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Los autores de este manual invitan al clínico de la neuropsicología a que utilice este texto
por lo menos de dos formas. La primera pudiese ser descrita como vertical. Es decir, en cada
capítulo que se centra sobre un instrumento neuropsicológico en particular, el clínico puede optar
por ampliar sus conocimientos sobre el mismo. Encontrará en cada capítulo una breve reseña de
como surgió el instrumento y de donde provienen sus raíces. Inmediatamente después, se
presenta el acápite de Administración y corrección del instrumento, así como de las diferentes
versiones del mismo, en el caso que sea necesario.
A esta sección le siguen las diferentes secciones que han sido destinadas a las diversas
condiciones neurológicas. Las principales condiciones incluidas en cada capítulo han sido los
traumatismos cráneo-encefálicos, la enfermedad de Alzheimer y demencias relacionadas, la
enfermedad de Parkinson y demencias relacionadas, la enfermedad de Huntington y demencias
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de origen genético, los accidentes vasculares cerebrales y las demencias vasculares, la epilepsia
y los trastornos convulsivos, la esclerosis múltiple, los efectos de agentes tóxicos, los trastornos
inmunológicos y el virus de la inmunodeficiencia humana, el déficit de atención e hiperactividad,
las discapacidades en el aprendizaje, los trastornos afectivos, la esquizofrenia, el síndrome de
Gilles de la Tourette, la diabetes y otras condiciones sistémicas y el alcoholismo y abuso de
sustancias.
Se invita al clínico que piensa utilizar este manual en su trabajo a que seleccione uno de
los capítulos y que haga una revisión de este, con especial atención a los diferentes acápites y
secciones que se han incluido en el mismo.
También, en tanto dicha información ha estado incluida en el texto del estudio reseñado,
se ha dado información sobre la edad y el nivel educativo de las muestras incluidas en cada
estudio.
Otra forma de utilizar este manual puede ser descrita como horizontal. El marco de
referencia para la exploración neuropsicológica escogido en este texto ha sido denominado
flexible (Spreen y Strauss, 1998; Lezak, Howieson y Loring, 2004; Kaplan, 1988). Es decir, más que
administrarles la misma batería de instrumentos a todos los pacientes, se intenta organizar una
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batería que responda a las características que cada uno de estos trae a la consulta
neuropsicológica, así como la naturaleza de la patología que presenta.
El clínico puede usar este manual como una fuente de información en la configuración de
una batería de instrumentos que esté bien respaldada por la literatura en términos de la condición
que presenta el paciente, su edad y su nivel educativo. Como se podrá ver más adelante,
diferentes instrumentos neuropsicológicos han sido utilizados con mayor o menor frecuencia con
diferentes síndromes y condiciones. La batería de instrumentos seleccionada para una exploración
determinada debería tener el respaldo de la literatura científica y debería estar compuesta por
instrumentos que estén dentro de las capacidades de respuesta del paciente que va a ser
evaluado.
Repasar los diferentes resultados obtenidos por pacientes con diferentes patologías, aún
antes de seleccionar los instrumentos que serán utilizados en una exploración determinada,
también le da al clínico de la neuropsicología la oportunidad de orientarse a la condición, teniendo
una mejor idea de qué déficits se esperan tal y como se reflejan en los resultados de los diferentes
estudios reseñados. Una vez seleccionados los instrumentos y llevada a cabo la exploración
neuropsicológica, el clínico puede hacer referencia a las diferentes secciones de los distintos
capítulos que se enfocan sobre la condición que presenta el paciente recién evaluado.
También es importante, que se familiarice con los instrumentos que no han sido utilizados
para investigar la condición seleccionada, ya que esto puede reflejar que estos instrumentos son
demasiado fáciles o demasiado difíciles para los pacientes que la padecen o que hay otros
factores, como pueden ser la edad y el nivel educativo, que influyen sobre la ejecución de dicho
procedimiento.
Sería difícil determinar con exactitud cual fue el comienzo de la neuropsicología. Muchos
autores citan desarrollos en el campo de la neurología como equivalentes al desarrollo de la
neuropsicología, y datan el comienzo de esta última, al advenimiento de los descubrimientos y
aportes científicos de los neurólogos de los siglos XVIII y XIX. La visión que se ha adoptado en
este manual, es quizás más estrecha y reconoce el advenimiento de la neuropsicología, con el
comienzo de las actividades que llevaron a los psicólogos a aplicar diferentes tipos de tareas,
incluyendo instrumentos psicométricos y procedimientos derivados del laboratorio psicológico, al
estudio de personas que presentaban afectaciones del funcionamiento cerebral.
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Había surgido en la década anterior, una técnica de intervención en el campo del manejo
de pacientes con serios trastornos mentales, la cual aparentó ser en sus inicios relativamente
inocua, pero que resultó ser mucho más invasiva de lo que originalmente se pensó. En 1936, el
neurólogo portugués, Antonio Caetano de Abreu Freire, bautizado por su padrino como Egas
Moniz, por el héroe portugués de la resistencia en contra de los moros, introdujo un revolucionario
procedimiento para el manejo de pacientes psicóticos, que involucraba el desconectar partes
principales del cerebro de la materia blanca y por lo cual fue denominado leucotomía frontal. No
había lugar a dudas, que este procedimiento surtía un efecto importante sobre los síntomas
psicóticos de los pacientes, que eran sometidos al mismo. Egas Moniz recibió el premio Nóbel de
Medicina en 1949 por este aporte (Valenstein, 1986).
Fue dentro del contexto de la popularización de las lobotomías prefrontales en los Estados
Unidos que Halstead (1947), propuso el concepto de inteligencia biológica para contrarrestar
quizás las afirmaciones que se hacían en esa época de que las lobectomías pre-frontales, no eran
nocivas para la inteligencia y el desenvolvimiento de los pacientes sometidos a las mismas. Cabe
notar que en la época en que Halstead llevó a cabo sus investigaciones, todavía predominaba en
la valoración de la inteligencia una versión de las escalas de inteligencia desarrolladas
inicialmente por Binet y Simón, la cual, en los niveles de evaluación del adulto, estaba cargada de
forma predominante por material previamente adquirido, del tipo que posteriormente se denominó
inteligencia cristalizada.
Postuló que la inteligencia biológica era función del cerebro y esencial en muchas formas
de conductas adaptativas. Según él, si bien la inteligencia biológica estaba distribuida por todo el
tejido cerebral, no lo estaba de igual manera, teniendo efectos de localización, con la mayor
influencia ejercida por la corteza de los lóbulos frontales, los cuales hasta entonces eran
considerados áreas silentes. No obstante, estos eran, según Halstead, los órganos de la
civilización-la base de la desesperación del hombre y de su esperanza para el futuro (1947,
p.149). La inteligencia biológica, según este investigador, puede ser perturbada por las lesiones
cerebrales
ocurren en las lobotomías, no perturban las funciones reflejadas por el Índice de impedimento
(p.148).
Sin embargo, los hallazgos relacionados con las lobectomías pre-frontales fueron
descritos de forma muy diferente. En primer lugar, Halstead (1947) afirmó:
Se encontró que el Índice de Impedimento promedio para las lobectomías frontales fue aproximadamente
seis veces más que el de sujetos controles normales y aproximadamente tres veces el de las lobectomías
no frontales (p. 148).
Otras conclusiones de este mismo autor que continúan siendo relevantes en el campo de
la neuropsicología, aún en la actualidad, fueron que la inteligencia psicométrica, el lenguaje y las
funciones sensoriales y motoras son independientes del Índice de Impedimento. En su trabajo
con pacientes lobotomizados y lobectomizados, Halstead sentó las bases definitivas para el uso
de los procedimientos derivados de la psicología con el fin de valorar y comprender los procesos
del funcionamiento cerebral y el deterioro orgánico. A través del texto de este manual, esta
relación se hace cada vez más clara y se refina en función de la gran cantidad de información que
se ha acumulado en este sentido desde que Halstead hizo sus aportes.
Reitan (1959), contrario a Halstead (1947), encontró diferencias entre pacientes con
lesiones focalizadas en el hemisferio izquierdo y pacientes con lesiones focalizadas en el
hemisferio derecho. Indicó que la presencia de síntomas de disfasia eran consistentes con la
presencia de lesiones en el hemisferio izquierdo, mientras que la presencia de la dispraxia viso-
constructiva era mayor en pacientes con lesiones en el hemisferio derecho.
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En relación al TMT, este autor señaló que la presencia de una peor ejecución en la Parte
B del mismo estaba relacionada con la presencia de una lesión en el hemisferio izquierdo. Reitan
y Kløve (1959) indicaron que la ejecución en el TEST DE DESTREZA DACTILO-MOTRIZ,
denominado originalmente en inglés FINGER TAPPING TEST (FTT), con una u otra mano era
capaz de identificar lesión en el hemisferio contra-lateral.
Otro dato importante mencionado por Reitan (1959), es que el índice de impedimento de
Halstead, diferenció entre pacientes lesionados cerebrales y no lesionados cerebrales, mejor que
cualquiera de las medidas derivadas de la ESCALA DE INTELIGENCIA WECHSLER BELLEVUE
(WB; 1939). En este sentido, Reitan (1959) demostró, al igual que Halstead (1947), que las
medidas neuropsicológicas guardaban una relación de cierta independencia con la inteligencia
psicométrica.
En primer lugar, se refiere a la toma de conciencia de Babcock (1930; McFie, 1975) que
algunas funciones, como por ejemplo el vocabulario, son resistentes al deterioro causado por
factores orgánicos. Otras, sin embargo, como por ejemplo, el aprendizaje de material nuevo, son
muy susceptibles a responder al deterioro orgánico. McFie (1975) cita también a Weisenburg, Roe
y McBride (1936) quienes estudiaron una muestra de controles normales y dos muestras de
pacientes.
McFie (1975) indicó que Weisenburg, Roe y McBride (1936), encontraron que los
controles saludables tenían un perfil relativamente consistente, en su ejecución de las diferentes
tareas a las cuales fueron sometidos. Por otro lado, el vocabulario se mantenía estable y las
funciones no-verbales decaían mucho antes que este. Aunque en sus estudios con pacientes
lobotomizados y lobectomizados Halstead (1947) no encontró efectos relacionados con el
funcionamiento diferencial de ambos hemisferios cerebrales, Weisenburg, Roe y McBride (1936)
encontraron también, según McFie (1975), que los pacientes con lesiones en el hemisferio
izquierdo tendían a tener peores puntuaciones en tareas de lenguaje, mientras que los pacientes
con lesiones del hemisferio derecho tenían dificultades en la aritmética, así como en algunas
funciones no-verbales.
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Weisenburg, Roe y McBride (1936) llegaron a la conclusión, tal y como indica McFie
(1975), de que el perfil de los controles saludables no mostraba gran diferencia en el desarrollo de
las diferentes habilidades. Sin embargo, los pacientes con lesiones cerebrales focalizadas
mostraban afectaciones diferenciales, según la localización de la lesión.
Kløve (1974), reseñó un número de investigaciones que seguían la línea comenzada por
Reitan (1959). A tal efecto, Kløve (1974) comenzó su capítulo con la siguiente afirmación:
Una presunción fundamental de la neuropsicología clínica es que la medida sistemática de las funciones
intelectuales, motoras y sensoriales con una batería apropiada y estandarizada de tests provee la base a
partir de la cual se pueden hacer inferencias sobre la integridad orgánica del cerebro (p.211).
Las primeras investigaciones reseñadas por Kløve (1974) fueron las llevadas a cabo por
Halstead (1947), las cuales ya han sido referidas en este capítulo. Según Kløve (1974), Vega y
Parson (1967) ya habían llevado a cabo una investigación en la cual validaron varios de los tests
utilizados por Halstead (1947) con una muestra de 50 pacientes lesionados cerebrales y 50
controles saludables. Solamente uno de los instrumentos seleccionados, una tarea que requería
estimar el tiempo, no diferenció entre ambos grupos con un nivel de confiabilidad de p < 0.001.
Kløve (1974) destacó también los resultados de una investigación que había llevado a
cabo en Noruega y donde se comparó la ejecución de una muestra de lesionados cerebrales con
la de otra muestra de controles saludables. Se incluyeron en este estudio, además, una muestra
de lesionados cerebrales norteamericanos y otra de controles saludables, del mismo origen. Los
resultados de este estudio identificaron diferencias significativas entre ambos grupos de
lesionados cerebrales con ambos grupos de controles saludables. Los antecedentes étnicos de los
grupos no arrojaron diferencias significativas.
En el HCT, por ejemplo, el grupo de pacientes lesionados cerebrales, pero con hallazgos
neurológicos negativos, cometieron un promedio de 66.70 errores. Los pacientes con lesiones
cerebrales con hallazgos positivos en el examen neurológico cometieron un promedio de 59.73
errores. La diferencia entre estas dos medias no fue significativa, según Kløve (1974).
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Los controles saludables cometieron un promedio de 42.97 errores en el HCT. Este valor
difirió significativamente de las medias obtenidas por ambos grupos de pacientes. Las mismas
relaciones fueron encontradas por Kløve (1974) en términos de la ejecución de estos tres grupos
con la mano dominante en el FTT. En relación a estos dos instrumentos, así como con los demás
incluidos en la batería utilizada en este estudio, el examen neurológico resultó ser muy inferior a la
exploración neuropsicológica en su capacidad de aportar al diagnóstico de lesión cerebral en los
pacientes incluidos en el mismo.
Meier (1974) indicó que la búsqueda de la organicidad era característica del papel
desempeñado por la psicología clínica con pacientes psiquiátricos. Sin embargo, a medida que los
psicólogos entraron en el mundo de la neurología, como había sido el caso con Halstead (1947) y
Reitan (1959), los diagnósticos entonces ya descritos como neuropsicológicos tenían que tener un
mayor grado de especificidad y contribuir a la localización de la lesión o daño cerebral, así como a
la identificación de su naturaleza. En este sentido, Meier (1974) señaló que:
Profundizando sobre este tema, Meier (1974) continuó diciendo que el criterio externo de
la exploración neuropsicológica radicaba en el diagnóstico neurológico, permitiendo el desarrollo
de instrumentos que brindasen una buena descripción de las consecuencias conductuales
asociadas con diferentes tipos y localizaciones de lesiones o daño cerebral. Se ha llegado,
continuó Meier (1974), a poder inferir la presencia y el curso de la neuropatología subyacente de
la lesión o daño cerebral sobre los fundamentos del patrón de resultados obtenidos en los
instrumentos neuropsicológicos.
Para Meier (1974), las baterías utilizadas en este proceso diagnóstico incorporaban dos
niveles de análisis, el psicológico y el neurológico. El nivel psicológico de análisis incluía procesos
cognitivos, de memoria y perceptual-motores, mientras que el nivel neurológico incorporaba la
valoración de procesos sensorio-motores y de supresión. En este sentido, Meier (1974)
recomendó que ya que la neurología había tradicionalmente hecho hincapié sobre la exploración
de procesos sensorio-motores en el diagnóstico de lesiones o daño cerebral, la neuropsicología
debiese ocuparse más del desarrollo de instrumentos cognitivos, ya que nuestra contribución más
coherente al diagnóstico se hará probablemente en ausencia de hallazgos neurológicos objetivos
(p. 292).
Con el propósito de lograr esto mejor, Meier (1974) sugirió el uso de tres ejes de
localización de los datos obtenidos por medio de la aplicación de los instrumentos
neuropsicológicos. El primer eje de localización sugerido por Meier (1974) fue el eje de lateralidad.
En relación al mismo, Meier (1974) indicó que la localización de la lesión en términos del
hemisferio en la cual se encontraba era la primera pregunta planteada por las fuentes de
referimiento.
El segundo eje de localización descrito por Meier (1974) fue el eje céfalo-caudal.
Este tiene que ver con la localización de lesiones o daño cerebral en regiones anteriores o
posteriores del cerebro. Meier (1974) se refiere a los postulados formulados por Reitan (1959),
mencionados con anterioridad en este texto, como ejemplos de intentos de localización de
lesiones de acuerdo al eje céfalo-caudal. Así, Meier (1974) le recordó al clínico de la
neuropsicología las inferencias sobre localizaciones izquierda anterior, izquierda posterior,
derecha anterior y derecha posterior presentadas por Reitan (1959) utilizando los instrumentos
previamente empleados por Halstead (1947), la WB, así como otros instrumentos de diseño
propio.
En este sentido, Halstead (1947) también describió una serie de hallazgos que podían ser
utilizados como validación inicial del eje céfalo-caudal. Por ejemplo, en relación al HCT, este autor
señaló que el número promedio de errores cometidos por una muestra de 30 controles saludables
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fue 37.22, mientras que 28 pacientes con lesiones frontales cometieron un promedio de 94.50
errores. Una muestra de pacientes con lesiones no-frontales cometieron un promedio de 72.30
errores en este procedimiento. Las diferencias entre las medias obtenidas por fueron descritas
como significativas a nivel de p = 0.033.
Meier (1974) también se refirió a un eje de localización que denominó eje vertical. Sobre
este eje, este autor solo propuso la recomendación de que se estudiasen los patrones
conductuales asociados con lesiones dentro de las dimensiones cortical-subcortical y transcortical.
Esto, según Meier (1974), pudiese llevar al desarrollo de mejores baterías con un mayor nivel de
sensitividad empírica dentro del modelo de diagnóstico neuropsicológico.
Esta línea de pensamiento comenzada por Meier (1974) ha sido continuada a través del
desarrollo histórico de la neuropsicología y se refleja claramente en los Modelos de
interpretación que se han esbozado más adelante en este texto.
Durante su trabajo inicial, Reitan (1959), siguiendo la tradición forjada por Halstead
(1947), buscaba establecer un valor, por medio de sus exploraciones neuropsicológicas, que
denominó puntuación de corte. Es decir, el valor a partir del cual se empezaba a sospechar la
presencia de lesión o daño cerebral en un instrumento determinado. Este valor se establecía de
forma actuarial, es decir, a partir de las diferencias obtenidas entre la ejecución de controles
saludables y la de pacientes con lesión o daño cerebral verificado independientemente.
Por ejemplo, Reitan (1959) sugirió que si los pacientes cometían 51 o más errores en el
HCT, caían dentro del rango de impedimento o dentro de lo esperado en pacientes con lesiones o
daño cerebral. Este valor surgió de los datos acumulados por Reitan examinando muestras de
pacientes con y sin daño cerebral.
Otro aporte importante de Russell, Neuringer y Goldstein (1970) les fue sugerido por
Phillip M. Rennick y tuvo que ver con el uso de un sistema de gradación de las puntuaciones
obtenidas. Es decir, en el ejemplo propuesto anteriormente sobre la puntuación de corte de 51
errores sugerida por Reitan (1959) en relación al HCT, se hiciese muy difícil, si no imposible,
diferenciar la ejecución de un paciente quien presentase un déficit leve de uno cuyo déficit y
presumiblemente su lesión, fuesen mucho más severos.
En este sentido, aún cuando Reitan (1959) merece la distinción de haber roto con la
tradición de organicidad a favor de un modelo netamente neuropsicológico, todavía había vestigios
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del modelo anterior, en tanto la presencia o ausencia de lesión o daño cerebral era dicotómica, sin
tomar en cuenta los grados de severidad de la misma. A tal efecto, Russell, Neuringer y Goldstein
(1970) ofrecieron un modelo para determinar cuan lejos de la ejecución normal o promedio se
encontraba la ejecución de un paciente en particular en cada uno de los instrumentos incluidos en
una batería de tests neuropsicológicos.
Por supuesto, si había diferencias entre los niveles entre partes de un mismo instrumento,
o entre instrumentos, esto se prestaba a una mejor interpretación en términos de localización. Así,
una puntuación de 31 segundos en la Parte A del TMT, correspondiente a un Nivel 1 en el sistema
de Russell, Neuringer y Goldstein (1970) y una puntuación de 137 segundos en la Parte B,
correspondiente a un nivel 3 en el mismo sistema, eran fácilmente interpretables como sugestivas
de una disfunción relacionada con el hemisferio izquierdo, según los postulados enunciados por
Reitan (1959).
Otra ventaja del sistema de interpretación de resultados propuesto por Russell, Neuringer
y Goldstein (1970) tiene que ver con la misma esencia de los resultados que se pueden derivar de
los diferentes instrumentos neuropsicológicos. Siguiendo los ejemplos utilizados hasta ahora, tanto
en el HCT, que arroja una puntuación basada en el número de errores cometidos, como en el
TMT, que utiliza el tiempo en que se ejecutó la tarea como puntuación de la misma, a mayor
puntuación más alto es el nivel de severidad. Es decir, mientras más errores o más tiempo, peor
es la respuesta.
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Esto, sin embargo, no es así con muchos de los instrumentos incluidos en una batería
neuropsicológica. Por ejemplo, Russell, Neuringer y Goldstein (1970) incluyeron el subtest de
Clave de números del WAIS como parte de su batería. Esta medida, contrario a los otros dos
instrumentos mencionados en este ejemplo, tiene una mayor puntuación mientras mejor es la
ejecución y el grado de severidad del hallazgo es también menor.
Más adelante, Rennick rediseñó la escala con cinco rangos, convirtiéndola en una escala
del tipo Likert, con un punto central en la misma, al ser un número impar las opciones que
brindaba. Rennick también le dio un calificativo a cada uno de los Rangos de severidad, de
suerte que al Rango de severidad 0, el de menor grado de disfunción o impedimento, se le
denominó, Promedio Alto.
Esta ha sido otra de las diferencias fundamentales que han existido entre la exploración
psicológica y la exploración neuropsicológica. En la primera, por ejemplo, se busca la magnitud de
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las diferencias individuales, de suerte que una puntuación puede ser descrita como promedio,
superior al promedio o, inclusive muy superior al promedio. En la medición de la inteligencia, la
exploración psicológica deja espacio para ejecución a nivel de superdotado. No es así el caso con
el modelo de exploración neuropsicológica expuesto aquí, el cual busca diferencias sutiles en la
dirección de identificar patología.
Ubicar la ejecución normal dentro del Rango de severidad 1 tenía también sus ventajas.
Es decir, se podían sumar los valores de cada Rango de severidad obtenidos en los diferentes
instrumentos usados en la batería y se podía dividir esta cantidad por el número de instrumentos
utilizados en la misma, arrojando un promedio que se podía utilizar como Índice de promedio de
severidad, el cual podía describir el funcionamiento general del paciente en un momento
determinado.
En relación al uso de baterías fijas, Shenal et al. (2001) resaltaron las ventajas del empleo
de este enfoque de evaluación neuropsicológica, fundamentándose en que el mismo permitía la
identificación de una ejecución pobre, basados en datos normativos, comunes a todos los
componentes de la batería utilizada. Resaltaron también, su utilidad en el sentido de que el uso de
protocolos fijos, permite hacer un seguimiento del paciente a lo largo del curso de su condición o
enfermedad. No obstante, estos autores indicaron que el uso de un protocolo fijo corre el riesgo
del efecto de la práctica y los datos recabados pueden estar viciados por este fenómeno.
Shenal et al. (2001) recomiendan el uso del otro tipo de enfoque de evaluación
neuropsicológica, el cual surgió paralelamente al desarrollo histórico reseñado con anterioridad.
Este ha sido descrito por estos autores como flexible. En un sentido muy real, Shenal et al. (2001)
expresaron preocupación por el tiempo que tradicionalmente ha sido necesario invertir con el fin
de llevar a cabo una batería extensa. Señalan también que un enfoque fijo puede no estar a tono
con la condición que sufre el paciente y corre el riesgo de fatigar innecesariamente al mismo.
Durante todo el tiempo que transcurrió durante el desarrollo de la tradición forjada por los
discípulos de Halstead, se han hecho contribuciones considerables al estudio de la relación
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El clínico familiarizado con este campo se preguntará dónde han quedado las
contribuciones de ese otro padre de la neuropsicología, Alexandr R. Luria. Estas van a ser
reseñadas con amplitud en relación a los modelos de interpretación neuropsicológica que se
describen más adelante en este material.
En 1983, Benton y sus colaboradores (Benton et al., 1983) publicaron la primera edición
de su obra Contribuciones a la valoración neuropsicológica: Manual clínico. Este se convirtió en el
manual de la serie denominada Tests del Laboratorio de Benton, dentro de los cuales se
encuentran el TEST DE RECONOCIMIENTO DE ROSTROS, el TEST DE ORIENTACIÓN DE
LINEAS, el TEST DE DISCRIMINACIÓN VISUAL DE FORMAS, el TEST DE APRENDIZAJE
SERIADO DE DÍGITOS, el TEST DE CONSTRUCCIÓN TRI-DIMENSIONAL, así como el TEST
DE ORIENTACIÓN TEMPORAL
Edith F. Kaplan ha sido otra de las grandes contribuyentes a las técnicas de exploración
neuropsicológica. Aunque es psicóloga de formación básica, Edith F. Kaplan ha tenido una gran
influencia sobre el desarrollo de instrumentos para el diagnóstico de la afasia. Kaplan fue co-
autora, junto con Harold Goodglass del TEST DE BOSTON PARA EL DIAGNOSTICO DE LA
AFASIA (Goodglass y Kaplan, 1972, 1983, 1996). Este instrumento, aunque se ha mantenido
primordialmente como herramienta de la fonoaudiología, ha tenido un gran impacto sobre la
exploración de la relación cerebro-conducta.
El enfoque propuesto por Kaplan (1988), se puede describir como intermedio entre el
enfoque o método clínico que propuso A.R. Luria (1966), en el cual se prescindía de todo tipo de
instrumento tipificado, y el enfoque estrictamente actuarial propuesto por Reitan (1959). En este
último, el neuropsicólogo hacía sus interpretaciones sin haber visto al paciente o haber estudiado
su historial.
Estos instrumentos han sido incluidos en este manual. Rey (1964) desarrolló, además,
toda una batería de instrumentos, incluyendo procedimientos de valoración del aprendizaje de
figuras (Spreen y Strauss, 1991) y la detección de la tendencia a fingir (Spreen y Strauss, 1998),
entre otros.
Modelos de interpretación
Uno de los retos más difíciles que plantea la neuropsicología en sus aspectos
diagnósticos, radica en darle sentido a los datos que se obtienen por medio de diferentes
combinaciones de instrumentos que se le pueden administrar a un paciente determinado, dentro
del marco de la filosofía ecléctica y flexible que se ha propuesto en este manual.
Una de las herramientas conceptuales que ha sido útil en la experiencia clínica ha sido la
interpretación de los resultados obtenidos en los diferentes instrumentos administrados a un
paciente, por medio de modelos de funcionamiento cerebral. Se hace la aclaración en este
momento, que la exploración neuropsicológica está destinada a la evaluación de funciones, y la
forma de alterarse como producto de las diferentes condiciones que pueden afectar las distintas
regiones o áreas del cerebro.
Con el objetivo de obtener una visión coherente de los resultados obtenidos por un
paciente en un conjunto de instrumentos neuropsicológicos, el clínico de la neuropsicología debe
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poseer una serie de esquemas a los cuales pueda incorporar de forma organizada los resultados
obtenidos. Si bien estos esquemas pueden surgir de modelos de funciones cerebrales que se
encuentran en la literatura, también hay que estar al tanto de los resultados de las investigaciones
que les dan validez a estos modelos en relación a cada uno de los instrumentos utilizados.
Este es, precisamente, uno de los aspectos en que este manual pretende ser útil para el
clínico de la neuropsicología. A través de los diferentes acápites que los componen, se ha hecho
un esfuerzo de entrenar al clínico en la interpretación de los diferentes instrumentos reseñados,
haciendo alusión, a través del texto y la docencia, a los modelos de funcionamiento cerebral e
interpretación neuropsicológica que se han adoptado para fines de este manual.
Aunque este eje de interpretación, tal y como lo planteó Meier (1974), no fue el primero, ni
al que se le dedicó más espacio, se incluye como primero en este acápite de interpretación de los
resultados de las puntuaciones de los instrumentos neuropsicológicos ya que se refiere a la
capacidad del cerebro para activarse y sostener la activación dentro del proceso de la atención.
Este eje de interpretación, de la manera en que se expone en este manual, fue derivado del
trabajo de Alexandr R. Luria (1974).
Como se mencionó con anterioridad, Luria (1974) describió las actividades cerebrales
dentro del marco de tres unidades funcionales, dos de las cuales serán revisadas en la próxima
sección de este acápite en relación al eje de interpretación anterior-posterior. Opuesto al uso de
instrumentos psicométricos, como recordará el clínico, el aporte de Luria al campo de la valoración
neuropsicológica, como se perfila en este texto, ha sido indirecto, aunque sumamente importante.
Mirsky et al. (1991) desarrollaron un modelo de atención que se basa en las ideas que
Luria (1974) presentó en relación a la Unidad funcional I, pero va mucho más allá. De manera
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consistente con las ideas esbozadas por Luria (1974), el modelo de Mirsky et al. (1991) es un
modelo de activación cerebral. El primer proceso propuesto por Mirsky et al. (1991) fue el de
enfocar y ejecutar eficientemente.
Es decir, el proceso por el cual la atención es dirigida a los aspectos relevantes del
estímulo y la rapidez con que se efectúa una respuesta adecuada frente al mismo. Se incluye
dentro de este proceso el tiempo de reacción, tanto simple, como con escogencia, es decir,
cuando la respuesta no es siempre igual, si no, que está condicionada por las características del
estímulo que la evoca.
Según Mirsky et al. (1991), el subtest de Clave de números de las diferentes versiones
de las escalas de inteligencia generadas en la tradición establecida por David Wechsler es una
buena medida de este nivel del proceso de activación y atención. En nuestra experiencia clínica,
después de haber visto varios miles de casos neuropsicológicos, el TEST DE SIMBOLOS Y
DIGITOS (SDMT; Smith, 1982; 2002) puede ser también considerado como sensitivo a este
aspecto del proceso de atención.
Mirsky et al. (1991) indicaron también que el TMT era otra buena medida de este proceso,
especialmente la Parte A del mismo. Otro de los instrumentos descritos por Mirsky et al. (1991)
como sensitivos a este nivel del proceso de atención fue el TEST DE COLORES Y PALABRAS
DE STROOP (STROOP COLOR AND WORD TEST; SCWT; Golden, 2001; Goleen y Freshwater,
2002).
El segundo proceso que tiene lugar cuando el cerebro se activa tiene que ver con la
capacidad de sostener dicha activación y por ende la atención focalizada a través del tiempo.
Este proceso no fue incluido formalmente en las consideraciones de Luria (1974), aunque Mirsky
et al. (1991) lo proponen como tan importante que han desarrollado un nuevo enfoque de
exploración por medio de las tareas de ejecución continuada (Rosvold et al., 1956).
El tercer nivel del proceso de atención identificado por Mirsky et al. (1991) tiene que ver
con pasar la información del proceso de la atención a la memoria de trabajo o codificar la
información. Los diferentes instrumentos que requieren consolidación de la información y el
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aprendizaje incidental son sensitivos a trastornos en este nivel del proceso de la atención. Por
ejemplo, el subtest de Clave de números de las escalas de inteligencia pertenecientes a la
tradición establecida por David Wechsler y el SDMT son sensitivos al nivel de enfocar y ejecutar
eficientemente.
Sin embargo, estos instrumentos son también buenas medidas de aprendizaje incidental,
ya que no es suficiente que los pacientes respondan con rapidez, si no que recordar qué número
va con cada símbolo facilita la tarea. Este proceso refleja el componente de codificar la
información para ser retenida al menos momentáneamente y utilizarla para agilizar las
respuestas. La reproducción de memoria del TFCR refleja también esta función de codificación de
la información, conjuntamente con el aprendizaje de la lista de palabras del TAVR. La mayoría, si
no todos los subtests de la ESCALA DE MEMORIA DE WECHSLER-III (WMS-III; Wechsler, 1997,
2004) estarían incluidos también dentro de este nivel de funcionamiento.
El cuarto nivel del proceso de atención contemplado por Mirsky et al. (1991) ha sido
descrito en términos de la necesidad de cambiar la atención adaptativamente en respuesta a los
cambios del medio ambiente, así como la tendencia a resistir la perseveración. Según Mirsky et
al. (1991) este proceso está mediado por los lóbulos frontales y pertenece, en cierto sentido, al
conjunto de las funciones ejecutivas.
Para fines de este manual, la interacción entre la activación cerebral dentro de los
diferentes niveles del proceso de atención propuestos por Mirsky et al. (1991), como procesos
ascendentes y las funciones regulatorias o ejecutivas que descienden del lóbulo frontal son
fundamentales a este eje de interpretación.
El primero tiene que ver con el uso preferencial y más hábilmente de uno u otro lado del cuerpo,
ya sea la mano, el pie, el ojo, o inclusive el oído. El segundo se refiere a la localización de
procesos en los hemisferios cerebrales.
Las afirmaciones de Reitan (1959) y de Reitan y Kløve (1959) sobre los patrones
diferenciales de funcionamiento en la WB, así como los hallazgos descritos por Matarazzo (1972)
y los de autores tales como McFie (1975), sobre el WAIS. A través de su desarrollo, la
neuropsicología ha intentado darle el frente al tema de la localización cerebral de funciones, así
como a la contribución de ambos hemisferios a la adaptación del paciente. Este es un tema que se
va a presentar de forma recurrente en muchos de los capítulos de este manual de evaluación
neuropsicológica.
Poeck (1969) abordó el tema de la asimetría funcional del cerebro, término que se le ha
dado a los hallazgos diferenciales en los instrumentos neuropsicológicos que obtienen pacientes
con lesiones o disfunciones en uno u otro hemisferio cerebral. La neurología del siglo XIX fue dada
a calificar al hemisferio izquierdo como dominante, por su papel en funciones tan netamente
humanas como son el habla y el lenguaje. Poeck (1969) hace referencia a la relación clásica entre
el habla y el lenguaje y las afectaciones del hemisferio izquierdo, pero menciona también los
orígenes en el hemisferio derecho de disfunciones en la orientación espacial, praxis constructiva y
la percepción táctil y visual de patrones no-verbales complejos.
Por ejemplo, en relación al reconocimiento auditivo, Poeck (1969) cita los trabajos de
Brenda Milner con pacientes quienes habían sido sometidos a lobectomías temporales para el
tratamiento de la epilepsia refractaria a los medicamentos. Según él, Milner señaló que los
pacientes sometidos a lobectomías temporales izquierdas tenían mayor dificultad en el
reconocimiento de estímulos verbales, mientras los que habían sido sometidos a lobectomías
temporales derechas tenían mayores dificultades con los aspectos de ritmo y tono. En este
sentido, este autor concluyó: Estos resultados sugirieron que el lóbulo temporal derecho juega un
papel crítico en la percepción de ciertos estímulos noverbales (p. 24).
Más adelante, sin embargo, Poeck (1969) comunicó hallazgos de autores tales como
Doreen Kimura, Brenda Milner, Enio De Renzi y Elizabeth Warrington, al efecto de que las
lesiones en el lóbulo temporal derecho interferían con el reconocimiento de figuras geométricas
simples, grupos de puntos, figuras sin sentido súper impuestas unas a otras, así como otros
estímulos visuales complejos.
Como se verá en relación al TRVB, se pensó que, por sus características, este
instrumento iba a ser fundamentalmente una medida del funcionamiento del hemisferio derecho.
Sin embargo, las investigaciones reseñadas en relación al mismo no validan necesariamente esta
presunción y se ha avanzado la explicación de que, es posible, que las figuras que constituyen
este instrumento son capaces de ser verbalizadas y, por lo tanto, el hemisferio izquierdo puede
contribuir a su memoria, posteriormente al ser retiradas estas para su reproducción.
De acuerdo a Kaplan (1988), los pacientes con lesiones vasculares cerebrales localizadas
en el hemisferio izquierdo muy pocas veces rompían la configuración (gestalt) de la
representación. Los pacientes con lesiones localizadas en el hemisferio derecho, por el contrario,
casi siempre rompían la configuración o gestalt, al igual que los pacientes comisurotomizados
cuando ejecutaban la tarea con la mano izquierda.
En el subtest de Rompecabezas, también del WAIS-R, Kaplan (1988) indicó que los
pacientes con lesiones en el hemisferio izquierdo intentaban construir las figuras a partir del
contorno o bordes de las mismas, mientras que los pacientes con lesiones focalizadas en el
hemisferio derecho intentaban hacer el arreglo fundamentado en los detalles internos. De acuerdo
a Kaplan (1988), por ejemplo, los pacientes con lesiones en el hemisferio derecho tenían menos
dificultades con la composición del reactivo del perfil, dado que este depende en gran parte en la
percepción del contorno. Es interesante notar que Lezak, Howieson y Loring (2004) describen el
24
En relación a la función nominativa del lenguaje, según Kaplan (1988), las fallas no
parafásicas de los pacientes con lesiones en el hemisferio derecho son habitualmente el resultado
de distorsiones perceptuales. Las fallas de los pacientes con lesiones localizadas en el hemisferio
izquierdo son, habitualmente, parafásicas en su naturaleza. En estos casos, el paciente produce
una palabra relacionada fonológicamente con el reactivo (parafasia literal) o conceptualmente
relacionada con el mismo (parafasia verbal). Esta autora se refirió al TEST DE VOCABULARIO
DE BOSTON (BNT; Kaplan, Goodglass y Weintraub, 1983, 1996) como ejemplo de tarea de
función nominativa del lenguaje en la cual se encontraban estos tipos de errores.
En términos de los procesos de atención visual, Kaplan (1988) describe este proceso
como errático en pacientes que han sufrido una lesión en el hemisferio derecho. Estos tienden a
omitir estímulos en el campo visual izquierdo y a ser menos hábiles en detectar figuras que letras.
En esta misma función, de acuerdo a esta autora, los pacientes con lesiones en el hemisferio
izquierdo tienden a ser más sistemáticos y eficientes en el rastreo visual y tienden a detectar con
mayor facilidad figuras geométricas que letras.
Estos autores indican que parece ser que la relación entre las partes y el todo es superior
en el hemisferio derecho, y citan esencialmente los mismos ejemplos mencionados por Kaplan
25
(1988) en la ejecución del subtest de Cubos del WAIS-R. Springer y Deutsch (1998) hacen
referencia también a estudios llevados a cabo por Michael Gazzaniga en los cuales los pacientes
pueden dibujar un cubo tridimensional con ambas manos antes de ser intervenidos con la
comisurotomía, pero lo pueden dibujar de la misma manera solamente con la mano izquierda
después de la intervención.
Por otro lado, según Springer y Deutsch (1998), la superioridad del hemisferio derecho en
la realización de tareas viso-espaciales radica en su forma de manejo de información a través de
procesos sintéticos y holísticos.
No siempre está el lenguaje intacto cuando hay una lesión en el hemisferio derecho. De
acuerdo a Walsh y Darby (1999), cuando hay una lesión derecha, la ejecución de los pacientes en
pruebas de afasia puede ser adecuada, pero un escrutinio más detallado revela la presencia de
dificultades en aspectos del lenguaje, tales como el procesamiento de material lingüísticamente
complejo o con alto contenido ideatorio.
material verbal, sea este adquirido visual o auditivamente. Por el contrario, las lesiones del lóbulo
temporal derecho se asocian con dificultades en el manejo de material no-verbal, ya sea
presentado visual o auditivamente.
El eje de interpretación anterior-posterior tiene que ver con la relación entre la parte
posterior del cerebro, depositaria de información y la parte anterior, responsable por la
planificación y ejecución de la acción. En la debida comprensión de esta relación, es necesario
contar, una vez más, con el aporte de Alexandr Romanovich Luria.
Adyacente a cada zona primaria en cada lóbulo se encuentra una zona secundaria,
responsable por el procesamiento de la información en términos de sus características
perceptuales. Es decir, en términos de discriminación, por ejemplo. Así, la zona secundaria del
lóbulo temporal izquierdo, el área de Wernicke, sería responsable, según Luria (1966, 1974) por la
discriminación de fonemas o lo que este autor llamó la audición fonémica.
intra-modal, es decir auditivo o visual o somatosensorial, sin cruzar de una avenida de entrada de
la información a otra.
La memoria puede ser consolidada a través de varios ensayos. Tal es el caso con el
TAVR. En este instrumento, el paciente escucha una lista de 15 palabras y debe repetir las que
pueda al final de la presentación. Este procedimiento se repite cuatro veces más y se le pide al
paciente cada vez que repita cuantas palabras se recuerde.
A partir de la revisión llevada a cabo por Elbert W. Russell (1975) de la WMS, se incorporó
el concepto de memoria inmediata y memoria diferida o dilatada. Esto se ha reflejado en las
diferentes revisiones que se han hecho de este instrumento (Wechsler, 1987, 1997).
La memoria está sujeta también al contenido del material a ser recordado. La memoria
auditiva parece ser menos eficiente que la memoria semántica, en la cual la información a ser
recordada está hilada por el significado. Tradicionalmente se ha utilizado el subtest de Memoria
lógica de las diferentes versiones de la escala de memoria desarrollada por Wechsler (1945,
1987, 1997, 2004) como ejemplo de este tipo de memoria.
Esta tarea se puede comparar con la del subtest de Dígitos de las diferentes versiones de
la escala de inteligencia desarrollada por Wechsler (1939, 1955, 1981, 1997, 1999) en el cual no
hay un elemento de sentido o significado para hilar los diferentes segmentos, en este caso dígitos,
28
de información que deben ser recordados. Lo mismo puede ocurrir con la primera presentación de
la lista de palabras del TAVR, las cuales tampoco tienen una relación semántica entre ellas.
El material a ser recordado puede ser lingüístico o verbal, o puede ser del tipo de figuras,
las cuales se pueden prestar o no a ser verbalizadas. Mientras que esto parece ser un problema
con los reactivos del TRVB, no parece ser así con el TFCR, cuyas partes parecen ser mucho más
resistentes a ser verbalizadas.
La memoria verbal que ha estado incorporada por mucho tiempo parece ser mucho más
resistente al deterioro o a las disfunciones cerebrales. Generalmente, como se verá en temas
subsiguientes en este manual, estas memorias se pierden solamente cuando hay un deterioro de
las regiones posteriores del cerebro como resultado de procesos degenerativos del tejido cerebral
mismo, como se ha comprobado en el caso de la enfermedad de Alzheimer. El subtest de
Vocabulario de las diferentes escalas de inteligencia diseñadas por Wechsler ha sido un buen
ejemplo de este fenómeno.
Otras funciones mediadas por los lóbulos frontales incluyen las denominadas funciones
ejecutivas, las cuales tienen que ver con la toma y ejecución de decisiones, así como la formación
de conceptos. De acuerdo a Goldberg (2001), el lóbulo frontal es como el director de la orquesta,
con la responsabilidad de coordinar las destrezas, competencias y el conocimiento que
comprenden nuestro mundo mental (p.37).
Malloy, Cohen y Jenkins (1998) ofrecen una visión clara y relativamente actualizada del
funcionamiento de los lóbulos frontales. Según estos autores, los lóbulos frontales tienen
responsabilidad por las funciones ejecutivas, las cuales enumeran en términos de la formulación
de metas relacionadas con las consecuencias a largo plazo, la generación de alternativas de
respuesta múltiples, escoger e iniciar conductas dirigidas hacia metas, corregir y cambiar las
respuestas cuando las condiciones cambian y resistir la presencia de distractores.
En las reseñas hechas sobre estos instrumentos en este manual, el clínico encontrará que
no siempre estos instrumentos han sido capaces de reflejar las disfunciones o lesiones de los
lóbulos frontales de forma exclusiva. He aquí cuando se hace importante aplicar al análisis de los
resultados obtenidos en los instrumentos neuropsicológicos seleccionados en la valoración del
paciente el concepto de doble disociación de funciones, el cual se expone a continuación.
29
En su sentido denotativo, los términos se interpretan de forma literal, por lo que dicen. En
el sentido connotativo los términos llegan a ser interpretados de forma diferente, es decir, por lo
que han llegado a querer decir. Así, ha sucedido con muchos términos en los campos de la
psicología y la medicina, y específicamente con el de organicidad.
… la doble disociación requiere que el síntoma A aparezca en lesiones en una estructura, pero no con los
de otra y que el síntoma B aparezca con lesiones de la otra y no de la una. Cuando falta esa disociación, no
30
se ha demostrado la especificidad en los efectos de la lesión. (Teuber, 1959, p.187) (Citado por
Walsh, 1985, p.25)
Uno de los primeros ejemplos de este enfoque fue ofrecido por Reitan (1959) y Reitan y
Kløve (1959) en su manuscrito inédito en el cual postulaban las conclusiones e hipótesis de
trabajo derivadas de siete años de investigación con una muestra de alrededor de 2000 pacientes
neurológicos. Estos autores presentaron una visión del diagnóstico neuropsicológico dentro del
cual se comparaban puntuaciones obtenidas en diferentes procedimientos, los cuales se esperaba
estuviesen, a su vez, validados en relación al funcionamiento de diferentes áreas cerebrales.
Otro ejemplo ofrecido por Reitan y Kløve (1959), fue que una puntuación muy baja en el
subtest de Cubos, también en ausencia de una diferencia verbal-manipulativa, se asocia con una
lesión estática del lóbulo parietal derecho. Este nivel de diagnóstico se va haciendo mucho más
refinado y sobrepasa el concepto unitario de organicidad.
Otro ejemplo claro de doble disociación de funciones dado por Reitan (1959) y Reitan y
Kløve (1959) tuvo que ver con el TMT. Según estos autores, una ejecución adecuada en la Parte
A de este instrumento, en presencia de una ejecución lenta en la Parte B del mismo, indica la
presencia de un trastorno del hemisferio izquierdo. En este caso, el concepto de doble disociación
de funciones requiere una buena ejecución en la Parte A del instrumento, en contra de la cual se
puede contrastar la ejecución en la Parte B.
No siempre una tarea específica aporta información que se pueda interpretar por medio
del concepto de la doble disociación de funciones. Por ejemplo, años después de la aparición de
los manuscritos inéditos de Reitan (1959) y Reitan y Kløve (1959), McFie (1975) describió los
resultados obtenidos en otra muestra de pacientes con lesiones cerebrales de presentación
diversa.
31
Este autor encontró, por ejemplo, que el subtest de Clave de números del WAIS se veía
afectado por lesiones tanto del hemisferio derecho como del izquierdo y por igual en los lóbulos
frontal, temporal y parietal. Evidentemente, este subtest no podía contribuir a un análisis por medio
del concepto de la doble disociación de funciones. Este hallazgo ha sido verificado ampliamente
en las diferentes versiones de la escala de inteligencia desarrollada por Wechsler.
Análisis de síndrome
Llega un momento en que el tejido cerebral de las regiones posteriores del cerebro, donde
se han acumulado memorias remotas y complejas, es víctima de las placas y los enredos fibrilares
que se forman como parte de esta enfermedad y comienza la pérdida de memorias acumuladas y,
hasta ese momento, resistentes a los efectos de otras condiciones que alteran el funcionamiento
cerebral.
desaceleración y rotación a la masa cerebral crean lesiones internas que no responden a lo que
se puede esperar por efecto al sitio del impacto.
Uno de los objetivos de este manual es ofrecerle a los participantes en los mismos, como
clínicos de la neuropsicología, la mayor cantidad de información posible sobre los diferentes
instrumentos incluidos en los mismos; de suerte que la selección de una batería de instrumentos y
la interpretación de los mismos, posteriormente a su administración y corrección, refleje un amplio
espectro de información y de conocimientos que se han acumulado en la literatura sobre los
diferentes instrumentos utilizados.
Un buen ejemplo de los avances que se están realizando en este terreno, se encuentra en
la aceptación por diferentes agencias gubernamentales de los Estados Unidos, de la importancia y
33
Este panel fue convocado por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos
(National Institutes of Health), agencia gubernamental responsable por la investigación y el
desarrollo de pautas de diagnóstico e intervención en todos los campos de la medicina. La
descripción del panel convocado fue la siguiente:
Los participantes del panel fueron 16 miembros quienes no eran empleados federales o vinculados a grupos
de interés, quienes representaban los campos de la neuropsicología, la neurología, la psiquiatría, la
medicina familiar, la pediatría, la medicina física y la rehabilitación, la fonoaudiología, la terapia ocupacional,
la enfermería, la epidemiología, la bioestadística y el público (1998, p.1).
En este sentido, las investigaciones se dirigen más y más hacia la detección de desliz
cognitivo o impedimento cognitivo leve, antes de que la demencia se manifieste de tal manera que
no sea posible llevar a cabo ningún tipo de intervención.
Esta es una condición que había recibido atención en la literatura neuropsicológica desde
hace años. Recientemente, la Sociedad Nacional de Esclerosis Múltiple de los Estados Unidos
ha incluido en uno de sus boletines clínicos una guía para la valoración de la pérdida cognitiva
(Shiffer, 2004) en el cual el papel de los instrumentos neuropsicológicos es crucial.
Los autores de este informe indicaron que los procedimientos neuropsicológicos tienen la
ventaja de ser objetivos, seguros, fáciles de transportar y relevantes a la integridad funcional del
cerebro. Recomiendan que en la interpretación de los hallazgos neuropsicológicos se tomen en
cuenta las variables de la edad, la educación, el nivel socio-económico y los antecedentes
culturales de los pacientes, ya que estos pueden afectar la ejecución en los instrumentos
neuropsicológicos y pueden influir sobre las conclusiones que se derivan a partir de la evaluación.
A través de todo este informe se resalta el valor de la importancia de tomar en cuenta las
variables demográficas de los pacientes cuando se les administra instrumentos neurológicos, a
partir de los cuales se obtienen hallazgos que sirven de base para afirmaciones interpretativas.
Dentro de este manual, se ha hace el esfuerzo de proveerle al clínico de la neuropsicología la
mejor información posible sobre las variables demográficas de los pacientes, incluyendo en todos
los casos la edad cronológica y el nivel educativo. En tanto es posible, se hacen comentarios en
relación a la composición de las muestras estudiadas en las diferentes investigaciones reseñadas
en términos de la composición por sexo.
El informe destacó también otras condiciones que conllevan demencia, como pueden ser
la enfermedad de Alzheimer o la depresión. Estos principios se aplican de igual manera a las
manifestaciones iniciales de demencia en los casos de la enfermedad de Parkinson.
cognitiva cuando el hemisferio que va hacer operado se anestesia durante el transcurso del test
de WADA.
En el terreno de aplicación médico legal, según los autores del informe de la Academia
Norteamericana de Neurología, la documentación neuropsicológica es importante al punto de
ser crítica en aquellos casos donde hay litigio en relación a impedimentos cognitivos. En este
sentido, estos autores indicaron que la valoración neuropsicológica ofrece datos objetivos, que si
bien pueden ser interpretados indebidamente, dándole una mayor importancia a los síntomas
presentados por los pacientes de lo que verdaderamente pueden tener, sirven como una manera
objetiva para documentar y cuantificar daños que puede haber sufrido una persona en una
situación determinada.
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