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Moisés estaba convencido que, sin la presencia de Dios en su vida, era inútil que él
intentara cualquier cosa. Cuando él habló cara a cara con el Señor, el dijo, “…Si tu
presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí.” (Ex. 33:15). Él estaba
diciendo, “Señor, si tu presencia no está conmigo, entonces no iré a ninguna parte.
¡No daré un solo paso si no estoy seguro que estás conmigo!”
Moisés sabía que era la presencia de Dios en Israel que distinguía al pueblo de otras
naciones. Y lo mismo es cierto de la iglesia de Jesucristo hoy en día. Lo único que nos
distingue de los incrédulos es que Dios “está con nosotros” – dirigiéndonos,
guiándonos, obrando su voluntad en y a través de nosotros.
“Cuando la presencia del Señor esta en nuestros medios, nadie nos puede hacer daño.
Pero sin él, somos impotentes, reducidos a nada. Deja que todas las naciones de este
mundo confíen en sus ejércitos poderosos, sus carros de hierro, sus soldados
amaestrados, y sus armas nuevas. ¡Nosotros confiaremos en la presencia manifiesta
de nuestro Dios!”
Esta es la forma en que Dios contesto la audaz declaración de Moisés: “…Mi presencia
irá contigo, y yo te daré descanso.” (verso 14). ¡Que increíble promesa! La palabra
hebrea para “descanso” aquí es “un descanso tranquilo y confortable.” Dios estaba
diciendo, “¡No importa los enemigos o las pruebas que enfrentes, siempre podrás
encontrar un descanso tranquilo en mi!”
Piensa en esto: Si una iglesia tiene la presencia manifiesta de Dios en sus medios, no
habrá ajetreo ni bullicio, sudor o lucha. Las reuniones de adoración no serán apuradas,
con tres canciones, una ofrenda y un sermón corto. Al contrario, habrá un paz
calmante, un descanso tranquilo – ¡y todos los que entren por las puertas lo sentirán!
Por supuesto que esto no quiere decir que una iglesia no experimente alabanzas
estrepitosas o adoración exuberante. Por el contrario, creo que esas cosas son el
resultado de un pueblo que esta en descanso. Un cuerpo que tiene la presencia de Dios
en sus medios vivirá, se moverá y adorara con una confianza tranquila en el Señor en
todo tiempo.
He visto esto demostrado en mi vida. Dirás, “¡te estas gloriando!” ¡No – el hecho es,
que la presencia de Dios ha estado conmigo a pesar de mí mismo!
Cuando comenzamos Times Square Church en la ciudad de Nueva York diez años
atrás, la presencia de Dios emanaba de nosotros en todo lo que hacíamos. Recuerdo la
vez que entré en la oficina de un famoso productor de obras de teatro en Broadway en
busca de un teatro para usarlo como iglesia. Las secretarias y demás empleados se
burlaron de mí; sus palabras y actitudes me aseguraron que un humilde ministro como
yo no conseguiría la cita. En efecto, hasta pensé que me echarían. Pero entonces el
productor salió de su oficina – ¡y cuando me vio, me invito adentro!
Con el tiempo, este hombre nos vendió su gran teatro para la Iglesia de Times Square.
Aun mientras firmaba el contrato de venta, decía,, “¡No sé por qué estoy haciendo
esto!” Fue tan solo la presencia del Señor que lo movió a que nos vendiera ese edificio.
¡Solo unos años después que hicimos el trato, él y sus abogados nos rogaban que se lo
vendiera de vuelta!
También vi como Dios cambiaba el corazón de la gente. El hombre que era dueño del
edificio al lado del nuestro rehusaba vendérnoslo como un anexo. Pero al pasar el
tiempo se hizo amigo mío, y eventualmente nos vendió el edificio. Todo el tiempo me
decía, “¡Alguien allá arriba esta trabajando para usted!”
“Entonces Asa invocó al Señor su Dios, y dijo: Señor, no hay nadie más que tú para
ayudar en la batalla entre el poderoso y los que no tienen fuerzas; ayúdanos, oh Señor
Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre hemos venido contra esta
multitud… Y el Señor derrotó a los etíopes delante de Asa…” (2 Crónicas 14:11-12).
Ahora Azarías le estaba diciendo a Asa, “Recuerdas, ¿cómo estaba el reino antes que
tomaras el poder? Todo estaba descentrado, sin ley, sin dirección, sin enseñanza recta.
¡Todos eran una ley a sí mismos, haciendo como les pareciera!”
Esta es una imagen correcta de muchos hogares cristianos en la actualidad. Todo esta
fuera de orden, sin autoridad, paz o descanso. Todos hacen como les place. Muchas de
las tales familias se han convertido en desordenes trágicos y disfuncionales.
Sin embargo, no tiene que ser así. Ningún hogar cristiano tiene que permanecer
disfuncional. Las promesas de Dios no cambian y su palabra promete, “Por el resto de
tu vida – mientras continúes buscándome – yo estaré contigo. ¡Cada vez que clames a
mí, siempre seré hallado por ti!”
“…el Señor estará con vosotros mientras vosotros estéis con él….” (15:2). La palabra
hebrea para “estáis” o buscar aquí es “matsa,” que significa, “su presencia que viene a
capacitar, a bendecir.” En resumen, este verso nos dice, “Busca al Señor con todo tu
corazón, y él vendrá a ti con su presencia. ¡Ciertamente, su presencia será un poder
todopoderoso que emanará de tu vida!”
Dios hace su pacto de gracia con cada creyente. Este pacto está incorporado en
promesas tales como, “Dios ha puesto en Cristo la iniquidad de todos nosotros.” “Jesús
se convirtió en maldición por nosotros.” El no nos dejará ni desamparará.”
Aun, Dios también asegura ciertas promesas especiales para aquellos que determinan
buscarle con todo sus corazones. Una de esas promesas es el pacto de la presencia de
Dios. No obstante, este pacto es estrictamente condicional. Las escrituras aclaran que
si nos atenemos a la regla de este pacto, gozaremos de increíbles bendiciones de la
presencia de Dios en nuestras vidas. Y esto no se refiere tan solo a asuntos de
salvación. Habla de ser tal buscador de Dios que su impresionante presencia es
derramada sobre nosotros – ¡y es vista y conocida por todos!
Dios reveló este pacto de su presencia a través de un profeta anónimo quien le llevó
un mensaje a Elí, el sumo sacerdote de Israel. En ese tiempo, Elí estaba descarriado.
El Señor le había hablado, advirtiéndole en contra de permitir pecado y compromiso.
Pero Elí ignoró todas las palabras de Dios. Y ahora, este profeta anónimo le dijo a Elí,
“…Por tanto, el Señor, Dios de Israel, declara: “Ciertamente yo había dicho que tu casa
y la casa de tu padre andarían delante de mí para siempre”; pero ahora el Señor
declara: “Lejos esté esto de mí, porque yo honraré a los que me honran, y los que me
menosprecian serán tenidos en poco.” (1 Samuel 2:30).
La frase “tenidos en poco” tiene que ver con Dios quitando su presencia. Esto no
significa que una persona está maldecida, sino más bien que tendrá que caminar por el
poder de su propia carne. Dios le estaba diciendo a Elí, “Mi intención fue bendecir tu
casa, darte favor. Pero me has menospreciado, haciéndote suave con el pecado y
permitiendo que tu lujuria me eche a un lado. ¡Ahora quitare mi presencia de ti!”
Muchas personas vienen a Cristo con un gran desborde inicial de fe. Sin embargo, al
pasar el tiempo su celo se gasta, y comienzan a descuidar al Señor. Menosprecian sus
mandamientos y vuelven a sus viejos caminos de pecado. Mas ellos aun creen que la
presencia de Dios permanece sobre ellos. ¡No – ese es un gran engaño, una mentira,
una ilusión! La Biblia aclara: ¡Si tu lo dejas, él te dejará a ti!
Las promesas de Dios nunca fallan. Pero algunas – como el pacto de su presencia –
son absolutamente condicionales. Requieren algo más que nuestra cooperación. Por
supuesto, Dios nunca nos abandonará ni dejará de amarnos. Pero si continuamos en
pecado, su presencia no estará con nosotros – y nuestras vidas no serán instrumentos
de su poderosa presencia. ¡Viviremos según la carne – luchando, pataleando, sin poder
ni dirección!
Cuando Israel estaba en el desierto, Dios manifestó su presencia a través de una nube.
Esta nube fue una manifestación física del juramento de Dios de estar con su pueblo.
Bajaba y cubría el tabernáculo de noche y de día. Y actuaba como su guía para cada
tarea. Cuando la nube se movía, ellos se movían, y cuando se quedaba, ellos se
quedaban. El pueblo no necesitaba un comité para averiguar su dirección o futuro.
Ellos ponían su confianza en la nube visible de la presencia de Dios.
Es algo maravilloso estar encerrado con Dios, desarrollando una vida de oración
consistente. Dios promete que mientras te conviertes en un siervo que le busca y ora,
su presencia saldrá como fuente en tu vida – cerrando y abriendo puertas y obrando
su orden divino a tu alrededor. Mas sin embargo, algo mayor que esto sucederá: ¡la
presencia de Dios te llevará a una revelación de su gloria!
Existe una diferencia entre la presencia de Dios y su gloria. Muchos cristianos conocen
su presencia – su gran obra en sus vidas – pero pocos conocen su gloria. Éxodo, nos
ofrece un vislumbre a esa diferencia: “Entonces la nube cubrió la tienda de reunión y la
gloria del Señor llenó el tabernáculo.” (Ex. 40:34).
El apóstol Pablo escribe que el cuerpo de todo creyente es el tabernáculo de Dios: “¿No
saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1
Cor. 3:16). Como los israelitas que vivían bajo la nube de la presencia de Dios,
nosotros estamos constantemente bajo la cubierta de la gracia de Dios. Mas sin
embargo, ¿cual es la diferencia entre contemplar la presencia de Dios y contemplar su
gloria?
La petición de Moisés sería más que suficiente para la mayoría de los creyentes. Todos
queremos la presencia de Dios – dirigiéndonos, guiándonos, dándonos poder y
bendiciéndonos. Realmente, ¿qué más puede desear cualquier creyente? Mas sin
embargo, teniendo la seguridad de la presencia de Dios no fue suficiente para Moisés.
Él sabia que había algo más. Y el clamó, “…Te ruego que me muestres tu gloria.”
(verso 18).
Pero la gloria de Dios no estaba en Moisés o Elías ni en la luz espectacular. Mas bien,
su gloria estaba en Jesús: “…y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se
volvieron blancas como la luz.” (Mt. 17:2-6).
He escuchado a algunos cristianos decir, si el Señor tan solo me diera una visión de los
horrores del infierno, nunca lo dejaré. ¡Viviría para Jesús todos los días!” No – esa
clase de visión no mantiene a nadie. Solo una visión de quién es Jesús – de su gloria,
gracia y misericordia – nos mantendrá santos. Conozco a un hombre que estaba cerca
de la muerte y experimentó esta clase de visión infernal. Después, juró que dedicaría
su vida a Cristo. Pero después de varias semanas esa visión murió, y él volvió a sus
caminos de pecado.
Dios quiere abrir nuestros ojos a “…cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia
en los santos,…” (Efesios 1:18). Él está diciendo, “Toda la gloria que le revelé a Moisés
está personificada en mi hijo. Y ahora te lo he entregado como tu herencia. ¡Tienes
derecho a conocerle en toda su gloria!” “Porque toda la plenitud de la Deidad reside
corporalmente en él,” (Colosenses 2:9).
¿Por qué Moisés busco una visión de la gloria de Dios desesperadamente? Yo creo que
la razón se encuentra en este verso: “Y me encontraré allí con los hijos de Israel, y el
lugar será santificado por mi gloria.” (Ex. 29:43). La palabra “santificado” aquí significa
“hecho limpio.” Dios estaba diciendo, en otras palabras: “Moisés, mientras tú y el
pueblo me adoren, me reuniré contigo y te daré mi presencia. ¡Y cuando te revele mi
gloria, te limpiaré!”
Este es uno de los versos más poderosos en todas las escrituras. Ofrece esperanza a
cualquiera que lucha con un pecado acosante y anhela estar libre y limpio. Dios
promete, “Tu templo será limpio por la revelación de mi gloria. Y esa revelación esta
disponible para ti ahora mismo – ¡en mi hijo, Jesucristo!”
Cuando Dios le reveló todas estas cosas a Moisés de su naturaleza, también le dio la
revelación completa que él, “…y que no tendrá por inocente al culpable…” (Ex. 34:7).
Azarías le profetizó al rey Asa en su hora más próspera, “Si tu menosprecias la gloria
de Dios – si tu excusas tu pecado y descuidas al Señor – el no te limpiará!” “…el Señor
estará con vosotros mientras vosotros estéis con él. Y si le buscáis, se dejará encontrar
por vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará.” (2 Cron. 15:2).
Lo que Dios nos está diciendo aquí es tan sencillo: “¡Toma tiempo para conocer a mi
hijo! Escudriña mi palabra y búscame en tu habitación secreta de oración. Entonces,
mientras habitas en mi presencia, tus ojos comenzarán abrirse a mi gloria. Todo está
revelado en Cristo. Él es la revelación plena de mi amor, gracia, misericordia y bondad.
Amado, deja de buscar una señal. Deja de esperar que alguna fuerza sacuda el edificio
de tu iglesia, o que algún predicador te imponga las manos y solucione todos tus
problemas. ¡Busca al Señor a solas! Su palabra lo dice claro – o disfrutarás de su
contínua presencia o la menospreciarás: “Porque los ojos del Señor recorren toda la
tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo…” (16:9).
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