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DISCURSO

SOBRC LAS LOGIAS


pronunciado por el eminente orador católico y conservador

Señor Doctor Don

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(Diputado electo por Bogotá y concurrente por Cartagena)

al discutirse en ia Cámara de Representantes, en tercer


debate, eí proyecto que prohibe ias sociedades secretas,
en la sesión del 27 de septiembre

(Edición becha por un grupo de jóvenes conservadores)

BOGOTÁ
IMPRENTA DE LA CRUZADA
1912
DISCfrxíSO

SOBRC LAS LO%jiA5


pronunciado por el eminente orador católico y conservador

Señor Doctor Don

(Diputado electo por Bogotá y concurrente por Cartagena)

al discutirse en la Cámara de Representantes, en tercer


debate, el proyecto que prohibe las sociedades secretas,
en la sesión del 27 de septiembre

IMPRENTA DE LA CRUZADA
DR. MANUEL DAVILA FLOREZ
Amplitud del debate

Señor Presidente:

Repito lo que há poco dije: deseo la mayor amplitud


en este debate; deseo que se dé la más completa libertad
á los Honorables Representantes que combaten el proyec-
to, para que expongan su razones; pido que se deje ha-
blar á cuantos deseen hacerlo en tal sentido, porque,
Dios mediante, no han de faltarnos a los partidarios del
proyecto argumentos formidables que oponer a los que se
aduzcan en su contra. No es cierto lo que afirman algu-
nos colegas de la minoría cuando dicen que aquí la ma-
yoría triunfa por la ¡fuerza del número. No, señor Presi-
dente : yo quiero que quede en claro que la mayoría ca-
tólica y conservadora de esta Cámara representa algo má&
alto: una idea, una convicción, y tan ejevadas como la
verdad que encierran, como el bien público que nos ins-
pira. (Aplausos)
Hasta ahora, señor Presidente, no me había atrevido
a tomar parte en la discusión del proyecto, porque había
creído suficiente lo dicho en su apoyo por otros entendi-
dos colegas; pero más de una excitación que se me ha
hecho para que hable, me mueven a exponer lo que se
me ocurra para desvanecer los razonamientos de los Ho-
norables Representantes de la minoría que combaten aquél.

Pretendida inconstitúcionalidad

La primera objeción y la más fuerte en apariencia es


la de inconstitúcionalidad del proyecto; pero como el te-
rreno que pisan quienes la hacen no es sólido, no han
podido demostrar la verdad de su opinión, ni siendo uno
de eilos, como lo es el Doctor Rozo Ospina, en quien me
complazco en reconocer un honrado y siempre consecuen-
te espíritu legalista, abogado distinguido, perspicaz y prác-
tico.
- . — 6 - •'• •

El artículo 47 de la Constitución citado tantas veces


para sostener ia tesis de que hablo, lejos-de comprobarla,
le es enteramente contrario. Este articulo consta de tres
partes: según su primer aparte, "es permitido formar com-
pañías o asociaciones públicas ó privadas que no sean con-
trarias a ia moralidad o al orden legal." Conforme a su segun-
do aparte, "son prohibidas las juntas políticas populares de
carácter permanente"; y conforme al tercero, ''las asocia-
ciones religiosas deberán presentar a la autoridad civil, para
que puedan quedar bajo la protección de las leyes, auto-
rización expedida por la respectiva superioridad eclesiásti-
ca." El artículo no puede ser más previsor y al mismo
tiempo más claro: no caben dentro del orden constitucional
las asociaciones secretas, y para sostener lo contrario, se
quiere confundir lo que es una sociedad o asociación pri-
vada, con lo que es una asociación o sociedad secreta;
confusión que no se explica en inteligencias tan ilustradas
como ¡as que la hacen, sino por el influjo lamentable de
una idea aberrante que las ciega. La sola enunciación de
,6303 dos términos basta para que cualquier ánimo des-
prevenido establezca la diferencia.

Sociedad privada y sociedad secreta


El H. R. Arguelles—Tan fácil es eso, que el proyec-
to no define lo que es sociedad secreta.
El orador—Se equivoca el Honorable Representante.
En la modificación que introduje al artículo 2.° y que fue
aprobada, quedaron definidas ias sociedades ó asociacio-
nes secretas ; y haciéndolo ahora por vía de ejemplos, ia
familia es una sociedad privada, pero no es una sociedad
secreta ; una compañía comercial ó industrial es asociación
privada, pero no secreta. Y no se diga, como se alegó
aquí ayer, que en la familia y aun en las compañías hay
actos reservados que a nadie es dado penetrar, porque
es obvio que una cosa es que la autoridad y el indivi-
duo se detengan con respeto en el umbral del hogar, ante
los actos de su vida íntima, y otra que la familia sea en
Sí una asociación secreta. Una cosa es que una asocia-
ción humana cualquiera tenga derecho a la reserva de al-
gunos de sus actos, y otra que tal asociación sea cardi-
nalmente secreta. Y todos sabemos que llega un. punto en
que la santidad misma del hogar deja de serlo para la
autoridad; en que la ley rasga el velo que cubre a aquél,
por requerirlo así la moralidad o el orden públicos, las
necesidades de la justicia social, que es derecho superior.
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Algunos Honorables Representantes, opositores al pro-
yecto, han ido más allá de lo dicho: piensan que él es un
ataque a la libertad de asociación; pero no se fijan en
que según el primer aparte del artículo 47 de la Consti-
tución, las asociaciones públicas y privadas mismas que
allí se declaran lícitas, tienen un límite, que es el de que
no sean contrarias a la moralidad ni al orden legal; ni
se fijan en que de conformidad con el segundo aparte del
mismo artículo, están prohibidas en absoluto, aun siendo
públicas, las sociedades políticas populares de carácter per-
manente, sin que a los Honorables Representantes que ata-
can el proyecto se les haya ocuirido, que yo sepa, consi-
derar esa prohibición celadora de la tranquilidad social,
como un atentado contra el derecho de asociación.

Las cebollas de Egipto


Ese modo de apreciar las cosas no puede fundarse
sino en el principio de las libertades absolutas, que yo
creía completamente abandonado por el Partido Liberal y
en particular por ía fracción republicana. Yo creía, señor
Presidente, definitivame.ite abandonada por nuestro libera-
lismo la noción de derechos absolutos en el ser relativo
y limitado que es el hombre, y que no habría quienes vol-
vieran los ojos a la ciudad de las prevaricaciones, como
la mujer de Lot cuando éste abandonaba a Sodoma, o
que suspiraran, como algunos israelitas al dejar la tierra
de la esclavitud, por las ollas de Egipto. (Grandes aplausos)

Interrupciones
El H. R. Hernández—Nosotros estamos defendiendo la
Constitución de 86. Los que nos oponemos al proyecto no
defendemos la Constitución de 63.
El orador—No pudiendo sostenerse, como lo he de-
mostrado, que el proyecto es contrario a la Constitución
de 86, ni considerarse como atentado contra el derecho de
asociación sino reputando éste como absoluto, la afirma-
ción del Honorable Representante carece de exactitud.
El H. R. Hernández—El artículo 47 determinó cuáles
son las asociaciones permitidas, y él no excluye las secretas.
El orador—He demostrado lo contrario, Honorable Re-
presentante; he demostrado lo inaceptable de la confusión
que se quiere hacer de lo simplemente privado con lo se-
creto. Con ejemplos palpables he hecho notar la evidente
diferencia.
— 8 —

El H. R. Hernández—El articulo 47 dice cuáles son


las asociaciones prohibidas y no menciona las secretas.
, El oradbf—También dice cuáles son las únicas per-
mitidas, y he demostrado que las secietas no están com-
prendidas en ellas, por lo cual la ley puede declararlo.
El H. R. Hernández—En el proyecto se dice que las
sociedades secretas no pueden adquirir ni personería jurí-
dica, ni bienes, y eso es una suprema intransigencia.
El orador—¿Pero cómo no ve el ilustrado Represen-
tante que lo uno es consecuencia de lo otro? Una asocia-
ción que no puede tener existencia legal, ¿cómo puede
tener derechos civiles? Lo uno es la consecuencia; lo otro
es la premisa.

Identidad doctrinaria del liberalismo y la masonería

Entro ahora, señor Presidente, en otra clase de con-


sideraciones.
Decía hace poco el H. R. Arguelles, que él aparta en
este asunto la cuestión de partido; que este no es asunto
de liberales y conservadores, sino de ver lo que conviene
al país y aun al catolicismo, que según él, no es prohibir
las sociedades secretas, sino dejarles la misma libertad que
a las demás de otra clase. El H. R. López, al contrario,
nos decía ayer que el proyecto va contra el Partido Liberal,
que es un ataque al Partido Liberal
Varios Honorables Representantes de la minor[a^\No,
no; él no dijo eso!
El orador—Siempre me fijo mucho, Honorables Repre-
sentantes, en lo que aquí dicen los demás, y aun en oca-
siones copio textualmente las palabras, porque no quiero
incurrir en equivocaciones ni atribuir a nadie lo que no
haya dicho. El H. R. López dijo que el proyecto es un
ataque al Partido Liberal, y aun agregó que el proyecto esí
como la manzana de la discordia, que venía a interrumpir
la armonía que debe reinar y ha reinado entre la mayoría
y la minoría de ambas Cámaras y fue el ideal acariciado
por él al dejar sus montañas nativas. (El H, R. López no
contradice.al orador). ¿Cuál de los dos colegas tiene la
razón? El H. R. López sin duda. Este inteligente colega
sabe bien lo que dice; él ha visto claramente el fondo de
la cuestión y dice con entera franqueza la verdad que
está en su espíritu.
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Programa masónico y programa liberal


En efecto, el principio fundamental de la doctrina masó-
nica, no es ya desconocido: la masonería lo ha proclamado
en sus órganos múltiples de publicidad, en los discursos de
sus oradores y en las declaraciones de sus Congresos: es
la independencia de la razón humana. ¿Cuál es el canon
fundamental del liberalismo? La independencia de la razón
humana. Masonismo y liberalismo son, por consiguiente,
fundamentalmente una sola y misma cosa. El H. R. López
tiene razón.
Un Honorable Representante de la minoría.—¿ Así es
que todos los liberales somos masones y todos los maso-
nes son liberales?
El orador.—Estoy hablando en el terreno de los prin-
cipios. Yo sé que hay -unos pocos masones que no son
liberales, porque se han dejado seducir por ciertas apa-
riencias; y sé que hay unos pocos católicos masones, en
virtud de aberración que no comprendo; pero respecto a
que doctrinariamente hablando, la masonería y el libera-
lismo se identifican, no hay la menor duda para el que
estudia la materia debidamente. Estoy hablando de la ma-
sonería y del liberalismo como escuelas filosóficas; pero
en lo práctico, además, como hecho general, también se
ven constantemente las afinidades, la compenetración que
existe entre las logias y el Partido Liberal en todos los
países del mundo. En resumen: doctrinariamente hablando,
todo masón es liberal, y todo liberal es masón, aunque
corporalmente no haya entrado a una logia. No sin mo-
tivo decía el h.\ Grisar en una arenga á la logia Perse-
verancia de Amberes, en 1845: " E l liberalismo, más ó
menos pronto seremos nosotros; nosotros seremos su alma
y su vida; nosotros, en fin, seremos él mismo."

La logia, edificio de tres pisos


¿Cómo caen en engaño algunos sobre el particular? Decía
yo esta mañana a un amigo hablando de estas cosas, que la
masonería es como un edificio de tres pisos: en el primero,
el de abajo, sin luz casi, se halla la ignara muchedumbre que
sirve inconscientemente a fines con frecuencia opuestos a sus
positivos sentimientos; en el segundo, un poco alumbrado,
se encuentran los que saben algo más, de los cuales aque-
llos que tienen vista aguda pueden columbrar algo de lo
que es la institución, y algunos la abandonan; y en el
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tercero están los iluminados, aquellos que conocen los fines
últimos y trascendentales de la secta, para realizar los cuales
utilizan a los de abajo.
Las sociedadas secretas contrarias al orden público
Nos decía el Honorable Representante Hernández que
la ley, si llegara a expedirse, sería una ley de persecución,
una ley inquisitorial, una ley de reacción; y yo le con-
testo: ¿por qué es ley de persecución la que prohibe las
sociedades secretas y no lo es la que prohibe las socie-
dades políticas populares de carácter permanente? ¿Cree
el Honorable Representante que habría tranquilidad pú-
blica entre nosotros si fuesen permitidas las últimas? ¿Cree
que habrá seguridad y tranquilidad social si se permiten
las primeras? La misma razón que existe para que las
unas no sean lícitas, existe para que las otras no 1© sean.
Si el poder público ha de ser guardián del reposo y se-
guridad sociales, debe cantar con los medios necesarios
para cumplir su misión, y mal podría hacerlo si hubiese
corporaciones y asociaciones privilegiadas cuyos actos todos
escapasen de derecho a su vigilancia. Dice un autor a
este respecto,: " El orden público supone el funcionamiento
del poder social, de tal suerte que todos los actos de los
ciudadanos que puedan afectar aquel orden estén sujetos
a su vigilancia; de tal suerte que pueda estar cierto de la
licitud de aquellos actos. Por regla general, pues, y salvo
casos expresamente previstos, el secreto en la organiza-
ción y actuación de corporaciones o sociedades, es con-
trario al orden público.

Bajo el régimen de 86
El H. R. Gómez Fernández—i Podría decirme el Ho-
norable Representante qué menoscabo sufrieron el orden
público y la religión católica durante el tiempo en que las
logias funcionaron libremente ?
El orador.—Agradezco al Honorable Representante la
interpelación, pues ella me hace tratar un punto importante
que pudiera olvidárseme. Desde que empezó á regir la
Constitución de 1886, puede decirse que las logias se aca-
baron en Colombia. Estaba en la conciencia de todos que
las instituciones no consentían aquellas asociaciones; los
gobernantes sabían que no debían permitirlas y los maso-
nes sabían que sus trabajos eran incompatibles con las
instituciones: hubo una interpretación auténtica del espí-
ritu de la Constitución sobre el particular; y la resurrec-
ción de las logias data de cinco o seis años a esta parte,
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merced a una tolerancia oficial contra la cual reclamaron


en vano algunos católicos, parte notable del clero y, si no
todo el Episcopado, la mayor parte de él.

La misión del traidor


El H. R. Gómez F.—Me permito hacer presente al
Honorable Representante que hace más de quince años
que vivo en Cartagena y que puedo afirmarle que allí han
funcionado las logias como en el día de hoy.
El orador—Se equivoca el Honorable Representante.
Si refresca bien sus recuerdos verá que en Cartagena la
masonería 'quedó reducida a unos cuatro o cinco sujetos,
que de tarde en tarde veíamos pasar silenciosos a las tenidas;
y recordará que la decadencia fue á tal punto, que los
edificios de las logias llegaron a estado de ruina. Hace
como cinco o seis años empezó el renacimiento, en Barran-
quilla más que en Cartagena; y un espíritu activo de pro-
paganda, de proselitismo, se desarrolló últimamente con la
venida al país del señor Carlos Mendoza, agente del Gobierno
traidor de Panamá y de las logias de ala y de los Estados
Unidos.
El H. R. Gómez F.—Mal pudo venir el Doctor Mendoza
como Agente de esas logias, cuando él asistió a la de
Cartagena, para recibir ciertos grados que no tenía.
El orador—Eso no importa; querría recibir algunos más
de los que ya tenía, y lo que puedo asegurar es que desde
su venida escribieron del Istmo personas respetables qus
Mendoza traía la consigna de despertar el entusiasmo
masónico y de preparar una revolución en Colombia. Fueron
tan rotundas las afirmaciones a este respecto, que se dio
noticia de todo al Gobierno.

El Doctor Joaquín F. Vélez


Quiero ahora-rectificar un concepto de mi honorable
colega el Doctor Castro Rodríguez. Dijo él que. cuando el
Doctor Joaquín F. Vélez ajustó como Ministro de Colombia
el Concordato con la Santa Sede, era masón grado 33. Es
un error: cuando el Doctor Vélez firmó el Concordato hacía,
años que se había separado de la masonería, justamente
por haber condenado la Santidad de Pío IX una vez más
dicha asociación. Siento no tener a la mano la Corona
fúnebre de aquel eminente hombre público, de la cual tuve
el honor de ser compilador, pues en ella se encuentra una
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carta del Doctor Vélez. sobre su separación de la logia, que


es documento honrosísimo para su nombre. En vano la
logia le decretó honores para atraerlo nuevamente
El H. R. Gómez F.—Me parece haber leído en la Corona
fúnebre que fueron otros los motivos de la separación del
Doctor Vélez, distintos de escrúpulos de conciencia por la
condenación de la masonería o por incompatibilidad de
ésta con los dogmas de la Iglesia.
El orador— Ojalá pudiera traer a la vista la carta del
Doctor Vélez a que me he referido, para probar que sí
fueron los que he dicho los motivos que él tuvo para
abandonar la logia; pero tengo certeza de lo que he dicho,
y como hombre veraz lo aseguro.
El H. R. Castro Rodríguez—Cuando el Doctor Vélez
Se retiró de la logia, ¿qué crímenes denunció cometi-
dos por ella?
El orador—No sé que denunciara crímenes; pero sí
que estimó incompatible ser católico y ser masón, y que
por eso, cuando celebró y firmó el Concordato, no era
masón. *

La investidura masónica
El H. R. Castro Rodríguez—Es que el carácter de
masón no se quita jamás en el que lo adquiere, porque
eso es una investidura.
El orador—-El Honorable Representante acaba de exponer
uño de los peores caracteres o pretensiones de la logia:
eso de no poderse retirar jamás aquél que ha traspasado
sus puertas o penetrado sus misterios.
El H. R. Lozano—¿Por qué cree malo el Honorable
Representante eso de no poderse retirar jamás?
El orador—Porque es contrario a la dignidad humana
que la masonería dice ser su ideal, y porque para obtener
la promesa de sujetarse a tal obligación, exige juramentos
tremendos y aun amenaza con castigos terribles.
El H. R. Lozano—Cualquier otro voto liga lo mismo.
El orador—¿Voto? ¿Luego la masonería sí es una
religión? Ya veremos lo que hay sobre este punto, y ahora
lo que hago notar es que la masonería, que se dice eman-
cipadora de la razón, defensora de la libertad humana, es-
tablece para sus adeptos una verdadera esclavitud.
(Aplausos)
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Tuñ! tun! tun!


La masonería empezó a serme conocida desde mis pri-
meros años. Era yo un muchacho de doce a catorce años
cuando hallé entre los libros de un pariente un folletico
que se llamaba Manual del aprendiz masón, si mal no re-
cuerdo. Aficionado como era a la lectura, lo cogí y empecé
a leerlo con interés, por lo curioso dei contenido. Estaba
yo de escribiente al mérito en un juzgado, y allá hube
de llevar el cuadernito. Allí uno de los empleados, masón
sin duda, quiso quitármelo, y yo me resistí; pero empeza-
ron a meterme miedo; llegó la noticia a algunos miembros
de mi familia, y hube de entregar el folleto. En mi memo-
ria quedaron los males con que me atemorizaron y aque-
llo de tun, tun, tun.—¿Quién toca a la puerta del templo?
—Un profano que viene en busca de la luz. (Risas).
Pocos años después fui a estudiar a Cartagena y supe
que el Manual era obra del masón D. Carlos Benedetti, y
que su publicación había desatado sobre é! tal tempestad
entre sus hermanos, que había tenido que abandonar el
país.
El H. R. Castro Rodríguez—Ese ritual era apócrifo,
Honorable Representante.
El orador—Yo no sé si fuera o no apócrifo; lo que
si sé es que el señor Benedetti se vio obligado a expa-
triarse por esa.causa. ¡Qué tales serían las amenazas y
los males que llegó a temer! No parecen, pues, las logias
tan inocentes como se dice, aun por aquí.

La Comuna y las logias


La separación del Doctor Joaquín F. Vélez de la logia
de Cartagena produjo resfriamiento en varios masones, con
la consiguiente decadencia de la institución; decadencia
que se aumentó cuando en 1870 las logias de Cartagena
recibieron la circular que a todas las del mundo pasó el
Gran Oriente francés, con la excitación para que se adhi-
riesen a los principios proclamados por la Comuna. La
mayoría de los católicos que todavía quedaban como ma-
sones rechazó ejecutar el acto de que se trataba; trabóse
reñida discusión en las logias cartageneras, y la discu-
sión terminó con la separación de los católicos fieles a
sus creencias, y por la adhesión de los demás a las doc-
trinas de la Comuna de París. ¿Cuáles son, pues, los prin-
cipios fundamentales de la masonería, que permiten adhe-
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rirse a los principios comunistas ? Ya se conoce lo bas-


tante de ellos
El H. R. Castro Rodríguez—¿Pero no es eso un secretó?
El orador—La secta, a medida que ha ido avanzando,
ha ido adquiriendo más ánimo y proclamando más abier-
tamente sus doctrinas, en sus periódicos, en los discursos
de sus oradores y en documentos oficiales. Lo que hay de
secreto aún en la masonería, lo sabe el Honorable Represen-
tante mejor que yo, si él es de los verdaderamente iniciados,
cosa que no creo. Me figuro que él es de los que no han
penetrado hasta el fondo del gran misterio, y es de los que
entienden la masonería como asociación de socorro mutuo
o de beneficencia, como centro de fraternidad y ocasión
de buenas comidas. Yo me coloco en el terreno de la jus-
ticia y sé que así hay muchos masones; creo que el H.
R. Castro R. es uno de ellos, que no ha visto lo que hay
de reprobable en la masonería, y por eso la defiende.

Metida de pies
El H. R. Castro R — Como esas son cosas secretas,,
no puedo contestar nada a Su Señoría.
. El orador— Muy bien, Honorable Representante!
El H. R, Casas—Pido, señor Presidente, que quede
constancia en el acta de las palabras del H. R. Castro Ro-
dríguez.
El H. R. Castro R.—Para dejar esa constancia se ne-
cesitaría mi consentimiento, y .no lo doy.
El H. R. Casas—No, señor; ese es. un derecho de
cada Representante; el de pedir que conste en el acta lo
que pasa en la sesión.
El H. R. Castro i?.—Niego ese derecho; creo que sólo
uno puede pedir que conste lo que dice, y no es
corriente que se le coja a uno cualquier cosa que diga im-
premeditadamente.
El H. R. Casas—¿ Qué teme Su Señoría ?
El H. R. Castró R.—No es que tema nada, sino que
no acepto esa imposición.
(Suena la campanilla del Presidente y éste ordena que
se. deje la constancia pedida).
Procedimientos masónicos
El orador—He manifestado, señor Presidente, cuáles
son los recuerdos nada gratos que en mi juventud dejó
la masonería, y decía, además, que muchos caen en sus
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redes seducidos por engañosas apariencias, sin saber lo


que es esencialmente la institución. ¿De qué artes se va-
len los encargados de conquistar adeptos ? Hé aquí lo que
aconsejaba al efecto Tigrotto:
" E c h a d vuestras redes como Simón Bar joña, pero no
sólo al fondo del mar, sino aun en el golfo de las sacris-
tías, seminarios y conventos, y si os manejáis hábilmente,
os aseguro una pesca tan milagrosa como la de squél, por-
que pescaréis una revolución armada de capa y tiara ca-.
minando tras la cruz y el guión; una revolución que por
poco que se la pique con la aijada, meterá candela en los
cuatro ángulos del orbe.
"Reunios en cualquier paraje, en una sacristía que
sea,, o dentro de una capilla, y prevaliéndoos de la sim-
plicidad de vuestro ganado, ponedlo bajo el cayado de un
virtuoso sacerdote bien acreditado, pero sencillo y de bue-
nas creederas; infiltrad cautamente nuestras' doctrinas, ad-
ministrándolas por cucharadas y como a quien se le cae una
cosa sin pensarlo. Cuando deis la vuelta, vosotros mis-
mos os asombraréis del magnífico resultado." (Naturaleza
y fines de la masonería por Serra y Causa).
Y Weishaüp decía por su parte:
" Ocultad vuestra orden bajo el manto de una asocia-
ción cualquiera o de cualquier disfraz."

Bolívar y los masones


Hé ahí pintada, señor Presidente, ¡a masonería por sí
misma en cuanto a sus procedimientos; hé ahí cómo se
explica que, no ya simples católicos, sino aun sacerdotes
hubiesen entrado en las logias, cuando la secta no era
bien conocida, aquí particularmente en. los tiempos de la
Patria Boba, en que la masonería se presentó como coo-
peradora en la obra de la independencia, a favor de lo
cual prosperó hasta que el Libertador, en pugna en, esto
con Santander, prohibió en Colombia las sociedades se-
cretas. (Rumores de aprobación).

Doble admiración
Con los procedimientos que quedan de manifiesto, la
secta ha logrado formar un numeroso ejército que obedece
ciegamente a los jefes supremos, quienes mediante tal
fuerza, se apoderan a veces del gobierno de los pueblos
o influyen en la política para realizar su programa doctri-
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nario. Justamente cuando en mi juventud leía yo la prensa


de aquel tiempo, me maravillaban dos cosas: que los pe-
riódicos liberales comhatían el Papado porque decían ser
un gobierno extranjero, y no solamente no combatían a l a
masonería, sino que de ordinario la alababan, á pesar dé
que ella sí tiene un verdadero gobierno extranjero en su
Gran Oriente, que reside en París; gobierno anónimo y
secreto, representado, como se sabe a veces cuando suele
descorrerse algo del velo tras el cual se ocultan, por hom-
bres de no envidiables condiciones; contraste patente con
el Papa, siempre un hombre virtuoso y sabio, que pública-
mente habla siempre al mundo y siempre en hombre del orden,
de la paz, del amor, de la justicia y de la libertad verdadera.
(Grandes y prolongados aplausos).
La otra cosa que me admiraba era ver cómo y cuánto
combatía la prensa liberal a la ilustre Compañía de Jesús,
en nombre de la dignidad humana, a causa de la obedien-
cia pasiva dé que hacen voto sus miembros, al paso que
alababa a la masonería, en la cual existe una obediencia mu-
cho más pasiva todavía, a que el adepto se somete con
juramentos terribles, bajo tremendas penas; y esto, no en
homenaje a Dios como el jesuíta, sino en acatamiento
a hombres desconocidos. {Muy bien, muy bien!)

Otra contradicción—El Supremo Arquitecto


Más tarde me ha maravillado otra "contradicción en la
masonería, y es ésta: ella se presenta como heraldo de la
libertad, y sin embargo la he visto al servicio de las dic-
taduras, siendo su apoyo decidido, como sucedió en Ve-
nezuela cuando Guzmán Blanco y en otras partes
también después. Ella cuelga sus cruces y da sus honores
así a los demagogos como a los dictadores, con tal que
le permitan realizar su obra sorda contra el orden social
y político cristiano. Va a su fin, y para ello aprovecha
todo' elemento útil: a los unos halaga con la práctica de
obras de beneficencia; a los otros, con el señuelo del mu-
tuo auxilio; a los unos, con las ideas de libertad, a los
otros, con la representación de su poder; a éstos con el
principio de la independencia de la razón, a aquellos con
ciertas ceremonias que afectan un culto y con el argumento
de que la logia reconoce a.Dios. Y los que caen en este
lazo no advierten que ese Dios es el Arquitecto del Uni-
verso, esto es, un Dios que no es la causa primera de
cuanto existe, puesto que la idea de arquitecto implica la
— 17 —

existencia anterior de los materiales, que no son obra


suya, para fabricar el edificio. Un Dios que así puede ser
el de los musulmanes como el de los budistas, el Dios
espíritu ó el Dios naturaleza, por lo cual la masonería en-
seña que para ella son indiferentes las diversas formas-
de religión y congrega en sus logias a los que creen y a
los que no creen, ai deísta y aun al ateo. Un Dios abs-
tracto, aéreo, impersonal, que todo puede ser, menos el
Dios providente y redentor de los cristianos; un Dios me-
diante cuya creencia la masonería tiende a alejar a- sus
adeptos de la profesión de toda religión positiva.
Lo que ha hecho la masonería en Europa es ya bas-
tante conocido: su labor contra el orden cristiano en lo
social y aun en lo referente a la familia en el Viejo Mundo,,
no está oculto sino a los que no estudian la marcha de
los sucesos y a aquellos que están dominados por pre-
juicios sobre el particular. En América, el velo ha empe-
zado a descorrerse, a pesar del empeño de la secta en
presentarse como distinta de la europea, como institución
de mera fraternidad y benéfica. Las últimas declaraciones
hechas por su Congreso masónico latino-americano reunido
en Buenos Aires han sido del dominio público y ellas no
dejan lugar a dudas.

La voz de un Prelado
No es cosa ignorada que el clero de Venezuela no se
ha distinguido por su celo en los últimos tiempos. Todos
sabemos que allí impera un cesarismo opresor, de que la
Iglesia es víctima, y que ni los sacerdotes ni los Obispos
gozan allí de libertad para defender los fueros de ja Igle-
sia.^iCuál sería la gravedad de los acuerdos del Congreso
a que me he referido cuando, habiéndose adherido a ellos
la masonería venezolana, el Ilustrísimo Señor Arzobispo de
Caracas arrostró todo y habló del modo siguiente!
" L a masonería venezolana, sin embargo, ha tenido
desde.que se organizó en la República el empeño de na
aparecer como enemiga declarada del catolicismo, y ha
multiplicado sus testimonios de palabra y por escrito,
para hacer creer que entre nosotros no es sino una socie-
dad de beneficencia, de fraternidad, de caridad, que no
busca sino el perfeccionamiento moral y el auxilio mutuo
de sus miembros. (Parece, señor Presidente, que estuviese
hablando uno de nuestros venerables Prelados respecto a
lo que ha pasado y pasa en Colombia con la masonería);
— 18 -

Las consecuencias de este proceder (sigue diciendo el


Ilustrísimo Señor Arzobispo de Caracas) han sido funes-
tísimas para la Iglesia de nuestro país, pues por más es-
fuerzos que han hecho los Pastores celosos para rasgar
el velo, para arrancar al enemigo la máscara con que se
ha ocultado, muy poco habían logrado obtener ante la
persistencia de las declaraciones más o menos públicas
de la masonería, para eludir la-reprobación y los anatemas
de la Iglesia. La confusión de la profesión católica con la
profesión masónica ha sido piedra de escándalo en que
han tropezado y caído muchísimas almas: él sacerdocio
mismo ha parecido vacilar alguna vez, ante lo categórico
de las afirmaciones de la masonería y la buena fe con que
esas mismas animaciones eran abrazadas por muchos.
"Pero damos gracias á Dios, porque ya todo ha ter-
minado: !a masonería misma acaba de declarar en Vene-
zuela de la manera más precisa y solemne, cuáles son sus
ideas, sus planes y sus tendencias en la obra que prosi-
gue a nuestra vista. Tan inesperada declaración es loque
ocasiona, amados hijos, esta pastoral.

"Esto explica las dos contradictorias corrientes con


que se ha manifestado la masonería en Venezuela; ella ha
inspirado o apoyado todas las persecuciones religiosas que
se han levantado en el país: abundan los documentos que
lo prueban; ella solicito por un informe y una representa-
ción célebre, en 1865, la transformación de la Constitución
y leyes cristianas de Venezuela, en Constitución y leyes
laicas y paganas.

"La masonería ¡atino-americana ha empezado a--cele-


brar congresos internacionales para estrechar su organiza-
ción en estas repúblicas, y trazar un vasto plan de con-
juración contra la Iglesia. El primer Congreso fue celebra-
do el año pasado en Buenosaires; el segundo lo será el
año próximo en Río Janeiro. .
. "La masonería de Venezuela, por sus representantes, ha
firmado un acto de concordia y unión con la masonería
de Buenosaires, que parece hoy la más furibunda; ha
adoptado los acuerdos que dictó aquel Congreso 'para ser
transmitidos a todas las logias de América,' y los ha hecho
obligatorios hasta con sanción penal, para los masones de
Venezuela.
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"Lo que aquí se llama el Gran Oriente de Venezuela


ha aprobado, adoptado y trasmitido a toda la masonería
de la República este acuerdo, 'a fin de que estando en co-
nocimiento de ello todos los miembros de cada Cuerpo, se
le dé su más estricto cumplimiento.'
''Asi corre en un folleto masónico que está circulando
en estos días. Es todo un programa de guerra contra la
santa Iglesia.
"No es de extrañar, pues^ que la masonería de Vene-
zuela, aplaudiendo la feroz persecución que se hace hoy
a la Iglesia en Francia, persecución contra la cual no sólo
ha protestado el universo católico, sino aun los hombres
simplemente justos y, honrados, después de haber declara-
do que lo que ha pasado en aquella nación 'se debe par-
ticularmente al contingente decidido y esforzado que la
francmasonería ha prestado a aquel Gobierno,' haya dicho
que
'ACUERDA:

Elevar un voto de adhesión y simpatía a los Grandes


Orientes y supremos Consejos de Francia e Italia, por la
actitud digna y resuelta que han asumida en la separación
de la Iglesia y el Estado.'
"Esto se ha publicado en el número 10 del periódico
masónico de Caracas."
(Pastoral del Ilustrísimo Señor Arzobispo de Caracas, de
13 de julio de 1907, publicada en folleto).
Estatuto masónico
De propósito, señor Presidente, no he querido citar
ninguno de los diversos documentos en los cuales nues-
tro celosísimo Episcopado ha llamado la atención de los
católicos sobre los actos y doctrinas de la masonería.
He preferido referirme á lo dicho por el vigilante Pre-
lado de Caracas, por la razón que di antes y por la
actualidad interesantísima del hecho y actos que origina-
ron sus calurosas palabras. Veamos añóralos artículos del
programa de la masonería latino-americana concernientes al
orden religioso-social y a la Iglesia, tales como fueron
acordados por el Congreso masónico de Buenosaires, y
que el Ilustrísimo Señor Arzobispo de Caracas tomó del
número 10 del periódico masónico de aquella misma ciudad:
"5.° La masonería latino-americana, por todos los me-
dios a su alcance, combatirá la propaganda clerical (léase
católica) y el establecimiento y desarrollo de las congre-
2
— 20 -

gaciones religiosas, aunando esfuerzos para su expulsión


de estos países. ,
"A este efecto,
a) Los masones no harán educar sus hijos en colegios,
dirigidos por corporaciones religiosas.
b) Los masones influirán para que sus esposas no se
confiesen y prohibirán a sus hijos que lo hagan.
c) Los masones no contribuirán en forma alguna á
sostener las congregaciones y sus capillas.
"6.° La masonería luchará por afiliar miembros de los
partidos políticos, que defiendan sus ideales y se compro-
metan á votar la separación de la Iglesia y del Estado,
la expulsión de las congregaciones religiosas, el registro
civil, el matrimonio y divorcio civil, la instrucción pura-
mente laica, el servicio de los hospitales por enfermeras
Isicas, suspensión del clero castrense y demás leyes cleri-
cales (léase cristianas).
"7.° Todo masón estará obligado á proceder en el
mundo profano de acuerdo con los principios de la ma-
sonería, debiendo ser castigados con todo el rigor de la ley
masónica los que violen este compromiso.

"10. La masonería trabajará para que los gobiernos


supriman sus Legaciones ante el Vaticano, no reconociendo
al Papado como potencia internacional.
" f l . La masonería trabajará por impedir la explota-
ción del indio por las congregaciones religiosas, y procurará
la instalación de misiones iaicas que los civilicen." (*)
En vista de ese programa, señor Presidente, se ocu-
rren algunas preguntas:
¿ E s la masonería en la América latina la institución
inocente que algunos creen, por ser distinta de la euro-
pea? ¿ E s intransigencia ó exageración decir que ella tra-
baja contra el orden' social cristiano? ¿ S e debe permitir
que trabaje en las sombras del secreto y libremente contra
ese orden? ¿ E s ó no su programa, en lo religioso-social,
el mismo que ei del liberalismo?
No. preguntaré á los honorables colegas masones que
hay en la Cámara si las logias colombianas han adoptado
acuerdos semejantes á los adoptados por las venezolanas,
en, primer lugar, porque me dirían que eso es secreto, y en
segundo, porque ello es natural, lógico, seguro, y se ve en
las ideas que muestran por regla general los de la secta.
(*) Este es el programa que, al oírlo, dijo un Representante libe-
ral, según públicamente lo manifestó el H. R. de Castro, es magnifico
y muy de desearse que se realice.
— 21 —

Otra vez el Doctor Vélez


Al llegar aquí, señor Presidente, permítaseme un parén-
tesis, porque acaban de traerme la Corona fúnebre del fi-
nado Doctor Joaquín F. Vélez, y deseo que se vea que sí
fue por motivos de conciencia como católico por lo que
aquel eminente colombiano se separó de la logia. Hé aquí
lo que dijo á D. Juan Manuel Grau, en carta de 1.° de
abrilde 1879, sobre el particular:
"Recordará usted que en días pasados le comuniqué muy
de paso, y á excitación suya, el motivo principal que me
asiste para retirarme de la masonería, e! cual domina de
tal suerte mi espíritu, que abrigo la convicción de persua-
dir a que me imiten cuántos masones católicos quieran
escucharme, con ánimo desprevenido y deseosos de conocer
la verdad."
Hostilidad escandalosa
Y llamo la atención de nuestro honorable colega el
Doctor Gómez F. hacia este otro párrafo de la misma
carta dei Doctor Vélez":
"Si las excomuniones que pesan sobre ¡os masones
son relajadas, como parece deducirse de un impreso de
Costarrica que usted probablemente ha visto, yo volveré
con mucho placer a! gremio masónico; mas aun en este
evento, .es preciso reformar algunas cosas, como una parte
del ceremonial" del grado 18 (aquí el orador alza la voz y
acentúa sus palabras), que es una profanación, y dei 30 (aquí
vuelve á subir el tono y pronuncia las palabras pausada-
mente), que es una hostilidad E S C A N D A L O S A á la Santa
Sede." (Rumores y aplausos).
Hé ahí, señor Presidente, un testimonio irrecusable de
cosas que encierra la masonería y de cómo quienes sos-
tienen que ella no afecta en nada á la Religión, o están
engañados, o quieren engañar. ¿Acaso no sabría, Honora-
bles Representantes, el ilustrado Doctor Vélez lo que de-
cía? En vano se quiere ocultar la verdad en este asunto!
(Muy bien!!)
La legislación universal
Ayer apuntaba yo aquí que este proyecto no es, como
se quiere hacer entender, una idea aislada en el Derecho
público del mundo. No he tenido, señor Presidente, tiempo
bastante para estudiar el panto detenidamente, y sólo ad-
— 22 —

vertiré que en Italia se acaba de excluir del ejército á los


miembros de sociedades secretas; que tengo aquí copia-
dos los artículos del Código Penal brasilero, en los cuales
se prohiben dichas sociedades y se señalan severas penas
a los que a ellas pertenezcan y a los dueños de locales
donde se reúnan; y que como es sabido, el liberal gobierno
francés ha dictado medidas contra las mismas asocia-
ciones. Sabido es también que bajo el segundo Imperio,
habiendo pedido la logia que se le reconociese personería
jurídica, el Consejo de Estado francés exigió que compro-
base no ser sociedad secreta, y la logia no pudo compro-
barlo. Notorias son las enérgicas y recientes palabras de
Briand sobre la masonería, que poco más o menos fueron:
"Estoy dispuesto a saltar por sobre todo obstáculo para
evitar a Francia los males que le causan las sociedades se-
cretas." ¡Y dígasenos que el Gobierno italiano y el Go-
bierno brasilero, y el Gobierno francés son ultramontanos,
intransigentes y retrógrados! Si hubiese tenido tiempo,
señor Presidente, habría traído aquí otros ejemplos seme-
jantes de otros países civilizados.

Ni proscripción ni persecución
Decía un Honorable Representante que el proyecto
que se discute sería una ley de proscripción, y por tanto,
está comprendido en la prohibición del ordinal 6.°, artículo
78 de la Constitución. ¿Proscripción, señor. Presidente, en
este proyecto? ¿A quién se manda desterrar según el pro-
yecto? ¿La vida de quién se. pone, según él, á merced de
nadie? Únicamente se trata de impedir que estos o los
otros se asocien secretamente para fines ocultos, en daño
de la sociedad.
El H. R. Gómez F.—¿Las logias son corporaciones?
El orador—Me parece que sí, H. Representante..
El H. R. Gómez F.—Entonces sí es inconstitucional
el proyecto, puesto que conforme al ordinal 6.° del artícu-
lo 78 de la Constitución, no se pueden decretar actos de
persecución contra individuos ni contra corporaciones.
El orador—E\ proyecto tampoco es un acto de perse-
cución contra nadie. El declara punible en general un acto
dañoso a la sociedad, contrario al orden público, y nada
más. Prohibe las sociedades secretas, del mismo modo que
el artículo 47 de la Constitución prohibe las juntas polí-
ticas populares de carácter permanente, sin que nadie, que
yo sepa, haya reputado tal cosa como medida de perse-
cución.
— 23 —

El H. R. Gómez F.—El señor Samper en su comen-


tario al articulo 47 dice que en la Constitución se quiso
prohibir las sociedades secretas y que el artículo respec-
tivo fue negado.

La opinión del señor Samper


El H. R. Gómez Laureano—Señor Secretario, sírvase
leer el párrafo respectivo del Doctor Samper.
Se sumistra el libro al Secretario, y éste lee:
" Una vez estatuido lo que importa al derecho de reu-
nión, viene en seguida este artículo (el 47) a estatuir so-
bre la asociación. Contenía primitivamente el texto una ex-
presión que envolvía la explícita prohibición de las socie-
dades secretas. Pero hubo ciertas debilidades de contem-
porización con la francmasonería, y en una sesión del mes
de mayo se introdujo una modificación que reconocía en cier-
to modo la legalidad de las sociedades secretas, bien que
las sometía a la vigilancia de las autoridades, El autor
de este comentario combatió aquella contemporización, sos^
teniendo de lleno que todas las sociedades secretas debían
ser prohibidas, y con pleno conocimiento de causa puso
de manifiesto los males que de ellas se derivan y lo inad-
misible de su existencia misma, conforme a los principios
del Derecho público. Pero prevaleció una mayoría contra-
ria, que quiso descartarse de resolver el punto, y lo dejó
a la ley."
El orador-^-Y lo dejó a la ley, Honorable Representan-
te, y de expedir la ley respectiva se trata. De la historia del
artículo 47 resulta, pues, incontestablemente, que el proyecto
que se discute no es inconstitucional; pero ahora yo quie-
ro leer al H. R. Gómez F. lo que dice el. Doctor Samper
comentando el artículo 49 de la Constitución, que trata de
la personería jurídica de las corporaciones. (Lee): " Com-
préndese también que a más de ser legítimas las corpora-
ciones, esto es, reconocidas o autorizadas por la ley, han
de ser públicas. Sería por todo término absurdo el que las
sociedades o corporaciones secretas (que siempre son pe-
ligrosas para el Estado y contrarias al orden común) fue-
sen reconocidas como personas jurídicas, sin que por esto
fueran conocidos los miembros componentes de aquellas
corporaciones, ni sus bienes, derechos y acciones, ni sus
actos secretamente ejecutados." (Rumor de aprobación).
En todas las ordenanzas de policía de los Departa-
mentos se establecen rigurosas penas para los que esta-
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blezcan casas de juegos prohibidos y para los que con-


curran a ellas: ¿es también esto inconstitucional, Honora-
bles Representantes ? ¿ Es un acto de persecución ? A nadie
se le ha ocurrido. La existencia de tales casas y la concu-
rrencia a ellas es contraria a la moralidad ; la existencia de
sociedades secretas y la concurrencia a ellas, es contraria
al orden social. Nada más, nada menos. (Grandes aplausos).

El trabucazo
Se ha dicho aquí, señor Presidente, que si el proyec-
to ¡lega a ser ley, el señor Presidente de la República no
la cumplirá. Es cosa de no creerlo que un Representante
de la Nación diga tal cosa en este augusto recinto. Pues
yo aseguro que si se expide la ley, el señor Presidente de
la República la cumplirá, porque él es hombre de honor
y católico, y un católico no sabe faltar á sus juramentos.
(¡Muy bien!).
El H. R. Hernández—Yo no dije que el Presidente no
cumpliría la ley.
El orador—No hice mención personal del Honorable
Representante, porque huyo siempre de personalizar las
cuestiones.
El H. R. Lozano—La forma en que eso se dijo no fue
laque dice Su Señoría; el Honorable Representante que
habló de eso lo que dijo fue que el señor Presidente no
descargaría el trabucazo sobre las sociedades secretas.
El orador—A Su Señoría le parece eso senciüo, por-
que Su Señoría es aficionado, y perdóneme que se lo diga,
a ¡as hipérboles; pero como aquí no tratamos de que se
disparen trabucazos, eso en buen romance significa que el
señor Presidente no cumpliría la ley.

Liberalidad de la mayoría
Yo deseo, señor Presidente, que la Honorable minoría
reconozca que la mayoría procede aquí en virtud de nociones
de derecho y no representa la violencia; la guía el bien
público y no un instinto de persecución.
El H. R. Lozano—¿Y por qué pidió ayer Su Señoría
la sesión permanente?
"*Et orador—Porque ello no se oponía a la discusión
detenida de un proyecto que consta apenas de dos artículos.
Ya habían hablado seis, por ¡o menos, de los colegas de
la minoría, y la materia por su lado estaba agotada. Si se
hubiera tratado de un intrincado proyecto fiscal, porejempio,
en que fuera necesario allegar datos y datos, o-de una
complicada cuestión internacional, o de un largo proyectó
sobre otras materias, tendría razón Su Señoría para
quejarse.
El H. R. Lozano—Permítame Su Señoría otra obser-
vación.
El orador—Las que guste Su Señoría:
El H. R. Lozano—No se había discutido todavía %1
informe de la minoría cuando Su Señoría pidió la sesión
permanente.
El orador—SQ equivoca Su Señoría: la proposición con
que termina el informe de la minoría había sido negada.
Esa minoría proponía la suspensión indefinida del proyecto.
El H.R. Lozano—Se trataba de impedirnos discutir
el proyecto en el segundo debate, con él detenimiento
necesario, pues por más que diga Su Señoría, el asunto sí
requiere mucha parsimonia y no festinarlo como se ha hecho.
El orador— Absolutamente no, y Su Señoría ha visto
que he pedido la mayor libertad para discutir el proyecto.
La sesión permanente ayer no implicaba festinación; aquí
hemos podido estar toda la noche, como ló hacen todos
los Parlamentos cuando discuten asuntos de entidad que
no quieren aplazar. Después de seis discursos para combatir
el proyecto, ¿le parece que no había sido discutido por
la minoría?

Pide justicia para la mayoría

Desearía, repito, que la honorable minoría juzgase a


la mayoría con más justicia; que reconociera que ésta se
porta con moderación, pero sin debilidades ni claudi-
caciones, eso sí, al tratar de convertir en leyes ideas
profesadas con honrada convicción, y que esta mayoría cree
que así convertidas, son necesarias para el bien verdadero
de la nación o de su inmensa mayoría. Esto pensaba y o v

aquí sentado, cuando ayer abandonó en masa sus asientos*


la honorable minoría. Y pensaba más: la minoría puede
estar demostrando con su conducta que no estamos edu-
cados aún para la práctica del nuevo sistema electoral que
hemos adoptado, de la representación de las minorías, pues
yo creo que éstas pueden servir de contrapeso a las ma-
yorías, prestar el concurso de sus luces para la mejor
expedición de las leyes; pero que aspirar a sobreponerse,
a evitar que se expidan las leyes que le parecen inconve-
- 26 -

nienfes, no es acertado ni justo. Por no conseguir la reali-


zación de tal propósito, no" creo que ninguna minoría
abandone sus bancos en otro Parlamento alguno del mundo.
Yo he pertenecido a una minoría que,- en momento dado,
abandonó sus puestos; pero se trataba de algo fundamental
para la República.
El H. R. Lozano—k pesar de todo, creo que no tie-
ne razón Su Señoría en su cargo a la minoría.
El orador—No trato de hacer cargo, Su Señoría': eran
sólo tristes reflexiones que yo hacía aquí sentado en mi
butaca, (Rumores y risas).
Error jurídico
Me resta observar algo a lo que decía nuestro hono-
rable y muy ilustrado colega Doctor Rozo Ospina, acree-
dor a todas. mis consideraciones. Decía él que con esta
ley el Congreso castigaría a los miembros de las socieda-
des secretas, y que nosotros no somos tribunal. Me per-
mito observar al Honorable Representante que la ley no
es una sentencia. Es una ley penal, que declara punible
un hecho y le asigna sanción, como toda ley penal; pero
la pena, en los casos particulares, la impondría la autori-
dad competente, señalada en parte por el mismo proyecto.
El H. R. Rozo O.—Yo dije que eso correspondía a
la justicia.
El orador—Y tiene razón el Honorable Representante.
El H. R. Rozo O.—Es que en el proyecto se señala a
los masones para asignarles pena, sin saberse si son cri-
minales.
El orador—No, Honorable Representante. Se prohibe en
general el funcionamiento de sociedades cuya organiza-
ción y funcionamiento se sustraigan a los ojos de la auto-
ridad; y conforme a la modificación que introduje al ar-
tículo 2.°, la prohibición cesa cuando la asociación respec-
tiva deja de funcionar en el misterio. ¿Cree el H. R. que
cuando la Constitución prohibe las juntas políticas popu-
lares de carácter permanente y cuando la ley penal señala
sanción a las reuniones contrarias al orden público, señala
a nadie a priori como criminal?
Resumen
Resumo, señor Presidente, lo que he tenido el honor
de exponer a la Honorable Cámara:
El proyecto no es inconstitucional, ni es un acto de
persecución, menos aún de proscripción.
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Las sociedades secretas no caben dentro del Derecho
y el orden públicos.
Aunque haya masones ilusos o engañados, la masone-
ría tiene fines contrarios al orden social cristiano, que ella
trata de destruir iaicizando la sociedad doméstica y civil.
Aunque en la América latina la logia ha pretendido
ser distinta de la europea, ello no es cierto. Con la euro-
pea está ligada; de ella recibe inspiraciones y aun órdenes
que obedece, y con ella está identificada en ideas, propó-
sitos y procedimientos.
La masonería va contra la Religión y la Iglesia cató-
licas ; es una escuela del más caracterizado positivismo y
naturalismo, y hace guerra á la Iglesia, que es la escuela
de lo sobrenatural y divino.
Y para terminar, señor Presidente, diré que siendo la
ReHgión y la Iglesia católicas las que sacaron al mundo
de las íinieb'as del paganismo; las que enseñando al mundo
la verdad, lo civilizaron y le dieron verdadera libertad,
pues sabido es que los progresos del derecho no son sino
deducciones de los principios cristianos sobre la naturaleza
del hombre y de ¡a sociedad; las que sostienen y fomen-
tan esa civilización; siendo esto así y yendo la masonería
contra la Religión y ia Iglesia católicas, va contra la civi-
lización y contra el bien de! género humano. ¡Veamos si
entre nosotros se le da libertad para realizar su obra en
medio del secreto!
(Aplausos. Varios Representantes de la mayoría felicitan
al orador y el proyecto pasa á poco en tercer debate).

Los Taquígrafos, JOSÉ MARÍA CAICEDO—JOSÉ MARÍA


SALAZAR.

Los Relatores, TULIO J . SÁNCHEZ—ADRIANO TRIBÍN Ai.

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