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Análisis del resultado del ciclo electoral en España

y de las elecciones europeas

Jesús Sánchez Rodríguezi 02/06/2019

Con las elecciones celebradas el pasado 26 de mayo se cerraba, de un lado, un


largo ciclo electoral en España que tuvo su primera fase en las elecciones legislativas
de un mes antes, aunque con el precedente de las elecciones andaluzas de diciembre de
2018. Las elecciones de mayo coincidían con las europeas que se celebran cada cinco
años. Si en el primer caso, con el ciclo electoral cerrado, se dibujaba para los próximos
cuatro años el mapa de poder en España, en el caso europeo se establecía la correlación
de fuerzas en juego en un momento muy delicado para la UE, tanto por el ensayo de
asalto definitivo a las instituciones por parte de la derecha radical populista xenófoba
(DRPX), como por las dificultades para el proyecto europeo provenientes tanto del
brexit como de otros desafíos exteriores. De manera que en lo que sigue a continuación
se hará un doble análisis.

Ciclo electoral español: recuperación del PSOE, fracaso de Unidas


Podemos y frustración en la derecha

Pedro Sánchez había llegado a la presidencia del gobierno un año antes como
consecuencia de una moción de censura contra un gobierno del PP insostenible por las
condenas judiciales de corrupción. Se trataba de un gobierno socialista muy débil,
sostenido en una correlación de fuerzas muy heterogéneas unidas contra el gobierno de
Rajoy más que a favor de un gobierno de Sánchez. El PSOE no solo se mostraba débil
parlamentariamente con sus 84 diputados sobre 350, sino que tenía muy cerca la
competencia de su rival en la izquierda, Unidos Podemos, con sus 71 diputados, y se
sostenía con los apoyos del independentismo catalán después de que el PSOE, como
parte del bloque constitucionalista, apoyase la aplicación del artículo 155 de la
Constitución con motivo del ensayo de declaración unilateral de independencia en

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Cataluña en el otoño de 2017. Por si fuera poco, esa debilidad del gobierno socialista se
agravó cuando en diciembre de 2018, en las elecciones andaluzas, el PSOE perdió el
gobierno de esa comunidad en favor de las derechas después de haber gobernado
ininterrumpidamente en Andalucía desde las primeras elecciones democráticas en
España en 1978. Igualmente, esas elecciones hicieron sonar todas las alarmas cuando
un partido de la DRPX, Vox, apareció con fuerza en la escena política española.

A principios de 2019 todo apuntaba a que la derecha podría recuperar el poder en


el ciclo electoral que se avecinaba y, además, en su expresión más extremista, aliada
con Vox y, por otro lado, era cuestión de tiempo que se produjese la ruptura de los
apoyos independentistas al gobierno del PSOE ante su insistencia en mantener la vía
secesionista fracasada, como así terminó ocurriendo.

Cuando, ante la presión proveniente del secesionismo, Pedro Sánchez se vio


imposibilitado para seguir gobernando en esas condiciones no tuvo más remedio que
convocar elecciones legislativas, los diferentes actores políticos partían de posiciones y
expectativas muy diferentes. El PSOE desde el gobierno había impulsado diferentes
gestos y medidas sociales y políticas que le hacían recuperar el perfil socialdemócrata
clásico de este tipo de partidos, se había alejado de las señas social-liberales anteriores
de la mano del liderazgo de Pedro Sánchez y se había vuelto a reconciliar con una parte
de su electorado que le había abandonado en favor de Unidos Podemos. En el seno de
esta última alianza electoral, basada en Podemos e IU, se habían agudizado, por el
contrario, los enfrentamientos en el seno de cada uno de los componentes y, a la vez,
entre ellos, dando lugar a rupturas, escisiones y abandonos que se sumaban a graves
errores tanto en la posición del conflicto catalán como en otros asuntos. En el campo de
la derecha se hizo una lectura equivocada, y se pensó que los resultados andaluces eran
extrapolables al conjunto de España, de manera que si había sido conquistada la
fortaleza andaluza de los socialistas, con mayor motivo alcanzarían los distintos niveles
de poder en el resto de España, aceptando sin ningún reparo ni complejo la alianza con
la extrema derecha de Vox. Finalmente, en el mini universo catalán se agudizaba la
lucha interna entre los partidos independentistas, arriesgando, en su sectarismo, que el
gobierno español cayese en manos de unas derechas que amenazaban con aplicar un
155 perpetuo en Cataluña.

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Como analizamos en un artículo anterior con ocasión de los resultados de las
elecciones legislativasii, lo ocurrido en las elecciones andaluzas no fue extrapolable al
resto de España. Ahora, con los resultados de estas nuevas elecciones municipales
autonómicas y europeas que cierran el ciclo es posible contemplar mejor las tendencias
que se han expresado.

La victoria anterior del PSOE se ha terminado consolidando, situando a los


socialistas no solo como el partido más sólido en España sino como el abanderado de
una posible recuperación socialdemócrata en Europa, en medio de un panorama que
sigue siendo complicado para esta familia de partidos, pero dejando bien claro que
cualquier recuperación tiene que pasar por el abandono definitivo de sus señas más
social-liberales en favor de otras socialdemócratas clásicas, que son las que sostienen
los éxitos de estos partidos en España y Portugal.

Por el contrario, la situación de las formaciones a la izquierda del PSOE, la


coalición electoral Unidas Podemos entre IU y Podemos, se ha agravado. Si un mes
antes, en las elecciones legislativas se podía hablar de reflujo, al descender de 71 a 42
diputados, con los resultados de las elecciones europeas, municipales y autonómicas,
hay que hablar de debacle, al haber perdido la mayor parte del poder municipal de hace
cuatro años y tener una caída brutal en la mayoría de los territoriosiii. Los pronósticos
que ya habíamos realizado sobre el agotamiento de este proyecto se han confirmado
con creces en la práctica y muestran un escenario desolador de ruinas que seguramente
se agravará en el corto y medio plazo. En estas condiciones su objetivo de ser un socio
de gobierno con los socialistas o de condicionar las políticas de estos últimos se ha
debilitado gravemente. Su tarea ahora es retirar las ruinas del desastre para poder
comenzar a construir algo nuevo, tarea ya de por sí muy complicada.

Respecto a la situación en el bloque de la derecha es necesario señalar dos


apuntes especialmente. El primero es que el fenómeno Vox fue reducido a posiciones
más marginales de los que sus resultados andaluces amenazaron, probablemente debido
a una reacción política de la ciudadanía que ha expresado así que en España no existe el
terreno adecuado para que pueda germinar una extrema derecha potente. Ya el propio
resultado de Vox y del PP, el partido de derechas que más se voxizó, en las elecciones
legislativas hizo que el partido de Pablo Casado diese en un mes un fuerte giro hacia el
centro buscando distanciarse de la extrema derecha. En segundo lugar, la derecha, al

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contrario que Unidas Podemos, aguantó mejor en esta segunda parte del ciclo electoral,
evitó mayores caídas, recuperó posiciones en un punto clave como es Madrid y
recuperó votos fugados a la extrema derecha. Sin embargo, ni ha terminado de definir
si será el PP o Ciudadanos el partido hegemónico en su seno, ni tampoco ha terminado
de definirse con respecto a la relación con Vox, cuyos representantes son claves para
obtener el poder en algunos territorios.

El balance final tras el ciclo electoral puede resumirse en los siguiente: La


ventana de oportunidad surgida para la izquierda con ocasión de la crisis económica
iniciada en 2008 y la aparición del movimiento 15-M se ha cerrado cinco años después
de la aparición de Podemos, hoy los niveles de poder y apoyo electoral empiezan a
parecerse a los que tenía IU en solitario en los mejores tiempos. El tiempo ha
demostrado que se trataba de un proyecto inmaduro que se rompió por todas sus
costuras en cuanto se enfrentó a las primeras dificultades, y las discrepancias internas
no pudieron solventarse democráticamente ante el hiper-liderzgo de Pablo Iglesias.

Por otro lado, es necesario hacer una referencia a la propia mutación silenciosa
de Podemos, para ello nada mejor que comparar su actitud con respecto a una de sus
consignas claves, la de acabar con el "régimen del 78". Con este difuso concepto se
refería a la Constitución aprobada en aquel año, que establecía las estructuras políticas
y socioeconómicas de el actual régimen democrático, y al funcionamiento del sistema
de partidos establecido, basado en un bipartidismo imperfecto que generaba
alternancias en el poder entre socialdemócratas y conservadores. Pues bien, durante la
campaña para las legislativas del pasado mes de abril, Pablo Iglesias fue el candidato
que más se apoyó en la Constitución haciendo llamamiento continuos a que fuese
cumplida, y en la moción de censura de hace un año apoyó, como no podía ser de otra
manera, la alternancia en el poder del PSOE, que reemplazaba al PP y, ahora, pide tener
ministros en el nuevo gobierno del PSOE, es decir, ser parte de la alternancia. La
conclusión no es difícil de extraer, Podemos se ha terminado reconciliando con el
"régimen de 78".

Por otro lado, la breve ventana de oportunidad que pareció abrirse para la
consolidación de un partido de extrema derecha - con ocasión del conflicto catalán
especialmente - como en otros países europeos también se ha cerrado, demostrándose
que en España no existía terreno político y social, como en otros países de la UE, para

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partidos potentes tipo Vox, este partido sobrevivirá en función del oxigeno que puedan
bombearle el PP y Ciudadanos.

El PSOE ha recuperado gran parte del terreno perdido desde el último gobierno
Zapatero y ha terminado de consolidar su hegemonía en el bloque progresista-
izquierdista postulándose, además, como un referente para los partidos
socialdemócratas en Europa. Su éxito ha radicado en la aparición de un líder enfrentado
al aparato oficial que consiguió conectar con unas bases que no aceptaban la ruta
social-liberal de ese aparato. Si éste hubiese derrotado a Pedro Sánchez posiblemente
hoy estaríamos ante una situación muy diferente tanto del PSOE como de Unidas
Podemos, así como del bloque que estaría en el gobierno.

La derecha, finalmente, a pesar de tener un apoyo electoral global similar al


bloque de izquierdas ha visto como se consolida su desplazamiento de las principales
posiciones de poder, y sigue sin resolver si terminará habiendo un partido hegemónico
o una situación estable de bicefalía, ni cuál será su posición definitiva respecto a Vox.
En este bloque destaca la consolidación de Ciudadanos, el único de los tres partidos
emergentes que no ha fracasado. Su diferente suerte respecto a Podemos o Vox es que
no se trataba de un partido rupturista, sino que buscaba continuar la línea liberal-
conservadora pero sin la rémora de la corrupción del PP y que, además, este último
partido no fue capaz de encontrar un liderazgo novedoso, como ocurrió con el PSOE,
capaz de regenerarle y de derrotar al aspirante a sucederle en la hegemonía en su
bloque.

Elecciones europeas: contención del avance de la DRPX

Las elecciones europeas se celebraron bajo el temor de que se produjese un salto


importante en la representación de la DRPX, que había realizado previamente varios
actos para intentar dotarse de una mayor coordinación de la existente hasta el momento,
adoptando Salvini el papel de líder principal debido al fulgurante ascenso de La Liga y
en un país clave para la UE como es Italia. La DRPX había dado, previamente, un giro
esencial a su estratega respecto a la UE y había pasado de una posición inclinada a que
los países donde triunfase se plantease la salida de la UE a un intento de asalto interno a
sus instituciones para, a partir de una representación suficiente, buscar cambiar
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internamente la naturaleza y funcionamiento de la UE, y para ello era esencial
conseguir una minoría de bloqueo a partir de las elecciones europeas. Las expectativas,
por un lado, de los votantes de la DRPX y el temor, por otro lado, de los votantes del
resto de los partidos, unido a la conciencia del brexit como aviso de que es posible la
desintegración europea, es lo que ha propiciado un primer hecho novedoso, el aumento
del interés y la participación en estas elecciones europeas de 2019. Si hace cinco años
esa participación, 42,6%, fue la menor desde que se vota al parlamento europeo, en una
tendencia continuamente decreciente, en las actuales elecciones se rompió esa racha y
la participación dio un salto hasta el 50,5%.

El temor a que se concretase un asalto por parte de la DRPX a las instituciones


europeas y que el proyecto inicial, de fuerte contenido neoliberal en estos momentos,
fuese transformado en el sentido de la filosofía política de la DRPX ha sido conjurado
en estas elecciones, al no conseguir el 33% de los eurodiputados la DRPX no tiene
capacidad para bloquear iniciativas. Las formaciones de esta familia volvieron a
mostrar su poder en los países dónde ya eran fuertes, revalidando sus posiciones, pero
no fueron capaces de arrastrar a más países e incrementar su peso significativamente en
el parlamento europeo. El asalto ha fracasado, pero han seguido avanzado llegando a
los 173 eurodiputados, alrededor de un 10% más que en 2014, de los cuales 29
pertenecen al Brexit Party de Farage que, en teoría, abandonaran el Europarlamento
como muy tarde a finales de octubre cuando se consume el brexit.

Las elecciones europeas han confirmado la fortaleza de la DRPX dónde está


fuertemente implantada desde hace años, Francia, Gran Bretaña, Polonia, Hungría e
Italia, y un avance también en Alemania aunque queda en cuarta posición con un 11%,
pero en el resto de países o no ha conseguido representación o ésta ha sido minoritaria.
De manera que se puede concluir que la DRPX se ha concentrado realmente en cuatro
países dentro de la UE, puesto que GB la abandonará en octubre. Esta situación supone
que la DRPX no ha conseguido el avance que había creado sus expectativas y que se
muestra focalizada en un pequeño número de países, sin que consiga extenderse con
fuerza en otros. La situación hubiese sido realmente más preocupante si, de un lado,
hubiesen alcanzado el 33% de los eurodiputados, si hubiese experimentado un avance
importante en otros dos países grandes de la UE, dónde se temió que así fuese,
Alemania y España, o si la victoria de Le Pen sobre Macron en estas elecciones se
hubiese repetido en las presidenciales francesas. Ahora resta por ver si los intentos de la
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DRPX antes de estas elecciones por alcanzar una mayor coordinación se traduce en un
único grupo europarlamentario o seguirán divididos como hasta ahora, dónde, por
ejemplo, el Fidesz de Orbán o el PiS polaco forman parte de los dos grupos
conservadores del parlamento europeo.

Al margen de este temor no confirmado, la composición del parlamento europeo


ha sufrido el mismo proceso que en la mayoría de sus países componentes, es decir, que
la tradicional hegemonía mantenida en torno a conservadores y socialistas se ha visto
reemplazada por una mayor dispersión de la representación entre todos los grupos.
Conservadores, socialistas e izquierdistas han visto reducida su representación en favor
de los liberales y los verdes, lo que plantea una Eurocámara más fragmentada y la
posibilidad de que la presidencia de la comisión no vuelva a recaer en un conservador.
Pero esta alteración en su composición no va a servir para poder revertir las tendencias
neoliberales que informan a la UE al menos desde el Tratado de Maastricht, teniendo
en cuenta el retroceso de la izquierda.

Retroceso de la izquierda en Europa

La situación en la izquierda en Europa merece que nos detengamos un poco más


en su análisis. Los resultados de las elecciones europeas han puesto en evidencia
globalmente una situación que no es novedosa, que se viene arrastrando desde hace
tiempo. El grupo de la Izquierda Unitaria Europea (GUE/NGL) del Europarlamento ha
sufrido un importante retroceso y ha pasado de los anteriores 52 europarlamentarios a
los 40 actuales, lo cual, visto con perspectiva, significa un regreso a niveles históricos
anteriores después de que en 2014 tuviese un importante ascenso como consecuencia
de la crisis económica que golpeaba Europa. Empezando por la coalición de Unidas
Podemos, que representaba una de las fuerzas con más potencial de la izquierda en
Europa y que, sin embargo, ha experimentado una fuerte regresión, pasando de los 5
eurodiputados de IU y los 5 de Podemos en 2014 por separado, a los 6 actuales en
coalición. Seguido por Syriza que, a pesar de haber mantenido el mismo número de
eurodiputados, 6, se ha visto sobrepasada por los conservadores de Nueva Democracia
y la han llevado a convocar elecciones anticipadas en Grecia.

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En tercer lugar, por su peso político y electoral estaría la Francia Insumisa (FI)
de Mélenchon. En 2014 Mélenchon se presentaba bajo las siglas Partido de Izquierdas
y obtuvo un eurodiputado en tanto el PCF obtuvo 2, está vez FI ha pasado a 6
eurodiputados, en tanto que el PCF no obtuvo ninguno. Siendo uno de los pocos
partidos de la izquierda que aumenta su representación, sin embargo, hay que ponerlo
en contexto para mejor valorarlo. Primero sobre el porcentaje que representa, 6,31%,
cuando Unidas Podemos en España, a pesar de su debacle, representa el 10,05%,
Syriza el 23,75%., o el AKEL de Chipre el 27,5% En segundo lugar, sobre el
porcentaje de FI en las presidenciales francesas, entonces Mélenchon obtuvo el
19,58%, muy cerca de Marine Le Pen que obtuvo en la primera vuelta el 21,3%, sin
embargo en estas elecciones europeas las distancias a favor de Le Pen casi se han
cuadriplicado, 23,31% frente al 6,31%. Este dato nos lleva, en tercer lugar, a poner en
comparación los resultados con la espectacular revuelta de los chalecos amarillos
contra Macron en los últimos meses. En esta revuelta existió una fuerte competencia
entre las formaciones de Le Pen y Mélenchon por encabezarlas y encauzarlasiv, los
resultados de estas elecciones hablan sin lugar a dudas de que quién terminó
rentabilizando políticamente dicha revuelta ha sido Le Pen, que ha conseguido, incluso,
superar a Macron y erigirse como el partido más votado, mostrando a la extrema
derecha francesa cual es el camino para acceder a la presidencia de la república.

Detrás de esta tendencia general a la baja hay algunos elementos comunes y


otros propios de cada país. El primer elemento común es la relación que se establece
entre esta izquierda respecto a los partidos socialdemócratas. Cuando estos últimos
optaron por el social-liberalismo y entraron en graves crisis, el Pasok en Grecia, el PS
francés o el PSOE, las formaciones a su izquierda crecieron, Syriza, FI o Podemos,
pero cuando la socialdemocracia abandonó el social-liberalismo, se volvió a imponer
electoralmente sobre los partidos a su izquierda, ver el ejemplo en España o Portugal.

Cuando esta causa común no ha funcionado del todo es porque ha actuado otra
causa también bastante extendida, la relación de la izquierda con los partidos de la
DRPX. Estos utilizan a veces un discurso social parecido a la izquierda en otro
formato, defienden a las clases populares, nacionales, frente al establishment y la
globalización, con el envoltorio de la xenofobia (los nacionales primero) como
atractivo a las clases populares. Es el factor explicativo para la FI de Mélenchon, La
Izquierda alemana o Libres e Iguales en Italia (en Italia la izquierda pasó de tres
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eurodiputados en 2014 a ninguno en 2019). En estos casos la socialdemocracia está
debilitada pero existen partidos fuertes de la DRPX que les hacen la competencia.

El caso de Syriza tiene una explicación propia, en Grecia la socialdemocracia


histórica, el Pasok, sigue muy debilitada por su papel en el inicio de la crisis de 2008, y
la DRPX, en su formato más radical con Amanecer Dorado, tampoco es una fuerza
importante, de manera que Syriza creció y llegó al gobierno por su firme oposición a la
troika, pero una vez en el gobierno Syriza terminó claudicando ante la troika y adoptó
un perfil socialdemócrata clásico con el que volvió a ganar las elecciones a pesar de la
claudicación. La actuación de Syriza en el gobierno se asemeja a la del PS portugués o
el PSOE, y no puede considerarse su gestión gubernamental como un modelo de las
formaciones a la izquierda de la socialdemocracia. Ahora Syriza está perdiendo terreno
electoral en favor de los conservadores de Nueva Democracia, lo ha hecho en las
elecciones europeas (10% de diferencia) y, según las encuestas, puede hacerlo en las
generales a celebrar en un mes, en una dinámica que recuerda las viejas alternancias
entre socialdemócratas y liberal-conservadores.

De todas las maneras, el peso principal (en número de eurodiputados que no en


porcentaje de votos) de esta izquierda se concentra también en unos pocos países
europeos, Grecia, España, Francia, Portugal y Alemania, sin llegar a tener la fuerza que
la DRPX tiene en los países dónde es fuerte. Así, la derrota de la izquierda en las
elecciones europeas se muestra aún más grave cuando se comparan sus resultados con
los de la DRPX. La izquierda queda en 40 eurodiputados después de perder 12, y la
DRPX queda en 172 después de ganar una veintena. Esta comparación es oportuna
porque la DRPX ha mantenido un discurso euroescéptico, anti-establishment, y
antiglobalización, como lo ha hecho la mayoría de la izquierda; la DRPX ha disputado
a la izquierda el apoyo electoral de las clases populares y, finalmente, por los resultados
expuestos está claro que la DRPX ha conseguido atraer esos apoyos con más éxito que
la izquierda. Ésta se ha quedado perpleja, entre una cierta recuperación de los partidos
socialdemócratas clásicos y el ascenso de las formaciones de la DRPX, pues entre
ambos la han segado la hierba bajo los pies, y en lugar de avanzar ha vuelto a
retroceder a unos resultados históricos mediocres.

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Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Se pueden consultar otros
artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
ii
"Victoria del PSOE, división de la derecha, reflujo de Podemos"
iii
Los ayuntamientos del cambio ganados en 2015 se perdieron en su inmensa mayoría, y allí
dónde se mantuvieron, Cádiz y Zamora, lo fueron de manos de candidatos enfrentados en un caso a la
dirección de Podemos y, en el otro, a la de IU. A nivel autonómico también se produjo el hundimiento
de Podemos e IU, que se presentaban ahora generalmente por separado. Así, han pasado de 10 a 2
escaños en Castilla y León. De 6 a 4 en Extremadura. De 9 a 4 en Asturias. De 6 a 2 en Murcia. De 14 a 5
en Aragón. De 3 a 0 en Cantabria. De 3 a 0 en Castilla-La Mancha. De 10 a 6 en Baleares. De 7 a 4 en
Canarias. De 7 a 2 en Navarra. De 4 a 2 en La Rioja. Y de 27 a 7 en Madrid.
iv
Ya habíamos alertado sobre las consecuencias políticas de las revueltas en un artículo anterior
escrito con motivo de las mismas: Chalecos amarillos, análisis del fenómeno y sus consecuencias. En
dicho artículo se señalaba: "En el nivel interno francés el fuerte desgaste de Macron y la disputa entre Le
Pen y Mélenchon por presentarse como los apoyos de los chalecos amarillos no se va a medir en unas
presidenciales para las que faltan aún cuatro años y, por tanto, pueden ocurrir muchas cosas entretanto,
se van a medir en las elecciones europeas de mayo de 2019."

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