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Agricultura Ecológica
Autor: Dr. Ricardo Hugo Lira Saldivar
Centro de Investigación en Química Aplicada (CIQA)
Saltillo, Coahuila, México
Introducción
Los fertilizantes son fundamentales para incrementar la producción de alimentos en países en desarrollo,
especialmente después de la introducción de variedades de alto rendimiento, y de gran respuesta a los
fertilizantes nitrógeno (N) fósforo (P) y potasio (K). Sin embargo, un problema global es que el rendimiento
se ha ido reduciendo como resultado de una fertilización desbalanceada, y de la reducción en el contenido
de la materia orgánica de los suelos, esto como resultado de las malas prácticas agronómicas derivadas
de la agricultura moderna causada por la Revolución Verde (Lira-Saldivar y Méndez-Arguello, 2016).
Antecedentes
El N es la principal limitante para aumentar la productividad, el de más alto costo y la principal fuente de
contaminación ambiental a través de pérdidas por volatilización y lixiviación. El éxito de la Revolución
Verde se debió a la procreación de variedades de alto rendimiento y buena respuesta al uso masivo de
fertilizantes, especialmente de N sintético. La agricultura utiliza más de 100 millones de ton de fertilizante
N al año. La producción de fertilizante N a través del proceso Haber-Bosch, consume enormes cantidades
de combustible fósil, y produce altas cantidades de CO2 (Bernard, G. 2014).
La aplicación de fertilizante consume combustibles fósiles y añade mucho CO2 a la atmósfera. Casi la mitad
o menos de los fertilizantes N aplicados son utilizados por los cultivos, el resto se pierde en el ambiente
agua-suelo-atmósfera. Un pequeño % se convierte en potente gas efecto invernadero (N2O), lo que
contribuye a las emisiones de gases efecto invernadero procedentes de la agricultura. Por lo tanto, los
sistemas agrícolas que utilizan gran cantidad de insumos no son sustentables, porque se basan en
combustibles fósiles finitos, y debido a sus efectos negativos en ecosistemas.
Para el caso de fertilizantes N, se señala que la eficiencia de uso oscila entre el 10-60% de acuerdo con el
tipo de fertilizante, el cultivo y del sistema de producción (Chinnamuthu y Boopathi, 2009). Por lo tanto,
la eficiencia del uso de fertilizantes N entre 2009-2013 representó pérdidas entre 5601,260 millones USD.
De cualquier modo, suponiendo que la eficiencia en el uso de N fuera la más alta (60 %), por cada punto
porcentual que se pueda incrementar la eficiencia de fertilizantes N, se ahorrarían 14 millones de USD
cada 5 años.
Ante este desalentador panorama se requieren nuevas tecnologías que nos permitan incrementar el uso
eficiente de los fertilizantes y otros insumos. Además, la limitada disponibilidad de agua y suelo, obliga a
que la agricultura tradicional sea más eficiente y productiva usando tecnologías modernas como es el uso
de biofertilizantes, generados mediante métodos biotecnológicos.
Las fuentes de nitrógeno han sido N-NH4 y N-NO3; el nitrato es un anión que se repele con los coloides del
suelo como arcillas y limos, y se mueve libremente a través de arenas, gravas y rocas, además, es muy
soluble (> 1 g mL-1); cuando la fuente es amonio que es un catión, éste se transforma a nitratos mediante
el proceso de nitrificación. La fertilización excesiva favorece la lixiviación de nitratos al acuífero
subterráneo. Niveles de nitratos en el agua superiores a 10 mg/L por el uso de fertilizantes nitrogenados,
ha generado un incremento en los compuestos nitrogenados, que pueden transformarse en
contaminantes, como las nitrosaminas, que son precursoras del cáncer en los humanos (Covarrubias et
al., 2009).
La lixiviación no es la única forma de contaminación, sino también las pérdidas gaseosas como
volatilización y desnitrificación que pueden llegar hasta el 60 % en los fertilizantes. Los suelos dedicados
a la agricultura emiten de 2 a 3 Tg N año-1 de NOx (N2O, NO, NO2) a la atmósfera, esto representa del 20
al 30 % del total emitido a la atmósfera. Vásquez et al. (1994) reportan que las fuentes nitrogenadas urea
y sulfato de amonio producen el doble de N2O respecto al amoniaco anhidro. Por lo general, los reportes
de contaminación sólo son enfocados a NO3, pero el NH3 al encontrarse en un pH alcalino del agua de
riego o del suelo, puede volatilizarse más del 50 % e incrementar las emisiones de NO y N 2O a la atmósfera
(Alcantar y Trejo, 2007). Los NOx son gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global
actual.
Por lo tanto, el término BF o más apropiadamente "inoculante microbiano", puede definirse como:
preparados sólidos o líquidos que contienen cepas de células vivas o latentes, que son eficientes para la
fijación de nitrógeno, solubilizadores de fosfato o microorganismos celulolíticos, para su aplicación a las
semillas o la rizósfera de las plantas, con el objetivo de aumentar el número de esos microorganismos y
acelerar los procesos microbianos que aumentan el crecimiento radicular (Figura 2), así como la
disponibilidad de nutrientes que pueden ser fácilmente asimilables por las plantas cultivadas (Boraste et
al., 2009).
También se ha definido BF como sustancias conteniendo microorganismos vivos, que cuando se aplica a
las semillas, superficies de las plantas o al suelo, colonizan la rizósfera o el interior de la planta (endófitos)
y promueven el crecimiento al aumentar el suministro o la disponibilidad de nutrientes, mediante la
producción de hormonas o por la supresión de patógenos (Aeron et al., 2011). Se han propuesto
diferentes clasificaciones de estos microorganismos, pero de manera práctica puede agruparse de
acuerdo al modo en que benefician a las plantas.
Figura 2. Los biofertilizantes bacterianos y fúngicos promueven el
crecimiento radicular, lo que permite incrementar la absorción de
nutrientes del suelo por las plantas.
Fuente: (Tomado de http://livingsoils.com/benefits-biofertilizers/).
Fijadores biológicos de nitrógeno como: Rhizobium sp., Bradyrhizobium sp., Azotobacter sp. y
Azospirillum sp.
Solubilizadores de fósforo como: Bacillus sp., Pseudomonas sp., Penicillium sp., Trichoderma sp. y
Aspergillus sp.
Movilizadores de fosfatos como: hongos formadores de micorrizas arbusculares (HFMA),
destacando Rhizophagus sp., Endogone sp., Gigaspora sp., Acualospora sp. y Scutellispora sp.
Bacterias promotoras de crecimiento vegetal (BPCV) o PGPR (plant growth promoting rizobacteria,
por sus siglas en inglés) como: Pseudomonas sp. Agrobacterium sp., Bradyrhizobium sp.,
Azotobacter sp., Azospirillum, Streptomyces sp. y Xhanthomonas sp.
Desde esta asociación mutualista, ambos organismos se benefician, el huésped autótrofo (la planta),
proporciona compuestos carbonados (azúcares), procedentes de la fotosíntesis al simbionte heterótrofo
(el hongo), así como un micro hábitat protegido (Lira-Saldivar et al., 2013a), a cambio el hongo le
proporciona nutrientes minerales a las plantas, principalmente fósforo, hormonas de crecimiento;
protección contra ciertos patógenos y mejor absorción de agua, mediante un sistema ramificado de hifas
extra radicales capaz de explorar el suelo más allá de la zona de influencia de la raíz, actuando como una
extensión del sistema radical (Figura 3) y con ello, mayor tolerancia a la sequía, aumento de las tasas
fotosintéticas, concentraciones más bajas de elementos tóxicos como el cadmio y el arsénico en tejidos
vegetales, además de mejorarlas propiedades físicas del suelo (Muchovej et al., 2001). Cuando se
establece la interacción, los hongos por lo general modifican la morfología de la raíz, desarrollando nuevas
estructuras que caracterizan a los diferentes tipos de micorrizas (Aguilera et al., 2007).
Figura 3. Esquema que ilustra la inoculación del biofertilizante y los efectos positivos que causan
los microorganismos en las características físicas del suelo, así como en el aumento de la
comunidad microbiana del suelo.
Clasificación e Importancia de las Micorrizas.
Los diferentes tipos de micorrizas presentes en el suelo, pueden distinguirse por su morfología y en cierta
medida en su fisiología (Turk et al., 2006). Su clasificación se basa en el tipo de relación hongo-planta y al
estado de la comunicación entre células de la raíz con el micelio del hongo. Se reconocen a cinco grupos
de micorrizas basándose en criterios morfológicos, anatómicos y sistemáticos tanto de las plantas como
de los hongos. Esos grupos son; ectomicorrizas, micorrizas de ericales, micorrizas de Orchidaceae,
ectoendomicorrizas y micorrizas arbusculares también llamadas endomicorrizas.
Las investigaciones sobre el uso de microorganismos benéficos en la agricultura, entre los principales los
HMA han marcado un gran avance, ya que la relación simbiótica que se produce entre microrganismos y
el sistema radicular de las plantas influye de manera determinante en el desarrollo, productividad y
supervivencia de las mismas en las diferentes zonas agrícolas.
Los HMA están asociados con un mayor crecimiento de muchas especies de plantas debido adquisición
efectiva de agua y nutrientes atribuido al extenso crecimiento de las hifas más allá de la zona de
agotamiento que rodea a la raíz, lo que proporciona una mayor tolerancia a los ambientes extremos
(sequía), a la salinidad y a ciertos patógenos, además de la producción de sustancias promotoras de
crecimiento, reducción del shock de trasplante y la interacción sinérgica con otros microorganismos
beneficiosos del suelo, tales como fijadores de N y solubilizadores de P, permitiendo a la planta un mejor
crecimiento bajo condiciones de estrés (Muchovej, 2001).
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