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Unidad I
Definición de Teología:
I. Definición
El fundamento y el centro de la teología es la revelación de Dios en Jesucristo.
Su objetivo particular es la inteligencia crítica del contenido de la fe para que la vida
creyente pueda ser plenamente significativa.
Las coordenadas que se han asentado para la comprensión del concepto de
teología no han sido siempre las mismas a lo largo de la historia. En cuanto reflexión
histórica sobre la fe y sobre sus contenidos, la teología ha ido sufriendo una constante
evolución en su intento de autodefinirse; evolución que puede identificarse con la
misma historia del pensamiento cristiano.
El término theologhía/theologhéin es de origen no cristiano; los primeros datos
que se pueden recuperar son los que ven a la theologhía ligada al mito. Hornero y
Hesíodo son llamados thevlógoi por su actividad peculiar de componer y de contar los
mitos. Aristóteles, al dividir la filosofía teorética en matemática, física y teología, la
identificará con la metafísica en cuanto "philosophia perennis"(Met. VI, 1,1025). Los
estoicos, como recuerda Agustín, son los primeros que utilizaron este término con una
connotación religiosa, ya que lo identifican como "ratio quae de düs explicatur" (PL
XLI, 180).
Tan sólo progresivamente, tanto en Oriente como en Occidente, se fue
imponiendo el uso cristiano de este término. Para Clemente de Alejandría, theologhía
será el "conocimiento de las cosas divinas"; para Orígenes indica la verdadera doctrina
sobre Dios y sobre Jesucristo como salvador; sin embargo, le corresponde a Eusebio
de Cesarea el privilegio de haber sido el primero que atribuyó al evangelista Juan el
título de theologos por haber escrito en su evangelio una doctrina eminente sobre
Dios.
Así pues, a partir de Eusebio, theologhía indicará la verdadera doctrina, la
cristiana, que se opondrá a la falsa doctrina enseñada por los paganos. A
continuación, Dionisio establecerá una distinción, que sigue siendo válida hasta
nuestros días, entre una teología mística, simbólica, escondida, que une con Dios, y
otra teología más manifiesta, más filosófica, que tiende a la demostración racional.
Una última connotación digna de interés que proviene de los padres griegos es
la que identifica la theologhía con la doctrina sobre la Trinidad, para distinguirla de la
doctrina sobre la encarnación, que será llamada oeconomía. El período monástico -
pensemos en los nombres de Evagrio Póntico y de Máximo el Confesor- hablará
finalmente de "theologhía" como el culmen del conocimiento y la plenitud de la gnosis,
por haber sido realizada bajo la guía del Espíritu.
Para el Occidente, es especialmente Agustín el que introduce el uso religioso
del término en la cultura y en el lenguaje común. El entendimiento que interviene en la
comprensión de la fe es contemplación de un espíritu creyente qué, puesto que ama,
desea alcanzar la plenitud de la realidad: amada.
En una palabra, theóloghía para el pensamiento patrístíco señala el esfuerzo
por penetrar cada vez más en la inteligencia de la Escritura y de la palabra de Dios;
por eso mismo resultará normal el intercambio entre "theologia" y "sacra pagina" o
"sacra doctrina", terminología que permanecerá felizmente intacta durante todo el siglo
xii.
Se verifica una primera señal de cambio con Boecio, que da a conocer la
distinción de las "ciencias" de Aristóteles; Alcuino comienza la reforma carolingia con
la distinción de las artes del trivio y del cuadrivio; la dialéctica, como método de
investigación, comienza a abrirse cada vez más camino...; se llega así ala formulación
de las primeras Sententiae, sacadas de la colección de los escritos de los santos
padres, y a la- utilización de la grammatica:
Se da realmente un salto cualitativo con la precomprensión anselmiana
de theologia. En su intento de establecer un equilibrio entre el planteamiento
"monástico", que alimentaba preferentemente la comprensión de una autosuficiencia
de la fe, y el planteamiento "dialéctico", que tendía a absolutizar la exigencia de la
razón, Anselmo crea el principio del quaero fntelligere ut credam, sed credo ut
intelligam. La fe que ama quiere conocer más; por consiguiente, la ratio se fundamenta
en la fides, sin que por ello sea menos autónoma en su búsqueda. '
Sin embargo, será Abelardo el que se recordará como el primero-en haber
dado el paso de una "sacra pagina" a una theologia entendida como scientia, por
haberse convertido en yuaestio. De poco servirán las resistencias de Bernardo para
mantener relegada la theologia a la perspectiva del "non quasi scrutans, sed
admirans". Tomás no podrá menos de ratificar el planteamiento del Magister
sententiarum, concibiendo la, theólogia como la forma de conocimiento racional de la
enseñanza. cristiana; lo que la fe acoge como don, la theologia lo explicita y lo explica
a la luz de la comprensión humana con sus propias leyes.
Buenaventura, permaneciendo fiel a la corriente monástica, mantendrá la
acentuación sobre el papel y la presencia de la gracia; Duns Escoto, después de él,
será el mayor representante de está forma de pensar.
Por, aquel mismo tiempo; Guillermo de Occam favorecerá la. entrada de la
crítica y del nominalismo. El humanista Erasmo de Rotterdam acentuará hasta tal
punto la crítica, que llegará a sustituir con ella en adelante a la quaestio medieval.
Melchor Cano marcará la época de la reinvención de las auctoritales a través de los 1
lugares teológicos, y el Tridentino culminará con las especulaciones del saber
teológico. El siglo xvni verá cómo se acentúan las formas de los "sistemas" y la
organización del saber teológico en las enciclopedias. La Aeterni Patria, finalmente,
registra un cambio ulterior con el intento de un retorno al pensamiento de santo
Tomás, interpretado, sin embargo, a la luz de los nuevos principios filosóficos.
Desde el punto de vista histórico, el artículo de Y. Congar en DthCnos ofrece
un estudio completo, que se ha convertido en una verdadera obra clásica de la
literatura teológica. Pero todavía es preciso observar que la comprensión de la
teología se relaciona y se "adapta" en diversas ocasiones a las diferentes épocas
históricas con que llega a encontrarse. Esto es señal de una característica
determinante del saber teológico: la historicidad de la reflexión de la fe, que permite al
mismo tiempo mantener siempre viva la pregunta sobre la inteligibilidad del misterio y
encontrar una respuesta que sea conforme a las diversas conquistas del saber
humano.
El cambio de horizonte que ha llegado a crearse con el Vaticano 11 ha alejado
a la teología de aquel contexto controversista-apologético que había caracterizado a
los cuatro siglos anteriores, para colocarla en un sereno diálogo con las culturas y las
ciencias, a fin de hacer evidente la complementariedad de cada una de ellas con vistas
a la globalidad del saber, para una existencia humana cada vez más digna (cf GS 53-
62).
Al faltar entonces una única referencia filosófica, sustituida por una pluralidad
de referencias con diversos sistemas filosóficos, y al haber adquirido una comprensión
hermenéutica más global y profunda del dato bíblico, la teología sé caracteriza mejor
hoy a la luz de una pluralidad de teologías que dejan vislumbrar las diversas
metodologías adquiridas.
Sin embargo, hay nuevos problemas que requieren una mayor reflexión y que
pueden caracterizar a la actualidad teológica en el momento en que, una vez más,
intenta autocomprenderse; pueden señalarse tres por lo menos: 1) la determinación
del estatuto epistemológico que, en cada ocasión, se refiere al nuevo saber científico;
2) la eclesialidad de la teología, que comporta la responsabilidad pública de la
inteligencia de fe y la superación de una contraposición entre el saber teológico en
cuanto tal y el' saber teológico regional o contextual; 3) la relación teologíamagisterio,
que comporta la indicación de las mediaciones propias de una teología como
inteligencia eciesial de una fe comunitaria y la libertad del sujeto epistémico en su
búsqueda científica.
Esta doctrina del Cristo total es eminentemente apta para conferir a la Teología
su unidad orgánica, basada en la revelación de ambos Testamentos. Por ella estamos
situados en el centro de la inteligibilidad de todo el misterio de la salvación. Mientras
que la sistematización tomista es teocéntrica, la que propone Mersch es
evidentemente cristocéntrica.
a.1.- La Teología, como ciencia del objeto de fe, tiene que participar en el
movimiento y en la orientación de la fe. Pues bien, la fe, en el último análisis, está
totalmente dirigida hacia el Dios Salvador: “En esto se manifestó el amor que Dios nos
tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él”
(1 Jn 4,9), por eso “nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos
creído en él” (1 Jn 4,16). Nuestra fe tiende, por lo tanto, hacia Dios que nos ha enviado
a su Hijo para demostrarnos su amor. Cristo es aquel en quien se manifiesta y nos
conduce el amor de Dios salvador. En la economía de la salvación y de la epifanía del
amor de Dios, Cristo es primero; pero el objeto último de nuestra fe, y por ende de
nuestra Teología, es Dios-que-nos-salva-por-Cristo, es el Dios Salvador.
Una vez admitido que el objeto de la teología es Dios en cuanto Dios, nada
impide que adoptemos una sistematización cristocéntrica, o teocéntrica, o
eclesiocéntrica, o incluso antropocéntrica. Hay varias sistematizaciones posibles, lo
mismo que hay diversos tipos de Teología, y cada sistematización tiene sus ventajas y
sus inconvenientes. El principal inconveniente de la síntesis teocéntrica puede ser
quizá el de una atención insuficiente al carácter de economía, de historia y de
pedagogía de la revelación.
La Fe
Las virtudes teologales son tres: Fe, Esperanza y Caridad, y su fin es conducirnos a
Dios. Son virtudes infusas, recibidas directamente de Dios en el Bautismo y nos
acercan a Él. Su objetivo es unirnos íntimamente a Dios, llevarnos hacia Él, de ahí su
excelencia. La fe es “una virtud teologal infundida por Dios en el entendimiento, por la
cual asentimos firmemente a las verdades divinas reveladas por la autoridad o
testimonio del mismo Dios que revela. (1)
La fe es un don gratuito. Creemos en una verdad que nos llega de afuera y que no
nace de nuestra alma. La fe nos viene desde el exterior y Dios nos invita a someternos
libremente a ella para salvarnos. Algunos la tendremos desarrollada desde niños
(debido a una sólida formación cristiana) otros la perderemos y la recuperaremos a
través de nuestra vida y otros la invocaremos en el último instante de la muerte. Hoy
se sabe que el oído es el último sentido que se pierde, de ahí la importancia de rezarle
a los moribundos el acto de contrición al oído, ya que no sabemos con exactitud en el
instante preciso en que el alma abandona el cuerpo. Dios puede, si quiere, detener el
juicio de un alma hasta que ella acepte sus pecados y haga un acto de fe y de
contrición, pero este es un secreto que quedará siempre en la intimidad de Dios y el
alma. Lo que sí sabemos, porque la Iglesia nos lo enseña, es que es necesario este
acto de fe interior para salvarse. “Quien creyere y fuere bautizado será salvo, más
quien no creyere, será condenado” (Mc XVI, 16) afirmó Nuestro Señor en el Evangelio.
El acto de fe interior a veces (para la tranquilidad de los que creemos y nos
preocupamos del alma ajena) será público, otras veces no. Dios no hará responsables
de no haberlo aceptado a quienes no lo hayan conocido (por ej: las tribus salvajes del
África que tanto decimos que nos preocupan) precisamente porque para rechazar a
alguien, primero, hay que reconocer que existe, y ellos no lo conocen. Tampoco lo
conocen todos los pueblos a quienes la Verdad no les ha sido presentada. A ellos Dios
no les pedirá cuentas, pero a nosotros sí, porque conociéndola, no hemos trabajado
para difundirla y enseñarla.
A cada uno nos juzgará con infinita justicia, en la exacta proporción de la formación
que hayamos tenido, de las gracias que habremos recibido y de las que habremos
rechazado. De ahí la importancia de enseñarles a los niños desde la más tierna
infancia, a conocer a Dios para luego poder creer en Él, ya que, de las tres virtudes
teologales infusas en el Bautismo, la fe es la fundamental.
“Mejor tarde que nunca”, dice el refrán, pero es mejor temprano que tarde para
conocer a Dios. Es por eso que la niñez es la etapa ideal, donde el aprendizaje es
fácil, sencillo, y la inocencia acepta con docilidad lo que es simple, como que Dios es
el Creador del Universo, que premia a los buenos y que castiga a los malos. Millones
de religiosos y de laicos piadosos lo entendieron así durante veinte siglos, y muchos
de ellos aceptaron hasta el martirio físico y espiritual para difundirla, lo que pertenece
al capital de gloria de la Iglesia. Creer significa admitir algo como verdadero Creemos
cuando damos fe a la autoridad del otro. En cambio, cuando decimos “creo que va a
llover” o “creo que ha sido el día más agradable del verano” o “creo que merece la
pena conocer el norte” expresamos simplemente una opinión. Suponemos que
lloverá; tenemos la impresiónde que hoy ha sido el día más agradable del
verano, pensamos que vale la pena conocer el norte. Este punto es importante: una
opinión no es una creencia. La fe implica certeza.
Pero no toda certeza es fe. Cuando veo y comprendo claramente algo no es un acto
de fe. No creo que dos más dos son cuatro porque es evidente, puedo comprenderlo y
comprobarlo. Esto es comprensión y no creencia.
Cuando nuestra mente acepta una verdad porque dios nos la ha manifestado nuestra
fe se llama divina. Las autoridades humanas pueden equivocarse, como ocurrió en la
enseñanza universal de que la Tierra era plana. Otras veces las autoridades humanas
engañan y mienten como los dictadores comunistas a los pueblos por ellos sometidos
o toda estructura de poder corrupta que manipula para sus bajos intereses a sus
ciudadanos. Pero Dios es la Verdad y no debemos dudar en las verdades que Dios
nos ha revelado. Por ello, la auténtica fe es siempre firme.
Algunos clanes o tribus descendientes de los patriarcas tuvieron que emigrar a Egipto para
sobrevivir.
De todos los israelitas Dios escogió a Moisés, y desde una zarza ardiente le comunicó que
debería liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto. Así, guiado por Moisés el pueblo fue
liberado, celebraron la primera Pascua y caminaron por el desierto durante 40 años hasta
llegar a la tierra prometida.
En el monte Sinaí, Dios le entregó a Moisés los 10 Mandamientos, con los que se sellaba
la Alianza de Dios con su Pueblo.
Al llegar a la tierra prometida, los israelitas la encontraron ocupada. Dios eligió a Josué
como sucesor de Moisés, y lo puso al frente del pueblo. Después de muchos años de
luchas se logró la conquista.
El pueblo se dividió en 12 tribus y Dios eligió a los Jueces para conducirlas.
Unidad II
Noción.
ANTIGUO TESTAMENTO:
Antiguo Testamento
Pero existe un denominador común en todos los libros del A. T., cualesquiera
que fuesen las circunstancias y motivaciones concretas de su escritura: todos tienen
una relación estrecha con la fe de Israel. Así, p. ej., las tradiciones sobre los antiguos
patriarcas Abraham (v.), Isaac (v.) y lacob (v.), conservadas oralmente entre los clanes
israelitas a lo largo de los siglos, fueron finalmente escritas porque aquellos
antepasados eran los detentadores de las promesas divinas de salvación (v.
SALVACIÓN Il), tuvieron unas especiales experiencias religiosas, a ellos se les
manifestó Dios (V. TEOFANÍA ii) y les habló (v. PALABRA ii). En otros muchos casos,
la relación con lo sagrado es aún más evidente: se trataba de oráculos profé-ticos (V.
PROFECIA Y PROFETAS) o bien de la ley Sagrada (V. LEY DE MOISÉS; LEY ix) que
Dios mandaba a su pueblo (v. PUEBLO DE DIOS; IGLESIA l).
NUEVO TESTAMENTO:
NUEVO TESTAMENTO
NDC
No fueron ajenos a esta labor de clarificación la historia y los problemas con los
que hubieron de enfrentarse. El evangelio de Marcos y el Apocalipsis sugieren una
comunidad que sufre la amenaza exterior de la persecución. Mateo hace pensar en
una comunidad que necesita comprender su relación con el judaísmo y el Antiguo
Testamento. Pablo describe en sus cartas grupos cristianos problematizados y a veces
divididos. Estudiar la historia del Nuevo Testamento es, de alguna manera, estudiar la
vida de una Iglesia en busca de su propia identidad. Las fases por las que fue pasando
quedan reflejadas en los diversos escritos y, dentro de un mismo libro, en la variedad
de fuentes utilizadas.
Los escritores sagrados reflejan el último estadio del proceso, y por ello no
tienen reparos en adaptar los elementos que consideran oportunos, si ello sirve a su
propósito. No estamos ante una tergiversación de los hechos ni ante una creación
literaria perteneciente al género de la novela histórica, sino ante una descripción de los
hechos que pone de relieve el sentido profundo de los mismos, lo cual no quita valor
histórico a lo narrado ni desautoriza al narrador, sino que hace de él un creyente y un
testigo.
El tercer factor que condiciona la lectura de las cartas paulinas es que su autor
incorpora a las mismas materiales anteriores. Sus referencias al kerigma, los himnos,
los catálogos de vicios y de virtudes, etc., son prestaciones que él toma del ambiente.
Lo mismo que los evangelistas, tomó ciertos materiales y los incorporó a sus escritos,
si bien su labor creadora fue mucho más intensa. Su conciencia religiosa le llevó a
hacer del evangelio algo vivo que había de iluminar la existencia concreta de los
creyentes, dar un sentido a los problemas en los que se debatían y proporcionar una
respuesta a los interrogantes que se planteaban. Todo esto tuvo que hacerlo en un
clima de tensión, ya que había quienes negaban la autenticidad de su apostolado o
ponían en duda su doctrina sobre la libertad frente a la Ley, y quienes soliviantaban a
las comunidades con un cierto laxismo en el orden moral o la predicación de ideas
pregnósticas en el orden doctrinal.
Aunque el autor nos dice para qué escribió el evangelio (20,30-31), la finalidad
y destinatarios del mismo no son fáciles de determinar. La diversidad de teorías
existentes nos lleva a hablar no de uno, sino de varios destinatarios y objetivos. A los
judeocristianos, preocupados por una doble fidelidad –a su fe en Jesús y a la religión
de los padres–, y rechazados por el judaísmo oficial, les exhorta a permanecer fieles a
Jesús, el mecías, que vino a sustituir las fiestas e instituciones hebreas de las que
habían sido excluidos. A todos los cristianos intenta confirmarlos en la fe, sometida a
prueba por las dificultades que encuentran. Tampoco faltan intenciones polémicas
contra los discípulos del Bautista, que pretendían engrandecer su figura a costa de
Jesús, y contra los judíos. Es posible, además, que el autor haya tenido presentes las
corrientes filosófico-religiosas del momento, como el gnosticismo, el mandeísmo o
Filón.
b) Las tres cartas que se relacionan con Juan nos proporcionan importantes
datos sobre la situación de los grupos cristianos en aquel momento. La tercera sale al
frente de un problema interno. El autor critica la conducta inhospitalaria de Diotrefes,
jefe de una comunidad, que se niega a recibir a sus enviados. No se dice cuál es la
razón de la negativa, pero el tenor de la carta deja entrever que se trata de diferencias
doctrinales (vv. 3-4). La segunda está dirigida a una comunidad que tiene problemas
doctrinales por la presencia de quienes negaban la encarnación del Verbo. Frente a
estos recomienda que vivan según la verdad, practicando el mandato del amor y sin
trato con los seductores. El interés de estas cartas reside en que nos informan de la
existencia de una organización misionera en la Iglesia y de la autoridad de un
presbítero sobre varias comunidades.
J.A. Riestra
Diccionario de Teología
Eunsa, Pamplona 2006, pp. 519-526
Sumario
1. Introducción
A partir del siglo IV, los grandes temas de la cristología también fueron
abordados, los concilios ecuménicos a causa de las diversas herejías que
provocaron su convocación.
b) La crisis nestoriana
El 10 de julio llegaron los legados papales que, tras revisar las actas de la
primera sesión, aprueban lo realizado por san Cirilo. El Concilio de Éfeso
intenta convencer a Juan de Antioquía y al no conseguirlo termina
excomulgándole junto con otros 30 obispos. Después de diversas vicisitudes,
Nestorio fue depuesto y enviado al exilio por el emperador, que propició
también el que la fractura que se había producido entre Cirilo y los orientales se
recompusiera en el año 433 con la llamada «Fórmula de unión» (cf. D. 271-
273).
El Concilio de Éfeso no ha elaborado ninguna profesión de fe como hicieron los
dos concilios ecuménicos anteriores, es más, se remite directamente al Credo
de Nicea. Ha hecho suya, sin embargo, la doctrina de Cirilo contenida en su
segunda carta a Nestorio, aprobando la cristología unitaria de Cirilo: la unión
según la hipóstasis del Logos con la carne, la integridad y perfección de las dos
naturalezas de Cristo, la communicatio idiomatum y la confirmación de la
designación de María como theotókos.
Sin embargo, la falta de precisión de algunos de los términos que san Cirilo
había usado, por ejemplo el de fisis, y que por aquella época no estaban aún
claramente definidos y aceptados por todos, continuaron pesando por un
tiempo y provocaron muchas de las reacciones de los teólogos antioquenos
frente a los 12 anatemas de san Cirilo, a quien veían como un apolinarista. No
contribuía a facilitar las cosas el uso de la fórmula «una naturaleza encarnada
del Dios Logos», que san Cirilo atribuía a san Atanasio, pero que como se
comprobó años más tarde era una hábil falsificación de origen apolinarista. A
pesar de que el Concilio de Éfeso y la Fórmula de unión del año 433 habían
afirmado con fuerza la unicidad de la persona de Cristo, esa claridad no fue
suficiente para apaciguar los ánimos y para mantener la unidad de doctrina.
c) La controversia monofisita
d) La crisis monotelita
e) La controversia iconoclasta
4. Conclusión
Bibliografía
?A. Ducay Real (ed.), II Concilio di Calcedonia 1550 anni dopo, Citta del
Vaticano 2003.
?A. Grillmeier, Jesus der Christus im Glauben der Kirche, 2 vols. en 5 t.,
Freiburg i. B. 1986-2002. (Existe una traducción castellana del primer volumen:
Cristo en la tradición cristiana: desde el tiempo apostólico hasta el concilio de
Calcedonia [451], Salamanca 1997).
?A. Grillmeier y H. Bacht (eds.), Das Konzil von Chalkedon. Geschichte und
Gegenwart, 3 vals., Würzburg 1951-1954.
TEOLOGIA SISTEMÁTICA.
M. PONCE CUÉLLAR.