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La clave del gozo cristiano

VIDA CRISTIANA
La palabra gozo aparece una y otra vez en las Escrituras. Por ejemplo, los salmos
están llenos de referencias al gozo. El salmista escribe: “El llanto puede durar toda
la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría (o gozo)” (Sal. 30:5b), y
“Aclamen con júbilo (o gozo) a Dios, habitantes de toda la tierra” (Sal. 66:1). De la
misma manera, en el Nuevo Testamento leemos que el gozo es un fruto del
Espíritu Santo (Gál. 5:22), lo que significa que es una virtud cristiana. Al ver este
énfasis bíblico, debemos entender lo que es el gozo, y perseguirlo.

A veces se nos dificulta entender el concepto bíblico del gozo por la manera en
que lo define y describe nuestra cultura occidental. En particular, a menudo
confundimos el gozo con la felicidad. En las bienaventuranzas (Mt. 5:3-11), de
acuerdo a la traducción tradicional, Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en
espíritu… Bienaventurados los que lloran… Bienaventurados los humildes” (vv. 3-
5, énfasis agregado), y así sucesivamente. Algunas veces, sin embargo, los
traductores adoptan el lenguaje moderno y nos dicen que Jesús dijo feliz en lugar
de bienaventurado. Me fastidia un poco cuando veo eso, no porque me opongo a
la felicidad, sino porque la palabra feliz en nuestra cultura se ha convertido en algo
sentimental y trivial. Como resultado, tiene una connotación de cierta
superficialidad. Por ejemplo, hace algunos años, Charles M. Schulz, en la tira
cómica de Charlie Brown, acuñó la frase: “La felicidad es un perrito”, y se convirtió
en una máxima que articula una idea de la felicidad que es sentimental y
placentera. Y luego está esa famosa canción, “Don’t Worry, Be Happy” por Bobby
McFerrin en los 1980s. Sugería una actitud sin preocupaciones, una actitud casual
hacia el deleite.

Sin embargo, la palabra griega usada en las bienaventuranzas se traduce mejor


como “bendecido”, pues comunica no solo la idea de felicidad, sino también la de
una profunda paz, confort, estabilidad, y grande gozo. Así que debemos tener
cuidado cuando leemos el texto del Nuevo Testamento, para no leerlo con los
lentes del entendimiento popular de la felicidad, y así perder el concepto bíblico
del gozo.

Piensa de nuevo en la canción por McFerrin. La letra es extraña, desde la


perspectiva contemporánea. Cuando canta: “Don’t worry, be happy (no te
preocupes, sé feliz)”, está hablando en imperativo, un mandamiento: “No estés
ansioso. En lugar de eso, sé feliz”. Nos está dando un deber, no una sugerencia.
Pero nunca pensamos en la felicidad de esta manera. Cuando no somos felices,
pensamos que es imposible decidir por un acto de la voluntad el cambiar nuestros
sentimientos. Tendemos a pensar en la felicidad como algo pasivo, algo que nos
pasa y sobre lo que no tenemos control. Es involuntario. Sí, lo deseamos y
queremos experimentarlo, pero estamos convencidos de que no podemos crearlo
por un acto de la voluntad.
Extrañamente, cuando McFerrin manda a sus escuchas a que sean felices, suena
mucho como lo que vemos en el Nuevo Testamento. Una y otra vez en las
páginas del Nuevo Testamento se comunica la idea del gozo como un imperativo,
una obligación. En base a la enseñanza bíblica, yo inclusive diría que es un deber
cristiano, su obligación moral, el tener gozo. Eso quiere decir que cuando un
cristiano falla en tener gozo, está pecando, y que la falta de felicidad y gozo son,
en cierta manera, manifestaciones de la carne.

Por supuesto, hay veces en que nos llenamos de dolor y tristeza. Jesucristo
mismo fue llamado “varón de dolores y experimentado en aflicción” (Is. 53:3). Las
Escrituras nos dicen: “Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de
banquete” (Ecl. 7:2a). Inclusive en el sermón del monte, Jesús dijo:
“Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados” (Mt. 5:4). Puesto
que la Biblia nos dice que es perfectamente legítimo experimentar lamento, dolor,
y duelo, esos sentimientos no son pecaminosos.

Sin embargo, quiero que veas que las palabras de Jesús se pueden traducir como
“gozosos son los que lloran”. ¿Cómo puede una persona llorar y permanecer en
gozo? Bueno, creo que podemos desenredar eso fácilmente. El corazón del
concepto del gozo en el Nuevo Testamento es este: una persona puede tener el
gozo bíblico aun cuando está en lamento, sufrimiento, o pasando por
circunstancias difíciles. Esto es porque el llanto de la persona está dirigido hacia
un asunto en específico, pero al mismo tiempo, posee una medida de gozo.

¿Cómo podemos regocijarnos siempre?

En su carta a los filipenses, el apóstol Pablo habla acerca del gozo y acerca del
deber cristiano a regocijarse una y otra vez. Por ejemplo, escribe: “Regocíjense en
el Señor siempre” (4:4a). Este es un imperativo bíblico, y no deja lugar para no
regocijarse; Pablo dice que los cristianos deben regocijarse siempre, no a veces,
periódicamente, u ocasionalmente. Luego agrega: “Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!”
(4:4b). Pablo escribió esta epístola desde la prisión, y en ella habla de cosas
sombrías, como la posibilidad de ser martirizado y derramado como sacrificio
(2:17). Y aun así le dice a los creyentes filipenses que deben regocijarse a pesar
de las circunstancias en las que se encontraba.

Esto nos regresa esta cuestión de cómo podemos tener gozo como una disciplina
de la voluntad. ¿Cómo podemos permanecer gozosos todo el tiempo? Pablo nos
da la clave: “Regocíjense en el Señor siempre” (énfasis agregado). La clave para
el gozo cristiano está en su fuente, la cual es el Señor. Si Cristo está en mí y yo en
Él, esa relación no es una experiencia de a veces. El cristiano siempre está el
Señor y el Señor siempre en el cristiano, y esa siempre es una razón para tener
gozo. Aun cuando el cristiano no puede regocijarse en sus circunstancias, si pasa
por dolor, lamento, o tristeza, aun puede regocijarse en Cristo. Nos regocijamos en
el Señor, y ya que nunca nos deja ni nos abandona, podemos regocijarnos
siempre.
LA PAZ

La paz es un fruto que va totalmente de la mano con el gozo, de hecho por eso
creo que están escrito uno después del otro.

Uno de los muchos beneficios de ser un cristiano es el de disfrutar de la paz de


Dios. En esta vida, llena de trabas y angustias, es de gran provecho tener la paz
de Dios. Por todos lados hay gente afligida. En cima de problemas de salud, hay
problemas por causa de la economía. Cada tanto el gobierno intenta un nuevo
plan económico pero quedamos en la misma pobreza. Encima de problemas
económicas, hay problemas morales. Hay hogares revueltos por el pecado.
Matrimonios en ruinas. Robos y corrupción. La verdad es que la gente tiene razón
por estar preocupada y afligida. Sin embargo, para el cristiano de verdad, es
posible vivir en paz. ¿Cómo? ¿Paz y pobreza, los dos a la vez? ¿Es posible?

Hay una historia que le ocurrió a un pastor en México En mayo de 2015, junto a su
esposa y toda la familia de ella, les tocó vivir la peor situación que jamás pudiéran
imaginar vivir en esta tierra. Ellos fueron víctimas de una de las peores expresiones
de la maldad del ser humano caído: el secuestro de uno de sus cuñados y el
posterior asesinato de él y de su suegro quien en su amor de padre y su
comprensión del evangelio (lo que Dios hizo por él al enviar a Jesucristo para
salvarlo de la muerte eterna), valientemente acudió a entregar el rescate monetario
que estos criminales pedían.
Ochenta horas de terror desde que todo comenzó hasta que los sepultaron
representaron para ellos los peores días de sus vidas y cada día que ha transcurrido
hasta hoy dice que ha sido de profunda tristeza y dolor.
El pastor decìa que Textos como Filipenses 4: 6,7, 9“ 6Por nada estéis afanosos,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego,
con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. 9Lo que
aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará
con vosotros.“ resonaban en su mente y espíritu trayendo, en medio del dolor y las
lágrimas, una paz que sobrepasa, literalmente, todo entendimiento.

Cuenta que el breve funeral fue un evento de evangelismo y testimonio a la


sociedad; el nombre de Cristo, la fuente de nuestra esperanza, fue glorificado.
Desde ese mismo día y hasta hoy mucha gente le pregunta a su suegra, su esposa,
a sus cuñados que sobreviven, ¿Cómo hacen para estar de pie? ¿Cómo tienen
tanta paz? ¿Cómo un suceso como este no los destruyó por completo? y la
respuesta es siempre la misma: La paz que, en su gracia, nos provee el Señor. Paz
que no proviene de un esfuerzo humano por mantener una calma efímera, sino que
fluye naturalmente como una expresión del fruto del Espíritu Santo que opera en la
vida del creyente cuya fe, total confianza y esperanza radica en Cristo y en su obra
redentora en la cruz del calvario que nos garantiza la vida eterna en Su gloria.
Esta historia la encontré fuerte, y me pregunto si yo tengo realmente la fe, la
confianza en el Señor, para soportar algo de esa magnitud y seguir de pie, y
mucho más fuerte, tener paz?

¿Cómo es esto posible?


Para el cristiano, según lo que la Escritura dice, la paz representa esta calma interior
que viene como resultado de la confianza total en la relación de salvación con Cristo.

Esta paz no tiene nada que ver con las circunstancias temporales.
Todos en algún momento hemos experimentado o experimentaremos
circunstancias negativas, ya sea como consecuencia de nuestras decisiones o por
causas ajenas a nosotros mismos, que tienen el potencial de perturbarnos al punto
de desequilibrar nuestra vida y nuestro entorno; ya sean de índole social, familiar,
económico, en el área de la salud y tantas más que pudiéramos mencionar.
Pablo nos recuerda una importante verdad en la carta a los Romanos 8:28 que por
cierto es uno de mis versículos favoritos: “28Y sabemos que a los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son
llamados.” La cual, entendida correctamente, no promete que a los que aman a
Dios, esto es a los cristianos, jamás les acontecerá nada malo, sino que es una
garantía de que aún las peores situaciones (todas las cosas buenas y todas las
cosas malas) que tuviera que atravesar colaborarán para su mayor bien, el cual es
su salvación; como lo dijeran la mayoría de las confesiones de fe “el mayor bien del
hombre es conocer a Dios y disfrutar de su presencia para siempre”. Esta verdad
es una piedra fundamental para la fe del verdadero creyente la cual trae estabilidad
al momento de enfrentar la adversidad.
Nuestro señor Jesús da estas preciosas palabras a sus discípulos enseguida de la
promesa del Espíritu Santo que vendría en su nombre y les (nos) enseñaría todas
las cosas y les (nos) recordaría sus palabras: “27La paz os dejo, mi paz os doy; yo
no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo.” Juan 14:27.

La palabra paz viene del hebreo shalom, que se convirtió en un saludo para los
discípulos después de la resurrección de Jesús haciendo alusión a esta promesa
de parte del Maestro, y que asegura particularmente la calma en tiempos difíciles.
Paz que desconocen aquellos que aún no son salvos.

Billy Graham dijo, que hay dos clases de felicidad. Una nos llega cuando las
circunstancias son placenteras y estamos relativamente libres de problemas. El
inconveniente con esta clase de felicidad es que es fugaz y superficial. Cuando las
circunstancias cambian, y esto es inevitable, esta clase de felicidad se evapora
como la neblina de la mañana cuando el calor comienza a aprecer. Pero hay otra
clase de felicidad. Esta segunda clase de felicidad es paz y gozo internos y
duraderos que sobreviven a cualquier circunstancia. Es una felicidad que perdura,
no importa lo que enfrentemos. Es curioso, pero puede que aumente en la
adversidad. A la felicidad que nuestro corazón desea no la afecta ni el éxito ni el
fracaso, mora muy adentro de nosotros y nos da paz y contentamiento interiores,
no importa cuál sea el problema en la superficie. Es el tipo de felicidad que no
necesita ningún estímulo exterior.
Esta es la clase de felicidad que necesitamos. Esta es la felicidad por la que
nuestras almas claman y buscan sin descanso.
¿Hay esperanza de obtener esta clase de felicidad? ¿Hay alguna salida de
nuestros problemas? ¿Podemos hallar esa paz interior verdaderamente?
La respuesta rotunda, para todos y cualquier caso, es sí, siempre y cuando
busquemos en el lugar correcto.

Cristo Jesús es la única fuente verdadera de esta paz que nos es administrada por
la obra maravillosa del Espíritu Santo en nuestras vidas cuando lo hemos hecho a
Él nuestro Señor y nuestro Salvador.
El verdadero problema del hombre no son sus circunstancias temporales sino su
condición eterna delante de Dios. La falta de paz que experimentamos sin Cristo es
un reflejo externo de un problema más grave interno que es nuestra separación,
nuestra enemistad con el Dios Santo de las Escrituras, y es solo al solucionarse
este problema mayor, a través de confiar en la obra perfecta de Cristo en esa cruz
que nos reconcilia con Dios que podemos experimentar la verdadera paz interior.
“1Justificados,pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo; 2por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la
cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3Y no
sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la
tribulación produce paciencia; 4y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5y la
esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” Romanos 5:1-5

En conclusión la paz así como el gozo, podemos tenerla sin importar lo que esté
sucediendo alrededor nuestro—incluso cuando nos sentimos mal. Los apóstoles
Pablo y Pedro quisieron que los cristianos tuvieran la paz de Dios, incluso
cuando eran amenazados, perseguidos y llevados a la muerte (2 Pedro 3:14;
Filipenses 4:7). Si nuestra fe es fuerte, produciremos paz y aprenderemos a
sentir calma sin importar lo que esté pasando en el mundo.

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