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Guía de Estudio Unidad N°2

I. La Guerra de Arauco

La mayoría de los indígenas que habitaron en el territorio del Chile actual se resistieron a la
conquista española, pero la acción mapuche fue la única efectiva para detener la expansión de los
europeos. En el norte y centro, los nativos fueron sometidos militarmente en poco tiempo y a fines
del siglo XVI ya estaban subordinados al sistema español. Por el contrario, al sur del Biobío los
habitantes no poseían una organización centralizada, lo que produjo, entre otras causas, un
conflicto bélico de larga duración, la Guerra de Arauco.

Durante el siglo XVI, los españoles habían triunfado en la conquista hacia el sur, gracias al uso del
caballo y las armas; pero los mapuches se caracterizaron por la capacidad de adaptación militar,
asimilaron sus tácticas bélicas, aprovecharon su superioridad numérica y el conocimiento del
terreno. En 1550 se había iniciado un alzamiento general que acabó con la vida del gobernador de
Chile, Pedro de Valdivia, en 1553. Desde esa fecha, comenzó una guerra que duró más de trescientos
años; sin embargo, la historiografía actual distingue tres períodos: el primero fue la etapa ofensiva,
con fuertes enfrentamientos, una segunda etapa defensiva, en que los conflictos se hicieron
esporádicos y una tercera en la que predominaron las relaciones fronterizas.

En 1598, estalló la segunda gran rebelión, la batalla de Curalaba, en la que murió el gobernador
Martín García Oñez de Loyola y fue liderada por el toqui Pelantaro. En ella se destruyeron los fuertes
y ciudades al sur del Biobío, excepto Valdivia. En consecuencia, el rey Felipe III dictó el decreto de la
esclavitud de los indígenas rebeldes, realizando campeadas en la zona, donde tomaban prisioneros
de guerra como esclavos.

La guerra ofensiva: Tras la derrota sufrida ante los mapuches, los españoles decidieron aplicar una
severa reforma a sus estrategias militares para enfrentar al enemigo. Su principal gestor fue Alonso
de Ribera, soldado español designado gobernador de Chile por el rey Felipe III entre 1601 y 1605. Él
organizó el primer ejército regular del país, que remplazó a la hueste de encomenderos y que fue
financiado por el real situado. Así, mantuvo un grupo armado y profesional en la frontera, con el
objetivo de ir ocupando lentamente el territorio mapuche y creó una línea de fuertes a lo largo del
Biobío, originando una frontera al sur de la cual los indígenas quedaron libres de influencia española.

Esta estrategia no tuvo el resultado esperado, pues no se logró someter a los naturales y ni siquiera
el ejército pudo penetrar en las tierras mapuches.

La guerra defensiva: El fracaso de la guerra ofensiva produjo que en 1612 se implementara una
nueva estrategia, impulsada por el padre jesuita Luis de Valdivia: la guerra defensiva. Su objetivo
era someter a los indígenas a través de la persuasión y tácticas no violentas. Él planteaba, al igual
que Bartolomé de Las Casas, que no era lícito hacer la guerra a los indígenas para someterlos
políticamente e introducirlos a la Iglesia, pues ellos eran libres y solo por consentimiento voluntario
podrían someterse a la soberanía española. De esta manera, planteó la mantención de la línea de
frontera en el río Biobío y solo los sacerdotes con labor misionera podrían cruzarla. Asimismo,
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planteó la necesidad de eliminar el trabajo obligatorio indígena y la esclavitud de los sublevados. Lo


anterior solo duró hasta 1625, cuando se volvió a la guerra ofensiva, debido a que no se respetaron
estas medidas y se continuaron los ataques españoles en busca de esclavos y el asesinato de
misioneros.

La vida en la frontera mapuche: A partir de mediados del siglo XVII, los enfrentamientos bélicos
empezaron a disminuir, apaciguando el límite fronterizo en el río Biobío, convirtiéndose en un
espacio de interacción con roces, pero también, con un fuerte intercambio comercial, étnico y
cultural. En estas relaciones destacó el lenguaraz, hombres mestizos, que hablaban ambos idiomas
y sirvieron de nexo para el intercambio de bienes. Este fenómeno se conoció como “vida fronteriza”
y se prolongó hasta la salida de los españoles del territorio nacional en las primeras décadas del
siglo XIX.

Por otra parte, las autoridades españolas usaron el parlamento para fomentar la paz, instancia de
reunión entre el gobernador, máxima autoridad del reino, y los caciques (lonkos) o ulmenes de las
distintas tribus mapuches. En ellos se reconocía implícitamente la soberanía indígena sobre su
territorio, se establecían las condiciones de paz, se intercambiaban prisioneros de ambos bandos,
emanaban acuerdos para normar el comercio. Por lo general, duraban varios días, en los que se
intercambiaban regalos y el gobernador agasajaba con abundante comida y alcohol a los caciques.

II. Formas de trabajo indígena

1. Sistema de encomienda: un grupo de naturales quedaba bajo la tutela de un español, el


encomendero recaudaba el tributo de estos nuevos súbditos y por otra parte asumía el deber de
protegerlos, alimentarlos, vestirlos y costear su evangelización.

2. El repartimiento: consistía en la ocupación de indígenas encomendados y no encomendados en


obras públicas o labores agrícolas y era aplicado por las autoridades de una ciudad a las poblaciones
de naturales que vivían en los alrededores de esta.

3. La Mita: era un sistema de trabajo por turnos que habían instaurado los incas y que mantuvieron
las autoridades españolas. Consistía en el trabajo obligado de un tercio de la población de la
comunidad indígena durante algunos meses del año, generalmente en minas o hacienda.

4. El asiento: Este consistió en un contrato simple firmado ante la autoridad competente y establecía
la edad, el tipo de labor y la remuneración en especies o dinero que el indígena recibía, señalando
expresamente que se hacía por la libre voluntad del contratante.
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III. Tasas que reglamentaban el trabajo indígena

Los abusos por parte de los encomenderos hacia los indígenas fueron denunciados en forma
permanente por las órdenes religiosas en América, por lo que la Corona implementó una
legislación que protegía a los indígenas. Así, se dictaron leyes generales, que fueron llamadas
tasas, y eran las normas que reglamentaban el trabajo indígena. Dentro de esta legislación se
incluyó el cargo de visitador, que controlaba el acatamiento de la ley, pudiendo sancionar a
quienes las desobedecieran.

Las principales tasas promulgadas en Chile entre el siglo XVI y XVII fueron:

IV. La evangelización de los mapuches

El primer obstáculo que tuvieron que enfrentar los sacerdotes, más que la belicosidad del
mapuche, fueron las grandes distancias que debían recorrer, la falta de recursos y el escaso
número de clérigos para realizar su misión. Sin embargo, lograron llegar hasta los rincones más
apartados de la Araucanía. En general, los sacerdotes se opusieron tenazmente a la guerra
contra los indígenas, señalando que era injusta y que los delitos y abusos que cometían los
encomenderos era la principal causa del alzamiento indígena.

A la zona de la Araucanía primero llegaron los misioneros franciscanos, pero quienes


sobresalieron por su labor fueron los jesuitas, que arribaron a Chile en 1593. Pese a la existencia
de una línea de frontera con los indígenas en el río Biobío, los jesuitas aprendieron el
mapudungun, vivieron en rucas y vistieron ponchos para asemejarse a los naturales.

V. El sincretismo religioso y la influencia del arte

La llegada del catolicismo a América tuvo diversas repercusiones. Por un lado, muchos naturales
asumieron una actitud rebelde hacia las creencias foráneas y una resistencia activa, como es el
caso de los mapuches, quienes se negaron a abandonar sus creencias. En otros casos, los nativos
se sometieron a la evangelización, principalmente aquellos encomendados en la zona central
del país. Finalmente, estaban los naturales, que asumieron la religión en forma parcial,
manteniendo sus creencias, pero integrándolas a los nuevos principios cristianos. A esto se le
denomina sincretismo religioso, y fue la manifestación popular de mayor presencia en Chile y
América.
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El sincretismo cultural se puede apreciar en el aspecto religioso, ya que los indígenas adoptaron
la religión católica, pero la enriquecieron con elementos estéticos, bailes y formas de culto más
ancestrales, como lo podemos apreciar en Chile, con las danzas en homenaje a la Virgen del
Carmen de la Tirana. En el sincretismo se aceptó el rito cristiano, otorgándole un significado
indígena, o bien el rito indígena se mantuvo, dándole un significado cristiano. Esta mezcla
facilitó el mantenimiento de una actitud de aceptación del cristianismo junto con la pervivencia
del culto a las divinidades de los indígenas. Un ejemplo de lo anterior fue la incorporación de la
cruz como objeto de culto por parte de los mapuches.

Durante la Colonia el arte también se transformó en una muestra de sincretismo. Las obras
artísticas difundieron las temáticas de la religión católica, impuestas bajo las órdenes de la
Corona española, teniendo un fin evangelizador. Así, las imágenes religiosas se utilizaron con el
fin de explicar a los indígenas la vida de los santos y los valores morales que debían practicar. El
estilo artístico que predominó en los siglos XVI y XVII fue el Barroco, desarrollándose el arte
colonial en las ciudades más importantes de América, como Quito, Lima, Cuzco y Potosí. En
Chile, la producción artística más importante se creó en Calera de Tango y Chiloé.

Sincretismo cultural: proceso en el que dos sistemas culturales diferentes entran en contacto,
dando como resultado una nueva forma cultural con elementos de los dos sistemas que se
vincularon.

VI. Economía colonial

Las regulaciones impuestas por la Corona: España encontró en América una gran fuente de recursos
y materias primas, tanto en la minería (oro, plata, cobre, entre otras) como en la agricultura y su
objetivo económico fue mantener la explotación de estos. Para asegurar el control de las riquezas
descubiertas, la Corona implementó un sistema de subordinación y dependencia económica de los
territorios americanos a España. Este modelo, denominado monopolio comercial, consistió en la
prohibición de comerciar con otras naciones, el control de los puertos de salida y llegada, la
imposición de las rutas para transportar las mercancías, la restricción del desarrollo industrial
americano y la limitación del comercio intercolonial. La Casa de Contratación estuvo a cargo de la
organización del monopolio, para lo cual establecieron las siguientes medidas:

Imposición de rutas comerciales: para el flujo de productos desde y hacia América. En España, el
tráfico de mercancías fue monopolizado, inicialmente, por el puerto de Sevilla, desde ahí salían las
naves que trasportaban las manufacturas españolas hacia América y allí regresaban las mismas
embarcaciones cargadas de materias primas provenientes de las colonias. Los únicos puertos
americanos autorizados para comerciar con España y el resto de América fueron los de Veracruz
(México), Portobelo (Panamá) y Cartagena (Colombia). En cada uno de estos puertos se realizaban
grandes ferias comerciales para distribuir todas las mercancías a las colonias.

• Creación de un sistema de flotas y galeones: El intercambio de productos entre la metrópoli y las


colonias americanas debía realizarse exclusivamente por una flota de embarcaciones de la Corona.
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La estructura económica no alcanzó el nivel de eficiencia esperado: El flujo de productos desde


España, pensado inicialmente en una frecuencia anual, se retrasó hasta en períodos de tres años, lo
que acarreó graves consecuencias, como la burocracia para adquirir productos, el
desabastecimiento y el desarrollo de un intenso contrabando entre las colonias, en el que estas se
abastecían con productos traídos de manera ilegal por barcos ingleses y franceses. No obstante
estas dificultades, las ganancias de la Corona fueron considerables y se complementaron con los
ingresos provenientes de los impuestos aplicados a las colonias.

Haciendas coloniales

La hacienda implicaba no sólo faenas agrícolas, era un centro artesanal donde se elaboraban
ponchos y frazadas, objetos de cerámica con greda y se trabajaba la madera, el hierro y el
cuero. Durante este siglo se estableció una nueva estructura social agraria, donde la cabeza,
en orden jerárquico, era el hacendado o patrón de la hacienda; bajo él se encontraban los
demás: capataces, El huaso y la lavandera. peones, inquilinos y vaqueros.
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VII. Organización política colonial

VIII. Sociedad Colonial

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