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LA SEÑAL DEL ALFARERO Y EL BARRO

“Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te
haré oír mis palabras”, Jer. 18:1-2.

1. La obediencia de Jeremías. Lo primero que Dios le dice a Jeremías es: “Levántate esta palabra.
Quizá estaba cansado, o demasiado cómodo. Emocionalmente afectado: el pueblo de Israel estaba
bajo de ánimo, pues Babilonia era el imperio opresor, Israel estaba en decadencia moral, espiritual
y política; fue tiempo de guerras y crisis.

A veces obedecer a Dios implica avanzar, aunque no entendamos lo que está pasando; detrás de la
obediencia se esconden grandes milagros y bendiciones, como le sucedió a Elías con la viuda de
Sarepta de Sidón. Dios nos enseña varias cosas en este texto de Jeremías:

a) Él sabe a qué escenario nos lleva para enseñarnos (“vete a casa del alfarero”).

b) La obediencia nos hace avanzar hacia la revelación y bendición de Dios (“allí te haré oír mis
palabras”).

c) El sometimiento a Dios, es fundamental para ser transformado, “Y descendí a casa del alfarero,
y he aquí que él trabajaba sobre la rueda”, Jer. 18:3 (Jeremías “desciende”, quizá su casa estaba en
un lugar más alto de la ciudad y debe descender; a veces “descender” no es agradable, pero sin
duda alguna es necesario).

d) La casa del alfarero nos habla de aquel escenario dónde Dios trabaja.

2. La restauración de una vasija, Jer. 18: 4a: “Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en
su mano”. Cuando el alfarero comienza su labor, ya tiene en mente que vasija hará. Asimismo, Dios
ha planeado un diseño y propósito para cada uno, desde antes de la fundación del mundo. Él es el
Arquitecto Divino.

En este desarrollo podemos ver procesos afectados, vasijas quebradas, soldados heridos. Aunque
Dios tiene grandes planes y su amor por nosotros es inmenso, a veces la vasija se echa a perder en
su mano, por dificultades del material (dureza, impureza, falta de consistencia, piedras y objetos
extraños…).

Hablamos de dones mal utilizados, hermanos que caen y se quedan allí, resentimientos que nunca
llegaron a un genuino perdón, otros se estancaron en el proceso, etc. Pero Dios tiene el poder para
restaurar, “y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla”, Jer. 18: 4b. Es interesa
que el alfarero hizo una vasija nueva y mejor, y además utiliza el mismo material, no lo desechó.
Dios no rechaza a nadie, y siempre hará cosas mejores. Dios quiere y puede usarte.

3. Dios usa una técnica apropiada para cada uno. El alfarero conoce muy bien su oficio. En casa
del alfarero encontramos la rueda, el barro, utilizados para dar forma, quitar las asperezas, y pulir
los detalles de la vasija; y por supuesto el horno, que da la dureza correcta y estructura final a la
vasija. Dios requiere de nosotros sometimiento y arrepentimiento genuino, Jer. 18:5-9.

Dios es soberano, es bueno, santo y justo. Sus manos son bondadosas con el humilde de espíritu, y
fuertes con el soberbio de corazón. Cuando la vasija ha pasado por todo el proceso debidamente,
al final, el alfarero la decora y hermosea, porque de allí saldrá a ocupar lugares de prominencia, y
participará de eventos reales.

De igual manera Dios levanta sus vasijas a lugares de honra y bendición, depositando en ellas sus
tesoros, por eso dice la Escritura que somos “vasijas de barro, para que la excelencia del poder sea
de Dios y no de los hombres”.

Conclusión: Bendito sea Dios, quien tiene grandes planes con nosotros; algunas veces estos planes
sufren, se estancan, se dañan. Pero Dios tiene el poder de restaurar, ante un genuino
arrepentimiento, Dios interviene con su poder sanando, levantando y restaurando.

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