Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
/*Y&oüeI D á v i l a F I ó r e z
(Diputado electo por Bogotá y concurrente por Cartagena)
BOGOTÁ
IMPRENTA DE LA CRUZADA
1912
DISCfrxíSO
IMPRENTA DE LA CRUZADA
DR. MANUEL DAVILA FLOREZ
Amplitud del debate
Señor Presidente:
Pretendida inconstitúcionalidad
Interrupciones
El H. R. Hernández—Nosotros estamos defendiendo la
Constitución de 86. Los que nos oponemos al proyecto no
defendemos la Constitución de 63.
El orador—No pudiendo sostenerse, como lo he de-
mostrado, que el proyecto es contrario a la Constitución
de 86, ni considerarse como atentado contra el derecho de
asociación sino reputando éste como absoluto, la afirma-
ción del Honorable Representante carece de exactitud.
El H. R. Hernández—El artículo 47 determinó cuáles
son las asociaciones permitidas, y él no excluye las secretas.
El orador—He demostrado lo contrario, Honorable Re-
presentante; he demostrado lo inaceptable de la confusión
que se quiere hacer de lo simplemente privado con lo se-
creto. Con ejemplos palpables he hecho notar la evidente
diferencia.
— 8 —
Bajo el régimen de 86
El H. R. Gómez Fernández—i Podría decirme el Ho-
norable Representante qué menoscabo sufrieron el orden
público y la religión católica durante el tiempo en que las
logias funcionaron libremente ?
El orador.—Agradezco al Honorable Representante la
interpelación, pues ella me hace tratar un punto importante
que pudiera olvidárseme. Desde que empezó á regir la
Constitución de 1886, puede decirse que las logias se aca-
baron en Colombia. Estaba en la conciencia de todos que
las instituciones no consentían aquellas asociaciones; los
gobernantes sabían que no debían permitirlas y los maso-
nes sabían que sus trabajos eran incompatibles con las
instituciones: hubo una interpretación auténtica del espí-
ritu de la Constitución sobre el particular; y la resurrec-
ción de las logias data de cinco o seis años a esta parte,
— 11 —
La investidura masónica
El H. R. Castro Rodríguez—Es que el carácter de
masón no se quita jamás en el que lo adquiere, porque
eso es una investidura.
El orador—-El Honorable Representante acaba de exponer
uño de los peores caracteres o pretensiones de la logia:
eso de no poderse retirar jamás aquél que ha traspasado
sus puertas o penetrado sus misterios.
El H. R. Lozano—¿Por qué cree malo el Honorable
Representante eso de no poderse retirar jamás?
El orador—Porque es contrario a la dignidad humana
que la masonería dice ser su ideal, y porque para obtener
la promesa de sujetarse a tal obligación, exige juramentos
tremendos y aun amenaza con castigos terribles.
El H. R. Lozano—Cualquier otro voto liga lo mismo.
El orador—¿Voto? ¿Luego la masonería sí es una
religión? Ya veremos lo que hay sobre este punto, y ahora
lo que hago notar es que la masonería, que se dice eman-
cipadora de la razón, defensora de la libertad humana, es-
tablece para sus adeptos una verdadera esclavitud.
(Aplausos)
— !3 —
Metida de pies
El H. R. Castro R — Como esas son cosas secretas,,
no puedo contestar nada a Su Señoría.
. El orador— Muy bien, Honorable Representante!
El H. R, Casas—Pido, señor Presidente, que quede
constancia en el acta de las palabras del H. R. Castro Ro-
dríguez.
El H. R. Castro R.—Para dejar esa constancia se ne-
cesitaría mi consentimiento, y .no lo doy.
El H. R. Casas—No, señor; ese es. un derecho de
cada Representante; el de pedir que conste en el acta lo
que pasa en la sesión.
El H. R. Castro i?.—Niego ese derecho; creo que sólo
uno puede pedir que conste lo que dice, y no es
corriente que se le coja a uno cualquier cosa que diga im-
premeditadamente.
El H. R. Casas—¿ Qué teme Su Señoría ?
El H. R. Castró R.—No es que tema nada, sino que
no acepto esa imposición.
(Suena la campanilla del Presidente y éste ordena que
se. deje la constancia pedida).
Procedimientos masónicos
El orador—He manifestado, señor Presidente, cuáles
son los recuerdos nada gratos que en mi juventud dejó
la masonería, y decía, además, que muchos caen en sus
— 15 —
Doble admiración
Con los procedimientos que quedan de manifiesto, la
secta ha logrado formar un numeroso ejército que obedece
ciegamente a los jefes supremos, quienes mediante tal
fuerza, se apoderan a veces del gobierno de los pueblos
o influyen en la política para realizar su programa doctri-
— 16 —
La voz de un Prelado
No es cosa ignorada que el clero de Venezuela no se
ha distinguido por su celo en los últimos tiempos. Todos
sabemos que allí impera un cesarismo opresor, de que la
Iglesia es víctima, y que ni los sacerdotes ni los Obispos
gozan allí de libertad para defender los fueros de ja Igle-
sia.^iCuál sería la gravedad de los acuerdos del Congreso
a que me he referido cuando, habiéndose adherido a ellos
la masonería venezolana, el Ilustrísimo Señor Arzobispo de
Caracas arrostró todo y habló del modo siguiente!
" L a masonería venezolana, sin embargo, ha tenido
desde.que se organizó en la República el empeño de na
aparecer como enemiga declarada del catolicismo, y ha
multiplicado sus testimonios de palabra y por escrito,
para hacer creer que entre nosotros no es sino una socie-
dad de beneficencia, de fraternidad, de caridad, que no
busca sino el perfeccionamiento moral y el auxilio mutuo
de sus miembros. (Parece, señor Presidente, que estuviese
hablando uno de nuestros venerables Prelados respecto a
lo que ha pasado y pasa en Colombia con la masonería);
— 18 -
Ni proscripción ni persecución
Decía un Honorable Representante que el proyecto
que se discute sería una ley de proscripción, y por tanto,
está comprendido en la prohibición del ordinal 6.°, artículo
78 de la Constitución. ¿Proscripción, señor. Presidente, en
este proyecto? ¿A quién se manda desterrar según el pro-
yecto? ¿La vida de quién se. pone, según él, á merced de
nadie? Únicamente se trata de impedir que estos o los
otros se asocien secretamente para fines ocultos, en daño
de la sociedad.
El H. R. Gómez F.—¿Las logias son corporaciones?
El orador—Me parece que sí, H. Representante..
El H. R. Gómez F.—Entonces sí es inconstitucional
el proyecto, puesto que conforme al ordinal 6.° del artícu-
lo 78 de la Constitución, no se pueden decretar actos de
persecución contra individuos ni contra corporaciones.
El orador—E\ proyecto tampoco es un acto de perse-
cución contra nadie. El declara punible en general un acto
dañoso a la sociedad, contrario al orden público, y nada
más. Prohibe las sociedades secretas, del mismo modo que
el artículo 47 de la Constitución prohibe las juntas polí-
ticas populares de carácter permanente, sin que nadie, que
yo sepa, haya reputado tal cosa como medida de perse-
cución.
— 23 —
El trabucazo
Se ha dicho aquí, señor Presidente, que si el proyec-
to ¡lega a ser ley, el señor Presidente de la República no
la cumplirá. Es cosa de no creerlo que un Representante
de la Nación diga tal cosa en este augusto recinto. Pues
yo aseguro que si se expide la ley, el señor Presidente de
la República la cumplirá, porque él es hombre de honor
y católico, y un católico no sabe faltar á sus juramentos.
(¡Muy bien!).
El H. R. Hernández—Yo no dije que el Presidente no
cumpliría la ley.
El orador—No hice mención personal del Honorable
Representante, porque huyo siempre de personalizar las
cuestiones.
El H. R. Lozano—La forma en que eso se dijo no fue
laque dice Su Señoría; el Honorable Representante que
habló de eso lo que dijo fue que el señor Presidente no
descargaría el trabucazo sobre las sociedades secretas.
El orador—A Su Señoría le parece eso senciüo, por-
que Su Señoría es aficionado, y perdóneme que se lo diga,
a ¡as hipérboles; pero como aquí no tratamos de que se
disparen trabucazos, eso en buen romance significa que el
señor Presidente no cumpliría la ley.
Liberalidad de la mayoría
Yo deseo, señor Presidente, que la Honorable minoría
reconozca que la mayoría procede aquí en virtud de nociones
de derecho y no representa la violencia; la guía el bien
público y no un instinto de persecución.
El H. R. Lozano—¿Y por qué pidió ayer Su Señoría
la sesión permanente?
"*Et orador—Porque ello no se oponía a la discusión
detenida de un proyecto que consta apenas de dos artículos.
Ya habían hablado seis, por ¡o menos, de los colegas de
la minoría, y la materia por su lado estaba agotada. Si se
hubiera tratado de un intrincado proyecto fiscal, porejempio,
en que fuera necesario allegar datos y datos, o-de una
complicada cuestión internacional, o de un largo proyectó
sobre otras materias, tendría razón Su Señoría para
quejarse.
El H. R. Lozano—Permítame Su Señoría otra obser-
vación.
El orador—Las que guste Su Señoría:
El H. R. Lozano—No se había discutido todavía %1
informe de la minoría cuando Su Señoría pidió la sesión
permanente.
El orador—SQ equivoca Su Señoría: la proposición con
que termina el informe de la minoría había sido negada.
Esa minoría proponía la suspensión indefinida del proyecto.
El H.R. Lozano—Se trataba de impedirnos discutir
el proyecto en el segundo debate, con él detenimiento
necesario, pues por más que diga Su Señoría, el asunto sí
requiere mucha parsimonia y no festinarlo como se ha hecho.
El orador— Absolutamente no, y Su Señoría ha visto
que he pedido la mayor libertad para discutir el proyecto.
La sesión permanente ayer no implicaba festinación; aquí
hemos podido estar toda la noche, como ló hacen todos
los Parlamentos cuando discuten asuntos de entidad que
no quieren aplazar. Después de seis discursos para combatir
el proyecto, ¿le parece que no había sido discutido por
la minoría?