Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
LtJ
o::
1-
Dos museologías
Las tradiciones
anglosajona y mediterránea:
diferencias y contactos
Sbl?J
C6c¡ ,o (
6 lJf-1
Dos museologías
.¡ J J ~
DOS MUSEOLOGÍAS
Las tradiciones anglosajona y mediterránea:
diferencias y contactos
EDICIONES TREA, S. L.
l\TRUOTF.CONOMfA Y ADMINISTRACIÓN CULTURAL-141
{. Dos HUMORES, DOS CRED OS. Geografía y religión .. .... ........................... ··········· 17
La comunidad como marco del musco ........... .... .... ................ ............................ 25
5. EDUCACIÓN y ENTRETENIMIENTO. La lección de los objetos ... ......... ...... ............. 105
South Kensington, the Educational Paradise .......................................... ..... ..... .. 111
La reperrnsión del prototipo .. ................ .............. ........................................ ·117
(8) 00~ '1USEOLOGL.\S. IM TRADICIONI'.~ A..;Gt OSA]O>IA Y .\IWITE.RRANFk OIFFRF'ICIAS Y CON'!ACTOS
~~~~~~~~~~~
7. Dos SERJl!S. Dos 111useografías ...................... .................... ................ ......... ....... 159
El cambio en las colecciones de historia natural .. ..... .......... .......... ..... ...... ... ...... .. 160
Los muse11m groups de historia y arre ...................... .............. ....... .................... . 164
El rechazo francés .......... ..... ....... ............................ ...... .... .......................... .. 165
Las period roonis británicas ............................................. ........................ .... 172
El predicamenro de la museografía alemana ..... ... ......... .. .. .... .. ........ ........ .. .. . 179
El apogeo americano de las period rooms ..... .......... ................................... .. 182
Las study galleries ....... ............... .................. ..................... .......... ..... ............ 189
8. Et SUlll'lO DEL MUSEO UNJVE H.SA L. Museo de obietos, museo de ideas .. ........ ...... '193
Magazine, magasin y musée .. ... ..... ....... ... .. .... .......... .. .... ......... ...... ... .. .... .. ........... 194
La secuencia anglosajona ... .... ..... .......... ..... ........................... ........ .......... .......... . 196
La secuencia francófona .................................................................................... 207
La utopía de enrreguerras: la Ciudad Mundial y el Mundaneum ...... ................. 211
La guerra en tiempo de paz. Estrategias de suplantación cultural ......... ............. 221
10. D EL ÓPi:.; -AIR MuswM AJ. ÉcoMUSCE:. Dos nombres, una cosa ........................ ... 247
La museografía al aire libre en el norre de Europa y en Norceamérica ............... 247
El interés de los organismos cu ltu rales de posguerra. Francia ..................... ....... 253
11. MUSHIM RF.1'011moN Y N ouvELLE M usi:.owc1E. Al cabo de dos siglos ... .......... .. 26'1
Renovados codos, renovados para uno ...... ......... .......... .......... ............... ............ 261
:-.;ovedad y crítica en la museología anglosajona ...... ......................... .... .......... ... 274
El sur mira al noroesce ...................................... ..... .... ............... .................... ..... 284
Un conflicto ético con dos caras ........ ..... ...... ..... ........ ..... ................ ................... . 293
13. DESCENTRALIZACIÓN. El desdoblamiento de las grandes colecciones ...... .... .... ... 297
El ciclo social .... ...... .... ...... .... .. .. .. ..... ..... ... .... ... ...... ... ... .. ..... .. ..... .... ... ....... ... ..... .. . 297
El cic;lo comercial ... .......... .... .......................... .... ..... ..... .................... ..... ..... .... .... 303
España. La diferencia encre muJtiplicar y dividir ......... .................................. ..... 311
E PÍLOGO . ........ . .. .. ...... . ... . .... .. ........ .. ... .. ... . . ... . . ... .•... . ... . . . .. . ... . .. ... ....... ..... .. .. ...... .... .... . 317
B lBLIO GRAFÍA ........... .... ..... ..... ...... ................................. ...... ............................. ..... .. 319
rnbcia y tienen nombres pro pios de profesores. ~e llaman Alfonso Moure Romanillo (él me 3brió las puertas
ele la museogra fía) y, cstimul~ nd o, apoyando y dcb,wendo esta investigación dentro del Área de l listoria del
[12J DO~ MUSEOLOGIAS. IAS TRADICION~ A."GLOSAJOXA Y \IFOITFRRMl:A: OffERE.'<OAS Y CO, 'TACTOS
Ane, julio J. Polo S:ínchez y Luis Sazatornil Ruiz. Desde fuera (desde la Universidad de Zaragoza ), no han
sido menos estimables el ejemplo y la ayuda del profesor jesús Pedro Lorcnrc Lon~nre. Valga esre recordato-
rio como mucs1rn de mi agradecimiento.
IJ'.'TRODUCCIÓN. ;Ul'A MlJ~fOI OCIM 1131
los Estados Unidos), y una mediterránea, encabezada por Francia, y que lo que
una mira en un sentido, la orra lo hace en el opuesto. Ambas pertenecen al hori-
zonte de la ilustración, pero todo parece indicar que la segunda, la fra ncesa, no
desarrolló el ideario de partida porque la burguesía revolucionaria perpetuó los
usos monárquicos. Y lo que finalmente se ha llamado nouvelle muséologie sería
l.a recuperación de a quellos principios al principio perdidos, la reescritura de una
historia que debería haber sido pero que no fue. En Gran Bretaña, en cambio,
aquella línea habría mantenido la coherencia del curso marcado en origen.
La tradición anglosajona cimienta su idiosincrasia en unas colecciones prefer-
entemente científicas a las que se les busca una dimensión utilitaria, práctica.
Esas colecciones son tm medio para lograr algo (la educación del individuo, el
progreso del comercio, de la comunidad, del país), pudiendo decir que dan lugar
a museos verbales, concebidos para la acción. La tradición mediterránea, en cam-
bio, opera con colecciones eminentemente artísticas cuya finalidad es el deleite y
el presrig.io. En esra segunda, la conservación de esas colecciones se erige en un fin
en sí mismo, dando lugar a museos sustantivos, que ponen nombres Y clasifican
los objetos atesorados y que, comparativamente, resultan estáticos.
Para la definición de ambas tradiciones y para la identificación de momen-
tos de máxima tensión entre ambas, he utilizado como fuentes principales las
revistas oficiales de las primeras asociaciones nacionales de museos: la británica
(Asociación de Museos [Museums Associarion], creada en 1889), con The Mu-
seums j ournal (1901-), y la norteamericana (Asociación Americana de .Museos
[American Association of Museumsl, fundada en 1906), con The Jvf.useum News
(1924-). Junto con ésas, han sido fundamentales las revistas correspondientes a
las instituciones internacionales que, tras la primera guerra mundial, vinieron a
sobreponerse a las nacionales. Me refiero a Mouseion (1927-1946), para la Socie-
dad de Naciones, y sus sucesoras para la Unesco: Museum e ICOM News (1948-).
Significativamente, la p rimera no fue editada desde Ginebra sino desde París, y
allí y no en Londres ni en Nueva York q uedó fijada también la sede editorial de
las dos siguientes. Me parece importante este detalle porque anticiparía el sobre-
saliente papel que creo tuvieron esos foros internacionales como instrumentos de
renovación de la tradición museológica mediterránea por a bsorción de pautas
anglosajonas.
Otras revistas y diferentes libros han contribuido a trazar el panorama indica-
do. A menudo, he utilizado los títulos por parejas, buscando diferencias compara-
tivas, como la contrastada definición del Mouseion de Alejandría que propor-
[14] DOS MUSEOLOGfAS. LAS TRADICJONF.S ANGLOSAJONA Y .\1F.DITrn RANEA: DIFERENCIAS Y CO!'VTACTOS
Cada uno de los capítulos que componen el libro está dedicado a un aspecto
en el que se evidencia particularmente el contraste entre las dos tradiciones museo-
lógicas. La narración no posee un sentido diacrónico neto, que progrese desde la
primera hasra la última p<igina, pero la ordenación de los capítulos responde a
un criterio cronológico. Eso es así porque el núcleo de cada uno de ellos tiende a
situarse en un momento histórico cada vez más reciente. Eso no obsta para que
cada capítulo venga a compartir una estructura común: el núcleo tiende a estar
precedido por unas llamadas al horizonte de la cultura de la ilustración y, simétri-
camente, tiende a finalizar con a notaciones de la realidad actual. Por tanto, cada
uno recorre un arco que puede remontarse hasta finales del siglo xv111 y alcanzar
el umbral del siglo XXI . Eso hace que puedan ser leídos casi de. manera inde-
pendiente. De hecho, dos de esos capíru los («El monumento, la ciudad » y «El
museo, la galería») son el desarrollo de ideas avanzadas previamente en forma
de artículos. Los cuatro artículos propios que he incluido en la bibliografía han
pretendido ser aportaciones parciales a la definición de dos formas de entender
los museos históricamente discernibles. A razón de· uno por año, se remontan al
2001. Desde aquel momento me venia rondando la cabeza este libro.
En una sucinta enumeración de los contenidos, el primer y más general capí-
rulo es el dedicado a rememorar la vieja teoría que asociaba temperamentos pre-
cisos con diferentes zonas geográficas. Vivificada durante los siglos xvm y xrx, al
riempo q ue nacía y crecía e.l museo contemporáneo, poseía una interesante faceta
religiosa que iba a marcar la personalidad de las nlievas instituciones: catolicis-
mo en el sur, protestantismo (puritanismo) en el norte. El Musée du Louvre y el
British Museum, a los que está dedicado el segundo capítulo, son las cabeceras
correspondientes a esos dos bloques y, a su vez, a dos tradiciones museológicas:
una medi terránea, de signo artístico y radicada en rrancia, y ot ra anglosajona,
de signo científico y capitalizada en Gran Bretaña. El hecho de nombrar antes al
área mediterránea y al Louvre q uizás sea un acto reflejo, fruto de una educación
basada en la historia y en la cultura clásicas, pero eso no ha de justificar que, a
la hora de historiar el museo contemporáneo, coloquemos al Louvre delante del
Brirish, como viene haciendo reiteradamente la historiografía de tradición fran-
cesa, que sigue siendo la dom inante.
los cinco capítu los siguientes están dedicados a aspect0s puntuales que evi-
dencian las divergencias enrre ambas tradiciones. Así, la distinción británica entre
muscos (de ciencias) y galerías (de bellas artes) obedece a una longeva animad-
versión hacia el arte, considerado ocioso, improductivo. Del mismo modo, que
[16] nos MllSEOLOCfl\S. L~S TRADIClONES ANGLOSAJONA y MED!TERRANEA: DIFERENCL~S y CONTACTOS
' Rcclus, l 93l: V, 262-263. Proudhon había dicho que lo< anglo<ajonei. renian carácter ¡?crmánico
{Proudhon, 19i7: 1691.
' Redus, l 932: VL l 73. Algo scrncjan1c hnhfa dicho en IV, 232. Lo hace quien, ya desde el umhral del
siglo xx, podía u firmar con 1owl conodmienw de causa que • durante el >iglo x1x se fijaron definirivamemr
los rasgo> princ1pt1lcs del planera enrre los cin:ulos polares• (íd., V, 2 10). Sobre la personalidad ciemífü:a y
libertaria de Rccl11s, véa~e Col/oque Éliséc R<'Clu$, 1986.
1 00~ HU.\IORF.~. DOS CREDOS. GEO<..RMIA l RIJ f(;IÓN [19]
'llarqucn las diferencias entre las trad ic iones museológicas anglosajona y medite-
rránea, en ta nto que dos maneras rigurosamente simétricas de concebir el musco
en ~u nacimiento y en su desarro llo. Será este último punco de vista el que desa-
rrolla remos a continuación, acudiendo, en primer lugar, a algunas de las autori-
dades de la ilustración. Vale la pena adelantar que el protestantismo anglosajón,
de ra íz calvinista, puritano, condicionó doblemente las concepciones museoló-
[201 [)()~ MUSFOLO<;IAS. lA'\ TRAUICIO~r. . ,'\l'.GlOSi\JClNA y ~1F0rrt:RRANEA· OIFERE>,CIA~ y c:mnAt.rO'>
bellas artes. Valgan dos ejemplos. Primero: " la mejor señal de que un país es di-
choso, a bundanre y rico, por hallarse bajo un gobierno prudente, viene dada por
el hecho de que las bellas artes [y las ciencias! Aorecen en su seno» (las palabras
corre corcheces fueron suprimidas por Volcaire). Segundo: «las arres más necesa-
rias para la vida son la agricultura, el comercio y las manufacrura:.; !:is ciencias
q ue honran más al espíri tu humano son: la geometría, la fi losofía, la astronomía,
la elocuencia, la poesía, lla pintura, la música, la esculnira, la arquitectura, los
grabados] y todo cuanto queda comprendido » (las palabras entre corc hetes fue-
ron añadidas por Vnltaire) (Federico H, 1995: 150-153).
La tipificación industriosa del caráner inglés fue cultivada por otros autores
~alos a lo largo del siglo XLX, introduciendo macizaciones de sumo interés para
comprender su específica concepción museológica. El amor francés del Diorama
.mglais recalcaba, e n 1823, que era la religión reformada la que prohibía rajan-
remente el ocio fu era del séptimo día de la semana, y añadía: «Si qui.eren saber
por qué hay en Lond res menos monumentos importantes que en París, es porque
los ingleses se han empeñado consranremente en buscarle a codo un extremo de
apropiación y de ur:iüdad panicu lares» (Egan, 1823: 7). La marginación compa-
rativa de lo monumc:ntaJ en beneficio de lo funcional conduce a otra afirmación
d1srinriva de mayor calado: la que asocia a Gran Bretaña con las ciencias y a
Francia con el arce. Puesto que «el dinero es el dios de Inglate rra [... J, los nír1os
mgleses m uesrran la misma aptitud para las matemáticas que los alemanes para
la música y los fra nceses para las arres del diseño» (Faucher, 1845: xxii). La
proyección museísrica de estas observaciones ya se deja intuir: la pri mera se co-
rrespondería con el funcionalismo arquirecrónico que veremos en la museografía
británica; la segunda, con la no-cuestionada hegemonía artística de Francia y con
el cono marcadamente estético de los contenedores y de la selección y presenra-
dón de los contenidos en la tradición encabezada por ese país.
El historic1 do r de l a rte alemán Gustav Waagen se percató perfectamente de
lo que ocurría en Gra n Bretar1a respecto al arte a raíz de dos visitas al país, en
1835 y en 1850. Eo la primera observó c6mo el riguroso («joyless ») espíritu de
los puritanos (específicameme), muy arraigado en Inglaterra, jugaba en comra
del coleccionismo artístico mientras que, en la segunda, advirtió «un incompa-
rablemente mayor catolicismo cncl gusto» (Waagen, 1970: 1, 15, 33); lo que me-
dia ba era el revulsivo que supuso la creación de la Nacional Callcry, como luego
veremos. La apreciación forma l se abría camino y tendía a impo nerse sobre los
escrúpulos religiosos, aunque a un briránico, paralelamente. le llamara podero-
[22J nos MUSEOLOGIA>. LA) 1RAOIC10NES ANGl.OS."JO~A y MI.JJI 1tRRA:-.1'.A: OlfERF.NC:IAS y CONTACTO>
' Gilman, 1904: 223-224. Los ejemplos de esrc a~no pueden ser muchos. y al¡nino> venmaoo o través de
los muscos do: anee andusm.i. p~o existe uno incompJra hlemenre palmario que deseo hacer consrar aquí.
l:.n 1901, la Asociación de Muoeo> britanica pb111co 13 necesacfad de crear un museo de I~ higiene rnn un
objetivo muy aplicado: evitar que ;e rcpiricra el dcs:astrc expcrimenrado du.rant<· k1 guerra de Crimea ( 1854-
1856), en cuyos hospiralcs muri..:ron el 80% de los ~old~dos ( • liygicnc... • , 1901-1902: 128).
[24l nos MUSWLOc:IAS. 1 AS TRAf>ICJON~ AN(;I OSAJONA y Ml:OITT.RRA1'FA: DlfEJ\.ENCIAS y CON IACros
historia, arqueología y arce popular» («Staruts ... », 1931: 143). En la raíz de esta
disquisición se encuentra, como tendremos ocasión de analizar, la diferente noción
de museo (y de galería) manejada por cada uno de los dos bloques.
Fue en esos años, por cierto, cuando Weber y Trocltsch analizaron las de-
rÍ\aciones sociológicas del protescamismo, que vienen a coincidir con la línea
de las ob en·aciones antecedentes. Incidiendo particularmente en el puricanismo
británico, el primero definió la metáfora mercantil de la religión, entendida como
una transacción del individuo con Dios para «Comerciarse» s u propia bienaven-
turanza; en ese planteamiento, el trabajo es el fin propio de la vida, prescrito
por Dios e irreconciliable con todo lo que, alejándose del severo utilitarismo,
ceda ante la superfluity de los «motivos puramence artísticos» (Weber, 1988 : 1,
126, 184-185). El segundo recalcó que el protestantismo es contrario a la teoría
del arte por el arte, que su culto es el de la predicación y la doctrina dirigidas a l
pensamiento, frente a la apelación católica al sentimiento, y que, en consecuen-
cia, «ha cu lrivado un espíriru de prosaica objetividad», sin leyendas ni milagros
(Troelrsch, 1967: 87-88).
La mentalidad puritana rechazaba la pintura como doble fuence de pecado:
por ser fuente de placer, estético, pero placer; y por ser vehículo para leyendas y
rrulagros como los que se podía contemplar en el M useo del Prado, por ejemplo.
La principal argumentación para salvar aquel escollo moral la construyeron los
portavoces de una corriente de pensamiento conocida como utilitarismo: john
Ruskm. William Ñ1orris y especialmente Sruart Mili. Éste insistió hasta la saciedad
en la nece idad de distinguir entre altos placeres (los del arre y las humanidades)
y bajos placeres (los derivados de las necesidades básicas), asegurando que, si la
mayoría de la gente no opraba por los elevados, era porque no los habían experi-
mencado, y eso era algo que se resolvía con la educación (Greenhalgh, ·1989: 86).
De la orra verrience «pecaminosa» de la pinrura, la que podríamos llamar icono-
gráfica, procede un segundo y más concreto condicionante impuesto por los pre-
juicios religiosos a los museos anglosajones: la huida de las semejanzas con el cul-
to católico. Las grandes iglesias anglicanas, especialmente las londinenses catedral
de San Pa blo y abadía de Wesrminster, al prohibir la entrada de pinturas, habían
favorecido la promoción de monumencos escultóricos fu nerarios y, en definiti va,
la secularización de los lugares de culto a rravés de la exaltación «de la mera gloria
humana» (Edwards, 1840: 207-208). La función catequética (demostrativa) que
la pin.tura cumpl ía en las iglesias católicas iba a ser transferida, s ignificativamente,
al m useo, hasca el punto de poder afumar que el museo es equiparable a un ser-
L 003 HUMORl:.l>, 00~ LRWO~. l.UX,l\AHA Y IUJJC.IÓN [25J
món (Hoylc, 1907- 1908: 422). Propuestas hechas paralelamente para permicir la
~nrrada de la pintura en las ig lesias convi rtiéndolas en picture galferies, apelando a
io V"alores didácticos que la pinrura ostentó siempre en las iglesias del continente,
r:o ca laron ( «Churc hes as picture galleries », 1906-1907: 288-289).
El puritanismo, por otra parte, se valía de la Biblia para construir otra de las
ü.L"'Cunstancias que más iban a influir en la génesis y el desarro llo de los museos
~glosajones: el senrido de la fami lia y, por extensión, de la comunidad. Para
"'Ondhon, era un «espíriru familiar» el que llevaba a los anglosajones a huir de
.a mezcla con orros pueblos, y lo hacía derivar de la prohibición bíblica de cual-
cru er comercio entre puros e impuros (Proudhon, 1977: 169), pero no es ésa la
l'"C..'llente que me interesa. E1 prorestamismo, en general, es de suyo enemigo de
la~ lllStiruciones. Por eso sustituye la caridad cristiana (institucionalizada) por
la ñlantropía, priva da o individual por naturaleza (Salmes, 1951: U, 151, 160).
\ por eso los conservadores norteamericanos, enemigos extremos del Estado e.le
b beneficencia, más que los británicos, escandinavos e incluso canadie nses, han
a'ltepuesto los derechos loca les al poder estatal (Lipset, 1981: 47-48). El museo
anglosajó n no habría sido e l que es sin la mediación de ese espíritu familiar, sin el
'"rSpaldo de la comunidad local correspondiente. Expresado en otros términos, la
portancia concedida al museo dentro de la comunidad fue enorme, plasmán-
.:10se en un triple nivel: la definición de un tipo específico (el museo pequeño o
, m unitario), su sentido público o democrático y el protagonismo de l individuo
en su dotación y en su gestión.
En 1927, el direccor de la Asociación Americana de Museos iniciaba su Ma-
"'Clal for Small Museums con las sig uientes palabras:
Hay un millar de museos en los Estados Unidos y nueve de cada diez. son pequeños.
De los museos pequeños, casi la mitad perrenecen a cenrros de educación superior o
universidades; los otros l ·.. ¡ se encuentran en comunidades de menos de cincucnra mil
ha bitantes (Coleman, 1927a: 3).
con orgullo y enorme voluntad, a menudo con escasez <le medios. Deja fuera los
museos universirarios porque poseen un sistema de administración propio, pero
se erara de museos aremos y abiertos a los vecinos de las localidades en las que se
hallan implantados los centros educativos, ral y como recalcó más recientemente
una comisión específica creada en Inglaterra (Standing Commission ... , 1968: 3-
4 ). Y es que, a unque los museos de las pequeñas comunidades locales se habían
convertido en un elemento característico del perfil muscológico norteamericano,
eran comunes también en Gran Bretaña. En el viejo continente, donde los textos
de Colema n eran recibidos con gran respeto y leídos con mucha atención, se re-
conocía un acusado desfase en este punto concrero: «Europa ignora todavía los
museos pequeños tal y como los conciben los americanos».5
El grado americano de devoción por los museos locales quedó adicionalmente
establecido en el revelador título (The Museum and the Community) que Paul M.
Rea publicó en 1932. Allí aparece expresada con toda claridad una de las claves,
la principa l a mi modo de ver, que explican la prefere nc ia por la escala municipal
frente a la estatal y, por extensión, a la federa l:
Por eso, el libro de Coleman concedía una gran importancia a la labor del
volunrar iado e n la gestión de esos museos locales. Eran los propios miembros de
la población los que, desinteresadamente, dedicaban su tiempo y sus recursos a
atender su museo. El museo sirve a la comunidad y la comunidad sirve al musco.
Coleman esri maba que enrre el uno y el cinco por ciento de los habitantes de cada
localidad pequeña se afiliaba al musco, generalmente de manera no solo nominal
sino también activa, bien por la vía general del «mcmbership », bien a través del
«women's auxiliary>>, un tipo de asociación independiente y con carácter asesor,
s Lamcere, 1930: 24 7. jcan l.ameere era el secretario de l'Officc Nntional des Musécs de Bélgica, y la
cita corrcspon<le a un amplio informe (72 páginas) titulado •La concepción y organiwción modernas de
los museos de anc y de hismria " y cscriro tomando como ba se la observación de los museos británicos y,
sobre codo, norteamericanos. l'uc publicado en la revista oficial de l'Of6cc Jnrernational <les Musécs, que,
aunque era el apéndice museológ1co de la Sociedad de Naciones, en la prácnca solo representaba J la Europa
contincnrnl, en especial a la francoparlaotc, a la mu~eolo¡;ía mediterránea por ramo. Ese informe aparecerá
citado rcireradamcore a lo largo de las páginas siguientes, pues lo considero un documento fundamental
para encender d proceso de •ameri,aniiación• de la muscología mediterránea.
[271
. en Europa, entusiasmo por los muscos como el que o;e ve en América, por
donde una multitud de gence se interesa por el musen de '>U cwdad o de
pu blo. lo mantienen económicamente, c;c consagran a él » (l amecrc, 1930:
•.\demás, reconocía que Gran Bretaña llevaba la delanrera europea en esas
n ncs y explicaba el fenómeno nortea mericano en clave de sensibilidad so-
a a propap;anda, asumiendo que «los pueblos individualisras, como son la
r parre de los pueblos de Europa », eran menos sensible~ a las esrraregias de
meneado del espacio católico. La iglesia protestante hacía gala ele su relativa (en
comparación con la católica) secularización. El arquitecto Owen Jones lo explicó
perfectamente: para el culto protestante, lo fundamenral era el sentido de unidad,
vale decir, de comunidad; de ahí que la t ipo logía eclesial heredada del cristianis-
mo primitivo y medieval resultara por emero inoperante (Janes, 1854: 12-13 ).
Por la misma razón, tendía naturalmente a desarrollar aquella propensión. En
1904, cuando un joven Fran.k Lloyd Wrighr proyectó el Uniry Temple para la
iglesia universalisra, en Illinois, se atuvo a la evidencia de que «la experiencia
religiosa está superando a la iglesia>>, por lo que demanda un «templo como foro ,
como luga r alegre, bello e inspirador, no como un edificio religioso enraizado en
el sentido del rima! tradicional». Por eso lo proveyó con «una zona secular en
las actividades de la iglesia uni vcrsalista: entretenimientos frecu entes, la escuela
dominical, fiestas y cosas así» (Wright, 1998: 192). Tanta razón ccnía el arqui-
tecro que, en 1970, el grado de secularización había producido casos en los que la
mcorporación de equipamienros deportivos y asociativos había transformado las
iglesias en concurr.idos centros cu lturales donde lo de menos era rezar; eso era lo
que denu nciaba desde Norteamérica el museólogo canadiense Duocan Cameron,
,,recisamente, mienrras demandaba para el museo una dinámica parangonable
Cameron, 1970: 42). Ese deseo debía de ser ya algo más que una realidad para
emonces, puesto que, justo pasada la segunda guerra mundial, habíamos podido
eer en el mismo escenario cómo «gran parte dd interés que hace una generación
estaba centrado en la casa pa rroquial ha sido transferido al museo» (Taylor,
l945: 38) .
Y en esos momentos, al filo de los cruciales años setenta, ¿qué hacía la Iglesia
..:.arólica ? Pues, exaccamenre, imprimir un giro radical para, renegando de su idio-
illlCrasia histórica, temar el mismo camino que tan eficaz se estaba revelando en el
5.eIJO de la protestante. El cambio se llamó Vaticano U. Uno de los puntos críti.cos
de' Concilio (1962 -1965) fue la reforma del culto, desglosada en la Constitución
5< bre la Sagrada Liturgia. Perseguía maximizar la communio, la participación
acava de los fieles e n la acción sagrada, su reunión «en medio de la iglesia », acon-
-.eiando la corrección o supresión de todo lo que pareciera menos conforme con
la lirurgia reformada . A partir de aquel documento, en Espaüa, por tomar una
muestrn cercana, la Juma Nacional de Asesoramiento de Arte Sacro declaró que
1a aptitud para la participación comunitaria importa más que el simbolismo del
ed!..,cio», que las iglesias góticas y sucesi vas son aptas para la celebración litúr-
oca. pero no para. la participación activa desde el cuerpo y que esto úlrimo se
(30 j ___
___::...._ 00~ M~fOl.OGIAS. L\5 rlt\DIC:ll)l'FS Al'GLOSAJO~A Y ~m>n ~RÁNEA. DIITRF.NCIAS Y CONTACTOS
• Taylor, 1945: 12-15. ~l a)·ore:. v m3~ rorundo:. deralles acerca de la cJpJ1:1dad mor:riz del presrigio
scx1.1I wbrt' el colc.:cionismo ira ha no rcnacenrma y barroco aportó O lm1, 198 ~: 11 -13 al afirmar que aun
la~ m1nom:ma~ colco.:ionc> científicas l"t an nm~1dcradas pasariem pOS ante'> que ms1rumenros de conoci-
m1cnto.
RJTI \tuSFUM , í1 MU$1ÉF OU LtJUVRt. L~ GLOIUA Ol 010~, 1 ,\ (.1O RIA DF LOS HO.MBIU'.l> [33)
>er •el nob le regalo, enviado por el rey de rrancia a sir Hans, de su colección
¡.- nruras, medallas, estatuas, palacios, etcétera, en 25 grandes volú menes»,
~ado por el comentarista en la biblioteca. Todo lo reunido por Sloane po-
un interés cien tífico; en sus faceta s natural, antropológica o histórica, re-
:ia a Dios y a su actividad creadora. La colección de piedras preciosas, por
i'lo, «agradaba a la vista y elevaba el alma para alabar al Creador de rodas
.:o as >>, y «la variedad de animales nos muestra la gran belleza de todos los
D«tos de la Creación ».'
La colección era d reflejo del espíritu a la vez religioso y científico heredado
~ J.a modalidad coleccionista que caracreri2.ó a los países <le! norre de Europa
-...rance la Edad Moderna. El legado a favor del Gobierno británico cinco años
::-ués de la visita cirnda, como la colección misma, lo realizó Sloanc en aras a
• ..:anzar nuestras ideas de poder, sabiduría, bondad, providencia y otras per-
~.::1ones de la Divinidad» y promover «la gloria de Dios y el bien del hombre»
urray, 1904: 139. Wilson, 2002: 19). Es la misma declaración de principios
,¡ ..a que había apelado, por ejemplo, Guillermo de Orangc el Silente en 1575
"undar la Universidad de Leiden, cuyo punro fuerte ha bría dt ser la filosofía
- tura!, como escenario «donde los jóvenes puedan ser educados e instruidos en
e ... Jnocimienro de Dios y en variadas, honestas y libres artes y ciencias•> (Roose-
m, 1958: 199). la expresa apelación religiosa no era protocolaria ni estaba
r-~rda -ames, al contrario, aliada- con un espíritu pragmático muy propio del
~ ..">cescanrisrno y sobre el que habremos de volver más adelante. De momento,
) hacemos también ew de las condiciones dictadas en 1682 por 1::'.lias Ashmole
para el uso y la presentación de su colección de rarities, bajo el nombre del que
cena. un año después, Ash mo lean Museurn, en la Universidad de Oxford: jusrifi-
_aba el conocimiento de la naturaleza como una necesidad para la vida humana
codo lo relacionado con la salud, las manufacturas y el comercio (Welch,
~ 3: 40-58 ). Ese coleccionista británico no aludió a consideraciones de índole
·e 1g1osa, pero las veríamos aparecer de nuevo en 1846, en el acta fundacional
An accou nt . ..• , 174·8: 301-3 02. Los difcrcnccs bloques inregrames de la colección J~ Sloanc. a n~li ·
a.in<; pormenorizatlamcnu: en M<1cgrcgor, 1994.
[341 ClOS MUSWLOGIAS. LAS TR.AlllC!ONES Al"Gl.OSAJONA Y ~ IFDITTRfl,\t-<"fA, OTFERFNCIA' Y CO:-..'TACTOS
El Muséum del Louvre fue inaugurado en agosto de 1793, tal y como quiso
David, es decir, como museo exclusivamente artístico. Al año siguiente, Iloissy
d ' Anglas proponía unas ideas a la Convención N acional para que París fuera,
además de «la capital de las artes», «la escuela del universo, la metrópoli de la
ciencia humana»: eso exigiría potenciar, aparte de aquél, «ese otro depósito espe-
cialmente consagrado a las maravillas de la .Naturaleza! ... ¡, que sea los archivos
del globo», y la biblioteca, como «el más vasto depósito que hayan tenido los
saberes humanos» (Deloche y Leniaud, 1989: 161-167). Lo que d'Anglas pro-
ponía potenciar como entidades independientes respecto del museo de arte eran,
precisamente, los dos pilares sob1·e los que reposaba la grandeza fundacional del
Briti.sh Museum. Que París se convirtiera en escuela del universo iba a depender
de diferentes depósitos. La misión del Louvre iba a ser otra de formulación simi-
lar pero de significado radicalmente opuesto: «.reunir miles de obras maestras»,
«todo el oro de Europa », y hacer de París «la capital del universo», según pal-
abras escritas por Jean-Baptiste Le Brun en enero de 1793 (Le Brun, 1992: 8).
Como prueba incidental de la perseverancia francesa en los usos tradicionales,
digamos que la discusión de fi nales del siglo xvm vino a reproducirse en 1995,
cuando el presidenre Chirac propuso ex poner en el Louvre el arte primitivo y ha-
cerlo, además, al mismo nivel que el arre occidental. «Su entonces director, Pierre
Rosenberg. se opuso rotundamente, objetando sin paliativos que el Louvre no era
un museo uni\·ersal» («was nota universal museum» ); la réplica presidencial fue
idear un M usée des Arts Premiers en el Quai Branly (Riding, 2004.09.06).
Acendiendo a la naruraleza de las respectivas colecciones, en fin, las citas his-
tóricas e historiográficas galas han sido, a menudo, displicentes para con el Bri-
tish Museum, minusvalorando su carácter científico y denunciando una pobre
dimensión artística, como si ésta fuera consustancial a la definición de museo.
A dos meses de la inauguración del Louvre, por ejemplo, un anónimo francés,
probablemente el ministro de Interior, restaba importancia al British Museum
por el hecho de que sus contenidos fueran de historia natural y curiosidades
(equivalente, según él, al jardín botánico parisino), «traídos de todos los puntos
del globo», y recalcaba la servidumbre implícita en el hecho de que, entre las
pocas pinturas que guardaba la institución londinense, se incluyeran varias de un
pintor barroco francés (Tuetey y Guiffrey, 1909: 188-189). Lo más indicativo es
una frase como «el Museo de Londres está adornado (orné) de muchos objetos
extraños a las arres y, sin embargo, llamativos {piquants)», porque demuestra
una percepción ornamental de las colecciones, cuando no meramente anecdótica,
.!I:!liH \fl'SfVM, l;'.1 MU"SÉF. OIJ 1.0\.JVRF.. l.A GLORIA DC: DIOS, LA GLOJUA Dt. LOS HOMBRES l37]
v:ino lustros su director, el Brirish Museum es, taxativamente, «el más antiguo
~el más grande entre los museos de fundación pública en todo el mundo» y, mal
.:z..1.e le pesase al I.ouvre, «no existía museo universal alguno de la envergadura
.: osó1ica del British Museum » (Wilson, 2002: 8, 57) . En aque1los momentos, en
.-speras de celebrar sus primeros 250 años de vida, el museo atravesaba una gra -
-e (:risis. La efeméride contribuyó a repensar la esencia de la institución, que fue
e">alta<la, precisamente, por lo que tenía de u11iversa1 en sus contenidos y en su
[38]
accesibi li dad (Ande rson, Caygill, MacG regor, Syson, 2003). Así advertidos, no
nos sorprenderá descubrir en Ja librería del musco secciones dedicadas a Hisroria
de la Ciencia, Inventos, Historia de la Medicina o Exploraciones, ni que puedan
coi ncidir en sus sa las t res exposiciones tempora les ded icadas a la cultu ra africa-
na, al rearro japonés y a la antigua Persia, como se pudo comprobar en 200.5.
A día de hoy, además, ese reforzado discurso universalista se está revelando
como LUl argumento de primer orden a la hora de justificar la presencia en sue-
lo británico de tesoros procedentes de otras cuJturas. I .as reivindicaciones son
antiguas, sí, pero han cobrado un impulso renovado en los últimos meses con
la entrada del Gobierno italiano en la escena demandante. Ante este nuevo pa-
norama, e l actua l director del British M uscum no se cansa de repetir q ue e l suyo
fue «e l primer museo nacional, de acceso gratuito, creado por un parlamento
para mostrar las culturas deJ mundo y permitir al visirante comprender el mundo
entero» .8
En el fondo se encuentra Lurn ci rcunstancia fundamenral: t ipológicamcnte ha-
blando, el Bricish )' el Louvre no son museos equivalentes: Los británicos han
tenido siempre muy claro que el equivalente al I.ouvre que entre ellos les corres-
ponde no es d British Museum sino, desd e que fuera creada más de medio sig lo
de pués, la . arional Gallery: «el Louvre es, como todo el mundo sabe, La Galería
~actonal de Francia» (Greenwood, 1888: 33 1). Paradójicamente, a mediados del
~1glo XIX, et Louvre había intenrndo adaprarse a la compleja realidad del mapa
mrerconrmental incluyendo una sección de ecnografía, a la manera de la existente
en el BnD h ).luseum, y orra naval: «a imitación del British Muscum, el Louvrc ha
MacGrrgor, 2005.l l.22. Siendo la citada una cm rcvi~ta conced id a 3 un medie> c~p;iñol, en ~n:í lo
gos rémunos ~e había manifc~rado justo un me> ames, en dedaracione~ al diario The í.11ardia11 Ucffries.
2005.10.22). l'reásamcnte, pnra h:iccr frenre a un cipo de dcmand;is que >e anuncrnha en aumcmo, 19
muscos de rodo el tnundo firmaron en 2002 un documento por él que declaraban ser insnrudoncs «universa
les•. A la cahcw. los conocidos como bix fivc: el Hermi ta¡;c de San Petcrsburgo, el Merropolirnn Museurn de
Nue\'3 York, los museo; 11acio1rnles de &rlín, el Britisb Museum de Londres y el ~fosé<: du l.oovre de Porís
(O'Keill, 2004: 190. Lew1s, 2004: 40). El blindaje ame pre,·1~1hles acciones legales ha justificado el hrrmano-
mirnto del Briti5h Museum con otros muscos a lo> que el :idjeovo 11nll'ersal 50(0 les ca he en una dimensión
artís1ico-arq ueolúgica (la conflictiva). El oportunismo de l.1 drcunsrnncia se hace m~s evidente si recorda-
mo• aquellas declaraciones cit;1dns hace apenas dos págin as, en las que el direcm r del Muséc du Louvrc,
para evitar IJ cmrada de.I arre nfricano, afirmJba en 1995 que el suyu no era un mLL-.c.·o universal. A decir
,·erdad, scg1ín 105 derallcs de la d~laración (<htrp://www.rhehririshmuscum.ac.uk/oewsroom/currem2003/
unívcrsa l museum~.hm11>), fueron los dem:ís mu~cos los que firmaron el documento y se lo pre>entaron ni
Uritish Muséum pura su rlibric<1 y publicación. Die7. de los dieci nueve firmanLcs Fueron norteamericanos;
>Olo uno, icaliano (el Opificio ddle Pierre Dure de Florern:ia). l ;1 nóm ina incluyó a los españoles museos del
Prado y Thysscn-Bomemisui.
D1lNl "ll ~l:l \l, C.L MU>~~ UU LUU\' KE. L~ GLORIA T>E [11(')$, 1 .\ \a i)Rlt\ DE LOS HOMBKb [39]
epción del público, como fue la voluntad de Sloane. De no haber sido así, un
a •t>r de línea tan marcadamente socialista como Thomas Greenwood no habría
·econocido, refiriéndose a l acta parlamentaria de 1753, que «lo que el Parlamen-
ruzo entonces fueron unos de los esraruros más provechosos jamcis aprobados»
rl·enwood, 1888:217).
La histor iografía norteamericana, en general, en consonancia con una larga
-.id1ción histórica q ue irá aflorando en capímlos sucesivo-;, se apresura a coronar
Louvre como primer musco público. Na rhaniel Burt, en su sugestiva historia
.... 1al del museo america no de.: arre, afirma que el Lo uvre no fue solo ·•el primer
(40] DOS MUSEOLOGÍAS. L~S TRADJC:JONf-~ ANCil.OSA IONA Y MEDITERRAKEA: DIFERENCIAS Y CONTACTOS
palacio de arte público» sino también «el gran museo original» ( «the original
great museum »), en sentido general (Burt, 1977: 23). La misma formulación,
más diáfana quizás, si cabe, ha sido la de Carol Duncan, que englobó al Louvre,
al Metropolitan Museum de Nueva York y a las National Galleries de Londres
y Washington como encarnaciones del primer tipo de museo surgido histórica-
mente: «thc public art museum» o «the universal survcy museum» (Duncan y
Wallach, 1980: 452}; la universalidad se entiende únicamente en el ámbito ar-
tístico y no tiene ninguna cabida, en consecuencia, un modelo como el British
Museurn. En la misma línea, otro de los casos más evidentes puede ser el de Cal-
vin Tomkins, historiador del Metropolitan de Nueva York, un museo modelado
a imagen y semejanza del ex palacio parisino, adecuadamente consagrado éste
como fruto de los ideales democráticos revolucionarios y decano de los museos
públicos. 9 Desde Gran Bretaña, cede ante la visión francófila el galerista anglo-
germano Karsten Schubert, al relativizar la prelación del British Museum por sus
restricciones en el acceso público y acabar reconociendo que, «probablemente,
el primer museo en el sentido moderno fue el Louvre de París» (Schubert, 2000:
18). Valga como cierre de esta enumeración el ponderado parecer del israelí Ñli-
chael Levin, formado en Norteamérica y Gran Bretaña, en un trabajo que ponía
el acenro, precisamente, en la vocación democrática del museo y que concluía
que la admisión era minoritaria en los museos de finales del siglo xvrn, incluidos
ramo el briránico como el francés (Levin, 1983: 15).
En mi opinión, la solución de la disputa en torno a la preeminencia de uno u
orro museo, si no se acepta la evidencia de las respectivas fechas fundacionales ,
pasa por reconocer que nos hallamos ante dos diferentes concepciones del museo
o, si se prefiere, dos museologías. Si tenemos en cuenta que el primer director del
British M useum, en 1756, no fue tal, sino un t>rincipal librarian formado en física
y matemáticas, asistido por tres conservadores que no eran tales sino tres under
librarían, comprenderemos por qué las restricciones de acceso establecidas por
el patronato del museo no contravenían la voluntad de Sloane, que fue poner su
colección al servicio del «desarrollo, conocimiento e información de todos» («all
people » ). 10 La importancia otorgada a los libros se a viene perfectamente con
• Texro de 1989, cicado en F.inreinhofer, ·1997, 20, quien cambién considera a l fra ncés como el primer
gran museo (Einreinhofer, 1997: 22). Cfr. Tearher, ·1984: IV, 14 y V, 26.
'º Las condiciones fundacionales del museo y los criterios de admisión, en Wilson, 2002: 26-40. Todo
el punto W de los Estatutos (aproximadamente la mitad de los capítulos totales) estaba dedicado al uso y
consulrn de libros y manuscritos (Statutes a11d Rules ... , 1759: 20-25 ).
ns llOMJlRI'\
\IU~W.\1, U M.USh l)U 1 0\IVRí.. l.tl GLORIA DE l)IOS, 1.A loWKIA l>F 1 14 1]
~~os y los terceros con objetos mareriales (Ba rher, 1901-1902: 72). Los museos
Dru\ ersitarios pasan por constituir una solución inicialmente británica, con raíces
.er e1 siglo XV1 y desarrollo en el siglo xvu, bajo el signo de las ciencias na rurales,
.amada a ser imitada en el norte de Ltalia (Padua, Ferrara, Boloma) y Alemania
Boylan, 1999: 45) . En Norteamérica, los muscos en co/leges define n una «Se-
.:unda generación», concebida co mo laboratorios de natural theology en calidad
de precu rsora de lns ciencias naturales; habían estado precedidos po r los museos
L'istió, pM lllumo, una linmación en d acct.~O .1 ése ~ .1 los demás museo• bnt.inico~. meno< d1s-
t1i>le. nt.ts corpóre:i y m:h peregrina .1 nucsrro.s OJO". que mera:e o;er recordada aqu1 ~omo 111an1festaoón
muo;eawá6ca Je los mi~mo~ prc1u1cios religiosos que condiaonaron aspectos más prorundos. museolOgicU'>-
u1tnu en parte hemos l'iSIO >"'· Se cr:uaba del cierre Jurante los domingos. Dando P<l' wpue)tO •JUC ·el
!tennnuemo reverencial csi:i mucho mas hondamente arra1¡:;ufo c11 la mcnre de lo< pueblos anglo·parlamcs
que ro cualquier u1r<1 n¡1.:11i11 en iJ faz de la Tierra •, la po)1bilidad de l:t Jperrura dommu.:al er;i 111tcrprc1¡1da
\.orno una manen1 de •connnemalización• ( •conrmc1 1 ta l 1s~ ) (Greenwood, 1888: 2001.
[42] nos MUSEOLOGIAS. LAS TRADICIONES ANGLOSAJONA y ,\,lfl.)J'l l::JUlÁNü\: l.)lfJ::ltt:l'CIAS y CONTACTOS
x15cencia de muséwn (de historia na cural) y musée (de arte e historia) (Riviere,
9: 72-73 ). Louis Réau había sido más ex plícito, a principios del mismo siglo,
al ~.:isifica r los museos d e la siguiente manera:
P.ira Alma Wirrlrn, gJ /lery ~e suele asociar ron p1nrura y escultura, • as disrinct frorn che m ixtmn com -
"' of a muscurn • , rfrmino ésre milizado desde nn 11guo, asimismo, para ind11:ar •n collecrion of mis-
i (Wiulin, 1949: 3) . .Jes1ís Pedro Lorenre, por •u parte, na reseñado cómo en Gran Brera ña y en los
~de su área de infl ucnc:in culturnl, salvo los Esrados Unidos, la gallery of art se contrapone ni lnrin ismo
_ ,11, que suele reservarse p¡1ca los museos de arqueología, c1cociJs, emologia , h1sror.ia. crcércra (Lorenre
l..ottnt~. :2002: 41). Queda d nrn, por lo demás, que no <'S mi intención analizar la galerín en ~u acepción
~-rónica (Pcvsncr, 1979: 1'l 1- 164. Pri02., 1977. Rico, 1994) sino en la conct·prunl.
Í44 j DOS MUSEOLOGiAS. LAS TRAD!C!ONF.S ANGtoSAJONA Y Mf:Dn rnRANt.:.~: OlfERENCIAS Y CONTACTOS
- - - -- -
clases bajas francesas eran más sensibles que las británicas a las obras de arre y
estaban más cualificadas para disfrutar del placer derivado de éstas (Edwards,
1840: 28 ). A la inversa, los franceses minusvaloraban los museos británicos por
sus contenidos más científicos que artísticos. Este punto de vista, que antepone el
arte a la ciencia, es muy propio del continente (diría un británico) o, más exac-
ramente, de Francia, y su peso afecta a la manera en que se ha historiado el na-
cimiento de los museos. Más aún, recalcando que las cuestiones de diseño y arte
eran asunto específicamente francés y coincidiendo con el parecer inglés citado
en primer lugar, un analista galo puntualizaba que el South Kensington Museum
había sido creado para desarrollar entre las clases trabajadoras «ese gusto que
está tan generalizado en Francia» (Triq ueti, 1861: 8). No pensemos, ni de lejos,
que eso significaba incentivar el estudio y la producción de fine art . Precisamen-
te, la creación en 1853 del Department of Practical Arr, que iba a poner en pie
el South Kensington Museum, provocó airadas protestas entre quienes ejercían
las bellas artes, que no entendían o no querían entender por qué razones se los
consideraba apóstoles de la inutilidad. Un profesor de teoría de las bellas artes
en el King's College de Londres se quejaba en estos términos: «¿hay algún arte
que no sea práctico ? ¿No son prácticas las bellas artes? Entiendo lo que significa
"ciencia práctica" lpero ... ] arte práctico me parece un auténtico sinsenrido». 13
Las razones de rales prejuicios existían y estaban poderosamente arraigadas en la
idiosincrasia insular.
La dimensión aplicada del arte era la naturalizada en Gran Bretaña, un país
acosrumbrado a definir el museo, sin miedo a la redundancia, como «una co-
lección de especímenes didácticamente alineados con una finalidad educativa »
(Platnauer, 1911-1912: 5-6) . Se trata de una definición hecha sin contar con las
obras de arte, que ni son especímenes ni son tan inmediatamente didácticas como
ellos, y cu ya laboriosa inclusión en el seno de la Asociación de Museos ( «of the
United Kingdom ») trastocaba los principios de la venerada institución, según la
misma fuente.
El etiquetado genérico de las obras de arte ha venido siendo problemático
en Gran Bretaña, incluso en términos lingüísticos. Así, para aludir al tipo de
ohjetos que, en la tradición francesa , han alimentado el coleccionismo artís-
u Dyce, 1853: 52-.51. De la musealización <le las bellas arces (prácticamente sinónimo de pi11tura) cu
Londres, <les<lc mediados del siglo xviii hasta la actu alidad, se ha ocu pado Taylor, '1 999. La musea li1.ación
del arte contemporáneo en Gran Bretaüa, dentro del marco eu ropeo de los siglos x 1x y xx, ha sido analizada
por Lorcntc Lorcme, 1998.
)[lSEO. L~ GALJ::RÍA. ANTÓNL~lOS ANGLÓfONOS [47]
o:s cuyos o bjetos son considerados simplemente como material para la contempla-
.... , estética ¡... j, sin interés por el conocimiento y la difusión del conocimiento», y
•-mseos de ciencia j ... J, cuyo objetivo es exhibir el estado del conocim iento huma-
~ · a tal fin, pueden llegar a incluir «objetos manufacturados e incluso obras de
r:e. ~i son usadas como materiales para ilustrar la arqueología o si son dispuestas
-;L-a mostrar la historia de una técnica artesanal» (Hoyle, 1906-1907: 15).
Sobre las galerías pesaba un prejuicio que les negaba todo atisbo de la misma
..:-:e'lnficidad que sí les era reconocida, en cambio, a los museos de artes industri¡i-
- · galería era si nónimo de capricho, de desorganización y de falta de sistema-
:::zación. Es muy digno de tener en cuenta el parecer del museólogo norteameri-
~no George B. Goode, muy autorizado a finales del siglo XIX para afirmar que
...: d1srinción entre un museo de arte y una galería de arte es válida. Depende
~sistema de administración y del carácter del personal que controla uno y otra
_ .. . umerosas galerías de arte son ahora llamadas museos, cuando la adopción
ce ral nombre lleva generalmente asociada la asunción de un cierto grado de
c=odología científica en su instalación [del que carecen las galerías]» (Goode,
_ 0 - : 22). N o obstante su autoridad, no estará de más precisar aq uí que el citado
a.;:wuirle unos estímulos más tangibles. Por un lado, ha de ser tenida en cuenta
;epercusión internacional, sensiblemente en Inglaterra y Prusia, del golpe de
cr~.:to que representró la política artística de Napoleón en el Louvre, cimentada
~ las colecciones de maestros antiguos (Hudson, 1987 : 6) . Por otro, en tanto
recdición de las galerías áulicas del Barroco, es lícito pensar en el ejemplo
sc:un1strado por la primera picture gallery británica creada con carácter público
•::r:que de promoción privada}: la asociada al Dulwich College desde 1811.
C.C-no es bien sabido, la Dulwich Picture Gallery es el .resulwdo de la colección
t:'t.:Dlda por Noel Desenfans y Francis Bourgeois por encargo del rey de Polonia
e: : - 90, depuesto é l y disuelto su reino antes de que los coleccionistas termina-
se! '>U gestión y, finalmente, la donaran al college inglés (Shawe-Taylor, 2000:
- EJ móvil aduci.do por el rey era incentivar el desarrollo de las bellas artes en
nia, pero el desarrollo de los acontecimientos hace pensar en una finalidad
;:::z:.:ho más tangible y aplicada: el respaldo del reino y de su débil reinado con la
aoritas del tipo de coleccionismo que había caracterizado a las sólidas cortes
seiscientos.
La creación de la National Gallery a instancias de la Corona, en cualquter
~.queda como un hito aislado en la secuencia de galerías públicas británicas.
Su propio desarrollo y el nacimiento de las otras galerías nacionales de la capita l
se produjeron a partir de donaciones privadas y, en cierto modo, como resultado
de la búsqueda de la máxima utilidad en la pintura de la propia 1 ational Gallery.
Duranre sus primeros años de vida, la cuestión del crecimiento de la colección se
planteó no como la búsqueda de las mejores obras de los mejores maestros (cri-
terio escérico), sino como la consecución de series de escuelas completas (criterio
d 1dácrico), para lo cual bastaba, como ya ocurría en las colecciones públicas ale-
manas, con que Jos «especímenes» adquiridos fueran pie;:as «genuinas» (Dyce,
1853: 13, 20). Como si el goce estético de la pintura -el disfrute del arre por el
arte- fuera pecaminoso o moralmente censurable a los ojos británicos, la elite
culrural se esforzó en definir una doble justificación uti litaria para su exposición
en galerías públicas: por un lado, el valor de los cuadros en tanto que doctUnemos
históricos, sobre codo tratándose de old masters; por otro, el recurso a las obra
de los contemporary painters, preferenremente, para encauzar el tiempo libre de
la clase trabajadora de una manera moralmente correcta. Veamos la construcción
de cada una de estas dos argumentaciones.
La apreciación documental de la pintura quedó definida, a finales del siglo
xv111. a través de un desarrollo diferencial : la serie de pinturas especialmente
encargada-; para su exposición y para la ilustración de libros de historia; eran
la~ /11storrc galleries, que podían llegar a reunir más de cien cuadros. Tal fue el
caso de la Alderman Boy<lell's Shakespeare Gallery, a partir de 1785, o la R obert
Bowyer's Historie Gallcry, desarrollada en la década de 1790, colgada en Pall
~ tall y concebida como una selección de escenas sobre la hisroria de Inglaterra
para ilustrar, una vez traducidas a estampa, el libro de David Hume sobre el
mismo tema (Bann, 1984: 63) El desa rrollo de esta línea y, en panicu lar, su foca -
fización en el género del retrato fueron hechos denunciados por los propios pin-
tores británicos, conscientes de que el sometimiento a cales dictados implicaba la
renuncia a la cualificación a rtística (estética) de la pintura (Edwards, .1840: 26).
La conceptuación del retrato como corolario documental de la pintULa alcan-
zó su culminación con la segregación de la Nacional Portrait Gallery a partir de
la National Gallery en l 8.56, a instancias de un particular, sir George Scharf; el
edificio propio se construyó en 1888-1896. Los retratos se separan de los demás
cuadros por ser los de más puro valor documenral, los más «útiles », por tanto,
r esa utilidad radica en que conforman el «diccionario gráfico de la biografía
nacional » (Cook, 1897: 135). El objetivo de la Nacional Porrrait Gallery era, de
hecho, funcionar como una «refcrcnce gallery» para los historiadores («Nacional
14>f('I. LA Gtll.ERfA. ,\ NTÓNntos ,\NGI ÓFONOS [51 ]
científica», Youtz, 1936: 8). Ese mismo esratus lo había akanzado la escultura
recorriendo un camino menos tortuoso, gracias al concurso de la arqueología.
Nadie ponía en duda que la arqueología era una «science» (Browne, 1912-1913:
198), y, de hecho, una sección de antigüedades había acompa1iado tradicional-
mente a muchas de las coleccione~ científicas, las del propio British Museurn sin
necesidad de mirar más allá. Si ésa era la garanría de la cientificidad de ta esra-
ruaria anrigua, La de la esculrura medieval, moderna y contemporánea respondía
a dos argumenros. Uno, compartido con la pinrura y la escultura antigua, cra su
carácter documental, y su máxima expresión era el rerraro funerario, que, anres
de la concepción de la Narional Portrait Gallery, ya se barajaba como materia
prima para la creación de un Panteón o Gallery of National Honour (Edwards,
1840: 211). El segundo argumenm residía en la calidad ornamental de orro ripo
de escultura, asociada o aplicada a la arquitectura o concebida como comple-
mento dccorarivo del mobiliario domésrico. Un vistazo a las salas del anriguo
South Kensington Museum basta para comprender la inclusión de la escultura
enue las works of' art, ya se trate de los vaciados en yeso <le los Architcctural
Courts o de la escultura renacentista iraliana, referencias aplicables al progreso
del diseño británico.
De'>dt. el momenro en que la galería de pinturas es pensada en rénninos cicn-
r· 11c .... m.-gando o postergando el valor arrísrico y la apreciación estética de su
conreo do. lo, cuadros (o las escu lturas) se equiparan a los especfrnenes de lo!>
museos de ciencias. Este detalle posee especial relevancia de cara al traramienro
de la!> obras, pues nos hallamos ante la justificación de las drásticas y expeditivas
limpiezas que caracterizan aún hoy a los restauradores briránicos (y americano))
y siguen enfrentando a la Nacional Gallery de Londres con el Louvre de París.
Era precisamente un francé~ quien se escandalizaba en 1847 ante las restaura-
ciones radicales llevadas a cabo en la primera pinacoteca londinense. Las obra~
habían sido «desprovistas de la armonía y de la transparencia que los maestro'>
les habían otorgado, así como de ese velo sombrío depositado por el tiempo y tan
resperado por los aficionados. Por el contrario, esas desgraciadas telas ofrecían al
ojo un efecto seco y crudo, una propiedad rigurosa y una monotonía desesperan-
ce» (Triqueci, 1861: 41 ). Como no podía ser menos, y el mic;mo observador daba
cuenra de ello, los gerentes de la institución exhibían como mériro la rapidez con
que se habían desarrollado las inrcrvenciones: eficacia ante todo.
La pintura contemporánea rambién era susceptible de actuar documenta l-
mente, en calidad de complemen to presente para la historia biográfico-pictórica
Mt:,EO. LA GAJ..llllA. A:- r<)NIMC)~ AN\.I ÓFONOS [53J
.:.: ~ad a localidad (Mi ll a r, 1909-1910: 165-"174), aunque más como instrumento
-.i·a historiar (retratos, viStas urbanas) que como objeto historiahlc. No obstan-
• .1 accesibilidad ctie este tipo <le obras , así como su claridad expos itiva, facili -
..a ...e codos los remedios[ .. .]. El obrero francés no es tan dacio como el inglés y el
.,,án a beber cerveza y aguardiente hasta quedar beodo f... 1. El francés roma
~café y quiere divertirse. Es más aficionado a l paseo, al rearro, a los bailes y a
' "romas. Sus vicios son más elegantes en general » {Leixner. 1883: 363). Según
es· .s npificación, al obrero británico le faltaba el gozo recreativo que la moral
--··nana tanto censuraba y que los franceses, en cambio, tanto celebraban . La
- .-a para una posible solución a esa disqu isición la proporcionaba e l a narquis-
Proudhon al afirmar que, si él tuviera que decorar su casa, no pondría una
·3rua, ni vistas urbanas de Ro ma, Londres o Constantinopla. «Pond ría lo q ue
;aira: montañas, viñedos, praderas, cabras, vacas, corderos, segadores, pas-
-~ llos» (Proudhon, 1980: 338-339). En su facera de crítico artísricn y abogado
~ a pintura realista, ayuda a entender el e fecto rerapéurico que las art galleries
J1an o brar sobre los trabajadores. Y quien dice pintura dirá tambié n resritu-
• ne~ museográficas de esa m.isma ruralidad perdida en clave ambiental, dentro
-:iera de los muros dd museo.
Esra otra veniente utilitaria de la pintura solfa presentarse a ligerada , envuelta
.ma argumentación filanrrópica, educariva y hedonista como la empleada por
e Nesidente de la Asociación de Muscos en 1902. El rema de su intervención
er n los beneficios que recibe una ciudad indusrrial con el esrablecinúenro de
- m 11seum y una art gallery. Sin lugar a sorpresas, las <los instiruciones eran
~~esemad as como Lnstrumenros sociales al servicio de la comunidad, que era en
...,,.. caso, dado el tipo de asentamiento urbano, eminentemente proleta ria, gente
.;e gasea ba su vida making money, es decir, «codos esos miles de personas que
[HJ
trnbajan día a día para sobrevivi r y llevan una vida de con fi nnmiento en nuestros
gr,mdcs centros industriales» (Priescley, 1902-1903: 12). FI representante insti-
tucional apela ha primerameme al beneficio educati\•o que suponía el aprendizaje
n:.u,tl del progre~<> arrístico en conracto con pinrural-t y esculturas anriguas (en
torma de reproc.lucdones si Fuera net.:csano) y moderna<;. Se trataba de un aprove-
chamiento aplicable a la toralidad de la población, en unos momentos en los que
rodada necesiwb<l autoconvencerse de la bondad del progreso. Pero eJ beneficio
del aprcndizJjc afecraba particularmente a la clase rr~ü1ajadora, necesitada de
modelos para educar el gmto y ~Manti7.ar el perfeccionamiento progresivo del
diseilo en ;;u vemenre mdusrrial. É!>tC era el fin primordial de los m11se11111s donde
!.C exhibían las !l'ork. ol art, es decir, lo~ produccos del arte aplicado a la indus-
!:=e orra cuestión sería que objetos manufocrurados o incluso obras de arte fuc-
o:-. empleados para ilustrar cuestiones h.istóricas en museos de ciencias (Hoy le,
1-. ;6-1907: 16).
En el segundo, de 1912, la línea editorial del mismo boletín oficial proporcio-
::>a cobertura nacional a un artículo publicado en Manchester por el keet1er de
\\allance Collection. El conservador se planteaba por qué limitarse a exponer
o pinturas cuando se podía combinar diferentes tipos de o bras para ilustrar la
~posición <le un salón medieval, una capilla gótica o una habitación barroca .
~ ñ.a y al cabo, «una colección que contuviera ejemplares de todos los ripos
~arre sería mucho más interesante que una colección de tínicamente pinrura»
The ideal art galler y», 1911-1912: 363-364). Este planteamiento hace rcfcren-
.:u. por supuesto, a la escenificación de la historia a través de f1eriod rooms, más
pcricas y narrativas que la esteticista presentación de la pintura aislada, -c omo
-e:n:lremos ocasión de comprobar después. Digamos, de momento, que ése es el
::o.reno efectivamente adoptado en la Wallance Collection, que combina pintu-
..-;i, cerámica y mobiliario franceses del siglo xvrn en las habitaciones de una
-;:c,idencia londinense.
fue precisamente al fllo de la primera guerra mundial cuando estalló el debate
~ ..ie a brió el proceso que podríamos considerar <le normalización a rrística en
: Reino Unido. En la conferencia anual correspondiente a 1911, celebrada en
5.-ighton, el combativo curator de la Walker Art Gal lery de Liverpool reivindicó
!. arte contemporáneo y denunció el terno despectivo con que solían tratarse las
..:..lesriones artísticas en el seno de la asociación: al hilo del coloq uio que siguió
1 u comunicación, llegó a precisar que «en Inglaterra, no entendemos que una
'11.tnicgo, 1005.0'J.01. La iórmul.1 ha de ser C\pt'cialmcnn• 1inl para organi1ílr colecc1Crm'S q ue,
s tamaño reducido. no pueden ..:or1s1ru1r un discursv dincr6nico. como suele ~er el casó de 10s mu ~co>
;o~. En unos > o rros, d resu ltado dependerá no solo de las o br.i; ~UH> tam bien Ji: los cema s ekwdos
<"le ,1rµ umenml. El Mu>~'O de lld l.1~ .-\rte> de S.mt.rnder, por "il'mrln, ha reor~J11 1L.1dn ~u rnle.:c.:1on
~eme de Jcuerdo con unos tema~ tomados de la h1~toria dd c111c ICa=reru Rcbt'ci. Poole Quutr,rna
:nll.i Arroyo, 2003 ).
[58] f)()S Ml :si:or ()(;IA5. 1..." 11\ADICIONf., A'.'<GLO >AJO:-.IA y MHll rl:.RRAt-.l:A: D fft:Jl~'ICL~>) C0:-.1 IACI o~
Cualquiera de los puntos tratados en el epígrafe anterior podría haber ido se-
guido de una alusión paralela a Francia, como aclaración, generalmenre por con-
rrasre, de lo ocurrido en Gran Bretaña. Eso es así debido a que el contenido social
del p rograma revolucionario era en buena medida convergente con el británico
en sus aspiraciones, pero estuvo condicionado en sus orígenes por el peso de los
uso::. culturales heredados y, en su desarrollo, por el temprano advenimiento dd
Imperio napoleónico. La abundanrc docLm1entación generada por la Convención
~acional a propósito de los museos (Tuetey y Guiffrey, 1909. Dcloche y Lcniaud,
l 989) demuestra, en efecto, la existencia, en el Gobierno de la primera República
francesa, de fuertes dosis de política social que se pretendía canalizar a través de
los nuevos cauces culturales. Los enunciados revolucionarios en tal sentido esta-
ban enca minados a romper con los usos del Antiguo Régimen y a implantar otros
menos elitistas que comulgaban con los planteamientos británicos. Si las medidas
arbitradas por la Convención hubieran arraigado en sucio francés, se habrían
visto reducidas considerablemente las divergencias entre las dos concepciones
muc;cológicas yue venimos analizando .
.\I mismo tiempo que Gregoire definía el Conservaroire des Arts et Métiers,
en 1-9..1, el pmror David conseguía la sustitución de la Commission du Muséum
d¡:!> .\ns Louwe) por un Conscrvatoire du Muséum des Arrs integrado exclusi-
\ amcnre por anistas (se deduce que esto no ocurría en la anterior). Se ha insistido
en la::. momaciones ed ucativas de este otro conservatorio, respaldadas por parc-
ccre::. del propio David y de señalados miembros de la Convención, críticos hacia
la muda elocuencia de los monumenros y de las obras maestras y al abandono
de la belleza al silencio de la comemplación, proponiendo adicionales «demos-
traciones activas y animadas» (Boylan, 1996: 120, 123}. No obstante, el argu-
menro yue aparece con mayor frecuencia asociado a la iniciativa de Ja creación
del Conservatoire del Louvre es la que hoy resulta más literal: la conservación de
las obras de arte, seriamente amenazada por la falta de control de una Comisión
cuya pésima gestión venía ejemplificada por interminables listas de cuadros mal
intervenidos. Ése fue, asimismo, el núcleo del primer informe redactado por el
Conservatoire, rubricado por Fragonard, su presidente, en febrero de 1794, si
bien después aludía a velar por la apertura franca y continuada y por la educa-
ción del público:
[59]
Strh1to1rc dt:hc:: en cierto modo su creacion a lo~ desascrc~ que h.1 padecido
puhh....i en c:.ra pnrtc de las riquezas nacionales expuescas n los cuidados del
... J. [I Con~crvalO i re conoce sus obligaciones y ~abrá cumplirlas. Umt de las
n.inm, r tenidas l'll cuenta es la de manrcner ab1eno d mu~co sin inct!rrup-
n .. 1un Comit~ cspc<.:ialmenre enc:irg;1do de la insrrm:<.:iún del puchln )' dt
us juicio' (Tuett'Y ~' Guiffre~. 1909: 376, 378).
~n :tción era ua objerivo más tangible que los orros <lo:.. Y era la .1de-
r·ac1on ~ rec;tauración <le los cuadros, de hecho, una Je las priorida-
•e,raJa!> por el mimstro de Interior Jos meses ames de la in<lUgurac1ón
e. pues, ~¡ Francia no acertaba a conservar esos tesoro!., sería "como
pos blemenre hasta cien veces peor» (Tuetey y Guiffrey, 1909: t 88).
nmo \' redondeando este juego de concraposiciones. com tcne señalar
la ...mica<la Commis!>ion du Muséum de!> Arrs, la acus;1da de destrozar
cuadros a rra\'és de mnlas restauraciones, la que llegó a concebir el LoU\ re
e m.,,rrurnenro a través del cual las artes influyeran ,,.,obre el perfec~10-
-~-~-ro <le las manufacturas de todo tipo y, por consiguiente, sobre el mrcré'
1 ( l uctcy y Cuiffrey, 1909: 88-89). Semejante propmk:ion, en sintonía
prat?,marismo anglosajón, justificaría su fa lta de sensibiliclac.l resr;1u radorn,
611, de hcduo, que más rarde se proyectaría sobre lrn. resrnuraclores britá-
.. '10 ya vimos. Era el objerivo que iba a motivar b creación tlcl Conserva-
e \rrs er .Vlétiers y la \U!>titución <le la Commission por el Conscrvaro1rc
..cum des Arrs. de vocación m<1s estética.
L1 -ib1guedad acerca del valor del arre, las vacilaciones entre los excrcmos
,tas heredados y funcionalistas implantados son la manifcstacion del tle-
~ Gobierno repuhlicano por romper con la paura del Anciguo Régimen. La
ocaciém rcnO\ adora era la transmitida por la forma dq~ida para refem<;c
Mu '-·um des Art!>, no musee. no galerie sino un latinismo a tono con el clima
r ,1/ romano-republicano (loremc Lorente, 1998: 50). La forma gt1ler1e
taba con un modelo romano republicano: la Galerie de Yerres. ampliamente
- raen la E11ádnpedia n partir de Cicerón (Dideror y D'Alemhert, 1762: VII,
--1 , pero no por eso era un referente válido. En primer lug;;ir, el gobernador
d1a no era preá.amcnte un espejo de virtudes: las pi.mura~ y ci.culruras
llenaba n esa ga le ría eran pa rte <le los fr uros de su corruprn reputación. En
set: ndo lugar, e l rérmino galería evocaba el lujoso modo de vida de la nobleza y
e 1 monarquín, a tra\'és de la Galerie du Luxenbourg o la Gall'rie de Versaillt:<..
(60] ºº' \111\fOl OGlA>. LA> l IUIJl(.lfl,r\ ,\NCI OSAJONA' MLOITr.RR .·\'íl' ,\ : mFtl\tNCJA> "CONTKTOS
Respecto al i\luséum des Arts, los documentos fundacionales aluden a la «galerie
du Louvrc» o a la «galerie du ~t uséum » en sentido puramenre arquitectónico,
como espacio más adecuado dentro del ex palacio re;:il para dar cobijo a la nueva
insrirución.
Lo mismo ocurre, por demás, en un contexto c ukuralmcnre intercambiable
en la práctica, como es el de la fapaña de 1796. 'Por enronceo;, el arquitecto .Juan
de Villanucva, explicando el edificio que iba a ser Gahinere de Historia Natural
y hoy es "Vluseo del Prado, escribía lo siguiente: «para cumplir la principal idea
que dio motivo a el edificio de Gavinete lsicj de Historia Narural, considerando
por mezquina y miserable la que ofrece la voz Gavi nete, propia tan solo de la
curiosidad, diversió n y estudio de un particular, me figuré q ue el Edificio debería
ser una desahogada y prolongada Galería, a la cual con propiedad pod rá adjudi-
cársele el título de Museo de todos loi. productos naturalc!»• (Villanueva, 1995:
9). Estaba claro que el gabinete era una tipología rccoleca y asociada a la!> afi-
ciones privadas que se contraponía a la galería en unos términos eminenrcmeme
espaciales. El prej uicio hedo nista no pesa sobre esca úlciina, que de lo tipológico
pasará a lo categórico y se convertirá en sinónimo de museo, indepcn<licntemenre
del conremdo.
De cualquier manera y volviendo al Muséum des Arts parisino, aunque la
tu rma nommal tuera republicana. la presentación seguía siendo absolutamente
mOil.llqmca. ~1 no en la presentación, el matiz revolucionario en relación con la!.
bras de arre musealizadas habría de manifestarse por otra vía: la de su perccp-
c1on, contraria a l viqo hedonismo y aplicada al nuevo aprovechanúcnto cientí-
fico. Ese giro en los intereses iba a e ncontrar expresión concreta no tanto en la
ampliación de los intereses museográficos como en una nueva sistematización de
las arces. La Instrucción presentada por Félix Vicq d' Azir a la Convención Nacio-
nal en 1794 no podía ser más clara al respecto. Las bellas artes o artes del agrado
habrían de dejar de ser cales y convcrtir'ic en «a rtes de la hi!.toria» :
La pintura, 111 escultura )' la arquitecrura eran llarna<la:., en los siglos del despo·
cismo, arte~ cld agrado o be lla~ arce:.. Pero la primera Je esas denominaciones solo
designa a la menor de las \'encajas que: ofrecen a la sociedad, ) la segunda es un insulco
para las artes mecánicas f... ). Des pué~ se las ha llamado arre:. <le imitación. que es rn.h
exacto; ~· últimamenre las artt>S de la hi~toria, que es lo que mi::jor muesrra su \'erdadt:ra
finalidad (Delochc: y leníaud, 1989: 228).
161 J
- - - - --
realidad, no necesitaba que nadie lo liberara de una función que no era percibida
como de su incumbencia, pero más libre iba a estar aún para regodearse a placer
en la belleza de sus colecciones, frente al resro de Europa, tras la apertura del
Musée National de Versailles en 1837. El discurso contenido en este museo era
el mismo que el trazado por Lenoir: la historia de Francia desde el siglo v hasta
la actualidad . Variaban Jos medios: en lugar de monumentos rescatados, se valía
de estatuas y retratos de reyes, guerreros, sabios y artistas franceses y, sobre todo,
cuadros de historia encargados para narrar desde el bautismo del rey Clovis hasta
las campañas de Napoleón, y la serie seguía creciendo al ritmo que marcaban los
acontecimientos históricos posteriores a la ceremonia de inauguración, asimis-
mo representada, por cierro (Une visite .. . , 1844: 7-14). Un planteamienro tan
semejante al de las historie galleries del setecientos británico había, por fuerza,
de resultar atractivo para la nación rival; de hecho, fue propuesto pronto como
modelo para la creación de un museo e.le historia británica cuando aún no había
sido concebida la National Portrait Gallery (Edwards, 1840: 115).
Finalmente, pese a los nobles propósitos enunciados por Vicq d' Azir, la discri-
minadora división de las artes bellas e industriales, lejos de abolirse, estaba lla-
mada a perpetuarse. En 1864 fue creada la Unión Centra l de Bellas Artes (Union
Cencrale des Beaux-Arts), compuesta por artistas, artesanos, indusrriales, erudi-
ros ~ aficionados, con el fin de mantener en Francia la cultura de las artes que
l'uscan la realización de la belleza en Jo útil («le beau dans l'utile» ), rebautizada
en 1882 como Unión Central de Artes Decorativas (Union Centrale des Arts Dé-
coracif:. . Por el camino, en 1877, había sido creado el Musée des Arts Décoratifs,
a remolque de las exposiciones universales; este museo, complementario respecto
del Conservatoire des Arts et Métiers, era el equivalente al South Kensingron
Museum de Londres y a los kun.st[{ewerbe museums de Berlín, Viena y Bu<lapest
(Brunhammer, 1964: 7-8).
e-rv of Arrs), sí existió: «en la industrializada América, las bellas arres han
-nareria <le csrudio, no una experiencia vivida. De ahora en adelance, no
--..,,i naremos Vl.!rbalmenre entre galerías <le arte y museos, ni entr e m useos de
.anentos científicos y los de a rtes decorativas. Todos son museos en nuestro
ma» (Ka ufman, 1949: 27) . D ada la precis ió n asertiva, sení interesante obser-
~ J.Jgunas de las c ircunstancias anterior es a que esa discriminación pudiese ser
- ugada en pretéri ro per fecto .
E.nrre fina les del siglo XIX y principios del sig uiente, menudearon las críticas
'Ta el exceso <le pragmatismo como el q ue conocemos a través de los anglo -
s,¡ n1es insulares. W. W. Srory, comisionado norteamericano para la Exposición
Par ís de 1878, residente en R oma y conocedor de orras grandes capitales como
\!unich, era así de rajante:
Somos uno de los países de l mundo más dados al lujo; uno de los más desarro lla-
dos en todo cuanro se refiere a la comod idad y a los requerimientos prácticos de la vida
diaria; uno <le los <.JUt! m<ÍS han desarrollado todo lo relativo a la~ llamadas anes úrilcs
1641
y mccáni<.:as (the so-ca/led useful a11d mecha11ical <1rts); pero en arte hemos conseguido
poco, porque hcmo~ deseado poco. El uso cuenta con sus c:dificios. sus moradas. pero
la bcllc1.a no ucne aún su rcmplo (Smilh, .1891: 19-20).
!::2 a ,,e fraguaba en la rica década de 1920. Como aperitivo, en J921 , fue deci-
.:.cz. .:i <;egregación de una National Portrait Gallery a partir de Jos rerraros con-
'%::;C"" en la que ya era Nacional Collection of Fine Arrs, caracterizando a ésta
..n criterio artí.stico y a aquélla con uno histórico (Oehser, 1970: 146-147) .
~usi ones a la homóloga de Londres fueron explícitas, aunque la forma y los
__-ienros se bastan por sí solos para evidenciar la mímesis puesta en práctica
.2 ca.nera incontesta<la. El siguiente paso, que es el más sustancial, iba a chirriar
- ::nas .
..-! re"·ista o ficial de la Asociación Americana de Museos abría su volumen
~"'.lra l. en 1924, con la pregunta «¿Por qué no un museo? » («Why don 't a
~.irn ? » , 1924: 2). La institución pretendía evitar lo que parecía un propósito
-c:nenre arraigado en los círculos gubernamentales norteamericanos: la crea-
.Je un National M uscum of Art, con sede en Washingron, cimentado en Ja
~-.1ón del filántropo Andrew W. Mdlon y protegido por la Smithsonian lns-
,_.,..-:: "'n, que se iba a llamar, no obstante, Nacional Gallery of Art. La asociació n
-egunraba por qué ha bía museos nacionales de historia, ciencia e industria y
:_... <i1a haberlos de arte, más aún cuando el término museo poseía mayor poder
.;nicarivo que galería y estaba generalizado a todos los niveles. La institución
- · ~eme inaugurada en 1941 fue la National Gallery, otra galería nacional,
~os decir, pues culminaba una secuencia de enorme peso referencial ma-
-...l....zada previamente en las galerías nacionales británica y canadiense. A buen
SC"_-.:o. el Gobierno )' Mellon (que fue qu ien impuso el arquitecto y un tipo de
-.:'"1cecrnra anacrónicamente clasicista para la sede) eran ajenos a las razones
i:s-c..:rurales por las que la de Londres era una Nat ional Gallcry, pero se les tuvo
:-e "'Jcer evidente su enorme prestigio institucional. Y gran<le era también ya la
-eola de la 1rnis cercana en el espacio Nacional Gal lery de Canadá, en Ottawa,
-= había adquirido la mayor parte de sus obras de old masters entre 1925 y
- .,;. ¡Delaney, 199·1: 359-372). La elección de la denominación de galería se
-::-x'Titó, pues, como una cuestión de auctoritas.
C.: perfil de la National Gallery se despega claramente del de los muscos en-
">pédicos de la costa este, convirtiéndose en la excepción a una regla que
c:npre ha estado bien asumida )' que un portavoz del MoMA neoyorquino se
-..:arga ba de recordarles a los británicos: «los museos americanos buscaron la
-.;Jación de los franceses» (Kaufmann, ·1 949: 29) . Para ser más exactos, en
rres grandes de la costa este no se oculta su vocación emulativa respecto del
_ .¿\"fe, pero también se hace evidente una rendencia a superar los estándares de
e peciali.t.ación de la Europa concinenra l y universali1.ar su-; conrenidos, secuela
quizás del legado británico. Ha sido el Metropolitan de Nueva York el que ha
llegado más lejos, al adoptar un método más ambicioso y culturalisra, trazando el
llamado family tree, una organización diacrónica de grandes culturas, desde Asia
y Egipro ha ta la América actual, que también incluye a las llamadas primitivas
(Coleman, 1939: 11 , 267}.
Para entonces, el trasvase de bienes culturales de Europa a América llamaba la
atención de museólogos europeos . Un suizo, a su paso por Rosron, Nueva York
y Washington, fue espetado por un lugareño en los siguientes términos: «nues-
tra civilización está orgullosa de la de ustedes y deberíamos igualmente conocer
nuesrros orígenes: eso desarrollará el entendimiento en tre el viejo mundo y el
nuevo. Después de todo, ¿no han hecho uscedes lo mismo en Londres, París, Co-
penhague, Leiden o Basilea respecco a Asia y las más tempranas civilizaciones ? ..
(Gysin, 1949: 2).
Giulio Cario Argan sostiene que In acumulación en suelo norteamericano de
tal canridad de obras de a rte que no correspondían a l pasado del país n o podía
ser justificada con un discurso hi-;córico y q ue por eso fue preciso apelar al dis-
cur o e céttco. Percibe también, como circunstancia añadida, la floración no r-
ceamencana de una corriente artística autónoma después de la segunda guerra
mundial, alimentada por la llegada de pensadores europeos perseguidos por lo-;
nazis, que <;e imp uso al mundo al igual que la función social que desempeñaba:
compensar la experiencia alienante del tra bajo indusrrial y la frustración de la
vid a en la rnegalópolis (Argan, '1984: 60) . De este mo do, la suscripción del art (or
art 's sake, del arte por e l arre, no sería nada gratuita sino hedonista solo en una
lectura superficial, revelándose muy práctica en el fondo.
A principios del siglo x:x, los norteamericanos ya presumían de contar con la
asiscencia de profesores de arte en los museos para enseñar al público ( «.\lluseum
co-operation ... » , 1908-1909: 6 7), pero no nos engañemos: no se trataba canco
de enseñar a interpretar los cuadros en calidad de documenros históricos o mo-
ra les (modo británico) como de guiar la apreciación de sus cua lidades estéticas.
Por eso, en vísperas de la segunda guerra mundia l, la Asociación Americana de
Museos asumía ya un nuevo orden de prelación en los objetivos de sus muscos: el
primer lugar lo ocupaba ya el disfrute estético, anees envuelto en un halo de mi!>-
tcrio , de cuico; al segundo lugar había pasado el objecivo científico, que roda\'Ía
en la d écada anterior, la de los años veinte, ocupaba el puesto preference y que
a la saz6n contaba con el apoyo de ectores calificados como «conservadores " ,
L.\ c;ALERJ,\. i\f'.'T(> NJMO~ i\ N(;T.OFONO~ í67l
~~evi dente en una secuencia de tres tiempos que tienen como hilo cond uc-
, ¡ ' respectivas actitudes ante los fondos ele la primera pinacoteca española,
a.:"'-...,.a al modelo francés , m editerráneo. En el primero el director de la N atio-
Gallery de Londtes se manifestaba contrario al criterio de a rtistas-est rella
__....e.ido en el Pra<lo ( «l dislike the star-systern at the Prado », Royal Commis-
- .... 1928 : BO). Alude a la ordenación de las obras a partir de las firmas , po r
a . - ·es, atendiendo a criterios exclusivamente artísticos, que clasifi.can, pero q ue
• 1.."l">t1tan nada. Desde ese punto de vista, no tendría sentido una exposición
- :>gica de, por e jemplo, Velázquez sino, con las mismas obras, una sobre la
- en la España del siglo xv11. En el segundo, aJ contrario, el director del G u-
::::-'lell11 M useum de N ueva York comparaba el placer producido por la visita
P"ado con el placer gastronómico de la mejor cocina, la francesa. Vale la pena
~ : •.11...arlo por cuanto constituye la mayo r exaltación imaginable del hedonismo
educativo briránico huía del goce esrérico para buscar el progreso del individuo
y de la industria nacional. El pragmatismo educativo norreamericano puede ser,
como indicábamos anres, una cortina alienante, pero c;erá siempre educación en
el placer csrérico. Esta misma mañana, casi como quien dice, una rese11a apareci-
da en un medio norteamericano alababa la ampliación del Davenport Museum
of An (lowa) pero recriminaba el nuevo taller didáctico incluido en el la. Lo hacía
en unos términos que no puedo por menos que entrecomillar, como broche para
cerrar este capírulo: «el plan sugiere que el arte esrá aquí para que ~ca diseccio-
nado por académ icos, sirviendo la insrirución como escenario para la educacion
moral más que para el placer estético, un legado que es característico de la cul-
tura museística americana » (Ouroussoff, 2005.08.15). A la insrrumemalización
educativa del museo habremos de llegar, pero ames hemos de pasar por otrJ
distinción lexicográfica .
4. EL MONUMENTO, LA CIUDAD
DOS FORMAS DE lN'fhRPRITAR EL MTTO
=as no >Ca casua lidad que ese rc¡)arw coincida con el mapa de !as urop1as urbana> que vieron la
--< iinak-s del siglo XIX )' principios del xx bajo la forma de colonias de arriscas. Ajustadas al modelo
d-¡a rdín, abundan las bm~ n icas y las a lemana$, sie ndo prácncameme nula;; las irances-a;, (Lorcmc
. !004: 149-1 59).
f70l nos \lll~FOl.O\. IAS. l.A~ TRADICIO'.'lf.~ ANGLO~AJONA y MHHI J::RKANEA: L>lfEREl'.ClAS y CO!<T·\CTOS
"«Serfo desea ble, por ejemplo, q ue coda la plaura baja del ed ilicio fueni limpiad;1 y ah1errn mediar·.
pórcicos. Ésms servirían para disponer las estat uas más bellas del reino, para reunir esas obras precio,_
d ispersas por unos iardinc~ por los que ya nad ie p¡1sea y donde el a ire, el ciempo y los elementos la> dañ.u:
y a rminan. En la pa rte situ;1d11 >l mediodía, se podría colocar todos los cuadros del rey que csrán aho
amomonados y confundidos en los guarda-mueble>, donde nadie los disfrurn. Si fuera posible, en el lac
none iría la ga lería de los planos. As imismo, los ¡;abinen:> de historia natural)' el ga bi nete de meda lla~ 'er
rrasladados a orrns lugares del pa lacio./ El lado de Sain1-Gcrma in I' i\uxerroi,, libre y despejado, ofrecen.!_
~-. >L!>U:.NTO. l.A CIU[)AD. [)()S f01l~1A; DE INTERP!l.ETAR !iL .Vil ro [71J
lb miradas esa columnara ran bella, obra tínica, que los ciudadanos admira rían y q ue los extranjeros
~a verJ Las diferentes academias serían asentadas aqu í, en salas más a propósito que las que ocupan
fi:¿Jnemc, serían establecidos diferentes apartamentos para alojar a los académicos y a los artistas. lic
~os. lo que sería adecuado hac~r con este vasto edificio• (Didcrot y D'Alcmben. 1765: lX. 707.
~ cr. 1984: rv. l6. Lcwis, 1990: 478).
[72l OOS Ml'~l'.OLOGIAS. w \S TI\,\ J)l(;JONlS AN GI OSA JO NA Y Ml:'lllTF. R R AN~i\, mFrn~NC..:IAS Y C ONTACTOS
ha bían ingresado los mármoles de Elgin (con una colum na jónica y una cariátide
del Erccteion} y otras colecciones de estatua ria antigua . Además, debía de escar
fresco aún el álbum lonian Antiquities que pu blicara la Sociedad de Diletantcs en
1769. Por ésos y otros indicadores, el orden jónico parecía el más fi el espejo del
helenismo, de manera análoga a como el corintio se había convertido en espejo
de la ro ma nidad.
El gótico caracteri:.caría no a las bellas a rtes (cuyos m useos segui rían ex pre-
sándose en clave clásica) sino a una cierta identidad nacional y a la condición
orgá nica de las ciencias naturales, aunque nunca iban a faltar las excepciones:
la habi mal mcnte más desprejuiciada Norteamérica acoge unas cua ntas, como el
clásico N a rural H istory Musemn de Washingron o la gótica Academ y of the Fine
Arts de Pe nnsylvania. La asimilación del lenguaje gótico con museos de hismria ,
con un componente claramente nacional isca , parece haber sido característico del
centro y ncnte de Europa, del ámbito germa no más exactamente. El neogoticis-
mo loca l del Rijksmuseum (Museo del Estado) de Ámsrerdam (P. J. H. C uijpe rs,
1877-1888) , de arre e hisroria, podría se r leído en cal sentido. No obsta nte, el
ejemplo m<ÍS cla ro)' rico se encuentra en la capital alema na: es el M a rkischcs M u-
seum 1899-1908 ), dedicado a narrar La historia de la Marca de Bra ndeburgo y
de la ciudad de Berlín (Kuhrau r Win.l<ler. 1999: 10-45 }, concebido parcialmente
como una catedral neogótica por el arqtúrecto Ludwig Hoffmann . Es este ma tiz
1denrica n o el q ue justifica la composición de la obra como un edificio religioso
ne~onco e pccíficameme de la región báltica, es decir, nueva mente local, de
ladrillo > con ciras concretas de edificios hisróricos de la región. Si el museo
nacional germá nico (Germanisches Natio nalm useum ) ha hía sido instalado en la
a ucénrica cartuja gótica de N mcmberg en 1852, el museo municipa l de la que
después había llegado a ser ca pital imperial no podía ser menos gótico.
El gótico como lenguaje de las ciencias naturales, en cam bio, fue más pro pio
de Gran Breta ña y Estados Unidos. En um1 fo r mulación más amplia mente me-
dieva l, sirvió para definir a la escisión del British Museum, el Natu ral H istory
M useum de Londres (A. Waterhouse, 1873- 1880), analizado ya enconces como
un «templo levantado a la gloria de Darwin », cuya esta tua presidía el á bside
de lo que realmente se reconocía como una basílica a l modo medieval, con
soportes y ne rvaduras góticos y de hierro (Cook, 1897: 200). La identificación
del gót ico co n la na turaleza, testimoniada en tantos museos decimonónico
de ciencias naturalc!., parece desca nsar, al menos, en el ca rácte r orgánico, en
si nton ía con la na turaleza, q ue le era atribuido a ese estilo por los teóricos de
'loo!! '>L'IF.NTO . LA C:llJDAD. DOS HlRMAS DI' INTERPRETAR EL /vlITO 1731
Eso afecta ba a todo tipo de edificios, incluidos los museos. Es muy esclarece-
Li censura que el francés Marius Vachon mereció de boca de un británico al
c:csracar en 1890 lo que para él e ra desagradable desnudez del South Kensington
~m de Londres:
(74) LlO> .\·lU!>WLOc.;iA~. LA> 1RAlllUONE> ANGLOSAJONA Y .vttlll'I ERRÁNl:.A: ü ll-1:'..tU:'.NClA> Y Cül\ t:AC.:1O>
,- El informe <ld arq uitecto de la conversión del Sourh Kensi ngton M useum en Viccoria and Alherc
Museu m, Asron Webb, mi y como apa reci ó cirado con motivo de la reinauguración en 1909, n.o reparaha en
cuestiones esrilístici1s ~i no récnicas: Ja limpieza de los murns inreriores, libres de cualquier detalle arq uirectó·
nico, y los estudios lumínicos. Este último punto era considerado de especia l rek vancia: «las ventanas b.an
sido elevadas ha>ta cer ca del techo y la superficie accisrn ladn es cqu ivn lcntc en esrc Indo a la svpcrficic mura l.
de modo que el muro o puesto queda complctamcn rc iluminado en iodos sus pu nros» (H owarrh, 1909 .-191O:
27). Sobre la arq uirccturn del Vicroria and Alberc Museum, Physick, 1982.
sñ wcoa e.s owco ts
31! 8 '
hg. 1. Modelo propuesto por the Hu.ilding Research Station fl(lra reconstruir
las galerías dafuuias por la guerra en Gmn Bretmla (1949).
hlico, y de1ar libre el perímetro !>Obre las pinturas. Y, muy imporcantc, ese panel
iría perforado de acuerdo con un parrón geométrico pa ra dejar pasar un rnínin' 1
de luz y evitar así el brusco contraste que se pro<lucirfa, d e ser opaco, con el pe·
rímerro luminoso.
El sentido monumental de la a rqmrcctur:i era secundario (pero no ajeno) par
los británicos, que anteponían la (unción a Ja forma. La arquitectura entendid
como arte, es decir, como una cuestión forma l, de composición de fachadas, no er
Ja qm.' más les inceresaba. Si había una razón que la justificase, ésa hahía de ser l
que el socialista rourier enunció en 1829, cuando soñó lo que habna de ocurr ·
con el triunfo d e sus falanges: alcanzado e l éxito, los edific ios serían reconstruido,
suntuosamente «porque se sabría por experiencia que en el Estado societario
lujo en arquitectura, como en rodo, sería simience de atracción r, por tamo, '
de cnnquecimicnto» (Fouricr, 1989: ·156). En otros contextos, tal que el francc.:
podría leerse como una forma de impresionar a l súbdito. En el britá nico, podr•
ser cuec;rión más bien de atraer al ciudadano hacia la funci<ín formariva asigna"
a los museos, facilir.111do la lecrura del conren1do a través del conrinente, y, siru. -
dos c:n el polo ffiélS inre rcsado, una forma de a traer al potencial clienre para incrc·
mentar l.1 financiación. l .a argumentación conrinuaba estando vigenre al cabo'"
un siglo. \ no solo t·!>o, puesto que entonces ya había sido capitalizada por i\ 1
reaménca. Es lo que vino a demostrar el pn:sideme de la Asociación (brirá1111...
de \ fu-;cos. en su cli~curso de apcrtma de la conferencia anua l corrcspondiemc .
1902. acerca de la conveniencia de conrar con un museo en las grandes ciudad,
comen:iales. Según su parecer, •<el edificio, en sí mismo, debería revestir tal ...
rácrer como para ser no solo un adorno de la ci udad sino tambié n un mcennv
desde el punro de vista arquitectónico, para una obra grande y hermosa» qL
agrade también a los forasteros, 1al y como se hace «en los países más modcrm'
especialmente Amérka » (Pricsrlcy, 1902-1903: 6).
Lo que estaba oc.:urriendo en Norteamérica era la superación <ld rigorisrn
británico inicial en beneficio de unas realizaciones m ác.. aparemes. Que la conce!'
ción esencial y funcional de la arquiteccura viajó a Norteamérica 1unto con orr·
compo nentes «hereditarios » de la antigua metrópoli lo testimonian documentr
como e l neta funda c ional de la Smithsonian lnstitution, d ictada en 1846 por dt
seo del aristócrata británico James Smithson: al lí se recalcaba que el edificio qt.
se hiciera como l>ede iuera «de materiales lisos y duraderos, desprm 1sto de or!'
meneos innecesarios» (Oehscr, 1970: 252). Sobre una base tan urgente, emper
no tardó t:n posarse l:i orra forma de emendn la arquitectura, la ornamenral. l _
[77)
t raria. Era el argu mento de Daniel Libeskind cuando les repetía a las autoridades
británicas que lo q ue necesitaba el vapuleado Victoria and Albert M uscum era
«algo grande y poderoso sobre la calle, para atraer a los jóvenes y decirles: "¡hey,
entrad, no soy una fortaleza! Soy un edificio abierto y sugerente"» (The Times.
2002.07.03) . Se estaba refiriendo a su controvertida Spiral, una ampliación en
forma de guggenheim (neoyorquino) neoexpresionista o de rotonda deconstruida
que esperaba desde 1996 a hacerse realidad. Las amplias dotes comerciales del
arquitecto norteamericano, sin em ba rgo, no han bastado para convencer a los
británicos, y el proyecto ha sido definitivamente desechado en 2004 (Glancey,
2004.09.18 ). El largo, intenso y público debate a que ha dado lugar a lo largo de
todos esos años de berían garantizarle, no obstante, el paso a la posteridad corno
ejemplo de a l menos dos cosas. Primera, de hasta q ué grado la idiosincrasia britá-
rtica sigue siendo refractaria a una arquitectura más grandilocuente y costosa de
lo estricta y funcionalmente necesario. Y segu nda, de cómo a lo largo del a fin de
cuentas poco tiempo en q ue se ha desenvuelto la discusión el horizonte económi-
co se ha ido deteriorando dentro y fuera de las islas, comprometiendo aún más
el futuro de un diseño como eJ seleccionado ocho años atrás. Esro último, por
cierto, adquiere especial relevancia porque es lo q ue se está revelando también
en -ortearnérica.
Efecrivameme, la recuperación por la postmodernidad de la función parlante
de la arquitectura a la antigua usanza se ha llevado hasra el extremo de la locuaci-
dad, emitiendo unas llamadas a la comercialidad que, desde el nuevo continente,
se han propagado a escala planetaria. Allí, en la cuna de la arqui tectura-espectá-
culo, va calando ahora un sentimiento de reacción, y los museos de a rte, no por
casualidad, van marcando la tendencia. Los detonantes han sido, por un lado, la
inflexión producida en la econom ía norteamericana, q ue ya no permite aquellos
fastos, y, por otro, el convencimiento de que por la línea del artificio ya no se
puede ir más allá: se considera que el man ido Bilbao effect ha marcado el techo
de la espectacularidad y, en estos momentos, los nuevos edificios que insisten en
la misma línea son los menos. Una creciente mayoría se va decantando por una
vuelta al orden de la modernidad, o sea, al racionalismo, encarnado en Renzo
Piano (con media docena de proyectos en c urso) y los modernos japoneses; ahí,
la ampliacíón del MoMA de Nueva York por Yoshio Taniguchi es solo una entre
varias e mpresas recientes o en curso (Litt, 2005) .
[8 LJ
-----
O ( 0~10 CIUDAO. E:\ rn.E ALEJANDRÍA Y ATF'\.A\
\tu,c:o, pal:ibri1 que orígin;1 Jmente ~igni.ficab¡t Utla porcÍ<Íl1 del r .1 1:H.:10 de Ale1an·
t ocu pa ha :'11 meno~ la <.:uarta pan e de esa ciudad . fat: barrio 1ut: l!.unado el
por su dcdic.::11.:iún :.1 la~ 111usas y al esrudio de las cii.:n<.:i:i ~ (/:11cydup,1edi11 Bri·
·..• 1997: ITl , 317).
~singcon
l!I" -: 1-8-1-11) IRR. lºril=ndo un mfonnl· publ1.:ado por el \ri Oep.1rrmcnr en 1883. un
d< ¡x·dJgog1J tr.ince' reco¡¡Í.l la, >iAW<:nl<'> d1c,1ocho ,,ccc1ones denuo del '>outh J...cmington
1[ffl de 'll ~Jjfi.;111 prim.:1pal cicnamt'Oll" ' C'-llltur.I en mármul. p1cJr:i. \:llCll'f,I; lllOh!KO<:
dos en marfil, huc>O. CILL"ttra; obrn< de nuder:i; ohra.s de metal; moncdJ' ' 111ed.1ll.i': armas v
"~~rfu d<: ¡il.11,1; Jo)t'ri.1 en general; eo;m.1ln:'; por,d.rn.1: vidrio: 1•1drierrt.<; .:uern repu¡ado; tl'xtl·
~ ... »: msirnmcnto~ musica[e<; v pintura deco r.mva; upare~. fowgr~fia.;, e<r.1mp.1,, Jihu¡o,, .1luardas
:ru.,on. 1888: 1980). l ..1< mismas divirnmes ::irarcc1a11 en d /1wcmtorv of rl1t' Oh¡eCI$ l·urmmg the
/ t/Je M11s1•//11' o/ Om11111e11tal Art .11 S11111h K1•11s111gtrm l Rohinscm, 181\0).
l84J DOS M\.JSEOl.CX;fA~. LA' TRADICIONES ANGl.OSAJON1\ Y MRDITf'RRÁNEk T>IFERENCIAS Y CONT.~CTO>
óe .me ·anía en vivo (Geddes, 1904: 134); iha a ser el ripo de actividades
----~..,,~ das en ciertas ciudades-musco norteamericanas (Williamsburg, H istorie
~~---- Town) e incluso, más rardc, en el Pueblo Español. 1 ~ Volveremos, no
--'_ __...,. ~obre el proyecto de Geddes en otro capírulo, para analizar su discurso
-==:'.l~..I:JCO.
u .bociacióo del museo del mundo clásico no con Aleja ndría sino con la ciu-
t \tenas puedle esrar en relación con otro significado de la palabra musée,
... .., en la linciclopedia francesa como ropóni mo de una «Colina del Ática en
~ad de Arenas» y derirndo del poeta del mismo nombre, hijo de Eumolpus
-"r Y D"Alcmbert. 1765: X, 893). Sea por esta derivación forzada o por la
natural identificación de la acrópolis ateniense con los valores culru rales
Orfice Imernntiot1:1I d('< Musées da ba cucniJ, 1•11 1912, del proyecto d~ in<1 ,1 lnción de un muscll de
~ en d l'oblt> r<panvol de Monrju1.:•. co11qru1do con motivo de b F.xpmición Uruversal d,, f\.ir.
'"" l "1:!9. Rcunm.1 .m e popular de rodas la> reg10ne~. •comenzando por Cataluña•, y crcaáa sccc10·
'ures mdustnalcc; en d.1\ de extincióu ( •lln mu~tt d'arr populairc .•. •. 1932: 1131. ~bre el modelo
~ e' de las naciones cara..:teri;ucas de las cxpos1c1oncs uruvcrsales. S:1Z.1rom1I N.uu. 2004: 65.
[86] VU~ Ml!~l:ULUGÍA~. LA~ J'R..ll.llCIONES ..\.NGLmAJONA Y M FJ)ITERR,\NFA, nJFERFNCTAS Y CONTACTl >
l<> Waer?:Old r, 1930: ·1s2 -·1s6. Raz.in, 1969: 196-198. Schubcrr, 2000: 31. Sobre la Narional-Ga leri e,
Wilhelm Bode y el Kaiser Friedrich Museum, véase rambién Sheehan, 2000: 110-113, 157-173.
1871
ew
Muaeum.
ornee.
Hall or lhe Hcroes.
11 10 9 8-7-6-6-&·S 2
Co lTR"f. CouitT.
• en •
?dedlreval and -~
e.
Renaíssance Resttlring s::
Sculptures. Entran ce. Room. ;:
!'9
Portico. • • Portlco. •
- Pl.mt.1111/ertor clt'l A/tes .\!tmmm dt• Berlín. se¡.:1111 1lm111,1s Gree11w11c1t/ ( / 8SSJ .
ich. 2002. ln6 16'.I. <..ir. Schuhert, 20011. ll+l.H. lln re,umen «n c.-1>tdla110 de l.1 evolm:1on
'O\ Í>erline>t'!., l'11 r\\ll.1, l l )IJ): r8 )!i'i,
f88j 0 0 > ML'>EOLOGÍA>. LA> rRADJCJO NtS ANGLOSAJONA Y Jl,IEDJTERRAN EA: DlfERENCL~S Y CONTACTOS
\ •ena esrre na ... •, 200·1.09.24. Ávila. 200.1: 385-387. Roodhouse r Mokre, 2004: 19.1 -207. Con
., mcensidad pero en esra misnrn línea, .'vlunich rarnbié n ha ven ido .iposrando por la agrupación <k
•tt'ndo su manifesracián más recienre h1 inauguración de la Pi11;1corec.1 Moderna al i<1do de I~ ~ dos
:.m.-; («Munich compite ... • , 2002. 09.16).
1.901 00' ~ll''tOLOC,(AS. I \'\ TR.llllC'lllNl:.S .~NC.I 0~1\)0'IA ' MIDI ltKR A'<F,\, ntHRENLIA~ )' LON1.IC Tll'
12. 149). La géncs1~ del Mali de Washingron "e remonta J la rraza <le la ciudad
por el francés Pierre Charles l'F.nfant en 1791, quien lo concibió como un amplio
eje aja rdi nado susceptible de recibir edificios oficiales en ~us flancos . No obstan-
re, su morfología actual se debe al Plan del senador J. \lc,\11llan, de 190 l, que.
alentado a su vez por la nueva ola de afranccsamienro nacida en la Columbian
Exposition de Chicago ( l873), c,e propuso la recuperación de un espacio que no
había sido desarrollado previamente (Caemmerer, 1950: 312, 3 19). A partir del
segundo plan, el \tall -.e llenó de musem, comenzando wn la construcción del
de H1sroria Nacural ( 1904-1911 ), planeado jusro enfrente de los que a la sazon
existían: la stde de la Sm ithsonian Jnsti tution ( «The Casrle», 1847- 1867) y el en
origen provisional Arrs and lndu~tries Building ( L877-188 I ).13 Se trataba de una
opción más realista que orra propuesta inmediatamente anterior animada por e
mismo espíritu postcolombino: la t:xpuesca por 1-ranklin W. Smirh en 1891. Con-
vencido <le que la Acrúpolis era e l musco de arre del pueblo aren ien-;c, proponía
construir en la capital norteamericana un museo que narrase el progreso de la
humanidad, dividido en edificios independientes asencados sobre una succ'>ÍÓn
de n~rrnas, coronado rodo por un «partcn(m nacional » consagrado a l desc:u-
brim1cnto de Amém:a ) flanqm·a<lo no ya por la estarua de Atenea sino por la de
Cnsrohal Colón 1~m1rh, 1891: 29, 100-101 ). El lenguaje arquitectónico generali-
Lado para los museo-. del Mali fue, a tono con rodas esa!> aspiraciones, el neohe-
l~mco: ac;1 había ocurrido ya con el Natura l Tíisrory Museum y así iba a ocu rrir
con la ~at1onal G.lllery of Art (john Russcll Pope, ·1936-1941 ), conscicnremenre
lernnrada de espaldas al mo,·im1enro moderno y de cara al lenguaje de los totali-
tarismos europeos, con vocaciún imperialista (Bedford, 1998).
Lo ocurrido en Washingcon era la vanguardia de un proceso que rendía a gl'
neralizarse en las i1i//es norreamcricanas a principios del siglo xx, con\'irtiéndo-.
en cités mcdianre la adopción de un p lan de haussmamsat1on. Así lo entendía e
arquitecto .Jacques Gréber en 1920, cuando él mismo era el respon-;able de un
proyecto de calibre parejo para la ciudad de Filadelfia: una avenida diagonal (Ben-
jamin Franklin Parkway) flanqueada por mmeos (Franklin lnstitute, Acadcmr o
Natural Scienccs }' Rodin Muscum) que enlaza la ciudad con el Fairmo unc Park.
en cuya cúspide se alza el Ph iladelphia Muscum of Art, a manera de acrópoli!>
(Gréber, 1920: 11, 141-145). En C!>OS momentos, se levanta ba cerca de San Fran-
ci<;co el paradigma de otro tipo de áudadec; de las artes y de las ciencias caracce
,, Oeh\cr, 1970: 1S.!- 1<l l. Schubm, 2000: 4 ~-44. Avi l,1, 200.l: 374-.377.
cn:DAO. DOS f ORM.\S m ; 1:--lliRI'l\LrAJl l:.L MI 1o [91]
O.W111w, 1991: 53-60. No incluye la~ agrupaciones q ue c;1rcccn de una adm in1scracion unifü.:a<la.
• lima Park de San Diego, q ue rt•únt· doce mm.cos, ni a l~s q ue ca recen de m useos; campo(·o incluye
~mer Design (Los Angdts, 1983 ), una sola insurución con ediliciM mdependienre' im~rrelacio-
1921
Nuestro país csrá marcado por una separación muy clara entre cultura cienófica '
munJo artístico (... J. La primera idea que deseaba <le;,arrollar el programa del con.:ur
era que podía cxisnr una nueva alianza entre esas dos esferas de ncrivi<lad boyen día scp
rad<lS que son el Mre y la cienc1n (entrevista a Franc;:ois Barré, en Orland111i, 200.3: 1S4¡.
IUDAIJ. Dü !> rüK.M.A> Llt JN Jl:KJ'K. ET.~R FI \l lTfl l95J
._;¡ a~.a..:idadp ara concebir el musco como una ciudad posee una manifes-
ena: la capacidad para percibir y convertir la ciudad en un museo,
"'.lra museali.zar la ciudad, o para no hacerlo, según el caso . .El repa.rto
acrimdes posibles, la afirmativa y la negativa, ha venido a coincidir
:::::=:::xurmre con el definido en el punto anterior, y nada mejor para comenzar
ce hecho, que retomar lo que todavía es presente del madrileño «paseo
~-
c:x., nguno de los medios nacion ales había reparado. El redactor visitante
====r!'l:r rndo lo relativo a aquel proyecto como el «compromiso para con un
:::::::== e.e primera calidad basado en la cultura y en las ciudades, un compro-
;::.. ...,..pensado esta semana con el anuncio de que España, por vez primera,
~o a Francia como destino favorito de los turistas británicos» (Nash,
...::_ . El detalle me parece altamente significativo, en términos rnuseológi·
i"'!O accidental. Nos está hablando de un viejo diálogo entre las dos tradi-
lejano respecto de las aspiraciones del momento presente, que fueron arrebata-
dos a sus lugares y funciones de origen y depositados y clasificados en un muse-
de tipo monumental. Por esta línea, los bienes inmuebles adquirían asimismo 1:.
condición de monumentos, beneficiados, en el mejor de los casos, por la ape-
lación a la noción de entorno. Aunque pudiera parecer un suministrador ae
contexto, la definición del entorno operaba en sentido contrario, teniendo pe~
objeto la creación de un vacío que subrayara la excepcionalidad del monumen·
to. La idea, q ue se remonta a la legislación griega de 1833, se comprende mCJc.r
atendiendo a s u intención originaria, que era respetar el aislamiento, apri on~
ticamente dado o deseable, de los sitios arqueológicos (Oikonomos, 1932: 94
La posterior aplicación de esa filosofía a los inmuebles urbanos medievales
modernos suponía un ejercicio más violento, pues buscaba crear ese aislamíenr
donde no existía, no solo para facili tar la contemplación estética del monumer-
to, sino para no producir una «ville-musée», una «ville marre», asumiendo que
a eso era a lo que cond ucía la conservación de los contextos originales (Horra...
1932: 99 ). La falta de interés por la relación entre el monumento y su contexr
exterior es paralela a las denuncias británicas, antes glosadas, acerca del dcs1r-
terés de los arqu itectos franceses por el interior de los edificios, más allá de l..c
fachadas .
Ejemplo excepcional de ciudad-museo y modelo para otras localidades iu-
lianas era Roma, reconocida por algunos como un gran museo en su conjum o •
finales del siglo xvm. Tal era el criterio de Quatremere de Quincy, que apelab..
a una noción amplia de patrimonio, incluyendo objetos y contextos (edificio"'"
calles, colínas, etcétera ), verdaderamente atípico en la Francia postrevolLtcionar-
(Déotre, 1995: 223); precisamente, de Q uincy condenaba la forma que había ac
quirído el que luego sería Musée du Louvre, cuyos defensores, la mayoría, coin-
cidían en mostrar como espejo y modelo para Italia. Un siglo más rarde, emper
la imagen de Roma como ciudad-museo se había afianzado considerablemente
En palabras de un reconocido museólogo norteamericano, «muchas ciudad~
como Roma, Nápoles, M ilán y Florencia, a causa de su número de edificios, re~
tos arquitectónicos, esculturas y otros objetos en calles y plazas, juntamente co-
casas históricas debidamente señalizadas mediante placas, se han convertido e::
la práct ica en grandes muscos, y todos esos objetos valiosos, en buena medida
son gestionados al modo de los museos f.. .l. Así, cada ciudad italiana constitu\.:
un museo y, en Roma, el emplazamiento del Fo.ro y de las estructuras adyacente
ha sido dejado aparte como un museo, bajo el nombre de Passeggiara Archaeo-
'-1JMF.NTO, LA CIULMJ>. llU~ fOIL\1A~ DE INTF.RPRFT/\R FI MITO [1 0'1J
::'\:J (Goode, 1895: 6-7). Es nna excepción, y eso se entiende mejor reniendo
.:Jenta que se trataba de una ciudad «muerta», en el sentido ancedicho, y que
<nuseografía urbana, cuando menos, respondía a las necesidades de los aris-
""3cas británicos y alemanes que reaüzaban el grand tour, luego también, como
")S. visitantes transatlánticos.
~s ciudades med iterrá neas, cubiertas por una piel muerta en forma de inmuc-
htStó ricos, estaban llamadas a prestar servicio, en forma de turismo cu ltural,
países anglosajones, los n1ás industria lizados. A comienzos del siglo xx, la
c1ón parecía absolutamente normal izada, y así lo percibía entonces un ar-
logo español, desde el lado receptor, por tanto:
Vuelvan los ojos hacia esas naci om:~ qut ~e toman como prototipo del estado
'~1al moderno, [nglaterra, Alemania, los Esrados Unidos de América, y verán
,.,.ie no h ay pafses que más se preocupen dt' construir grandes y ricos muscos [... ].
!!gleses y norteamericanos, cuando apetecen descansar de su vida febril, acuden a
11.1..:iones como Italia y España, donde hay ci u<la<les que son museos de arre (Agra-
r. 1911: 12).
D•gamos, incidentalmente, que por las páginas de este libro se dejarán caer
..ados ejemplos de viajeros británicos y norteamericanos con destino a la Eu-
"'3 conrinenral, incluida el área germanoparlante, con un criterio formativo .
.\efectos de estudio y administración del patrimonio histórico inmueble, los
- :ánicos iban un paso por delante de Francia desde el momento en que ellos
"'•ªº desarrollado su revolución religiosa y poürica entre los siglos XVl y XVII.
~eso, a principios del siglo >..'VlTJ ya estaban en condiciones de catalogar y es-
- ar los restos monumen tales de un pasado más o menos reciente pero a menu-
''ª traducido en términos de ruina arqueol.ógica. Las numerosas estampas
~riprivas de casti llos y monasterios medieva les reaüzadas por los hermanos
l'lluel y Nathaniel Buck en torno a 1740, con generosos pies explicativos en los
t queda fijada la mirada histórica, así lo atestiguan. Lo que pesó después so-
~ las islas, de nuevo antes que sobre Francia, fue la revolución industrial. Ésta
:xomexrualizó no ya objetos sino a la masa poblacional que tra bajó codo con
"' .•fo con las máquinas y que sufrió un drástico cambio en el modo de vida con el
r-1slado del campo a la ciudad. El punto de vista más generalmente admitido es
que dice que, «antes de ese gran cataclismo de la sociedad civilizada denomi-
·do revolución industrial, los hombres vivían en medio de las bellezas de la na-
f 1021 Dü!> Ml,SEOLOG(AS. l .AS TRA01C:10N[S A~Gl.mAlüNA Y Ml:.fllTFRRA~FA: OIFfRENC:l1\S Y CONTA<.:rüS
H Capan. 1930: 227. Cfr. Walsh, 1992: 32-37. Hallan t-fernfode7., 1997: 208-212.
11031
' de la isla, con edificio~ cuyos orígenes se remontan al siglo xv111, como
_ South Street Seaporr o la Fraunces Tavcrn, ,·inculad,1 .l la memoria de
__ \X'ashingron ) convertida huy en rl·~taur<mte-museo (Dolkarr } Postal.
'· 1 . Y, !>cgundo, el T ower Ea.st SiJc Tenement .\fuseum' ~us extensiones
,... ros. Ésrc foL· oq~<mizado enrre 1988 ~ 1994 en el rchahilitudo número
Jrchand Street, uno de los p ri meros h inques de aparrnmcnm~ de alquile r
>1/), donde se recrea el modo de v1d:i Je lo ... inmigrnmes qt1e lo ha bitaron
_ J.imente; el discur)>o se L'xtiende por orrns 111mucble~ vecinos v llega hasta
oe Ellis, puerra <l<! entrada de los nuerns pobladores (Gr,llldfiel<l y AIJa.
2-l-50 1. En éstos, como en general en todos los d1srritm ncoyorqumoc;, se
• ·1denre la vcnrn¡a que supone conrar con un parque inmobiliario co1npa-
"l1enre joven. Eso ha favorecido '>ll mamenimienro con nda, aunque, en
1d, es una circumtancia coyunrura l, ac1iv.1da gracias a una lar~a 1rad ición
1 1 circunscribe e l musco a las coleccione., conrcnidas entre b'i cuatro pa1·edes
~ monumenro.
Una dinámica semejante ha sido hís[óricameme desconocida para la tradi-
ción meditcrránen, y solo a partir de fecha s muy recienres ha com enzado a cam-
biar la menralidad r las ciudades históricas han ido saliendo de su mucismo por
algo más que una mayor o menor scñalérica. Para el caso de Francia, considero
ins[ructiva la actualización de l concepto de ecomuseo llevada a cabo entre 1979
: 198- c:n Quillebeuf (Eure}. Allí, en 1988, fue abierto al públíco un circuito
pedesrre que permite comprender el papel estratégico que desempeñó ese puerto
en e l Sena y la arquitecmra que se desarro ll ó gracias a la riqueza de la ciudad.
La intervención consistió en instalar seís pa neles expl icativos en la calle y placa~
en las fachadas más imporranrc~, en el reacondicionarnienro paisajístico de espa-
cios urbanos abandonados y en la ,·cma de guías en los comercios de: la ciudad.
Encama la tercera generación de ecomuseos, la de los años ochenta, más inte-
resados en el med io ambiente socia l que en e l nacural, m~ís urbanos que rura les
l]ourbet, 1993: 381 ).
En España, finalmeme, la., c.:osas están cambiando deprisa desde principios de
lrn. aiios noventa. Ciudades parrimonio de la humanidad, como Santiago de Com·
postcla; ciudades con un pasado rcscarado a nivel arqueológico, corno Tarragona
o :-.kri<la: ciudade., rnn una rrama urbana y monumental bien conservada, como
Barcdona o \1rona-Gasteiz; ciudades carenres del rejido urbano que urdía lo que
ho~ son h1ros monumenra les aislados, como Valladol id ... Todas ellas están desa-
rrollando esrrategias muscográficas q ue desborda n los límites físi cos del muse0
rrad1e:1onal para e~pandirse a pie de calle, con un criterio ele rentabilidad turísnc
ma:. o menoc; pronunence.l~
\ ea;.e brén~L. 21104: i--29. Góm<'l \1;1rrine1~ 200•1· +1-16. Gil de Prado. 2004: 6\l·-8. \r.imhc.- u.
2004: -9.93_ Juan 1 Trc"erra,, 2004: '15· 114. Domfo¡;u~t Ananz, '.!004: 1 H 147. Se tr;ic ,1 de lecc1or~
1111pamJ~1> en un curso mulaJo ~La ciud:1d como musco"
5. EDUCACIÓN Y ENTRETENIMIENTO
LA LECCIÓN DE LOS OBJETOS
idea estuvo más o menos implícita en las colecciones y los m useos cienríficos, tan
ca racterísticos del norte de Europa, se fue haciendo más explícita a medida que se
configuraba la revolución industrial, focalizándose en términos de competitividad
comercial en el mercado internacional de la manufacruras. En ese umbral, el con-
traste con Francia foe muy nítido. Se estableció entre una nación, la francesa, que
presumía y daba por incuestionable la supremacía de su producció n industrial por
razones de diseño, y otra nación, la brirfo ica, consciente de su siruació n, simétri-
ca, de inferioridad por fa lta ele está ndares atractivos y competitivos. Entre medias,
un tercer elemento, el alemán, se abrió cam ino. Dos citas ilustra n la situación
de ma nera muy gráfica . En la primera, de 1798, el ministro de Interior francés,
Neufchateau, exclamaba que «nuestros manufactureros son el arsenal que nos
proveerá con las armas más fatales para con el poder británico» (Allwood, 1977 :
12). En la segunda , casi un siglo después y con motivo de la inauguración del
Museo de Arte e Industria de Ber lín, en 1881, el príncipe de una Alemania impe-
rial repet ía el rirual: «vencimos a Francia en J 870 en los campos de batalla de la
guerra; queremos vencerla hoy en los campos de batalla del comercio» (Vachon.
1886: 153-154). Un observador belga ya había realizado esa misma lectura unos
años anees, a1 visitar la Exposición Universal de Viena en 1873 y sentencia r que
"el recuerdo de la exposición universal de París lla de 18671 o bsesionaba a los
alemanes; después <le haber vencido a t-=ra ncia en los campos de batalla », pre-
tendían hacer lo mismo en el de las a rtes industriales (Bu ls, 1874: 45) . Sin lugar a
dudas, la revolución indust rial había dado paso a la guerra comercial.
Unos y otros tenían al alcance de la ma no las nuevas teorías educativas, las
de la educación experimental, por contacto, la «lección de las cosas», vía Locke,
Rom;scau o Pesralozzi, pero no todos parecían ser por igual conscientes del valor
de la educación corno a rma en esa guerra . Los británicos contaban con la ventaja
que les proporcionaba su idiosincrasia pragmática, respaldada por su eompa trio-
ra .John Locke (1632-1704): «la nación inglesa, con su sentido em ine ntemente
práctico, se aplicó al desarrollo y a la a pl icación [sic] de la filosofía de Locke,
basada en la experiencia de los hechos»; fueron conscientes de que el padre del
empirismo lo era ta mbién de la pedagogía moderna, «que hasra entonces a na-
die había preocupado roda vía» .r La proyección de estos postulados al ámbito
" Leixner, !8tr3: 63. No Hinrn en consider:iciú n planteamientos seme1ances y pr:icricam~ncc coct<íncos
pero de a lcance más pu11ll111I. co mo los expuesms en Alemania por Andreas Reyher 1· publicados en 1645
por el reformador luteran o Ernsr der Fromme o Ernest le l'1cu.x, interesado en lle1·arlo; J la práctica en su
ducado d~ Sajonia-Godrn ( Bui~son, 1888: 1991).
museológico no se hizo esperar y, en 1713, el Parlamento decidió comprar la cara
Colección Hamilron de vasos etruscos «y proporcionar a los obreros ingleses,
con ella, modelos para la belleza y la variedad de las formas, lo que le ha rentado
tantos millones a Inglaterra »; H enri Gregoirc se lo hacía ver a la Convención
Nacional para respaldar así la creación del Conservaroire des Arrs et Métiers en
1793 (Dcloche y Leniaud, 1989: 89 ).
Gregoire, presidente de la Commission des Arts, logró luz verde para su pro-
yccco presentándolo ante la Convención, en el mismo documento, como una
conrramedida frente a «ese pueblo rival [quel nos ha sobrepasado en las artes
industriales y agronómicas», o sea, los ingleses. Apelaba a la necesidad de inde-
pendizarse de la industria extranjera y a los indignantes tiempos recientes en que
cualesquier objeros cotidianos obedecía n a una entonces condenable anglomanie
(Gregoire, 1794: 6). La filosofía del Conservatoire verúa a apl icar las ideas edu-
carivas leídas en el Emilio de Roussea u (1761 ), el cual, siguiendo a Locke, había
visto claramente que el aprendizaje experimental o por contacto era la cla ve para
el acceso a la indusrria. 28 El objerivo didáctico, que requeriría un edificio parcial-
mente en forma de anfiteacro, se traduciría en la enseñan1.a del funcionamiento y
fabricación de máquinas y herramientas. El carácter «demoscrativo» o práctico
de esa enseñanza (el rasgo má novedoso en el contexto francés) requeriría una
sala de exposiciones donde fueran instalados rodos los • modelos e instrumentos
de codas las arres cuyo objeto es alimentar, vestir y cobijar ». ~e concedería espe-
cial relevancia a las invenciones m ~1s recientes, mostrándolas de manera «absolu-
tamente parecida a como se hace en el Louvre con la pintura y la escu ltura »; el
Conservatoirc fecundaría el genio en la misma medida en q ue el Muséum (Lou-
vre) venía iluminando a los ciudadanos y a los artistas con sus buenos modelos
(Gregoi rc, 1794: 11-17). Sería, en definici,•a, su complemento práctico, aunque a
riesgo de perder, por inercia a ociati,·a, el espíritu instrumental y hacer de la con-
servación y presemación de los oh¡ctos un fin en sí mismo. Complementaria para
esa misma línea hubo de ser la creación, por real decreto <le 1817, de las escuelas
de arces y oficios de Chalons-sur-Marnc y Angers, destinadas especialmente «a
" • I ;1 pr:kti<.:a de las artes naturale<, p .ir.1 la> q ue puede bastar un ~ol n hombrt·. lleva a la búsqued:i
de las arre< de l.1 industria, que preci ••rn dd .:nn,ur>O de varias manos. fa por los primeros !los ob¡ct~
s.:n;iblesl por los que debemos llegar a lo> ..q:undo\ ílos objetos mtcl~'tu.tb ... 1. Que no haya más libro
en el mundo m mó< mstrucción que los hc~ho> Rou<<;eau, 1990: 220, 24 5 '· l:.n la línea de su admirado
Rou\~au > apelando a la autoridad de su p.11 -..100 P~1.1lozz1. d >WZO Bon~tenen su~nbía que • la vcrdaderJ
~ducac1ón del pueblo no es la que viene de los mae;tTOs v de los libro> smo IJ de la; co<a< misma.. Es 13
cducac1ón de las CO>as la que conduce al puchlo ~ l.a dC' Lt> 1dea'i• 1Bon>tcnen, 1R1): \IÍÍ, 169).
l. HlUC/\CIÓ N Y El<ITRETENlJ\.UEN J'ü. LA U:CCIÓN Dt LO> OBJETOS [109]
formar obreros peritos y jefes de taller capaces de dirigir los trabajos de nuestras
fábricas» (Armonville, 1835: fl, 550). Se buscaba la instrucción teórica y práctica
en las disciplinas para las que el alumno se mostrase más capacitado (ebanistería,
forja, ceramica, etcétera), pero las dos escuelas citadas eran las únicas.
La inclinación del marcador a favor de los británicos se produjo en torno a
1850. De ese añ.o dara el acta que autorizaba el establecimiento de bibliotecas y
museos públicos en cuéllquier núcleo de población, anulando el umbral de diez
mil habitantes que había establecido un acta poco anterior, «the .M useums' Act»
de 1845. Ésta fue vista en su momento como un hito en pos de la educación de
la población trabajadora. Los museos lo eran de especímenes de carácter instru-
mental al servicio de la biblioteca correspondiente, escenarios donde constatar
empírica y tridimensionalmente las nociones previamente leídas: <~ mediante la
inspección de los artículos y especímenes en el museo, los lectores de la biblio-
teca se hallan capacitados para obtener mejor y 1rnís profundo desenvolvimienro
en cualquier rama de historia, ciencia o arres susceptible de ser ilustrada con
los objetos exhibidos en el museo » (Chadwick, 1857: 17-18). La característica
asociación de museos y bibliotecas, habitual en Gran Bretaña (desde la fun-
dación del British Museurn cuando menos} y Norteamérica, encuentra aquí una
explicación temprana y muy precisa: una vez más, el museo existe en calidad
instrumental y con carácter educativo, naturalmente supeditado a su pareja.
Concluyente, el mismo testigo que acabo de citar recalcaba que el entonces re-
ciente y sistemático establecimiento de museos y bibliotecas había proporcio-
nado a la masa de población más medios para elevar su situación intelectual,
moral y social que cualquier otra medida en los últimos tiempos. La creación de
bibliotecas y museos al amparo de las citadas actas recorrió el resto de la cen-
m ria, alentada por el férreo convencimiento de que la enseñanza verbal debía
ser reemplazada pc)r la enseñanza experimental; las cosas primero se leían (en
la biblioteca) y luego se veían (en el museo), traduciéndose ese orden operativo
a términos jerárquicos.29 El desarrollo de la fórmula asociativa de bibliotecas y
museos, por cierro, seguía en Norteamérica el precedente británico, según con-
¡• • Deber ía haber llegado el momento en que la absurda enseñanza verbaJ de antaño, y quizás to·
davía de hoy. predominante ea las escuelas, fuera abandonada » (Jevons, 1883: 64 ). El ensalzamienrn de
la enseñanza a través de los objetos lo real iza ba ese autor aludirndo expresamente a la importante tarea
tundacioaal propiciada por «the Free Library a nd Museum Accs~, en curso a la sa?.ón. Confia ba en que su
.:ulm inaciún condujese a qu e las principales loca lid>1des del país llegasen a rener •SU musco público, además,
pero no en lugar de su biblioteca pública» Sobre la legislación britrinica pn ra la creación de muscos y bib!io·
tl'Cas <l parcir de 1845, Tcather, 1984: VI, 11 y ss.
[1101 DOS Mt.JSFOlOGIAS..1..AS TRADIUO~ •.\.,GLO>.~JONA Y MJ])ITERRANEA, DIFF.RF.NCIAS Y CONTACTOS
'º Un artículo de prensa pu blicado con morivo de la Gran Exposición de South Kensington de J 862,
titulado "Educational Advanrages of che Inrernarional F.xhibirion», precisaba cómo ésta mostraba, «desde
apwximadamente med iado el siglo XIX, el progreso que la civili1.ación está escenificando sobre el globo; casi
en cunlquier fose educativa en la que ese progreso a p:u:ece-religiosa, social y 111enn1I- demuest ra la dcpcndcu -
cia de las criaturas respecto del Creador» (Grecnhalgh, 1989: 76; véase en ese mismo rexro la contraposición
de las exposiciones británicas y francesas en términos de educación y enrre.tenimienro respectiva mente). Esca
lucha interna de fuerzas encontradas se aprecia muy claramenre cuando Owcn Jones ensaliaba la utilidad de
la rcinscalación del C rystal l'alace en Sydenham en 1854, porque iba a procurar educación a todas la.s clases
soó;1les, jnnt<irnente con - ai\adía casi pidiendo d&ulpas- un emrereni miemo inocente ( •innocent re.uea-
tion • , Jcl!les, 1854: 6).
S. EDIJCAOÚN Y Et-.'TRioT ENl.'vll.t:NTO. LA U:'CCIÜN DE LOS OBJITm [1111
lidad de Cole hubo de ser decisiva para desarrollar un concepto de las colecciones
de los museos como estricto complemento «utilitario» al servicio de la educación,
algo que por otra parte, como acabamos de ver, ya venía siendo considerado desde
el siglo anterior. Este sesgo cuadra perfectamente con el antológico pragmatismo
anglosajón y marca una importante distancia entre este complejo museístico y su
coetáneo alemán, la Museumsinsel, desenvuelto en el plano del más puro idealismo
estético. El príncipe Alberto, que había contraído matrimonio con la Reina Victoria
de Gran Bretaña en 1840, podía conocer los oficiales designios para los museos
berlineses, pero su proceder no tenía que ver - parece- con su patria sino con lo que
hemos percibido en Cole. Así, el regio amigo de los obreros y de los pobres, como
era retratado por sus biógrafos, explicaba cómo «la observación, la comparación y
la demostración visuales» (o sea, el contacto con los objetos) constituían una de las
cuatro vías de conocimiento que alcanzaba a disccrnir.31
Por mi parte, deseo aproximarme al experimento educativo que supuso ese
museo a través de fuentes francesas, pues desde el otro lado del Canal fue objeto
de creciente atención para numerosos observadores a lo largo del siglo XIX. 32
Estando en disputa la hegemonía industrial, la rivalidad entre las dos potencias
asoma constantemente, en un juego comparativo de miradas cruzadas. Y donde
esas miradas se detuvieron generalmente fue en la expresión última y más visible
de la producción industrial , la de la apariencia de los objetos, que fue la que se
fue decantando en el South Kensington Museum, a medida que la otra mitad, la
científica, emigraba paulatinamente al otro lado de Exhibition Road, hasta con-
vertirse en el Victoria and Albert Museum actual.
11
T.as rres vías resrnnres eran el estudio personal a t ravés de libros, la comunicación oral y el imer-
cambio de ideas por la vía de la d iscusión ( «Memora ac.lum by the J>rim:e Consort as to the Disposal of the
surplus from rhe (;rear Exhibit ion of 1851 • ,en Royal Comm ission.. ., 1928: 26). Entre los biógrafos, J>ike,
1888: 84 («el amigo de los pobres •) y 201 (•si alguien en lnglarcrra cuidó de las clases trabajadoras ése
fue el prínci pe»). A mayor abundamienro, enrre 1835 y el ;111o del real enlace había a rreciado la demand a
pública , denrro )' fuera del Parlamenro, de museos y galerías para las ciudades 111a nu focrureras (Sheflield,
Bir111ingham, Manchester) para que su población obrera conociese mejor las máquinas y los productos que
les afectaba n c.lii-ectamenre (numerosos testimonios. recogidos en Edwards, 1840: 11 -17, 110-112).
32 Entre Jos franceses, el más amplio } d~aUado análisis ha de ser el generoso volumen que compuso
J\'1arius Vacho11 en 1889, en el marco de urua m•s1ón ofu:ial de exa men de los principales centros europeos
de esrudio de ane industrial que había comenzado en 1885 )'que, ames de llevarle a Inglaterra como Ítlrin¡o
descino, le había hecho pasar por A.leID3nu. AUSI:rU. Holanda. Suiza , lralia, Rusia, D inamarca, Suecia y
Noruega (Vachon, 1890: pássim l. An= qur él Hmri ~ Tnquffi le dedicó la tercera parce de un libro que
se completaba con la dcscripc1ón dc;J Bnmh ~lu~m y dt ¡¡¡ 'auonal Ga llcry of Act (Triq ueri, 1861: 81- 109
principalrncmc). La información que recabaron comó.ie .'."t"l .a que luego ha documcnrn do Ja historiografía
moderna (cfr. Ashron, 1953: ·H-4-- . Co'C.19'"-;!-t>-> •
' lDlfC \( 1ó:-: y í'-TIU l ~NL\filNl O. LA LKC 'º' rir' •)~ ORJFI o~ [ 11 31
... ue apunten directa mente a la mejora de las bellas artes aplicadas a los objetos
· e ,. (Vachon, 1890: 121 ).
En la mente de Cole, como en la del mismo príncipe, estaba la utilización
~1 musco como cen tro docente en sí y como base para las clases de dibujo que
luhrían de ser im parlidas en las escuelas que se establecieron a l efecto en codas
(a, ciudades manufactureras insulares (unas ochenta en 1861), proporcionando
ob ecos en préstamo temporal (una parre de las colecciones tenía como fin la
nnerancia). Ese sistema de circulación de obras abarcaba todos los ca mpo~ del
(114] DOS MW;F.Ol.OGfAS. l.A$ TRADICIONFS At-IC.1.0SAJON.~ Y MWITE.RRÁNF.A, DTFERFNCTAS Y CONTACTOS
" Fund;1do en 1855 sobre la base de antiguos y sucesivos legados universir,irios de carácter cicnrífico y
<lrrístico, el Nacional Museu111 of Science and Are, en Edimhurgo, era conocido como el South Kensington
Museum de Escocia; en el acta fundacional se impuso como condición su total accesibilidad a los profesores
de la U1úversidad, con fines ed ucativos, y su primer director fue, efectivamente, el correspondiente catedrá-
tico de Tecnología (Turncr, 1901-1902: 10). El de Dublín presumía de haber perfeccionado la fórmula del
préswmo de colecciones irinerantes ( «Dublin Museum . .. • . 1905-1906: 317-319).
.;• Triqueti, 186 1: 82-84, 89-90. Vachon, 1890: 39, 47. 116. En la escuela del museo también recibían
inst rucción maest ros de escuelas prima rias y aprendices y obreros industriales; en 1888 con raba con 563
alumnos matriculados.
5. EDUCACl ()K )' E:-lTRETENIMl!F.NTO. LA J..f.CGÚN DE LOS ORJCTOS lll.SJ
-' Vachon, "1890: 122 y 15.5. Las ga lerías superiores acogieron la Narional Pomai r Gallcry desde 1.885
3
hasca que fue te rmi nado el edificio aparre que un rico anónjmo ofreció consrru1r en 1889. Cfr. Royal Com-
mission . .. , 1928: 19-20.
l1·16J nos MI ;sF.Ol.O CiAS. l .AS TR,\ DICIONF$ 1\NGI OS:\JONA y MF.OTTF.R R,\'11'.A: DIFF.RF.N(.l,\$ y CONTACTOS
préstamo a que aludían las solicitudes, más de uno creyó que se trataba de organi-
zar una Exposición Universal. Por imperativos espaciales, la colección fue instalada
«separada del South Kensington Museum», al oeste de los Horticultura! Gardens.
La educación primaria tenía su bastión más idcntificativo en el Educational Mu-
scum, cuyo origen remoto parece llegar hasta la Gran Exposición de 1851 . Aun en
fuentes francesas se puede leer cómo «es Inglaterra quien ha proporcionado, hasta
donde sabemos, el primer ejemplo de un establecimiento de ese género, al hilo de la
Exposición Universal de 185b>; «de ahí la organización del famoso South Kensing-
ton Museum, verdadero depósito de modelos para la enseñanza a nivel nacional de
las artes en sus aplicaciones a la industria », y de allí, también, el musco educativo
de Toronto, inaugurado en 1856 con los materiales que la colonia británica de
Canadá había comprado en aquel mismo evento (Le Musée Pédagogique ... 1884:
10). El origen inmediato se hallaba en la exposición organizada por la Socíety of
Arts, en 1854, sobre instrumento~ educativos (libros, muebles, modelos, diagra-
mas, etcétera). Esos materiales fueron cedidos por los expositores e integrados en
el South KensingtOn Museum para su apertura de 1857. Asociada al Educational
Museum estaba la E<lucation Library, de la que, en 1884, fueron segregados los
libros que pasaron a formar la Science Library y la Art Library, quedándose solo
con Jos libros sobre pedagogía (Catalogue of the Education Library... 1893: i-v).
La educación popular, en su semi.do lato, debía de tener su mejor reflejo en el
food Muscum, también incluido entre los inaugurales de 1857 aunque luego pasó
a Bethnal Green (asimismo considerado paradigma de Jos popular museums ). Del
«tirón » de ese museo daba cuenta el artista William Morris. Un tanto decepciona-
do, explicaba cómo el gran público paseaba indiferente entre las maravillas de arte
y cómo sus ojos «se iluminaban de súbito al llegar a una vitrina en que todos los
componentes de un filete de vaca, bien ana lizados, están primorosamente ordena-
dos y etiquetados» (Morris, 1977: 204-206). El Food Museum y otros contenidos
bajo el techo común de South Kensington respondían a los tipos propios de los
museos económicos, acaso Jos más claramente enfocados a la educación domésti-
ca popular. Para hacernos una idea más cabal de lo que i·cprcscntaba esta faceta,
sení provechoso dejar constancia de lllH.l <le los establecimientos más fa mosos del
mismo género dentro de las propias islas, el Twickenham Economic Museum,
fundado en 1860 por el filántropo inglés Thomas Twining, con objetos que había
comenzado a coleccionar en 1856, a raíz de la segunda Exposición Universal. Sus
palabras habían encontrado eco entre los filántropos reLUlidos en París en torno a
aquel acontecimiento: exhortaron a «que fuera constituido en cada país un museo
;. l:'.DUCACIÓI\ Y ENTRITF.NIMIFKTO. li\ LECCIÓN Ol:. LO> O&Jl:.10> [ 11 7]
económico perma nen te, donde fueran reumdos y clas1ñcad05 codos los a rtículos
desti nados al uso doméstico y que se distinguen por sus cualidades de utilidad.
de solidez y de bajo precio» . Twin ing, que luego pubücaria sus conferencias po-
pulares baio el título de Science Made Easy, solo pretendía «mejorar, mediante la
enseñanza práctica de las nociones elementale~ de la ciencia, la situación econó-
mica de las clases traba jadoras» (Buisson, 1888: 1981 ). El espíritu, pues, era el
materializado por el príncipe Alberto y H enry Cole en otra de las facetas del South
Kensington M useum, y no consta que t:n París fuera tenido en cuenta .
Para incrementar su eficacia, p ara atraer a ese pú bl ico cuyo criterio estético
debía ser definid o o p ulido, el m useo desplegaba. ocras estra tegias igualmente
novedosas. Por un lado, editaba guías ligeras y baratas y desarrollaba una cam-
paña publicitaria que llevaba a repart ir diariamente millares de fo lletos entre la
población obrera (Vachon, 1890: 155-156); medidas remotame nte comparables
con ésta solo las encontraremos en Estados Unidos. Las pequeñas guías, po r su
forma to y comenido, más gráfico, funcionaba n perfectamente como vehículos
divulgativos (Giraud, 1885: 98); eran semejantes a las editadas por el British
Museum, en las antípodas de los volum inosos y erud itos ca t<llogos del Lo uvre
(Greenwood, 1888: 322 ). Por otro lado, el museo también incentivaba la perma-
nencia de ese público incluyendo facilities hasta entonces insólitas, tales como un
restaura nte y unos aseos, de modo q ue «Se p uede pasar días enteros de estudio en
South Kens ington sin verse obligado, como ocurre en tocios los museos de Fran -
cia, a salir del recinto para satisfacer las exigencias imperiosas de la naturaleza»
1Vachon, 1890: 150). N o olvidemos, ade más, que este m useo fue también el
primero en int roduc ir luz artificial, a gas y con gran éxito, para pode r p rolonga r
el horario de apertura hasta las diez de la noche y hacerlo accesible a los obreros
rras s u jornada laboral (Swi nney, 1999: 118-119).
La influencia del museo victoriano fuera de las islas fue enorme, pero nin-
gún país hizo a lgo ig ualable. Los que se .fijaron en él parecieron hacerlo con los
ojos puestos exclusivamente en el horizonte de la concurrencia comercial, sin
ext rapola r convenientemente sus innovaciones a otros ámbitos, quedándose con
la idea del m useo de a rre e industria exclusivamente. No comprendieron o no
reprodu jeron el concepro de «pa ra íso educativo» en el que quedaban integrados
l 1 18] DOS MUSEOLOGl>\S. L.\S l'RADJOONES ANGLOSAJONA Y MEDJTEllR..\NJ:A: DIFERF.M:IAS Y CONTACTOS
todos los niveles de enseñanza (popular, primario, técnico, superior). Incluso los
que fueron más allá, fundando otros tipos de museos integrados en el modelo
londinense (comerciales, pedagógicos) 110 lo hicieron de modo comparativamente
articulado, no los integraron en un mismo sistema . No obstante, cabe establecer
diferencias al respecto, siendo lo dicho más evidente en Europa que en las ex
colonias británicas de Norteamérica.
Los ecos más tempranos se escucharon en la cuenca germana, circunstancia
comprensible a la luz de testimonios como el que da cuenta de cómo los alemanes
«veneraban todo lo que era inglés, en comercio e industria », ya a fina les del siglo
xvm (Leixner, 1883: 284). Nuremberg fundó su museo de arte e industria en 1852,
un año antes de que hiciera lo mismo Munich. En él se inspiró también Prusia
cuando, en 1867, compró los objetos modernos de la Exposición Universal celebra-
da en París y fundó con ellos, aquel mismo año, el Kunstgcwcrbemuseum de Berlín.
Austria, por su parte, había fundado el vienés Ósterreichisches M useum für Kunst
und Industrie en 1863.36 Los dos últimos museos sirvieron para seguir extendiendo
el modelo a otros museos provinciales en sus respecrívos países y, más importante
desde nuestro punto de vista , para extenderlo hacia el sur: en 1886, el de Berlín
había sido ya examinado en detalle por los franceses y también por los italianos;
éstos, igualmente, habían enviado misiones oficiales a Viena (Vachon, 1886: 285).
En el área germanoparlante, interesó especia lmente el organigrama descentra-
lizador del m.odelo londinense, siendo rápidamente asimilada la fórmula de las
colecciones itinerantes. El Museo de Artes Industriales de Berlín, desde al menos
su transformación en museo imperial, allá por 1881, prestaba obras a museos y
escuelas de arte de todo el Imperio, para proveer temporalmente de modelos a
las industrias locales; también proporcionaba directores y conservadores a los
J6 La serie incluye otros museos en localidades a lemanas (Dresde, Hamburgo, Srungart), así como en
Moscú (1863), Bu<lapest y Estocolmo (Buisson, 1888: 1980). El edificio vienés fue const ruido enrre 1868 y
1873 por H. hciherr von Fersrcl; el de Berlín, entre 1877 y 1881. por M . Gropius y H. Schmieden (Pe.vsner.
1979: 156). «Después del Sourh Kensingrnn Museu m, en Londres, el Kunstgewcrbe-lYluscum de Berlín es
verdaderamente el más bello enrre los museos de artes decorarivas• (Rin11chec, 1893: '.I 8·19), en pan c, es de
suponer, por los mosa icos sobre oficios artísticos que decoran sus fachadas. Un británico, incluso, qui1.<Ís cas-
tigando la heterogeneidad del de Sourh Kensington, opinaba del berlinés que • es exacta mente Lo que su nom -
bre indica, y el mejor ejemplo de su clase• , al conrener artes industriales de todo el mundo, incluidos India)'
Tíber, desde la Edad Media {Greenwood, 1888: 322-323). El de Berlín habría rcnido un anrccedcnre pr ivado,
el Deucsches Gewerbemuseum 1.u Rerl in, fu ndado por los arquirecros Reurh y Schin kel en 1827 (Uadn, 1969:
2 34). En España, el M useo Indust rial fue creado en 1871 (eo1912, el Museo Nacional de Ar~es Industriales),
pero el M inistério de Comercio, Instrucción y Obras Públicas había imenrado crear un • museo indusrrial» en
1850, al tiempo que Isabel ll firmaba una circular exhonando a los productores españoles a partici par en la
exposici ón prevista para Londres en 1.85J (Ca brera Lafucnte r Villalba Salvador, 2004: 83-85).
5. EOUCACIÓN y WJ'Rt l l::NL~·ILrnTo. LA U:CCJ()N DE LOS OS[ETQS [119J
J • En Dres<le, Munich, Viena, Budapesr y en todas las grandes ciudades alemanas, se encuentra de·
partamentos cum:cra<lus con ¡;ale.rías de arre y muse.os o con insriruciones récnicas, rearados casi como si
fueran departamentos de investigación • (Priesde.y, 1902-1903: 9). En el mismo número del mismo bolecín
aparecieron varias contribuciones que denunciaban la pérdida briránica de comperirividad (Maclauchlan,
1902-1903: 163-174. l'> oyd·L><iwkins, ·1 902-1903: 288-294).
(12 ()) DOS MUSEOLOC.l\~. Lió rR..\OIUO:-JE.\ AKGl.QSAJON.~ Y MCT>lTF.RRÁNEk Dlfl::!Uo:-JCIAS Y CONTACTOS
·" Coleman , ·19.39: l. 9 4. El plan dc.l musco bávaro babia Stdo definido en 1903 por Oskar von Mi ller,
habiendo quedado muy 11n presionado, a su vez. por la!> nsu:as que realizo en 1879 al Conscr varoire <le París
l' al Sourh Kensi ngron Museum (Ale>rnnder, 1996: 6- l.
S. BDl!C ACIÓN Y í:NTRETFNlMIF.NTO . l.A l.ECCIÓX DE 1 m l'B!Il'O'! [12'1 J
fueron comprados los materiales que sirvieron para fundarlo oficialmente un año
después, en 1879. El ministro del ramo lo había presentado como un instrumento
de reforma de la enseñanza primaria análogo al que representaba el Conservatoire
para la enseñanza técnica y, como otros muchos museos análogos creados después
de 1851, estaba compuesto por una biblioteca sobre temas de educación y por una
colección <le material educativo y de mobiliario escolar.39
Lo que Francia no había alcanzado a desarrollar era un dispositivo educativo
de nivel superior aplicado al diseño industrial, a la manera del implantado por
Gran Bretaña y otras potencias internacionales, aunque también parecía tratarse
de una asignatura que se sabía pendiente desde hacía mucho tiempo. Llama la
atención que quienes reclamaban el cumplimiento de ese capítulo lo hicieran sin
ponerlo en relación con los anteriores. A lo sumo, 1\tlarius Vachon apelare) a la
reforma de la enseiianza del dibujo consolidada en los niveles primario y secun-
dario durante las décadas de 1860 y 1870, por la que esa materia adquiría rango
obligatorio, pero ni todo lo necesario para igualar a las potencias industriales
residía en el dibujo ni todo el dibujo era conveniente para la industria. Y llama
asimismo la atención, cómo no ! la demora en la creación de un museo de artes
decorativas.
F.n principio, las reacciones francesas ante un entramado museográfico
como el de South Kensington fueron ambiguas, admirativas en general pero
ponderadas con la apelación enfática a la asumida superioridad de su propia
nación. Henri de Triqueti, entre los más tempranos, consideraba la fórmula
global como extremadamente juiciosa y sabia ( «extrememcnt judicieuse y de
une haute sagesse» ), a la par que necesaria, dada la «inferioridad de la indus-
tria inglesa en .materia de gusto». Era consciente de que lo que los ingleses
pretendían no era formar artistas sino diseñadores aplicados a la industria.
39 «Un museo de ta les ca racterísricas serfo a nuesrrn insrrucción primaria lo q ue el Conserva toire des
Ans et Métiers es a la educación técnica» (Buisson, 1888: 1983). •Esra Ofici l\a [la de. Educación de Was-
hington] proporciona la mayoría de los servicios a la visra de los cu;1les hnn sido iundados los m useos
pedagógicos europeos. No conricnc colección de mobiliario escola r ni de inst rumental edncarivo, pero una
co lección de esa nanm1leza ha sido reu1tida en filadelfia al hilo de la Exposición de ·1876, y h¡¡ sido ii1sta-
lada, con el nombre de Educacio nal Museum, en una de l.is alas de un edificio recientemente consr.ruido en
terrenos propios de la Smithsonian Insrimrion • !Íd., 1989). F.n general, dcrallcs sobre los museos pedagógi-
cos, incluido el M useo de Instrucción Primaria creado en Yladnd en 1882. en Buisson, 1888: 1982-1989.
Sobre In misión de Ruisson en Norrcamérica y sobre el funaonamienro de los museos pcd<tgógicos de aquel
país, Le M usée Pédagogique ... 188"4: 9-·1 1. A la Centcruúal Exlubirion de Filadelfia, en 1876, también acu-
dió oficia lmente .John E;1con, el miembro del Rure.¡iu oí Educ..uon de \X'ashin¡;con al que hemos leído, en l<t
misma íecha, asumir la t radición británica de bihl1orec.ts' mu'>COS.
5. EOUCACJ( ll" Y F.NTRF.Tf.N11"1TENTO. LA UCCIÓN DE LO~ OBJETl>) [ 123 j
~~~~~~~~~~~~~'-
A esa conclusión llegaba, en parte, a t ravés del informe ela borado por Ralph
Nicholson Wornum en 1853, después de haber visitado oficialmente los esta-
blecimie ntos franceses donde se exporúan obras de arte o se ofrecía educación
artística, pues, matizaba, ya existían unas pocas escuelas de dibujo en varias
villas manufactureras de Francia. Wornum había llegado a la conclusión de que
no existía en Francia un museo ni una escuela de ornamentación como los que
se pretendía crear en Gran Bretaña, pues en Francia se daba mucha importancia
a l estudio de la figura humana, más que al ornaro, que era lo que les inte resa-
ba a los insulares. Demostrando no ser consciente del verdadero calado de tal
discriminaci ón, Triqueti replicaba que Fra ncia no necesitaba ese ripo de educa-
ción, que allí, desde la época de Francisco 1, los más bellos modelos estaban a
la vista del público y de los artistas y que el gusto artístico era tan natural entre
todas las clases soci ales francesas que, ames bien, lo que convendría sería poner
limites a la vulga rización del arte (Triqueti, 1861: 81-82, 88). Lo que no decía
Triqueti, en cambio, era q ue hasta el presidente de la República, Luis .Napoleón
Bonapartc, había llegado una petición en 1852 para crear un museo de bellas
a rtes aplicadas a la industria explícitamente inspirado en el modelo victoriano,
un museo «cuyas característ icas principales iban referidas al nuevo Museo de
Arte Decorativo inaugurado solemnemente en Londres por Su M aiestad la Rei-
na Victoria » (Giraud, 1885: ·19). Lo que había sido inaugura do en 1852 era el
M useum of Manufactu res en Marlborough H ouse, es decir, el núcleo del Sourh
Kensingron .Nluseum antes de ser trasladado a su emplazamiento de.finitjvo (Va-
chon, 1890: 119); para cuando escribía Gi raud, ya debía de ser conocido como
M useum of Ornamental Art.
Las primeras misiones de Marius Vachon, dirigidas a partir de 1885 a Italia,
Austria y, sobre todo, a Alemania, le habían servido para justifica r y elevar el
volumen de la alarma hasta el punto de llevarle a publicar, al año siguiente, un es-
tudio sobre la crisis industrial y artística en r rancia y en Europa. A falta todavía
de visitar Londres, en aquellos momentos le pareció que Alemania había adqui-
rido una ventaja considerable con respecto a los demás países europeos, justo lo
contrario que francia, principal perjudicada por la nueva coyu ntura. El adelanto
germano lo cifraba en la existencia de m useos comerciales en las principales ciu-
dades (habiendo sido .comenzadas en 1853 las gestio nes para crea r uno de rango
imperial en Berlín} y, sobre todo, en el sistema de educación artística aplicada a
la industria y conectada con museos dispuestos a l efecto. Un país que en apenas
dos décadas (tras la guerra franco-prusiana de 1870 fundamentalmente) había
f124l 00~ \fL'SEOlOCJ.~ 1.A• TI! \0Jf10"í' \ '>:GJ 0 5:\JONA ) MJ:Dfl t.IUlAN~.k DIITREKClAS Y CO:-. IA<. 1O~
'"El origen del Musée des Arrs Décorarifs de Lyon en 18.56. en Bazin, 19&9: 134. Por ,;u pa rre, Va·
-.hon, 1886: 52, prcása que e.n fran~ia ~olo existían dos museo> comeraale~ •.-n Lyun r Amiem,), dando
ror suputsto que correspondían a una tipología diferente y menos importame 4ue la Lk lo, mw.eus de arre
• mdustria. l$ui;~on, 1888: lY8 l, lo eorrubora a l repetir que no e.xisre en Fran.:1a nin!'un mmt•o de arre e
indusrria.
los que iban por delante sería producto, en buena medida, de puerras abiertas por
su patria en sucesivas exposiciones universales celebradas a orillas del Sena prin-
cipa lmenre, de ideas francesas finalmenre aprovechadas por otros, empezando
por Gran Bretaña. Sin lugar para el desperdicio verba l, exclama:
Todas las grandes ideas que han ifüpirado las hermosas insrirnciones que he anali-
zado, no dudo en decirlo bien airo, sin chauvi1úsmo y por respcro a la verdad, han sido
ideas francesas 1.. •J. El Sourh Kensington fue creado después de la Exposición de 1855;
el Must:o Nacional Bávaro de Munich, el Museo de Ausrria para el Ar re y la lndusrria ,
de Vit:na, el M L1seo de Artes Industriales de Berlín, rodns han nacido de la Expos ición
e.le 1867; el de Pest h procede de la Exposición de Viena, t:n la que Francia, a pesar d e
sus desastres, hrilló con ramo fulgor (Vachon, 1890: 248).
Al orro lado del Canal, el paisaje era muy distinto. C.l informe elaborado por
el secretario de l'Office Narional des Musées de Belgique, avalado por la Sociedad
de Naciones y tanras veces citado en estas páginas, explícitamente desestimaba
los children 's museums americanos. Los consideraba demasiado infantiles, te-
niendo en cuenta que, por lo general, «los niños inreligenres prefieren los museos
de adu lros la mayor parte del tiempo, al igual que prefieren los libros de adultos»
(Lameere, 1930: 294). Significativamente, ese informe estuvo precedido de una
reunión de expertos en la que museólogos norteamericanos explicaron a los eu-
ropeos continentales sus desarrollos pedagógicos y, en nombre de la Asociación
Americana de Muscos, señalaron como ejemplo europeo exactamente ajustado a
sus mismas pautas el británico Educacional Museum de Haslemere («Un musée
éducatif... » , 1929: 32).
La ceguera manifestada desde la vertiente francófona hacia la educación in-
fantil en un comexco lúdico o, lo que es lo mismo, la separación drástica entre
educación y entretenimiento aflora igualmente en una cuestión de mayor reco-
rrido: la museografía interpretativa asociada a Los museos de sirio, a los museos
al aire libre y, finalmente, a los parques temáticos. Así comprobamos cómo las
recreaciones de un poblado primitivo bajo la apariencia de open-air museum
vistas en exposiciones universales como la de París de 1878 y en la Pan-American
Exhibition de 13uffalo, de 1901, habían inspirado a los franceses un centro de
ocio construido en las afueras de París, que, bajo el nombre de Ro binson, recrea-
ba el mundo salvaje dd náufrago escocés que inspiró la novela de Daniel Dafoe.
Se trataba de un luga r de recreo, sin conciencia educativa. Pero los antecedentes
citados, incluido el propio parque de atracciones francés, habían desperrado inte-
reses muy diferentes en un socialisra escocés al que ya hemos visto trabajar para
transformar la Edimburgo antigua en un auténtico Mouseion: Parrik Geddes.
Dentro de ese ampüo proyecto, precisamente, tenía prevista la reconstrucción de
un pohlado primitivo: al fin y al cabo, si Robinson fue escocés, édóndc mejor que
en la capital de Escocia podría y debería ser reconsrruida su característica caba-
ña? (Geddes, 1904: 121 -123). Geddes proponía su museo primitivo al aire libre
como un escenario para la educación infantil y, en su apología del contacto con
la naturaleza como estrategia didáctica, coincidía con su contemporáneo y cono-
cido geógrafo francés .Élisée Reclus, «maldito » en cierro modo por su condición
anarquista.
Para Reclus, la vuelta hacia las edades dichosas y puras de las tribus prehis-
tóricas era una constante en los momentos revolucionarios, y citaba a Rousseau
5. EDIJCAC:lÓN Y f,'\I RETENIMJJ::N'I O. LA UCOÓN DE Llh O BJETO' [131]
para ratificarlo; la clave residía en que la educación entre los primitivos, en los
«pueblos niños», era un ensayo de la vida, lleno de actividades experimentales.4 1
Era consciente <le eso, como su colega británico, pero algo los separaba: el francés
parecía incapaz de imaginar o de asumir el ejercicio de esa educació n empírica en
un marco museogr<1fico. Resulta significativo, en tal sentido, que el geógrafo enu-
merase las manifestaciones de la n ueva pedagogía («cursos de adultos, técnicos
y profesionales, conferencias nocturnas y diurnas, ejercicios y demostraciones,
veladas teatrales y, por último, universidades populares») pero no citase los mu-
seos. ¿No creía en dios como instrumentos educativos y no los consideraba tales
porque la tradición nacional francesa así lo venía demostrando? Pareciera incluso
que evitara nombrarlos intencionadamente cuando, al alabar los falansterios de
Fourier, hallaba en ellos «el "pan del alma" en forma de libros, de cuadros, de
colecc.iones diversas», o cuando citaba la campaña <le recuperación arquitectó-
nica y urbanística emprendida en Edimburgo pero sin nombrar a Geddes ni a su
proyecto de Mouseion (Reclus, 1932: IV, 32·1 y Vl, 345, 254).
En la década <le 1920, la sociedad induscrial n orteamericana había llegado a
un estadio en el que el automóvil se generalizaba y se usaba para aprovechar al
máximo un tiempo Jibre de nueva y también generalizada disposición por parte
de una sensiblemente desarrollada clase media. Mientras los museos europeos
se ha llaban paralizados por el tamaño de sus colecciones, tras un periodo en el
que solo se habían preocupado por las adquisiciones, los museos americanos se
esforzarían por atender a ese nuevo público (aparecieron los primeros estudios de
visitantes), por proporcionarle una opción formativa con la que llenar el tiempo
de ocio (Wittlin, 1949: 167, 171). De la suma de tales p arámetros nacieron, en
un primer momento, los trailside museums, planteados como breves cent.ros de
mterpretación de los parques naturales, de sus formas geológicas y biológicas, a
pie de carretera; era, en suma, un uso a la vez recreativo y educativo, para adul-
ros y niños, guiado por el convenci miento de que no hay mejor educación que
la que se produce naturalmente en el curso del ocio. Finalmente, la interacción
del rurismo de automóvil con los núcleos urbanos fue casi paralela y se tradujo
en la puesta en marcha de programas estatales, a partir de numerosísimas y ca-
• 1 Redu$, 1932: \11, 303, 30t), 3S5 (cín1 de Rousscau). Más detalladamenre, •la escuela verdaderamenlc
ema ncipada de la antigua .servidumbre no puede ' ener franco desarrollo sino en la naturaleza. Lo que en
nuescrns días es 'onsidcrad o en las esrnela; como fiestas excepcionales, paseos, carreras en los campo>, en
los eria les y en los bosques, en las orillas <le los ríos y en las p layas, debería ser 13 regla general. Porque
únicamente a l aire libre se hace conocimiento con la planta, con el animal, con el tr-Jba¡ador, y S<' aprcnde a
observarlos, a formarse un;¡ idea precisa y cohcrentt> <ld mundo exterior• IÍd.. 309 1•
[132] oos MUSEOI OCIA~ L \ S TRAllf(.IQ:-;ES ANGLOSAJONA y MEOflURA1''Fk Dlfl REl'CIAS y cm.T ACTOS
racte rísticas sociedades históricas locales, para la resta uración de casas históricas
sobre las que se proyectaba la técnica interpretariva de los parques naturales y
hasta quedaban englobadas en el park system (adminisrradas por el Nacional
Park Service). El método out of doors, el de los nature trails, se revela ba válido
también para sitios históricos y anísticos (Coleman, 1927a: 136-139 y 1939: 1,
35-56, 155). Tamo en la versión urbana como en su antecedente oarural, el factor
patriórico era intenso.
Nos interesa aho ra la versión urbana en su tn<is compleja expresión, es decir,
no la de los inmuebles tratados de manera aislada sino la que multiplica las in-
tervenciones para conformar ciudades-museo. Los ejemplos son muchos, pero
dos sobresalen por su amplitud y por su infl uencia: Colorú al W illia msburg y
Greenfield Village. Ambos han dado lugar a un c{unulo de literarura. 42 Poseen
un indudable interés desde el punto de vista de la historia de la restauración del
patrimonio cultural, sobre todo el primero, y desde esa atalaya volveremos a él
más adelante. hente a esa primera, más evidente, existe una dimensión educati -
va que ha pasado más desapercibida y que es, por ejemplo, la que csrablece una
diferencia radical en Greenfield Village.
La reconstrucción de Williamsburg, capital colonial del Estado de Virginia,
dio conúenzo en 1926. Se contaron por centenares los edificios demolidos y re-
construidos o restaurados para devolver al presente la mejor cara de la amigua
ciudad. En palabras de su «director de interpretación », el museólogo Edward
Alexander, el conjunto era un «santuario hisrórico» donde tenía lugar «este n uevo
tipo de educación voluncaria a menudo llamada incerpreración », una educación
sin currículo, sin aulas, sin examen y sin libros de texto, donde los tu riscas, de va -
caciones con sus famil ias, podía n volver a su infancia, partici par en recreaciones
dramáticas y ver películas como Wi/liamsburg. The Story of a Patriot (Alexander,
1961: 60, 65). El sesgo formativo afloraba incluso en el organigrama adminis-
trativo: la gestión corría a cargo de una corporación sin ánimo de lucro y con
carácter educativo, mientras que la administración de hoteles, edificios de alquiler
y otros aspectos comerciales estaba en manos de una organización subsidiaria
que canalizaba los beneficios hacia la programación de acrividades educativas y
patrióticas (Bath, 1946). El carácter novedoso de aquella estrategia educativa en
los años veinte se ve corroborado por la opinión de Laurence Vail Coleman, que,
en 1939, aludía a la «adule educarion» incardinada en el «leisure rime», «the new
H Alexand cr, 1996: 73. 9 1-9.1. En cam~Unno, Bailan Heriundez. 199- , 206, 222.
[133 1
lci~ure » ,
como algo reciente y parcialmente inspirado en el ta mbién nuevo descu-
hrimienro del aprendizaje permanente a lo largo de roda la \'ida (Colema n, 1939:
11 , 316-3 18y 1927: 260).
A diferencia del ainrerior, Greenficld Village no es un asentamienro histórico:
es un poblado creado de la nada, reuniendo en Dea rbom (Michjgan) un conjunto
de edificios históricos de procedencia diversa y construyendo otros nuevos con es-
tilo antiguo. Fue planteado como un complejo experimento educativo en la mente
del magnate auromo\1 ilístico H enry Ford, que mantuvo siempre un control directo
sobre esn facroría-granja-escuela. Ford estaba convencido de que existía un estre-
cho vínculo emre industria, agriculrura r educación r de que La América del ma-
riana sería más rural que la del a yer. Por eso, en 1929, reabrió numerosas escuelas
que habían sido previamente cerradas en un radio de 160 kilómet ros alrededor de
Dcarborn, y las atendió con profesores itinerantes, para evitar el desplazamiento de
lo!> alumnos a la ciudad y garantizar la permanencia de los pequeños núcleos de po-
hlación. El binomio industria-educación poseía una entidad propia y tan poderosa
como desatendida: partía de la base de que «toda la industria es educación», de que
la educacic'>n industrial consistía en enseñar a hacer cosas; «saber cc'>mo se hacen
las cosas » era más importante, pues, que «los conocimientos acerca de las cosas »
(Simonds, 1939: 12, 22-28). Para el ejercicio de esa educación experimental fue
para lo que ideó d poblado a partir de 1922. La educación moral era el otro pilar
de s u programa, siendo éJ mismo quien, cada mañana, se dirigía a los alumnos en
la capilla (no consagrada). Hasta aquí, nos devuelve a planceamientos semejantes
a los de la Inglaterra victoriana que alumbró al South Kensington Museum. Pero
Ford, además, creía en un fururo rural, acaso para justificar o compensar el nivel
de desorden introducido en los modos tradicionales por la actividad industrial que
el mismo patrocinaba. La situación puede tornarse más comprensible a la luz del
método de enseñanza utilizado, el célebre «McGuffey teaching methoc.b>, es decir,
d ideado en la década de 1830 po r el maestro y predicador Will ram McGuffey para
infu ndir valores patrióticos y morales en las nuevas generaciones.
La prinicra promoción de la escuela de Greenfield Village fue la formada enrre
1929 y 1~ 37 . Los niños fueron sdeccionados entre los que acudían a las escuelas
? úblicas de Dearborn, y un porcenta je correspondía a hijo de trabajado res de
a fact oría Ford, pero no de Jos alros ejecutivos. Salvo dos semanas en las que
podían viajar por su cuenta, pasaban los doce meses del año en el pueblo, siem-
pre bajo la dirección del propio Ford. Aparte de la franja correspondiente a la
~ua rdería , la e nseüanza se desarrolla ha primordialmente fuera de la escuela: en el
[ 134j l>lh ~ll'SEOI OC.ih 1.1\\ Tll\llK IU'.'.lS A.."'GIOHIO:->A y .m.t>lllkR \"r \: OITTRE.."'CIA!> \ C.0:\HC'Tm
' ' . \l:tnkin<l p:1>scs from che ol<l ro 1h" nt'" "'"" .i human bndi;t rormed hr chost· who labor 111 1he
1hree princip:1l :im.: ,\griculru re, \bnuí.t~turc .tnd Tr.tn>r<.m.mo11 'i1mond,, l 9.)9; 160: sobre el rnu,co,
en ~encral, 15,l- 17S).
5. WUCACI0.'1 Y ENT RE ! ENIMlf.i'<"TO. 1.,1 LF.C\.ION ()f 1 OS OBJETO$
~~~~~~~~~~~~~~~~~
ll35J
glosaba un artículo aparecido aquel mismo año en una revista alemana, a cargo
de un representante de la Asociación Americana de ~luseos, que hacía girar
rodos esos progresos en romo a la cuestión educam·a. La clave radicaba en el
uso de las colecciones no ya tanto (o no olo) para fines investigadores sino
parn la instrucción pública. A ese respecto, junto a la división de las coleccio-
nes en dos series diferentes y a Ja creación de monrajes contextuales, era citado
expresamente el Greenfield Village de Henry Ford . Se trata, pues, de una cita
en tiempo real, dictada aún en futuro )' filtrada, además, por el órgano eu-
ropeo, lo que incrementa su valor y justifica s u reproducción aquí. La de Ford
era contemplada como una ex periencia «que debe marcar un progreso real en
la metodología moderna de los museos. Se trata de la creación de un museo
a la vez industrial y etnográfico y también de un género totalmente nuevo. El
museo consistirá en un pueblecito agrupado en torno a una plaza y en el cual
el principal monumento será un museo cen tral construido sobre el modelo del
lndependence Hall de Filadelfia. El pueblo se compondrá de una cincuentena
de casitas y edificios que danín una idea de la vida y de la industria de las gene-
raciones desaparecidas». 44
La teoría educativa que sustentaba esas iniciativas era la del aprendizaje por
contacto, que venía siendo aplicada en Europa, especialmente en Gran Bretaña
~ Alemania, desde la época de la ilustración , como en parte ya hemos visto. La
norreamericana era una versión análoga en cuanto a la concepción participativa,
experimental y senSürial, pero aligerada gracias al énfasis puesto en el entreten i-
miento (lo que la postmodernidad llamaría edutainment), y más infantilizada, en
el sentido de que tra raba al adulto en clave pueril. Eso no quiere decir que estemos
ante una concepción ingenua de la educación. Antes, al contrario, se revela como
cauce transmisor perfectamente calculado para la inoculación de valores políticos
y morales muy precisos. Al fln y al cabo, Henry Ford, w1 metodista de origen rural
que fue anticosmopolita durante toda su vida, hizo gala de no leer libros («me
confunden la mente »), puso voz a un clarificador simplismo histórico («la historia
es un cuento ») ( Lipset, 1981: 24, 141 ) y, al mismo tiempo, definió la educación
como «hacer que el pueblo haga lo que no quiere hacer» (Simonds, 1939: 58 ).
En este punto del contenido, como en el cronograma real, Henry Ford po-
dría dar la mano a otro «mago» norteamericano de la simplificación histórica
,. ~Muséogrn plúe géuérale. Les progres réa lisés pa1· les musécs Amcncaub . 1929: 289-190. El amor
del arrículo publicado en Berlín fue Ralph Clifron, prohablemenre el que en ronces CT.1.t\ uJ.mte dt" >ecrerario
e-n la A1\f\•\.
¡·116 j oo;, MUSWLOC.L>.~. L.\; lR.WIUONES At'GL05AJOKA y .VIEDTHR RANEA, DIFERENC IAS y CONTACTOS
la influencia cu l>isncy de las exposiciones universales. ~larling, 1997: 143, 156-1 59 pri ncipalmente.
" Shafernich, ·1993: 37. Ejemplos como el Jon1J.. \ 'i!..1ng Cencer de York ( 1984 ) han sido analizados en
c~srel lano p or Ballarr Herná ndcz. 1997: 248-25 3. ~aaon.il Herirage• fue el rím lo adoptado por d britá -
nico ;vfuseums Acrion Group en 1971; la Herirage Foundarion fue creada en los Estados Unidos en 1973
(H ewison, 1987: 31).
1. lOUCAOÓl\ y EJ\.'TRFITNIMIHno. LA ULUO:-. 0[ lOSOfiJt:T~ (137]
brosc y Paine, l993 : 7) . Y es que, desde el punto de visra del público, el «living
he ritagc» susriruye a la «history " . con roda su carga académica (MacDonald y
Alsford, 1995: 134).
A la definición británica de heritage centre e ajusraría entre los norteame-
ricanos, po r cirar un ejemplo ya conocido. Colonial \X!illiam!.bu r~. Sin embar-
go, esa ciudad ncocolonia l está caraloga<la aUí en calidad de outdoor history
11rnseum, o sea , musco de historia a l a ire libre.:. Está claro que, cn ese contexto,
lo guc más «vende» no son las palabras parque ni centro, sino museu. Puede ser
que los agentes de marketing y el público norceamericanos rengan ya roralmenre
a umida la esencia recreativa de los museos. Puede ser que nos hallemos. por
tanto, ante un nuevo grado en el mismo proceso llamado, como los anterio-
res. a calar en Europa. Lo cierro es g uc Williamsbmg acaba de m ultiplicar la
s uperficie dedi cada a l comercio, lo que era Merchants Squarc, inaugurada en
1932, añadjendo c uatro edificios nu evos que simulan t iendas del siglo xv11r.
Razones: porq ue las estadísticas han demostrado que las riendas de los museos
ly las de ése en particu lar} producen unos beneficios casi doblemcnre superio-
res a los de los cenrros comerciales ordinarios y porque las tiendas servirán
pa ra atraer a más público en unos momenros en los que las cifra.-; de visitantes
~on recesivas (M il ford, 2003.04 .02) .
Ese horizonre es el que viene generando una amplia discusión en los foros aca-
<lérnicos briránicos, en forma de libros (desde el pionero The Heritage Industry,
publicado por R oben Hewison en 1987) y, especialmente, a través de nnmerosos
a rcículos publicados en la revista nacional Museum Management and Curator-
ship desde principios de los años noventa . De la serie de peligros sobre los que
b •.rn venido alertando ésas y o rras págjnas, deseo destacar dos: el miedo a la «dis-
neyzación» de los museos y a que estos mismos se entreguen a la utilización de
copias en lugar de originales.
El primero se rraducc en la tentación de crear una visió n /)isney-like del
pasado, es decir, limpia, suave, pura y, por demás, fantasiosa, el imngineering
con que Walr Disney se refería a la cons trucción de fanrasías tridimensionales
(Shafernich, 1993: 46. Lumler, 1994: 61). Qué distinro ralanrc el exhibido en
Norteamérica (Canadá en esre caso) a rravé del Canadian .\luscum of Ci,·ili-
tation (1 982- 1989), concebido por el Gobicmo «para pre~erYar e interpretar
n uestras experienci as pasadas», que adoptó a conciencia el modelo Disney. Eso
se trad ujo en la sus rirució n del admiting uisitors por el welcommg guests y en la
definición de <los progra maciones parnle las: d urante el día. como museo, con-
f 138) OOS MUSWLOGl\S IJI~ TRAl>ICI0:-5 ANGl.O~AJO'I \Y MU>ll1'.RKÁN~: OIITRFKOA> Y (.01\IAC:TOS
ciertos casos, se llegaba a insin uar una valo ración de la copia por en.cima del
origin al.
La producción de vaciados en yeso no era, ni mucho menos, n ueva . La moda
de los provenientes de escultura anrigua parece haber sido iniciada a fina les del
siglo x v 11 por Luis XIV, a través de la Academia Francesa en Roma, y su ejemplo
fue seguido por los reyes de Polo nia y Escandinavia. La demanda de copias entre
la aristocracia británica se remonta a principios del siglo siguiente, en form a de
ostentosos souvenirs al regreso de su grand tour; su reali:lación a partir de los
fondos del British M useurn se hizo más habitual tras la instalación de los már-
moles de c lgin (Wilson, 2002: 126 . Ku rtz, 2000: 132) . Se trata, n o obsranre, de
una práctica desarrollada en un plano puramenre estético, diferente del que nos
interesa ahora. Este otro tiene q ue ver con los cambios p rod ucidos a lo largo de
la primera mitad del siglo XIX en los principales países europeos, manifesrados en
un creciente interés por las colecciones nacionales de arte post-antique, consta-
rado en l'École des Beaux Ares de París desde 1834 y en el Germanisches Nario-
nalmuseu m de Nurem berg desde 1852. En Gran Bretaña, el hito correspondiente
sería la Gnrn Exposición de 185 1. , de la que se d ice que con tribuyó a extender
entre el público el gusto por las copias de yeso (Kurtz, 2000: 203 ).
Para un museo educativo, los originales no son necesarios. Son preferibles vaciados
de yeso, reproducciones y modelos; los propios especímenes pueden ser seleccionados
más fácilmente; son infinitamente menos costosos. Tales colecciones no están supedirn-
das a la ocasionali.dad de o btener lo que se busca a partir de los exploradores origi.na-
les. Deberían ser 9rganizados muscos de réplicas. Más que los originales, los modelos
pueden caber en habitaciones más pequei'ías y pueden ser más fácilmente ordenados en
una secuencia expositiva dentro de un espacio limitado l ... J. Una fábrica de reproduc-
ciones, vaciados y modelos debería ser añadida a la institución [su propio proyecto de
musco anrropológico], a la manera de la existente en conexión con el Museo de Mainz
(Pin Rivcrs, 1891: 116-117).
" Piggott, 2004: 128· 132. Unos y orrm fueron fotogra fiados por Philir H . Dela mocre hacia 18.59. Li
serie de fotograffos h~ sido adquirida en 2004 por d lngh>h J-k r irage. pudiendo ser consulcada en dmp://
viewfinder.engl i~h -herirnge.org.uk/>. \ IJ, rcc1enrrment<'. hJ a parecido uni1 edición impresa del mismo ál-
bum (leirh, 2005 ).
• 1l l)RICl 'l,\ L \11 COJ' lA LH.JBRA U'i( \, 1 1 l)flR \ c:t:'UlK:A [1431
o
~ EClY.J!.TJAN MODl:I..
~ MU$E'.UM ABOO~El
Es la lectura que abonó el propio Owen Jones cuando, en la misma guía ofi-
cial, dedicó un capítulo a justificar la policromía de su patio griego: su copia del
fri so del Partenón, polícroma (y con las restituciones de las ca bezas y los pies de
los personajes), era rrnis griega que los bla ncos originales. I.ite ralmeme:
De modo que este friso, aunque no es una reproducción exacrn del original, está
ran cerca como es posible de ser roralmenre griego (is as ne.ir/y as µossible al/ Greek)
(jones, 1854: 17).
'·TU ORIGll\'Al.. ~·11 tOPl.\. 1 1 ()flR \ Ul\ IWI LI O~R.\ W:."tl!J(.A l 1451
Eso lo decía conociendo los superlanvo" que Antonio Canova les hahía dedi-
cado a esos mismos mármoles, y su eco en Gu-.ra' \\'aagen, el director del Museo
Real de Berlín, que los había conYemdo en una cxalcación ahsolura de la OriAi-
nalidad frente a la reproducción : .. qutzas nunca haya hallado una di ferencia ran
~rande entre un vaciado de yeso v la escultura real como en estos mármoles de
Elgin» (Scharf, J 854: Y9). Pero la razón [mular estaba con eJ arquitecto. Por cso,
la prensa británica no dudaba en alabar la "uperación de los descoloridos muros
de la Alhamhra origi nal por la brillante y colorista recreación llevada a cabo por
Owen Jones en el pario correspondiente, ran diferenre:. entre sí -se Ji10- como
una flor marchita y orra fresca (Piggorc, 2004: 90).
El Sourh Kem.ingwn l\1useum nos había situado ante una de las posibles \fas
oa ra unir en matrim<>nio al a rte y a la ciencia: la del diseño aplicado a la industria
o. lo que es lo mismo, la de la técnica pcrfocciona<la por el arce. Jones y Scharf
Lele bra ban los yesos como si fueran el más logrado fruto de orra form:.l de matri-
monio entre esos mi smos términos: la <ld arre perfeccionado por la técnic.:a.
Se trata de una actirud que cuadra en un pa ís para el que la «obra maestra "
masterpiece) no pro•venía dd trancé!. (chef d'oeuvrc) sino del alemán (me1sterstüc-
Jle11), habiendo sido los alemanes reconocidos (y a menudo censurados) cop1sras, 4 '
Encaja, asimismo, en una ~oóedad en cuyo seno, <lc~<le muy temprano, los escul-
rores ind uian dentro de su acrividad creativa la fabricación de modelos) reclama-
nan para ellos un cofJyright equip arable al qm: los grabadores disfrutaban desde
William H ogarth.49 Los mouleurs franceses, por cierto, formulaban reivindic;1cio-
«Sí procede dd tr.1111."l'> b forma ir.1liana capoltJ1•oro (<..~1hn, L979: xvii-xvüi. 81>). l.a cri111:,1 Je tlll
nn•·~, que quiero rr.m-..:ribir ,11.¡ui, mariL1ble por el elc1 Juo gr.1llu U< >ubjem·i<laJ ,. p.is1ún ..¡ue impune
.:ontext1J imemac10nal de enrrcgucrras. dice Je lo> alemanc> que. ~i poseen una esplendida fJ.:ulr.:iJ Je
• ria, de imiracióo ' dt: a plii:Jc1on, gracia~ J un traba1u ,. J una pacienaJ ''" límul">. no tcnJran nunca
e~tr:l vualidtJ,/ cr1•.1t11 ,1 !(,reber. 19:!0: TI, 163; d ;,ubr.1yaJo e> Jd Jucon. C...i.s1 por l.H mi.tll.J• ll'•h.i;, •
..hrecmr de l.1 1'.111onal (,.illcry Jt: Irlanda decía que. •co1nu rq~la Jo:CncrJL no debemo• cons1dcr.1r .1 lu>
manes como unJ r.t1~ .1rt1>llLl • porque no hahían ht>cho n111gun.i .1port3•'1Ón ongioal 1 IJ h1<rnri.1 <lel .irH·
\rmsrrong. 1912- 1Yl3: 1.%). [)e ioda;, formas, parece que c~J l.un:i de cop1sta> lc:-. 1crua a Ju, alem.me,
,Je fi11alc, <kl ;,i¡;lu xvm: ~1 :1le1ncín Oirc1 Ltixncr <l~..-1 J de ;u;, paiMno,, entre orrJS .:om1JcrJ•tunc' mñ'
r.is, que se hallaba n por .1q ud en ronce~ «en d periodo de <les:irrollo que puede 11.tmM..c 11111t.1t11«> , a
"Ceros de <;omcrcio <: inJu~mJ (Lcixner, 1883: 2$4). Como compcn!>lKlÓD. ,-t'remos que rJr;1ld.1t11cllt< ..-rao
n>ider:idm co1·1'u111,1do' m11M-<'i¡;wfos.
"En 1795, alguno' de lo;, pmu.:1pa les esculrores 1•,ome of th• rmk.'lpal .urua..~· h.ihbn "Jo on<-
J1)< a soli.:irar al Parlamcnro un documcnro 4u~ protcg1c~i! ~u< Jc~h<K de ai.·or. ~ QUC'l.t~n Je qut' \U<
-'ldelos de figurn> anunaJ.,, ,. humana< (• C-.l<rs oí bus!\. •tatue>. amnul• .u1J cr.= dum:s• cr.in rop1aJo,
u
..,!'erlectamcmc ~ vm<liJo~ por orrm. 'f hu~.;aban 111a,or prl~mn .iro:laru!o a m:~--u dd d~aollo Jt
arte< •obre l~s manufa.cura~ y d comercio. Sus rel\ 111d1c:i.1onc:' !ucron ~"10n.uh~ en 1- ' A t;op\ if
"Docu111e11ts UL ..• 1-':IS: 2, l<J I.
íl 46] om \ll ''»Ol OGL~ L.U l JLU>ICIO~C.S .\S(;l OSAJONA Y .\.U:!>rl ~RR..\N(A, OIFFRDiCIAS Y CONTAC.., OS
nes muy parecidas en 1794, pero recalca ndo que no había nada de ingenio creativo
en su actividad y sí un largo proceso de aprendizaje mecánico, y comparando su
actividad con paralelos más mecánicos que el grabado, pues «el duplicado es a la
escultura lo que el arte de la [ipografía es a la literatura » (Szambien, 1988: 43-44 ).
También en este detalle, por canro, aflora la diferente consideración hacia la copia
y hacia el acto de copiar mostrada a uno y otro lado del Canal de la Mancha, que
prácticamente viene a traducirse en una relación distributiva de aprecio-desprecio.
Los brircí nicos, además, podían presumir de contar en el contorno insular con
uno de los descubridores del electrotipo, eJ procedimiento que, desde 1839, am-
plió considerablemente las técnicas de reproducción, al permitir no solo duplicar
pequeños objetos de metal y matrices de estampación, sino también revestir con
una fi na capa de cobre los vaciados de yeso, haciéndolos resistentes a la acción
de Jos elementos. <o Armado con esa hatería de recursos, por ejemplo, el Brirish
Museum prod ucía en la segunda mitad del siglo x1x una amplia y variada gama
de reproducciones, desde estampas hasta «facsímiles» fotográficos de dibujos,
pasando por electrotipos de monedas y gemas vaciadas en yeso, estando todas
«planeadas en primera instancia para la distribución gratuita entre los museos
provinciales de arte y las bibliotecas públicas » (Greenwood, 1888: 223 ).
El primer museo londinense producía pero no consumía copias. Entre los de
su rango, el campeón en la demanda de duplicados para exponer y utilizar con
fi nes didácticos iba a ser el Sourh Kens ingron Muscum. De entrada, las primeras
compras dispuestas para crear lo que iba a acabar siendo ese museo fueron «mo-
deles», «p latrcs», «gravures » y únicamente «quelques ohjers origina ux» (18.1 7),
seguidos de reproducciones en yeso de esculturas fa mosas y copias de los frescos
vaticanos (1844). La normalización de los tipos de objecos admisibles en el mu-
seo, puesta en papel en 1863, establecía claramente el carácter instnunenraJ de la
colección, como ya vimos, con lo que se legitimaba indiscutiblemente el recurso a
copias con el fin de completar series históricas para las que no hubiera ejemplares
originales accesibles: «en la medida de lo posible, se buscará obras originales,
pero, cuando eso se manifieste imposi ble, será continuado el sistema seguido
hasta aquí, es decir, representar mediante electrotipo, yesos y dibujos los objetos
más bellos conocidos, no perdiendo de vista que el fin del museo es componer
series históricas y geográficas completas deanes decorativas, alumbrar el gusto y
'" El descubrimiento fue real izado, al mismo ucmpo, por lo< profe<orcs jacobi, de San Petersburgo, y
Spenccr, d~ l,iwrpool (Hock in , 1853: 1. 42).
•. TIJ ORIGINAL. ~U COPIA. LA üBRA lr.'llCA. LA OBRA t.1:..,UllC.~ (147]
si A esta inicimiva debía <le referi rse M. Destréc, presi<lenre del Bu reau de l'Oflice lnrernarional des
luscés, cuando ponía en relación la exposición internacional de <luplicados celebrada en Colonia en 1929
~ n una idea manifestada en la J.::xpo;ición de Parfs de '1867. A la ciudad alemana acudieron museos y fa hri-
~n1cs de réplicas <le yesos desde Atenas, llerlin, Bruselas, Florencia, Londres y -muy especialmente.- París,
...,n un repcrrorio de 400 piezas que abarc¡1ban Jc;de Asiria hasta el umbral de 1800. La idea era crear • pe-
11tños museos de escultura comparada•, en panc, al menos, en las ciudades por las que pretendía idnerar
E.xposicion Inrernar ionale des Moulages• , 1929: 184-190).
11
Los moldes de puertas y ventanas de la Alhambra habían sido comprad~ a !Ufad Conrreras (R íaño.
'-2, vií, ) ).
[1481 DOS .\1ll'FOI OCl\S. LAS lRADICIO:-:~ A~GLOSAJON!\ Y MFJ>ITTRRÁNEA: L>lt~IU:.NCIA.\ Y C01''T~CTOS
No pueden esperar más los comenta rios que desataron los Architecrural
Courts en i\.fa rius Vachon, disparados al corazón de la rivalidad anglofrancesa
una vez más. Se mostraba convencido de que la colección de vaciados de yeso
(«mou lages») de escultura y arquitectura se había originado (en 1851 según él) a
partir de una idea francesa fo rmulada en 1848 pero que no llegó a materializarse
oportunamente en Francia hasta 1879, cuando d io lugar al Musée de Sculpture
Comparée del Trocadero. Fruro de una s upuesta usurpación, a los ojos de Va-
chon, el co njunto inglés carecía de la calidad, de la envergadura y de la sistema-
tización del museo francés.s.i
Ese juicio se podría volver contra su emisor teniendo en cuenta otro aspecto
puesto de manifiesto por el propio Vachon. Y es q ue el museo francés había sido
creado para demost rar que la Francia medieval ha bía sido capaz de producir
obras maestras d ignas de med irse ame las de la Antigüedad clásica . Y, a la par,
que la escultura de la Francia moderna estaba lejos de desmerecer respecro a la
de las otras potencias europeas. Lo que le parecía falta de claridad en el museo
inglés era, más bien, amp litud de criterio para dar ca bida a réplicas de escultu-
ras y elementos aryuitect6nicos medieva les y renacentistas juzgados de interés
para unos fines claramente esta blecidos, en las antípodas de la glo ria nacional,
independientemente de sus países de origen. El príncipe Alberto habría opinado
aquí lo mismo que en 1849, cuando los franceses, «tan excl usivos», se negaron a
" • l..1 sección de arquitectura y de esculrura pre~enra un poco el carácter del ~lusée de Sculprure Com-
parée del Trocadcro. Fue comen<1:ada en 18.S 1. a parcir de ideas proveniente> de Francia que no habían
hallado enrre norncros, como desgradadamcnrc ocurre tan a menudo, sino la más completa indiferencia
(... J. Pero la creación del Somh Kensington 110 ha recibido la magistral en vrrg~ d u ra que la Comisión de
Mo numentos 1fütór icos, retomando en 1879 el proyecto primitivo, ba sahido imprim ir al musco del Troca-
dero, íun dá ndolo sobre princi pios rigurosos. F.I Archirecrurn l Court es un simple monta je de reproducciones
r.fo monumenros célebres, arquitectura, e~cu l tura y decoración mon umem:il diseminados por eres sa las, si n
orden meréidico. • En nora a pie de página. explica cómo, en L848, una trei ntena de artistas, entre los que se
encontraba Viollec-le-Duc, solicitaron .11 ministro de Instrucción Públ ica que lo~ obrero> de • moulages• de
París fueran empicados en la creaciém de un • museo de "ªciado> de yeoo en el cun l pudieran ser reunidas,
da~oficadas y estudiadas las tan numero;a~ ohra~ maestras de nucst.ra coculrura nacional • (Vachon, 1890:
126). la solicorud de 1848 pucd~ vcr>t: publicada en PouloL 1986: 525.
[ 1491
La~ im·e,rigacionc> ,obre la .rnawmia l'omparada. dc-:iJ Julhl'n. tun tM-,ho .a'a:uu b ~,~nüa dC"
n.atomía. AnálogJmcut~. l.1 , ím·es11gac1om:> ;obre l.i mqrucxión .-omp.H.lcU dcbc-ru:¡ prn;:'('T•"•ll.1r lo>
J10> para perteccionar la c:1cnc1a de la cduc.u.:1ún (Bui~"º"· 1888: j 'l)o._". • Re.:h:_ 2 1: ~'·:u <o<ii.ll 1do d
ntt>co Jel mu<;eo dt \ '1olkt I~ Duc con el método comrarnti'o ,ofoetoru.,:.a d~ Cunt•i:
[15 ol DOS ~n r,f'()l O<.l.o.> L-'.) 11<.ADl(Tn\,T_\ ANGLO~AJONA y MWITPR RÁ NEA: DlfERl:.Nl IA~ y CONTACTO.\
" C.1mhiado en la ~dic16n de las acta~: Le \fosü dt Sc11lpt11re Comparee: naissa11ce de l'Histoire de
/'/lrt modcme, 2001.
G. TU OIUGINAL. MI CO PIA. LA O fiRA (JNIC'.A, l .A O BRA <;E:-;tJUCA [151 )
Vachon había centrado s u inrerés en los Architectural Courts del South Ken-
sington Museum y no había hecho el menor caso a los Cast Courts del Crystal
Palace en Sydenharn , como si éstos, con su aire recreativo , carecieran del rigor
h istórico y científico necesario para ser dignos de consideración. Un analista norte-
americano contemporáneo, en cambio, había obrado casi a la inversa. El bostonia-
no Franklin W. Smith, de cuya persona y cuyo proyecto hablaremos en detalle rmís
carde, proponía como modelos para una especie de museo universal de monumen-
tos arquitectónicos que debería ser levantado en Washington, en 1891, lqs patios
del nuevo Crystal Palace y «las casas de todas las naciones del señor Garnier en
la 1.'tltirna Exposición Universal francesa », o sea, la historia de la habitación hu-
mana montada en la ribera del Sena en 1889. También citaba los electroti pos del
British 1\.foseum y de South Kensington, el Musée de Sculpture Comparée y otros
depósitos europeos de réplicas escultóricas (como el M useo Real de Berlín y s us
2271 yesos), que le servían para subrayar la penuria que representaban los 777
casts reunidos en Boston y los 168 de Nueva York, o los inexistentes en la capital
federal. Pero nada le parecía comparable a la casa pompeyana reproducida en el
Crystal Palace, para que nos hagamos una idea más precisa de por dónde iban
sus intereses. Sus reconstrucciones iban a superar a las existentes en términos
l 152j DOS Ml'\F.OL1l<il.\,_ Lb TlUDlU01'~ A:\CLOSAJONA Y ~IET>TTFRRA!\EA: DIFF.RENCIAS Y CO'.'JTACTOS
-'6 Smit h, 1891: 19, 58. 60-63. 98. Fn el Patio Griego del Crystal Palace había sido re prod ucido d fron-
tón oc.cid~mal del Pa n enón n un 22°10 de su ramaño r~al Scharf. 1854: 99 ). Aná loga exaltación norre;1111e-
ricana de la c:;cala volvió a evidencíar>e en 193- 19-1 1. con la .:omrrucción de la Narion,il Ga lle rr o f Are de
Wash ingron, • una de la.< estructura.' de mármol m.h eramk' en todo el mundo» (Oehser, 1970: 196).
• lll t)K)(,INAI... MI< Q1•1A. l.A 01\RA 1~1CA. I A OBRA f.L,-WC..' f153]
«!.os p.1íse~ latinos par~..:cn 1rncr 1rm.J1c1011almente una percepción exrrcmadamcncc mati:rnda de la
•bra de Llrte • (intervención de Gerrnain Ba:i.111 en el dcba1e que siguió a la prt·~emadón del informe de René
Huygué, en ICOM, 1948: 1201 . La visirn a l W;1d5worth i\1heneum .Museum of Ar1, en Harttord (Nueva l11 -
.:b1crra), ~n Le Corbus1cr, J 979: 1S 1. F.I :lÍ•Ín por recuperar el briUo inicidl de las bcll.H obra' parece el mis-
"10 que just ifica el enMme éxiro de la pintura imprt>ionista )' posrimpre,iomqa en el mercado anglosajón,
alorandola mas en rérrnino;, de ornamc111ación cromauca que de hisroria. A c:!.tc rc>pc<.'tO, un abogado
..,rreviscado en la inauguración de la London An f,1ir en enero de 2005, ~n ;u papel de comprador ocasio-
11. <e manife,1aha en los siguicmcs tfrrninos: rc,1lmcnre. no sabía nada Je arte. mi; gustos son bascanre
ngen uo;, r tiendo a dejarme Ucvar por los colores hrillames• {Van der Po;,t.100'.01.19
l 154] DOS \1USE0l()(,IM L-t' llt.\01<1<1,Í\ \'IGLOSAJONA y MWI 1U\l\ANLA: oirrRrNrl·\S y CON1ACl'O>
ese proyecco, que tuvo comienzo en 1906, que culminó en 1933 y que implicó la
reconstrucción de «rrece réplicas exactas de las cabañas de los pioneros» en sus
emplazamientos originales y su ambientación con mobiliario de época de muy di-
versa procedencia (« Restored pioneer. .. », 1933 : 1. Warren, 1933: 7-8). Encierro
modo, la misma operación, amplifica<la, iba a ser llevada a cabo dura nte los
años veinte en Dearborn (Michigan), con los millones de H enry fo rd (el ya cita-
do Grccnficld Village, aunque no se trataba de un asentamiento con existencia
previa), y, sobre todo, en Willia msburg, a cuenta de un tercer magnate: John D.
Rockefeller Jr. Este último caso merece atención especial, por su extensión y por
su condición de modelo para grandes y pequeñas reconstrucciones de las huellas
de los «pioneros» norteamericanos.
Williamsburg había sido funda<la en 1633 por colonos <le Virginia y había
funcionado como capital hasta la guerra de 1779 . Fue el deseo de recuperar una
de sus calles (Duke of Gloucestcr Street}, que ha bía sido calificada por Roosevelt
con10 «la avenida más hist6rica de toda América», lo que cata lizó una empresa
de magnitud difícilmente imaginable, calificada entonces de modern miracle. A
partir de 1926, más de 600 edificios construidos después de 1800 fueron de-
molidos o trasladados a otros emplazamientos, unos 230 fueron reconstruidos
en sus emplaza mientos originales y 50 jardines coloniales fueron replantados;
la mayoría de esos edificios fueron ocupados por la misma població n, que fue
alojada bajo otros techos mientras sus casas eran «restauradas», y algunas de las
estructuras más importantes fu eron habilitadas para la visita de miles de perso-
nas (Bath, 1946: s/p) .
Es el fenómeno reconstructivo el que nos interesa aquí. A título de ejemplo
extraído de entre esos centenares de edificios intervenidos, el capitolio, inaugurado
en 1934, fue una copia (sobre fuentes de discutible fia bilidad ) del que un día existió
sobre el mismo solar: para los americanos, «el edificio es una cuidada reproducción
(«careful reproduction») del original terminado en 1705 y ocupa el lugar original»
( « Williamsburg's colonial capitol. .. », 1934: 1). Precisamente, el museólogo Edward
Alexander, que trabajaba en la nueva ciudad, en fechas nada lejanas, citaba como
una de las fuentes del movimienco conservacionista en Norteamérica en general, en
primer lugar, las intervenciones del brillia11t scholar Yiol let-le-D uc en Notre Dame
de París y en Carcasona (Alexander, 1964: 263), testimonios ambos, en realidad,
del empe11o del arqui tecto por corregi r y mejorar la historia de la arquitectura. El
modelo original al que remite la «restauración ». pues, no tiene por qué ser el q ue
efectivamenre fue sino el que, a juicio del restaurador, tuvo que haber sido.
6. rt 1 OIUGINAL. MJ COPlA. I A 081\.~ ÚNICA. l.A OORA GENl:JUU [ 155]
Observa mos a esre respecto que Ja misma idea de resucitar el pasado en los mínimos
detalles de la vida coridiana no podía ser realizado sino en América, eMo no solo a causa
de los inmensos cosrcs que implicaba esra empresa sino porque una recons[rucción cal
revestía una gran imporram:ia culmral e histórica en el cuadro de la civllización recienre
del país. Por otra parte, ninguno de los edifi cios resrau rados presema ba una importancia
arrísrica como para generar embarnzosos problemas de conservación; por esca razón, y
lo mismo en lo que concierne a los métodos seguidos_, se puede decir que la obra resu.l-
ranre es aceptable en su conjunto (Pane, 1950: 16).
inauguró en 1929 estuviera formado a partir de edificios nuevos que imi taban
procoripos coloniales (el del museo imiraba las fachadas del Tndependence H all
de Filadelfia) o mediante piezas de edificios antiguos libremente imerpreradas: la
capilla fue construida con ladrillos de una capilla antigua pero dándoles la forma
de una iglesia de Bradford, Mass. (Simonds, 1939: 154, 185- 186). Por añadi-
dura, el magnate de los medios W. R . H ca rst , el Citizen Kane de Orson Wcllcs,
se había m anifestado dispuesto, en 1923, a apoyar a ford como presidente de
Estados Unidos (Lipset, 1981: 134). Hearst mismo había sido un aficionado a
la compra y traslado de edificios históricos europeos para adaptarlos a nuevos
y difercmes usos al otro lado del océano; su compra de edificios medievales en
España es bien conocida (Merino de Cáccrcs, 1985: 147-210).
Retomando aquel la cira en la que Franklin W. Smith prefería las claras estam-
pas d ieciochescas de la Sixrina a las oscuras pinturas originales, es obligado volver
sobre la realidad que más directamente venimos tratando: el recurso a réplicas con
igual o superior estimación que los originales. En el supuesto norteamericano, se
considera que la «cultura de la autenticidad » que se fue desarrollando a finales
del siglo xrx y que se convi rtió en seña de identidad de la modernidad fue una
reacción contra la cu ltura decimonónica de la imitación, a la que, si n embargo, no
llegó a anular. De hecho, los objetos de imitación siempre han constituido una pri-
mera necesidad en el paraíso del consurno.n La postmodernidad, en su obligada
confrontación con la modernidad, estaba predestinada a glorificar las imitaciones.
A este respecto, deseo traer a colación un ejemplo reciente, tan espontáneo como
expresivo del mismo contraste entre la actitud posi tiva hacia la copia por parte
de los a mericanos y la cultura europea de las obras maestras. Se trata de la impre-
sión que le causó a M ijail Piorrovsky, director del Museo del Hermitage, la visira
para la inauguraciém del Museo Guggenheim-H ermita¡!e Las Vegas en 2001 : se
confesó encandilado por una ciudad «tan posrmodema como Las Vegas, capaz
de disfrutar de una Venecia falsa sabiendo que es falsa» (« El insólico museo .. .>»
2001.10.06). Se refería, claro está, al complejo del Venctian Hotel, hogar del nue-
vo museo y aportación de referencia a la imagen de una ciudad que la crítica y el
público han consagrado como el santuario de la ficción postmoderna.
No quiero cerrar csrc punto sin añadir un tesrimonio tan reciente e instan-
táneo como el anterior pero referido a la vigencia del mis mo atavismo entre los
" Orvell, 1989: 146. El aumr emplea el ad¡cmo er>.Jt;: ,amncial y de inícrior l:t lidad ), de raí?. nkmana,
dc~pués de haber reseñado la abundancia ~uperl,rn ,1 dt prefijm que el idioma ingle> ofrece para dcscnmas·
ca ra r falsos valores (pseudo·, make·, ercérera1 ¡Id., 1-ll.
• Tii C1RIC.INAI . ~H COPIA. LA l>~llA U1'1L.\. L\ Ll!<k..\ (,, -..UJc.I, l1571
br irá nicos. En su inmed ia tez y precisión. rc!'5L m~ la relación cnrre las obras de a rte
o riginales y sus copias r:i l y corno la hcmo:> \en do analizando aquí~ la remire a
una raíz. la valoración del a rre en la rrad1c1on prore ranre, que hemos' isro varios
capítulos a trás. Dados los términos, realmente. la declaración podría haber sido
e~crita por un m uscólogo del siglo xr~. Lc¡o'> <le e o . ha sido recogida en la actua-
lidad y, como quien dice, a pie de calle, puc-. procede de un foro ( « Que~ rions of
.irr») a bierto por Tln Times en noviembre de 2002:
Un portavoz actualizado del siglo XIX, el. alemán Orto Leixner, trazaba un perfil
de época marcado por el progreso de las ciencias naturales y de lo que él refería
como «el realismo sano y robusro moderno», o sea, el materialismo o positivismo
filosófico, que también se extendía a «esta otra ciencia positiva y en cierto modo
análoga, la historia». Era Francia, con su «genio positivo y realista», la nación que
actuaba como principal motor del desarrollo de la historia natural desde el perio-
do inicial de 1760-1820, desde la ilustración por tanto, gracias a las aportaciones
hechas por los postlinneanos Buffon, Couvier, Jussicu y Candolle al sistema de
clasificación de los reinos animal y vegetal. Hippolyte Taine, en cambio, uno de los
principales filósofos positivos franceses, apenas encontraría eco en casa. La patria
del testigo, mientras tanto, extraviada en abstracciones filosóficas, era la antítesis
de Francia: «con Hegel se había hecho epidémico en Alemania el afán de filosofar,
que lo contagiaba todo». Respaldaba ese juicio con una cita del conde de Saint-
Simon, de 1802, que corroboraba eso y al mismo tiempo vislumbraba los primeros
síntomas de actualización, en el sentido de que «las ciencias naturales están en este
país todavía en su infancia, pero también estoy seguro de que dentro de pocos años
ha rán allí grandes progresos, porque hay mucho entusiasmo por las ciencias». En
Gran Breta11a y Estados Unidos, el positivismo contaba con el abono extra que
suponía el sempiterno pragmatismo anglosajón, de modo que el positivo y «utili-
tarista » Sruart Mili, británico contemporáneo de Tainc, era el «filósofo a la moda»
en las islas.-59 Recordemos, para completar este cuadro, que el positivismo de Taine
descansaba en la traslación del método ciemífico, del empirismo, a las obras hu-
H Leixner, 1883: 170 (las ciencias posilivas y la obsen,,1ción de la reahdad romo tu= J~ un nue'o
itleal), 249 (historia como· ~iencia positi,,a), 67, 171, 333 (Frnncia ), 1-0-¡- ¡ _.\lrmarua. l39. 333 IGran
Bretaila).
(160] L>OS MUSEOT.OGl1\\. I \~ TR •\Oln01''f~ AN(il.OSAJONA y ~·I EDI 1rnKANtA: DJ~rnENC!AS y C01'1 \CTOS
manas. Por eso estaba convencido de que «las producciones del espíritu humano,
como las de la naturaleza, solo pueden explicarse por el medio q ue las produce»,
y por eso definía la historia del arte como una suma de «hechos positivos y que
pueden ser observados si consideramos las obras de arte ordenadas por fam ilias en
los museos y las bibliotecas, como las plantas en un herbario o los a ni males en una
galería de historia natural» (Taine, 1958: 21, 23).
La di mensión museística de ese paisaje intelectual estuvo mar cada por el desa-
rrollo de los museos de historia, primero natural y luego cultural. Francia y Gran
Bretaña vuelven a aparecer como polos s imétricos al frente de las correspondien-
tes tradiciones museológicas. La incidencia del positivismo fu e más evidente en el
dominio museogrMico, en el de la presentación de las colecciones.
Así, la tradición anglosajona desarrolló la que identificaba lo genérico y selecóo-
naba las piezas (especímenes) susceptibles de ser expuestas justamente por lo que no
tenían de singular. Favorecía, por rnnto, un tipo de presentación intensivo y selectivo
que no tenía inconveniente, antes al contrario, en componer conjuntos contextua-
lizados con ellas. Procedía directamente de ese posirivismo que marcó el tono de la
modernidad decimonémica; también, de su vertiente tecnológica, la revolución indus-
trial. Alemania se swnó a eJJa sobre la marcha, dejando atrás el idealismo y abrazan-
do el materialismo, con lo que se cumplió el pronóstico del conde de Sainc-Simon.
La t radición francesa, en cambio, prefirió mantener la museografía que resaha-
ba lo singula1; la unicidad de la «obra maestra», aislada y válida en sí misma, que
conducía a una presentación exrensiva y exhaustiva <le las colecciones; este criterio
tenía su origen en el ya conocido punto de visea dominantementc artístico y conta-
minaba al científico tanto como el método científico in fl uía en la clasificación de las
obras de arte por escuelas nacionales. Nótese, pues, cómo Francia, aunque parecía
ocupar una posición de vanguardia, cimentada sobre los logros de la ilustración,
no iba a desarrollar unas estrategias museísticas a la altura de las expectativas, de
manera análoga a como el .Musée du Louvre no había sido capaz de liberarse de los
usos monárquicos para dar expresión a los nuevos ideales revolucionarios.
.,, Flower, 1898: 41 -46. Deja fuera de la n·'3~1un utro Jt· Jo, gr;indcs musco; de historia natura l, (:) de
>lueva York, que ha bía sido inaug urado lll ¡-.¡-- ' .:UI .1 fundJción ha bía rcnid o luga r en 1869 , s imu lní ·
neamr mc co11 la del Mct ro poli rnn Museum of 1\n Grecmrnod, 1888: 3 12·315 ). F.sa parid ad y el hecho de
-. nos Sf.Rff'. DOS Mt;sr.OC.R1\F1AS [1 63]
WINOOWS W I HOOW'$
r---i
_, l......l :-., ...2 Q
% ~
.E. ;
• 1
! J
,.< ..,~
lR f
¡ >
Ei$
¡
q: '
l:r
::l
¡ :;;<C
!;;
"'l'.o
o
"'<
.,"' :::...::;,"'
e :
L_j L..J .. ;
i..... .f a: "' ::; _, ¡__ ..
,
......_,;
·· ·-····
: j
i i
L r : 1 t ' e ' HALL
)
'
l
E 1N¡
~ ¡
L..J L.___ ) L.. .J
1 :
.. .. .i ~ ...... ; ;. •._ _j
·········-···- .. iL . .- .. ..::!
..___,
PU8t.IC E:NTR.ANC!:
fig. 5. Plano para un museo nacional, según William l lenry Flou1er ( 1898).
que. ambo> se hall~n s~parado> pur Cemral Park rccucrdai1 mucho al caso d~ Viena. Tampoco .:na el rercer
zran museo norreamericano de ese i;focro, el l'idd Muscum of Na rural l liswr~. en Ch.tcago. que había sido
maugurado eu 1894 (Akxandcr, 1996: 55). So bre Howct y In c;ipacidad de intluenciJ del 1'arural Histol')·
\luscum de Londres, vb1se H11d,;on, 1987: M~·73 .
(164 J vm Mll~íotOGIAS L.\'> TR,\01\ICl'IF~ "-"GLO~JONA y MmITFIOtAt-1:.~: DIFERF'l("I IS y CONTA<..IOS
cesa (fig. 6). En primer lugar, la unidad cenrral reproduce el esq uema ahsidado
de la arquitectura ilustrada, eclesial o palatino, grandilocuente en cualquier caso
y irnís en éste, por la doble columnata que rodea el interior; la funcionalidad,
pues, radica en el tipo de materi al (hormigón visto), pero cc<le anre la grandeur
del monumenro. Y la separación de las piezas, en segundo lugar, para el públlico
y para los estudiosos, es más bien una jerarquización estética : las más raras ocu-
parían el ábside; las más famosas, la nave porticada central, para «delectación » y
«fiesta »; las otras obras importantes o singu lares ocuparían la emboca<lura de las
largas galerías que, con acceso desde el eje central, recorren roda la profundidad
de cada una de las alas laterales; en la restante longitud de esas galerías, una vez
franqu eada la separación del tramo inicial que contendría las citadas grane.les
obras, tendría cabida la serie de estudio, organizada cronológicamenre.
Enue los dos planos median el Canal de la Mancha y tres décadas, al cabCl de
las cuales el de Perrer solo fue una propuesta aislada y sin consecuencias prácticas.
Eso, a pesar incluso de que no llegaba a plantear la versión más acabada de la doble
presentación aplicada a los museos Je hisroria y arre: la conversión de la serie para
el público en conjuntos de épocas concrecas. Fn esos momentos, en pleno periodo
de enrreguerras, era la solución <le moda, gracias, sobre todo, a las ma ni fes racio-
•. DOS SERIES. DOS .vlU~WGRAfÍA~ l'J65J
ues alcanzadas en Norteamérica. Era una realidad que l'Office International des
M usées reconocía ese mismo año de 1929. La OIM era el organismo editor de 1a
revista donde aparec.ía el artículo de Perrct y estaba vinculada a la Sociedad de
Naciones, pero tenía su sede en París y actuaba como portavoz preferente, ya he-
mos visto, de la tradición museológica francesa. La inauguración del Art lnstitute
de Detroit servía de coartada para dar cuenta de la existencia de una «nueva for-
ma» («nouvelle maniere>;) de exponer, que superaba los «antiguos sistemas» de
clasificación por materiales, por estilos, por razas, etcétera (o sea, la taxonomía
tradicional). El nuevo método reunía objetos de un periodo concreto en un medio
acorde, una habitación de la misma época por ejemplo, bien yuxtaponiéndolos
bajo su respectiva vitrina, bien urdiéndolos en la composición de una escena. El
artículo, asimismo, recapitulaba la genealogía del hallazgo, que se remontaría a
Alemania y Suiza y pasaría por los países escandinavos antes de desplegarse en
Estados Unidos ( «Muséographie générale .. . », 1929: 283 ).
El rechazo francés
ciendo algún ohjero en armonía con las obras, p ara salvaguardar su integridad,
estét ica antes que histórica (Puyvelde, ·1934: 4 1-42). Ese recurso asociativo fue
lo más que consintieron los museos de tradición francesa . Venía a ser un modo
«intermedio o ecléctico » entre la escenificación a la americana y la ne utralidad
de la «moda moderna», como lo denominaba Escrivá de Romaní en 193.S. Él
lo ejemplificaba a través del Museo del Prado: la sala de los cartones de Goya
había sido instalada «hace unos aiios» y bajo la dirección de Sánchez Cantón, en
blanco y oro, pero si n más muebles que un lustre de cristal y dos consolas de la
Fábrica del Buen Retiro (Escrivá de Romaní, 1935: 104, 109).
Desde el punto de vista mediterráneo, no aca baban de ser comprendidas las ra-
zones del éxito de los grupos histórico-artísticos. Ni siquiera la creación del IC O M,
acaso por un excesivo control francés, sirvió para cambiar esa percepción. No ha
de extraiiar que durante la primera Conferencia Bienal de la institución, celebrada
en París en 1948, se trarara el tema de las dos museografías de la forma en que
se hizo. Sin que ningún delegado norteamericano o británico interviniera en el
debate, fue un francés quien expuso ambos principios, referidos, cómo no, a la
exposición de pinturas. Comenzó por la «tendencia h istórica », asumiendo que
se t rataba de una forma primitiva de presentación, heredada «directamente de
los gabinetes de aficionados» (de los «cabinets d'amateu r» ), y concluyó co n la
'1 tendencia estética », que aísla la obra (el cuadro) todo lo posi ble (sobre un muro
desnudo e incluso en una sala especi,11 ), para que solo existan ella y el espectador,
para que el espacio deje de importar y «el cuadro y el visitanre se queden a solas,
el uno en presencia del otro » ( lCOM, 1948: 80-81 ).
Abundando en el ejemplo, un año más tarde, Riviere fue testigo, para el ICOM,
de la reorganización de las colecciones del Victoria and Albert M uscum tras la
segunda guerra mundial. Dio fe de los tres métodos que se barajaban como po-
sibles: el tecnológico (por materiales y técnicas) , el cronológico y, citándolo en
primer lugar, el «realistic» (presentación de grupos de objetos que formaron o
pudieron haber formado parte de un mismo conjunto histórico). Fue en éste en
el que más se explayó, en parte, es de suponer, porque tocaba más de cerca su
propia fibra de antropólogo. Sin embargo, venía a añadir que se trataba de una
fórmula particularmente q uerida en América, por su más reducido parque his-
tórico-arquitectónico: «el método "realista" consiste en presentar grupos que
han o pueden ha ber for mado parte de un mismo complejo histórico 1 .• • J, par-
ticularmente en Am érica, donde las casas histó ricas son más escasas que en Eu-
ropa » (Riviere, 1949: 4). El porravoz del TCOM se deja llevar una vez m;,is por
1167J
"Cada nación ccimpeáa • por el rnrácter nacional de su producción, por un arte- ne[<lmente indígena».
vio «en Akmania roda la nueva ciudad dt' Colonia, que evoca la ilusión de una ciudad de Alberro Du rero»
Vachon, ·1&90: 243 ). Cfr. Sawtornil Ruiz, 2004 : 61.
f1681 DO> ~W,t:OLO&L~>. L~!> l IL~lllUO:-.t:~ Al'.GLO>AJONA Y .\1 W !H llllANf.A: DJ ~t:Jlt:KCIA> Y CO NTACTOS
" " Una masa rn n imponemc de monumcnros de todas las épo.::as me hi7o concebir la idea de formar con
ellos un musco pa rricu hi r, hisró rico y cronológico, donde 'e reenconcradn his ed¡1des de la escu lcura fra n-
cesa en >a las específicas, dándole a cada una de esas salas el carácter, la fisonomía exacca del siglo que de be
representar, y de reparrir e.nrre otros esrable.:irnienra> lo;, c'.Uadros y las ~statuas gue no gua rden ningu na
relaciún con la historia de Francia o w n la hb.roria del arre francé>• (Lenoir, 1800-1806: l, 7). Sobre Lenoir
y Du ~ommcrnrd, véase l\ann, 1984: 77-92.
7. nos SF.RffS. nos MUSF.O<:RAFIAS f169)
tendía la obra de arte corno fin en sí mis mo, no como medio para contar o ilustrar
una historia que no fuera la del arte mismo, y eso ya lo hacía el LouvTe. Además,
el museo de Lenoir, sito en Petits-Agustins, era reiteradamente comparado co n la
abadía de Westminster, era víctima de «l'image mythique de Westminster», sobre
rodo por visitantes jngleses, pero, también y por extensión, por los propios fra n-
ceses (Poulot, 1986: 516 y 2001: 36). En la capital britfoica , los monumentos
escultóricos sí revestían un valor de documento histórico en lugar de artístico,
sin que nadie Lo discutiera, a.ntes al contrario, pero la tradición era muy otra en
París. El museo de Lenoir, en fin, fue desmantelado en ·1s·16. Su fw1ción pasó a
ser desempeñada por el Musée de l'Ilistoire de France, creado en 1857 por Léon
de Labordc. Este otro fue un museo de documentos (en el estricto y tradicional
sentido escriturario) al que solo un siglo después, desde 1948, le fueron siendo
añadidos «estampas» y «objetos » relacionados con los acontecimientos narra-
dos para hacerlos más asequibles a los «visitantes profanos »: armaduras, una
maqueta de la Basr.illa, sistemas de pesos y medidas anteriores y posteriores a la
Revolución, etcétera (Braibant, 1958: 7).
Una parte de los fondos del museo de Lenoir pasó al Musée ClLU1y después de
que éste fuera asumido por el Estado en 1843. En origen, había sido formado por
Alexandre du Sommerard en su residencia particular, un hotel parisi no del siglo
xv que había sido de los abades de Cluny. .En ese edificio medieval, desde 1833,
reunió una colección de objetos de la misma época y compuso con ellos conjuntos
ambientales dedicados a la vida religiosa, a la vida doméstica, etcétera, como
por ejemplo la reconstrucción de la que fuera habitación de francisco 1.(,\ Sería.
una versiún avant la lettre de recreaciones de conj untos contextuales, antes de
que Taine teorizara sobre las analogías entre la historia y las ciencias naturales.
Convertido en M usée N ational du Moyen Age, nada es lo que queda del mon-
raje original, pues hasta la capil la, el espacio más singular del palaci o~ ha visto
sustituida la colección de mobiliario litúrgico por la serle de tapices que aho-
ra cubre sus muros. El director del nuevo museo fue Edmond du Sommerard,
hijo de Alexandre (que había muerto en 1842). Él reorganizó las colecciones
paternas de acuerdo con una clasificación tipológica , basada en las diferentes
6 ! Eann, 1984: 9 1. Sq~tm este autor, los conjuntos convivían con la presentación secuencia l de las obras
heredadas de l ,cnoir, con lo que venían <l estar presences dos tipos complementarios <le series; la • metoními ·
ca• .<ería la secuencia de escuelas y siglos vinculada a Lenoir y la «sinecdótica •, las habitaciones reconstrui-
das de Du Somme rard. Todavía no se hahía ideado la fórmula de la doble serie para los muscos de historia
narura l ni ha bfa sido adaptada a los museos e.le historia e historia c.lel arte fuera de Francia. justamcmc en la
manera apuntada por D u Sommerar<l , como veremos a continuación.
producciones del arte y de la industria, esrrucrurando cada grupo de manera
cronológica. Ése fue el criterio del catálogo que publicó en 1847 y rambién el de
las inrervenciones en las salas, dando lugar a un cambio, de los grupos de épo-
ca a las series t ipológico-diacrónicas, más acorde con la tradición m useográ fica
local. De hecho, el actual conservador general del museo valora la intervención
<lel segundo Du Somrnerard como e l cambio q ue va <ld aficionado a l profesional
o, lo que es lo m ismo, como que «el cienrífico había ganado definirivamentc a l
coleccionista » (Erlande-Brandenburg, 1993: 12).
l .as críticas vertidas por propios y extraños a lo largo del siglo x1x ayudan,
en general, a fijar los viajes de ida y vuelca y el estado esencial, en cada uno de
los momentos, del controvertido museo fra ncés de historia medieval. Louis Viar-
doc, comenrarisca de los m uscos franceses y europeos del siglo XTX, no ocultó
su desagrado anre Jo q ue parece haber sido una presentación, la d ispuesta por
Alexandre d u So mmerar<l , contextual y a lejada de los estándares patrios, es decir,
como de costumbre, los exclusivamente estét icos. A su juicio, los objetos m ue-
bles clasificados en la secció n de escultura «son muy curiosos como mobiliario y
decoración de una habitación de la Edad Media, y muy apropiados para mostrar
con claridad los usos }' costumbres de la época a la que representan r...
1, pero, en
todo caso, muy pocos de esos objeros dispares podrían figurar en un verdadero
museo a título de objetos de arre l··.J./ La sección de pintura encaja mejor en
nuestro tema» (Viardot, 1855: 483) . Por el contrario, el montaje llevado a cabo
más tare.le, tras la muerte del fundador, disgustó en 1 895 al museólogo nortea me-
rica no George Brown Goode, para q uien lo más comparable a l M usée Cluny se-
ría el de Sourh Kensington, aunque Sl' ha ll aba realmente muy lejos de este para le-
lo, negándole a l francés el título de museo y atribuyéndole, con un purismo muy
británico, el de galería, por su falca de cientificismo y su excesivo anecdorismo:
«el Musco Cluny en París es, pese a su nombre, simplemente una galería de cu-
riosidades» (Goode, 1895: 22). Para esta última fecha, aunque Marius Vachon se
había acordado de él al visitar el Germanisches National Museum de Nuremberg
(«el Museo Ger mánico de Nurcmberg es un inmenso Cluny», Vachon, 1890:
236), otro com patriota, el arqueólogo M. Adrien Blanchet, descubría las period
rooms de ese mismo musco alemán con la sorpresa de quien no había visto nur1ca
nada semejante («resaltaría las curiosas restituciones <le habitaciones antiguas»,
Blanchet, 1893: 14).
~o parece, por tanto, que h1 fórmula contextual tuviera éxito en Francia,
como tampoco lo ruvo - recordemo~ el resnmoruo contemporc1neo de Leixner-,
f171]
"' Pa;aje de ,.\ l'ombrc des ic1111es filies, <itndo en in¡tlé' por Neume) «r. 1940
'Ko falra la opinión dr quien considerabJ los grupo~ del Musée d~ .\re- Décorauh ú~ Pans como
modelo para lo~ nor1cameric3nos IHautecocur. 19.B: 91.
[172 J 1.)05 ML"SEO LOC.IA' LA\ TJ.ADIOO'-'ES ·"-"GlOSAJO::-A y ~!EDITERRAKrA. OIFFRF~CIAS y CONTA<..Tm
'''' <FI vánd;¡ lo moderno es refinado en su ba rbarie. Ya no desrrm;a las escamas, quema las ra llas o desp;a
'Ta las pinru ras; ahora, las acarrea desde los cemplos, las saca bruscamente de los palacios, las apea del alear
' les susrrae su gloria y su significado en la llama civa monotonía de un museo de arce ( ... ]. Toda obra de arre
:u sido diseñada, si no para un lugar concreco, al menos para un <:ierto ambiente, r el <.:ons~rvador que la
ex pone al ma rgen de c>c ambiente es como quien pretendiera tntrctcucr al público con un pasaje solisra pcr-
'en ccicnrc <l un¡¡ complcj,1 sinfohfo orq11csr¡¡ I,, (flmhcr, 1903: 81 ). Pensa b;1 adem:ís no ya en dos sino en rres
>ene•, pues, más a lLi de Ja de investigación ( • scored series • ), jerarquizaba en dos niveles la exposición: uno
-,ara esrndiances, amateurs y coleccioniscas f «exhibir se ries» ) y orro pa ra el público profano {• una serie más
'.'equeña de objerns cuidadosameme seleccionados»l; éste podía ser canro el arcista que acudía a un museo de
:mrniia namral como el ciemífico que visicaha una ¡;alería de am.• (Íd .. 73: dr. Tcathcr. 1984: Vlll, 28 ).
decir), que, por esa vía, descuhriría «la belleza potencia l que su bya ce en rodos los
o bjeros comunes» (Bather, 1903: 93, 182).
Esa especial atención a las pequeñas cosas, a lo cotidiano, a lo «Útil » es fun -
damental para entender el funcionamiento y la razón de ser de los conjuntos
museográficos. Posee una raigambre religiosa, en lo profundo, y un rallo más
prosaico. William Morris reconocía en 1887, no sin pesar, la apariencia aburrida
de las personas que acudía n a las galerías de arre y pasaban como ausentes ame
loi. objeros extraños o poco habituales y solo se inrercsaban por lo corriente, lo
famjliar, lo anecdótico. l'\ada importaba que las grandes obras de maestros an-
tiguos como H olbein, Van D yck o Boticelli transmirieran «hi rorias» dd pasado
proyectables al presente y a l futuro; no era ése el ripo de narraciones que ince-
resaban ni lo era, tampoco, el modo en que eran narradas. El mayor interés del
«hombre de la calle » que visitaba la National GaUery, según e l padre del Arts &
Crafts, recaía sobre el «rafael» Blenheim , objeto de cscánda lo a ca usa del enorme
precio pagado por el Gobierno a su propierarío (Morrís, 1977: 204-206) . Morris
interpretaba esa realidad como prueba del avance de la civil izació n hacia el esta-
d io de una existencia de «barrigas-intelectuales» y confiaba e n el socialismo para
llegar a un punto en el q ue dejaran de interesar, en pintura como e n literatura,
remas cales como los problemas de un matr imonio de la cJase media. Su crítica
podría resumirse en la constatación de que lo que el comi.'111 de la gente busca en
el musco es ver cómo vivía o vive orra gente en orros tiempos y/o lugares.
No era algo con tendencia a remitir, ames al contrario: análogos reproches
se oían medio siglo más tarde respecto a l público que se asomaba a las fJer.iod
rooms, aunque no en Gran Bretaña sino en Norteamérica: «es no torio que el pú-
bfü:o está a menudo menos inceresado en el arce del objeto que en sus asociacio-
nes históricas, patrióticas y senrimentalcs» (Boyd, 1933: 7). El convencim iento
de que no exisúan mejores aulas para explicar la historia social que los inceriores
reconstruidos de Williamsburg es una buena prueba de ello, lo mismo que el
a uge desde los años sesenta de la historia social, que ha sido definida como «las
acrividades cotidianas de la gente común» (Gardner y Adams, 1983 : 186) . La
manifestación más reciente de esta secuencia, por no a largarla más, se encuencra
hoy en el turismo cultural internacional, q ue es eminentemente «experiential » y
satisfa1.:e, una vez más, la curiosidad de ver dimo viven o han vivido orros (Pren-
rice, 2001: 13).
Por cso tenía tanto éxito la museografía de contexto entre los británicos (y
entre los norteamericanos) . Las citas insulares en su favo r son muy generosas.
- . DOS ~F.RIT5. flOS M IJSl'OGkAÁA~ [1 75]
En 1907, al tiempo que eran glosadas las virtudes de las casas .históricas mu-
seali.zadas, por la aprehensión del «ambieme de la vida doméstica en una de-
terminada época» lograda en ellas, se aspira ba a alcanzar lo mismo dentro de
los muscos a través de «habitaciones amuebladas ilustrativas de determinados
periodos» (Watts, 1907-1908: 159). En 1912, en las páginas de la revista de
la Asociación de Museos, esta línea seguía siendo recomendada como la mejor
fo rma de hacer llegar al público las colecciones de historia natural, aunque quien
lo hacía era el conservador del norteamericano Hastin.gs Museum (Butterfield,
191 1-1912: 345 ). En el volumen siguiente, además, aparecieron otras firmas que
sumaban argumentos po r otros flancos. El director de la N ational Gallery de
Irlanda defendía ese tipo de monrajes ( «sympathetic surrondings» o «sympathe-
tic groups») en museos de arte, creyéndolo aconsejable para las grane.les obras
pictóricas (condenaba sin remisión la gran galería del Louvre por su longitud
y desnudez) y necesario para las artes decorativas, incluidos los lienzos rococós
(Armstrong, 1912-1913: 135, 137). Y, unas páginas más allá , el director de la
}.IIetropolitan School of Art de Dublín era partidario de lo mismo, de las «self-
contained rooms» ; la aceptación era tal que ese tipo de montajes estaba de moda
en los salones de las grandes mansiones y hasta en los escaparates comerciales
(War<l, 1912-1913: 240}.
En 1912, en fin, un grupo de ocho museólogos llegó a proponer formalmente
la transformación del Crystal Palacc en un museo nacional del folklore británico,
un museo al aire libre como el de Skansen, pero protegido bajo cristal y q ue ca.n-
rendría edificios completos y artes industriales expuestas convencionalmente en
unos casos y, en otros, recreando «interiors»: Chippcndale room, Hepplewhite
room, William Morris room, etcétera (Balfour, 1912: 223-224) . Los patios his-
tóricos permanecieron bajo la famosa piel de cristal hasta que el fuego lo devoró
codo en 1936, pero la serie de habitaciones históricas no se iba a quedar en el
rintero. La apoteosis de esta tendencia estaba por llegar y se iba a producir en dos
actos: la fundación del Geffrye Museum y la instalación de las British Galleríes
en el Victoria and Albert Museu m.
El Gcffrye Museum fue inaugurado en 1914, en un hospital del siglo xvm,
para exponer ejemplares de mobiliario británico de todas las épocas. Respondió
a una iniciativa de los miembros del Arts and Crafts Movement y se ubicó en
Bethanl Green, en el East End de Londres, en el secwr menos favorecido de la ciu-
dad, el de las barriadas obreras. Ca be suponerle, pues, la misma doble fina lidad
q ue revistió el apéndice del. Sour.h Kensington Museum instalado en el mismo ba-
l176] DOS ,\ tU>EOl.OGIA>. L~~ TRAO!CIO:--:b ANGLO~AJONA Y MHllTf HHANI' ¡>., 1>IFF RFNCIA~ Y CONTACTO'
rrio: educar a la clase trabajadora y mejora1~ por esa vía, no solo sus condiciones
de vida, sino también la calidad de las art works británicas. La disposición de los
objetos en «una serie conrinua de galerías» llegó hasta 1935. E,n ese mornent0, el
London Counry Council entregó la dirección del museo a su Education Com mit-
tee y a la persona de Marjorie Q uennell, autora, casual mente, del libro A History
of Everyday Things in England. Con el encargo de convertir el museo en un apén-
dice de las aulas, la Sra. Quennell reorganizó los fondos para componer una serie
de period rooms desde 1600 hasta su actualidad. Aunque no era estrictamente
un children's museum, pues atendía normalmente visitas de adultos, los ricos
programas didácticos estaban destinados a l público escolar y concedían mucha
importancia a la técnica interprerariva: «se necesita algún tipo de interpretación,
alguna guía que t raiga a la vida las habitaciones de época para todos aquellos que
carecen <le una concepción del pasado anterior a la semana pasada» (Harrison,
1950: 57-58). En consecuencia con esa preocupación, el grueso del libro citado
es un muestrario de las actividades didácticas desarrolladas por el musco sobre la
base de las habitaciones de época, que cobran, de ese modo, todo su sentido (fig.
7 ). La puerilidad que la Europa continental percibía en los mon tajes análogos
norteamericanos halla en las islas su expresión más consecuente, más premed-
itada y eficazmente cul tivada .
La querencia del Victoria and Albert Museum por las period rooms ha sido
fluctuante y debatida después de los conatos decimonón icos antes citados. A
partir de 1933, instaló cuatro conjuntos de época (comprendidos entre los pe-
riodos isabel ino y georgiano) que no eran exacramente ha bitaciones sino agru-
paciones de diferentes tipos de objetos correspondientes a un mismo periodo; al
parecer, ya en aquellos momentos se cuestionaba la historicidad de algunas de
la habitaciones adquiridas con anterioridad . Ent re 1945 y 1952, fue ensayada
una doble presentación con unas «Study Galleries» organizadas por tipologías
materiales y otras «Primary Galleries» que agrupaban objetos cronológicamente
a fines sobre fondos neutros; no obstante, llegaron a incluir ocho t>eriod ro oms
británicas. Una y ot ra categorías fueron equiparadas en rango y rebautizadas
como «Art and Design Gallerics» y «Material and Techniques Galleries» en
los años setenta, reforzando la lectura eminentemente estética heredada de la
posguerra, según puntos de vista más recientes (Bunon, 2004: 10-13. M edian,
2004: 166-167).
Los años ochenta y noventa trajeron serias críticas al V&i\: atai'íían a su
mismísima identidad como museo de arre y d iseño o corno museo <le historia so-
- DOS srnir~ . DOS Mlf~ EOGRAFlA S [1771
- -- - - - - -
hg. 7. Plantif/a d1dátt1c,1 del Ge/(rye M1m•w11 . l.01uire;, según Mol/y H arriso11 (}9S0).
cial, como museo internacional o como museo británico. En ese clima, se in tentó
renombrarlo como Narional Musetun of Art and Design. Se intentó, también, la
reestructuración de South Kensingron para convertirlo en Alberropolis y aproxi-
marlo más a la idea de ciudad cultural 4ue soñó el príncipe Alberto; esra pro-
puesta, en concreto, fue criticada por prete nder una vuelta a los ideales culturales
victorianos, algo acorde con la era de T hatcher y Reagan pero no adecuado para
e nrrar en el tercer milenio."- O tra respuesta análoga, ésta llevada a buen puerto,
ha sido la instalación de las Rrítish Galleries, con magníficas habitaciones que re-
c rean interiores británicos de entre 1500 (Enrique Vll) y 1900 (Charles R. Mac-
kintosh), comenzada en l996 y c ulminada en 2001. Con motivo de la inaugu-
ración, el d írector a ludía a la crisis de identidad <le su museo, lamentando que el
siglo XX hubiese olvidado d sentido integrador del siglo XIX y lo hubiese reducido
a un «palace of stylc» en el que las artes decorativas se hallaban fuera de lugar; en
,- Chong. 1998: 423-425. Previamenre, críricas a cienos cmeri os c'pOSlll\O> del \ .:X.A, rnduiJa.s la~ pe-
•1od rooms. c·u Saumarez~ ~mirh. 1989: l .5- 17. Flurcon defiende a l mu>eo de las •ílll...a>. >tn c·aar nombre> m
,:q uiera en la bibliografía. que solo incluye « puhlirnrion~ by\/& .\ , t,1fi • ,.... J,.,,, . publJ,.,1,,0110 Jd per,una l
del propio mu~eo (Bunon. 2004: 13\.
l'l 781 om Ml:;t'()L(l{,W,. L h TRADICIONES A.'JGLOSAJO'JA y ~·I FnfTrR llAt-:r.1 : OIH'Rl'.N( '"'y <:ONTACIO>
cambio ahora, con el nuevo montaje, «explican nuestro carácter nacional ». Por
su parte, el curator de las nuevas galerías, el norteamericano Ch ristopher Wi lk,
recalcaba que el planteamiento no era precisamente estilístico o visual, sino otro
más narrativo y, por momenros, « a nri -sryle » . ~R
El proceso del V&A ilustra, en suma, cómo un musco que había sido creado
para suministrar modelos formales y técnicos (apriorísticamcntc ajenos) con los
que elevar la calidad de las manufacruras propias evoluciona hacia un museo
en el que cabe la historia del diseño británico y, finalmenre, la historia de Gran
Bretaña a través del diseño. De manera análoga, podría decirse que la crisis del
V&A es o era el reflejo de la crisis de idenridad que parecía sufrir Gran Breraña
durante las dos últimas décadas. Ha sido la metáfora del debate entre el carácter
insular y el desafío de la Europa cominenral, enrrc mirar hacia atrás, en pos del
recuerdo del Imperio que permanece en la figura de la Commonwealth (relativa-
mente extemporánea desde el punto de vista continenra l}, o mirar hacia delante
y afronrar sin reservas el proyecto de la Unión Europea, que viene siendo demo-
nizado por ciertos medios paralelamcntc.M De paso, el tono naciona lista de la
empresa (si no, también, la procedencia americana del conservador) la relaciona
estrechamente con la American Wing del Metropolitan Muscum of Art de Nueva
York, de la que pronto nos ocupa remos. Lo dicho no ohsta, antes al contrario,
para concluir que las British Galleries constituyen un acabadísi mo ejemplo de
montaje contextual y narrativo, mu y meditado (la s décadas previas <le reflexión
no han pasado en balde), contrastado (la historicidad de las habitaciones hereda-
das de los monrajes a nteriores ha sido cuidadosamente corroborada) y extraor-
dinariamente complejo, pues las habitaciones (cinco completas y fragmentos sus-
canciales de otras cinco) constiruyen solo uno entre los varios tipos de montajes
• El director. ~1ark joncs, lamentaba que el V&A •<e conv1mó en el <lepó;iw di: la> ho) desarraigadas
arte> Jcwram·as. l'I museo perdió su hilo narrañvo )'se convirtió i:n un palJLIO del c;tifo -la mera apnrien-
ci,1 de las co•:i•- anee• que en un aspecto imcgral de la historia wc•nl v culrural• (·The V&A'• new Briñsh
Cialleru:s• , 200 1.11.18. Más detalle•. en Wilk > Huniphrer. 2004). Ha<m donde alcanzo a comprender, la
cnlecc1<Ín uri¡.;inal de an~ apli<:adas revistió un car.ícter pur.'.lment~ apológico (como da a cmcndcr el Art
Dirrc/oT)' publicado en 1883, c1rndo m;\s a rrihaJ, pragmárico, al ~erv1do de un pro~rl">O que imcrcsaba focsc
«minrntcmcntc estético de•de un principio. l.o que iba más allá de C>O> prcccpios y de esa dimensión no se
i•nco1Hr.'.lh.1 '1hí sino en la swna de ésa y otras colecciones (J:<lucational Muscum, Food l\'luseu m, etcétera) que
tueron de~apam.:1cndu del !>umh Kcnsingcon Museum e incluso del h~rrio del mismo nombre.
•• Pocos ejemplo:. conozco más ilustra tivos que la porc.'.lda del rnhloide The S1111 de l jueves 15 de mayo
de 2003, pidiendo vchemenrememe el vern al euro (" Blair surrcn<lcrs Brita in to Eurupc•. 200J.05.15 ). La
' "'ndición• del primer ministro era mostrada al fina) de una serie que co111cnzabll con unn Isabel 1 vence-
dora so bre los españoles y rnminuaba con el almirante Nelson, vencedor sobre )l)S franceses, y Winscon
C hurchill , so bre los alemanes.
- DOS SEllliS. DOS MUSLOGRArlA!> ll 791
Son los museos alemanes qu ienes, los p rime ros, han proporcionado el eje mplo de
una o rde nación metódica de las colecciones y q uienes han insistido en el valor histó ri-
co o didáctico de los museos í... ]./La rendencia actual consiste en extraer, de un ama-
sijo de d ocumentos al mace nados, u na selecc ión, una schausammlung que el visitante
pueda a.similar ftk ilmcntc, un reducido número d e obras de arte escrupulosamente
e legidas y presentadas con gusto, tal es e l ideal del musco moderno (Réau, 1909: 6).
" Conforti ha señalado cómo ~stc modo de exponer, rmucria lista, conrcxwa l, •Kulrur», obedece a la
perspecriva filosófica de Kumohr. fürrckhard1 y Springer, los m¡is rempranos derraccores de Hegel, o sea.
dd id<'alismo; también ha visro que In propuesra no fue apreciada en Europa pero sí en América (Conforri,
1993: 248, 2.54). Emre los aurores norteamericanos que remiten a fuentes alemanas se encuentran los si-
guienres: Coleman, 19.39: ll, 266; Ncumeyrr, 1940 (aunque amcponc el origen francés de lo que él denomina
milieu museum, refiriéndose a la teoría de 'fainc, al primc:r ejemplo, que es el de Nuremberg); Witrlin, 1949:
.143 (remonta las habitaciones de Nurcm bcrg hasrn no más ;1lhí de 1888); y Alexa nder, ·1996: 86, B l.
Más que en Europa, sería más exacto decir que donde ese típo de propuestas no halió repercusión fue en d
condncnre, para JH> marginar, como de costumbre, a la esfera insular. Emre los británicos (o irlandeses que
se expresan por cauces britán icos) también e; po:.ible enwntrar, al m~llO>, referencias para ldas <l monrajcs
a lemanes. Así, Armmong, 1912-1913: 136-137, y Ward, ·19 12.-1913: 2 40.
"• ~chubcrr, 2000: 30-31. Avila, 2003: 264. En 1.a definición de h1s ha birnc1ones de época de los mu-
'"'º' alc.rnanl~S p;1rcccn ha ber pesado considernblememe las colecciones anísricas pa rticu lares de la época
gui llermina, d urante el úlrimo tercio del siglo XIX. Los gabinetes a rtísticos de los aristócratas berlineses,
en concreto, concebidos casi como habiracione; de época, aunque sin llegar a serlo por la mixtificación de
épocas y lugares de procedencia de las pic;i;a; comcnidos l·n el los, influyeron en llodc y al irnenrnr.on st• rcoría
acerca de la exposición conjunta de obras de diferenres tipos. Uno de esos conjunrns, el conocido como Si-
mon-Ka binerr, propiedad de Ja mes Simon, pasó íntegra y li teralmente a una de las salas del Kaiser friedrich
Museum en 1904 (ése foe el rema de la conferencia impartida por el Dr. ~ven Kuhrau en Va lladolid d 22 de
ocru hre <le 2004, tirulada «Coleccionista; privados) directores de muscos en el Berlín de fin Jd siglo XIX»
l' enmarcada en el simposio imcrnacional Lo público y lo privado cm el coleccionismo artístico. F.¡emplos en
I:,spa1ia y Alemania desde el siglo xv111 hasta hoy, organizado por la Universidad de Valladolid, el ~foseo de
Arre Conremporáneo Español Patio Herreriano y la Car! justi Verein igung).
12 También cira a J. Lessing, director del Kunstgewerbe Muscmn <le Berlín, y a J. Brínckmann, director
'" Vergner-Ru iz, 1948: 60-63, 108. Los norteamerica nos han tenido >icm prc ~ ga h1 haber ;ido lo~ pri-
meros en s aJ,•ar, con fines educativos y pa trióticos, edi ficios asociados con imporcanres aconrecimienros
hisróricos: en 1 ~50 fueron abiertas al público ]as oficinas que habfa urilizado George Washington en N ueva
York; en 1860 Sl' abriría Mount Vemon, la que fuera planrnción del mi$mo prec•idenre en Virginia (Alexan·
Jer, 1964: 264).
[182) DOS M\JSF.01.0ciAS. LAS TRADJCIONES ANGL05AJONA Y MEJ)ITf.JUlANl:fü lllfl::RENCL<\S Y CONTACTOS
Por lo que llevamos dicho, cabe concl uir que fueron los montajes alemanes
los que más influyeron en Norteamérica, donde la proyección de las dobles pre-
sentaciones fue inmensa, en intensidad y en persistencia. Volviendo a Gilman,
secretario del Museum of Fine Ares de Boston, comprobamos cómo defiende sin
dudar la existencia de dos tipos diferentes de salas: las principales ( «main galle-
ries» ), para exponer piezas selectas de manera adecuada a su apreciación; y las
salas de reserva («reserve galleries» ), conectadas con gabinetes de trabajo y con
la biblioteca para facilitar la investigación. Aunque la segunda parte se parece
a indicaciones como las dadas por el británico Flowcr en su plano de un museo
moderno, el protagonismo otorgado al objeto lo distingue de las pautas insu lares.
Lo que más puede sorprender, no obstante, es que se declarase rad.icalmente con-
trario a las recreaciones ambientales ( «reproductions of environment» ), teniendo
en cuenta la institución a la que pertenecía, rica en ellas, pero eso no deja de
' 4 • La técnica e.xpositiva ha hecho grandes progresos en Alemania, sobre todo en los últimos años.
Ahora se busca menos que antes la organización de una represemación de apararo que In puesta en valor, de
la manera más viva y más pum, de las obras de artr que merecen la atención" (Scheyer, 1931: 79). Se refiere,
cla ro está, al abandono de las ambienniciones escenográficas y conrcxtuales en beneficio de presentaciones
más estéticas, neutras y desconrexrualizadas. F.I origen habría esrado en la creación del Werkbund (unión
de arquitectos, artistas y artesanos con el comercio y la industria) en 1907, al que pertenecía Gropius (Wir-
tcborg, 1958: 35). Como contrapa rtida, en 1937, un crítico exuanjero alababa la •social pedagogp de los
museos alemanes, cmendicndo por tal el acompañamiento de las o bras de arte con otras pie1.as ripológica-
mente comp lemema ci as, coofiriendo al conjunto un claro sc.nrido histórico (Wittlin, 1949: 16 1).
r1831
ser una falsa impresión. Primero, porque no habla en general, sino refiriéndose
específicamente a las obras de arte mayores o «verdaderas» («real»), como si Jo
reprobado fuera ambientar obras maestras más que empicar otro tipo de obras
para crear ambientaciones. Y, segundo, porque a esre respc<.:to se guiaba por un
parámetro explícitamente francés.-'
La disyunriva ac.:erca de hasta dónde llevar la aplicación de la doble ordena-
ción iba a rener un largo recorrido en aquel país, muy sensible al esteticismo del
arte pero también, de manera más genen:ilizada, a la narrariva de lo cotidiano.
Con ser grande el componente nacionalista, algo que rambién caracterizará a los
montajes norteamericanos será una mayor vocación supranacional en los con-
tenidos, en parte al menos como forma de enmarcar los propios y medirlos con
los ajenos. Las primeras period rooms presentadas en Norteamérica pasan por
ser tres alcobas amuebladas («aurhcnrically furnished and arranged») como en
la Nueva Inglaterra de 1750- 1800. Eso había ocurrido e n d Essex Tnsriture de
Salero (Mass.) en 1907 (Alexander, 1964: 267), pero ya c.:on anterioridad hab1.a
cruzado el Adámico alguna otra muy significati va que, como poco. debía de e~car
a punto de ser mostrada al público.
El Metropolirnn Museurn of Are adquirió su primera period room (un dor-
mitorio de una villa recién excavada cerca de Pompcya} e n L903, y suma en la
actua lidad más de una treintena , procedentes de Europa, de Asia y de América y
repartidas entre la sede de Central Park y el apéndice conocido como The Cloi!>-
ters. La máxima expresión de los muse11m groups norteamericanos en su sentido
parriócico fue y sigue siendo la celebérrima serie de period rooms bautizada por el
Mct en 1924 como American Wing. Según se dijo durante la inauguración, la raíz
se encontra ba en una exposición cdebrnda en 1909 (el mismo ai'i o en que pasó
el discípulo de Bode al musco neoyorqu ino), la Hudson-Fulron Exhibirion; ésrn
se incardinaba en los actos conmemorativos del tricentenario del descubrimiento
del río Hudson y de la primera navegación a vapor sobre s us aguas, a cargo de
Robert Fulron. El discurso inaugural traía a colación aq uel evenro por lo que
cenia de homenaje a los pioneros colonizadores y porque se supone que fue el
que puso indirecta pero <lcfinirivamente de rel ieve la importancia del arte de lo
. , •L1 m<ralac1ón Je verdaderas obras de a rre ~obre un fondo reproducido, incluso >i este último e~ una
reproducción pinna, confunde al público y ofende J la obra de arre. A Je.:1r vcrJaJ. un museo habría Je
pcrmaneCl'r ;iempre co mo mu<:eo r nunca pan"cr un 1cJ1ro. aunque ~u Jc.:oraó6n vaya en armonía <:on >US
contenidos• (Gilman, 1909· 191 O: .B . 4 J ). Las Cita; de .1u1oridad que aporta J cs1c parmfo son ca.<i las do;
únil::b fram:~sa; de codo el articulo. y una J,, ellas corrc~ponde al dire..<or del \ lusfr Cluny.
Í 184) 005 ~IUSfOlüG~. lA\ IRAOl1 l<)M\ \'\GlOSAJO:-.A Y .\!WntRRÁNI \ f)ffFREl'CIAS Y Co:-.-r....crm
ventanas y muros interiores, serán originales» ( «Plans ready ... », 1935: 1 ). El ele-
mento personalizador más evidente fue una gran torre de nueva planta inspirada
en las del primer románico catalán, a tono con el eje del conj unto, que iba a ser
el claustro de San Miguel de CtLxá., una parte del rccinro pirenaico en realidad,
pues algunos arcos y soportes permanecen en su emplazamiento original (Young,
2001 ).
Consciente o inconscientemente, el parentesco entre aquellos patios de yeso
de la Inglaterra victoriana y estos claustros norteamericanos, a su manera origi-
nales, es más que evidente en términos tipológicos. The Cloisters era el producto
más ambicioso entre codos los museum groups americanos. EL éxito denrro del
país fue formidable , rastreándose s u influjo en otros grandes museos aun antes de
su ina uguración. En Europa, las opiniones fueron generalmente contrarias, salvo
casos puntuales de una devoción incondicionalmente demostrada por todo lo que
viniera de los Estados Unidos, como ocurría con Germain Bazin. No vio expolio
en la remoción de los edificios europeos y no tocó el aspecto más criticable: el
exceso de esteticismo y el déficit de historicidad, la libertad recreativa a la hora
de combinar elementos y completar conjuntos, la anteposición de la evocación
al contraste documental y, en general, la excesiva simplificación o infantilización
de la historia. Esros reproches, u otros muy parecidos, los hemos leído hace no
mucho, y en francés, referidos a los grupos m useográficos en general. Hablan-
do de Bazin, el testimonio más conocido sobre el particular pue<lc ser una muy
sentimental evocación de su visita a The Cloisters, incluida en su importante
manual ele rnuscología (Bazin, 1969: 255). Pero ya opinaba así en el primer nú-
mero de Museu1n, cuando explicaba Ja formación del Musée du Jeu de Paume,
rras la «libération», reuniendo los cuadros que habían estado dispersos durante
la guerra y colocándolos en un edificio de la misma época que ellos, es decir,
estilo Segundo Imperio. Entonces, resaltando el valor de la concordancia entre
continenre y contenido, no perdió la ocasión para apostillar que «el ejemplo más
bello de este tipo de musco donde el conti nente es él mismo objeto de exposición
es el conjunto de los Claust ros de Nueva York» (Bazin, 1948: 43 ). En el extremo
opuesto, el crítico, se situaban muchos museólogos europeos. Entre ellos, citaré
solo al suizo que concl uía con: «el M useo de los Claustros es un ejemplo particu-
larmente interesante en relación con este problema » para sentenciar su particular
denu ncia con tra la falta de historicidad, el sobrepeso estético y cierto grado de
ostentación en los museos de arte norteamericanos, y para denunciar lo quepo-
dría ser considerado expol io europeo (Gysin, l949: 2).
l186J DOS MUSEOLOGtA~. 1 A~ TRAO!C 101'L\ A:-<ulü~AJONA y MEOTTFRRA\JF~: OlrrRLNC:IA~ y CONIAC.TOS
Como anticipo de lo que iban a ser las andanzas de Hearst, el patio del cas-
tillo de Vélez Blanco había sido vendido en 1905 a un coleccionista parisino; sin
llegar a desembarcar en Marsella, lo compró el norteainericano Georges Blumen-
thal, que lo instaló como salón <le su casa en Manhattan y lo legó finalmente al
Metropolitan (Merino de Cáceres, 1985: 147-210). Por su parte, lo que estaban
haciendo los museos norteamericanos era repetir en pleno siglo xx lo q ue los
museos europeos, a la escala del Pergamon Museum de Berlín concretamente, ha-
bían hecho no mucho antes: recordemos que el altar de Zeus, aunque trasladado
en 1886, hab.ía sido instalado en 1902, y que la puerta de lsthar es mostrada al
público solo desde 1930 («Les reconstructions ... », 1935: 66).
En 1928 abrió sus p uertas el tercer gran m useo de arte de la costa este, el de
Filadelfia. Se presentaba ante Europa como el que «hará comprender la historia
y la evolución de las bellas artes y de las artes decorativas del mundo entero•
gracias a la organización de sus fondos de acuerdo con el criterio de La doble
presentación, o triple, porque se su bdivide en dos niveles el bloque público Uay-
ne, 1928: 21 ). La estrella del montaje eran las salas en las que estaban (y están)
reconstruidos interiores antiguos de diferentes épocas y culturas (tres norteame-
ricanos y seis británicos en principio), que reunían las mejores piezas. Estas habi-
taciones de época eran consideradas corno la mejor forma de interesar e instruir
al público no acompañado. Giraban al rededor de galerías donde se exponía todo
tipo de obras «armoniosamente dispuestas para estimular la imaginación», o sea ,
con un criterio aparentemente más estético que histórico (aunque manteniendo la
unidad de época), sin ambientación y, se supone, para un tipo de público ya ini-
ciado. Y en un tercer nivel figuraban las series de estudio, ordenadas por materias
(pintura, cerámica, metales, etcétera ) y reservadas para investigadores, aunque
con la idea de utilizarlas también para renovar periódicamente los contenidos y
el interés de las salas destinadas al público. Esta puesta de largo terminaba con
un prometedor colofón: «no es exagerado predecir q ue gracias a esta doble orga-
nización el Musco de Arte de Filadelfia servirá durante varias décadas de modelo
a los museos modernos de América» .
El augurio se cumplía en casa propia, porque, un año más tarde, un donan-
te anónimo puso los medios para adquirir la fachada de una abadía borgoño-
na y el claustro de la abadía de Saim-Gen is-des-Fonraines, que se sumarían a
un dormitorio veneciano y a otra habitación florentina. La sección de interiores
medievales del Phila<lelphia Museum of Art, inaugurada en 1931, permitía al
visitante pasar del románico al gótico y de éste al tardogótico, si n solución de
l188 J IJO\ .'ll•~tOl O<.fAS. 1 \~ TR \fll(l01'"ISA."GLOSAJO:>..\' ~tUHI !J(l\ÁM \- f>IFFRnm \~y ' º'-'TACTOS
continuidad, obteniendo una síntesis cronológica del arre medieval. "ó En la prác-
ríca, sí recordamos, son los mismos términos en los que Owen Jones anunciaba el
sistema de parios del Crysral Palace en 1854, la historia convertida en una especie
de bucle espacio-temporal que permite ver muchos lugares y muchas épocas sin
moverse del aquí y el ahora. Grageas solubles enrodo tipo de paladares. Y el Mee
no había podido a1ín comenzar la construcción de The Cloísrers.
El caso del Museum of Fine Arts de Boston es parejo respecto del anterior.
El plan maestro de 1907 preveía la construcción de un nuevo edificio de manera
progresiva, por «alas» autónomas que se iría af1adicndo en función de las nece-
sidades expositivas y de la disponibilidad económica; ahí ya se contemplaba un
ala para insralar las colecciones de artes industriales europeas y americanas. La
Dccorative Ares Wing abrió al público en 1928, aunque aún estaba sin concluir
en 1929. En ese momento se presentaba ame Europa como lo acababa de hacer el
de Filadelfia, y lo hacía exhibiendo un síscema análogo: una combínacíón de gale-
rías y habitaciones, a saber, brítánícas, francesas y doce americanas (Karnaghan,
1929: 261-262 ). En 19 l2, no obsrame, los Japancsc Halls diseñados por arqui-
tectos nipones para exponer la colección correspondiente de este mismo museo
ya eran cirados corno el más completo ejemplo de los esfuerzos norteamericanos
por definir armoniosas rooms expositivas (Ward, 1912-1913 : 241).
Las grandes series amb ientales de los museos norteamericanos quedaron defi-
nidas a principios de los años treinta del siglo pasado. Llegados a ese punto, ya se
esraba en condiciones de proceder a su evaluación, que es lo que se hizo durante
el resto de la década. Conforti habla de la vuelta a una práctica neoidealisra en
Norteamérica a partir, precisamente, de ese moment0, que víno a marginar la
práctica comexrual, y pone como ejemplo la rígida separación entre pintura, es-
cultura y artes decorativas en la Narional Gallery de Washington, inaugurada en
1941 (Conforti,1993: 254). Y bastante de eso parece haber, efeccivamenre, como
si también en e!Jo se fuera tras los pasos alemanes, pero es necesario advertir que
los montajes de los rres grandes museos de la cosca este se mantienen en la actua-
lidad y gozan de una enorme aceptación popular.
Era en 1933 cuan<lo se llamaba la atención, adquiriendo cierto tono de de-
nuncia, sobre dos evidencias can antiguas como las reconstrucciones mismas pero
que hasta entonces parecían no haber pesado. Era criticado el perjuicio causado a
la valoración artística de sus contenidos en beneficio de una apreciación de tono
-. · Ph1l:tdelph1a An M U>Cum ... •, 191·1: 1, 12. Véase camb1fo • Une sccuon d".trt roman ... •, 1929: 92.
1, nos SERIES. nos MUSEOGl\Af'L~S
patriótico y sentimental, como dijimos arriba. También, la facilidad con que ad-
mitían las reproducciones las artes industriales, todo lo contrario que la pintura
y la escultura, y las period rooms se componían con un 80-90% de las primeras
y un 10-20% de las segundas (Boyd, 1933: 6-7) . También estaba activa en esos
momentos la moda del movimiento .moderno de arquitectura, con su defensa de
los interiores asépticos y de las «machines to exhibir paintings». Pero ni los que
1a denunciaban por a busiva, por provocar la tantas veces citada museum fatigue,
como el arquitecto francés afincado en Filadelfia Paul Philippe Cret, ni siq uiera
ellos, proponían como alternativa las habitaciones de época, sino salas con una
atmósfera precisa, aportada por una decoración arquitectónica nueva y adecuada
a la época de las obras conten idas en cada sala (Cret, 1934: 6) . Esto último era
lo que se iba a hacer en la Narional Gallery de Washington . En ésta, efectivamen-
te, no solo se incidía en la rígida separación de cada una de las artes, sino que
se marginaba además a Jas industriales (corno en el modelo británico, a su vez
deudor de las pinacotecas conrinenrales). Junramente con eso, se recurrió a unas
minimalistas y sugestivas ambientaciones arquitectónicas en la decoración de las
nuevas salas q ue, si a algo recuerdan, en primera instancia, es a la voluntad de
Schinkel de diseñar él mismo el mobiliario del Altes Museum, en concordancia
con la arquitectura. John Russdl Pope, en este caso, diseñó las decoraciones ar-
quitectónicas de las salas en funci ón de la época de las piezas: puertas de traver-
tino para los primitivos italianos, damasco de algodón para el resto de Italia,
paneles de madera para alemanes y flamencos, etcétera.n
,.., «Los planos del interior de la National (;al lery o f Art de Wash ington incluyen decoraciones a rquitec-
tónicas apropiadas al periodo de las obras expuestas ea las salas» («Nationa l Gnllery ... », 1939: 1-2). Pa ra -
ldamcntc. el ~1 mplio informe encargado por la Asociación Americana de Mu;eos al que fuera su presidente,
Lau rcncc V. Colcrnan, daba cucn ra de las opiniones encontradas que provocaban las period ruoms, wsa
que parecía no ocurri r con las composite installatiotts (grupos de ohjeros congeni,1bles dispuestos sohre un
fondo neurro), que evocaban pero no recreaban. Él mismo se mani fesraba favora ble al uso de habiraciones
tle época, pero en lo; museos !,'Tandes y en paralelo con ga lerías formales, como una forma de aca ha r con la
que podríamos llamar tiranía Jr la pintura, la «rraditional paintings rnregory as heroic lingering• (Coleman,
1939: T, 208, y ll. 265-270).
f1901 üOS MUSEOLOGIAS. LAS TKAülCION'ES ANGLOSAJONA Y MEDITTRRANEA' DIFERENCIAS Y CONTACTOS
' Sobre las puertas de estas dos salas, una in~cripción indica que iueron «renovadas • en 1998.
8. EL SUEÑO DEL MUSEO UNIVERSAL
MUSEO DE OBJETOS, MUSEO DE IDEAS
,... .nen que ver con ese último perfil pero planteado en su sentido más ampliamen-
• tiistórico o antropológico, y no nacieron directamente de ninguno de aquellos
_-.mdcs eventos internacionales, salvo excepciones.
Lo que los vincula con las exposiciones universales son. fundamenralmentc,
._ :. cosas. En primer lugar, la realidad contemporánea: las exposiciones univer-
, es fueron respuestas materializadas desde el optimismo, desde la fe en el pro-
.:ésO. pero eso no siempre es aplicable a los muscos universales. En los museos
~ filtra w1 cierto poso de pesimismo (1rn1s evidente en los planteados antes de
')51), rastrcable en el hecho de querer guardar memoria perenne de los camhio!>
_ •eridos por el progreso occidental al resto del mundo y en su carácter finalmcn-
.:: utópico y proclive, por ranto, a no sobrepasar la fase de proyecto. La organiza-
~ on material de aquellas propuestas muscográficas universalizadoras constiruye
segundo punto de comacto con las exposiciones universales: a menudo fueron
""'ras las fuentes que proporcionaron modelos para presentar lo que iban a ser
~ mtcnidos muy extensos: galerías concéntricas, torres panorámicas. etcétera . Y
•ún cabría añadir que la universalidad entendida de esta manera se contrapone
a la reflejada en aquellos ligeros museos publicados perit>dicamcnre en Francia
o España de ma nera aná loga a como las exposicion es universales francesas, má~
fest ivas y hedonistas, se disringuían de las británicas, más educativas y pragm áti-
cas, sobre todo en las fases más tempranas.
Diacrónicarncnte, se perfilan dos ciclos. El primero recorrió la segunda mirad
del siglo x1x y llcg<'> con sus fuerzas mermadas al siglo XX: se desarrolló fund a-
mentalmente dentro del ámhiro anglosajón, no siendo ajenas a tal circunstancia
las pcrspectivus imperialistas británicas y norteamericanns; en cierm modo y cn
cienos casos, cabrfa habla r de versiones utópicas del Brirish Museum y del Sourh
Kensington MuseLun, incluso. F.I segundo ciclo, sin dejar de retirarse en las expo~i
ciones universa les, obtuvo su energía de la pésima experiencia que fue la primera
guerra mundial y recorrió los años de enrreguerras. F.n ~u curso, Francia, que
tradicional menee había venido pensando más en términos nacionales, se las inge-
nió para recuperar el tiempo perdido y hacer realidad, al menos nominalmente,
e l sueño can largamente acariciado de un Museo del Hombre. La segunda guerra
m undia l despertó a las potencias occidentales del sueño universalisra y cortó ra -
dicalmente con esta línea especu lariva. Antes de rodo eso, a manera de enrremé,.
el casi anecdótico bautismo de los magazines bricánicos, especie de museos ficti -
cios para lo s franceses, nos proporcionará un desteJJo premonitorio de lo que iba
a ocurrir en el dominio de los museos reales.
da ns un magasin», Buisson, 1888: 1759), lo que proporciona lma idea muy grá -
fica de la cantidad y de la heterogeneidad de los contenidos recopilados. Aunque
no faltaron magasins franceses creados a la manera de aquél y de o tros británicos
en el mismo siglo XVIII, lo cierto es que Francia generó pronto un producto aná -
logo en el formaro pero baurizado de manera diferente, y ese nombre fue, precisa
v curiosameme, musée. La estrella indiscutible de esa versión a la francesa fue, sin
duda, el Musée des Familles, fundado en 1834 y presentado por su cdiror con un
texto introduct.orio «sur les Magazines anglais» (Buisson, 1888: 1978). Fue esta
versión francesa la adoptada como modelo en España: e l Museo de las Familias
1Lecturas <lgradables e instructiuas) fue presen tado en 1843 como un compendio
de estudios literarios, históricos, biogrMicos, viajeros y recreativos. A la categoría
recreativa correspondía el artículo inaugural, una explicación dramatizada de
cómo el pintor Alonso Sánchez Coello entró al servicio de la Corte española. La
xilografía q ue servía de presentación gráfica a la revista, en fin, proporciona ex-
presión visual al amplio espectro cubierto por este tipo de publicaciones: en ella
a pa recen claramente reflejadas la literarura galan te, la hismria na rural, la geogra-
f196) no;, \tnftll ()\.1\\.1 ' ' TR.\Oll I0:-;1' A:-.GLOHJO~A Y ~Jl:.DI 1 tl(JU~i;.~ lll~tl(l:-;CIA~ \ CO-.,'T \CTO\
fía ~· la música, aunque no las arres plásticas, a no ~er que la:. asimilemos a los
amorcillos volantes que asaetean a los enamorados y coronan al músico (fig. 8 ).
Puede sorprender la banalización del concepto de museo llevada a cabo a t ra-
vés de las publicaciones periódica~ del siglo XIX en e l <linbiro europeo continenral.
Y quizás sorprenda más al conocer detalles complementarios como que el Museo
Literario, aparecido en Madrid en 1844, constaba de una primera y sustancial
pa rre (« la pintura del Mundo según los tres estado¡, físico, moral e intelectual» )
q ue era «traducida libremente de una obra magistral inglc<>a intitulada Encyclo-
t>.1ed1a o( Geography» y de una segunda dedicada a variedades (Tapia, 1844: 3 ).
O que Clarín puso el título de Museum a su recopilación de Folletos literarios en
.-uenc1ó n "ª la ,·ariedad dd contenido» y avisaba de que orros se llamarían igual
«Cuando no haya o no se me ocurra bautismo más adecuado» (Alas, 1890: 6 ).
fara confusión entre museo y a lmacén sería impensable en las islas. Allí, la no-
ción de musco como una insrirución de dime nsión gcncra lista en sus contenidos
esraba tan arraigada como la configuración del Brirish Mttseum había ciado a
entender. Por eso, mientras en la órbira francesa florecían esos muscos de papel,
cajones de sa<;tre con marquerL·ría literaria, en la anglosajona brotaban inten-
tos por consrruir museos de universal sistematización, generalmente en rérminos
antropológicos. Podemos hablar de museos universales, pero dejando claro que
muy poco o nada tenían que ver, en suma, con cabeceras como la de El Museo
U1m 1ersal (fJeriódico de ciencias, literatura, arte, industria y conocimientos útiles)
que fuera fundado en Madrid en 1857.
LA SECUENCIA ANGLOSAJONA
So bre ld no, d <:><.:a pcnpcc 1;1 v11;1I de l.a tl111. v~ase Haberl y. 19 48, y (;t'org,• C.11/111 ... , 1966. Fn ~bril de
:!005, .:un 111011\0 de la 1n;1ugur.t~ió11de13 cxposh:1on G eorg•· C.111111 and H 1~ lnd1:in C..11ler) en el N.uiona
\luscum of \menean lndian<. en Wa,hm~ton. d d1rc.;wr de cs..1 1nq1nic1ón, indio cheyenne, le dedicó d ur.h
'ru1,.1, a Catlín, por •craficame <ll' \'Id," .11cn.1 ~ • ' a 'u empre<.1, por •Jn\'J~1va <Gluek, 2005.04.221.
".ira trascender en principios y en objcti vos a todos los hasta entonce:. existentes»
'atlin, 1848: 1, 61-62). Era un proyecto gestado desde el pesimismo Y la Jcscon-
- ,mza que le merecía «esra época colonial» («chis age of colonization» ), que amc-
J7aba a las culturas no-occidentales, que incumbía directamente a c;ran Breta-
- ~ .como titular de una treintena de colonias, y que, no obsrnnre, hallaba su 1rnís
.:.ramático episodio en el afán norteamericano por extinguir a los indios. Él, que
'13.bía pasado seis años convivien<lo con las trib us norteamericanas para pintar su
-iodo de vida, quería constituir, a parti r de esos lienzos, un m useo «para contener
perpetuar las fisonomías, costumbres e historia de todas las razas humana1. en
--el igro de exti nción » (Catlin, 1848: 1, 62). En busca de patrocinadores, se em-
"'Jrcó para Inglaterra en 1839, llevando consigo quinientas telas, una colección
.:e o bjetos indios y dos osos, a lo q ue habría que aüadir el grupo de indios que se
e sumó en breve. De Londres, pasó a París y a Bruselas y nuevamente a Londres
.-n 1848, pero en ningún sitio encontró más que buenas palabras y su colección
1-.ahó sicn<lo p ropiedad de la Smithsonian Tnstitution en 1879. Con todo, fue en
a capiral británica donde arrancó más aplausos, los suficientes como para verse
.munado a publicar, en 1851, un breve prospecto que explicaba cómo sería su
'luseum of Mank ind: un museo de las razas del mundo que recorrería el mundo
• 1sicamenre, pues su conrenedor sería un barco que viajaría de puerto en puerro,
lknnrn . 2000: ·H . 182-l lB. !11 1~,t.1 i Cronzilez, 1994: lll · ll '. 1k rn,indc1 llcrn,í nde1. 1998: l 1 )-
115. ~e dec1<1 en d siglo >.rx que • iJ <l1>pO>KlOI1 .:on.:<·ntm:a de l.1 h.pm1c1on de l l!b - era una mvención can
1111cl1gcmc en ~u -;implicida<l qu~ la ~ -cruuura dl·l1<:ri.1 ser de u<o ohligado rara toda exposición unh·er,.al
1Rul;;, ur.¡, 411 .,
o OllMLSfO t;:-OI Hlb~l . \lh f () or ORJCTI)' · MU, lO llt llltA!i (199)
- - ---
~e..:onoce r que «un t:dificio de mies características plante.ma, sin duda. J11i~ul
~ consm.JCtivas en la p ráctica» (Flower, 1898: 49).
tt Rivers presentó su idea museográfica en 1888 (a travé:. tlt: una conferencia
e la asociación británica) y en 1891 (por escrito), expresando su contian1a
que. llegase el día en que Londres contara con dos grande~ rotondas: apen,1c;
..___ . por tanto, que esta idea de la ordenación concéncnca c;erá llevada a cabo
menee, y que en a lgún lugar de la metrópoli tendremos dos grande-; roron<las:
para historia natural y la otra para las artes aplicadas ( «the a rts of life » )»
Rivers, 189 1: 117-1 18). Como interesante puntuali:lación, uno de los asis-
c:::. a aquella disertación le sugirió una espiral continua como fórmula más
- J.l yuc los círculos concéntricos. y apunró la rotonda del Ro~·al Albert Hall,
de charnela para con la futura galería del siglo x.x.s. De arriba abajo, las galerías
se organizarían en tres niveles: local (Dunfermline), regional (Escocia) y general. El
nivel local iría decreciendo a medida que avanzase el recorrido diacrónico (o sea.
en horizontal), hasta convenirse en un «desván» en el último tramo, el de aquellos
tiempos presentes que habían olvidado su pasado y habían dejado arruinarse lo~
viejos edificios. A la inversa, el registro general iría creciendo al r itmo de la amplia-
ción del horizonte bridnico: comenzaría con Inglaterra, como principal r eino de la
Europa medieval, se enriquecería notablemente con la World-poi ice del siglo xvm
(como la fundación de Daricn, colonia escocesa en Norteamérica) y con e l Empire
del siglo XIX y daría cabida, en la futura galería del siglo xx, a los Estados Unidos.
culminación de la evolución imperial escocesa y británica (Geddes, 1904: 164).
Una visión tan briranocénrrica de la historia universal era factible por la realidad
contemporánea: en esos mismos días, el geógrafo francés Élisée Reclus la resu m ía
diciendo que «cada movimiento de las islas Britán icas, que la pequei1a Inglaterra
simboliza, tiene su repercusión en el mundo entero» (Recl us, '1932: Vl, 8).
El Natu re 8uilding (flg. 9) era el reverso geográfico del museo histórico, con
p lanra, esta vez, de cruz latina, eclesiástica por tanto (Geddes, 1904: 115-11 7).
Dejando la biblioreca a los pies, la nave estaría flanqueada por sendas galerías d e-
dicadas a museos Botánico y Zoológico, mientras que en los rincones exteriores
del crucero se emplazarían cuatro salas para biología, antropología, astron om ía
y geología, respecrivamente. Eran las «ciencias especiales del geógrafo» y creaban
un cinturón en derredor de la cruz interior. tsca acogería las representaciones
geográficas InélS características: bordeando rodo el perímetro, una serie de cin-
cuenta grandes panoramas de rodas las regiones del mundo, desde el norte (La-
ponia) hasra el sur (1\i.rica), «como viajando con el sol»; asentado bajo el crucero.
un gran globo terráqueo.
Si la huella de las exposiciones universales era evidente en la torre panorám ica
del History Palace (y hasta en la elección del término f1alace), se tornaba e.xplíci ra
y om nipresente en el Nature Building. El modelo general aducido por Geddes fue
la F.xposición Universal de París de 1900, dedicada a mostrar si.mulré1neameme
un abrumador número de representaciones geográficas de casi todas las naciones
y regiones del mundo, la mayoría a través de panoramas. Lo que pretendía Ged-
des era paliar el principal defecto que encontraba en aquellos magnos eventos: su
naturaleza efímera, porque, «llegado el final de una Exposición Un iversal , nada
'
1
Bennen, 2000: 183-184 y 2004: 109. Lo rente I.oreme, l 998: 4.3. Welter, lOO:~: '148-149. Vidler, 200~
165.
1:_-.;0 DU h!ll~[() UNIVFR ~A I . ,\ 1USl·O Oé Olijl:.IOS. MUStO lJl:. lUl:.A~ [20 1)
,.
C- ·~:--¡_r_·~~---~-~~-J t-:':'
.. ~ 1
1
:
1
fll-...
1)
1 1
!' 1
_ .... ¡
...--~-r.i
¡ ....._
1
0&1~, ...
• ,.• • .. • e.....,
''
'
.--
l
.. ·-
era más lamentable que la dispersión de estos panoramas» (Geddes, 190: 114).
5in negar la calidad recreativa para todos los públicos, a los ojos del escocés,
aq uellos decorados fungibles poseían una potencia educativa, para niños, que
rrascendía su cometido inicial. Los panoramas que pretendía contener en el Na-
rure Building, por ejemplo, proporcionarían una idea del mundo más completa,
111cluso, que la que pudieran ofrecer un viajero como Humboldt o un geógrafo
descriptivo como Redus; el edificio mismo se convertiría en un panorama en per-
petuo cambio y dcsarroUo, que fascinaría a los n iiíos y que revelaría a los adultos
«que todos somos níños» (Geddes, 1904: 115-117).
[202j º°' Mll\lOLO<.IA.S. L"\3 'l'RADIQO:-IE.S A..'>GLOSJ\JONA y \iFOnTRRA1'T.A Oll'UU..,Utú y co:-.TACLO~
unque menos científico que el que acabamos de analizar (Smith era un hombre de
-cgocios con inquietudes filantrópicas y aficiones arquitectónicas), la comparación
.;e los dos enriquecerá a ambos. Lo que proponía era m1 museo nacional e.le his-
- na y arte (National Gallery of History and Art) que se localizaría en una colina
.x \Vashington (en d parque Thc Soldiers Home), escalonándose en tres niveles.
:. inferior correspondería a ocho historie galleries (egipcia, asiria, griega, romana,
~ zantina, medieval, islámica e hindú), organizadas en torno a otros tantos patios
.:uyos alzados recrearían monumentos característicos (fracciones de la Mezquita de
Lordo ba, del Patio de los Leones de la Alhambra y de la Puerta del Sol de Toledo
.:onstituirían el M oorish Court, por ejemplo); modelos parciales o totales de otros
Lipos arquitectónicos ocuparían el interior de cada patio (a manera de parque) y
de las galerías perimerrales, aprovechando los muros ciegos de éstas para pintar
11 fresco cuadros históricos de los periodos correspondientes. El nivel intermedio
--ería el de las American Galleries, previstas para ilustrar la historia de los Estados
Unidos. El nivel superior lo ocuparía una répüca agrandada del Partenón para ser
usa da como panteón de los presidentes norteamericanos y de los principales patrio-
tas; a su lado, en lugar de la estatua de Atenea, la estatua de Cristóbal Colón.82
3i Smirh. 1891: 9-16, principalmente. Un re.sumen dd proyecto lo incluyó rn la> dos páginas de una
solicirud dirigid;i un mio n1<ís rnrdc al prcsidcot.c y a los parro11os de Tbc Soldicrs' H.ome (Smich, 1892).
[2041 l>OS MUSEOLOGfAS. Li\S TRAC>ICT0'-1'.S ANGLOSAJONA Y MF.DITFRR,\NFA, l"JIFERFNCTAS Y CONTACTO<.
• Leme >ur J'utiliré des N1usées ethno¡µaph.i4uc> er >U r J'imporrance de leur créauon dans les "wu
rnropécm qui posscdcm des colonies• , cn jumard, 1845. Cír. Días. 1991: 125-138.
" Un año anrcs, ha bía ><do inaugur'1 do el Museo de la 1\ c11dcrnia de Ciencias dt.' San Pcrcrsburgo, J,
cn do ,1 Ja diversidad cu lrur:il inreri or del Imperio ruso ( lnie~rn i Go111ale1, 1994: 10 \1) .
o nrr \ll:'f() U1'1\'ER>AL. MlbW UL Ollll rm. \11:\rO nr rT>f\S l2 0 9J
e
lmO ha precisado Nélia Dias, se trataba de demostrar ante la!> porcncta<;
a:r .n¡eras que en Francia existía una institución etnográfica. hnalizada la ex-
.. ión uni,·ersal, el Palacio del Trocadero se convutió en la sede del Musée
u nogra phie, pese a su falta de adecuación. Eso. sumado al cronu:o desinterés
bernamcntal, lo condu10 a una sit uación de práctico cobpso que rocó fondo
• IJ28, cuando Paul River y Georgcs-Hrnri R1vicre, recién nombrados director
.. hdircctor respectivamente, elahoraron un informe demoledor iiobrc la dc-
~.ició n institucional (Días, 19~1: 254) . Se produjo ahí un punto de inflexión
.a mr del cual iba a brotar una especie de refundación del museo, coincidiendo
nechosamenre. de nuevo, con una serie de estímulos exrcrno~ en un marco
.:omperencia inccrnacional que iba a ser, en ese caso. el <le la l:.uropa de en-
~uerras .
'·' Rayward , 1996: 252-254. Más detalladamente, .. consiste en rea l i7~ r en el C<'ntto Internacional,
de manera permanente y cienrífica, lo que los Gobierno> han venido bac1endo de manera efímern en la~
grnn dcs cxpo;.icione;, univcrsale;,. Las salas nncionalc;; configurnn un museo geog.rafü;o 1 cmográfico, un
\fosco de la fierra y de lo> Hombres». mienrras que lns secciones inrcrnacionalcs consmun·n un \luseo
Universa 1 de la Técnica, un _vluseo de la Educación, un musco cconóm1co 1 s°"1al C.'>1tre lnt17 11,,tio·
11.il .. ., 1921 : 60-6 J ). Sobre Otkt y su proyecto biblio-museográfico, véase \l arin Torres. '.!.tl\12: 284-2 94.
1216]
guerras mund ialc-.. fuaa ...errado y reabie rro varias veces por el Gobierno belga,
siendo la dcfinm\'a t:n la pracrica la clausura de ·1934 (Otlet, ·1919: 6 y 1996: 41 7.
Rayward, 1996: 462-4-0l. De ahí y de la escasez de recursos púbücos en Bélgica,
inmersa en la reconstrucción de posguerra, que era el segundo o bstáculo. Y un
tercero, acaso el má s relevanre, lo constituyó la propia Sociedad de Naciones, s1
bien más indirecta que direcramcmc, pues fue el ó rgano de presión de unos inte-
reses muy particulares, los frances es, como veremos e n breve.
En aquel accidentado tramo final, Otler confiaba en hallar una ubicación m ás
sólida y más amplia que el traído y llevado Palais Mondial. En 1921, parecía
tener aún esperanzas en e l asentamiento de la Sociedad de Naciones en Bruselas y
en que para darle forma se empleara los planos de Andersen y Héhrard. La mate-
rialización de la ciudad rnumlial ideada p or el noruego te ndría lugar como marco
para una próxima exposición tmivcrsal que, en vez de ser obra de una nación a n-
fitrion a, fuera la obra común de todas las naciones, a l tie mpo que las estructuras
<;e convirtiesen en las perennes de una verdadera «Capitale Mondiale » ( Centrt
lntemationa/ ... , 1921: 77). No consiguió eso, pero su insistencia dio otros fruto~:
logró participar en el proyecto de la Sociedad de Naciones en Ginebra.
En 1929, en una más entre las publicaciones del Palacio Mundial de Brusela,
y como portavoz de la UAI, exponía cómo encajaría su propuesta cu ltural eo
la ciudad suiza. La nueva «Ciudad Mundial» sería , para los asuntos mora les
y temporales de la Humanidad, lo que Roma, Jerusalén y La Meca para temas
religiosos, pero tampoco descartaba la inclusión de un templo de todas las reli-
giones, pues era algo que ya se había planteado por otras vías (desde Andersen
al menos). Esa ciudad, en suma, se asentaría sobre un trípode compuesto p o
la Sociedad de Naciones (dimensión política y diplomática ), la Oficina lnrerna-
t:io nal del Trabajo (dimensión económica y social) y el Mundancum (di mensio-
inrelecrual y moral ), que sería la institución existen te en Bruselas y que deber
e mpeza r a funcionar en el p lazo de un año1 con una exposición sobre la civfüza-
c ión . Corno en Bruselas, el Mundaneum engloba ría la Biblioteca, el Museo,
Asociació n Cienrífica, la Universidad y el Instituto de Investigación, todos ello
califica bles corno Mundiales, y su administración dependería solo de la UAI. D.
antemano, Le Corbusier había elaborado un proyecto urbanístico para la Ci...-
dad Mundial y para el Mundaneum (entendiendo por ta l el Museo Mundia
que había sido dado a conocer en 1928 dentro de la misma serie de publicact -
ne~ del Palacio .vtundial de Bruselas. El le ma con q ue el arquitecto suizo ene.
hezaba su proyecto (« Prever no cuesta nada. Fs sembrar la abundante cosech
.:e mañana») lo reü.ia de una calidad utópica de la que no parecía querer huir.
condición que Otlct ponía para su desarrollo (que el ,\'1undaneum sin·iera
_._ puerta no-política para que Estados Unidos pisase Ginebra y colaborase a su
.: .aanciación por la vía de las reparaciones de guerra ), rambién. A la postre, la
- •-\inculación norteamericana iba a contribuir a la desaparició n de la propia
. .-::1edad de Naciones, pero anees de pasar a ese punto es preciso detenerse en
\lundaneum de Le Corbusier y en la proyección que akanzó pese a no pasar
nea del papel.
Las implicaciones teóricas del proyecro y las concomitancias con las ideas
.:.e Patrick Geddes, Élisée Rcclus y otros intel ectuales fini seculares, que pare-
~ aa se habían dado cita en la Exposición Universal de 1900 en París, han
do recientemente estudiadas en profundidad por A. Vidler. Atendiendo a los
·equerimientos de Odet, el arquitecto suizo proyectó un «monumento » al pro-
.:reso ilimitado del hombre, que se medía en ese punto con la Outlook Tower Je
:>unfermline, que encerraba en su núcleo un sacrarium con escu lturas de rodo
• po de divinidades para una universal rel igión y que lograba dar expresión a
:Jdo eso sin renunciar al fu ncionalismo maquinista de vanguardia, sin recurrir
~ eclecticismo parlante del academ icismo arquitectónico. 86 Por mi parte, de-
-eo presenrn r el Mundaneum a mlVés de la huella que de jó en otros aurores,
-.reocupados por cuestiones análogas en los años de la m undialización de la
?tie rra, y por el crédito que la propia Sociedad de Naciones le otorgó durante
os aüos de su breve existencia.
En 1934, el apéndice m useológico de la Sociedad de Naciones (l'Office In-
:em ational des Musées, OTM ) describía el Mundaneum en su revista, Mouseion .
Coronando una colina al pie del .lago de Ginebra y con sus diagonales alineadas
.:on los puntos cardinales, la pirámide espiral del futuro museo ideado por Le
Corbus ier y Otlet iba a mostrar «al hombre en el tiempo y en el espacio». Tras
una prese.nración sinóptica de la gesraci6n del mundo, de la flora y de la fauna,
la aparición del hombre daría pie a un discurso diacrónico desarrollado en tres
na ves paralelas, sin paredes divisorias, a lo largo de la espiral descendente: en
una, la obra humana (tradiciones, arqueología ); en otra, documentos con signifi-
-:ado temporal (la historia presentada en gráficos y reconstmccioncs científicas);
en la rercera, los signos «de lugar » (condiciones físicas, pro<lucros na mrales y
•• Vidler, 2003: 170-1 79. 1 e Corbusicr dedicó t:special atención al proveao del .\[useo Mundial en
otros ese.ri tos, separados en el ucmpo, como s.i se rc::.isriera a dejarlo en el papel !Lt> Corbusier, L98J: 51-64
y 1979: S7) .
(2181 1.)0$ ~1USEüLOGÍAS. LA~ ·1 RAl.llUONt::S ANGLOSAJONA Y .\.1illlT l:llRANl:A l.)frl:'IU.:."-C!AS Y CON 1:~<.:ro,
• Semenof-Tian Shansay, 1934: 55-56 . La OlM volvió a rcscim1 r del olvido el proyecto de l.c CorbLl<ie·
en 1940, dedicándole 1111 an ículo a título insrituciona l, si11 ,¡ucor. a p.i rcir de documentos prestados por <
propio arquitecto pa ra la oc¡¡s ió n («Plan d'un musée 3 exrension horizonrale ... » , 1940: 29-38); desracab.i
su concepción d1dácnc>1, que lo conven ía en un «museo del conocimiento• .
" El Museo Geográfico de Leipzíg ruvo su origen en el lnstirut fü.r Liüldcrkunde que crca.ra el vulcnno
logo Alphons Stübel en I 896, como sección de geografía regional del Muscum fü r Vi;lkcrkundc, pe ro, aila d,
la O IM, no fue convertido en musco hasta 1927.
="" Dll MUSEO UNIVERSAi . MUSF.O OF. OBJETOS, MUSEO DE lDEAS l219J
~9 Rcnoüei., 1999: 22; carca fechada en 1921.04.03. Las descalificaciones CC)ntra Orlcr y Lafonrnine
1igucau en un infor me envrndo por el emhajador francés en Bruselas al mini~'tro de Asuntos F.xreriores en
1920 (Íd., 17).
"" Enca bezamienrn del primer número de Obiets et Mondes. Ritvue du Musée de f'Homme, 1961.
f22 0) DOS Ml l~FOl.O\.fAS. I A~ TRAlllCIONES Ai'IGLOSAJONA Y .\1EDITERRÁNEA: DTFERf.NCIA~ Y C:ONTACTO>
of Man, caracterizada por ocuparse del hombre biológico y del hombre cultural
en todas las épocas y todos los países y presentada en 1960 como «el último
y más reciente tipo de los museos antropológicos científicamente orientados»
(Frese, 1960: 26-28 ). Para ento nces, estaba recién creado el Museum of Man de
Ottawa-Hull, aunque antes de que fuera inaugurado su nuevo edificio en 1989,
para evitar connotaciones sexistas, el nombre fue cambiado por el <le Canadian
Museum of Civilization (MacDonald y Alsford, 1989: 1-5). Antes, en 1953, se
había constituido una sociedad científica en Deu-oit para promover la creación de
un «Musée de l'Homme » o, más precisamente, «a Museum of Science and Man».
que, como en el caso parisino, iba a estar integrado en el Museo de Ciencias
(1COM News, abril 1953: 12, 34).
No solo nos falta confianza en nosotros mismos y ánimo para aprender ot ros idio-
mas; no apoyamos suficientemente a nuestros científicos ni a nuest ros artistas. No
velamos en absoluto por la expansión intelecrnal, sino únicamente por las exporra-
ciones comerciales. Somos incapaces de exportar nuestras ideas y nuestros inventos:
desgraciadamente, éstos viajan sin nosotros, los extranjeros los cazan al vuelo, los
modifican ligeramente y los hacen suyos. Barramos todos estos pequciios defectos y no
tendremos inconveniente para asegurar nuestra inteligencia sobre la cultura artificia"
de Alemania, hecha casi exclusivamente de la copia o del desarrollo de ideas que no
son alemanas (Gréher, 1920: 11, 163).
• cirado y aún más por cítar, pues le valió el nombramiento como H onorary
~ci are Dírector General of l CO M» (JCOM News, 1948: 9 1. Se u ataba de un
w..-go nuevo y que iba a ocupar hasta la siguiente conferencia b1enaJ, la que
.::idría lugar en 1950; no obstante, perpetuado bajo la denominación abrevíada
...;;! director general, lo ocupó Rivierc inínterrumpídameme basca 1965, en que le
Office InternationaJ des M usées, es decir, como sustituta ele la revista Mouseion,
su edición, en efecto, estaba contemplada en el acuerdo inicial ICOM-Unesco.
·o obstante, en ése y en otros documentos se insiste en que la nueva publicación
-crá más amplía en contenidos (no solo a rte, arqueología e historia) y en regis-
•..os idiomáticos (bilingüismo inglés-francés) para llegar al mundo entero. No se
:iene empacho en explicitar lo que ya habíamos consrarado por otros cauces: q ue
Iouseion, editada en francés desde París, nunca rebasó los límites de la Europa
..ominental y que apenas se ocupó de otros q ue no fueran los museos de arte y de
.uqueología (rcOM News, 1948: 2-3, 7. Museum, 1948: 3 ). Pues bien, el primer
::iúmero de Museum fue presentado en aquella primera Conferencia Bienal del
·coM, la celebrada en París en julio de 194 8: estuvo dedicado a los museos fran-
.:eses y sirvió para demostrarle a la comun idad internacional el vigor recuperado
rras la crisis bélica, «con una nueva orientación en algunos casos y con unos o b-
•erivos en general más amplios que antes» (lCOM News, 1948: 7) . Lo que estaba
ocurriendo, en otras palabras, era que Francia estaba aprovechando el TCOM y
la Unesco para imprimir un giro radical en su form a de entender la m useología,
111corporando los aspectos más dinámicos y novedosos que había desarrollado
~o rtea mérica. La tradición mediterránea comenzaba a renovarse por contacto con
la anglosajona, de cabe'.la a cabeza, y ya no iba a parar. La composición del comité
de redacción de la revista apuntaba en la misma dirección, pues esta ba presidido
92
Sobre la figura capital de Rivicn:, v.:anse Riviere, 1989: 13-64. Baghh, Boylíln y Hcrrcmau. 1998: 81.
{;orgns, 2003: 21 5-227, donde se refiere a las funciones de Riviere en el rcoM , 1usrificando la hegemonía
francesa como algo natura l. H. de Va rinc-l\ohM fue director Jel ICOM hasra l 9i4 (Baghl i, Boylan ~ He·
creman, 1998: 82). Esra obra colectiva rc;1liw un balance dd primer medio si¡do de exisrencia del •COM, co
clave heroica.
í226] OOS MLStOLot.lA~. Lb llL.\lllOO:-b A.'GLO'~JONA Y \ff))ITTRRA1'T.A; ))IFf RfNCIAS Y CO, IACTOS
por André Léveillé (director del Palais de la Découverte y tesorero del TCOM) y se
completaba con G. H. Riviere (en calidad de director asociado del TCOM ) y con un
representante de la División de Museos y Monumentos Históricos de la Unesco
(T.éveillé, 1949: 2 ).
l.a segunda revista, ICOM News, como su propio nombre indica, era un boletín
de actualidad diseñado a imagen de la noneamericana Museum News . Pensado
más específica.mente para la profesión, se trata del auténtico d ia rio del 1co ~1.
Connene, por tanto, información muy valiosa para nuestros fines, pues refleja
la evolución institucional, no solo por las noticias de las que da cuenta sino
tambié n por los cambios que se fueron produciendo (o no) en s u maqueta y en
sus créditos. Lo que menos cambió fue el editorial staff: G. H. Riviere, conseiller
perrnanent del ICOM hasta su muerte, en 1985, fue también el responsable de la
revista, ayudado por la secretaria ejecutiva del ICOM (Marthe Benoist d'Azy) ~
por un comité asesor. La maquera, por el contrario, cambió significativamente.
Había nacido como una revista bilingüe, pero sería más exacto decir que era una
revista en inglés con traducción al francés; el primer número (octu bre de 1948 .
de hecho, apareció únicamente en inglés por problemas técnicos. A partir de ahí.
los cambios.
En 1950, cambió el tipo de edición (se sustituyó el offset por la impresión .
para abaratar costes y aumentar la tirada, atendiendo a una sugerencia previa
de Riviere. Pero lo importante es que esa ocasión fue aprovechada para inver-
tir el orden lingi.iísrico, pasando a ser una edición e n francés con traducción a,
inglés, comprimida esta última en una caja menor y en un menor número de
páginas que la primera, por tanto. No se mudó aún la cabecera, que se manr1n-
en su denominación inglesa, pero el comité ejecutivo del ICOM (Salles, Rivierc
y Benoist d' Azy), reunido en París en 1955 , decidió que pasaría a ser asimism
bilingüe a partir del año siguiente: Tí.OM News / Nouvelles de /'1co,'v! (1co111 N ews
8-10/1955: 4-6).
El sigLúente cambio estructural tuvo lugar en 1968 y consistió en la inversié:::
del orden de los dos títulos, anteponiendo el francés a 1 inglés. La rransformacic -
se fraguó en 1967, el año en que se conmemoraba el vigésimo aniversario de '
o rgan izacic'>n del ico.M y de la propia revista. Según el editorial del último núme-
ro de ese año, el sistema antiguo se había quedado obsoleto y ya no interesaba
nadie. También se habían quedado pequeños los recursos humanos y económico..
de la secretaría del TCOM, de modo que el comité ejecutivo había lanzado un so ..
respondió el comité nacional checoslovaco, que se comprometió a imprimir
~1"\0 flfl ~JUSF-0 UNIVERSAL MUSEO lll:. CJJJJI: l m. ,\IU~l:O Ul:. IDI:.~
füenal del lCOM tuvo lugar en 1950, en Londres. Ello no bastó para comrarres-
:ar la indignación de los británicos por el abusivo control que los fran ceses cjer-
üall . El secretario de la Asociación de Museos no pudo ser más claro:
La nm:va constitución [<lel ICOM] puede no ser ve rdadera mcnrc democrática ¡ ... ],
pero, afo rtunadamente, el ICOM se encucnrra toda vía en una fase inicial de su forma-
ci(m y desarrollo [ ... ]. Ta n firmemenr.e centralizada en París como está hoy, no rcnd ría
sentido elegir sus altos cargos entre quienes no dispongan de libertad para viajar a
su!. reun iones. El control práctico ha de estar forwsameme en manos de unos pocos
entusiastas que disponen <le ocasión y de ánimo para dedica rse a ese rrabajo (Griggs,
1951: 162).
Uno de los efectos de la segu nda guerra mundial sobre la imagen occidental
..:el museo tuvo que ver con el desarro llo de un criterio reflexivo, de tono incluso
neológico, que buscó en el museo el antídoto frenre a la probada capacidad
..:estrucriva del hombre. La cura para las heridas morales dejadas por la guerra se
Jlvestígó a través de dos vías. Primero, una de carácter antropológico, heredera
Je la utopía universalista de la centuria precedente. Segundo, otra de carácter
estético. La primera halló su desarrollo argumental en sucio francés, porque fran-
... e~as eran -como acabamos de ver- las sedes. del icoi.v1 y de la Unesco, que la
;oment6 especialmente. Acabó confluyendo con la segunda, al comprobar que el
mejor lazo para hermanar países no era el que se fundamentaba en connotaciones
de índole racial, sino el que apelaba a un valor más universal aún: el arte. Esta
otra, la estética, desarrolló sus reflexiones fundamenta les en suelo norteamerica-
no antes de que fuera creado el lCOM, pero sería injusto no reconocer la impor-
tancia representada por las exposiciones internacionales de arte (analizadas por
Haskell, 2000) que, durante las dos primeras décadas del siglo xx, habían llevado
a los principales países de Europa (incluidas Gran Bretaña y algunas de sus anti-
guas colonias) a exponer sus tesoros artísticos en casa de sus vecinos. Al filo de la
primera guerra mundial, ya se tenía claro que «las exposiciones contemporáneas
de contenido limitado a una o unas ramas de la actividad humana ganan popu-
laridad en la misma medida en gue las exposiciones universales han perdido la
acogida de que disfrutaron antaño». Y poco después, siguiendo la misma fuente,
fue posible pulir esa <leducción para sentenciar que «las manifestaciones artísri-
cas son susceptibles de hacer desaparecer las desconfianzas que subsisten entre
naciones tras la guerra» y aún que «la rivalidad artística se impone sobre la rivali-
dad armamentista » («Muséographie générale ... », 1930: 178, 180).
[2301 nos MUSWLOGfAS. LAS TR.ADICJONES ANGLOSAJONA y MED!TERRÁKEA, ll!FERENCIAS y CONTACTOS
LA VÍA ANTROPOLÓGICA
Alma Wittlin, aurora de uno de los manuales de museología con mayor peso
historiográfico, escrito cerca de la seg1mda guerra mundial, en 1949, enmarcaba su
texto «en Ja presente crisis de la historia humana» y le pedía al museo colaboración
en la ingente tarea de adaptar a grandes masas de población a un entorno caracter-
izado por un volumen de cambios en las condiciones de vida sin precedentes; de-
bían «Superar el marco parroquial y convertirse en ciudadanos del m undo» (Wit-
rlin, 1949: 186-187). Era el mismo amHisis que el lCOM había realizado durante su
primera Conferencia Bienal, la celebrada en París durante el verano anterior. Desde
allí y recordando que esas cuestiones ya habían sido consideradas en la conferencia
que con carácter prefundacional había tenido lugar en México en noviembre de
1947, se había pedido que los grandes museos de todo el mundo mostrasen un
panorama de toda la civilización humana, para enseñar a los ciudadanos lo que sig-
nifica estar «integrados en una comunidad de naciones unidas» (1C OM, 1948: 32).
Pareciera que el sueño del museo universal heredado del siglo x1x y alimen-
tado en el periodo de entreguerras fuera a seguir vigente. De hecho, en la cuarta
jornada de aquell.a conferencia estival, se informó del proyecto de un musco de
crecimiento ilimitado que Le Corbusier había presentado en 1938 para ser cons-
truido en Philippeville (Argelia), dejado en suspenso por la guerra: con un desa-
rrollo espiral sobre planta cuadrada, venía a ser la traslación del frustrado Museo
Mundial a un escenario diferente. Y, paralelamente, André Léveillé, director de.
Pa lais de la Découverte (hijo de la Exposición Universal de 1937, como el Musée
de l'Homme), en París, hacía campaña para la creación de un lv1useo Internacio-
nal de la Civilización: instalado en una ciudad a elegir entre las más cosmopolitas
del mundo, ese museo estaría articulado en tomo a 20-25 temas, desde la apari-
ción del hombre en la Tierra hasta Robert O wen y el socialismo, por lo menos ,~
se valdría de objetos de toda naturaleza, incluidos mapas y documentos (Léveillé.
1948: 145). El museólogo francés volvió a presentar el proyecto en la siguiente
Conferencia Bienal del ICOM (Londres, 1950) y lo publicó también en uno de los
volúmenes correspondientes a 1951 de la británica The Museums ]ournal, p ero
ni éste inició su curso ni aquél, el del arquitecto suizo, se reanudó.
La dilatada serie de propuestas desarrolladas a lo largo de los últimos cien
años, ya analizadas, había convencido a la Uncsco de que un musco tan gene ral
era real mente inviable y de que lo efectivo habían de ser exposiciones tempo-
rales itinerantes. Así había enfocado su campai'la contra los prejuicios raciales.
[2 lll
- ·~ti. pues pasaba por mosrrar las grandes difereni.:1,1s existente!'> entre d hombre
.. r'lO ser natural y el hombre como ser soc1fll, que era el amb1c1oso planream1e11-
lo.:: her, 1~B: <!p. l'I autor escnb1a en c.1hJaJ J~ prc,1Jn11•· dt· l;1 Com1<1ó n dd IC0~1 p.ua !J, rnc,tiu-
m-.. r.Iciales. En .1n:íln¡:m tenmnoi. ><.: hab1a mamfo>t.ulo el org.tni<mn en lq.51. a tr.l\c> J.· la lm<"<l t'<iilorwl
de W< \I l'\ews, que. en"'º' momentos • .:orrcspond1.1 .1 l1. H. Rl\·oerc.-. bien .:an~.c <lt" fm11,1 (IU.l \I :'\"1'll'~.
1'15 1: 1-2!. G. W. Lc>chcr crJ dm~... tur Jd MuS('O de hnnJl,r.1k1 J~ Leiden. uno d.: lo, PI"-''' •lll<' plldo.tn cn-
~.11.tr, aunque a .:wrt.1 .li~r.1m;i.1. l'll l.1 line;1 m.1rcad.1 por d ,\ lu;co tkl llumbrc J,, P.iri \ ( hc"-. l .¡11n: 18).
1232] nos SILISWLUGIA~. LA~ TRADICIO:-IE' AN(;l.OSAJQN,\ y MFDITFRR,\NF,\, T>TFERENCk\S' CON l'ACJ m
LA VÍA ESTÉTICA
"' Cfr. lo dicho arriba sobre el coleccion isrn o arrístico norrcamcricano (.Einrcinhofer: 1997) y sobre su
posible condición de opio esrécico (A rgan: 1984). Comparacivameme, los museos de Historia Na tural,
menos lo~ universita rio~, recorrían desde 1900 una línea descendente que acnhó por hacer sonar las alam1d>
en 1951 (/COM News, 12/1951: 10, 26).
>tÜ ..OMO SJNONlM() Ut MV\J.0 nr .\ RTf llU.A Al' fll()f'()J \ l(,J.\ \ LA ~ l ETK.\ (2331
• ·~. Mientras tanto, y aquí se acrecienta el inrcrés por vía comparativa, rrancia
J nruvo el arte en el nivel de cspecial iwció11 qui.'. ni la ya rnuy lt:jana revolución
tbia logrado abolir.
La obra francesa davc para resaltar ci.c concrasre puede ser Le musée 1111aginaire
94-,), de André Malraux, un museo qnc, de encrada} como ,·enía siendo norma
la tradición gala, se Ice en clave exdnsivamence artística. Por el rítulo. que se
·diere a la posibilidad de reunir un número de obras de arte más exrenso que el que
-iueda existir en el mayor musco, gracias a la revolución de la foto~rafía en color,
más aún por su rradncción inglesa (The M11seurn without Wc1lls, 1949), podría
"Jrecer q ue se justificaba por el incomparablr grado de accesibilidad al arre que
--ermite la fotografía, pero no es el caso. ~o ignora que la fowgrafía es un medio
Je difusión de las obra., rn:iesrras más baraco que el grabado, pero su interés no
i:~tá en el gran público !>ino en los espe<:ialbtas. los estudiosos de la historia del arte
.:¡ue han visro mulriplicac.las las facilidades para investigar (Malraux, 1947: 17-18).
La fotografía en blanco y negro ya mejoraba la percepción de la escultura. !.a re-
producción en color homogcniza rodas las manifcst¡1ciones a.rtisticas (los grandes
l'. uadros y los pcqueños relieves son reproducidos a un mismo tamaño) y, sobre
todo, permite estudiar comparativa, simulráncamente piezas que antes era preciso
ver de manera secuencia! en lugares ~ momcncos diferente~. Se trata de un ensayo
de carácter estético, para iniciados, acorde, por lo demás. con el título de la tri logia
.1 la que penenece (Essais de psychologie de /'art) ~ especialmente inu:rc:.ado en la
hist0ria de la pinrura, con corolario t:n el arre comemporáneo y en el arte de las
culruras más antiguas y exóticas, hennanado:. por la huida del namralic;mo (anti-
lumumisme comtín a una escultura de Picasso y a orra sumena, por c1cmploJ.
Lo dicho resulta adicionalmente llamarivo si tenemos en wenra que Malraux
había ocupado el Mini:.rerio de .In formación con el Gobierno de De Gaulle :i
finales de 1945, y que en aq uella ocasión se había propuesto crear un museo
imJginario, a base de reproducciones artísticas. que Uegara a las aldea~ )' a l a~
fábrica!. (Lacourure, 1992: 413). Pudo ser que la frustración de su carrera política
(solo durante dos meses se hizo cargo de aquella carrera) y de su proyecto social
le hiciern reparar en la carga utópica que lo lastraba . A<lcmá~, en noviembre de
1946, en París, había intervenido en una reunión solemne de la recién creada
Unesco, con un discurso marcado por el pesimismo existencial (Lacounire, 1992:
418 ). El caso es que en la~ páginas del lihro no ~e filtró un ápice de aquel espírm •.
La úni<.:a democratización rasrreable era la de las propias técnicas artísticas, e1
t:lnco que la fotografía presentaba en términos de igualdad las arres mayore~ }'la ~
menores: todas se convertían en plClnches (Malraux, 1947: 52) . Y lo que es tmb
el ensayo estético resulranre podría ser coronado como apoteosis del métoJt
comparativo que hahía esiado ran en boga duranre el c;iglo x1x, llevándolo ha!'>tJ
exrrcmos que 01 siquiera Violler-le-Duc debió de imaginar. 1:.l conrrasre enrre '
que en vano intentó dcsarroUar en el marco poürico y lo que finalmenre llevó •1 '
imprenta recuerda demasiado a otro contraste: el esta bleci<lo entre el progra m
revolucionario de 1789 y los usos monárquicos y elitistas fina lmente perpetuado,
con el anriguo palacio del Louvre convertido en museo de arre.
En el libro de :Malraux, además, es preciso subrayar la identidad del ediro .
Albert Skira, que se hallaba en vísperas de celebrar el vigésimo aniversario Je
creación, en Ginehra (luego también en París), de la firma llamada a convernr
en legendaria gracias a su especialización t:n libros de a rte (histórico y contetnp<
ráneo) donde las reproducciones a cuatricronúa eran las protagonistas. f<;a \
po-;eía do:. extremos: la edición de bibliófilo y Ja edición divulgativa. La primer
previsible cuando .Malraux afumaba que el arre más beneficiado por la alrer
ción focográfica de la escala era el de la mi111atura, al verse reproducida a igt.
tamaño que los lienzos (Malraux, 1947: l 7), conduce a las edicio nes facsimilares
de libros miniados, que halló adecuada materia prima en In Europa gúrica. La
segunJa, que es la que nos interesa, parre del tipo de libros que había comen :w
do a hacer Skira, pero va más allá de estos selecrivos crircrioi. europeos y, en ,
codificación, trasluce las demandar; del público, del mercado norteamericar
Aquélla, la bibli ófila, no estaba exactamente en simonía con la realidad n·
viva, como tampoco parecía estarlo, permítaseme el para le lismo, la Sociedad •
:-\aciemes, con sede en la misma ciudad suiza. La edición divulgativa sí con ven..
C0\10 SINÓNIMO Dl: MU!>EO or ARTf. DF l .A /\1'1R0l'OLOGI.~ \LA Ll>Tf.TIC.~
"; No q11cd ;1 del todo d aro si Taylor veÍ.l a la cel e•~<ión como un al iado del museo u como un competi-
dor, en pugna por un 1111s111u p1ibl1<:u. El caso e.s que. un año más rnrde. el 1'"111scu111 uf l'inc An:, <le Boscon
emitía en ~olor un programa de televi<ión dedicado a ;u, wb:cione; asiá cicas, inaugurando así un~1 5 CO>to·
<as 1nstalacionc:. para emitir pro¡(ramas en direcro y desde el mismo edilicio l!U>.•1 News, 1956: 10). Aunque
los responsable, <l e aquella iniciativa pionera esrnban convcm:ido:. <le que la, emtsiones artísticas iban a
su poner P<1ra la icltvisióa lo mismo que la músic.1 siníónica para la ra<l1u , •icl'ver>a. lu cierto es que el
fmu ro de la di vu lgación artística no pasaba por la imagen en mo\'inuento sino por el papel impreso.
l 236] llOS \ fUSFOl OGI \~. l \~ TR.\OICIONI.!> .-'.., GLO!>AJOJSA y \1EDITTRR \Nr \· OlfFRf1'C:IA'> y COlff.KTm
Algo inrangible ha sido destruido en Europa durante los pasados cinco a1'íos, v aún
no podemos darnos perfecta cuenra de lo que es. Muchas de las obras de arte han sid•
salvadas, pero la civilización en sí misma ha perecido, cienamenre. Una nueva obliga·
ción de rerapia mental se ha abierto camino entre nosotros r... u
1. musco americano
no es, a nte todo, ni un palacio abandonado europeo ni tul remedio para almacenar
y clasificar la rique:rn nacional acumulada en el pasado. Es un fenómeno americano.
dcsa rrollado por la gente, para la gente y de la genre í... l. Hemos de dejar de imitar
al Lou vre y al Kaiser Friedricb )' resolver este problema puramcnrc americano de u n ..
manera puramenre americana (Taylor, 1945: 7, 21, 23).
Plantar cara a esa realidad era la labor acometida por él desde el Met, preet-
samente. Resulta significativo que abra su libro con una ilustración antigua de I >
bíblica corre de Babel y con una pormenorizada descripción del frustrado M un-
O C'O.\!O ~INOl\1'10 DE \ILISl:.U L>I; AK l l:. Llt l.A .\Vl'ROPOLOC.I \ .\ 1 1 FSTETICA {13/J
barnlla por hacer concordar ese símbolo con los códigos arquircctónicos (Bun
1977: 344 ). Aunque la forma s imbólica estaba ya elegida en el origen, los plam
definitivos no fueron publicados hasta 1952, coincidiendo, paradójicamente, e< -
el relevo de Hilla Rebay por James Sweeney, a demanda de lo!> herederos del '
difunto Solomon R. Guggenheirn. El diseño conmocionó el panorama museogr•
fico internacional, haciéndose eco de su publicación la británica Asociación '-'•
Museos y, a través de ella, el 1co"'V''
'• ·« .uggenheim \foseum file> n•vt>cd bt1ildir1g pl a11s», ·1':ISL ..Thc ~olomon R. Gu&:enheim Mmeu:rr:
19q: .2.rn. Esta rc>cña fue, a >ll \Cl, rccvg1d.1 en wo.11 News, 7 (2-4/1954: .20). La conv1cción de qu,
rr.naha Je •un edificio como no se:- ha vosro otro anees• no evitó las crítica .. oíd,1> >i<·tc .iño> más ta rde
el momcntu de IJ 1n<1ugun1c1ón dd onu,eo. F.nmnce>. iue .:ensura<la la Ji,,iu11'°011Jlitl.id de una ohra
cond1..:1011aba Jo, monraje< l son las expo,1<:1onc> la, 4uc han de ser plancad.1~ y monr:idas en functó:::
la ¡¡rqu1recrura •l e imponía un úni.:o r<·•omdo t•n la 'isorn (Musgr,ne, 1'1'9: 2--.!R: también re>eña<..
"º'' .\"ews. 8- 1011959). ~e reataba dt• crotu.:.1' ..:011d1c1011adas por el o;emp11erno pra¡:maasmo briranico
[2391
~rreamericanos, el .rnstro moderno <le la torre <le Babel a la que se había referido
~a, lor. Lo que el arquitecto escribió a l respecto, en ro<lo caso, fue q ue lo considc-
·.-.do el pueblo», rezaba un editorial del boletín de actualidad del lCOM (1COA1
ews, 8/1953: 1). D icho y hecho: el Consejo Internacional de Museos se dispu-
, a tomar contacto direéto con los nuevos santuarios artísticos norteamerica-
·;os. Fue en 1953 cuando directores y conservadores de museos pertenecientes
J n·intisiete países participaron en un congreso sobre historia del arte y museo-
.:rafía celebrado en Nueva York. Durante dos semanas, visitaron los grandes
"luseos artísticos en los alrededores de la antigua N ueva l nglaterra, entre Boston
· Washington. El presidente del lCOM, Georges Salles, entre las diferencias que
roda vía» eran discerni bles entre los dos lados del Atlántico, destacó «el uso
.:ada vez más frecuente de los museos ll a mados flexibles y la puesta en prác-
~1ca de la fu nción educativa de los museos, en constante perfeccionamiento», y
.:oncluyó q ue «hemos vuelw de ese congreso con el espíriru oxigenado» (!CO.M
~ews, 6/1954: s. p.). 1.as tres partes de a q uel mensaje presidencial son altamente
'íg niflcativas y merecen ser tratadas por separado.
:omigu ieme de:;confianza h;1cia la:. formas <1r4uitcnúnica; qu.- enmascaran su urilidad bajo un ropaje si 111-
'<il1co. En ese <;enndo, no foho cmrc tos británico> quien prefiriera leer la fom1a hdic01J.il con un cmerio
:unciona lisrn, «como un,1 i11rncns¡1 turbina hidrudécrrica [... J expre>iva de la iuerz.a dinamíca que las arres
eiercerían sobre un a comun idad• (Mu.<gr;ive, 1959: 27).
F1¡; . 11. Sc!<'l'IÓn d,•/ G11ggc11/1C'in: M u,;eum de \l11e11,1 Yvrk,
se,~wt los phmos p11blic.1dos como tfpfi11itiuo~ ¡)()r l-ra11/: l.lo)'IÍ Wi>'ight ( 19.í2) .
<U Lt>MO ~J);Ó;\IL\,ll\ l>t Ml:SJ::ü DI: ARTE. DEL~ .-\NTROPüLOGL~ A LA ESTLTK ~ r2..: 11
seos en «centros culturales» gracias, sobre todo, a la dinámica del arte conrem-
i:.'O ráneo. A mayor abundamiento, el ornitólogo y presidente de Ja Smirhsonian
lnstiru rion, Dillon Ripley, publicaba en 1969 una historia de los museos que,
sin reparar en ello, se convertía en la descripción de un m useo de arre moderno
..:uando llegaba el momento de imaginar las funciones del mu'>co del fu turo, con
!a evidencia norteamericana y la cirn de auroridad de Bazin por delante (Ripley,
1970: 122-125 ). Franceses y norteamericanos marcaban el rumbo de la muse
logía a finales de los años sesenta del siglo xx, y por ambas parres se apuncal--'
a los mu!>eos de arre (contemporáneo preferentemente) como corolario futuro
p<Hece <:er que, con<:ciente o inconscientemente, na<lic com:ebía el m usco por \ c -
nir lleno de objetos que no fueran obras <le arte, convertidas en alimento para la~
mas;1s, rodo sea d icho. En Francia, a decir verdad, e l fenómeno venía <le tiemp-
atn.ís, porque el arquitecto Augusre Perret, en 1929, ya había presentado su ide.1
de «muséc mo<lcrrn.: » cncarnada en un museo ele bellas arres (Perret, 1929: 12~-
215). Y desde el mismo paí!>, en 1960, el conservador del Louvre Luc Benob"
hablaba de un musco futuro que no trataba con cualc quier tipos de objetos sin .
específicamente, con .. cuadros » (Benoist, 1960: 122).
Quién dirfa que hubo Ull tiempo, entre finales del i;iglo XIX)' la primera guerr.:
mundial, en que el museo nuevo o moderno fue 1mag111ado como un museo ~e
historia namral (Flower, 1898: 41 ), como un museo de ernografía incluso (.\lk
rray, 1904 ). Hubo un tiempo y hubo un lugar, porque las dos ciras de aurori da~
que acabo de aporrar S(m británicas. La segunda, para más señas, lo es hasra
médul,t. Se plantea como una historia de los musco~ pn.:tendic.lamente genera
pero, a b inversa de lo que ven imos anal izando, deja fuera las colecciones de arr(;
le inrcrc-;an las colecciones del centro y norte de Europa, las cienc ias naturales ·
a lo sumo, las «artificial rarities», que es el resqu icin por el que dn cabida a Ita!_
y a Francia; aun la-; colecciones arq ueológicas las idencifica con los objetos de
índole ernográflca, no con la escultura antigua en su acepción plástica .
La segunda parte del balance de G. Salles, la referida a la dimensión educan·
de los museos americano<;, demuestra la marginalidad de Gran Bretaña en e.-.
fase del JCOM. Su presideme maneja una idea continental <le Europa, mcditerra·
nea incluso, pues es en ese marco donde tiene sentido la carencia e<lucati\'a q1¿.c
conrrasra con el dinamismo americano. Ese concrasre no habría tenido i;emido.
se habría 'i.,to macizado, si su idea de Europa hubiese incluido las islas Brirám
cas, cuya cra<liciÍ>n didáctica de los museos esrá en la base de la norreamerican..
l .a te rcera parte, en fin, nos proporciona la medida cualitativa de la conrriblJ-
c ión norteamericana a la renovación museolúgica francesa, a la oxi~enación c..c
una rradición 5ecularmente estática y aurocomplacicmc. Otra e.le esas muestra.>
apareció en 1969, en forma de un libro estadístico sobre la relación <le los m usct •
Je arte curopens y su público, a cargo de P. Bordieu: no cita ningún estudio francé-
al rc~pccto, y siete de los doce ríruJos recogidos en la bibliografía son norreamer -
canos, ~m contar otros dos publicados por la Unesco (Bordieu, 1969: 185).
l>~IO SJ SO:>il~lO DE Ml'~~O D[ AR1 l. DEL\ A~llWJ'tllüGIA \ L\ l> 1 ~ l JL>.
uesrion diferenre es en qué medida esa n.:novac10n fue decma. m.is alla,
sumo, de los centros de arte contemporáneo del npo Beaubourg o. en
~cada de los ochenta, el Carré d' A rr de Nlmes. En 19'0. aún aparecía la
-~tTa edición de un trabajo divulgativo sobre los museos de francia jusrifi-
- > por la reforma emprendida tras la segunda guerra mundial, entre 194 l
o.J -t5, y actualizado para dejar constancia de, por ejemplo, cómo acababa
,.._ .;,er celebrado el concurso internacional para construir el Centre Georges
'llpidou. Lo sorprendente: es que, ya desde Ja introducción, se anuncia que el
-.-o pretende refleja r e l cambio que, «sobre todo después de la tÜtim<l guerra,
_ s,1cudido el polvo y el hacinamiento de los muscos de Francia y ha hecho
-~ ellos especdculos atractivos, rambién instrumentos culturab., donde rodo
.i sido dispuesto para extraer de Ja obra de arte su máximo valor espiritual»
1isson, l 970: 5). La reducción de los museos a museos de arre es literal en esa
.:l!daración y en el consecuente desarrollo de los contenidos, en los que parece no
~x1s rir otros museos aparre de Jos de bellas artes, arqueología y artes indusrriales.
Eiectivamenre, el peso de la tradición de los muscos de arte a la antigua usanza
-r,1 evidente a principios de los pretendidarncnte renovadc¡res aüos setenta, a
rravés de las elocuenres palabras del enronces director de muscos ele Francia, Jean
Chatelain: «en el Louvre, no necesiramos animación, ya cenemos la Gioconda y
a Venus de Milo» (Dcsvallées, 1992: 17) . Y lo seguía siendo a mediados de los
'1chenra, incluso en el seno de la ya catalogada como nouvelle muséologie, que
era en la que Bernard Deloche enmarcaba un trabajo dedicado a las comradic-
c1ones y a la logic<l del museo, sin reparar en que él mismo hablaba siempre del
museo desde un punto de vista artístico (Deloche, 1985).
En lus países museológicamente afectos a la tradición francesa, ocurre lo
mismo: el museo ya no es un museo a secas, un concepto neutro al que solo en
segunda instancia le precisamos un tipo de contenido. Perpetuando la sinécdoque
históricamente arrastrada y recientemente sacra lizada, el museo, si no se precisa
más, es un museo de arte. Y ni se precisa más ni se razona ni explica el porqué de
esa opción que se asume corno si se tratase de un principio universal. En Iralia, se
intuye la gravedad de una tradición museogdlica de signo artístico cuan<lo, por
ejemplo, Alessandrn Mottola Molfino explica en la primera página, r sin prestar
atención al consiguiente desajuste, que su 1l Libro dei musez es un libro dedicado
a la historia de los muscos de arte (Mortola Molfino, 1991: 9).
En E.spa iia, se viene repitiendo con total exactitud el mismo estereotipo his-
tórico. Un e'celenre punro de partida, para no hacer telliosa la relación den.i.os-
[244] UCJ> .\IU!>l:OLOGl~~" LA!> TllADICIO!\'F.S AN(;J.()SAJONA Y Mín1TERR,\ NF1\ , DITTRFNCJAS Y CONTACT
trativa, p uede ser la línea editorial de una de las más antiguas revistas españolas
de muséología, Museum , subtitulada Revista mensual de arte español antiguo:
moderno y de la vida artística contemporánea y publicada en Barcelona a parn ~
de 1911. A mayor abundamiento, el número inaugural incluía un artícu lo de
Ricardo Agrasot (que acababa de publicar una historia de la ornamentacÍÓ"
egipcia) sobre el arte y su importancia civilizadora, atento a que, «si el homb re
quiere seguir siéndolo, si no desea converti rse en aparato mecánico, inconscien-
te, ciego, necesita del Arte» (Agrasot, 1911: 118). Todavía en el mismo ni n~
editorial, la revista Museos, editada por el Ministerio de Cultura para dar a
conocer las investigaciones sobre los bienes contenidos en los muscos de la rec
pública, dedicaba siete de los ocho artículos de su primer número (1988) a pie-
zas arqueológicas (el restante esta ba dedicado a la iluminación en Jos museos
Entre medias, en términos más institucionales, había ido sobrada de elocuencia
la creación del comité espaiíol del ICOM, en 1952: procedían de m useos de bella<.
artes nada menos que doce de los quince miembros; de los otros tres, dos p er-
renecían a museos arqueológicos y solo uno a museos de ciencias (ICOM News.
4/1952: 8).
Como prueba de la salud de hierro de que disfruta esa distorsión rnuseol ógi-
ca en el horizonte espa1'iol a día de la fecha, valgan dos ejemplos tomados de la
agenda cultural de 2004. En el mes de julio, fueron desarrolladas en la Fundación
asturiana Selgas-Fagal las jornadas Museos Españoles. Siglo XXI. El título per-
mitiría pensar en el panorama futuro de cualquier tipo de museos, pero no. En
palabras del director de las jornadas, «entre los profundos cambios culturales h a-
bidos en España durante a proximadamente los últimos veinticinco años, destaca.
sin duda, lo acaecido en los museos ele arte, que no solo se han mu ltiplicado er.
nfonero, sobre todo los dedicados al arte contemporáneo, sino que, en genera.
han acometido, durante ese periodo, su largamente aplazada modernización •.
los dieciséis ponentes fueron, de hecho, directores y conservadores de museos dt"
arte españoles. 97 La transformación experimentada por los museos de arte en la
España reciente es espectacular, ciertamente, pero ese grado de exccpcionalidaa
debería hacernos reflexionar sobre lo que ocurre (o deja de ocurrir) con el resro
de los museos, que también existen. Esa anómala realidad puede p rovocar de-
formaciones como la vivida a finales del mes de junio del añ.o cicado, cuando la
•' Cita extraída del programa informativo. El director fue el catedrático de Hisroria del Arce Francis.;
Cal vo Serraller. Cito el cvcnw como i lust ración de un tlererrnina<lo hábito memal, sin valorar los conlen -
dos. Resefü1 en Galán, 2004.07.07.
..hrección General de Museos Estatales organizó una fiesta para elegir a ~liss
lisrer Museos 2004 «entre el persona l de los centros de arce esrarales• . po rque
ienes pasan todo el año dedicados a la com.crvación de las más hermo:;as crca-
'1el> artísticas también tienen derecho a qui: se valore su arracm o ~ sunpaáa ..
lot, 2004.06.30). Por lo menos, la Asociación de Museólogo!i nos acababa
recordar que los muscos de ciencias también existen, dedicándoles monográ-
- .amenre el número 27-28 de su Reuista de Museología, correspondiente al año
_ 1J. También es cierm que la Sub<lirección General de Museos Escarales perte-
..:c al Ministerio de Cultura («Real decreto 1601/2004 ... » , 2004), mientras que
.., museos científicos nacionales (el Museo Geominero y los de Ciencias Natura-
y Ciencia y Tecnología o el RealJardín Bot:inico) escán adscritos al Ministerio
Educación y Ciencia.
Ahora bien, Francia, la fuenre original de esta visión sesgada, ~igue marcando
ios exrremos que no~ recuerdan por qué ha sido y sigue siendo la cabeza de
1da una escuela museológica. Solo los museólogos franceses son capaces, hasta
"nde conozco, de desviar hacia planteamientos artísticos los cernas más inopi-
l dos. Hace solo unos meses (fehrero-diciembre de 2004), el ~ l usée National
...e la Marine expuso Les génies de la mer. chefs d'oeuvre de la srnlpture 1Uwale
16S0-1 850), una mirada plástica a la decoración naval, a la rica iconografía
de los mascarones <le proa y a la recargada ta lla de los castillos de popa. Llama
'11ucho la atención encontrar una exposi<.:ió n artística en una tipología de mu-
'eo naturalmente más próximo a los temao; técnicos o históricos. La medida del
contraste puede estar en la exposición temporal programada exactamente el año
J ntcrior en su homólogo británico, el Nauonal Maririme Muscum de Londres,
m ulada Elizabeth (mayo-septiembre de 2003) y dedicada a perfilar y ensalzar la
hgura y el gobierno de la rei na Isabel l. Quizás se comprenda mcjl>r la peculia-
mla d francesa si añadimos que el mism(l museo cuenta, entre sus instalaciones
permanentes, con una Galerie de peinmre chef d'ocuvre du modélisme, instalada
ciertamente como si fuera una galería de pinruras de grandes maestros pero for-
mada por una serie de viseas de puertos cuya lectura inmediata es la histórica.
Hemos de tener en cuenta, además, que hubo un tiempo en que, de hecho, el
.\lusée de la Marine estuvo instalado en el Louvre, y que se sacó porque .. el arre
náurico no es un am: en el senrido que debemos darle a la pala bra en este lugar,
es una ciencia » (Viardot, 1855: 458). Así se puede explicar la l'xistencia de la
galería histórica ci tada, transmutada en ga lería :irásrica. Se explica . pero no deja
de consátuir una peculiaridad sobresaliente.
fn fin, una prueba adicional Je que las hechas no son ,1prcc1arnmes coyunru
rales sino lo<; smtomas estructur.1lc-. de una forma de pensar r de interpretar lo ..
objetos museables la hallamos en lm comentarios que provocaron aquellos lien-
1os que George Caclin presentó en P.ub en junio de 184S. Como recordaremm,
representaban las fisonomías y los modos de vida de diferentes tribus de indio,
norreamcricanos, habiendo sido d moti\·o de la empre~a. como no se cansó de
repetir su autor, de palabra y por c!>cmo, a nrropológico. Pue'i h1en, lo que b
\OC.:le<fad P<H1<;1na apreció en ello' fueron decallcs como que los perfile~ de lo..,
indios, habiendo -.ido realizado-. .. d'apres narure., ·recuerdan al ripo griego o d
Antinoo , que la-; escenas de dan1a y <le caza «asemejan compleramence modelo..,
antiguo.., • en las poses de las figur<l'> \' mrm. detalles, \ que, en general. hasca 1
rransparcm:1a } la luminosidad dd cielo podría sen 1r de modelo a los paisajista'
(Caclm, 1848: 1, 23-.).
10. DEL OPF.N-AIR MUSEUM AL. r:coMUSÉE
DOS N0"11HU:'>, UNA COSA
gue los países n órdicos han de buscar en la arquitectura folk o popular. ~ 8 En otra~
palabras, la tradición clásica vuelve a manifestarse como rasgo distintivo e idcn-
titario de los países de la Europa mediterránea o meridional, esta vez a través de
legado de sus usos arquitectónicos. El contraste es tan marcado que el museólogc
polaco Jerzy Czajkowski habla de una Skansen museology (por el pionero anexe
al aire li bre del Nordiska Museet de Estocolmo) contrapuesta a una artistic mu-
seology (la que acabarnos de dejar en el epígrafe anterior}.
Por esa razón, c uando Artur Hazclius acudió a la Exposición Universal c.k
París de 1878 con una selección folklórica del Nordiska M useet de Estocolmo.
a través de un «panorama» de Laponia, los modos de vida tradicionales de la'
laritudes polares debían de despertar en los visitantes cosmopolitas una curiosi-
dad análoga a las muesrras de las culruras exóticas extraídas del mapa colonia.
El germen de los open-air museums fue interpretado en su sentido real después.
durante la primera posguerra mundial, en el norte y el este de Europa y, con
ciertos matices, en Alemania y Estados Unidos, pero no en Francia, tampoco en
Gran Bretaña. Estos dos países tardaron más en reaccionar. Cuando lo hicieron.
fue porque los temores que más de un siglo antes habían servido para reivindicar
museos universales, en los que proteger el patrimonio culrural de los pueblos co-
lonizados, se habían instalado dentro de casa y las propias metrópolis percibíar
la necesidad de crear museos en los q ue salvaguardar sus propias tradicione~
particulares.
En Alemania, durante esos años, cristalizaron los Heimatmuseen o museos dt'.
la patria espiritual inmediata, del terruño. Eran el resultado de la proyección de
nacionalismo romántico del siglo XIX sobre los confines más reducidos de las cc>-
munidades locales. Si los museos decimonónicos eran grandes máquinas, genera -
mente estatales, Ill<lS aptas para investigadores que para el público en general, eso"
nuevos museos iban a dejar a un lado la función investigadora para llegar a «la
grandes masas» que no se veían reflejadas en los primeros (Lehmann, 1935: 114
Tras la .segtmda guerra mundial, algunos de esos museos alemanes desarrollaror
otra nota original: fueron numerosos los que introdujeron inquilinos en las vie¡a'
casas populares trasladadas y reinstaladas, libres de alquiler pero obligados a crn-
darlas y most rárselas a los visitantes («Les "musées paysans" .. . », 195.5: 6-7).
" Cza jkowski, ·1981: 20. En ese mismo semido, las colecciones de los muscos noruegos de folklc.
han ; ido jusrificadas como documentos para escribir la historia del país durame los cuacro siglns en lo,; q
careció de hiscoria polícica propia por ha her esca do unido a Dinamarca (G rieg, l 928: l S). Una visión --
conjunto de los museos al aire libre, en Ba ilan Fernández, 1997: 198-240.
OPES-.4 /R MUSE.UM Al J:.<.:()MUS~E. DOS NOMBRfc~. PN1\ co~.~
-.lllccses como versión de Jos museos al aire libre britámcos? ~lancemos, acle-
~:>. que en lronbridge fue expresamente <lesesrimada la eriquera de ecomuseo
- su momento: era el rechazo a un término vinculado a connoradones locales en
"cenrro que se promocionaba como atracción rurística nacional y cuyo público
-.i ma yoritariamente extrarregional (Da vis, 1999: 141 ).
,., «1\ la manera d~ los trailsides americ3 nos, esros pequeños musi'OS scn·iriao J~ ayuda en el t:smd io
de los mon urnemos mismos» ( • füirish Comm1ssion in reporr ... », 1938: 8). El uiformc, efectivamente. St.'
mostraba sarisfecho del gran número de "small mmeurn.s • insralados en sirios hisróricos y especulabn en
cuamo al núm<'ro y el ramaño de los venideros, COJJ10 el que babia 4uc habilitar ¡unro al mw:o de Adriano
en Durham (Standing Commission cm ·.'vtuseums and Gallcrics, 1Y3B: 28). en rérmino~ linguísncos. b forma
inglesa site museum no procedería de la none~rncricnn;i si no de la france•a musee de site, siendo ésta, cier-
rarnenre, una tr3ducción de la norteamericana trails1de museum (Moolman, 1996: 38- '
juzgar por el número de Mousezon que le fue dedicado rnonográficamence, resulró
abrumadoramenre mayoritaria la participación de países de la Europa nórdic<l \
oriental: l()S artículos-ponencias versaron sobre museos concretos (muchos al aire
libre) de Austria, Dinamarca, l lolanda, Eswnia, Polonia, Rumanía, Fin landia,
Suecia, Noruega, Suiza. La serie se completaba con los museos ernográficos fran-
ceses de Alsac1a (Esrrasburgo), Proven1a (Arles) y Bayona, carentes de exten~1 0-
nes al aire libre, y con el respaldo epistemológico de Henri Focillon, que aporro
su teoría a<.:erca de la universalidad de la gramática ornamental (esencialmente
geométrica) de las formas artística<;. Estt: acento fonnalista estaba reforzado por
lo escrito al inicio del volumen por J u les Dcstrée, presiden re de la comisión perma-
nente de la OIM: «en el folklore, como en la arqueología o la ernografía, no codo e'
artístico, pero todo puede serlo» (Destrée, 1928: 89). Este mismo, además, haba.?
llamado la atención sobre el origen privado de todos o de la mayoría de los ejem·
plos analizados en el congreso o, lo que es lo mismo, había i.;ubrayado la falra de
interés gubernamental hasta la fecha en ese tipo de museos. El congreso concht}
con una clarísima resolución: «que una propaganda activa debe ser hecha par..
provocar la creación <le museos al aire libre» (Mouseio11, L928: 251 ).
De aquel impulso, surgió en Francia el Museo de Arres y Tradiciones Popu-
lares, de París, auspiciado por la OIM. Fue ese organismo el que en 1931, a
vista de la que iba a ser la Exposición Internacional de 1937, en París, propu'
la creación de un museo de arre popular al aire libre, que iba a ser francés anre
imposibíl1da<l de hacerlo mundial; reproduciría, pues, un «village» de la Franc
cam pesina o «paysannc» y aprovecharía expresamente la experiencia acumula\l
por la Oficina a lo largo de los años que llevaba interesada en los museos al aar
libre ( «Collaborarion de l'Office ... " • 1933: 250). Lo que resultó y fue insralaa
en un pequeño sector del Palais Chailloc no fue ral sino el museo de emograt
citado, que contenía las colecciones francesas que hasta entonces habían perr~
necido al!\ Lusée d'Ethnographic del Trocadero y que no habían pasado al nue\
Museo del Hombre. Siendo su primer director G.-H. Rivicrc, fue inaugurad
en 1951 (al tiempo que el Museurn of English Ru ral I.ife, por tanto) . Dos a fü
después, «en el momento mismo en que los desarrollos acelerados de la mccar
.lación amenazan con degradar el patrimonio de las tradiciones folklóricas ·• ,
barajaba asociarle el jardín d'Acclimatation, donde se podría incluir el monr~
«de un museo al aire libre» y ofrecer fiesras folklórica<; (ICOM News, 2/1953:
No fue eso lo que se hizo, sino pasarlo a un edificio nuevo, en el Bois de Bouk ~
ne, en J 969 (Riviere y Cuisenier, 1972: 181-184).
-ll lPION-.4/R Ml'Srlf,\ f Al f CO·IJrfSff. ll0 ' N<JMBiU:S. UNA LO~.~ !55
,J
OPEN
AIR
MUSEUMS
IN
EUROPA
."""'"""·
1
AE.6'0NAL
• '"°""""
••
~CTU>
F1g. 11..\l.1p.1 J,· /o.< 11111s1•05 ¡¡/ ,11re ltbr<' ex1ste11/<'S 1p111l11» 11•·gr11~J
)' proye<1.1do> l{11111tw /1/,mws/ <'11 F11rop.1, segzí11 ]er;:1 C~u/kou ,k1 ( / 91; 11.
) .. l la organ ización del conj unto fuera gu1.1da, en parre, por un catastro Je l 83fí
c¡ue los imeriores fueran acondicionados con mobiliario antiguo son orras dos
.. tr..:tmsrnnc i a~ para las que ex1sren P<Halelo!> norteamericanos sobrndamenre co-
,_1do'>. l:.n 1973, en fln, el de la C.rnn I .inda no era un ope11-,11r 11111seum sino un
en' 1ronmcntal museum » dedicado <l un «ccological ccmte't": •el propó:.iro de
..n mu'>eo "medioambienccd" e:. íl~altar los cambios prodw.::1do:. por el homhn:
~ el medio ambiente, a:.í como la ... interncc1ones enrre lo:. elementos a111males,
ece rale~ y minerales dentro dd contexto ecológi.:o» C\loniot, l ~r'3: 80-81 ). I.a
... quedn de la nueva etiqw:ta e!>raba en marcha.
De ,1cucr<lo con Ri vicre, lo<> ecomuseos iban más alla Je los museo~ al aire libre
Jrquc eran la suma de dos museos: un musl'O del espacio (un museo al .tire libre)
un musco del tiempo (un museo cubierto contenedor de cob:ciones de ob1etm
'material audiovisual) (Riviere, 1973: 44). Pero, ¿acaso no con'>t<tban los mmcos
.1 aire libre de un contenedor con1.:1:b1do como cenero de mccrprl·tauon? ¿>Jo era
'k.111sen el apéndice uutJoor Jcl 111door Nordiska ~lu~cct, 4ue .Hl nJ1.1 también
a la flora y la fauna locales? ¿>:o estaba previsco un edificio central y vertebradc
en aquellos proyecmc; de musco!> universales que, como el iniciado por Gcddes c:-
Edimhurgo o el propuesro para Leningrado en 1934, conremplaban un desa rrc
llo territorial al aire libre? Las otras dos características principales de los eco mu
seos tampoco resisten la prueba de la especificidad porque también perrenecen
los museos al aire libre desarrollados en otros países dentro y fuera de EuropJ
previa o paralelamente, como hemos visto, desde el urbano Williamsburg has-
ta el postindustria 1 Reamish. Esas características, antes avanzadas, son: una,
conser\'ación de estruccuras arquitectónicas, in siru o transferidas desde orr
emplazamientos originales, primero rurales (Yiarqueze) ~ luego progresi,-arnrn:.
industriales (a partir del Museo del Hombre y de la Industria en Le Creusor :
dos, In participación de la pobbción local.
En concreto, por mucho que los lugarer1os se impli<.:ascn comportándo,
corno habirnnres-acrorcs y llcga~cn a sustituir a los curators, en Le Creusot ,
hahía comprobado que el musco no podía subsistir sin un staff. Hugucs de Va. -
ne-Bohan relativizó uno de los mitos más queridos por Riviere apoy<índose en c.
ecomu-;co para concluir que, si lo que se pregunta es «Si el museo puede vi\·1r
no sm una plancilla permanente, la respuesta es " o", y esa plantilla, en efec
existe • (Varine-Bohan, 1973: 246 ).
Puestos a buscar contrastes para justificar la acuñación de un término fr~
cé'> específico, las diferencia'> cncrc ccornuseos y museos al aire lihrc que se i:
ocurren son más bien de carácter relativo, de magnitud o esca la, ya q ue no
concepto. Así, el tamaño pasaría de las 40 hectáreas (0,4 kllómetros cuadrad
indicadas en la primera Conferencia Bienal del ICOM (1948) como marco super
cial tipo para los muscos al aire libre escandinavos, hasta los 500 kilómetros et.
drados del Musco del Hombre y de la Industria de Le Creusot (ecomuseo de'~
1974). Lo mismo puede ocurrir con el grado de parricipaciún de la poblacio
de las administraciones locales, en calidad de figurantes o de gestores asociad
Ninguno de los dos parámetro<; es fijo, y el segundo, cuyn intensidad ha van..-:
sensiblemente de unos ecomuscos a otros (asociado a una plantilla profcsion.:;.
zada), se ha revelado como e l mayor condicionante para el funcionam ienro de
museo a l aire lihre a esa escala territorial.
Contemplado así, parece que lo más distintivo de los e<.:omuseos es el nomt-
acuñado por Hugucs de Varine-Bohan (discípulo de Rivicrc) en 1971, acept ... ~
ese mismo año por el ICOJ\t (del que De Varine-Bohan era director), incorpora e
parrir de entonces por muscos medioambientales } poscindusrrialcs ya cxisr.::-·
_ü_ tll'l:.N·/1/K MUSF.UM AL rroMUSF.F. DOS N0.\1füU.>, U:-IA Cü~A (:!59]
""' Rivicrc, 1973: 2 8. En su curso de museologfo ( 1971-1982), dcfondía la distinción enrre una «expo-
sición cuh;ural • o • ecológica•, o sea, ambiemal, y un a «exposición s1stemátJca• o • Científica • , el> decir, por
~e ries de espcdmcncs ( Ri"1crc, 1993: 335). De este modo, además, asumía l para los conrenidm emogr:ificos)
el pri ncipio del dual arrangcml(mt, de las dobles series museográficas q ue ianro éJOto tenían en los paises
anglo;ajones y que can poco eco habían cnwntraclo en la tradición del suyo, como v~ vunos.
11. MUSEUM REVOLUTION Y NOUVELLE MUSt.OLOGJE
AL CABO UE DOS ~JGLO~
'"' Cok•man, 1927b: 45·51. Carece de firma, pero Lameerc, 1930: 247. lo oca como texto de Coleman.
norteamericanos habían concluido que .. Jebían asumir colccmamenre una rarea
moral y social: no ser solo consen·a<lores de belleza <le ... rina<lm. a una elite, sino
sen·ir a la imtrucción pública de los ciudadanos». Como en Frarn.:ia, ya lo hemo'
visw, los museos norteamericanos por excelencia eran los de arre, pero revestidos
de w rn dimemió n social qm: era la que los franceses 11ecesi.tab:111 incorporar.
El primer hiro en el proceso francé" e.le renovación bien pudo ser la reunión
e.le expertos organizada por la 01\ot en París, en octubre de 192"', para analizar 1.1
fum:ión cdm:ariva de los museos. FI protagonista fue el m1,mo Coleman. Como
un mago revelando sus rrucos a un publico expeccanrc, el norteamericano señalo
las claves del éxito de los museos de su país y los mérodo., desarrollados de~dc
finales del siglo xrx para colocarlos en la vanguardia. PretcndÍJ hacer ver cómo
«los museos americanos han nacido para la acción y difieren de los europeo-..
que suelen ser museos "estáticos" ,. (Colcmaa, 1928: 24 1). Se refería, con arras
palabras, a la contraposición entre un ripo de museo verbal, ba.,ado en la aten-
ción a l público, >' un museo nominal, b,1sado en la conscrvacion y estudio de l o~
objetos. La caracteri1acic'>n de lo., tmstees (patronos) como hombres de negocio'
,. los incenrivos econ6m1cos ofrecidos a los directores de los museos para procu
ra r una gestión más dinámica <,ir\'icron de introducción al rosario de estrategia<;
ed ucarfras dcsarroUa<las a lo largo de \'einre años de trabajo. Ahí cupieron la
ho mo logac1ón de museos y bibliotecas, IJ creación de la figura del «conser\'ateur
d'éducation ,. (el texto está en francés, sería el curatnr o( ed11catum ), las propue~
tas lúdicas para niños y la educación popular para adu ltos.
La intervenc ió n en e l mismo foro de J acq ues Lefra ncq, director del servicu
ed ucativo de los museos reales <le Bruselas, que se preciab;1 de esta r en la van-
guardia conrinenrnl, más cerca del moc.lclo americano, sirve p.tra medir el grad<
de asimilación de las pautas ulcramanna'>. Lcfrancq cifrJba la función social dt
museo en rres niveles: .. enseignemenc (formación adulra. de mvcl universitario.
en historia y arre), "\ulgarisation " (parJ un público profano que. no obstante
podía ser especialista en otras disciplinas) y «éducation » (para dc-;arrollar en ur
público in fanri l las facultades de ob!>crvación y de deducción, el gusto por la pn.:
ci~ión, el amor a la historia y el senrido de la belleza) (Lefrancq, 1928: 245-246
De ese modo, lo que realmente estaba haciendo era dar la r,11.ón al norreamer
cano, dcmosrrando una asunción de la forma pero la rclati\.a incomprensión de:
contenido y de los fines del componente didácrico de alla. Lo!> museos belgas se-
guían siendo estáticos en la medida en que enseñaban a '>U público a pensar pcr·
no a actuar. fataba lejos también de los museos bricánicm .,. tenemos presente-
.W ·>EuM ltF.VOl.llTION Y NOPl'F.f TF. ,\ IUSFO/.OGJE. Al CM10 ! JE DOS SIC.LO~ [263]
5 palabras leídas por el director del universitario Manchester ~iuseum ante sus
1egas nacionales en 1903: «que la educación ha de ser eminentemente Jf afli
enrífica porque la vida dia ria nos fuerza a ello, q uerámoslo o no ( Ho~ le, 1903:
231) .
O tro hito clariflcador fue, sin duda, e l detallado informe que Jean Lameere
-ablicó en la revista Mouseion en 1930, t.itulado «La concepción y organización
-,odernas de los museos de. arre y de historia" (Lameere, 1930: 239-311 ). El
- anteamiemo su byacente se esrablece sobre tres términos: la Europa conrinenral,
1 busca de renovación, por un lado; y, por otro, Norteam érica y Gran Bretaña,
;::iodelos a los q ue se acude en busca de inspiración, siendo presentados los usos
,,ntánicos como una versió n menos extre ma (más próxima a los europeo-con-
:mentales) q ue los norteamericanos. Las fuentes, pues, so n anglosajonas en su
-.>cal idad , y lo que se persigue para la Europa continental es «el renacimiento de
1s museos» («le mou vement de rena issa nce des musées» ), expresión emplea da
en varias ocasiones a lo largo del texto. El inicio es una larga jusrificación (una
~xcusatio non petita, m ás bien) de la dimensión científica (por el cultiv.o de la in-
estigación) de los museos europeos, desconocida en tal medida en Norteamérica
en vías de potenciació n en Gran .Brctafia, a la q ue se propone como modelo a
ese respect0. A partir de ah í, se suceden los principios satisfactoriamente testa-
dos e n los museos a merica nos y británicos y suscept ibles de ser emulados en la
Europa continental:
'"' Sohre Alemnnhi, Cox, 1951: 32 y Markham, 1950: 124. Sohre lralia, ~1onortí . 1948: 206. S1Jbre
Gran l\rnaña, Gille-Del~fon, 1949: 68-71. Sobre Norteamérica. Coolidge, ¡9q, 20~-204.
[266) DO> Ml>LllLüGIA~. 1 •\$ TIV\f>TCTO NFS A'1r.I OSAJONA Y Ml'DTTF.RRA'1EA: DlfER:ENCJA~ Y CüN'I ACl'O>
donde había designado como subdirector a Riviere. Ése iba a ser el camino de
la renovación museológica francesa, ésas iban a ser las fuentes y ésos iban a ser
algLU10s de los princ ipales agentes; Rivet hacía suyos unos objerivos que eran los
del organismo internacional. 103
Abun dando en el ejemp lo, un año más ta rde, en 1949, nos topamos con André
Lévei llé (director del Palais de la Découverte) y con Rivicrc a su regreso de una
conferencia organizada por la Unesco en Dinamarca , «do nde a mbos sub rayaron
el papel de los museos en la educación de Jos adultos» (rcoM News, 10-12/J 950).
I.a educación de los adultos era el tema de la cita internaciona l, y su consecuciém
a través de los museos había sido, precisamente, uno de los cometidos estableci-
dos por la Unesco en el primer contra to q ue firm ó con el 1C01'vt, el de 1948, en el
que le llegaba a encargar un manua l sobre la educación a todas las edades en los
muscos y con sus métodos.
Y en 1950, con mo tivo de la celebración, en Londres, de la segunda Confe-
rencia Bien al del TCOM, ocurrió otro tanto. Los temas tratados volvía n a estar
cond icionados por las exigencias establecidas vía contraro por la Unesco, cuyo
director general estuvo presente en el evento y precon izó la organizació n, con la
mayor brevedad, de un a «croisade des musées» , con la vista puesta en «el gran
pú blico ». Además, aprovechando la ocasión, se reu nió tam bién, p or vez prim-
era, el Comité Internacional del ICOM para l.os museos infantiles, que optó p or
la reconstrucción del C hildrcn's Activities Group de la Asociació n de Muscos
británica, evidenciando así la tradición insular existente a l respecto (1coA1 News.
8/1950. JCOM N ews, 101195.1: ·14 -15).
La «campaña inrernacional de muscos» q ue desarrolló la Unesco a lo largo de
1956 con el apo yo del lCOM y especial incidencia en los med ios de masas, ba jo
e l lema «m useums for all /le musée pour tous» (1co,1,.1 News, 8- 10/1956: 15-16 ).
sería un h ito más en ese avance de la museología hacia la p lena democratización.
101 Se da la paradoj a de que River pertrnécía a la Liga con tra la Opresión Colonial y el Impe ria lismo
O.cague against lmperialism ) desde su creación en Kruselas en '192 7 (u n aiio anees de ser nombrado director
del codavía Musée d'Ethnograpll\c), y que Riviere le daba á nimos, unos años después, para luchar por ll
expansión del comunismo (Jamin, 1993: 164 ). La Liga, de signo reconocida mente comunista )' sede soci.1
alemana, presentaba codos los ingredienres para pertenecer a la Unión de /\soch1cioncs fnr.ernacio nales
{aunq ue 110 rne consta su inregración en d ial que fu ndaran y di rigie nrn en Bruselas O tler y 1.afonraine, lth
mismos ;1 los que el emba jador francés había venido a t¡1char de elemenms pe ligrosamente subversivos 1de
izquierdas) en 1920, en su afün por cvirn r hi ascendencia cultu ral belga sobre la Sociedad de Naciones. Para
hact,mos una idea , en el censo fundacio nal de la t:AJ aparecían la Fédfration Abolitionnistc hucrnariona k
la Ami-Slavery and Aborigenes Proreccion Society, la lntt,rna tionalc Communistc, el Burcau Soci<1 lisre Tnrer-
nation <ll y un largo etcétera por el est ilo (Cimtre /nternarioJ1al ... , 1921: 92-93).
Mt>f'L'I! Rf'\'01.1/TION Y NO CJ\'F.l .Lr MU.Sf:Ol.OGIE. Al CARO DE DOS SIGLO'
rres veces con c;mícrer imroductorio' por los norreamcrica nos G. Mil is r R. Grove, en 1958: por André
Desval lées, en 1980; y por Peter Vergo, en 1989 (cfr. Alonso Fernández., 1999, 74-"'5 ).
10> En arres plásticas, se emplea el término desde al menos 196811972, referido a una o bra pop de
Rauschenherg ( C:rimp, 1993: 4 7). Existe una lecrura más laxa, gue eoáende posanodemo como pm.terior a
la segunda guerra m undial.
[2681 no~ MUSFOl OC:I,\~. LIS TR \l)J(]ONES ,\N(;( OSAJONA y MrnrrERRANF,\, l)lrERENC:IAS y C:ONTAC'US
Fig. 13. P/,mo del museo automático ideado por / .uc Beuoist (1960).
del fururo como un nuevo «templo <le las m usas» dotado de un sistema inform..
rico centralizado «en beneficio de la circulación continua de los bienes del muse
en las calles, parques, salas de espera , despachos, aviones, automóviles, escuela,
supermercados, etcétera ». '°6 Cualq uiera de ambas visiones res u lrn clarificador
acerca de las expectativas depositadas por la socieda d occidental en el museo ~
en consecuencia, de las dema ndas que iba a tener que satisfacer a partir de ento"
ces, en la década de los años setenta y en las siguientes.
En los años setenta, en efecto, fuero n comunes las interpelaciones sobre -
democratización del museo, habitualmente e ntendida como a bolición de supm>
tos elitismos y apertura franca a las masas, pero que incluía denuncias más co!"
cretas, tales como las relacionadas con la participación de la mujer en la gestic
museística o la represematividad de las minorías étnicas. En Norteamérica, q~
continuaba marcando el ritmo y la dirección del progreso en ese punto, se 01a
muy altas voces contrarias a un musco masculino, blanco y rico en 1970 (Lev!..
1983: 21-23). Éstas y otras iniciativas análogas, ellltcndidas como suhlimac1• -
de los valores democráticos, ha bían hallado la mejor recepción imaginable e-
10• Cita de Ounca11 Cnmcron en 1969, incl uida en Riviere, 1993: 337. Precisamente, parece fuer:t
dud<ts que el Centre Georges Pomp1dou fue rnncebido a imagen y semejanza del tipo de centro imagiru.~
por Alfred H. Barr, primer direcror del MoMA de Nueva York (Schuberr, 2000: 58-59).
-. ,\! RE\'(JLUT/ON y NOU\'EU E ,\Jl)SÉOfOG/r Al r.t1no nr nos SlGl ns
ct1 cada uno de los cuatro o seis números anuales. No sabría decir qué resulta
'!lás significativo, si que el tema de aquel aíio fuera «El museo y el público» o
que el honor de inaugurar la serie recayera en el norteamericano (canadiense de
Toromo) Duncan Cameron, del que se recuperó un texto que había dicrado en
>Jueva York en 1963 . Esre museólogo, que luego iba a ser reivindicado desde
Francia como uno de los padres epistemológicos Je la nouveffe muséologie, era
presentado por aquel entonces como presidente de la fuma Janus Museum Con-
sultams, una consultoría creada en 196.5 en Toronto para organizar exposiciones
,- prestar asesoramiento educativo, sociológico, administrativo y arguitecrónico
a instituciones culturales canadienses y esradounidenses ( «Janus Consulranrs)>,
J 968 : 22-23 ).
En torno a 1970, quedaba definitivamente superado el lastre de la posguerra,
y la renovación museística podía desarrollarse aceleradamente. En Alemania, por
ejem plo, la rnpmra con el declive estructural provocado por la segunda guerra
mundial está m uy claramente establecido en 1969 para el caso de Frankfurt. Allí
se inició un gigantesco proceso de regeneración urbana que se vio caralizado en
1970, con la llegada de un nuevo responsable del departamento municipal de cul-
tura decidido a democratizar los museos (que tanto protagonismo iban a tener en
[270) l>OS \lll~EOLOGW.. LM TRAl>ICIO"r~ 1-.;GLO!>AJ O!'A y ~l l:DITERR.\~ \ DlrrRL-.;OAS y c;mnA<.
·raducido al francés y fin al mente recopilado por André De-.vallée. como uno de
•s texros fundacionales de la nou11elle muséologie.1u-
En vísperas de que el propio DcsvaUées acuñara esa expres1on en 1980. Hu-
.:ues de Varine-Bohan, ex director del 1coM, escribía la entrada musewn para la
mpresión correspondiente a 1979 de la decimoquinra edición de la Encyclopae-
-1.:i Britannica (Varine-Bohan, 1979: 649-662}. El arriculado de la voz puede ser
-lance de los veintidós primeros años de este Comité. formulado por e-;criro,
presenta como plataforma de la écomuséologie de R1nerc ~ de la "' 1welle
uséologie de Desvallées; absolutamente nada se dice de la new museolo!:,.')' m Je
'lgún estudio expresado en inglés. 109
Vistos los antecedentes, no ha de soqJrenJer que Portugal ~e .1dhinera pronto
la nova museologia, sobre cuyos presupuestos nació, en 1993, el Centro de
~rudos de Sociomuscologia, que incluye a Brasil y que colabora con el MlNOM,
.·ento especialmente a la museología local y a la ecomuseología y editor de los
;idernos de Sociomuseologia. 1 IO Sin ejercerla, y menos al nivel de los vecinos
--eninsulares, España ha reconocido Ja nueva museología, hasra el punto de que
., Hauenschild , al necesitar referirla en alemán (neue museologie) y en inglés, ex-
.., ICÓ la adaptación como traducción de las formas francesa y española (Hauens-
~'lild, 1988). Más tarde ha entrado en escena Italia, en 199'.:I, con la creación de la
-evisra Nuova Museulogia. Es presentada como «Giornale Ufficiale del Comitaro
~~aJjano dcll'Intcrnational Council of Museums (TCOM)" y «dell' Associa7.ione Na-
_1onale <lei Musei di Enri Locali e lsrituzionali (ANMT.J)», con el objetivo expreso
~e acabar con la «concepción reducida de los museos caracrerística en lralia , que
~a relegado a esas insriruciones a un papel eminentememe conservador». 11 1
Entre nosorros, esa nueva museología contó con un heraldo extraor<linarin
en la persona de Aurora León. Su manual de museología, publicado en 1978 v
·antas vece:, reeditado, está compuesto desde una abierta y hoy llamativa pers-
pectiva marxista. Sus ciras del Manifiesto del Partido Comunista, de Marx y En-
gcls, o la entusiasta rememoración de leyes elaboradas por la segunda república
española concuerdan con la esperanza depositada en la « recieme y progresiva
\ifuseología » que iba asomando en los últimos artículos de la revisra Musfum,
recogidos en bloque en la bibliografía (León , 1986: 13 ). Vista la floración de tex-
tos museológicos producida a partir de entonces en España (Marín Torres, 2003:
40), pareciera que si una nuevn museología cabía a quí era más por contraste con
la sequía padecida durame el periodo histórico anterior que por concomitancia
'"" Belbi¡;ue, 200: 4. Jan Jelinek fue el primer p1·esidenre del IC'OM perrenec1emc ¡l un p;u:; <ocia lista . 1 e
r
,ucctliú d francé> Hubert Lamlais. '!lle ocupó la presidenci3 entre 19~~ 198.5 (Baghli, Boyla n )' Herrem.111,
l 9 \18: 76· - 7).
''" d1rrp://museologi<l.mestr,1dos.ulusoiona.pt/Ccn1TOCstudo>.htm>.
111 Pinna. 2000: 1. En 1987, había sido p lamead.1 un;1 vero;1ón prop1.1 de e<:i>mu-;eo que p<1co renía que
ve r con la francesa. al ser urbana )' monumental (pal:1om, nrnse<1' e 11tles1as ge-.rionados con1unr;1mcnr('
.:umo /11oghi /m>tetti\, >"·en 1991, los museos nuevos er,111 aún •poquisimn' \ln::;nb \loltino. 1991:
260-261 ).
[274l DOS ~IUSFOI OCIA~. 1A~ TRADIUONI:.) A."\GLOSA)01'A Y MEDffl'.R.RÁJ\loA: L>J~lRf."lCIAS Y \.O'\llACTm
¿Dónde queda la new museology? El libro editado con ese título por el británi-
co Peter Yergo en 1989 provocó la ira de André Desvallés, que lo entendió come
apropiación indebida de una fórmula que t uviera copyright. Su respuesta fue la
apert ura de una serie de volúmenes dedicados a recoger los textos fundacionales
de su nueva museología. La presentación del primero, apa recido en 1992, n~
podía ser más rotunda : la nueva museología naciéi «solamente» en Francia. er.
1982, con la creación del citado MNES, que es, por cierro, el organismo ediror. L
tono enfáticamente exclusivo se enciende por la mediación del texto inglés, al qlh.
se refiere después:
Los anglófonos nos han acosrumb rado a su enorme desprecio para con lo que o
se hace en su lengua o no riene que ve r con sus tradicio nes. Nuestro chovinismo repu.
licano opera de manera antHoga, reconozcámoslo, pero no hasta el punto de ignor~·
una verdad histórica (Oesvallécs, 1992: 15, 25).
Más templado, desde Ita lia, el director de Nuova Museologia opinaba qt.
la obra de Yergo no había conseguido romper con La vieja muscología, que co~-
\li"5EUM Rf.V01.F770N Y NOPVí.U r. lff'>P.01 nGrF. Al (.,\ fi() Df fl0' w:.to~
' "'·aba la posíción elitisra del museo dentro de la sociedad } le impedía ser un
.,srrumemo popular al servicio del pueblo (Pinna, 2000: 1).
Cuando el editor británico decía que el libro en cuestión estaba e~cnro .. desde
.ma perspectiva británica», no estaba siendo vícúma, como suponía Desvallés,
- " una suerte <le miopía insular: se estaba reflriendo a una realidad peculiar que
; cccsitaba ser corregida o actualizada. A saber, la mala situación de los museos
"'ntánicos, que habían desarrollado considerablernenre su «cuerpo » pero no su
.:erebro», empleando un símil biológico. De lo que se rraraba, pues, era de vol-
er a examinar el papel de los museos en la sociedad y, en función de ello, repen-
sar «the museum profession», es decir, actualizar el perfil profesional del gestor
Vergo, 1989: 3-4). Tendría razón Kevin Walsh al afirmar que su compatriota
no consi<leraba lo que el resto del mundo entendía por nouvelle muséologie, al
menos ta l y como ésta fue definida en Québec en 1984, es decir, la museología
de la comunidad, la ecomuseología (Walsh, 1992: 16 l-162). Pero ¿se entendía
eso en la misma Francía referido, por ejemplo, al M usée du Louvre? O ¿se pue-
de acusar a la new museology de q uerer perpetuar un uso e litista de los museos
cuando la hisroria nos demuestra, precisamente, que no hay nada que perpetuar
en ese sentido, dado el fuerte acento social demostrado rccurrentememe por la
m useología británica?
Más aún, a la obra de Yergo se le podría aplicar el mismo condicionante his-
tórico al que Walsh apelaba para contextualizar su propio ensayo sobre museos
y patrimonio en la posnnodernidad: el desarrollo político, durante la década de
los últimos a ños ochenra, del neoliberalismo (Ne-w Right) en el ámbito anglo-
sajón, encarnado por Reagan y Thatcher en Estados Unidos y Gran Bretaña res-
pecti vamente, contrario al «Estado del bienestar» (Welfare State) que se había
consolidado tras la segunda guerra mundial. Esa situación suministró nuevos
nutrientes a una línea hisroriográfica de corte social que, dorada de una larga
tradición en los países angloparlantes, cobró renovado impulso en la década de
los noventa. El propio Walsb sirve de muestra, y Tony Bennett quizás constituya
uno de los represenrnntes nuís ex rremos. Este último, por ejemplo, le critica al
museo al aire libre de Beamish su visión de la vida de las clases medias no como
era sino como la ven las dases dominantes (sentimenralizada y pintoresca), así
como la omisión de las actividades de las mujeres del norre en las campañas fe-
ministas y sufragistas, la historia del movimiento cooperativo y el cambio de los
roles sexuales en el mundo laboral (Berrnett, 2000: 112 ). Lo ocurrido en Estados
Unidos, según el filósofo H. S. Hein es semejante. Él identifica la new rnuseology
f276] om MliSí.01.()(;JAS. l.AS TRADJCJO~E5 AN GLUSAJ ONA y MElllTERRÁNf.."-" I>TFER ENCIAS y CONTACTO\
uvas, en una palabra. Dicho esro, es prccic;o añadir que el eilicorial del mi,mo
umen en el que aparecía el arrículo citado empleaba el térmíno a rt-c."r:. tor. r
1
No para ahí la diatriba del director del Metropolitan Museum de Nueva York
contra los colegas provenientes del ámbito universitario que buscaban, según
él, ser liberados de la docencia para investigar más cómodamente, olvidando
que son servidores públicos. He querido reflejarlo en estos términos porque son
prácticamente los mismos que hemos podido enrender recientemente en España.
con motivo del último cambio producido en la dirección del Museo del Prado, al
que luego me referiré.
En Gran Bretaña, eso podía llegar a ocurrir en los museos pequeños, pero no
en los nacionales, en los dependientes del Gobierno central. En éstos, la actividaa
investigadora era considerada esencial, y ni se confundía al director con el cura·
tor ni se le coartaba la capacidad investigadora, más bien lo contrario. En el Bri-
tish Museum, por ejemplo, la jubilación como director de F. G. Kenyon, que era
académico, dio paso en 1930 a M . G. Francis H ill, hasta entonces conservador
del departamento de monedas y me.dallas del propio museo y autor de numerosos
trabajos de investigación (« Le nouveau directeur .. . » , ·1931: 152). Se trata de un
perfil y de un mecanismo sucesorio en absoluto a jenos a los estándares continen-
tales, pero no todo era así.
Ante la cuestión clave del perfil profesional óprimo para el director y anee
práctica imposibilidad de aunar dote!> gestoras y formación cienrí6ca, el analis-
ta se decanraba por lo primero, comando con que fa investigación quedase e-
manos de u no de los «COnservaceurs». Su conclusión en este punto revestía, n
ohstanre, una significativa imprecisión:
Teóricamente, parece que se debe optar por Ja solución prcconi7.acla por los amer-
canos: un direcror de musco ha de ser un hombre de negocios, especializado sin duda e--
cuestiones de museos. Teóricamente, no vemos más que ventaja!.. En la práctica, no e-
ramos lo suficienremenrc informados como para pronunciarno~ (Lrunet're, 1930: 15-
.le tres años en arre y arqueología. 112 En este sentido, la línea briránica condujo a
.a creación del primer curso regular de formación de curators en el pai': el post-
.::rado anual de Museum Studies de la Universidad de Le1cester, maugurado en
.ctubre de 1966 (Standing Commission ... , 1968: 10 ).
Dos décadas después, existían más motivos que nunca para reflexionar sobre
a gestión de los museos en Gran Bretaña. En la recta final de los años ochenra
- del thatcherismo, un informe oficial escribía: «hasta la presenre década, n adie
duda ba que el Gobierno asumía toda la responsabilidad financiera de los mu-
~eos nacionales» (Museums and Galleries Commission ... , 1988: 10). Desde al
menos el N ational Heritage Act de 1983, el Gobierno habia expresado su vo-
luntad de bajar la financiación hasta un «irreductible mínimo» (para garantizar
el mantenimiento físico de las instalaciones) y había alentado la búsqueda de
iondos externos que, desde 1986, los museos podían administrar libremente en
a capita lización de sus propios proyecros. A la manera america na, los /rustees
serían quienes buscasen esa financiación externa, comando por brazo ejecutivo
con un director elegido por ellos mismos, contratado por un plazo fijado, erudito
\ sometido para la ocasión a formación administrativa. J\ntc ese horizonte, esa
misma comisión de jaba muy claros sus temores: «en unos tiempos en los que se
enfatiza de manera creciente la administración y la mercadotecnia, la importan-
cia crucia 1 de la invesrigación y la erudición en los museos nacionales necesita ser
resaltada de nuevo»; la actividad investigadora, desarrollada fundamentalmente
por los «senior curators and conservators» de los diecinueve museos naciona-
les, constituía «el eje intelectual del sistema museístico» (Muscums and Galleries
Commission ... , 1988 : 6, 24-25). En 1988, asimismo, fue establecido el Museum
Registration Scheme, un registro al que voluntariamente se acogen los museos
conformes con garantizar unas normas mínjmas e.le administración y servicio pú-
blico (Longman, 1996: 40). Nos encontramos a un año de la publicación de The
New Museology de Petcr Vergo. Y no o lvidemos que la revista Museum Mana-
gement and Curatorship, con sede editorial en Guildford, viene roturando este
campo convulso desde 1982, precisamenre. 113
111 Aubert, 1948: ~7. F.se parece haber ;i<lo d modelo adoptado en España cuando, en novicuibrt' de
es mayorita riamente canadiense a su vez, con participación, en orden proporcional, esrndounidcnsc y bnt:a
nica; no figura ningt'm representante francés Uanes, 2005: 3-4).
- - - - --
(! 9J
~4. 26). Tendremos ocasión, en el punto sigu1cncc, de comprobar con e1~" 1 o-.
_oncrecos cómo vienen acruando algunos de los miembros de esa eeneraa 1n d1-
ámica desde d Loune y el Beaubourg.
El coloquio Mttsées, gércr autrement. l111 regard i11tem.1t101ul. dirigido por
't:an-Michcl Tobelem en Grenoble en·¡ 994, puede ser enmarcado en la nw;ma es-
rategia de reconversión francesa al modelo gestor an~losa1ón. Allí fue presenta·
.:la la experiencia británica tal )' como la hemos visto hace dos párrafos, camb1én
a norteamericana. Por lo guc respecta al propio conrineme, lcal1a y Alemania se
presentaban aún en punro muerto: el proceso m~h equiparable era la privarita-
...:i{m de los museos esraralcs holandeses, acomettda entre 1989 y 1995 y jutgada
muy positiva» (Tobclcm, 1996).
Desde entonces hasta hoy, las prácticas privat11.adora~ se han extendido por la
Europa continental a velocidad vertiginosa. La lralia de Silvia Berlusconi ha pro-
tagonizado el caso quizá más polémico. Su pretensión de subcontratar la gestión
integral de museos, a rchivos, bibliotecas y sitios arqueológicos se limitó finalmente
a la privatización de los serviciqs destinados al disfrute público, después de haber
recibido críticas hasra de muscos americanos como d Gerry o el Guggenheim (Boo,
2001 .11.29). Sí logró sacar adelante en su totalidad el proyecto de venra de pam•
de elementos selccc1onados del parrimonio inmueble, que avanza a buen ritmo y
que eStá hallando su principal cartera de compradores en empresas estadounidenses
1Benedikter, 2004: 369-388). En Austria, otro de los paises con mayor tradición en
la tutela estatal de sus museos, la decisión de que cada cual gestionase sus recursos
económicos y hunrnnos y buscase w 1 tamo por ciento del presupuesta fuera de las
arcas públicas, adoprada en 2000, provocó dimjsiones y grandes dosis ele indigna -
ción (Rudich, 2002.03 .23). En Viena, concretamcnrc, la arquirectura administrariva
del Museums Quarter resulta ejemplar, con el equivalente a uo board ó{ tmstees y
con un «busines!. direccor» de conjunto que ha compartido temporal y concrera-
meme la dirección del Leopold ~Iuseum (Roodhouse ~ ~ fokrc, 2004: 196).
Sería necio si intentara agorar aquí un rema can rico y conflictivo como el que
e~tamos viendo; aun así, casi sienro que debería pedir Jisculpas a Kevin Moore,
en quien comencé a leer este cipo de cuestiones (Moore, 1998), por lo menos.
Tenía interés en cirar esos ejemplos concretos -y en hacerlo a través de las fuentes
cicadas- para reflejar la a rención que la prensa española le viene dedica ndo a
ese aspecto concreto de los cambios q ue están siendo operados sobre loi. museos
europeos. Se trata de un grado de coberrura sobresaliente en sí mismo r adicio-
nalmeme significativo por cuanto conrrasrn con lo inadvertido que está pasando
otro cambio complementario como el que analizaremos en el capítulo siguiente
Las noticias sobre las rramformaciones en las estrategias de gobierno introdti-
cida~ en los grandes museos de los paí~e~ vecinos se han hecho relarivamenrL
frecuente.:~ en los medios nacionales. A mi modo de ver, 1,1 que mejor refleja e'
clima es el dossier que publicó el diario El País a comiem.os de 2002, una com-
pleta. sistemática y actualizada radiografía a nivel imernacional («El poder de Ir,
emblemas culruraJcs,,, 2002.01.13). La explicación más directa de rama reperct.
)ión ~e encuemra en la polémica que, de manera paralela, estábamos viviendo e
l:.spaña. focalizada en la rranstormación jurídica del Museo Nacional del Prad.,
bpaña no aparecía repre'>enra<la en aquel foro de 1994 en (;renohlc, pero b
cma~ ya hahían empezado <l cambiar puntualmente para entonces mediante a
creac1on de dos nuevo~ museos mu~ atentos al «modelo americano». En prirr
lugar, en 1988 había sido firmado el préstamo de la Colección Thyssen-Romi:
misza y constiru ida un::i fundación para administrarla. Desde la inauguración a
museo en 1992, permanece como «d primero en crear y fomentar una ima¡?c
corporativa moderna », de acuerdo a «una nueva fórmu la para la gestión pri' ·
da de lo!> fondos públicos dentro de los museos de titularidad estatal» . Eso
dice una ob!>crvadora norreamencana (Holo, 2002: 63-64) que precisa cómo
reproduce el sistema bicéfalo (director amsrico y director gerente) del Mer l1t'. ;-
\ Orquino. Por orro lado, en 1992, había sido firmado el con\'enio para constr
el ~luseo Guggen hc1111 Bilbao, que se iba a rraducir, una veL 111augurado en 19.:i-.
en b implantación en España de «un museo dirigido a la manera americana ~ l.i
contaba con un cuerpo director y una arquitecrnra al más puro estilo amen~ ·
no», por emplear las palabras de la misma interlocutora (Holo, 2002: 163).
El cambio de Gobierno producido en marzo Je 1996, con la llegada al poder ....
Partido Popular, iba a hacer el resro, que era mucho, para inrroducir un muy visL
componenrc privado en la gestton cultural española. En noviembre de 1997, sin a-
bJges, la ministra de Cultura se negó a reYalidar en el parronaro del Museo Tac1C\ ta:.
Cenrro de Arre Reina Sofía a lo~ «profesores» cuyo plazo expiraba; el movimie"·
fue inrerprerado corno una maniobra para gestionar el rnu<>eo «má~ a la american_ •
con d fin de dar cabida al mundo financiero (« Desaparecen los "profesores.... •
1997. J 1.05). Y unas semanas de~pués, las Primeras Jornadas sobre Muscos Pn -
dos en Espaüa, inauguradas por el secretario de Estado de Cu ltura. sirvieron r.1 . .
resaltar i.:ómo «la parricipacion pública y privada en la ~csrión y fina nciación de
muscos e~ el modelo que se impone en una c:;ociedad del Estado de biePesrar, plu ..
>cada \'ez va a ser más frecuenre • ( .. í.J modelo mixto ... », 1997.12.16).
• IRl(,11\. CON!>l:RVAR DOS ,\lANrllA~ Tlf. GO i l~R'\J,\R (2911
Vemlría después una nueva ley de Mecenazgo que '!>t' acercará -se tlt"LL.1- al
'110dclo norteamericano» («La Ley de Mecenazgo ... », 2001.06.12 1• Hab ando de
cambios, el nuevo texto justificaba su existencia como reforma del de 1994 por-
.:¡ue el legislador «no pudo prever entonces que dicho fenómeno !la parríc1pac1ón
privada en actividades de interés general], lejos de atenuar su creclilllenro, ten-
dría en España un gran desarrollo en menos de una década" (« Ley 49/2002 ... "·
2002).
Y venc.lría, sobre todo, la modificación de la esrrucrura jurídica del .tvfoseo del
Prado. La gestión de la primer<l pinacoteca del país dese.le la transición constitu-
ye un tema apasionante y merecedor en sí mismo de una monografía. Aquí solo
haré hincapié en la modificación estatutaria promovida por el Gobierno popular,
tan criticada como realmente necesaria. La primera de las claves la suministró,
en 1999, el nombramiento de Eduardo Serra como presidente del patronaro del
museo, ex ministro de Defensa con un amplio currículum, en activo, gesrionando
sucursales españolas de empresas multinacionales: el perfil perfecto de un trustee
norreameácano. Él encargó a la empresa The Boston Consulting Group un infor-
me sobre la organización y la financiación del Prado. De ahí resultaron argumentos
sobrados para proponer la transformación del organismo autónomo dependil'l1te
de la Administración en un «enr.e público especial con autonomía limitada» para
flexibilizar la plantilla (acabar con d estatus funcionarial ) y diversificar las fuentes
de financiación, desarrollando el patrocinio y el mecenazgo; los modelos evocados
durante el ammcio del cambio fueron las galerías nacionales de Londres y, más
a mpliamente, Washington (Valdelomar, 2001.03.21 ). El texto legal defoútivamen-
ce sancionado en 2004 argumenraba, efecrivamente, que el Museo Nacional del
Prado debía hacer frente a nuevas circunstancias que lo sacaban del circuim de
«intelectuales y estudiosos de la hisroria del arte» y lo convertían en «un atractivo
turístico de primer orden y un escaparate cultural de la ciudad», «al igual que el
resw de los grandes museos del mundo»; la reforma pretendía seguir, de hecho, «la
línea ya traZ<lda por otros museos emblemáticos» («Real decreto 433/2004 .. . » ,
2004). El Louvre había dado este paso -lo veremos- en 1993.
Para ser llevado a cabo, un plan como ése necesitaba un nuevo director, uno
ajustado precisamente al dd «modelo americano» tantas veces citado. El mismo
año en que llegaba Serra a la presidencia del patronato, el director, Í'ernando
Che(:a, publicaba un amplio artículo en el Boletín del Museo del Prado. Consiste
en un excelente estudio de las relaciones históricamente establecidas entre las
colecciones y el edificio, con el fin de contextualizar el Plan }.luseográfico apro-
f292] DOS MUSEOl.Q(;f,\$. 1.1\S TRADl<:!ONF.S ANC!.OSAJON.~ Y MEDITERIL~NE.A: DlfERt::NCL~ Y CONTAC105
bado en 1997, eJ que todavía está en curso, el que pretendía extenderse hacia el
claustro de los Jerónimos, con un edificio de nueva planta, y hacia el palacio del
Buen Retiro, con la restitución del Salón de Reinos. En palabras de l investiga-
dor, «con toda esta reforma, verdaderamente integral, se ha tratado, en suma,
de adaptar el Museo del Prado a las necesidades estéticas y científicas de finales
del siglo xx y de presentar el edificio de Villanueva como el eje de la ampliación,
ya en marcha, del futuro Prado del siglo XXI » (Checa, 1999: 20) . La perspectiva
estética y científica de Checa, catedrático de Historia del Arte, chocaba con la del
businessman que era Serra. En una secuencia de desencuentros amplificados por
los medios, que no ha lugar detallar, el primero dimitió y el segundo impuso a
su candidato, Miguel Zugaza, oficialmente en el cargo desde enero de 2002 y en
calidad de personal contratado, no de funcionario. Éste, licenciado en Historia el
Arte, poseía u n perfil gestor añadido y avalado por s u labor inmediatamente pre-
via al frente del Museo de Bellas Artes de Bilbao: «Como el museo de la fundación
neoyorquina [Guggenheirn], el de Bellas Artes acaba de constituir un Patronato
en el que, además de los patrones fundadores, se incorporarán algunas empresas
privadas» , leíamos por entonces en los m edios (A lonso, 2001 ..11.06) .
El episodio del último relevo en la dirección del Pr ado ilustra maravillosamen-
te la querelle que hemos visto desarrollarse fuera de n uestras fronteras durame
los últimos cien años: la e lección de un director con perfil administrativo o con
perfil académico. A nte la práctica imposibilidad de aunar ambos en una misma
persona, hemos comprobado cómo los norteamericanos optaron por la primera
posibilidad y cómo los europeos continentales de entreguerras se mostraban de-
seosos de abandonar su tradicional escepticismo al respecto. En mi opinión, so-
bre el Prado, hemos asistido a un desenlace alternaóvo para el viejo debate: ha n
convergido los dos perfiles, pero no de manera simultánea si no sucesiva. Checa,
con sus conocimientos científicos, aparece al final de una cadena de directores
afines que había venido actuando sobre espacios y colecciones, y culminando las
directrices de un laborioso, complejo y demorado proceso de actualización en la
presentación de los fondos . Esa reforma, básicamente concebida hacia dentro.
era necesaria y necesariamente previa a la segunda, la que ha de ser desarrollada
hacia fuera, hacia el público y la sociedad civi l, por el nuevo director en las nue-
vas circunstancias.
Si me apuran, vería en ello la met<ifora de un debate que no es nuevo en el
seno de la historia del arte en España, que ha sido planteado hace ya suficientes
afios (Díaz Balerdi, 1998: 112) pero que no parece haber mad urado conveniente-
- OlR!GIR, CUN~IJlVAlt DO> /.to\Nl::RA!> DE GORERNAR l293J
mente. Es la disyuntiva entre una via especulativa, heredera de una forma d~ en-
1:endcr la profesión (centrada en la investigación) que deberíamos calificar como
uadicional por opos ición a la otra, una vía activa demandada por los nuevos
tiempos (centrada en Ja gesríón). 114 La versión más concisa del punto de visea
académico, el más teórico, quizás haya sido la proporcionada por Juan Antonio
Rarnírez. Él dibujó al curator corno un pulpo con un brazo metido en un árnbi-
ro de gestión diferente (finanzas, mercadotecnia, mass media, política, etcétera ),
también en la historia del arte (Ramírez, 1994: 52 ), porque, no lo olvidemos, el
modelo genérico americano opera con museos de arte. En cuanto a la versión
más práctica, creo que hoy por hoy hay que buscarla predominantemente fuera,
en otras disciplinas que cuentan con un fundamental componente instrumenral:
léase prehistoria, arqueología o arquitectura.
' los puncos de vista de los his1ori¡1dorc~ del a rte respecto a la inodcrniza<ión del M11~t~<1 del Prado, en
11
Revero, 2001 : 40-47 (segu ido de un;t enrrcvisra a Edua rdo Scrca). Sobre la apertura d~ la historia del arte a
una dimensión más aplicada, en el ma rco genérico de l pa rrimonio histórico, véa>c una de la5 más tempranas
i11 ici<Hiv,1s en Mora les Martínez, l996.
[294 j f>OS MU5WLOGJAS. L~'> llL\.J.l lCIO:->E> ANGLO\AJONA Y MFlllTFRRÁN'Ft\; DlfERENCIAS Y CONTAClll'
111 Prccisamcot<.', la primera ú/uckb11s/er dd Briti~h Museum, )'una de Lis primera,; de las lfllt" exis1c
rnnsrancia a nivel imernnciona l, fue la dedicada ni mismo faraón niño en 1972 (Wilson, 2002: 273).
- DIRIGlR, LONSH\VAR. UO> ~JAN l:RA> lll:. liU ~fJL'lAJl (2951
sido dotada con un presupuesto <le 4,2 millones de dólarc'>, a b c.. rcra de proJu-
..:1r un impacto económico de unos 20 millones de dólares en el cenrro <le Honda
Muchnic, 2003.07.20).
El rcoM tampoco ha sido ajeno a esre tipo de dilema. Precisamente, en la Conte-
rencia Mundial celebrada en Barcelona en 200 l, una de las cuarro ponencias mar-
co corrió a cargo del admirústrador general de la Unión de los ~.fuseos Nacionales
de Francia y versó sobre «un posible equilíbrio entre los beneficios económicos r
los valores culturales a transmitir» (Massot, 2001.06.28 ). De esa reunión, salió
una nueva redan:ión del Código deo11to/6gico del ICOhl fJarn los museus, Je 1986
(JCOM Cude ... , 2002). Carente de validez legal, el documento recoge una serie de
LL CICLO SOCIAL
había puesto en marcha en 1846 fue imirado a escala. loca l por otros museos del
país (Liverpool, Shefficl<l) ya en el siglo xrx (" How rhoughr circula tes», 1905:
327-328). Además, la fórmula original fue enriquecida succsivamen rc a lo largo
del siglo xx para hacer parríc1pes no solo a escuelas de arces aplicadas sino tam-
bién a museos y escuelas primarias, como sir Leigh Ashron explicó com·enien-
remente duranrc la primera Conferencia Bienal del 1C.O\I, en París (rcoM, 1948:
3 5). La eficacia y la vigem.:ia del sistema han sido tales que, en 1988, un informe
oficial constataba una «presión creciente» para que los muscos nacionales incre-
mentasen Jos présmmos regionales a través de exposiciones irinerances, y eso era
lo que sugería potenciar (Muscums & Galleries Commission, 1988: 7).
El mismo documento, por cierto, daba cuenta del des;lrrollo <le la segunda
forma de descentralización, la conocida a través del Berhnal Green Museum,
es decir, la de las sedes subsidiarias o satélites. Para enronces, muchos de los
museos nacionales sumaban cuarenta y <:inco branches, la mayoría localizada~
fuera de las ciudades capitalc!., y once de ellas hahían !.tdo abiertas en los últimos
die1 años, como los «sareltce museums" con que cunraba el Sc1ence Museum
de Londres en York (National Railway Museum, 1 975) y Bradford (Nacional
~1useum of Photography, film and Tclevision, 1983), componiendo la suma de
los tres el Nacional ~lu!.cum of Sciencc and lndusrry. También entraban en esa
nómina las partes de la colección de la National Gal1ery exhibidas en casas his-
tóricas administradas por d Nacional Trust. A partir de :.iquel informe, en 1988.
fue inaugurada la primera de las branches de la Tate Gallery, la de Livcrpool.
exitoso banco de pruebas que abrió un inceresantísimo y modélico proceso de
reordenación y deslocali7.ación de sus colecciones, <;icmprc dentro de los límites
insulares: la sede de Se. Jves abri<'> sus puercas en 1993, con lo!. fondos de la es-
cuela desarrollada en torno a la década de 1930 en aquella localidad costera; y
el arte contemporáneo internacional, además de en l1verpool, se expone desde
2000 en la Tare Modern, aguas abajo del Támesis, con lo que la sede primigenia.
la del Millbank, convertida en Tate Brirain, expone el arce británico desde el
1500 hasta hoy (Myrone, 2000). El desdoblamiento de la Tate Gallery, inaugu-
rada en 1897 como «Nacional Gallery of British Art» {Lorenre Lorente, 1998:
128. Taylor, 1999: 100), estaba anunciado desde a l menos J946. Aquel año, fue
decidido el establecimiento de una colección nacional <le arte moderno foráneo
(había comenzado a enrr:ir en la fate en 1926, en las sala!> patrocinadas por Lord
Duveen) como catalitador para el arte contemporáneo nacional, admitido en el
mismo edificio. Se indicó de manera explícita que la formalmente establecida
(?.99)
nueva «National Callcry of Modern Art», aunque nacida bajo d mi-.mc cecho
que la Tate y gobernada por d mi... mo cl1recror. fuera acomodada como enadad
-;eparnda (Smnding Comm1ss10n ... , 1946: l:! ).
Para terminar con Gran Bretaña, es preciso añadir que la :--.arionJI GaJlen· ha-
bía inaugurado en 1894 lo que puede ser consi<k-raJo una [ercer.1 turma de descen-
trn liz:.u:ión, que no implicaba la construcción de nuevos museos. Se rr.ua <ld repar-
to ele sus colecciones entre las galerías locnles, a modo de présrnmo in<lcnniclo. En
1912 no solo s1:gufa v1gence el acuerdo, sino que ~e demandaba un nuevo reparto,
aplicado a in~ pmrurao;; incorporada~ a la colección central con po.;,rcnoridad a la
fecha de Ja firma (Howarch. 1912-1913: 2".,7 T9).
El interés por la descentralizaciún o . según el añejo manual de museología
de Georgc B. Goode, por las «loan collccuons .rnd itincraring mu-;eurns», viene
tk antiguo ramb1én en los Estados Unidos. Al mcnos, desde que h1 Smithsonian
lnsmution monra rn exposiciones para ser ll evadas por las grande<; ferias celebra-
da.. de tiempo en tiempo en las principak:.. ciudades del país (Goode, 1895: 43)
y desde que el Nacural Hisrory Museum <lt.: Nueva York pusiera en ~in.:ulación
colecciones educattva\ para las escuda~ que la<; solicirnsen (« How rhought
circulares», 1905: 327· 328 ). Fruto de la nmma inquierud fue la ..:reaóón, en
1907, de la American Federarion of Am. cuva finalidad fue, precisamenre, la
producción Je exposiciones itinerantes. Poco después, allá por 191 O, un grupo
de directores <le grandes muscos planeó la creaci6n de hra11ches en sus respecti-
va~ ciudades, pero, como <l1ría un museólogo norteamericano) a muy conocido
en e'>rn<; páginas, lo:. «branch museumc; .. (sucursales de museo-.) eran como las
.,erpientes marina!>. que se había hablado mucho de ellas pero cran muy di f1ciles
Je rastrear (Coleman, 19 39: T). Lo que cxt'>tla enronces e iba a 'erc;c incremen-
tado eran " branch cxhib1rions », es decir, exposiciones montadas por un museo
y presentadas <le manera rotativa en diferentes snlcs (cscuel.ls, bibüotccas y
casa~ de cultura) de los alrededores. como hocían - decía- el Newark ML1seum,
desde 1929, y el \terropolit:rn Museum oi Arr de Nueva York, de!>dt· 1933. Para
esta úlcima fecha, habían ~ido ya un~1s se~cnra las organizac1onc' que habían
pucsro en circulación local o nacional ma-; J e cien exposiciones (Christensen.
1934: 6-7). A título Je ejemplo acerca <le los promotores, del :ínimo y de los
tema'> de esre tipo de montajes, valgan lm Jo., que organizó el hic;roriador de
la arquitectura Hcnry-Hnssell Hitchcock para 1,1 Universidad de Princeron en
1934: American Ciries befare rhe CiYil War )' Romanesque Churches of Apulia,
entendidas como un servicio más de la universidad y como un Jpoyo para lo~
fJ 00] DOS MUSEO! OGIAS. 1.-\S TRA DICIONFS ANGLOSAJONA Y MHXJ'tRRANEA; DfFERENCIAS Y CONTACTO~
Long lsland, Greenwich Village, fordham, etcétera ): las componía con obje:ros
auténticos procedemcs de algunas de sus muchas y vanaJ.., ' ecc10ne., Egipro,
Grecia, Roma, Próximo Orienre, Rcnacimiemo, annas v ar madura' \" arre mo-
derno, concretamente) y las prestaba con rodos los gasros pagado~ Bach. 1938 ).
I.as exposiciones itinerantes del Mct, reforzadas en 1950 g rac ia., al apo yo de la
ya cirada American Federation of Arts (rc oM News, 8/ 1950: 81 , a su vez, estaban
a un pa~o de los neighborhood museums de Washingto n ~· 0.uen1 York de los
años sesenta. Precisamente, esa familia de museos «vecinales" o • de barrio » co-
menzó con el de Anacostia (Washingron, 1967), el .\luse ( Brookh n, ueva York,
1967) r el del Barrio (Bronx, Nueva York, 1969), también clasificados todos
como «branches» (Alcxander, 1996: 224-225 ).
Aquellos muscos fueron programados como genuinos centros culturales al
servicio de unos barrios marginados y étnicamente identificados. En términos
diacrónicos, cabe relacionarlos con el sentido anglosajón de comunidad (Cllltual
y cultural). En términos sincrónicos, es evidente que, desdc un rrincipio, fueron
vistos en clave de actualizacicín de lt1 vieja noción de familia o comunidad, es
dt:cir, en clave de unidad ecológica. Fran exponentes de un concepro que, pre-
cisamcnre, hacía su aparición enronces y que \Tnía a coincidir con la iniciativa
fc<lcral de abrir una colección de estudios escritos por Theodore \'</. Sudia y de-
dicados a la ccología urbana (Urban f:.cological Series). El tercer número de la
serie, precisamente, apareció en 1973, con el rírulo de Ecology of the Walking
City. En él, se definía la dimensión animal (fisiológica y bioquímica) del hombre
a modo de preámbulo para presentar e l neighborhood como unidad ecológica de
la sociedad urbana norteamericana. Según ese estudio, la mayor amenaza para
los barrios la constituía 1a centrali7ación de los servicios fuera de sus límites (con
la sustitución del pequeño comercio local por las grandes superficies comerciales
como mejor ejemplo). Eso marginaba a los grupos de edad )' de nivel adquisiti-
vo que no podían conducir su propio automóvil, sobre todo en los barrios más
desfavorecidos. Su reivindicación esraba clara, por tanto: la descentralización
de los servicios dentro de los barrio~, así los comerciales como los educativos y
recreativos (no particularizaba los museos), que todos fueran asequibles para el
peatón (Sudi;1, 1973).
En el conrinenre, o sea, en Francia, la información acerca de estos desarrollos
anglosajones era recibida con puntualidad, gracias a la mediación <le la Sociedad
de Naciones, primero, y de la Unesco, después, vía sus rcspectivo c; bo letines y las
conferencias periódicas del ICOM. Oe esas fuentes proceden, de hecho, algunas
l302) l)üS Ml;~EüLOCIAS. L~S TRAD !CIONfS ANGTOS/\J ON 1\ Y MF.OTTT:RRANEA, DrFr.Rl'.,'-'CIAS Y C O:-;TAC:Tú>
de las citas precedentes (y otras omitidas), como aquella, hace tres párrafos, en
la que el director del Newark Museum demandaba para los museos un régimen
de préstamo análogo al de las bibliotecas: no era un texto presentado por él a
Mouseion en 1929 sino el eco que la revista se hacía de un artículo suyo publica-
do en The New York Times aquel mismo año. La ccmfirmación de la existencia
de un interés por esas cuestiones, con la intención de poner remedio a lo que se
manifestaba como una carencia histórica, la haUamos en aquel amplio informe.
publicado por la misma revista un aüo más rarde, que analizaba el funcion a-
mie nto de los museos anglosajones, especialmente los norteamericanos. Sobre cl
particular que ahora tratamos, el encabezamiento era bien explícito: «de una ma-
nera general , no parece que en los muscos del continente, al contrario de lo que
ocurre en América, el servicio de préstamos y de intercambios esté organizado
de manera sistemática ni que esté regido por una legislación especial» (Lameere,
1930: 104).
La incorporación decidida a esta línea de actuación parece haberse producido
r.ras la segunda guerra mundial, con el estímulo adicional suniinistrado por la
Unesco. En 1950, la responsable de la División Museos de esa organización in-
ternacional (n.o del ICOM) radicada en París, Grace L. M. Morley, pasó revista a
las medidas de museografía itinerante puestas en práctica en los Esrados Unidos
de Norteamérica, en Canadá y, especialmente, en Gran Bretaña desde la primera
guerra mundial (Morley, 1950: 261-262) . Y unas páginas más allá, por añadidu-
ra, otro artículo hacía lo propio, específicamente con el Circulation Departmenr
del Victoria and Albert Museum (Floud, 1950: 299-303). Semejante interés pudo
estar en relaci(m con el empeño del apéndice culrural de la ONU por democratizar
el museo y 1levarlo a codos los rincones del mundo. Concretamente, en 1951, creó
la primera de varias exposiciones científicas itinerames (un «musée préfabriqué »)
en Norteamérica, equipadas ya con el principio interactivo del «do it yoursel f»,
para acercar a la América latina los últimos desarrollos científicos (ICOM News,
2/1951: 5); una de esas exposiciones, la tercera, recaló en París en 1952.
francia asumió estas pautas de manera análoga a como hizo con otras que ali-
mentaron la nube de la nouvelle muséologie. Anotado ese antecedente del «museo
prefabricado» de la Unesco y recordado aquel Artmobile puesto en ruta por el
Museum of hne Arts de Virginia en 1953, podemos saltar, sin miedo al vértigo, al
«museobús» que recorría las carreteras francesas en 1972, con paradas de entre
dos y tres días de duración . Parecía obvio que sus exposiciones fueran artísticas
(dedicadas a personalidades como Georges Rouault o Fernand Léger), se conside-
J l> t~U:.~ 1AALJ7 \CIO". n r>F ~l>l>l!L\..\ut..' 10 m 1 "<.R.\STlí' eoncuu:-. t~ (303}
raba importante y disrinti\C> c.¡u1: presenrase «original works of art ... no reproduc-
.. wncs; y 'ie punrualiz.aba que, con unas paredes tclcscop i.::a<; q ue ca, 1 p ermitían
rriplicar la anchura del remolque, «en absoluto se parece a un c.uromaro gu a n o
«the museumbus does not look ar all like a gyp~r cara van 1 11 =nder. 1972: 232-
235). El buen gusw había de segu1r siendo patrimo1110 frances.
Por esa!> mismas fechas, incidentalmente, Georges-Henn R1v1ere arnmaba
para su causa ecológica «esa nueva forma de museo», museo mulrid1s...:iplinar de
écologie urbaine», marerializa<la en el barrio de Anacostta ~ que las pág111as de
.\1useum ya habían traducido como cabeza de los 11111sées com111ww11taires o de
t•otsmage (Riviere, 19-3: 26-44). ~u'> herederos culminaron la deriva del prorori-
po hacia la ecomuseología )' lo ubicaron entre las bases de la nom•elle muséologie
(Desvallées, 1992: 16 y 26 ). írágil memoria hi'.-.té>rica la que no repara en que el
camino que condujo al barrio negro de Anacostia había arrancado apenas cien
años antes rn el barrio obrero de Bcthnal Green .
museo q ue se había manifestado más sensible al golpe terrorista, con una caída
en picado en el número de visitantes y de ingresos y el agravamiento de una crisis
que se quería anunciada. Por el camino mediaba también, como luego veremos,
el cambio de director en el Louvre.
Mientras tanto, el reformador y expansivo programa del Hermitage iba dan-
do buenos frutos . Hizo balance de ellos en 2003, en un número monográfico de
la revista Museum International que le dedicó la Unesco «excepcionalmente>> (los
números giran en torno a temas, no en torno a museos espedficos), coincidiendo
con el tricentésimo aniversario de la fundación de San Petershurgo (Le nouvel
Ern.zitage, 2003). En él se revela cómo el acuerdo con el Guggenheim fue un paso
mélS en un proceso más complejo y perfectamente planificado, a principios de la
década de 1990, para transformar la vieja inst itu ción en un museo del siglo XXI.
Ese plan de modernización y autofinanciación se centraba en la m ejora e incre-
mento de los servicios e incluía, por ejem plo, la asunc ión de las normas conrables
norteamericanas o la puesta en marcha de una exitosa página web claramente
orientada a comercializar los pr oductos del museo en aquel país, con un interme-
diario establecido en California. Asimismo, muestra cómo la colaboración con
el Kunsrhistorisches Museum de Viena (convertido en «institución cultural inde-
pendiente» en 1999) se remontaba a los años ochenta, por lo que era un socio
apo rtado por él a la alianza con el Guggenheim.
Abundan en las páginas de ese monográfico ocasiones para aludir al acuerdo
con el Courtauld lnstitute de Londres para crear las Hcrmitage Rooms en Somer-
set House, las salas decoradas a semejanza de l palacio ruso pa ra exponer obras
de aquella colección, pero a bsolutamente nada se dice al respecto. El documento
q ue sentó las bases para un «baby H ermitage» británico había sido firmado a
orillas del. Támesis en julio de 1999, y el primer ensayo fue la inauguración de la
exposición Tesoros de Catalina la Grande en noviembre de 2000, pero quedaba
pendiente la dotación de infraest ructuras como la galería introductoria multime-
dia (Rothschild, 2000: 11 ). Quizás por esa razón , las notas de prensa archivadas
en la web del propio museo (<http://www.hermitagem useum.org>) consideran
también como umbral la primera exposición producida conjuntamente por las
dos instim ciones, que no fue presentada hasta septiem bre del mismo 2003 . M ás
obviamente comprensible resulta la ausencia de mención a la subsede holandesa,
puesto que la primera exposición, en un edificio histórico de Ámsterdam, fue
inaugurada en fe brero de 2004, a la espera de que en 2007 cul minen las obra
de ampliación en curso (Hcmándcz, 2004.03.07). Por último, cabe añadir una
13071
- - - - --
.,1ca más co lo cada por el Hermirage, esta vez ensartada en e l corazón del .Mc<li-
erránco: en febrero <le 2005, fumó u n convenio con la Comww de Manrua y el
entro fnrernazionale d'Arre e di Cultura di Palazzo Te para convertir un palacio
·t 11ouveau (cercano al otro, manierisrn} en su sarélire italiano («ltal1an branch »,
2005: 8).
Un segtmcio detalle ha de lla mar podcrmamente la atención en el mismo
rnonográfico extraordinario. De los d oce a rtícu los que lo integran, nueve se re-
heren a diferentes aspectos de la historia y de la modernizac.:i6n del Tlermirage,
dos más corresponden a dos de sus o;oc.:ios, los citados museos Guggenhcim y
"-unschisrorisches \'icné:.. El artículo rcsrance escá dedicado ... al Louvre (Bresc-
Bautier, 2003 : 61-67) . Ni dentro ni fuera de él, no obstante, se ju~tifica su inclu-
.,,611 en el volumen: ni en Jos artículos referidos al H ermirage se cita al Lo uvre ni
en el del Louvre se cita a l Hermitage. De esa manera, queda anulada una posible
coa rtada compa rativa que, de o rro mo do, hubiera ca bido, a partir de la muchas
\'eces citad a fi gur_a del Gran Hermirage, por ejemplo . El texto francés, p or cierto,
te rmina con el epígrafe « Desarrollo de los servícios y retos para el fururo ,. , donde
se incluye la sentencia de que «el Gran Louvre figura desde entonces ldesde los
años noventa] entre los ejemplos más logrados de conversión de una nrquitcc-
nira palacial en centro de educación, <le investigación r de p lacer arrístico, es
decir, e n museo del siglo XXl» . b; el coro lario pa ra una co m primic.la revisión d e
la historia del museo que pa rece medida en fu nción d e cada uno de los puntos
analizados separadamente por los diferentes arrículos dedicados al Hermirage. El
efecto rcsultanre, buscado o no, es el de una llamada de atenc1on no solicirada,
un «aquí estamos nosotros " semejante aunque con otras formas, para entender-
nos, a cuando André Desvallées reivin<lic(i la 11011velle muséologie frente a Pcrer
Vergo.
El a rrículo sobre el Louvrc fin a liza, pnkticamcnre, diez años a m es d e la
fecha de p ublicación, con la transformación del museo en un ente público
( «établisserncnt public ») en 1993, para ganar auconomía de gestión, aunque no
la suficiente, como se verá . Esa autonomía es la que le va a exigir al francés Ja
búsqueda de financiación enema, como les ocurría también a los museos ruso
y austr iaco. En abril de 2001, adem ás, el Louvre había cam biado de c.l irecto r.
Se h a b ía jubilad o P ie rre Rosenberg, y lo había hecho legando una peculiar re-
comend ación: La de crear u na •<lotería del parrimonio» a n áloga a la q ue Gran
Bretaña había instituido en 1994 (Martí, 200 1.04. 13). Su sucesor fue Henri Lo-
yrerre, hasta entonces direcror del Musée d'Orsay (uno de los representados en
f308 j DOS .\IU!>WLO<..IA> l A$ TRAl'>ICIONfS AKC;LOSAJOK~ Y .M illl rERRÁNf,\: l'>IFFRF>.;OAS Y COKTACfm
aquella reunión de enero del mismo año que anatematizó al modelo americano
en general y al Guggenheirn en particular). Como s u predecesor, era partidario
de una mayor autonomía del museo respecro del ministro de Cultura para ad-
ministrar y eq uilibrar sus finanzas. Él estrenó, en enero de 2004, plenos poderes
económicos en lo que se considera uno de los cambios más radicales opera dos
e n e l seno de esa institución desde 1793 (Riding, 2005 .01.10).
A comienzos de diciembre de 2004, fueron desvelados dos secretos celo-
samente guardados y relacionados con esos cambios en la administración del
Louvre. Uno fue el acuerdo para ocupar una de las tres nuevas alas que en el High
Museum de Aclama está construyendo Renzo Piano, que habrán de estar listas
en 2006; aunque desde París se apela a la colaboración y a la falta de espacio
para exponer esas piezas en el propio museo, lo cieno es que la base es el dinero
(Gentleman, 2004.12.09). Se habla de unos diez millones de dólares durante los
primeros tres años, y no solo eso: por el m ismo traw, «el Louvre ta mbién recibirá
asesoramiento del museo estadounidense en estrategias de negocios, captación de
recursos económicos y comercialización» (Beatty y Béta rd, 2004, 22). El primer
museo francés quiere, por tanto, afinar el proceso de americanización puesto en
marcha.
El o tro dato revelado en diciembre de 2004 fue el nombre de la localidad
del norte del país que va a ser agraciada con un segundo Louvre, confiando ver
reproducido lo que fue el «efecto Guggenheim» para Bilbao : la elegida ha sido la
minera y desindustrializada Lens, estratégicamente situada muy cerca de Calais.
es decir, del Eurotúnel (Gentleman, 2004.12.01 ); también de Bruselas y del Par-
lamento Europeo. Si en la expansión exterior el beneficio económico neto figura
en línea preferente, en el caso de la expansión interior toma cuerpo el reparto
territorial de unos activos culturales (turísticos) infrautilizados en los sótanos de
la capital. Así, la medida se aviene muy bien con orra que ha entrado en vigor
el primero de enero de 2005. Se trata de la puesta en ejecución o «fase act iva•
de un proceso de descenrralización de los servicios culturales (con los museos
en proa) por el cual el Esrado transfiere a cada una de las comunidades locales
el manten imiento de los mismos, haciéndolo peligrar en a lg unos casos (Héliot,
2004. 12.1 ·1).
El desdoblamiento del Centre Georges Pornpidou en Mctz comparte la misma
idea de reparto rentable. La operación asiática parece más compleja y ambiciosa.
Según una enrrevista al presidente de la insritución, vino pre parada por una ex-
posición dedicada al arte chino contemporáneo (Alors la Chine?), montada en el
[)09J
Guggenheim es «una organi7.ación que ha hecho más que ninguna otra por cam-
biar la naturaleza del museo contemporáneo» (Sudjik, 2005.01.23). Eso es algo
que nadie le debería negar al museo norteamericano, independientemente de las
críticas que le quepan, que también caben.
Me cuesta creer, por lo demás, que alguno de los nuevos edificios que el Louvre
y el Beaubourg van a habitar dentro de su patria se susrraiga a la tentación de valer-
se ck la arquitectura como instrumento para atraer público y ganar mercado, en lo
que los americanos son consumados maestros. No en vano, en aquella memorable
velada prenavideña rambién se escuchó que el Guggenheim «posee buena arquicec-
nira pero no una buena colección». Si me apuran, puedo dudar hasta de que la for-
ma de «sombre ro chino» elegida poco después para dar cuerpo al Pompidou-Mecz
haya sido tota lmente ingenua . Desde luego, el espacio que se va a ocupar en la
americanizada ex colonia británica, bajo el gigantesco techo («canopy») diseñado
por Norman Foster, va sobrado de espectacularidad. Y entonces ¿dónde quedarán
las reticencias que la nouvcllc n111séologie manifestó hacia los contenedores efectis-
tas, hacia «esos edificios de prestigio que llenan las páginas de las revistas de arre
y añaden algunas lineas al currículum vítae de tal o cual gran arquitecto pero que
raramente enriquecen la museografía»? {Desvallées, 1992: 19).
El colofón más adecuado para esa evidencia es el de la repetición de otra ya
conocida: la observación, adaptacic>n y apropiación francesa de estrategias pre-
viamente ensayadas en otros países por otras entidades que, automáticamente.
pasan a ser percibidas como rivales. En absoluto resulta nueva al cabo de esca:.
páginas: la hemos visto en la concepción del Muséc d'Ethnographi.e del Trocade-
ro, en la toma de posiciones anre la Sociedad de Naciones, en la lucha por la sede
de la Unesco ... Las censuras leídas ahora en boca de los altos representantes de
Beaubourg vienen a ser las mismas que los museos europeos reunidos en Dresde
en torno a Francia, en enero de 2001, habían suscrito, y las mismas que habían
siclo retiradas cuando la reunión fue repecida en Nueva York nueve meses más
tarde, como vimos. ¿En qué se diferencia la esrrategia de los dos muscos francese~
respecto de la del Guggenheim? ¿Es la del m useo de Arlanca menos americana
que la de aquel su compatriota?
Si la respuesta a escas preguntas pone a prueba el sentido de la lógica, rodavía
han tenido cabida actuaciones y reacciones más asombrosas, como la escenificada
más recientemente, en mar:w de 2005, cuando la Nacional Gallery de Washing-
ton inauguró una muestra sobre Toulouse-Laurrec. Como muy acertadamente
observó un corresponsal español, la ceremonia «ha servido al embajador galo
Dl.!>U'NTI\,\UZAC!ON. LL Jll \fl()Rl.\t.Uf..'\I 1o or l A~ C.RAN.l.ll::.S l.OLEn h lNT~ (3111
ante la Casa Blanca, jean-David Levirte, para recuperar la am1sro-;a rerórica, tem-
poralmente cxuaviada durante la crisis de Jrak. que insiste en presentar a Francia
como el aliado más antiguo de Esrados Unidos » (Rodríguez, 2005.03.15). S1 la
admiraci6n cultural que Norteamérica profesa a Francia desde annguo. unida a
la reconocida habilidad aucopromocional francesa. ha hecho olvidar las recentb1-
mas tensiones provocadas por la crisis iraquí, cómo no iban a ser olwiadas (}'más
en casa del criticado) las crudas descalificaciones al modo americano de gestionar
los museos oídas escasos meses anees. Habrá qm: concluir que codo se traduct: a
términos de conveniencia.
Y mientras tanto, Gran Breraria persevera en su empeño por exrraer el mayor
provecho social de la~ ~olecciones <le sus museos. Si los franceses. siguiendo los
pasos norteamericanos, han ernprenJido la senda de poner a Lraba¡a.r al mayor
número posible de las piezas que habitualmente duermen en los almacenes, para
lograr financiación extra, los británicos, al menos hasrn ahora, siguen sin pres-
tarse a ese juego. Un informe encargado para evaluar el rendimiento social de la-;
colecciones del país, publicado en junio de 2005, parría del siguiente enunciado:
«si un objeto reposa en un almacén durante clic7. a1ios, sin que nadie lo mire, y,
si no es publicado o hecho accesible vfa lmernet, ¿puede ese museo estar cum-
pliendo su responsabilidad para con el objetor para con el público?,, (Alberge,
2005.06.14). Es el razonamiento ya conocido, el que había motivado la creación
de colecciones itinerantes y museos satélites desde la época del South Kcnsington
Muscum hasta la de las actuales 'late GaUerics. Y es el que sigue llevando a los
grandes museos nacionales a organizar exposiciones temporales expresamente
para irinerar por disrinros museos locales del reino. 11b
11
M.1111fc~caciones 1antt1hle~ Je esa lilov1t1;1 pu~<len .cr la~ do, C'-PO•Íaones que h.111 coinm11Ju en
>!ew.:a•tlc dur.rnie el t"r•er crim~irc de 2005. ~!1en1ra~ d l lanrn.. k Muscurn ¡Je b1~ror1a n.icurah exh1b1a
F.g)f'I Rcvc3fed. ljfe & [k,11h in :\nc1em ~g.,p1. una exposición J1J.icric3 producida por el Brici<h \l11~n11n
:ipro,·cchan<lo obras ongm:1lc~ <'xcedemes de >ll propia colecc1on, la Laing Are Galll'r) mosrrnba Venu\
Ris1ng. f.q.i cm una exposición Jt cámara org,111i~.1Ja por el s<'rV1\'.'11J ~ducativo de l.ls N;u1onal Galler1cs of
Scotl.111d c11 torno a ese thi11110 Jr ~u colección. rcci<'ntcmeme Jd<1u1rnlu. \ que prev1.inirnl<' l1abía siclo v1~m
en la~ locJlid.1dcs de lnveme~< ,. Glasgow.
í3 L2] lll•S MliSFOT OGIA'. r AS TRM)l\.l()NfS ·l'lGT OS.\f()~¡\ y \fFf)JTrRRA1'1' ,, l)fFrRf.NCl.-\5 y CO:-JTACTm
«An accounr oí th<' Prince and l'rinces; of Wa les 1\MBROSE, Timorhy, >'Cris pin PA1N1:. (1993): J\fo-
visitil1g Sir Hans Sloanc», l 748, Gente/man 's seum Hasics, Lo ndres- Nueva York: TCOM-
Magazine. J.8 (julio), pp. 301-302 (docu- Routle<lge.
memo elec:trúnicn, .:n d1ttp://www. bodlcy. AMrnnOu\, Gia11dornenicn (2000) f1 9971: La ciu-
ox.ac.uklílcj/>). dad postmoderna, Barcelona: Gustavo Gilí.
AGKAso·1, Ricardo (19n ): «l.a civilización ac- f\NDHSF..N, Hcind.rik Christian (1 913): « \Vorld-
tual y las arres », Musemn (Revista mensual Ccmscience» . An lnternational Society for
tle arte españo l antiguo v moderno y de la the Creation o( a World-Centre to Hvuse
vida artística contemporánea ), 1, pp. 9 -18 . lntemational Tn1erests and lJnite Peo{1/i!s
ALAS, Lcopoldo (Clarín ) ('1890 ): • M i revisW>» and Nations for the Attaimnent o( T'eac:e
Folletos liurarios, VTT. Museum {/Vli re11is- and l'rogress upan Broader Hu111anitaria11
ta), 1, pp. 6-15. l.ines, Roma: Communicarion Oflice Hcn-
A LAVOJNF-,'vluu.ER, Soiz.ic (2003): «Un globc ter- <lrik C. Anderden.
restre pour l'Exposition muverst>Ut' de l900. ANL>.liRSON, Colin (1960): «.'vluseums an<l rhe
l ' uropisme géographique d'Élisée Reclus», bus iness man» . The Museums jottrnal, 60:6
L'Espace Gúographiq11e, 32:2, pp. 156-1 70. (septiembre). pp. 137-142.
ALEXA.'IDER, Edward P. (1961 ): • Bringing hi>to- ANOFRSON, R. C. \"l.Z, M . L. CAYGI LL, A. G. MAc-
ry ro life. Philadelphia and Will iamshurg », GR.EGOR y L. SYSON /cd s. ) (2003): En/igh-
Curator, IV:l, pp. 58-68. tening the Rritish: Knowledge, Discot•ery
( 1964): •Artis tic and hisrorica l period and rhe Museum in t.he Eightee11th Century,
rooms », Curator, VIT:4. pp. 263-281. Londres: British Museum Press.
( 1996) [ l 979]: Muse11ms in 1\fotion. An /11- ARAMllURU, Nckane (2004): "Vitoria-Casteiz:
trvduction to tfJe History and Funclions uf certidumbres y espejismos en la ciudad como
Museums, Walnuc Crcck: Alramira Press. museo,,, en I GLESIAS G1L, José Man uel (cd.):
A LLWOOD, Jnhn ( ·1977): The Creat F.xhibition, Actas de los x1~· Cursos monográficos sobre
Londres: Srudio Vista . el patrimonio histórico, pp. 79-93, Santan-
ALONSO FEKNANDEZ, Luis (1993: Mttseo/ogía: der: Universidad de Cantahria-Ayto. de
i11trodttcdó11 a la teoría y práctica del mu- Re inosa.
seo, Madrid: lsnno . ARCAN, Giulio Cario (198 4) [1 983): Historia del
(199Y): lntroducc;ión a la nueva mus!!ología, ar.te como historia de la ci11d,1d, Barcelona:
M adrid: Alianza. Llia.
w Las ie~·has de la~ ediciones origina les <lp<lícccn rntrc t.:orchetes a continuación de la fecha de la edi-
ción (:onsulrada.
f3201 l>OS MUSEOLOGL\S LAS TRAUICIONl::S MGLllSAJUNA Y ~LCDllU\RANEA. DltERE:-<CIAS Y COC'v"TACTO>
Br-.:ol\J, l.uc ( 1960): .\lusée.s et m11scolog1c • Br111sh Comm!!>,ion in repon .1J,;<.e<. C'\ cnmg
(Col. Qut: ~ais-ie?. 904), Pan>: rur. opcoiogs. crails1dt.':., ne" hu1ldmgv (19JSJ.
Bn,\Rn, D.1phné ,. Gareth IIAlutl', 1200S): T'11• \1usew11 ~ero, lh:S (11<.tuhre). pp. l ~ ~.
• R.1J11.:al rehan!( ar rhc Pomp1dou•, Thc Arl llRm~'1', jon<trhan. y Etlll>l, J<llll<'S, (eds.) (200.!):
Ne11•>f1<J{l<'r, 1)8 \mayo), p. 25. L1 ,1/mo11ed.1 del s1xla: rt•/,1rn »1<'> .1111:<r1C,1s en-
BLAM.. H~I, 1\I. AJnt'.n (ll:l9~): Na¡1po11 .~ur h•$ lrt! Espaii.J v \.r,111 llrl't.111,1, 1611./-1 ó55 \car.
11111$1!(!$ d'1\!lcm11,r:,11e <'I c/'Autnch•._ l'~n~: f.r· cxpl. Madrid: l\lu,co N.1.:1011,11 dd Jlr,1Jo.
ne\t 1t'roux. BRm~'NF, Hrnry(l912-191 I): Thl' 111/luenn. ot
HoN\TI nrN, Ch.irles-Vicror de¡ 1815\: Pensás muse11ms 011 ¡he rcform ol dJ~'>tcal 'tuJ1c' •
;11r Jw,•rs nhi1•,-is de bien p11b/1c. G111d1ri.l: l he l\.luscums Jourmil, 12. pp. l ':l--20 l.
~üngct d Cherhulie7. BttuNHA..\lMEIL ) rnnne (dir.) \ 1Yh..f ): Ct'/11 .-ftef°>-
(l824J: L'llmnme du .\ lidi et /'bo111111e d11 d'om•re d11 Alz"'et• des Art~ f)¡>,-orat1fs (car.
;-;,mf 011 /'111/l11e11<"<' du cfin1.11, Cmehr.1 IJ<><:ll· exp.I. Parb: .\Imcc Je, .-\n' Oé.:orarif...
rn.:nro elt'CTI'ómco en <hnp://galLca.hnl.Jrl>). lhH<>'>OK. Ferdin.1nd l 8M;): D1awm1.itre de pe-
ISORDll u. P1are (1969): C.1111011r de l'.irl: ¡,., dagugif' et d'111strttct1w1 primam•. 1'artt: l.'.
mw;Jes tl"i1r1 ;•11m¡•ée11s <'f leur p11/l/1c, Le~ torno 2." , 1'.u1s: Had1l'm.• (do,·umenro elec-
Édiuon., de J\linuit 1hay ediuon t•n m¡~lt:~: trónJCo en <http://gJll1ca.hnf.fr/>).
1991, f.urope.m Art /'l'luse11111s a11d rl1111r But!>, C.ul l l 874 ): l'ie1111t! .-11 J >17 l: <'sqwsst's dt'
Publ1r. C.1mbridgc: Poli1~· l'n:s~I. 1·oyage, Brm.da;: C. l'lltu.iu•trJ t Ld1reur.
BouMA, S.J. ( 1950): «The Zuiderzecmmcu111. A BunNs, Ned J. (1940): • 1he lmcory oí dioramas»,
mu,eurn vill.igc:- ro be crecccd rn E11b.hui¿1.·n. /'he 1\l useum l\,c11'.<. 1.,:16 (Ícbrcro), pp. 8-
t'-.cthcrl.inch . 1~l11seum. 3:3, p. 254. 12.
BO\\ L>J:.1'. l\fark ( 198..f): f'itt Rwers: tbc I i/i• lk. K1, Karb,uúcl ( 1977): l'.1/,1ce$ /or tl>e Pt'<i(J/e:
.111d Work o{ L1emen.1111-Gem.•r.1/ A11g11st11.< .i Svc1al H1story o/ rJ,,. .-\111eric,111 r\rl \ luse-
Hntr) I .we f-ux. Cambrid¡?,e: CJmbnJgc ums, Bo!>wa: Lmlr Brown.
Un" c:r" n Pr<'Ss. llt:RTO'.'I. .\nrhony f 2004 ): • Brnish dcc<>rJU\C'
Hmn,J. I'. & (.,_ \\'. (19331: ~Popul:u- rcac1io11\ to anJ fine aCT ,11 rhc \'&,\ lx·lorc thc Bnush
n:pr0Juu1011' of mr~rior\ .md furn1>h111¡?.s-, Gallcrie,., m \\ 11 "· e hri,ropher y "ick
Th" i\f11se11111 Ncws, 11 :3 (jumo¡, rr- ó-7. HU.\ll'HRL) ll'J,, f: Cre,11111g tllt' 1Jnt1sb (:,i/-
8m r>-DA\\ '}, l N>, w. ( l 902- l 9lH ): ":-..~w ,1rt µ.1 J. feries ,11 the \•.::rA: t1St11<lv111 ,\luse(J/ogy. pp.
lerit'~ for M.111chcsccr», The i\>l 11S<'lllll> jo11r- 5-17, Londres: V&A Publ11:c11i<u1' y l.ahcira-
11.1/, 2, rp. 288-294. mno lvlu;eorernu.:o Goppion.
Bm LAN.1'.1rrik J. \1996): ·<llevoluriomr) fra1Kc fllJlTrnnr-rn, WilliJm Rusl..111 091 1- 19121:
<llld tlu: lou11Janon of 111ud1:rn 1ll11sn1m. ",\Ju,eum' of 1ut'.1\•, Tbe :\f11se11111s /u11r-
\lanagcment and curatorial pract1u.•. P.1rr >1.1/. 11, pp. H.l - \41\.
11 Dand,ind \'icqd'.-li~r. 1~92 . 1-94 . , \111- CAIHLLJ:..KO. Ós.:.ir {200, ): .. Ccnrro PumpiJou.
St'11111 M.111.igt•ment and C11rJl1Jnlu¡1, l ':2, F.l l!l'an alnucfo •. De:><ttlmr el Arle. 77 (ju-
pp. 117-131. lio¡. pp. 66-70.
( 19991: •llnín·rsíurs aod muscun1'•, .\111 · C·\RRrR.\ 1 ·\FFE:-Tt. \nJ,' ~bn.1 \'1Lt\LlU '>At -
se11111 ,\ f .w.t¡1<'mc11t a11d Curatorslnp. 1S: l, \ADOR c2.004 ): , J\ lu~eo "Jc1onJ! de .\rrcs
pp. 43-56. Decomuv,b (},!JJnJ): J~ l\fu,co lnJu:.rnal a
KnMrl,\N1. (..h~rlcs ( 19581: «A\•am prupm .. , en .\fosco Nacio11;1I de Arle\ lnd1"rrialts ( 1850-
B.rnr 1nN, Jc.111 Pi.:rr't:\ Mmfr Je /'H1ste11rl' 1912). Anrcccdcmc> ('Mm la hi,rori,1 del
de /·rm1n•, 1: 3, H1stoil'e et descn{ltw11 dt•s /1<1· mu~eo», Re1•1st11 d,• Museologw, .I0-1'1, pp.
1111m1ts d,•s Archiues Nat1011<1les / ... /. P;1ri': 81-88.
Dep.1r1.11nc1ttu' Je L\tado ;- orro,, pp. 7-8. ÚUl.\LJ:.JlER, H . l'aul \ 1950): rhc l.t/e of Pierre
KRFS<..-Bw1 ll:.K, Gene' 1c1c (200.H: •L.~ l.n11vrt': Cbarlcs /'Enf~ml: ¡1/,11111cr o/ tbe <:ity Re.111-
un muséc n.uíon.il dan> un pab" rov.1l •, tif11/. The C1tr ,,¡ \\'..t,;l.1111gto11, \\'ashingron
Mmntm /111cmJt1011,1/. n.º 21-. "''- pp. D.C.: ~anonal Rcpuh!t~· l'uhfi,hmg Corn-
fd -6 7. p:1m
[3221 nos Ml:SFOI ()G f1\~. LAS TRADlC IONES AN GLOSAJONA y ~ IEVITERRAN EA: l)JFl!RENCLA; y coN·i:~ CTOS
(AMN, Wa kcr (1979): Masterpieces: Chapters CAYGILL, Marjorie (198 1): The Story of the
on the History of an idea, Princeton: Prin - Hritish Mu.seu.m, Londres: T he British Mu-
ceron Universiry Press. seum.
CALATKAvA, Sanriago (1996): «Ciudad de las Centre lnternationaL Conceptions et programme
Arres y las Ciencias (1991 & 1996, Valen- de l'lnternationalisme. Organismes interna-
cia, Spain )•>, AV Monografías, 61 (scpricm- tionaux et U11io11 des Assoáations .lnternatio-
brc-ocrubrc), pp. 90-93. nales. Établissements sóentifiques installés
(1998): «Ciudad de las Arres y las Cienc ias au Pala is A1ondial, 192 ·1, Bruselas: Un ion tles
(Valencia )», Arquitectura (Rev ista del Cole- Associations lntern ation ales (Puhl. n.º 98 ).
gio O ficial de Arqu irectos de Madrid ), 3 14, C1-1i\nw1cK, David (18.57 ): Public Li&mries and
pp. 59-6 1. Musewns: Their Use(ulness in the Promotion
CA1.vo SERRALLrn, Francisco (com. ) (2001): of the Education of the \Vorking Classes and
Goya: la imagen de la mujer (car. cxp.), Ma- the lmprovement of Their Social Position,
drid: Musco Nacional de l Prado. 1.ondres-Manchester: Shaw & Genrge Sirnms.
C'.AMEKON, Duncan (1970): «Museums and rhe CHECA, Fernando (1999 ): «El nuevo Musen del
world of roday. The administrnrive structure !'ratio», Bolet.ín. del Museo del Prado, 17:35,
of museums a n<l rheir man agement», /COM pp. 7-20.
Nmus, 23:2 (ju nio ), pp. 41 -45. CHONG, Derr ik (1998): «A new name for the
(1992) fl 97 1 j: «le musé.c: un rcmplc ou un V&A? In response to AJan Borg », Museum
forum », en DESVALLÜ:S, And ré (ed. ): Vagues: Management and Curatorship, 17:4 , pp.
une anthologie de la 11ou11elle muséologie, 1, 419-428.
Lyon: Édicions \XI, M. N. E. s., pp. 77-98. CHR ISTENSEN, Erw ing O. (1934): «Travcll ing
CA,~1POS Ct\LVO-SOTFJ.O, Pa blo (2002}: El vü1je de exbíbicions•, The Museum News, 12:8 (oc-
la Utopía, Madrid: Universidad Complurensc. rubre), pp. 6 -7.
CAPART, Jean (1930): «Le role social des mu- CHRISTISON, Muriel 1:\. (1955 ): «The Virginia
sées», Mo useion, 12, pp. 219-238. 1v1useum o f Fine Arts' Art mobi le. Richmo nd,
CA R1>-11c:11AEL, L. (1959): «The complere museum. Virgi nia », 1\iluseum, 8:2, pp. 128- B l.
T he Smi1hso1úan lnscim rion, the nation 's la rg- «Churches as p icture ga llcries•., 1906 -1907,
cst nrnseurn complex, co ntinues to grow», The Museums Journal (General Notes), 6,
Museurn News, .37: 1 (marzo), pp. 4-7. pp. 288-289.
CARRETERO R EllÉS, Salvado r, Ilelén PooLE Qu1N - «Code moral i\ l'usage du personnel des musées »
TANA e Isabel PoKTJLLA A.tlliOYO (2003 ): ¿Sin (1927), Mouseion, 1, pp. 45-.51.
límites? 2003: Colec.ción permanente, Santan- Co11EN, Jean-Louis (2001 ): «Ouvcrcurc >>, en Le
der: Museo de Bellas Artes y Consejerfa de Musée de Sculpture Comparée: naissance de
Culrurn, Turismo y Deporte del Go bierno de /'Histoire de l'Art moderne (Acres du Col-
Cantahria. loque «Le Mu sée de Sculpture Comparée:
Catalogue o( t.he Education Library in the South l'invenrion d 'un modele au x1x' s iecle» renu
Kensington Museum (1893) [1857), Londres: a Paris les 8 et 9 décemhre ·1999), pp. 12-21,
Miscellaneous lnscirurions, Societies and other París: Centre des .Monumencs NacionatLX I
Bodies, Vicroria an d Al bert Museum (5.' ed.). Éd itions du Pacrimoine.
CATT.lN, George (1848): C',atlin's Notes of Eight COLEMAN, Laurence Vail (1927a ):, Manual fo r
YPArs o( Travels a.nd Residence in Europe, Small Museums, N ueva York-Lond res: G. P.
with lTis North American Collection, Lon- Putnam's.
dres: El J\u cor (2 vols.). ( l 927b): «American Associacion of Mu-
( 1851 ): Museum of Mank ind, Londres: J. se ums (Associacion d es Musécs Améri-
Gol bou rn. cains)», Mouseion, 1, pp. 45-51.
Ci\VE, Edouard (°1731 ): «Ad vcrriscment», Gentel- COLEMAN, Laurence Vail (1928): «L'enseigne-
num's Magazine, 1 (enero), s/p (docllmento ment dans les musées a méricai ns », Mou-
clcccrónico en <lmp:ffv;ww. bodley.ox.a1;. seion, PP- 240-243.
uk/ilej/> ). ( l 9.~9 ) : The Museums in America: a crilical
BffillOGR,\IÍ\ f323I
Study, Wa_,hington: Amenc.1n Associarion of CuLL!oN, !\L <;., >' r. v. STO\Kll.\tJqi-; (1998 ):
.Muscums ~.\ vols.). Thc ;\/tes M11se11m. Bcrhn: llerlm Ed11inn .
(1950): Afosc1m1 B111/d111gs, W.1~h i ngmn : CZAJ l\OW>.to.J, J. (1981 ): .,,\n nu tl ine of SJ..an~en
American J\ssociatio11 ol ~luscum~. museo lo¡i;y 111 Furopc·., c-11 NowACfo..1. 1lcn-
«Collalmration ele l'Officc ii l'F.xposirion liucr- ryk (t'd.): O/Nm·t\1r Museums i11 Poland.
nationalc de 19.n .. (1933), Mo11seío11, 13- s. l.: Mu:t.eu m Budowniuwa 1 uJowe¡?;ll \Y./
14. pp. 248 250. Sanoku. pp. 12-lY.
C:olloque Élish! R<•c/11:. ( 1986), Bru~dJ\: ln>ri- DANlLO\' . Vicror J. (1991 ): •Sharcd muscum I
rur des Hautes tludc, de Bclgic.¡ue Socieré cultural complexc> •. 1\fose11111 }vl.u1ap,eml!11t
Royale Bcl¡<e de Géogr.1ph1c (Monográfi.:o and Curatorsh1p. 1O: l. pp. )3-60.
de la Rer•m· ffrlg« •Í<' (,1jogr,1plne, 110:1). DAn'>. PL-tcr ( 1999): /: c1111111s«11111. A ~c11se of
.. concurso». Ciudad del Ha meneo. JNez (2004 ), Plc1ce. LonJrc,·t\ucva )nrk: l.eu.:esrer l nt\"er-
•~1 Próyt•ctós, 1. pp. 2- ..¡l. siry Press.
CO''FORTI, \lich.lcl (1993): l11>tor>, ~alue ami Dn \NFY. J. (i. P. (199 Jl: Charles Rickcrrs and
rhe 1990s art muscum•, \lmam1 ,\la1wge- the "-arion,lf Gallen of Canada , A111seum
rm.,rt,md C11raror;l11p, 12:3, pp. 245-255. Mm1ageme11t ú11d ('.11ratursl11p, 10:4, pp. 359-
C0Ns1:1L oi:~ ÜNQ-C.rNT~ 1 Fnenne \1Ani.vRJ:. 372.
( 1-9-l: RaJ111C1rt /111t ¡111r ,\ laye1wrt', sur DHOCHL, BcmarJ ( 1985 ): 1\111s1folug1i:a: w11tra-
im mcs..~oge d11 Dm:clwre. conct•ma111 les d1ctio11s c>r /ogit711,• du 11111sc?c, París-Vrin-
manufactures dt• Lyo11, París: lmpnmerie Lyon: ln~titut lmcrdisdplrnaire d'trudes
Narionalc (documcmu clcc1ró11irn L'n <htrp:// f:pi,;témolr1g1q11es.
gal h<:a. bnf.fr/>). ) jcan-M1chcl l.rNIAtm ( 1989): I a culture
Co oK, Ernily Con;.Lan<.:i: ( 1897): l.011do11 ami des sc111s-.:11/c,11es: le pre111il!r dussu!r d11 f!tJ·
E11v1ro11s, LonJ rc~: [)~ rl ingwn nnd Co. tr.imoi11e. 1789-J 798, Parü.: L(:> Édi1i on> de
C OOUDG.t, John ( l 953): «Thc COst ol cxh1h1ti ng l'uis-Les Presses du Languc:doc.
pnintings in /\mcric<\11 Jrl mu~cum;. . . M11- DFNNINSON, Lisa (200J):. D'un muséc a l'autre:
se11m, 6:3, pp. 201-204. l'évnlnrion du G11AAenh<'Ílll», M11seL1m bt-
.4 copy uf rht· Docr1mt•11ts .::,•e Respe«tm.r: .111 , \el térnc1tiom1/, n." 21-. 55:.l, pp. 48-60 .
lo Encwirú~W tb.: Arl uf 1Wakmg '!rw Models Dfoni:. Jc.io-Lmus ( 19951: "!<orne, che archc:-
a11d C1sl5 o/ 811s1s &c .. 1~98, 1 ondres: ~Ir. cypal muscum. and 1hc L.ou' re. chi: negarion
Sraumon. of di"ision . en P1:.A1t<.1:., Susan: ,\rt 111 M11s<'-
CoRO'-llX\5. joan 119701: Duc1mumo crítico 11ms, pp. 215-232. Londres: i\rhlonc.
etimolo¡,!ic:o 1lt' /,1 /e11].!11n c.1std/,111,1. ~bdri<l: DrsTRl'r, Jules (1928): -~ lusec<> d'art populai-
Gri:Jn-.. n:•, f.1011se11111. S lmimero dedicado mono-
·Cours dl" 1\ lu~t'log11:. lJniver\lte de ~ladrid. gráficamcnte al Congrc~o lnrernaóonal de
Espagnc ( 1968). Nmwdles dt' /'1n ·~i . 21: 1 r\rccs Populares celchradu en Praga enrre el
(marzo>. p. 21. 7 y el 13 de ocwbrc), pp. 87 92.
Cox, Trenchard ( 1951 ): •!>omc s1gm nf rernvery DrWALifES, Andrc ( 1992): .. Préscntation,.,
in German 1m1sc11111s .. , Thc Muswuns }rmr- en ídem (ed. ): Vi1g11t>s: 1111<' ,111rlmlug1e de la
ml/, 5 1:2, pp. 31-33. 11oui•el/e 11/l/SeOfo~/ll. /, l.yon: Éd irions \'(/.,
( 1959): «l fowry of tht: Vrttnria .rnd 1\l bcrr M. N . .t. >.. 15-J9.
Muscu m an<l che <lcvclopmt.>nt of irs ..:ollec- DlAS, Nélia ( 199 1): f,1· M11sti1· rl'Ftlmogra¡1hie
rions • . Proce11d111g~ o( rln· Rnya/ /n;;titutio11, du Troc,;déro ( 1S78-190S); A11thm¡wlogie
37:167. pp.1.76-304. et Muséologie en frcmt:e. Pa rís: Centre Na-
CRET. P:rnl Ph1l1ppe (1934): .. Thl"orie, in mu- nonn l de la Rccherche Sc1cmifiqur.
>Curn planning•, lhl! M11se11m Neu•s, 12:10 DL.\L BALEll.Dt. 1¡,'ll:tctt> ( 1998): . ¡:¡ htsroriador
!novkmbrl'I, pp. - ~ S, ~· 12: 1 l (dte1("mbrrl, del arre ' la museología . en H1stor1.1 del
pp. 6-8. Arte y Bumes C11/tur.1/e5, pp. 109-113. ~e
CRJ.MJ'. Dougla~ ( 199 l l: 011 tlll! \111se11m 's ,·illa: lruuruto Anddlu1 del Patrimonio Hi~
R11ms. C1mbrid~c (~IS>.): Thc \llT f>rt"s. tonco.
[324J !)()~ \ fllSíOI OC!.\~. l.AS TR,\DJCI01'ES ANGLOSAION.-1 Y Ml:DITERR.\NL~. DirERF.1'CIA'- Y COt'TACrO'
anglo,ajím •. Trasdós (Rensca dd ~lu;.co d<' ('¡c11.RA1,,1, ~rge ( 19901 ( 1983): De como 1\ '11ev.:J
Bcll.i~ Arte' e.le Santander), 2, pp. 114-240. York ml1á la 1de.1 cÍ<' .irte modemo, \ladrid:
(2001): «,\fosco y galería: pragmarismo ~· ~fondadOTi.
hedonismo en la museología :mglosajona• . G\ >.t::-., F. ( 1949): • lmpressions of a Swiss muse·
Tmsdós (Revista de.l Mu,eo de H~lla' Arres de um director on muM~um~ in rhe U. S.», /CO,\I
~ancander), 4, pp. 77-97. News, 2:2 (abril¡, p. 2.
(200.1): «Museo y merMora cat<"dralida», en H,1RERl.Y, Loyd (1948): Pursuit CJ( tbe Hori.w11:
Lo1u:NTC l.cm rNTF., jesí1s-Pedro (dir.) y D:i - a /,ife uf Ceurge C.1tlin, Painter cmd Re-
vid ALMA:LÁN (coor<l.): Museolugía crítica y corder o/ the American lndian, ~ucva York:
arte contemporáneo, pp. 165- 184, / .aragoza: Mac\t11lland C:o.
Prensas Universitarias. HAstllN, Chaum:e>' J. ( l 9'i9): • Témoignagc
(2004 ): • Narrar demro. narrar íucr.1 <ld de reconnaiss.1nc<' il Gcorge' Salles», 1co1,
rnu~eo .. , en lc;1 FSIAS Gn. José ~lanucl (cd.): Nervs, 11:4-5 (agos10-ocrubr<"), pp. 1-2.
Actas de los XII' Cursos mo11ograficos sobre el ILn1s111.1., Alfred !'. ( 1936): \~har 1s the proper
patnmonio bist6rico, ~antan<ler: Universidad trainmg for mu~c."urn work from thc poim nf
de C1111ahria-Ayto. de Reinosa, pp. 31-48. 1 iew of che tru~ree? , The ,\fttseum News.
J 953>. 6:2 t.1 brúl. pp. 12 ~ H. The Greek C1111rt; An Apnlogy for Colour-
(l9Bl, 6:) qunio), p. 4. ing the Greek Court; -l. fl•e Roman Co11rt; 5.
1.19\JJ. 6:4 1a¡:osrol, p. l (edaoml). /he All1ambr,1 (mm: I>. 1 he ,\ mei•eh Court
( 1954 ), 7:) iabnl\, pp. 12 y 34. (Of{icr.1/ H.md BookJ, Lon<lr~': C:r)'~ral Palace
( 19)4), 7:3 (jumo), ~/p (• Messap,c du prési Lihrary.
dem · \. JouRBH. A. ( l ':l':I ~) 119891: «De Ja exposición
( 1YS5 ), 8:3 (jumo), s. p. ( • Mcs:..1gl d11 pr¿-.i- ba jo Lienda J L1' prt·-.enrac.:iones al aire libre•.,
denr .. ). en lllvif.Rt, Gcorgc.:, J lemi, / ,a Mu;eo/of?Í<1:
( 19S5), 8:4-5, (agosro-ocrubrd, pp. 15 16. Curso de l\111seo /og1,1. Texto, y test1mo111os,
( 1'H6). ':l:.l IJunio), p. 10. pp. US-382. l\fadrid: Akal.
( 1'l'i6), 9:5 ·ó (occuhre-diciembrcl. p. 20. juA:-; 1 ·¡ RrssrRR \ ), j o rdi 1200-11: • La remariza-
( 19581. 11:1 (lchrl'ro), pp. 8-12 (.1aa dt· Ll ción J,· la t:mdad: c.:ulrnr.i, runsmo r dcsarro-
reunión del Conuré para el Desarrollo Je lo-. Uo local ._en k LL\I " (;11, José .\.lanuel (cd. ):
\ 1n"·os .11 Aire libre). Act.1s de los ,\ /\ C11r5os 1111111oxraficos sobre el
• 1967 1. 20:6 <dic.• p. 171 (ed11or1JI). patrrmomo /11.stnnrn, ~.1111andt:>r: L.tniversidad
• I ho: ideal art gallerv» (1911-1912), Tht• .\111.<e· de Canrabria-A1 to. dl Remma, pp. 95-114.
11111:; jmmral, 1 1, pp. )63-364. KANDJNSKY, Wa~sily (1946 ) l 191 I]: On thl'
li'.!1, '1A 1 Gor-.L\Ll:Z, Mormerr.u 11994): /-/.< Spiri111al m tite A rt, '\luev:i York: Thc Solo-
J(<lbmcts del món: .m1mpolug1,1. 11111s1•11; i mon Gug¡;c11hcim Fmmdntion (cd. de Hüla
11111st•oloK1cs, lcmfa: Pa¡;cs Ediwr-.. Rebayl.
.. Jr.1 lmn hr.1nch .. (2005). Hcnmtage 1\lag.n;Ílw, f.- 1\RT.TN, G. J. (1904\: « lhc pavilinn S)"tem in
5 (\'cr.1110), p. 8. must:>urns», Thc /\luse11111s f 011rn..il, 3, pp.
'''"~· Jc.m 1I YYJ)l1Y8YI: · f:I museo ,-k crno- 386-396.
i¡r,iJi.1 cn 1930: la o.:mografia .:omn CÍc'nci.1 y J..:AKNAGHA:-., A1111e \\'ehh ( 19:!Y\: «I t'S arrs de-
..:orno polmca·. en Rl\llll"-. Gcorge,-Hi:n- coranfs JU .\luscc Je, lk.rnx Arrs de Bos-
ri: L.1 .\l11seolog1,1: C11r~o de \l11,ctJlog1~1 I ron •• ,\Iouse1011, 9, pp. 261-264.
T.•,\ tos_,. f<•st11110111os. pp. 16l · 170. :--1.1Jrid: K.\t!F\1\:-.'I, Ed!!..U <Jr.) 11949 ): •.\lu.,eum~ and
.\bl. mdusrri.1 l clc:-~11?.n •, ,.n \111sc11ms in ,\lodem
1',r,, Koi,.,rr K. 12005 ): • Fdirorial nnte•. \ l11s1'11111 L1/é, Lon<lre-.: 1lw Royal Sociery of Am..
.\J,111,1grme11t ,md Curat11rshi¡1, 20: 1, pp. 3-4. pp. 26-40.
Janus Conrnlrnnrs .. ( 1968). Noun://es ,if• /'1un1. KE:\DRICK, T. D. ( 19.'i 1 ): " fhe British Museum
21: 1 (marzo¡, pp. 22-23. and Brirish anuquitic' "• l/1e Museums jour-
jAY'>r, l lor;1ce H. E ( 1928): «Le nuuvcau !vlu· nal, 51 :5, pp. 1 JY- 149.
'éc d'Art Je l'hila<lclphie», •\fo11sr1011. 4. pp. 1\:1.\IBALI., Fl'kt:> ( 1430): • Quclques suggcsuons
19 2 ). pour la comuucrion ~r l'organisacion d'un
Jn nr-.,, \'<'illi;1m Scank} (1884 ): .\ li:thod.< of muséc:' d'art . ,\101m•11111, 11 , pp. 142-15 L
\ocwl Reform and Other P,1pcr:., l.ondrc': f..R \USS, Rosalmd tl 9831: The Onginality of thc
,\ l ,1c \lillan. Am11t-(.,1rde ,md Other ,\fodemist .\lyths.
10~1 \RD, 1 Jm.:-ham;oi~ ( 1831 ): Co11s1dér,uwm Camhndge ( \la~,. I: Thc \lll Press.
;11r /'oli¡l'I et les a1•.111tt1gC's d'1111e collea1011 KR1tGc1<. Kurt 11Y-~1, \1ll\t'tlll1 of Echnogra
spéo.1/e co11s.1crée mee carie~ g1;11grwplnq11es phy* , M11se11111, X>.. \':4, pp. 211-219.
et ,111x d11•erses bra11d1es de /,¡ ¡.:eugr,1plnr, K1 1HRAt., Sveu, ) Kurt \XIJNKLER ( 1999): «The
l'am: lmprimerie de E. Duvcrgcr (documen- tlorsam and 1etsam t) I hi>tory. The collecriono,
to dccmínirn en <hrrp://gallic~.hnf.lr/>). of rhe Miirkisches .\luscum from an histon-
( 184'i): Letlrc ú Mcmsi1:11r Ph. ¡.:,. df' Siebnld cal perspcc.:tivt:'", 1:11 '.i<"h,1ut <111( diese Siadt:
sur les collut1011s ethnograp/Jh/lll'S, París: Die Gcschit·hte /Jt.r/1m 1111 MJrk1schen M11 -
lmpnmerie de Bourgop,nc et .\\Jruncr. Sf.'t1m, &rlm: Mtt\cttmpiidagogischer Diensr
Jo'''· Ow~n. Joseph B0"-0"11 ' otro' ( IR.'i-1): Herlin, pp. 10--1 'i.
Th1 Fme Art'.> C.ourts m th1• Cryst.il J',1/,1cc. l\:utT7, Don na t 20001: The Receplum o/ Clas-
\;orth· Wcst side. l. /h;· l-.gy/1h.111 Court; 2. s1c.1/ Art in Hnt.1111: m1 Ox/ord Story of
6181 IOC.R.\FI \ l329J
Plaster Ca~ts ti-rm the A11t1q111', Londre': tos soc:iales. c1rtísticos. cze11ti/m1s, md11str1.1-
1\rchcopre''· les de 1111es1ra t·110c,1, Barcelona: \lnnrant'r'
\\LOTJ'to, ~hlh.1d ¡enuccien ,1\ t'd U98-l: '>imón.
•le pco1ccl Or"~'·•, le Déb.11• .\4 lman:o- Lr,OtR. Ak-.;andrl 1800-1 S06 · \l11>é<• d•., .\In
m.1yo). pp. 4-19. 111m1ents 1-rall(iltS 011 descr111111111 /.>1storz.¡11e
LAcuurnRr, J~an ( 1991.) [ l 'F3j; \11dré /11,71- el ,/Jro11uluy,1q11<· des s.t,uue> e11 m,ll'hrr <'T c11
rattx: una //ida en el siglo . /<JO 1-1976. Va- bro11ze. uas-rl'ltrfs et to111bea11x "•'>
J¡, 11111111.'$
li:"ncia: fal11:111n' r\ lfons el !l.l.1¡.:n:i111m. 1•t des fe1111nes cc'/ébres. po11r Si'Tl'Tr LI /"lns-
l A~tFFR.E, Jean ( l '.I lO\: L1 conccptlon er l'or¡:a- tnire de fr.1m·c et .i .:l'i/1· de /",1rt (3 romo,1,
ní">.1rion modcrrn" Jes mnsfrs d'.in cr d'his- París: lmprimcnc de C.uillt'm1nt'r.
toire , \fw1s1•m11, 11, pp. 2 38-31 J. l 1;6-.., Aun¡ra (198h) [19-8[: Ll mu.<1'1>: tcon".J.
LA_,,.(,ANr:Y, André ( 1999): "l.t'. projccr du 1'·1u- praxis,, 11t11f11c1, Í\ladrid: Cátt'dr;1.
séc de l'Hommr, Un petit m1l'rt' pour de> l.fvn11,f. Andni ( 19.\X): «Pour un Mu,ée lnrer-
grandes idw.,,., en 1 UJ\lLJ:.\, l lcnr)' Je (dir.): nanon.11 de l.t Civdi>ation" M11sc11111, 13-4,
\luséum l\,1/wmtl d'H1sto1re N,1111relle: Tre- p. 145.
sors meco111111> i/11 \111.<ee de /'l lo111111e, l'.uís: 119491: • \luscum 1949· (<'dimriall, .\fo-
.\INllN, pp. 8-9. sc11m. 11: 1, p. 2.
LA\ UNO Ro''''• \taría Ángele., t2004): AJ¡¡,eo.> I F\"l.,. .\1ichJel ( 198; ¡: The ,,1odem A1use1m1:
de arte co1111·mp1.mmeo en L:!,¡i,111.1: del «p,1- lcmple or Slm111mo111, jerusaléil: Dvir Puh·
la.-io de la> ttrles .. a la arq111tec111ra como fi,hrng HotJ'C'.
.irte, Gi1011: Tn:a. Ll\~·1,, Geoffrey t 1990}: · Mu>eum\•. en E11cydo-
t 2005': Espacuh de represcnt;1ciún de l.1 p,ieclí..J JJr1t,111111m ( 15.' ed.). \(JI. 12. pp. -r<:-
memona. l.a \r¡:cntina en E'r1.1ñ.1: musco>' 490, ChK.igu: 1he Uni\·ersiri ol Chicago.
cxposicione' ( 1892-19-1\ ... t'n A7,11R, Yayo. (2004 ): .. un con.:epr de muséc en débat: le
Y Diana W 1'Cll'>l.FR (comp.I: /.a memoria parrenariilt pour l'Lm1ver~n l ir~ .. . /\.111se11m
c01np,rrttd,1: Es/lt11i<1y"11\rgc11ti1111 e11 la co11- /11ternatio11al. n." 224 , 56:4 (d1.:it'mbrc). pp.
stmcá611 de 1111 1111.1gimmo c1tft11r.1I (18'.18- 40-45.
1950). pp. 133-163. Barcelon.1: P.udó~.. •Le~ 49/2002. Je 23 de diciemhrt'. J.: régimen
1 ~ füw:-., jt!.m-R:1pnsrc-P1cm: 119921 LC93: fiscal de ¡¡¡, cnt1d<1des sm fine, lucrarívns
Réfle:r:ions sur le \lttsé11m 11c1/1<)11a/, 1-1 ¡.m- y de los 111ccn11vm fiscales al 111c.:enazgo~.
111er 179 3. l':im: Ré11nion dl'~ Muo,ée'i :\'ari o- 2002. 12.24, HOI n." 307 (documento e lec-
naux (ed. d(' E. l'ommierl. trúnico en <hrrp://www.mec.es/mecd>).
Lt CoRR!f<;TfK ( 19831 r1929]: f/ cspínt11 nUt'l'll L1NDER, ,\:\¡iud ( 1972): .. Tue l.md~r muscobus•,
e11 .:irqwtl'rt11ra: e11 dt•{ens.i dr /,1 .1rq1111ect11- \fose11111, 24:4, pp. 232-23 5.
r,1. :\1tm:1.1: Colegio Olic1al Je Aparej.idorc> 1 rruT. Scymour :-.tarrin < 1981 !: L1 poftttc.i de
, .•.\rqtutrctm 1t'c-nicos. l,1 sinr.i~o11: el extremismo de derecha en fos
( 1979 ) 1196.11: Cuando las c.itedralr.< mm 1-.starfos Unidos. 17'70- 1977. Mcx1co: Fon-
/JI.mea:;, fülr<.' ('(on a : Poseidó11. do de C11lrnra Económica.
.. Lccture' ro •hildcn• ( 1902): T/Je i\l11seu111s Lr IT, 'iten:n ( 2005): Nt'" 't:rcniry (chr new
}01m1<1l. 2 1dic1cmbrd. p. 186. 1,·,l\c ot arr mu~cums)• . .~RT11ew5, 10.\ (mar-
1 rrR \.,CQ. Jac4ue\ ( 19281: «L~ rolt éducarif des 70, <hccp://\\" \\.,umewsoulmc.c:nm>l.
musees•, ,\fo11sr1cm, l. pp. 244 2) 1. Lonrrn, G. W. ( 19)~ ): Cm11prebe11,11111 111tema-
l.r11\1.1":-.. Ott<> t 1915 /: " L'él'olution de~ mu- t1011<Jle / lmcriwtmnal Underst1111di11g. F.th110-
o,ees al lc1m111ds et les origines de~ Heim.H- l11gic.il M11sc11111; / Musées d'J-· tlmologic, Parí-=
museen .. , Mo11s¡•m11. 31-32. pp. 111 117. IC:OM.
[ F11 H. Ian (2005 ). T/Je Cryst.1/ P.7/Jt'<' Re1•ea/ed: 1 l'lNG\IA..'. Peter ( 1996): •La GranJc-1\reraguc».
P/11/ip Hmn· Dcl.imotte ':, l'lmtogr,1phs ol en TOBHu1. lcan -\lichel (ed.I: ,\lusées. r,é-
the Laft• I .~SO:S. 1 ondrcs: EngJi,h Hemagc. rer ,wrreme11t: 1m reg,1rd mtern.111011.il (ac.:-
Líl'\-XfR, Orto ( l 81H 1: Nuestro siglo: resp1i,1 l11s- rc:~ du colloqucJ, l'<1rís: La Doc:u111encacion
11írira de lus mJs i111(Jortm1tes tl<'Ontecmu en- Fran<;ai,e, pp. 39-44.
[3301 ll<".Ml~lOLOGl·\\ 1 \' TR~DIU0'.'-1:.~ A-.:f.I O' \IO:-:A) .\1ll>llt:.Kf(~\;f \ OlírRE.'(C:IA~ \ Ltl' 1KTO\
- - - -
l.ORENTE LüK.CNTF, Je~Ú>- í'edro ( 1997\: • ~orns ums Associarinn. Dundee Meeting, July 9·~,
"artísticos" ele rt'va lorización urb;i11a, espa- 1907•1 , The M11s¡•11111sjournal, 7, pp. 4-17.
cios para d ~incrclisrno», en ídem \coord. ): \ll ,1 ori rY, Charles ( 1914-1915): · Prcs1dcnrial
fspacios de arte crmtemporáneo xe11eradores address. J'vf useums Assoc1at1on. 5" ansca Con-
de re11ítali;:arí<i1111rba11a. Zar.1¡to1a: lJnivcrsi- f~rcncc, 191-1·. Tht• '\lttsewns Jo1m1<1/, 14.
d.1d, PP· 11 r. pp. 33-49.
( 1998): Cu/Jedrals n( Urbt111 Modrmrty: the 1\ lA LKAuX, A ntll rt! ( 19-\7): Essais de psyclmlogie dt
rirsl M11se11111s o( Con1emporary Art,. J 8()(). /'arr, 1: l .e M11sée 1111.1.~i11mre, Ginthr:i: Skirn.
193 0. Aldershot: Ashgarc. "The Manheirn Confrrence on mu1.eums as plac-
(2002 ): Nuevo\ nombres, nueva' tenden- t~ uf popular culrurc ( 1903), Tht• :\111sl.'1m1s
cias mu-;eolúgicas. en romo a lo' muscos de J1111rn.1I, 3 (ocrubre), pp. 105-109.
,lrte moderno I contemporanco~ . en Rn OA l\IAKi:- TORRF~. \la ria Teresa (2002): H1stori.i
"-AVARRO, Crisróbal, y l\!aría Teresa i\ IARÍN de la documentación 1111tseológic.i: 111 gestión
'lmuu;s (cds.): Q umce miradas sobre los de la memoria <1rt1st1rn, Gijón: 1rea.
11111seos, pp. 2~-511, .\l!urcia: Univer~i <la<l. (2003): "Territorio jurásico: de muscología
(2003): «J.a "nueva muscolo¡?.fa" ha muerto, crírica e hi:sroria del :irte en España•, en Lo-
¡viva la ~mu~olo¡?.ía crírica" , en ídem (dir.) RtNH L o.1.U.NTf, J.:'ú~ Pedro 1dir.\, y Oavid
v David AL\IA.lÁ.' lcoord.l: .\luseolo}ltJ criti- ALMAZ \--: {coord.): \foseolo.¡¡1:1 critica y .irt•·
c.i y arte co11temporaneo, pp. l+-25. 7arngo- rnntemporáneo. pp. 2--so. Zarago1a: Pren-
z~: Prensas Univt'r\Írn ria>. sas Uni ver!>i taria~.
(200 4): «.\11.useo~ y uropías urbana~: un MAR1<11AK, John {1935): « l.e plan et la co ncep-
lugar para d ~rre moderno en ~1 .:orazón rion archicecrur::tlc.> de~ muséc;,. , Mo1m:ion.
de Ja ciudad 1ardío• . en lc:1 t·'1;\'I Git, 29 .rn, PP· '":'-23.
José \lanucl lcd.): Actas de los ,\/\ C11rsos .\lAK1'HAM. l\l:ajor ~. E (1950): «German muse-
11101togra/icm sobre el pa1rimo11io l11stóric<•, Ulll;,•, lht• \lu~cum.; journal, 5:6, pp. ll-1-
!>.inranJer: U111vcrsid.1d de Canr.1brin -Ayto. 125.
de Reino,:1, pp. 14\1- 1.59. lvL1R 1ING, Karal Ann ( 1997): dmagmccrinp, the
(2006): "NueVJ\ rendcncins en r¡~oria musco- Disney's d1cme pnrks,,, en ídcm {<'d.): Desig11-
lógica: a vuelca' con la museolngía crítica ~. 111g Disney's Tbeme l'arks: the Arc/Jitl'cture 1!1
museos.es, 2 (t-<fü:ión elecrrcSnica, en <hrrp:// Re.1ss11rance, pp. 140-1-s, :-.lontrcJI Pans:
www.mcu.<:Vmuseoslrevi~ra/indcx .1sp> l. Cenrre Canadran d",\rchitectUr<'-Harmnanon.
LU\11 FY, Rohcrt ( 1994): · Thto ckb,11c o n herir- ~1ART", l .oui~ ( L9-7): •Disneybn<l. A <lq:cneca.-
ai;c rcvicwed•., t:n M1W:'S, Roger, y Lauro te utop1a ». en WrRF.R, Samuel, }' Hcnn
ZAVALA (ed~.): '/(1wards tbe tvl11se11111 o( the su~>M A.'1 (cds.): (;/ypb: .Tohn Hopk111s fex -
F11t11re: Neu· b1r<>pea11 Pers{>eclil'CS. pp. 57- tuc1/ Studies. pp. 50-66, Baltimcm:: John
- 3, Londres: Rourledge. Hopkin' lJnl\ crs1!) Press.
:'-1 KOONALD, Geor¡¡e. r Stcphcn ,-\ l SíORD. 1\lcc1.ru \N. Andrc\\ [ l994j (1999): /1wc11tm~
( 1989\: 1\ M11si•1m1 fnr the Global \ 'ill.Jge: tbe l.m11'Te: t\rt. Poltt1cs. a11d the Origms ,
Canadttm i\111se11m o( Ctu1lht1t1cm, Hull the Modern M11s1'lmt m E1ghiee11th-<.:e11t11n
{Q uébec): Thé Muscum. Pc1ris. Berkeley: U11ivcrsiry of Californ i ~ Pre>~.
( 1995): • Muscums nnd rhemc parks: worlds MLL>l..AN, Sarnh {2004\: «The pc::riod rooms .
in colW.ion?• . ,'v1useum Ma1111gem<'nl and en \X'11.1<, Chrisrophcr, y :--iick 1 IUMl'HK.C\
Ciir.1torsl11p, 14:2, pp. 129-J-r. leds. /: Crea1111,e: the Rritisb Gal/enes ni ti•
t\ I ACGJU:.GOR, Arrhur \cd.) (199-1 ): Sir //,ms Slo;i- \ 0"A: a S111dy 111 ,\luseology, pp. 165-20.'.
11e: Collect<>r. Scie11tist, Ant1q11ilrJ, Londres: Londres: V&A PublicauollS y I :1horarom
Bri tish Muscum Pre~s. Museorecnico Gop¡non.
'vl flCLAUCliLAN, John ( 1902- 1903): «Technical l\l ~NSCH, Peter van ( 1995): «Magpi1<, on Moum
musC"ums• , //Je M11sewns }v1mwl, 2, pp. Helicon•, en SCHARFR. 'v1. (ed. ): Af11s¡•11111 i1W
163-174. commuml)•{/COH)\t !:Jtudy Serie$, 251. !>ta\·ar1-
( 1907-1908): , Presidencial Ad<lrc~ .. ~fose- gcr, pp. 133- 1~l! (Jucurncnro elccrrónu:o en
llIBllOCRML>, [33 lJ
«Ü n mu~curm assoc iarions» (19 13-19 14), T/Jc 01.J\'FR, Georgina ( 1999): • El mecenazgo cm
/\1use11111s }011rn,1/, 13, pp. 123-125. prcsanal: un cambio radica l en los muscos
~1u~ums in rht> Cnmmonwcah:b and Ovt-r· franceses•, Musp11111 l111emacio11al, 201
~cas•· (1958), J'be ,\foseum.s Jo11m,1/, 58:6 (5 1:1), pp. 24-28.
(scpricmbre), pp. 12- -1 40. ÜL\U. Giusepre ( 19X'i): Scicnce-honour-mera-
~!1,,sn 'l.1~ ~ GAL~Rt1:.s Co,nm~roN 119881: phor: !faltan c.1h1ncfs of che sixreenrh anJ
The :'\/1.1tm11J/ /1!11se11ms and Ga/ltmes o{ the sevenrcench .:enwncs . en hiPrY, Oliver. }
llmted Kmgdom, l onelre" 1lis l\lajcsry's Arthur MACCRl'.COR (eJ~.): The C1hint!l of
Stationcry Offite. Cur10st11es 111 ~1X/i'i'11lh and Seventeenth-
"1'-'1 uscurns in parks• ( 19241, The M11se11111 Nell's, Cent11ry Eu mpe·, pp. 1- 17, Oxford: Cla-
II:3, p. 2. rcodon Pres~.
«Museum~. cheml' parks and hericagc cxpcncn- O'Nmu., ~3I~ (1004): «Enli11hfenmem ITILLW·
ce>~ ( 1991 ), M11se11111 Managemettl and Cura· ums: universal or ml.'rely ~lohal? •, M11sew11
torslnp, 10:4, pp. 351 -358 (ed1tonJI). .:11uf Soc1ery (C·)oumal. 1 e1cesrer Umvcrsiry.
Mu<;GRA\'L, Chfford ( 1959): • Thc ,hapc of mu· <hnp://www.le.ac.uk/m-,:.I, 2:3, pp. 190-201.
wum> , Thc 1\ f11seums ]011m.1l. 59:2. PI'· 0RL-\."IDL''· \l.un (lOOH: L1 \'illette 19""1·
2"-18. 1995: l11sl<l1res dt• pro1ets. París: Som()g)'
J\illrHFSll\\, S. ( 1988): #Why do we hu~ uld Édirion, el' Are.
furnirurc? A~pccrs of rhe auchi:nuc anuque ORvn.1, Miles. ( 1989): Tbe Real Thing: lmut1
in Hritain, 1870-1910», rlrt f-//story, 1 l:.l, tion 1md A 11tln11t1nty in American C11/t11re,
r>P· 21 1 254. 1880-1940, Ch.1ptl Hill: Universiry ofNorrh
MYRONI-, Rohcrt (2000): Representi11g Brita111 Carolina Prt'ss.
1 rn0-2000: 1f/V \Y/1>rks (rom Tatr C1Jl/ec· ÜILH. Paul ( 1919): '111r /'Ú.tabltssement en lfr/.
11011, 1onclrt:': Tate Gallery. gique d11 s1i>ge de /,1 Soneté des N,wons,
·Naaonnl Gallen ol .-\rt inrerior planc<l• ( 19.~91. Brusela.: sic.
Tht· .\lusmm ~ews. 17:3 (junio), pp. l ·2. 11929): Crré Alo11d1.1/e. Gem11•a. World C11·1C
-:-:anona! Pormur Gallery• 11911- 1912). The Center. J.hmd.meum. lku~clas: Union des
Muse11111~ jn11m11l, 11. p. 24-. Associariom lnternJuonales (Publ. n." 11.'11.
'-ru\11:.Yl:.R. Alfred ( 1940): «Tbc funcrion of thc ( 19961 l 1SJHJ: fl tratlldo de docmnentt1·
collcge ;irt gal lcr~ " · Tbe M11seu111 Nt•ws. ción. f'.I !tbro sobre el libro. reoría y prác·
17: 18 (mnrzo), ticu, Murcia: Uni ve rsidad.
«Notes ancl ncws: Mr. John Burns 0 11 muscums» OwEN, Roben ( 1.993) l 18421: Se/ected \Y/orks o{
( 1912- 19 13), T/Je M11seums founMI. 12, pp, Robert Owe11. 111. Tlll! Book of Neru Mort1l
260 261. World, \', [ ondrc~: Pickerm¡¡. (ed. de Gre·
•·Le nouveau el1recteur du Brirish ~1 uwum • gory Claer).
(19111, .\fw1.sezn11. 13-14. p. 152. PrnRó, Carla (2003): • la mu1,eología critica
Le 1101111el l.r11111,1ge (2003). monogralico de ,\t11- como una iorma dr refle'l.ionar sobre los
se11m /111em.it101ml, n. 21 ~. 55:3 (m:iyo). muscos como 1ona' ele conllicro e inrer-
Nmwelle~ tÍl' /'1('011 ( 197 U . 24:4 ld1ciemhre), cambio · , en l.ORC.N 1 L Loiu:NrE, Jesú~-Peelrn
pp. 20-21 (IX Confercnci,1 t.eneral dd (dir.), v David ALMAlÁ." (coord.): 1\ll11senln·
1COM, l'arh-C.rcnoblc) r 2 1-22 (" Réunion gía crític.1)'11rtt• to11te111poráne11, pp. 52-70,
pou r In crbtton d'une Associanon des Mu· Za ragoza: Prensas Un o v~ rsifarias.
~i:e~ <lu Commonwealch » ). f'ADRÓ, Carla (2004): · Barcelona, ciudad mo·
()[m1:.1t, Paul H. C1970): The Smithso11u111 /11st1· dcmisra, ciudad ficción•, en IGLESIAS G11,
11111011, i\iueva ) ork: Praei¡er. José \-lanuel (ed.): Actas de los XTY C11r~ns
·L'Of.fice ele' Mu~écs a la CommJ.,.,ion lntcma- monográficos sol>re el patrimonio hi.stórtco,
rionale de Coopcratton lntellecrudlc 1192.,), pp. 115-130, Sanrander: l,mvers1dad de CJn·
Mo11se1011. 2. pp. l 34-138. cabria-Arco. de Remo..a.
OrKONOMOS. G. ( 1932): • L'enrourng<· ele~ mo- PA,'01:., Roberto 11949): , Con~ideracions sur l.1
numcnrs•, t\lm1se10n. 20. pp. 94-97. Réunion d. expel't'. tenue au sie~e de l'uNT~c:o
(333]
Ju 17 .1u .!I t>\.tubrc l<J49•. \111;e11111. :u. 1'1 \TI.AUU<. 11. ,\l. ( 1\111 - 11.J1.!I: PrntJt'Tláal
pp. '14S. .1JJrC'i5. Mu~cuni- °''"k.l,lfton. Bnghum
P.Jn> 1llmt1 : ·'"'' l11>twr,•, ><') m11mm11•ms. se; Ccmterencc. 1911 •. I h<" \111st'llms .fo1m1.ll.
11111s1•,·,.. s1111 1dm1111~trilltw1 t'I ><'> f1Í<11sirs, c. 11. pp..l -9.
18 5 l, Pam: L1hr,l1ri~ J.., 1 , H.1d1ctw et C1t'. Pot~5U.'I, Gcorgc' ( l 'f"h J J 1'HOJ: Li•o musees de
p,,nK11<, Thoma~ (, (IYr): Con11m111H} ~n fra11c~· (<.:n i. (~111 ,.11~ ·w?I. P,1ri': 1•1ir
cerner''', Thl' t\l1m:11111 N1·11•s, 1~:8 (rn:LU l'o~T. Ht:rnHllUl ( l 'J l l): " l ll\ r.1lkrcs de Ane ..
brl), pp. - .¡¡ y Oficios U1mlo,. l lcrn11ml111Ke11 1Brcmcn)• .
¡\ ParlaJmcrH.ir) Arr C. 01111111ttcc• ( l '114-1<Jl5 /. Al11st'11111 i llc\·1\1.l 111c11,u.1l dr .irte español
The \lme111m /011rn.1/, 14. pp. 7-i -711. anuguo' mnJcrno y dr l.1'1J.1 .1rti,n.:a con-
l'Allt, D.l\'id (.!000): I:espru de Ge11i'1·,-. l listoire ccmporánc;i l • .?. pp . .! • ·3S.
.¡,.,
Je/,¡ .\ •J<lt'IC Satums. \'111~1.111; .l'cf{ori. Pot•t.or. Domm1<1uc ( l~S,..): .,\lc,Jndrc Lcnmr
prmr l.1 J•.lt'l:. Ginebra: ~l.11krm·. et le \tus.~ J,-s ,\lonumenr~ franca1s•. en
PHLH.11. 11. ( 1';11 5- 1<116): - ~IU!ICUtlh.1nJ rhc ~ORA. l'tt'rrC' (cd.I: I A·s lu:11.\ .le mi-mo:re. r.
D<»r~n .111.I lndusmcs ¡\,"..:1.1111m • . fhe 11,Lr ,' \'Jt1011, .2. rr. 4'>7 n 1. l':ms: Galli-
\l115,•111m /1111m.1/. 1-i. pp. s-.94, mJ.n l
l'am.I Roums 111 tht \ft:trofm/1t.:z11 .\J11sr11111 uf 12001 ): • L,· \lu,<"1 d1·, \lonumcnr- Fran-
An. l 'Ji.J6. Nuc\J 'wtk 1he \ktropolttJn c;ais d"AlüJnd1c 1t'ncur •, "" J r ,\frtst'e dl'
,\tu,cum ut Arr-H.irr} N. r\h1.i111,. Sc11/pt11r1• C. 11111/1111·1•1•; ll•ll>••"'' t' rfr /' H1stoirt'
l'tRKtl. Aui,:u\tt' ( 1';12'1¡. Le mu\cL 1110Jerm.·», de f'Art 111od1•1111• 11\uc' du <.olloque · 1.-
Mu11scw11, '>, pp. 22 ~ -.235. !\lu.,cc Je ~~11lprnrC' l.111np.1rcc: l'tmt'lltion
l'n·,Nr K, N1J..ol.1u' i l 97'1J 11 '17b J: Jfo;t11rt11 ""/.is d'un nmJclc .tU \IX \tt'dc • tcnu .1 Pan~ le, l!
11¡wlug1.1s 11r.¡111t<''11Í111C«>. llar.:elonJ: (,u.,. er 9 deccmbrc l '.l'l<J¡, pp. lt.-43. Pans: Ccn-
(J\(I (,,,, rre Je, \lonullllnt' l'\.111011.111' / Edicions du
·Pluladdph1.1 Art \h1~um open' pcnoJ '<''11Un • l'.itnmmne
(19JJt, Th• \lllH'IWI Se11'>. li:I". l'I'· 1 r (2.005 ): Une h1~t<>tr<' ,¡.., llltt>ée> ti<' fr.:znce
1.2. \ \'llr'·X\" .<11•c/1'. P.tr1': lJ l>n:nu\cC!e.
Pm·,1n.;. fohn ( l Y8.! ): 1he 1"ii ton.1 .m.J Al- Pin' llLt. R1d1JrJ (.?llll l l: • I'. '\('CCllll<'TlUI cul-
J.at ,\ 111>1'11111: th<' llWu') ol lt> 8111/.lmg, rural rouri,m: ~luwunh .1n.I chc marl..ctmg
LonJr.., : Ph.11Jon·Chmu.:''· of rhe ne'' rom.1nti."111 ot c\·okcd au1hcn-
Pu:.l.u 11. JJn ¡2111J41: P,1J,1a o/ tbt' /'1•11¡1/c-: tlie uul') • M11se11111 .\l,111.1.111·mt·m .md Csmuor-
Cry::.1.1J 1'<1/.m· JI \\'de11h.1111 , 1.'l\4-/'JJ6. >Ínp. 1<J, l. pp. \ -lh.
londrc" C. l lur'r & Co. PKll:.\l'LrY. \\. ~ . 8. ( f')(J,l . f90l ): 0 Pres1denc's
l'n.1_ (1odtr.:~ l l. ( l!i88 /: All.•crl, tht• l'rma• Cm- .iddre~~. \lu,1:11111 1\s>1..:1J1tun . BrJdford
><>rt: 11 H101:r.iphv /or tb.- l'1·oplc. l.ondr.:.: Contercuc~ ( l '1112. I•. I J,.. ~l11>t'11ms j1JurnJ/.
1IodJcr .md \10111?.hto11. l. pp. 5-H.
f't,1'A, Gio\,rnm :!OOO .. '\um.t \l11\t"nlog1.1•. l'Rl'(7. \'lfolfrJlll ( (';1 77): ( ; ,1//cn.1 ; StorJ.J e 1tpo-
,\ '1101·.i .\!1ot·o/oi:w. l. p. 1 rn 1'tJ dl.'-tr6- /ogt..1 d1 111111 sµ.1~111 ,1rd•1tt'f/t111tr'O, Ferrara:
mca: <http://\\ \\W.n110,·a111u~l'nlo¡;1,1.11r.:> J. l'amm.
P1rr K1\ 1 RS, i\u~U'>LU' l ltnrY 1 :tnt'·Fo:. ( 11\Y 1J: PROUUHU'-1, l'. 1. ( 1<177) l l!lu.iJ. l l ¡1rmop111 fe-
· T) polo!(K;1) mu~cum. ·'' .:'\cmplifü:d h) thc der.Tt1t•u • .\lJdriJ J dtrnr.t l\,l1.1on.il.
Ptll R1• cr' \lmeum at Q,lord, .1nJ h1s pm· ( t9SU) [llill'iJ: \11hrl' ,.¡ ¡rr111,1r1111 del ..ir/e y
vi11,1~J mu,cum nt FarnhJm. l>or,et• , }1111r- sol1re su dl'st11111n1111 s111·1,1/. Madrid: Agu1
11,1/ nl tb<" S11c11'/\' 11/ \rt:. (J11:1cmhrc, 18/. l:ir.
pp. 115-11.! PtaHLDE, l.. \',111 ( l'IHJ: • l'nn~•J'<'~ d.- la pré-
a
cl'l.in J'un mU~Cl' C!o.IC0'1Úll hnn1ont.1lc ét.1hlt sema1io11 Je, ..:ollc~11011' JJn' k' mu-ee5-.
p.ir l'ar~h1m:1e le Corbu"cr• ( l '14 01. \10 11- \lousr1011. 2. '> ·.!,;, rr- ~6-1 .l.
scirm. 49-HI, pp. 29-JS. R.\ \1Í.R.EZ.. luan .\11101110 ( 1y.¡.¡ 1: E,-,.,i.tem.i y
• Pl.iru. rC3J) tor m<' new001,t.:f' hmlJm¡:• ( l '1351. rxplos1ó11 de /J, .irt1'S (C'ol. ,\rp,umemo,J.
TI.•e \l11>t11111 ,\°L7t-s. 13:1 (n1.1~01. p. l. Barcelon.1: i\n.1gr:1111a.
----- ºº'
1334] \1 U;EOLO(JL~S l,\\ TR \()l(ll>'lf\ ·\ \;(iLO'>AjO:--A \ .\1.El>ITTRR \\;f \: 0111 RI "<IA.\ \ co:--TALJU>
R \\'\l. \RO, W. BoYd ( 1996): FI 111111•er:m de l.1 «Resrored pionccr nllagc of ew Salem, ll-
m{c)rmaaó11: la o!Jra de f'a11/ Otlet sobre la lin0ts• (1933), The M11se11m , ews, 11:10
doc11me11tació11 y orgam:::11c1ón mternado- (no' iembrc), p. l.
11111, Madrid: Mundam.iu Edición. • Retention oí imporr,rnr picmre'i in rhi~ coun-
R ~.,,, P:i11I Ma rshall (1932): The M11se11m tmd rry» (J914-1 91'í), '/he M11se11ms ]011rnal,
rlie Co111m11nity. Wlith ,1 Cha{Jter 011 tlie Lt- 14, p p. 381 -385.
lmir)' cllld t!Je Community. A Study o/Social RF.YF RO, Carlos (200 l ): «La polémica mode rn i-
Laws a111f Consequences, La11cai.tCr (Penn- 1.ación del Prado•, Dl!smbrir el Arte, 31
~ylvan ia ): The Science Prcss. ('>epticm hr<'). pp. 40-47.
Rt.All, Hcrben ( 1967): Introducción a la edición R1AÑ0, Juan F. (1872): •lntro<luction ,., c.n Clas-
ingJ ..,a de 1 loL~T, );'ids 1•011, Cre,1tors, Col· sified ,md Descri/1ti1'1· Cu,1/og11e o( the Art
lecrors a11d Co111101sse11rs: the An.1101111• o( O!Jjpcts o( Spamsh Prod11ct1011s m the South
Ar11st1c T¡¡ste from Antiquity to the Prese111 Ke11si11gto11 Musi•11111. Londres: Her \laje~
Day. Londres: Thame~ an<l l lud ..on. ty's Stationcr) Officc.
Rn1 At.Allt:.MIA EsMSOLA ( 1976) [1"'26]: Die· R 1c11, Daniel Couon (1941): ·The a rt museum
cionano de Autoridade:;, .\bdrid: Credos. and t hc communiry .ut center•, The Muse-
• Real decreto 4.13/2004, de 12 de ma1'7.o, por el um Neu-s, 18: 1f, (felm:ro), pp. 10-12.
qut: ~e aprueba el Esrnrn ro del ,\1u~co Nacio - «Richards bac.:k from all-ycar European trip ,,
nnl del l'radn», 2004.03.20, /IOF n." 69 (docu- (1 924). The M11se111n News, ll:l (mayo),
mento elt:ctrónico en <hnp://www.boc.es>). p. l.
.. Rea l decreto 160112004, de 2de1uho, por el que RTC11n:R, GiscLI M. A. (193fij: «What is thc
'e desarrolla la esrrucrura org:ínica básica del propcr train ing for mu~eum work From thc
.\[misterio de C ultura •, 2004.07.03, ROr n." poinr of ,·iew of rhe curator?•., The Muse11m
160 (documemo electrónico en <hnp://w\\ w. News, 13: 1.'i, pp. - 8.
boe.es>} <http://W\\W.mcu.es>). Rico, juan Cario\ ( 1994): ,\luseos, arq1útect11r.i,
Ri:..\l,, 1 ou" ( J 909): Arc/Ji1•es, bihliur/Jeques, <1rte: los espacios expos1twos, \la<lrid: Sílex.
11111sées. París: L. Cerf (documento clcctró· R1c,\l:o, Jacques ( 1990): Ubre culture, Paris:
nirn en <htrp://gall ica .bnf.fr/>l. Gallimard .
RrBAY, Hilla (1937): lnn<ll'<llio11. Une 110 11udlc R11•L1::Y, Dillon ( 1970) [1969]: The Sacred
ere .1rtistique. 11 Pla11c/Je; en co11le11r et 16 Grave: 1-:ssays 011. Mttscums. Londres: Vic-
planches en noir d'apres des oe1111res de la ror GollanG. l.t<l.
Collecticm G11ggenheim, París: Ch amh . R rvu, Paul ( 1948 ): •Organisa rion d'un rnusfr
Rrc:1m, élisée (1932) l1905-1908]: El Hombre d'Ethnologie•., Alus(•um, 1: 1-2 (julio), pp.
)'la Tierra, Barcelona: Centro Enciclopédico 68-69 y 111-112.
de Culni rn (6 r. ). R1vi::r. Paul, l'au l l r\TLR) Gcorges-Henri R1-
R.t:.CHT. Roland (2001): ~Le moulagt .:t l.1 na1s v1i=RF ( 19.H): Le Laboraroire <l'Anthro-
sam:e de l'Histoirc de l'Arr•, en I f' \-l11sée ,fe pologie <lu .\lu.,cum . 1\rchives d11 \foséum
Sc11lpt11re Comparée: 110issa11ce de 1'1 lwoire d'Histoire ~.uurelle, XII. pp. 5(F-53 l.
de l"Art moderne (Acre> du Colloque • 1.e Rl\'IERE, Gcorges- Henn ( 1949): •Victoria and
Muséc de 5culprure Cnrnparéc: l'invt"ntion Albert l\.1useum•, l<".O\I News . 2:4 (agosto),
a
d\1n modele au x1x"' sicclc" renu Pari, le!. 8 p. 4.
et 9 décembrc l 999), pp. 46-53, l'.iri~ : Cen- (1 970): « 1.e rnuséc et le monde contempo·
tre <les Monumcnts Nationaux I ~:J i tion> du rnin. l.e muséc, l'i ntcnsificarion de la re·
Pal ri moine. i.:hcrchc scicmifiquc t't l'ac roissentt'rncnr de
.. ¡_¡:, rcconstrnctions architccrnniqucs da ns les mu- la producrion <1rri~riqu e•, tvl11se11m, 23:3,
sécs» ( l935 ), Mmtseio11, 29-30, pp. 59-70. pp. 3-5.
RtNOI IFT, Jean-Jacqucs (1999): / 'Vnesco 011· ( 1973): " Role of mu~cums of art and human
bliee: la Soaetée des N,1tions et /J cooper11- an<l <,ocia] ~c:icnccs • , Museum, 25: 1-2, pp.
tio11 illlellectuelle, 1919-1 9-lfi, Parí~: Publi· 26-44 (recd1rado en .'A.11se11111 lntematiom1I,
~auons de la Sorbonne. n. 212, 2004, 53:4. pp . •B-40).
111111IOC:R1rl.\ [335)
(1993) Jl989J: /.J \fllseologi'u: amo de monio histúriC<J, pp. 49·6-. S.im.mdcr: l 111-
,\luseolo.<:1~1 /Textos y testmzomos. ~l.tJriJ: versidad de Camabna·..\\"TO. de Rcmosa.
Abl. ~CHARf, Gcorgc ( 18S4 J: l°hé ( .n·rk Courr Ercct
) lean Ct 1~1:.'-tHl (1972.): .:rh<" J\1uscum nl e<l in r:he Cr}>t'11 P,1)J_., h) t)wen jones·,
Popular Am and Traditiom. l'ari'"• ,\lttS('- en Jo:-;Fs, Owcn. josq1h BON()M 1 y otros:
11111, 2.4:.1, pp. 181-184. The l·üw .-\11:< C.ourts 111 tlJ<• Crvst.1' Palace.
ROlll:.l\'J'WN, llruce (2004): «Thc South Ke11,111g- Nonb- \Ves/ sull'. 1 r!JI! T:,gypr1u11 Co11rt; 2.
ro11 'vlt1scum in context: an alternach e l1i~LO The Greek Ccmrl; l. A11 A/)()/ugy for Colour-
ry•, Muse11111 and Suciety (e-journal, Lcu:c,u:r i11g the Gre,•k Ccmrt; -l. (he lfom.i11 Court; j,
Univer~nv. <hrtp://www.le.ac.uk/mS>). 2: l. I he Al/Jambra Co11rr: 6. The N111e1•eh Court
pp. l 14, ¡O({icial Hand Rnukl. Londres: Cr} \tal l'alace
Ro111:-,os. J. C. 118601: fnl'entor} 11{ t/Jt· Ob- L1brary.
1eas Formmg the Collectio11s of tht• ,\ l11se- '>CHF\ tK. E. 1931 ): 1 t:' mus.:es allcmands et
m11 of Omame111.il Art .it South Ke11>1111111111, les exposirions de 1920 a 1'130 , \luuseio11,
1 nndrcs: Her ll fajeM:'~ ~r;nionery Officc. 15, PP· - 7-s-.
RooRH':t 1 r7 ÜRGAL, Alfrt·do ( 19931: El Gru11 Sc111.m~rn, julius \'OO ( 1988) l 192.l]: 1..1.s cáma-
I'rutfo: ,1mt>liació11 subterrá11etJ y e11/aet' ro11 r.1s arrístic.:is y mar11111llos.1s del Re11ao111ie11-
d Cmín, Madrid: fundación Cá110\ ,1s de l 10 wrdío: 1111,1 c11utnh11n611 ,¡ la h1s1ona tlel
Casrillo. coleccio11is1110, MaJrid: A k.11.
l{oonJ1ous1:., Simon, )' .\lonika MoKRE (2.004): Sc111mr.RT, Karsrcn (2000): /'he C11rutors J-:gg:
.-Th~ :Vluscum>Quanier, Vienna: An Ausrri.111 the Fi 0/11tio11 o/ 1/Je ,\Jm;c•11111 C1111cr{lt from
1
Cultur:il fxperimcm•. ln1em,11i1111al j1J11m.1/ the l-r1mdJ Rc1 olut1011 ro rlu• l'resent J),11.
1
SIL\'t:.K. :". {19~P) [1994J:I he .\l,1k111g o/ Be,111- *Srarnts de l"Offü:e lnrt:rn.ttmn.11 dl'S :--tusrcs •
bo11rg: a Httilding Bwgr,1phy o/ rhc Cclllre ( 19">1l,1\l llltSl'Wll, 1 ~ 14. pp. 143-144.
Pomf11tlo11, C,.imhridgc (l'\1ss. 1 } Londre;: Stm1 \, Thcodorc \\ ( 19-1 i: Ecolog\' of thl' \fü/k-
MIT l're~s. i11g City (llrhan L:olog} Senes, 3), Washmg-
S1 \t O:-;o.,, Wilham Adams ( 1939 J l 19.'\8 I: Henry rou: NaLiOJul P:irl-. ScrYicr (documenro elec-
Ford ,111d G reenfield Village, Nuc.:va York: rrónico en <hrrp://www.cr.nps.gcw/>).
Frcderik f\. Stokes. SUNl:.K, R. ( 1999) l 19881: /eoh Ming Pei, Ma-
S1:c:.t:.R\NNF. R. ( 1897): /{11ski11 e1 /,1 r!'iip,io11 de lt1 d rid: Aka l.
Ri'1wte, Parí': l lachetlt:. ~WAi'iTOX, E. \XI. t 1902): «Notes u pon rhc Haslc-
S.\tlTH, f'ranklin Weh~ttr ( 1891 ): 1\ Des1J{l1 <111d mcre 1-.<lucanonal .\lu>cum•, The Afuseums
Pmsf1ect11s for a N.it1on.il G.illery of H1.<t11ry /oimwl. l, pp. 111-lll.
and 1\rt (at W'aslm1gton/, \\':hhmgton. S\\ l:J:..'- H . jamesJ. f19591: ·Some idc:;i, un exh1b1·
(1892): Pet1t1011 o( f-r,mklin \\. S11111b .md rion insrallarion . Ctm1111r.11:2, pp. 151-161.
othcrs for ttse o( a síte m tht' p.1rk o/ th1• Sol- S\\l\;NFY, (;,.offre\ t\.. ( 199~): • \\'ho rw1s che
d1crs ·home, [ry .m asmci.1tw11 /or the pro1110- museum? Cur:itori.tl conf11c1 1n a :'(arional
tw11 of .1 1\/,ttiom1' gallt'ry 1J/ Jn~tOT')' .ind a11 Collc:cuon", 1~ltt><'t11n ;\l,111<1~ement and Cu-
m Washington. To Ma¡or-Gent>ml /oh11 ,\f. rttlcmlnp. 17:3. pp. 295-301.
Sdm(ield, President, ,md the /lo,ml o/ com· ( 1999): "Gas ltghring in gri tt~h rnu~c::u rfü
111issio11ers ofthe Soldiers' home, w~.,h111gto11, and gallerrc;, w1rh parrn:u la r reft: rcncc LO
18 de mayo (The 1.ibni ry of Congrc.,~. Printcd che Fdinburgh M1r<,eum ot Sci1:11cc and An .. ,
Ephemer;i Collection; Portlo ho 207. Folder Musewn Ma11,1gem1•111 1111d Curatorslnp,
53; edición digital en Amcnc~n :--kmory: 18:2. pp. IU 143.
HMoric.11 Colb:tions for rhc 'larionnl Digiral SzA~IBIE:-0, \X'crncr ( 1988 ): l .t' musée d'arcbitec-
1 ihrar). dmp://111emory.l1x.~m/>, Colkcuon ture. Pans: Picard .
.\n Anu.:m:an Tune Capsule: Ion:~ Ccmunc,, (19931 11986): Stmctrt.i, gusto, c.1r.íctc>r:
ot Bmads1rcs and Orher Printed ~ phemer•tl. tenn.i y ter1111110/og1t1 de la i.1rqm1ect1m1 en la
• l11c Solomon R. Guggenheim \IUo.cum ( 19531. época c/tisic.i 11\rn.l800!. :--Ladrid: Akal.
Thc Museums jmirnal, .B:9 (d1dc111brcl. p. ·1 \INI:, Hippul~t~ A. ( 19581 [1865): Ftlosofíá dt>I
2JO. Arte, .\fadrid: Esp.1sa e~ lpe.
SP rNOF'i, 1 krbntj. (1940):"The cu ramr~ in thc TAJ•JA, Eugenio de ( 1844 ): " l'ro~pcno,., Museo
new puhlic muscum >., The /\l11se11111 News, Literario, l. pp. ~-4.
18:6, pp. 7-8. T,wr OR, Brandon ( 1999): Art for /be Na/ton:
S 1ANU lNG C.:n\tM•~~roN ON Mu.,tuM~ :\Nu r.xbibitio11s ,md tb1' Lo11do11 Public 1747-
GALJ fRTF~ ( 1938), Second Rcporr, Londre~: 2001, .\fanchcsrc:r: \ fonchesre r Uni,·er, tt)
H i~ .\ t a1e>ty\ Stauoucry Officc. Prcss.
'>T''º"'G Co.\l:>llSSION º' \h i~rtl\f\ ..\No GA TAYLOR, Franc1s Htnn ( 194)): B.ihe/'s ToU'er:
u 1946): .\lemor.i11d11111 cm the Rec·
l:Klt.'> ( the Dtlemma <>f thi \loda11 ,\fuseum, :"ue-
0111me11d.it1011s of the Commille<' Appomted ,.a York: Columh1.1 U111n:r>ll) Press.
to Co11s1tler the Huct1ull1011s o/ the Nat1011.1/ ( 1954): fi/t)' Cent1mc:> of ·\rt, :'\ueva York:
(,,11/ery ami the Tme Galle')' and 111 Respect of The Merrnpol1rnn /\!usC"um of Arr.
f',1mtings ol the Viaon,1 a11d Allwrt \!l11se11m, ( 19581: "L.1 Tour dt' l\ah~1,,., en Q11atrieme
Lomlrcs: H1s Majesrv's Srarionerr Officc. Con(érence (;c11ér,d1· de /'1coA1 (Gtncbra,
'\ r AN UINC... CoMMJSSION ÜN rvtu~LU.\I~ ANll 1956), pp. 68-92, P:in,: C u11 sci l lnrcrnario-
GA r l í RIVi, ~ngland ( 1968), R!'port nn thc nal des M u~éc,.
U111Pcrsities in Rela1io11 to Tbeir Oum 1111d T1•.ArH~R. lynnc ( 1984): M11seology a11d lts Tra-
Other lvlusemns, Londres: Hi' \la¡e\t)'\ di11ons: the Brtt1~h r.Y/Jerte11ce. 1114 \-1 9·H.
o;iauoncr) Office. Lcicesrer: Universir) of l.e1c~.,ter (Departmcnt
St.itute:; t111d Rules Relating to the l11:;pec11011 t111d of \lu,~um Srud1c,, tl'>IS docroral: docu-
(.;:;<•uf t/Je Brttish M11se11111, 1759. Londres: menro d t.-.:trorm:o l'll <ht1p:/" ww.uroronro.
Drvden Leach. ca/mcm>e1d/co11rsc2/LTibcstsJan.hrml>).
BIBLIOGRAJiA [337]
(1990): «T he museum keepers. The Mui;eum YERGO, Perc~r (1989): The New M11seology,
i\ssoCiatil)n and c:he grnwth of muscum pto- Londres: Reakrion Bo<Jks.
fessiona l i~m .. , 1\<luseum lv!anagement and Ct1- VJARDOT, Louis ( 1855 ): /.es musées de France.
ratorshi[l, 9:1, pp. 2.5-4 1. P,1ris: guidr memento de /'artiste et du voya-
THOMAS, P. J. )' B. (1990): «The develo pment of geur, Pañs: L. Maison (documemo elecrró-
Bcamish. An assessment», Muse.u m Ma11a- nico en dmp://p,allica.bnf.fr/>).
~eme11t and Curatorship, 9: 1, pp. 5-24. VLDLER, Anthony (2003): «The space of history:
To11F.1.FM, Jean-Michel (etl): Musées, gérer autre- modern museum from l'atrick Geddcs ro Le
ment: w1 regard inter11at10nal (acccs du collo- Corbusier,,, ~n GTEBF.LliAUSEN, Michacla (ed.):
4ue), París: La Documcnrarion f rnm;aise. 71n Architecturc o/ tbe Musewn: Symbolic
«Travcllinp, arcbirecrure exhibits• ( 1934), The Structttres, Urban Co11texL,, pp. 160- 182,
Muse11ni News, 12:10 (nov iembre), p. 2. Manchcscer: Manchesrer Universit¡1 Prcss.
T RIQUETI, Henri de (186 1): Les tmis musées de \IJLLA, Rocío de la \ 1998 ): Gma del usuario del
Londres, le British Museum, la National arte actual, Madrid: Tecnos.
Gallery, le Soutb Kenstngton Afoseum: étude Vrr.LAN LJF.VA, Juan de (1995) [ms. 17 96J: Des-
statistique et raisomrée de leurs progres, er- cripción del edificio del Re,¡/ Museo, Ma-
cércra, París: El J\uror. drid: COA.\!.
T KO.ELTSCH, E. [1924J (1967): El protestantismo V101u.'T-LE-Duc. Eugene-Emmanuel (s. f.): M11sée
y el mundo moderno, J\'léxico: FCE. de la Sculpture Comparée, París: 1mpr. de Bas-
TurffF.Y, Alexandre, y Jcan GU!fl'IU::Y ( 1909): La tien et 13rondeau (documcnro clecrrónico en
Commission du Muséum et la création du <http://ga llica. bnf. frl> ).
Musée du. Lo11t1re (1792-1793). (Docwnents VoGTl-lER, Chrisroph Marrin ( 1999): Tlie l'icture
recue11/is et a1111otés par .. . ), París. Gallery of Sanssouci, Herlín: Bcrlin Edition.
Tü"Rl\ER, Will iam ( 1901 -1902): «Presidem's ad- « VOLUNTARY help in mu;,eums» (1903 ), The
dress. E<linhourg Confcrcncc, 1901 • , The Museums jl)tmwl, 2 (marzo ). pp. 256-257.
Museums Joumal. l. pp. 7-23. WMGEN, Gustav fricdrich (1970) [ 1854J: Treas-
U. S. TNFORMATW~ Srnv1c~ (1950 ): «M.useum ures nf Art in Great Britai11, Londres: Corn-
of ~\tiodcm Are iD New York», The Muse- maker Prcss (3 vols. ).
ums ]ournal, 50:J, pp. ·1-J. WA.t!LOLDT, Srephan ( 1973): " New mu;eum
Une 11isite au Musée National de Versailles, 01• buildings in Dahlem,,, Mttse11m, XXV:4, pp.
réi/Ue cbronologique de /'histoire de Francc. 207-210.
1844, Esrrasburgo. WAffzowr, Wilhd m ( L930): ,, La "Cité des Mu -
VACHON, Marius (1886): La crise industrie/le sées" de Berlin», Mouse1on, 10, pp. 152-156.
el artistique en France et en E11rope, París: WArsH, Kcvin ( J 992): Tln Represe11tatio11 of
Librairie 1l lu~rrée (documento electrónico en Jhe Past: .Mus-eum.s und Herit,1ge in the Post-
<hrtp://gallica.bní.frl> ). Modem World, Londres: Routledge.
("! 890): Rapport sur les musées et les écoles WARD, .Jame~ ( 1912- 1913): «The rclacion of
d'art indust rie/ en 1\11gleterre, París: lmpri- school~ of art m museums», Tbe Museums
rnerie Nationale. journal, 12, pp. 229-242.
VAIUNE.-BOHAN, Hug11es de (1973 ): «A "frag- \1'' 1\RREN, Raimond ( 1933): «i\bralhtm Lincoln's
memed" museum: the Museum oí .\tlan and New Sa lcm broughr bnck from ghosc lanJ,, .
1nd ustry. Le Creu"">l•Mo11cea u-lcs-Mu1cs », The Muse11rn News, 1 1:10 (noviembre),
Museum, 2.5:4,pp. 24 2-249. pp. 7-8.
(1979): «Muscum », en The New Encyclo- WArrs, W. W. (1907- 1908 ): «Sorne uses of a
paedia Britannica, vol. 12 (15:' ed.), pp. 649- museum of industrial art», T/Je Museums
662, Chicago, Londres, etcétera: H. Heming- Joumal, 7, pp. 154-169.
way Bemon Publisher. Wi::11ER, .Max {1988) [ 1921 J: Ensayos subre socio-
VERC.NET-Rurz, Jean ( 1948): «Chátca11 de Com- logía de la religión, Madrid: T3urus (3 vols.).
piegne», Musemn, f:1 -2 \ julio), pp. 60-63 y \'VELCH. Marrin (1983): «The foundation oí the
108. i\shmolean Museum », en ÑIACGKEGOR, Ar-
[338] DOS MU~i:;()L<.H,!A) LA~ 'I KAfllCIONE.5 AKG! ü'AJO'-'A Y ~!Fr>rTrRRÁNl.A: DIH.R~:-ILL\~) COl"l'ACTOS
rllllr (ed.): Tradescnnt's Rarities: l::ssays on the WtLSON, Da vid M. ( 1989): The Hritish Museum:
Fozmd.ition of the Ashmolean Museum, 1683, Purpose and Po/itics, Lond res: Thc British
w ith a Catalogue o( 1he Enrly Collect10n, Ox- M useum.
ford: Clarem.lon Press, pp. 40-58. (2002): '/'he llritish Muse11m: a History, Lon-
W F.1.TF.R, Volker M. (2003): • Thc rcwru of rhe dres: T he British Mu.s cum.
Muses: Edinburg.h as a Mo11seio11•, en G1E- • Williamsbur¡g's colonial capirol dedicated »,
BHHAUSEN, Micbada (ed. ): '1111! Architecture ( 1934), T he M11se11111 Ne111s, 11: 18 (marzo ),
of the Musewn: Symholic Strucl/Jres. Urban p. l.
Contexts, pp. 144- 159, M:inchcsrer: Man- \XlnTEBORG, m.othar<l I'. ( t 95RJ: «Dcsign scand-
chester Uni,,ersiry Prcss. arcls in museum~ exhihits~ , C11rator (Thc
WE~T, Shearer ( l 995): ~ Thc dcvaluation of "cul- American Muscum oí Narural Hisrory,
tural capira l ~: posr-modern democrac:y and N. Y.), l:l , pp. 29-41.
rhe arr blockbusters ~ , en l' r:ARC:E, Susan, Ar/ WtTTLI N, Al ma ( 194 9): The Museum: fts His-
i11 Museurns, pp. 74-93, Londres: Ath lonc. tory a11d lts Task s i11 r:d ucatiun, Londres:
• Wha t shall we do about it? » ('1925), Tha M11 - Rourledge & K~ga n Paul.
saum News, 2 ·1 (marzo), p. 2. W R!GHT, 1-'ra nk 1.loyd ('1998) ['1 9941: Auto-
• Why <lon't a rnusc urn ?» (1924), Thc Museum biografí,1, 1867- 1944, Madrid: El Croquis.
N ews, 1:3 , p. 2. YouNc.;, Bonn 1c (2001) ll 979j: A Wlllk Through
W1LK, Christopher, y Nick H U,\ tPllREY (eds.) The Cloisters, Nueva York: The Metropoli·
(2004): Creati11g the Rritisb Calleries al 1he ran Museum of Art.
VóvA: a Study in Musenl<>gy, Londres: V&A Youn, Phil ip , . ( 1936): ."lllc scicmific basis
Publications y Lahoracorio Muscorccnico of rhe al'l( mu:.eum•, Tbe Muse11m Ne111s,
Goppion. Xlll:B, Washingcon, pp. 7-8.
HEMEROGRAFÍA' 'R
AGUll .i\R , babel (2005.06.24): «Castilla y león BRAVQ, Ana (2004.01 . 19): " El alcalde de Elche,
pedirá su patrimonio expoliado si se rompe pa rt idario <ld tras lado con carácrcr perma-
el Archivo», ABC. nente <le la Dama a su c iudad", El Mundo.
A t.llJ::KGE, Dalya (2005.06.14): «!.et you r treasu - l3USQUETS, Jo rdi {2002.01.21 ): <' LOS gnmdes
res see the light of day, museums to ld », The coleccionisras corpora ri vos reíuenan la ex-
Times. hibición püblica de sus fon<los», El I'az's.
A u w.RT,Marie-Doucc (2005.08.23): «Les Docks CAVT:.ST/\NY, Juan (1 998.08.1 2 ): «la primacía
de Paris cnramcnr leur nouvelle vie», Le Fí- del espectáculo sobre el arre abre una crisis
garo. ~ n los museos de i::e.. uu.•, El País.
ALLIX, Grégoi re, y Emman uel de Roux (2005. COSTA, Manue l (1999.11.09 ): «Cenar junto a los
09. 15 ): « Trois projets encore en !ice pour le Eriso.s del Parrenón cuesrn nueve millo11esn,
Louv re a l.ens", Le Monde. .l\BC.
ALONSO, M. (2001.11.06): «E l mecenazgo pri- COTTF.R, Holland (2003.08. 15): «Wherc small
vado se incorpora al Museo de Bellas Artes shows offer big ideas », The New York Ti-
de Bilba o», ABC. mes.
ARM/\ DA, Alfonso (2001.10.14 ): «Checa, Bonet «Críricas al Guggenhcim• (2001.01.21 ), ABC.
y l.lorens pide n ma yor apoyo estaca! pa ra el «La Dama de Elche se instalará en el Palacio de
arte en España», ABC. A.l ramira » (2004.0 1. 14 ), A HC.
(2004.03. 13): «Un 11ucvo magnate en Wall «Desaparecen los "profeso res" del pa tronato del
Street sacude el mercado de l arte• , A HC. museo» (1997.11.05), El País.
«Art books. Now al i )'OU need is a coffee-table» DowoE~wJ::L, Anna (2005.07.28 ): «Museum peJ-
(2002.01 .09 ), The Times. cc afrcr rhe sharp shooting?», Tbe Times.
BEr.1.oT, Óscar (2004.06.30): «La Subdirección «La Exposición de Manet, la segunda más visi-
Genera l de Museos elige hoy a Miss y Míster rada en el Museo del Prado tras la de Veláz·
Muscos 2004», ABC. que7.» (2004.02.1 OJ, El J\1undo.
«.Blairsurrenclers Britain toEurope» (2003.05.15 ), •Free museums hri ng familics flocking back»
TheSun. (2002.01.07), The Times.
BONO, f'errán (2005. 10.08): «El palacio que en- Fuctts, Dale (2004.06.20): «A ílowering of art
terró la torre », El País. in .lvfadrid», The New York Times.
Boo, Juan Vicente (2001.11.29): «El Gobierno GAt.Mi, Fernando (2004.07.07): «A la búsqueda
iraliano remmcia a privatizar los museos es- del museo ideal>,, ABC (Blanco)' Negro Cul-
tatales», A BC. tural).
GARC:ÍA C'.ALERO, Jesú~ (200 l.Ol.20): «La elite de M1LFORD, Malliccn (2003.04.02 ): «Muscwns
los muscos de Europa p lanea cara al modelo find new Lncome», The New York Times.
comercial y globalizador del Guggenheitu», «La milla de la pinrura » (2004.06.23), El País,
ABC. (edicorial) .
GENTLEMAN , Arnelia (2004. 12.01 ): «Lens pur «El mode lo mi xto se impone en la gestión de los
new angle on the Louvre», The Guardian museos públicos y privados» (J 997.1 2. 16),
Unlimited. El Pt11$.
(2004.12.09): «Louvrc has Georgia 011 irs Mo1uus, Jane (2004.05.04): «The diletante ren-
mind », The Guardian Unlimited. dency», The Cuardian Unlimited.
G1S'fAU, David (2005.04.02): • Javier de Juan MucHN1c, Suzanne (2003.07.20): «Monetcaught
pimó "La Movida" y sobrevivió para con- in U. S.-France russle», Los Angeles Times.
tarlo» , E/ 1\;lund11. «Munich compite con Berlín por su nueva Pina-
GLANCEY, Jonathan (2004.09.18): «V&A de - coteca• (2002.09.16), El País.
s ign wing noscdivcs in a downward Spiral • , «El Museo del Prado qLJiere concemrar en pi-
The Guardian Unlimited. nacotecas provit1ciales algunas obras del lla -
GLUcK, Gracc (2005.04. 22 ): «Wirness ro a dyit1g mado "Prado Disperso" » (2004.12.09 ), La
way of rribal li fe», The New York Times. F.strella Digital.
GóMF.Z, l.ourdes (2002.07.1.'i): «El Balric Center «En 2001, lo s muscos franceses perdieron 5,5
nace en el norte de Inglaterra como una fac- millones de euros» (2002.01.10), ABC.
toría de arte atractiva y arriesgada» , E/ País. ~1..o.sH, Elizabcth (2003. 11.28): «Spain unveils
lTÉL1m, Annellc (2004. 12.11): «Musées. Des new "Are Walk" Linking capirnl 's duee ma -
solurions diverscs. Aceros de décenrralisa- jor galleries», The lndependent.
tion », Le Figaro. NF.WSOM, Sean (2005.0t'í.12): «Avant-garde
HERNÁNnr.z, Javier (2004.03.07): «El Her m ic- Paris and rhe rcbom Pompidou», The Sun-
age se expande a Amsterdam •, ABC. day Times.
«El insóliro museo nacido del pacto d el Gugge.n- N1cHOLAS, Hellcn (2001.08.19): «Museum snub
heim con el Tlcrmiragc abre sus puertas en for Blair's leadillg lady», The Sunday Times.
Las Vegas» (2001.10.06), ABC. «Nuevas d irectrices pa ra museos» (2001.11 .22),
• El tVAM inaugura 1111a nueva sede en el Castillo AilC.
de Bendinat en Mallorca» (2005.08.05), El «Nueve semauas en la vida de Van Gogh y Gau-
Mundo. guin» (2001.09.25), A BC.
JF.FFRIES, Stuarr (2005.10.22 ): «A pr ivare vicw », O'RE1LLY, Perer (2002.11 .13): «Copies will do • ,
The G11ardwn Unlimited (conversación con The Times.
Neil JviacGregor). 0 UROUSSOH, N icolai (2005.08.1 S): • Addi ng
LA! , Ch loe (2004.12.13): «Pompidnu pique glass-hox minimalism to rnidwesrern down-
jeopardises plan for world-class rnuseums», tow n>., The New York Times .
South China Morning Post. «El Paseo de los museos » (2002.09. 17), El País.
«La ky de Mecenazgo se abrirá a la investiga- «La pasión de Picasso por el sexo » (2001.11.25),
c ión» (2001.06.12), A BC. fl./ País.
lvl.ACGR.EGOR, Nei l (2005. 11 .22): « La~ coleccio- «El poder de los emblemas culturales• (2002.
nes del Museo Bri tánico pertenecen a todo 01.13), El País.
el mundo», El País (entrcvisra de Lourdes RAClN E, Bruno (2005.02.17): «Réinvemer Le
Gómcz). Cenrre Pompidou•, Le Ftgaro (en trevista de
i'vfART{, Ocravi (2001.04.13 ): «El dicecror del Armelle H él iot).
Louv re se jubil;i proponiendo crear una RmING, Alan {2004.09.06): «Giv ing prirnitive an-
lore ría para salvar el patrimon io artístico work a pe destal; a new museum in Paris inch-
nacional • , E/ País. es roward reality>>, TfJe Ner.11 York Times.
MA.s:.oT, Dolors (2001.06.28): «Barcelona será R m!NG, Alan (2005.10.01): «In a n:end, nrnse-
"museo de nmseos" con la Conferencia 1\tlu n- ums in l':aris bra nch out• , The New York
dial del ICOM », ARC. Ti111es.
l IEMF.ROCRAÁA l341]
•
1
1
BIBLIOTECONOMÍA Y ADMINISTRACIÓN CULTURAL
9
111 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1~
7 88497 04 2241,-
www.trea.es