Sei sulla pagina 1di 124

Ceferino

García. SJ
unir

Espiritualidad ignaciana
para laicos

T
Comunidades de Vida Cristiana (CVX):
Espiritualidad ignaciana para laicos
SlTl W e 17
Comunidades deVida Cristiana
Secretariado de Ejercicios
Ceferino García, S. J.

Comunidades
de Vida Cristiana (CVX)

Espiritualidad ignaciana
para laicos

Editorial SAL T E R R A E
Santander
© 1986 by Bflitátiaf Sel jerráe
Guevara, 20
39001 Santander
Con las debidas'licencias
Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293-0740-0
Depósito Legal: BI-316-1986
Impreso por: Gráficas Ibarsusi, S. A.
Camino de Ibarsusi, s/n
48004 BILBAO
índice
Págs.

Presentación 7

1. Descripción de una Comunidad


de Vida Cristiana (CVX) 9
1. Grupo estable de personas 10
2. De condición semejante 14
3. Son laicos que se sienten Pueblo de Dios... 14
4. Por ello, llamados a vivir en comunidad .... 16
5. Para formar personas comprometidas
al servicio del Reino de Dios 18

2. El proceso de formación de una CVX 21


1. El camino de las CVX. Etapas 21
2. Descripción de estas etapas ... 24
3. Breve enumeración de las etapas siguientes . 45
4. El compromiso de las CVX:
Opción de vida (vocación) 46

3. Vivencia profunda de una CVX formada 49


1. Comunidad que vive el espíritu
de los Ejercicios 50

5
Págs.
2. Para encontrar y aceptar la voluntad
de Dios (comunidad de discernimiento) SI
3. La CVX, comunidad para la misión:
el servicio 54
4. Comunidad de fe: Integración
evangelio y vida 61

4. Reuniones de una CVX 73


1. Tipos de reunión 74
2. Clima de las reuniones 74
3. Objetivo de las reuniones 74
4. Partes de una reunión temática 74
5. La reunión de «revisión de vida» 81

5. Las funciones dentro de una CVX 85


1. El animador (acompañante, asesor,
guía, monitor, responsable) 86
2. El asistente eclesiástico
(consiliario) 91

Historia de las CVX 99


1. Los comienzos 100
2. Disminución del espíritu
auténtico (1773-1922) , 108
3. Reacción de los jesuítas
(1922-1948) \l 12
4. De Congregaciones Marianas
a Comunidades de Vida Cristiana 114

6
Presentación

Responder a los que preguntan: «¿qué son las


CVX?» resulta difícil, porque la respuesta se puede re-
sumir tanto que no deje satisfecho; o bien, si se preten-
de dar una contestación adecuada, terminamos citan-
do una serie de documentos: «Principios Generales»,
«Survey», Suplementos de «Progressio», etc., que la
persona a quien nos dirigimos no conoce o no tiene a
mano. Todos sabemos la dificultad que entraña pre-
tender enterarse de algo que está disperso en varios li-
bros y la inseguridad en que nos deja semejante em-
presa: «¿habré encontrado lo substancial?»
Para tratar de responder de un modo sencillo a la
pregunta inicial y evitar el tener que consultar varios
documentos, presentamos este libro y a la vez ofrece-
mos algunos trabajos concretos que han nacido en el
caminar de unas CVX. Pensamos que pueden ilustrar
algunos puntos o servir de orientación a los que co-
mienzan; a nosotros ya nos dieron su fruto, y quizá no
el menor: haber llegado a poder concretar lo vivido de
forma que hoy se pueda ver reflejada nuestra expe-
riencia.

7
Desde aquí tenemos que dar las gracias a todos
los que han ido por delante de nosotros y nos han
dado su saber y la experiencia de muchos años de vida
cristiana en comunidad. Ellos son los que avalan todo
lo que aquí se sintetiza.
Por ello, estas páginas pueden servir para infor-
mar a quien no conoce las CVX, pero también pueden
servir (a quienes inician su andadura como Comuni-
dad) de instrumento clarificador o de sugerencia para
encontrar la propia identidad.
El Señor y su Madre nos ayuden a todos a escribir
con nuestra vida una respuesta más justa y cabal que
ayude a todos los hombres a descubrir lo que nues-
tro nombre indica: que estamos todos llamados a ser
COMUNIDAD DE VIDA CRISTIANA.

8
1
Descripción de
una Comunidad
de Vida Cristiana (CVX)
Una primera aproximación al conocimiento de las
CVX nos la va a dar una breve descripción, tomada
de sus Principios Generales*, que nos permitirá dife-
renciarlas de otras realidades semejantes y señalar
aquello que las especifica.
Una Comunidad de Vida Cristiana es: «Un grupo
estable de personas de condición semejante, laicos,
que se sienten Pueblo de Dios. Y por ello llamados a
vivir en Comunidad para formar personas comprome-
tidas al servicio del Reino de Dios».

* Los «Principios Generales» de la Federación Mundial de CVX


(confirmados por la Santa Sede el 31-V-1971), así como los «Estatutos»
de la misma Federación Mundial y los propios de la Federación de CVX
de España (aprobados por la Conferencia Episcopal Española el 12-XII-
1982), están publicados en un pequeño folleto por la Editorial Sal Terrae
y la Federación de CVX de España.

9
1. G R U P O ESTABLE D E P E R S O N A S
Una C V X está formada por ocho a doce personas
que de una manera periódica .se reúnen para intentar
ayudarse, unas a otras, a realizar la integración en su
vida diaria de la teoría y práctica de la vida cristiana.
1.1. Las CVX son GRUPOS, lo cual significa que
existe un proceso de formación, crecimiento y madu-
ración, común a todos los grupos humanos y con las
mismas leyes que caracteriza a todo grupo: división de
roles, etc.
1.2. Para que la dinámica de un grupo sea todo lo
viva e intensa que precisa una CVX, se señala que el
número ideal de componentes sea de 8-12. Menos, se-
ría empobrecer el grupo; más origina un alargamiento
de las reuniones, si participan todos, o bien reduce la
comunicación, dificultando el conocimiento personal,
o permite que existan personas que no participen lo
más mínimo, escudándose en que lo hacen las demás.
De todas formas, el número no es un dato rígido, y
en cada etapa de una CVX se verá qué es lo más con-
veniente según las circunstancias del grupo.

1.3. La dinámica de todo grupo está basada en la


I N T E R R E L A C ION P E R S O N A L , basada a su vez
en la comunicación sincera y profunda. Esta c a r á c t e r
rística se acentúa en toda CVX, pues el fin que se pre-
tende —«la integración, en la vida corriente de cada
uno de sus miembros, de la teoría y práctica de la vida
cristiana»— no se puede alcanzar más que por la mani-
festación sincera de uno mismo: de los pensamientos y
sentimientos íntimos y de la forma concreta de enten-
der el Evangelio y las aplicaciones prácticas al com-
portamiento diario de cada persona.

10
1.4. Por este motivo son GRUPOS de ESCUCHA
Los grupos pueden pretender, según las necesida-
des de sus miembros,
a) aclaraciones doctrinales: v. gr., catecumena-
dos, cursos bíblicos, etc.;
b) coordinar una acción pastoral o social de una
parroquia o movimiento;
c) una integración, a nivel personal, de la refle-
xión y la acción.
1.4.1. La aclaración doctrinal exige un tipo de reu-
nión dirigida a la discusión teórica, presentación y re-
solución de obscuridades y dificultades, explicitación
de las relaciones que existen entre unas verdades y
otras, etc.; es decir, se busca una iluminación de la in-
teligencia o disipar ignorancias. Son frecuentes en los
catecumenados, Pre-CVX, Cursos bíblicos..., donde
es preciso dejar bien sentada la identidad cristiana a
nivel de doctrina o incluso de jerarquía de valores de
comportamiento.
1.4.2. El segundo tipo de grupos son los de acción
pastoral o social. Pretenden una finalidad concreta:
realización de campañas (hambre, misionales, cultura-
les), campamentos, etc.; o bien es un grupo que se reú-
ne para preparar la catequesis parroquial de primera
comunión o confirmación; o trata de ser la junta pa-
rroquial o de Caritas parroquial o diocesana. La reu-
nión está centrada sobre el trabajo concreto a realizar
por cada uno y por el grupo: fines, métodos, dificulta-
des, soluciones. N o se aporta ningún elemento que se
refiera a la vida personal de los participantes, ni siquie-
ra a las motivaciones por las que realiza aquello.
Si el grupo descrito en 1.4.1. es un G R U P O de ES-
T U D I O , el que se describe en 1.4.2. es un G R U P O de
TRABAJO.

11
1.4.3. Una CVX es un grupo que pretende integrar
la reflexión-oración con la acción-comportamiento (vi­
da ordinaria) de cada uno de sus miembros; es decir,
unir «contemplación y lucha» o, según la definición de
Ignacio de Loyola, ser «hombres (personas) contem­
plativos en la acción».
Para esto es indispensable que sean G R U P O S D E
E S C U C H A donde se comparte O R A C I Ó N Y V I D A ;
no sólo porque allí se ora y se comunica la vida de
cada uno, sino porque se da y se recibe de los demás y
a los demás la propia vida hecha oración: lugar de en­
cuentro entre Dios y la persona.

1.5. Grupos estables


1.5.1. Las C V X no son grupos para unos meses de
duración, mientras dura el trabajo o el estudio de un
tema o programa; ya se ha indicado que la finalidad
de estos grupos es ayudar a sus miembros a conseguir
una madurez en la vivencia cristiana y, por tanto, su
duración es ilimitada. Más bien, la C V X es un M O D O
de vivir la fe, para lo cual ayuda la continuidad, la inti­
midad y el conocimiento de los componentes de cada
comunidad.
Esto no quiere decir que no pueda haber cambios
en las personas que integren los grupos; sencillamente
se enuncia una realidad ideal que luego se adaptará a
las condiciones reales de la vida de cada uno de los
que integran la C V X : cambio de ciudad o necesidades
de otros grupos CVX, etc.
1.5.2. Al calificar a estos grupos de estables, tam­
bién se quiere significar que las personas que integran
una C V X viven una SITUACIÓN de VIDA, de algún
modo, ESTABLE. Es decir, que han pasado los perío­
dos o etapas de inestabilidad e indecisión respecto de

12
su vida (aunque siempre toda vida es cambio, en ma-
yor o menor grado), y han hecho una opción conscien-
te por este estilo de vida y desean realizarlo en todo
momento y circunstancia, aunque éstas sufran cam-
bios importantes.
Mientras llega el momento de esa opción, la comu-
nidad es una C V X en proceso de formación, y sus eta-
pas de crecimiento son tan importantes que de ellas y
de cómo se vivan dependerá el momento de esa opción
y la forma de vivir el compromiso de C V X formada.
Todo esto tiene aplicación a las C V X de jóvenes.
Tanto las CVX que se forman con jóvenes como las
de adultos tendrán que entrar en ese proceso de creci-
miento y asimilación, hasta llegar al momento de op-
tar por el estilo de vida CVX. Lo que es claro es que
una C V X de jóvenes tiene dos procesos iniciados: el
de maduración personal y el de maduración como
C V X ; cuando ambos lleguen a su culminación, esa
CVX estará formada en plenitud. Esto dependerá de
la gracia de Dios, de la capacidad de generosidad y de
la maduración humana de las personas jóvenes que la
integran.

1.6. Grupo de amigos


Cuando las C V X crecen y maduran con apertura y
sinceridad en la escucha y establemente, se llega a for-
mar un grupo de amigos. Esta amistad está basada en
el conocimiento y estima mutuos y produce una cohe-
sión del grupo profunda. N o son solamente unas
ideas; hay hechos que se han compartido a lo largo de
los años: realidades agradables (bodas, bautizos de hi-
jos, cumpleaños, éxitos profesionales, fiestas, etc.) y
también realidades no tan gratas (enfermedades, fra-
casos, muertes, incomprensiones, etc.). Todo ello ha

13
sido motivo para compartir a todos los niveles, pues se
han vivido con la intensidad, la alegría y el gozo de un
grupo de amigos, pero también con la profundidad de
una mirada desde la fe.

2. D E C O N D I C I Ó N SEMEJANTE
(«Principios Generales», n.° 12)
«Cada grupo está compuesto ordinariamente de
personas de condición semejante, como edad, profe-
sión, estado de vida, etc.».
Es un criterio variable; se puede, decir que cada
CVX tiene una vida particular, como la de todo grupo
que no se elige de un modo selectivo, sino abierto, y
confiando en que las circunstancias que motivan su
comienzo son una concreción de aquella palabra del
Señor: «No sois vosotros los que me habéis elegido a
mí, fui yo quien os elegí a vosotros» (Jn 15,16). Por
eso las CVX, ordinariamente, están formadas por per-
sonas que presentan una cierta semejanza, pero no
son una excepción las CVX formadas con una cierta
heterogeneidad.

3. SON LAICOS Q U E SE SIENTEN PUEBLO


DE DIOS
(P. G., nn. 3 y 5)
En el último capítulo expondremos la historia de
las CVX, que se remonta hasta-ios inicios de la Com-
pañía de Jesús, pues ya el mismo San Ignacio y otros
Padres dedicaron sus esfuerzos a preparar personas
seglares que fueran capaces de vivir plenamente su mi-
sión dentro de la Iglesia; y así continuaron en la cons-
titución de las Congregaciones Marianas, hasta el año
1773, año de la extinción de la Compañía de Jesús. A

14
partir de este momento su carisma ignaciano se diluye
en unas asociaciones piadosas.

3.1. Hoy las CVX quieren recuperar su sentido de


ser un movimiento de laicos y para los laicos... «para
los que están ocupados en asuntos temporales». Esta
vocación laical ha sido refrendada por el Vaticano II,
como un carisma eclesial: «Los laicos, que desempe-
ñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no sola-
mente están obligados a cristianizar el mundo, sino
que además su V O C A C I Ó N se extiende a ser testigos
de Cristo en todo momento en medio de la sociedad
humana». (Gaudium et Spes, n. 43).
Se entiende por laicos, dice el Concilio Vaticano
II, «todos los fieles cristianos, a excepción de los
miembros que han recibido un orden sagrado y los re-
ligiosos; es decir, los fieles cristianos que, por estar in-
corporados a Cristo mediante el bautismo, constitui-
dos en Pueblo de Dios y hechos participes a su mane-
ra de la función sacerdotal, profética y real de Jesu-
cristo, ejercen la misión de todo el Pueblo Cristiano en
la Iglesia y en el mundo». (Lumen Gentium, n. 31).

3.2. Son conscientes de ser MIEMBROS D E LA


IGLESIA y, por tanto, viven esta realidad como una
V O C A C I Ó N ; como una llamada de Cristo a la que
desean responder desde dentro del mundo en que vi-
ven, convencidos de que su carisma de integrar vida-
evangelio es lo que les pide la Iglesia: «El divorcio
entre la fe y la vida diaria debe ser considerado co-
mo uno de los más graves errores de nuestra época».
(G. S., n. 43).
«Viven en el mundo, es decir, en todas y cada una
de las actividades y profesiones, así como en las condi-
ciones ordinarias de la vida familiar y social con las

15
que su existencia está como entretejida. Allí están lla-
mados por Dios a cumplir su propio cometido, guián-
dose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que
la levadura, contribuyan desde dentro a la santifica-
ción del mundo». (L. G., n. 31).
3.3. Su sentido laical les hace ser responsables del
movimiento y prepararse a fondo para llevar a otros
por el camino que el Señor les lleva a ellos; por tanto,
«de los sacerdotes, los laicos pueden esperar orienta-
ción e impulso espiritual, pero no piensen que sus pas-
tores están siempre en condiciones de poderles dar in-
mediatamente solución concreta en todas las cues-
tiones, aun graves, que surjan. N o es ésta su misión».
(G. S., n. 43).
En capítulo aparte trataremos de las funciones
dentro de la CVX y cómo cada persona de la Comuni-
dad puede servir a ésta desde una función concreta.

4. P O R E L L O , L L A M A D O S A VIVIR
EN C O M U N I D A D
(P. G., n. 6)
4.1. El sentido de Comunidad nace en la C V X de la
experiencia profunda y radical de la vocación cristiana
a la que han sido llamados sus miembros por el Bau-
tismo. El ser incorporados a la vida de Cristo y llama-
dos a vivir como El («quien quisiere venir conmigo ha
de ser contento de comer como yo, y así de beber y
vestir», etc.; «así mismo ha de trabajar conmigo en el
día y vigilar en la noche...», etc. [EE. 93]) hace que
cada grupo desee experimentar en sí mismo lo que lue-
go va a ser objeto del testimonio hacia los demás. La
Comunidad es «una experiencia concreta de unidad en
el amor y en la acción»; ella [será el sacramento del
amor de Cristo a todos sus miembros, «una célula de

16
su Cuerpo Místico, cuyos miembros están unidos en-
tre sí por su común compromiso, su común estilo de
vida y su filial amor a María». La aceptación, entrega
y sacrificio de todos entre sí irá haciendo más claro y
transparente el amor del Señor a cada uno, y la salva-
ción experimentada en el interior de la C V X será la
fuerza que impulsará a cada uno a llevarla a los de-
más; podrá ser testigo, no predicador ni «campana que
suena», sino indicador de una experiencia donde cada
uno ha encontrado el amor liberador de Cristo hecho
realidad, encarnado en el mundo actual para seguir
siendo salvación para todos los hombres.
4.2. En este sentido, ser comunidad implica para una
CVX ser:

* KOINONIA: Lugar de compartir oración y vi-


da; todo lo que uno es y tiene.
* KERYGMA: Anuncio, para todos los miem-
bros del grupo y para los que los ven desde fuera, de la
BUENA NOTICIA que Jesús nos dejó: ¡que se puede
vivir como hermanos e hijos de un mismo PADRE-
DIOS!
* DIAKONIA: Servicio perseverante a los más
necesitados «para el establecimiento de la justicia y la
paz entre los hombres» (P. G., n. 7).

4.3. Las CVX no son comunidades cerradas en sí


mismas ni sobre su propio trabajo apostólico. Ser co-
munidad dentro del Pueblo de Dios comporta tener
una visión universalista, «católica», de la misión de
cada comunidad y persona. Por eso la C V X se siente
parte de un movimiento que abarca otras comunida-
des insertas en el mismo Centro (parroquia o centro
pastoral) o en otros centros de la misma ciudad o na-
ción. De esta manera, las C V X se organizan como Fe-
deración Nacional y Mundial, y así se integran en el

17
trabajo misionero de las diócesis y de la Iglesia del
mundo «para llegar a todos los hombres de buena vo-
luntad». (P. G., n. 6).

5. PARA FORMAR PERSONAS


C O M P R O M E T I D A S A L SERVICIO
DEL REINO DE DIOS
(P. G., n. 6).
«Nuestros grupos son C O M U N I D A D E S CRIS-
T I A N A S cuyo fin es formar hombres y mujeres, adul-
tos y jóvenes, comprometidos al servicio de la Iglesia
y del mundo en cualquier campo de la vida: familiar,
profesional, cívico, eclesial, etc.»
La finalidad de una C V X es llevar a las parsonas
que la forman a vivir un C O M P R O M I S O de SERVI-
C I O allí donde esa persona vive.
5.1. COMPROMISO
Esta finalidad está especificando lo que la CVX es
y desea ser. N o son grupos de información, en los que
la finalidad no atañe al comportamiento directamente,
sino unas comunidades con un objetivo sencillo y cla-
ro: ayudar a las personas a comprometerse. Hoy no es
fácil hablar del compromiso; para muchos es algo que
resta libertad personal; para otros exige tener presente
todas y cada una de las circunstancias que luego pue-
dan suceder. La sociedad actual, al valorar más lo que
sucede en el instante presente que la coherencia de la
persona con la trayectoria de su vida (pensamientos,
sentimientos, orientaciones, etc.), propicia una incapa-
cidad de asumir compromisos. ¿Quién puede decir que
mañana no se darán en su vida circunstancias tan
«fuertes» que tenga que romper con todo su pasado y
seguir lo que ahora es «irresistible» para él? Esta duda

18
invalida todo posible compromiso de vida, a la vez que
sume en un «pasotismo» estéril o en la actitud de quien
sólo adopta compromisos relativos, siempre dispuesto
a dejarse convencer o cambiar por cualquier situación
o razonamiento.
Frente a esto, la C V X quiere que sus Comunida-
des se comprometan, asuman la parte de responsabili-
dad que les corresponde y mantengan creciente su ni-
vel de compromiso. Un compromiso que no podrá ser
absoluto e idéntico para todas las Comunidades, sino
adecuado al tipo de Comunidad y a la etapa de forma-
ción en la que se encuentre, como preparación para
llegar a un compromiso definitivo con la CVX. De
esta manera, desea que sus miembros puedan alcanzar
el grado de madurez personal que entraña el ser capaz
de asumir en todo momento su propia existencia en fi-
delidad a su «yo» psicológico y, sobre todo, histórico.
El ser humano se hace integrando el presente en la his-
toria, no comenzando de cero a cada momento, como
si todo lo pasado fueran ruinas cuyos materiales no
sirven para la construcción del futuro. El compromiso,
asumir responsabilidades, ser memoria actual de si
mismo, hace que la C V X arraigada en sí misma pueda
ser fuerza de futuro.

5.2. Compromiso de SERVICIO


Más adelante veremos cómo las C V X están ci-
mentadas sobre la espiritualidad de los Ejercicios Es-
pirituales de San Ignacio de Loyola, que le confieren
este rasgo esencial: el SERVICIO... el M A Y O R SER-
VICIO... a la Iglesia y al mundo.
El servicio en la C V X viene dado por la situación
vivencial de cada uno de sus miembros. N o es un ser-
vicio organizado en el que participa toda la Comuni-

19
dad, aunque tampoco se descarta explícitamente; sino
que cada persona se sentirá llamada a un tipo de servi­
cio según su inserción en el mundo.
Sin embargo, este servicio está orientado hacia un
fin: «Por el progreso y la paz, la justicia y la caridad,
la libertad y la dignidad de todos los hombres» (P. G.,
n. 2). Pero las C V X son conscientes de dónde se pre­
senta su trabajo: allí donde las barreras para conse­
guir este fin son mayores: «Bien vemos que tenemos
que consagrarnos ante todo a la renovación y santifi­
cación del orden temporal, es decir, trabajar en la re­
forma de las estructuras de la sociedad, tomando parte
en los esfuerzos de liberación de quienes son víctimas
de toda clase de discriminación, y en particular en la
supresión de las diferencias entre ricos y pobres dentro
de la Iglesia» (P. G., n. 7).
Llevar a la sociedad lo que es la vida interior de la
CVX como experiencia gozosa de liberación y salva­
ción, exige de cada CVX un proceso de discernimiento
y escucha de la realidad social y de la urgencia con
que el amor de Cristo se deja sentir en su interior. De
esta forma encontrará el «dónde» y el «cómo» ese ser­
vicio se ha de hacer verdad.

20
2
El proceso de formación
de una CVX

1. E L C A M I N O D E LAS C V X
«Entrar a formar parte de un grupo CVX es, ante
todo, una invitación a comenzar un CAMINO, cuyo
destino —abierto— irá descubriendo cada uno con la
ayuda de los demás.
Si bien este camino se presenta al principio como
algo casi desconocido, ya en el comienzo de él se en-
cuentran las claves básicas que lo guiarán y que, a su
vez, son las principales motivaciones que llevan a inte-
resarse y entusiasmarse por las CVX.
Pero ¿cuáles son estas claves o motivaciones ini-
ciales? De una forma necesariamente general, podría-
mos decir que una persona que entra en una CVX tie-
ne consigo al comenzar el camino,
a) una actitud de búsqueda, manifestada en un
profundo deseo de dar un mayor sentido a la
propia vida;

21
b) un ansia o anhelo de redescubrir o poner en
movimiento una fe personal, una relación más
constante e intensa con Dios;
c) un deseo de transformar el contexto en el que
vive, que intuye injusto;
d) una necesidad de otros, de relacionarse en la
amistad, de crecer en el conocimiento intra- e
inter-personal.
Por cierto que estas motivaciones adquieren signi-
ficaciones e intensidades distintas, de acuerdo con las
situaciones socio-políticas en los diferentes contextos.
En cualquier caso, el camino que se comience irá
perfilando estas actitudes, profundizándolas, enrique-
ciéndolas con la experiencia, permitiendo conversiones
o cambios personales progresivos, en los que el grupo
y el individuo crecen en «ser personas» y en generosi-
dad.
Cuando se comparten por primera vez con el gru-
po los deseos de cada persona y se comienzan a cono-
cer los puntos comunes que trazarán el camino del
grupo, se inicia una nueva vida que va a implicar cam-
bios sustanciales en cada uno».
(Texto base de la Asamblea CVX. Granada, julio
1985).
1.1. Todo grupo de personas que se reúnen experi-
menta un proceso análogo al que tiene cada persona.
Se podría decir que el grupo posee una vida, y en ese
discurrir vital se pueden señalar ciertas etapas, con
todo lo que lleva de impreciso el querer meter «la vida»
dentro de unos patrones fijos.
1.2. Cada etapa tiene una duración variable, depen-
diendo del número de personas que forman la C V X y,
sobre todo, del modo y forma de ser de cada una de
ellas.

22
1.3. N o todas las personas se encuentran en cada
momento en iguales circunstancias; es habilidad del
Guía del grupo el saber moderar la marcha para que
ni se descuelguen los que van más rezagados ni se im-
pacienten los que caminan más deprisa. El grupo son
todos los que lo forman, y es al conjunto a lo que se
debe atender.
1.4. Cada una de estas etapas está siempre presente
de una u otra manera en la vida de la persona y de la
CVX. N o es un avance lineal en el que cada etapa
concluida significa un olvido de todo lo anterior. N o es
así en la vida cristiana de sus miembros y no puede
serlo en la vida de una Comunidad; más bien es una
integración de cada etapa sobre lo adquirido en la eta-
pa anterior y que se debe renovar constantemente.
1.5. Las etapas están descritas con terminología de
los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que son el
hilo conductor de toda la espiritualidad de las C V X
(P. G., n. 4). «La espiritualidad de nuestros grupos
gravita en Cristo... Consideramos los E.E. de San Ig-
nacio como una fuente específica y el instrumento ca-
racterístico de nuestra espiritualidad».
1.6. Hasta el momento, es posible describir con deta-
lle las primeras etapas. Existen descripciones de todas
las etapas en:
- SURVEY del Proceso de formación de las CVX (FMCVX. Ro-
ma).
- COMUNIDADES DE VIDA CRISTIANA (A. Brito y otros.
Braga-Portugal).

En cada uno de ellos existe una diversa «nomen-


clatura» en la denominación de las etapas y en señalar
rasgos y características. Esto es natural y no debe ex-
trañar; son elementos indicativos y nunca comparti-
mentos estancos. Sin embargo, seguimos manteniendo

23
esta descripción del proceso porque ayuda a conocer
lo que está ocurriendo y a proponer un camino real y
experimentado a toda C V X que inicia su andadura.

2. D E S C R I P C I Ó N D E ESTAS E T A P A S
a
2.1. 1. ETAPA: DE INICIACIÓN:
PRESUPUESTO DE LOS EJERCICIOS
ESPIRITUALES

2.1.1. Objetivo principal: Formación del grupo y cla­


rificación de la identidad
cristiana.

2.1.2. Personas que lo integran (características):


2.1.2.1. Jóvenes o matrimonios (marido o mujer)
con INTERESES diversos. Cada uno de
ellos viene buscando algo, sin que esto lo
tengan (a veces) muy claro.
2.1.2.2. ídem con M O T I V A C I O N E S no explici-
tadas, o sin ninguna motivación.
2.1.2.3. ídem que han participado en experien­
cias comunitarias de otro estilo.
2.1.2.4. ídem con generosidad y deseos de ini­
ciar una experiencia de grupo o comuni­
dad como forma de vida eclesial.
2.1.2.5. ídem con capacidad de A P E R T U R A al
proceso. Confiar y abrirse al grupo.
2.1.2.6. Deseo de una maduración cristiana
adulta y responsable.
2.1.2.7. Personas que están buscando algo más
que unas «clases» (Ser, más que saber).

24
2.1.3. Objetivos específicos de esta etapa
2.1.3.1. PERSONALES:
* Clarificar los intereses, motivaciones y necesidades
personales en el momento actual.
* Conseguir un grado de apertura a
los demás que le permita establecer
una amistad estable (comunicación
de opiniones, experiencias y senti­
mientos).
* Actitud de reconocimiento (respeto),
aprecio y aceptación propia frente a
los demás (Soy lo que soy).
* Actitud de reconocimiento (respeto),
aprecio y aceptación de los demás
(Son como son).
* Liberación personal de todo lo que
impide tener unas relaciones inter­
personales: la rutina, la tozudez, el
anquilosamiento, la fijación en eta­
pas infantiles, el autoritarismo, etc.

2.1.3.2. GRUPALES:
* Conocimiento personal de los que
forman el grupo: modo de ser, gus­
tos, preferencias, opiniones respecto
de los problemas principales de la vi­
da...
* Confianza mutua para expresar en el
grupo las opiniones, sentimientos y
experiencias que no se dirían en
«cualquier» reunión.
* Cohesión del grupo; unión entre los
que integran el grupo: inicio de una
amistad.

25
* Disposición de servicio recíproco en
todo aquello en lo que cada cual
pueda ayudar.
2.1.3.3. F O R M A C I Ó N CRISTIANA:
* Comprensión y profundización en
los elementos de una vida cristiana
integral: Escritura (Evangelios),
Oración, Liturgia, Sacramentos...
* Comprensión y aceptación de la
vida eclesial comunitaria.
* Integración de la categoría «Reino
de Dios» en la vida cristiana.
* Aceptación gradual de las conse-
cuencias prácticas en la vida real de
todo lo anterior.
* Iniciación a la oración: comienzo
con «Evaluación u oración sobre el
día».
2.1.4. Señales que marcan el fin de esta etapa
2.1.4.1. PERSONALES:
* Predomina el convencimiento de que
los intereses y necesidades persona-
les se han de lograr a través de la
vida en grupo.
* Hay una valoración positiva de lo
que uno es y puede. N o hay una in-
fluencia negativa de la «historia per-
sonal»; se asume esa historia y se
parte del momento presente.
* Respeto y valoración positiva de las
comunicaciones del resto del grupo.
«Intenta salvar la proposición del
prójimo...»

26
* N o se pretende «tener siempre
razón...»
* N o se acude (como principio) al re­
curso de lo pasado.
* Se continúa la idea o aportación rea­
lizada por otro del grupo.
* Predominan las aportaciones de tipo
«vivencial»: aplicaciones prácticas,
cambio de conducta, compromisos
personales... etc.

2.1.4.2. GRUPALES:
* Al dirigirse unos a otros, hacen refe­
rencias a lo dicho por el otro en días
anteriores, a sus opiniones, etc.
* Hablan con mayor profundidad que
en otras reuniones (de las primeras...
hace meses... o con otras personas).
* H a y una total seguridad en la discre­
ción de los demás. (Se guarda secre­
to de lo tratado).
* Se cuenta con la aceptación y acogi­
da de los otros.
* N o hay recelos y reservas de lo di­
cho en el grupo.
* Aumentan las relaciones «extra»
(fuera) de la reunión, de tipo infor­
mal...
* Son frecuentes las actuaciones y/o
peticiones de ayuda o servicio a los
que lo necesitan.
* Comienzan a tomar la iniciativa y la
responsabilidad en cuanto a la temá­
tica y necesidades propias del grupo.

27
2.1.4.3. F O R M A C I Ó N CRISTIANA:

* Van disminuyendo las preguntas y


aportaciones de tipo teórico: dificul-
tades, dudas de tipo doctrinal. N o
porque no las haya, sino que dejan
paso a otras prioridades.
* Abundan las aportaciones que inte-
gran ideas, aplicaciones, consecuen-
cias de la reflexión propia sobre el
Evangelio, Sacramentos, Liturgia...
* H a y facilidad (¿iniciación?) para la
oración personal y comunitaria.
* La figura de María cobra su. valor
como modelo de vida cristiana.
* Participan en las celebraciones litúr-
gicas, responsabilizándose de la pre-
paración de alguna de las partes:
Oración de los Fieles, Palabra,
Perdón... Cantos...
* Mayor sensibilidad ante los proble-
mas de injusticia y marginación,
frente a las preocupaciones familia-
res (hijos, etc.).
* Iniciativas personales de servicio a
las necesidades más acuciantes de su
entorno.
N. B. a) Estas señales no se presentarán en
todos los participantes a la vez; ni
todas ellas en todos. Se supone que
un grupo debe caminar con una cier-
ta homogeneidad y, por tanto, habrá
que esperar a que lo presente la ma-
yoría. Los que no estén en esa situa-
ción es posible que no sigan; habrá

28
que darles una salida, o el grupo de-
cide esperar,
b) Al final de esta etapa se podría hacer
una exposición más completa de lo
que son las C V X (¿cursillo, reti-
ro...?).
2.1.5. Actividades para esta etapa
2.1.5.1. REUNIONES:
* Semanal; de grupo.
2.1.5.2. LITURGIA:

* Eucaristía dominical.
2.1.6. Material
— CVX BERCHMANS, Jesucristo; La Iglesia; Dios camina con su
pueblo-(Catecumenados 1, 2 y 3), Ed. Sal Terrae, Santander 1981-
1984.
— G. FOUREZ, Liberar la fe, Ed. Sal Terrae, Santander 1977.
— A. PATÍN, La aventura de Jesús de Nazaret, Ed. Sal Terrae, San-
7
tander 1985 .
— JUAN PABLO II, Encíclica tRedemptor hominis:
— Catequesis de la «Pascua de VUlagarcia».

2.1.7. Esquema de una reunión típica de esta etapa


2.1.7.1. Acogida-saludos.
2.1.7.2. Oración de apertura (Salmo, un texto).
Silencio.
2.1.7.3. Tema de reunión.
2.1.7.4. Evaluación de la reunión (5 minutos).
2.1.7.5. Oración final (puede ser compartida).
2.1.8. Convivencias
* En esta etapa conviene programar
algunas convivencias informales de
todo el grupo con motivo de algún
acontecimiento familiar, fin de tri-
mestre, etc.

29
* Si es posible, algún fin de semana se
puede dedicar a algunos temas de es-
pecial interés: las relaciones interper-
sonales; algún retiro en adviento,
cuaresma...
* Programar reuniones conjuntas (1 ó
2 al año) con otros grupos de C V X
para fortalecer el sentimiento de
identidad y pertenencia. (Breve en-
cuentro, Eucaristía y celebración fes-
tiva).
a
2.2. 2. ETAPA: PRINCIPIO Y
FUNDAMENTO
2.2.1. Objetivo principal: Formación de la comuni-
dad de fe.
2.2.2. Características de esta etapa:
Esta etapa del proceso de maduración cristiana
comunitaria está inspirada en el Principio y Funda-
mento de los Ejercicios. Por tanto se caracteriza por
ser un período de adquisición de una:
VISION POSITIVA D E L YO Y D E L M U N D O
COMO CREATURAS DEL PADRE.
2.2.3. Objetivos específicos de esta etapa
2.2.3.1. PERSONALES:
* Introducción y desarrollo de la vida
de oración personal a partir de la
«oración sobre la vida» (examen o
evaluación diaria); adquisición de un
modo de ver los acontecimientos dia-
rios a la luz de la fe.
* Tomar conciencia de las cualidades
personales y de los propios defectos,

30
aceptando las dos cosas e integrán-
dolas en la visión positiva de uno
mismo como creado por el Padre.
(El primer don del Padre para cada
uno es uno mismo).
* Asimilación del contenido del Princi-
pio y Fundamento.
(Disponibilidad a la voluntad de
Dios).
* Aceptación y compromiso gradual
del estilo de vida de la CVX. (Princi-
pio General n.° 11), especialmente
los que puedan servir para una me-
jor integración personal (humano-
espiritual-apostólica).
* Crecimiento en la consideración y
valoración de las personas del grupo
como don de Dios.

2.2.3.2. GRUPALES:
* Consolidar y potenciar los objetivos
de la etapa anterior.
* Superar las dificultades que se pre-
senten en las relaciones interperso-
nales.
* Adquirir un clima de confianza mu-
tua en el que se puedan compartir
las vivencias, dificultades e ilusiones
con los compañeros de grupo.
* Lograr unas relaciones grupales de
interés y apoyo mutuo.
* Sentimiento de estima y aceptación
mutuas.

31
(«Todas las cosas de sobre la haz de
la tierra son creadas para el hom­
bre»).

2.2.3.3. DESERVICIO:
a) Hacia adentro:
* Participar en las actividades organizativas del
Centro.
* Ser monitor de algún grupo de
' jóvenes.
* Dirigir o colaborar activamente
en la dirección de las activida­
des litúrgicas para jóvenes o
para adultos.
* Colaborar en la preparación y
realización de convivencias, reti­
ros o jornadas formativas para
grupos de iniciación.

b) Hacia afuera:
* Colaborar en actividades asisten-
ciales parroquiales o diocesanas;
v. gr.: Caritas, Catequesis, etc.
* Colaborar en las actividades de
promoción humana del Centro.
* Participar en acciones ciudada­
nas.
* Intervenir en aquellos lugares
donde se vea la posibilidad de
realizar un servicio necesario:
Asociaciones de vecinos, Secre­
tariados diocesanos, Justicia y
Paz, etc.

32
2.2.4. Aspectos clave de esta etapa
— No son una lista de temas para las reunio­
nes.
— Son una explicitación-guía de puntos o as­
pectos que cada persona del grupo irá incor­
porando vivencialmente, N O I D E O L Ó G I ­
C A M E N T E (teoría).
— Podríamos decir que desarrolla la etapa del
proceso de los Ejercicios que corresponde
al Principio y Fundamento.
(Cfr.: G. Cusson: Los E.E. en la vida co­
rriente cap. III, págs. 57-71; M. Plaza: Los
E.E. personalizados en la vida corriente, fi­
cha n.° 4, Fundamento I).
* Ver la realidad desde la Fe: Relación de la
Escritura.
* El Universo: obra del amor de Dios. Lla­
mada de Abraham.
* Lectura de los sucesos y situaciones.
* Cristo, la medida de todas las cosas.
* Visión positiva de Dios-Padre, presente en
personas y cosas.
* María, modelo de respuesta: colaboradora
con Cristo.
2.2.5. Los Ejercicios Espirituales en esta etapa
2.2.5.1. L A EXPERIENCIA DE EJERCICIOS EN ESTA
ETAPA ES CRUCIAL:

— para conseguir los objetivos persona­


les y la interiorización del objetivo
principal de esta etapa;
— para lograr iniciar en la espiritualidad
(estilo de vida) ignaciana al grupo y
marcar su propia identidad;

33
— para servir de cohesión y fuerza al
grupo;
5.2. S E PUEDE HACER DE MUCHAS FORMAS:

En retiro. Al comienzo o en el momento opor­


tuno que lo considere el grupo. Pensamos que
es difícil lograr una asistencia de todo el grupo
y habría que pensar si para ellos sería lo más
adecuado.
En la vida corriente; Siempre y cuando se pue­
dan dar las condiciones exigidas por la expe­
riencia:
* Persona capacitada para cierta
conciencia espiritual.
* Capacidad de respuesta (gene­
rosidad) a la gracia.
* Equilibrio interior suficiente
para abrirse al proceso de los
E.E.
* Capacidad de desarrollar una
reflexión, preocupación interior,
en su vida corriente.
* Posibilidad de reservar un tiem­
po diario de calma para la refle­
xión.
* Cierta capacidad para dedicar
un rato diario a la oración.
Cfr.: Cusson, págs. 39-42. Creemos
que sería lo más adecuado en la ma­
yor parte de los casos. El guía del
grupo podrá ayudar a decidir.
Las reuniones en esta etapa
6.1. N o son un «forum» sobre ideas, opinio­
nes, etc., sino para C O M P A R T I R LAS
E X P E R I E N C I A S , tanto diarias como
en los servicios apostólicos.
2.6.2. Se hacen en un clima de oración com­
partida.
2.6.3. Deben suponer una iniciación al discer­
nimiento comunitario.
2.6.4. Son una ocasión para conocer las pro­
pias experiencias a la luz de la Palabra
de Dios.
2.6.5. Orden o puntos que pueden incluir:

Oración inicial. Cada día podría encargarse


uno.
* Exposición de una experiencia personal. Es
bueno que en la reunión anterior se sugiera el
área o tipo de experiencias que habrán de inter­
cambiarse, para que cada uno pueda prepa­
rarlo.
* Escucha - Reflexión - Valoración: Intercambio
general.
* Reflexión personal de lo escuchado: Atención
al propio proceso.
* Nueva exposición (si hay tiempo, etc.).
* Oración - Evaluación final.
Material
Para los EE.EE.:
— G. CUSSON, Los Ejercicios Espirituales en la vida corriente, Ed.
Sal Terrae, Santander 1976.
— M. PLAZA / M. BOISVERT, Los Ejercicios personalizados en la
vida corriente, Ed. Sal Terrae, Santander 1981.
- J . LAPLACE, Ejercicios de 30 días, México 1973.
— J. LAPLACE, Diez días en una experiencia de la vida del Espíri­
tu, Secretariado de Ejercicios, Madrid 1979.
— J. LAPLACE, «Libres para servir», suplemento de Progressio,
n.° 3, Roma 1974.

Para las reuniones:


— Textos de la Sagrada Escritura.
— Crecer juntos en Cristo, Secretariado de CVX, Madrid.

35
— L. BOFF, Jesucristo el Liberador, Ed. Sal Terrae, Santander
3
1985 .
— J. GSELL, «Compañeros en el camino con María», suplemento
Progressio, n.° 11, Roma.

2.2.8. Señales que marcan el fin de esta etapa


2.2.8.1. Tener en cuenta que es el grupo el que
debe superar la etapa; lo cual quiere de-
cir que el conjunto de miembros del gru-
po lo ha conseguido.
2.2.8.2. Es preferible tener paciencia que adelan-
tar el momento de iniciar una nueva eta-
pa..
2.2.8.3. Las etapas no son «liquidables»; el avan-
ce es cíclico, por lo cual no debe extra-
ñar que de vez en cuando aparezcan ras-
gos de etapas anteriores.
2.2.8.4. Podríamos describir el fin de esta etapa:
* Se produce una asimilación de los
objetivos del P. F.:
— Apertura de los horizontes interiores (universalismo
de la fe).
— Integración y aceptación de una línea de transforma-
ción de la vida propia (visión dinámica de la fe).
— Sentimiento de pertenecer a una red de relaciones vi-
tales, en plano horizontal y vertical.
— Comprensión en «sí mismo» como un «yo» en el seno
de un conjunto POSITIVO y PLENO de SENTI-
DO.
Cfr. M. PLAZA / M. BOISVERT, op. cit., fichas 4,
5 y 6: «Aplicaciones a la vida...»; G. CUSSON, op.
cit., p. 70: «Ultimo criterio de verificación».
* Las reuniones van logrando un clima cada vez más
denso y próximo al discernimiento.
* Crece el deseo de responder al Dios de la vida.
* Mayor conciencia de la dificultad que entraña la
vida cristiana, tanto por la experiencia propia como
por el contacto con otros.

36
* Facilidad para la vida de oración personal y en
grupo.
* Descubrimiento de las limitaciones, tanto persona-
les como sociales, que coexisten con la visión des-
crita hasta ahora.
* Integración de FE y SERVICIO.
a
2.3. 3. ETAPA: PRIMERA SEMANA
DE LOS EE. EE.
2.3.1. Objetivo principal: Formación de la comuni-
dad de salvación.
2.3.2. Características de esta etapa:
La nueva etapa en la que entra el grupo es un
periodo dedicado a la integración del proble-
ma del mal. Después de haber conseguido una
visión positiva de la realidad desde la fe, ahora
se plantea un paso más profundo y realista:
cómo se estructura en ella el mal que nos ro-
dea a nivel personal y colectivo, sin perder
para nada de vista la visión global de la fe en
el Dios de la Vida, que acompaña a la crea-
ción hasta su plena realización en Cristo.
Esta etapa se basa en la experiencia de la Pri-
mera Semana de los Ejercicios: «El plan de
amor que Dios dio a los hombres fue y es re-
chazado por ellos; este rechazo tiene sus con-
secuencias tanto a nivel personal como a nivel
social. Sin embargo, el Plan de Dios sigue en
pie y nos llama continuamente a su realiza-
ción».

2.3.3. Objetivos específicos


2.3.3.1. PERSONALES:
* Descubrimiento y toma de concien-
cia concreta de la miserias y limita-

37
ciones personales, tanto las cons­
cientes (pecado) como las incons­
cientes (afectos desordenados).
Experiencia de los temores, comple­
jos, mecanismos de defensa e impo­
tencia que nos cierran e impiden el
cambio de vida (conversión).
Toma de conciencia de la inmadurez
afectiva, infantilismos o posturas de
inseguridad personal, defensa de la
propia imagen, etc., en la medida en
que existen en nuestro comporta­
miento personal, familiar y social
(profesional).
Reconocimiento del mal social (pe­
cado estructural) en sus diferentes
realidades: injusticia, opresión, mar-
ginación, hambre, paro, desintegra­
ción familiar, abandono, soledad...
Valoración de la influencia del mal
social en los valores, costumbres, le­
yes, modas, comportamientos, crite­
rios, instituciones (estructuras) so­
ciales actuales.
Valoración y ponderación de la car­
ga de mal social que pesa sobre to­
das las personas y su influencia para
encadenarlas en el egoísmo y la falta
de libertad (experiencia de la propia
dificultad para crecer en amor y li­
bertad).
Sentimiento profundo de la necesi­
dad de salvación para poder crecer
en el amor y la libertad.
* Sentir la necesidad urgente de con­
versión (cambio) de mentalidad y de
afectos (querer lo que quiere Jesús).
* Experiencia de la salvación recibida
en Jesús, que incite a seguir tras los
pasos de Jesús (Segunda Semana).

GRUPALES:

* El clima grupal ha alcanzado ya un


«cierto nivel de confianza», donde
comienzan a aparecer las limitacio­
nes personales (ya no se se está
como de visita).
* Estas limitaciones pueden ser de va­
rios tipos:
— Diferencias entre unos y otros en
cuanto a los objetivos del grupo,
la marcha del mismo...
— Frustraciones ante el tiempo que
llevan y lo que el grupo es, hace,
da... (impaciencias, prisas, exigen­
cias...).
— Arranques y explosiones de mu­
chas cosas que han estado hasta
ahora contenidas por cierta urba­
nidad o falta de confianza.
— Fallos en la sinceridad de las co­
municaciones, que molestan a los
que son más sinceros y abiertos.
— Desánimo ante estas dificultades
que surgen (Desilusión).
* Reconocimiento y experiencia de la
fragilidad de la armonía que existe
hasta ahora en el grupo. (Estaba fun-

39
dada en esa «buena voluntad», corte-
sía, más que en una experiencia con-
trastada de comunidad).
* Superación de los momentos difíciles
por el esfuerzo de honradez de todos
los miembros y el deseo de llegar a
una total sinceridad.
* Vivencia de la experiencia comunita-
ria de la salvación de Cristo. Cristo
salva a cada uno y salva al grupo,
siendo El y sólo El quien mantiene la
unidad del grupo.
* Aceptación de la responsabilidad
conjunta sobre el futuro del grupo.
El grupo llegará adonde todos juntos
queramos que llegue, con la ayuda
del Señor.
.3.3. D E SERVICIO:

Hacia adentro:
* Continúa un incremento y profundi-
zación en las actividades emprendi-
das.
Hacia afuera:
* Se afianzan y consolidan las accio-
nes y compromisos.
Como novedad de este periodo:
el) Participan en alguna experiencia directa con si-
tuaciones de injusticia o estructuras opresivas, si
hasta el momento no se han tenido.
c.2) Se fomentará el análisis de esas experiencias
para que se vivan como experiencia personal de
los efectos del pecado estructural.
c.3) Vivencia de la importancia personal frente al
mal.
c.4) Sentimiento de la necesidad de redención en
Cristo y escucha de la llamada a la colaboración
con la misión de Cristo.
c.5) Contraste y discernimiento de la cuestión: «¿A
quién sirvo realmente: a mí mismo o a otros?»
(¿Me busco en mi acción?).

2.3.4. Aspectos clave de esta etapa


La liberación que propone la Primera Semana no
hay que buscarla más que en el mismo Cristo..., a la
luz de la historia de Cristo Salvador (Crucificado).
Este es el misterio que debe explicitarsey ahondarse...
en contraste con la realidad, vista también en profun-
didad, del mal y su acción mortífera.
Para llegar a esta experiencia, personal y grupal-
mente, se proponen los siguientes «pasos»:
2.3.4.1. Mayor conocimiento personal propio
(AUTOCONOCIMIENTO).
— Actitud propia hacia la propia persona y su historia
(desarrollo).
— Relaciones afectivas.
— Capacidad de tomar decisiones responsables.
— Grado de autonomía (libertad) frente a los demás.
2.3.4.2. Toma de conciencia de las deficiencias
de nuestro desarrollo humano integral.
— Barreras para la madurez afectiva.
— Vulnerabilidad propia.
— Inmadurez de las decisiones.
— Obstinación y fijación irracionales.

2.3.4.3. Análisis de las relaciones personales: fa-


milia, amigos, vecinos, etc.
2.3.4.4. Análisis de las relaciones personales con
las personas que sufren los efectos del
Mal en el mundo: marginados, pobres...

41
3.4.5. Experiencia de la propia situación y de
la influencia que hay en nosotros del mal
y del desorden.
3.4.6. T o m a de conciencia de la lógica de nues-
tra vida (¿a dónde nos conduce?). Am-
plitud de nuestra falta de libertad (escla-
vitud).
3.4.7. Experiencia de la propia incapacidad
para salvarse.
3.4.8. Vivencia del Misterio de Amor que nos
ofrece y nos invita a la salvación y libe-
ración en Jesús crucificado.
Las reuniones en esta etapa
(Cfr. Cap. 4 : «Reuniones de una CVX»).
3.5.1. El ambiente de grupo debe fomentar una
sencillez y una apertura que ayuden a
todos a romper con sus inhibiciones y
barreras, a fin de ser y manifestarse tal
como cada uno es.
3.5.2. Para fomentar el crecimiento y madura-
ción personal en esta etapa, es pieza cla-
ve LA EVOLUCIÓN PERSONAL.
(Cfr.: método y forma de hacer esta
Evaluación diaria personal, pp. 64 ss.).
* El grupo lo hará en algunas reuniones como
medio de aprendizaje.
* Cada persona lo hará diariamente, al fin del
día, para adquirir una actitud permanente de
discernimiento.
* Se dedicará de vez en cuando la reunión a RE-
VISIÓN sobre la evaluación personal.
3.5.3. También es importante que se dediquen
algunas reuniones'a la «revisión de vida»
sobre algún suceso. (Págs. 143 del SUR-
VEY: «Crecer juntos en Cristo», y pp.
81 ss. de esta obra).
2.3.5.4. La Evaluación Comunitaria, al terminar
las reuniones o como modo de compar-
tir las evaluaciones personales de los
miembros del grupo. (Cfr.: pp. 79 ss.).
2.3.5.5. Los textos del Evangelio han de servir
para crear un clima de confianza en la
misericordia del Señor.
NOTA: Conviene tener presente que el clima de estas reuniones es el
que corresponde a la Primera Semana: integración del mal. Por tan-
to, no debe extrañar que las personas tengan unos determinados ni-
veles y, en cambio, la comunidad vaya por otros. El nivel de la co-
munidad no es una suma algebraica de los miembros; obedece a
unas leyes propias, como todo grupo, y es en el respaldo a esas leyes
y momentos donde hay que hacer la encarnación e interpretación de
la vida de fe del grupo.

2.3.6. Los Ejercicios Espirituales en esta etapa


El crecimiento espiritual de cada persona debe es-
tar orientado a la asimilación de la Primera Semana de
los Ejercicios, cuya práctica es, por tanto, insustitui-
ble.
La realización se podrá estudiar con el grupo, para
decidir ó hacerlos en retiro durante los días que fuese
posible, o bien hacerlos en la vida corriente los que
aún no los hubieren hecho.
Al terminar esta etapa, todas las personas de la
Comunidad habrán hecho los Ejercicios de una u otra
forma.

2.3.7. Material de trabajo para las reuniones


— Textos de la Escritura.
- P. T E I L H A R D D E C H A R D I N , El
medio divino, Ed. Taurus, Madrid
1967.

43
- I G N A C I O D E LOYOLA, «Autobio-
grafía», en Obras Completas, Ed.
BAC, Madrid.
— Diversos artículos de revistas como
Corintios XIII, Caritas, Misión
Abierta...
Señales que marcan el fin de esta etapa
3.8.1. Pueden sobrevenir tal como están expre-
sadas en
- G. CUSSON, Los Ejercicios Espiri-
tuales en la vida corriente, p. 100:
conclusión de la Primera Semana;
— SURVEY, Crecer juntos en Cristo,
pp. 72-74, aunque en ambos se tiene
. más presente el punto de vista perso-
nal:
* Liberación del mal personal: ca-
pacidad de reconocerlo en sí mis-
mo;
* humildad total: ausencia de toda
pretensión interior;
* sentimiento de profunda gratitud
al Señor, que perdona y quiere ser
servido desde la pobreza y la debi-
lidad;
* profundo deseo de responder al
amor salvífico de Cristo en cruz;
* disponibilidad integral, fundada en
el amor indefectible del Señor.
3.8.2. Estas señales, a nivel grupal, se manifes-
tarán como:
* Aceptación cordial de los demás, con sus limitacio-
nes, haciéndolas propias y apoyando el esfuerzo
por su superación.
* Renuncia a todo desordenado afecto o acción que
tienda a la manipulación o instrumentalización de
los demás (grupo).
* Rechazo sincero de todo lo que pueda suponer des-
viación de la vida de la comunidad.
* Compromiso de exponer y tratar en comunidad
todo lo que suponga discrepancias, diferentes pun-
tos de vista, dificultades de relación interpersonal,
etc.
* Aceptación sincera de las opiniones y comunicacio-
nes de los demás sobre los propios problemas o
como interpelaciones a la propia vida.
* Compromiso de permanecer en comunidad, luchan-
do por conseguir una liberación total de todos los
que la integran y de aquellos con quienes viven.

2.3.8.3. Los sentimientos grupales al finalizar


esta etapa se podrían expresar del si-
guiente modo:

El grupo Comunidad, ha sido el instrumento de que


el Señor se ha servido para que cada uno haya lo-
grado los objetivos propuestos. (Cuerpo de Cristo
para la liberación de los hombres, «mi liberación»).
Gratitud al Señor y a su Cuerpo —este cuerpo, la
Comunidad— por la liberación recibida.
Profundo deseo de responder al amor salvífico de
Cristo con una disponibilidad total a lo que vaya
exigiendo a través del grupo.
Docilidad a la llamada de Jesús discernida en Co-
munidad.

3. BREVE E N U M E R A C I Ó N D E LAS
ETAPAS SIGUIENTES
a
3.1. 4. ETAPA: COMUNIDAD DE SEGUIDO-
RES
3.1.1. Objetivo: una mayor imitación de Cristo.
3.1.2. Ejercicios Espirituales meditación del Reino y
oblación.

45
3.1.3. Misión-servicio: compartir los bienes de todos
y cada uno (tiempo, talento, dedicación...) con
los más necesitados.
3.1.4. Sentido eclesial: seguidor de Cristo; parte del
Pueblo de Dios.
a
3.2. 5. ETAPA: COMUNIDAD DE DISCÍPU­
LOS
3.2.1. Objetivo: experiencia de Cristo, elegido por
opción personal. Identificación con Cristo.
3.2.2. Ejercicios Espirituales: «Banderas», «Binarios»
y «Grados de Humildad».
3.2.3. Misión-servicio: Compromiso permanente en
favor de este estilo de vida. Aceptación gusto­
sa de las dificultades y contrariedades que sur­
gen en la implantación del Reino. (Cruz).
a
3.3. 6. ETAPA: COMUNIDAD DE APOSTÓLES
3.3.1. Objetivo: experimentar el estilo de vida
apostólico en los valores y prioridades.
3.3.2. Ejercicios Espirituales: Tercera y Cuarta Se­
manas.
3.3.3. Misión-servicio: proseguir la misión de Cristo,
siendo testigos de su vida en el mundo.
3.3.4. Sentido eclesial: disponibilidad para asumir
las necesidades más urgentes del Pueblo de
Dios.

4. E L C O M P R O M I S O D E LAS C V X :
O P C I Ó N D E VIDA (VOCACIÓN)
Los grupos C V X van avanzando por estas etapas
gracias a las reuniones, que son el medio de impulsar
la integración Evangelio-vida; y este desarrollo se hace

46
según las etapas de los Ejercicios Espirituales de San
Ignacio, como acabamos de señalar.
Desde los comienzos de un grupo, están presentes
todos los elementos: Comunidad, compromiso con
ella, los Ejercicios Espirituales, el evangelio, la ora-
ción, el discernimiento, etcétera. La profundización en
estos elementos es lo que va dando el carácter o «tono
vital espiritual» de cada Comunidad. (Hablar de nive-
les en procesos interiores y de desarrollo espiritual es
algo que no debe comportar la idea infantil de «más
perfecto», «más adelantado», etcétera. Sencillamente,
cada uno tiene un «tinte», «tono» o carácter, dentro del
cual podrá responder con mayor o menor genero-
sidad).
Dentro de este proceso, cada Comunidad (sea de
jóvenes o de adultos) que comienza va adquiriendo un
mayor sentido y comprensión de lo que significa este
estilo de vida, qué son las CVX y cuál es la llamada
que Dios le está dirigiendo. Podríamos decir que vive
de una forma especial la llamada del Rey Eternal y
plantea su vida como búsqueda de una respuesta a esa
llamada. Esto quiere decir que una C V X es una VO-
C A C I Ó N , una llamada a vivir el seguimiento de Jesús
para la realización del Reinado de Dios.
La respuesta a esta llamada será diversa, según el
estado de cada persona. Las personas adultas, madu-
ras humana y espiritualmente, si ya tienen estado esta-
ble (casadas o solteras), podrán hacer su elección para
vivir esa respuesta en la CVX. Si la persona aún no ha
elegido estado, podrá elegir: ser laico, soltero o casa-
do, religioso, dedicar su vida a la política, etcétera.
Este compromiso decisivo es lo que constituye a una
CVX en Comunidad formada estable; lo cual no quie-
re decir que las Comunidades o grupos que aún no

47
han llegado no sean CVX. Se podría decir que la C V X
comienza cuando hay voluntad de iniciar un proceso
de maduración humana y espiritual, confiando en que
la dirección del Espíritu de Jesús vaya señalando y co-
municando sus exigencias, a la vez que dando las fuer-
zas para poder responder con generosidad e ilusión.
El mismo dinamismo que inicia el proceso y que lo
va desarrollando será el que constituya la vida de una
C V X en C O N T I N U O C R E C I M I E N T O ; pues la mi-
sión también debe ser discernida y las llamadas del Se-
ñor serán nuevos momentos de elección para ir siendo
cada vez «más prontos y diligentes» a las nuevas me-
tas que El proponga.

48
3
Vivencia profunda
de una CVX formada

ES U N A C O M U N I D A D Q U E VIVE EL ESPÍ-
R I T U D E LOS E J E R C I C I O S P A R A E N C O N -
T R A R Y A C E P T A R LA V O L U N T A D D E
D I O S E N LA MISIÓN (SERVICIO).
Cuando hablamos de la vivencia de una CVX, te-
nemos que añadir algo importante: F O R M A D A . Esto
quiere decir que en el proceso que acabamos de rese-
ñar hay etapas en las que esta vivencia estará de un
modo incipiente, y se intensificará a medida que la ma-
duración y desarrollo de la C V X vaya alcanzando los
niveles siguientes.
Es posible que una C V X no progrese o lo haga
lentamente, puesto que todo crecimiento es gracia de
Dios. Sin embargo, será función del Guía del grupo
cuestionar a éste para analizar y examinar qué es lo
que allí está ocurriendo.

49
1. C O M U N I D A D Q U E VIVE
E L ESPÍRITU D E LOS E J E R C I C I O S

Para vivir según el espíritu de los Ejercicios Espiri-


tuales de San Ignacio, hay que hacerlos, según el
modo que cada uno crea más conveniente: en retiro o
en la vida corriente y con la duración que en cada mo-
mento vea que es más adecuada. Pero para poder ini-
ciar una vida de CVX, los Ejercicios son un punto de
partida y a la vez un punto de llegada.

1.1. Son punto de partida, porque es preciso vivir los


EE. y tenerlos como proyecto de vida que señala las
etapas con una pedagogía que colabora con la gracia
de Dios. Igualmente, son punto de partida porque los
EE. llevan a la persona a la opción por el Reino de
Dios y a tratar de vivirlo en el estilo de vida CVX.
1.2. Son estructura interna o hilo conductor de las
CVX, porque, una vez hechos los EE, queda la labor
de ir vivenciando y profundizando cada una de sus
etapas a lo largo de la vida. Una vez hecha la opción
por el Reino de Dios y vivida desde una CVX, la per-
sona intenta, cada día, un descondicionamiento o libe-
ración de sus afectos desordenados, a fin de estar libre
o disponible para buscar no sólo la voluntad de Dios
en todos los acontecimientos de su vida, sino lo que es
mayor servicio de Dios y de los hombres, sus herma-
nos.

1.3. Son punto de llegada, porque el hombre de los


EE. es el hombre del Reino de Dios. La finalidad es la
respuesta a la llamada de Jesús para vivir como El y
trabajar como El, dentro de cada profesión o estado.
Es un compromiso de seguimiento de Cristo pobre y
humilde en la misión concreta de vida.

50
Esto supone que las personas de las C V X tienen
su vida centrada en la búsqueda de Dios en todas las
cosas y asumen las consecuencias de su opción. Van a
vivir las alegrías del Reino, pero también van a tener
que sufrir las persecuciones, desprecios e incompren­
siones de un mundo que no comparte sus criterios. La
identificación total con un Cristo pobre, humillado y
humilde le situará en constante oposición con un mun­
do cuyos valores son la riqueza, la gloria y el poder.
Esta oposición se transformará en la Cruz que el hom­
bre de los EE. vive «con Cristo doloroso» y «puesto en
Cruz por mis pecados», pero en la esperanza de la re­
surrección.

2. PARA ENCONTRAR Y ACEPTAR


LA V O L U N T A D D E D I O S ( C O M U N I D A D
DE DISCERNIMIENTO)
En los EE. existen las meditaciones, que son los
contenidos de las etapas; pero hay también otros do­
cumentos que tienen tanta importancia como ellas y
son como el espíritu de cada una de esas etapas. Entre
ellos están las R E G L A S D E D I S C E R N I M I E N T O
D E ESPÍRITUS, que son ayudas prácticas para po­
der llegar a comprender lo que ocurre en un momento
determinado y poder seguir el camino mejor para lo
que se pretende.
Pero las reglas de discernimiento no son algo está­
tico, sino que constituyen en su conjunto un clima o
actitud permanente para poder elegir en una situación
concreta de la vida de una persona o grupo.
2.1. Discernimiento personal. El miembro de C V X
que quiere vivir el espíritu de los EE. tratando de en­
contrar «lo que más a gloria de Dios sea», experimen-

51
tara en su interior movimientos o estados de espíritu
producidos por diversas causas: a) situaciones exter­
nas: sociales, económicas, culturales... b) situaciones
personales; y c) situaciones religiosas: eclesiales, ora­
cionales... Cada persona tiene que tomar decisiones en
las que la aplicación del Evangelio a la vida diaria
pasa por un discernimiento de sus motivaciones y de
lo que él cree ser exigencia del seguimiento de Jesús.
El discernimiento es un medio para encontrar lo
que Dios quiere de uno para seguir su voluntad y se­
pararlo de aquello que se puede presentar falsamente
como mejor.

2.2. Discernimiento grupal. El discernimiento tam­


bién afecta al grupo, y más aún cuando este grupo es
una Comunidad de Vida Cristiana. La C V X debe dis­
cernir sus propias mociones o movimientos interiores
cuando afectan a la marcha de toda la Comunidad
(avance o retroceso del grupo), y también ayudar co­
munitariamente al discernimiento personal de algu­
no de sus miembros: problemas profesionales, fami­
liares, personales, etcétera. (Ver apartado sobre las
reuniones).

2.3. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que no


se debe llamar discernimiento espiritual a cualquier
clase de ayuda o clarificación que se pueda dar dentro
de una CVX, pues el discernimiento exige un clima
adecuado de oración (presencia de Dios) para poder
disponer a las personas que van a intervenir a encon­
trar la voluntad de Dios sobre el tema propuesto. Hay
momentos en la vida en los que una persona es más o
menos susceptible o influenciable a distintos aspectos,
según lo que se ha vivido últimamente o la intensidad
con que se ha vivido. También existen temas en los

52
que cada persona conoce su debilidad o preferencia, a
veces poco o nada razonables; y por último, los esta­
dos afectivos que cada uno tiene presentes en un mo­
mento dado pueden perturbar un proceso de discerni­
miento. Todo esto es imposible borrarlo, eliminarlo,
como si no estuviera; pero sí se-puede conseguir que
pase, de las zonas inconscientes, desconocidas o re­
chazadas de la propia psique, a ser presentes y asumi­
das desde la fe como realidades con las que hay que
contar para que no cieguen o polaricen nuestra bús­
queda. Es un proceso de objetivación y de reconoci­
miento de la propia limitación e indigencia para que se
pueda abrir la persona a una indiferencia activa, nece­
saria para la escucha de los otros y de la Palabra de
Dios.

2.4. El discernimiento se aprende practicándolo, es­


pecialmente durante los EE., como proceso reflexivo
después de los ratos de oración. Solamente se puede
dar un discernimiento comunitario cuando las perso­
nas están familiarizadas con el método y lo han practi­
cado y contrastado con otras personas.

2.5. Evaluación permanente. La evaluación perma­


nente es una característica de toda C V X y de sus
miembros, pues saben que la voluntad de Dios no se
manifestó de una vez y para siempre. Cada momento
es un «aquí y ahora» al que hay que responder y apli­
car lo que constituye la norma fundamental de vida:
el Evangelio de Jesús. Para ayudar a la C V X y a
sus miembros a lograr esta aptitud, debe existir en
todo encuentro de la CVX un momento dedicado a la
evaluación de lo pasado. (Véase más adelante: Reu­
niones).

53
3. LA C V X , C O M U N I D A D P A R A
LA MISIÓN: E L SERVICIO
(P. G. 7 y 5)

La C V X es una Comunidad para la misión o,


como lo define el P. G. 7, «...de modo que trabajemos
con espíritu de servicio para el establecimiento de la
justicia y de la paz entre todos los hombres».
3.1. Esta misión nace del hecho de ser miembros del
Pueblo de Dios por el bautismo y, por tanto, incorpo­
rados a la vida de Cristo, que es la inspiración perma­
nente de toda la existencia de la CVX, pero tal como
se manifiesta en su Evangelio: pobre y humilde. Así es
como cada una de las personas que se integran en una
CVX quiere llenar la misión para la que Jesús le llamó
a su Pueblo, siendo testigo de El a través de sus accio­
nes y palabras, con toda su vida, «para lograr la reno­
vación y santificación del orden temporal».
Ser testigo de Cristo pobre y humilde como se pre­
senta en la meditación ignaciana de las Banderas (EE.
147): como Jesús nos manifiesta en las Tentaciones
del desierto (Mt 4,1-11).
Lo que determina la existencia de una Comunidad
es el don de sí a los demás; si esa Comunidad es de vi­
da, exige que ese don no sea puramente ideológico o
verbal, sino que pase a los hechos de la vida. U n a Co­
munidad de Vida Cristiana tiene necesariamente que
intentar reproducir en su vida el don de Cristo a los
hombres; un don que fue total y exhaustivo hasta dar
la vida por ellos. Y así es como quiere que se le recuer­
de: «Amaos como yo os he amado... porque no hay
amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn
15,12-14). Para poder dar la vida así, hay que vivir en
desprendimiento de muchas cosas, lo cual se significa

54
por la pobreza y la humildad. Valores que están lejos
de ser los de una sociedad montada sobre el poseer,
aparentar, mandar, sobresalir...; sobre estos valores
no se puede construir una Comunidad, porque aislan
al individuo, lo separan de los demás; a estas personas
la sociedad las teme, y acaba odiándolas como sujetos
potenciales de su desgracia. Contra la soledad y el ais­
lamiento que reporta el egoísmo, la C V X propone su
vida de Comunidad basada en el compartir desde la
humildad y el desprendimiento.

3.2. Por ser miembros del Pueblo de Dios, no se


sienten aislados y quieren vivir su cristianismo for­
mando un grupo, una Comunidad que viva hacia den­
tro lo que luego va a ser motivo de ofrecimiento a los
que le rodean. Por eso la Comunidad es el motor de la
misión:
* Ayudando a dar sentido apostólico a las cosas
más humildes de la vida diaria.
* Ayudando a discernir lo que es más urgente y
universal.
* Impulsando a trabajar en a) la reforma de las
estructuras injustas; b) la liberación de los
marginados y discriminados; y c) la supresión
de las diferencias entre ricos y pobres allí don­
de se den, pero primero dentro de la Iglesia.
3.3. La misión en la CVX surge de la interiorización
de las fuentes de su inspiración:
a) Los EE. En los EE. aparece decididamente la
misión a la que Jesús envía a sus elegidos. Ignacio nos
pone ya en la I Semana, después de considerar la His­
toria de pecado [EE., 53], «...imaginando a Cristo
N . S. delante y puesto en Cruz... cómo de criador es
venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte

55
temporal... Lo que he hecho por Cristo, lo que hago, lo
que debo hacer por Cristo». Y en la II Semana [91],
Petición: «Que no sea sordo a su llamamiento, sino
presto y diligente». Y en los nn. 96 y 97 se pregunta
cuál ha de ser la respuesta. Esa respuesta no será otra
que amar y seguir a Jesús, que viene a realizar la vo­
luntad del Padre [102]: Predicar el Reinado de Dios a
los hombres. Reino que se presenta con unas caracte­
rísticas difíciles de reconocer y aceptar, y que van a
ser motivo de resistencia y lucha durante toda la vida:
(Banderas [146]), lo mismo que sus consecuencias
para el que quiere ser fiel a la voluntad del Padre y re­
chazar la tentación de un reino del mundo.
Por tanto, la misión de la CVX arranca de un puro
cristocentrismo: el motor que impulsa a ella es la per­
sona de Jesús, que ha conquistado en primer lugar el
corazón de los miembros de la CVX. Cristo ha sido su
perdón, salvación y liberación; les ha «arrancado de
las tinieblas y transportado al Reino de la luz» (Col
1,13); les llama y les quiere como colaboradores de la
extensión de su Reino, conociendo lo que son, porque
saberse pecador es una condición previa para ser de
los suyos.
Los EE., en su III y IV Semanas, llevan a la identi­
ficación con Jesús, que llama a vivir el Reino con El en
todas las circunstancias. La Cruz es la consecuencia
del Reino, pero no es de ningún modo lo último; más
allá están la resurrección y la vida plena, que Jesús
nos ha traído para consolidar la esperanza y empujar
la misión hasta el final.
b) El Concilio Vaticano II ha confirmado la mi­
sión de los seglares en la Iglesia en diferentes momen­
tos, pero especialmente en el decreto «Apostolicam ac-
tuositatem».

56
El\capítulo primero lleva por título: «Vocación de
los seglares al apostolado»: en su número 2 expresa:
«La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es
también vocación al apostolado».
La Iglesia tiene un fin: la extensión del Reino de
Cristo en la tierra (hermandad que manifieste la Pater-
nidad de Dios, Padre de todos); y debe ejercerlo a
través de todos sus miembros, ya que es un cuerpo
vivo y en el que todos sus miembros son responsables
cada uno a su manera, con su carisma peculiar: «Los
seglares, hechos partícipes del ministerio sacerdotal,
profético y real de Cristo, ...ejercen el apostolado con
su trabajo para la evangelización y santificación de los
hombres y para la función y el desempeño de los nego-
cios temporales, llevado a cabo con espíritu evangéli-
co». Y esto no es una concesión o un modo de reclutar
personas que sustituyen la escasez de vocaciones:
«Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obli-
gación del apostolado por su unión con Cristo Cabe-
za. Ya que, insertos por el bautismo en el cuerpo místi-
co de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la
fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al aposto-
lado por el mismo Señor». (n.° 3). El es quien concede
a cada uno cualidades particulares «para que todos y
cada uno, según la gracia recibida, poniéndola al servi-
cio de los otros, sean también ellos administradores de
la multiforme gracia de Dios (1 Pe 4,10) para edifica-
ción de todo el cuerpo en la caridad (Cfr. Ef 4,16)»
(n.° 3).
El Concilio Vaticano II ha detallado también cuá-
les son los fines que hay que lograr dentro del aposto-
lado de los seglares (Decreto sobre el apostolado de
los seglares, cap. II) y es coincidente, incluso en su for-
mulación, con la misión de las C V X : «La obra de la

57
/
redención de Cristo... se propone la restauración inclu-
so de todo el orden temporal; no es sólo anunciar el
mensaje de Cristo y su gracia a los hombres, sino tam-
bién impregnar y perfeccionar todo el orden temporal
con el espíritu evangélico» (n.° 5).
Todas las cosas que constituyen el orden temporal
tienen un valor propio como cosas creadas y queridas
por Dios: «Amas a todos los seres y nada de lo que hi-
ciste aborreces, pues si algo odiases, no lo habrías
creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses
querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses lla-
mado?» (Sab 11,24-25). Todas las cosas reciben un es-
pecial valor al ser elementos que colaboran con el
hombre en su orientación a Dios. Pero esta orienta-
ción fue rota a lo largo de la historia humana y hoy
asistimos a un desquiciamiento de esa orientación. So-
mos testigos de los estragos que ha supuesto esa rup-
tura: guerras, enfermedades, odios, sufrimientos, ham-
bre, escasez, esclavitud, marginaciones... y un largo
etcétera que, por desgracia, nos asalta cada día con
nuevos episodios cada vez más terribles.
La Iglesia sufre esta lacra de la Humanidad y sien-
te como obligación suya «trabajar para que los hom-
bres se vuelvan capaces de restablecer rectamente el
orden de los bienes temporales y ordenarlos hacia
Dios por Jesucristo» (n.° 7). Y en esa medida, «los se-
glares tomen como obligación suya la restauración del
orden temporal y, conducidos por la luz del Evangelio
y por la mente de la Iglesia y movidos por la caridad
cristiana, obren directamente y en forma concreta».
c) Las C V X han" encontrado siempre en un pa-
saje del Evangelio de San Mateo (10,5-42: discurso de
instrucción apostólica) inspiración para su actividad
misionera. En él, Jesús pide a sus discípulos que

58
actúen de forma que el Reino de Dios sea conocido
más por sus hechos y actitudes que por sus palabras.
* ^Acciones que ha de realizar el enviado en favor
de los demás.
v. 8: «Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad
leprosos, echad demonios», vv. 12-13: «Al entrar en
una casa saludadla; si la casa se lo merece, la paz que
le deseáis se pose sobre ella».
Son acciones de liberación del hombre encadenado
por la enfermedad, el demonio o la muerte. Es cierto
que en todo momento y circunstancia puede el hombre
descubrir y realizar el Reino de Dios; pero cuando se
anuncia ese Reino a quien está esclavizado por las
fuerzas del mal, éste sólo entiende el mensaje de frater­
nidad y solidaridad cuando el mensajero se hace her­
mano y solidario de su dolor y no descansa hasta ver­
le, si es posible, libre de la sujeción del mal. La C V X
sabe que la fraternidad y solidaridad que vive en sí
misma debe ser el contenido del mensaje, pero su
anuncio se transforma en acciones liberadoras capa­
ces de expresar y significar la presencia de Jesús en
medio de ella.
* Actitudes interiores del enviado:
— GRATUIDAD: v. 8: «De balde lo recibisteis; dadlo
de balde».
— POBREZA: vv. 9-10: «No os procuréis oro, plata ni
calderilla para llevarlo en la faja, ni tampoco alforja
para el camino, que el bracero merece su sustento».
— SENCILLEZ: v. 10: «No os procuréis dos túnicas,
ni sandalias...»
-PACIENTES y PACIFICADORES: v. 10: «...ni
llevéis bastón...» (era la defensa propia).
v. 13: «La paz que le deseáis se pose sobre ella».
-PERSEVERANCIA: v. 22: «Todos os odiarán
por causa mía; pero quien resista hasta el final se
salvará».

59
/
- CONFIANZA: vv. 19-20: «Cuando os ent/eguen,
no os preocupéis por lo que vais a decir o por cómo
lo diréis... Será el Espíritu de vuestro Padre ^uien ha-
ble en vosotros». I
— SIN MIEDO: v. 28: «Tampoco tengáis miedo de los
que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma».
Son actitudes personales del enviado que suponen
una asimilación e integración del Reino en su vida.
Aquí no hay voluntarismos, ni presunciones; sólo el
que ha hecho vida propia todo el anuncio del Reino
encuentra en su interior la fuerza del Espíritu para vi-
vir así y para aceptar el resultado que se le augura.
Aquí no hay triunfalismos baratos; se dice claramente
que serán odiados, encarcelados, juzgados y muertos:
¿acaso no fue ésta la vida del Maestro? w . 24-25:
«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo
más que su amo. Ya le basta al discípulo con ser como
su Maestro y al esclavo como su amo. Y si al cabeza
de familia lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los
de su casa!».
Nadie ha prometido éxitos en el anuncio del Rei-
no; al menos éxitos humanos para el enviado; el Reino
surge, como el crecimiento de las plantas, sin que na-
die sepa qué semilla de las que sembró es la que ha
germinado, y por qué esa sí y la que está a su lado no.
Más aún, en ocasiones los hombres, la sociedad, se
sentirá amenazada en sus valores y vendrá la persecu-
ción, el sufrimiento y el dolor: la Cruz del Señor se
hará presente de nuevo, volverá a tomar carne en el
enviado, para seguir siendo símbolo de salvación y se-
ñal de la fuerza del Reino entre los hombres, v. 39: «El
que conserve su vida, la perderá, y el que pierda su
vida por mí, la conservará». La luz de la resurrección
ilumina con su fuerza la misión del Reino; es un traba-
jo con esperanza a nivel personal y a nivel colectivo.

60
* \ El mensaje del enviado se resume:
V. 7: «Proclamad por el camino que el Reinado
\ de Dios está cerca».
Las actitudes y las acciones del enviado están con-
firmando y expresando lo que dice su palabra: ¡Esto
es el Reino de Dios!, por muy diferente que sea de
todo lo que se ha vivido. Todavía hay lugar a la uto-
pía; el hombre puede ser libre y feliz si decide aceptar
el mensaje de Jesús, que viene a anunciar «el secreto
escondido desde siempre en Dios, creador del univer-
so» (Ef 3,9): que todos los hombres son hermanos, hi-
jos de un mismo Padre que les llama a participar de la
herencia de su Hijo.
Esto pretenden vivirlo las CVX primero en sí mis-
mas, para poder ser testigos de ese Reino incoado den-
tro de la Comunidad y anunciar su presencia como
ofrecimiento gratuito a todos los que están cerca.

4. C O M U N I D A D D E F E (P. G. 6, 8 y 11):
I N T E G R A C I Ó N E V A N G E L I O Y VIDA
U n a C V X que quiere vivir la experiencia de EE.
día a día y en constante discernimiento para encontrar
el mayor servicio a los hombres, precisa una espiritua-
lidad integradora del Evangelio y la vida. Es la «místi-
ca de la acción», en la que la fe no es algo aparte de la
vida ordinaria, sino la luz y la fuerza que ilumina y
unifica toda la realidad, y los acontecimientos diarios
dejan de ser «profanos» (lo que aleja y distrae de
Dios), para pasar a ser los puntos de encuentro y lla-
mada donde el Señor interpreta y comunica su exigen-
cia a dar una respuesta que vaya construyendo el Rei-
no de Dios, de amor y fraternidad. De esta forma se
hace vida la contemplación ignaciana «para alcanzar

61
/
7
amor», con la que terminan los EE. Es decir, se trata
de vivir «reconociendo tanto bien recibido» de/Dios y
así poder «en todo amar y servir a su Divina Majestad»
[EE. 233]. La vida es un diálogo en el que hay comu-
nicación de las dos partes, dando cada uno 'de lo que
tiene o puede'. De esta comunicación surge la vida en-
tendida como servicio. A esta forma de vida el P. Na-
dal, compañero de San Ignacio, la llamó «ser contem-
plativo en la acción».

4.1. Para conseguir que esta forma de vida vaya ma-


durando y creciendo, la C V X pretende esa integración
del Evangelio y la vida a través de sus reuniones, en
las que COMPARTE LA ORACIÓN y la VIDA.
En ellas se profundiza el conocimiento y aplica-
ción del Evangelio mediante la reflexión y la oración
de todos los miembros de la CVX, que se comprome-
ten a vivirlo en el espacio que media entre dos reunio-
nes. En este tiempo, la oración y la vida de cada perso-
na estarán orientadas a hacer vida lo que allí se refle-
xionó y oró, asumiendo la tarea de encarnar el espíritu
evangélico tanto en su vida familiar y profesional
como en la misión apostólica que a cada uno le haya
tocado desempeñar.
La siguiente reunión será un punto de encuentro
donde la Comunidad comparta la O R A C I Ó N y la
VIDA que cada uno ha vivido desde la anterior reu-
nión. De esta forma se constituye en Comunidad que
da gracias a Dios por las «maravillas que ha hecho en
ella» o pide perdón por las deficiencias y obstáculos
que ha presentado a la acción de Dios.
La CVX parte del Evangelio hacia la vida, y la
vida es el punto central de la reflexión evangélica; de
esta manera, lleva a sus miembros a integrar todas las

62
dimensiones de su vida para que puedan vivir unifica-
dos, centrados en su personalidad humana y divina y,
por tanto, llenando su misión concreta.

4.2. La C V X es también el lugar de discernimiento


de la vocación de cada uno. Cuando la Comunidad
comparte oración y vida y vive un proceso de discerni-
miento, tanto grupal como personal, constituye una
ayuda muy valiosa para poder clarificar la misión de
cada miembro de la C V X . Entendemos que toda C V X
tiene clara su MISIÓN, que no es otra que la misión
que Jesús trajo a este mundo y es lo que constituye el
contenido de la llamada del Rey Eternal de Ejercicios:
realizar el Reino de Dios. O, dicho de otra forma más
concreta, «el servicio de la fe y la promoción de la jus-
ticia que nace de esa fe».
Sin embargo, cada C V X no tiene por qué ser un
grupo que trabaje como tal en una tarea concreta. Es
posible que cada persona se encuentre sola y tenga
que decidir en un momento concreto cuál ha de ser su
modo de actuar en el medio social donde vive para ha-
cer que allí se realice su misión de testigo del Señor.
La misión es siempre la misma; la tarea puede
cambiar, y cambiará siempre que las circunstancias
cambien. Habrá que discernir siempre. La C V X será
el lugar donde cada uno va interiorizando la Palabra
de Dios y donde va aprendiendo a discernir, en su pro-
pia experiencia y en la de los demás, para poder des-
pués decidir cuál es la voluntad de Dios en el mundo y
tiempo concreto en que vive.

4.3. MARÍA, ejemplo de vida (P. G. 8)


Las C V X tienen en María un ejemplo de vida que
imitar.

63
* María es MODELO P A R A T O D O S LOS
MIEMBROS D E U N A CVX por su entrega
total: cuando en la Encarnación dio su
«FIAT», puso toda su vida a disposición del
Señor para iniciar con El una colaboración en
la Obra de la Salvación de los hombres. De
este modo, su fe (adhesión total a su Hijo) es
modelo de una vocación laical que se compro-
mete a fondo con la misión recibida.
* María es MADRE de la CVX, pues todos los
miembros confian en su intercesión para el
cumplimiento de su vocación tal como lo han
vivido en los coloquios de los Ejercicios Espiri-
tuales.
* María es MEMORIA. En su «Magníficat»,
María canta el recuerdo constante de la acción
de Dios en cada persona y en su Pueblo, siem-
pre en favor del sencillo y el humillado. De esta
forma, es para la C V X una llamada a vivir el
estilo de vida de Jesús, pobre y humillado, y a
dirigir su acción apostólica en favor de aque-
llos que son objeto de las miradas del Señor:
los pobres y los marginados.

4.4. Evaluación diaria (Oración sobre la vida)


Un instrumento esencial en las C V X para lograr
esa integración Evangelio-vida es la «Evaluación dia-
ria», que algunos llaman también «oración sobre la vi-
da». Con ella, realizada diariamente, se pretende co-
nectar oración y vida, de modo que se vaya contem-
plando la vida ordinaria (sus sucesos, encuentros, pa-
labras, reacciones interiores, pensamientos, etcétera)
con los ojos de Jesús. Acostumbrar a cada miembro
de las C V X a tener este momento diario de refiexión-

64
oración es llevarles por el camino del discernimiento y
de la profundización de las actitudes espirituales de los
EE.: «ser pecador pero salvado, querido y llamado a
ser colaborador en el Reino de Dios».
Tres objetivos generales se pueden señalar entre
otros:

— Hacer a la persona capaz de valorar los aconteci-


mientos de la vida como lo hace Jesús, y de acos-
tumbrarse a enjuiciarla con los criterios del Señor,
no con los de la sensibilidad (el gesto o disgusto sen-
sible; el «me apetece o no me apetece», que en mu-
chas ocasiones es el criterio más espontáneo en un
mundo consumista). En definitiva, es la vivencia dia-
ria y reflexiva del Principio y Fundamento: «Todas
las otras cosas sobre la haz de la Tierra son criadas
para el hombre, y para que le ayuden en la prosecu-
ción del fin para el que es criado [EE. 23].
— Integrar toda la vida en la Historia de la Salvación.
Es ver todo lo que acontece dentro del plan de Dios
y, por tanto, como «llamadas» provocativas a reali-
zar en ese instante el Reino de Dios, prescindiendo
de otras consideraciones.
— Amar la vida como El la ama: «Pero Tú todo lo per-
donas, porque todo es tuyo, Señor, que amas la vida,
pues tu Espíritu imperecedero está en todas las co-
sas» (Sal 11,26 s.). Devolver el optimismo y la ilu-
sión por seguir intentando realizar el Plan Salvador
de Dios en medio de los acontecimientos, aunque se
presente la Cruz como consecuencia de esa lucha
por vivir como Jesús.

* Presentamos un breve esquema que puede ayu-


dar a realizar esta evaluación diaria:

65
LA E V A L U A C I Ó N D I A R I A :
O R A C I Ó N SOBRE LA VIDA

Hago consciente mi realidad


• Estoy delante del Padre, mi Creador, que me ha
dado todo lo que soy y tengo.
• Estoy ante Jesús, que es mi hermano, mi modelo.
• Estoy con el Espíritu, que habita y actúa en mí.

1. ¿De qué cosas debo dar gracias hoy?


Algo concreto del día de hoy en lo que puedo ver
la presencia de Dios:
— Personas con las que me he encontrado.
— Acontecimientos en los que me he visto envuel-
to.
— Afectos que se me han suscitado.
N o se trata ahora de valorar si es bueno o malo, ni
si ha sido agradable o desagradable. Es bueno consta-
tar que todo ello forma parte del plan de Salvación de
Dios, en el que me ha tocado vivir. El día de hoy ya no
va a tener repetición. El tiempo va adelante, mañana
no es otro hoy.
— Esta ha sido mi vida, la que el Señor ama.
— ¡Gracias, Señor!

2. ¿Cómo debo ver mi vida?


Todo lo que me ha sucedido hoy ha pasado delan-
te del Padre y del Hijo y con el Espíritu en mi interior.
Mi manera de verlo ¿coincide con la manera de verlo
de Dios?
— Necesito la luz de sus ojos para ser sincero ante
mi vida.
— Debo ser objetivo para no engañarme; para no
ser un iluso, pero tampoco un irresponsable.

66
— Solamente el sencillo de corazón se puede pre-
sentar ante el Señor con la vida en las manos:
¡Asi es; así la amas tú!
La oración de petición nace confiada para pedir:
luz, sencillez, objetividad para encontrarse con uno
mismo tal como es; sin necesidad de esconderse del
Señor, porque se siente confiadamente en su presencia
y objeto de su cariño indefectible.
3. ¿Cuál ha sido mi vida?; reacciones
interiores: deseos intenciones...
Ante lo que nos sucede cada día, todos reacciona-
mos, unas veces de forma instintiva o inconsciente,
otras con reacciones conscientes: a favor o en contra;
con indignación, ira y violencia o con cariño, afecto,
comprensión, tolerancia, etcétera. Esto nos va procu-
rando a lo largo del día estados de ánimo (unas veces
duraderos, otras pasajeros) que son el telón de fondo
sobre el que van cayendo todos nuestros pensamientos
y acontecimientos de la vida. D e ellos depende en gran
manera nuestra forma de reaccionar después a todo lo
que va aconteciendo a nuestro alrededor. Por ello es
muy conveniente conocer nuestas reacciones, inclina-
ciones, etcétera, porque van a ser o pueden ser el filtro
o el enmascaramiento de las llamadas de Dios. Esto es
lo que nos pide Ignacio en su meditación de los peca-
dos, cuando nos señala en el coloquio [EE. 63]: «que
sienta interno conocimiento de mis pecados... el desor-
den de mis operaciones... las cosas mundanas y va-
nas». Para una persona que va a intentar escuchar la
llamada del Señor y discernir lo que más a gloria suya
sea, el murmullo de fondo que puede obscurecer esa
llamada son esos sentimientos o estados de ánimo que
no se sabe de dónde proceden ni a dónde llevan. Por
eso:

67
— En las relaciones con los demás (familia, ami-
gos, trabajo...)
¿Qué sentimientos, estados de ánimo... he teni-
do?
¿Hacia dónde me inclinan: pesimismo, optimis-
mo...?
¿Cómo se produjeron?
¿He reaccionado ante ellos controlándolos...?
— En las relaciones con Dios:
¿Siento a Dios presente en este mundo? ¿Cerca-
no a mí?
¿He dedicado algún rato a estar en su presen-
cia?
¿Cómo me encuentro hoy ante El?

4. ¿Cómo me siento con


mi vida ante Dios?
La experiencia de sentirse uno mismo sin másca-
ras y sin ficciones ante alguien que le ve como es, sólo
puede ser soportable en la seguridad de que uno es
aceptado y querido. Nadie puede tolerar una imagen
degradada de sí mismo. Lo cual tampoco es objetivo,
pues todos, a lo largo del día, haremos muchas cosas
buenas y otras no tan buenas o incluso malas.
Por eso, ante el Señor de la vida, las palabras del
libro de la Sabiduría se nos vuelven a hacer presentes:
«Pero Tú todo lo perdonas, porque todo es tuyo,
Señor, que amas la vida, pues tu Espíritu imperecede-
ro está en todas las cosas».
«Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y
disimulas los pecados de los hombres para que se arre-
pientan» (Sab 11,23-26).
Esta experiencia de acogida, de salvación y llama-
da, es el centro de la I Semana de Ejercicios y será el

68
motor del Ejercitante que se encuentre con la llamada
del Rey. Por eso es preciso renovar día a día esta segu-
ridad de la acogida y del perdón con gozo al sentir a
Dios como:
P A D R E que recibe y acoge con misericordia (Hijo
Pródigo, Le 15,11-32).
H I J O que sigue llamando a ser testigo de El ante el
mundo.
ESPÍRITU que mueve y dirige toda la vida.
— D a r gracias al Señor por el perdón otorgado.
— Sentimiento de limitado y pecador.
— Gozo de ser llamado y elegido siendo tal como
soy.

3. ¿Cómo voy a responder en mi vida?

La fuerza que produce el sentimiento de sentirse a


la vez pecador y perdonado-elegido conduce a la deci-
sión de encontrar dónde y cómo se puede responder
de mejor forma a esa elección, que no es otra que la
construcción del Reino a través de los momentos de la
vida ordinaria.
Exige un esfuerzo de concreción: señalar en qué
puntos o momentos de la jornada y días próximos se
pueden presentar situaciones en las que se haga pre-
sente un mayor esmero por responder a esa llamada
del Señor. Lo cual no es el «mero propósito» volunta-
rista: «tengo que hacer esto o aquello...» El esfuerzo
por concretar no es más que un intento de descubrir
dónde aparece la mayor urgencia o necesidad y, a
través de ella, la llamada del Señor; pero no se fija la
conducta concreta, porque el momento no se ha pro-
ducido y, por tanto, la respuesta tendrá que ser la más
adecuada a lo que ese momento requiera.

69
— ¿Dónde está la mayor necesidad y urgencia?
— ¿Qué me pide el Señor: cómo podré responder?

6. Padre Nuestro
Esta oración sobre la vida termina con la oración
que nos dejó el mismo Jesús, en la que renovamos los
sentimientos que durante este rato hemos ido desgra-
nando.
Le pedimos a Dios que aparezca como Padre de
todos los hombres por medio de nuestra actividad por
sentirnos hermanos. Esa es su voluntad para los que
vivimos en esta tierra, como lo están viviendo ya los
que gozan de El en el cielo; es el Reino que todos de-
seamos ver realizado ya, aunque sea de forma imper-
fecta, pues es lo que constituirá la verdadera glorifica-
ción de su Nombre: Padre. Este nombre aparecerá
ante todos como real cuando los hijos, sus hijos, sea-
mos de verdad hermanos y, por eso, sacramento o sig-
no de su paternidad y de su amor universal a todos los
que le invocan como tal.
Y esto que pedimos en las primeras advocaciones
(que sea verdad su Paternidad en Nuestra hermandad)
tiene una forma muy concreta de hacerse en la vida de
los hombres:
— Compartiendo todo lo que tenemos, contra el
acaparamiento egoísta.
— Perdonando las ofensas, contra el resentimiento
y el orgullo.
— Rechazando la tentación del maligno, que nos
impulsa a la consecución de los valores opues-
tos: poseer, honor, soberbia-
De esta forma unimos nuestra oración de hijos
con la oración del Hijo, para que ella sea norma y guía
de la nuestra.

70
4.5. LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL (P. G. 4 y 11)
Entre los medios que la C V X pone a disposición
de sus miembros está la dirección espiritual. Hemos
insistido en la orientación y pedagogía de los Ejerci-
cios Espirituales, y concretamente en el discernimiento
espiritual, para que cada persona y Comunidad pueda
buscar y hallar la voluntad de Dios en su vida y en el
servicio a los demás. La misma dinámica que constitu-
ye la fuerza de los Ejercicios es la que han de vivir fue-
ra de ellos; y entre los elementos importantes está el
acompañamiento espiritual de cada persona.
Este acompañamiento es el que va haciendo posi-
ble que los medios espirituales comunes a toda vida
cristiana (oración personal y vida sacramental) vayan
dirigidos a lograr esa integración de vida de fe y vida
ordinaria (Evangelio y vida).
El Director de los miembros de una C V X debe ser
una persona experimentada en la vida interior, espe-
cialmente en el discernimiento espiritual. Normalmen-
te será un sacerdote; pero si hubiera algún laico que lo
puede hacer, no habrá dificultad alguna.
Es posible que el Director de los miembros de una
CVX sea el mismo Asistente eclesiástico de su Comu-
nidad, pero también puede no serlo. Si es el Asistente
de su Comunidad, tiene la ventaja de que conoce todo
el entorno de la persona por su participación y reac-
ciones en la misma Comunidad.

4.6. VIDA SACRAMENTAL (P. G. 11)


En la CVX, la vida sacramental (Eucaristía y Re-
conciliación) se puede vivir comunitariamente con una
cierta frecuencia. N o hablamos de la participación sa-
cramental de cada miembro en ellos, pues el ritmo
vendrá señalado por la exigencia y el crecimiento pro-

71
pío y discernido tanto en Comunidad como personal­
mente con el Director espiritual.
La vivencia sacramental comunitaria la expresa de
forma específica la CVX, tanto en la Eucaristía como
en la Reconciliación, haciéndose consciente de la pre­
sencia de Cristo, Centro de su vida. Por eso la C V X
participa (bien ella sola, bien con otras Comunidades)
en esas celebraciones, ya sean organizadas esporádi­
camente o de un modo concreto como Eucaristía do­
minical para las Comunidades.

72
4
Reuniones de una CVX

La reunión es el momento en que la C V X se cons­


tituye como tal. Es la ocasión en que la Comunidad
vive unos momentos intensos y decisivos para su ca­
minar: es grupo de escucha, de amistad, de compartir
oración y vida, de discernimiento, etcétera. Pero todo
eso se articula de forma que se consiga el objetivo
principal: servir de instrumento para la integración del
Evangelio en la vida o, dicho de otra manera, llevar
adelante el proceso de Ejercicios Espirituales personal
y grupalmente.
En las CVX no existe un tipo único de reunión;
pero hay que tener presente cuál es el verdadero fin de
ellas, para elegir en cada momento el más indicado sin
dejarse llevar por lo fácil o la improvisación. En cada
momento o etapa del proceso de crecimiento de una
CVX habrá que estudiar cuál es la proporción debida
de un tipo u otro.

73
1. Tipos de reunión
Existen dos tipos de reunión: a) la que gira alrede­
dor de un tema o texto evangélico; y b) la revisión de
vida, cuyo asunto principal es un acontecimiento o si­
tuación vivencial de uno de los miembros del grupo o
de la marcha del mismo grupo.

2. Clima de las reuniones


Las reuniones precisan un ambiente grupal en el
que sea posible compartir la vida; por tanto, debe rei­
nar un clima de acogida, de interés por lo que dicen los
demás y de apertura para aceptar lo que ellos comuni­
can y responder con total sinceridad y sencillez.

3. Objetivo de las reuniones


El centro de la reunión es compartir la experiencia
de vida de los miembros de las CVX, lo que viven y
cómo lo viven. Es decir, cómo van integrando su fe
cristiana en su vida real: sus dificultades, sus victorias,
sentimientos que se producen en ellos, sentido de los
acontecimientos..., etcétera.

4. Partes de una reunión temática


4.1. Preparación
— El momento o etapa en que se encuentra el gru­
po.
— Materia más apta para conseguir el fin que pre­
tende: reforzar una actitud, hacer avanzar...
— Texto evangélico que se utilizará en la oración y
como base del compartir.

74
— Puntos o aplicaciones prácticas que servirán
como guia para la semana hasta la reunión si­
guiente.
4.2. Acogida (5')
El guía debe tener preparado todo lo que se refiere
a la materialidad del local, para que, llegada la hora,
se puedan reunir adecuadamente. Es preciso insistir
en:
— Puntualidad de todos, primer servicio a la CVX.
— Crear un buen ambiente de cordialidad, intere­
sándose unos por otros.
— N o alargar excesivamente este momento.
4.3. Oración inicial (5')
Es muy conveniente iniciar la reunión con un mo­
mento de oración para crear un clima de escucha de la
Palabra de Dios y para que cada uno pacifique su in­
terior y pueda actualizar la experiencia vivida durante
la semana y que va a ser objeto de la puesta en común.
4.4. Compartir (45'-60')
Es un momento de gran importancia en la vida del
grupo.
* Cuando un grupo comienza, presenta dificulta­
des por la natural tendencia que tenemos a
ocultar nuestra vida. Sin embargo, es lo que
hace que el grupo vaya adquiriendo cohesión,
conocimiento y confianza mutua.
* Cuando un grupo está ya iniciado y los partici­
pantes consiguen un buen nivel de confianza, el
peligro es que se alargue demasiado esta parte,
en detrimento de las demás.
Es muy conveniente que las comunicaciones
sean:

75
— Verdaderamente vivenciales: de experiencias
y no de ideas, teorías o dificultades teóricas.
Esto es una evasión para no abrir la propia
vida a los demás.
— Hechas en un clima de oración y, por tanto,
de presencia de Dios. El Señor se me comu-
nica a través del otro.
— Universales: que participen todos, sin acapa-
ramientos ni inhibiciones, aunque sin sentir-
se obligados a hacerlo.
— Libremente expresadas, sin miedo ni censu-
ra para que puedan ser sinceras. Nadie juz-
ga, discute ni valora; cada uno procura reci-
bir y compartir lo que ha sido la verdad de
su vida. El otro es distinto de mí.
— Sin interrumpir al que está hablando.

Al final, el guía del grupo debe proponer como sín-


tesis de lo escuchado los sentimientos que han apareci-
do y su «encuadre» dentro del proceso formativo del
grupo, para que la Comunidad considere cuál debe ser
el próximo paso a dar: a) Repetición o b) avance.

4.5. Propuesta de la reunión


siguiente (20'-25')
* Breve introducción: El guía debe hacer un re-
sumen de lo que él ve como momento del gru-
po y, a la vez, realizar un entronque que sirva
de paso para lo que va a proponer como tema
para el día siguiente, de modo que dé pistas de
lectura.
* Oración individual: Cada persona escucha el
texto o pasaje evangélico y procura orar con
él, dejándose interpelar por la Palabra de Dios.

76
* Oración compartida: N o se trata de continuar
la reunión anterior, sino de preparar todos jun­
tos lo que va a constituir la materia de oración
y vida hasta la siguiente reunión. Son los pun­
tos para la semana, indicando algunas aplica­
ciones prácticas, sugerencias o perspectivas
que a cada uno le han impresionado más.
4.6. Orientación de vida
(Trabajo para la semana) (5')
La hace el guía del grupo, y consiste en una serie
de cuestiones, sugerencias • o aplicaciones prácticas
que, tomando pie en el texto evangélico meditado an­
teriormente y en las aportaciones hechas en la oración
por el grupo, sirvan de materias de oración y evalua­
ción diaria a los miembros del grupo hasta la próxima
reunión.
Es conveniente que el guía lleve preparadas ya es­
tas «pistas» para evitar toda improvisación, y que
estén en la linea del nivel del grupo.
4.7. Evaluación
— La Evaluación es un rasgo característico de
toda reunión de CVX, y por eso no debe faltar
nunca. La razón es que a través de la evaluación
se pretende iniciar el proceso de discernimiento
espiritual, ya que se esfuerza en que cada perso­
na del grupo sea capaz de reconocer y expresar
los sentimientos que se van produciendo en su
interior y los cambios que experimenta.
— En segundo lugar, la evaluación permite recono­
cer el ritmo de vida del grupo. Es el momento de
la objetividad para corregir, estimular o frenar
la marcha del grupo o de las personas: los más
rápidos, lentos...

77
Igualmente, es una forma de corregir defectos
personales con toda caridad y comprensión: los
que hablan demasiado, los que hablan poco, los
teóricos, los que interrumpen a otros, los que no
escuchan con atención, etcétera.
El guía también debe ser evaluado en su partici-
pación y en el trabajo de animación del grupo.
Al menos de vez en cuando, o bien cuando el
grupo lo crea conveniente.
Tipo de esquema para la evaluación. N o es para
atenerse a él rígidamente. Solamente son suge-
rencias:

1.—¿Cómo me he sentido hoy en el grupo?


— A gusto o a disgusto... ¿POR QUE?
2.—¿He sido capaz de comunicar mis vivencias y senti-
mientos?
— Con dificultad, gran dificultad, ¿POR QUE?
— Con mucha facilidad, poca facilidad, ¿POR
QUE?
3.—¿He comprendido bien y aceptado a los demás?
— Sí. En general. En algún caso. ¿Cuándo? ¿Có-
mo?
— No. Más o menos. ¿POR QUE?
4.—La participación en el grupo.
— ¿Hubo alguno que acaparó toda la reunión?
¿Varios?
— ¿Estuvo mortecina, apagada, o fue viva y com-
prometida?
— ¿Se habló demasiado? ¿Hubo escucha? ¿Inte-
rrupciones?
— ¿Se marginó a alguien? ¿Cuándo? ¿POR QUE?
— ¿Hubo «ausentes», desinteresados, distraídos?
— ¿Se introdujeron conversaciones evasivas?
¿Cuándo?
5.—Mi participación en esta reunión.
— ¿He tomado iniciativa?
— ¿Tuve o sentí alguna oposición de otro u otros?
— ¿Procuré evitar los problemas o los afronté con
sencillez?
— ¿He sido activo o espectador? ¿POR QUE?
6.—Siento que hubo progreso, avance...
— EN: la amistad, comprensión mutua, apertura,
sinceridad, compromiso de vida, respuesta a la
orientación de vida...
— CUANTO: Mucho, poco o nada.
7.—El contenido de la reunión (la orientación de vida).
— ¿Confuso? ¿Vago, impreciso? ¿Claro, concreto?
¿Rico? ¿Adaptado al grupo?
— Las aportaciones fueron ¿Concretas? ¿Vivencia-
Íes? ¿Relacionadas y adaptadas a la vida?
8.—Compromiso personal.
— La reunión de hoy ¿Me ha llevado a un mayor
compromiso con Cristo, con su Reino? ¿En qué
punto?
— ¿Me ha servido de estímulo o aliento para algo
concreto?
9.—Sugerencias concretas.
— Es muy conveniente que el guía ayude al comien-
zo del grupo valorando lo positivo y dando un
ambiente de confianza y libertad a todos.

— Tipo de esquema para la evaluación del grupo


después de un cierto tiempo (al trimestre o al
año):

EVALUACIÓN D E LA VIDA
D E LA C O M U N I D A D

NIVEL PERSONAL

— ¿ H e preparado el tema antes de venir a la reunión,


asiduamente, sin prisas?
— ¿Me ha servido para hacer algún rato de oración-
examen?
— ¿ H e encontrado algo que iluminase mi vida?

79
— ¿Qué es lo que más me ha impactado?
— ¿Qué sentimientos son los que he tenido más fre-
cuentemente durante las reuniones?: alegría, paz,
remordimientos, etcétera.
— ¿Podría señalar qué ideas me produjeron esos senti-
mientos?
— ¿Hay alguna idea o punto que encuentro más difícil
de aceptar?
— ¿Conozco mejor a las personas?
— ¿Con quiénes me identifico más?
— ¿Cómo han sido mis intervenciones?: Largas, clari-
ficadoras, polémicas, cooperadoras, pedantes...
— ¿Mis intervenciones han sido positivas para el
grupo?
— ¿A qué se deben mis silencios?; ¿y los de los
demás?
— ¿Me he interesado por lo que otros decían?; ¿he
preguntado o pedido aclaraciones para favorecer la
expresión de otros?

NIVEL GRUPAL

— ¿Hay mayor cohesión en el grupo?


— ¿Actúa el grupo con confianza y aceptación de to-
dos?
— ¿Me impide el grupo hablar o expresarme?:
— Por el número de personas.
— Por las reacciones que veo en otras personas.
— Por los comentarios que se hacen en el grupo.
— Por la falta de aceptación.
— Porque no se guarda bien el secreto de lo que se
dice.

80
\
NIVEL ORACIONAL
— ¿La oración del grupo me ha ayudado? ¿Cómo?
— Mis ratos de oración fuera de la reunión, ¿cómo han
sido?
— ¿Ha crecido en mí el deseo de orar?
— ¿Encuentro más facilidad para hacer oración?
— ¿Voy haciendo con gusto la «oración sobre la vida»
diaria?
— ¿Siento más facilidad para discernir mis mociones
interiores?

NIVEL TESTIMONIAL
— ¿Se ha producido algún cambio en mi vida?
— ¿Soy más consciente de mi compromiso de vida?
— ¿Siento alguna inclinación especial por ayudar a
otros en otro sitio?
— ¿Crece en mí el deseo de mayor entrega a los más
necesitados?

5. La reunión de
«REVISIÓN D E VIDA»

En las CVX, todas las reuniones tienen un carác-


ter común de compartir experiencias vitales, de unifi-
car evangelio y vida y buscar la voluntad de Dios para
cada uno de los participantes. Pero quizá la «revisión
de vida» es un momento privilegiado para acentuar
cada uno de estos aspectos. Hay grupos C V X que
dentro de su programación ordinaria incluyen una re-
visión de vida cada tres o cuatro reuniones normales.
Los momentos específicos de una Revisión de vida
son (Cfr.: SURVEY 1981):

81
Elección del suceso o acontecimiento:
— Se elige un acontecimiento (personal o grupal)
que exija una decisión personal (a un miembro
del grupo) o grupal (para encontrar un acuerdo
entre las distintas propuestas existentes; v. gr.:
incorporar un nuevo miembro al grupo: Sí, no,
esperar algún tiempo. Si hay varios se hace elec-
ción del más urgente).
— Exposición del suceso o acontecimiento con cla-
ridad y toda la información posible.
— Rueda de preguntas aclaratorias para compro-
bar una exacta comprensión del asunto por todo
el grupo.

Escucha
(Actitud que debe presidir este momento):
— Es preciso que cada persona del grupo se sienta
con libertad interior y respeto frente al suceso.
Corresponde a una actitud de indiferencia igna-
ciana: «poniendo fuerza de no querer aquello ni
otra cosa ninguna, si no le moviere solo el servi-
cio de Dios Nuestro Señor, de manera que el de-
seo de mejor poder servir a Dios N . S. le mueva
a tomar la cosa o dejarla» [EE. 155].
— Esta «indiferencia» debe abarcar dos niveles,
tanto el
• nivel objetivo: las circunstancias, consecuen-
cias previsibles, personas a las que puede
afectar:
• como el nivel subjetivo: la forma de vivir el
momento por la persona afectada: con ale-
gría, miedo, angustia...
\^ Búsqueda:
\ Toda la CVX ora a la luz de la Palabra de Dios
sobre lo escuchado y recibido, tratando de encontrar
alguna luz sobre el suceso o alternativas: ¿Qué deci-
siones son las más ajustadas a los criterios evangéli-
cos? ¿Se pueden aplicar en este momento? ¿En qué
grado? ¿Pueden hacer crecer el Reino de Dios?, etcé-
tera. ¿Qué elementos positivos y negativos hay? ¿Có-
mo me siento ante ellos y ante Cristo-Jesús?

* Intercambio:
Cada persona expresa cómo ve la situación y lo
que ha sentido en la oración. Es una aportación para
que la persona interesada o el grupo pueda llegar a to-
mar una decisión. N o se trata de decir lo que cada uno
haría en esas circunstancias, pues no es él quien lo va
a hacer. Al interesado no se le exime de buscar y to-
mar la decisión.

* Respuesta:
Una vez oído lo que el grupo ha dicho, se inicia un
rato de oración personal en la que el interesado trata
de encontrar la solución o decisión. Los demás oran
por él, para que su decisión sea acertada y lo que más
conviene para mayor servicio del Reino de Dios.
Si al final llega a una «respuesta» o solución, la co-
munica a la Comunidad para que ella le confirme lo
encontrado. Esta presentación de la solución o deci-
sión para su confirmación por la Comunidad puede
retrasarse en caso de no llegar en ese momento a una
solución o decisión.

83
Las funciones dentro
de una CVX
(P.G.,n.°13)

Los Principios Generales enuncian así las funcio­


nes que existen en el interior de las C V X : «La princi­
pal responsabilidad del gobierno de un grupo recae so­
bre un equipo de dirigentes, compuesto de responsa­
bles elegidos por los miembros y del Consiliario (asis­
tente eclesiástico), nombrado por la autoridad compe­
tente» (n.° 13). Son por tanto dos funciones las que se
dan en cada Comunidad y reciben también diversidad
de nombres: la primera es el RESPONSABLE, tam­
bién llamado: Animador, Monitor, Asesor o Guía. La
segunda es el CONSILIARIO o asistente eclesiástico.
Finalmente si en un Centro: Parroquia, Colegio, Cen­
tro Juvenil o Pastoral... existen varias C V X se puede
constituir una Junta con los cargos que fueren necesa­
rios, todos ellos de elección por los miembros que for­
man las Comunidades.

85
1. EL A N I M A D O R (Acompañante, asesor,
guia, monitor, responsable)
Todo grupo, para su funcionamiento, requiere una
serie de funciones muy precisas, sin que se pueda decir
que unas son más importantes que otras: todas deben
darse, pero ni pueden ser asumidas por una sola perso-
na ni todas han de ser encarnadas en todos y cada uno
de los miembros. El grupo debe distribuir estas funcio-
nes para que todas estén presentes sin omisión, pero
también sin confusión.
Cuando un grupo comienza, se da un liderazgo
único y, a medida que el grupo va creciendo, ese lide-
razgo debe ser compartido. Es muy frecuente, y más
aún con jóvenes, que el comienzo del grupo se deba a
una invitación personal del «asistente eclesiástico», que
seguirá actuando de líder único hasta que el grupo
vaya adquiriendo su madurez.
Las C V X son un movimiento de laicos y, por tan-
to, una de las principales preocupaciones debe ser for-
mar personas capaces de iniciar y conducir grupos
con responsabilidad en el camino de esta vocación.
Vamos a ver cómo se concibe en las C V X esa per-
sona capaz de iniciar y acompañar grupos en su pro-
ceso de maduración.

1.1. Rasgos personales


— Es una persona que intenta vivir su espiritualidad
CVX para poder comunicar a su grupo más que
nada su experiencia: (Lo dicho en el capítulo 3.°).
Como un modelo.
— Pertenece a una Comunidad como miembro CVX,
bien sea laico, jesuíta, religioso/a, donde vive su ex-
periencia participando con todos en la vida de su
Comunidad.

86
Vive y conoce la espiritualidad de los Ejercicios Es-
pirituales por haberlos realizado y por estudiarlos
en la teoría y práctica (acompañando a quien los da
y dándolos a otros).
Estudia y posee un conocimiento básico de la Sa-
grada Escritura, principalmente del Nuevo Testa-
mento, para poder hacer de él la fuente de inspira-
ción de su vida.
Posee un sentido profundo de su pertenencia a la
Iglesia, Pueblo de Dios, y por tanto de su misión de
formar el Reino de Dios en este mundo promovien-
do el servicio de la fe y la lucha por la justicia que
nace de esa fe.
Está abierto a todas las necesidades y actividades
de otras Comunidades locales, regionales o nacio-
nales... cuando sea llamado a colaborar con ellas.
Es capaz de trabajar en equipo con otros líderes de
grupos, sin celotipias ni egoísmos, teniendo sola-
mente ante sí el bien de las Comunidades y de las
personas que están confiadas a él.

2. Funciones en la reunión de la CVX


Preparación
— El animador es quien asume la responsabilidad
de que todos estén avisados del día, sitio y hora
de la reunión y de que todo esté a punto para la
reunión que se va a celebrar. Esta función es de-
legable en otra persona del grupo.
— Debe conferir con el asistente eclesiástico (bien
sea antes de cada reunión o cada dos reuniones)
el tema de la reunión, momento en que se en-
cuentra el grupo, problemas surgidos, soluciones
dadas, etcétera. Estas reuniones son muy impor-

87
tantes para la preparación de animadores expe­
rimentados. Serán menos necesarias a medida
que el animador vaya siendo más veterano.
— Utilizar y enjuiciar el material común disponible
para la preparación de las reuniones.
— Enriquecer con su experiencia el fondo de mate­
riales que se posean en común con otros anima­
dores.

* Realización
— Con las personas:
• Conocer y aceptar a cada una de las perso­
nas del grupo y hacer que ellas se sientan
también aceptadas por él.
• Interesarse por todo lo que sucede a las per­
sonas de su grupo e intentar ayudar con acti­
vidades o contactos fuera del grupo (visitas
oportunas, encargos, etcétera).
• N o ser posesivo; sino abierto y desprendido
para buscar lo mejor para las personas del
grupo; v. gr.: enviando a otro asesor o direc­
tor espiritual, si fuere necesario.
• Motiva y estimula a todos a la práctica de la
«Evaluación diaria u oración sobre la vida».
— Con el grupo:
• Participa y vive la vida de la Comunidad con
gusto, estando dentro de ella, compartiendo
sus experiencias personales con los demás.
• N o impone sus opiniones.
• Crea ambiente de escucha y confianza entre
todos, haciendo que todos se sientan acogi­
dos y aceptados; un ambiente capaz de ha­
cer crecer a las personas en la maduración
de su fe e integración en la vida ordinaria.

88
D a seguridad al grupo. Sabe lo que hace y
por qué lo hace. N o improvisa, ni las situa-
ciones le cogen de improviso, porque tiene
una idea clara de las metas C V X y sabe po-
ner los medios para lograrlas.
Trata a todos por igual, sin parcialidades.
Regula la marcha de la reunión...
• Dando la palabra a quien la pide.
• Preguntando para promover la participación de to-
dos.
• Evitando discusiones inútiles o discursos teóricos o
moralizantes.
• Centrando los temas: impidiendo las divagaciones.
• Presentando pequeños resúmenes de lo dicho...
• Evitando que haya personas que hablen demasiado
y otras que no participen.
• Regulando la marcha del grupo para que no haya
unos que vayan muy rápidos y otros muy lentos.

Observa lo que ocurre en el grupo: qué rela-


ciones se establecen entre los miembros del
grupo inconscientemente: rechazos, conni-
vencias, identificaciones, etcétera. También
los «roles» que desempeña cada persona en el
desarrollo de la reunión, ayudándole a caer
en la cuenta de ello.
Valora las aportaciones de cada persona en lo
que tienen de positivo para el grupo y hace
que sean valoradas por los demás.
Informa al grupo de lo que necesita para po-
der continuar su andadura: datos ante una de-
cisión, explicación de la situación en que vive
el grupo, etcétera.
Toma iniciativas (sobre todo al comienzo) de
actividades fuera de la reunión: retiros, en-

89
cuentros con otras CVX, celebraciones festi-
vas...
• Aporta elementos de vida cristiana de fuera
del grupo: noticias de otras comunidades, de
la Iglesia universal, problemas surgidos, etcé-
tera.
• Fomenta el crecimiento en el servicio y la mi-
sión a los demás, presentando peticiones de
ayuda o lugares de necesidades urgentes.
• Reflexiona frecuentemente sobre la vida del
grupo: Su estilo, ritmo, profundidad, nivel de
exigencia, necesidades... crecimiento del espí-
ritu de servicio, finura y sensibilidad ante las
necesidades urgentes del grupo, personas del
grupo a quienes se puede ayudar.
• Camina un paso más adelante que el grupo
para abrirle camino.
• Ayuda a que el grupo tome conciencia de su
situación y sea capaz de evaluarse a sí mismo.
• Sugiere al grupo todo lo que considere le pue-
de ayudar, tanto para las reuniones como
para la vida ordinaria o actividad apostólica.
Quizá al leer todas las funciones, rasgos, etcétera,
puede parecer que el animador es un especialista en
muchas cosas, y no es así. Cuanto más capacitado
esté por haber realizado cursos de aprendizaje de las
diversas materias, mejor; pero no se trata de eso, sino
de tener un gran deseo de ayudar a la Comunidad que
se le confia y procurar trasladar su experiencia, refle-
xionada y conferida con otros compañeros, a la mar-
cha del grupo, deseando ser un colaborador atento a
la acción del Espíritu Santo.

90
2. E L ASISTENTE ECLESIÁSTICO
(Consiliario)
En los Principios Generales se menciona al Asis-
tente Eclesiástico en los números 13, 14 y 2 1 :
«La principal responsabilidad del gobierno de un
grupo recae sobre un equipo de dirigentes compuesto
de
— responsables, elegidos por los miembros, y
— consiliario (asistente eclesiástico), nombrado por la
autoridad competente...» (n. 13)
«El Asistente del grupo participa ordinariamente
en la vida del grupo: es sobre todo responsable de la
formación cristiana del grupo y ayuda a que los miem-
bros descubran los caminos de Dios...
...Responsabilidad especial en lo que toca a la doc-
trina y a la pastoral y a la armonía propia de esa Co-
munidad cristiana» (n. 14).
«El Asistente de un grupo es un sacerdote; pero en
casos especiales la autoridad competente puede con-
fiar este cargo a cualquier otra persona cualificada»
(n. 21).
2.1. En primer lugar, reseñar su carácter sacerdotal,
pero no como condición indispensable, ya que en cier-
tos casos podría darse una sustitución por otra perso-
na que reúna las características verdaderamente im-
portantes: a) Doctrina, b) Pastoral y c) Armonía del
grupo, desde una consideración objetiva de éste o
según se expresa también en el n.° 14: «La formación
cristiana y ayuda a que los miembros descubran los
caminos de Dios».
2.2. Su labor en la C V X abarca, según Tobie Zakia,
Presidente de la Comunidad Mundial, tres aspectos
básicos:

91
La persona
la comunidad
la misión.
Pero a la vez son aspectos que de alguna manera
han de afectarle a él. El Asistente no es un espectador,
ni tampoco una persona que va «a hacer apostolado» a
la C V X ; su relación «debe estar basada en una exigen-
cia recíproca, una exigencia fraternal y cariñosa» (T.
Zakia).
— Debe ser una persona que conozca los Ejercicios
Espirituales y que sepa darlos de una manera perso-
nalizada, es decir, que establezca una relación como
pide San Ignacio en las Anotaciones:
• Saber «dar modo y orden para meditar y con-
. templar».
• Seguir y acompañar al que hace los Ejercicios
para ayudarle a encontrar lo que busca.
• Dar ánimo y confianza en todo momento.
• Discernir con el ejercitante lo que ocurre en su
interior.
• Disponer las cosas para que el que se ejercita en-
cuentre lo que Dios quiere de él, sin decantarse a
una parte ni a otra.
• Crear un clima de confianza mutua en el que se
dé una comunicación íntima del que hace los
Ejercicios. Para esto es necesario «Saber escu-
char».
• Valorar la capacidad y ritmo de avance espiri-
tual de los ejercitantes, para adecuar los Ejerci-
cios a sus fuerzas y necesidades, de modo que se
«puedan descansadamente llevar y aprovecharse
con ellas».

92
— Dedicarse a la formación de Animadores seglares.
Ya hemos indicado anteriormente qué es y qué debe
hacer un Animador. Formar un Animador no con-
siste sólo en la realización de un curso breve (tam-
bién tendrá que hacerlo), sino algo más profundo,
como es:
a)Acompañamiento espiritual de la Comunidad
a la que pertenecen los Animadores y direc-
ción espiritual de los mismos: dirección en
Ejercicios Espirituales y fuera de ellos.
b) Seguimiento de la labor de los Animadores de
• otras CVX. Este seguimiento abarca el modo
de preparar la reunión; capacidad de observa-
ción de lo que ocurre en el grupo; sensibilidad
para percibir los cambios que se producen y
las diferentes exigencias de las personas; prác-
ticas del discernimiento y evaluación, etcétera.
c) Organización de cursos de formación, según
las necesidades que se vayan presentando: de
profundización en los Ejercicios, de Sagrada
Escritura, Liturgia, etcétera.
Si las CVX son un movimiento laical, hay que pre-
parar seglares para llevarlo. Esta labor debe ser priori-
taria ante todas las demás. Las razones fundamentales
son:
1.—Es la única manera de poder dar una autono-
mía verdadera a los seglares. De lo contrario,
siempre estarán dependiendo de los sacerdotes.
2.—La espiritualidad de la C V X es ignaciana, ba-
sada en los Ejercicios, y hoy, por el momento,
esta espiritualidad es conocida y practicada en
sus facetas de vida religiosa masculina y feme-
nina; por tanto, son estos últimos quienes tie-
nen que acercar al laico esta espiritualidad.
— Reflexionar con los laicos y dejarse interpelar por
ellos a la hora de encontrar el verdadero camino del

93
laico dentro de la espiritualidad ignaciana. Recono-
cer que su visión de lo ignaciano no es la única y
que el laico, con la ayuda del Espíritu de Jesús, debe
ir encontrando su forma concreta de vivir esta espi-
ritualidad en el mundo.
— Participar con su palabra cualificada en la reunión
del grupo. N o es uno más; su preparación teológica
y pastoral da un valor considerable a sus aportacio-
nes, principalmente para la inteligencia de los textos
de la Escritura y para las aplicaciones a la vida.
Igualmente en la labor de discernimiento de la ora-
ción.
— Relacionar y coordinar la labor apostólica de la
Comunidad dentro de las C V X y de la pastoral de
conjunto de la diócesis. El Asistente debe estar
abierto a todas las iniciativas eclesiales y a las nece-
sidades que se suscitan dentro de la diócesis o re-
gión, para presentarlas a las CVX y que sean ellas
las que disciernan cómo y de qué manera estas in-
formaciones son llamadas del Señor a las que deben
responder.
— Aceptar la exigencia que entra en su vida al caminar
juntamente con las CVX. Tobie Zakia lo resume
así:

«La relación entre Asistente y CVX es recíproca y


transforma la persona del laico, pero también el Asis-
tente debe aceptar el ser transformado por esta rela-
ción. Esto no es fácil, ya que supone un riesgo».

Esto es la consecuencia de una relación de comu-


nicación de persona a persona en la que hay respeto al
otro, sin pretender avasallarlo o convertirlo en un per-
manente infante. Las relaciones personales nos hacen
ver las cosas con mayor amplitud, nos interrogan y

94
nos provocan a dar nuevas soluciones. N o se trata de
arrastrar a nadie: ni al Asistente a una espiritualidad
seglar, ni al seglar a la vida religiosa.
«Así como no todos los laicos están llamados a
pertenecer a una CVX, tampoco todos los jesuítas. Los
laicos deben sentirse llamados por una VOCACIÓN, y
así podrán realizar una auténtica integración. De igual
manera, los asistentes tienen que aceptar que la expe-
riencia de estar cercanos a una espiritualidad ignaciana
laical es un enriquecimiento para una integración más
profunda de la espiritualidad ignaciana en la propia ex-
periencia del religioso».
«La acción del Asistente eclesiástico debe llegar al
mundo, pero muchas veces no lo puede hacer de forma
inmediata; por eso debe hacer que su testimonio de la
presencia del Espíritu en el mundo llegue a través de
otras personas distintas de él».
«El asistente eclesiástico tiene un lugar privilegiado
en las CVX, porque es el testimonio de una Comuni-
dad local y mundial (en el caso de los jesuítas, la Com-
pañía de Jesús) y a la vez es un enviado de ella. Por
tanto, no es indiferente a las CVX la vida comunitaria
del asistente, pues quieren aprender de él, de su expe-
riencia, lo que constituye la vida de Comunidad».
La vivencia de una C V X para el Asistente no es,
pues, un ejercicio académico ni consiste en ser «como
campana que suena»; el Asistente es un testigo privile-
giado ante una CVX. El posee su Comunidad prime-
ra, en la que debe vivir todo lo que constituye lo esen-
cial de la experiencia comunitaria, y por su convicción
vital tiene fuerza para todos los que participan de su
vida. Por eso la vida de la CVX puede interpelar a los
Asistentes para que examinen cómo es su vida comu-
nitaria y cómo la testimonian ante los demás.
La Compañía de Jesús tiene un compromiso con
las CVX de animar y promover; y ahora el P. Gene-
ral, P. H. Kolvenbach, ha sido nombrado Asistente

95
Eclesiástico de la CVX Mundial, para sellar de una
manera más clara este compromiso. Por eso los Asis-
tentes eclesiásticos deben estar en las C V X como re-
presentantes y estableciendo la relación con la Com-
pañía de Jesús y con la Jerarquía.
El Asistente debe ser el impulsor del sentido de mi-
sión de las Comunidades. Este sentido de misión es
como un «test» o medida de la autenticidad ignaciana
de la espiritualidad recibida.
Si un grupo tiene un gran impulso comunitario
(oración, apertura a los demás, participación en sus
experiencias, etcétera), pero no crece en su sentido de
misión, habrá que dudar de la autenticidad ignaciana
de su inspiración. Será un grupo «piadoso», hará cosas
buenas..., pero no será auténticamente CVX, porque
le falta el impulso y sentido misionero. La Comunidad
es para la misión: la integración de vida y Evangelio,
oración y vida, debe traducirse en una visión totalizan-
te y unifícadora de la vida, de forma que no exista rup-
tura: la misión debe impregnar todos los actos y mo-
mentos del día, tanto en lo profesional, familiar, políti-
co, económico, etcétera, como cuando se realiza un
servicio asistencial o se ora y comparte en la Comuni-
dad.
El Asistente debe ser también en esto interpelado
por la Comunidad y aceptar este reto que le lanza su
propio grupo, ya que él, por su entrega (ordenación o
votos religiosos...), es un hombre para la misión.
Por último, el Asistente eclesiástico debe sentirse
contento y a gusto por compartir con los laicos la vi-
vencia de una misma espiritualidad.
La pertenencia a una CVX es un compromiso
prioritario, no un trabajo más, realizado como se po-
dría realizar cualquier otra cosa. Solamente cuando la

96
disposición interna del Asistente es de sintonía total y
de dedicación seria, la C V X sentirá su acción no
como algo lejano y exterior, sino como esa «exigencia
fraterna y amorosa» de la que hablaba Tobie Zakia.
Esto será lo que impulse las energías y despierte el de­
seo de ser más útil a los que desean servir. Su falta no
podrá ser compensada con nada, aunque su persona
posea una gran preparación técnica.

97
6
Historia de las CVX
¿POR QUE UN CAPITULO DEDICADO
A LA H I S T O R I A D E LAS C V X ?
Muchas personas adultas, y especialmente matri-
monios, preguntan a los jesuítas de hoy por la existen-
cia de las Congregaciones Marianas a las que ellos
pertenecieron y a las que, según su propia confesión,
deben la solidez de su vida cristiana. Por eso no com-
prenden la desaparición de ellas y, sin embargo, en-
tienden y desean que aquello que para ellos fue bueno
lo siga siendo para sus hijos. En otras ocasiones se nos
culpa de no mantener algo que fue una excelente can-
tera de vocaciones para la Compañía de Jesús, así
como para los Seminarios Diocesanos y para otras
Ordenes y Congregaciones Religiosas.
Más aún, lo sucedido con las Congregaciones Ma-
rianas en España en los últimos años de su existencia
es un capítulo de esta historia que muy pocos tienen
documentación completa y necesaria para poderlo re-
señar. Hoy por hoy, es preferible asomarnos al futuro

99
de este movimiento, que en nuestras tierras va surgien-
do con fuerza como fruto del Espíritu, y encontrar la
línea auténtica que brota de la contemplación de una
historia más amplia, menos traumática y más eclesial.
Ella nos impulsará a profundizar en nuestras señas de
identidad y a sentirnos deudores de tantos como nos
han precedido; y a la vez honrados y responsables de
continuar lo que ellos iniciaron.

1. LOS C O M I E N Z O S
1.1. Grupos de laicos con los primeros
jesuítas (1540-1563)
Los compañeros de Ignacio, después de haber de-
cidido formar la Compañía de Jesús, se reparten por
Italia para ir a predicar, enseñar y dar los Ejercicios
Espirituales. Forman una Comunidad, un grupo de
«amigos en el Señor», pero no se encierran en un con-
vento: se dispersan, enviados por el Papa en misión,
pero con una gran libertad para poder trabajar en
cada sitio en los ministerios que allí vieran de mayor
urgencia y necesidad. Libres también por su pobreza
total y por su disponibilidad absoluta para ser trasla-
dados de un sitio para otro. Estos hombres viven el es-
píritu de los Ejercicios de Ignacio y están convencidos
de que lo que para ellos ha sido una gracia de Dios
también lo es para los demás. Por eso en todas las ciu-
dades se dedicarán a los ministerios sacerdotales de
predicar, enseñar y oír confesiones; y cuando encuen-
tran unas personas capaces, les dan los Ejercicios Es-
pirituales.
De esta forma van creando a su alrededor grupos
de personas que viven su misma espiritualidad y sus
mismas ilusiones apostólicas y, al fin, desean perpe-

100
tuar aquello que el Señor ha comenzado en ellos, esta-
bleciendo unos lazos más estrechos y duraderos. Así
aparecen las primeras Congregaciones o fraternida-
des, como fruto del mismo proceso que vivieron los
primeros jesuítas.
Vamos a reseñar el nacimiento de alguno de estos
grupos tal como los autores lo contaron en sus cartas
a otros jesuítas de su tiempo.
* El año 1538 llegaron a Parma el P. Pedro Fa-
bro y el P. Diego Laínez. Comenzaron sus predicacio-
nes y enseñanzas en dos iglesias, la Iglesia Mayor y la
de San Gervasio, a las que acudían personas de muy
diversa índole. Fueron dando los Ejercicios Espiritua-
les a sacerdotes, maestros de escuela y todo tipo de
personas; al poco tiempo los sacerdotes daban los
Ejercicios a sus feligreses, y fueron tantos los «ejerci-
tantes y ejercitantas» que algunos maestros de escuela
se los daban a sus discípulos y «algunas mujeres to-
maban por oficio ir de casa en casa enseñando a don-
zellas y otras mujeres, las cuales no pueden ir con li-
bertad fuera».
El año 1540 son llamados a R o m a para venir a
España los dos, y quieren que lo empezado tenga con-
tinuidad; para ello cuentan con el apoyo de algunos
sacerdotes y, sobre todo, con un grupo de cinco hom-
bres que van a iniciar lo que se llamará « C O M P A Ñ Í A
D E L N O M B R E D E JESÚS».
N o se sabe con certeza si fue una fundación del P.
Fabro o tomó pie de una asociación ya existente, pues
desde 1500 existía en Parma una Congregación de la
Caridad; lo que sí es cierto es que tanto ésta (cuyo fin
era erradicar la pobreza en la ciudad de Parma) como
la Congregación de la Doctrina (las dos estaban inte-
gradas o formaban como dos secciones dentro de la

101
primera) eran llevadas por hombres y mujeres cuya
«vocación» nació de los Ejercicios Espirituales. Así lo
afirma el mismo Fabro en unas R E C O M E N D A C I O -
N E S que les dejó escritas el año 1540, antes de mar-
char de la ciudad, por deseo y petición de muchas per-
sonas «ya que, como me voy, no quedarían contentas
de mí si yo no les dejare algún recuerdo, no de mi per-
sona, sino del orden que han de observar en la vida de
Dios, cuando no tuviesen ningún preceptor».
Estas advertencias son un conjunto de disposicio-
nes para «perseverar en la verdadera vida cristiana y
espiritual». El P. Fabro cita el saber de los filósofos
que dicen que la mejor manera de conservar una cosa
es mantener lo que le dio el nacimiento y el ser; serán,
por tanto, los Ejercicios Espirituales: la Eucaristía y
los otros ejercicios como la oración y meditación, el
examen de conciencia, la confesión y las obras de mi-
sericordia. Después se detiene en una explicación deta-
llada de cómo se han de hacer estos Ejercicios, y resu-
me: «Amor de Dios y del prójimo».
De esta Compañía del Nombre de Jesús salieron
hombres para la naciente Compañía de Jesús, como el
primer mártir jesuita, el P. Antonio Criminal; también
los PP. Jerónimo Domenech, Pablo Achule, etcétera
(Monumenta Fabri, Epist. 18 y 19, páginas 35-43).
* El P. Pascasio Broet, también compañero de
San Ignacio en la fundación de la Compañía de Jesús,
en una carta al P. Francisco Xavier escrita desde
Faentia el día 1 de marzo de 1545, cuenta la experien-
cia de sus primeros días de apostolado allí:

«Al principio de mi llegada a Faentia habia muchos


pobres, enfermos miserables a los que visitar por toda
la ciudad y a los que visito cada semana; pero viendo
que no estaba preparado ni espiritual ni corporalmente,

102
con la licencia del Vicario HABLE CON MUCHOS
HOMBRES DE BIEN y hemos constituido una
COMPAÑÍA, que se llama COMPAÑÍA DE LA CA-
RIDAD, a la que he dado por escrito, en capítulos, el
MODO DE VIVIR en tal Compañía. Su trabajo es vi-
sitar todos los pobres enfermos miserables que hay por
la ciudad y ayudarles tanto espiritualmente (exhortán-
doles a la confesión y comunión) como corporalmente
(proveyéndoles de todas las cosas necesarias para su
vida durante la enfermedad y especialmente de médico
y medicinas)» (Monumento Broé't, Epist. 5, páginas 34
y 35).

Lo mismo dejó establecido el P. Maestro Juan, un


portugués que trabajó en Bolonia, antes de ir a Vene-
cia en 1550. Allí dejó otro grupo de personas que se
«comprometieron a visitar a los enfermos y pobres to-
das las semanas».
* Una de las personas que llegó a tener una inti-
midad muy grande con San Ignacio fue el P. Jerónimo
Nadal. Un mallorquín de excelentes cualidades en
quien Ignacio confió totalmente y a quien probó tan
llamativamente que el P. Luis González, en su Memo-
rial, página 48, n.° 102, llega a decir:

«N. Padre suele muchas veces llevar los subditos


por esta vía, es a saber loándoles lo que tienen de bue-
no... y es una cosa estraña (sic) la circunspección que
tiene en tratar a cualquiera persona que sea, sy (sic) no
es un NADAL y a un POLANCO; que a éstos trata
sin ningún respecto, antes «duriter» y con rigurosos
capellos (= reprensiones públicas)». (Fontes narr. I,
página 587).

Su identidad con San Ignacio fue tan grande que


sus contemporáneos decían que estaba hecho «según
el corazón de Ignacio». Fue enviado a Sicilia para ini-
ciar y dirigir el Colegio de Mesina. Desde aquí le escri-

103
be a Ignacio en agosto de 1549 para darle cuenta de
sus trabajos apostólicos:
«Entre las personas devotas, se han juntado hasta
60, queriendo hacer una Compañía para ayuda de los
pobres envergonzantes y encarcelados; y nos piden al-
guna manera de bien regirse de sí mesmos y en la dicha
obra pía y veyse que van creciendo y confirmándose a
gloria del Señor y a edificación pública, las mugeres
también tratan de imitallos en otra semejante congre-
gación».
N o poseemos hoy las reglas que Nadal pudo dar a
estas congregaciones, pero todos los indicios hacen su-
poner que las denominaciones de estas congregaciones
llevaban referencias marianas, como pudiera ser la de
la Asunción, fecha en la que se acercaron a Nadal los
primeros 60 miembros de ella (Monumento Natalis I,
Epist. 16, página 68).
* En este sentido, el mismo Ignacio desde 1547
formaba en R o m a una asociación que radicaba en la
Iglesia de los Doce Apóstoles y se llamó «Compañía
del Santísimo Sacramento».
* Características de estos grupos fueron:
a) Se establecen por laicos y para laicos.
b) Nacen como fruto inmediato de una intensifi-
cación de la vida cristiana, motivada por la
realización de los Ejercicios Espirituales de
San Ignacio. Es como un medio para mante-
ner fresco lo realizado.
c) Son eminentemente apostólicas: acudiendo a
remediar los asuntos más graves de su entor-
no (la pobreza, la enfermedad, el desamparo
legal, la soledad, la ignorancia, etcétera).
d) Los jesuítas no se sienten retenidos; al cabo
de cierto tiempo salen de las ciudades para
otros lugares a donde los envía la obediencia.

104
1.2. Los grupos del Colegio Romano: Leunis
Desde el principio, estas asociaciones, que los je-
suítas establecen para hombres adultos, se especiali-
zan de forma que reúnen en su seno a los «de condicio-
nes semejantes»; asi aparecen congregaciones de arte-
sanos en Florencia, sacerdotes en Perugia, notarios en
Palermo... para atender a los encarcelados... En todos
estos grupos hay rasgos comunes: insistencia en los
Ejercicios Espirituales que incrementan la vida interior
y, a la vez, una preocupación por las obras de caridad.
También es muy frecuente la devoción a María, cuyas
advocaciones se toman como nombre de las institucio-
nes.
Esta forma de proceder.se extiende también a los
Colegios que se van fundando, v. gr.: Florencia (1559)
tiene dos Congregaciones: una para mayores y otra
para los pequeños.
Por estos años, 1556, entra en la Compañía en
Roma, recibido por San Ignacio, un joven belga, el P. -
Juan Leunis, que en el año 1563 funda en el Colegio
Romano una Congregación para los escolares del cen-
tro en el que era profesor de Gramática, bajo la advo-
cación de la Anunciación, por la devoción que tenían
al gran cuadro que existía en la capilla y en el que se
representaba la Anunciación a María como parte de la
meditación de la Encarnación de los Ejercicios Espiri-
tuales.
Leunis acaba de fundar lo que más tarde iba a ser
la Prima Primaria, la Congregación primera, a la que
se debían agregar todas las Congregaciones fundadas
por los jesuítas. Por esto se le consideraba a Leunis
como el fundador de las Congregaciones Marianas.
Dice el P. Villaret en su Historia de las Congregacio-
nes Marianas: «Las Congregaciones para hombres

105
que, a partir del fin del siglo XVI, se van a multiplicar
por todas partes, no son la adaptación a un medio más
amplio de una estructura colegial, SINO Q U E E N
R E A L I D A D ES LO C O N T R A R I O : que el P. Leunis,
en 1563, adaptó a sus escolares un medio que ya tenía
hechas muchas pruebas fuera de las aulas».
* Leunis fue original en estos aspectos (L. Pau-
lussen, S. J., Dios trabaja así, pp. 16 s.):
a) En la formulación del fin de las Congregacio­
nes:
N o se trata de dos fines diversos yuxtapues­
tos, sino de un fin único: la integración de la
vida cristiana en todos los aspectos de la vida.
Como dice el texto de 1582:
«La intención principal de cada uno tendrá que ser
la unidad íntima de la vida científica y la cristiana».

b) La responsabilidad de los laicos:


Los que pertenecían a los grupos de Leunis
elegían a los líderes de los grupos, los jesuítas
que los asistían, e incluso al Cardenal protec­
tor.
Esta idea se refleja en el nombre que se la apli­
ca al jesuíta que está con estos grupos: «pa­
dre», «praefecto», «superior» o incluso «il ca­
po» (jefe), pero nunca nada parecido a «Direc­
tor».
c) Fuerte sentido de la vida comunitaria:
La palabra C O N G R E G A T I O es elegida por
ser la palabra-clave del texto de Mt 18,20:
«Ubi dúo vel tres congregati sunt...» «Donde
están dos o tres reunidos en mi nombre...» Por
eso aparece este rasgo desde el mismo preám­
bulo de sus reglas: «De común acuerdo entre

106
nosotros, hemos decidido redactar algunas re-
glas que nos puedan ayudar a integrar nues-
tros estudios con la vida espiritual, para poder
vivir plenamente en unión con Dios y en paz
entre nosotros; de esta manera daremos testi-
monio a los demás y nos dispondremos mejor
para recibir de su Divina Bondad luz, gracia y
dones».

1.3.3. Fechas fundacionales


1574: Se redactan las Reglas de las Congregacio-
nes Marianas del Colegio Romano. Son las más anti-
guas que se conocen.
1575: Las Reglas de las Congregaciones del Cole-
gio de Clermont, semejantes a las del Colegio Romano.
(Biblioteca Nacional Francesa de París).
1584: Establecimiento canónico de la Congrega-
ción del Colegio Romano, como «Madre y Cabeza» de
todos los grupos semejantes, por el Papa Gregorio
XIII.
1587: Reglas Comunes a todas las Congregaciones
Marianas, preparadas por el P. Ácquaviva. Han servi-
do de base a la elaboración de los Principios Generales
de las CVX por su espíritu sorprendentemente tan cer-
cano a la concepción del C. Vaticano II sobre el apos-
tolado de los seglares.

1.4. Expansión y significado


de las C.M. (1584-1773)
— Las Congregaciones Marianas se convierten en
una de las principales formas de trabajo de los jesuítas
en sus Colegios para fomentar con ellas la integración
de vida interior profunda y una generosa acción
apostólica.
— Sin embargo, «la acción santiñcadora de las
C. M. fue, desde el principio y por esencia, mucho más

107
vasta, tan vasta que hasta parece difícil exagerar su
importancia en el conjunto de la obra espiritual de la
Compañía» (P. de Guibert, S. J., La Espiritualidad de
la Compañía de Jesús, Sal Terrae 1955, página 211).
— Aparece la E S P E C I A L I Z A C I O N de una forma
clara, como se ve desde sus orígenes, como medio de
cristianización de un ambiente. De aquí surgirán unas
colecciones de libros dedicados a la santificación de
los diversos estados.
— Fueron la ocasión para el desarrollo notable de
una literatura espiritual de los jesuítas. A veces no
eran sólo manuales de piedad, sino obras muy exten-
sas.
— Fruto de las C. M. son innumerables vocaciones
y santos como San Juan Berchmans, San Francisco
de Sales, San Juan Eudes, San Alfonso María de Ligo-
rio, San Juan Bautista de la Salle, etcétera.
— Las obras apostólicas de caridad y beneficencia
social fueron unidas a las C. M. inseparablemente, con
toda la gama de aspectos y situaciones en las que se
pudieron encontrar.
— En este tiempo se llegaron a contar 2.500 gru-
pos agregados a la Prima Primaria.

2. D I S M I N U C I Ó N D E L ESPÍRITU
A U T E N T I C O (1773-1922)
Las C. M. habían nacido y crecido como un movi-
miento surgido del espíritu de los Ejercicios Espiritua-
les y, por tanto, ligado de una manera especial a, la
Compañía de Jesús. Esta relación era existencial, no
jurídica. Por eso la suerte que va a correr la Compañía
en este período no afecta jurídicamente a las C. M.,
sino existencialmente. Permanecerán la corteza y los

108
vasos de un tronco al que se le negará la savia interna
que lo vivifica.
Sin embargo, no sería justo pensar que en todo el
período anterior las cosas estuvieron como en los pri-
meros años después de la fundación de la Compañía.
De 1615 a 1686 la Compañía de Jesús tuvo un pe-
ríodo de su historia muy conflictivo, pues su vida está
asociada de un modo creciente con el empuje intelec-
tual de la época; aparecen movimientos como el carte-
sianismo, el jansenismo y el newtonianismo, que son
un reto a todos los profesores y estudiosos jesuítas.
El mundo en el que había nacido la Compañía es-
taba cediendo ante un nuevo orden. En este período se
mantiene un espíritu creativo, pero van apareciendo
señales de la tormenta que amenaza.
El periodo que abarca los setenta años siguientes
(1687-1757) es una consecuencia de todos los proble-
mas que se habían ido iniciando en tiempos del P. Ac-
quaviva: las relaciones con los Estados, el rápido
avance científico... Por otra parte, se hace más fuerte
la presión del jansenismo y, sobre todo, «la más demo-
ledora, con mucho, fue la de la Ilustración... creció
formando una ingente e impetuosa inundación de
aguas hasta arrasar el antiguo orden. Entre las vícti-
mas más notables estuvo la Compañía» (W. V. Ban-
gert, S. J. Historia de la Compañía de Jesús, Sal Te-
rrae 1981, págs. 335 s.). «Los jesuítas habían perdido
la iniciativa, que fue el distintivo de su historia ante-
rior, y en muchos frentes lucharon a la defensiva. Era
urgente la necesidad de profundos y perspicaces pen-
sadores que pudieran discernir, detrás de la hostilidad
de los 'philosophos', una búsqueda de los valores posi-
tivos de libertad y tolerancia y el impulso hacia un
ideal de justicia, verdad y dignidad humanas, ideal que

109
con el tiempo contribuiría a la reforma de la Iglesia.
Sin embargo, no apareció ningún teólogo de la estatu-
ra de Bellarmino, Suárez, Vázquez o Petan; al contra-
rio, llegó la época de los epígonos o imitadores de es-
cuelas y estilos anteriores» (Ibid., I, pág. 438).

2.1. La supresión de la
Compañía de Jesús
21-JULIO de 1773. Clemente XIV firma la Bula
por la que la Compañía de Jesús quedaba extinguida.
A partir de ese momento sus Obras Apostólicas, sus
casas..., etcétera, pasaron a otras manos. Los jesuítas
dejan de serlo; los sacerdotes serán diocesanos; los
no-sacerdotes, laicos. De los 22.500 jesuítas, 20.000
dejaron de serlo. Solamente los jesuítas de la Rusia
Blanca permanecerán siendo tales, debido a la negati-
va de Catalina II a dar publicidad oficial al Decreto
del Papa, condición necesaria para poder hacerlo efec-
tivo.
14-NOVIEMBRE de 1773. El Papa autoriza la
existencia de las Congregaciones Marianas sin la asis-
tencia de los jesuítas. «De ser un trabajo jesuíta privi-
legiado, las C. M. pasaron de repente a ser uno de los
trabajos normales de la Iglesia Universal... todos los
obispos podían establecer las C. M. en cualquier parte
del mundo» (L, Paulussen, op. cit., pág. 25).

2.2. Situación en este periodo


Con los datos que anteceden, no es difícil concluir
que las C. M. se vieron-azotadas por las mismas difi-
cultades que azotaron a la Compañía. Por una parte,
los problemas que se presentaron en la sociedad que
les había tocado vivir les afectaban más directamente

110
que a nadie. Su fin era integrar vida cristiana y vida
ordinaria, fe y cultura. Este dilema fue precisamente el
motivo de todas las grandes convulsiones que estaban
amenazando al mundo del momento.
«Fue un estadio más en el difícil movimiento de de-
jar atrás el mundo medieval y dirigirse hacia una era
nueva y diversa. Algunos de los maestros espirituales
de la Ilustración, atentos a la estrella-guia de la digni-
dad humana y de la libertad, y críticos para con el re-
traso eclesiástico, fueron los protagonistas en el avan-
ce con el que la sociedad civil, en su búsqueda de ma-
durez, estaba echando fuera las formas de la Edad
Media y se dirigía hacia una clarificación de sus pro-
pios valores internos. Al César daban las cosas del
César. Pero comprometieron este excelente objetivo,
ya que a Dios le negaron las cosas de Dios» (Bangert,
op. cit., pág. 442).
En segundo lugar, hay que valorar la fuerza y pre-
sencia de los jesuítas en las C. M. Ellos fueron sus ini-
ciadores y sus más decididos impulsores. N o cuesta
mucho creer que las C. M. participaran de la misma
suerte que la Compañía y fueran incapaces de encon-
trar el verdadero camino que a ellos, como seglares,
les correspondía en la sociedad en la que les habia to-
cado un papel tan decisivo.
Por tanto, al anjuiciar el momento de las C. M. no
se puede tener sólo presente la situación de indefensión
en que quedaron al ser suprimida la Compañía y tener
que valerse de otros medios que no fueran los propios
de su institución. Es preciso añadir que ya los últimos
años de su existencia durante este período fueron caó-
ticos, por la dificultad de ver y discernir la salida a los
problemas nuevos, por la falta de directores que les
ayudaran a hacer ese discernimiento, por la confusión

111
y ambigüedad que dominaba a la mayoría de los jesuí-
tas y por su actitud defensiva, que éstos asumieron sin
la creatividad y el empuje de épocas pasadas.
Las C. M. lograron algunos resultados, pero de
forma esporádica; la mayoría de ellas pasaron a ser
unas asociaciones piadosas que hicieron mucho bien a
las personas que en ellas vivieron, pero perdieron lo
que era más característico de ellas.

3. R E A C C I Ó N D E LOS JESUÍTAS
(1922-1948)
La restauración de la Compañía de Jesús en 1814
por Pío VII fue el fruto de una intensa reacción que se
produjo por todas partes debido al rapidísimo cambio
de la situación política. Pasado el influjo de las Cortes
borbónicas, amenazadas de muerte tan virulentamente
o más que lo fuera la Compañía, y ante las consecuen-
cias que se dejaron sentir por todas partes por la au-
sencia de los jesuítas, se puso de manifiesto lo que, a
pesar de las dificultades anteriores, había influido el
espíritu ignaciano en la construcción de Europa en los
doscientos años de su existencia, a través de sus aso-
ciaciones, Colegios, obras apostólicas, etcétera.
Respecto a la fuerza intrínseca del ideal de la
Compañía, los años de la supresión y la restauración
arrojaron una luz reveladora. Aquellos años demos-
traron con qué profundidad este ideal había sido parte
de la historia de Europa —y del mundo—, ya que so-
brevivió y encontró expresión, con diversos grados de
fidelidad al original, en numerosas instituciones. Se-
guía siendo una fuerza» (Bangert, pág. 521).
Sin embargo el siglo X I X no fue nada fácil para
los jesuítas; por eso las C. M. siguieron su trayectoria

112
creciente por todas partes: unas nacidas de nuevo e
impulsadas por jesuítas, otras en parroquias o Centros
docentes dirigidos por otros religiosos.

3.1. El Secretariado Central


(Roma): 1922
El P. Ledochowski, General de los Jesuítas, reunió
en Roma a todos los que trabajaban en C. M. A su lla­
mada acudieron 40 jesuítas de 19 países. Su principal
objetivo: construir un Secretariado Internacional que
promoviera la existencia de C. M., que les diera inspi­
ración y que sirviera para la creación de Federaciones
Nacionales, como fruto del impulso universal de todo
grupo cristiano a compartir su existencia con los que
están cerca de él.
Se encarga del Secretariado el P. Emile Villaret,
autor de la historia de las C. M.: Les Congregations
mariales I, París 1947.
Una de las primeras necesidades a cubrir fue el
contar con un documento pontificio sobre las C. M.
que devolviera el carácter auténtico a las Congrega­
ciones.

3.2. La Constitución «Bis Saeculari»: 1948


En 1948 existían en el mundo unos 80.000 grupos
o centros agregados a la Prima Primaria; lo cual quie­
re decir que el número de personas habría que multi­
plicarlo quizá por 50 o más. De este número, una gran
mayoría eran mujeres y sólo el 5 % de estos grupos es­
taban constituidos alrededor de las obras apostólicas
de los jesuitas; el resto estaba bajo la jurisdicción de
los obispos, a través de parroquias ciudadanas o rura­
les. Por tanto, los problemas que le acuciaban al nue-

113
vo Secretariado se derivaban tanto del cariz de los lí-
deres espirituales como de los laicos:
• ¿Carisma ignaciano conocido y vivido?
• ¿Capacidad de transmisión?
• ¿Sentido de la misión?
• ¿Responsabilidad laical?
• Y sobre todo: la jurisdicción ¿cómo y de quién
dependían?
El año 1939 es elevado al Pontificado Pío XII, que
conocía la estructura y forma de ser de las C. M. y era
amigo personal del P. Vülaret. Durante su Pontificado
hablará repetidas veces de las C. M.; pero, sobre todo,
será la Constitución Apostólica «Bis Saeculari» la que
defina la identidad auténtica de las C. M. y signifique
un llamamiento a una reforma en profundidad, con
una nueva concepción del apostolado laical. H a y que
tener en cuenta que Pío X I había dado forma oficial a
la Acción Católica, y se pensaba que todo apostolado
laical debía estar de alguna forma centralizado por el
movimiento oficial de la Iglesia.
Pío XII afirmaba en su documento que las C. M.
eran «una forma especial y sobresaliente de Acción
Católica», con lo que abría el camino a una evolución
nueva y pluriforme del apostolado de los seglares. A la
vez se vuelve a insistir en la prioridad absoluta de los
Ejercicios Espirituales como fuente de vida para las
C. M., y se les invita a una continua renovación.

4. DE CONGREGACIONES MARIANAS A
C O M U N I D A D E S D E VIDA C R I S T I A N A
1950: El P. Janssens, nuevo General de la Compa-
ñía, reunió en Roma, por medio del Secretariado Cen-
tral, a 71 jesuítas que representaban a 40 naciones. Su
objetivo era responder a la pregunta:

114
«¿Qué debemos hacer para responder a la Consti-
tución Apostólica 'Bis Saeculari'?»

La dificultad más fuerte con que se encontraron


era la fidelidad a las Reglas de las C. M., publicadas
en 1910.
Por otra parte, surgen nuevos interrogantes:
«¿Es posible un movimiento de laicos sin laicos?
¿Pueden los jesuítas, solos, representar un movi-
miento de laicos?
¿Qué piensan los laicos de la «Bis Saeculari»?
¿Cómo sienten ellos que les afecta?
1951: —Nombrado Secretario de las C. M. el P. -
Louis Paulussen.
— Congreso Mundial del Apostolado de los laicos:
Las C. M. no asisten, porque no tienen ningún
órgano que les represente a nivel mundial. Esto hace
sentir la urgencia de promover una Federación Mun-
dial que reúna y canalice toda las actividades de las
Delegaciones Nacionales.
La idea tenia que madurar aún, hasta Barcelona.
1952: Congreso Eucaristico de Barcelona:
Reunión de delegados de diversos países en la
Congregación del P. Vergés, con una mayoría de uni-
versitarios de esta Congregación. Su conclusión:
• Preparación de unos Estatutos de Federación
tan pronto como fuera posible.
1953: Presentación a Pío XII del Proyecto de Es-
tatutos de la Federación Mundial.
Aprobación el día 2 de julio.
1954: Primera Asamblea Mundial: Roma.
Primera reunión del Consejo General.
En la Universidad Gregoriana, sucesora del Cole-
gio Romano, se elige el Consejo Ejecutivo por los De-
legados.

115
. Independencia y autonomía respecto del Secreta­
riado S. J.
1959: Newark: Segunda Reunión del Consejo Ge­
neral.
Proyectos de renovación seria y rápida.
Trabajo en 70 grupos de 5 lenguas diferentes.
Encargo al Secretariado de Roma: Nuevas Reglas
Comunes.

— Las vigentes eran de 1910.


— Jurídicamente, sólo podía hacerlo el P. General S. J.
— El P. Janssens reconoce la autonomía de la Federa­
ción Mundial.
— El primer borrador es enviado a todas las Federa­
ciones.
— Se inicia un período de consultas e intercambios de
experiencias, sugerencias, etcétera.

1964: Bombay: Asamblea General.


• Finalizados los Principios Generales.
• Convocado el Concilio Vaticano II: Período de
espera antes de presentarlos a la aprobación
del Papa.
• Mejoras en la redacción y división en Preám­
bulo y tres partes.
1967: Roma: III Congreso Mundial del Apostola­
do de los laicos.
• Ultima redacción de los Principios Generales,
hecha por un delegado de cada nación con el
Consejo Ejecutivo.
• Presentación y discusión de enmiendas en la
Asamblea General: 140 delegados de 38 nacio­
nes:
Principios Generales nuevos.
Nuevos Estatutos.

116
Nuevo nombre para el movimiento: C V X (CLC
en inglés).
Nuevas normas jurídicas y autonomía de la Fede­
ración Mundial.
1969: 25 de marzo: Fiesta de la Anunciación y
Encarnación.
Aprobación «ad experimentum» por Pablo VI.
1971: 31 de marzo: Aprobación definitiva.
El P. Louis Paulussen, S. J., al redactar la obra
que hemos seguido para la redacción de este capítulo,
la titula: DIOS T R A B A J A ASI. El ha hecho su traba­
jo y lo sigue haciendo de la misma manera: llamando
a hombres y mujeres para que sean colaboradores su­
yos: sus manos, sus oídos, sus ojos, su corazón en este
mundo; para que alarguen la fuerza salvífica de la En­
carnación a través del tiempo. Esperamos que las
C V X sean fieles «al considerar cómo Dios trabaja en­
teramente y labora por mí en todas las cosas criadas,
para que, reconociendo tanto bien recibido, puedan en
todo amar y servir a su Divina Majestad» [EE. 233].

117
Colección ST Breve
1.—Leonardo Boff
ENCARNACIÓN:
La humanidad y la jovialidad de nuestro Dios.
96 págs.
2.—James Borst
MÉTODO DE
ORACIÓN CONTEMPLATIVA
96 págs.
3.—Hugo-M. Enomiya-Lassalle
LA MEDITACIÓN, CAMINO
PARA LA EXPERIENCIA DE DIOS
104 págs.
4.—Pier Giordano Cabra
AMARAS CON TODO TU CORAZÓN
(Celibato)
96 págs.
5.—Pier Giordano Cabra
AMARAS CON TODAS TUS FUERZAS
(Pobreza)
120 págs.
6.-CON INFINITA TERNURA
La oración y la vida de una leprosa
88 págs.
7.—Alessandro Manenti
VIVIR EN COMUNIDAD
Aspectos psicológicos
123 págs.

119
8.—John Carroll Futrell, s. j .
EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL
104 págs.
9.—Jean Gouvernaire, s. j .
LA PRACTICA DEL DISCERNIMIENTO
BAJO LA GUIA DE S. PABLO
88 págs.
10.—Yves Raguin
ORAR LA PROPIA VIDA
104 págs.
ll.-Donald P. Gray
JESÚS, CAMINO DE LIBERTAD
100 págs.
12.—Jean Gouvernaire, s. j .
GUIADOS POR EL ESPÍRITU
A LA HORA DE DISCERNIR
136 págs.
13.—Claude Flipo
ETAPAS PARA EL SEGUIMIENTO
DE JESÚS
120 págs.
14.—Pier Giordano Cabra
AMARAS CON TODA TU ALMA
(Obediencia)
120 págs.
15.—J. I. González Faus / J. Vives
CREER, SOLO SE PUEDE EN DIOS.
EN DIOS SOLO SE PUEDE CREER
84 págs.
16.—Joseph Thomas
LLAMADOS A LA LIBERTAD
88 págs.
17.—Ceferino García, s. j .
COMUNIDADES DE VIDA
CRISTIANA (CVX)
120 págs.

120
S|T| breve Ar
^ x.
— — — ee. ee.
Responder a los que preguntan: "¿qué son las CVX?"
resulta difícil, porque la respuesta puede resumirse
tanto que no deje satisfecho; o bien, si se pretende
dar una contestación adecuada, se termina citando
una serie de documentos ("Principios Generales",
"Survey", etc.) que la persona a quien nos dirigimos
no conoce o no tiene a mano. Todos sabemos la difi-
cultad que entraña pretender enterarse de algo que
se encuentra disperso en varios libros y la inseguri-
dad en que nos deja semejante empresa: "¿habré en-
contrado lo substancial?".

Para tratar de responder de un modo sencillo a la


pregunta inicial y evitar el tener que consultar varios
documentos, presentamos este libro y, a la vez, ofre-
cemos algunos trabajos concretos que han nacido en
el caminar de unas CVX. Pensamos que pueden ilus-
trar algunos puntos o servir de orientación a los que
comienzan. Al autor ya le ha dado su fruto, y quizá no
el menor: haber llegado a poder concretar lo vivido
de forma que hoy se pueda ver reflejada su experien-
cia.

Estas páginas pueden servir, pues, para informar a


quienes no conocen las CVX (Comunidades de Vida
Cristiana), pero también pueden servir, a quienes ini-
cian su andadura como tal Comunidad, de instru-
mento clarificador o de sugerencia para encontrar la
propia identidad.

EDITORIAL SALTERRAE

Potrebbero piacerti anche