Sei sulla pagina 1di 16

Juan Ramón Sánchez Carballido

El burgués: paradigma

a fondo
del hombre moderno
Alain de Benoist

L a burguesía no surgió por un desarrollo «natural» del mercado. Surgió


porque se impuso una concepción radicalmente nueva del mundo y del
individuo, de lo justo y lo injusto, de lo dichoso y lo desdichado. Hasta
entonces el dinero jamás había sido lo primero. Sólo un desdichado, se
pensaba antes de la modernidad, podía anhelar la ganancia por la ganancia.
«La dicha de los hombres —proclamará por el contrario Antoine de
Montchrétien en el siglo XVII— consiste, por encima de todo, en la rique-
za.» El mundo se convierte entonces en una cosa repleta de cosas. Cosas
evaluables y calculables, que tienen un precio, que no valen por sí mismas.
Cosas y precios que arrasan los antiguos valores: honor, gratuidad, belleza,
coraje, don de sí… El lucro y la utilidad los remplazan.

Escarnecido, denunciado, ridiculizado durante término casi ya sólo lo emplean algunos


siglos, ya nadie parece hoy cuestionar al bur- dinosaurios a los que acabará matando su pro-
gués. Pocos son quienes le defienden, escasos pia ridiculez.» La palabra, dicho de otro modo,
quienes le atacan abiertamente. Tanto en la de- habría perdido su contenido… por tenerlo en
recha como en la izquierda parece ahora consi- demasía. Y, sin embargo, observa Jacques Ellul:
derarse que resulta como anticuado o con- «Formular esta inocente pregunta: “¿quién es
vencional interrogarse críticamente sobre la burgués?” provoca tan grandes excesos en los
burguesía. «Ha desaparecido el modelo del bur- más razonables, que no puedo creerla inerme y
gués vilipendiado, mientras que, hace apenas carente de peligro». Intentemos pues plantear
diez años, la simple palabra “burgués” resulta- tal pregunta sobre nuevas premisas: describien-
ba claramente peyorativa —constata la soció- do, en primer lugar, y a grandes rasgos, la his-
loga Beatriz Le Wita—. Se ha convertido en toria de la constitución y el auge de la clase
una palabra tranquilizadora.» Sin embargo, burguesa.
lejos de ser una clase en vías de desaparición,
como opina imprudentemente Adelina Dau- La monarquía absoluta impulsa, frente
mard, la burguesía parece hoy corresponder a a la aristocracia, el capitalismo naciente
una mentalidad que lo ha invadido todo. Si ha En Francia, el auge de la burguesía lo debe
perdido su visibilidad, es simplemente porque todo a la dinastía capeta, que se alía con ella para
ya no se la puede casi localizar. «El burgués ha liquidar el orden feudal. Las grandes invasiones
literalmente desaparecido —se ha podido decir concluyen en el siglo XI. Durante los dos siglos
recientemente—, ha dejado de existir, se ha siguientes se afirma el movimiento comunal: las
convertido en el Hombre personificado, y el comunas, que son asociaciones de «burgueses»

www.manifiesto.org 41
El burgués: paradigma del hombre moderno

de las ciudades, perciben el sistema feudal como concluirá, en cuanto a lo esencial, a finales del
una amenaza contra sus intereses materiales. Más siglo XVI.
o menos por doquier, los burgueses, que no son El sistema feudal se desmorona definitiva-
ni nobles ni siervos, pero son hombres libres, pi- mente a comienzos del siglo XVI. En la misma
den situarse bajo la autoridad del Rey para dejar época, el advenimiento de la artillería priva a los
de estar sometidos a sus señores. Rebelándose castillos de su utilidad militar. Mientras que la
contra la aristocracia, «reconocen» al Rey y «des- antigua aristocracia terrateniente empieza a em-
conocen» al señor; es decir, le piden al Rey que pobrecerse, se acentúa la osmosis entre la bur-
les otorgue «cartas de burguesía» a fin de liberar- guesía y la dinastía capeta. La monarquía recluta
se de sus antiguas obligaciones. La monarquía ca- a sus consejeros en la clase burguesa, al tiempo
peta, rival de los feudales, apoya este movimiento que establece la venalidad de los cargos: mediante
y crea los «burgueses del Rey». Desde el siglo XII el pago de un derecho, el cargo se hace heredita-
sostiene que se podrán recurrir ante sus tribuna- rio. Mientras la nobleza quedaba diezmada en la
les las sentencias pronunciadas por los señores. guerra, o languidecía desocupada en la Corte o
También priva a la nobleza del derecho de recau- en sus tierras, las burguesías dinerarias —escribe
dar impuestos. Establece paralelamente una ju- Lucius— se hicieron dueñas del Estado.»
risdicción más homogénea, basada en un dere- Paralelamente, el Estado intenta por todos
cho racional, derivado del derecho romano, en los medios aumentar al máximo sus ingresos fi-
detrimento del derecho consuetudinario. En otras nancieros y fiscales. Desde el siglo XIII empren-
partes de Europa, donde la «revolución mercan- de unas primeras actividades «capitalistas» basa-
til» es más intensa, los mercaderes no vacilan en das en la racionalización y la intervención a
alzarse contra las autoridades locales que limitan ultranza. Descendiente de varias generaciones de
sus prerrogativas (así ocurre en Colonia en 1074 mercaderes, Colbert dirá: «Todo el mundo, me
o en Brujas en 1127). parece, estará de acuerdo en reconocer que la
Si la burguesía apuesta por el Estado en vías grandeza y la fuerza de un Estado se miden úni-
de formación, es evidentemente porque se pre- camente por la cantidad de dinero que posee».
senta como el mejor instrumento para favorecer Para conseguirlo, el Estado desarrolla el comer-
su ascenso. Además, al estar más alejado, el nue- cio a gran escala y extiende el mercado a un es-
vo Estado constituye una autoridad más abstrac- pacio «desfeudalizado», que la uniformización de
ta, más impersonal. Gracias a él, los burgueses las normas jurídicas ya ha hecho homogéneo.
consolidan sus intereses, obteniendo franquicias Como los intercambios intracomunitarios no
comerciales y profesionales que les permiten li- mercantiles, basados en lazos de mutua depen-
brarse, en cierta medida, de las imposiciones re- dencia personal, resultan fiscalmente inapren-
ligiosas o políticas. El Estado, por su parte, espe- sibles, el Estado se dedica a reducirlos. El mer-
ra ante todo que la burguesía le proporcione cado moderno, en efecto, no se deriva en absoluto
medios financieros. Pero, al asegurar la promo- de una expansión «natural» de los mercados lo-
ción de la misma, también intenta destruir los cales, sino de los «incentivos sumamente artifi-
vínculos feudales que obstaculizan su poder. Este ciales» (Polanyi) elaborados por la potencia pú-
movimiento se acelera blica. «La historia económica —escribe Kart
«En un mundo transformado en ob- singularmente en la épo- Polanyi— revela que los mercados nacionales no
jeto, el hombre está llamado a con- ca de la Guerra los Cien surgieron en absoluto porque la esfera económi-
Años (1346-1452). Para ca se emancipara progresiva y espontáneamente
vertirse él mismo en una cosa.» participar en la guerra, los del control gubernamental. Por el contrario, el
señores tienen, en efecto, mercado fue la consecuencia de una interven-
que vender un mayor número de sus bienes, así ción consciente y a menudo violenta del Esta-
como sus derechos sobre las personas. La bur- do, el cual le impuso a la sociedad, con fines no
guesía se beneficia de ello. Al lado de la econo- económicos, la organización mercantil.» Pero la
mía señorial se crea de tal modo un nuevo sector formación del mercado, posibilitada por el
económico, liberado de las imposiciones feuda- desmantelamiento del sistema feudal, también
les, el cual va a evolucionar hacia el capitalismo. implica que se generalice el sistema del valor de
Apoyándose en la burguesía, el monarca capeto cambio, en cuyo seno el individuo se ve cada vez
crea, a la vez, el reino y el mercado, emprendien- más obligado a buscar tan sólo su interés priva-
do así un proceso de unificación de Francia que do. Al dedicarse a instaurar la «libertad indus-

42 www.manifiesto.org
Alain de Benoist

trial», la monarquía arremete, así pues, contra nita de la riqueza apropiable, de una expansión NOTAS
las solidaridades orgánicas. tradicionales. Su po- ilimitada. Se desterritorializa la actividad econó- 1
«Todo obedece al di-
der se ejerce ahora sobre súbditos, y ya no sobre mica, y las grandes compañías comerciales ad- nero.»
grupos autónomos. De tal modo, desvincula al quieren, con toda legalidad, auténticos poderes 2
«En la tierra, los
individuo de sus allegados, poniendo en marcha de piratería (el intercambio de mercancías con hombres hacen del di-
un proceso que la Revolución se limitará a los indígenas se reduce a un comercio impues- nero un dios.»
3
«El uso del dinero
radicalizar. El Estado-nación se construye al mis- to). La pasión del oro se combina con el espíritu
consiste en gastarlo.»
mo ritmo que el mercado, mientras que la bur- empresarial. Empieza el auge del gran capitalis-
guesía prosigue su irresistible ascenso. «Indi- mo. Se abren más o menos por doquier bolsas
vidualismo y estatismo —dirá Durkheim— mercantiles. La de Amberes, fundada en 1531,
marchan de consuno». lleva en su frontón: «A los mercaderes de todas
las naciones».
Quiebran los lazos comunitarios Pero es en realidad desde el siglo XVI cuando
y orgánicos. El dinero los sustituye el dinero empieza a desempeñar un papel esen-
Numerosos autores han resaltado esta estre- cial. Erasmo («Pecuniæ obediunt omnia») 1 se afli-
cha relación entre individualismo, Estado-na- girá, al igual que Hans Sachs («Gelt is auff erden
ción y advenimiento del mercado. «El mercado der irdisch gott»).2 La sociedad feudal estaba com-
es, ante todo, un modo de representación y pletamente estructurada por la noción del bien
estructuración del espacio social —destaca Pierre común: los gremios y corporaciones tenían que
Rosanvallon— […]. Desde este punto de vista, contraer el solemne compromiso de someterse
el Estado-nación y el mercado remiten una mis- a sus exigencias. Se reconocía el derecho de pro-
ma forma de socialización de los individuos en piedad no como un derecho en sí o como un
el espacio. Ambos sólo son pensables en el mar- derecho absoluto, sino por razones prácticas y
co de una sociedad atomizada, en la cual al in- contingentes (las riquezas podían ser mejor ges-
dividuo se le considera autónomo.» En esta pers- tionadas por particulares que por colectivida-
pectiva se ha de situar la acción del Estado capeto des) y siempre dentro de ciertos límites. El cál-
para disolver, con la ayuda de la burguesía, las culo económico, dicho de otro modo, sólo
relaciones sociales heredadas del feudalismo. El constituye un mal menor. Por lo demás, se aspi-
Estado «no hará otra cosa que destruir metódi- ra poco a la exactitud: «Constituye una idea
camente todas las formas de socialización inter- específicamente moderna la de que las cuentas
medias propias del mundo feudal y que consti- tienen que ser necesariamente exactas» (Som-
tuían comunidades naturales […] relativamente bart). El dinero, por último, no existe sino para
autosuficientes: clanes familiares, comunidades ser gastado: «usus pecuniæ est in emissione ipsius»
campesinas (que juegan entre los campesinos el (Tomás de Aquino).3 «Se considera —escribe
papel que el linaje desempeña entre los nobles), Pierre Lucius— que constituye una vergonzosa
corporaciones, gremios, hermandades, etc.». pasión perseguir la ganancia por la ganancia, el
Idéntica observación en Pilles Lipovetsky: «Es lucrum in infinitum, la especulación y el mane-
la acción conjugada del Estado moderno y del jo del dinero. La Edad Media era severa para
mercado lo que posibilitó la gran quiebra que comprar y revender con beneficio algo cuyo va-
nos separa para siempre de las sociedades tradi- lor de uso no se hubiera aumentado con el tra-
cionales, la aparición de un tipo de sociedad en bajo. Le parecía que entonces el beneficio no
la cual el hombre individual se toma por fin úl- quedaba justificado mediante ningún servicio
timo y sólo existe para sí mismo». Así es como prestado por el vendedor al comprador. En vir-
cabe plantear la equivalencia de estos tres térmi- tud de este mismo principio es por lo que la
nos: burguesía, capitalismo, modernidad. Inte- Iglesia condena el préstamo con interés.» Aho-
rrogarse sobre el surgimiento de la clase bur- ra bien, conforme se va afirmando la burguesía,
guesa equivale a sacar a la luz las raíces de la se asiste al respecto a un auténtico vuelco de
modernidad. valores La evaluación contable se hace funda-
En el siglo XVI, los grandes descubrimientos mental. La codicia de la ganancia se considera
liberan a Europa de la dependencia de Oriente en lo sucesivo una virtud. En su tratado de Eco-
respecto a los metales preciosos, y le dan al At- nomía política, dedicado a Luis XIII, Antoine
lántico una importancia decisiva. Parecen, sobre de Montchrétien proclama que el enriqueci-
todo, abrir la posibilidad de una dilatación infi- miento constituye un fin en sí mismo: «La di-

www.manifiesto.org 43
El burgués: paradigma del hombre moderno

cha de los hombres consiste, por encima de todo, cado en el orden de las actividades humanas todo
en la riqueza». lo que se opone a las exigencias de la razón. Es
La actividad económica cambia entonces de por ello por lo que Tomás de Aquino condena,
naturaleza. Era empírica, y pasa a ser racional. al mismo tiempo que la «ociosidad» (otiositas),
Tenía que satisfacer los fines humanos, y es el todo lo que corresponde al ámbito del «exceso»
hombre quien tiene ahora que plegarse a sus dic- y de la pasión. «Si queremos hacernos una muy
tados. Era fundamentalmente una economía de exacta idea del papel que ha podido desempeñar
la demanda y del uso, y se transforma en econo- la religión católica en la formación y el desarro-
mía de la oferta y del intercambio. Además, cuan- llo del espíritu capitalista —escribe Sombart—,
to más se extiende el mercado, tanto más se hace es preciso destacar que la idea fundamental de
sentir la necesidad de las intermediaciones eco- racionalización ya era por sí misma susceptible
nómicas, y más se incrementa el papel del mer- de favorecer la mentalidad capitalista, la cual,
cader, es decir, el de ese como sabemos, es totalmente racional y finalis-
elemento de la clase ta. La idea del lucro y del racionalismo econó-
«Se divorcian en el capitalismo el es- económica que se inte- mico no significan, en el fondo, más que la apli-
píritu y la materia, lo divino y lo mun- resa ante todo por el as- cación a la vida económica de las reglas que la
dano, el cosmos y la vida. El mundo, pecto cuantitativo de la religión proponía para la vida en general. A fin
ya “desencantado”, se transforma en producción. «El comer- de que el capitalismo pudiera expandirse, el hom-
cio —subraya Werner bre natural, el hombre impulsivo, tenía que des-
un objeto del que es posible apoderar-
Sombart— ha acos- aparecer, y la vida, en lo que tiene de espontá-
se mediante la actividad racional, en tumbrado al hombre a neo y original, tenía ceder el sitio a un mecanismo
un objeto al que se puede “arrasar”. orientar su espíritu ha- psíquico específicamente racional: en suma, para
El mundo se convierte en una cosa re- cia la cantidad, a con- desarrollarse, el capitalismo tenía que dar un
pleta de cosas.» centrar su atención e vuelco, efectuar una transmutación de todos los
interés en el aspecto valores. Es de este vuelco, de esta transmutación
cuantitativo de las cosas […]. El mercader renun- de los valores, de donde ha surgido este ser ar-
cia muy pronto a la evaluación puramente cuali- tificial e ingenioso que se denomina homo œco-
tativa, y ello por la simple razón de que ningún nomicus.
vínculo orgánico le une a los objetos o a los bie- Es en este nuevo clima en el que se desmo-
nes que vende o compra […]. El mercader […] rona la representación medieval del mundo. Su-
sólo ve en los objetos de su comercio objetos de cediendo al nominalismo, el cartesianismo in-
intercambio, lo cual constituye otra razón de su duce una relación con lo sensible radicalmente
evaluación puramente cuantitativa de las cosas.» transformada. Se divorcian el espíritu y la ma-
teria, al igual que lo divino y lo mundano, el
El impulso del calvinismo. cosmos y la vida. El fondo de lo real se hace
Surge el homo œconomicus discontinuo. El mundo, ya «desencantado», se
La Reforma implica un viraje de capital im- transforma en un objeto del que es posible apo-
portancia. Mientras que Lutero combate vigo- derarse mediante la actividad racional, en un
rosamente al capitalismo naciente, Calvino se de- objeto al que se puede «arrasar». El mundo se
dica, por el contrario, a hacerlo compatible con convierte en una cosa repleta de cosas. Cosas
la moral cristiana: los puritanos de Inglaterra y que son todas evaluables y calculables. Cosas que
Holanda, y luego de América, verán en la abun- tienen un precio, es decir, un valor de cambio,
dancia de beneficios una señal de la elección di- en función de la oferta y de la demanda que la
vina. Pero la Iglesia católica, pese a negarse a con- escasez determina.
ceder al dinero un valor en sí, también contribuyó Antaño, la personalidad se constituía sobre un
al auge del capitalismo burgués. Por un lado, fondo de pertenencia: aspirando a la excelencia,
desarrolla una cierta idea del valor-trabajo (el el individuo trataba de ilustrar y a la vez conti-
hombre está en la tierra para trabajar, y para tra- nuar lo que le había precedido. Su forma de con-
bajar cada vez más): al denunciar la «inactivi- cebir el mundo implicaba, pues, una cierta valo-
dad» (otium), respalda la no inactividad, es de- rización del origen. A partir de ahora, lo novum
cir, el neg-otium, el «negocio». Toda su moral, adquiere valor por sí mismo. El espíritu empre-
por otra parte, se sustenta en la idea de una sarial, al desarrollarse, implica una orientación
racionalización de los comportamientos: es pe- hacia el futuro (diseño de un plan), al mismo

44 www.manifiesto.org
Alain de Benoist

tiempo que un cierto grado de libertad respecto otras palabras, reintegra lo infinito en el mundo:
a las imposiciones que en el presente se derivan lo mejor de ayer sólo es un «menos» al lado de lo
del pasado. Además, la propia actividad econó- que vendrá. Pero, por ello mismo, al situar lo in-
mica se plantea como algo ilimitado: cualquier finito en el mundo material, la burguesía, pese a
economía capitalista tiene la obligación de tra- su referencia formal a la religión, crea las condi-
bajar más allá de las necesidades para suscitar ciones de una clausura espiritual. Es lo que ha
constantemente otras nuevas. Se tiene, pues, que observado muy atinadamente Nicolas Berdiaev:
cambiar el mundo creando en él constantes no- «El burgués, en el sentido metafísico de la pala-
vedades. Lo óptimo se reduce entonces a lo máxi- bra, es un hombre que sólo cree en el mundo de
mo, lo mejor se confunde con lo más. Obsesión las cosas visibles y palpables, que sólo aspira a
del trabajo, del cambio, de la incesante «movi- ocupar en este mundo una situación segura y es-
da». Se tiene que transformar el mundo median- table […]. Lo único que toma en serio es la fuer-
te el hacer, ya sea financiero, industrial o técnico. za económica […]. El burgués vive en lo finito,
Desde esa época, escribe Jacques Ellul, «lo que teme las prolongaciones hacia lo infinito. El úni-
caracteriza a la burguesía, mucho más que la pro- co infinito que reconoce es el del desarrollo eco-
piedad privada, es el ingente trajín, el inacabable nómico». Y Berdiaev
barullo que le impone a la sociedad. Es la puesta concluye: «Es el bur- «Hoy más que nunca nos son radical-
al trabajo de todo un mundo. Es la sucesión de gués quien crea el reino mente ajenos el gusto por lo inútil, la
las revoluciones para lograr imponer o elaborar de las cosas, las cuales gratuidad, el sentido del gesto, el gus-
un régimen político ideal. Es el trastorno de las le gobiernan y domi-
to por el don; en suma, todo lo que
estructuras económicas y, en un plazo pro- nan». En un mundo
digiosamente breve, el establecimiento de nue- transformado en objeto, podría dar a la presencia en el mundo
vas estructuras; es la conquista de la tierra entera». el hombre está llamado una significación que sobrepasara la
En los siglos XVII y XVIII, el burgués inventa a convertirse él mismo mera existencia individual.»
la idea de que estamos en la tierra para ser «feli- en una cosa.
ces», una idea que pronto parecerá lo más natu- Durante mucho tiempo, la burguesía sacó
ral del mundo. El auge de las industrias y las ventaja de su alianza con la monarquía. Pero en
técnicas permite pensar que la felicidad está al el curso de la historia, esta alianza no dejó de
alcance de la mano; que basta, para conseguirla, presentar tensiones. Muy pronto, a la clase bur-
suprimir los últimos obstáculos heredados del guesa ya no le bastó disponer de los favores del
pasado. La humanidad se encuentra de tal modo Estado. Intentó hacerse con su control, como con
lanzada a una irresistible marcha hacia delante. la insurrección de Etienne Marcel (1358) y bajo
La felicidad, por su parte, es concebida ante todo Luis XI; luego, bajo Francisco I y Luis XIV. No
como un bienestar material (comodidad y segu- obstante, en aquella época la burguesía no dis-
ridad), dependiente de las condiciones externas ponía aún de todos los medios necesarios para
sobre las que, precisamente, es posible actuar. sus ambiciones. Sólo es en el siglo XVIII cuando
Uno será más feliz cuando la sociedad sea «me- adquiere la fuerza necesaria para confiscar la so-
jor». La ideología de la felicidad se une, de tal beranía a su favor. A partir de 1750, la clase bur-
modo, a la ideología del progreso, que constitu- guesa, rica, poderosa, imbuida de las ideas de la
ye su aval. Ilustración, ya no tiene necesidad de un rey que
ahora obstaculiza sus proyectos. La monarquía,
El hombre domina las cosas… por su parte, ha caído en el absolutismo . La bur-
y es dominado por ellas guesía, que ya había tomado el poder en Inglate-
El progreso consiste, ante todo, en el cons- rra en 1688, se empara de él en Francia en 1789.
tante desarrollo económico y en todo lo que se La Revolución lo va a trastocar todo.
supone que éste trae consigo. El desarrollo ya no En su reivindicación de una completa liber-
constituye una maduración tendente a la pleni- tad de acción, la burguesía se basa en la convic-
tud, ni al cumplimiento de una norma o de una ción de que la búsqueda permanente de la máxi-
finalidad. El desarrollo es una indefinida adición ma ganancia es tan legítima que se impone a
de cantidades finitas. El desarrollo aspira a «al- cualquier otra ansia. Intenta, pues, destruir todo
canzar un estado que no es definido por nada, lo que le parece susceptible de limitar la activi-
salvo por la capacidad de alcanzar nuevos esta- dad económica: poder político, tradiciones, gre-
dos» (Cornelius Castoriadis). La burguesía, con mios, etc. son para ella otros tantos cerrojos que

www.manifiesto.org 47
El burgués: paradigma del hombre moderno

«Es en el mundo anglosajón, estimu- hay que hacer saltar. blo es «soberano». De hecho, la soberanía sólo
lado por el calvinismo y el puritanismo, «Con el advenimiento pertenece a la nación, que supuestamente repre-
de los tiempos moder- senta al pueblo, pero que sólo se expresa a partir
donde van a desarrollarse con mayor nos —escribirá Péguy— de su estatuto jurídico constitucional. Y como la
pujanza las virtudes del burgués cha- cayeron una gran can- Constitución reserva el derecho de voto a los elec-
pado a la antigua: aplicación, ahorro, tidad, o incluso la ma- tores «activos», es decir, adinerados, mientras que
frugalidad, templanza, espíritu de or- yoría, de poderes de sólo la asamblea dispone del poder de legislar en
fuerza. Pero su caída no nombre de la nación, quienes en realidad deci-
den y de cálculo. Virtudes que preten-
sirvió en lo más míni- den sólo son los representantes de la burguesía,
den ante todo eliminar la fantasía, lo mo a los poderes del es- con lo cual el sufragio censitario permite reducir
aleatorio, la pasión, la gratuidad.» píritu. Su supresión sólo el electorado a su más ínfima expresión.
benefició a este otro Sin embargo, aún necesitará la burguesía al-
poder de fuerza que es el dinero». gunos años para consolidar su poder. Pero fran-
Todos los protagonistas esenciales de la Re- queará rápidamente las etapas. Bajo la Restaura-
volución, como se sabe, son burgueses. Pero la ción y la monarquía de Julio, las familias aris-
burguesía no hace la Revolución en su propio tocráticas son apartadas, en favor de la burgue-
nombre. Se reclama también de los «derechos sía, de los cargos que ocupaban tradicionalmen-
del hombre». Es decir: disimula sus intereses bajo te (diplomacia, magistratura, administración te-
la máscara de lo «universal», al tiempo que da a rritorial). Luis XVIII acepta una Constitución
entender (y ella misma, sin duda, lo cree since- calcada del modelo inglés. La prosperidad bur-
ramente) que las cualidades particulares que son guesa crece bajo Carlos X y, sobre todo, Luis
las suyas constituyen las virtudes humanas en Felipe, mientras que se inicia una política de con-
general, las mismas que permiten revestir a cual- quistas coloniales. Guizot proclama en 1821 que
quier individuo abstracto de una dignidad fun- el futuro pertenece al «comerciante», al tiempo
damental. Así se desprende la idea de que la pro- que proclama sin tapujos: «Los pueblos sólo se
piedad es un «derecho natural», derivado del gobiernan bien cuando tienen hambre». Después
hecho de que el hombre es totalmente propieta- de la Revolución de 1848 y el Segundo Impe-
rio de sí mismo, y que el comportamiento nor- rio, se abre una fase de expansión sin preceden-
mal de cualquier ser humano consiste en buscar tes para el capitalismo liberal, cuya contrapar-
en cualquier ocasión su mejor provecho, pues tida es la constitución de un proletariado cada
en el mejor de los casos el interés público sólo vez más numeroso. En 1875, la fundación de la
es un efecto de composición derivado del ajuste III República consagra la culminación de los es-
de las estrategias individuales y de la suma de fuerzos de la burguesía de dinero. El año 1900
las utilidades maximizadas por los agentes. Con será el de la Exposición Universal, la Noria, el
esta redefinición del derecho triunfa la idea de Moulin Rouge y el presidente Loubet. Pese a la
que el objetivo esencial de la vida es la búsque- oposición de los «ultras» y del movimiento obre-
da de lo que es bueno para cada individuo to- ro, la Belle Époque es indudablemente la del bur-
mado por separado. El resultado, en los hechos, gués triunfante.
será el que constata Mounier: «Al reducir el hom-
bre a una individualidad abstracta, sin vocación, La apelmazada moral burguesa
sin responsabilidad, sin resistencia, el indivi- El burgués del siglo XIX se define al mismo
dualismo burgués es el precursor del reino del tiempo por su estatus, su rango, su fortuna y sus
dinero; es decir, como lo dicen tan bien las pa- relaciones. Tanto sus costumbres como sus elec-
labras, de la sociedad anónima de las fuerzas im- ciones matrimoniales atestiguan su reverencia por
personales». la apariencia, las convenciones y el orden esta-
Así como quiso liberarse de la monarquía blecido. Es la época de este «cristianismo bur-
cuando ya no le resultó necesaria, así también la gués» contra el que arremeterán Bloy, Péguy y
burguesía intentará liberarse del pueblo una vez Bernanos, y que le lleva a Proudhon a acusar a la
derrocado el absolutismo. Para conseguirlo, la Iglesia de haberse «situado como criada al servi-
Revolución inventa la noción política de «na- cio de la burguesía más repugnantemente con-
ción», entidad abstracta que permite confiscar al servadora». Es también la época en que el «pro-
pueblo una soberanía que, sin embargo, se le ha- greso» triunfa en forma de ideología cientista: el
bía solemnemente otorgado. En teoría, el pue- burgués cree en la ciencia al igual que cree en el

48 www.manifiesto.org
Alain de Benoist

ferrocarril, el ómnibus y el alumbrado de gas. Pero


es sobre todo la época del burgués grotesco, del
que se mofan los románticos, los artistas, la bo-
} Todavía para nuestros abuelos una “casa”,
una “fuente”, una torre conocida, incluso su
hemia… La tradición del burgués ridículo, cor-
nudo, engañado y avejentado se remonta, es cier-
propio vestido, su abrigo, eran infinitamente
to, hasta Molière, o incluso hasta los cuentos más e infinitamente más familiares; casi cada
populares de la Edad Media. Pero ahora se desa- cosa era un recipiente en el que encontraban
rrollará como nunca. Flaubert, quien profesa que algo humano y acumulaban lo humano. Ahora,
la única forma de ser un buen burgués es dejar de procedentes de América, nos invaden cosas
serlo, lanza su célebre imprecación: «Llamo vacías e indiferentes, cosas sólo aparentes,
“burgúes” a todo lo que piensa bajamente».
En un pasaje de rara violencia, Huysmans es-
engañifas de vida... Una casa, según la concep-
cribe: «Más malvada, más vil que la nobleza des- ción americana, una manzana americana o un
poseída y que el clero caído, la burguesía tomó racimo de uvas de los de allí, no tienen nada en
de ellos su ostentación frívola, su jactancia cadu- común con la casa, el fruto, el racimo en el que
ca, que degradaba por su falta de mundología, se habían introducido la esperanza y la medita-
robándoles unos defectos que convertía en hipó-
critas vicios. Autoritaria y capciosa, baja y cobar-
ción de nuestros ancestros. ~
de, ametrallaba sin piedad a su eterna y necesaria RILKE, citado por HEIDEGGER
víctima, el populacho, ¡al que ella misma le ha-
bía quitado el bozal, al que ella misma había en-
cargado que rompiera la crisma a las viejas castas!
[…] Concluido su trabajo, se había adoptado la son mediocres), mientras que la izquierda se in-
higiénica medida de esquilmar a la plebe; tran- digna contra ella en nombre de valores morales
quilizado, el burgués se pavoneaba, jovial, mer- y «populares» (representa a los «privilegiados»).
ced al poder de su dinero y al contagio de su Esta doble crítica resulta obviamente reveladora.
estupidez. El resultado de su advenimiento ha- Muestra que el burgués es percibido a la vez como
bía sido que quedara aplastada toda inteligencia, el «explotador» y el antihéroe, la elite y la falsa
negada toda probidad, muerto todo arte […]. Era elite, el sucesor de la aristocracia y al mismo tiem-
el gran penal de América transportado a nuestro po su caricatura.
continente; ¡era, en fin, la ingente, profunda, in-
conmensurable grosería del financiero y del nue- El movimiento obrero
vo rico, resplandecientes como un abyecto sol en Alzado contra la burguesía, el movimiento
la idólatra ciudad que eyaculaba, caída de bru- obrero se divide sobre la estrategia a adoptar. El
ces, impuros cánticos ante el impío tabernáculo socialismo naciente está dividido entre oportu-
de los bancos!». nistas y revolucionarios, entre «revisionistas» y
Acusado de todos los defectos, el burgués pa- «colectivistas». Su ala reformista decidirá final-
rece entonces ser Proteo. Se le reprocha su culto mente jugar el juego de la democracia parlamen-
del dinero, su gusto por la seguridad, su espíritu taria. El sindicalismo revolucionario, por el con-
reaccionario, su conformismo intelectual, su fal- trario, afirmará que no se puede combatir a la
ta de gusto. Se le tilda de filisteo, egoísta, medio- burguesía situándose en su terreno. Abogará por
cre. Se le representa como explotador del pue- la acción directa y denunciará a los «representan-
blo, como nuevo rico carente de distinción, como tes» que le impiden a la clase obrera afirmar por
saciado notable, como satisfecho cretino. Estas sí misma sus reivindicaciones.
críticas a menudo contradictorias dan lugar, sin La actitud de Marx es notablemente ambi-
duda, a fáciles caricaturas, peo se aclaran cuando gua. Por un lado, condena a la burguesía con fra-
se toman en consideración los muy distintos ses que se han hecho célebres: «La burguesía […],
medios de donde proceden, y sobre todo los ti- en todas los sitios en que ha conquistado el poder,
pos ideales a los que se contrapone el modelo ha destruido las relaciones feudales, patriarcales
burgués. La burguesía es despreciada por la dere- e idílicas. Ha roto despiadadamente todos los la-
cha antiliberal, a menudo por razones estéticas y zos, complejos y diversos, que unían al hombre
en nombre de valores «aristocráticos» (el univer- feudal a sus superiores naturales, de forma que,
so del burgués es feo y pretencioso, sus valores entre el hombre y el hombre, pasó a establecerse

www.manifiesto.org 49
El burgués: paradigma del hombre moderno

como único vínculo el frío interés, las duras exi- burguesía, y el papel que ha desempeñado en el
gencias del pago al contado. La burguesía ha aho- desarrollo de las fuerzas productivas: «La burgue-
gado en las heladas aguas del cálculo egoísta los sía no puede existir sin revolucionar constante-
sagrados estremecimientos del éxtasis religioso, mente los instrumentos de producción, lo cual
del entusiasmo caballeresco, de la sentimentalidad es tanto como decir las condiciones productivas,
ingenua. Ha hecho de la dignidad personal un es decir, todas las relaciones sociales […]. Se di-
simple valor de cambio; ha sustituido las nume- suelven todas las relaciones sociales, tradiciona-
rosas libertades, tan duramente conquistadas, por les y petrificadas, con su cortejo de concepciones
la única y despiadada libertad de comercio[…]. e ideas antiguas y venerables; las relaciones que
La burguesía ha despojado de su aureola todas las sustituyen envejecen antes de haberse podido
las actividades que, hasta entonces, pasaban por osificar. Todo lo que tenía solidez y permanencia
venerables y eran consideradas con sano respeto. parte como humo, se profana todo lo que era
Ha transformado al médico, al jurista, al sacer- sagrado, y se fuerza, en fin, a los hombres a con-
dote, al poeta, al sabio en asalariados a su sueldo. siderar con ojos desengañados sus condiciones
La burguesía ha desgarrado un velo de de existencia y sus relaciones recíprocas. Empu-
sentimentalidad que recubría las situaciones fa- jada por la necesidad de mercados siempre nue-
miliares, reduciéndolas a convertirse en meras vos, la burguesía invade la tierra entera. Tiene
relaciones de dinero». Pero, al mismo tiempo, necesidad de implantarse por doquier, explotar
Marx también se congratula de constatar que la por doquier, establecer relaciones por doquier.
burguesía ha «sometido el campo a la ciudad» y Mediante la explotación del mercado mundial,
ha aniquilado las relaciones de reciprocidad que la burguesía imprime un carácter cosmopolita a
caracterizaban a la sociedad feudal. Destaca Marx la producción y al consumo de todos los países.
el carácter «eminentemente revolucionario» de la Para desesperación de los reaccionarios, priva a

Burgueses del siglo XIX.


Aún conservaban, al menos,
la elegancia y la distinción
que sus congéneres perderían
definitivamente en la segunda
mitad del siglo siguiente.

50 www.manifiesto.org
Alain de Benoist

la industria de su base nacional. Se han destrui- do en 1926 por Drieu la Rochelle, dicho movi- 4
Mounier decía, sin
do las viejas industrias nacionales, y se siguen miento proclame con orgullo que «sus jefes son duda más acertada-
destruyendo cada día […]. Bajo pena de muerte, burgueses y que los burgueses tienen que saber mente: «A fin de cuen-
fuerza a todas las naciones a adoptar el modo compaginar la autoridad con la responsabilidad». tas, el único verdadero
burgués de producción; las fuerza a introducir Además de la ideología del trabajo, además del burgués es el pequeño
burgués. Cualquier
en ellas lo que la burguesía denomina civiliza- productivismo, de la doctrina de «la lucha por la gran burgués se enca-
ción, es decir, las fuerza a hacerse burguesas. En vida», a veces transpuesta en racismo, o al menos mina a serlo; es algo
una palabra, moldea un mundo a su imagen». en darwinismo social, además de todo ello los que se siente en sus
En realidad, Marx no explicita verdaderamen- fascismos-movimientos, y más aún los fascismos- maneras».
te qué entiende por «clase burguesa», limitándo- regímenes, efectúan amplias concesiones al na-
se a decir que es la clase poseedora del capital. Se cionalismo. Es decir, como escribe Emmanuel
queda prácticamente mudo sobre sus orígenes Mounier, «combaten, dentro de sus fronteras, un
históricos y sociológicos. Ello es así porque no ve individualismo al que sostienen ferozmente en el
que el burgués es ante todo el hombre económico. plano de la nación». Ahora bien, la burguesía
Ahora bien, en la medida en que el propio Marx nunca se ha privado de defender la nación, la
atribuye una importancia determinante a la eco- patria, el orden establecido, cada vez que, al
nomía, sólo le resulta posible criticar a la bur- efectuarlo, pensaba preservar sus intereses.
guesía desde un horizonte que no deja nunca de En definitiva, es sin duda en los «no confor-
ser el suyo. Su economicismo, con otras palabras, mistas de los años treinta» en donde se halla, en
le impide efectuar una crítica radical de los valo- el siglo XX, la crítica más radical de la burguesía y
res burgueses. Bien se ve, por lo demás, lo mu- de los valores burgueses. Y también, por supues-
cho que le fascinan estos valores. A fin de cuen- to, antes de ellos, en Charles Péguy, quien juzga-
tas, ¿no ha sido la burguesía la primera que quiso ba que el mundo moderno sufre ante todo el «sa-
cambiar el mundo, en lugar de limitarse a com- botaje burgués y capitalista»: «Todo el mal ha
prenderlo? Aunque Marx llama a acabar con la venido de la burguesía. Toda la aberración, todo
explotación de la que la burguesía se ha hecho el crimen. Es la burguesía capitalista la que ha
responsable, se queda sumamente rezagado en infectado al pueblo. Y lo ha infectado precisa-
cuanto a impugnar los valores burgueses: la so- mente de espíritu burgués y capitalista […]. Se-
ciedad sin clases, desde muchos aspectos, es la ría difícil insistir más de la cuenta: es la burguesía
burguesía para todo el mundo. la que empezó a sabotear, y todo el sabotaje sur-
gió con la burguesía. Es porque la burguesía se
El papel de los fascismos puso a tratar como un valor bursátil el trabajo
No menos equívocos serán los fascismos. Teó- del hombre, por lo que el propio trabajador tam-
ricamente hostiles al liberalismo, no queriendo bién se puso a tratar como un valor bursátil su
en principio ser «ni de derechas ni de izquier- propio trabajo».
das», se limitarán las más de las veces a radicalizar
a una clientela «nacional» conservadora, partida- El temperamento capitalista:
ria en amplia medida de los valores burgueses. su estrechez psicológica y espiritual
Además, también contribuirá a su aburguesamien- A la burguesía siempre se la ha considerado a
to el que una amplia parte de su electorado haya la vez como una clase y como la representante de
estado constituida por unas clases medias asusta- una mentalidad específica, de un tipo humano
das por la crisis y amenazadas por la moderniza- orientado hacia un cierto número de valores. Así,
ción. Oponiendo sin vacilar el «capitalismo in- para Max Scheler, el burgués se define en primer
dustrial y productor» al «capitalismo especulativo lugar como un «tipo biopsíquico» al que su defi-
y financiero», se limitarán a denunciar a los «gran- ciente vitalidad le empuja al resentimiento y al
des», a los representantes de las «dinastías bur- egoísmo calculador. El burgués —señala— nun-
guesas», sin interrogarse más hondamente sobre ca se plantea la cuestión de saber si las cosas tie-
la lógica del capital. Profesarán el orden moral, nen valor en sí mismas, sino que se limita a pre-
al que siempre ha estado profundamente apega- guntar: «¿Es bueno para mí?». Eduard Spranger
da esta «pequeña burguesía» descrita por Péguy distingue igualmente seis tipos ideales de perso-
como «la más desgraciada clase de todas las cla- nalidad, entre los cuales el burgués corresponde
ses sociales».4 Por todo ello no es de extrañar que al «hombre económico»: el que sólo tiene en cuen-
en el «Manifiesto de la Joven Derecha» publica- ta la utilidad de las cosas. Por su parte, André

www.manifiesto.org 51
El burgués: paradigma del hombre moderno

dena las costumbres aristocráticas en estos térmi-


nos: «Cuando veo que un joven comerciante po-
}Ya no hay clase alta, ni pueblo; sólo hay plebe see caballos, se dedica a la caza, doma perros, y
cuando le oigo hablar la jerga de los deportistas,
pobre y plebe rica.~ tiemblo por su futuro» Las mismas ideas (crítica
de la frivolidad, del gasto inútil) también figuran
} Cuando termine su “ascenso”, la humanidad en Locke, al igual que en Benjamín Franklin. Es
encontrará al tedio esperándola sentado en la más en el mundo anglosajón, estimulado por el calvi-
alta cima. ~ nismo y el puritanismo, donde van a desarrollar-
se con mayor pujanza las virtudes del burgués
} La relatividad del gusto es disculpa que adoptan chapado a la antigua: aplicación, ahorro, frugali-
dad, templanza, espíritu de orden y de cálculo.
las épocas que lo tienen malo. ~ Virtudes que pretenden ante todo eliminar la fan-
NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA tasía, lo aleatorio, la pasión, la gratuidad, esta-
blecer por doquier leyes y reglamentaciones, so-
pesar el valor de las cosas, evaluar el interés
Gide declara: «Me dan igual las clases sociales, práctico de cada actividad cotidiana.
puede haber burgueses tanto entre los nobles A lo que más decisivamente se oponen las
como entre los obreros y los pobres. Reconozco antiguas virtudes burguesas es al modo de vida
al burgués no por su vestido y por su nivel social, señorial, hecho de dones, de prodigalidad, de
sino por el nivel de sus pensamientos. El burgués gasto sin tasa, de rapiña y de generosidad, de gra-
odia lo gratuito, lo desinteresado. Odia todo tuidad en todos los sentidos del término. Sombart
cuanto no puede alzarse a comprender». ha descrito en términos contundentes esta opo-
Planteando que los factores psíquicos o espi- sición de temperamentos: «Estos dos tipos fun-
rituales moldean la vida económica tanto como damentales —el hombre que gasta y el que ate-
son moldeados por ella, Sombart recuerda que sora, el temperamento señorial y el temperamento
las organizaciones sociales son obras humanas y burgués— se oponen rotundamente entre sí en
que, por tanto, el productor antecede al produc- todas las circunstancias, en todas las situaciones
to, razón por la cual afirma que el espíritu capi- de la vida. Cada uno de ellos aprecia el mundo y
talista preexistía en cierto modo al capitalismo; la vida de una forma que nada tiene que ver con
es decir, que el capitalismo naciente fue fruto, en la del otro […]. Aquél puede bastarse a sí mis-
primer lugar, de temperamentos predispuestos a mo, éste tiene un temperamento gregario. Aquél
determinados comportamientos: temperamentos encarna una personalidad; éste, una simple uni-
más introvertidos, más concentrados, más lleva- dad. Aquél es estético y esteta; éste, moralista […].
dos al ahorro que al gasto, más contraídos que Los unos cantan y resuenan, los otros no tienen
expansivos. Este tipo cumplido del burgués ya ninguna resonancia; los unos resplandecen de
figura en Leone Battista Alberti, autor de un cé- colores, los otros son totalmente incoloros […].
lebre tratado del siglo XV en el que elogia «el san- Los unos son artistas (por sus predisposiciones,
to espíritu de orden» («santa cosa la masserizia»), pero no necesariamente por su profesión); los
caracterizado por el espíritu ahorrativo y la racio- otros, funcionarios. Los unos están hechos de
nalización del comportamiento económico. No seda; los otros, de lana».
sólo —declara— no hay que gastar más de lo
que se posee, sino que más vale gastar menos de El interés sustituye al honor,
lo que se posee, o sea, ahorrar, pues uno se hace a lo erótico y a lo «superfluo»
rico no sólo ganando mucho, sino también gas- La fábula de La Fontaine La cigarra y la hor-
tando poco. miga constituye, en modo gracioso, todo un vuel-
Son éstos los mismos preceptos que a partir co de valores. «Lo que para el aristócrata signifi-
del siglo XVII figurarán en los grandes tratados de caba decadencia, se convierte en el ideal del
«moralidad» burguesa, entre los que cabe desta- burgués» (Evola). Se desvalorizan en especial to-
car el escrito por Daniel Defoe hacia 1725, y en das las cualidades relacionadas con el honor (la
donde el autor de Robinson Crusoe, abogando por «cuestión de honor»). «Evita tomar demasiado a
la autonomía de la actividad económica, hace la la tremenda las ofensas —escribe Benjamín Fran-
apología de la moral puritana al tiempo que con- klin—: nunca son lo que a primera vista parecen

52 www.manifiesto.org
Alain de Benoist

ser». Al juicio ético basado en el honor —noción Emmanuel Bert, por su parte, observa muy 5
«Fueron —señala
que implica una identidad personal inseparable acertadamente que, en la aristocracia, el hijo tra- Sombart — los hom-
de las funciones sociales que la constituyen— se ta de parecerse lo más posible, si no a su padre, sí bres de origen burgués
opone progresivamente un razonamiento moral al menos a la imagen que para él está ligada al […], envidiosos de los
basado en la dignidad; dignidad que implica una apellido que lleva, en tanto que «el ideal burgués señores y de su forma
de vivir, ansiosos de la
identidad abstracta independiente de las referi- implica, por el contrario, un cierto progreso del
vida señorial, pero ex-
das funciones. El cuidado de sí defendido por los hijo sobre el padre, así como una acumulación cluidos de ella por ra-
filósofos, el «amor de sí mismo» celebrado por de méritos que tiene que corresponder a la acu- zones de orden inter-
Rousseau, el amor propio aristocrático, orienta- mulación de dinero y honores que la familia se no o externo, quienes
do hacia la consecución de la gloria, es sustituido esfuerza por conseguir». Nos volvemos a topar se pusieron a propalar
por todas partes que
por el cálculo de los meros intereses individua- con la orientación hacia el futuro. Los hijos han no había nada más vi-
les. Ya no hay ni gloria, ni honor, ni heroísmo de «triunfar» mejor que los padres, y lo que ante cioso que este tipo de
que alcanzar. Se tiene que ser práctico, ecónomo, todo se espera de la escuela es que les ayude a vida, al tiempo que
mesurado. Lo que le importa al burgués es la con- conseguirlo. Se trata, en efecto, de esta idea pro- lanzaban un nada au-
téntica cruzada contra
sideración —que implica el respeto de las con- fundamente burguesa según la cual el sistema
la misma.» De forma
venciones. Unas convenciones y una considera- educativo debe posibilitar, fundamentalmente, la más lapidaria. Raoul
ción que al burgués le importan infinitamente adquisición de un oficio, razón por la cual las Veneigen escribe: «De
más que el renombre —el cual, a veces, se alcan- disciplinas más «útiles» son también las mejores. la materia económica,
za pisoteando aquéllas. La previsión y la cordura Para el burgués chapado a la antigua es nece- en la que la feudalidad
sólo quería ver excre-
son sustituidas por la prudencia; el amor y la ca- sario suprimir cualquier gasto superfluo. Y para mento de los dioses, la
ridad, por el simple afecto; el honor y el deber, ello, contar y volver a contar sin parar. Pero ¿qué burguesía hizo su ali-
por la «integridad»; el orgullo de servir, el orgu- es lo «superfluo»? Precisamente todo lo que no mento, demostrando,
llo ser lo que se es, por el orgullo de emprender; se puede contar, todo lo que carece de utilidad por la fuerza de las co-
sas, cuál era la verda-
la magnanimidad y la benevolencia, por la sim- calculable, todo lo que no puede reducirse a una
dera excreción, la reli-
patía universal. El ideal aristocrático, pero tam- evaluación en términos de provecho individual, giosa o la económica».
bién popular, se enraizaba en valores que, por de rentabilidad y ganancia. «La emergencia de la
principio, se consideraban innegociables, pues burguesía —escribe Cornelius Castoriadis—, su
negociar (o justificarse) era percibido como una expansión y su victoria final corren parejas con la
forma de rebajarse. El burgués, que negocia to- emergencia, la propagación y la victoria final de
dos los días, considera por el contrario que siem- una nueva “idea”, la idea de que el crecimiento
pre es posible «explicarse»: explica sus razones y ilimitado de la producción y de las fuerzas pro-
trata de conocer las de los demás. Triunfa la ra- ductivas es, en realidad, el objetivo central de la
cionalidad práctica, y la cualidad queda reducida vida humana. Esta “idea” es lo que denomino una
al mérito, que no está necesariamente asociado a significación imaginaria social. Le corresponden
la grandeza. «Lo sublime murió con la burgue- nuevas actitudes, valores y normas, una nueva
sía», decía Sorel. definición social de la realidad y del ser, de lo
Sombart también descubre una oposición ra- que cuenta y de lo que no cuenta. En una palabra,
dical entre talante burgués y «talante erótico». «O lo que cuenta es ahora lo que se puede contar.»
bien se considera que el principal valor de la vida Lo que caracteriza el espíritu burgués no es tan
está constituido por el interés económico (en el sólo la racionalización de la actividad económi-
más amplio sentido de la palabra), o bien por el ca, sino la extensión de esta racionalización a to-
interés erótico. O se vive para la economía o para dos los campos de la vida, al tomarse implícita-
el amor. Vivir para la economía es ahorrar; vivir mente la actividad económica por el paradigma
para el amor, gastar.» Sombart destaca, por otra de todos los hechos sociales.
parte, el profundo resentimiento que la burguesía
siente por una aristocracia de la que se sabe exclui- Un idiota pobre es un idiota;
da, y a la que indefectiblemente caricaturiza cada un idiota rico es un rico
vez que intenta remplazarla.5 Observa por último Afirmaba Aristóteles que no se puede alcan-
que el burgués capitalista tiene rasgos de tempera- zar la virtud con medios o bienes externos, sino
mento típicamente infantiles: como al niño, le gusta que es gracias a la virtud como se alcanzan los
lo mensurablemente concreto, la rapidez en los mo- bienes externos. También Cicerón expresaba la
vimientos, la novedad por sí misma, el sentimien- verdad de su época declarando: «Lo que importa
to de fuerza que confiere la posesión de objetos. no es la utilidad que se representa, sino lo que se

www.manifiesto.org 55
El burgués: paradigma del hombre moderno

6
es». Sucede lo contrario en la óptica burguesa: la (o por su falta de intensidad). De nuevo «lo me-
Véase Tomás de Aqui-
prueba del valor viene dada por el éxito material;
no, Suma Teológica, II, jor» se reduce a «lo más».
9, 2, § 2. tanto tienes, tanto eres. Y como lo que se tiene El burgués quiere tener, parecer —y no ser.
7
«El consumo, en ha de poder evaluarse de forma tangiblemente Toda su vida está orientada a la «felicidad», es
efecto, lleva tiempo, y
medible, el dinero se convierte naturalmente en decir, al bienestar material; una felicidad que está
cuanto más hay por el patrón de referencia universal. Es bien conoci- ella misma relacionada con la propiedad, defini-
consumir, tanto más
do el proverbio: «Un idiota pobre es un idiota;
se convierte el tiempo da como la totalidad de lo poseído, sin la menor
un idiota rico es un rico». En últimas, la idea
en un producto esca- reserva, y de lo que se puede disponer a su anto-
misma de igualdad ni siquiera es concebida como
so […]. De ello resulta jo. Proviene de ahí la propensión burguesa a ha-
que la gente pasa cada
igualdad en derecho, sino como igualdad numé- cer de la propiedad el primero de los «derechos
vez más tiempo inten-
tando ganar tiempo»
rica (uno = uno), como «la intercambiabilidad naturales». Proviene también de ahí la importan-
(Jean-Pierre Dupuy,de (casi) cualquier actividad humana con (casi) cia que el burgués otorga a la «seguridad», que es
cualquier otra, de forma que aquí el modelo ya
Ordres et désordres). a la vez indispensable para proteger lo que ya tie-
no es siquiera la mercancía, sino la moneda». De ne y para buscar racionalmente su interés futuro:
tal modo, las relaciones sociales acaban desarro- la seguridad es, en primer lugar, una comodidad
llándose tan sólo conforme al modelo del merca- del espíritu, garantiza el mantenimiento de los
do; es decir, de un sistema de objetos divido en- logros obtenidos y permite calcular otros nuevos.
tre objetos poseedores y objetos poseídos. Nadie
ha descrito mejor esta reificación de lo social que El burgués y el Estado liberal
Karl Marx cuando muestra la forma en que las La política burguesa es el reflejo directo de es-
relaciones entre individuos, todos los cuales persi- tas aspiraciones. Desconfiado frente a lo político,
guen su mejor interés, acaban inevitablemente el burgués sólo espera de los poderes públicos la
transformando a estos mismos individuos en instauración de una seguridad que le permita dis-
cosas. frutar sin riesgo de sus haberes. Para él, el gobier-
El tiempo mismo se convierte en mercancía. no ideal es el que resulta demasiado débil para
La Iglesia católica, es cierto, fue la primera que imponerse a la actividad mercantil, pero lo bas-
lo presentó como un producto escaso e «irrecu- tante fuerte para garantizar su buen funcionamien-
perable», que no había que «malgastar».6 Desde to. He ahí el Estado liberal: Estado-gendarme, «vi-
entonces, el cálculo del tiempo no ha dejado de gilante nocturno». En el siglo XVIII, la doctrina de
perfeccionarse confor- la separación de poderes aspira a restringir de tal
«Cualquier economía capitalista tiene me se expandía la con- modo el campo de ejercicio de lo político y a per-
vicción, proclamada mitir a la burguesía que ejerza el poder legislativo
la obligación de trabajar más allá de
por Franklin, de que «el en el seno de asambleas de representantes elegi-
las necesidades para suscitar constan- tiempo es oro» («time is dos por sufragio censitario. Muy naturalmente,
temente otras nuevas. Se tiene, pues, money»). Calcular las di- esta actividad estática es concebida de forma esen-
que cambiar el mundo creando en él visiones del tiempo co- cialmente formal. Así como no le gusta ni el es-
constantes novedades. Lo óptimo se rresponde al mismo cándalo (que hace que las situaciones sean difíci-
orden de cosas que cal- les de controlar) ni el riesgo (cuando no es posible
reduce entonces a lo máximo, lo me- calcularlo), así también el burgués detesta las so-
cular las cantidades mo-
jor se confunde con lo más. Obsesión netarias: ¡no se recupera luciones de fuerza, la autoridad, la decisión. Piensa
del trabajo, del cambio incesante.» ni el dinero derrochado, que todo puede arreglarse mediante discusiones
ni el tiempo perdido! y componendas, con la publicidad de los debates
Además de las paradojas que de ello se derivan y llamamientos a la razón. Si el burgués quiere
en la vida cotidiana,7 esta afirmación abre una someter lo político a lo jurídico («al Estado de
perspectiva revolucionaria. Decir que el tiempo derecho»), es porque cree que así se podrá ahorrar
es un producto escaso equivale, en efecto, a decir iniciativas que no estarían determinadas por nor-
que es una cantidad limitada. Ahora bien, si el mas preestablecidas. Por ello siempre se queda sin
tiempo es asunto de cantidades, a partir de ahora saber qué hacer ante la situación de urgencia y el
cada espacio de tiempo resulta equivalente, y la caso de excepción. La norma jurídica es, para él,
calidad de su contenido deja de ser lo que más un medio de conjurar lo aleatorio, de llevar lo
importa. La duración de la existencia, por ejem- imprevisible a lo ya previsto.
plo, se convierte en sí misma en un valor que El juego político es calcado de la actividad
permite dejar de preocuparse por su intensidad económica: al mercader, intermediario entre el

56 www.manifiesto.org
Alain de Benoist

productor y el consumidor, le corresponde el re- ciante, en cambio, no dudará en reivindicar el 8


Partidaria de la res-
presentante, intermediario entre el elector y el derecho a la competencia agresiva —que no es tauración monárquica
Estado; a la negociación contractual le correspon- otra cosa que el derecho de arrebatar a quienes fraudulentamente rea-
de la discusión como fuente de un compromiso practican el mismo negocio la clientela que se lizada por Luis Felipe
que permite ahorrarse la decisión. Durante mu- han creado.9 Y tampoco vacilará en disminuir el de Orléans. (N. del T.)
9
cho tiempo, la derecha liberal, orleanista,8 encar- precio de coste deteriorando la calidad de los pro- Se sabe que este de-
recho a la competen-
nará ejemplarmente este modelo. Afirmándose ductos, siempre que, mediante una adecuada pro- cia agresiva fue juzga-
contra esta derecha, Donoso Cortés calificará a moción publicitaria, consiga que dichos produc- do «inmoral» durante
la clase burguesa como la «clase discutidora», al tos sigan ilusionando a sus clientes. Como escribe la mayor parte de la
igual que Nietzsche denunciará, en 1887, «la pre- Sombart, «la economía está organizada únicamen- historia. A comienzos
eminencia de los mercaderes e intermediarios, te con vistas a la producción de bienes de cam- del siglo XIX, algunas
empresas todavía se
incluso en el ámbito intelectual». Pero, pronto, bio. Como la mayor ganancia posible es el único negaban a recurrir a
el orleanismo acabará contaminando incluso a la objetivo racional de la empresa capitalista, la pro- los «reclamos», consi-
izquierda. Y Péguy podrá escribir: «La burguesía ducción de bienes tiene, como criterio y medida, derando que la calidad
ha forjado con conocimiento de causa al inter- no la naturaleza y la calidad de los productos, de sus productos de-
bía bastar para hacer-
mediario: intermediarios son estos “políticos in- sino únicamente el volumen de su venta posible». se con una clientela.
telectuales”, nada socialistas, nada pueblo, distri- 10
«Los treinta [años]
buidores automáticos de propaganda, revestidos El burgués en la posmodernidad. gloriosos». Con tal ex-
del mismo espíritu, artesanos de los mismos mé- Su victoria absoluta. presión se designa en
todos que combaten en el adversario. Es a través ¿Cuál es hoy la situación? Desde comienzos Francia el período de
auge económico trans-
de ellos como el espíritu burgués desciende por del siglo XX, una amalgama de origen profesional
currido entre el final
capas progresivas al mundo obrero y mata al pue- ha tendido a que clase burguesa y clases medias de la II Guerra Mun-
blo, al viejo pueblo orgánico, poniendo en su lu- se confundieran cada vez más entre sí. Después dial y la década de los
gar esta masa amorfa, brutal, mediocre, olvidadiza de lo cual, las clases medias han ido dilatándose setenta. (N. del T.)
de su raza y de sus virtudes: un público, la muche- sin parar. «Ha vencido el burgués […]. El siglo
dumbre que odia». XXI será el siglo de la clase media universal», ha
No le gustan a la burguesía las convicciones podido escribir Donald McCloskey en un perió-
fuertes, y aún menos los comportamientos im- dico libertario. Pero, ya en su época, Péguy po-
previsibles, y por tanto peligrosos, que alientan día afirmar: «Un devoto de hoy es forzosamente
en las muchedumbres. No le gusta ni el entusias- un burgués. Actualmente todo el mundo es bur-
mo ni la fe. Por ello considera que «la ideología gués». Esta última frase podría servir de leitmotiv
siempre es antiburguesa» (Emmanuel Berl) y pro- para la sociología de la modernidad tardía.
clama gustosa el «fin de las ideologías» —sin ver Sobre todo después del período de los «trein-
que este fin coincide tan sólo con el advenimien- ta gloriosos» (Fourastié)10 es cuando se ha podido
to de la suya propia. En suma, a la burguesía no asistir al aburguesamiento de la sociedad france-
le gusta lo infinito que excede a las cosas materia- sa en todos los sentidos: las conductas individuales
les, las únicas que puede controlar. Emmanuel y los comportamientos sociales se homogeneizan
Mounier, que veía en el espíritu burgués «el más y modifican profundamente, en especial bajo la
exacto antípoda de cualquier espiritualidad», es- influencia de la televisión y la publicidad, mien-
cribía: «El burgués es el hombre que ha perdido tras que la Francia rural se encoge a marchas for-
el sentido del Ser, que sólo se mueve entre cosas, zadas. Jean François de Vulpillières ha trazado un
y cosas utilizables, desprovistas de su misterio». Y sucinto pero convincente cuadro de este proceso
Bernanos: «La única fuerza de este ambicioso mi- de aburguesamiento que afecta tanto a la dere-
núsculo estriba en que no admira nada». cha como a la izquierda, a las instituciones y a las
A esta luz se ha de analizar la «moral burgue- doctrinas, a la vida política y sindical, a la fami-
sa»; por ejemplo la ética puritana, a la que perte- lia, al ocio, a las actividades profesionales; un
necen las virtudes del burgués chapado a la anti- proceso al que pertenecen fenómenos tan distin-
gua, y que se fundan siempre en la utilidad. Así, tos como la obsesión por los resultados y la
la lealtad comercial, que es una de las virtudes competitividad, la rehabilitación del dinero, el
cardinales, no tiene otra justificación que la de aumento del la incivilidad, el auge del absten-
ser rentable. Un comerciante deshonesto perde- cionismo electoral, la moda del «consenso», la
rá su clientela: le interesa, pues, no engañarla sujeción de la escuela a las exigencias empresa-
(«Honesty is the best policy!»). El mismo comer- riales, la crítica de las «ideologías», e incluso la

www.manifiesto.org 57
El burgués: paradigma del hombre moderno

En las ciudades de la Edad Media y del


Renacimiento surgió y se desarrolló
la burguesía. Pero en aquel entonces
las ciudades aún estaban llenas de belleza
y armonía. Como en este dibujo de Durero.

disminución de la natalidad, una de cuyas prin- mún denominador de una colectividad inquieta
cipales causas es la idea de que los hijos constitu- […]. Todo el movimiento de la sociedad va ha-
yen un obstáculo para la libertad material y la cia la coexistencia de las aportaciones irrefuta-
promoción social. «Está en declive —señala el bles de la sociedad de consumo con el redescu-
mismo autor— todo lo que pertenece a la tradi- brimiento de la herencia burguesa […]. Ha
ción popular; lo que da el tono es lo que se inspi- quedado perfectamente asimilado el famoso “Dis-
ra en las costumbres burguesas. Cuestión que va fruta sin trabas” de Mayo del 68. La cultura neo-
mucho más allá de los comportamientos y las burguesa ha transformado simplemente tal dis-
modas. Son los valores burgueses los que sumer- frute en confort». Tales son los valores burgueses
gen a los espíritus.» en torno a los cuales los grupos de opinión, los
El movimiento tiende incluso a acelerarse. partidos políticos, los grupos sociales rivalizan
Una encuesta publicada en 1993 en Le Point pro- entre sí para saber quién cumplirá mejor sus pro-
clama una «vuelta del espíritu burgués», cuya viva mesas, estas promesas que hasta se han converti-
encarnación estaría constituida por el primer do en el ideal de los «siniestrados del progreso».
ministro de la época, Edouard Balladur: «Los fran- Se es tanto más burgués cuanto que se tiene los
ceses anhelan más que nunca la seguridad y la medios de serlo, y el vertiginoso ascenso de la
comodidad […]. Los valores burgueses, efectiva- «gente guapa de izquierdas», ocurrido cuando el
mente, tranquilizan. Desprovistos de su dimen- izquierdismo dejó de estar en el candelero, mues-
sión “de clase”, se han convertido en el contrato tra que el orleanismo es lo que más comparte todo
de seguro, en la carta consensual, en el gran co- el (guapo) mundo. Quienes a veces son denomi-

58 www.manifiesto.org
Alain de Benoist

nados «nuevos burgueses» (o «nuevas burguesías») pio capitalismo. El mayor instrumento de des-
sólo son quienes, en un mundo completamente trucción de la ética protestante fue la invención
modelado por la mentalidad burguesa, tratan, del crédito. Antes, para comprar, se tenía pri-
caricaturizando las antiguas costumbres aristocrá- mero que economizar. Pero con una tarjeta de
ticas (de las que sólo retienen lo más fútil y con- crédito se pueden satisfacer de inmediato los
vencional), de resaltar su diferencia cultivando deseos».
una sobreidentidad particular. Las damitas de cla- Sucede simplemente que el burgués ha crea-
se media, pildoradas-tampaxadas-abortadas-di- do su mundo, y que en este mundo las antiguas
vorciadas-recasadas como todo quisque, no son, virtudes ya no tienen necesidad de encarnarse
en realidad, menos «burguesas» que las career de forma ejemplar en individuos: dichas virtu-
women a la americana y que las niñas pijas de las des se han transferido simplemente a la sociedad
fiestas de sociedad. global. Es esta transferencia a la sociedad lo que
permite comprender la evolución del burgués
Pero el espíritu burgués ya no es moderno. Es ahora la propia sociedad la que tie-
lo que fue. O lo parece… ne que ser administrada de forma racional, pru-
A primera vista, el burgués moderno parece, dente, fiable económica y comercialmente. Wer-
sin embargo, haber cambiado mucho. Poco tiene ner Sombart lo ha mostrado con claridad en el
que ver con el burgués chapado a la antigua de caso de la empresa: el capitalismo moderno con-
que hablaba Benjamín Franklin: frugal, trabaja- serva todas las virtudes burguesas, pero las sus-
dor y ahorrativo. Tampoco se parece al burgués trae a las personas para transferirlas a las firmas,
del siglo XIX, orondo, satisfecho y henchido de que dejan entonces «de ser propiedad inherente
convenciones. Hoy quiere ser dinámico, depor- a hombres vivos, para convertirse en los princi-
tivo, hedonista, incluso «bohemio». Lejos de evi- pios objetivos de la conducta económica». Ya no
tar los gastos superfluos, parece como dominado hace falta que el burgués sea fiable, puesto que
por una fiebre consumista que le hace buscar cons- su empresa lo es por él. Ahora bien, las propias
tantemente nuevos artilugios y cachivaches. Le- naciones ya no son actualmente sino grandes fir-
jos de intentar morigerarse, su modo de vida, mas, dirigidas por expertos y técnicos de ges-
centrado en el culto del ego, está, «por así decir- tión. Ocurre lo mismo con la «moral»: los miem-
lo, totalmente consagrado al placer» (Péguy). Pa- bros de la sociedad tienen tanta menos necesidad
ralelamente, también se acentúa el repliegue en de obedecer individualmente a los principios
la esfera privada: cocooning, internet, fax, modem, morales, cuanto que ahora la vida política con-
tele-video-conferencia, venta por corresponden- sulta a las «autoridades morales» y respeta los
cia, telecompra, entregas a domicilio, sistemas «derechos del hombre». Así es como la inmora-
interactivos, etc. permiten mantenerse en con- lidad puede generalizarse descaradamente en una
tacto con el mundo sin implicarse en él, ence- sociedad que, por lo demás, se afirma eminente-
rrándose en una burbuja doméstica lo más estan- mente «moral» en sus aspiraciones generales. La
ca posible en la que cada cual se convierte más o burguesía sólo ha desaparecido como clase para
menos en la prolongación de su telemando o de ceder su sitio a una sociedad en la que el espíritu
su pantalla de ordenador. y el hacer burgués hacen que todos compartan
Otro fenómeno esencial de esta evolución las mismas pasiones y repulsiones.
estriba en la generalización del crédito, que per- Pero, en realidad, el burgués tampoco ha cam-
mite utilizar de forma nueva el tiempo-mercan- biado tanto. Cabe determinar ciertas constantes
cía: no sólo el tiempo es oro, sino que este oro a lo largo de las diferentes figuras que lo han
se puede gastar por anticipado; es decir, antici- caracterizado. La ley del mínimo esfuerzo pare-
pando el valor del tiempo venidero. Gracias al ce contradecir, es cierto, la denuncia de la «ocio-
crédito, cada individuo puede vivir finan- sidad». Pero basta reflexionar atentamente para
cieramente un poco más de tiempo del que vive ver que procede del mismo espíritu de ahorro y
realmente. El burgués a la antigua abogaba por eficacia. En el hedonismo moderno sigue estan-
contener el gasto. El crédito incita, con el riesgo do presente —como ayer sucedía con el ahorro—
de endeudarnos por encima de nuestras posibi- el espíritu de cálculo y la búsqueda del mejor
lidades, a gastar más de lo que tenemos. Por ello, interés. Se gasta más, pero se calcula igual. Se
observa Daniel Bell que «la ética protestante fue malgasta, pero no por ello se es más proclive a la
minada no por el modernismo, sino por el pro- gratuidad. En suma, en todos los casos lo que se

www.manifiesto.org 59
El burgués: paradigma del hombre moderno

11
busca siempre y ante todo es la utilidad. En to- mundialización de la economía, el desarrollo y
«¡Hágase la produc-
ción y perezca el hom- das las cosas se adopta el comportamiento del la creciente concentración de las redes tecnoló-
bre!» negociante en el mercado. Se intenta maximizar gicas y mediáticas, la velocidad misma de esta
el beneficio de cada cual. Lo básico sigue siendo evolución en un contexto caracterizado por el
el individuo propietario de sí mismo, la prima- desempleo y la amenaza de crisis, hacen que las
cía de la razón práctica, el culto de la novedad y clases medias vivan de nuevo con inquietud e
de la rentabilidad. Incluso si el mundo ha toma- inseguridad, con miedo del futuro, incluso con
do el lugar de las convenciones, y la notoriedad un sentimiento de pánico ante el riesgo de re-
mediática el de la «consideración», incluso si el gresión social que esta evolución les pudiera aca-
press-book sustituye a veces a las patentes comer- rrear. De ello se deriva que un creciente número
ciales, el burgués sigue viviendo más que nunca de miembros de las clases medias se sienten su-
en el aparentar y en el tener. Hoy más que nun- perados y «proletarizados», hasta el punto de que
ca, el burgués es quien siempre busca sacar taja- lo que constituía antaño una garantía de mante-
da, y quien, para legitimar su conducta, se ha nimiento del orden social se convierte en factor
dedicado a persuadir a la humanidad de que su de fragilización.
forma de ser es la más normal y natural que se En el curso de su historia, la burguesía ha
pueda imaginar. Hoy más que nunca el burgués sido criticada tanto desde arriba como desde
es la excepción que se toma por la norma, lo abajo: tanto por la aristocracia como por el pue-
particular que se presenta como lo universal. Hoy blo. Como ya dijimos, resulta reveladora esta
más que nunca le son radicalmente ajenos el gus- convergencia de críticas, por lo demás bastante
to por lo inútil, la gratuidad, el sentido del ges- distintas. Pero lo que, quizás, no se ha observa-
to, el gusto por el don; en suma, todo lo que do bastante es que, en el sistema trifuncional de
podría dar a la presencia en el mundo una signi- los orígenes, tal como lo restituyó Georges Du-
ficación que sobrepasara la mera existencia indi- mézil, la burguesía no corresponde estrictamen-
vidual. te a nada. Parece, es cierto, vincularse a la tercera
«Lo que caracteriza el espíritu del burgués ac- función, la económica, la del pueblo productor.
tual —escribe también Werne Sombart— es su Pero, al respecto, sólo es como una excrecencia
completa indiferencia ante el problema del des- mercantil que, constituyéndose fuera del siste-
tino del hombre. El hombre ha quedado casi to- ma tripartito, se ha dilatado progresivamente
talmente eliminado de la tabla de valores econó- hasta dislocar por completo este sistema e inva-
micos y del campo de los intereses económicos: dir la totalidad de lo social: la historia de los úl-
lo único que aún despierta interés es el proceso, timos ocho o diez siglos muestra cómo la bur-
ya sea el de la producción, el de los transportes, o guesía, que al comienzo no era nada, ha acabado
el de la formación de los precios, etc. Fiat pro- llegándolo a ser todo. Se la podría entonces de-
ductio et pereat homo!»11 Cabe agregar a ello las finir como la clase que ha separado al pueblo y a
palabras proféticas de Emmanuel Berl: «Tiem- la aristocracia; la que ha cortado los lazos que
pos de los últimos hombres, que temía Nietzsche. hacían que ambas fueran complementarias; la
El imperialismo norteamericano triunfará en la clase que tan frecuentemente ha alzado la una
guerra sin luchar; el aburguesamiento del prole- frente a la otra. Sería de tal modo la clase «me-
tariado resolverá la lucha de clases». dia» en el sentido más hondo del término, la clase
Cabe interrogarse sobre lo que, en la posmo- intermediaria. Edouard Berth lo afirmaba en es-
dernidad, podría anunciar el final de los tiem- tos términos: «Sólo hay dos noblezas: la de la
pos burgueses, así como sobre las contradiccio- espada y la del trabajo. El burgués, el hombre de
nes que afectan, en la actualidad, a un campo la tienda, del negocio, del banco, de la especula-
social cuya homogeneidad aparente se mantiene ción y de la bolsa, el mercader, el intermediario;
preñada de potenciales fracturas. Así, por ejem- y su compadre, el intelectual, intermediario tam-
plo, asistimos ya a la desconexión de un amplio bién, ajenos ambos tanto al mundo del ejército
sector de las clases medias y de la gran burguesía como al del trabajo, están condenados a una irre-
financiera, desconexión que representa la rup- mediable simpleza de pensamiento y de cora-
tura de este «bloque hegemónico» que, durante zón». Quizás, para salir de esta simpleza, fuera
décadas, había asociado el nombre de la peque- preciso restaurar simultáneamente a la aristocra-
ña burguesía al auge de un capitalismo «nacio- cia y al pueblo.
nal» actualmente en vías de desaparición. La (Traducción de Gabriel Morante.)

60 www.manifiesto.org

Potrebbero piacerti anche