoger 2 elementos de entre n), etc. En
general, αj tendrá nj términos. Conocer este dato será muy útil porque, como veremos más
adelante (véanse el ejemplo 3.1.7 y los cálculos de la subsección 3.2.3), muchas veces todas
las intersecciones de j conjuntos, para cada valor de j, son del mismo tamaño; y entonces
podremos obtener fórmulas especialmente sencillas.
La suma por columnas requiere un análisis más cuidadoso. Fijémonos en un cierto ele-
mento ω ∈ A, que estará en, digamos, k de los Aj , para cierto 1 ≤ k ≤ n. En su columna
tendremos exactamente k unos en las filas etiquetadas
por los conjuntos A1 , . . . , An . Pero si
está en k de los Aj , estará en exactamente k2 de las intersecciones dos a dos: ahı́ encon-
traremos k2 signos “−1”. También estará en k3 de las tres a tres, etc. El último signo no
nulo lo encontraremos en las filas de las intersecciones k a k: será un (−1)k+1 , justo en la
fila etiquetada por la intersección de todos los Aj en los que esté ω; más allá, todo ceros. En
total, la suma de los sı́mbolos que aparecen en la columna etiquetada por ω será
k k
k k k k+1 k j+1 k j k
− + − · · · + (−1) = (−1) =1− (−1) .
1 2 3 k j j
j=1 j=0
exige calcular los valores de los sucesivos αj , lo que en general es una tarea muy engorrosa.
¿Y si, en lugar de calcular todos los αj , nos limitáramos a evaluar unos cuantos de ellos, los
primeros? La suma truncada en estos primeros términos, ¿cuán “cerca” está del verdadero
valor de | ∪nj=1 Aj |? Por ejemplo, el lector podrá comprobar (véase el ejercicio 3.1.22), que
n
|A1 ∪ · · · ∪ An | ≤ |Aj | = α1 .
j=1
Ası́ que si nos quedamos simplemente con el primer término (las sumas de los tamaños
individuales), acotamos la suma completa por arriba. En el citado ejercicio se sugiere también
la desigualdad que se obtiene cuando nos quedamos con α1 − α2 (caso en el que se obtiene
una cota por debajo). Pero, en estas estimaciones, ¿en cuánto nos “equivocamos”?
El análisis general que nos permite responder a este tipo de cuestiones se basa en el
siguiente resultado:
Lema 3.2 Para cada t entre 2 y n,
+ n
t−1 + + n +
+ j+1 + + +
+ (−1) αj −
j+1
(−1) αj + = + (−1)j+1 αj + ≤ αt .
j=1 j=1 j=t
Ası́ que el error cometido al truncar la serie de principio de inclusión/exclusión está controlado
por el tamaño del primer término despreciado.
Los números αj son todos no negativos, y puede dar la impresión de que son cada vez
más pequeños. Por ejemplo, los números |Aj | son más grandes que los números |Ai ∩ A j|.
Pero ¡cuidado!, de los primeros sumamos n, mientras que de los segundos hay más, n2 .
El lema anterior, y la cadena de desigualdades que de él se deducen, serı́an inmediatos si
efectivamente se cumpliera que α1 ≥ α2 ≥ α3 ≥ · · · (véase el ejercicio 3.1.23). Más adelante
(véase el teorema 10.1) volveremos a tratar series alternadas de términos decrecientes.
|A1 ∪ · · · ∪ An | ≤ α1 ,
que nos dice que |A1 ∪ · · · ∪ An | − α1 ≤ 0. Ahora, el caso t = 2 del lema reza ası́ (nótese que
lo de dentro el valor absoluto es ≤ 0):
+ +
+|A1 ∪· · ·∪An |−α1 + ≤ α2 =⇒ α1 −|A1 ∪· · ·∪An | ≤ α2 =⇒ |A1 ∪ · · · ∪ An | ≥ α1 − α2 ,
=⇒ |A1 ∪ · · · ∪ An | ≤ α1 − α2 + α3 ,
que es la tercera desigualdad. Y ası́, sucesivamente. Recordemos, además, que sabemos acotar
el error que se comete en cada una de ellas. Por ejemplo, en la última de ellas el error
está acotado por α4 , el primer término despreciado. Al final, al sumar todos los αj con sus
signos correspondientes, recuperamos el principio de inclusión/exclusión habitual.
C. Algunas aplicaciones
Vayamos con las aplicaciones del principio de inclusión/exclusión que prometı́amos al
principio de esta subsección.
Ejemplo 3.1.7 Contemos cuántas aplicaciones sobreyectivas podemos dar entre los con-
juntos X = {1, . . . , n} e Y = {1, . . . , k}.
Volvemos a emplear la identificación entre aplicaciones de X en Y y listas de longitud n
formadas con los sı́mbolos {1, . . . , k} que, en el ejemplo 2.2.5, nos permitió, por ejemplo,
determinar que el número de aplicaciones distintas de X a Y es kn . Ahora nos fijamos en las
aplicaciones sobreyectivas que, recordemos, son las que no se “saltan” elemento alguno de Y.
Más formalmente, son aquéllas para las que, para todo y ∈ Y, existe al menos un x ∈ X tal
que f (x) = y.
Vamos a pasar al complementario: las aplicaciones que no sean sobreyectivas, o bien se
saltarán el elemento 1, o bien el 2, etc., ası́ hasta el k. Ası́ que, si definimos los conjuntos
Calculemos, en primer lugar, el tamaño de cada uno de los Aj . Una aplicación que
esté en Aj no toma el valor j como imagen. Y en términos de listas, eso supone construir
n-listas en las que utilicemos cualquiera de los sı́mbolos de Y menos el sı́mbolo j. Ası́ que
|Aj | = (k − 1)n , para cada j = 1, . . . , k.
A las intersecciones dos a dos les sucede algo parecido. Si una aplicación está en Ai ∩ Aj ,
entonces no tomará como imagen ni al sı́mbolo i ni al j. Es decir, la lista correspondiente se
formará con cualesquiera de los otros k − 2 sı́mbolos. Por tanto,
|Ai ∩ Aj | = (k − 2)n , para cada i = j.
El mismo argumento nos servirı́a para las intersecciones tres a tres, cuatro a cuatro, etc.
Utilizando ahora que número de sumandos en cada suma de la expresión del principio de
inclusión/exclusión viene dado por un coeficiente binómico, concluimos que, si X tiene n
elementos e Y tiene tamaño k,
# aplicaciones sobreyectivas X → Y = kn − |A1 ∪ A2 ∪ · · · ∪ Ak |
0 1
k−1
k k k j k
=k −n
(k − 1) −
n
(k − 2) + · · · ±
n
(k − k) =
n
(−1) (k − j)n
1 2 k j
j=0
dos casos y aplicando la regla de la suma: hay n(n − 1)(n − 3n + 3) listas distintas.
2
que es una unión de conjuntos que no son disjuntos entre sı́. Nuestro objetivo es calcular
|A| = |X| − | ∪4i=1 Ai |. Aplicando el principio de inclusión/exclusión, obtenemos que
4
|A| = |X| − |Aj | + |Ai ∩ Aj | − |Ai ∩ Aj ∩ Ak | + |A1 ∩ A2 ∩ A3 ∩ A4 | .
j=1 i =j i =j =k
¿Cuál es el tamaño de las intersecciones dos a dos? Consideremos dos de ellas, por ejemplo,
|A1 ∩ A3 | = n2 |A1 ∩ A4 | = n2
n posibilidades
n posibilidades n posibilidades
n posibilidades
El lector puede comprobar que todas las intersecciones dos a dos son de igual tamaño, es
decir, n2 . ¿Y las intersecciones tres a tres? Una sencilla inspección muestra que son también
todas de igual tamaño; por ejemplo, |A1 ∩ A2 ∩ A3 | = n, porque que en la primera y segunda
posiciones aparezca el mismo sı́mbolo, en la segunda y tercera también, y lo mismo en la
tercera y cuarta, hace que el mismo sı́mbolo deba aparecer en las cuatro posiciones (y hay n
posibilidades para elegir este sı́mbolo). Por supuesto, la intersección de los cuatro conjuntos
tiene también tamaño n, ası́ que podemos concluir que
+)4 + 4
+ + 4 4 2 4 4
|A| = |X| − + Ai + = n −
4 3
n + n − n+ n
0 1 2 3 4
i=1
= n − 4 n + 6 n2 − 4 n + n = n(n − 1)(n2 − 3n + 3) .
4 3
Mucho ruido, para tan pocas nueces, se dirá el lector. Total, para obtener un resultado que
ya conocı́amos. Pero. . .
Pero ¡cuidado!, la simetrı́a se rompe al llegar a las intersecciones tres a tres. Por ejemplo,
|A1 ∩ A2 ∩ A3 | = n, porque estar en A1 exige tener el mismo sı́mbolo en las dos primeras
posiciones; estar además en A2 hace que la tercera lleve ese sı́mbolo común; y estar en A3
exige que ese sı́mbolo común aparezca también en la cuarta posición. Solo hay que decidir,
pues, qué sı́mbolo es común a toda la lista.
Calculemos ahora |A1 ∩ A2 ∩ A4 |. Por estar en A1 y en A2 , las tres primeras posiciones
han de llevar el mismo sı́mbolo; pero estar en A4 no añade información, pues exige que la
primera y tercera posiciones lleven el mismo sı́mbolo. Ası́ que hay que elegir un sı́mbolo para
las tres primeras posiciones, y otro para la cuarta. Por tanto, |A1 ∩ A2 ∩ A4 | (y también
|A3 ∩ A4 ∩ A5 |, como podrá comprobar el lector) vale n2 . Por tanto,
0 1
5
α3 = |A1 ∩ A2 ∩ A3 | + |A1 ∩ A3 ∩ A4 | + · · · + |A3 ∩ A4 ∩ A5 | = − 2 n + 2n2 .
3
Por último, α4 = 54 n y α5 = 55 n, ası́ que el resultado total es que
5 4
# listas = |X | − |A1 ∪ A2 ∪ A3 ∪ A4 ∪ A5 | = n − [α1 − α2 + α3 − α4 − α5 ]
0
0 1
5 4 5 3 5 2 5 5 5
= n − n + n − − 2 n − 2n +2
n− n.
0 1 2 3 4 5
Que, en realidad, es una forma muy complicada de escribir n(n − 1)(n − 2)2 , el resultado que
habrı́amos obtenido si nos hubiéramos lanzado, de manera algo osada, a contar las listas direc-
tamente: n posibilidades para la primera posición, n − 1 para la segunda, n − 2 para la tercera
(recuérdese la arista diagonal en la representación con grafos) y otra vez n − 2 (porque en las
posiciones 1 y 3 van sı́mbolos distintos) para la cuarta posición. Como no siempre podremos
contar de esta manera tan directa, se hace imprescindible un procedimiento algorı́tmico para
contar listas con restricciones (sobre las posiciones) cualesquiera. Lo obtendremos cuando
presentemos el lenguaje de los grafos (véase, en particular, la sección 9.3.3). ♣
3.1.7. Multiconjuntos
Al igual que con las listas, en los conjuntos podemos permitir repetición. Definiremos un k-
multiconjunto como un conjunto de tamaño k en el que permitimos que se repitan sı́mbolos.
Si partimos de un conjunto con n sı́mbolos, que, como de costumbre, será el {1, . . . , n},
queremos obtener una fórmula para los números
para cada n ≥ 1 y k ≥ 0. Nótese que aquı́ no hay por qué restringirse a k ≤ n. Por ejemplo,
si partimos de los sı́mbolos {1, 2, 3} y tomamos k = 4, algunos multiconjuntos posibles son
{1, 2, 3, 3}, {1, 1, 1, 1}, {1, 1, 2, 2}, etc.
Pero, ¿es que no tienen bastante los autores?, se preguntará el lector, amargado ya por la
abrumadora cantidad de cuestiones combinatorias y sı́mbolos casi esotéricos que han ido apa-
reciendo en estas páginas. No tema: estos objetos no van a requerir análisis o fórmulas que no
conozcamos ya. Sólo necesitaremos una astuta traducción. Observemos que un multiconjunto
de tamaño k extraı́do del conjunto {1, . . . , n} se puede escribir como
x1 + x2 + · · · + xn = k.
(1 ≤) a1 ≤ a2 ≤ · · · ≤ ak (≤ n)
bj = aj + (j − 1)
= R(n, k − 1) + R(n − 1, k)
Además, si n = 1, R(1, k) = 1 para cada k ≥ 0, pues el único multiconjunto de tamaño k con
un elemento, por ejemplo a, es {a, a, k .veces
. . , a} (o, en el caso en que k = 0, el Ø). Por otro
lado, si k = 0, R(n, 0) = 1, para cada n ≥ 1, pues sólo el Ø tiene tamaño 0.
Con esta información podremos construir una tabla de los valores de los R(n, k). Ahora,
para cada valor de n, el ı́ndice k (el tamaño de multiconjunto) puede tomar cualquier valor.
A la derecha exhibimos la interpretación gráfica de la regla de recursión:
k=0 k=1 k=2 k=3 k=4 k=5 ···
n=1 1 1 1 1 1 1 ··· R(n − 1, k)
n=2 1 2 3 4 5 6 ···
n=3 1 3 6 10 15 21 ··· ?
n=4 1 4 10 20 35 56 ··· R(n, k − 1) - R(n, k)
n=5 1 5 15 35 70 126 ···
n=6 1 6 21 56 126 252 ···
.. .. .. .. .. .. .. ..
. . . . . . . .
Obsérvese que es idéntico al triángulo de Tartaglia de los coeficientes binómicos (sólo que
girado 45◦ hacia la izquierda).
21
Puede que al lector le preocupe que hablemos del conjunto de los bj en lugar de la lista (b1 , . . . , bk ).
Observe que, como exhibimos los bj ordenados por tamaño, a cada conjunto le corresponde una y sólo una
lista.
Recuerde el lector el argumento combinatorio de la subsección 3.1.1 y la prueba, vı́a el teorema del
binomio, de la subsección 3.1.5.
3.1.2 Queremos demostrar que el máximo valor en cada fila del triángulo de Tartaglia se encuentra
en el centro (o centros). Es decir, que
*
n n n
máx = = .
k=0,...,n k n/2 n/2
(a) Utilı́cese la propiedad de simetrı́a de los coeficientes binómicos para deducir que basta calcular ese
máximo en el rango 0 ≤ k ≤ n/2.
n n
(b) Supóngase, por ejemplo, que n es par. Compruébese que, siempre que k ≤ n/2, k−1 < k .
(c) Complétense los detalles del caso en que n sea impar.
3.1.3 Pruébese que, si k es un cierto número fijo, entonces
n−1 n+k−1 n + k2 − 1
tanto como como
k−1 k−1 k−1
nk−1
son asintóticamente (recuérdese el sı́mbolo ∼ de la subsección 2.4.1) como (k−1)! cuando n → ∞.
3.1.4 (a) Tenemos 2n bolas rojas numeradas y otras 2n bolas blancas numeradas. ¿De cuántas
formas distintas se puede escoger, de entre esas 4n bolas, un conjunto con n bolas rojas y n blancas?
(b) Tenemos 10 bolas rojas numeradas y 6 bolas blancas numeradas. ¿De cuántas maneras puede
escogerse un conjunto de 9 bolas de forma que a lo sumo haya 4 bolas rojas?
(c) ¿De cuántas maneras distintas se pueden distribuir 40 personas en 8 grupos de 5 personas?
(d) ¿De cuántas maneras distintas se pueden distribuir 40 bolas idénticas en 6 cajas numeradas, de
manera que entre las tres primeras cajas se distribuyan 25 bolas y que en cada una de las dos últimas
cajas se sitúen a lo sumo 6 bolas?
3.1.5 De “Nuestro hombre en La Habana”, de Graham Greene:
- No entiendo por qué escogiste ese número.
- ¿No te ocurre a ti que hay números que se te quedan grabados para siempre en la memoria?
- Sı́, pero éste precisamente lo has olvidado.
- Lo recordaré enseguida. Era algo ası́ como 77539.
- ¡Nada menos que cinco cifras!
- Podemos intentar todas las combinaciones de 77539.
- ¿Sabes cuántas hay? Como unas seiscientas, más o menos. Espero que no tengas prisa.
- Estoy seguro de todo menos del 7.
- Sı́, pero ¿qué 7? Esto significa que hay que probar con seis mil configuraciones. No soy ma-
temático, ¿sabes?
¿Podrı́a el lector ayudar al personaje de esta novela y precisar sus cálculos?
3.1.6 Consideremos las 22 consonantes {b, c, . . . , z} y una única vocal {a}. Queremos formar con
ellas palabras de 12 letras, de las cuales exactamente cinco sean consonantes (distintas), y en las que
no aparezcan consonantes seguidas. ¿Cuántas distintas habrá?
3.1.7 (a) ¿Cuántos números entre 0 y 9999 tienen la suma de sus cifras igual a 7? (b) ¿Y ≤ 7?
3.1.8 Para su uso en este ejercicio, describimos brevemente la baraja española: consta de 40 cartas,
que están agrupadas en cuatro palos (oros, copas, espadas y bastos). Cada palo cuenta con diez cartas:
as, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, sota, caballo y rey.
(a) ¿Cuál es la probabilidad de que en un mazo “bien barajado” de cartas de una baraja española las
dos primeros cartas no formen pareja (no sean, por ejemplo, dos ases, o dos sotas, o dos. . . )?
(b) ¿En cuántas “manos” distintas de 5 cartas de baraja española aparecen los 4 palos? (Nota: con-
sideremos que una mano de 5 cartas es un subconjunto de 5 cartas).
(c) ¿Cuántas manos de cinco cartas de la baraja española son exactamente un trı́o (por ejemplo, tres
sotas y las otras dos cartas que no sean sotas y que, además, sean distintas entre sı́)? ¿Y exactamente
dobles parejas?
(d) Estamos jugando a la pocha22 y tenemos la siguiente partida:
sobre el mazo de cartas está el 2 de espadas (espadas es, por tanto,
la “pinta”). El jugador A, que es mano (esto es, el primero en
jugar), tiene un 7 de espadas. Lo único que nos interesa saber es
que, con las reglas del juego, sólo hay en la baraja 5 cartas que
superen el valor de su carta (sota, caballo, rey, tres y as de espadas).
¿Cuál es la probabilidad de que A pierda la jugada?
3.1.9 Si n bolas numeradas se distribuyen al azar en n cajas numeradas, ¿cuál es la probabilidad
(a) de que ninguna caja quede vacı́a?;
(b) ¿y de que exactamente una caja quede vacı́a?
3.1.10 (a) El tamaño medio de los subconjuntos de {1, . . . , n} es, como vimos en el ejemplo 3.1.6,
n/2. Obténgase una prueba alternativa de este resultado utilizando la siguiente observación: por cada
subconjunto A de tamaño k hay uno (el subconjunto B = {1, . . . , n} \ A) que tiene tamaño n − k.
(b) La longitud de una composición de un número natural n es el número de sumandos. Pruébese
que si un número n tiene M composiciones de longitud k, entonces también tiene M composiciones
de longitud n − k + 1. Dedúzcase que la longitud media de las composiciones del número n es n+1
2 .
3.1.11 Se tienen dos listas de sı́mbolos, (a1 , a2 , . . . , an ) y (b1 , b2 , . . . , bm ), todos distintos. Se quiere
formar una única lista con todos los n + m sı́mbolos respetando el orden dado de las a’s y el orden
dado de las b’s. Por ejemplo, si n = 2 y m = 3 la lista (b1 , a1 , b2 , a2 , b3 ) es válida, pero no ası́ la lista
(a1 , b3 , b2 , a2 , b1 )). ¿De cuántas maneras se puede hacer esto?
3.1.12 Se distribuyen n bolas idénticas en m cajas numeradas. (a) ¿De cuántas formas distintas se
puede hacer esto de manera que cada caja reciba al menos una bola y a lo sumo dos? (b) ¿Y si la
única restricción es que haya a lo sumo dos en cada caja?
3.1.13 Consideremos el conjunto de sı́mbolos X = {1, 2, 3, . . . , 50}. Diremos que un subconjunto A
de X está separado si la diferencia entre cualesquiera dos de sus elementos es al menos tres unida-
des. Por ejemplo, {10, 15, 17, 40} no está separado, mientras que {10, 15, 18, 40} sı́ lo está. ¿Cuántos
subconjuntos separados distintos de cinco elementos se pueden formar con los elementos de X ?
3.1.14 Tenemos n cerillas, que usamos para representar las letras I y V : la I requiere una cerilla,
la V dos. ¿Cuántas “palabras” distintas de longitud k se pueden formar?
22
Concesión local al, sin duda, juego más popular entre los alumnos de los autores.
(b) El apartado anterior es el caso l = 1 de la siguiente identidad (que también pedimos demostrar):
k n n n−l
= .
l k l k−l
n
(c) Dedúzcase que = kn .
a 1 . . . ak
a1 ,...,ak ≥0
3.1.24 Consideremos los conjuntos A = {1, 2}, B = {1, 3}, C = {1, 4}, D = {1, 5}, E = {1, 6}
y F = {1, 7}. Compruébese que, con la nomenclatura habitual del principio de inclusión/exclusión,
α1 < α2 < α3 , mientras que α3 = α4 > α5 > α6 .
3.1.25 Desigualdad de Bonferroni. En este ejercicio vamos a proponer una demostración del
lema 3.2. Consideramos unos conjuntos A1 , . . . , An y llamamos A = ∪nj=1 Aj . Llamemos también
t
St = (−1)j+1 αj , para cada t = 1, . . . , n.
j=1
Los números αj son los habituales del principio de inclusión/exlusión, que nos dice que Sn = |A|. El
lema que deseamos demostrar dice que |Sn − St | ≤ αt+1 para cada t = 1, . . . , n − 1.
(a) Empezamos con una estimación para sumas incompletas y alternadas en signo de coeficientes
binómicos. Pruébese, por inducción (en k), que
t
j+1 k t−1 k − 1
(−1) = (−1)
j=0
j t
(c) El argumento sigue las lı́neas de la demostración del principio de inclusión/exclusión de la subsec-
ción 3.1.6. Obsérvese que Sn −St es la suma de las entradas de las filas de la matriz que allı́ exhibimos
desde las intersecciones t + 1 a t + 1 en adelante. Compruébese, utilizando el apartado (a), que
n *
elementos de A en k−1
Sn − St = # (−1)t
exactamente k de los Aj t
k=t+1
(d) Compruébese finalmente, argumentando únicamente sobre las filas de la matriz correspondientes a
las intersecciones t + 1 a t + 1, que el miembro de la derecha de la última expresión coincide con αt+1 .
3.1.26 Una generalización del principio de inclusión/exclusión. Estamos de nuevo en la
situación del ejercicio anterior, con los conjuntos A1 , . . . , An y A = ∪nj=1 . Tenemos la sucesión
de números α1 , α2 , . . . , αn . Definimos α0 = A. Definimos la sucesión de números (Ej )nj=0 de la
siguiente manera: Ek cuenta el número de elementos de A que están en exactamente k de los conjuntos
A1 , . . . , An (obsérvese que E0 = 0). Del último apartado del ejercicio anterior se deduce que
n
k
αj = Ek ,
j
k=1
expresión que nos da el valor de un αj en función de los Ek . Compruébese que podemos invertir esta
expresión para expresar los Ek en función de los αj de la siguiente manera:
n
j
Ek = (−1)j−k αj .
k
j=k
Pruébese que
n
Q=P − Pi + Pi,j + · · · + (−1)n P1,...,n .
i=1 i<j
3.2. Permutaciones
Las permutaciones de un conjunto X con n elementos, que ya presentamos en la subsec-
ción 2.2.1, son objetos combinatorios con una estructura lo suficientemente rica como para
merecer la atención que les vamos a dispensar en las siguientes páginas. Como siempre, para
simplificar la notación, el conjunto de referencia será X = {1, 2, . . . , n}.
Una permutación del conjunto X = {1, . . . , n} es una lista de longitud n sin repetición
formada con los sı́mbolos de X. O también, como vimos en ejemplo 2.2.5, una aplicación
biyectiva de X en X . Esto es, una (re)ordenación de los elementos de X. Como bien sabe-
mos, hay n! permutaciones distintas de X. Algunas de estas permutaciones, como veremos
más adelante, tienen propiedades especiales y para ellas reservaremos nombres especı́ficos
(desbarajustes, permutaciones cı́clicas, trasposiciones, involuciones, etc.).
Observe el lector las dos siguientes formas de representar una permutación:
1 2 3 4 ... n
(2, 7, 5, 1, . . . , 6) y .
2 7 5 1 ... 6
A la izquierda representamos la permutación, simplemente, como una lista. La representación
de la derecha es más adecuada para la interpretación como aplicación biyectiva: obsérvese
cómo nos permite reconocer que la imagen del 1 es el 2, la del 2, el 7, etc. De ahora en
adelante, convendremos en que ambos esquemas representan a la misma permutación; es
decir, identificaremos, por ejemplo, la lista (2, 7, 5, 1, . . . , 6) con la aplicación biyectiva que
lleva el 1 en el 2, el 2 en el 7, el 3 en el 5, etc. Como en todo lo que sigue nos centraremos en
la interpretación como aplicación biyectiva, utilizaremos generalmente la segunda notación.
A. Composición de permutaciones
Consideremos las dos siguientes permutaciones del conjunto X = {1, 2, 3, 4, 5}:
1 2 3 4 5 1 2 3 4 5
f = (1, 3, 2, 5, 4) = g = (5, 2, 3, 1, 4) = .
1 3 2 5 4 5 2 3 1 4
La permutación g es una aplicación biyectiva de X en X que lleva, por ejemplo, el elemento 1
en el 5; esto es, g(1) = 5. También f es biyectiva de X en X, y por ejemplo lleva el 5 en
el 4, esto es, f (5) = 4. Lo que nos induce a pensar que serı́a posible aplicar primero g sobre
el elemento 1, y luego f , pero ahora sobre el 5, para acabar finalmente en el 4.
Vamos a formalizar esta noción de aplicación “sucesiva” de dos permutaciones. Partimos
de dos permutaciones del conjunto X = {1, . . . , n}, digamos f y g. La composición de f
con g, que escribiremos como f ◦ g (obsérvese el orden en que aparecen) se define como
(f ◦ g)(x) = f (g(x)), para cada x ∈ X = {1, . . . , n};
es decir, la acción sucesiva de g primero y f después. Observe el lector que es una “buena”
definición: si x ∈ X, entonces g(x) es un elemento de X y por tanto f (g(x)) está bien definido.
En otras palabras, la composición de f con g es una aplicación del conjunto X en sı́ mismo.
Pero además, y esto es lo importante, la aplicación (f ◦ g) que hemos definido antes resulta
ser una aplicación biyectiva de X en X. Esto es, una nueva permutación.
Para comprobarlo, basta demostrar que (f ◦ g) es una aplicación inyectiva (pues los
conjuntos de llegada y partida son el mismo, X). Supongamos que tenemos dos elementos
de X, digamos a y b, tales que
Como f es una aplicación biyectiva, se cumplirá que g(a) = g(b). Y como a su vez g es
biyectiva, deducimos finalmente que a y b deben ser iguales.
Ası́ que la acción sucesiva de g (primero) y f (después), la composición f ◦ g (perdone el
lector la insistencia: ¿se dio cuenta en qué orden las escribimos?; ¡ah!, por si acaso), es una
aplicación inyectiva de X en X y, por tanto, una aplicación biyectiva de X en sı́ mismo.
Este tipo de estructura (un conjunto y una operación entre pares de elementos del con-
junto cuyo resultado es siempre un elemento del mismo conjunto) tiene un nombre especial
en Matemáticas:
el conjunto de las permutaciones, dotado de la operación de composición, tiene
una estructura de grupo.
Al conjunto de las permutaciones de {1, . . . , n}, entendido como grupo con la operación de
composición nos referiremos como el grupo simétrico Sn . Decimos que Sn es un grupo
porque se verifican las siguientes propiedades23 :
Si f, g ∈ Sn , entonces f ◦ g ∈ Sn (el conjunto Sn es cerrado para la operación de
composición).
Se verifica la propiedad asociativa: si f, g, h ∈ Sn , entonces (f ◦ g) ◦ h = f ◦ (g ◦ h).
La identidad id, es decir, la permutación que deja fijos todos los elementos, es el ele-
mento neutro de Sn :
id ◦ f = f ◦ id = f para cualquier f ∈ Sn .
Comprobemos que esto es un resultado general, analizando con más detalle cuál es la
estructura de un ciclo. Sea f un ciclo de longitud k en Sn . Fijará n − k elementos y mo-
verá cı́clicamente los restantes. Digamos que estos elementos son (a1 , . . . , ak ):
f = n (a1 a2 . . . ak−1 ak ) .
En otras palabras, a2 = f (a1 ), a3 = f (a2 ) = f 2 (a1 ) y ası́ hasta ak = f k−1 (a1 ), mientras
que f k (a1 ) = a1 . De manera que el ciclo se podrı́a reescribir de la siguiente manera, algo
farragosa, pero útil para nuestros argumentos:
Nos interesa entender la permutación f k . Pero f k fija el primer elemento, pues f k (a1 ) = a1 .
Y también el segundo:
Compruebe el lector que ocurre lo mismo para los restantes elementos del ciclo (quizás ar-
gumentando que, en realidad, el ciclo es el mismo sea cual sea el primer elemento de él que
escribamos, mientras que preservemos el orden). Como f fija los elementos que no están en el
ciclo, también lo hará f k . Deducimos ası́ que f k es la permutación identidad. Como además k
es el primer entero no negativo para el que sucede esto, el orden del ciclo f es justamente k,
su longitud como ciclo.
A. Descomposición en ciclos
No hemos introducido los ciclos por capricho. Resulta que cualquier permutación se puede
escribir como composición de ellos (¡y de manera única!). Esta forma de escribirlos, esta
composición (o más bien, descomposición), es especialmente informativa y útil, porque nos
dice cuáles son los subconjuntos de {1, . . . , n} en los que la permutación actúa de forma
“independiente”.
Consideremos la siguiente permutación f de un conjunto con 7 elementos:
1 2 3 4 5 6 7
f=
3 5 1 2 6 4 7
f f
Observamos que los elementos {1, 3} se mueven cı́clicamente con f : 1 −→ 3 −→ 1. De la
f f f f f
misma forma, 2 −→ 5 −→ 6 −→ 4 −→ 2, mientras que 7 −→ 7. Pues bien, la permutación f
se puede escribir como la composición de los siguientes ciclos:
f = 7 (1 3) ◦ 7 (2 5 6 4) ◦ 7 (7) .
Esta lista es, en principio, tan larga como queramos, pero como sólo hay n elementos en
{1, . . . , n}, el principio del palomar asegura que contendrá dos números repetidos. Esto es,
existirán dos enteros positivos s > t para los que
f s (1) = f t (1) .
Lo que supone que f s−t (1) coincide con id(1) = 1. Ası́ que en la lista anterior, no sólo hay
repeticiones, sino que además aparece algún 1 (además del primero). El primer paso del
algoritmo consistirı́a, entonces, en ir construyendo la lista anterior hasta encontrar el primer
(nuevo) 1; al terminar, habremos detectado el ciclo en el que está encuadrado el elemento 1:
interpretado como una lista, o quizás como un ciclo. Visto como una lista, serı́a la permutación
de la izquierda; visto como ciclo, la de la derecha:
1 2 1 2
; .
1 2 2 1
Esto, cuando se trate realmente de una permutación de S2 , porque podrı́a también representar
una de, digamos, S4 :
1 2 3 4
.
2 1 3 4
Por eso conviene insistir en escribir los ciclos de longitud 1, o bien utilizar la notación sugerida,
4 (1 2), salvo que el contexto sea muy claro.
El lenguaje de los ciclos simplifica bastantes cálculos con permutaciones. Por ejemplo,
para calcular el inverso de una permutación dada, basta leer los ciclos de la permutación
original “al revés”:
f = 9 (1 2 4) ◦ 9 (3 8 7) ◦ 9 (5) ◦ 9 (6 9)
f −1
= 9 (4 2 1) ◦ 9 (7 8 3) ◦ 9 (5) ◦ 9 (9 6)
Al fin y al cabo, si el elemento 3 va al 8 a través de f , el 8 ha de ir al 3 a través de f −1 .
No es ya tan útil, en general, para describir la composición de dos permutaciones, porque se
pueden mezclar los ciclos de una con los ciclos de la otra.
f = 5 (2 1) ◦ 5 (3 5 4) .
Si partimos del orden natural, (1, . . . , 5), cuando apliquemos f 2 , los elementos {1, 2} habrán
vuelto a sus posiciones originales; no ası́ los restantes. Con f 3 son {3, 4, 5} los que vuelven al
orden original; pero los dos primeros se han descolocado. Un momento de reflexión nos lleva a
convencernos de que será necesario aplicar 6 veces f para recuperar la configuración original.
Si f tuviera dos ciclos de longitudes 2 y 4, un argumento análogo nos dirı́a que f 4 = id y
que, por tanto, su orden serı́a 4.
En general, si una permutación f se escribe como composición de ciclos, cuyas longitudes
son l1 , . . . , lm (podrı́a haber varios ciclos de cada una de las longitudes), su orden será
porque cada uno de los elementos de {1, . . . , n} está en algún ciclo. Por ejemplo, las permu-
taciones cı́clicas son las que tienen bn = 1 y bj = 0 para el resto.
La pregunta que nos interesa responder n es la siguiente: dada una lista de números no
negativos (b1 , b2 , . . . , bn ) tales que j=1 j bj = n, ¿cuántas permutaciones de Sn tienen b1
ciclos de longitud 1, b2 ciclos de longitud 2, etc.?
Argumentemos como sigue: empezamos escogiendo una ordenación cualquiera de los ele-
mentos {1, . . . , n} (hay n! posibles). Ahora marcamos los ciclos en un orden determinado: los
b1 primeros elementos de la lista están en los ciclos de orden 1, los 2b2 siguientes, en los de
orden 2, y ası́ sucesivamente:
(•) · · · (•) (• •) · · · (• •) (• • •) · · · (• • •) · · ·
b1 b2 b3
Hemos construido ası́ n! descomposiciones en ciclos con la estructura pedida. Pero entre ellas
habrá, sin duda, descomposiciones repetidas. Por ejemplo, dentro de cada uno de los ciclos
que hemos marcado podemos rotar circularmente los elementos (elegir el que va primero)
sin cambiar de qué ciclo se trata. Obsérvese que cada porción de tamaño j tiene j posibles
rotaciones. Ası́ que el número total de rotaciones de los trozos que dan lugar a la misma
descomposición en ciclos es
b1 veces b2 veces bn veces
1 ··· 1 · 2 ··· 2 ··· ··· n ··· n = 1b1 2b2 · · · nbn .
Pero además, y ésta es ya la última cuestión que hay que considerar, podemos permutar, por
ejemplo, los ciclos de longitud 1 entre sı́ (¡pero no con los demás!); y, en general, los trozos de
longitud j entre ellos mismos (lo que se puede hacer de j! maneras). Reuniendo todas estas
observaciones, llegamos a la respuesta buscada:
*
permutaciones de Sn con n!
# = b1 b2
bj ciclos de longitud j 1 2 · · · nbn b1 !b2 ! · · · bn !
El lector podrá comprobar que con esta fórmula recuperamos los resultados para los casos
vistos anteriormente: permutaciones cı́clicas (bn = 1 y b1 = b2 = · · · = bn−1 = 0), ciclos de
orden k (bk = 1, b1 = n − k y el resto de los bj = 0) o trasposiciones (b2 = 1, b1 = n − 2 y
el resto de los bj = 0). Nótese también que, si una permutación es un desbarajuste (no fija
elemento alguno), entonces sólo sabemos que b1 = 0, pero no tenemos información sobre el
valor de los restantes bj . Por eso no se puede aplicar la fórmula anterior, y necesitaremos un
análisis especı́fico (véase la subsección 3.2.3).
El mismo resultado se puede obtener aplicando sucesivamente las trasposiciones que inter-
cambian el 1 y el 2 y el 1 y el 5:
1 2 ··· 5
5 (1 2) ↓ ↓ ↓
2 1 ··· 5
5 (1 5) ↓ ↓ ↓
2 5 ··· 1
Ası́ que podrı́amos escribir que el ciclo es la composición sucesiva de estas dos trasposiciones:
5 (1 2 5) = 5 (1 5) ◦ 5 (1 2) .
¡Cuidado!, ahora los ciclos de cada trasposición no son disjuntos, ası́ que es importante
señalar el orden en que se aplican (pruébese a componer las trasposiciones al revés). El lector
podrá comprobar también que esa misma permutación f se puede escribir como
5 (1 2 5) = 5 (1 2) ◦ 5 (1 5) ◦ 5 (2 5) ◦ 5 (1 2) .
Es decir, la escritura en términos de trasposiciones no es única; y además importa el orden
en que se aplican (porque no tienen por qué ser disjuntas). ♣
¿Es posible expresar un ciclo cualquiera como composición de transposiciones? Si el ciclo
es de orden 1, entonces se puede escribir como composición (dos veces) de la misma trasposi-
ción. Los ciclos de orden 2 ya son, ellos mismos, trasposiciones. Analicemos entonces el caso
de un ciclo de longitud 3, digamos f = n (a1 a2 a3 ). Nótese que la acción
f (a1 ) = a2 , f (a2 ) = a3 y f (a3 ) = a1 .
se consigue también trasponiendo, sucesivamente, el primer elemento con los restantes (en el
orden en que aparecen en el ciclo), como se sugerı́a en el ejemplo 3.2.2; esto es,
f = n (a1 a3 ) ◦ n (a1 a2 ) .
f3 f2
Nótese el orden: primero trasponemos a1 con a2 (lo que llamamos f2 ) y luego a1 con a3 ,
con f3 . El lector podrá comprobar que, efectivamente, f = f3 ◦f2 y obtener la descomposición
análoga en el caso de un ciclo ciclo de longitud 4,
f = n (a1 a2 a3 a4 ) = n (a1 a4 ) ◦ n (a1 a3 ) ◦ n (a1 a2 ) ;
y, en general, para un ciclo de cualquier longitud (véase el ejercicio 3.2.5):
f = n (a1 a2 . . . ak−1 ak ) = n (a1 ak ) ◦ n (a1 ak−1 ) ◦ · · · ◦ n (a1 a3 ) ◦ n (a1 a2 ) ,
¿Y si partiéramos de una permutación general? Podrı́amos, por ejemplo, descomponerla
primero en ciclos, para luego proceder a descomponer cada uno de ellos en transposiciones
siguiendo la regla anterior. Ası́ que también es posible descomponer una permutación general
en trasposiciones. Aunque, como ya hemos visto, esta descomposición no es única, y además
las distintas trasposiciones utilizadas en la descomposición no serán, en general, disjuntas.
Entonces, ¿para qué consideramos este tipo de descomposiciones? Las “piezas” utilizadas
en la descomposición son muy simples, siempre ciclos de orden 2, pero esto no parece suficien-
te. Y no lo serı́a si no fuera porque, además, y como comprobaremos en un momento, dada
una cierta permutación, sea cual sea la descomposición en transposiciones que tomemos, el
número de trasposiciones utilizadas tiene una paridad determinada. Esto es, o bien se emplea
siempre un número par de transposiciones, o bien un número impar.
Sea g ∈ Sn una permutación con αj ciclos de longitud j. Tendrá, en total, nj=1 αj ciclos.
Sea π una trasposición que, digamos, intercambia los elementos a y b. Ahora nos preguntamos
por el número de ciclos que tiene la permutación π ◦ g. Distinguimos dos casos, dependiendo
de si a y b pertenecen al mismo ciclo de g o no (nótese que π no actúa sobre los elementos
que pertenezcan a ciclos en los que no estén ni a ni b):
Caso 1: si a y b pertenecen al mismo ciclo de g, entonces
g = n (a x2 . . . xr−2 b xr . . . xl ) ◦ (resto de ciclos de g) .
(podemos suponer que a es el primer elemento de ese ciclo). En este caso, la acción sucesiva
de g y π sobre los elementos del ciclo viene dada por
a x2 . . . xr−2 b xr . . . xl
g ↓ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓
x2 x3 . . . b xr xr+1 . . . a
π ↓ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓
x2 x3 . . . a xr xr+1 . . . b
La conclusión es que se forman dos ciclos a partir del original:
π ◦ g = n (a x2 . . . xr−2 ) ◦ n (b xr . . . xl ) ◦ (resto de ciclos de g) .
Caso 2: Si a y b están en ciclos distintos,
g = n (a a2 . . . al ) ◦ n (b b2 . . . bs ) ◦ (resto de ciclos de g) ,
entonces
a a2 . . . al b b2 . . . bs
g ↓ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓
a2 a3 . . . a b2 b3 . . . b
π ↓ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓
a2 a3 . . . b b2 b3 . . . a
Y ahora tenemos un único ciclo a partir de los dos de partida:
π ◦ g = n (a a2 . . . al b b2 . . . bs ) ◦ (resto de ciclos de g) .
En resumen, si π es una trasposición,
# ciclos de (π ◦ g) = # ciclos de g ± 1 .
Esta observación es el ingrediente fundamental de la demostración del siguiente resultado:
Teorema 3.3 Dada una permutación g ∈ Sn , si g se puede escribir como composición de s
y t trasposiciones, entonces, o bien s y t son pares, o bien s y t son impares.
g = πs ◦ πs−1 ◦ · · · ◦ π2 ◦ π1 .
Como π1 es una trasposición, tendrá n − 1 ciclos (1 de orden 2 y el resto de orden 1). Como
hemos visto, cada sucesiva trasposición hace que el número de ciclos aumente o disminuya
en una unidad. Digamos que, tras las s − 1 trasposiciones, hemos tenido α aumentos y β
disminuciones. Obsérvese que
s−1=α+β y # ciclos de g = (n − 1) + α − β .
s = n + 2 α − # ciclos de g .
9t ◦ π
Si ahora escribimos g como composición de t trasposiciones, g = π 9t−1 ◦ · · · ◦ π
92 ◦ π
91 y
procedemos de manera análoga, llegamos a que
α − # ciclos de g ,
t = n + 29
donde α 9 es el número de aumentos con las sucesivas trasposiciones π9j . Restando ambas
cantidades, obtenemos que s − t = 2 (α − α
9), que es un número par. Por tanto, los números
s y t son, o bien ambos pares, o bien ambos impares.
A la vista de este resultado, tiene sentido definir una permutación par como aquélla que
se escribe como composición de un número par de trasposiciones; e impar si ese número
de trasposiciones es impar. Es habitual definir el signo (o signatura) de una permutación
como 1 si la permutación es par, y como −1 si es impar. Esto es,
signo(g) = (−1)t ,
Es posible que el lector se haya entretenido en alguna ocasión jugando con este pasatiem-
po, o con otras versiones que de él aún se comercializan por ahı́. El pasatiempo de Loyd se
convirtió en todo un éxito en su tiempo. Y es que, pese a su aparente sencillez, nadie era
capaz de conseguir recolocar las fichas 14 y 15. Y no era por falta de habilidad, ni de empeño,
ni. . . es que, directamente no se puede, es imposible 27 .
Nuestro análisis comienza traduciendo la cuestión al lenguaje de las permutaciones, le-
yendo los sı́mbolos que aparecen al recorrer las casillas del tablero: de izquierda a derecha los
sı́mbolos de la primera fila, luego (también de izquierda a derecha) los de la segunda fila, etc.
Ası́, cualquier configuración del tablero se puede interpretar como una lista de 16 po-
siciones, en las que van los sı́mbolos del 1 al 15, además de un sı́mbolo especial (la casilla
vacı́a), que nombraremos como ∗. Esto es, una permutación del conjunto {1, 2, . . . , 15, ∗}. En
concreto, la configuración inicial es
Obsérvese que gfinal se puede obtener a partir de ginicial trasponiendo directamente los sı́mbo-
los 14 y 15. Una trasposición es obviamente una permutación impar, y al componer una
permutación con una trasposición cambiamos la signatura de la permutación de partida
(véanse los detalles en el ejercicio 3.2.7). Éste es el primer ingrediente de nuestro argumento:
las permutaciones ginicial y gfinal tienen distinta paridad.
¡Ah!, pero no hagamos trampas. Véase el tablero en su configuración inicial: la trans-
posición directa de los sı́mbolos 14 y 15 no está permitida. En realidad, los movimientos
permitidos, tanto en la primera jugada como en las posteriores, son transposiciones de la ca-
silla con el sı́mbolo ∗ con otras casillas. Cada una de estas trasposiciones son permutaciones
impares. Pero si consiguiéramos demostrar que cualquier secuencia de movimientos permi-
tidos que llevara la configuración inicial en la final consta, necesariamente, de un número
par de trasposiciones, entonces sabrı́amos que es imposible resolver el puzzle. Porque esta
secuencia de un número par de trasposiciones nunca podrı́a llevar una permutación par en
una impar.
El ingenioso argumento que nos convencerá de ello pasa por pintar de 1 2 3 4
blanco y negro las casillas del tablero, como si de uno de ajedrez se tratara 5 6 7 8
(véase la figura de la derecha). Obsérvese que, al principio, está “visible”
9 10 11 12
(no ocupada por ficha alguna) una casilla negra. Cualquier movimiento
13 15 14
inicial hará que quede visible una casilla blanca. Y luego, al hacer cualquier
movimiento, se verá una negra. Y ası́, sucesivamente. Ası́ que, si lo que pretendemos es acabar
con una casilla negra visible, será necesario que el número de movimientos empleado sea
necesariamente un número par. Feliz observación que concluye el argumento. ♣
27
¡Ah!, el imposible matemático. El argumento que aquı́ empleamos, tan habitual en otros contextos, es la
presencia de un invariante. El objeto de partida tiene una cierta caracterı́stica, en este caso el signo, y todas
las posibles transformaciones conservan esta caracterı́stica.
3.2.3. Desbarajustes
Centramos ahora nuestra atención en un tipo especial de permutaciones: los desbarajustes
del conjunto {1, . . . , n}, esto es, las permutaciones que no fijan elemento alguno (no contienen
ciclos de longitud 1). Llamemos Dn al número de desbarajustes. Nuestro objetivo es obtener
una fórmula explı́cita para Dn , o al menos una estimación precisa de su valor. O mejor, para
Dn /n!, la proporción que los desbarajustes ocupan entre todas las permutaciones. Esto es,
la probabilidad de que si escogemos una permutación al azar, ésta sea un desbarajuste.
Por un lado, claro, Dn ≤ n!. Y también sabemos (véase el argumento de la página 147)
que permutaciones cı́clicas, que son un caso particular de desbarajustes (tienen un único ciclo
de orden n), hay (n − 1)!. Ası́ que los valores de Dn y de Dn /n! están acotados de la siguiente
forma:
n! 1 Dn
≤ Dn ≤ n! y ≤ ≤ 1.
n n n!
En el planteamiento clásico del problema28 se han escrito n cartas y preparado los n
sobres con las direcciones correspondientes, cada uno al lado de su carta. Pero alguien los
ha descolocado, de manera que no queda más remedio que introducir las cartas en los sobres
al azar. Hecho esto, ¿cuál será la probabilidad de no acertar ninguna? Esta probabilidad,
obsérvese, es justamente Dn /n!.
Antes de empezar a analizar el problema, quizás el lector deberı́a meditar un momento
sobre la cuestión y apelar a su intuición para, al menos, arriesgar una respuesta aproximada:
¿una probabilidad cercana a 0, cercana a 1?; ¿qué ocurre cuando el número de cartas y
sobres es muy grande? Parece difı́cil no acertar ninguna, ¿verdad? La estimación de arriba
para Dn /n! no aporta mucha información si n es muy grande, pues simplemente dice que esa
probabilidad está entre (muy poco más de) 0 y 1.
Para calcular el valor de Dn emplearemos los argumentos ya habituales del principio de
inclusión/exclusión. Si una permutación no es un desbarajuste, ocurrirá que al menos uno de
los sı́mbolos está en su posición natural. Ası́ que consideramos los siguientes conjuntos: para
cada j = 1, . . . , n,
(o, en el lenguaje de las aplicaciones, las que fijan el elemento j). Como hay un total de n!
permutaciones,
Dn = n! − |A1 ∪ · · · ∪ An | .
Esto es,
n
(−1)j Dn (−1)j
n
Dn = n! , o bien = .
j! n! j!
j=0 j=0
La cantidad nj=0 (−1)j /j! depende del valor particular de n que tengamos. Pero, a todos
los efectos, y en cuanto n es grande, es casi indistinguible29 de 1/e.
Las conclusiones son sorprendentes: primero, la probabilidad de obtener un desbarajuste
es prácticamente independiente de n (si n es suficientemente grande). Pero más aún, es una
probabilidad “grande”, mayor que un tercio. Quizás más de lo que hubiéramos apostado al
principio.
¿Cuál es la explicación30 de este aparentemente paradójico resultado? Llamemos Bj , para
cada j = 1, . . . , n, al complementario de Aj en Sn . Esto es, Bj contiene a las permutaciones
de {1, . . . , n} en las que el sı́mbolo j no está en la posición j. Obsérvese que
(n − 1)! 1
P rob(Bj ) = 1 − P rob(Aj ) = 1 − =1− .
n! n
La intersección de todos los conjuntos Bj son, precisamente, los desbarajustes. Si los Bj
fueran independientes entre sı́ (dos a dos), entonces tendrı́amos que
:
n ;n n
;
1 1 n 1
P rob Bj = P rob(Bj ) = 1− = 1− ≈ si n es grande.
n n e
j=1 j=1 j=1
pueden ganar, entonces diremos que esa coalición es perdedora. Finalmente, si una coalición
no es ni ganadora ni perdedora, entonces se dice que es bloqueadora. Un caso especial, al
que reservamos un nombre rotundo, es aquél en el que un único votante forma, por sı́ mismo,
una coalición ganadora: diremos que ese votante es un dictador. Veamos algunos ejemplos.
Ejemplo 3.2.4 Tenemos n personas, cada una con 1 voto, y las decisiones se toman por
mayorı́a absoluta.
Una coalición es ganadora si reúne, al menos, a n/2 + 1 de los votantes. Obsérvese que,
si n es par, cualquier coalición de n/2 personas es bloqueadora, mientras que no puede haber
coaliciones bloqueadoras si n es impar.
Supongamos que el número de votantes es par, n = 2k, que las decisiones se toman por
mayorı́a absoluta, pero que, además, en caso de empate hay un votante (el presidente) que
decide. En este caso, cualquier coalición de k personas entre las que se encuentre el presidente
es ganadora; y si no está el presidente, es perdedora. ♣
Ejemplo 3.2.5 Hay cuatro votantes, a, b, c y d. En un caso, disponen de 2, 1, 1 y 1 votos,
respectivamente (es el ejemplo de los amigos con el que abrı́amos la subsección). En el otro
tienen 10, 9, 6 y 4 votos, respectivamente.
La mayorı́a absoluta exige, en el primer caso, 3 votos, y 15 en el segundo. En las dos siguientes
tablas exhibimos, para cada caso, las 24 − 1 = 15 posibles coaliciones (excluimos al Ø), junto
con los votos que suponen, y señalamos, en negrita, las que son además ganadoras:
Caso 1 (mayorı́a con 3 votos) Caso 2 (mayorı́a con 15 votos)
{a} {b} {c} {d} {a, b} {a} {b} {c} {d} {a, b}
2 1 1 1 3 10 9 6 4 19
{a, c} {a, d} {b, c} {b, d} {c, d} {a, c} {a, d} {b, c} {b, d} {c, d}
3 3 2 2 2 16 14 15 13 10
{a, b, c} {a, b, d} {a, c, d} {b, c, d} {a, b, c, d} {a, b, c} {a, b, d} {a, c, d} {b, c, d} {a, b, c, d}
4 4 4 3 5 25 23 20 19 29
Obsérvese el papel del votante d en ambos sistemas. En el caso 1, está incluido en cinco
coaliciones ganadoras, aunque sólo es realmente “imprescindible” (en el sentido de que su
retirada harı́a que la coalición dejarı́a de ser ganadora) en la coalición {a, d}. En el caso 2,
el votante d participa en cuatro coaliciones ganadoras, aunque en ninguna de ellas es im-
prescindible. Nótese como, en este segundo caso, el votante c, que tiene un número de votos
muy similar a d (6 frente a 4) y que participa en seis coaliciones ganadoras, es, sin embargo,
imprescindible en cuatro de ellas ({a, c}, {b, c}, {a, c, d} y {b, c, d}). ♣
Es hora ya de cuantificar, de medir el poder que un determinado votante tiene en un
sistema. Esto no es un mero entretenimiento. Si tuviéramos un tal procedimiento, un patrón
bien establecido, entonces, por ejemplo, podrı́amos comparar entre dos sistemas de asignación
de votos. Quizás recuerde el lector las discusiones en torno a los porcentajes de votos que debı́a
tener cada paı́s en el proceso de ampliación de la Unión Europea. Se decı́a, por ejemplo, que
Alemania tenı́a tal poder de decisión, y que, con la ampliación y la consecuente redistribución
de votos, pasaba a tener tal o cual influencia. Cualquier discusión de este tipo debe tener, en
su base, un procedimiento de medida de ese poder.
Ejemplo 3.2.6 La unión hace la fuerza. Tenemos n votantes, cada uno con 1 voto.
Queremos comparar los ı́ndices de poder en esta situación con la siguiente: cuando b de los
votantes se alı́an para votar siempre en la misma dirección.
Veamos la primera situación. La mayorı́a está en q = n/2 + 1. Podemos argumentar sim-
plemente que, por simetrı́a (el papel de cada votante es intercambiable), todos los votantes
han de tener el mismo poder, y que, por tanto,
1
ISS (v) = , para cada votante v.
n
De otra manera, cada votante es pivote en las listas en que ocupe justamente la posición en
la que se sumen los n/2 + 1 votos necesarios. De estas listas hay (n − 1)!, como corresponde
a ordenar el resto de los votantes en las demás posiciones. Ası́ obtenemos de nuevo que
ISS (v) = (n−1)!
n! = n1 para cada votante v.
¿Qué ocurre si b de los votantes forman una alianza? Ahora tenemos n − b + 1 votantes,
uno con b votos y el resto con 1 voto. La mayorı́a sigue estando en q = n/2 + 1. Analicemos
primero el caso b < q. En el siguiente esquema marcamos las posiciones de las permutaciones
(que son de longitud n + b − 1) en las que el votante con b votos es pivote:
Quizás el lector crı́tico pueda estar algo descontento con esta forma de medir el ı́ndice de
poder, basada en permutaciones. Y quizás le parecerı́a más “natural” un sistema que, a cada
votante a le asignara un ı́ndice en función del número de coaliciones ganadoras en las que a
fuera imprescindible (en lugar del número de permutaciones en las que a es pivote). Vamos,
una versión con conjuntos, en lugar de con listas.
En realidad, el ı́ndice de Shapley-Shubik también se pue-
x1 . . . xj−1 a xj+1 · · · xn
de escribir en términos de coaliciones. Digamos que hay n
j
votantes y que a es pivote de una permutación como la que
aparece a la derecha. Esto quiere decir que {x1 , . . . , xj−1 } no es coalición ganadora, pero
{x1 , . . . , xj−1 , a} sı́ lo es. Pero observemos que, al permutar entre sı́ los primeros j − 1 ele-
mentos o los últimos n − j, obtenemos una permutación distinta de la que a es pivote, que se
corresponde con la misma coalición ganadora en la que a es imprescindible, {x1 , . . . , xj−1 , a}.
Como hay (j − 1)!(n − j)! formas de permutar entre sı́ los dos bloques de elementos,
De manera que podemos también calcular el ı́ndice de Shapley-Shubik del votante a evaluando
el número de coaliciones ganadoras en las que a es imprescindible, y luego haciendo la suma
ponderada anterior.
Otro ı́ndice comúnmente utilizado es el llamado ı́ndice de Banzhaf 33 , que directamente
cuenta el número de coaliciones ganadoras en las que un votante es imprescindible:
IB (a) = #{coaliciones ganadoras en las que a es imprescindible} .
Es habitual considerar una versión normalizada de este ı́ndice, dividiendo por la suma de los
ı́ndices de Banzhaf de todos los votantes:
I (a)
n
1 coaliciones ganadoras de j votantes
I<B (a) = B = # ,
IB (v) IB (v) en las que a es imprescindible
votantes v j=1 votantes v
que cumple que 0 ≤ I<B (a) ≤ 1 para cada votante a y que a I<B (a) = 1. Como queda claro en
la escritura de la derecha, es un ı́ndice de estructura análoga al de Shapley-Shubik, cambiando
los factores de ponderación (que ahora son fijos).
En el sistema con tres votantes, a con 50 votos, b con 49 y c con 1, los ı́ndices de Shapley-
Shubik son 4/6, 1/6 y 1/6, respectivamente, mientras que los ı́ndices de Banzhaf son 3/5, 1/5
y 1/5. Animamos al lector a que calcule (y compare) los ı́ndices de Banzhaf y de Shapley-
Shubik de los ejemplos propuestos en esta subsección.
33
Este ı́ndice, introducido por el abogado estadounidense John F. Banzhaf III en 1965, cuantifica un sistema
de asignación de votos propuesto un par de décadas antes por el psiquiatra, genetista y matemático Lionel
S. Penrose, Por cierto, son hijos de Lionel Penrose el matemático Oliver Penrose, el conocidı́simo fı́sico-
matemático Sir Roger Penrose y Jonathan Penrose, gran maestro de ajedrez. ¡Cielos!, ¿de qué se habları́a a
la hora de la cena en la casa de los Penrose?
1 2 3
1
1
1
2
0
3
0
•
g1 = −→ −→ •
1 3 2 2 0 0 1
3 0 1 0 •
Obsérvese que este procedimiento establece una aplicación biyectiva entre el conjunto de las permu-
taciones de {1, . . . , n} y el de las matrices n × n con ceros y unos con un único 1 por columna y un
único 1 por fila (o el de los tableros n × n tales que. . . ).
(a) Descrı́banse las matrices asociadas a los desbarajustes y a las trasposiciones.
(b) Sean g1 y g2 dos permutaciones y sean M1 y M2 las matrices correspondientes. Compruébese que
la matriz asociada a la composición g1 ◦ g2 viene dada por el producto de matrices M1 M2 .
3.2.11 En este ejercicio describiremos un algoritmo gráfico para generar todas las 1 2 3 4
permutaciones cı́clicas (para cada valor de n). Se parte de una cuadrı́cula infinita, 1
2
con los cuadrados etiquetados con los enteros positivos, como la que mostramos a la 3
derecha. 4
El primer paso es colocar una ficha en el cuadrado 1 2 3 4 1 2 3 4
superior izquierdo. En el segundo se sitúan dos fichas 1 • 1 •
según indica el dibujo. Y ahora interpretamos la zona 2 2 •
recuadrada como una permutación del conjunto {1, 2}: 3 3
el 1 va al 2, y el 2 al 1, ası́ que es el ciclo 2 (1 2).
4 4
(a) Constrúyanse con este procedimiento las 3! = 6 permutaciones cı́clicas de {1, 2, 3, 4}.
(b) Convénzase el lector de que este procedimiento produce siempre matrices de permutaciones (esto
es, en el paso k, una matriz k × k con una única ficha por fila y columna).
(c) Llamemos configuración factible a una disposición de fichas en el tablero construida con este
procedimiento. Pruébese que una configuración es factible si y sólo si la configuración representa
a una permutación cı́clica.
(d) Compruébese que la equivalencia anterior nos permite recuperar el ya conocido resultado (véase
la página 147) de que el número de permutaciones cı́clicas de {1, . . . , n} es (n − 1)!.
3.2.12 Generalı́cese el resultado del ejercicio 3.1.23 sobre sumas alternadas en signo de términos
decrecientes (o consúltese directamente el teorema 10.1) para probar que, si Dn es el número de
desbarajustes de {1, . . . , n},
+ + + +
+1 D + + ∞
(−1)j (−1)j ++
n
+ n+ + 1
+ − +=+ − +≤ .
+e n! + + j=0 j! j! + (n + 1)!
j=0
3.2.14 Sea Dn (k) el número de permutaciones de {1, 2, . . . , n} que fijan exactamente k elementos.
Ası́, Dn (0) coincide con Dn , el número de desbarajustes de {1, 2, . . . , n}. Pruébese que
n
Dn (k) = Dn−k ,
k
n n
n 1 n
donde conviene definir D0 = 1. Dedúzcase que Dj = n!. Esto es, Dj = 1. La
j=0
j n! j=0 j
última expresión nos dice que, en media, una permutación fija un elemento.
3.2.15 (a) Del ejercicio anterior se deduce que Dn (1), el número de permutaciones de dejan fijo
exactamente un elemento, es nDn−1 . Compruébese que la probabilidad de que una permutación no
fije ningún elemento y la probabilidad de que fije exactamente uno son prácticamente iguales si n es
muy grande.
(b) ¿Qué podemos decir de la probabilidad de que la permutación fije exactamente dos elementos? ¿Y
sobre la de que fije tres?
(c) Utilı́cese el ejercicio 3.1.26 para comprobar que Dn (1) = nDn−1 .
3.2.16 Hay 100 votantes, cada uno con un voto. En caso de empate, el presidente decide. (a) ¿Cuál
es el poder de cada uno de los votantes? (b) ¿Y si el presidente tiene derecho de veto?
3.2.17 El Consejo de Seguridad de la ONU consta de 15 miembros. Cada paı́s cuenta con 1 voto y son
necesarios 9 para aprobar las resoluciones importantes. Pero los 5 miembros permanentes (EEEUU,
Reino Unido, Francia, Rusia y China) tienen derecho de veto. Calcúlense los ı́ndices de poder de los
miembros del Consejo de Seguridad.
3.2.18 Tenemos un sistema con n votantes. Obsérvese que el ı́ndice de Shapley-Shubik se puede
escribir como
1 1
ISS (a) = ,
n n − 1
I∈Ia
|I| − 1
donde Ia es la colección de coaliciones ganadoras en las que a es imprescindible.
(a) Decimos que una coalición ganadora es minimal si la retirada de uno cualquiera de sus miembros
hace que la coalición deje de ser ganadora. Compruébese que, si llamamos Ja a la colección de las
coaliciones ganadoras minimales del sistema que incluyen al votante a, entonces
1 1
ISS (a) ≥ ,
n n−1
J∈Ja
|J| − 1
(b) Compruébese que, si J es la colección de todas las coaliciones ganadoras minimales del sistema,
1 n
≤1 y dedúzcase que |J | ≤ .
n n/2
J∈J
|J|
(c) Una familia S de subconjuntos se dice que es familia de Sperner si ningún A ∈ S está contenido
en algún otro B ∈ S (sobre estas familias de Sperner hablaremos en el capı́tulo 17). Compruébese que
la familia J de coaliciones ganadoras minimales del apartado anterior es de Sperner.
(d) Sea S la colección de subconjuntos de tamaño 3 del conjunto {1, 2, . . . , 7}. Obsérvese que S es una
familia de Sperner. Compruébese que, sin embargo, no hay ninguna asignación de votos a {1, 2, . . . , 7}
para la que S sea el conjunto de coaliciones ganadoras minimales.
X = A1 ∪ · · · ∪ Ak y Ai ∩ Aj = Ø para cada i = j.
Es fundamental señalar que, por un lado, el orden de los elementos dentro de cada bloque es
irrelevante (por eso hablamos de subconjuntos); y, por otro, que el orden de presentación de
los bloques también es irrelevante. Pese a que nombramos los bloques como A1 , . . . , Ak , no
debe suponer el lector que estemos dando un orden entre ellos.
Por ejemplo, si X fuera el conjunto {1, 2, 3}, tendrı́amos una única partición con un bloque
(el propio conjunto {1, 2, 3}), tres particiones con dos bloques,
y una partición en tres bloques, {1} ∪ {2} ∪ {3}. Ya no hay más, pues queremos que los
bloques no sean vacı́os. Insistimos en que, por ejemplo, {1, 2} ∪ {3}, {3} ∪ {1, 2} ó {3} ∪ {2, 1}
representan la misma partición.
34
Sin duda el lector conoce otra forma de descomponer un entero, la que consiste en escribir el entero como
producto de primos. Una cuestión sumamente interesante, a la que dedicaremos una atención especial en la
subsección 4.1.5. Pero dado que, como es bien sabido, la citada descomposición es única, entenderá el lector
que no la tratemos en una sección como ésta, cuyo leit motiv es “¿de cuántas maneras se puede hacer?”.
S(n, k) = 0 si k > n.
A {1, . . . , n} \ A y {1, . . . , n} \ A A
Estas dos configuraciones, vistas como particiones en bloques (esto es, sin orden entre los
bloques) son en realidad la misma. Ası́ que la respuesta correcta es
2n − 2
S(n, 2) = = 2n−1 − 1 .
2
Nos gusta, es más sencillo argumentar cuando podemos referirnos a un bloque en concreto.
Arriba impusimos un orden ficticio entre bloques, que luego supimos compensar, y que nos
permitió hablar de bloque 1 y bloque 2. Un análisis alternativo, que emplearemos varias veces
más adelante, es el siguiente. Vamos a referirnos al bloque que contiene a un elemento parti-
cular, por ejemplo el elemento n. No es primer bloque ni segundo bloque, sino simplemente
“el bloque que contiene a n”. Pero ahora que tenemos un bloque “distinguido”, el argumento
es sencillo: sólo tenemos que decidir qué elementos acompañan a n en “su” bloque; o quizás
qué es lo que va en el “otro” bloque. La respuesta es directa: hay 2n−1 −1 posibilidades, todos
los posibles subconjuntos (¡con n − 1 sı́mbolos!, que n ya está colocado), excepto el vacı́o. ♣
36
Sencilla aplicación del principio del palomar: como hay n sı́mbolos y n − 1 bloques, necesariamente uno de
los bloques ha de llevar al menos dos sı́mbolos. Y si queremos que todos los bloques sean no vacı́os, entonces
sólo queda la posibilidad de que un bloque lleve dos sı́mbolos, y el resto uno.
Quizás el lector quiera intentar el análisis de casos más complicados (3 bloques, o quizás
n−2 ó n−3 bloques), como proponemos en el ejercicio 3.3.1. Observará, por un lado, que cada
caso requiere un argumento combinatorio ad hoc, y que además el aspecto de las fórmulas que
se obtienen no permite albergar muchas esperanzas de llegar a una fórmula general sencilla.
Por ejemplo, para S(n, 2) tenı́amos n2 , mientras que para S(n, n − 1) era 2n−1 − 1. Esta
tal fórmula general existe, aunque, como comprobará el lector, es bastante complicada. La
veremos en el apartado B de esta subsección, aunque antes analizaremos un procedimiento
de cálculo alternativo.
Insistimos en que en el esquema anterior no estamos suponiendo ningún orden entre los
bloques, sino que simplemente identificamos el bloque que contiene a n, que en este caso no
contiene nada más. Pero ahora que sabemos que el elemento n va en un bloque (y “por su
cuenta”), sólo queda construir una partición del conjunto {1, . . . , n − 1} en k − 1 bloques no
vacı́os, para que en total tengamos k bloques.
Más formalmente, hay una biyección entre el conjunto de las particiones de {1, . . . , n} en k
bloques de manera que el elemento n vaya solo en un bloque y el conjunto de las particiones
de {1, . . . , n − 1} en k − 1 bloques no vacı́os. El diccionario, la biyección, es simplemente
“quitar el bloque {n}” o “añadir el bloque {n}”. Concluimos ası́ que hay S(n − 1, k − 1)
particiones de este primer tipo.
Caso 2: El bloque que contiene a n tiene, además, otros elementos. ¿Podremos contar con
la misma receta? Veamos un ejemplo: sea X = {1, 2, 3, 4} y k = 2. Las particiones que nos
interesan son tales que el bloque que contiene al 4 tiene, además, otros elementos. Dos de
ellas, distintas, serı́an
{1, 2} ∪ {3, 4} y {3} ∪ {1, 2, 4} .
Ahora no podemos hablar de “quitar el bloque {4}”, pero aún podrı́amos intentar una regla
del tipo “quitar el elemento 4”. Pero no, no funciona, porque, por ejemplo,
1
{1, 2} ∪ {3, 4} −→ {1, 2} ∪ {3}
−→ ¡dan lugar a la misma partición!
{3} ∪ {1, 2, 4} −→ {1, 2} ∪ {3}
Aún ası́, no descartemos completamente el argumento. Pensemos en el proceso al revés,
“añadir 4”. Si tenemos la partición con dos bloques {1, 2} ∪ {3}, podemos situar el 4 en
cualquiera de ellos
{1, 2} ∪ {3} −→ {1, 2, 4} ∪ {3} y {1, 2} ∪ {3, 4}
para dar lugar a una partición de {1, 2, 3, 4} en dos bloques, con el 4 “acompañado”.
Hagamos el argumento en general: tenemos las S(n − 1, k) particiones del conjunto
{1, . . . , n − 1} en k bloques. Para cada una de ellas, añadimos el elemento n en alguno
de los bloques. Tendremos k posibilidades para colocarlo:
⎧
⎪
⎪ {. . . , n} {· · · } · · · {· · · }
⎪
⎨ {· · · } {. . . , n} · · · {· · · }
{· · · } {· · · } · · · {· · · } −→ ..
⎪
⎪ .
⎪
⎩
k bloques {· · · } {· · · } · · · {. . . , n}
Dejamos al lector meticuloso que se convenza de que, al recorrer todas las particiones de
{1, . . . , n − 1} en k bloques vamos generando todas las particiones de {1, . . . , n} en k bloques
en las que el sı́mbolo n está acompañado, sin repetir ninguna. Como por cada partición del
primer tipo obtenemos k del segundo, concluimos finalmente que hay k S(n−1, k) particiones
en este Caso 2.
Ya tenemos la regla de recursión que buscábamos:
S(n, k) = S(n − 1, k − 1) + k S(n − 1, k)
que, junto a los valores frontera, codifica toda la información sobre los números S(n, k).
Podremos ası́ construir el análogo al triángulo de Pascal, en el que podemos leer, además,
sumando por filas, los valores de los números de Bell B(n):
k=1
k=2
B(n)
n=1 1 k=3 1
n=2 1 1 k=4 2 S(n−1, k−1) S(n−1, k)
n=3 1 3 1 k=5 5 ×k
k=6 ~ =
n=4 1 7 6 1 15
S(n, k)
n=5 1 15 25 10 1 52
k=7
n=6 1 31 90 65 15 1 203
n=7 1 63 301 350 140 21 1 877
B. Una fórmula para los números de Stirling de segunda especie. Relación con el
número de aplicaciones sobreyectivas
Ya sabemos cuántas aplicaciones sobreyectivas hay entre un conjunto con n elemen-
tos y otro con k. Una fórmula complicada, que obtuvimos aplicando el principio de inclu-
sión/exclusión en el ejemplo 3.1.7. Vamos ahora a relacionar, con un argumento combinatorio,
ese número de aplicaciones sobreyectivas con S(n, k). Esto nos dará, por un lado, una fórmu-
la explı́cita para los S(n, k). Alternativamente, dado que sabemos calcular eficazmente los
números de Stirling, vı́a la regla de recurrencia, hallaremos una buena manera de calcular
también el número de aplicaciones sobreyectivas entre dos conjuntos.
Sean dos conjuntos X e Y con tamaños respectivos n y k. Supongamos, como es habitual,
que X = {1, . . . , n} e Y = {1, . . . , k}. Obsérvese primero que una aplicación cualquiera de X
a Y define una partición del conjunto X : en cada bloque de la partición estarán los elementos
de X que tengan imagen común. Pero si además la aplicación es sobreyectiva (es decir, todo
elemento y ∈ Y tiene un conjunto de preimágenes no vacı́o), entonces sabemos de cuántos
bloques consta la partición: exactamente k, tantos como elementos tenga Y.
f - Precisemos esta idea, construyendo las aplicaciones sobreyecti-
X Y
vas de X en Y con el siguiente procedimiento: primero partimos
el conjunto X en k bloques no vacı́os. Esto, como bien sabe-
mos, se puede hacer de S(n, k) maneras distintas. Ahora que
tenemos X partido en k bloques no vacı́os, asignamos a cada
uno de estos bloques un elemento de Y. En términos de la apli-
cación, estaremos decidiendo cuál es el elemento imagen común
a todos los del bloque. Este último paso se puede hacer, por
supuesto, de k! maneras. El dibujo de la izquierda describe el
proceso, en el que primero construimos los bloques, y luego les asignamos imagen.
como ya vimos en el ejemplo 3.3.2. Y si recordamos los cálculos que hicimos para S(n, n) y
S(n, n − 1), deducimos los valores de las siguientes dos imponentes sumas:
(−1)n
n
m n
S(n, n) = (−1) mn = 1 ;
n! m=1 m
(−1)n−1
n−1
m n−1 n
S(n, n − 1) = (−1) n
m = .
(n − 1)! m 2
m=1
Animamos al lector (no, es broma) a que intente la prueba algebraicas de estas identidades.
Ejemplo 3.3.3 Una identidad para los números de Stirling de segunda especie.
Sabemos que, si |X | = n y |Y| = k, hay un total de kn aplicaciones X → Y distintas. Una
manera alternativa de contar este número de aplicaciones es la siguiente:
1. primero decidimos cuántos elementos de Y van a tener preimagen. Este número será un
cierto j, con 1 ≤ j ≤ k. Ahora, para cada j,
2. decidimos qué elementos de Y tienen preimágenes (lo podremos hacer de kj maneras);
3. y una vez que hemos decidido a qué j elementos “llega” la aplicación, sólo resta construir
una aplicación sobreyectiva a estos j elementos.
Aplicando las reglas de la suma y del producto, llegamos a que
k
n k
k = j! S(n, j) .
j
j=1
Obsérvese que la presencia de los coeficientes binómicos permite poner, como lı́mite superior
de sumación, n, mı́n(n, k), o incluso +∞.
Ahora observemos que, para n fijo, podemos reescribir la identidad anterior como
n
kn = k(k − 1) · · · (k − j + 1) S(n, j) para todo k ≥ 1.
j=1
Arriba hemos escrito dos polinomios de grado n que coinciden en todos los enteros. Como
veremos con más detalle en la sección 4.6, esto supone que los polinomios han de ser el mismo:
n
xn = x(x − 1) · · · (x − j + 1) S(n, j) para todo x ∈ R.
j=1 ♣
1+1+1+2
siciones, para las particiones el orden de pre-
sentación de los sumandos no es relevante. Pe- 1+2+2
ro aún ası́. . . Véanse a la derecha algunas par- 1 + 2 + 2 ←→
2+1+2
ticiones del entero 5. No muy alentador. No
2+2+1
2+3
parece sencillo encontrar el diccionario entre 2 + 3 ←→
3+2
estas dos cuestiones, pues el número de com-
posiciones que corresponde a cada partición depende (y no queda claro de qué manera) de la
partición en sı́.
Note el lector que, pese a su aspecto complicado, la identidad anterior es una regla de
recurrencia que permite calcular el valor de pk (n) si conocemos ciertos valores del número de
particiones con parámetros más bajos (particiones de n − k y número de sumandos hasta k).
Para completar el análisis, necesitaremos los siguientes “valores frontera”:
k = 1 supone partir n en un único sumando. Sólo hay una manera de hacerlo, claro,
luego p1 (n) = 1, para cada n.
El caso k = n exige partir n en n sumandos. De nuevo hay una única manera de hacerlo,
sumar n unos. Luego pn (n) = 1.
Ahora ya podemos ir generando todos los valores de pk (n), disponiéndolos como en la figura
(sumando por filas obtenemos los correspondientes p(n)):
k=1 k=2 k=3 k=4 k=5 k=6 k=7 k=8 k=9 k=10 k=11 k=12 k=13 k=14
n=1 1 p(1) = 1
n=2 1 1 p(2) = 2
n=3 1 1 1 p(3) = 3
n=4 1 2 1 1 p(4) = 5
n=5 1 2 2 1 1 p(5) = 7
n=6 1 3 3 2 1 1 p(6) = 11
n=7 1 3 4 3 2 1 1 p(7) = 15
n=8 1 4 5 5 3 2 1 1 p(8) = 22
n=9 1 4 7 6 5 3 2 1 1 p(9) = 30
n = 10 1 5 8 9 7 5 3 2 1 1 p(10) = 42
n = 11 1 5 10 11 10 7 5 3 2 1 1 p(11) = 56
n = 12 1 6 12 15 13 11 7 5 3 2 1 1 p(12) = 77
n = 13 1 6 14 18 18 14 11 7 5 3 2 1 1 p(13) = 101
n = 14 1 7 16 23 23 20 15 11 7 5 3 2 1 1 p(14) = 135
Ejemplo 3.3.4 Analicemos las p3 (10) = 8 particiones del entero 10 con tres partes.
A la derecha mostramos las 8 particiones posibles. En las cuatro 1+1+8 2+2+6
primeras, las que tienen unos, podemos quitar estos sumandos 1 1+2+7 2+3+5
a cada una de ellas para obtener particiones de 9 con únicamente 1+3+6 2+4+4
dos partes (una menos que la de partida). Para las cuatro de la 1 + 4 + 5 3+3+4
derecha, las que no tienen unos, podemos quitar, en cada una de ellas, un 1 a cada uno de los
sumandos, para obtener particiones del entero 10 − 3 = 7 que siguen teniendo tres partes. ♣
El argumento del ejemplo anterior prueba que p3 (10) = p2 (9) + p3 (7). Un resultado que
podemos generalizar:
Teorema 3.6 (segunda regla de recurrencia) Dado n ≥ 1 y un entero k entre 1 y n,
pk (n) = pk−1 (n − 1) + pk (n − k)
k−1
= pk (n − k) + pj (n − 1) − (k − 1) = pk (n − k) + pk−1 (n − 1) ,
j=1
donde hemos utilizado, en dos ocasiones, la regla de recurrencia del teorema 3.5. Animamos
al lector a que se entretenga probando el resultado directamente a partir de los diagramas
de Ferrers, distinguiendo entre las particiones de n con k partes que contengan unos y las
que no los contengan. ♣
Veamos una última aplicación de estos diagramas de Ferrers. Partimos de la simple ob-
servación de que si en el diagrama de una partición de n intercambiamos filas por columnas,
obtenemos de nuevo una partición de n, porque no alteramos el número de sı́mbolos (en
ocasiones, por cierto, la partición que obtenemos con este procedimiento puede coincidir con
la de partida, véase el ejercicio 3.3.10).
Hagámoslo, por ejemplo, para la parti- × × × × × × × × × × ×
ción de n = 18 codificada como [1 2 32 4 5], × × × × × × × × ×
× × × −→ × × × ×
que tiene seis partes y cuya parte mayor × × × × ×
es un 5. Si ahora intercambiamos filas por × × ×
×
columnas, obtenemos una partición de 18
con cinco partes y cuya parte mayor es 6. En concreto, la partición [1 2 4 5 6]. A la derecha
representamos los diagramas de Ferrers de ambas particiones.
B. Estimaciones de tamaño
Ya tenemos un procedimiento eficaz para calcular los valores de pk (n), y por ende, los
de p(n). Ahora nos preguntamos por el tamaño de uno cualquiera de estos números, en
especial cuando n es muy grande. La estimación asintótica de estas cantidades es un problema
extremadamente sutil, sobre el que volveremos en la sección 12.2, ya con el lenguaje de las
funciones generatrices, y al que aquı́ haremos una primera aproximación.
Nuestro primer intento recupera la comparación del principio de la sección entre particio-
nes y composiciones de n. Fijados n y k, al menos hay tantas composiciones como particiones
(recordemos que en las composiciones cuenta el orden). Por ejemplo, para n = 3 y k = 2,
hay una partición (1 + 2) y dos composiciones (1 + 2 y 2 + 1). En general,
n−1
pk (n) ≤ #{composiciones de n con k sumandos} = .
k−1
Estimación que podemos mejorar con un argumento más fino. Nótese que, por ejemplo,
a la partición 2 + 3 le corresponden tantas composiciones (dos) como permutaciones de los
sumandos, porque todos los sumandos son distintos. Precisemos esta idea. Obsérvese que
cada partición de n con exactamente k partes se corresponde con una solución de
x1 + x2 + · · · + xk = n
()
1 ≤ x1 ≤ x2 ≤ · · · ≤ xk
Escribimos ordenados (por ejemplo de menor a mayor) los k términos para evitar, justamente,
escribir la misma partición varias veces. Quizás el lector recuerde ahora, algo esperanzado con
la posibilidad de ahorrarse nuevos cálculos, las técnicas y resultados del análisis de ecuaciones
diofánticas que hicimos en la subsección 3.1.2. Sentimos decepcionarle: el tipo de restricciones
sobre las variables que allı́ tenı́amos (xj ≥ aj , donde los números aj son fijos) no son como
las que afrontamos ahora, y el análisis de la cuestión no será tan simple como entonces. Aún
ası́, sigamos adelante. Si ahora hacemos el cambio de variables
9i = xi + (i − 1) ,
x para cada 1 ≤ i ≤ k ,
los números x̃i mantienen el mismo orden que tenı́an los xi , pero son ahora todos distintos
(los hemos “separado”).
Ası́ que pk (n), el número de soluciones del problema (), es también el número de soluciones de
(
91 + x
x 92 + · · · + x
9k = n + k(k − 1)/2
()
1≤x 91 < x 92 < · · · < x
9k
Por ejemplo, del entero 6 hay tantas particiones con tres sumandos como soluciones tenga
(
x1 + x2 + x3 = 6
1 ≤ x1 ≤ x2 ≤ x3
Debajo de estas lı́neas, a la izquierda, mostramos tres de estas particiones. A su derecha
9i (al valor de x3 hay que sumarle 2, al de x2 le
escribimos su traducción en términos de las x
sumamos 1 y dejamos x1 tal como está):
x1 x2 x3 91
x 92
x 93
x
↓ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓
6=1 + 1 + 4 9=1 + 2 + 6
6=1 + 2 + 3 ←→ 9=1 + 3 + 5
6=2 + 2 + 2 9=2 + 3 + 4
9i son todos distintos, cada permutación de una lista solución (9
Pero ahora, como los x 9k )
xi , . . . , x
genera una composición distinta de n + k(k − 1)/2 con tamaño k. En el ejemplo, la partición
de 9 dada por 1 + 2 + 6 da lugar a las 3! = 6 composiciones de 9 siguientes:
1 + 2 + 6, 1 + 6 + 2, 2 + 1 + 6, 2 + 6 + 1, 6 + 1 + 2, 6 + 2 + 1.
Pero por supuesto no están todas (por ejemplo, la composición de 9 dada por 3 + 3 + 3 no la
podemos obtener de esta manera), ası́ que
n + k(k−1) −1 1 n + k(k−1) −1
k! pk (n) ≤ 2 =⇒ pk (n) ≤ 2 .
k−1 k! k−1
Dejamos que el lector compruebe, para lo que quizás
le será útil revisar el ejercicio 3.1.3, que
esta estimación mejora la inicial, pk (n) ≤ n−1
k−1 , esencialmente en un factor 1/k! extra.
Para completar este primer análisis del tamaño de pk (n), buscaremos ahora cotas por
debajo. Lo vamos a hacer con el argumento más simple posible: dada una partición de n,
podemos permutar sus k sumandos para obtener composiciones (aunque, por supuesto, no
todas ellas serán distintas). Por ejemplo, la partición 5 = 1 + 2 + 2, que tiene tres sumandos,
darı́a lugar, en principio, a 3! = 6 posibles ordenaciones de los sumandos de las que, en
realidad, sólo hay tres composiciones distintas, 1 + 2 + 2, 2 + 1 + 2 y 2 + 2 + 1. No es una
estimación muy precisa, pero va justo en el sentido que queremos:
n−1 1 n−1
k! pk (n) ≥ =⇒ pk (n) ≥ .
k−1 k! k − 1
*
Demostración. Consideremos una partición λ de n con
β=3
todas sus partes distintas. Llamaremos α(λ) al tamaño
del menor sumando de la partición. Empezando por el
mayor sumando, determinamos cuántas partes consecu-
tivas se diferencian de la anterior en exactamente 1. A
ese número lo llamaremos β(λ). Obsérvese, en el ejemplo α=2
de la derecha, que β = 3 porque las tres partes mayores difieren en una unidad, pero ya no la
cuarta. Vamos ahora a definir una regla, o más bien dos, que cambian la paridad del número
de sumandos que tiene una partición de n con partes distintas.
Regla 1. Supongamos que la partición λ cumple que α(λ) ≤ β(λ). Construimos la partición
λ∗ con la siguiente receta: quitamos el menor sumando de la partición λ y añadimos sus α
sı́mbolos a las α partes mayores de la partición:
λ λ∗
*
β=3
α=2
Obtenemos ası́ una partición λ∗ de n cuyas partes siguen siendo todas distintas; pero que
tiene un sumando menos que los que tuviera λ. Si, por ejemplo, λ tiene un número par de
partes, λ∗ tendrá un número impar de partes (y viceversa).
Regla 2. Supongamos que α(λ) > β(λ). Quitamos ahora los β últimos sı́mbolos de las β
mayores partes y los colocamos como un nuevo sumando (que será el más pequeño):
λ
λ∗
β=2
-
α=3
Como α = β = 5, deberı́amos aplicar la primera regla. Pero no, la regla no está definida en
este caso, pues no podemos quitar las 5 aspas del último sumando y añadı́rselos a los restantes
sumandos (¡nos faltarı́a uno!). Esta situación se presentará siempre que tengamos α = β = m
y haya un solapamiento como el que indica el dibujo anterior. Pero ese solapamiento se
produce porque hay exactamente m partes, que son m, m+1, . . . , 2m−1. Ası́ que n deberá ser
de la forma
m−1
m−1
(m − 1) m m
n= (m + j) = m2 + j = m2 + = (3m − 1) ,
2 2
j=0 j=1
Pero, ¡cuidado!, la partición resultante no tiene todos los sumandos distintos, algo que
estamos exigiendo continuamente. Ası́ que, en este caso, no podemos aplicar la Regla 2.
De nuevo podemos determinar cuándo nos encontramos en esta situación: siempre que
α = # partes + 1 y que esas partes sean m + 1, . . . , 2m. Es decir, cuando n sea de la forma
m
m
n (m + 1) m
n= (m + j) = m2 + j = m2 + = (3m + 1) ,
2 2
j=1 j=1
nada fácil de demostrar con diagrama de Ferrers. Dejemos, pues, las particiones en este punto,
hasta disponer de las herramientas necesarias para seguir con su tratamiento.
3.3.3 El número de Bell B(n) cuenta el número de particiones de {1, . . . , n} en bloques no vacı́os:
n
B(n) = S(n, k)
k=1
(véase una interpretación alternativa en la subsección 3.5.1). Compruébese que, si definimos B(0) = 1,
se verifica la siguiente relación de recurrencia:
n n − 1
n−1
n−1
B(n) = B(n − j) , esto es, B(n) = B(k) para cada n ≥ 1
j=1
j−1 k
k=0
3.3.4 Consideremos ahora el número de particiones del conjunto {1, . . . , n} en bloques no vacı́os,
de manera que los bloques van numerados (el orden dentro de los bloques sigue siendo irrelevante). A
9
este número lo llamaremos n-ésimo número de Bell ordenado, B(n). Compruébese que
n
9
B(n) = S(n, k) k! .
k=1
9
Pruébese que, si definimos B(0) = 1, estos números verifican la siguiente relación de recurrencia:
n
n n
n−1
9
B(n) = 9 9
B(n − j) para cada n ≥ 1, o, lo que es lo mismo, B(n) = 9
B(k) .
j=1
j k
k=0
3.3.5 Una cierta competición consta de n equipos. Al final del torneo, los equipos quedan clasificados
en función de los resultados de los partidos. ¿Cuántas posibles clasificaciones finales hay si se permite
que dos o más equipos acaben empatados?
3.3.6 Pruébese que
(a) z(n, k) = |s(n, k)| = n! para cada n ≥ 1; (b) s(n, k) = 0 para cada n ≥ 2.
k≥1 k≥1 k≥1
3.3.8 Pruébese, por inducción y utilizando la regla de recurrencia para los s(n, k), que
x(x − 1) · · · (x − n + 1) = s(n, k) xk .
k≥0
3.3.9 En este ejercicio discutimos la relación entre los números de Stirling de primera y segunda
especie. Consideremos la base usual de los polinomios B1 = {1, x, x2 , x3 , x4 , x5 , . . . } y la base de los
factoriales decrecientes
B2 = {1, x, x(x − 1), x(x − 1)(x − 2), x(x − 1)(x − 2)(x − 3), x(x − 1)(x − 2)(x − 3)(x − 4), . . . }.
(a) Compruébese que los primeros elementos de B1 es escriben, en términos de los de B2 , como sigue:
1 =1
x =x
x2 = x + x(x − 1)
x3 = x + 3x(x − 1) + x(x − 1)(x − 2)
x4 = x + 7x(x − 1) + 6x(x − 1)(x − 2) + x(x − 1)(x − 2)(x − 3)
Nótese la presencia de los S(n, k) en los términos de la derecha. Verifı́quese, en sentido contrario, que
1=1
x=x
x(x − 1) = −x + x2
x(x − 1)(x − 2) = 2x − 3x2 + x3
x(x − 1)(x − 2)(x − 3) = −6x + 11x2 − 6x3 + x4
Obsérvese que los coeficientes que aparecen son ahora los números s(n, k).
(b) El paso de una base a otra se puede codificar matricialmente. Sea S la matriz (infinita) cuyas
filas y columnas se indexan de 0 en adelante, y que en la fila n (n ≥ 0) y en la columna k (k ≥ 0)
tiene como registro el número de Stirling de segunda especie S(n, k). Sea s la matriz análoga para los
números de Stirling de primera especie, s(n, k). Recuérdese que hemos definido s(0, 0) = 1 = S(0, 0).
Supongamos que el polinomio p(x) tiene coeficientes (αk ) en la base usual y coeficientes (βk ) en
la base de los factoriales decrecientes. Esto es,
p(x) = αk xk = βk x(x − 1) · · · (x − k + 1)
k k
3.3.10 Si una partición λ coincide con su conjugada, se dice, por supuesto, que es autoconjugada.
(a) Compruébese que, para los valores de n = 1, . . . , 16, hay el siguiente número de particiones auto-
conjugadas: 1, 0, 1, 1, 1, 1, 1, 2, 2, 2, 2, 3, 3, 3, 4, 5.
(b) Pruébese que p(n|autoconjugadas) = p(n|con partes distintas e impares).
3.3.11 Complétese la demostración del teorema 3.8 probando que si n = m(3m ± 1)/2, entonces
ppar (n) − pimpar (n) = (−1)m .
··· - ···
C1 C2 Ck C1 C2 Ck
A la derecha ya se ha hecho esa distribución. Obsérvese que, para determinar una de
estas distribuciones, basta decidir cuántas bolas van en la caja 1, cuántas en la 2, etc., puesto
que, como las bolas son indistinguibles, no tiene sentido preguntarse por qué bolas van en
cada caja. Ası́ que una distribución de éstas se puede codificar como una lista de números
(x1 , . . . , xk ) cuya suma vale
x1 + · · · + xk = n .
En principio, la única restricción sobre los xj es que sean enteros no negativos.
Esta cuestión sobre el número de soluciones de ciertas ecuaciones diofánticas ya la anali-
zamos con detalle en la subsección 3.1.2, en la que el lector encontrará los argumentos que
justifican las respuestas de este apartado. Los casos más relevantes son:
si no permitimos que queden cajas vacı́as (esto es, si exigimos que xj ≥ 1). Obsérve-
se que si n < k, no hay ninguna distribución posible. Pero si n ≥ k, el número de
distribuciones posibles es
n−1
para n ≥ k ≥ 1.
k−1
En el caso general, en que permitimos que alguna caja pudiera quedar vacı́a, las res-
tricciones son xj ≥ 0. Entonces k puede tomar cualquier valor y la respuesta es
n+k−1
n ≥ 1 , k ≥ 1.
k−1
Otro tipo de restricciones para los xj (cotas por arriba y por debajo) fueron estudiadas en
la subsección 3.1.2, y remitimos a ella al lector que pudiera estar interesado (véanse también
los ejercicios 3.4.1 y 3.4.2).
n
··· - 4
n 1 ···
1 2 3 4 2 3 7
C1 C2 Ck C1 C2 Ck
Éste es también una cuestión que ya hemos tratado ampliamente. Teniendo en cuenta
los ingredientes del problema, la mejor manera de codificar una distribución de éstas es
mediante una lista de n posiciones, en cada una de las cuales puede ir, en principio, un
elemento cualquiera del conjunto {1, . . . , k}. En la posición j informamos de a qué caja (un
número entre 1 y k) ha ido la bola j.
En otros términos, que también hemos considerado, son las aplicaciones de un conjunto
con n elementos en uno con k elementos. Los casos más relevantes son:
si pueden quedar cajas vacı́as (esto es, si la lista es sin restricciones, o si queremos
contar todas las posibles aplicaciones), entonces k puede tomar cualquier valor y la
respuesta es
kn .
Si no permitimos cajas vacı́as (es decir, si en la lista deben aparecer todos los sı́mbolos
de {1, . . . , k}, o bien si queremos contar las aplicaciones sobreyectivas), entonces n ha
de ser ≥ k y la respuesta es
k! S(n, k) ,
donde los S(n, k) son los números de Stirling de segunda especie, a los que dedicamos la
subsección 3.3.1 (allı́ podrá encontrar el lector fórmulas explı́citas para ellos, ası́ como
la regla de recursión que permite calcularlos).
Supongamos ahora que nos interesa contar es el número de distribuciones de n bolas
numeradas en cajas numeradas, de manera que ninguna de éstas quede vacı́a, pero
cuando no fijamos a priori el número de cajas. La respuesta es, entonces,
n
k! S(n, k) ,
k=1
una cantidad que recibe el nombre de n-ésimo número de Bell ordenado, y que deno-
tamos por B̃(n). De estos números ya hablamos en el ejercicio 3.3.4.
Si exigimos que las bolas vayan en cajas distintas (lo que sólo es posible si n ≤ k),
entonces la respuesta es
k(k − 1) · · · (k − n + 1) .
Recordamos también que si tenemos una información mucho más detallada, como es la de que
en la distribución de las n bolas en k cajas vayan aj bolas en la caja j, donde a1 +· · ·+ak = n,
entonces la respuesta es (véase la subsección 3.1.4) el coeficiente multinómico
n
.
a1 , . . . , ak
Conviene recordar que para estos números pk (n) y p(n) no disponemos de unas fórmulas
explı́citas, aunque sı́ reglas de recurrencia (recuérdese la subsección 3.3.3).
39
Reflexione, sin embargo, el lector sobre lo que ocurrirı́a si permitiéramos bloques vacı́os, qué valores podrı́a
tomar k y cuál serı́a la respuesta en ese caso.
3.4.1 Reinterprétense las distribuciones de n bolas idénticas en k cajas numeradas (donde permiti-
mos cajas vacı́as) en términos de multiconjuntos de tamaño n con los sı́mbolos {1, . . . , k}. Revı́sese
entonces la subsección3.1.7 para
comprobar que el número de distribuciones de n bolas idénticas en
k cajas numeradas es n+k−1k−1 .
3.4.2 Clasifı́quense las distribuciones de n bolas idénticas en k cajas numeradas en función del
número de cajas que vayan realmente llenas para recuperar la fórmula de Vandermonde (véanse, por
ejemplo, las páginas 108 y 116).
3.4.3 Sea f (n, k) el número de formas de poner n bolas numeradas en k tubos numerados. El diáme-
tro del tubo es sólo un poco mayor que el diámetro de las bolas, de forma que podemos distinguir el
orden de las bolas dentro de cada tubo. Permitimos que algunos tubos queden vacı́os (ası́ que k puede
tomar cualquier valor). Compruébese que
f (n, k) = k(k + 1) · · · (k + n − 1)
(a) por inducción en n, el número de bolas;
(b) con un argumento combinatorio: una distribución de éstas es una lista de n + k − 1 posiciones en
las que situamos n sı́mbolos distintos (las bolas), ası́ como k − 1 separadores idénticos (que marcan
dónde empieza cada tubo);
(c) suponiendo, por un momento, que las bolas son indistinguibles (de manera que los tubos se “con-
vierten” en cajas), para luego volver a la situación original.
3.4.4 Queremos contar ahora las formas de distribuir n bolas numeradas en k tubos numerados, pero
donde no permitimos que queden tubos vacı́os (ası́ que n ≥ k). Compruébese que la respuesta es ahora
n n−1
k! f (n − k, k) o, en otros términos, n! .
k k−1
Sugerencia. Colóquense k bolas en el fondo de los tubos y luego repártanse el resto. O bien
supóngase primero que las bolas son indistinguibles, en cuyo caso estamos con cajas.
3.4.5 Sea g(n, k) el número de formas de distribuir n bolas numeradas en k tubos idénticos, donde
no permitimos que queden tubos vacı́os (ası́ que n ≥ k). Compruébese que
n! n − 1
g(n, k) = .
k! k − 1
Dedúzcase que, si permitimos tubos vacı́os, la respuesta es
n! n − 1
mı́n(n,k)
.
j=1
j! j − 1
3.4.6 Compruébese, finalmente, que si las bolas no están numeradas (da igual si los tubos lo están
o no), los tubos son, simplemente, cajas (y se aplican los resultados correspondientes).