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Entre comunicación y convivencia no hay una relación de sinonimia, sino una profunda
relación de implicación, porque la relación que hace típicamente humana la convivencia
se hace consciente y operante sólo gracias a la comunicación. En efecto, la estructura
profunda, casi en el sentido de "deep structure", de la convivencia que es la cultura se
forma , si participa y permanece en el tiempo ,con una forma comunicativa. No olvidemos
que la educación -que podríamos llamar también comunicación pedagógica- es el proceso
a través del cual todas las instituciones y organizaciones humanas se perpetúan; sobre la
educación -en cuanto verdadera y genuina comunicación intergeneracional- se funda esta
forma particular de memoria que es la cultura.
1
RIGOTTI, E. (1998), «Lenguaje y realidad: una relación positiva». Conferencia pronunciada el 16 de
febrero de 1998 en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM y organizada por la Asociación
para la Investigación y la Docencia Universitas. Texto transcrito disponible en www.asociacion-
universitas.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=45&te=37&idage=330&vap=0 [acceso
29/08/2019].
el "animus bellandi", intentan hacer imposible o contaminar la comunicación
intercultural: un pueblo culturalmente aislado llega a sentir lo diferente como enemigo.
Además la desconfianza sobre la comunicación ha colaborado, igual que las ciencias del
lenguaje que se han desarrollado no han ayudado a que se supere esta desconfianza. Éstas
han concebido el lenguaje, a menudo, como una combinación mecánica de signos. Para
ser más preciso, se ha concebido el acto comunicativo en muchas corrientes de la
lingüística y de la semiótica como el activarse de un códice constituido por signos
convencionales y arbitrarios según reglas dictadas por el mismo código y además con
carácter convencional y arbitrario, signos indiferentes en sí mismos a la experiencia y,
por tanto a la realidad, y que se combinan según reglas también arbitrarias e indiferentes
a la realidad. Creo necesario que, respetando la brevedad impuesta de una mesa redonda,
señale algunos aspectos de interacción entre el código con la experiencia en la
constitución del sentido del discurso que emergen con claridad en las disciplinas
lingüísticas (en la sintaxis, la semántica y la pragmática) y en las teorías de la
comunicaciónde los últimos decenisos de este siglo.
En suma las diversas lenguas tienen en cuenta aspectos diversos de una única e inagotable
experiencia. En otro nivel lingüístico notamos que la sintaxis no se puede entender como
una combinación arbitraria. Las palabras no se combinan por casualidad sino en cuanto
desempeñan funciones semántico-referenciales complementarias. Platón observaba que
poniendo juntas palabras como "Sócrates y Platón" no obtengo un logos, una conexión
(symploké) que pueda hablar de la realidad, menos aún palabras como "anda y habla",
solamente poniendo juntas palabras como "Sócrates" que indican los que realizan la
acción y palabras como "anda" que indican acción (Sócrates anda) obtenemos un logos.
Existe por lo tanto una profunda semántica de la sintaxis y la búsqueda de las condiciones
de sentido de las estructuras sintácticas lo evidencia. En estos apuntes que dedicamos a
la interacción entre el lenguaje y la realidad no podemos olvidar una clase de signos
lingüísticos presentes en todos los códigos que muestran una inevitable interdependencia
entre el lenguaje y la experiencia compartida: pensamos en expresiones como yo, tú,
ahora, aquí y tantas otras. Se trata de deícticos, palabras cuyo significado cambia
radicalmente si está en un discurso u otro, en relación con la experiencia que comparten
el emisor y el destinatario de la situación comunicativa concreta.
Pero la profunda lógica del lenguaje emerge de también de una manera sorprendente en
el nivel de la estructura del texto. Como es lógico, es decir que responde a la tarea de
decir sobre la realidad, la unidad entre las palabras que hace lógica la relación entre las
secuencias del texto nunca es yuxtaposición de enunciados. El análisis textual ha
evidenciado la necesidad de la existencia entre las secuencias del texto de conectivos, ya
sean implícitos o explícitos, que constituyen el tejido lógico del texto. Y, cuando los
conectivos son implícitos, lo que es bastante frecuente, a través de un tipo de abducción
se puede imaginar un conectivo adecuado y con ello el texto cobra sentido.
(Confrontemos: 1. Mi hijo no conduce. Tiene cinco años. 2. Mi hijo no conduce. Está
casado. Creo que las reflexiones que expongo, aunque sea de un modo muy sintético,
permiten abandonar una concepción código-céntrica del lenguaje que desprecia a los
sujetos que se comunican y a la experiencia que se comunica.
Por eso, creo oportuno dedicar como conclusión algún apunte a la dimensión más
estratégica de la relación entre lenguaje y realidad. Hemos hablado ya de la persuasión y
la manipulación y hemos visto cómo la diferencia entre uno y otro caso está en la relación
con la realidad. En efecto es posible la manipulación precisamente porque las palabras
están hechas por su naturaleza para decir las cosas.
Me limito a observar por una parte que la dinámica de la persuasión constituye el núcleo
esencial de la relación comunicativa, por otro lado, que esta dinámica pone en juego una
relación más compleja entre el acto comunicativo con la realidad y con los sujetos
comunicativos. Respecto al primer aspecto, apunto que no sólo está en juego la razón sino
también la racionabilidad: la referencia es hacia la realidad en su significado total y en
relación con el sujeto. Es interesante a propósito de esto sugerir que los procedimientos
manipuladores más frecuentes y más pérfidos actúan sobre las experiencias que remiten
a la totalidad: de la dinámica de la envidia (el bien se da en su totalidad y si alguno tiene
una cosa, me lo ha quitado a mi), a la corrupción del ejemplo en estereotipo (ab uno disce
ominis). Es precisamente por estas razones que la lógica de la pistis-fides, la
racionabilidad que persuade, no permite dejarse reconducir más que limitadamente a la
lógica formal. Quiero concluir con un detalle significativo sobre el título de esta mesa
redonda. Entre las lenguas indoeuropeas que han elaborado con atención el área
semántica de la pistis es significativo el latino suadeo. Este verbo, ligado a suavis dulce,
subraya en el proceso persuasivo la respuesta al deseo. Persuade no simplemente lo
verdadero sino la verdad que corresponde a una espera, consciente o inconsciente, de
felicidad. La dinámica de la comunicación implica a todo el hombre, la razón y el deseo,
es decir el corazón.