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En el Monte Sinaí, cuando Dios nos dio a entender por primera vez cómo sería vivir
una vida de Torá, Él nos prometió: “Ustedes serán un reino de sacerdotes y un goi
kadosh, una ‘nación santa’” (Éxodo 19:6).
Ahora, 3.300 años después, ¿qué adjetivos describen de mejor manera nuestra vida
diaria? Muchos podrían resumir su realidad existencial con términos
como apurada y estresante. Unos pocos describirían sus vidas
como alegres o satisfactorias. Y una pequeña minoría llegaría a decir que sus vidas
son morales o incluso heroicas.
Rashi ofrece una pista extremadamente útil para definir ambos términos. En su
comentario a Levítico 1:1, Rashi revela que Dios le habló a los profetas gentiles
utilizando un lashón tumá (lenguaje impuro), pero que a Moshé le habló utilizando
un lashón jibá (lenguaje afectivo).
Tanto jibá, ‘afecto’ como kedushá son el opuesto a tumá. Entonces, afecto
y kedushá tienen que estar relacionados. Kedushá es una forma de cercanía o
intimidad.
El buscapleitos
Si kedushá es intimidad, entonces tumá, su opuesto, debe ser distancia y
desconexión. Lashón hará, el habla que destruye relaciones, es
inherentemente tamé, impura; durante los tiempos bíblicos el acto de habla impura
producía lesiones cutáneas visibles que requerían cuarentena y purificación ritual
(Levítico 13).
Creación de intimidad
Paradójicamente, crear intimidad requiere separación. Primero debemos quitar
todas las barreras potenciales que hay entre nosotros y nuestro ser querido. En
Levítico 20:26, Dios propone “Sean Mis kedoshim, ‘Mis sagrados’”; Rashi explica: “Si
se separan de los otros pueblos, entonces serán Míos”.
Para el matrimonio, un hombre toma a una mujer por medio del kidushín, un
proceso que prohíbe a la mujer para todos los demás pretendientes. De acuerdo al
Ramjal, damos el primer paso hacia la kedushá personal separándonos de las
indulgencias físicas que distraen nuestra atención de Dios.
La conexión absoluta requiere dos superficies que hayan sido esterilizadas
quirúrgicamente.
El factor común en todos estos pasos iniciales hacia la kedushá es la remoción de
las distracciones y la eliminación de la interferencia. La conexión absoluta requiere
dos superficies que hayan sido esterilizadas quirúrgicamente.
Sin embargo, alcanzar la kedushá parece ser un proceso de dos etapas. El Ramjal
explica: “El comienzo es trabajo y el final recompensa; el comienzo es esfuerzo y el
final es un regalo. Comienza con uno santificándose a sí mismo y termina con uno
siendo santificado”.
A menudo nos distraemos tanto con las galletitas de chocolate que no advertimos a
quien las horneó para nosotros.
A veces permitimos que la comida se meta en el camino de la kedushá. Amamos las
cosas dulces, amamos lo que engorda. Usamos esa palabra sin percibir la
atemorizante verdad que transmite. A menudo nos distraemos tanto con las
galletitas de chocolate que no advertimos a quien las horneó para nosotros; nos
distraemos tanto por los miles de restaurantes y productos que hay disponibles (y
por la experiencia gustativa que prometen) que no advertimos al Chef verdadero
que hay detrás del banquete.
Debemos crear más espacios y tiempos para quienes queremos amar. Debemos
liberarnos del hipnotizador control absoluto de la modernidad para poder
reenfocarnos en las relaciones. No necesariamente tenemos que hacer cambios
rotundos en nuestra vida de la noche a la mañana; de hecho, casi sin excepción, el
progreso espiritual real sólo es posible por medio de pequeños —pero
consistentes— pasos hacia adelante. No podemos permitir que el tentador
progreso nos distraiga y esperar enfocarnos de todas formas en una persona
querida.
El progreso espiritual real ocurre por medio de pequeños —pero consistentes— pasos
hacia adelante.
La búsqueda de la kedushá no nos exige que abandonemos los celulares, aunque sí
es posible que requiera que los apaguemos durante ciertas horas cruciales cada
día. Hay ciertas tecnologías (como la casilla de correos de voz) que, si las usamos
con inteligencia, pueden incluso ayudarnos a crear la privacidad y la tranquilidad
necesarias para el florecimiento de la kedushá.
Cortar con nuestra fascinación por la comida no implica olvidar el sushi o el helado,
pero sí puede ser de ayuda limitar esas indulgencias a Shabat, las festividades y
otras smajot que nos ayuden a enfocarnos menos en la comida y más en Dios y en
nuestros seres queridos.
Muchos judíos concentran sus compras de ropa en los períodos de las festividades,
y una adherencia aún más rigurosa a este régimen nos liberaría del ocio ritual en
los centros comerciales y de devorar las publicidades y los catálogos de ropa
durante los meses de baja temporada. Si bien para llevar una vida de santidad no
hace falta que nos alejemos de una carrera exitosa, puede que sí necesitemos hacer
lugar en nuestra agenda profesional para la plegaria, el estudio de Torá y quizás
incluso para cenar con los niños.
El intrincado sistema de la Torá crea tiempo y espacio para la cercanía. Dios nos
dijo: “Ustedes serán un reino de sacerdotes y un goi kadosh”, y a menudo vivimos
el cumplimiento de esa promesa. Ahora tan sólo quisiéramos vivirlo un poco más.