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Y argumenta: “Es verdad que los evangelistas mencionan poco a San José en los
Evangelios. Pero ellos también poco dijeron de la Santísima Virgen. Sin embargo,
al llamarla Madre de Dios —María, de quien nació Jesús— compendiaron todas
sus glorias en este solo título”.
“Que los evangelistas guarden silencio sobre San José, poco importa. Que ellos se
abstengan de exaltar, como podrían hacer, esas virtudes y prerrogativas
excelentes que resaltan su dignidad; me basta que ellos lo representen como el
esposo de María, virum Mariae de qua natus est Jesus, es decir, el que de todos
los mortales que se asemeja más a la criatura más perfecta salida de las manos
de Dios, pues, como dice san Bernardo, ‘José fue creado a semejanza de la Virgen
su esposa’. Esposo de María, es decir, el que más se acerca a esa criatura sublime
que elevada al cielo fue arrebatada hasta el seno del Padre eterno por su propio
Hijo. Esposo de María, es decir, con el mismo corazón y alma que tiene el corazón
y el alma del Hijo de Dios”.