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ENSAYO

DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN: UN RETO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


ACTUAL
ADRIANA LUCÍA SUÁREZ ROCHA – Estudiante
NILCE ARIZA BARBOSA – Docente
ESCUELA SUPERIOR DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA – ESAP
CETAP MIRAFLORES
GOBIERNO Y POLÍTICA PÚBLICA
2018
DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN: UN RETO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
ACTUAL

La corrupción en Colombia supero los niveles descaro “se pasó de hacerle trampa
a la ley a incluir la trampa en la ley”, así lo señaló el senador Jorge Enrique Robledo en su
más reciente libro, La corrupción en el poder, y es que los fenómenos que enlodan el sector
público están por todos lados, atentando de forma directa contra la democracia.

Tradicionalmente la democracia y la participación ciudadana se relacionan


equívocamente de forma exclusiva con las elecciones, se cree que la democracia es ir a
las urnas, participar de una asamblea y máximo hacer parte de una organización social,
donde elegir y ser elegido es lo mas relevante. Sin embargo, Rousseau define que la
democracia parte de la igualdad, contemplando dos aspectos fundamentales: la
participación política en las decisiones por parte del pueblo y el control por parte de los
ciudadanos a los asuntos públicos. Es decir que la democracia demanda de los individuos
una constate interacción equivalente a la participación activa.

Es innegable que la sociedad actual está inmersa en un océano de múltiple


información por el uso de las tecnologías y el consumismo acelerado que se promueve
desde la globalización, sugiriendo a la administración pública un enfoque moderno en la
prestación de servicios y atención a las necesidades básicas insatisfechas, creando en los
sistemas democráticos importantes escenarios en pro de la consolidación de un Estado
moderno.

Establecer la democracia en los territorios se hace vital y resulta un reto para la


administración pública de esta generación, desarrollarla con una connotación participativa
sin desvalorar la representativa, pues no puede existir la una sin la otra.

Dahl (1999) considera que la democracia se presenta como el sistema político más
aceptable, debido a que garantiza ventajas sobre otros sistemas políticos de gobierno por
lo siguiente: a) evita la Tiranía; b) garantiza derechos esenciales; c) otorga libertad general;
d) promueve la autodeterminación; e) proporciona autonomía moral; f) incentiva el
desarrollo humano; g) protege los intereses personales esenciales; h) fomenta altos grados
de igualdad política; i) produce la búsqueda de la paz y j) genera prosperidad en las
sociedades.

Pero, alguien puede preguntarse, ¿Qué pasa con la democracia en Colombia? Si


desde 1991 la Carta Magna entronó la democracia participativa como uno de los
mecanismos más preponderantes para el desarrollo de los asuntos públicos y la defensa
de los derechos fundamentales, entonces por qué la involución del Estado en materia de
democracia, por qué desde ese escenario constituyente, la democracia no se ha fortalecido
y por el contrario permanece retraída entre dos realidades disimiles, una relacionada con la
retórica de la argumentación legal y la otra con la realidad social, pues no se necesita ser
tan ilustrado para comprender que el contenido de la Constitución resulta un asunto
metafórico y poético en ocasiones, en relación a la realidad política colombiana.

Si bien es cierto durante las últimas décadas han surgido múltiples mecanismos de
participación ciudadana, abordando diferentes espacios, tales como: las juventudes (Ley
375 de 1997), la cultura (Ley 387 de 1997), de justicia (Ley 297 de 1996), la agenda de paz
(Ley 434 de 1998), los espacios escolares (Ley 115 de 1994); encaminando al desarrollo
local en la creación de veedurías ciudadanas, organizaciones sociales, consejos de cultura
y paz, comités de vigilancia, entre otros.

En la práctica poco ha cambiado, pues lo público sigue observándose de manera


coloquial bajo la consigna “de todos y de nadie”, de todos para su uso, pero de nadie para
responsabilizarse; y es que superar asuntos de autoritarismo, de exclusión y de manejo
político, parecen hombres fuertes difíciles de vencer, Colombia como la mayoría de los
países de América Latina, ha sufrido durante siglos de estos mismos fenómenos, buena
parte por la poca participación política y democrática que se refleja en niveles elevados de
abstencionismo por parte de los ciudadanos, quienes han permanecido adormecidos e
indiferentes frente a los aparatos que ostentan el poder estatal, marginando sin lugar a duda
los territorios de nivel local.

Razonar que las municipalidades son por su creación la parte fundamental del
Estado, algo así como la piedra angular del territorio por ser el gobierno más próximo a la
población, siendo sin lugar a dudas su trabajo ejecutor el que incide de manera directa en
la calidad de vida de la gente, en el bienestar y en el desarrollo local; el estado social de
derecho debiera encontrar entonces en la participación ciudadana el mejor aliado para
materializar la justicia, la igualdad y la libertad, logrando una sana convivencia y el respeto
por los derechos humanos y del territorio.

Pero la indiferencia ciudadana y poca la voluntad política de los gobiernos para


establecer una democracia participativa se expande por todos los espacios, puesto que
apostar a esta transformación democrática implica activar el poder decisorio, tal como lo
señala Rafael del Águila:

“Los ciudadanos serán juiciosos, responsables y solidarios, únicamente si se les da


la oportunidad de serlo mediante su implicación en diversos foros políticos de
deliberación y decisión. Y cuantos más ciudadanos estén implicados en ese
proceso, mayor será la fortaleza de la democracia, mejor funcionará el sistema,
mayor será su legitimidad, e, igualmente, mayor será su capacidad para controlar al
gobierno e impedir sus abusos. La participación creará mejores ciudadanos y quizá
simplemente mejores individuos.”.1

Y es que el inconformismo no es sólo de los ciudadanos hacia los gobiernos, sino


que los gobiernos también se quejan de los pobladores de sus territorios, puesto que
consideran que el Estado no es benefactor de todo, que los ciudadanos deben apartasen
de la idea del Estado omnipotente, es decir quitarle esos poderes de sobre carga y aprender
a aportar, a responsabilizarse de lo que implica ser verdaderamente ciudadano.

Es entonces, desde el escenario de la democracia que se fortalece la administración


de lo público, cuando todos y cada uno de los individuos reconocen en sí mismos el poder
transformador, no como un asunto de altruismo o liderazgo meramente político, sino desde
la concepción participativa como aquella posibilidad de influir en asuntos sociales, políticos
y económicos del país, el valor de lo público encontrará su eslabón perdido en medio de la
enfermedad bélica en la que se encuentra inmerso.

Entonces hacer hincapié en que los ciudadanos comunes, los ciudadanos de a pie
participen en el gobierno de su ciudad, comprendiendo el grado de corresponsabilidad y de
igualdad a la hora de ejercer su competencia política proyectará en sus territorios locales
espacios de educación, de deliberación, de discusión y de consenso público, siempre con
la disposición de aprender, reaprender y reformarse, aumentado la capacidad de resiliencia.

De allí entonces, la importancia que cobra la educación cívica, la educación en


asuntos públicos, notablemente el país y los municipios han crecido en número de personas
más instruidas y con mejor perfil profesional que en el siglo pasado, sin embargo, la
tecnocracia se ve reflejada únicamente en excelentes planteamientos y no en buenos
resultados, al parecer las políticas públicas van por un lado y la sociedad por otro, encausar

1
Artículo. La Participación Política como generadora de educación cívica y gobernabilidad. Revista
Iberoamericana de Educación. No. 12
entonces el conocimiento de los territorios con la sapiencia del saber, fundirlo en uno solo
es prerrequisito para el desarrollo municipal y se convierte en un reto presente de la
administración pública.

Empezar por crear planes de desarrollo en los municipios y políticas públicas


acordes a la realidad local, demandan la participación activa y permanente de los
ciudadanos, reeducar a estos mismos en la concepción de lo que significa en bienestar y
desarrollo el poner en marcha la cooperatividad, la capacidad de juicio y de solidaridad,
este último no como un valor moralista sino como un principio normativo asociado a la
igualdad; suscita de dos actores, uno los entes territoriales y su disposición para abrir las
puertas de participación y el otro de los ciudadanos para cooperar.

En un sentido más pragmático los territorios más poderosos del mundo son aquellos
que cumplen dos condiciones, los mejor administrados y los que cuentan con ciudadanos
empoderados, que inciden en las políticas trascendentales.

Para Azuero (2010) los problemas de la Administración pública en Colombia, están


relacionados con la deficiencia de las instituciones electorales, de justicia, de orden
legislativo y los procesos de reclutamiento de los funcionarios y servidores, algo no muy
novedoso; Mientras que la Fundación Konrad Adenauer Stiftung (2010), define un
ingrediente más y es la descentralización que en Colombia enfrenta dificultades tales como:
la falta de claridad de las competencias de la Nación y los entes territoriales lo que impide
alcanzar un alto más grado de eficacia y eficiencia en la asignación de recursos. Por tanto,
las administraciones locales no reflejan prioridades de inversión claras y no existe un control
ciudadano efectivo que minimice los riesgos de corrupción, y la inoperancia de las
veedurías ciudadanas y los organismos de control territorial propician espacio para
corrupción.

Los retos de la administración pública para esta generación son heterogéneos y


están relacionados con la jurisdicción de cada territorio, de su sociedad y de su cultura, toda
política pública es entendida como el arte de construir acuerdos entorno a grandes objetivos
que convienen a todos los miembros de una comunidad, que requiere tanto de esfuerzos
operativos como financieros, encaminados a ejecutar acciones promoviendo la
movilización de la sociedad como mecanismo para vigilar los avances del proceso
emprendido. Pues lo público le compete a absolutamente a todos.
Fortalecer los procesos, los actores de lo público, la sostenibilidad y la capacidad
local, conducen al empoderamiento y a la corresponsabilidad cívica, al impulsar formas
organizativas pluralistas en los que tenga cabida los diferentes agentes sociales como son
el sector público, privado y las organizaciones comunitarias bajo la motivación y convicción
firme, de que solamente el trabajo coordinado entre el Estado y la sociedad civil, darán
como resultado el diseño, ejecución y seguimiento a las políticas públicas encaminadas a
mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos del territorio local y con ello un verdadero
cambio, lo que equivale a un reto más de la administración pública.

Los territorios y en especial los municipios de sexta categoría dentro del Estado
Colombiano carecen mucho más de espacios participativos y de deliberación, temas como
el desempleo y la falta de oportunidades que impiden a los jóvenes educarse, son
problemáticas bastante ambiguas en el tiempo sin resolución, por lo siguiente reconocer el
territorio, sus fortalezas geográficas y climáticas, así como sus debilidades proporcionarán
diagnósticos reales y con ello soluciones concretas. Pues la gente no se desplaza sin
motivación alguna, los campos no quedan solos por que sí, todo tiene una razón y no sólo
es la inoperancia del señor Estado, sino también la improductividad democrática de las
comunidades.

Y es que articular las acciones de los agentes participantes no es una tarea sencilla
ni fácil de realizar, por pequeños que sean los municipios, lograr incluir la democracia
representativa y participativa se convierte en una meta, máxime cuando los niveles de
clientelismo o las relaciones de poder viciadas inundan las decisiones políticas, que
debieran tener un tono más democrático.

En conclusión, la democracia hace a los seres humanos iguales, abre el camino a


la equidad, entre más fuerte sea la democracia dentro de las comunidades, menor será la
brecha de desigualdad, cuanto más empoderados sean los ciudadanos, más participativos,
más educados, mayor probabilidad de desarrollo y de innovación y menor autoritarismo.

Entender que la descentralización municipal no equivale exclusivamente a la


autonomía administrativa, política y normativa, sino también a la democracia, cada sector
territorial debiera tener en cuenta el valor de está para crecer, para edificar y reedificar la
sociedad, donde el reconocimiento a la diversidad, a la integración y la equidad, no sean
más sofismas o conceptos demagogia.
BIBLIOGRAFÍA

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