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Feliciano Collazo
Publicado en: Revista Cruce “Tiempos de crisis, momento de cruce” 22 de julio de 2019, pp.
40-45
Vivir Juntos en el corazón del desierto, con la misma resolución de no reconciliarse con él, esa
es la prueba, esa es la luz.
Tiqqun, Teoría del Bloom.
paradisíaca. Esta noción que se ha popularizado por los medios publicitarios del capitalismo
neoliberal, encasilla toda esta basta región como un lugares para vacacionar. La exotización de
las islas del Caribe arrastra consigo una esencialización de los sujetos caribeños que se imaginan,
por un lado, como personas alegres y fiesteras y por el otro, como sujetos altamente sexuales (o
consumo vacacional donde se entra en una liminalidad simbólico-espacial donde ocurre una
suspensión temporera de las inhibiciones que le imponen las metrópolis de donde viene el
Con esta idea en mente del Caribe como espacio porno-tropical (Rodríguez Centeno,
representación que han recaído sobre el pueblo haitiano en particular y los sujetos caribeños en
general. Esto permitirá desmontar las representaciones y en cierto modo, subvertirlas. Para
científico social. Para lograr esto, se tomará en cuenta una perspectiva histórica que me permita
dar cuenta de cómo se han transformado las representaciones de pueblo haitiano por parte de los
Las relaciones de poder creadas por las representaciones que Occidente produce sobre el
Otro no-occidental se remontan al encuentro colonial de finales del siglo XV por parte de los
colonos españoles cuando llegaron a las Islas Lucayas y posteriormente se fueron desplazando
por todo el Caribe antillano. En aquel momento los pueblos amerindios fueron nombrados como
europeo, en seres primitivos más cercano a lo animal que a lo humano.3 En este sentido, las
categorías de salvaje, caníbal, brujo, entre muchas otras más funcionan como dispositivos
semióticos que antagonizan y legitiman las identidades hegemónicas asumidas por los europeos.
En palabras de Carlos Jáuregui (2008) “el salvaje [...] fue el signo ambivalente de la asincronía
sentido se gestaron las categorías del buen salvaje y el mal salvaje. La primera siendo atribuida a
los amerindios que contribuyeron a los intereses de los europeos y la segunda era la
Esta iconografía colonial se impuso sobre los africanos víctimas de la trata negrera
transatlántica a partir del siglo XVII después de que se exterminaron los pueblos amerindios.
Este desplazamiento étnico de los signos coloniales prevalece hasta nuestros días con algunas
transformaciones como veremos más adelante. El sujeto africano viene a tomar el lugar del indio
que ha quedado vacío, tanto a nivel laboral como a nivel simbólico. Y un nuevo discurso
dominaron entre el siglo XV al XVII. La ciencia ilustrada crea una nueva justificación para
someter a los pueblos africanos basada en el concepto de raza y en las prácticas culturales que
difieren de las occidentales (Nelson, 2010: p. 1365). Como afirma el filósofo camerunés Achille
Mbembe (2016) “dondequiera que esté, el negro libera dinámicas posicionales y provoca una
exuberancia irracional que desafía constantemente el sistema de la razón” (p. 23). Por esto
construcciones retóricas que se le han impuesto a partir de los sucesos de la Revolución. Como
lo fue el mito del “Negro Comegente” como metáfora que representa el miedo que sienten las
(Jáuregui, 2009: p. 68). El espectro de la Revolución haitiana se propagó por toda la región
causando cambios en las políticas esclavistas para evitar la sublevación de esclavos en el resto
del Caribe. Además de poner en jaque al Imperio francés y causar molestias a otros imperios
europeos, también a causa de la Revolución las potencias europeas y Estados Unidos
convirtieron a Haití en una tierra primitiva donde la “magia negra, el canibalismo y la violación
de mujeres blancas” (Jáuregui, 2009: p. 45) eran la orden del día según el imaginario producido
El vudú que durante los años previos a la Revolución se constituyó como la base de la
1791. En el siglo XIX, los discursos oficiales demonizaron a la religión vudú y la catalogaron de
manera peyorativa como brujería. En esta representación del vudú como magia negra, se deja
notar el sesgo la mirada occidental judeocristiana que no permite la pluralidad, mucho menos
cuando otro sistema de creencias se rige por una lógica distinta a la del cristianismo
institucionalizado.
imperialismo europeo en América. Por su parte Haití, como dice Carlos Jáuregui (2009), fue
“condenado por la historiografía durante mas de cien años hasta que apareció el libro de The
Black Jacobins de C.L.R. James en 1936” (p. 46). Este no-reconocimiento de la descolonización
e independencia del pueblo haitiano constituye uno de los silencios más importantes producidos
por la historia oficial. Los silencios constituyen un elemento importante en la producción de las
narrativas históricas que responden a una intencionalidad y a un ejercicio de poder que busca
neocoloniales de poder que establecen una colonialidad de la mirada y esta, a su vez, jerarquiza
los saberes de forma geopolítica y racial (Barriendos, 2011: p. 16). La creación de mitos -en el
sentido en el que Roland Barthes le da ese concepto4 - impone significaciones que crean una
imagen5 del otro que responde a unas políticas de representación cuya potencialidad colonial
radica en la objetificación de ese sujeto que es observado y/o imaginado a través de la imagen
contemporáneo de Haití es un hecho histórico que aconteció durante la llamada “crisis del sida”
en Estados Unidos hacia la década del 1980. Durante esta época se regó por los medios de
comunicación de masa que Haití era una de las fuentes del VIH (Garland, 2015: p. 84). Esto
provocó un decrecimiento considerable del turismo cuya industria era la segunda mas grande en
el país (Ibídem). Esto no es más que una continuación de las políticas de representación que se
impusieron durante la colonización y los años posteriores a la independencia. Esa imagen que se
crea del sujeto haitiano como portador de enfermedades denota el racismo y la xenofobia
este ensayo nos lleva a un punto de referencia más, a saber, el de las manifestaciones del
capitalismo neoliberal luego del desastre que causó el terremoto en Port-au-Prince en el año
2010. Este desastre natural suscitó la deriva neoliberal de “ayuda humanitaria” materializada en
un conjunto de Organizaciones sin fines de lucro (ONGs). Estas organizaciones responden a una
lógica contradictoria, ya que ofrecen servicio de manera voluntaria y a su vez recolectan y piden
grandes cantidades de dinero que legitiman difundiendo fotografías que demuestran el desastre
dinero. Como apunta Garland “existe una relación perversa entre el poder de una ONG y el
debilitamiento del Estado Haitiano” (Garland, 2015: p. 87). Este capitalismo filantrópico se alza
en los tiempos actuales como la continuación de las practicas coloniales de antaño en su forma
mas reciente. Como apunta el filosofo y teórico cultural Slavoj Žižek (2013):
Esto deja claro la relación que hay entre el capitalismo neoliberal con el colonialismo
contemporáneo. Achille Mbembe nos advierte que “el neoliberalismo descansa en la visión de
que ‘todos los eventos y todas las situaciones del mundo y de la vida [pueden] ser dotados de un
valor de mercado’ (Vogl, 2003: p. 153, citado de Mbembe, 2016: p. 25)”. Por esta línea, a través
de las ONGs se reproducen conductas coloniales y de consumo que responden a esa larga
ha sufrido una construcción geocultural que sitúa a la región dentro de una liminalidad
veraniega.
Casi ninguna isla del Caribe escapa ese régimen de significación. Haití es de las pocas
que han sido condenadas por los mundos-imagen que se han creado a través de los dispositivos
2013: p. 8). Las representaciones que se han expuesto a lo largo de este ensayo dan cuenta de
cómo las políticas representación han sido un elemento fundamental que ha condicionado la
economía y la política de los países caribeños. En esta época, las practicas coloniales se han
transformado a la par con el capitalismo que ahora desempeña una función semiótica. Es en el
campo de fuerzas que produce las subjetividades contemporáneas e impacta en los cuerpos y en
Por ultimo, entendemos, siguiendo a Mabel Rodriguez (2016) y a Mara Negrón (2012)
que el tropos caníbal que ha sido impuesto sobre los sujetos caribeños desde el encuentro
colonial hace cinco siglos atrás, posee un potencial epistemológico decolonial invaluable. El
se trata de canibalizar la biblioteca que heredamos de Europa como dice Mara Negrón (Ibídem).
Devorar la imagen que se creó del sujeto caribeño en general y del pueblo haitiano en particular,
Constantinopla “si removemos la imagen, no solo Cristo sino todo el universo desaparecerá”.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3818537
Garland, Ch. (2015) The visual rhetoric of Voluntoutist and AID workers in post-earthquake
James, C.L.R. (1967). The black jacobins. New York: Vintage Books.
Mbembe, A. (2016). Crítica de la razón negra. Barcelona: NED Editores. Consultado en http://
geopolitica.iiec.unam.mx/sites/default/files/2017-08/Mbembe-CriticadelaRazonNegra.pdf
http://www.80grados.net/caribe-otros-iii-la-biblioteca-de-los-canibales/
Nelson, W.M. (2010). Making men: Enlightenment Ideas of Racial Engineering. American
https://www.jstor.org/stable/23308074
Rodríguez Centeno, M. (2016, marzo, 18). Aquelarre caníbal en Caribes (porno)tropicales otros:
aquelarre-canibal-en-caribes-pornotropicales-otros-un-bosquejito-anti-historico/
Rolnik, S. (2013). Antropofagía zombie. Brumeria: Arte, máquinas, trabajo inmaterial (7), pp.
Trouillot, M.R. (1995). Silencing the Past: Power and the Production of History. Boston, MA:
Beacon Press.
1 Para Mabel Rodríguez Centeno este concepto alude a cómo la colonialidad de la mirada marca los territorios del
ontológico particular. Al igual que la categoría “no-occidental” va aludir a sistemas de pensamiento que no
como un animal y por tanto jerarquiza la figura del hombre por encima del animal.
4 Los mitos en el sentido de la semiología de Roland Barthes son modos de imponer significaciones sobre cosas o
personas (Barthes, 2010: p. 199). Están condicionados por el contexto histórico y social en el que se producen, por
lo tanto, su significado es variable y pude ser subvertido (Barthes: p. 200). En última instancia, los mitos como
sistemas semiológicos no se reducen a representaciones orales ni escritas, sino que pueden ser imágenes