INTRODUCCIÓN.- El pecado social es una realidad que afecta a la sociedad,
encarnándose en sus estructuras e impidiendo que los actos humanos alcancen sus dimensiones de verdad, bondad y comunión con los demás. Es un espíritu de egoísmo radical, de mentira y de falta de amor, que penetra en el tejido social y determina la vida de las personas y de la sociedad. Podemos decir que es la resultante y el fruto del pecado original, de las costumbres corrompidas, de las culturas alienadas, de la irresponsabilidad colectiva y de los pecados personales de cada generación humana. El pecado social “no debe inducir a nadie a disminuir la responsabilidad de los individuos, sino que quiere ser una llamada a la conciencia de todos para que cada uno tome su responsabilidad. La Iglesia cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. Por lo tanto las verdaderas responsabilidades son de las personas" DESARROLLO.- Clasificación del Pecado: a) Pecado personal daña a otros y atenta con la solidaridad humana. b) Pecado social es todo pecado cometido contra los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida, sin excluir la del que está por nacer, o contra la integridad física de alguno; todo pecado contra la libertad ajena, especialmente contra la suprema libertad de creer en Dios y de adorarlo; todo pecado contra la dignidad y el honor del prójimo. Es social todo pecado contra el bien común y sus exigencias, dentro del amplio panorama de los derechos y deberes de los ciudadanos. c) Pecado estructural es en la miseria en que viven millones de personas sin culpa directa de vivir así, resultado de mecanismos estructurales de egoísmo y corrupción. Tales situaciones son verdadero pecado al ser contrarias al proyecto de Dios y su Reino. Esas situaciones no tienen una solución inmediata. Los sistemas sociales, económicos y políticos crean múltiples estructuras de pecado con una tremenda fuerza de atracción del mal que lleva a considerar como «normales» e «inevitables» muchas actitudes y situaciones de pecado de tal modo que el mal aumenta y produce efectos devastadores. Por su parte la Iglesia considera fundamental y urgente la edificación de estructuras menos opresivas y más justas, pero es consciente de que aún las mejores estructuras y sistemas, se convierten pronto en inhumanos si las malas inclinaciones del hombre no son saneadas, si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en estas estructuras y sobre todo por quienes las rigen. Pues así como hay una solidaridad en el bien, se es también solidario en el mal. Sin embargo no olvidemos que las raíces profundas de las faltas son individuales, incluso si tienen aspectos colectivos. Cristo nos dice que del amor a Dios y al prójimo "penden la ley entera y los profetas" (Mt 22,40). El Bien está al servicio del Amor en sus dimensiones individual, social y trascendental. El Mal en cambio es lo que dificulta a estas relaciones. Jesús radicaliza este planteamiento y lo adopta en su mensaje sobre el Reino: Dios es sencillamente el Bien, y el que concede al hombre la salvación. CONCLUSIONES.- Hoy en día no es común escuchar de pecado social, sin embargo, la fuerza de la Teología de la Liberación (ver, juzgar y actuar) está presente porque da explicación, respuesta a los grandes males humanos y naturales; y es desde ahí que invoca a que los creyentes, como es la mayoría de ecuatorianos y latinoamericanos, a no ser contemplativos frente a los males del prójimo; de ese prójimo que tratamos con indiferencia. La lucha contra el pecado social es un objetivo de los que creen en un ser supremo pero actúan en consonancia ética por el bien común. Esa lucha contra el pecado social ha sido lucha por el reconocimiento, por los derechos de todo tipo; por la valorización de le vida frente al capital. La noción del pecado social tiene una dimensión compleja porque denuncia a las estructuras del capitalismo como al ser humano capitalista. Denuncia el conformismo de los grupos que, mejorando su nivel de vida, se olvidan de quienes aún viven en pobreza, sea material o espiritual. Una revolución social entre sus formas es una lucha contra ese pecado social del capitalismo que violenta la dignidad de la humanidad y de la naturaleza y que fuerza a que todo se mercantilice y se prostituya. Que profana no solo las creencias si no los valores éticos de la vida. La liberación social no es una tarea a corto plazo, inmediatista, sino una revolución permanente que requiere diversos modos de organización política, comunicacional, etc., con eficiencia y eficacia para evidenciar lo que el ser humano puede construir con racionalidad junto a la naturaleza. Acciones que debemos tomar: Los Estados y gobiernos han de disponer de recursos necesarios mediante financiaciones externas –públicas y privadas–, otorgadas en condiciones accesibles, regulados de manera equitativa sin afán de lucro. Movilización moral y económica, que respete los acuerdos tomados en favor de los países pobres, dispuesta a revisar los acuerdos cuando se demuestre que son demasiado gravosos y llegan a convertirse en injustos o inequitativos. Impulsar la ayuda pública para el desarrollo, estudiar las propuestas de nuevas formas de financiamiento. Biografía.- Exhortación Apostólica de San Juan Pablo II Reconciliatio et Paenitentia, 2- XII1984, nº 16. (2 de diciembre de 1.984) Juan Pablo II, Combatir el pecado personal y las «estructuras de pecado», 1-4. E. Bonín B.(25 de agosto de 1.999) Estructuras de pecado y pecado social, Col. Sal de la tierra, núm. 19, IMDOSOC, México 2007, 23-59. J. Gay B. Curso básico de ética cristiana, Rialp, Madrid 2001, 103-139.