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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MÉXICO

FACULTAD DE TEOLOGÍA

EL PROCESO DE LA FORMACIÓN PERMANENTE


EN LOS SACERDOTES DE UNO A CINCO AÑOS

TESINA DE LICENCIATURA

PRESENTADA POR EL ALUMNO: JOSÉ CARMEN FLORES TORRES

ASESOR: LIC. PBRO. JOSÉ LUIS FERRÉ MARTÍ

MÉXICO, D.F., 2015


SIGLAS Y ABREVIATURAS

CELAM Conferencia Episcopal Latinoamericana

CEM Conferencia Episcopal Mexicana

CEE Conferencia Episcopal Española

CVII Concilio Vaticano II

LG Lumen Gentium

PO Presbitrorm Ordinis

OT Optatam Totius

SC Sacrosantum Concilum

CH D Christs Dominus

PDV Pastores Dabo Vobis

RFIS Ratio Fundamentalis Instittionis SacerdotaliS

DR Documento de Rio

DM Documento de Medellín

DP Documento de Puebla

DSD Documento de Santo Domingo

DA Documento de Aparecida

OSMEX Organización de seminarios de México

OSLAM Organización de seminarios latinoamericanos

DEVYM Departamento de vocaciones y ministerios


INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se pretende dar un aporte frente a la realidad, muchas


veces difícil, de los presbíteros, principalmente en sus primeros años de
ministerio. Al salir del Seminario y experimentar una nueva forma de vida, ya
sin horarios ni una estructura que los proteja y cobije, la misma experiencia de
una forma nueva de libertad puede tornarse fácilmente en libertinaje, pues la
influencia de la cultura dominante, consumista y deslumbrante en sus ofertas
de vida, muy fácilmente pueden llevar al nuevo sacerdote, a una vida de
activismo y de abandono de su identidad y valores.

Muy rica es la propuesta acerca de la formación permanente que, a partir


del Concilio Vaticano II, la Iglesia sabiamente ofrece como verdadera madre y
maestra, especialmente a través de su Magisterio. Es, desde esta visión, desde
la que se presentarán diferentes y valiosos aportes, que con profundo anhelo,
se sugieren para una constante búsqueda de renovación y conversión constante
durante toda la vida, para que los sacerdotes jóvenes traten de hacerlos parte
de su experiencia de crecimiento y maduración como pastores y, para que
compartida, les aporte un apoyo claro y puntual en sus necesidades de forma-
ción, conversión y capacitación continua, y sea así garantía de realización
personal y de acción eficaz de la tarea misionera a ellos encomendada por el
Dueño de la mies.
Introducción 6

Procederemos de la siguiente manera:

En el primer capítulo expondremos por qué los sacerdotes pierden su


identidad y les falta la vivencia de una relación total y plenificante con Cristo,
con quien deben configurarse.

En el segundo capítulo mostraremos las grandes aportaciones que en-


contramos en los documentos de la Iglesia, de las que nacen las líneas de
acción fundamentales para la formación permanente.

En el tercer capítulo ofreceremos una propuesta concreta de formación


para sacerdotes de uno a cinco años de ministerio.

Con este aporte se busca disminuir el riesgo de abandono del ministerio,


al mismo tiempo que acrecentar la sensibilidad y la conciencia del compro-
miso que lleve a asumir una formación que ha de ser continuación de la reci-
bida en el Seminario. El propósito es que, al acercarse al contenido de esta
formación continuada, se avive su interés y asuman el reto de hacerla parte de
sus actitudes, la búsqueda de una formación permanente que les renueve y
acreciente la vocación y los capacite para una acción cada vez más asertiva y
competente en el ministerio; también que los ayude a vivir en plenitud, siendo
más alegres, más realizados y más auténticos por la coherencia de su fe y su
vida ministerial, respondiendo así a los cambios sociales del tiempo actual.

Esta investigación tiene como principal propósito un acercamiento, lo


más objetivo posible, a la realidad de los sacerdotes de uno a cinco años de
ordenados, con el fin de hacer luego una propuesta instructiva que esté
especialmente concebida para, y dirigida a, los jóvenes sacerdotes que recién
comienzan su vida ministerial.
Introducción 7

En el área de la teología espiritual se privilegia el método inductivo


descriptivo y fenomenológico, por lo que haremos un recorrido por los aportes
y la riqueza de contenidos que existen hoy en día en un tema tan importante y
actual como la formación permanente de los sacerdotes recién ordenados.

De este modo, todo el planteamiento y desarrollo de esta Tesina, se


fundamenta en un interrogante fundamental que da sentido y forma a plantea-
mientos muy actuales y puntuales; la cuestión es: ¿qué podemos hacer para
formar convenientemente al sacerdote pastor que requiere nuestra comunidad
eclesial y nuestra sociedad hoy?

La respuesta a esta pregunta seguramente se dará solamente si atende-


mos a las múltiples posibilidades de respuesta y planteamos las más acucian-
tes o pertinentes.

Así, el sentido final de esta Tesina es lograr motivar al recién ordenado


para que asuma una responsable autoformación que sea continuada en cuanto
a su ser pastor y presentar un plan de formación que pueda servir como guía
en el itinerario formativo del sacerdote joven.

.
CAPÍTULO I

Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente

1. Realidad de los sacerdotes jóvenes ante el proceso de formación per-


manente
Entendemos por «formación» un «camino de crecimiento continuo que
garantice y promueva la madurez humana y espiritual»1. Ha de ser un proceso
que abarque las distintas etapas de la vida del presbítero.

La realidad social en la que se desarrolla la vida y el ministerio de los


sacerdotes recién ordenados, y a la que se aboca todo presbítero, exige cada
día una mejor formación con vistas a afrontar los nuevos desafíos que van
surgiendo continuamente. Estos desafíos reclaman una respuesta tal que sólo
será factible si se cuenta con una formación constante, que denominamos
formación permanente, «camino educativo, inicial y permanente, experiencia
renovada cada día que prepara al sacerdote para servir mejor»2.

Detectar las fallas en la formación y los problemas a los que se enfrenta el


presbítero actualmente, y que se deducen de experiencias muy concretas, es lo

1
Sabte BISIGNANO, «Formación», en Diccionario teológico de la vida consagrada, Publicaciones Claretianas,
Madrid 2000, 715.
2
Amedeo CENCINI, Sacerdote y mundo de hoy, San Pablo, Madrid, 2012, 54.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 9

que constituye el objetivo de este primer capítulo del trabajo. Ello permitirá
atender adecuadamente y con decisión aquella área o áreas de la formación
que precisarán un mayor cuidado desde un principio, ofreciendo al mismo
tiempo algunas líneas orientadoras para un mejor proceso de formación.

Ante los cambios en la sociedad y en la misma Iglesia, que afectan


profundamente la vida y el compromiso en el mundo, algunos presbíteros
logran ubicarse adecuadamente, pero a otros les cuesta mucho trabajo; con lo
cual puede afirmarse que «no todos logran vivir con entusiasmo y coherencia
su ministerio»3.

De ordinario, a causa del celibato por el Reino, es juzgado como persona


extraña. «Su dedicación desinteresada por el prójimo también provoca escán-
dalo en medio de una sociedad egoísta y secularizada»4.

Estas dificultades y muchas otras, a las que han de enfrentarse los presbí-
teros, ―incluidos los recién ordenados―, que no les dejan vivir plenamente
su sacerdocio, «reflejan que tanto desde la formación inicial como después en
la formación permanente no se les ha enseñado a realizar un sereno discerni-
miento que les ayude a reconocer e interpretar los signos de los tiempos»5.

El ministerio sacerdotal es una empresa fascinante pero ardua, «siempre


expuesta a la incomprensión y a la marginación, sobre todo hoy día, ya que el
sacerdote sufre con frecuencia fatiga, desconfianza y soledad»6; esto, como
fruto de la mentalidad secularista. A ello hay que añadir la falta de una
auténtica espiritualidad y fraternidad sacerdotal, así como el aislamiento de
3
OSLAM, «Respuestas al cuestionario sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual. Linea-
menta. Actas del Congreso de Quito», en Medellín, n. 10, Sínodo 1990, Sept-Dic 1994,1.
4
Ibidem, 10-11.
5
Amedeo CENCINI, ¿Creemos de verdad en la formación permanente?, Sal Terrae, Santander 20013, 36.
6
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros, 37.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 10

muchos. Otros buscan asegurar su situación económica7, «cayendo incluso en


el consumismo y el hedonismo»8. Suele darse «un marcado activismo propio
de la necesidad pastoral, la escasez de sacerdotes, la necesidad de organicidad
pastoral y de planificación y evaluación periódicas»9. Y, además, por una
inadecuada estructuración de la vida pastoral muchos sacerdotes se encuentran
«sobrecargados y otros casi sin nada de trabajo»10.

Pero también es cierto que «los sacerdotes jóvenes y la juventud de hoy, en


general, son más frágiles e inestables en sus compromisos que en otros
tiempos»11. Sin olvidar que hay sacerdotes que han entrado en crisis, de
diversa índole, y aun los hay que han dejado temporal o definitivamente el
ministerio. «Estas crisis se presentan hoy, sobre todo en el área de la
formación humana, y más en concreto en la madurez afectiva, así como en el
área de la formación espiritual»12.

1.1 Consecuencias y retos ante esta realidad

El presbítero, ante esta realidad, puede reaccionar de manera negativa:


condenar todo lo nuevo, adoptando una actitud defensiva y agresiva, vol-
viéndose así incapaz para toda acción misionera, frustrándose ante el mal 13,
siendo superficial y poco crítico, sumiéndose en la dispersión y evasión.

7
Cristian P. BAÑADOS, Pastores al estilo de Jesús, CELAM, Bogotá, 2002, 147.
8
OSLAM, «Respuestas al cuestionario sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual. Linea-
menta. Actas del Congreso de Quito», en Medellín, n. 10, Sept-Dic 1994, 14.
9
DEVYM-OSLAM, Mirando al sínodo 90: p 441. La OSLAM (Organización de Seminarios Latinoame-
ricanos) y el DEVYM (Departamento de Vacaciones y Ministerios del CELAM) prepararon un análisis de la
realidad, en relación a la formación inicial y a la formación permanente.
10
A. FUENTES, «Buscando soluciones a los problemas personales del sacerdote», en Seminarios 44, Volu-
men17 (1971) 273.
11
Ibidem 274.
12
Ibidem 279.
13
Cristian P. BAÑADOS, Pastores al estilo de Jesús, o.c., 129-132.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 11

Una revisión fragmentada de la realidad produce radicalismos inconse-


cuentes y frustraciones; aboca al presbítero a la tentación de pretender ser
dueño en vez de servidor y buscar más la seguridad de sí, en vez de vivir en la
perspectiva de dar la vida «modus muriendi»14. «Desde el tiempo del Semi-
nario es necesario educar para la ascesis, la disciplina, el sacrificio y la
inmolación»15. Esto equivale a seguir a Cristo hasta la muerte teniendo la
conciencia cierta de que «no se produce nunca vida si no se da la propia»16.

Éstas son las condiciones en las que se desarrollará su ministerio, y que


indudablemente dificultarán el compromiso por una formación permanente; se
multiplican las tareas y servicios; la vida humana o de las comunidades al ser
más compleja, favorecerán el activismo y el ajetreo. Y «todo esto le puede pri-
var de tiempo y energías para velar por sí mismo»17.

1.2 Causas por las que el sacerdote llega a la reducción al estado laical18

No podemos culpar de todas las deficiencias de los presbíteros a la


formación recibida en el Seminario o a la falta de acompañamiento posterior a
14
Ibidem 146-147.
15
Antonio BRAVO, El Sacerdote un hombre despojado, crucificado, comido. Apuntes de ejercicios espiri-
tuales, 1990, 73-77.
16
José M. CASTILLO, El seguimiento de Jesús, Sígueme, Salamanca, 1996, 120.
17
PDV 78.
18
Cf. OSLAM, Causas de la deserción del ministerio sacerdotal en América Latina, p. 1-2. Este articulo
presenta los resultados de una encuesta que el DEVYM realizo con los obispos de América Latina,
preguntando el número de deserciones en los últimos cinco años (1990-1994) de sacerdotes jóvenes (de 1-10
años de ordenados), como también las casas originadas en la formación inicial y en la fonación permanente.
Después de tabular las respuestas, estas se enviaron a algunos obispos, formadores y psicólogos para su
respectivo análisis y aportes con miras a ofrecer una iluminación práctica. La primera reflexión es de Mons.
Felipe Arizmendi (México), en la que hace un recorrido de las principales causas del abandono. Es aporte
donde se puede tener una visión completa de las causas en su globalidad. La segunda es un estudio hecho por
el Padre Álvaro Jiménez Cadena, S.J., psicólogo, catedrático en la Universidad Javeriana de Bogotá. Ofrece
un estudio señalando elementos de posibles soluciones operativas. La tercera es de un psicólogo laico, Dr.
Gastón de Mezerville, que colabora como formador en el Seminario Central de San José de Costa Rica. Éste
presenta algunos puntos muy concretos para la organización del proceso formativo como también, de posibles
actitudes a ser desarrolladas desde el Seminario y cultivadas en la formación permanente. La cuarta reflexión
en la que hace el DEVYM, con un grupo de expertos, sobre las causas del abandono (Cf. Boletín edición
especial, de la OSLAM), 28.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 12

la ordenación. Esto sería injusto e irreal. Hay muchas fallas, desde antes de su
ingreso: en la familia, en la escuela, en la parroquia y en el medio ambiente19.

Las causas más frecuentes que se constatan en los casos de abandono del
ministerio son:

a) Sentimiento de frustración y de no realización personal en el sacerdo-


cio, sobre todo por una deficiente relación con el Obispo, con los demás
presbíteros y con la misma comunidad de fieles.

b) La pérdida del sentido del ministerio. El pragmatismo y la eficiencia


conducen a valorar las cosas por su funcionalidad. No existe un código
de valores permanentes ni absolutos. Nada hay estable y definitivo. No
cabe revelación religiosa alguna. Existe un rechazo de lo sagrado y sus
expresiones.

c) Hay ausencia de modelos de vida sacerdotal. Por supuesto el modelo


para toda vida es Cristo, porque la única espiritualidad cristiana parte de
Él, pero también se puede hablar de diversos caminos y espiritualida-
des20, que nacen de intensas experiencias de vida cristiana de algunos
miembros de la Iglesia. «Experiencias que sirven de modelo, por el
modo de relacionarse con Dios, que se expresa en la forma de vivir; y la
forma de vivir depende precisamente del modo de relacionarse con
Dios»21. Por lo tanto, el problema radica en la falta de unidad entre vida
interior, tareas y responsabilidades del ministerio. La unidad de vida es
una exigencia tanto más urgente en un contexto sociocultural y eclesial

19
lbidem, 3.
20
Jose.L. ILLANES–M. BELDA. Teología Espiritual y Sacerdocio, Encuentros Sacerdotales México, 1995, 21.
21
J. J. M. ZEPEDA. La educación permanente en la Iglesia local, La educación integral de los presbíteros,
México, 1982, 231.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 13

fuertemente marcado por la complejidad, la «fragmentación y la disper-


sión en la que vivimos actualmente»22.

d) Una visión pesimista del mundo y del futuro: la injusticia, la falta de


respeto por la dignidad del hombre, los problemas sociales de todo tipo
que cada vez aumentan más. Los nuevos presbíteros caen en cierto
agnosticismo y desesperación.

1.3 Distintas actitudes y conceptos parciales ante la formación permanente

La formación permanente es una realidad dinámica que los jóvenes sacer-


dotes difícilmente integran en el día a día de su ministerio; es necesario que se
asuma ésta como un proceso vivo e integral que propicie una maduración que
vaya haciendo posible, al mismo tiempo, una pastoral actualizada, integradora
y plenificadora en su incipiente misión de pastor. Los acontecimientos y las
experiencias sociales desbordan a los sacerdotes jóvenes superando sus ritmos
de asimilación; ellos conciben que la que se recibe en el Seminario es inicio y
fin de la formación como si la recepción del sacramento del Orden nos habi-
litara llenándonos de todo lo necesario en todos los aspectos y nos «dispensara
así de todo esfuerzo de formación o actualización»23.

En las Diócesis, por lo general, no encontramos aquellas ofertas que res-


pondan eficazmente a las expectativas y necesidades reales de los sacerdotes
recién ordenados; en algunas ni siquiera las hay, faltando así integración entre
la formación teológica y la práctica pastoral con la consabida falta de calidad
en el servicio a la comunidad eclesial.

22
José. L. ILLANES–M. BELDA. Teología Espiritual y Sacerdocio, o.c., 111.
23
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Sacerdotes día a día. (WWW. Conferenciaepiscopal.es), 3.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 14

Es notorio en los sacerdotes recién ordenados un cansancio prematuro,


desencanto y frustración, quizá debido a una falta de motivación personal para
mantener un espíritu abierto y vigilante de cara a una formación permanente.

Ante esfuerzos e intentos que se hacen en las Diócesis: jornadas de actuali-


zación, reuniones de formación diocesana, de zona o de decanato, semanas de
estudio, retiros y otros, los sacerdotes jóvenes son quienes más faltan, argu-
mentando para no asistir que tienen muchos compromisos de trabajo (acti-
vismo), que no tienen cargo que los obligue a estar ahí, o simplemente no hay
excusa justificada para no asistir; y si están, se les nota indispuestos o dis-
traídos, con una actitud de desinterés, cerrados en sí mismos, en una soledad a
veces tristemente amarga y dolorosa.

Por otra parte, si en algunos sacerdotes recién ordenados llega a haber una
respuesta personal a la formación permanente, ésta muchas veces se da al
margen de las estructuras diocesanas, siendo éstas más bien escasas y reduci-
das. Y cuando aparecen algunas iniciativas personales son muy cuestionables,
pues «la comunicación y el compartir con los hermanos es en todo momen-
to… el mejor signo de autentificación»24.

La preocupación por la formación de los sacerdotes recién ordenados es


muy seria y se debe pensar en un relanzamiento de gran magnitud en lo que
respecta a la formación permanente:

«Aquí reside la mejor garantía para hacer posible una actualización y


ampliación de lo que esta formación exige y aporta para un ejercicio creíble
del ministerio, en una situación de misión evangelizadora y aquí se quiere
recoger e iluminar esta disposición positiva que existe en muchos sacer-
dotes»25.

24
Idem 4.
25
CEE, Sacerdotes día a día, o.c., 4.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 15

El sacerdote recién ordenado tiende a «hacer una definición parcial de la


formación permanente ubicándola como una extensión en el tiempo» 26, lo que
lo lleva a asumir una actitud de poca importancia ante ella; «piensan que es
modificar comportamientos o adquirir otros nuevos»27, o asumen comúnmente
que es el tiempo de preparación para la ordenación sacerdotal, incurriendo así
en una actitud de confusión o ignorancia culpable que los pone en la pers-
pectiva de alimentar un concepto mutilado o al menos incompleto acerca del
proceso de la formación permanente, pues entendemos que ésta es lo que
precede a la formación inicial y no al revés.

«La actitud de visualizar o vivir el proceso formativo limitándolo solamente


a un dato conductual, si se tiene miedo de conocerse, de descender a sus
propios infiernos o si se rechaza comenzar un trabajo serio de roturación
del propio terreno con todas las operaciones, por cierto, dolorosas, (arada,
excavación en profundidad, extirpación de malas raíces, poda…) es claro
que no hará ni un día de verdadera formación y menos aún dejará crecer
dentro de sí una disponibilidad y voluntad de formación permanente»28.

Existe una tendencia entre los sacerdotes jóvenes a adoptar el concepto de


la formación permanente solo como cuestión pedagógica y metodológica que
prepara, mediante un recorrido ad hoc, a reconocer la propia función en la
vida y a asumir las tareas consiguientes con responsabilidad; lo cual es idea
errónea acerca de la misma ya que expresa solamente parte del significado de
la formación29.

Entre los sacerdotes jóvenes tiende a arraigarse el concepto de que la


formación permanente es una puesta al día en lo pastoral, haciendo una
interpretación restrictiva, conectándola y dirigiéndola a algunos sectores de la

26
Amedeo CENCINI, ¿Creemos de verdad en la formación permanente?, Sal Terrae, Santander, 2013, 32.
27
Ibidem 33.
28
Ibidem 34.
29
Ibidem 36.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 16

vida y de la persona; lo cual es ciertamente necesario, pero no basta; lo


realmente necesario es una constante revitalización de toda la persona que
intenta estar al día, y que apasionada por el Señor va configurándose en todo
con El30. Poner formación permanente en una perspectiva de actualización de
la formación teológica, y que trata únicamente de equipar al sacerdote para
que sea capaz de dar razón de la esperanza en situación de cambios acelerados
y profundos a nivel social cultural y eclesial, es ciertamente un razonamiento
válido pero del todo incompleto31.

Si, por otra parte, el sacerdote recién ordenado ve la formación permanente


solo como una condición de función del ministerio sin tener en cuenta que
ésta se integra en él y se enriquece, asume ciertamente una actitud reductiva
ya que no tiene en cuenta que la formación es continua, porque acontece de
continuo en el ejercicio mismo del ministerio como expresión de la caridad
pastoral o la entrega que lleva al pastor a estar con sus ovejas32.

La práctica ministerial en el nuevo sacerdote exige que, con humildad, se


aprenda de ella, que sea releída y profundizada teológicamente, pues la vida
habla si hay un corazón que escucha. De ahí procede una consecuencia muy
importante que expondríamos así:

«El ejercicio del ministerio es el primer lugar que debe llegar a ser forma-
tivo, que lleva a modelar aquella imagen del creyente y discípulo que es el
sacerdote; si no sucede esto, el riesgo es que el ejercicio del ministerio sa-
cerdotal desfigure al mismo sacerdote»33.

30
Ibidem 39.
31
CEE, Sacerdotes día a día, o.c., 5.
32
Amedeo CENCINI, ¿Creemos de verdad en la formación permanente? o.c., 40.
33
Antonio TORRESIN, «E bello lavorare insieme» (Es bello trabajar juntos): en Vita Pastorale 3 (2008), 80.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 17

Tampoco la formación permanente, vista por algunos como una realidad


extraordinaria y eventual, sin tener en cuenta que es gracia ordinaria y
cotidiana, ante la que hay que situarnos en actitud de apertura y acogida, pues
llega al recién ordenado a través de mediaciones ordinarias y cotidianas, es del
todo exacta, ya que deberá ser aplicación continua y personalizada de una
precisa metodología educativa, ofrecida a todos en todas las fases de la vida y
de modo especial al sacerdote recién ordenado34.

Por otra parte, si el sacerdote recién ordenado considera la formación


permanente solo como un deber, este concepto de formación empobrece y
hace ver como pesada obligación un proceso que debería ser muy rico en la
construcción de la persona misma del recién ordenado y desconoce la realidad
de la formación como derecho de la Iglesia:

«La formación permanente es un derecho que la comunidad tiene con


respecto a sus sacerdotes, para evitar el cansancio, la dejadez, la banalidad,
los ritmos de mediocridad que le asignan, a veces inadvertidamente, el
papel de gregario más que el de pastor que camina delante del rebaño»35.

Por último, una mala interpretación de la formación permanente en los


recién ordenados es causa de una actitud de rechazo o al menos de indife-
rencia hacia todo provecho que ella pueda traer a los nuevos sacerdotes. Es
necesario que ellos tiendan a aceptar de buen grado la idea de estar siempre en
formación y esto exige todo un cambio de mentalidad, en particular exige la
construcción de una cultura de la formación permanente, si no queremos que
sea solamente una estratagema para responder a la emergencia y a las crisis de
nuestros jóvenes sacerdotes y de nuestro tiempo36.

34
Ibidem 42.
35
Ibidem 53.
36
Ibidem 54.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 18

1.4 Fragilidades de los sacerdotes jóvenes37

El sacerdote joven la vive en esta fase, la de los primeros cinco años, que
es la más decisiva para su futuro, en una situación que tiene rasgos comunes y
diferenciales con sus contemporáneos. Unos y otros se enfrentan con idea-
lismo y con miedo a la nueva fase de su vida.

El idealismo les conduce a vivir esta etapa poniendo en ella mucha ilusión
y mucha pasión, y a desconocer cuáles son las posibilidades y los límites
«reales» que les ofrece su nueva inserción.

Determinados indicadores, como el fenómeno de las «secularizaciones»


tempranas de unos y los abatimientos de otros, denotan una cierta fragilidad
para enfrentarse con el espesor de su vida adulta.

Un número significativo de sacerdotes jóvenes, al tiempo que viven intensa


y generosamente su ministerio, se agobian fácilmente por la multiplicidad de
sus tareas y se abaten con alguna frecuencia por los reveses de la pastoral o las
decepciones del presbiterio. Algunos incluso abandonan el ministerio casi en
sus primeros compases. Diríase que son como esos boxeadores ágiles y
activos, pero propensos a que los golpes directos a las cejas les lesionen y los
sitúen al borde del «fuera de combate».

A pesar de haber tenido con la mujer un trato mucho más real que las
generaciones precedentes, la fragilidad parece también afectar a su compro-
miso celibatario. Tal vez la mayor «naturalidad» de la relación intersexual de
pareja, la dificultad cultural de interiorizar el «de por vida» y la carencia de

37
Juan M. URIARTE, Ministerio presbiteral y espiritualidad, Salterrae, Santander 1999, 26-48.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 19

criterios precisos para regular su relación con el mundo femenino pueden


explicar estos tempranos desfallecimientos.

A ello contribuyen también las decepciones de su corta experiencia sacer-


dotal. Cuando tienen los apoyos suficientes, remontan la situación.

Trabajar en un tajo en el que es difícil conseguir y evaluar los resultados y


vivir la soledad existencial del celibato son dos componentes que hacen
delicada la situación del sacerdote joven.

Las circunstancias vocacionales hacen además que tengan que seguir


«siendo jóvenes» durante un período excesivamente largo. La generación que
les precede a ellos en la que podrían encontrar al mismo tiempo conexión y
contraste, estímulo y realismo, es escasa en la Iglesia. La generación que les
sucede, lo es asimismo. No es saludable tener que ser jóvenes demasiado
tiempo.

«En el caso de los sacerdotes da la impresión de que se da con frecuencia


una larga «juvenilidad», una corta madurez y una senescencia prematura»38.

1.4.1 Fragilidades en lo humano-psicológico

«Se ve con preocupación, que los primeros años de ministerio suelen, en


muchos casos, estar marcados por una cierta inmadurez afectiva, un
activismo desorganizado, poca capacidad para administrar el tiempo y una
personalidad frágil y vulnerable ante las adversidades o las dificultades de
la vida. A esto se suma la tendencia al autoritarismo en desmedro del trato
amable y la capacidad de escuchar a los hermanos y dialogar con ellos»39.

38
Juan M. URIARTE, «Crecer como personas para servir como pastores», Revista Pastores año 11- N 31 de
Diciembre 2004, 18.
39
Gustavo ZANCHETTA, «La formación permanente del presbítero en los primeros cinco años», en Revista
Pastores, año 13, Nº 37, Diciembre de 2006, 49.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 20

Se observa un arribismo económico-social, particularmente en aquellos


que han vivido con serias deficiencias en su familia. Les gusta el confort, son
amigos de quienes tienen más, desean tener cargos y adquirir poder para ser
«alguien». Se observa también una falta de compromiso, buscándose una
autonomía individualista ajena al grupo, una vida fácil y carente de reciedum-
bre, a la que se suma un agudo interés por las cosas materiales. Son más
sensitivos y conceptuales; y, por tanto, tienden a una baja autoestima, a la
frustración, que tiene como consecuencia una deficiente reciedumbre personal.
El desorden de vida (horarios, acostadas, lecturas, etc.) suele ser muy
frecuente y, como consecuencia, que no se levantan temprano, no asuman su
responsabilidad debidamente.

Muchos sacerdotes jóvenes tienen dificultades de integración y se notan


inseguros frente a la inmersión en los grupos de trabajo. Hay diferencia de
edades y de formación. Son formados varios años después del Concilio,
viendo televisión desde niños, son nativos digitales lo que los hace bastante
inclinados a abusar de las redes sociales. Algunas veces tienen que soportar el
paternalismo no muy sano de sacerdotes mayores. Son tratados más como
trabajadores que como colaboradores y «ellos llegan a sentirse más dispo-
nibles que corresponsables»40. Esto les hace sentirse solos e incomunicados.
Se echa de menos una cierta «finura» en virtudes humanas básicas, como la
buena educación. En el trato con la mujer, se observan casos de comporta-
miento muy ingenuo, sobre todo con las mujeres jóvenes. Se constata en
muchos casos el síndrome de Don Juan, y en otros una compulsiva búsqueda
de relaciones conflictivas con toda clase de personas. Si a ello sumamos el
erotismo que se respira en todo momento a causa de la cultura postmoderna y

40
CELAM La parroquia en el tercer milenio, Documento N 5, Bogotá, 1999, 15.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 21

pansexualista41, los jóvenes sacerdotes se exponen hoy mucho. Son frecuentes


algunos cuadros de ansiedad y depresión, bastantes conductas de convivencia
con el alcohol y determinadas relaciones afectivas contrarias a los compro-
misos del celibato.

Es muy fácil que un sacerdote joven sea presa de los amoríos de una
jovencita, por este trato tan cercano e ingenuo. Falta, «una ascética que
aprender, y una espiritualidad sólida y recia, sin que esto signifique perder la
normalidad y transparencia juveniles»42. Las crisis afectivas pueden tornarse
casi inaguantables. Los reveses pastorales pueden poner en cuestión las
opciones afectivas.

La experiencia de una vida pastoral infructuosa repercute fuertemente


incluso en la autoestima del sacerdote y puede despertar en él la tentación de
‘rehacer su vida’, mediante las relaciones amorosas con mujeres o incluso
hombres. Las decepciones que sufre al registrar signos de ingratitud,
incomprensión o maledicencia pueden conducirle a desengancharse afectiva-
mente de su comunidad. El desierto afectivo que vive al cambiar de destino
pastoral puede llevarle más fácilmente a llenar este vacío con regresiones
auto-eróticas o recursos al alcohol.

Otra fragilidad es el narcisismo. Esta forma de inmadurez, intensamente


favorecida por el talante de nuestro tiempo lleva escondida en su corazón una
duda lacerante: la persona no sabe si es o no digna de ser amada. Para despejar
esta duda, se dedica a ofrecer a los demás una imagen amable de sí mismo a
través de éxitos y resultados. Por eso trata de deslumbrar y asombrar a los

41
Ovidio PECHARROMAN, Apuntes de Antropología vocacional, Universidad Pontificia de México, Ad usum
privatum pro manuscripto, México 2014.
42
lbidem 51
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 22

demás. Necesita de esa imagen exitosa para decirse a sí mismo que vale. Pero
no acaba nunca de creérselo. Precisamente por ello es tan sensible a la
desaprobación. Ella le remite a la duda fundamental que no puede tolerar. Una
persona así tiene una especial dificultad para ser oblativa. Está demandando
continuamente aprobación43.

«Don Narciso, sacerdote emprendedor que intenta reflejarse en todo lo que


hace, vive con la sospecha continua de que la vida le exige demasiado sin
recompensarle adecuadamente; siente a la Iglesia o a la Diócesis o a la
parroquia o a la comunidad religiosa más como madrastra que como madre;
cree que el Obispo o sus superiores no lo valoran bastante; ve aquella
parroquia o aquel cargo particular como un traje demasiado estrecho para sus
posibilidades; naturalmente, si algo no funciona, es siempre culpa de la
estructura o de los otros; se cansa de tener que estar dando continuamente a los
demás, eternos abusones, sin recibir nada de ellos, etc. Y al seguir mirándose
siempre en lo que hace, corre realmente el peligro de ahogarse, como Narciso,
en su propio estanque»44.

Se evidencia otra fragilidad en el sacerdote joven, que es muy frecuente


la soledad. Esta soledad, lejos de ser entendida como aislamiento psicológico,
puede ser del todo normal y construir una preciosa dimensión de la propia
vida. Sin embargo, en algunos casos, podría deberse a especiales dificultades,
como marginaciones, incomprensiones, desviaciones, abandonos, impruden-
cias, limitaciones propias y de otros, calumnias, humillaciones, etc. De ahí se
deriva un sentido de frustración que es sumamente perjudicial. «Es frecuente
la soledad producida por descuido de la comunión sacerdotal»45.

«El individualismo, –decía Pio XII–, es un pecado contra el sacerdote,


ya se trate de un individualismo vertical que separa, más o menos, al sacerdote

43
Cf. Juan M. URIARTE, «Crecer como personas para servir como pastores», oc, 11.
44
Amedeo CENCINI, MOLARI, FAVALE, DIANICH: El presbítero en la iglesia de hoy, Atenas, Madrid, 1994,
28.
45
Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros, 97.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 23

de su obispo, ya de un arzobispado, que separa al obispo de sus hermanos


sacerdotes»46.

1.4.2 Fragilidades en lo espiritual

Las fragilidades son las de siempre: abandono de la Eucaristía diaria y de


la oración, tanto la litúrgica como, sobre todo, la personal. La mayoría ha sido
presa de un activismo desordenado debido a que no han sabido manejar su
tiempo; en ellos se nota un sentido del tiempo desfasado, llegan tarde o
comienzan tarde sus compromisos y al realizarlos los hacen sin ganas con muy
poca calidad o los realizan muy de prisa.

La ausencia de una espiritualidad para el sacerdote diocesano hace que no


se sepa cómo encarnar históricamente el estilo de vida de Jesús. El presbítero
joven a veces se encuentra «demasiado envuelto y distraído en las obliga-
ciones de su ministerio y le cuesta mucho unir su vida interior con la acción»47.
En cualquier circunstancia el sacerdote joven «comparte con los demás la
misma y única misión de Cristo Sacerdote y si no vive su sacerdocio a
ejemplo de Jesucristo y unido a él, difícilmente podrá ser fiel»48.

Es notoria una ausencia de modelos de vida sacerdotal: Desde luego que el


modelo para toda vida es Cristo, porque la única espiritualidad cristiana parte
de Él, pero también se puede hablar de diversos «caminos y espirituali-
dades»49, que nacen de intensas experiencias de vida cristiana de algunos
miembros de la Iglesia. Experiencias que sirven de modelo, por el modo de

46
Eduardo. F. PIRONIO, «Soledad y amistad sacerdotales», en Boletín de espiritualidad del Seminario de
Mendoza, n. 1, Marzo, 2007,1-3.
47
PO 14.
48
J.J. M. ZEPEDA. La Educación Permanente en la Iglesia Local, o.c., 230.
49
Cf. Jose.L. ILLANES – M. BELDA. Teología Espiritual y Sacerdocio, o.c., 21.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 24

relacionarse con Dios, que se expresa en la forma de vivir; y la forma de vivir


depende precisamente del modo de relacionarse con Dios50. Por lo tanto, el
problema radica en la falta de unidad de vida entre vida interior, tareas y
responsabilidades del ministerio. La unidad de vida es una exigencia tanto más
urgente en un contexto sociocultural y eclesial fuertemente marcado por la
complejidad, la «fragmentación y la dispersión en la que vivimos actual-
mente»51.

1.4.3 En lo intelectual

La deficiente formación intelectual no se ve como causa importante de


abandono del ministerio; sin embargo, quienes abandonan el ministerio
ordinariamente tienen ideas doctrinales poco firmes y ortodoxas. Sus lecturas
no son serias y seguras. Un elemento que sin duda es muy importante es la
perdida de interés por educarse, por leer y estar al día, y en esto creemos que
influye la cultura propia de un país que lee poco y que tiene un índice de
educación bastante precario. México es un país que invierte muy poco en
educación: «en 2008 de 81.000 docentes casi el setenta por ciento reprobó»52,
y creemos que en esto también los sacerdotes, en la debida proporción, tienen
su parte de deficiencia. Los cambios sociales se convierten en desafíos muy
fuertes para los sacerdotes recién ordenados, sobre todo cuando no se actua-
lizan y además llevan una vida solitaria y de aislamiento. Hay sacerdotes que
después de su ordenación no asumen el reto de actualizarse en nada, menos

50
Cf. J.J. M. ZEPEDA. La Educación Permanente en la Iglesia Local, o.c., 230-231.
51
Cf. Jose. L. ILLANES – M. BELDA. Teología Espiritual y Sacerdocio, o.c., 111
52
Cf. Andrés OPPENHEIMER, ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves
del futuro, Sudamericana, México 2010, 18
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 25

todavía en el avance de las ciencias sagradas que les pueden ayudar en su


misión pastoral y a consolidar su identidad sacerdotal53.

El sacerdote joven por su inexperiencia puede quedar ahogado en el cargo


de pastor que puede polarizarlo en el rol, acartonándolo y haciéndolo ofrecer
una imagen demasiado «oficial» e incluso inauténtica54.
«El sacerdote corre el peligro de subirse sobre su propio ‘rol’, para hablar y
actuar desde allí, pero sin preocuparse de estar en sintonía con el camino de su
gente y sin intuir lo que esperan de él, estableciendo un tipo de comunicación
mucho más aseverativa que dialogal, más repetitiva que creativa, más
circunspecta y precavida que explícita y cordial»55.

Es por eso que en todas las dimensiones y específicamente en la dimensión


intelectual, el proceso formativo tiene que ser de una cadena gradual-
progresiva. Por eso es preciso prever el proyecto pedagógico formativo en su
globalidad «seminario menor, propedéutico, filosofía, teología, año de
pastoral»56.

1.4.4 En lo pastoral

Algunos viven sobrecargados; agobiados por lo que llaman «la máquina


pastoral», con un ritmo de trabajo desordenado y desenfrenado. «Todo esto
les hace sentir una especie de repugnancia, deseando un estilo de vida más
auténtico, no basado solamente en el frío cumplimiento del deber»57.

53
CEM, Normas Básicas para la Formación, n. 127.
54
Cf. Juan M. URIARTE, Ponencia. La formación humana, fundamento de toda la formación sacerdotal.
Presentado en el Simposio que la Hermandad de Sacerdotes Operarios organizo en el centenario de la muerte
de su Fundador Beato Manuel Domingo y Sol. En Roma el 2009.
55
Carlo M. MARTINI, Citado por Juan María Uriarte en la Ponencia. La formación humana, fundamento de
toda la formación sacerdotal.
56
Cf. Jorge A MARÍN, La dimensión intelectual en la formación inicial de los presbíteros, OSLAM 52.
Enero-Junio 2008, 49.
57
A. FUENTES. Buscando soluciones a los problemas personales del sacerdote, en Seminarios 44 V.17
(1971), 450.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 26

La mayor parte de los sacerdotes afirman que se sienten sobredemandados


por parte de los fieles para cumplir labores más propias de asistentes sociales,
educadores, psicólogos, etc. Como resultado, algunos testimonios hablan de
sentirse “vacíos”, “robots”, “actores”. Se trata de una situación para la que se
esperan cambios, pero no se avizora una salida concreta. Mientras tanto, mu-
chos sacerdotes que toman muy en serio su trabajo pastoral, se sobreexigen, y
mientras más trabajan, más tareas se les encomiendan. Toda esta situación
suele ser fuente de empeoramiento de la calidad de la vida de oración, de
desencanto de la función sacramental, descuido de la vida personal, la vida
comunitaria y el ministerio en general58. La falta de caridad pastoral, lleva a los
sacerdotes jóvenes a desconocer por ignorancia culpable, la situación real de
los hombres a quienes ha sido enviado; y a no saber discernir la voz del Espí-
ritu en las circunstancias históricas en las que se encuentra; a no buscar los
métodos más adecuados y las formas más útiles para ejercer su ministerio59.
«Todo en la vida del presbítero está ordenado a la caridad pastoral. En
otras palabras, las diversas opciones o actividades del presbítero deben
constituir bien una condición previa para la caridad pastoral, bien una
consecuencia de la caridad pastoral, bien un estímulo para la caridad
pastoral, bien algo, que sea coherente con la caridad pastoral, bien, al
menos algo positivamente compatible con la caridad pastoral. No puede
haber nada en la vida de un presbítero que no sea incompatible con la
caridad pastoral»60.

En el orden del trabajo pastoral parecen derivar hacia una notable reduc-
ción del volumen de actividad o hacia un activismo que quiere encubrir con la
ocupación un vacío doloroso.

58
Boletín Pastoral, Boletín Pastoral 2005. Documento realizado a petición de la Conferencia Episcopal de
Chile. De acuerdo con dicha solicitud, se incluyeron, como insumos, las consultas individuales y grupales que
fueron aplicadas a los Obispos con ocasión de la 87ª Asamblea Plenaria, las consultas a los Vicarios
Pastorales en la Jornada de Junio de 2004 y los Estudios y Boletines Pastorales de CISOC-Bellarmino, 1
59
PDV 72.
60
Juan M. URIARTE, Ministerio presbiteral y espiritualidad, o.c., 60.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 27

La urbanización trae ruptura de vínculos comunitarios haciendo que falte


una sólida vida interior y un justo sentido de la comunión eclesial y de la
misión61.

4. Estructuras diocesanas poco adecuadas al momento de atender la for-


mación permanente del sacerdote joven

La animación vocacional «ad extra» y «ad intra» es un tipo de pastoral que


ya se empieza a hacer práctica común en las Diócesis y consiste en que, no
solo va dirigiendo su acción a jóvenes para que tomen conciencia vocacional
sino que también reanima la conciencia vocacional del ya ordenado. Ésta ani-
mación se halla estrechamente vinculada a la formación permanente y está
concebida en función de la renovación de la vida del sacerdote recién orde-
nado, y tiene que hallarse intrínsecamente unida al compromiso diario de la
conversión y crecimiento y maduración en todos los aspectos. La animación se
puede expresar con una formula en relación a la formación permanente, esta
fórmula es de reciproca causalidad «todos formándose, todos agentes de
animación vocacional»62.

En el campo de batalla se constatan unas estructuras diocesanas todavía en


gestación que no logran dar el suficiente empuje para que esa animación logre
exitosamente su objetivo; digamos que comienza a darse una conciencia
creciente de la responsabilidad institucional, crear comisión del clero, etc. Y
una conciencia creciente de la responsabilidad individual63.

61
Sínodo de los Obispos, La formación de los sacerdotes en la situación actual, Lineamenta, Roma 1989, 10.
62
Amedeo CENCINI, Vocaciones de la nostalgia a la profecía, Sígueme, Salamanca 2008, 51-52
63
Amedeo CENCINI, ¿Creemos de verdad en la formación permanente?, o.c., 36.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 28

Las estructuras existentes sin embargo, mientras se desarrollan y se


afianzan en las Diócesis, se ven bastante distantes de la realidad de los
sacerdotes recién ordenados, o muy teóricas o muy clericalizadas, con un
faltante de calidez humana y fraternal. Por otro lado existen esfuerzos signifi-
cativamente positivos y orientados a todos los miembros del presbiterio en la
Diócesis (región pastoral), que son un apoyo la formación permanente, uno de
ellos consiste en todo un mes de temas y actividades en cada una de las
dimensiones, que ayudan a que los sacerdotes proyecten más eficazmente
mediante la sensibilidad y la praxis una necesaria cultura de la formación
permanente en la historia de su vocación64. La provincia de Monterrey ofrece
el servicio de un mes dedicado a la formación permanente con una nutrida
participación por parte de sacerdotes sobre todo jóvenes, de cada una de las
diócesis que son parte de esta circunscripción eclesiástica65. En las diócesis se
constatan poco a poco estructuras cada vez más formales que tienden a esbo-
zar ya planes especiales de formación integral para los presbíteros en general;
y en particular, para sacerdotes jóvenes.66

Otros esfuerzos significativos son dignos de mencionarse; son aquellas


diócesis que tienen ya una cierta estructura, bien sea la comisión del clero bien
otros medios que propician el llevar todo eficazmente todo un proceso, si se
quiere incipiente, pero real.

64
Cf. Idem
65
El mes de formación permanente. Es una experiencia donde comparten sacerdotes de las diócesis de la
provincia eclesiástica de Monterrey.
66
RFIS 80.
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 29

A modo de conclusión

Por todo lo que hemos dicho, la formación inicial y la permanente nece-


sitan de una constante renovación y actualización para responder adecua-
damente a los desafíos del presente y del futuro. Sabemos que problemas
siempre habrá y entendemos que de un modo u otro estarán afectando a los
presbíteros recién ordenados. Algunos de estos problemas tendrán su origen
antes de la Ordenación, otros durante la formación inicial en el Seminario, y
otros después de la Ordenación. Estas deficiencias por desgracia irán acen-
tuándose progresivamente si no se detectan y se afrontan a tiempo.

La cultura moderna y postmoderna afianzada por los medios de comuni-


cación influye grandemente haciendo que lo sociocultural sea un permanente
desafío para la formación continuada principalmente de los sacerdotes recién
ordenados. Por lo tanto, la primera formación deberá afianzar sólidamente los
contenidos de la fe, de una espiritualidad profunda, sin exageraciones en lo
pastoral (activismo). Si es así, en los recién ordenados estos contenidos equili-
bradamente asimilados harán que el sacerdocio de los jóvenes ordenados
corresponda con el ideal que se forjaron.

La formación permanente será siempre algo muy serio y delicado en la vida


de cada sacerdote y si en la formación inicial se cultiva la planta de la voca-
ción, ésta deberá de crecer y madurar después de la Ordenación; y si no
ocurriera esto, sea por culpa de los que forman o por culpa del propio llamado,
los frutos que se esperaban de aquello que fue una promesa y en lo que tanto
se invirtió; solamente podremos decir que hubo graves descuidos en aspectos
claves del proceso de formación, que no se ha seguido una formación
permanente y que se ve un desinterés, debilidad e indiferencia; que no se ha
Cap. I. Los sacerdotes jóvenes y la formación permanente 30

sistematizado esta formación ni se ha constituido en una forma orgánica


estable y comprometida que garantice que el sacerdote recién ordenado siga
día con día dando su esfuerzo para una renovación continua y constante,
manifestando así su respuesta, que se mantendrá fresca y auténtica, viva,
renovadora y eficaz en su misión.

Las causas de crisis son numerosas y para salir de ellas es impres-


cindible una formación permanente que responda a la situación actual. En el
siguiente capítulo veremos el tamaño, la calidad y profundidad de la forma-
ción permanente, que la Iglesia como institución provee sabiamente y que en
buena parte es desconocida o al menos así parece desde el momento en que se
ven pocos esfuerzos por implementarla. Pareciera que esa riqueza contenida
en los documentos ha permanecido oculta y continúa aún sin ser descubierta.
Capítulo II
La formación permanente en los documentos de la iglesia

Es nuestro propósito presentar en este segundo capítulo aquellas indica-


ciones que el Magisterio de la Iglesia ha ido ofreciendo en relación con el
tema de la formación permanente de los sacerdotes, y de manera especial, de
los sacerdotes en sus primeros años de ministerio.

1. Documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II

La llamada a proseguir y a completar la formación permanente de los


sacerdotes después del Seminario está muy presente en el Vaticano II67. Son
tres los textos que se refieren explícitamente a nuestro tema: OT 22; PO 19;
CD 16.

En su tratamiento existe una gradación: si en OT se plantea la necesidad de


proseguir y completar la formación sacerdotal en razón de «las condiciones de
la sociedad moderna»68, en PO se acentúa la urgencia de una mayor prepara-

67
Saturnino GAMARRA, «La formación permanente del sacerdote», en Seminarios, 205-206 (2012), 106.
68
«La formación sacerdotal, sobre todo en las condiciones de la sociedad moderna, debe proseguir y comple-
tarse aun después de terminados los estudios en el seminario» (OT 2).
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 32

ción, y por esta razón insta a utilizar medios para ello69, y en CD se señala la
responsabilidad que tienen los Obispos sobre la vida y misión de los sacer-
dotes70.

Y el planteamiento también es diverso según el contexto en el que se trata


la formación permanente. Así, OT dedica el apartado VII con un único núme-
ro, el 22, para presentar el «Perfeccionamiento de la Formación después de los
estudios»71; PO dedica dos párrafos al tema dentro del número 19, orientado al
estudio y a la ciencia pastoral de los presbíteros; y CD 16 sitúa el tema dentro
del deber que los Obispos tienen de regir y apacentar a sus fieles. Los matices,
pues, son distintos. La formación permanente en OT tiene un carácter de
formación; en PO su nota característica es más bien de capacitación para la
pastoral; y en CD es vista desde la responsabilidad del Obispo72.

Es de destacar, por otra parte, que antes de que fuera promulgado el


documento conciliar sobre la «Formación sacerdotal» (que se hizo el día 28 de
octubre de 1965), la OSLAM organizó un encuentro de responsables de
seminarios latinoamericanos, celebrado en Medellín de13 al 19 de junio de
1965. Ello indica la preocupación por el tema, y la necesidad de su aplicación
al Continente Latinoamericano.

69
«Más como quiera que en nuestros tiempos la cultura humana y también las ciencias sagradas avanzan con
nuevo paso, incítase a los presbíteros a que perfeccionen adecuadamente y sin intermisión su ciencia acerca
de las materias divinas y humanas, y así se preparen a entablar más oportunamente diálogo con sus
contemporáneos» (PO 19).
70
«Estén solícitos de las condiciones espirituales, intelectuales y materiales de ellos, a fin de que puedan vivir
santa y piadosamente y cumplir fiel y fructuosamente su ministerio. A este fin favorezcan instituciones e
instauren reuniones peculiares en que de cuando en cuando se junten los sacerdotes, ya para practicar
ejercicios espirituales algo más largos en orden a la renovación de su vida, ya para adquirir conocimiento más
profundo de las disciplinas eclesiásticas, señaladamente de la Sagrada Escritura y teología, de ls cuestiones
sociales de mayor importancia, así como de los nuevos métodos de acción pastoral» (CD 16).
71
Es de notar que el contenido de este número de OT no es algo aislado ni un añadido a última hora, sino que
está muy dentro del Documento, ya está presente en el primer esquema de 1963.
72
L. A. MONTES-J. A. UBIETA, «Los presbíteros y la formación permanente a partir del Vaticano II en nuestra
Iglesia», en CEE, La formación permanente del los sacerdotes. Simposio, Madrid 1993, 31-32.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 33

En ese encuentro se ofrecieron algunos rasgos de los sacerdotes, especial-


mente lo referido al clero joven. Entre las tendencias positivas se dice que el
sacerdote joven refleja las cualidades de la época: menos ‘tradicionalista’ que
sus antecesores, más interesado por los temas existenciales que abstractos,
partidario de lo auténtico, le gusta lo funcional, no acepta el juridicismo,
admira la espiritualidad de la pobreza integral, intuye que su piedad debe
alimentarse en la palabra de Dios y expresarse sobre todo en la liturgia; es
generoso cuando ve un ideal atrayente, etc. Y entre las tendencias negativas:
es subjetivista, por falta de experiencia o por presunción juvenil; su vida
espiritual es bastante desordenada; la entrega a actividades marginales,
descuidando aquello que constituye la esencia de su vocación; el infantilismo
en varios de ellos, cuya vida celibataria no parece haber surgido de un opción
adulta, ni alimentarse de un ideal vivo; la desilusión por el sacerdocio;
situaciones de tristeza alimentadas en la soledad; hombres de una suscep-
tibilidad enfermiza, que vierten su amargura y su resentimiento sobre superio-
res y colaboradores; etc.

Y se hacen las siguientes indicaciones: las circunstancias de la vida moder-


na exigen que se tenga especial cuidado de los sacerdotes recién salidos del
seminario; sobre todo teniendo en cuenta la ruptura afectiva con el seminario;
la desorientación ante los múltiples y complicados problemas de la tarea
pastoral; el desaliento ante los primeros fracasos; el abandono del cultivo
propio en las ciencias sagradas; la desilusión del propio sacerdote una vez
pasados los primeros fervores de la ordenación sacerdotal73.

73
José Luis FERRÉ MARTÍ, Apuntes de Instituciones formativas, Universidad Pontificia de México, ad usum
privatum, pro manuscripto, México 2014, Ficha 13, 1-3.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 34

2. Carta circular «Inter ea» de la Congregación del Clero a las Confe-


rencias Episcopales sobre la formación permanente de los sacerdotes,
especialmente de los jóvenes

Se trata del primer documento oficial dedicado al tema. Su fecha es el 4 de


noviembre de 1969. Llega en un momento especialmente crítico y convulso
del sacerdocio en la Iglesia74; y pretende, además, dar respuesta a la problemá-
tica que recoge de la consulta que la misma Congregación acababa de hacer a
las Conferencias Episcopales.
La Carta circular deja asentado el principio de formación estableciendo la
relación que debe darse entre los tres aspectos: espiritual, intelectual y pasto-
ral. «Esta vida espiritual hay que considerarla como el fundamento de los
otros dos aspectos (intelectual y pastoral), ya que la actividad pastoral es
como su fruto y la ciencia teológica su criterio orientador».
Conviene además, dada la orientación de este trabajo, recoger lo que dice
en relación a los primeros años del ministerio, puesto que son años muy
decisivos:
«Estos primeros años, que constituyen una necesaria verificación de la forma-
ción inicial después del delicado primer impacto con la realidad, son los más
decisivos para el futuro»75.

E indica la necesidad de «organizar, en los primeros años de sacerdocio,


encuentros anuales de formación en los que se elaboren y profundicen
adecuados temas teológicos, jurídicos, espirituales y culturales, sesiones espe-
ciales dedicadas a problemas de moral, de pastoral, de liturgia, etc.». Pero,
además, se advierte que no se trata solamente de equipar mejor intelectual-
74
Basta recordar, en este sentido, el Congreso sacerdotal de Lucerna (Suiza) en septiembre de 1967, el
Congreso de formación sacerdotal de Metz (Francia) en abril de 1969 y la Asamblea europea de sacerdotes de
Chur (Suiza) en julio de 1969). Citado en S. GAMARRA, «La formación permanente del sacerdote», o.c., 107.
75
CONGREGACIÓN DEL CLERO, Inter ea. Carta circular sobre la formación permanente de los sacerdotes, 4
noviembre 1969, n. 93.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 35

mente a los nuevos sacerdotes, sino que se apunta ya a una formación


permanente más integral, señalando a este respecto:

«Conviene, en definitiva, que el clero joven crezca en un ambiente espiritual de


auténtica fraternidad y delicadeza, que se manifiesta en la atención personal,
también en lo que respecta a la salud física y a los diversos aspectos materiales
de la vida»76.

Y añade:

«Sería útil también que a los jóvenes presbíteros se facilitara la posibilidad de


una convivencia familiar entre ellos y con los más maduros, de modo que sea
posible el intercambio de experiencias, el conocimiento recíproco y también la
delicada práctica evangélica de la corrección fraterna»77.

3. La Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (1970)

Este Documento de la Congregación de la Educación Católica, que contie-


ne las «Normas fundamentales de la formación del sacerdote», dedica el
capítulo XVII, también el último, como OT, al tema: «El perfeccionamiento
de la formación después del seminario». Es el principio en el que se insiste
una y otra vez, y con el cual hay que contar78.

Empieza el capítulo destacando la importancia e indeclinable necesidad de


dicha formación:

«La formación sacerdotal es de tal naturaleza, que debe completarse más y más
durante toda la vida, especialmente en los primeros años que siguen a la
Sagrada Ordenación»79.

Y después señala los medios siguientes80:

76
Idem.
77
Idem.
78
Saturnino GAMARRA, «La formación permanente del sacerdote», o.c., 107.
79
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, Roma
1985, n. 100.
80
RFIS, n. 101.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 36

 Un año o un bienio de pastoral, en que los neo-sacerdotes viven en


común y se dedican al estudio pastoral durante algunos días de la
semana, ejerciendo otros días el ministerio en las parroquias.

 Una formación pastoral prolongada durante algunos años, en que los


jóvenes sacerdotes, ya integrados en el ministerio, se reúnen durante
uno o dos días a la semana para estudiar y recibir clases de pastoral.

 Cursillos que se celebran en vacaciones o en otro tiempo más oportuno,


en los que los sacerdotes jóvenes investigan y proponen los problemas
pastorales y preparan, al mismo tiempo, los exámenes trienales.

 El mes sacerdotal después de unos cinco años de ministerio, con que los
jóvenes sacerdotes se renuevan espiritualmente por medio de ejercicios
espirituales y se actualizan con cursillos especiales, ya en la doctrina
(aggiornamento) ya en la pastoral, por la discusión de los problemas
pastorales, ayudados por hombres experimentados.

Termina afirmando que no se conseguirá la eficacia deseada si no hay


coordinación entre el Seminario y los cursos del Postseminario, y si no se
confía su dirección a un sacerdote eminente por su ciencia, por su virtud y por
su experiencia81.

4. Código de Derecho Canónico (1983)

El canon 279 recoge algunos de los puntos señalados en los Documentos


anteriores. En él se afirma:
«Aun después de recibido el sacerdocio, los clérigos han de continuar los
estudios sagrados... Según las prescripciones del derecho particular, los
81
José Luis FERRÉ MARTÍ, Apuntes de formación permanente, Universidad Pontificia de México, ad usum
privatum, pro manuscripto, México 2014, Ficha 1, 3.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 37

sacerdotes, después de la ordenación, han de asistir frecuentemente a las


lecciones de pastoral que se establezcan, así como también a otras lecciones,
reuniones teológicas o conferencias, en los momentos igualmente determinados
por el mismo derecho particular, mediante las cuales se les ofrezca la oportu-
nidad de profundizar en el conocimiento de las ciencias sagradas y de los
métodos pastorales».

Aunque los comentaristas hablan de «la formación permanente aquí


descrita», ellos mismos la limitan y dejan su concreción al derecho particular,
en los siguientes términos:
− habla de la integración con la formación precedente,
− con la finalidad de participar en el diálogo entre fe y cultura,
− pero se puede apreciar que se refiere a la formación continuada intelec-
tual y pastoral.

5. Guía Pastoral para los Sacerdotes Diocesanos de las Iglesias que de-
penden de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Publicada en Roma el 1 de octubre de 1989, fiesta de Santa Teresa del


Niño Jesús, Patrona de las Misiones, con el fin de ayudar «a los sacerdotes
diocesanos de las Iglesias que dependen de la Congregación para la Evan-
gelización de los Pueblos»82.

Afirma que el carácter evolutivo de la persona humana, el desarrollo de la


vida cristiana y sacerdotal, el progreso de las ciencias sagradas y profanas, la
necesidad de adaptarse a los ritmos de evolución de la sociedad, exigen que
los presbíteros se mantengan en un estado de formación continua. Esta tarea

82
CONGREGACION PARA LA EVANGELIZACION DE LOS PUEBLOS, Guía pastoral para los sa-
cerdotes diocesanos de las iglesias que dependen de la Congregación para la evangelización de los pueblos,
Roma, 1 octubre 1989, n. 1
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 38

abarca todas las dimensiones de la vida: humana, espiritual, sacerdotal, doc-


trinal, apostólica y profesional.

La formación humana permanente es indispensable al sacerdote para que se


mantenga insertado convenientemente en la vida social, entienda sus valores y
lagunas, establezca relaciones positivas con las personas, comprenda los
cambios y sea apto para formular juicios críticos sobre las realidades.

Esa Guía Pastoral pone de relieve también la dimensión espiritual, sacer-


dotal y apostólica: la vocación al sacerdocio, la relación con Dios, el compro-
miso de seguir a Cristo, la generosidad en la misión de evangelizador y pastor,
la conversión interior, la renovación de los métodos pastorales, son todos
aspectos que requieren una permanente atención y capacidad de desarrollarse
constantemente en vista del gran ideal de la santidad sacerdotal

Los sacerdotes deben estar convencidos de la necesidad de continuar el


estudio en todos los momentos de su vida, en función de su desarrollo como
personas humanas, como alimento de la verdadera piedad y del contacto con
Dios, y en relación con el trabajo apostólico. El marco cultural de la forma-
ción permanente implica la utilización de instrumentos apropiados, como son
los cursos organizados, el estudio personal, el intercambio de experiencias,
etc., utilizándolos con perseverancia y con la convicción de que nunca se está
suficientemente al día.

Ahora bien, la formación permanente presenta características particulares


en determinadas situaciones y edades.

«En los primeros años después de la ordenación, y especialmente con motivo


del primer nombramiento, o del cambio de oficio, préstese ayuda a los
sacerdotes, y ellos mismos hagan todo lo posible por insertarse en el nuevo
ambiente y tipo de trabajo, siguiendo los pasos de algún sacerdote que tenga
experiencia. No debe permitirse que el sacerdote comience un nuevo trabajo sin
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 39

una conveniente instrucción al respecto. Es necesario que las diócesis dispon-


gan de estructuras adecuadas con este fin, en especial cuando se trata de
sacerdotes jóvenes, durante los primeros años que siguen a la ordenación»83.

6. Sínodo sobre la formación sacerdotal

6.1 Lineamenta (1989)

Al señalar el tema del Sínodo, el papa Juan Pablo II sitúa la Asamblea


General del Sínodo de los Obispos en el contexto del Vaticano II y de los
múltiples esfuerzos que han sido realizados a lo largo de los últimos decenios
en el campo de la formación sacerdotal.

Como se hizo en anteriores ocasiones, la Secretaría General del Sínodo


realizó un sondeo en las Iglesias Orientales, en las Conferencias Episcopales y
en la Unión de los Superiores Generales, para discernir los temas de actua-
lidad pastoral, e interés universal y de urgencia real, que podrían constituir el
objeto de reflexión de dicha asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Las respuestas pusieron de relieve la importancia de la formación de los
sacerdotes, diocesanos o religiosos, antes y después de la ordenación84.

A partir de las aportaciones recibidas, la Secretaría General del Sínodo


preparó el documento llamado «Lineamenta», y enviado a las Iglesias particu-
lares, para ayudar a promover la reflexión en profundidad sobre la formación
de los sacerdotes, sea en su preparación al sacerdocio, sea a lo largo de su
actividad pastoral. Y así se lee en el prólogo que hace el Secretario general del
Sínodo, Jan P. Schotte: «se trata de un texto cuyo único objetivo es el esti-
mular la reflexión común sobre la formación de los sacerdotes, sea en su

83
Ibidem, n. 32.
84
José Luis FERRÉ MARTÍ, Apuntes de Instituciones formativas, Universidad Pontificia de México, ad usum
privatum, pro manuscripto, México 2014, Ficha 14, 1.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 40

preparación al sacerdocio, sea a lo largo de su actividad pastoral»; se trata «de


la formación inicial y permanente de los sacerdotes»85. «La formación
comenzada en el seminario no deberá detenerse en la ordenación, sino
continuar y desarrollarse a lo largo de la vida ministerial»86.

La formación sacerdotal, antes y después de la ordenación, debe tener en


cuenta, además, el entorno socio-cultural, en un doble sentido: por una parte
este medio ambiente influye inevitablemente en los candidatos, que son de su
tiempo; por otra parte, constituye una dimensión del mundo a evangelizar y, a
veces, una especie de desafío para el ministerio sacerdotal de los presbíteros87.

Los rápidos cambios de las condiciones del ministerio, las evoluciones


socio-culturales, el desarrollo de las ciencias sagradas... exigen que el sacer-
dote se mantenga en estado de formación continua. Debe renovar su compe-
tencia doctrinal y pastoral.

La 5a. Parte de los Lineamenta está dedicada íntegramente a la formación


permanente y se exige del sacerdote «que se mantenga en estado de formación
continua» para poder garantizar la «renovación» y el «crecimiento»88.

Para ello, los sacerdotes deben encontrar un apoyo y una ayuda en los
diversos momentos de su existencia, ante todo, en las relaciones fraternales
que se cultivan entre ellos, en una apertura confiada a sus Obispos y Supe-
riores y en la calidad de escucha que éstos les prestan.

85
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO, Lineamenta 1989, Introd. 1.
86
Ibidem, 5.
87
Cf. Román SÁNCHEZ CHAMOSO, «La formación permanente», en Seminarios 38 (1992) 125-126, 403-404.
88
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO, Lineamenta 1989, nn. 32-36.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 41

Y, más concretamente, con relación a los sacerdotes jóvenes se afirma: «La


formación comenzada en el Seminario no debería detenerse en la ordenación,
sino continuar y desarrollarse a lo largo de la vida ministerial... A menudo los
sacerdotes jóvenes y no “rodados” en los nuevos ambientes de vida, tienen ne-
cesidad de apoyo y lugares de encuentro donde puedan intercambiar sus expe-
riencias y sus preocupaciones, y confrontar sus dificultades»89.

6.2 Discurso del Papa Juan Pablo II a la Secretaría del Sínodo (1990)

El Papa, en el Discurso a la Secretaría del Sínodo, habla de «la formación


que hay que impartir a los presbíteros al principio de la manifestación de su
llamada, durante el tiempo de preparación para la ordenación y en el período
de vida sacerdotal»90.

Vemos cómo aparece una concepción amplia de formación permanente,


que no se circunscribe a una etapa de la vida. Sínodo y documento post-
sinodal lo van a reafirmar con toda rotundidad.

6.3 Instrumentum laboris (1990)

El «Instrumentum laboris» recoge las respuestas a la invitación hecha en


los «Lineamenta» como aportaciones al tema de la formación permanente.
Con estas respuestas, procedentes de toda la Iglesia, se elaboró el Cap. IV del
Documento programático del Sínodo (n. 53-61). Se concibe la formación
permanente como «un continuo proceso personal de maduración en la fe, en la
esperanza y en la caridad, en la configuración con Cristo, buen Pastor» y

89
Ibidem, n. 4.
90
JUAN PABLO II, Discurso pronunciado el día 15-11-1990, en L'Osservatore Romano, 11-III-1990, 9.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 42

confía en que «la formación integral y armónica favorecerá la unidad orgánica


de la vida sacerdotal»91.

Es constante la conciencia de que la formación —aunque con dos fases:


antes y después de la ordenación— es por su propia naturaleza permanente, es
decir, que abarca toda la vida92.

Se perfila y amplía lo propuesto en «Lineamenta» (5a. Parte), se articula


más pedagógicamente la materia (necesidad y naturaleza de la formación
permanente, diversos aspectos de la formación, destinatarios, responsables,
objetivos, momentos privilegiados), anticipando sustancialmente con ello el
íter expositivo que seguirá el Documento pontificio PDV. Con frecuencia
posturas y hasta expresiones de la Exhortación postsinodal se toman literal-
mente del «Instrumentum laboris». Por otra parte, varias peticiones hechas en
este Documento han quedado sin respuesta en la PDV93.

6.4 Exhortación postsinodal: «Pastores dabo vobis» (1992)

Esta exhortación apostólica, aunque publicada en 1992, viene presentada


como el fruto de los trabajos del Sínodo de 1990, dedicado al tema de la
formación de los sacerdotes en la situación actual.

Abre el Documento un recuerdo de la promesa del Señor de dar siempre a


su Iglesia pastores según su corazón, invitando a la Iglesia a confiar en dicha
promesa y a colaborar activa y responsablemente con la acción de Dios: «Os
daré pastores según mi corazón, (Jer 3, 15)»94.

91
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO, Instrumentum laboris 1990, n. 54.
92
Ibidem, nn. 1.12.21.25.
93
Román SÁNCHEZ CHAMOSO, «La formación permanente», en Seminarios, 38 (1992) 125-126, 402.
94
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis (PDV), Roma 1992, n. 1
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 43

La Iglesia siempre ha considerado el tema de la formación de sus sacer-


dotes como algo vital. Y hoy, en las nuevas circunstancias, se siente llamada a
proponerlo de nuevo, pero desde un planteamiento nuevo.

La Exhortación dedica el capítulo VI al tema con 12 números, del 70 al 81,


de hondo contenido95. Dos datos resaltan con relación a este tema: el énfasis
que se le concede (se le dedica uno de los seis capítulos del documento), y el
tipo de planteamiento que se hace del tema (novedad, amplitud, globalidad)96.
Conviene, además, destacar:

 El sugestivo título: «Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que


está en ti», que da pistas para el enfoque y valoración teológico-bíblica del
tema.

 Las razones teológicas, pastorales y existenciales de la formación perma-


nente, que le confieren seriedad y urgencia.

 La descripción y niveles de la formación permanente. Concebida ésta como


«la continuación natural y absolutamente necesaria de aquel proceso de
estructuración de la personalidad presbiteral iniciado y desarrollado en el
seminario o casa religiosa». Abarca, pues, la total duración de la existencia
de la persona y no se reduce a una etapa o a una sola de las dimensiones de
la vida del presbítero.

 Una vez asentada la naturaleza y necesidad de la formación permanente de


los presbíteros pasa a abordar cuestiones prácticas como:

o los destinatarios: todos los sacerdotes, en cualquier período o situación


de su vida, precisamente porque es «permanente»;

95
Saturnino GAMARRA, «La formación permanente del sacerdote», o.c., 110.
96
Luis Rubio Morán, .................. Seminarios’, 125-126. 1992)
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 44

o los responsables de la formación: «cada sacerdote es el primer respon-


sable»; pero como la formación permanente no es una actividad que
cada uno debe procurarse por sí mismo sino un trabajo formativo
compartido, es necesario que alguien en particular dentro de la Iglesia
diocesana diseñe su realización y arbitre los medios adecuados. Y aquí
aparece como «fundamental la responsabilidad del Obispo y, con él, la
del presbiterio»;

o modalidades de la formación permanente: es conveniente hacer un


proyecto y establecer un programa, con los medios que en cada lugar
estén más a mano, orientados especialmente a reflexionar sobre la vida
y la praxis ministerial. Sin lugar a dudas, la praxis pastoral, analizada y
reflexionada sistemáticamente con valentía y realismo, en su enorme
riqueza de experiencias y testimonios, de contrastes y sinsabores, de
consuelos y sufrimientos, se convierte en escuela de formación perma-
nente;

o y momentos privilegiados para dicha formación. La exhortación


enumera algunos: encuentros del obispo con su presbiterio, encuentros
de espiritualidad sacerdotal, encuentros de estudio y reflexión común,
cursos de actualización...

 Los sacerdotes jóvenes

Al hablar de los destinatarios, PDV formula este criterio a modo de


pórtico: «Ha de rechazarse como absolutamente falsa y peligrosa la idea de
que la formación presbiteral concluya con su estancia en el seminario», de
donde concluye en perfecta lógica que «debe acompañar a los sacerdotes
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 45

siempre, esto es, en cualquier período y situación de su vida, precisamente


porque es permanente»97. Todos los sacerdotes son destinatarios.

El documento postsinodal se ocupa por separado de los diversos grupos de


sacerdotes por edad o situación personal o ministerial, exponiendo las moti-
vaciones particulares que en cada caso avalan la formación permanente.
Comienza por los sacerdotes jóvenes, para los que propone especialmente
encuentros programados y adaptados a su peculiar situación, que les ayuden a
estrenar ilusionadamente su sacerdocio, a insertarse en el presbiterio en comu-
nión responsable con los demás hermanos sacerdotes y a contrastar pausada y
reflexivamente su primera experiencia ministerial con el ideal asimilado en los
años del seminario, mediante «una adecuada estructura de apoyo, con guías y
maestros apropiados»98.

Este el de los sacerdotes jóvenes es, sin duda, el grupo de sacerdotes
al que se dedicó más atención en el aula sinodal y en las aportaciones de los
grupos lingüísticos de trabajo. Ciertamente es uno de los puntos neurálgicos
de la problemática sacerdotal actual. El sínodo se hizo amplio eco del tema99.

 Los responsables de la formación permanente

Esta misma necesidad de la formación permanente urge a los responsables


de la misma que afronten resueltamente una dificultad generalizada que fre-
cuentemente la entorpece, sobre todo por falta de tiempo apto y por sobre-
carga de trabajo de los presbíteros, que les resta ilusión, energías y disponi-

97
PDV 76.
98
Idem.
99
Román SÁNCHEZ CHAMOSO, «La formación permanente», o.c., 411.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 46

bilidad para cuidar de sus personas tal como recomienda el Apóstol (cf. 1 Tim
4,14-16).

La primera responsable de la formación permanente debe ser la Iglesia


particular, bajo la guía e iniciativa del obispo: «Todos los miembros del
Pueblo de Dios pueden y deben ofrecer una valiosa ayuda... deben dejar a los
sacerdotes espacios de tiempo para el estudio y la oración»100.

Esta responsabilidad formativa de cada Iglesia se debe diversificar y con-


cretar en relación con los diversos miembros que la componen. De ellos se
ocupa el n. 79 en el que se lee:

«Es precisamente cada sacerdote el primer responsable en la Iglesia de la


formación permanente».

Se indica con ello que debe afrontarse desde una convicción personal
íntima de quien busca resueltamente «ser fiel al don de Dios y al dinamismo
de conversión diaria que nace del mismo don». La formación permanente es
un eficaz elemento para contrarrestar la inercia que induce a la instalación en
posiciones fijas y estables, que ofrezcan seguridad aunque sea más aparente
que real. La formación permanente es un eficaz antídoto para no «envejecer»,
pues «mantiene la juventud del espíritu, que nadie puede imponer desde fuera,
sino que cada uno ha de encontrar continuamente en su interior. Sólo el que
conserva vivo el deseo de aprender y crecer posee esta juventud».

Pero como la formación permanente aquí considerada no es una actividad


que cada uno debe procurarse por sí mismo sino un trabajo formativo compar-
tido, es necesario que alguien en particular dentro de la diócesis diseñe su
realización y arbitre los medios adecuados. Y aquí aparece como «fundamen-

100
PDV 78.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 47

tal la responsabilidad del Obispo y, con él, la del presbiterio». A ellos


corresponde en primer lugar facilitar que cada sacerdote sea fiel al don del
ministerio recibido y responda a lo que el pueblo de Dios necesita. La
formación permanente de los presbíteros ha conocido en los últimos años
muchos intentos y ha iniciado diversas experiencias, de ordinario muy
localizadas y frecuentemente efímeras, debidas a intentos aislados. Apenas
cuenta con cuadros de referencia garantes y consolidados, fácilmente expor-
tables a ambientes distintos del que vio nacer la experiencia. Es un tema cada
vez más frecuente en conversaciones y escritos, pero aún pobre en concre-
ciones programáticas y en proyectos con contenidos y metodología que le
confieran respetabilidad y aceptación. Y es que la empresa no es fácil, aunque
se sienta urgente y necesaria, y no se considera realizable dejada a la iniciativa
particular, ni siquiera al carisma y buena voluntad de alguien personalmente
convencido y comprometido en la empresa101.

También el Seminario o centro de formación sacerdotal tiene un papel


decisivo por cuanto le corresponde sembrar la convicción de que es necesaria
la formación permanente. En efecto, al centro de formación sacerdotal corres-
ponde crear en los candidatos al presbiterado el hábito de estudio y reflexión,
de crecimiento y puesta al día constante, que son los motores indispensables
de la formación permanente. Los obispos se dirigen a los seminaristas en estos
términos: «Tened siempre presente en vuestro espíritu que la formación
sacerdotal es un camino que dura toda la vida»102.

101
Román SÁNCHEZ CHAMOSO, «La formación permanente», o.c., 411-412.
102
PADRES SINODALES, Mensaje al pueblo de Dios IV, OR 44 (2-X-1990), 12
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 48

 Modalidades de la formación permanente

No habrá formación permanente responsable, creíble y digna de tal nombre


mientras no se llegue a «hacer un proyecto y establecer un programa capaces
de estructurarla no como un mero episodio sino como una propuesta sistema-
tica de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades preci-
sas»103. Dicho proyecto o programa deberá trazarse no ciñéndose únicamente a
la coyuntura por la que esté pasando el presbiterio diocesano en cada lugar,
sino con amplitud de miras, con generosidad de esfuerzos y con horizontes
más amplios, tanto teológicos como pastorales y existenciales, para que no se
vea reducido a una respuesta coyuntural o pasajera y se desvirtúe así la
verdadera naturaleza y objetivo de la formación permanente104.

La exhortación apostólica Pastores dabo vobis ofrece, quizá por primera


vez en la historia de la Iglesia, pautas, enfoques y datos estructurales con
reconocida solvencia teológica y ministerial. Pero esto sólo será posible si el
presbiterio se compromete de lleno en el empeño105.

El proyecto de formación permanente habrá de recurrir a los medios que en


cada lugar estén más a la mano. PDV hace mención de algunos, la vida y
situación de cada Iglesia particular sabrá hallar otros recursos y momentos
localmente favorables. La creatividad tiene aquí un vasto106.

Dado que nuestro trabajo está orientado principalmente a los sacerdotes


jóvenes, es importante que dicha formación esté enfocada a reflexionar sobre
la vida y la praxis ministerial, la reflexión a partir de la vida. Es éste un
103
PDV 79.
104
Maurizio COSTA, «La formazione permanente», en Seminarium, 4, 2003, 778-782.
105
Román SÁNCHEZ CHAMOSO, «La formación permanente», o.c., 414.
106
Algunas experiencias fueron expuestas en las «Jornadas de reflexión sobre el Sacerdocio», celebradas en la
Universidad Pontificia, con motivo del Año Sacerdotal, y recogidas en la revista Seminarios, 194, 2009, 145-
157.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 49

aspecto que resalta gratamente en PDV. Es la consideración de la propia vida


ministerial como escuela de formación permanente107. Se trata de la reflexión
programada y sistemática, compartida en intercambio recíproco con otros
sacerdotes, sobre el ejercicio del ministerio pastoral en el que se está embar-
cado, que se contrasta y evalúa a la luz del "don divino" recibido en el
sacramento del Orden, iluminado y sopesado con el auxilio de la teología en
cada momento y lugar. La praxis pastoral, analizada y reflexionada sistemáti-
camente con valentía y realismo, en su enorme riqueza de experiencias y
testimonios, de contrastes y sinsabores, de consuelos y de sufrimientos, es sin
duda una voz que debemos escuchar para iluminar nuestros pasos ministe-
riales, y es además una generosa fuente que debe nutrir la existencia minis-
terial; para lograrlo hemos de ser capaces de ver en ello un camino por el que
Dios nos encuentra e interpela.

Según esto, la propia vida y ministerio del presbítero deben convertirse en


el verdadero eje conductor de la formación permanente. Unas veces se tratará
de evaluar, contrastar o descubrir en el ejercicio del ministerio sacerdotal la
acción salvadora de Dios a través del "sacramento-persona" de Jesucristo que
es el presbítero; otras veces se tratará de orientar y estructurar el ejercicio del
ministerio según prioridades pastorales y misioneras en orden a la guía y
construcción de la comunidad cristiana; en otras ocasiones se podría someter a
análisis el talante de corresponsabilidad pastoral con la diócesis y el presbi-
terio, consustancial con la vocación presbiteral108. Aquí se encontrará además
la genuina fuente de la espiritualidad específica del presbítero diocesano
secular, como enseña la doctrina conciliar y ha desplegado ampliamente la

107
PDV 78.
108
Manuel SÁNCHEZ MONGE, «La formación permanente de los sacerdotes», en Seminarios 208 (2013), 109.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 50

reflexión teológica postconciliar. Dios nos visita ante todo allí donde él mismo
ha decidido colocarnos109.

 Momentos, formas y medios de la formación permanente

La exhortación apostólica Pastores dabo vobis110 habla de «momentos


privilegiados» o «tiempo especialmente favorable» para la formación perma-
nente. Hay que aprovecharlos. Estos serían los principales y más corrientes:

 Encuentros del Obispo con su presbiterio. Es un momento especial-


mente apropiado para vivenciar y ahondar en la comunión eclesial, en la
«fraternidad sacramental» y en la corresponsabilidad pastoral.

 Encuentros de espiritualidad sacerdotal, bajo diversas modalidades,


tales como retiros espirituales, convivencias de espiritualidad en las que
se vuelve sobre las raíces de la identidad sacerdotal y de la espiritua-
lidad específica, y en las que se encuentran «nuevas motivaciones para
la fidelidad y la acción pastoral».

 Encuentros de estudio y reflexión común que ponen al día sobre los


planteamientos y los avances teológicos y pastorales, que enriquecen
doctrinalmente y «aseguran una síntesis más madura entre los diversos
elementos de la vida espiritual, cultural y apostólica, abren la mente y el
corazón a los nuevos retos de la historia y a las nuevas llamadas que el
Espíritu dirige a su Iglesia».

 La necesaria actualización teológica y pastoral deberá propiciarse


además con «iniciativas de mayor calidad y verdaderamente atrayentes
para la formación permanente, como son cursos de actualización bíbli-

109
Luis FLORES VILLA, «Para la formación permanente de los presbíteros», en Medellín, 153 (2013), 77-81.
110
PDV 80.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 51

ca, teológica y pastoral, semanas de convivencia, ciclos de conferen-


cias»111. que se pueden confiar a las facultades y los institutos
teológicos y pastorales, los seminarios y los organismos comprometidos
en la formación presbiteral.

La Exhortación112 se detiene en la consideración de algunos medios que


propician la formación permanente y allanan más fácilmente los obstáculos:

 Las diversas formas de vida común entre los sacerdotes, con las dife-
rentes modalidades que se dan en la Iglesia; habrán de tener la impronta
propia del clero secular diocesano y no pretender la reproducción a
escala presbiteral de la vida religiosa.

 Las asociaciones sacerdotales y en particular los institutos seculares


sacerdotales con su nota específica de diocesaneidad, excelentes formas
de «fraternidad sacerdotal», «útiles no sólo para la vida espiritual, sino
también para la vida apostólica y pastoral». En todo caso deberá
garantizarse la perfecta sintonía con el presbiterio, al que se deberá estar
siempre supeditados.

 La práctica de la dirección espiritual, «un medio clásico, que no ha


perdido nada de valor, no sólo para asegurar la formación espiritual sino
también para promover y mantener una continua fidelidad y genero-
sidad en el ejercicio del ministerio sacerdotal». Desde esta instancia
deberá evaluarse también el grado de comunión y corresponsabilidad
afectiva y efectiva con el resto del presbiterio.

111
PDV 79.
112
PDV 81.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 52

A estos medios recomendados por el documento pontificio fácilmente


pueden sumarse otros que las circunstancias descubrirán y aconsejarán cuando
se da un verdadero interés y aprecio de la propia formación y se entra decidi-
damente por vías de creatividad. Este es precisamente el nudo del plantea-
miento y el punto de partida para cualquier modalidad de formación perma-
nente que se proponga. Si no brota el impulso desde dentro de la persona, si
no se cuenta con el impulso decidido de cada uno enraizado en una verdadera
estima de la formación, si no se siente el estímulo y si no se vive la vocación
de crecimiento y de ahondamiento en el don ministerial conferido por el
sacramento del Orden, si no se reconoce la necesidad de mantener a punto al
ministro de salvación para servir más y mejor, de poco servirá la oferta que se
proponga de parte de otros que nunca podrá contar con los rasgos de
obligatoriedad y sistematización de una programación académica propia-
mente dicha113.

7. Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros

A continuación, centramos nuestra atención en el Directorio que la Con-


gregación para el Clero ha publicado, con el fin de ayudar a los presbíteros a
avanzar por «un camino fiel y fecundo»114 en su ministerio:

7.1 Primera edición (1994)

Como se lee en la Introducción, este Documento «quiere responder a los


principales interrogantes -de orden doctrinal, disciplinar y pastoral- que el
compromiso de la nueva evangelización plantea a los sacerdotes»115.

113
Román SÁNCHEZ CHAMOSO, «La formación permanente», o.c., 416-418.
114
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros, Roma 1994,
Introducción.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 53

Dedica el Directorio el III Capítulo a la formación permanente del sacer-


dote. Y en él recalca la necesidad actual de la misma: «La formación perma-
nente es un exigencia que nace y se desarrolla a partir de la recepción del
sacramento del Orden... Se trata de una necesidad intrínseca al mismo don
divino que debe ser continuamente "vivificado" para que el presbítero pueda
responder adecuadamente a su vocación»116. Por otra parte se hace constar que
la formación permanente es «un medio para que el presbítero de hoy alcance
el fin de su vocación, que es el servicio de Dios y de su Pueblo»117. Y tal
formación debe comprender y armonizar todas las dimensiones de la vida
sacerdotal, es decir, debe tendera ayudar a cada presbítero: a desarrollar una
personalidad humana madurada, una vida espiritual e intelectual solida,
también una adecuada formación pastoral118.

También se detiene el Directorio a señalar cómo organizar los encuentros


sacerdotales, los cuales deben tener «la característica de la unidad y del
progreso por etapas»119. Pero tal unidad debe apuntar a la conformación con
Cristo, de modo que la verdad de la fe, la vida espiritual y la actividad
ministerial lleven a la progresiva maduración de todo el presbítero. En este
sentido se menciona, en concreto, el Año de Pastoral, orientado a «facilitar el
paso de la indispensable vida propia del Seminario al ejercicio del sagrado
ministerio, procediendo gradualmente, facilitando una progresiva y armónica
maduración humana y específicamente sacerdotal»120. Por otra parte se indica
como muy oportuno que «el Obispo envíe a los nuevos sacerdotes con
hermanos de vida ejemplar y celo pastoral», remarcando al mismo tiempo que
115
Idem.
116
Directorio 69.
117
Directorio 71.
118
Directorio 74-80
119
Directorio 81.
120
Directorio 82.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 54

«la primera destinación... debería responder, sobre todo, a la exigencia de


encaminar correctamente a los jóvenes sacerdotes»121, no obstante las frecuen-
tes y graves urgencias pastorales.

También habla el Documento de tiempos «sabáticos», de los retiros y


ejercicios espirituales122; y, por supuesto, de los responsables y de la necesidad
de la programación123; deteniéndose en el apartado dedicado a las necesidades
en orden a la edad y a situaciones especiales.

Por lo que respecta a los primeros años posteriores a la ordenación, que


vienen considerados muy importantes, se recalca que en estos años124:

 se deben «encontrar las condiciones de vida y ministerio, que les


permitan traducir en obras los ideales forjados durante el período de
formación en el seminario»;

 han de servir para «una necesaria verificación de la formación inicial


después del delicado primer impacto con la realidad... constituyendo los
años más decisivos para el futuro";

 se requiere «una armónica maduración para hacer frente ―con fe y con


fortaleza― a los momentos de dificultad»;

 han de tener «la posibilidad de una relación personal con el propio


Obispo y con un sabio padre espiritual»;

 han de facilitárseles «tiempos de descanso, de meditación, de retiro


espiritual»;

121
Idem.
122
Directorio 83-85.
123
Directorio 86-92.
124
Directorio 93.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 55

 se organicen para ellos «encuentros anuales de formación en los que se


elaboren y profundicen adecuados temas teológicos, jurídicos, espiri-
tuales y culturales, sesiones especiales dedicadas a problemas de moral,
de pastoral, de liturgia, etc.;»

 que se les facilite «la posibilidad de una convivencia familiar entre ellos
y con los más maduros, de modo que sea posible el intercambio de
experiencias, el conocimiento recíproco y también la delicada práctica
evangélica de la corrección fraterna»;

 y que «el clero joven crezca en un ambiente espiritual de auténtica


fraternidad y delicadeza, que se manifiesta en la atención personal,
también en lo que respecta a la salud física y a los diversos aspectos
materiales de la vida».

Termina el Directorio haciéndose eco de lo afirmado en la exhortación


apostólica PDV: «La nueva evangelización requiere nuevos evangelizadores,
y éstos son los sacerdotes, que se esfuerzan por vivir su ministerio como
camino específico hacia la santidad»125.

7.2 Nueva edición (2013)

Tras «la provechosa experiencia del Año Sacerdotal (2009-2010), la


promoción de una "nueva evangelización", las sucesivas y preciosas indica-
ciones del magisterio de Benedicto XVI, y, lamentablemente, las dolorosas
heridas que han atormentado a la Iglesia por la conducta de algunos de sus
ministros, nos han exhortado a elaborar una nueva edición del Directorio»126.

125
PDV 82.
126
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros (Nueva edi-
ción), Roma 2013, Introducción.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 56

En su breve introducción ya aparecen claras las intenciones: «Se consideró


oportuno recordar los elementos doctrinales que son el fundamento de la
identidad, de la vida espiritual y de la formación permanente de los presbí-
teros, para ayudarles a profundizar el significado de ser sacerdote y a acrecer
su relación exclusiva con Jesucristo Cabeza y Pastor. Toda la persona del
presbítero se beneficiará de ello, tanto su existencia como sus acciones»127.

Es de notar que al actualizar el Directorio, se ha tratado de hacer hincapié


en los aspectos más relevantes de las enseñanzas magisteriales sobre el
ministerio sagrado desde 1994 hasta nuestros días. Se ha considerado opor-
tuno recordar los elementos doctrinales que son el fundamento de la identidad,
de la vida espiritual y de la formación permanente de los presbíteros, para
ayudarles a profundizar el significado de ser sacerdote y a acrecer su relación
exclusiva con Jesucristo Cabeza y Pastor128.

Se insiste una vez más sobre la importancia de la formación del sacerdote


que debe ser integral, sin privilegiar un aspecto en detrimento de otro. Por otra
parte, la formación específica del sacerdote requiere un abandono completa-
mente singular a la obra del Espíritu Santo, evitando, aunque se valoren los
propios talentos, caer en el peligro del activismo, de considerar que la eficacia
de la propia acción pastoral dependa de sus habilidades personales.

Además, el buen conocimiento de las ciencias humanas (en particular, de la


filosofía y la bioética) para afrontar con la cabeza alta los desafíos del
laicismo; la valoración y el uso de los medios de comunicación de masa como
ayuda para un anuncio eficaz de la Palabra; la espiritualidad eucarística como
especificidad de la espiritualidad sacerdotal (la Eucaristía es sacramento de

127
Idem.
128
Directorio (NE). Introducción.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 57

Cristo que se hace don incondicional y total de amor al Padre y a los


hermanos, y así debe ser también quien participa de Cristo-don) y de la cual
depende el sentido del celibato (al que numerosas voces son contrarias porque
no lo comprenden); la relación con la jerarquía eclesiástica y la fraternidad
sacerdotal; el amor a María, Madre de los sacerdotes, cuyo papel en la
economía salvífica es de primer plano, como elemento, no decorativo u
opcional, sino esencial. Estos y otros son los temas que se afrontan sucesi-
vamente en ese Directorio129.

Como en la primera edición, el nuevo Directorio, el III Capítulo está


dedicado a la formación permanente de los sacerdotes. Y, después de recordar
los principios generales: necesidad de la formación permanente, hoy, caracte-
rísticas de la formación, dimensiones que debe atender, cómo ha de organi-
zarse y medios con los que se cuenta, necesidad de una programación,
responsables, la colaboración entre iglesias e instituciones130, pasa a señalar
las necesidades para cada una de las edades de los presbíteros. Y dedica el n.
111 a los primeros años de ministerio, con muy pocas variaciones respecto a la
edición anterior; solamente viene recalcada la mayor exigencia de la relación
entre ellos, por la influencia de la cultura actual tan individualista, recalcando
que conviene «que el clero joven crezca en un ambiente espiritual de auténtica
fraternidad y delicadeza, que se manifiesta en la atención personal, también en
lo que respecta a la salud física y a los diversos aspectos materiales de la
vida»131. Y termina indicando que la formación permanente del sacerdote es

129
Directorio (NE). Presentación.
130
Idem
131
Directorio (NE) 111.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 58

«un deber de trabajo inmenso, abierto, valiente, iluminado por la fe, sostenido
por la esperanza, radicado en la caridad»132.

8. Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano

Podemos afirmar que la preocupación por la formación permanente ha sido


una constante en los documentos emanados de las Conferencias Generales del
Episcopado Latinoamericano. Ya en la primera de ellas, celebrada con anterio-
ridad al Concilio Vaticano II (Río de Janeiro, 1955), se dice:

"La Conferencia quiere expresar su vivo deseo de que crezca aun más en el
ánimo de todos los sacerdotes la preocupación constante por conservar y
mejorar la formación ascética, doctrinal y humana que recibieron en el
seminario, con el afán de asegurar también al fecundidad y la eficacia de su
ministerio pastoral"133,

aconsejando entre otras cosas: el retiro mensual, la práctica de los ejercicios


espirituales, la meditación de libros espirituales y sobre todo de la Sagrada
Escritura, el cultivo de la amistad entre los hermanos sacerdotes, la ayuda
mutua y vida común del clero, las asociaciones sacerdotales, las conferencias
periódicas de formación134; y, con respecto a los sacerdotes jóvenes, reco-
mienda el cuidado en las lecturas, evitando las «que no sean idóneas para un
ministro del Señor», y encarece a los Obispos que «tengan con ellos un
contacto singularmente frecuente y personal a fin de conocerles, sostenerles y
guiarles mejor en el comienzo de su vida sacerdotal»135.

La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en


Medellín (1968), se hace eco de los cambios del mundo de hoy en América

132
Directorio (NE). Conclusión.
133
CR 21.
134
CR 23-24.
135
CR 25.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 59

Latina, y que afectan necesariamente a los presbíteros en su ministerio y en su


vida, por lo que los Obispos han de buscar contribuir a orientar la renovación
sacerdotal en esta hora compleja del Continente; esta renovación ha de hacrse
realidad en lo que toca a la formación de los sacerdotes jóvenes.

«Junto con ello, es necesaria una mayor adaptación a todo el progreso humano;
la misión del presbítero, en efecto, exige una cultura encarnada y dinámica,
constantemente actualizada y profundizada, que no se reduzca a un mero
cultivo intelectual, sino que abarque todo el sentido de la «humanitas»,
enriquecida con sus valores vividos sacerdotalmente»136.

La celebrada en Puebla (1979), urge a los Obispos a «buscar formas de


agrupación de los presbíteros situados en regiones lejanas a fin de evitar su
aislamiento»137. Y señala, como una de las prioridades pastorales la conve-
niencia de «profundizar la formación litúrgica del clero»138, necesaria para «la
superación de una mentalidad neoritualista»139, y para la adecuada «catequesis
litúrgica destinada a los fieles»140.

La celebrada, después de la publicación de la exhortación PDV, en Santo


Domingo (octubre de 1992), constata que:

«Existe una conciencia creciente de la necesidad e integralidad de la formación


permanente, entendida y aceptada como camino de conversión y medio para la
fidelidad»141.

Las implicaciones concretas que tiene esta formación para el compromiso


del sacerdote con la Nueva Evangelización «exigen crear y estimular cauces
concretos que la puedan asegurar», y más en concreto la necesidad de
«acompañar el procesos de crecimiento, intentado que los desafíos que el

136
CM 26.
137
CP 705.
138
CP 901.
139
CP 916.
140
CP 901.
141
CSD 72.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 60

secularismo y la injusticia le plantean puedan ser asimilados y respondidos


desde la caridad pastoral»142. Además, insiste en la formación integral que ha
de atenderse desde el Seminario para que «disponga para la formación
permanente del sacerdote»143.

La V Conferencia, celebrada en Aparecida, Brasil (2007), que invitaba a


todos los fieles a ser «discípulos y misioneros», fue inaugurada por el Papa
Benedicto XVI, y en su discurso inaugural dijo con respecto a los sacerdotes:

«Los primeros promotores del discipulado y de la misión son aquellos que ha


sido llamados "para estar con Jesús y ser enviados a predicar", es decir, lo
sacerdotes. Ellos deben recibir, de manera preferencial, la atención y el
cuidado paterno de sus obispos, pues son los primeros agentes de una auténtica
renovación de la vida cristiana en el pueblo de Dios... Para cumplir su elevada
tarea, el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su
vida animado por la fe, al esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un
hombre que busque, a través de la oración, el rostro y al voluntad de Dios, y
que cuida su preparación cultural e intelectual»144.

A lo largo del Documento, emanado de esa V Conferencia, se dedica un


amplio espacio a describir el Itinerario formativo de los discípulos y misione-
ros145; entre ellos hay que considerar a los sacerdotes, que no solo han de
crecer como tales sino que han de ser promotores de discípulos y misioneros
en las comunidades que se les asignen.

El Documento destaca la «pastoral presbiteral» que ha de «privilegiar la


espiritualidad específica y la formación permanente e integral de los sacer-
dotes»146, que debe acompañar siempre a los sacerdotes, en cualquier periodo
y situación de su vida, teniendo en cuenta, naturalmente, las posibilidades y
características propias de la edad, estilo de vida y tareas encomendadas.
142
Idem.
143
CSD 84.
144
BENEDICTO XVI, Discurso inaugural, en Aparecida
145
El Capítulo VI, nn. 240-346.
146
DAp 200.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 61

Más en concreto, habla de tres desafíos que han de estimular a los presbí-
teros en su formación permanente: el que dice relación con la identidad
teológica del ministerio presbiteral147, el que se refiere al ministerio del
presbítero insertado en la cultura actual, ya que: «el presbítero está llamado a
conocerla para sembrar en ella la semilla del Evangelio... lo cual incluye la
necesidad de potenciar adecuadamente la formación inicial y permanente de
los presbíteros, en sus cuatro dimensiones: humana, espiritual, intelectual y
pastoral»148, y el que se refiere a «los aspectos vitales y afectivos, al celibato y
a una vida espiritual intensa fundada en la caridad pastoral, que se nutre de la
experiencia personal con Dios y en la comunión con los hermanos, asimismo
al cultivo de relaciones fraternas con el Obispo, con los demás presbíteros de
la diócesis y con los laicos»149.

Además, invita a valorar el celibato como un don de Dios y que «posibilita


una especial configuración con el estilo de vida del propio Cristo y lo hace
signo de su caridad pastoral en la entrega a Dios y a los hombres con corazón
pleno e indiviso»150.

Y al representar a Cristo Buen Pastor, «está llamado a ser hombre de la


misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particu-
larmente de los que sufren grandes necesidades»151. Pero, al mismo tiempo, a
tener «una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del
Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra
de Dios, de la Eucaristía y de la oración»152.

147
DAp. 193.
148
DAp. 194.
149
DAp. 195.
150
DAp. 196.
151
DAp. 197
152
DAp. 199.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 62

9. Normas Básicas para la Formación Sacerdotal en México (2012)

Aunque esas Normas Básicas no pretenden ―como se indica en el texto―


legislar lo relativo de la formación permanente de los presbíteros, puesto que
no corresponde a la etapa inicial de la formación, sí en cambio indica:

«la absoluta necesidad de cuidar la continuidad entre la formación inicial que


ofrece el Seminario y la formación permanente en la vida ministerial»153.

Por eso insta a que durante la etapa del Seminario mayor:

«se forme a los seminaristas para que comprendan y asuman la necesidad y los
fundamentos de la formación permanente en su futura vida ministerial»154.

En este sentido, señala que el Seminario, con vistas a fomentar esa dispo-
sición para la formación permanente en los seminaristas, «ha de ayudarles a
reconocer la propia vida y el futuro ministerio como un proceso que pasa por
etapas y va enfrentando situaciones diversas, a adquirir y afianzar la concien-
cia de la propia responsabilidad en la vigilancia sobre la vocación recibida, a
cultivar la vida de gracia, y a alentar el deseo y el compromiso de asumir la
formación permanente»155.

Ahora bien, el Documento no habla en general de la formación permanente


sino que explicita el concepto de formación permanente de la siguiente
manera; como:

«el conjunto de auxilios específicos, planteados de manera sistemática,


orgánica e integral, que en la dinámica vocacional y de gracia, ayudan al
presbítero a mantenerse en un proceso continuo de maduración y santificación
y, por lo tanto, en condiciones para vivir cada vez mejor la caridad
pastoral»156.

153
NBFSm 295.
154
NBFSm 297.
155
NBFSm 298.
156
NBFSm 296.
Cap. II. La formación permanente en los documentos de la Iglesia 63

Esta formación exige, a su vez, del sacerdote una actitud vital para apren-
der, crecer, corregirse y mejorar continuamente. Y aunque ha de ser integral,
no ha de olvidarse la pluralidad y diversidad; tampoco la gradualidad, aten-
diendo los cambios que implican en la vida personal los pasos de una etapa a
otra157. Y, finalmente, «también es necesario diferenciar las realidades que
derivan de la edad, la formación generacional y las situaciones particulares
que cada sacerdote vive»158.

Con ello, vemos que recoge el espíritu de la exhortación apostólica PDV,


del Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros y del Documento
de Aparecida, ya mencionados.

157
NBFS 301-302.
158
NBFSm 302.
CAPÍTULO III

Propuesta formativa para sacerdotes jóvenes

En este tercer capítulo, a partir de los datos que hemos recopilado y


presentado en el capítulo anterior, provenientes del Magisterio de la Iglesia,
trataremos de esbozar una propuesta de formación permanente para los
sacerdotes jóvenes; es decir, para aquellos que ejercen el ministerio sacerdotal
en los primeros años después de la ordenación sacerdotal.

Ya hemos visto cómo «la formación permanente», precisamente porque es


«permanente» debe acompañar a los sacerdotes siempre, esto es, en cualquier
situación de su vida, así como en los diversos cargos de responsabilidad
eclesial que se le confíen; todo ello, teniendo en cuenta, naturalmente, las
posibilidades y características propias de la edad, condiciones de vida y tareas
encomendadas»159.

Hay, pues, unas circunstancias que justifican modalidades diferentes de


formación permanente. Una de ellas es la edad, y no tanto la edad expresada
en años vividos, cuanto aquella que se cuenta por años de ejercicio del
ministerio160. Los primeros años revisten unas características peculiares, que

159
PDV 76.
160
Agustín MONTALVO, «La formación permanente en los sacerdotes jóvenes», en Simposio sobre la forma-
ción permanente de los sacerdotes, CEE, Madrid 1993, 255.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 65

deben ser tenidas en cuenta a la hora de programar la formación continua en


ellos, exigiendo seguramente una forma también peculiar de esta tarea.

Por consiguiente, al hablar de la formación permanente hay que distinguir


distintas franjas o bloques de sacerdotes, diferenciados especialmente por la
edad, que requerirán modalidades diferentes. Nosotros nos limitaremos a esa
franja primera; a la inmediata después de la ordenación.

1. Contenidos de una formación permanente específica para el clero


joven

Los presbíteros jóvenes tienen una doble pertenencia. Por un lado, forman
parte del presbiterio diocesano, que es único. Por otro, presentan unas caracte-
rísticas que reclaman el establecimiento de un grupo peculiar, el de los
jóvenes presbíteros161.

No hay que pretender crear un presbiterio paralelo. En unos presbiterios de


edad media elevada, la presencia activa de los curas jóvenes tiene que ser un
elemento de vitalidad y de renovación. Por ello, esta presencia es necesaria
incluso en la formación permanente común, que se realice en la propia
diócesis. El riesgo de aislamiento debe evitarse, aunque esto multiplique las
reuniones de los jóvenes. El enriquecimiento es recíproco, todos aprenden de
todos, y a la larga quien más enriquecida resulta es la Iglesia particular162.

Pero las características de esta etapa requieren también, como ya hemos


indicado, una continuación de su formación, que revista una cierta especifi-
cidad y que sea exclusiva para el grupo.

161
PDV 76.
162
Manuel SÁNCHEZ MONGE, «La formación permanente en los sacerdotes», en Seminarios 208 (2013), 106.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 66

Se necesita una formación permanente, establecida y programada, que


ayude a los nuevos pastores a repensar el mensaje cristiano a la luz de sus pro-
pias experiencias pastorales, de los signos de los tiempos, de las aportaciones
de las ciencias teológicas, bíblicas, pastorales y humanas, para que vayan
aprendiendo a ser pastores en su mundo aquí y ahora, al modo como pide la
Iglesia y el mundo y su diócesis necesitan.

Esta formación permanente tiene que ayudarlos a situarse como pastores, a


pensar este mundo, a «aterrizar» los conocimientos adquiridos, a completar las
carencias y, sobre todo, a crecer y madurar como hombres, creyentes y pasto-
res, en una dinámica continuada163.

Es evidente que esta formación apoyará también el aprendizaje de una


progresiva mejor prestación de los servicios pastorales, pero tratará de lograr,
sobre todo, que esta prestación de servicios no lleve el ministerio «a un
activismo finalizado en sí mismo, a una prestación impersonal de servicios,
sean espirituales o sagrados, a una especie de empleo en la organización
eclesiástica»164.

Si en cualquier etapa es necesario entender la formación permanente en su


sentido global, en ésta lo es con mayor razón. Es lógico que en este momento
no sean directamente contenidos de la formación permanente los tratados
teológicos o bíblicos sobre los que recientemente han finalizado sus exáme-
nes, a no ser en casos de deficiencias excepcionales165. La repetición de lo
estudiado anteriormente es una de las causas del rechazo expresado por los
propios interesados.

163
Agustín MONTALVO, «La formación permanente en los sacerdotes jóvenes», o.c., 265.
164
PDV 72.
165
Amedeo CENCINI, ¿Creemos de verdad en la formación permanente?, o.c., 44-45.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 67

1.1 Dimensión humana

En esa etapa de la vida, en que muchos asumen compromisos afectivos


(formación de una familia) y laborales (ejercicio de una profesión), el sacer-
dote joven vive esta fase, «la más decisiva para su futuro», en una situación
que tiene rasgos comunes y diferenciales con la de sus contemporáneos. Unos
y otros se enfrentan con idealismo y con miedo a la nueva fase de su vida. El
idealismo les conduce a depositar en ella mucha ilusión y mucha pasión y a
desconocer cuáles son las posibilidades y los límites reales que les ofrece su
nueva inserción166. El miedo al futuro desconocido, les lleva a una inseguridad
tanto más sentida cuanto más importantes estiman las responsabilidades
asumidas. En concreto el sacerdote joven necesita «medirse con realidad».

Tal exigencia conlleva en primer lugar ir confrontándose con la realidad de


su ministerio, de tal manera que al ejercerlo vaya renunciando a las ilusiones
sin perder la ilusión. La misma exigencia comporta, en segundo lugar,
probarse a sí mismo que ha elegido bien, que es capaz de suscitar adhesiones
al mensaje que propone y que es apreciado por la comunidad167.

En este sentido, cabe señalar que las mismas estadísticas de seculariza-


ciones reflejan precisamente este fenómeno: la dificultad que algunos sacer-
dotes recién ordenados encuentran al enfrentarse con la dura realidad; se
agobian muy fácilmente por la multiplicidad de tareas; se constata además su
fragilidad; se encuentran muy pronto con las dificultades del ministerio y con
las decepciones en el seno del presbiterio168.

166
Juan María URIARTE, La formación humana de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", Edice, Madrid
1994, 32
167
Idem.
168
Luis FLORES VILLA, «Para la formación permanente de los presbíteros», o.c., 81-83.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 68

Por otra parte, a pesar de haber tenido con la mujer real un trato mucho
más real que las generaciones precedentes, la fragilidad parece también afectar
a su compromiso celibatario169. A ello contribuyen también las decepciones de
su corta experiencia sacerdotal. Precisamente, implicarse en el ministerio
sacerdotal en el que es difícil conseguir y evaluar los resultados y vivir la
soledad existencial del celibato son dos componentes que hacen delicada la
situación del sacerdote joven170.

Para ello el sacerdote joven cuenta con unos recursos interiores y apoyos
exteriores que le capacitan y facilitan no solo su mantenimiento sino su
crecimiento humano. Uno de los recursos es el intenso componente vocacional
subjetivo y objetivo, notablemente superior a las demás profesiones171. En
otras palabras: la tarea que realiza y los motivos por los que la asume tienen
una fuerte carga vocacional172. Vista desde la perspectiva humana, la tarea no
es una profesión, sino una dedicación abnegada y gratuita a un servicio
humanitario. Confortar, educar y alegrar a otros está inscrito en el corazón del
trabajo del cura.

Los motivos son asimismo vocacionales: el sacerdote se siente llamado a


vivir para otros; ha alimentado durante años esta vocación de entrega y
encuentra en ella el gozo de sentirse útil. Tarea y motivos configuran la
persona del presbítero y la enriquecen notablemente. Ambos alimentan la
dotación de ideales de la persona del sacerdote.

169
Giuseppe PITAU, «La formación humana, fundamento de toda la formación sacerdotal», en Madurez hu-
mana y camino vocacional, EDICE, Madrid 2002, 25
170
Josu M. ALDAY, Aspectos psicológicos de la vocación, Vitoria-Gasteiz 1995, 62.
171
Juan María URIARTE, La formación humana de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", o.c., 33-34.
172
Giuseppe PITAU, «La formación humana, fundamento de toda la formación sacerdotal», o.c., 45.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 69

Ahora bien, si el carácter vocacional es un rico recurso interior, la comu-


nidad cristiana a la que es enviado es un valioso apoyo exterior. No sólo por el
espíritu de responsabilidad que despierta en él, sino también por la especial
relación que un célibe es capaz de entablar con ella. En efecto, el celibato bien
asumido libera para la relación con la comunidad un potencial de afecto, de
entrega y de ternura que, detraído de su destinatario espontáneo (la vida
conyugal y parental) y debidamente transformado por la sublimación, se
orienta a la relación pastoral con la comunidad y con sus miembros173.

Pero el apoyo de la comunidad debe ser completado por otros servicios y


apoyos. PDV alude explícitamente al «intercambio de experiencias y refle-
xiones sobre la aplicación concreta del ideal ministerial que ha asimilado en
los años de Seminario»174, realizado en encuentros del clero joven.

Es preciso agregar que supone una inmensa gracia para un sacerdote joven
poder dar los primeros pasos de sus ministerio junto a (o cerca de) algún
sacerdote más adulto que sea humana, espiritual y pastoralmente rico. El
contraste diario y frecuente con él es un «seminario permanente»175.

Esta relación singularmente rica puede incluso en algunos casos ser el


cauce en el que el sacerdote joven vuelca su intimidad serena o perturbada por
la vivencia de su ministerio. Sin embargo, la experiencia dice que rara vez se
realiza este saludable ejercicio, a no ser en el fuero estrictamente sacramental
de la confesión.

173
Donald B. COZZENS, La faz cambiante del sacerdocio, Sal Terrae, Santander 2003, 178-179.
174
PDV 76.
175
Juan María URIARTE, La formación humana de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", o.c., 35.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 70

1.2 Dimensión espiritual

La maduración espiritual es para los sacerdotes una gozosa posibilidad y


una rigurosa exigencia. El don del Espíritu, recibido en la ordenación los
capacita para crecer en la fe y les obliga a emplearse a fondo en este me-
nester176.

Tal crecimiento es tarea para toda la existencia. Ha de procurarse «en


cualquier período y situación de la vida»177. La espiritualidad del presbítero
debe estar regulada por la ley del crecimiento continuo. Un sacerdote evangé-
licamente anémico o estancado contradice a su propia condición espiritual y
pastoral.

Los sacerdotes jóvenes saltan al terreno del ministerio con ilusión e


intensidad. Quieren hacerlo bien. Y, aunque no se sienten seguros de lograrlo,
esperan encontrar en su sacerdocio un surco valioso de realización personal y
de servicio generoso. Existe sin duda en ellos una primera identificación con
su presbiterado.

Ahora bien, tal identificación tiene todavía más intensidad que profun-
didad. Se suele decir «que son más jóvenes que curas». La ordenación los
hace sacramentalmente presbíteros, pero es la vida y trabajos de los primeros
años que los hacen existencialmente presbíteros.178.

Por lo mismo, llegar a ser lo que uno es: sacerdote, sería la tarea principal
de este período. Identificarse con la propia vocación y misión. Este sería el

176
PDV 70.
177
PDV 76.
178
Juan María URIARTE, La formación espiritual de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", Edice,
Madrid, 81-82.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 71

empeño central y básico al que deben converger las orientaciones e impulsos


espirituales en esta fase crucial.

Ello supone un equilibrio entre interioridad y exterioridad. La vida del


presbítero no puede ser fecunda, ni auténtica si no logra, por la acción del
Espíritu y la propia colaboración, esta armonía entre interioridad y exterio-
ridad, que se necesitan mutuamente179. La oración, el descanso, las convi-
vencias generacionales, la reflexión teológica y pastoral, la apertura de la
propia intimidad deben «reconciliarse» en un proyecto de vida concreto,
realista y contrastado, con la actividad, los programas, los desplazamientos y
las horas dedicadas al esparcimiento180.

Pero, además, no hay que olvidar que el sacerdote que comienza su


ministerio busca, más o menos deliberadamente, el éxito. Tener éxito equivale
a que su persona y su obra sean reconocidas como valiosas. Ahora bien, con el
paso del tiempo el deseo de fecundidad debe ir prevaleciendo sobre el ansia
del éxito. El empeño por la tarea bien realizada, la búsqueda de surcos de
actividad más eficaces que brillantes y la preocupación por la solidez y la
consistencia de su trabajo deben ir anteponiéndose ya en esta fase. Tendrían
que constituir un tema preferente en la oración y en la revisión181.

Ahora bien, esta misma búsqueda de la fecundidad necesita ser purificada y


transformada. Sólo quien busca ante todo ser fiel se sitúa en la verdadera
perspectiva espiritual del ministerio. El Nuevo Testamento certifica que Jesús

179
Agustín MONTALVO, «La formación permanente en los sacerdotes jóvenes», o.c., 259.
180
Ángel CORDOVILLA, El sacerdote hoy en su realización existencial, Sal Terrae, Santander 2010, 41-43.
181
Juan María URIARTE, La formación espiritual de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", o.c., 85.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 72

comprendió pronto que el Padre no le pedía éxito fulgurante ni fecundidad


inmediata, sino fidelidad182.

También el sacerdote joven a ha de aprender el lenguaje célibe del amor. El


celibato auténtico es una forma profunda, nítida, sobria, gratuita, oblativa e
intensa de amar. Tal amor no es fruto de la espontaneidad, sino de un verda-
dero aprendizaje espiritual.

El amor célibe es profundo cuando es capacidad de comunión y de


compromiso con las personas183. Se opone a la relación periférica y de escasa
duración, motivada por la simpatía espontánea o el atractivo sexual. Una
existencia célibe puede enfrascarse en relaciones de este estilo y retraerse de la
exigencia de comunión y compromiso que comporta todo verdadero amor; lo
que produce por sí misma insatisfacción y malestar.

El amor célibe es neto cuando rehúye las actitudes ambiguas que, debajo
de la relación espiritual o pastoral, revelan y esconden al mismo tiempo una
demanda más o menos explícita de amor o de jugueteo sexual. El amor célibe
es sobrio cuando sabe renunciar a formas de expresión del afecto que, por su
dinámica interna o por la significación social que tienen en nuestra cultura
están vinculados al amor sexual. El amor es gratuito cuando inmuniza al
célibe de la tentación de un trato funcional que estima preferentemente a las
personas en razón de su contribución a nuestros trabajos y programas 184. La
oblatividad del amor acostumbra al célibe a unas relaciones en las que nos
sentimos dispuestos a dar mucho a cambio de poco185.

182
Manuel SÁNCHEZ MONGE, Desafíos del sacerdote en el mundo actual, Edicep, Valencia 2011, 59-60
183
Ricardo BLÁZQUEZ PÉREZ, «La eclesiología y espiritualidad de comunión», en Espiritualidad de comu-
nión, Edice, Madrid 2003, 16.
184
Juan María URIARTE, La formación espiritual de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", o.c., 86.
185
Juan Luis LORDA, El celibato sacerdotal. Espiritualidad y formación, EUNSA, Pamplona 2006, 91-92.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 73

El sacerdote joven precisa de una serie de apoyos, los cuales tienen en esta
fase la particularidad de «ayudarle a discernir». El sacerdote joven vive
intensamente un cúmulo de nuevas experiencias; pero necesita comprender lo
que está viviendo y sintiendo; necesita auscultarse a sí mismo para registrar el
impacto que le produce todo cuanto vive; necesita con frecuencia curar sus
heridas, extraer lecciones, corregir actitudes. Necesita, en definitiva, discer-
nir186.

La oración personal, realizada con pausa y regularidad, puede ser para él


un excelente espacio de discernimiento. Debe incluir una cuidadosa lectura
creyente de la propia vida. Sin convertirse en un ejercicio de introspección, ha
de evocar todo lo vivido, aprender a descubrir en esa trama el amor y la
llamada de Dios y detectar con lucidez la calidad humana y evangélica de las
propias reacciones.

Resulta, por otra parte, muy saludable el ir contrastando con un sacerdote


libre, cercano y preparado, la vida espiritual, que ayuda a objetivar y sosegar
impresiones y reacciones espontáneas y precipitadas; y que obliga a un
saludable ejercicio de transparencia, que es signo privilegiado de la apertura
total a Dios.

1.3 Dimensión intelectual

Ha sido bastante común una actitud, más bien negativa ante la formación
permanente: la de considerar por parte de los sacerdotes jóvenes la formación
intelectual no tan necesaria. Se tiene la impresión de que al salir del Seminario

186
Juan María URIARTE, La formación espiritual de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", o.c., 86-
87.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 74

ya se posee toda la teoría, y de lo que ahora hace falta es la práctica; más aún,
se piensa que para ésta, aquella tiene poca utilidad, y se acusa de demasiado
teórica y como de laboratorio a la formación recibida antes de la orde-
nación187.

Por supuesto, estas formulaciones rara vez se hacen de una manera


explícita; son más bien conclusiones deducibles de su forma de actuar. Hay
que reconocer, sin embargo, que este modo de pensar, casi general hace una
década, está remitiendo paulatinamente y, a pesar de que aún quedan lugares
en los que se sigue pensando así, influenciados por un mal entendido pastora-
lismo, es cada día más numeroso el grupo de sacerdotes que salen del
Seminario convencidos de que la teología aprendida en los centros de estudio
es también pastoral, y valorando el estudio intenso de esas materias.

En este sentido, hay que afirmar que la formación teológica de las gene-
raciones jóvenes es más actualizada, más viva, más «pastoral», más madura.
Pero es también dispersa, falta con frecuencia la visión de conjunto de toda la
teología, que puede convertirse en una serie de tratados inconexos, explicados
a partir de concepciones teológicas, no sólo diferentes, sino incluso enfren-
tadas.

A pesar de que en los últimos años se está produciendo una mayor


valoración afectiva y efectiva del estudio de la teología, es cierto también que
ésta sigue teniendo sobre sí las acusaciones, seguramente injustas, de dema-
siado teórica, poco pastoral y poco útil, en definitiva, para dar respuesta a los
interrogantes concretos del hombre de hoy.

187
Agustín MONTALVO, «La formación permanente en los sacerdotes jóvenes», o.c., 258.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 75

El reto, en esa primera etapa del ministerio, no reside tanto, pues, en el


bagaje teológico cuanto en su aplicación a la vida y ministerio sacerdotal. Hoy
se habla de la necesidad de crecer, pero no tanto en conocimientos sino en una
verdadera «sabiduría»188. Se trata de aterrizar en el campo de la vida lo que en
los libros, en la mente y en el corazón se tenía.

Se necesita, por tanto, una formación permanente, establecida y programa-


da, que ayude a los nuevos pastores a repensar el mensaje cristiano a la luz de
sus propias experiencias pastorales, de los signos de los tiempos, de las
aportaciones de las ciencias teológicas, bíblicas, pastorales y humanas, para
que vayan aprendiendo a ser pastores en un mundo aquí y ahora, al modo
como pide la Iglesia y el mundo y la diócesis necesitan189.

Esta formación permanente tiene que ayudarlos a situarse como pastores, a


pensar este mundo, a «aterrizar» los conocimientos adquiridos, a completar
las carencias y, sobre todo, a crecer y madurar como hombres, creyentes y
pastores, en una dinámica continuada190.

El Directorio, en su nueva edición, recuerda que «debe darse particular


importancia, en la formación intelectual, al tratamiento de temas, que hoy
tienen mayor relevancia en el debate cultural y en la praxis pastoral, como, por
ejemplo, los relativos a la ética social, a la bioética, etc.». Y, al mismo tiempo,
que «los problemas que plantea el progreso científico, particularmente
influyentes sobre la mentalidad y la vida de los hombres contemporáneos
deben recibir un tratamiento especial». Por consiguiente, «los presbíteros no

188
Eugenio ROMERO POSE, «Teología sapiencial: una Teología para la evangelización», en Crecer en Sabi-
duría, Edice, Madrid 2001, 114-115.
189
Olegario GONZÁLEZ DE CARDEDAL, «La formación intelectual para el ministerio apostólico», en La
formación sacerdotal permanente, Edice, Madrid, 2004, 440-441.
190
Leonidas ORTIZ LOSADA, La formación sacerdotal a la luz del discipulado, Celam, Bogotá 2013, 248.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 76

deberán eximirse de mantenerse adecuadamente actualizados y preparados


para dar razón de su esperanza frente a las preguntas que planteen los fieles —
muchos de ellos de cultura elevada—, manteniéndose al corriente del avance
de las ciencias, y consultando expertos preparados y de doctrina segura191.

Además, resultará del mayor interés estudiar, profundizar y difundir la


doctrina social de la Iglesia, puesto que «hoy, más que nunca, la Iglesia es
consciente de que su mensaje social encontrará credibilidad por el testimonio
de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna»192.

Tampoco podemos olvidar el conocimiento y la utilización prudente, en su


actividad ministerial, de los medios de comunicación social, puesto que si
«estos se utilizan bien, constituyen un instrumento de evangelización
providencial, y pueden no sólo llegar a una gran cantidad de fieles y de
alejados, sino también influir profundamente en su mentalidad y su modo de
actuar»193.

Otro de los aspectos a tener en cuenta en la formación permanente de los


sacerdotes, como lo señala uno de los pensadores actuales y lo presenta como
«uno de los fenómenos más graves de la Iglesia es que un altísimo porcentaje
de su personal dirigente (también los sacerdotes), no tiene capacidad crítica
frente a la información exterior sobre la propia fe de la Iglesia; que se deja
decir desde fuera lo que son su interno misterio y su ministerio externo, que
termina pensando sobre lo interior cristiano como se piensa sobre ello desde la
exterioridad profana»194.

191
Directorio (NE) 95.
192
JUAN PABLO II, Carta encíclica Centesimus annus (1 de mayo de 1991), 57: AAS 83 (1991), 862-863.
193
Directorio (NE) 95.
194
Olegario GONZÁLEZ DE CARDEDAL, «La formación intelectual para el ministerio apostólico», en La forma-
ción sacerdotal permanente, Edice, Madrid, 2004, 450.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 77

Por eso afirma ese mismo autor: «La formación intelectual, la profundidad
de nuestra experiencia cristiana y la independencia económica, son las fuentes
reales de la verdadera libertad cristiana y la real libertad histórica de la
Iglesia... Esa libertad, hecha de inteligencia, amor y coraje, da la medida de
nuestra capacidad y fidelidad evangelizadoras»195.

La predicación, las clases o charlas, el diálogo interpersonal, el consejo


reclamado, son los lugares en los que se pone de manifiesto la formación del
sacerdote. Éste debe ser alguien capaz de pensar, amar y contagiar las
realidades de las que vive y no sólo administrarlas, contarlas o usarlas. Hoy
comienza a ser esencial que la predicación y acción apostólica aparezcan
como propuestas de verdad real.

1.4 Dimensión pastoral

La PDV, sin dar una definición de lo que es pastoral, sí que hace una
apuesta clara por su categoría teológica con estas palabras:

«La pastoral no es solamente un arte ni un conjunto de exhortaciones, experien-


cias y métodos; posee una categoría teológica plena, porque recibe de la fe los
principios y criterios de la acción pastoral de la Iglesia en la historia.... Entre
estos principios y criterios se encuentra aquel especialmente importante del
discernimiento evangélico sobre la situación socio-cultural y eclesial en cuyo
ámbito se desarrolla la acción pastoral»196.

El término pastoral, tal como es concebido por la Exhortación, no se sitúa,


por tanto, en la operatividad de las acciones, sino en el contexto previo que

195
Ibidem 451.
196
PDV 57.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 78

éstas tienen con la fe, con la concepción eclesiológica y con la historia del
actuar eclesial197.

Al hablar de la formación pastoral de los sacerdotes, hablamos de una


dimensión de la formación en la que desembocan las otras dimensiones. Lo
dice el mismo texto:

«La finalidad pastoral asegura a la formación humana, espiritual e intelectual


algunos contenidos y características concretas, a la vez que unifica y determina
toda la formación de los futuros sacerdotes»198.

El mismo recorrido por las páginas de la Exhortación nos da las claves para
formular los imperativos de la acción pastoral hoy y para su renovación per-
manente:

«La caridad pastoral animará y sostendrá los esfuerzos humanos del sacerdote
para que su actividad pastoral sea actual, creíble y eficaz»199.

Y, además, indica que la pastoral ha de ser actual, creíble y eficaz200. Para


cumplir su misión, la Iglesia ha de escrutar los signos de los tiempos; conocer
el mundo en que vive, sus esperanzas y sus aspiraciones, y escuchar en él la
voz de Dios que le señala caminos implica; leer creyentemente la realidad,
pasar de su simple fenomenología al sentido y a la significación de los
acontecimientos para la vida y para el hombre; confrontarla con el evangelio
de Jesucristo para discernir en ella lo que es conforme al Reino. El presbítero
ha de tomar conciencia continua de un Dios que ama este mundo y a estos
hombres en las circunstancias concretas de su historia presente y que
solamente tiene a su Iglesia para podérselo decir y para podérselo mostrar.
197
Julio A. RAMOS GUERREIRA, «La formación pastoral de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis"», en
La formación sacerdotal permanente, EDICE, Madrid 2004, 545.
198
PDV 57.
199
PDV 72.
200
Julio A. RAMOS GUERREIRA, «La formación pastoral de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis"»,
o.c., 567-607.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 79

Pero ha de ser también creíble. Y, en este sentido, hay que aceptar que la
vida personal y social del sacerdote, su espiritualidad, su compromiso apos-
tólico, sus apuestas concretas son la referencia primera de la credibilidad de su
acción pastoral.

Y ha de ser una pastoral también eficaz; lo que equivale a decir que la


Iglesia ha de poner todo su empeño en que su acción pastoral cumpla los
objetivos propuestos, que los objetivos estén de acuerdo con los medios
empleados y que los medios sean los mínimos para lograrlo. Ahora bien, esto
que parece tan lógico choca inmediatamente con uno de los componentes de la
acción pastoral: que debe ser concebida, ante todo, como acción de Dios que
se vale de lo humano como instrumento de su eficacia201.

A ello debe estar encaminada la formación permanente de los presbíteros,


ya desde su primeros años de ministerio, por medio de como indica el
Directorio202 la realización de encuentros, que tengan como objetivo prin-
cipal la reflexión sobre el plan pastoral de la Diócesis. En ellos, no debería
faltar tampoco el estudio de todas las cuestiones relacionadas con la vida y la
práctica pastoral de los presbíteros como, por ejemplo, la moral fundamental,
la ética en la vida profesional y social, etc.

Resultaría sumamente interesante la organización de cursos o seminarios


sobre la pastoral del sacramento de la Confesión o sobre cuestiones prácticas
de dirección espiritual, tanto en general como en situaciones específicas. La
formación práctica en el campo de la liturgia reviste asimismo especial
importancia. Habría que prestar especial atención a aprender a celebrar bien la
Santa Misa y a la adoración fuera de la Misa.
201
Francisco MERLOS ARROYO, Teología contemporánea del ministerio pastoral, UPM, México 2012, 589.
202
Directorio (NE) 96.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 80

Otros temas a tratar, particularmente útiles, pueden ser los relacionados con
la catequesis, la familia, las vocaciones sacerdotales y religiosas, el conoci-
miento de la vida y la espiritualidad de los santos, los jóvenes, los ancianos,
los enfermos, el ecumenismo, los llamados «alejados», las cuestiones bioé-
ticas, etc.203.

Es muy importante también para la pastoral, en las actuales circunstancias,


organizar ciclos especiales para profundizar y asimilar el Catecismo de la
Iglesia Católica, que constituye un precioso instrumento de formación tanto
para la predicación como, en general, para la obra de evangelización.

En definitiva, la formación permanente del presbítero «ha de fomentar un


cultivo particular de los recursos que favorecer el mejor servicio evange-
lizador a las comunidades cristianas, de acuerdo con el plan diocesano de
pastoral, particularmente en temas de administración, cuestiones morales y
jurídicas, y el empleo de los medios de comunicación»204.

Para ello se cuenta con una serie de recursos que la Iglesia no solo enumera
sino que ofrece en la realidad de cada diócesis, que los presbíteros pueden
utilizar con vistas a mejorar el ministerio y vida sacerdotal.

203
Fernando GARCÍA CADIÑANOS, «Pastoral de sectores y ambientes», en Diccionario del animador pastoral,
Monte Carmelo, Burgos 2005, 651-658.
204
NBFS 306.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 81

2. Medios generales

De entre los documentos del Magisterio que hemos presentado en el Capí-


tulo II, entresacamos los siguientes medios generales, que se ofrecen con
vistas a la formación permanente de los sacerdotes, y que convendrá estudiar
su aplicación más conveniente en el caso de los sacerdotes jóvenes:

a) Encuentros sacerdotales

Su característica, como itinerario, debe ser la unidad y el progreso por


etapas. Dichos encuentros son necesarios para crecer en la comunión, para una
toma de conciencia cada vez mayor y para un adecuado examen de los
problemas propios de cada edad.

Éstos pueden ser para reflexionar sobre el plan pastoral de la Diócesis,


sobre el compromiso y estilo de vida de la acción pastoral; también para
convivir, estudiar, descansar e intercambiar experiencias.

Acerca de los contenidos de tales reuniones, se pueden tomar los temas


eventualmente propuestos por las Conferencias episcopales nacionales y
regionales. En todo caso, es necesario que sean establecidos en un preciso plan
de formación de la Diócesis que, de ser posible, se actualice cada año.

«El Obispo podrá prudentemente confiar su organización y desarrollo a


Facultades o Institutos teológicos y pastorales, al Seminario, o a algún otro
Centro o Instituto que, según las posibilidades y la oportunidad, podrá ser
diocesano, regional o nacional»205. En todo caso debe quedar garantizada la
correspondencia a las exigencias de ortodoxia doctrinal, de fidelidad al

205
Directorio (NE) 99.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 82

Magisterio y a la disciplina eclesiástica, la competencia científica y el ade-


cuado conocimiento de las reales situaciones pastorales.

b) Año pastoral206

Hay que planearlo adecuadamente en lo pastoral y proveer para que sea


en el año sucesivo a la ordenación presbiteral o diaconal, buscando que ayude
a hacer una paulatina y eficaz inserción e integración del nuevo sacerdote en
la pastoral presbiteral diocesana.

Durante ese año, será conveniente evitar que los nuevos ordenados sean
colocados en situaciones excesivamente gravosas o delicadas, así como tam-
bién se deberán evitar destinos en los cuales lleven a cabo su ministerio lejos
de sus hermanos. Es más, sería conveniente, en la medida de las posibilidades,
favorecer alguna oportuna forma de vida en común.

Se insiste, además en que los nuevos sacerdotes sean enviados con


hermanos de vida ejemplar y celo pastoral y así encaminar correctamente a los
jóvenes presbíteros. El sacrificio de un año podrá entonces ser más fructuoso
para el futuro.

En lo que se refiere a la parte intelectual, este año no deberá ser tanto un


período de aprendizaje de nuevas materias, sino más bien de profunda
asimilación e interiorización de lo que se ha estudiado en los cursos institu-
cionales. Pero en este contexto, podrán oportunamente estructurarse lecciones
y seminarios de praxis de la confesión, de liturgia, de catequesis y de predica-
ción, de derecho canónico, de espiritualidad sacerdotal, laical y religiosa, de

206
Directorio (NE) 100.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 83

doctrina social, de la comunicación y de sus medios, de conocimiento de las


sectas o de las nuevas formas de religión, etc.

En definitiva, la tarea de síntesis debe constituir el camino por el que


transcurre el año pastoral. Ahora bien, el éxito del año pastoral está siempre
condicionado por el empeño personal del mismo interesado, que debe tender
cada día a la santidad, en la continua búsqueda de los medios de santificación,
que lo han ayudado desde el seminario.

c) Retiros mensuales y ejercicios anuales207

Éstos son «un instrumento idóneo y eficaz para una adecuada formación
permanente». En este sentido, es muy oportuno que el Obispo programe y
organice los retiros periódicos y los ejercicios espirituales anuales, de modo
que cada sacerdote tenga la posibilidad de elegirlos entre los que normalmente
se hacen, en la diócesis o fuera de ella, dados por sacerdotes ejemplares, por
asociaciones sacerdotales o por institutos religiosos especialmente experi-
mentados por su mismo carisma en la formación espiritual, o en monasterios.

Ahora bien, a los recién ordenados se les debe organizar un retiro especial,
en el que tenga parte activa el Obispo.

Es de señalar, además, que los ejercicios espirituales deben ser tiempos de


oración y no de actualización teológico-pastoral. Durante tales encuentros, es
importante que se traten temas espirituales, se ofrezcan largos espacios de
silencio y de oración y se cuiden particularmente las celebraciones litúrgicas,
el sacramento de la Penitencia, la adoración eucarística, la dirección espiritual
y los actos de veneración y culto a la Virgen María.

207
Directorio (NE) 103.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 84

Además de los ejercicios o retiro programados por la misma diócesis, es


bueno buscar por iniciativa personal otras oportunidades fuera de la diócesis.

d) La programación208

Hay que reconocer las dificultades que una auténtica formación perma-
nente suele encontrar, a causa sobre todo de las numerosas y gravosas obliga-
ciones a las que están sometidos los sacerdotes. Ahora bien, también cierto
que muchas de las dificultades son superables cuando se pone empeño para
afrontarlas con responsabilidad.

Conviene, para mantenerse a la altura de las circunstancias y afrontar las


exigencias del urgente trabajo de evangelización, una acción de gobierno
pastoral valiente dirigida a hacerse cargo de los sacerdotes. En ese sentido, es
indispensable que los Obispos exijan, «con la fuerza del amor», que sus
sacerdotes sigan generosamente las legítimas disposiciones emanadas en esta
materia.

Por otra parte, la existencia de un «plan de formación permanente»


conlleva, no sólo que sea concebido o programado, sino también realizado.
Por esto, es necesaria una clara estructuración del trabajo, con objetivos,
contenidos e instrumentos para realizarlo. «Esta responsabilidad lleva al
Obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un
programa capaces de estructurar la formación permanente no como un mero
episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla
por etapas y tiene modalidades precisas»209.

208
Directorio (NE) 104.
209
PDV 79.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 85

e) La casa del Clero210

Es deseable, donde sea posible, erigir una «Casa del Clero», como lugar de
encuentro para tener los citados encuentros de formación, y de referencia para
otras muchas circunstancias.

Esta casa debería ofrecer todas aquellas estructuras organizativas que


puedan hacerla confortable y atrayente. Igualmente, facilitar actividades de
tipo recreativo, indispensables para una sana integración entre los sacerdotes;
y brindar especial ayuda física, psíquica y espiritual a sacerdotes con espe-
ciales necesidades.

f) La dirección espiritual 211

El sacerdote recién ordenado nunca debe dejar la dirección espiritual, pues


ésta «constituye una ocasión importante para individualizar y sostener la
vocación al sacerdocio». La dirección espiritual consiste en «discernir con luz
divina los senderos por los que el Espíritu Santo quiere conducir a la persona y
el director, debe acompañarla hasta la cumbre de la santidad». Además,
contribuye a mejorar la propia vida espiritual. A muchos presbíteros les falta
convencerse de la importancia y la necesidad de tener un director espiritual.
Asignar a cada nuevo sacerdote un presbítero con experiencia, que le sirva de
padre, amigo y formador en los primeros años ministeriales deberá ser norma
y necesidad La dirección espiritual es y será siempre un medio clásico que no
ha perdido ni perderá su grandísimo valor y es «importante en todas las edades
de la vida». No hay que despreciarlo jamás sino más bien ponerlo vigente
mediante su práctica y valoración.
210
Directorio (NE) 102.
211
Directorio (NE) 73.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 86

3. Responsables de la formación permanente

3.1 El presbítero

Sin lugar a dudas, «el primer y principal responsable de la propia forma-


ción permanente es el mismo presbítero»212. En realidad, a cada sacerdote
incumbe el deber de ser fiel al don de Dios y al dinamismo de conversión
cotidiana, que viene del mismo don213.

Este deber deriva del hecho de que ninguno puede sustituir al propio
presbítero en el vigilar sobre sí mismo. Él, en efecto, por participar del único
sacerdocio de Cristo, está llamado a revelar y a actuar, según una vocación
suya, única e irrepetible, algún aspecto de la extraordinaria riqueza de gracia,
que ha recibido214.

Por otra parte, las condiciones y situaciones de vida de cada sacerdote son
tales que, también desde un punto de vista meramente humano, exigen que
tome parte personalmente en su propia formación, de manera que ponga en
ejercicio las propias capacidades y posibilidades215.

Por tanto, participará activamente en los encuentros de formación, dando


su propia contribución en base a sus competencias y posibilidades concretas, y
se ocupará de proveerse y de leer libros y revistas, que sean de segura doctrina
y de experimentada utilidad para su vida espiritual y para un fructuoso desem-
peño de su ministerio216.

212
Directorio (NE) 105.
213
PDV 70.
214
Román SÁNCHEZ CHAMOSO, «La formación permanente», o.c., 410.
215
Saturnino GAMARRA, «La formación permanente del sacerdote en el postconcilio», en Seminarios 58
(2012) 205-206, 117.
216
Directorio (NE) 105.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 87

Teniendo en cuenta las reticencias de los mismo sacerdotes jóvenes ante la


formación permanente, será muy necesario resaltar que es una exigencia que
deriva del mismo don de la ordenación. Y así como en el ritual de la
ordenación se le pregunta si está dispuesto «a desempeñar siempre el
ministerio sacerdotal en el grado de presbíteros, como buenos colaboradores
del Orden episcopal», a preparar «la predicación del Evangelio y la exposición
de la fe católica con dedicación y sabiduría», a «presidir con piedad y fiel-
mente la celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de
la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y
santificación del pueblo cristiano», a «invocar la misericordia divina con
nosotros, en favor del pueblo que os sea encomendado, perseverando en el
mandato de orar sin desfallecer», a «unirse cada día más a Cristo, sumo
Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa, y con él
consagrarse a Dios para la salvación de los hombres»217... de manera parecida
debería preguntársele acerca de su disposición y compromiso a seguir
formándose, participando en los encuentros programados en la diócesis para
bien de la comunidad que le será confiada.

3.2 El Obispo

El Obispo debe prestar una atención del todo particular en lo que se refiere
a la formación permanente de sus presbíteros218. Existe, en efecto, una
relación especial entre estos y el Obispo, debido al «hecho que los presbíteros
reciben a través de él su sacerdocio y comparten con él la solicitud pastoral

217
Ritual de ordenación sacerdotal, Promesas de los elegidos presbíteros.
218
CONCILIO VATICANO II, Decreto Christus Dominus, 16; JUAN PABLO II, Exhortación postsinodal Pastores
gregis, 47.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 88

por el Pueblo de Dios»219. Eso determina también que el Obispo tenga


responsabilidades específicas en el campo de la formación sacerdotal.

De hecho, el Obispo debe tener una actitud de padre respecto a sus


sacerdotes, comenzando por los seminaristas, evitando una lejanía o un estilo
personal propio de un simple «empleador». En virtud de su función, siempre
debe mostrarse cercano a sus presbíteros, fácilmente accesible: su primera
preocupación deben ser sus sacerdotes, es decir, los colaboradores en su
ministerio episcopal.

Ahora bien, tales responsabilidades se expresan tanto en relación con cada


uno de los presbíteros —para quienes la formación debe ser lo más persona-
lizada posible—, como en relación con el conjunto de todos los que forman el
presbiterio diocesano. En este sentido, el Obispo cultivará con empeño la
comunicación y la comunión entre los presbíteros, teniendo cuidado, en
particular, de custodiar y promover la verdadera índole de la formación
permanente, educar sus conciencias acerca de su importancia y necesidad y,
finalmente, programarla y organizarla, estableciendo un plan de formación
con las estructuras necesarias y las personas adecuadas para llevarlo a cabo220.

Al ocuparse de la formación de sus sacerdotes, es necesario que el Obispo


se comprometa con su propia y personal formación permanente. La expe-
riencia enseña que, en la medida en que el Obispo está más convencido y
empeñado en la propia formación, tanto más sabrá estimular y sostener la de
su presbiterio221.

219
PDV 79.
220
CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, n. 76 y 83.
221
Directorio (NE) 107.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 89

En esta delicada tarea, aunque el Obispo desempeñe un papel insustituible


e indelegable, pedirá la colaboración del Consejo presbiteral que, por su
naturaleza y finalidades, es el organismo idóneo para ayudarlo especialmente
en lo que se refiere, por ejemplo, a la elaboración del plan de formación.

Pero, además, podrá nombrar una comisión o equipo encargado de la


«pastoral presbiteral», que se responsabilizará por encargo del Obispo de
planificar y elaborar el Plan de formación permanente del Clero. Suele
aconsejarse que uno de sus miembros se responsabilice de manera especial del
grupo de sacerdotes más jóvenes de la diócesis.

3.3 El presbiterio

Aunque toda la vida sacerdotal y el mismo ejercicio del ministerio en la


comunidad es y puede ser ámbito formativo222, sin embargo el presbiterio
viene considerado como el ámbito privilegiado para la formación permanente
del presbítero; también para los sacerdotes más jóvenes, pues también ellos
tienen necesidad de la ayuda de sus hermanos sacerdotes.

Como indica, a este respecto, el nuevo Directorio para el ministerio y vida


de los sacerdotes: «Es de desear que crezca y se desarrolle la cooperación de
todos los presbíteros en el cuidado de su vida espiritual y humana, así como
del servicio ministerial»223.

Incluso llega a indicar la importancia que tienen las asociaciones sacer-


dotales, en las que los sacerdotes pueden encontrar un sólido apoyo. Se refiere
el Directorio a aquellas asociaciones que «teniendo estatutos aprobados por la

222
Amedeo CENCINI, La formación permanente, o.c., 59 y ss.
223
Directorio (NE) 106.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 90

autoridad competente, estimulan a la santidad en el ejercicio del ministerio y


favorecen la unidad de los clérigos entre sí y con el propio Obispo»224. La
Iglesia tiene en gran consideración el trabajo que estas asociaciones, así como
los movimientos y las nuevas comunidades aprobados, cumplen en favor de
los sacerdotes; lo reconoce como un signo de la vitalidad con que el Espíritu
Santo la renueva continuamente225.

Desde este punto de vista, hay que respetar con gran cuidado el derecho de
cada sacerdote diocesano a practicar la propia vida espiritual del modo que
considere más oportuno, siempre de acuerdo —como es obvio— con las
características de la propia vocación, así como con los vínculos que de ella
derivan226.

3.4 Colaboración de centros académicos y de espiritualidad

«Los Institutos de estudio, de investigación y los Centros de espiritualidad,


así como los Monasterios de observancia ejemplar y los Santuarios señala el
Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros constituyen otros
puntos de referencia para la actualización teológica y pastoral, además de ser
lugares donde cultivar el silencio, la oración, la práctica de la confesión y de la
dirección espiritual, el saludable reposo incluso físico, los momentos de
fraternidad sacerdotal»227.

De este modo, no sólo las Universidades y Centros de estudio, sino


también las familias religiosas podrían colaborar en la formación permanente

224
C.I.C., can. 278 § 2.
225
VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 8; C.I.C., can. 278, § 2; JUAN PABLO II, Exhortación post-
sinodal Pastores dabo vobis, 81.
226
Directorio (NE) 106.
227
Directorio (NE) 110.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 91

y contribuir a la renovación del clero exigida por la nueva evangelización del


Tercer Milenio.

3.5 La comunidad parroquial

También la comunidad parroquial viene considerada como lugar natural de


formación permanente del presbítero.

Y lo es por el valor formativo intrínseco de apostolado, que el presbítero


debe acostumbrarse a captar cada vez más como lugar no sólo del anuncio y
del esfuerzo misionero, sino también como lugar de una presencia inédita y
sorprendente de Dios, que lo espera y se da a él precisamente mientras él
anuncia y se da a los otros. Estos otros son su gente, aquellos con quienes está
realizando la peregrinación de la fe, como maestro y como discípulo228.

Se produce entonces un «acompañamiento» vital, un estar en medio de «los


suyos», que se convierte cada vez más en una especie de continuo evangelizar
y dejarse evangelizar. Por lo menos para el presbítero que ha aprendido a vivir
la relación.

3.6 El Centro de formación diocesano

En cada diócesis o, si es muy pequeña, en cada dos o tres diócesis es


necesario que exista un Centro de formación permanente.

El Centro diocesano de formación permanente o como se quiera llamar


puede ser un Centro Diocesano de Teología que asume, entre otras esta
función es el responsable directo de organizar la formación permanente del

228
José Luis FERRÉ MARTÍ, Apuntes de formación permanente, Universidad Pontificia de México, ad usum
privatum, pro manuscripto, México 2014, Ficha 4, 3.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 92

clero en estrecho contacto con el Obispo, el consejo presbiteral y el delegado


del Clero.

Éste es el que programa las actividades que se han de hacer en las zonas o
decanatos, el que programa y controla las actividades diocesanas ofrecidas
para cada grupo de sacerdotes según la edad o para todos en general. Él
procura que, junto a la formación intelectual y humana, se integre la dinámica
pastoral de la diócesis debe por tanto programar en estrecho contacto con el
plan de pastoral diocesano y se incluya la imprescindible dimensión
espiritual-retiros mensuales, ejercicios o retiros anuales, etc. Él es el
responsable de realizar el programa general fijado, programa que en la
hipótesis de que hablo pero también sin esa hipótesis debe estar
establecido de antemano para determinados ciclos de tiempo (tres o cinco
años). Él es el que decide cuáles son las cuestiones de actualidad problemas
políticos o económicos, corrientes culturales o sociales, libros significativos
en teología y en el ambiente general, etc. que se deben tratar cada año y
busca los expertos para cada cuestión. Él programa los diversos cursos y
actividades en la cabecera de la diócesis o en distintos lugares claves de
ella.229.

Se trata de un centro al que cuida especialmente el Obispo y al que


pertenece en razón del cargo el delegado del clero y el rector del seminario
mayor. Un centro que elabora su presupuesto y lo presenta a la comisión
económica de la diócesis. Un centro serio, en resumen. No hace falta una gran
superestructura.

229
José Manuel SÁNCHEZ CARO, «Servicios formativos para el acompañamiento a los sacerdotes en la forma-
ción intelectual», en La formación sacerdotal permanente, EDICE, Madrid 2004, 496-497.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 93

4. Plan de formación permanente para sacerdotes jóvenes

Un proyecto formativo bien articulado ha sido pedido explícita y reiterada-


mente en los grandes documentos de la Iglesia sobre la formación sacerdotal.

En líneas generales, podemos decir que el plan de formación es el conjunto


de principios educativos, explícitos o implícitos, reunidos para inspirar la
organización de una tarea formativa o de una comunidad formativa230; en
nuestro caso, de los sacerdotes jóvenes. En él se concretan, los objetivos
operativos, se proponen las dimensiones y los medios, las estrategias y los
instrumentos para alcanzar dichos objetivos, e indica el papel y la función de
cada uno de los protagonistas.

4.1 Objetivo general

Para esa etapa de los primeros años de ministerio sacerdotal, proponemos


como objetivo general, que después vendrá desglosado en objetivos operativos
para cada una de las dimensiones formativas, indicándose además algunos
medios:

Acompañar los procesos de crecimiento, en las distintas dimensiones,


para que los sacerdotes jóvenes crezcan constantemente en su condición de
pastores en medio del pueblo y, al mismo tiempo, puedan llevar a cabo
adecuadamente la misión que se les ha confiado en sus comunidades.

230
José Luis FERRÉ MARTÍ, Apuntes de Formación de las Vocaciones, Universidad Pontificia de México,
ad usum privatum, pro manuscripto, México 2014, Ficha 31, 2.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 94

4.2 Objetivos operativos

a) Dimensión humana. Crecer como personas, para servir como pastores.

 Lo cual comprende, ente otras cosas:


 La posibilidad de encontrar condiciones de vida y de ministerio que
le permitan traducir en obras los ideales forjados durante el periodo
de formación en el Seminario231.
 El ir confrontándose con la realidad de su ministerio, y que al
ejercerlo vaya renunciando a las ilusiones sin perder la ilusión; es
decir, «medirse con realidad».
 La aceptación y el conocimiento de sí mismo, sus límites y sus
carismas, superando unos y fortaleciendo otros.
 El crecimiento en sensibilidad humana, que supone la sintonía
mental, vital y práctica con los hombres y mujeres a los que ha de
servir.
 La capacidad de relación y comunión con los demás.
 La madurez afectiva o capacidad de amar verdadera y responsable-
mente con un amor que compromete el nivel físico, psicológico y
espiritual de la persona y se expresa en el doble movimiento de
acoger al otro y de entregarse a él232.
 El amor oblativo.
 La educación de la sexualidad en el contexto de una opción célibe,
para vivir la castidad con fidelidad y alegría233.

 Por medio de:


 La relación personal con el propio Obispo.

231
Directorio (NE) 111.
232
PDV 44
233
PDV 44.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 95

 La convivencia fraterna entre los sacerdotes jóvenes y con sacer-


dotes más maduros.
 El hondo sentido vocacional del ministerio: entrega, servicio, dona-
ción.
 El acompañamiento por parte del sacerdote responsable de los
sacerdotes jóvenes.
 Los encuentros periódicos (dos o tres al año)
 El intercambio de experiencias.
 La corrección fraterna.
 La vivencia alegre del celibato.
 Una ascesis atenta y discreta.
 La ayuda psicológica, siempre que sea necesaria.
 El deporte y ejercicio físico.
 Los talleres de crecimiento humano: relación, afectividad, emocio-
nes...
 La aceptación y el conocimiento de sí mismo, sus límites y sus
carismas, superando unos y fortaleciendo otros.
 El cuidado de su salud física, psíquica e intelectual, teniendo una
actitud previsora y buscando ayuda adecuada en su necesidad.

b) Dimensión espiritual. Asumir espiritualmente su nueva identidad

 Lo cual comprende, ente otras cosas:


 El crecimiento espiritual continuo. Un sacerdote evangélicamente
anémico o estancado contradice a su propia condición espiritual y
pastoral.
 Los sacerdotes jóvenes saltan al terreno del ministerio con ilusión e
intensidad. Es importante favorecer una cierta y necesaria autoestima
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 96

como sacerdotes: sentirse realizados personalmente a través del


servicio ministerial generoso. Se necesita un cierto éxito.
 La identificación con su ser de sacerdotes. La ordenación los hace
sacramentalmente presbíteros, pero es la vida y trabajos de los
primeros años que los hacen existencialmente presbíteros.
 Una búsqueda constante del fortalecimiento de su espiritualidad para
que en todos los momentos de su vida permanezcan actualizados y
en su acción pastoral irradien la figura de Jesús pastor y misionero.
 La necesaria armonía o equilibrio entre interioridad y exterioridad. La
vida del presbítero no puede ser fecunda, ni auténtica si no logra, por
la acción del Espíritu y la propia colaboración, esta armonía.
 La fidelidad continuada a la propia vocación.
 La vivencia del celibato, como expresión de amor oblativo y capa-
cidad de comunión y compromiso con las personas. Que no admite
actitudes ambiguas a este respecto.
 El acompañamiento espiritual para ir contrastando no sólo la vida
espiritual sino como ésta es el motor de toda la vida ministerial,
expresada preferentemente a través de la caridad pastoral.

 Por medio de:

 El don del Espíritu, recibido en la ordenación que los capacita para


crecer en la fe y les obliga a emplearse a fondo en este menester.
 La búsqueda de una mayor coherencia entre la fe y la vida.
 El cuidado de la vida espiritual como exigencia de la misión que ha
de llevar a cabo y que le confía la Iglesia.
 Los espacios dedicados a la oración (personal y litúrgica), el descan-
so, las convivencias generacionales.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 97

 El empeño por la tarea bien realizada, la búsqueda de surcos de


actividad más eficaces que brillantes y la preocupación por la solidez
y la consistencia de su trabajo.
 El aprendizaje del lenguaje célibe del amor, ya que el amor no es
fruto de la espontaneidad, sino de un verdadero aprendizaje espi-
ritual.
 La práctica constante del sacramento de la reconciliación.
 El discernimiento y revisión de la propia vida.

 El compartir y celebrar la propia vivencia de la fe, bien sea con los


compañeros bien sea con la propia comunidad.

c) Dimensión intelectual

 Lo cual comprende, entre otras cosas:


 La necesidad de actualizarse constantemente, entendiendo la forma-
ción como formación continua, contrarrestando así la actitud nega-
tiva de considerar por parte de los sacerdotes jóvenes a la formación
intelectual como algo opcional.
 La orientación de la formación no tanto de cara a acumular conoci-
mientos cuanto ayudar a crecer en una verdadera «sabiduría». Se
trata de aterrizar en el campo de la vida lo que en los libros, en la
mente y en el corazón se tenía.
 Una formación teológica que ayude a las nuevas generaciones de
sacerdotes a situarse como pastores; por tanto, más actualizada, más
viva, más «pastoral», más madura.
 La aplicación del bagaje teológico a la vida y ministerio sacerdotal.
 Una formación permanente programada, que ayude a los nuevos
pastores a repensar el mensaje cristiano a la luz de sus propias
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 98

experiencias pastorales, de los signos de los tiempos, de las aporta-


ciones de las ciencias teológicas, bíblicas, pastorales y humanas.
 La formación intelectual estará orientada a una progresiva mejor
prestación de los servicios pastorales, sean espirituales o sagrados, y
de mayor calidad.
 La incorporación de temas que hoy tienen mayor relevancia en el
debate cultural y en la praxis pastoral; también a los problemas que
plantea el progreso científico, particularmente influyentes sobre la
mentalidad y la vida de los hombres contemporáneos.
 El estudio y difusión de la doctrina social de la Iglesia, para que el
mensaje evangélico encuentres mayor credibilidad por el testimonio
de las obras.
 El conocimiento y la utilización prudente, en su actividad minis-
terial, de los medios de comunicación social, puesto que constituyen
un instrumento de evangelización providencial.
 La preparación para que la predicación, las clases o charlas, el
diálogo interpersonal, el consejo reclamado, se hagan con el lenguaje
adecuado y la pedagogía necesaria.

 Por medio de:


 La motivación adecuada para seguir formándose en la dimensión
intelectual.
 Una orientación claramente pastoral de la formación intelectual y
que dé respuesta a los interrogantes concretos del hombre de hoy.
 La ayuda de universidades, centros de estudios, personas especiali-
zadas en la temática a estudiar.
 La programación anual de acuerdo con las necesidades de los sacer-
dotes jóvenes.
 La presentación adecuada de las aportaciones de las ciencias teoló-
gicas, bíblicas, pastorales y humanas en la actualidad.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 99

 Los diálogos, mesas redondas y conversaciones con personas espe-


cialistas en torno a temas actuales y candentes.
 El análisis de los problemas que plantea el progreso científico,
particularmente influyentes sobre la mentalidad y la vida de los
hombres contemporáneos.
 La preparación de los sacerdotes para dar razón de su esperanza
frente a las preguntas que planteen los fieles —muchos de ellos de
cultura elevada—.
 La profundización de la doctrina social de la Iglesia.
 El aprendizaje y utilización debida de los medios de comunicación
para utilizarlos debidamente en su actividad pastoral.
 La coherencia de vida entre lo que se dice, enseña y predica y lo que
después se vive en la jornada.

d) Dimensión pastoral

 Lo cual comprende, entre otras cosas:


 La plasmación del espíritu y sentido pastoral en las otras dimensio-
nes de la formación del sacerdote: humana, espiritual e intelectual.
 Una formación pastoral que animará y sostendrá los esfuerzos huma-
nos del sacerdote, su caridad pastoral, su compromiso apostólico, sus
apuestas concretas de su acción pastoral.
 Una actividad pastoral que sea actual, creíble y eficaz, adecuada a
los signos de los tiempos.
 El conocimiento y cultivo de aquellos recursos que mayormente
puedan favorecer el servicio evangelizador a las comunidades
cristianas.
 La opción clara por una pastoral misionera y no solo de manteni-
miento.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 100

 La colaboración en el plan diocesano de pastoral, particularmente en


temas de administración, cuestiones morales y jurídicas, y el empleo
de los medios de comunicación.
 La coherencia sacerdotal como necesidad para la credibilidad y la
"desclericalización" como motivo de credibilidad.
 La actualidad de la pastoral de conjunto.
 La diócesis como referencia necesaria de toda pastoral.

 Por medio de:


 Una entrega generosa y desinteresada en todo lo que es servir a los
hermanos, sobre todo a los alejados, llevándoles con creatividad y
sencillez el Evangelio.
 El uso de métodos y medios de comunicación aplicados a la pastoral.
 La búsqueda de cursos y estudios de actualización de métodos
actuales de pastoral.
 La disponibilidad, con conciencia misionera, respecto de cualquier
servicio o hacia un nuevo destino.
 El acompañamiento al sacerdote joven a que descubra y se involucre
en un estilo de pastoral y misión de la diócesis.
 La utilización de un lenguaje actual y comprensible a la hora de
transmitir y dar a conocer la Buena Noticia de Jesús.
 El conocimiento del mundo en que vive, sus esperanzas y sus
aspiraciones, al que ha de transmitir el Evangelio.
 La lectura creyente de la realidad, pasar de su simple fenomenología
al sentido y a la significación de los acontecimientos para la vida y
para el hombre.
 El compromiso apostólico.
 El Plan pastoral de la diócesis.
Cap. III. Propuesta formativa para los sacerdotes jóvenes 101

4.3 Evaluación

Ese Plan de formación para sacerdotes jóvenes, será evaluado periódica-


mente, de la misma manera que se hará con los planes correspondientes a las
otras franjas de edad sacerdotales.

En esa evaluación participarán no sólo los responsables sino también los


sacerdotes destinatarios de la formación. Y será de suma utilidad ver hasta qué
punto los núcleos abordados a lo largo del año son los adecuados y responden
a las necesidades de los participantes; también será objeto de evaluación el
enfoque o metodología empleada.

Todo ello permitirá seleccionar las "opciones preferentes" para el curso


siguiente; de tal manera que, año con año, se vaya llevando a la práctica el
Plan global de formación.
CONCLUSIONES

En nuestro trabajo de investigación nos hemos asomado al campo complejo


de la vida y ministerio de los sacerdotes jóvenes mirando con realismo sus
luchas, aciertos y límites, para dar, desde un recorrido por los documentos de
la Iglesia, una iluminación con la que puedan luego encontrar opciones de
vida más digna puedan ser plenamente lo que deben ser y realizar
asertivamente su misión en el mundo de hoy. Finalmente presentamos una
propuesta concreta, desde la cual creemos es posible dar continuidad a un
proceso de formación que sea permanente y al mismo tiempo integral.

Una característica que se puede constatar a simple vista es el cansancio y el


desánimo que pronto hace mella en los presbíteros y que asoma su faz
tempranamente en sacerdotes con muy poco tiempo de ordenados, este
cansancio puede tener varios factores causantes, el activismo, el descuido de
la oración, falta de disciplina en sus actividades personales etc. En pocas
palabras podemos deducir que todo se reduce a la falta de un proceso de
formación continuada que pueda garantizar, al sacerdote en general y
concretamente a los recién ordenados, una renovación constante y una
conversión profunda que lo disponga a una configuración con Cristo Pastor, su
modelo, única y suficiente motivación motivación para mantenerse en esa
actitud de continua, constante e intensa formación permanente.
Conclusiones 103

Al recorrer el rico contenido del Magisterio de la Iglesia en relación a


la formación permanente y de forma particular la formación de los
sacerdotes jóvenes, es muy grato encontrar en su enseñanza un sólido
itinerario que con singular puntualidad da una clara idea de un sin
número de acciones que se derivan de la enseñanza que El Espíritu Santo
suscita a través del Magisterio, que a lo largo de la historia,
responsablemente ha respondido a sus inspiraciones y ha dejado
plasmada una enseñanza que, si es seguida con fidelidad, seguramente es
garantía de una formación sólida en los sacerdotes recién ordenados,
también de un eficaz acompañamiento y apoyo certero para que cada uno
pueda continuar su crecimiento, madurez y conversión personal que se
hace parte de una formación permanente espontanea que paulatinamente
se convierta en verdadera cultura de Formación permanente en los
presbíteros en general y también en los sacerdotes jóvenes garantía de
una saludable y autentica Iglesia del futuro. Así las Enseñanzas del
Concilio Vaticano II y del Magisterio Latinoamericano, se convierten en
base sólida para desencadenar una profunda y eficaz formación
continuada en los sacerdotes recién ordenados de cada Diócesis.
Falta de parte de cada actor responsable, en cuanto a la formación se
refiere, que haga suya esta importante invitación y asuma su compromiso
correspondiente para que pronto la formación continuada sea una parte
integral de la persona, que beneficie al sacerdote y le aporte lo que
necesita y que con tan buena voluntad busca para fortalecer su vocación
y su naciente ministerio sacerdotal.
Finalmente presentamos una propuesta concreta con base en las
dimensiones de la formación, con un plan para detonar la formación
Conclusiones 104

permanente de los sacerdotes recién ordenados. Esperamos que aun


siendo un aporte muy pequeño, logre despertar el interés y el
compromiso por brindarse los medios y las estrategias de una sólida
formación permanente integral que les permita cualificar en el cada día
de su ministerio, la tarea de ser signo y figura autentica del Buen Pastor
que da la vida por sus ovejas, que sea un detonante que lleve a buscar y
conseguir la plena identidad de los presbíteros y de modo especial los
recién ordenados para que constante y continuamente clarifiquen y
disciernan cuales son su verdadero y autentico roll y tareas a las que han
de consagrar su vida.
Conclusiones 105
BIBLIOGRAFÍA

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—BENEDICTO XVI, Discurso inaugural, en Aparecida.

Artículos de internet

CEE. Sacerdotes día a día. Comisión Episcopal del Clero, Documentos


de la Conferencia Episcopal Española (WWW). Conferenciaepiscopal.es
Bibliografía 113
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN……………………………………………………. 5
I. LOS SACERDOTES JOVENES Y LA
FORMACIÓN PERMANENTE

1.1. Consecuencias y retos ante esta realidad ………………………… …10


1.2. Causas por las que el sacerdote llega a la reducción al estado laico …11
1.3. Distintas actitudes y conceptos parciales ante la formación permanente
………………………………………………………………………...13
1.4. Fragilidades de los sacerdotes jóvenes…………………………… …18
1.4.1. Fragilidades en los humano-psicológico ……………………………19
1.4.2. Fragilidades en lo espiritual …………………………….……………23
1.4.3. En lo intelectual ……………………………………………………24
1.4.4. En lo pastoral ……………………………………………………….25
1.5. Estructuras diocesanas poco adecuadas al momento de atender la
formación permanente del sacerdote joven ……………………………27
1.6. A modo de conclusión ……………………………………………..29

II. LA FORMACION PERMANENTE EN


LOS DOCUMENTOS DE LA
IGLESIA
1. Documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II …………………...…31
Índice 115

2. Carta circular “Inter ea” de la Congregación del Clero a las Conferencias


Episcopales sobre la formación permanente de los sacerdotes, especialmente
de los jóvenes ……………………………………………………………...34

3. La Ratio fundamentalis institucionis sacerdotalis (1970) ………………35

4. Código de Derecho Canónico (1983) …………………………………..36

5. Guía Pastoral para los Sacerdotes Diocesanos de las Iglesias que dependen
de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos ……………....37

6. Sínodo sobre la formación sacerdotal …………………………………..39

6.1. Lineamenta (1989) ………………………………………...………39


6.2. Discurso del Papa Juan Pablo II a la Secretaria del Sínodo (1990) …41
6.3. Instrumentum laboris (1990) ……………………………………....41
6.4. Exhortación Postsinodal “Pastores dabo vobis” (1992) ….……......42

7. Directorio para el Ministerio y vida de los Presbíteros ….……………....52

7.1. Primera edición (1994) …………………………………………......52


7.2. Nueva edición (2013) ………………….………………………….55

8. Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano ………….…...58


Índice 116

9. Normas Básicas para la Formación Sacerdotal en México (2012) ….62

III.PROPUESTA FORMATIVA PARA


SACERDOTES JOVENES

1. Contenidos de una formación permanente específica para el clero


joven………………………………………………………………………65

1.1. Dimensión Humana ………………….…………………………...67


1.2. Dimensión espiritual ……………..………………………………..70
1.3. Dimensión intelectual …………………………………………...73
1.4. Dimensión pastoral …………………………………………..…..77

2. Medios generales ……………………………………………………...81


a) Encuentros sacerdotales ……………………………………………81
b) Año pastoral …………………………………………………… 82
c) Retiros mensuales y ejercicios anuales …………………………..83
d) La programación …………………………………………………..84
e) La casa del Clero …………………………………………………..85
f) La dirección espiritual……………………………………………….85

3. Responsables de la formación permanente …………………………...86

3.1. El presbítero ………………………………………..…………….86


3.2. El Obispo …………………………………………………………87
3.3. El presbiterio ……………………………………………………...89
Índice 117

3.4. Colaboración de centros académicos y de espiritualidad ………...90


3.5. La comunidad parroquial ……………………………………91
3.6. El Centro de formación diocesano …………………………… 91

4. Plan de formación permanente para sacerdotes jóvenes …………....93

4.1 Objetivo general ………………………………………………....93


4.2 Objetivos operativos …………………….………………………..94
a) Dimensión humana:
Crecer como personas, para servir como pastores ……………94
b) Dimensión espiritual:
Asumir espiritualmente su nueva identidad………………… 95
c) Dimensión intelectual …………………………………...…..97
d) Dimensión pastoral …………...………………………… 99

4.3. Evaluación …………………………………………………….101


CONCLUSIONES …………………………………………………….102
BIBLIOGRAFIA …………………………………………………….106
INDICE ………………………………………………………………112
Índice 118

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