Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Un occidental que carezca de estudios especializados sólo podrá adquirir una visión
superficial de China y Japón, puesto que a la distancia geográfica hay que añadir una
diferencia de mentalidad aún mucho más notable; como ejemplo de ello puede citarse un
sistema lingüístico radicalmente distinto del de los indoeuropeos y que se halla relacionado
con un sistema de pensamiento que se diferencia del nuestro por completo y que nos
resulta de muy difícil acceso.
Hacia 1840 las condiciones humanas parecían estar muy en consonancia con las
condiciones físicas. China era sobre todo un país de campesinos, compuesto por una
multitud de aldeas, cada una de las cuales constituía para sus habitantes su único horizonte
de vida. Existía un emperador, que residía con su corte en el extremo noroeste del país, en
Pekín, y que además pertenecía a una dinastía extranjera, de raza manchú. Es cierto que
contaba con una administración en teoría muy perfeccionada y reclutada de forma muy
democrática: los mandarines, elegidos mediante concursos literarios. Es costumbre burlarse
del carácter inmutable de las exigencias intelectuales que debían satisfacer los mandarines.
Pero ¿acaso este inmovilismo no era común a toda la sociedad china? Esta sociedad rural
era homogénea, y en ella, había sin duda desigualdades de riqueza, pero ¿condujeron a la
1
formación de unas clases sociales bien diferenciadas, al igual que en Occidente? En todo
caso, no existía el feudalismo; la escasa estima que se tenía por las corporaciones
mercantiles y más aún por el oficio militar pone de manifiesto la debilidad de las
influencias y de las amenazas exteriores, que representan con frecuencia un gran estímulo
para la evolución. Así, la administración china no tenía muchas dificultades en confinar a
los pocos extranjeros, que a pesar de todo llegaban al país, en pequeños barrios de algunos
puertos, Macao y Cantón, donde sólo mantenían contactos con algunas categorías muy
limitadas de comerciantes.
El caso de Japón parece de entrada muy diferente. Se trataba sin duda también de
un país agrícola, que además, según se cree, recibió de China las bases de su civilización.
Pero su evolución le condujo hacia una sociedad muy jerarquizada de forma feudal y en la
que por tanto las virtudes militares eran muy enaltecidas. Además, el desarrollo de la
economía monetaria condujo a que muchos nobles –daimíos y samuráis– dependieran
cada vez más de los mercaderes que satisfacían sus necesidades de fasto y aparato. A los
"shogunes" –especie de mayordomos de palacio que eran en realidad quienes ostentaban el
poder de los emperadores de raza divina– les resultaba difícil contener a los señores
insubordinados. También ellos se esforzaron en mantener a su país cerrado a los europeos,
ya que temían las ambiciones misioneras y conquistadoras de éstos. Los holandeses fueron
los únicos que consiguieron una base en la bahía de Nagasaki, por donde penetraron no
tanto los productos europeos como sus técnicas. En resumen, cuando los europeos se
esforzaron en penetrar por segunda vez en estos lejanos mundos, China era un país con una
enorme inercia, en tanto que Japón contaba con elementos dispuestos a favorecer una
evolución rápida.
A principios del siglo XIX, las relaciones de China con Occidente se limitaban al
comercio en una asociación de mercaderes de Cantón, que ostentaba un monopolio, con
algunos negociantes, principalmente británicos, mantenidos fuera de la ciudad. Este
comercio era de tipo antiguo y se limitaba a algunos productos de gran valor y de escaso
peso: durante mucho tiempo las exportaciones de seda y de té habían proporcionado
numerario a China; pero, desde hacia poco, China perdía numerario debido a las
importaciones de opio, tráfico prohibido por el emperador, pero muy floreciente, ya que la
prohibición tuvo como consecuencia el que se pagara a los funcionarios con grandes sumas
para que no se aplicara.
2
Poco después se desencadenó un movimiento cuya amplitud no tuvo parangón con
la acción aún débil y muy localizada ejercida por los extranjeros, y cuyos orígenes y
verdadera naturaleza no han sido todavía explicados: la insurrección de Taiping. ¿Reacción
nacionalista china contra la dinastía manchú, de origen extranjero, y que acababa de
demostrar su debilidad frente a los "bárbaros" de Occidente? ¿Rivalidad tradicional entre el
sur de China, de donde surgió la insurrección, y el norte de China, sede del Gobierno
imperial? Estos factores fueron sin duda importantes, pero no los únicos: los funcionarios,
menos controlados por un poder central que se debilitaba, oprimían a sus administrados (el
tráfico de opio nos da la medida de su venalidad) Otro factor quizá de mayor
trascendencia: en aquella economía rural inmutable se manifestaban los signos de
superpoblación agraria. Desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XIX, la
población había aumentado en más del doble. Las insurrecciones campesinas estallaban por
todas partes desde hacía medio siglo, y el bandidaje se convertía en un fenómeno
permanente y de amplitud cada vez mayor. Contra los bandidos se organizaron milicias
campesinas.
Pero el eje comercial esencial, el valle del Yang Tse, seguía en manos de los
Taiping, quienes, a pesar de los conflictos que los enfrentaban entre sí, parecían estar
edificando una sociedad militarizada y hostil al comercio, de tal modo que, finalmente,
franceses y británicos decidieron apoyar los esfuerzos de reconquista de las tropas
imperiales. En 1864 el Gobierno de Taiping desapareció, pero este episodio había
devastado las provincias más ricas de China, causando además 20 millones de muertos. El
Gobierno imperial, que había conseguido la victoria, se hallaba profundamente debilitado;
para llenar sus arcas vacías instituyó un impuesto sobre las transacciones interiores que
acabó de paralizar el desarrollo económico.
Fueron los norteamericanos quienes, poco antes que los rusos, reclamaron (1853) la
apertura de relaciones entre Japón y los extranjeros. Para ellos se trataba sobre todo de
obtener puertos de refugio para los balleneros en peligro, y puertos de escala en su ruta
hacia China.
3
precipitó, una crisis interna. En Japón, los elementos revolucionarios pertenecían a las
clases dirigentes; estos elementos fueron los grandes feudos en manos de poderosos clanes,
rivales de la familia shogún de los Tokugawa: Chosu en el extremo oeste de Hondo,
Satsuma en el suroeste de Kiushu; otro elemento quizás aún más importante fe una gran
parte de la caballería de los samuráis, relativamente mucho más numerosos que la nobleza
francesa del Antiguo Régimen, consagrada tanto a los estudios como a las armas, y muchos
de los cuales eran muy pobres, debido a que no podían ejercer oficios considerados
inferiores. Entre ellos surgió la idea de restauración del poder efectivo del emperador que
sirvió de grito de unión de todas las oposiciones. Cuando el shogún se halló frente a las
exigencias norteamericanas, su autoridad era ya demasiado débil para que pudiera
responder él solo, por lo que procedió a una amplia consulta entre los notables del país. Las
respuestas que obtuvo no le ayudaron a decidir la política a seguir, pero resultan
esclarecedoras para nosotros: tan sólo una minoría aceptó las relaciones comerciales con el
extranjero sin restricciones; muchos de ellos tuvieron la esperanza de que se podría a la vez
no ceder nada y evitar la guerra; algunos estaban dispuestos a resistir por la fuerza; pero
tanto estos últimos como los contemporizadores tenían la idea de que hacía falta material y
técnica de los extranjeros, aunque sólo fuera para combatirlos con eficacia.
De todos modos no hay que creer que esta "revolución por arriba" fue seguida de
manera pasiva por un pueblo disciplinado. La imitación de todo lo que procedía de
Occidente cayó a veces en los excesos propios de toda moda. Las rivalidades entre clanes,
4
entre personas, las oposiciones entre distintas tendencias políticas fueron constantes. Los
periódicos se multiplicaron. Así, el Gobierno, por muy autocrático que fuera, se halló ante
la amenazada de verse desbordado a partir de los años 70. Algunos querían que se pusiera
fin cuanto antes a los "tratados desiguales", que se emprendiera la conquista de Corea. Por
su parte, el Gobierno recurrió a la emisión de papel moneda: llegó el momento, hacia 1880,
en que pareció necesario frenar la inflación y restablecer el equilibrio presupuestario, para
lo que se vendieron las empresas públicas en condiciones discutibles. Estallaron una serie
de revueltas, la más importante de las cuales fue la de los samuráis del clan de Satsuma,
bajo la dirección de Takaomoir, que fue aplastada en 1877.
No se trata de que los dirigentes chinos no hubieran pensado en que, para resistir al
extranjero, hacía falta utilizar en provecho propio los recursos: las dificultades que halló
Francia en Tonkín en 1885 demuestran lo contrario. Pero concibieron estos préstamos al
extranjero en el sentido más limitado. El ejemplo de Japón pone de manifiesto que para
utilizar con eficacia estas armas materialmente superiores hacía falta reformar
progresivamente muchas cosas: la elección de los jefes, los resortes del poder, la
organización de las finanzas, de la economía y de la misma sociedad. China reaccionó
instintivamente contra todas estas consecuencias y se negó a abandonar una civilización
5
que consideraba superior a todas las demás. Un ejemplo quizá simbólico en este sentido es
la reconstrucción del Palacio de Verano de Pekín, símbolo visible del antiguo esplendor
imperial, con los fondos destinados en principio a la creación de una marina de guerra
moderna. Otro ejemplo es la primera vía férrea construida a partir de Shanghai, y que las
autoridades chinas compraron para, seguidamente, hacerla destruir.
China y Japón, que representaban dos tipos de reacciones totalmente opuesta a las
influencias occidentales, iba a enfrentarse directamente. El motivo fue Corea, otro país
sistemáticamente cerrado el exterior, vasalla en teoría de China, y que era el gran puente
entre el continente asiático y las islas japonesas: para Japón, la ruta de las invasiones o
punto de partida indispensable para cualquier expansión. Corea se hallaba, a su vez,
enfrentada a los problemas de modernización, y dividida entre reformadores, apoyados por
los japoneses y conservadores, sostenidos por China. En diversas ocasiones (1873, 1884–
85) los nacionalistas japoneses más ardientes habían reclamado una intervención militar en
Corea; el Gobierno los había contenido alegando que el país no estaba todavía
suficientemente preparado para ello. En 1894, este argumento no era admitido –o el
Gobierno no podía hacer frente al clamor popular– y el conflicto coreano se convirtió en
una guerra entre Japón y China.
La oposición general de los países occidentales era, por entonces, que China
aplastaría con su peso a Japón. De hecho los japoneses pusieron rápidamente fuera de
combate a los chinos, sobre todo gracias al poder naval. En 1895 China tuvo que pedir la
paz, abandonando sus pretensiones sobre Corea y pagando una fuerte indemnización
económica, acompañada por la cesión a Japón de Formosa, las islas Pescadores y la
península de Liaotug. De este modo se consagró el éxito de la primera aventura expansiva
japonesa, iniciando una fase que sólo terminará tras la Segunda Guerra Mundial.
6
aprovechando el desconcierto general y las veleidades de independencia del emperador
nominalmente reinante frente a Tseu Hi, un grupo de reformadores se hizo con el poder de
junio a septiembre de 1898: fueron los "cien días de Pekín". Pero promulgaron una serie de
edictos de forma desordenada, de manera muy distinta al método pragmático y progresivo,
si bien rápida, empleado en Japón. En breve espacio de tiempo llegaron a contrariar
simultáneamente todas las tradiciones y todos los intereses, y su caída fue tan rápida como
su ascenso.
Sin embargo, la reacción china contra los extranjeros se iba desarrollando, contando
como base con una serie de sociedades secretas; el título de una de ellas dio a este episodio
el nombre de "revuelta de bóxeres". Ante todo atacaron a las misiones cristianas y a todos
los conversos, ya que los chinos cristianos se liberaron necesariamente del estilo de ida y
de la organización social tradicional, y debido a ellos toda la civilización china se hallaba
en entredicho. La corte imperial acorralada no tardó en aferrarse a esta fuerza popular y en
prestarle su apoyo oficial al menos en el norte de China, ya que los "virreyes" del centro y
del sur mantenían una prudente neutralidad. Se perpetraron múltiples atentados y en junio
de 1900 se produjo el asalto de las legiones extranjeras en Pekín. Estas fueron liberadas en
el mes de agosto por una expedición de socorro; la emperatriz huyó. Pero los extranjeros
no sacaron grandes beneficios de su victoria: garantías de seguridad para sus súbditos,
ampliación de las condiciones de comercio, y una fuerte indemnización, pero que sólo sería
pagada en parte. Quizá las potencias extranjeras se daban cuentan de que China, fácil de
vencer, era imposible de conquistar.
7
fabricar numerosos productos o bienes de equipo que antaño debían ser importados del
extranjero.
El animador de las revoluciones fue Sun Yat Sen, quien había residido muchos años
en Japón y en Europa. Elaboró una doctrina basada en el nacionalismo antimanchú y
antiimperialista, democracia y socialismo (en realidad limitado a la creación de un
impuesto sobre bienes raíces).
8
de la República, que inauguró en Nankín el 1 de enero de 1912, pronto se eclipsó ante el
último jefe de Gobierno del antiguo régimen, Yuan Che–kai, que pasaba por ser un
reformador y contaba con el apoyo de la fuerza armada.
9
nacionalismo chino. El Movimiento del 4 Mayo de 1919 había iniciado un nuevo tipo de
movilización urbana, la de la juventud estudiantes contra el imperialismo. El 30 de mayo
de 1925, ante la segunda de las grandes oleadas de protesta, se producen disparos de las
fuerzas británicas contra manifestantes en la ciudad de Shanghai, y luego de ingleses y
franceses en los incidentes promovidos en Cantón. En todas las reivindicaciones se
manifiesta la exigencia de unidad nacional.
La revolución nacionalista de los años 20 fue una doble lucha: para liberar a China
de los señores de la guerra, y para acabar con los privilegios extranjeros que había supuesto
la apertura forzosa a Occidente. Existe una penetración especial de las ideas marxistas en
conjunción con la vigencia del confucionismo en el plano general de los valores éticos y
sociales: en cierto sentido, la igualdad, o la prevalencia de la comunidad antes que del
individuo, y por tanto la propiedad comunal y la organización colectiva del trabajo, son
constantes que habían permanecido durante milenios en la civilización china, que sólo una
fase de señorialización muy reciente (que se remonta al siglo XIX) había truncado. Por
tanto, algunos historiadores como Fairsbanks hacen notar que el comunismo, o cierta forma
de comunismo primitivo, estaba muy arraigado en la cultura tradicional china, lo que puede
ayudarnos a entender el extraordinario auge de las ideas luego canalizadas por el Partido
Comunista Chino tras la llegada de Mao.
La generación fundadora del Partido Comunista Chino estaba formada sobre todo
por intelectuales, con al menos una educación secundaria, y muchos de ellos con una fase
de formación en Centroeuropa (Alemania, especialmente), donde habían tomado contacto
con las ideas socialistas y comunistas. Pero su papel consistía en hacer llegar al hombre
común, al campesino, a la política: crear una conciencia articulada de ideas políticas
elementales, y crear así una organización centralizada y férreamente organizada.
10
del Partido Comunista Chino en el ejército recién creado, como paso previo a la
preparación del movimiento revolucionario campesino: se trata de contar con una minoría
comunista capaz de actuar como vanguardia del campesinado, cualificado militarmente.
Entre 1927–37 el gobierno nacionalista del Kuomintang tuvo que cargar con los
problemas del viejo orden, como por ejemplo con una Administración obsoleta e
insuficiente; mientras que el Partido Comunista Chino tuvo que crear un orden nuevo.
En las filas del Partido Comunista comienza a destacar el líder carismático Mao Tse
Tung (o Mao Zedong) por su unión de la teoría política y la práctica, formulada en un
conjunto magistral de aforismos sumamente claros y didácticos: "lo que no puedas usar no
lo aceptes".
Mao comprende sin embargo que es necesario contar con un ejército propio, pues
las revueltas iniciadas por los comunistas no pueden con el entonces poderoso ejército
nacionalista. Por contra, los comunistas deben soportar las campañas de Chiang Kai–shek
11
para exterminar a los comunistas, que a partir de ese momento adoptan tácticas de guerra
de guerrillas, sobre todo en la más inaccesible región de Kiangsi oriental. Las tropas de
Mao toman como norma no atacar si no es con mayoría, y proceden a alejar al enemigo de
sus puestos principales.
Pero esta táctica no basta. Acosados por repetidas operaciones militares, los
comunistas tuvieron que replegarse en 1934 a las regiones más remotas del país, en la
llamada "Larga Marcha", que se convertirá en una epopeya de la que saldrá reforzado el
Partido Comunista: empezó con 100.000 hombres y terminó con apenas 4.000, en medio de
una huida de una media de 27 Km. diarios recorridos, casi sin parar por la noche. La Larga
Marcha concluye en Shensi un año después (instalando su capital en Yenan), y supuso el
liderazgo ya incontestado de Mao entre los comunistas, pese a constituir una derrota. Pero
la guerra con Japón le daría un sesgo distinto.
Chang cree que la guerra contra Japón sólo atañe al ejército, y no moviliza a los
estudiantes: sí en cambio a los campesinos, descontentos por estar gravados con impuestos
especiales además. La creación de un frente unido entre Partido Comunista Chino y
Kuomintang supone el establecimiento de concesiones mutuas: el Ejército Rojo fue
llamando el Octavo Ejército.
Yenan, la capital comunista durante la Segunda Guerra Mundial fue una tierra de
ensueño, de utopía, con la moral y entusiasmo revolucionarios contagiosos, y con una
flexibilidad para compaginar objetivos a corto y largo plazo. La invasión japonesa prepara
el terreno para la movilización del Partido Comunista Chino: le permite desarrollar un
adoctrinamiento y descubrir lo que querían los campesinos y dárselo. La guerra de
resistencia supuso permiso para que el Partido Comunista Chino movilizase al
campesinado. Japón ha invadido por ferrocarril China, campo donde tiene su poder: en
cambio, los comunistas procederán a una política de desgaste por medio de la guerra de
guerrillas.
En 1940 tiene lugar la "Ofensiva de los cien regimientos": las líneas de ferrocarril
son cortadas, y vencen a los japoneses, que se ven obligados a traer más tropas y combatir
aplicando el principio de arrasar. Pero el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial en su
conjunto (fundamentalmente la entrada en guerra de Estados Unidos) supone que Japón se
ve obligado a aflojar la presión sobre las zonas libres chinas.
12
intereses occidentales en China, aunque los norteamericanos reclaman la unificación de
Kuomintang y Partido Comunista Chino.
Acabada la guerra contra Japón, se produce una guerra civil entre comunistas y
nacionalistas, dirigida con métodos anticuados por Chiang: otorga gran importancia a
conservar las capitales provinciales una vez que se apoderó de ellas, en vez de plantear
batalla regional. Los nacionalistas tenían el doble de tropas que los comunistas: pero su
mala administración económica, la frecuente corrupción, y el hecho de que el KMT no
supo tratar a la ciudadanía, que se aleja de estas ideas, son factores en su contra; además,
reprimirá con dureza innecesaria el movimiento en favor de la paz entre numerosos chinos
de las ciudades más importantes.
5– El expansionismo japonés.
Una vez concluida la primera guerra mundial, de la que había salido beneficiado sin
grandes sacrificios, Japón, integrado de forma definitiva en el circuito mundial,
experimenta rápida y ampliamente, al menos en apariencia, la influencia de las grandes
corrientes políticas e ideológicas internacionales. Con el fin de la guerra, el imperialismo
japonés pareció alcanzar su apogeo: en la Conferencia de la Paz, Japón hizo triunfar su
tesis frente a las de China sobre la cuestión de Chantung, y por otro lado aprovechó la
Revolución rusa para establecer en Siberia oriental una ocupación militar que podría ser
duradera, y preparar el establecimiento de uan zona de influencia política y económica.
13
28% en 1927.
Sin embargo, cabe preguntarse hasta qué punto este régimen se hallaba bien
arraigado. Los principales partidos estaban excesivamente vinculados a los amplios grupos
familiares de intereses económico–financiero, los zaibatsu, característicos de la vida
económica japonesa, y que adquirieron su pleno desarrollo por aquella época: un Gabinete
del Partido Siyudkai sería denominado el "Gabinete Mitsiu", designación derivada del
nombre de unos de estos trusts, en tanto que un Gabinete del partido rival Minseito sería
denominado, por el mismo motivo, el "Gabinete Mistubishi". Unos y otros tuvieron que
hacer frente al movimiento obrero que se desarrollaba paralelamente a los progreso de la
industrialización. La dominación de los intereses económicos fue mal asimilada en la
medida en que el período de "prosperidad" fue para Japón especialmente turbulento:
después de un terrible terremoto, Japón entró en una fase de inflación entre 1924 y 1927,
período en el que los países europeos más debilitados entraban en una era de
consolidación. Cuando la situación empezaba a estabilizarse, sobrevino la crisis mundial,
cuyas repercusiones se dejaron sentir en el país.
Un hecho importante fue que el poder civil nunca consiguió hacerse dueño de las
fuerzas armadas: éstas dependían directamente del emperador (el cual nunca parecía
ejercer autoridad personal alguna). Además, la tradición querría que los Ministerios de la
Guerra y la Marina fueron ocupados por oficiales superiores en activo; así, el ejército podía
impedir la formación, o provocar la caída, de cualquier Ministerio que no fuera de su
agrado. Por otro lado, los oficiales japoneses, cada vez menos sometidos a la vieja
disciplina del calan, e impacientes ante lo que consideraban las debilidades del régimen
civil, favorecían la formación de sociedades secretas y formulaban complots, frente a los
cuales los jefes militares responsables se veían desbordados e incluso llegaban a hacerse
cómplices. Además apelaban a la opinión pública media, presentándose como los únicos
capaces de resolver los problemas económicos y sociales cada vez más acuciantes. A partir
de 1931 se difundieron los rumores de golpes de Estado militar, y en 1936 los elementos
más agresivos pasaron a la acción; después de una matanza de ministros, fueron reprimidos
por los militares de otra camarilla, aparentemente más moderados, y, a partir de entonces,
dueños de imponer su voluntad. En tales condiciones, las tropas estacionadas en territorio
chino tomaron una serie de iniciativas que el Gobierno no se atrevió a condenar, y se vio
obligado a seguir.
Desde 1905 Japón tenía un dominio efectivo sobre Manchuria, cuyos abundantes
recursos la convertían en un campo de expansión económica privilegiado. pero la
población autóctona y los inmigrantes chinos y coreanos se vieron invadidos por la
afluencia de chinos que, huyendo de la miseria, llevaron a cabo una de las mayores
migraciones de todos los tiempos. Los chinos construyeron una red ferroviaria concurrente
con la de los japoneses. Incluso políticamente el "señor de la guerra" que controlaba
Manchuria, no excesivamente dócil, fue asesinado en 1928, sin duda por los japoneses. Por
entonces, el movimiento de unificación de China bajo dirección de Chiang Kai–shek iba a
constituir una amenaza más grave, tanto más cuanto que las grandes potencias empezaban
a abandonar por entonces concesiones y derechos de extraterritorialidad. Los chinos
multiplicaron los disturbios, y tras un incidente premeditado en septiembre de 1931, las
tropas japonesas se apoderaron de toda Manchuria y crearon un Estado satélite.
Pero también coparon las provincias situadas al norte de Pekín, pero reclamaron
también privilegios especiales sobre el conjunto de China, de la que los ingleses se iban
retirando. Ante unas exigencias cada vez mayores, Chiang Kai–shek cedió poco a poco. En
14
diciembre de 1936 fue hecho prisionero en Siam por los soldados amotinados de uno de
sus subordinados, debiendo de aceptar un pacto con los comunistas para enfrentarse a
Japón. Tras un incidente en el puente de Marco Polo, en las proximidades de Pekín, estalló
el conflicto bélico en julio de 1937. La guerra se solapará con la Segunda Guerra Mundial.
Comenzará una fase de guerra en la que ambos países lucharán en lo que se llamó
el "salto de isla en isla", expulsando en 1944 Mac Arthur a los japoneses de Filipinas. Sin
embargo del desmoronamiento del Eje, Japón se resistirá a firmar la paz, hasta el
2
bombardeo agosto de Hiroshima (80.000 muertos y 60.000 heridos, con 13 Km totalmente
destruidos) y Nagasaki. El 22 de septiembre, Japón se rinde incondicionalmente.
Tras los tratados de paz, Japón fue obligado a desocupar todos los territorios
conquistados. China quedó libre y recuperó Formosa; Rusia recuperó las isla Sajalín, en
tanto Corea quedó bajo un sistema de ocupación ruso–americano (divididos por el paralelo
38, según lo acordado en la Conferencia de Potsdam con fines prácticos y transitorios: pese
a lo cual se convertirá en una frontera definitiva entre un gobierno comunista al Norte,
mandado por Pyon Yang, y otro liberal–democrático al sur con capital el Seúl preludio de
la guerra de Corea en 1950). Por último, Estados Unidos ocupó islas de Japón de gran valor
estratégico. El retorno de más 6 millones de emigrantes japoneses supondrá grandes
cambios económicos: abundancia de mano de obra barata, etc.
6– BIBLIOGRAFÍA.
ARACIL, R.; J. OLIVER y A. SEGURA: El mundo actual de la Segunda Guerra Mundial
a nuestros días. Barcelona, 1995.
KITCHEN, M.: El período de entreguerras. Madrid, Alianza Ed., 1992.
KOHN, H.: Historia del nacionalismo. Madrid, 1984.
NÉRÉ, J.: Historia contemporánea. Labor, Barcelona, 1980.
PARKER, R.A.: El siglo XX, t. I. Madrid, Siglo XXI, 1987.
REMOND, R.: El siglo XIX (1815–1914). Barcelona, Vicens Vives, 1978, vol. II.
15