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Gramática II-Documento de cátedra / Unidad 1 2017

Frawley, William (1992) Linguistic Semantics, Lawrence Erlbaum Associates, Publishers,


Hillsdale/ London,

CINCO ABORDAJES DEL SIGNIFICADO (Capítulo 2)

En este capítulo se atiende a la naturaleza y definición del significado en sí mismo, considerando


cinco enfoques: significado como referencia, como forma lógica, como contexto y uso, como
cultura y como estructura conceptual. Esto no implica que se trate de cinco enfoques polarizados,
sino que son cinco puntos de vista, inconmensurables con los demás en ciertos aspectos, pero
compatibles en otros.
Los cinco enfoques proveen diferentes puntos de vista sobre el contenido de las
representaciones semánticas. ¿Son éstas referenciales? ¿Son lógicas? ¿Se derivan del contexto de
uso inmediato o de un contexto cultural más amplio? ¿Son estructuras conceptuales?

1. Significado como referencia


Si le preguntamos a alguien que significa perro, probablemente nos dirá es aquello a lo que la
palabra se refiere en el mundo: un objeto discreto o un conjunto de rasgos observables, como que
ladra, es fiel, etc. En ambos casos, el significado en el mundo es una referencia constante en
cualquier contexto.
El enfoque del significado como referencia a hechos u objetos en el mundo tiene una larga
historia de discusión semántica. Nos lleva a debatir dos cuestiones:
a) ¿Como puede ser constante la referencia, pero variar el significado?
b) ¿Como es que la referencia puede ser indeterminada o no existente, pero aun haber
significado?
Las respuestas a ambas preguntas argumentan que la referencia debe tener lugar en un
mundo proyectado mentalmente.
(a) La primera pregunta es un problema clásico, el mismo que Frege planteó al decir
(1) El lucero matutino es el lucero vespertino.
Desde un punto de vista referencial, se refiere a la misma cosa, el planeta Venus; y desde un punto
de vista informativo, tiene poco contenido. Sin embargo, para mucha gente es significativa e
informativa. Mucha gente no sabe que hay dos luceros, que en realidad son uno solo y que no son
estrellas sino un planeta, y entonces, ¿cómo damos cuenta de este tipo de significación a pesar de la
redundancia referencial?
Frege propuso la distinción referencia/sentido. La referencia es el objeto o entidad del
mundo real denotado por una expresión lingüística, en tanto que el sentido es el significado de la
expresión según cómo es ésta dicha, según la forma de la proposición. El sentido es toda la
información que hace la oración significativa para alguien que puede conocer o no la referencia. Un
referencia afortunada (esto es, que se identifique la referencia) es mas importante en la vida diaria
que una referencia verdadera.
Otro modo de presentar este tema es decir que la referencia es el proceso por el cual un
significante se relaciona con un significado. El objeto en sí que es referido es la extensión; toda la
información diferente de la extensión es la intensión. Así en (1) la extensión puede ser constante,
generando una expresión sin sentido y redundante a nivel, pero la intensión puede variar a pesar de
la extensión constante, y hacer la expresión significativa e informativa. Con respecto a qué es más
importante para el significado, la intensión o la extensión, se podría argumentar que la intensión
precede y fija la extensión, dado que es significativa para individuos que de otra manera no tendrían
idea de la extensión.

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Otro punto a considerar es la composicionalidad: el significado de una expresión es una
función del significado de sus partes. La composicionalidad es una condición general en la
representación semántica, y deriva de la obra de Frege, quien consideró que el principal objetivo de
la teoría semántica debía ser dar cuenta de qué modo expresiones con significado arbitrario, como
las palabras, pueden formar combinaciones significativas y no arbitrarias (estructuras).
La variación en el significado a pesar de una referencia constante puede explicarse a partir
de la separación entre extensión e intensión, con ésta última fijando la primera. La variación del
significado frente a una extensión constante es posible porque el significado en sí mismo es una
selección de propiedades, o piezas, de un mundo proyectado.
(b) La segunda cuestión nos lleva a una respuesta común: si el significado es lo referido en el
mundo ¿cómo pueden tener significado palabras como unicornio y diablo? Hemos visto imágenes o
escuchado hablar de unicornios y del diablo, por lo tanto su significado se deriva de esas imágenes
y descripciones, que constituirían sus extensiones. Pero, ¿que pasa con el artículo el? Tiene una
referencia distintiva, que algo es definido, especifico, previamente conocido o dado, pero no se
refiere a la cosa sino a su calidad de especificidad o de dado en un contexto. ¿Que pasa si tomamos
expresiones como de o con?
Este tipo de inquietud es el que recorre el trabajo de Russell. El plantea la expresión El rey
de Francia es calvo, que no sería significativa porque no tiene referencia. Russell entonces plantea
que la proposición es significativa porque es falsa. Contiene una aserción oculta: ‘existe un rey en
Francia y el es calvo’; por las reglas de la lógica, si una de estas dos proposiciones es falsa, el
conjunto es falso, y la primera es falsa porque no existe ningún rey.
En contraste con este análisis, Peter Strawson propuso que no hay una aserción de que haya
un rey en Francia, sino una presuposición de él en un universo posible de discurso. Para Strawson
es menos importante la verdad de El rey de Francia es calvo, que su uso afortunado en el discurso.
La expresión tiene valor de verdad y valor informativo. Es significativa porque hay un mundo de
información presupuesta, no porque haya un mundo de extensiones verificables. El problema del
significado cuando no hay extensión determinada se resuelve considerando que la extensión
descansa en la referencia en un mundo de información, no en un mundo de hechos. Strawson
demuestra que las intensiones pueden dar expresiones significativas en ausencia de extensiones.
Otros autores plantean que nosotros no hablamos sobre el mundo extensional sino sobre el
modelo de mundo que construimos en nuestra mente. Además, nuestra lengua no trata de entidades
del mundo proyectado como totalidades sino, como se vio con respecto a la composicionalidad,
como piezas o propiedades.
Entonces, habría dos maneras de considerar el significado: (a) como una relación entre el
lenguaje y el mundo, en términos de verdad, o (b) como una relación entre el lenguaje y sus
usuarios, en términos de comprensión (understanding). La verdad estaría subordinada a la
comprensión o entendimiento. Desde este punto de vista, el significado de una expresión son las
condiciones bajo las cuales es verdadera, pero la verificación no debe ser entendida como verificar
en el mundo sino en mundo proyectado mentalmente. La verificación es una operación mental, no
un apareamiento mecánico de signos lingüísticos y objetos.

2. Significado como forma lógica


¿Por que considerar que el significado de una expresión es su forma lógica o su representación por
medio del análisis lógico? Hay dos razones: una que la lógica esta relacionada con la verdad, la
inferencia y el contenido de las expresiones, y dos, que la lógica tiene métodos rigurosos y
explícitos de representar el contenido de las expresiones.
Existe una conexión inherente entre lógica y significado, dado que aquélla se ocupa de de
las condiciones bajo las cuales ciertas aserciones pueden ser inferidas a partir de otras aserciones.
De ahí que tanto la lógica y el análisis del significado involucren la verdad condicional. El análisis
lógico afecta nuestros intentos de descubrir las propiedades semánticas gramaticalmente relevantes
ya que determinamos la presencia o ausencia de tales propiedades por medio de inferencias. Así, en
las oraciones:

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- Tom golpeó a Bob
- Tom hizo contacto con Bob
sabemos intuitivamente que si Tom golpeó a Bob entonces Tom hizo contacto con Bob, ya que
pegar implica contacto. La lógica depende del análisis semántico de las expresiones para determinar
inferencias necesariamente verdaderas. En este sentido, la semántica es una rama de la lógica.
El segundo objetivo del análisis lógico es representar las aserciones en un lenguaje preciso y
sin ambigüedades. Para eso, los sistemas de análisis lógico presentan típicamente una sintaxis
formal (conjunto de símbolos y reglas de combinación, mediante los cuales se representa el
contenido de las expresiones1) y una semántica formal o interpretación (el modo en que la sintaxis
se conecta con sus referentes para asignara así los valores de verdad a las expresiones), y ambas
contribuyen a la forma lógica de una expresión.
La interpretación formal constituye un modelo, es decir, una especificación abstracta de las
propiedades de un mundo al que las expresiones pueden en principio hacer referencia. En general,
los modelos constan de tres o cuatro conjuntos: individuos a los cuales el vocabulario lógico puede
referir (entidades, eventos, clases); valores de verdad (V/F) y mundos y tiempos donde ocurren
tanto los individuos como los valores de verdad (entonces, ahora…)
- Tom golpeó a Bob: hablar del significado de esta expresión, en términos formales, quiere
decir que a su forma sintáctica (por ejemplo, como predicado y argumentos, Golpear
[Tom, Bob]) pueden asignarse referentes de un conjunto de individuos (un evento –
golpear– y dos entidades –Tom, Bob– que tienen un valor de verdad en cierto mundo y
cierto tiempo (antes del momento en que se está hablando).
Considerar el significado como interpretación a través de un modelo acarrea varias ventajas.
En primer lugar, el contenido de las representaciones semánticas se hace exacto y sin
ambigüedades. En segundo lugar, la explicación del significado es formal, y por tanto
independiente del contenido que representa, y puede aplicarse de modo general y mecánico: las
representaciones semánticas, aunque restrictivas, son bastante generales. Finalmente, si el
significado es formal, podemos utilizar los métodos del análisis formal para resolver algunos de los
problemas semánticos tradicionales, en términos de sus condiciones de verdad. Por ejemplo, dentro
de la semejanza de significado (sinonimia, paráfrasis, tautología), dos aserciones serian paráfrasis si
tienen las mismas condiciones de verdad, o, si una supone a la otra. Así, en las el caso de la
paráfrasis (equivalencia o identidad de oraciones), las oraciones deben presentar las mismas
condiciones de verdad; en otras palabras, deben implicarse mutuamente. En el siguiente ejemplo,
- Bill comió la pizza
- La pizza fue comida por Bill
si la primera es verdad, entonces la segunda es necesariamente verdad, y viceversa.
Pero, aunque la perspectiva formal deja en claro la naturaleza y contenido de las
representaciones semánticas, también presenta algunos problemas. Si un sistema es formal, esto
implica que es categórico y vacío de contenido. Ambas características apartan la semántica formal
de la semántica lingüística.
Un sistema formal es categórico: los objetos lógicos y las operaciones que lo componen
tienen límites discretos. No existen superposiciones, y un objeto excluye categóricamente a otro.
Por ejemplo, la negación lógica invierte categóricamente el valor de verdad de cualquier cosa a la
que se aplique: no hay grados de negación. Pero en la lengua, encontramos muchísimos fenómenos
con gradaciones y límites difusos. Las categorías se encuentran organizadas en torno de valores
centrales focales, los prototipos, hacia instancias menos focales y marginales. La necesidad de una

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En la lógica proposicional (sistema para representar y analizar oraciones) hay un vocabulario para representar el
contenido de de las propias oraciones, las proposiciones (los símbolos p, q, r) y los conectores para expresar la
combinación de proposiciones (∨ ‘o’, ∼ ‘no’, & ‘y’,  ‘si, entonces’),

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gradación es especialmente pertinente para la semántica lingüística. La negación, que en la
semántica formal es categórica, requiere de grados en la lengua natural:
- El senador no aceptó sobornos (negación focal)
- El senador rara vez acepta sobornos (negación atenuada)
Con respecto al segundo problema, la semántica formal se asocia con la falta de contenido,
hecho que la lleva a:
(i) tratar como semejantes ciertos fenómenos que para la semántica lingüística son diferentes:
Los cuantificadores todos y cada uno, en términos formales, son representados por el
cuantificador , y no se diferencian ya que tienen el mismo efecto en la verdad de las
expresiones donde ocurren. Pero existen claras diferencias entre ambos: todos refiere al
conjunto en su totalidad (colectivo), mientras que cada uno refiere al conjunto en cuanto a sus
miembros individuales (distributivo), y esto sí marca una diferencia empírica:
- Todos los muchachos levantaron el camión
- * Cada muchacho levantó el camión
El primer ejemplo es aceptable porque el contenido del cuantificador interactúa con el
contenido del verbo levantar y el del sustantivo camión. La oración sólo puede comprenderse
colectivamente. Comparar qué sucede cuando el contenido semántico del objeto cambia:
- Cada muchacho levantó la bolsa
- Todos los muchachos levantaron la bolsa (AMBIGUA)
(ii) tratar como diferentes fenómenos que para la semántica lingüística son semejantes:
Se ha dicho que la negación presenta grados:
- Bob no fue (negación)
- Bob raras veces ha ido (negación atenuada)
- ¿Acaso Bob fue? (incertidumbre)
En la semántica formal, estos tres tipos de negación son tratados de manera distinta. El primero
representa la negación lógica; en segundo, es tratado como una aserción positiva, y el tercero, si
fuera analizable en términos formales, tendría que colocarse en algún sistema lógico que
pudiera representar preguntas. Lingüísticamente, sin embargo, todos serían tratados como
similares, ya que todos codifican una negación.

La semántica formal y la semántica lingüística no son incompatibles, sino complementarias. La


primera traza las restricciones necesarias acerca de la denotación en un espacio semántico ideal, un
modelo. La segunda detalla los requisitos de los sistemas semánticos reales en las lenguas del
mundo real. La semántica formal está orientada por la teoría y dedicada a la explicación más que a
la descripción, bajo el supuesto de que las descripciones son de algún modo un subconjunto natural
de las explicaciones. La semántica lingüística es inductiva está orientada por los datos, se dedica en
primer lugar a tabulaciones y descubrimientos empíricos.

3. Significado como contexto y uso


Es común observar que el significado de una expresión es su contexto así como su función en dicho
contexto. Wittgenstein (1953) pasó de una idea de significado como representación lógica de los
hechos (verdad y referencia inherentes en una expresión) a otra en la cual el significado de una
expresión es una función de su uso en un contexto particular.
El contexto y el uso (conocido también como pragmática) determinan el significado. La
semántica lingüística es, por lo tanto, secundaria a la observación de los contextos y usos. ¿A qué
apela este punto de vista? Por un lado, parece ser evidentemente correcto; en la práctica, el contexto
es claramente relevante en la selección del significado particular utilizado para comprender una

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expresión lingüística. Cerca del río, decir “Estuve cerca de este banco2 ayer” orienta la
interpretación de banco hacia “en los mares, ríos y lagos navegables, bajo que se prolonga en una
gran extensión”. Distinto sería si se estuviera caminando por Wall Street. En este sentido, el
contexto determina el significado.
Esta idea de que la pragmática supera o de cierto modo excluye otras aproximaciones al
significado se basa en no poder distinguir la selección del significado del significado seleccionado.
Las expresiones lingüísticas se dan en cierto contexto de uso, con un conjunto de significados
posibles para seleccionar. La pragmática involucra la selección del significado contextualmente
relevante, no la determinación de qué se considera significado en sí mismo. A diferencia de los
significados pragmáticamente seleccionados, las propiedades semánticas gramaticalmente
relevantes son relativamente estables, inherentes a las formas lingüísticas e independientes del
contexto y uso.
Considerando el siguiente diálogo:
A: Puedo ganar la lotería en Pennsylvania por $83 millones
B: Hay gente en Marte, también
¿En qué sentido es significativo? La implicación en la aserción de A es que no sólo es posible ganar
la lotería, sino que además es probable. La respuesta de B niega la probabilidad, no la posibilidad,
por medio de la presentación de información que, en sentido literal, es irrelevante para la situación y
poco probable que sea cierta. La respuesta de B requiere de inferencias para ser comprendida; esas
inferencias “forzadas” se denominan implicaturas. Las implicaturas son inferencias no
condicionales de la verdad. Grice (1975, 1978) observó que en la práctica comunicativa real,
existen ciertas “porciones faltantes” de información entre lo que se dice y lo que se quiere decir.
Hablantes y oyentes completan la información a través de las implicaturas, inferencias sistemáticas
acerca de lo que se intenta transmitir a partir de lo que realmente se dice.
A diferencia de la implicación lógica, las implicaturas no son condicionales de la verdad.
La implicación es una relación entre dos oraciones donde, si la primera es verdadera, la segunda
necesariamente es verdadera también. Una posible implicación de lo dicho por A: “Puedo ganar la
lotería en Pennsylvania por $83 millones” es “Pennsylvania es una ciudad”, ya que la frase “en
Pennsylvania” indica (por las propiedades semánticas de la preposición en) que Pennsylvania es un
lugar.
Las implicaturas y las implicaciones presentan un rango diferente de efectos y posibilidades
en un intercambio lingüístico real. Las primeras son dependientes del contexto y no condicionales
de la verdad; las segundas son dependientes del contexto y condicionales de la verdad. La
pragmática estudia, entre otras cosas, las formas en que pueden tomarse las implicaturas, ya que
éstas son una función de cómo interviene el contexto en la selección del significado.
Grice identificó dos tipos básicos de implicaturas: las conversacionales y las convencionales.
Las primeras son no condicionales de la verdad, basadas en los principios de la conversación

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DRAE, 22º edición (www.rae.es):
BANCO (Del fr. ant. bank, y este del germ. *banki).
1. m. Asiento, con respaldo o sin él, en que pueden sentarse varias personas.
2. m. Madero grueso escuadrado que se coloca horizontalmente sobre cuatro pies y sirve como de mesa para muchas
labores de los carpinteros, cerrajeros, herradores y otros artesanos.
3. m. cama (‫ ׀׀‬del freno). U. m. en pl.
4. m. En los mares, ríos y lagos navegables, bajo que se prolonga en una gran extensión.
5. m. Conjunto de peces que van juntos en gran número.
6. m. Establecimiento público de crédito, constituido en sociedad por acciones.
7. m. Establecimiento médico donde se conservan y almacenan órganos, tejidos o líquidos fisiológicos humanos para
cubrir necesidades quirúrgicas, de investigación, etc. Banco de ojos, de sangre
8. m. Arq. sotabanco (‫ ׀׀‬piso habitable).
9. m. Geol. Estrato de gran espesor.
10. m. Ingen. Macizo de mineral que presenta dos caras descubiertas, una horizontal superior y otra vertical.
11. m. Ven. Extensión de terreno con vegetación arbórea que sobresale en la llanura.
12. m. p. us. Persona que cambia moneda.

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raciona, que se supone regulada por cuatro máximas conversacionales: la de cantidad (la gente
habitualmente no dice demasiado ni demasiado poco), calidad (la gente habitualmente dice la
verdad), relevancia (la gente usualmente dice cosas relacionadas con el tema) y modo (la gente
habitualmente dice las cosas con claridad y en un orden coherente). Si alguna de esas máximas es
violada, constituye una implicatura conversacional que alerta al oyente con respecto a cierta
información no expresada, y esto se encuentra en directa relación con la intención del hablante y
con el reconocimiento de esas intenciones por parte del oyente. Esto no sucede con las
implicaciones: el significado de la preposición en como locación no está ligado a la intención del
hablante, ni es función de la decisión de la decisión del oyente reconocerlo con el significado de
locación. En es inherentemente un locativo, sin importar quién lo diga, quien lo escuche y en qué
contexto aparezca.
A diferencia de las implicaturas conversacionales, las convencionales son inferencias
activadas por las propias palabras o frases (no por la violación de los principios del intercambio), y
por eso son convencionalmente acarreadas por las expresiones. La palabra incluso implica un
contraste con la información anterior, y su fuerza radica no en lo que implica (lógicamente
hablando) sino en lo que dice acerca del intercambio de información. En el siguiente ejemplo:
- John dio una fiesta
- Incluso Fred asistió
incluso señala un contraste entre las expectativas de que Fred no asiste a fiestas y el hecho de que se
hayan violado esas expectativas. Pero este contraste no tiene que ver con la verdad o falsedad de la
oración. La oración “Incluso Fred asistió” no es verdadera ni falsa por la presencia de incluso. Si
esta palabra se eliminara, la oración podría tener un valor de verdad: “Fred asistió” es verificable.
La implicatura convencional, pues, es un tipo de implicatura menos dependiente del
contexto que la conversacional. Dado que es una propiedad de las palabras y frases, es menos
“negociable”; pero sigue siendo dependiente del contexto en el hecho que se basa en la estructura
del intercambio de información, ya que incluso requiere de un contraste con la información previa.
La información pragmática, como las implicaturas, es no condicional de la verdad y
dependiente del contexto; la información semántica, como la implicación, es condicional de la
verdad e independiente del contexto. La información pragmática es también cancelable, mientras
que la semántica no. Retomando el ejemplo de la lotería, A podría reafirmar la probabilidad,
rechazando la negación de B:
A: Puedo ganar la lotería en Pennsylvania por $83 millones
B: Hay gente en Marte, también
A: ¿Qué, sos astrónomo?
La réplica de A cuestiona la autoridad de B para hacer tal aserción. Al negar la autoridad de B, A
cancela la implicatura que B provocó.
Todo significado (sea pragmático o semántico) constituye información anterior que es
evocada por una señal lingüística. Es posible, a partir de lo anteriormente dicho, colocar esta
información en una escala según su dependencia contextual. Las implicaturas conversacionales
dependen totalmente del contexto de la conversación; las convencionales son también sensibles al
contexto, pero son más una función de lo que las expresiones individuales aportan al intercambio.
En máximo contraste con las implicaturas, las implicaciones no dependen del contexto (en implica
locación; golpear implica una acción puntual –no durativa–). No importa lo que hablante y oyente
crean de sus palabras, o lo que intenten transmitir al otro.
Entre los polos de la implicatura y la implicación, existe un tercer tipo de información
previa: la presuposición, que es funcional de la verdad (y por tanto se acerca al polo inherente de la
escala) pero puede ser cancelada (en lo que se parece a la implicatura). La presuposición es
información que es verdadera con respecto a una proposición, sea esta negada o cuestionada. Los
ejemplos clásicos de expresiones que acarrean presuposición son los verbos factitivos, que
presuponen la verdad de sus complementos sintácticos:

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- Tom lamenta que Harry esté aquí
En la situación representada, siempre es verdad que Harry está aquí, hecho que puede comprobarse
pasando la oración a interrogativa y a negativa:
- ¿Tom lamenta que Harry esté aquí?
- Tom no lamenta que Harry esté aquí.
En cada caso, es verdadero que Harry está aquí: lamentar presupone su complemento, que Harry
esté aquí.
Las presuposiciones, como puede verse, son diferentes de las implicaciones. Ambas son
relaciones entre antecedente y consecuente, pero presentan distintas condiciones de verdad. Para la
implicación, si X (el antecedente) es verdadero, Y (el consecuente) es necesariamente verdadero. En
el caso de la presuposición, si X es verdadero, Y es necesariamente verdadero, pero si X es falso, Y
sigue siendo verdadero. La presuposición es, en este sentido, independiente porque se mantiene
verdadero sin importar el valor de verdad del antecedente.
La presuposición es relativamente independiente del contexto porque sucede a pesar de un
contexto verdadero o falso (para los factitivos, en este caso), lo que la relaciona con la implicación.
Pero, a diferencia de ésta, la presuposición es cancelable:
- Tom no lamenta que Bob esté en la fiesta.
Esta oración es ambigua: puede interpretarse como “Es falso que Tom lamente que Bob esté en la
fiesta, pero a pesar de esto, Bob todavía está en la fiesta”. Pero existe otra lectura en la que la
presuposición en sí puede cancelarse: “Tom no lamenta que Bob esté en la fiesta, porque Bob no
está en la fiesta; si Bob estuviera en la fiesta, Tom lo lamentaría”.
La escala que sigue representa los tipos de información previa antes descriptos. Hacia la
derecha aumenta el significado semántico o representacional y la condicionalidad de verdad, y
decrece el significado implicacional, la dependencia del contexto, la relevancia de hablante y oyente
y la cancelabilidad:

Implicatura > Implicatura > Presuposición > Implicación


conversacional convencional

Pragmática Semántica
No condicional de la verdad Condicional de la verdad
Dependiente del contexto No dependiente del contexto
Hablante/oyente No hablante/oyente
Cancelable No cancelable

La relación escalar entre semántica y pragmática también muestra que no es útil intentar separarlas.
Existe ciertamente una relación paradójica entre ambas. Cierta información semántica deriva de la
información pragmática. Por ejemplo, muchas lenguas tienen modos gramaticales de marcar el
estatus social del hablante (honoríficos); esta información deriva de hechos extralingüísticos, como
la organización social y las jerarquías de autoridad, pero puede estabilizarse en una lengua y ser
codificada de modo sistemático. Pero los orígenes pragmáticos de cierta información semántica no
falsea la distinción entre semántica y pragmática.
Así, cuando se habla de que el significado es uso en contexto, lo que se quiere decir es que
algún significado es variable y seleccionado por la situación en que se da. Este significado es
distinto del tipo de información gramaticalizada, que es propiedad de la expresión y relativamente
estable en distintos contextos.

4. Significado como cultura


Existe una posición relacionada con el punto de vista contextualista, denominada reduccionismo
cultural y popularizada bajo la idea de que la cultura es al árbitro final del significado, o que el

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significado lingüístico está completamente determinado por el contexto cultural en el cual se da la
lengua.
La cultura se define como el sistema de creencias y teorías acercad e la operación del
mundo, que la gente pasa de generación en generación por medio de una tradición simbólica. La
cultura constituye un conjunto de significados generales que la gente usa para dar orden a su
experiencia, para explicar sus orígenes y para predecir el futuro. Como la lengua es el medio
principal para transmitir información de una generación a la siguiente, así como para representar
información, la lengua debe ser una función de las cosmologías en las que se incrusta y a las que
propaga.
La reducción cultural del significado es esencialmente variacionista en sus tendencias,
predicadas sobre la observación de que las culturas y las lenguas difieren y que los significados que
una lengua expresa reflejan el contexto cultural variable en que la lengua tiene lugar.
Los adherentes al reduccionismo cultural suelen mencionar el ejemplo de los esquimales y sus
muchas palabras para los distintos tipos de nieve. Según Fortescue (1984), los esquimales de
Groenlandia tienen 49 palabras para la nieve y el hielo. Este número depende de dos supuestos
cruciales: que (a) sabemos qué cuenta como palabra en esquimal (cuestión no demasiado fácil, dado
que se trata de una lengua polisintética) y (b) sabemos que las palabras realmente tienen alguna
relación con el pensamiento y la cultura.
Este ejemplo, más que sostener la reducción cultural del significado, lo cuestiona. Los
esquiadores también tienen muchas palabras para la nieve, aunque no es claro qué significa esto
para la cultura, la lengua y el pensamiento. El problema reside en qué se considera una forma
lingüística cultural y cognitivamente relevante, más que la conexión entre forma y pensamiento.
A pesar de estas objeciones obvias, el reduccionismo cultural tiene muchos adherentes. La
versión más conocida es la Hipótesis de Sapir-Whorf que, en su forma fuerte, dice que lengua,
cultura y pensamiento son espejos unos de otros. Las distinciones lingüísticas reflejan distinciones
culturales, que a su vez generan diferencias en el pensamiento. Éste difiere a través de las diversas
lenguas y culturas ya que las lenguas difieren claramente unas de otras.
Esto lleva a un problema metodológico: si la Hipótesis de Sapir-Whorf está en lo cierto, ni
Whorf ni Sapir podrían saber que es correcta; si lengua, cultura y pensamiento están unidos del
modo que ellos sostienen, ambos estarían “atrapados” en su propia lengua/cultura/pensamiento, y su
hipótesis de que la variación lingüística refleja la variación cultural y conceptual sería un producto
de la imaginación de su propia lengua, cultura y pensamiento.
La versión débil de la Hipótesis de Sapir-Whorf sostiene que la lengua no afecta todo el
pensamiento: sólo existe una determinación cultural a través de la lengua en el pensamiento
habitual (concepto que no queda del todo claro).
Existen otros problemas en el reduccionismo cultura: la consideración simplificada de
lengua, cultura y pensamiento. Los antropólogos coinciden en que la cultura no es un constructo
monolítico, sino que está formada por piezas, como instituciones, roles, ritos, etc. Los psicólogos,
por su parte, sostienen que el pensamiento no es unitario, sino un compuesto de sensación,
percepción, memoria, resolución de problemas, metacognición, etc. Análogamente, los lingüistas
descomponen la lengua en sus componentes, o módulos: fonología, morfología, sintaxis, semántica
y pragmática. Dada la heterogénea estructura de lengua, cultura y pensamiento, la posición de que
las variaciones lingüísticas reflejan variaciones de pensamiento porque ambas derivan de la cultura
pierde fuerza. ¿Qué parte/s de pensamiento, lengua y cultura se corresponden?
Parece un tanto ingenuo intentar interpretar cultura, semántica y pensamiento directamente
unos de otros. En el caso de las marcadas variaciones que las lenguas presentan con respecto a los
términos de color, algunos autores dicen que el significado real de un término de color es una
constante neurológica producida por los receptores sensoriales. La estructura semántica y
conceptual es invariable, y de qué modo cada lengua decide codificar, relacionar, superponer o
separar el espacio visual es otra cuestión.
Los reduccionistas culturales defienden el variacionismo extremo porque a veces confunden
importancia (significance) con significado (meaning). Los significados lingüísticos difieren del

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impacto que esos significados y sus correspondientes distinciones formales puedan tener para un
miembro o un intérprete de esa cultura. Quizás la variedad de términos básicos de color en inglés es
importante porque puede implicar que los hablantes tienen una tecnología suficiente como para
producir una variedad de referentes de color. La cultura y el pensamiento no pueden descifrarse
directamente de la forma lingüística, pues pensamiento y cultura exceden la lengua.
El origen de los problemas en las perspectivas reduccionistas del significado como cultura
reside en la tendencia a una consideración variacionista del significado. En contraste, la semántica
lingüística se preocupa por el significado invariante: el examen de las constantes a pesar de la
variación de contextos y la observación de lo que es inmune a la variación cultural. La animacidad,
por ejemplo, es una propiedad invariante con una naturaleza gradual. De qué modo esta propiedad
es desplegada en el habla real y contextual varía; pero la propiedad en sí permanece constante. En
yagua (Payne 1986), existe un conjunto de clasificadores nominales que indican la clase semántica
a la que un sustantivo pertenece: objetos redondos, planos, alargados… Una de las clases es la de
objetos animados, pero lo que el yagua selecciona como perteneciente a la categoría de animado
podría sorprender a los no hablantes de yagua: estrellas, rocas y ananás, elementos que, por su
importancia, son clasificados como animados. ¿Significa esto que la animacidad es un concepto
variable, que difiere en yagua y el inglés? No: ambas lenguas asignan la animacidad a un objeto en
función de los mismos rasgos: disposición interna e importancia. Lo que cada lengua selecciona
para incluir en la clase animada depende de cómo esa cultura use el criterio invariable.
Las representaciones semánticas gramaticalmente relevantes son invariantes porque están
constituidas por propiedades semánticas relativamente estables y descontextualizadas. La cultura
puede usar el contenido de las representaciones semánticas, pero no determina ese contenido.

5. Cultura como estructura conceptual


Dado que se ha visto que el significado se comprende mejor en términos de referencia a
propiedades invariables de un mundo proyectado, es posible preguntar ¿por qué existen propiedades
semánticas invariables? ¿Por qué, a pesar de la obvia variación en la organización y las preferencias
culturales, se repiten las mismas propiedades?
Las propiedades semánticas poseen los rasgos que poseen a causa de que la forma de todas
las mentes humanas es la misma. La cultura y los contextos son mundos proyectados, pero las
propiedades semánticas son invariables porque los constituyentes de nuestros mundos mentalmente
proyectados de referencia están cortados de la misma “tela mental” y derivados de los mismos
procesos mentales.
Jackendoff, junto con otros lingüistas cognitivos, argumenta que la estructura semántica es
la misma que la estructura conceptual. Según su idea, el análisis semántico es análisis conceptual
porque la estructura de las categorías semánticas y conceptuales es la misma. Detrás de esta
aserción, está la observación de que la lengua puede reportar información proveniente de todas las
modalidades sensoriales. Así, mínimamente, la información semántica debería ser cierta clase de
información conceptual.
La fusión de la información semántica y otra información conceptual se refuerza con la
observación de que tanto el análisis de lo ingresado como los reportes sobre lo ingresado se basan
en la categorización, es decir, la construcción de conjuntos mentales y tipos ideales. Cuando
analizamos la información ingresada a través de nuestro sistema visual, lo hacemos en términos
categoriales, decidiendo que cierto objeto pertenece a cierta categoría o clase.
Los mismos procedimientos de tipificación operan en la asignación de propiedades
semánticas. Decir que un verbo tiene la propiedad de ser puntual es decir que ese verbo pertenece a
la clase de verbos puntuales.
El mundo mentalmente proyectado está hecho de tipos, en términos de los cuales nuestras
representaciones mentales están construidas, son procesadas, validadas y desarrolladas.
La categorización (compartida por la semántica y la conceptualización), deriva de dos
mecanismos: la detección de similitudes y la detección de diferencias. La versión extrema de la
primera es la identidad; la de la segunda, la no identidad o exclusión.

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Existen no obstante algunas objeciones con respecto a la identidad entre las estructuras
semántica y conceptual. En primer lugar, la evidencia de esta convergencia es bastante general,
como a idea de que la conceptualización y la semántica se superponen porque ambas se basan en
juicios relativos de similitud y diferencia en la formulación de categorías. En este sentido, no solo la
información semántica sería igual a la conceptual, sino toda otra información lingüística (sintáctica,
fonológica, etc.). Y, si no se puede diferenciar la información conceptual de ninguna otra
información, ¿de qué serviría la identidad entre categorías conceptuales y semánticas?
La segunda objeción deriva de la naturaleza misma de los conceptos. Las categorías
conceptuales son difusas, es decir, sus límites son vagos y su organización interna es escalar.
Algunas categorías semánticas comparten este rasgo, pero no todas. Por ejemplo, consideremos los
conceptos (no las palabras para ellos) de vida y muerte. Podemos concebir estadios intermedios
entre uno y otro, pero nuestra lengua no nos permite hablar significativamente de ello. Incluso
expresiones como medio muerto y apenas vivo no refieren a estadios intermedios entre la vida y la
muerte, no de la misma manera en que palabras como templado o tibio denotan puntos intermedios
en la escala frío/caliente. La información conceptual es, pues, evidentemente escalar, mientras que
sólo cierta información semántica también lo es. Existen evidentes desajustes entre lo que puede ser
conceptualizado y lo que puede ser semánticamente representado.
Las categorías semánticas pueden ser mejor entendidas, entonces, como un subconjunto de
las categorías conceptuales. Qué podemos denotar es una función de lo que podemos
conceptualizar. En términos sencillos, podemos imaginar mucho más de lo que podemos expresar,
pero todo lo que podemos expresar está dentro del dominio de lo imaginable. Desde este punto de
vista, la estructura conceptual provee el fondo para la estructura semántica, pero no es su sustituto.
Considerar el significado lingüístico como una estructura conceptual presenta un beneficio
mayor que el sólo hecho de naturalizar el concepto de representaciones semánticas; también unifica
los puntos principales de los otros cuatro abordajes al significado:
1) Las expresiones lingüísticas tienen su referencia en términos de componentes del mundo
mentalmente proyectado: los conceptos, para Jackendoff. La estructura conceptual es intensional (y
las intensiones fijan las extensiones), y la verdad es una proyección mental.
2) La forma lógica también es una estructura conceptual. Si cierto fenómeno semántico
parece ser categórico, como la tautología, es en función de la redundancia casi total; es decir, las
categorías graduables de la estructura conceptual dan cabida a todos los hechos.
3) La información contextual –pragmática– tiene una relación escalar, no determinística,
con el significado lingüístico. Éste precede al contexto y participa de éste porque los hablantes traen
este significado con ellos, en sus mentes, para ingresarlo en los contextos de comunicación. El
contexto y el uso son relevantes para el significado sólo porque los hablantes tienen una estructura
conceptual previa.
4) La información cultural puede explicar por qué las lenguas varían, pero todavía debemos
dar cuenta de las remarcables constantes, en términos de significados gramaticalizados, a través de
distintas lenguas. La cultura en sí misma es una proyección mental, por lo que cualquier relación
que la cultura pueda tener sobre el significado lingüístico debe estar también registrada dentro de la
estructura conceptual.

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