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Dimitas Arias

Al Doctor Uribc Állgel

Porque era de bahareque y porque lo apun- húmedo; y esto era todo el edificio; que el
talaban dos palos por el costado de abajo tingladillo que hacía las veces de cocina'es-
y un diente de tapia por el interior, no se taba aislado obra de doce varas más adentro.
había venido al suelo aquel cascarón de casa. Unas piedras medio enterradas en el suelo
Era el techo un pelmazo gris de algo que así servían de pasadizo. Defendían esta propie-
pudo ser palmicho como carmaná, todo él dad: un trincho, cubierto de maleza, por el
constelado de parchones de musgo, de lamas lado del callejón; dos guayabos machos, tres
verduscas y de tal cual manojo nuevo, puesto naranjos agrios y un saúco, entreverados con
allí por vía de remiendo. Bardaba"u el caballete unos palos carcomidos, por los dos lados res-
hasta cuatro docenas de tejas centenarias, tantes. Arrimadas a los cercos, hileras de ruda
por entre cuyas junturas medraba el liquen y de eneldo, una mata muy cuidada de ro-
y asomaban mustias y enfermizas unas matas mero de Castilla y unas cuantas de rosa
de '¡¡ravira; pendíale por un extremo, despa- chagre. Detrás de la cocina, se extendía un
rramándose que era un gusto, un matorral solar inculto y pro indiviso, que allá muy
de yerbamora fructificado además. Era el lejos tenía por lindero natural el arroyo
interior una gran sala, con un tenducho de enlodado y fétido conocido con el nombre
madera en el ángulo frontero a la puerta de El Sapero. La casa estaba situada en la
de entrada, el cual se cerraba como una ala- punta de la Calle-abajo, la Patagonia del
cena y olía a ratones y a viejo. De tierra pueblo, como quien dice.
apisonada, y con muchos hoyos y rajaduras Era la escuela.
era el suelo. Dos ventanillos de batientes La sección acababa de reunirse.
partidos por mitad, alumbraban el local; daba -iUna leyenda, muchachos! -dijo el
el uno a la Calle-abajo, y el otro, al callejón maestro con tono de cariñoso estímulo ... y
de El Sapero, pues la casa aquella estaba en ~quello principió.
la esquina. Tenía tres puertas: la de entrada, De una banca donde se arracimaban hasta
una que comunicaba con un cuartucho, y la dos docenas y media de mocosas, se levanta-
del interior; esta última se abría a un corredor ban, creciendo, atiplándose en terrible sonso-
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nete, rodas los horrores del deletreo: ere-a-ra, pellizcaba a su compañera; un rapazuelo Pasadas la lectura y roma de lecciones, atascada por el desarrollo de las glándulas
ere-i-ri, se oía por un lado; be-a-ba, be-i-bi, meda las manos en los bolsillos, las sacaba entra el maestro en la enfadosa tarea de parótidas, se destaca bronca y cerril sobre
por otro; aquí, ese-a-ele, sal-gu-e-ve, salve; por y hacía fieros; el otro le arrebataba los co- "echar el renglón", que consiste en palotes, ese fondo de ruidillos a cuál más fastidioso:
allá, una trabazón de sílabas imposible de rozos. Llega el momento de las quejas: "que a los de pizarra, y el nombre del discípulo, a los golpes y los rayones del lápiz sobre las
desenredar. Total: un Babel chiquiro. éste me está arrempujando"; "que Carmela los de papel. pizarras, que destemplan los dientes; aquella
En la banca frontera, se alineaban como me jurgó"; "que Toro me rompió la ruana"; Sólo Carmela Aguirre no tiene que ha- plancha de la arena que parece pulverizado
veinte varones, no menos atareados, no a la vez que de banca a banca se sacan las bérselas con el maestro ni con nadie, sino azúcar refinado; ese sobar con babas sobre
menos chillones que las chicas, si bien lenguas, se hacen gesros, y aquel murmullo que se sienta muy satisfecha, y roma por las engrasadas pizarras a cada garabaro que
algunos un tan ro graves por sus adelanros, se define en albororo de veras. modelo una muestra de letra inglesa que no sale a gusro del calígrafo; las muchachas,
cacareaban con más formalidad, casi de -iSiga la leyenda! -grita el maestro. decía: El inocente duerme tranquilo. que siempre han de estar en secreteos, que
corrida, y a pura memoria por supuesro, Ni por ésas. Muchos se atropellan y quie- El pobre maestro quedaba rendido, y, se rozan, que se estriegan las ropitas; aquel
aquello de "por la señal de la Santa Cruz ren ir a dar la lección, rodas a una. Como 'po- cuando ya los escribanos garrapateaban en otro zarrapastroso que se rasca contra las
venció Constantino al tirano Magencio", cos la saben, el maestro, sofocado, esgrime el sus pues ros, llamaba al moniror de la arena, asperezas del suelo el jarrete colonizado por
pasaje de la cartilla que abría a aquellos puntiagudo chuzo de macana con que apunta, para que dirigiera esta sección, constituida las niguas; el de más allá que tira de las gre-
estudiantes, horizontes sublimes en el cielo y aquí pincha una mano, allá un molledo, acullá por los que de tiempo atrás se denomina- ñas al vecino; la otra mocosuela que lame el
de la hisroria y del arte. Cuando se llegaba tumba un Catón. Se oyen chillidos lastimeros, ban los gorgojos. Este monirorazgo, gloria chisguete que ha echado sobre la plana; los
a eso, estaba uno iniciado en los misterios tanto más lastimeros cuanto más fingidos, y suprema de la escuela, lo disfrutaba seis susros e inculpaciones por esta catástrofe;
de la humana sapiencia. rodas se apartan. Pasa enronces una cosa ho- meses hacía Toro Herrera, no sin que sus el mojar estrepiroso de las plumas hasta el
Separados del gtupO, como los dioses rripilante: de la camilla-carreta donde yace el envidiosos condiscípulos intrigaran cuanto fondo del tintero; aquella movilidad nervio-
de la masa de los mortales, había tres o maestro, se alza, largo y delgado, un palo que estaba a su alcance por arrebatárselo. sa de lagartijas, aquel rebullicio de granujas;
cuatro por allá en un rincón. No alzaban tiene en la punta un rejo más largo rodavía; Inflado de orgullo, alzándose los cal- roda ese ajetreo de rapaces reunidos, ponen
mucho la voz, no señalaban el renglón con agítase en el aire, ondula y silba como culebra zones y sonándose con estrépiro, salió el al infeliz maestro de pulsarlo con vino.
el puntero, y, aunque hacían muchos visajes, voladora, y, sea en la banca de las hembras, afortunado. Los gorgojos se ~rremolinaron, Como regañar sería inútil, cierra los ojos
estirando el pico, bizcando a raros, apenas sea en la de los machos, no se oye sino igüi- y apercibieron sus chuzos y clavos para trazar por no ver aquello, y qué de cosas se pierde.
si miraban el Catón. "A los azores, aves de pi, juipi! En vano se frunce, se compacta. se las letras. Una vez en sus pues ros, saca Toro Unos, muy pagados de sus planas, es-
rapiña, cuenta San Alberro Magno", cantaba achiquita la rapacería; en vano protesta a voz la menuda arena del cajón, riégala en roda la tiran el pico, ladean la cara a medida que
éste; "San Luis, Rey de Francia, al acostarse en cuello, porque la culebra sigue a destajo, tabla, y, pasándole con mucha petulancia la escriben; hay una rauda pendolista que, a
con sus hijos", cantaba aquél; y, absorros, y, caiga donde cayere, cada cual lleva su parte, plancha de madera que emparejaba aquello, cada palotada, levanta la cabeza y da un hi-
embebecidos en su grandeza, en los ejem- pagando a veces jusros por pecadores. No grita con ese ronillo peculiar que a nada se pido imitando el movimienro de las gallinas
plos estupendos del libro inmortal de San siempre va a la monronera: que en ocasiones se asemeja: cuando beben; hay una de las judiotas que
Casiano, ni cuenta de la vida ni de su propio ceba en determinados delincuentes, y icuidado -iManas abajo! iAtención! quiere doña Sola de Samper pintándose lu-
ser se daban es ros sabiondos. si es certera! Toma su chuzo, se agacha, traza algo y nares en los brazos; uno que lleva los calzo-
Compitiendo en aplicación, en apuros y A raíz de la rormenta, le acometen a la roma a gritar, en tres tiempos: nes amarrados con el guaral del trompo, ha
en afanes, pronto se cansaban los dos ban- mayor parte necesidades apremiantes. Pó- -Vean la letra A. Véanla bien antes de establecido la chumbimba sobre la pizarra, y
dos. Era enronces el rascarse la cabeza, el nense en pie, levantan la mano, y, por turno, hacerla. Háganla. tiene el corozo a tiro de apuntar a la cabeza
bostezar tedioso, el estregarse unos contra pronuncian las palabras sacramentales. En- No ha terminado el berrido, cuando del maestro que ha romado por mocha; un
otros aquellos cuerpeciros. Venía un aleteo tre confuso y enojado dice el maestro: rodas aquellas manitas, rorpes, apresuradas, gorgojo hembra, con la cara de ángel roda
rumoroso de cartillas, catones y cirolegias; -Vayan; pero cada cual por su lado, y describen, haciendo crujir la arena, escar- sucia y el pelo rubio hecho un virutero, se ha
ya no había Constantinos ni Magencios, ni cuidado con ajuntasen. bamientos de gallina, colas enroscadas de quedado como reza la muestra de Carmela,
los bueyes mugían, ni tiraban de los carros, Pues es de saberse que el campo aquel te- animales desconocidos, jeroglíficos de monu- pero con la boca bien abierta; en tanto que
ni araban la tierra; caíanse al suelo los punte- nía dos departamentos, otras tantas entradas menro indígena. Si ha cesado la chillería del los hijos del alcalde, vestidos -de paño verde
ros, y había que irlos a buscar; una muchacha y una frontera infranqueable en derecho. deletreo, es para empeorar: la voz de Toro, que fue de un billar, sacan de los guarnieles
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los manises, los carestos y los amolaos, para Era esta figura nada menos que la señá cráneo, de cabello recio y entrecano, cortado -¿Conque hace treima años que esrá
despertar envidias. Vicema, mujer del maesrro. Tenía carira de siempre al rape como un cepillo; ni pelo de tullidiro?
Aunque de todas las clases sociales, nivelan loro; traje siempre lavado, con el corpiño barba en aquella cara amarillema y marchita; y -Sí, mi Padre, treima años largos --con-
aquella escuela los remiendos, los desgarro- abierro por derrás; pañuelo de yerbas en no porque fuese lampiño el santo varón, sino testó el infeliz, muy agradecido por el rono
nes, la mugre y el olor. Orejas hay allí que la cabeza, anudado bajo la barba a guisa porque su compadre Feliciano, alma carirativa insinuante y cariñoso del sacerdore-. iBen-
parecen umadas de asiemo de chocolare; pies de capara, y alpargaras en chancleta; toda como pocas, lo afeitaba jueves y domingo y diro sea mi Dios que no me ha dejao morir
romadiros de carrumia y falros de uñas si no la viejecira muy aseada y correcra, si cabe le cortaba el pelo cada quince días, merced de necesidá!
es que el bicho aquel se los renga purulemos corrección en la miseria. a lo cual se le formaba por roda la rapadura y luego, como el padre Cura le manifes-
y manamiales. No hay cabeza que dé indicios El sumo sacerdore de este templo de una sombra cenicienta que lo aclerigaba más tase deseo de conocer su historia, El Tullido
de peine, ni corpiño de muchacha que renga Minerva yacía en su camilla de ruedas, Sobre y más. Los ojos pardos resultaban muy trisres y habló así:
broche con broche, ni posadera de varón que ser maesrro de escuela, esraba rullido desde abismados entre el paréntesis de la hirsuta -A los siete meses de casao, me com-
carezca de vemana. Hay faldas rajadas hasra tiempo inmemorial. Para los alumnos fue ceja y de la ojera negra, tan negra que se dijera promerí con los Herreras a iles a componer
el borde, y que no rremolan porque un nudo siempre una rerrible y misteriosa adivinanza, de corcho quemado, tan honda que semejaba un molino, puallá a Volcanes, qu' es la cañada
hecho con sus pumas las deriene; calzones que, cómo aquella cabeza de hombre pudiese cicatriz. Sólo dos raigones amarillos asoma- más fea y más enferma que hay. Me fui ape-
a fuerza de rodilleras, más parecen mangas. De esrar encabada en "una casaran chiquira ban bajo los hendidos labios; la nariz rosca, nas conseguí dos oficiales, y desde el día en
los sombreros no se diga: rodas lo llevan a la que ni cuerpo de cristiano parecía"; pues de fosas muy abienas. Esa cara tan fea tenía que llegamos encomenzamos los rrabajos.
espalda colgados del barboquejo. Calzado no el bulro que presemaba bajo las delgadas una expresión de uisreza resignada y beatífica Íbamos ya muy adelante, y hasra creíamos
se ve de ninguna clase; pero sí varios guar- mamas esra pobre humanidad de El Tullido que atraía. que íbamos a acabar antes de mes y medio
nieles, cuáles de vaquera, cuáles de pañere, por antonomasia, no era mayor que el de No fue maestro atrabiliario, ni de viarazas: qu'er'el tiempo que habíamos calculado;
esorros que fueron bordados en anjeo por un rapazuelo de ocho años. Tan comraído si chuzaba y daba azores a la indómita chusma, pero resulró que los aserradores cayeron
la mano cariñosa de una madre. Pañolón de y deformado esraba que parecía faltarle el obedecía .1 la consigna del superior, a la ley de con fríos en la misma semana, y, como los
rrapo gasran algunas, momera, una que arra, espinazo. Con dificulrad podía menear el su tiempo, en que era un axioma aquello de "la llevábamos alcaniaos, nos quedamos de
ni pañolón ni momera, las restames; y tales pie derecho; sólo en la nuca y en los brazos letra con sangre emra y la labC?r con dolor". balde. Como yo. mi Padre, era un hombre
atavíos mujeriles están colgados en un lazo que renía movimiemo, y ésre un poco forzado en muy guapo y de mucha fortaleza, aquí ande
hay en un rincón, a manera de percha. el izquierdo. La siniesrra mano la veían los usré me ve, y como estaba de mucho afán,
Al tenor de la descrira, tenían lugar rres granujas en sus pesadillas: eran cinco garfios II porque tenía que venime a acompañar a
sesiones cuotidianameme: por la mañana, al apartados y nudosos de pieza emera, que Vicema, qu' en esos días iba a alentase, les
mediodía y por la tarde. Para emrar y salir no nunca se cerraban, que agarraban rígidos, Por esas calendas hubo en la aldea cambio dije: Caminen vamos a rraer esa madera, y,
se fijaron horas determinadas, por la sencilla sin aprerar: algo así como la mano de palo de párroco. A los pocos días de llegado el si no hay aserrada, aserrémola nosotros, que
razón de que en el pueblo no había reloj pú- que apaga las luces del t:enebrario. Con la nuevo, llamolo El Tullido para que lo confe- yo rambién sé aserrar. Ellos dijeron que sí
blico; y de bolsillo, sólo el Cura y don Juan derecha, a más de persignarse muy bien y de sase; y luego al puma quedaron encantados al momenro; echamos basúmenros en una
Herrera, padre de Toro, lo gasraban. esgrimir el arreador y el chuzo consabidos, uno de otro: el sacerdore, de hallar alma tan jíquera, y cogimos falda arriba pal aserradero.
Así es que los niños no ansiaban el oír escribía claro y promo, si no muy correcra- sana en cuerpo tan enfermo; el maestro, de Resultó que no había qué rraer, y, entre los
campanadas, sino una tosecita que salía de meme; y para lo úlúmo le servía de pupirre tanta sencillez y mansedumbre en aquél que rres arrimamos y montamos los palos, y
los lados del corredor y que era preludio una caja pequeña que renía siempre emre el él dipuró por lumbrera de la Iglesia. dijimos a echar serrucho. Cuando íbamos
de la dicha esrudiamil, pues no bien sonaba, marco de la carrera, caja que parecía esrar Acabada la confesión, sacó el Padre de a bajar del aserradero, dizque pa comer algo
cuando se abría la puerta, y asomaba, larga clavada allí, y en la cual guardaba el recado su yesquero de cuerno engastado en plata, rempraniro, se escureció de presro iy dice a
y escuálida, la figura de una viejecita, que de escribir; lápices de pizarra, algún pliego de ofreció lumbre y cigarro al peniteme, y no llover, mi Padre, y a hacer huracán en aquel
decía con voz tediosa: papel, que no dineros, como prerendían los bien ambos hubieron encendido, acercó mame que aquello parecía el día del juicio!
-Y' es ['hora pa largar. discípulos. La cabeza, en forma de calabazo, aquél un taburete junto a la carretilla, y con Mientras corrimos al rancho qu' estaba ai
Con lo cual se armaba el gran bochinche podría representar la de un sacerdote po- rono de viejo amigo, y como quien reanuda mismo, nos volvimos paros.- Al momento
de la salida. seído de neurosis ascética; era aplanada de una conversación, dijo: corrieron quebradas de agua de rodiros laos,
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y el rancho se anegó. Creímos que un agua- Así pasé como veinte días: tirao en aquel tan caliente; y, cuando me vol tiara n boca andaron con yo a raticos, porque les daba
cero tan terrible pronto escampaba; pero de zarzo, sin pegar los ojos, sin pasar más ali- abajo, y se me vino esa jedentina tan fuerte, un pesar de ver cómo me ponía; pero por
rato en rato más se desataba el aguacero, mento que unos tragos de aguadulce o de . me dentraron tantas ansias que ai mismo fin me arrimaron a las Ánimas a casa de un
hasta que se volvió una granizada que pa- caldo de güevo. Los compañeros me daban vomité un caldito que me había bebido. Pero conocido mío. Ai nos topamos con el padre
recía desgranando máiz. Por todo el rancho sobas de guaco, y baños de cordoncillo, y resultó que, con la chapadanza que hacíamos Inacito, que Dios tenga en su gloria, qu'iba
s'iban haciendo los panes de granizo, que bebidas frescas; pero nada me valía. Uno en aquel zarzo tan estrecho, se quebró l' olla, a confesame; y, anque le parecí muy malo,
no había un campito ande parase uno. iA d' ellos fue a recursase al molino de abajo, y y se perdió e! remedio. dijo que d'eso no me moría, y que lo que
todo esto vuelve el huracán más duro que trajo un purgante de jalapa y calomel. Me lo -iGracias a Dios! -interrumpe el sa- tenía era debilidá. M'hizo matar gallina; y
antes y dice a bramar y a tumbar palos! Pocas tomé ... y como si l'hubiera echao a l'acequia. cerdote-, porque si no lo envenena ño Luna que me la comiera, anque fuera sin gana.
ocasiones me ha dao miedo a yo; pero, mi Antoces mandaron por ño Luna, qu'era el con su vaho. Determinó que no siguieran con yo, porque,
Padre, cuando oímos eso, me coló un recelo médico d'esos laos. Vino al momento, yaga- -Tal vez sí, mi Padre, porque desde en el estao en que yo me hallaba, era matame
que, ai mismo, entre la granizada revuelta rró a tirame de las canillas y de los brazos, propia hora sentí una fatiga, una maluquera de una vez. Despachó los piones pa la mina,
con el pantano del aserrín, nos hincamos de dizque pa ver si me desentiesaba, y lo qu'hizo tan grande que hasta se me olvidaron los y arregló con los dueños de la casa pa que
rodillas a pedir misericordia. Ninguno de los fue atormentame y acabame de postrar. Visto dolores. Creí firmemente qu' entregaba esa me asistieran por unos tres o cuatro días
tres sabía rezar la Maunífica; pero rezamos que no hacía nadapuese lao, se fue pal rastro- noche los aniseros; y les dije a los mucha- hasta que yo estuviera más fuertecito, y se
el "Santo Dios" y una porción de credos y jo, y trajo las siete yerbas; las machucó bien, y chos que vieran a ver si podían venir al Sitio comprometió a mandar por yo de! Sitio. Al
de padrenuestros. Tiritando y escurriendo compuso con ellas un unto de sebo derretido, puel Cura, a ver si me alcanzaba. Pero, qué otro día mandó medecinas, azúcar, ,sagú y
los trapitos nos estuvimos hasta la propia y les raspó un poquito de 1'uña de la gran Cura mi Padre, ¡cuando ese monte qued'en otras cosas, y desde ese mismo día recobré
oración, que vino a escampar, y tuavía tu- bestia, del colmillo del caimán y del cacho el cabo' el mundo y hacía un ivierno que no alguito de alivio; y si n'hubiera sido por la
vimos qu' esperar un rato a que bajara la del ciervo que manijaba siempre en el carriel, había caminos! cosa de Vicenta, no 1'hubiera pasao tan mal
creciente que venía por la trocha. Ya muy y, así, bien calientico, me untó por todo el Lo que sufrí en ese monte con ese mal con esa gente tan formal y tan caritativa.
de noche arrimamos al molino, y, después cuerpo. Me dijo qu'estuviera tranquilo, que tan violento me parece que me ha de servir Pero yo no, mi Padre, no me halagaba por
que nos calentamos al pie de una jogonada con ese unto m'iba a aliviar precisadamente. pa compurgar mis culpas. Ño Luna se fue, nada, y siempre me parecía que me moría.
qu'encendimos, merendamos muy a gusto iQuién dijo, mi Padre! Al otro día amanecí creo que hasta caliente con yo, porque le Como a los cuatro días se apareció por yo
y echamos a grojiar por lo que nos había pior, y con una sequía y un fogaje que me dije que no me hacía más sus remedios. e! dijunto Aguirre con otros dos cargueros.
pasao y el susto que nos dio. quemaba por dentro. Antoces dijo ño Luna Antoces le dije a los compañeros que yo Desde que lo vide me dio no sé qué recelo,
Esa noche, aunque me sentÍa muy fo- que lo que yo tenía era la reuma regada por era un pobre, pero que les daba una vaquita porque al pobrecito -mis palabras no le
guiao, no pude dormir, sino que me lo pasé todo el cuerpo, y que se m' estaba secando que tenía y lo que me debía el patrón, con ofendan- le agusta el aguardiente, y me
voltiándome en l' estera. Al otro día, cuando 1'agua'el cogote; pero qu'él m'iba a dar un tal que me sacaran al Sitio, a ver si acaso pareció qu'estaba con traguitos. No bien
aclariaba, me fui a levantar; pero sentí un vaho. Al momentico mal~dó al molino de alcanzaba a llegar con vida a mi casa. Uno arreglaron la barbacoa, alzaron con yo; Agui-
dolor en las piernas tan sumamente duro, que abajo que le trajeran tabaco en rama, y todos d' ellos fue al molino a buscar socorro y dio rre solo por la punta de abajo, y los otros
tuve que volver a acostame. A propia hora me los cabos que toparan, y un'olla grande. Al la fortuna que topó allá al patrón que aca- dos por la cabeza; y cogieron falda arriba.
dentró un causón muy alto: pues a la noche momento se aparecIeron con tres mazos, y baba de llegar. El patrón mismo vino aonde Cuando llegamos al Alto idice a llover! y
ya yo estaba gritando de dolor; pero no era con una jiquerad' e cabos y rolla. yo, mandó cortar guaduas y qu'hicieran una determinaron descargame dizque pa que
en las piernas no más sino en todita 1'arca Puso todo el cabero con el tabaco picao barbacoa con unos arcos de chusque; me descansara; pero fue pa ellos beber aguar-
el cuerpo: me parecía que me machucaban a jerver, y a un rato subieron l' olla al zarzo. pusieron en ella tapao con unos enceraos, diente. Aguirre sacó la cacha, y entre los tres
todos los güesos, que m'iban clavando estacas Entre los dos compañeros y un mozo que y entre cuatro piones me trajeron en hom- se la metieron íntegra. Sin escampar siquie-
atravesadas y de punta. Me fui entiesando, vino de! molino, me alzaron en guando bro al molino. iAntoces sí fue que me puse ra, me alzaron otra vez; y en una casita que
entiesando, hasta que quedé casi sin moven- de l' estera, y ño Luna me puso l' olla por malo! Cada rarico me descargaban en el había más abajo me volvieron a descargar; y
ción. Mis compañeros y la cocinera que nos debajo, y les dijo que me fueran voltiando camino pa dame algún alimento; y en todo- yo, desde e! alar onde me tendieron reparé,
llevaba la comida desde el molino de abajo, muy despacio paque recibiera el vaho. Pensé el medio día alcanzaron a sacame al alto de! por un roto del encerao, que compraron
me valían como a un chiquito. que me sancochaban las espaldas con eso Contento. Ai pasé la noche. Cuatro días trago otra vez y que volvieron a llenar la
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cacha. Antoces les dije que yo me sentía muy lar su emoción, volvió a sacar lumbre y a escrito a un dotor de La Villa contándole mi gún dotor; como tres componedores trajo e!
malo, que me dejaran ai; pero Aguirre dijo encender. achaque, pa que mandara la receta. Padre, y no hicieron más que atormentame:
que ni bamba, qu'estaban comprometidos -Cuando volví en sí -prosiguió el narra- Antoces le dije: no me valió nada. Mi Dios no quiso sino que
con el padre Inacito a poneme en el Sitio dor encendiendo otra vez el cigarro-- estab' el -Bueno, mi Padrecito, pero ¿Vicenta sí yo compurgara aquí mis culpas, porque me
muy temprano, y que no fuera cobarde, que padre Inacito encomendándome l'alma. No es muerta? No me lo niegue. pusieron medidas del Señor Caído del Ha-
me tomara un traguito, y vería cómo me supe cuándo llegamos al Sitio; pero, entre Él se riyó con una risa que tenía, muy togrande, y el padre lnacito fue allá a pagar
componía mucho. Tanto me jeringaron, mi gallos y media noche, me acuerdo que la casa sabrosa, y levantó los trapos de la cama, y una promesa que mandamos ... y tampoco
Padre, todos tres, que tuve que meteme el se llenó de gente, que sonaba el esquilón y que fue y levantó l' estera del cuartico, y dijo: me valió. De día en día m'iba engorobetan-
trago. No me pareció que me hubiera sentao el Padre me trajo a Nuestro Amo ... y que yo - Vicenta, hablále y asomá la cara pa do más. Primero se me jueron juntando los
mal. y les dije que siguiéramos, pues. Pero lo recibí con mucha devoción. que te vea. muslos con el estómago, después, las canillas
más valía que me les hubiera ranchao: me Como la gente d' este Sitio es tan buena, Yo no la vide bien; pero sí le oí que me con los muslos, y asina me he ido quedando
cogieron a carrera tendida, y encomencé a no me desamparaban un momento en esos dijo: tieso como fierro, lo mismo que compás de
zangolotiame en aquella barbacoa como días: todos creían que me moría más hoy, -No tenga pensión, mijo: desde aquí carpintero cuando se mogo sea. Lo que fue
árguenes en un muleto. Yo les suplicaba por más mañana. A yo me manijaban unos ratos de mi cama lo' stoy acompañando: fue que dolores sí se me fueron quitando poco a
Dios que andaran más despacio, que me los hombres; otros, las mujeres; pero como quedé algo enferma. poco; después me volvían por tiempos; pero
acababan de matar, que se caían con yo; y yo no perdí enteramente la conocencia, yo y yo dije, muy confundido: ya hace muchos años que no siento nada. Un
piar lo hacían. Aguirre principió a grojiar: auservaba que Vicenta no estaba con yo, ni la -¿Pero esto qué contiene? dotor que vino a ver a la mujer de don,Juan,
"que aquí llevamos al dijunto Dimitas vía por parte ninguna, y se me ponía a ratos y e! Padre me contestó: se admiró de que yo no estuviera embobao
Arias que se murió puaá en Volcanes"; y, que se había muerto en e! trabajo; mas sin -Lo que contiene es que te quedaste o loco, dizque porque tengo no sé qué que-
haciendo que lloraba, decía: embargo, nCJ oía llorar criatura ni nada. sin conocer la pinta: el muchachito se lo bradura en e! espinazo y no sé cuántas cosas
Como l'iba diciendo, yo siempre ponía llevó mi Dios a los tres días de nacido: la más. Pero ¡bendito sea mi Dios! De fatuo sí
"No murió de calentura
cuidao a ver si oía a Vicenta y a la criatura; víspera de traerte lo enterramos. que me parece que no tengo nada; antes me
Ni de dolor de cosrao,
pero habían tapao la puerta de! cuartico con Aquí dio un suspiro El Tullido, hizo parece que tengo más conocencia que cuando
Sino de una corneaÍra
Que le ciio el roro pintao". un' estera, yayo me tenían en un rincón de la pausa, y luego, con tono qu'e quería hacer era mozo y alentao.
sala, casi tapao con unos trapos que colgaron jovial y resultaba amargo, agregó:
-iAh, salvajes! -prorrumpió el sacer- de unos varales. En ocasiones me parecía oír - y sin conocer la pinta me quedé.
dote, poseído de santa indignación. la prenuncia de Vicenta, como hablando pa- -¿Cómo fue ... ? -repone el sacerdote con III
-Eso era del aguardiente, mi Padre; sito, pero pronto vía que eran pareceres míos "ire de vacilación-o ¿No tuvO más hijos?
ellos no estaban en su sentido. Yo sentía no más; y ultimadamente, mi Padre, yo no -No, mi Padre -murmuró el pobre El Tullido, engolosinado con la mucha aten-
que la cacha iba pasando de mano en mano; estaba más que pa gritar con los dolores que hombre un tanto conmovido- desde el día ción que le prestaba el sacerdote, prosiguió
y seguían con la groja del dijunto. Y como padecía y pa preparame a buena muerte. que caí con ese mal. hasta volveme como el relato, que, por vía de prontitud y claridad,
los dijuntos montañeros hay que llevalos El padre Inacito estaba cada momento a estoy, no volví a servir pa nada. La crianza terminaremos de nuestra cuenta y cosecha.
muy ligero, porque la sepoltura los tira, me mi cabecera, pulsándome, ayudando a brega- qu'iba hacer Vicenta con los hijos, la ha Cuando el padre Ignacio, protector decla-
llevaban volando. ilvIe matan estos verdugos! me, rezándome l' oración a mi padre San José tenido que hacer con yo ... Porque, ya ve, mi rado de Dimas, persuadiose de que éste era
grité yo casi llorando del desespero y la fatiga. y a otras devociones muy preciosas. Padre, que casi me tiene que lidiar como a un inválido, se dio a entender que era preciso
y no había acabao de decilo cuando el Aguirre Un día oí que me dijo: un chiquito. inventar algo para libertarlo del hambre. Des-
se resbaló, y yo caí con todo y guaduas, y al -Hombre Dimas, d' ésta no te morís. -¿Pero ni un día siquiera pudo levan- de luego, se le ocurrió hacer de él un maestro-
caer me salí de la cama, y fui a dar puallá muy y comenzó a consolame, diciendo que tarse? escuela. Viérase entonces al buen sacerdote
abajo contr'una piedra. Ai mismo se me fue yo lo que tenía era rematÍs, y que me había -Ni uno, mi Padrecito. Lo qu'es el suelo tomar soleta todas las tardes, lloviera que
el mundo, y me aicidenté. descompuesto en la caída; pero que no más no lo he vuelto a pisar. La pobre Vicenta, tronara, en dirección de El Sapero, a cas de
El Tullido hizo una pausa, y el Cura una me fortaleciera un poquito, iba a mandar por en lugar de marido, lo que le quedó fue un Vicenta; viéraslo haciendo e! pedagogo con
mueca que parecía un puchero. Por disimu- un componedor muy hábil; y que ya le había estorbo ... No me valieron medecinas de nin- un discípulo que en su vida había agarrado
Dimitas Arias· 481

carrilla, ni tenido noticia cierta del uso de la al día siguiente se abriría la escuela bajo su protegido. Ni aun en su testamento lo olvidó: hasta de semana entera; en la clase misma,
tinta, y a quien impedían estudiar los dolores inmediata vigilancia. legal e la imagen de mi padre San Roque con fuese por acción o por omisión, casi todos
del cuerpo y las tristezas del espíritu. Entre No hay para qué encarecer si la exhor- todo y nicho, y un Niño Dios quiteño, en el se salían con las suyas, si bien los chuzones
pizarra y Catón, entre pape! y Citolegia, se tación tuvo efecto, siendo esta escuela la cual cifró El Tullido las delicias y el consuelo y latigazos lograban tal cual vez meter en
fueron endilgando aquellos cursos, y hoy primera que se abría en el pueblo y teniendo de su vida, si no fue que se le antojase ver en él cintura, siquiera por un día, a más de un
deletreo, mañana junto sílabas; ora palotes, un patrón de aquel calibre. la pinta aquella que no alcanzó a conocer. revoltoso.
ya signos, día llegó en que Dimas era hombre Con ser que la sala era espaciosa, e! Cura Era tan lindo y tan gordito. Sentado Pero en la época en que lo presentamos,
de escribir -con lirismo orrográfico, se en- se vio y se deseó para acomodar aquel mu- muy orondo en su dorada silla de copete, e! maestro estaba ofuscado con un diablo
tiende-, cuanto se le dictase, y de lanzarse chachería, sin revolver las hembras con los con su mitra de plata y su túnica bordada de muchacha que le tenía perdida la escuela,
él solo en una lectura tan de corrida, que ni machos, ni los de siete años con los de quince de lentejuelas, con su carita tan lozana y sus y a quien, por motivos especiales, no podía
punto final, ni e! interrogante más pintado, o dieciséis. Otra clasificación no se intentó mejillas arreboladas, parecía un obispito de dar pasaporte, pues era nada menos que
eran parre a detenerlo, ni a que cambiara en siquiera, ni había para qué; pero sí hubo gran parada. En la diestra llevaba el mundo, Carmen, la de la muestra inglesa, hija del di-
un ápice siquiera aquel tonillo piadoso de distribución de días y de materias: martes y yen la izquierda, una flor que El Tullido ha- funto Aguirre, e! de la cacha de aguardiente,
novena que tomó desde e! comienzo, y que viernes enteros, para doctrina; los días restan- cía renovar todos los días. Sobre tan buenas y de su vecina Encarnación, vecina a quien
lo mismo para él que para e! Cura era lo su- tes, para lo demás; y medio sábado, para toma partes, tenía el Niño la de poderse vestir, la él debía muchísimos favores.
premo de! arre. Y a tanto alcanzó en esto de de lecciones. A más de este plan, que poco a cual daba lugar a las contemplaciones y al No había qué hacer con la indómita: ni
lectura, que, en voz alta y acentuando cada poco se fue perfeccionando, ideó e! Cura la mimo por el lado de los trapos. por las buenas, ni por las malas, ni hacién-
vez más e! estilo, se apechugó todo e! Arco cama-carreta, la caja-escritorio y e! palo con Estas imágenes, lo mismo que una de la dose e! desentendido, sacaba de ella e! pobre
iris de pazy toda La familia regulada. Oyéndole el rejo; que lo que fue el chuzo lo inventó El Cueva Santa, otra de la Virgen de Valvanera, y maestro cosa de provecho. Y era lo peor que
estos primores, pasaba e! padre Ignacio las Tullido mucho tiempo después. algunas más en cromolitografías empolvadas ni siquiera inquina le podía cobrar. ¿Cómo,
horas muerras, y le chorreaba cada baba que Todo discípulo, bien fuese un mocosuelo y roñosás, ocupaban una tabla a modo de cuando ella tenía por él y por la señá Vicenta
ni parvulillo en dentición. de seis años o un grandullón de quince, pa- aparador, colocada arriba de! ventanillo, y que los mayores miramientos? Carmen corría por
No menos avanzado se andaba en caligra- gaba una peseta mensual o su equivalente en llenaba todo el lado del callejón de El Sapero. candela cada vez que se le apagaba el tabaco;
fía: con ser que la posición era harto incómoda, especies. Así era que, a fin de mes, llevaban: e! En e! centro, el nicho de San Roque, en cuyas Carmen ayudaba a pilar el maíz y le atizaba
la pluma, si muy parada y casi cogida de! arran- almud de maíz o el cuartillo de fríjol, los hijos alas de escaparate estaban pintados en la parte el fogón a la vieja; Carmen le traía el tarro
que, iba resbalando por e! pape! sin trepidar un de labradores; sus dos libras de carne filrrajo- interior -y no por Vásquez seguramen- de agua, y era de verla con aquella guadua
punto. y, bien que e! estilo de! maestro fuera sa, los del carnicero, y así cada cual su parte, te- una Santa Rita muy escurrida y tocada dos veces más alta que ella. En cuanto lle-
clásicamente morante, e! discípulo se mostró siendo pocos los que llevaban los dos reales. y un San Pedro Alcántara, muy esqueletudo y gaba el maestro Feliciano, ya estaba Carmen
desde e! principio original y personalísimo, Amén de esto, El Tullido recibía a menudo de miedoso, con tamaña calavera en una mano. inquiriendo si era la hora de la afeitada, a
sobre todo en letra gorda. Y ¡cuenta si sabía mano de sus discípulos o de las madres, regalos Un pañito bordado de hilo rojo, agitado de fin de buscar papeles para limpiar la navaja,
garbear! Caracoles rasgueaba, al arrancar ma- de tabacos, de cuartos de cacao, de bizcochos, día por el viento, perseguido de noche por las aprontar el platoncillo de agua tibia y con-
yúsculas, que parecían cachumbos de vitoriera; etc., con lo cual se daban marido y mujer la moscas, colgaba a los pies del Niño. Por delan- seguir el trapo enjugador. Era un verdadero
palos y rabillos más eran cosa de dibujo, y su gran vida, tomándose al día cinco cocos de te, por los lados, por todas partes, con simetría brete cuando el maestro determinaba que lo
rúbrica, la de Pilatos pintiparada. Para" echar chocolate de harina, con mucho quesito y primitiva, lucían candeleros de barro, frascos llevaran a misa: desde el sábado por la mañana
cuentas" lo tenía el Cura poco menos que por muchísima arepa de maíz sancochado, fuera con flores de botón de oro y de siempreviva y tomaba la acuciosa el ajuar dominguero de
un Newton, y en cuanto a saber la doctrina y de los almuerzos de espinazo y las comidas de ramilletes de flor de uvito. la cama-carreta para devolverlo a la noche,
explicarla, se quedaban en pañales los doctores fríjoles con tropezón de marrano. aplanchadito y con todo el azul de Prusia
de la Iglesia. En suma, que a los nueve meses Tal era el famoso establecimiento de cu- que el caso exigía, y ella misma enfundaba
escasos le discernió el grado. Fue aquello desde yas aulas salió toda la sabiduría de los viejos IV las almohadas, tendía el rodapié bordado de
el púlpito, donde poseído de la elocuencia del pueblo. ojetes, tapaba las pobres mantas con la histó-
que da el entusiasmo, hizo el panegírico de A los pocos años de fundado, pudo e! pa- En aquella escuela sui generis, la disciplina era rica colcha de zaraza, en la cual se reproducía
El Tullido y anunció la gran nueva de que dre Ignacio morir tranquilo con el auge de su cosa desconocida, claro está. Novillos hubo hasta por veinte veces "una señora montada
Dilllitas.-lrills, 483

en un caballo muy chisparoso", que era e! en- perfectamente descabezar un sueño en plena fin se persuadió de que era en vano, y dios e En un principio, los novios no se mos-
canto de los muchachos. No bien e! maestro sesión; y pocas veces dejaba de hacerlo al a pensar que no pudiendo él, como no podía traron muy entusiasmados, porque ni en la
Fe!iciano y sus hijos alzaban con El Tullido, mediodía, hora en que le entraba e! perro. con e! sueño, cuánto menos había de poder escuela, ni en las hogueras y juegos de la plaza,
ya estaba Carmen al pie de la cama, y ni en Él, que cerraba e! ojo, y Carmen que prin- Carmela con ese genio que Dios le dio. Tan ni en las cabalgatas en palo de escoba allende El
la calle, ni en la iglesia lo despintaba, hasta cipiaba. Era una criatura invencionera que lógicos razonamientos, unidos a los favores Sapero, ni en e! mataculín, ni en e! columpio
traerlo a la casa. Los domingos iba siempre a cada día añadía algo nuevo a la pizpirigaña referidos, acabaron de inclinar al maestro en se buscaban demasiado, y acaso e! noviazgo se
comprar al mercado, y, unas veces hojaldres; (que por acá se ha llamado siempre pizin- favor de esta chicuela, que necesitaba de tan hubiera vuelto tablas, si e! maestro, primero, y
otras, empanadas o siquiera dulunsogas o gaña), al esconde la rama y a otros juegos poco para loquear, según le viniera el humor. luego los discípulos no hubieran contribuido
pepinos, nunca le faltaba e! regalo para su infantiles. Pero lo más frecuente en estos También le daba mucha guerra e! monitor a anudar estos dos corazones.
maestro; sin contar los manojos de coles y retozos clandestinos, era alguna fantasía que de la arena, hijo de don Juan Herrera, uno de Fue e! caso que El Tullido -y detrás de
los de cebolla que a menudo le llevaba de la se le ocurría de pronto, como banda de mú- los magnates más morrocotudos de! pueblo, él toda la escue!a- vio en las trapisondas
hermosa huerta que cultivaba Encarnación; sica, en que los popos de vitoriera hacía~ de y no porque fuese de la laya de Carme!a, sino de Toto alguna conexión con los enredos de
sin contar las malvarrosas y claveles con clarinetes, las cartillas arrolladas, de bajos, y por altanerote y levantisco, y porque toda Carme!a, y viceversa. De tal suerte se poseyó
que ofrendaba al Niño Dios. En fin, que la los muebles, de tambora. En cierta vez hizo cuestión con los condiscípulos la dirimía de esta idea, que si Carmen jugaba, regañaba a
rapaza, en medio de su travesura y de su des- un muñeco de pañolones y, arrojándolo a a pescozones. Con él había siempre alguna Toto; si éste reñía, Carmen era la culpable. Los
aplicación, era una providencia para e! pobre la banca de los machos, exclamó: "Recojan bronca casada para la salida, si no era que la ponía de enemigos malos, de barrabases, de
matrimonio. Y como su casa estaba a un paso e! botaíto", y e! botadito pasó de mano en armase en plena sesión; y, aunque Toto salía mataperros y de otras cosas que no había por
de la escuela, la hallaba siempre a mano la señá mano muy acariciado y agasajado por todos. siempre mal ferido en la refriega, no por ello dónde agarrarlos, cargando sobre ellos todas
Vicenta para cualesquiera menesteres. Cayó esto tan en gracia que casi siempre le se dejaba de retos ni baladronadas. las culpas que se cometían en la escuela.
Con la misma facilidad, con e! mismo en- pedían por unanimidad e! "botado", nombre Para tal Reinaldo, tal Armida. A poco Estos denuestos agradaban por demás a
tusiasmo con que los desempeñaba, insurrec- con e! cual quedó bautizada la invención. Y de haber entrado a la escuela, estando en la los condiscípulos, pero ninguno les encantó
cionaba la escuela y le armaba al Tullido unos así, al tenor de ésta, iba sacando mil bobe- clase de escritura, se le acercó la Aguirre con tanto -acaso por lo terrible de las circuns-
líos, que el pobre se mareaba, columpiándose rías, para la edificación de los alumnos)' la muchísimo misterio, y le dijo al oído: tancias- como e! de "Perjuicios" que les
entre e! deber y la gratitud. Un sentimiento buena marcha de! establecimiento. Verdad -¿Querés que seamos n~vios, ole Toto? espetó cierta memorable ocasión en que la
análogo, bien que inconsciente, animaba que estos regocijos acababan siempre con Quedose el requerido pensándolo un novia, por instigación de! novio, sacó de
a toda la turbamulta escolar con respecto a rejo a la redonda, que ni estando muerto e! momento, y, al cabo, contestó: debajo de la cama de señá Vicenta no sé qué
Carmen; pues todos, ya de un modo, ya maestro dejara de sentir e! alboroto; pero -Cuando salgamos te digo. utensilio. ¡Qué horror el de aquel día!
de otro, tenían algo que agradecerle; esto esto en nada arredraba a la Carmela, porque -No; decime ya -exigió ella. Desde entonces se quedaron con e! mote de
sin contar las roscas de pandequeso que le su divisa era aquella de que" después de un -Pues bueno, ole -resolvió él, como los Perjuicios. Y como quiera que e! precepto
hurtaba a Encarnación y luego repartía en gusto ... ", que, al fin y al cabo, vino a ser quien corta e! nudo gordiano. gramatical sobre los nombres epicenos no cuela
la escuela en menudos pedazos. De aquí e! divisa de todo el muchacherío. Consistía la vacilación de! muchacho en a los chiquillos, dieron a la hembra la desinencia
que hasta los más grandulazos y puestos en El santo varón, con serlo tanto, se daba que Carmen, a más de poco garbosa, era muy femenina, y Carmen se quedó Perjuicia, por
orden se prestasen a todo enredo, a todo al Diablo; y a la rapaza, los dictados más cachetona y carisoplada, a causa de! ahoguío Perjuicia se le conoce aún en su pueblo.
desorden iniciado por ella. Tal cual vez le depresivos, amenazándola con el destierro que padecía; pero al mismo tiempo admiraba De todo esto resultó que los Perjuicios
entraban arrechuchos de aplicación y decía: perpetuo de la escuela. Poníase ella como Toto en ella unas trenzonas muy crespas y aceptaron incondicionalmente, como se estila
"¡Estudiemos hartísimo muchachos!". Y el una Magdalena, y juraba y perjuraba que unos dientes de poce!ana: fuera de que no le ogaño, la solidaridad que se les achacaba. Al
"hartísimo" consistía en chillar hasta quedar nunca volvería a hacer nada reprensible, y la parecía nada chinche ni acusona. Las roscas salir de una sesión, prorrumpió ella, apasio-
roncos; y todos la seguían, y todos quedaban enmienda duraba hasta la primera ocasión de pandequeso acabaron de decidirlo. Fue- nada por su causa:
atronados y dispuestos a darse al descanso y de acreditarla, con ser que a la indina la ron acusados ante e! maestro, que se echó -Por la pica que este Tullido y todos
a la diversión después de tal hazaña. aterraba la idea de no volver a la escuela. a reír exclamando: estos zambos de la escuela nos levantan tes-
El maestro, habituado al fin al mari- El maestro, por su parte, trataba de hacer -Asina tenía que suceder. Como nos timonios, nos hemos de querer hartísimo yo
poseo y al vocear de los muchachos, podía esfuerzos para pelearse con Ivlorfeo, pero al dejen con vida todo está bueno. y Toto, y hemos de hacer hartas cosas.
Di1l1i¡,¡s Arias· 485

-Sí, ole; -aprobó Toro con grande de pronto se suspende, y, convirtiendo la cara a estaba ahí en esa cama como en un cepo. Si -Eso se me pasa, hija. ¿No ha visto,
efervescencia- mas que nos pelen. las vigas, exclama con profunda amargura: tuvieran algún hijo que velara por ellos. iQue pues, que yo siempre estoy tan alegre?
Perjuicia sobre rodo romó el asunro con -iDios mío, Dios mío, revestime de Dios no le dejase perder su alma al cabo de la -Pues por eso me choca verlo asina. Tal
el fanatismo y alarde de las hembras cuando paciencia pa no hacer un hecho con este vejez! Que si era su santÍsima voluntad que vez es que tiene mucha de la fatiga con toíta
abrazan las causas políticas y religiosas, perverso! Vicenta tuviese que salir a implorar el bocado, la bulla que han hecho hoy esos muchachos.
cuando se les anroja que van a meter mucho Da luego un acecido y grita a los mu- le diera valor para soportar esa vergüenza, Vaya trele la comidita.
ruido y a representar el gran papel. chachos: para recibir la limosna con humildad. ¿Por y salió.
¿Leonciros a Carmela? Desde ese día -iVáyasen rodos antes que mate uno! qué se habría puesto así, tan desesperado, iÉsta sí era la que se iba a ir para el cielo
llevó más pandequeso del que llevara en Era un rapto, un desate nervioso que después de haber sufrido tanto, tantos años, con roda y ropa! iValiente mujer! Toda la
antes; llevó algarrobas y corozos grandes, nunca había sentido. En esta repentina, tranquilo y resignado? vida bregando con un tronco de carne tirado
para tener el gusro de regalárselo rodo a su inusitada exaltación se le agolparon en la Volvió la cara hacia el Niño Dios y con en una cama, y siempre con el mismo modo
Perjuicio y dejar a los demás "como perros cabeza sus miserias de enfermo, sus angu~­ el alma le dijo: y siempre con el mismo cariño, sin descui-
velones". Desde ese día inventó los buches tias de maestro, el lote de desgracia que le -Mi Niño querido, mi único consuelo darlo un momento ... cuando otras por ahí...
de agua arrojados a media sala; retrató la había tocado en suerte. en esta vida, ilumináme lo que he de hacer pa casadas con hombres alentados y buenos
calavera de San Pedro Alcántara en las planas iSi le tumbarían la escuela esos enemigos! arreglar esto. Mandáles aplicación y formalidá mozos ... Él, siempre era muy malo cuando
propias y ajenas, perfeccionó" el Judas"; y en Eso ya no era escuela, eso ya no era nada, ni a estos niños, pa que yo pueda seguir en mi es- no le agradecía a Dios esa mujer que le dio.
verdad que quedaba diabólica con aquellos una merienda de negros. Ivlás respeto le tenían cuelita, pa que pueda conseguir el pan nuestro Era mucho el purgatorio que iba a chupar
párpados sanguinolentos doblados hacia a un palo que a él; y abusaban por su desgracia; de cada día; pa que no tenga que pedilo. No por su poca conformidad, por su mucho
arriba, con aquella bocaza destarrayada hasta porque no podía valerse ni arrojar de la escuela me dejés de tu mano, Niño adorado. desagradecimiento.
las orejas, con ambos índices parados como al malvado, ?uesto que don Juan lo había soco- y aquí siguieron varios padrenuestros y En tanros años de sufrir, no recordaba
cachos, y más que rodo, con ese estrabismo rrido siempre y acababa de regalarle una cobija. otras Orá.ClOnes. El Tullido haber experimentado una an-
de ojos, que era su grande especialidad. Esros No podía arrojar a Carmen tampoco, porque La señá Vicenta, maravillada al com- gustia como la de ese día, y nunca las notas
horrores, y otros muchos que sería largo de así ella como su madre lo tenían obligado con prender que la escuela había salido sin que de su desgracia le parecieron tantas y tan
enumerar, los hacía sin que El Tullido se dur- tantas finezas. Y lo mismo daría, porque la ella diese el aviso de orde~anza, entró a lamentables.
miera, con lo cual se llevaba unos ramalazos escuela roda se la tenían perdida aquellos informarse de la novedad, y en cuanto vio De ello sacó en limpio que era un hom-
de padre y señor mío. enemigos. iValientes muchachos tan terribles al maestro tan cariacontecido y con señales bre comido de pecados, a quien rodavía le
Tres cuarros de lo mismo le acontecía a eran los de ahora! Él. que enseñó a todo el de haber llorado, murmuró, como hablando faltaba "mucho palo" para ponerse en buen
Perjuicio. Sin alardear mucho del amor a su Sitio, no había manejado nunca una canalla cons1go m1sma: punro de cristiano y aprender a conformarse
prometida, se dejó decir en una clase que no como ese par. iY de novios y mataperreando -Es'es que est'enfermo. con el querer dI" su Divina Majestad.
estudiaba, ni rezaba la doctrina, ni escribía si juntos, cómo se irían a poner! Si él pudiera -Ello no, hija; estaba aburrido y largué Esa tarde no dio escuela, sino que mandó
a Perjuicia no le daba la real gana; y cuando El dejar ese diantre de escuela. Pero ¿cómo?, muy ligero; pero no tengo nada. llamar al Cura quien, después de confesarlo,
Tullido, después de ordenar süencio general, ¿quién lo mantendría? Y si no ponía remedio -En la prenuncia se le ve qu' est' enfermo so. le aplicó todos los bálsamos y unturas es-
fue a sermonearle por esta bocarada, el faccioso al mal ¿con qué cara iría a cobrarles plata a los - y se acerca a la cama y le pasa la mano por pirituales del caso, aleccionándolo, además,
metió un corcoveo que a poco más se viene padres, para que vinieran los hijos no sólo a frente y cabeza. sobre el modo como debía obrar con los Per-
abajo el Niño Dios. (¿Sabe usted lo que es perder el tiempo, sino a aprender maldades? -iQué achaque he de tener! No sea juicios,los cuales, por de contado, figuraron
corcoveo? -Es un silbo sumamente agudo iAy! Si esa pobrecita Vicenta pudiera trabajar embelequera. Es que hoy me ha agarrao el no poco en este largo parlamenro.
y destemplado que se produce cruzando los en algo, siquiera para comer agua negra. Pero flato (El Tullido, como toda la gente del
dedos de ambas manos, apretando las palmas e ¿en qué iba a trabajar una pobre vieja? Harto pueblo en Antioquia, decía siempre flaro
insuflando el alienro por la juntura de los pul- había hecho la infeliz en bregarlo a él con tan por tristeza). v
gares, y que dice clariro: corcoveo, corcoveo). buena voluntad, en conformarse con no tener -Eso sí'stá malo -replica la viejecita
El maestro, aturdido con tal onomatopeya, marido sino un gusano. Gusano no, que éstos arreglándole la colcha-, porque como yo lo Amaneció aquel lugar envuelto en niebla tan
levanta el palo para acabar con el silbante; mas tan siquiera se arrastraban por el suelo, y él vea siempre contento, lo demás ai va. espesa, que entre las cocineras que madrugaron
a coger el agua en los chorros de la esquina ¡Qué tiene qué ver la de Semíramis! rodia, se empina, desairada y grotesca, tal tanto que el tiesto encaramado en las tres
del Cabildo, hubo choque y quebrazón de Grandiosas fábricas de vara en tierra, de cual mata de girasoL piedras, se estremecía rabioso, al sentir en
ollas y calabazas. El Sacristán, arrebujado en bahareques, de techumbres de rabihorcado, Cubre este lujo pesetero de la naruraleza sus abrasadas concavidades la frialdad de
su bayetón, y, en su mameo, el Cura, hicieron ahora jumas, ahora dispersas; aIres y bajos un riñón atrofiado de los Andes. Sobre él a aquella masa que se le pegaba como una
sonar los zuecos en las empedradas aceras y relieves de boñiga en muros y pavimemos; horcajadas está el puebleciro. Los gallinazos, ventosa; pues primero se cortara la cabeza
rocaron a misa; más de un perro, hecho una mosaicos de chorretas y rayones por don- esos poetas que giran en la alrura, deben con- señá Vicenta que dejar al "viejiro" sin su
rosca, tiritaba por ahí comra alguna puerta; dequiera; avenidas alfombradas de yuyo- templarlo desde allá como el delineamiemo arepa caliente al desayuno. ¡y cómo se le
las vacas, echando vaho por roda el cuerpo, quemao, de abrojo, de espadilla. de un alacrán. Las dos callecitas de El Airo, enternecía la pajarilla al buen hombre, al oír
reclamaban sus crías en los cercados; éstas Filigranas de esparrillo y de helecho visten curvadas asimétricamente, son las antenas; la el cuchillo raspa que rasparás, y el molinillo
comestaban desde ademro, pero nadie salía a los muros de huerros encantados; sobre los plaza larguirucha, el cuerpo; las tres calles que de raíz, que se volvía tarumba entre aquella
los ordeños; pajariros camores no se oyeron, aleros de paja y de terrón se espacian la verbena medio arrancan de ella a lado y lado son las onda espesa y perfumada! Después de ape-
sino que la lora del Cura, después de pedir y la sarpoleta y se desata en bucles la acedera; patas, y, por último, forma la cola con rodo charse el coco "cebado por dos veces", ruvo
repetidas veces al loriro real que sacara la Extienden los morales sus espinosas ramazo- y nudos, la llamada Calle-abajo. De modo tiempo de echar una rongadita de sueño.
pata, enronó el Sanro Dios con lengua más nes a través de las verjas de macanas; por los que la escuela viene a quedar en la ponzoña. Que no fue tan corra que se diga, porque
estropajosa que de cosrumbre. Despeinadas valladares de madera preciosa de caunce y de La paja de los techos, las paredes húmedas o en mañanas como ésa los discípulos tardaban
y flechudas, se andaban por rodas partes las sietecueros, se emretejen la bata tilla y la batata; empolvadas, el humo, las telarañas, el aban- en llegar, y no por dormilones, sino porque,
gallinas, escarba que más escarba, comadreando túpenlos y refuérzanlos ellengüebuey y el bar- dono, hacen de aquella aldea una mugre, un a más de la "ranchada de la leña", de que no
si Dios tenía qué; en tanro que unos puercos basco... tal vez para que ninguna vaca invasora harapo de villorrio. El cielo que lo cobija escapaba ni la casa de don Juan, los chicos se
protestaban de la argolla y de la horqueta con vaya a perderse emre aquellas formidables parece de zinc lo mismo en invierno que en entretenían en la calle apostando a cuál "echa-
gruñidos de amenaza, hociqueo en las paredes, virorieras que, cual las huestes napoleónicas, verano. Tiene la hermosura de la miseria, la ba más ñeblina". Y qué bocazas las que abrían
estregamiemo comra las esquinas. han sepultado las mafafas, confundido los achi- poesía d~ la tristeza, la nota pimoresca del aquellas criaturas para arrojar el alienro, y qué
No bien los rules aquellos se descorrieron, rales, invadido hasta el cogollo los arrogames desamparo: dijérase una gitana convertida de risas y comentarios cuando algún "señor"
y el rayo amorriguado de un sol anémico des- platanales, puesro en duda la existencia de los en pueblo. asomaba a su puerta e iba despidiendo, entre
pumó por detrás de la rorre, se abrieron los chiqueros, borrado las fromeras y enredado la Consta de muy buena tinta que El Tu- bostezos y estremecimienros de frío, cada
balcones de la casa de don Juan y misiá Nicolasa geografía de aquellos cominemes. llido ruvo una noche roledana y que, a pesar bocanada que ni fumando tabaco.
salió a tender en la baranda los pañales del Cual la insensatez humana que paga tribu- de ello, no dejó de llamar a las cuatro de Vedados le estaban esres placeres a la
pequeñuelo; y detrás de ella, otras madres, que, ro al lodo inmundo, bordan las márgenes de aquella mañana a la señá Vicenta, para rezar pobrecita Perjuicia, pues Encarnación no
a falta de balcones, Ex:rendieron los trapajos en El Sapero sauces llorones que lo besan; cha- de cama a cama el rosario, los padrenuestros la dejaba madrugar, por miedo de que le
taburetes, freme a las puerras de sus respec- chafruros que le riegan sus pétalos purpúreos; del Carmen y los acros de fe, como tenían atacase el ahoguío con esos fríos matinales;
tivas casas. Un capírulo de gallinazos, graves borracheros que le adulan ("Gn la grosería de de cosrumbre. Cuando hubieron terminado, razón por la cual llegaba la última a la sesión
y meditabundos, que también asoleaban sus sus perfumes y la hipérbole de sus flores; dra- salió la buena mujer tiritando para la cocina. de la mañana.
ropas en las alruras de la Basílica y en el Palacio gos que enrojecen sus hojas por adornarlo. y en qué apuros se vio para hacer llamarada, Las siete de ésta serían cuando salió de
Municipal, se desgajaron cautelosos, atraídos En las ciénagas, vestidas de espadaña, pues, aunque "emerró" muy bien la noche casa, aspirando el aroma de un enorme clavel,
sin duda por aquellas bayetas de parvulillo, agitan los yarumos su follaje de doble faz; ames, el frío había penetrado la ceniza; y de ésos que por en ronces significaban "amor
miemras que orros, más muchachos y traviesos, en las hondonadas se yergue el zarro, esa aquella brasa moribunda no quería revivir. vivo y puro", que llevaba para obsequiar al
se agolparon al freme de la carnicería, por ver si palmera de la tierra fría; en los collados A fuerza de soplos, de pujos y de encar- Niño Dios.
lograban una parvidad de piltrafa. Abrió el he- os tema la flor de mayo su ríspido ramaje nizarse los ojos, obró el milagro de hacer Ufana por demás con la ofrenda, se llegó
rrero la fragua; los de la rema, el estanco; señó y su tricolor eflorescencia; descuélgase por entrar por el deber a aquella leña aterida. A a la escuela, dio los buenos días al Tullido, se
Benjumea, el vemorrillo; don Juan Herrera, la las breñas el colchón de pobre; el helecho poco la chocolatera de barro, acariciada por informó de su salud -atención que nunca
tienda; y principió el palpitar febricitante, el se prodiga por dondequiera; y por allá, de dos lenguonas rojas que la lamían por los omitía- y estiró la flor a Clero Villa, que,
hen'ir de la gran metrópoli. trecho en trecho, como caricatura de cuos- flancos, camaba en delicioso gorga reo, en por ser el más mañoso de los chicos, era
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el encargado de ponerla en la mamta del -Por la Virgen, Maestrico -grita Per- camilla del maestro, y, hundiendo la cara en Perjuicio., haciendo todo el alarde posible
Niño. Pero cuando el muchacho, después de juicio. desesperada, tirándose de rodillas-no los tendidos, sigue sollozando. de enfermedad, se tocó con el pañolón como
encaramado en un taburete, iba a verificar me mande p'onde el Diablo, no me mande, La niña, coloradita y jadeante, torna a poco una viuda, no dejando fuera sino la punta de
tan delicada operación, le gritó el maestro que yo no soy endiablada ... iNo me mande, con una rosa amarilla, de ésas que llaman de la nariz. Le pareció muy del caso un patatús
en tono de regaño: no me mande ... ! ¡Yo no lo vuelvo a hacer, no muerto, y dice: horrible; pero por más que lo provocaba y
-Detente, Cleto; no le ponga eso al lo vuelvo a hacer, Maestrico de mi vida! Yo le -No había sino de esro que güele muy lo fingía, el patatús no se quiso presentar,
Niño Dios. obedezco a usté rodito lo que me diga ... Yo maluco. por lo cual hubo de contentarse con salir
-¿Por qué, maestro? -exclama Perjui- no vuelvo a ser juguetona ni necia ... Pégueme -Está muy linda -replica El Tullido, agarrándose de la pared y de las puertas:
cia en extremo sorprendida. si quiere; deme rejo. recibiéndole aquella pobre flor-, y anque iestaba tan desfallecida!
-¿Por qué? Porque él no recibe sino -No, yo no le pego; no se afane. ¿Para no estuviera: el Niño Dios la recibe con mu- Por haber enfermado de las glándulas
flores que vengan de manos de una niña qué le voy a pegar? ¿No ve que usté no está cho agrado, porque ésta sí viene de manos dejó de asistir Perjuicio por tres días a la
obediente y respetuosa; de unas manos sino po. darle gusto al Diablo? . puras y virtosas. Tome, Cleto, póngasela. escuela, pasados los cuales compareció en
puras ... y las suyas están manchadas. -Al Diablo no, Maestrico -plañe Per- Dejara de ser mujer Carmen Aguirre si, a ella muy satisfecho y campante. Llegada la
-Sí, ya sé -gimió la chica, emperrán- juicia-. iYo no lo vuelvo a hacer; no, por pesar de su quebranto, no hubiera levantado hora de pontificar en la arena, se apercibió
dose a llorar a rodo pecho-o Eso fue por- Dios! la cabeza para ver la flor. Tan luego como el para ello el monitor insigne; pero ... icepos
que Toto ... iJí! iJí! ... chifló ayer el corcoveo ... y sigue de rodillas, y de rodillas se va Niño la tiene en su manee ita, se alza la cuitada quedos! -el maestro le dice:
¿Yo qué culpa tengo, ah? hacia atrás y se viene hacia adelante, y se y exclama: -Opa, hijo, no se mueva de su puesto.
-Sí tiene la culpa, sí la tiene, porque mesa el pelo y se estriega los ojos, convulsa, -iQuítesela, por Dios, Maestrico, que Y, revolviendo la vista por toda la clase,
usté y él se han pautao pa cometer faltas y pa desesperada. eso está muy feo y jiede mucho! añade:
irrespetar a su maestro. Por eso el Niño Dios El maestro, recordando que el Cura lo ha -Está muy preciosa ... y el Niño no la -Salga usté, Cleto, a enseñar en la arena.
no le quiere su flor. Llévesela y vaya a la iglesia, motejado de falto de entereza, sigue en su va a güe!er. Usté es el monitor de hoy pen delante.
y ai, junto al airar de mi padre San Cayetano, propósito, aunque se le vuelva cuesta arriba Ella, entonces, se retira a su puesto a ¿Viste a un general cuando lo degradan?
está el retablo de mi padre San Miguel con el al ver cuál se pone la muchacha. llorar en silencio sus tristezas. Lo que éste puede sentir es nada, compa-
Diablo a los pies ... Póngasela a Lucifer, que ése -Levántese de ese suelo -le manda El Tullido, como para borrar la impre- rado con lo que sintió Toto Herrera. Él, el
sí le recibe su flor. iVaya póngasela corriendo, en tono más severo que antes- y déjese de sión que esta escena produjo, como para hijo de don Juan, el más valiente de toda la
que allá la está esperando! hacer papeles, que yo no le creo. aturdirse él mismo, mandó: escuela, suplantado por ese bobo, por ese
Por este registro sí no había entonado el y dirigiéndose a una muñeca de las más - i Ea, pues, muchachos, una leyenda pobretón de Cleto Villa. ¿Cómo no se abría
maestro, y los niños estaban aterrados. iY gorgojas que se estaba acurrucadita en un bien sabrosa! la tierra y se tragaba todo el Sitio? Caía
qué bonito estaba diciendo esas cosas: sin rincón, le dice cariñoso: y la gran chillería se arma. cada lágrima por los cachetes de Perjuicio
ponerse bravo ni nada, sino como el Curita -Vaya usté, mijo., tráigame de su casa Cuando se iba calmando gritó una mu- como arveja.
cuando echaba las prédicas! una florecita pal Niño. chacha:
Perjuicia, entre tanto, con la cara apo- -¿En casa, caso hay bonitas? -replicó -Maestro, iCarmela está con el ahogo!
yada en un brazo, y éste contra la pared, el ángel con un mohín de lástima de lo más Y, en efecto, Carmela parecía en lo su- VI
seguía sollozando. encantador. premo del ataque: levantaba la cabeza y abría
El Tullido suspende un instante su fi- -Eso no le hace, mijita. Tráigame de tamaña boca para poder respirar, dando unos iNo hay qué hacer con el progreso! Es un
lípica, y luego, dirigiéndose de nuevo a la las que haiga. acecidos y produciendo unas hervezones y Micifús artero, perseverante, que espera el
muchacha, le dice: Felicísima con la distinción, corre a cum- unos levantamientos de pecho, que inspi- momento preciso, el cuarto de hora de los
-¿Qué es que no se mueve? ¿No le digo plir su cometido. raba compasión. pueblos, para echarles el zarpazo.
que el Diablo l'est'esperando? Y usté no debe Carmen, sintiendo que a su pena se agrega -Si está con el mal, váyase po. la casa Tal pensaba, más o menos, don Juan Herre-
hacerlo aguardar: las niñas endiabladas, como algo como un ultraje, y, concentrando toda su -le dijo el maestro, echando el resto de ra cuando discurría, que era a toda hora, sobre
usté, deben ir todos los días a hacerle la visita. amargura, toda su humillación en un chillido valor, porque ya se le quería figurar que se el incomparable adelanto de aquella población.
¿No ve que él es el que las manda? muy largo, se arrastra de hinojos hasta la había desmedido en el castigo. Con él opinaban todos sus convecinos: para
Dil/litt¡S Arias· 491

ellos no parecía el progreso cosa indefinida, Todo esto era nada comparado con la mesa donde están las planas y los dibujos, cambiaba de colores; don Juan estaba en
toda vez que habían puesto puma ftnal al de su instrucción; a más de las escuelas oficiales, estira en redondo la mano, relumbrante de ascuas con su nuera.
pueblo: de allí no se podía pasar, era el1l01l plus abriéronse dos colegios para hombres y para pedrerías, y dice: "La cabra siempre tira al monte", se decía
ultra. En realidad de verdad, aquella aldea había mujeres, y no se oía sino" plantel de educación" "Señores: el magnífico espectáculo que el viejo, yeso que quería mucho a Perjuicia;
conseguido en veime años 10 que en muchísi- por aquí, "plamel de educación" por allá. El de hoy tenéis la satisfacción de presenciar, es de con una de esas querencias por reacción que
mos no lograra. iQué de cosas sucedidas en tan señoritas era un sueño; hasta las casaderas, y las fiestas más espléndidas que se celebran son las más intensas.
corto tiempo! El asalto fue por este orden: una aun papandujas y quedadas fueron a abrevar sus en las naciones civilizadas, porque es la Porque fue mucho lo que se opuso al
vía comercial que rompió el aislamiento de esa espíritus en aquella fueme de sabiduría. que hace la educación en la bella y elegante casamiento de Tato, y muchísimo más misiá
comarca; creación de escuelas oficiales; minas Estamos en noviembre. La ciudad se carrera del saber: pues bien, señores, educad Nicolasa: no podían concebir cómo sangre
y fincas que se mamaron y que, dándole valor reviste de todas sus galas para concurrir a vuestras hijas y ellas serán felices ... ". de Herreras y Rebolledos fuera a mezclarse
a las tierras y ocupación a los brazos, atrajeron la "fiesta suprema de la civilización". La co- Esta arenga, obra maestra del doctor con la de aquella zambita, hija de un borracho
no pocos inmigrantes; tejares que supeditaron munidad, vestida heterogéneamente al g~sto Forero, el famoso abogado de la "ciudad", iba y de una mujer "tan de todo el máiz" como
la paja; tapias que derogaron los bahareques; de cada alumna, atraviesa la plaza, al son de electrizando la muchedumbre; mas de repente Encarnación. Pero e! mozo, que a cuentas
un Cabildo chorrudo que echó agua y levantó la Garibaldilla que tocan dos clarinetes, un aquello no fue ya electricidad: fue e! pasmo. debía descender de algún aragonés, metió
pila; y, por último, una enormidad de suceso, bajo y la retumbante tambora del maestro No era para menos: e! discurso aquel tenía su cabeza y, quieras que no, los españoles de sus
un colmo que casi deja pasmado a don Juan Feliciano; precede aquel mujerío sabiondo, paso, su escena culminante: ello fue que de padres tuvieron que tragarse "la Aguirrona",
y a sus turulatos convecinos; una Legislatura doña Carmela Bedoya de Pulgarín, la pedago- pronto dice Ester Salina: "Valdreme aquÍ de que decía misiá Nicolasa.
munífica que erigió aquella parroquia en cabe- ga ilustre; síguelo la embelesada turbamulta. las palabras de María", y se postra de hinojos, Mas como la muchacha no era ninguna
cera de Circuito. En la nave central e~tán en rueda todos los y cruza los brazos, y echa toda la "Maunífica", pintada en la pared, y como siempre fue
"iAh, el Circuito!" -y don Juan abría taburetes del pueblo, el gran tablero de va- desde e! "engrandece" hasta e! "por los siglos". de la humana condición eso de pasar de
aquella boca, y abría aquellos ojos, y abría queta embetunado y la ostentosa mesa de los El Cura:hocoliaba; se sonaba don Juan por un extremo a otro, Carmen Aguirre, con
aquellas patas. Ese Circuito que llevó tantos "réplicas y catedráticos", paramentada con disimular los pucheros; misiá Nicolasa pali- todo su ñapanguismo, con todo y el mote
hombres sapientÍsimos, que estableció el foro, las colchas de damasco de misiá Nicolasa. decía de emoción ante la belleza y e! saber de de Perjuicia, se les impuso al fin y al cabo
que elevó el pueblo a la categoría de ciudad, que Lo más granado de la ciudad ha acudido; aún su pimpollo. . con su carácter insinuante, con su corazón
postergó, que puso bajo su planta aquellas al- vibran los últimos bolillazos de Felician.o, Siguió luego el examen de francés. El bondadoso y, más que todo, con e! amor a
deas limítrofes tan antipáticas, tan aborrecidas. cuando misiá Camelia toca la campanilla y Fiscal, que era el profesor, abre un texto de su marido y con el estricto cumplimiento de
iQué triunfos, qué glorias! Todo allí asumió un dice: -Se va a dar pricipio al "apto". -Hace OllendorH~ y le dice a una niña: sus deberes de esposa y de madre; y a tanto
carácter eminemememe ciudadano: el jipijapa una señal con los ojos, y, de en medio de la -Bueno, señorita Tangarife, sírvase usted alcanzó en el corazón de sus suegros, que a
del Cura fue reemplazado por la teja clásica, comunidad, sale una muchacha, chirriando verterme al francés las frases que yo le vaya pretexto de que Tato tenía que ausentarse
y, no comemo con la vieja iglesia, no sosegó los "guasintones". diciendo en españoL con frecuencia como minero que era, deter-
hasta crear una juma e iniciar los trabajos de iCuán hermosa e interesante! Viste un Tosió y dijo: minaron de común acuerdo traérsela a su
un nuevo templo; las grandes damas pasaron ornamento de merino azul de cielo, escotado -¿Tiene usted miedo? casa; en la que Carmen vino a ser como un
de la alpargata a la babucha de cordobán; mer- y de manga troncha; áurea soga de filigrana La señorita Tangarife, a pesar de sus cemro que recibía, para devolverlo con creces,
maron un veime por ciento zuecos y bayerones; le da tres vueltas en el cuello, le pende por rubores, pronunció muy claro: el cariño todo de la familia.
estebleciose zapatería; pusieron letreros en tres delante y se coge en una cadera con un -¿Abé bu per? "iQué matrona!" -repetÍa don Juan,
o cuatro tiendas; pimáronse como ocho casas; prendedor de águila; recógele una redecilla la iLos ojos que abrió aquella gente ... ! A este espejo de los optimistas-o "iEs hasta
se empapelaron la del alcalde y la de don Juan enorme castaña; cuatro cachumbos le cuelgan Perjuicia le acomete tal risa que no tuvO más bonita este diantre de Perjuicia!".
Herrera, y tuvieron bombas y mesa cemral; a cada lado; luce zarcillos de lámpara griega, remedio que romper por donde pudo, con Pero así y todo, le echó su buena re-
doña Nicolasa no volvió a admitir pañales en y, en el copete, un ramo de flores de mano la boca taponada con el pañuelo, y salirse . primenda por la carcajada y el desorden
sus balcones, con ser que Tato le había llenado de varios colores. ¡Qué esplendor! Es Ester al atrio a desahogar el ataque. Tres o cuatro aquellos: "iHaber interrumpido con esa
la casa de Perjuiciecitos, pues iba ya para diez Salina Herrera, la seca-leche de misiá Nico- viejas, contagiadas, la siguen, y detrás una montañerada aquella manifestación suprema
años que se había casado con Carmela. lasa, el mimo de don Juan. De pie, cerca a una porción de muchachos y noveleros. El Fiscal de! progreso!".
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Dimitas Arias. 493

VII y ¿Vicema?, Vicenta, la santa viejecita, con los Perjuicios, con Cleto Villa, con los no era otro que e! chuzo de macana, aquel
en vez de un consuelo en su desgracia, vino a gorgojos, con la chusma de rapazuelos que chuzo formidable. Entonces, Dimitas era
Víctima de él -que no hay progreso que ser para El Tullido como un remordimiento. antes lo enloquecieran. el Obispo Gómez Plata, que venía a con-
no las haga- fue desde luego el infeliz Sí, porque aquella mujer, toda abnegación En ese ser, ajeno a las luchas y a los place- firmar a todos los niños del Sitio. Con Su
"Tullido". y cariño, no le apagaba la sed de ternura res de la vida, privado de los goces del amor Ilustrísima rezaba el rosario, y daba tiempo
Siempre había creído el pobre que con que le abrasaba el alma en aquel desierto y de la paternidad, inerte, deformado, sin a que él le comestase las avemarías. ¡Qué
la invalidez vitalicia y sus consecuencias, lo de su vida. vida corpórea, el espíritu, tanto más activo dulces debían resonar en el alma de aquel
tenía Dios más que probado. Pero cuando La anciana había dejado el calor del fogón y cuanto obraba solo en aquella ruina humana, loco las oraciones en boca de su hijo, ese
vio subrogada su escuela por las gratuitas y pasaba los días junto a la cama de "su viejito", tenía que perder la noción de la realidad, del varón preclaro de la Iglesia! Y siempre los
para él acabadas del Gobierno; cuando pre- remendando los pobres guiñapos o hilando vivir, para vagar por las regiones del delirio. sobresaltos por los peligros que corría su
sintió el mendrugo arrojado por la caridad los nevados copos que le diera la caridad de La monomanía de afecto a la niñez, lenta, niño; por las asechanzas de Aguirre.
y surgió en su conciencia la idea de que era Encarnación. La pobre viejecilla se arrecía vacilante en un principio, fue acentuándose La señá Vicenta, esa alma de Dios ocho
un hombre inútil, un parásito obligado de de frío en aquella sala húmeda, donde sopla- poderosa, dominante -chochez o locura, veces bienaventurada, no era para acobardar-
la savia ajena, vino para aquella alma triste ban los cierzos de esas alturas andinas. nadie supo definirlo. se demasiado con las locuras de su marido,
el Getsemaní de sus dolores. Solitarios como la tristeza, silenciosos Es lo cierto que aquel Niño Jesús, a quien ni menos aún para definirlas y apreciarlas.
¡Qué amargura la de ese cáliz inagotable! La como la virtud, se acurrucaban los dos espo- siempre había querido tanto y tributado e! Bien se le alcanzaba que esta chochez era
fe que henchía aquel corazón sencillo, se con- sos todo e! día, y el otro, y el siguiente. El culto ferviente y tierno del cristiano a su harto extraña en un hombre que ella. había
turbó en la crisis. Ansias de morir le asaltaron. pan de la caridad que a nadie falta en nuestras Dios, a su Dios que quiso humanarse en la considerado siempre tan sabio y tan reli-
Morir no para unirse a su Dios, sino para dejar aldeas, ¿quién sino Perjuicia debía traerlo? niñez desvalida, vino a ser para aquel loco, gioso. Así y todo, no podía menos de reír
aquella vida miserable, onerosa, a una pobre En cuanto la rapaza, en medio de su atur- no una imagen, ni siquiera la representación al oírle tantos disparates.
anciana que él había envuelto y precipitado dimiento, pudo darse cuenta de la situación del más grande misterio de su religión, sino La noticia de las "ideas" del maestro corrió
en su desgracia, y a un pueblo a quien él debía de su maestro, ocurriósele en su inventiva, una criatura en carne y hueso, sangre de su por todo el pueblo desde el principio, y mu-
sustento, consideraciones, tal vez prestigio. salir ella misma a recoger el condumio para sangre: su hijo, su unigénito, Dimitas Arias, chas personas fueron a verle, con achaque de
Tiempo hacía que su organismo, anulado por el par de viejecitos. Agobiada por enorme e! ser más hermoso de la cr~ación. llevarle algún socorro, para satisfacer solamen-
el sufrimiento, para nada entraba en la dicha cesto, no había casa a donde no se ilegara Fue bajado de su altar y despojado de sus te la groserota novelería. "¡ ... cito!" -les decía
de vivir; tiempo hacía que aquel ser humano con su muletilla. "La limosna p'al Tullidito"; ropajes e insignias, para ser luego envuelto, la señá Vicenta a los visitantes-o Y agregaba
se había dado cuenta y razón de que su parte y en esta costumbre perseveró la muchacha como en el portal de Belén, en los pobres paso: "Él siempre está distraído, el pobre Tu-
animal era como un sarcasmo de naturaleza, hasta casarse. De ahí en adelante, sostuvo ella harapos de la cama de! Tullido. Lo arrullaba llidito. Tan siquiera no está furioso".
como una prueba inaudita de la Providencia. misma al Tullido a sus propias expensas. Hizo con los cantos de las madres a sus niños, y Cuando los grandes certámenes, esta-
Por eso la vida la refería toda al espíritu, al más: recabó de Toto y de su suegro que le se quedaba dormido abrazado a la prenda ba el maestro Dimas en e! apogeo de su
corazón. Pero he aquí que de repente, por un reedificasen al infeliz maestro la vieja casa, que de su corazón, para despertar, sobresaltado, locura.
hecho tan común como inopinado, aquella ya se venía abajo. Las oraciones, ese hermoso con este grito: "¡Me lo mata! ¡Me lo mató Perjuicia iba a verlo a menudo, y salía cada
actividad se encontró sin objeto en qué em- regalo con que la pobreza recompensa al rico ese Aguirre!". vez más impresionada con sus e;I:travagancias
plearse. Con la desbandada de la escuela, con la que la socorre, las elevaban a tarde y a mañana Vino la enseñanza: Dimitas deletreaba, y más compadecida de su demencia.
lobreguez de su casa, acabose para él ese campo el par de ancianos por su bienhechora. Dimitas escribía en la arena, leyó después
que cultivar; el calor en antes no apreciado de Sin embargo, la nostalgia de niñez, esa de corrida e hizo planas que ni soñadas.
afecto y de ternura que le daban sus alumnos necesidad que arrecia con los años, que se Locura extraña, delicada en su misma ex- VIII
-hijos suyos por el espíritu-o ¿Si Dios que- hace apremiante en la senectud, seguía expe- travagancia: nunca se le ocurrió que su hijo
rría también anularle las facultades del alma, rimentándola, sin definírsela, aquel viejo sin necesitase de alimento: nada para el cuerpo, Se acercaba la gran festividad del orbe cris-
después de haberle anulado las del cuerpo? ¿Si hijos, aquel maestro sin discípulos. Seguía todo para el espíritu. Vestíale a veces sus tiano, la fiesta por excelencia de los hogares
sería él uno como cadáver insepulto? ¿Si sería cada vez más abrasadora, la sed de aquel galas episcopales y le ponía en la manita, no antioqueños: aquélla que, con su idílica
eso la existencia? desierto; vino el espejismo: soñaba despierto la flor de otro tiempo, sino e! báculo, que sencillez y santa poesía, obliga a la familia a
congregarse, atrae a los miembros ausen[es, Perjuicia corre con la distribución: las
hace pagar el tribu m de lágrimas a los muer- delicadezas y filigranas para el Cura, para el
ms queridos y cultiva los afectos más puros señor Fiscal; los buñuelos ingentes para las
del corazón. Ni en la casa más pobre de estas Zutanitas y .Menganitas; la enorme batea de
montañas deja de celebrarse. En nuestras al- na[illa de quesito y la cuyabrona de buñue-
deas, los mendigos imploran, no ya el bocado los de cargazón para los presos de la cárcel;
de pan, sino la moneda para hacer en su choza en fin, la ración para el pobre, el plato que
los plams obligados de nochebuena. Y es que bendice la abundancia del rico. Al Tullido, Primera publicación del cuento
nuestro pueblo no ve en esta festividad una como era de rigor, le reservaba de todo con "Dimitas Arias", aparecida en
costumbre tradicional y religiosa únicamente, opulencia y largueza. El MOlltaiíés. Revista de Literalllta,
que ve un deber ineludible de cristiano: en Todos los afanes anricipados de la Perjui- Artes y CiC/lcias
el fogón donde no se hace la "nochebuena" cia eran para tener libre el día siguiente, a fin
se revuelca el Diablo, y toda la casa queda de fabricar, en compañía de Cleto Villa, y de
contaminada. algunos chicos, el pesebre del Tullido. Desde
En la de don Juan Herrera había comen- niña había sido una de las más asiduas a es[as
zado el brete desde la antevíspera. Aquella deliciosas faenas, en las que tomaban parte,
cocina era un embolismo, un caos de ceda- especialmente para acarrear los materiales,
zos y coladores, de pailas y de cazuelas, de casi todos los muchachos de la escuela, razón
trastos y de cacharros de toda especie. Las por la cual el [al pesebre era clásico en el
señoras de la casa se muhiplican: cuelan, pueblo. Perjuicia no dejó ni un año de ayudar
ciernen, amasan, baten. Aquí chirrían los bu- en la empresa, a pesar de sus obligaciones de
ñuelos; allá revienta la narilla; acullá se cuaja señora de casa y de madre de familia.
el manjar blanco. Corre el bolillo sobre la Ella y Cleto se proponían aquel año hacer
pasta de hojuelas; el mecedor no cesa entre una maravilla; y no sólo por sentimiento de
el hirviente oleaje; forma copos de espuma la piedad y por diversión, sino porque ambos a
superficie del almíbar; en esta piedra muelen dos habían mandado la novena al Niño, para
la yuca y la arracacha; en aquélla, la canela y que le qui[ara al Tullido "las ideas".
la nuez moscada; en artesas y platones blan- Desde las sie[e de la noche, la casa del
quean los quesitos y las cuajadas; campan la Tullido era un hervidero con la gente que
manteca y la mantequilla en hojas y cacero- enrraba y que salía.
las; sahan los huevos en cascadas amarillas. ¡Nunca en el pueblo se vio prodigio como
Se sofoca ésta desmenuzando, atiza aquélla aquél! Ocupa todo el testero de los santos.
por todas partes; unas mandan, otras piden. La puerta del cuarto de señá Vicenta quedó
Los chicos todo 10 husmean, todo 10 tocan, casi cegada, con sólo una abertura por donde
de todo se antojan, de todo comen. Cuál la viejeci[a podía pasar de lado raspándose
se ofrece para traer los azahares, cuál para y magullándose. Has[a el vértice de aquella
soplar la forja, cuál para acarrear la vajilla. pajiza [echumbre llegan las guaduas que
Los grandes entran, indagan, salen, tornan a se cruzan en arcos ojivales; más abajo se
entrar, tornan a salir, y, ahora buñuelo, luego entrelazan los chusques, formando tupida,
raspado, cuando llega la hora del banquete erizada bóveda de verdura; cuelgan de las
está toda aquella gente más para agüitas de vigas racimos dorados de plá[ano guineo,
. .
apIO que para manjares. gajos descomunales y artificiosos de naran-
Dimitas Arias· 497

jas y enonnes ramos de espigas rojas de cardo parásitas y todos los prodigios de nuestras
y de flor de uvito; ringleras de palomas de selvas. En el centro, el santasantorum: un
cuerpo de cera negra y de cola y alas de papel sudadero de junco por techumbre; por
plegado en forma de abanico medio abierto, columnas, dos popos forrados en el mismo
se mecen al extremo de hebras suriles; la na- papel que tapiza la sala de don Juan; a lado
ranjuela, ese recurso decorarivo de tierra fría, y lado, como guardianes del recinto, sendos
se columpia en gargantillas desde las vigas, reyes de espadas recortados primorosamente
pende en festones por las paredes, se apiña por la fina tijera de Perjuicia; detrás de ellos,
en mazorcas sobre la tabla de los santos, y dos caracoles marinos, ornato de las mesas de
en todas partes alegra con su púrpura y su misiá Nicolasa; un pañuelo de seda verde vela
tersura metálica; decora el nicho de mi padre el misterio. En candeleros de barro dispersos
San Roque grandioso arco de género blanco, acá y allá; en alcayatas clavadas a las paredes,
abullonado en bombas regulares, separadas en tres arañones de palo que cuelgan de las
por lazadas de madejas de lana de los colores vigas, arde como una gloria todo el sebo que
más escandalosos; la Virgen de Valvanera, labró Encarnación.
la de la Cueva, todos los santos, quedan Todo era allí alegría y bullicio. Sólo El
sepultados bajo el tapiz espeso de colchón Tullido permanecía indiferente en esta fun-
de pobre y colchón de rico, y sobre él resalta ción que él mismo había motivado. Recos-
ostentoso un zodíaco de amarillas flores de tado en su camilla, que ostentaba las galas
muerto. Bajo este solio, un terruño antio- de renovación, estrechaba en sus brazos, en
queño d~ asperezas, de escarpas prodigiosas. místico silencio a su Dimitas.
En la cumbre de un picacho se yergue, cual si Los pesebristas, entre tanto, se hallaban
fuera la apoteosis de nuestra democracia, una en mil apuros y secreteos. Consultada la señá
negra gigantesca de cera con tamaña batea de Vicenta, les dijo: "No tienen pa qué: él no lo
buñuelos en la cabeza. Búrlase con olímpica afloja. Si no consiguen otro, se pierde este
sonrisa de una ciudad liliputiense que le pesebre tan precioso. Ni se lo propongan
queda al frente, en el borde de vertiginoso porque se enfada".
precipicio: es Belén de Judá. Sus magníficos Esto que tal oye la Perjuicia, llama a
palacios de cartón recortado, sus grandio- Cleto Villa "a palabra y perdón", y salen
sas basílicas de tabla de pino se le antojan ambos muy apurados calle arriba. ¿Con-
monumentos levantados al monstruo de la seguir Niño en noche como aquélla? ¡Un
tiranía y al mito tenebroso del fanatismo. Por milagro! Y aquí de los recursos de Perjuicia.
las gargantas, por los desfiladeros, por las La que inventó el mataculín en redondo y
hondonadas se apelmaza el capote color de el botadito, mal podría desmentirse en esta
rosa, el de verdor pálido; los líquenes blan- circunstancia suprema. Fuese a su despensa,
cos que semejan esponjas, los mechones de hizo bajar una de las turegas de maíz que
musgo oscuro y afelpado, la oreja y la barba colgaban de una viga, y luego, con la mejor
de palo. Plumajes de guacamaya y de cardenal, mazorca y algunos trapajos viejos, formó un
de toche y de gallos de monte alfombran los muñeco: cátate a Dimitas. Llegose a poco
ribazos y se tornasolan en las pendientes. al lugar del conflicto, sentose junto a la
En la base frontal de la obra de Cleto Villa camilla y principió a hacerle mil carantoñas
y de Perjuicla se entretejen helechos, cardos, y zalamerías a su maestro. Cuando menos
lo pensó Cle(O Villa, Perj uicia le meda por Aún no se han levantado los fieles, cuando
debajo de la ruana al Dimitas verdadero, en el velo verde se descorre, y el Niño Jesús, en
tanto que, volviéndose al Tullido, le decía traje episcopal, con el mundo en la diestra y
con mucho cariño: un platico de natilla en la siniestra, aparece,
-No vaya a destapar a Dimitas, que pue- esplendente, glorioso, sobre el disco infla-
de darle ceguera con tamo velería. mado del sol. Edison del grande invento fue
-Aquí lo tengo empuñao en el rincón Cleco Villa: un papel engrasado y detrás una
-murmuró el pobre loco con transporte, candileja.
,El ánima sola
estrechando la mazorca. Hubo un paréntesis de jolgorio admira-
A poco principiaron la novena. tivo; siguió luego el rosario, y lentamente
(Traducción libre del pueblo)
Mucho hubiera gozado el maestro con la fueron retirándose los concurrentes.
"leyenda" de Perjuicia: aquel (Ono gemebun- Sólo han quedado los Perjuicios, Cleco
do y atragantado, las voces disparatadas, el Villa y uno que otro admirador. Apagada
irrespe(O a los signos de puntuación, hacían la luminaria, se acerca Perjuicia al Tullido 1
de aquella novena, leída con tan(O fervor, y le dice con ese cono infantil y chancero
una de esas plegarias que suben al cielo" en con que trataba a codos los pobres y des- En aquel tiempo, como dicen los Santos gado, resarcido de (Odas se consideró con
olor de suavidad". graciados: Evangelios, hubo una estirpe que llenó el el regalo: parecía hijo de gigantes, y ~ra tan
¿Le concedería Dios lo que pedía? Tal vez -Ole, Tullidico, ¿quiere que comamos universo con su fama. Su nobleza fue la más hermoso y perfec(O que a nada en el mundo
sí: cuando, al acabar una jornada, hizo pausa, nochebuena? alta y esclarecida; sus hombres codos, héroes podía compararse. Pesase el recién nacido,
oyó, y lo oyeron (Odas, que El Tullido ronca- -No lo molestés -le dice su mari- y conquistadores; riquísimos sus feudos y y diez veces su peso fue mandado, en oro, a
ba: dormía tan poco últimamente, que es(O le do-, dejálo dormir en sana paz. regalías. Mas la muerte, envidiosa de esta varios templos y samuarios. Su Sacra Real
auguraba mucho bueno a la peticionaria. Sentáronse (Odas a des acalorarse para la raza, sólo dejó un vástago para propagarla. Majestad vino en persona a sacarle de pila;
A poco de haber terminado la novena, salida, y El Tullido, con el habla tartajosa, Con los títulos y privilegios que en él reca- repartiéronse ducados entre el pueblo, cual si
declaró Cleco que iban a ser las doce -las medio borrada, de los dormidos, murmuró: yeron, vino a ser el castellano más poderoso fuese jura de soberano; celebráronse fiestas
doce de aquella noche en que florece en la de su época. Los reyes mismos le agasajaban, por ocho días, y numerosos mensajeros lle-
"Ven. mi Niño amado.
tierra la yerbabuena y se postra la Virgen de porque le temían. varon la nueva a ciudades y castillos. Timbre
Ven. no tardes tanto".
rodillas en el cielo--, y codos se prosternaron En su ansia de perpetuarse, de restaurar de Gloria se nombró al heredero.
a rezar el G/aria in e.xce/sis Deo, leído por Per- " ... icico! -exclama la señá Vicenta-le la grandeza del apellido, pedía a Dios hijos Rejuveneció el castellano con la dicha: de
juicia en el Euro/agio romano; luego, por medio está rezando a su Dimitas ... ". varones por decenas. Como no se los diese sombrío y sanguinario, cornose regocijado y
de una jaculacoria que allí mismo improvisó, A la madrugada siguiente, cuando la an- bajó a dígicos y, por úhimo, a la unidad. Pero compasivo. Bajó a sus pecheros los impuescos;
formuló ella su petición, y codos guardaron ciana fue a llevarle el desayuno, lo encontró Dios, o no estaba por excelsitudes de la tierra envió sus mesnadas en defensa de la cristian-
silencio para hacerla. muerco, abrazado a la mazorca. o quería mortificarle: a cada espera enviábale dad; dos galeras, costeadas a sus e:xpensas,
una hembra, cuando no dos. purgaban los mares de infieles; y las limosnas
Entre la ilusión y el desengaño llegó el salían de sus arcas como de manantiales
caballero a la vejez; y su tercera esposa, sus insecables. Colmó a las hijas y a la esposa,
trece hijas y la muchedumbre de vasallos le especialmente, de atenciones y finezas; hizo
pagaban el desaire. Sus crueldades aterraban alianza con muchos caballeros, y grandes
la comarca; en los calabozos gemía coda una agasajos en su castillo.
muhiwd de desgraciados; de las horcas del Señores y vasallos, amigos y extraños
castillo colgaban los siervos en racimos. Al' compedan en cariño al vástago precioso
clamor de tantas almas, fue Dios servido que trajo a la comarca tanras bendiciones.
de ocorgarle al magnate un heredero. Pa- Timbre de Gloria confirmaba día por día el
lo pensó Cle(O Villa, Perj uicia le meda por Aún no se han levantado los fieles, cuando
debajo de la ruana al Dimitas verdadero, en el velo verde se descorre, y el Niño Jesús, en
tanto que, volviéndose al Tullido, le decía traje episcopal, con el mundo en la diestra y
con mucho cariño: un platico de natilla en la siniestra, aparece,
-No vaya a destapar a Dimitas, que pue- esplendente, glorioso, sobre el disco infla-
de darle ceguera con tamo velería. mado del sol. Edison del grande invento fue
-Aquí lo tengo empuñao en el rincón Cleco Villa: un papel engrasado y detrás una
-murmuró el pobre loco con transporte, candileja.
,El ánima sola
estrechando la mazorca. Hubo un paréntesis de jolgorio admira-
A poco principiaron la novena. tivo; siguió luego el rosario, y lentamente
(Traducción libre del pueblo)
Mucho hubiera gozado el maestro con la fueron retirándose los concurrentes.
"leyenda" de Perjuicia: aquel (Ono gemebun- Sólo han quedado los Perjuicios, Cleco
do y atragantado, las voces disparatadas, el Villa y uno que otro admirador. Apagada
irrespe(O a los signos de puntuación, hacían la luminaria, se acerca Perjuicia al Tullido 1
de aquella novena, leída con tan(O fervor, y le dice con ese cono infantil y chancero
una de esas plegarias que suben al cielo" en con que trataba a codos los pobres y des- En aquel tiempo, como dicen los Santos gado, resarcido de (Odas se consideró con
olor de suavidad". graciados: Evangelios, hubo una estirpe que llenó el el regalo: parecía hijo de gigantes, y ~ra tan
¿Le concedería Dios lo que pedía? Tal vez -Ole, Tullidico, ¿quiere que comamos universo con su fama. Su nobleza fue la más hermoso y perfec(O que a nada en el mundo
sí: cuando, al acabar una jornada, hizo pausa, nochebuena? alta y esclarecida; sus hombres codos, héroes podía compararse. Pesase el recién nacido,
oyó, y lo oyeron (Odas, que El Tullido ronca- -No lo molestés -le dice su mari- y conquistadores; riquísimos sus feudos y y diez veces su peso fue mandado, en oro, a
ba: dormía tan poco últimamente, que es(O le do-, dejálo dormir en sana paz. regalías. Mas la muerte, envidiosa de esta varios templos y samuarios. Su Sacra Real
auguraba mucho bueno a la peticionaria. Sentáronse (Odas a des acalorarse para la raza, sólo dejó un vástago para propagarla. Majestad vino en persona a sacarle de pila;
A poco de haber terminado la novena, salida, y El Tullido, con el habla tartajosa, Con los títulos y privilegios que en él reca- repartiéronse ducados entre el pueblo, cual si
declaró Cleco que iban a ser las doce -las medio borrada, de los dormidos, murmuró: yeron, vino a ser el castellano más poderoso fuese jura de soberano; celebráronse fiestas
doce de aquella noche en que florece en la de su época. Los reyes mismos le agasajaban, por ocho días, y numerosos mensajeros lle-
"Ven. mi Niño amado.
tierra la yerbabuena y se postra la Virgen de porque le temían. varon la nueva a ciudades y castillos. Timbre
Ven. no tardes tanto".
rodillas en el cielo--, y codos se prosternaron En su ansia de perpetuarse, de restaurar de Gloria se nombró al heredero.
a rezar el G/aria in e.xce/sis Deo, leído por Per- " ... icico! -exclama la señá Vicenta-le la grandeza del apellido, pedía a Dios hijos Rejuveneció el castellano con la dicha: de
juicia en el Euro/agio romano; luego, por medio está rezando a su Dimitas ... ". varones por decenas. Como no se los diese sombrío y sanguinario, cornose regocijado y
de una jaculacoria que allí mismo improvisó, A la madrugada siguiente, cuando la an- bajó a dígicos y, por úhimo, a la unidad. Pero compasivo. Bajó a sus pecheros los impuescos;
formuló ella su petición, y codos guardaron ciana fue a llevarle el desayuno, lo encontró Dios, o no estaba por excelsitudes de la tierra envió sus mesnadas en defensa de la cristian-
silencio para hacerla. muerco, abrazado a la mazorca. o quería mortificarle: a cada espera enviábale dad; dos galeras, costeadas a sus e:xpensas,
una hembra, cuando no dos. purgaban los mares de infieles; y las limosnas
Entre la ilusión y el desengaño llegó el salían de sus arcas como de manantiales
caballero a la vejez; y su tercera esposa, sus insecables. Colmó a las hijas y a la esposa,
trece hijas y la muchedumbre de vasallos le especialmente, de atenciones y finezas; hizo
pagaban el desaire. Sus crueldades aterraban alianza con muchos caballeros, y grandes
la comarca; en los calabozos gemía coda una agasajos en su castillo.
muhiwd de desgraciados; de las horcas del Señores y vasallos, amigos y extraños
castillo colgaban los siervos en racimos. Al' compedan en cariño al vástago precioso
clamor de tantas almas, fue Dios servido que trajo a la comarca tanras bendiciones.
de ocorgarle al magnate un heredero. Pa- Timbre de Gloria confirmaba día por día el
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nombre que le dieron; en su persona pareció Como, ya en esa edad, tuviera una fiereza, Nunca tal hiciera. Grande atención prestó -Padre y señor: tomad mi propio acero
concentrarse e! lustre y la grandeza de sus unas lozanías y una beldad que ponían pálida e! licenciado al desbordante relato de! doncel; y quitadme la vida; no la merezco ni la
antepasados. El castillo, enantes tedioso y y convulsa a cuanta hembra le mirase, quiso y luego, con aire y tono de quien posee un quiero. No la merezco, porque tengo de
solitario, convirtiolo e! infante en animada e! padre darle estado, a fin de que le dejara, secreto por nadie sospechado, dejose decir faltar al honor; no la quiero, porque no hay
corte de placeres y discreteos. Tenía a per- antes de marchar a la guerra, un par de nie- estas palabras: bajo e! cielo hombre más desgraciado que
petuidad un cuerpo de físicos que le velaban tos, por lo menos. Tras de largo discurrir y -Hermosa como el sol es tu prometida, vuestro hijo.
por turno, para extirpar, en cuanto asomase, excogitar, atúvose a la fama, y eligió a Flor de amigo mío. Rica-hembra más celebrada no -iLoco! ... ¡Mi hijo está loco! -pro-
e! amago de la enfermedad; y todo por lujo Lis, hija de un poderoso castellano y tenida conozco; pero ... rrumpió el castellano, presa del espanto.
solamente, porque Timbre de Gloria era la en el Reino por la más bella y recatada. -¿Pero qué, maestro? -No esroy loco, padre y señor -re-
misma salud. Academias laicas y clericales Distante muchas jornadas de! ca~tillo de -iPero! ... -volvió a decir el licen- plica Timbre de Gloria, con acento seguro
lo instruían en matemática, humanidades y Timbre de Gloria estaba e! de la hermosa; a.él ciado. y reposado-o Hoy más que nunca estoy
ciencias teológicas. Habilísimos maestros en se encaminaron padre e hijo, cargados de riquí- y a que se explicase no fueron parte ni en mis cabales; pero ni vos ni nadie en e!
artes bélicas, musicales y venatorias fueron simos presentes, con gran séquito de escude- el ruego, ni las promesas, ni las lágrimas de mundo será poderoso a que yo tome por
llamados de lejanas tierras, para adiestrarlo ros y servidumbre. No bien hizo la petición e! su discípulo. Separose de Reinaldo con e! mujer a Flor de Lis. ¡Por mis padres que me
en tan caballerescos ramos. caballero cuando le fue concedida; y al avistarse corazón emponzoñado. Ese pero que nada escuchan, por e! Dios que está en los cielos,
No en balde: a los dieciséis años daba los prometidos, ambos a dos estuvieron a pun- definía, que nada concretaba, tuVO para él, en juro que sólo en pedazos me llevan al altar
quince y raya a unos y otros. Abismados se ro de desmayarse: tan hermosos y seductores la boca autorizada de su maestro y amigo, la y que no tomaré por esposa a otra mujer!
quedan los frailes con las hondas cuestiones se hallaron uno a otro, de tal modo traspasados sugestión terrible de lo desconocido. De antemano me declaro reo de muerte, y
que a menudo les propone; con los silo- por puntas de amor. Concertáronse las bodas ¿Qué sería? ¿Qué no sería? ¿Un alerta, os pido, padre mío, cumpláis la sentencia.
gismos, en la más castiza latinidad, de que con e! plazo perentorio de los preparativos, y, acaso? ¿Un pronóstico? ¿Cuántas y cuáles Tomad mi espada ... No vaciléis un punto.
se vale a cada paso. No menos se pasman después de tres días de espléndidos festejos, consecuencias tendría eso en su destino? -Álzate, hijo mío; envaina el acero,
los matemáticos, al ver cómo caben y se partieron los peticionarios. ilmposible adivinarlo! mas, fuese esto, aquello que estás loco.
relacionan en tan juvenil cabeza lo mismo Tamaño acontecimiento trascendió hasta o lo de más allá, no le cabía du4a que era algo - Tratadme como a tal, si así lo creéis;
los ápices de! número y de la fórmula que los reinos limítrofes: apenas si cabría en e! grave, tal vez vergonzoso, que, en su inexpe- pero mi juramento es irrevocable.
las abstracciones de! plano y del sólido. mundo pareja más hermosa, más ilustre, }' riencia de niño, no le era dado ni sospechar Dijo y salió.
Ninguno como Timbre para garbear en e! novios e! uno para e! otro más apropiados. siqUiera. Creyose en el castillo que, sobre la locura
potro más indómito; ninguno como él en Timbre de Gloria estaba como loco: aun a las Sólo así se explicaba la obstinación de su de! hijo, vendría la muerte del padre: tan
el manejo de gerifaltes y halcones; ningu- fieras de! monte, hasta a los mismos muros de! maestro en aclarar el asunto; de otra suerte espantosa fue la apoplejía que le acometió.
no, para disparar venablos y ballestas. A su castillo quería comunicarles su ventura; enaje- no concebía aquel pero en boca por la que Pero estaba de Dios que escapase de ésa. No
flecha no se escapan las pajaritas de! cielo, nábase con la ausencia: eternidad se le volvía la hablaban la prudencia y la sabiduría. por ello amainó Timbre de Gloria. Ni su
y en cuanto echa la jauría por delante, no rapidez vertiginosa con que se gestionaban los Labrándole, corroyéndole la palabra cada madre ni nadie pudo arrancarle las razones
hay alimaña segura, a ver por qué no se aprestos y dilige~cias del matrimonio. vez más, llegó al castillo tan tembloroso y que le asistían para tamaños desafueros.
enmadriguera en el mismo centro de la Más que con los garzones de su clase, desencajado, que todos a una tuviéronlo por Días después, llamo lo el caballero a su
tierra. Traslada a grandes distancias pesos le ligaban vínculos de tiern;;. amistad con su próximo a expirar. Corrieron los escuderos, presencia, y le ordenó: Trepa a la torre del
enormes, como si fueran copos de algodón; maestro predilecto, el licenciado Reinaldo, corrió el padre, corrió la madre, corrieron homenaje y, con tu propia espada, borra el
para trepar y dar saltos, sólo las corzas lo varón docdsimo y preclaro, en quien cifró el las hermanas; bajáronlo del coree! como un lema y la heráldica de nuestro blasón.
rivalizan; en camo y danza, parece hijo de mancebo cuanta fe y seguridad cupo entre difunto y lo llevaron en vilo hasta su lecho. Ardua fuera la empresa para otro. En el
Apolo y de Terpsícore; tañe, como él solo, amigos. El tal se hallaba, últimamente, en A la gritería y confusión, cobró alientos e! lado más visible del altanero torreón, sobre
desde el pastoril caramillo hasta la cítara del la corte, y Timbre de Gloria acudió en su mancebo; mas fue para arrojarse desaten- . la serie paralela de saeteras, campaba, labrado
poeta; y en cuanto a desatarse en improvisa- busca, para hacerle partícipe de cuanto le tado y ponerse de hinojos a las plantas de en piedra de sillería, el enorme escudo. Su
das endechas, al compás de un laúd, es para acontecía y esparcirse con él en deliciosas su padre. En tal guisa sacó la tizona y, con divisa en latín y en grandes caracteres podía
el doncel lo mismo que conversar. confidencias. voces doloridas y entrecortadas, dijo así: leerse a muchísima distancia. Traducida al
romance, rezaba, más o menos: Primero la repugnantes pieles; cíñe!e luego los hierros No sobrevivió la infeliz a tanta desven- que era paree, y, a tiempo que pasaba de
mueree que el deshonor. remachándose!os él mismo con su propia tura. Sus hijas e hijastras, unas quedaron Las Pandectas a El Digesto y de los fueros a las
Apresurose el mancebo a cumplir su mano. Apárcase unos pasos, no bien termina; locas, otras fatuas y tontas las restantes. pragmáticas, oyó que Timbre de Gloria, con
cometido. Colgó de las almenas una escala a brama de ira y, entre acecido s y temblores, le Los siervos se alzaron a mayores; y sobre voz triste y suplicante, le dijo al oído: ¿Pero
manera de trapecio; deslizose por ella como dispara estas palabras: los inmensos dominios y riquezas de tan qué, maestro?
un acróbata, sacó la espada y principió. Había -¡Maldito sea e! día en que te engendré! ilustre raza cerniose la rapiña. Soplo helado de ultratumba le recorrió
para rato. Trabajó desde e! alba hasta la noche. ¡Malditas las entrañas que te concibieron! Flor de Lis, entre tanto, se agostaba las véreebras, le erizó los pelos, y lo dejó en
Nada le detuvo: ni la dureza de la piedra, ni lo ¡Aparea de mi vista, hijo desnaturalizado! como azucena roída por e! gusano. Viuda la silla como petrificado. Allí quedara, si un
disparatado de! instrumento, ni la violencia ¡Vete a acabar tu vida, enterrado a pan yagua, moralmente, muerta para e! mundo y con e! trueno horrible que conmovió los cimien-
de la posición. Pasaban días y días, y e! doncel en e! sótano más hondo de! castillo! ¡Púdrase alma enferma, metiose religiosa en orden de tos de la tierra, no 10 botase de! sillón y 10
siempre colgado. Ni una palabra le dirigió su ru cuerpo, hierva de gusanos antes de morir- estrecha regla. volviese a la vida. Tirose en e! lecho como
padre en tanto tiempo. Si creyó al principio te, abísmese tu alma en los infiernos y caiga Tan tétricos sucesos fueron asunto de un sonámbulo, y la conciencia, muda hasta
que con e! recurso de la borradura cedería sobre ti la maldición de tu padre! una balada gemebunda, con que los dulces entonces, le habló.
e! obstinado, ya lo dudaba. En su cólera, no Repitió e! eco las palabras, obscureciose y errantes trovadores disipaban el tedio de A la mañana siguiente se postraba, ba-
sabía a qué castigo apelar. e! cielo, corrió e! espanto en la comarca; y los magnates y hacían llorar a las castellanas, ñado en llanto, retorcido de dolor, ante un
Llegó un día en que de la gloriosa y Timbre de Gloria, escoltado por sus propios en las sombrías veladas de! invierno. sacerdote. De roda le absolvió ... menos de!
complicada heráldica no quedó ni vestigio escuderos, marchó a la condena. pero. Vuela al Obispo, y tampoco: eS deli-
en el escudo. Fuese Timbre de Gloria a su Un pergamino, escrito por e! Capellán to reservado al Papa, al Papa únicamente.
padre y le dijo: Venid a ver si he cumplido de! castillo y firmado por una cruz -que era II ¿Qué hace?
vuestras órdenes. todo e! aucógrafo de! castellano- fue remiti- Sale y publica su falta por calles y por
y fue e! padre y vio. do al padre de Flor de Lis. Por tal documento Ni una vez, ni una, se acusó a sí propio e! plazas; corre a sus arcas, vacia las talegas
Mandó al garzón se vistiera los arreos se le hacía saber la locura del mancebo y e! licenciado de la tragedia de! castillo. A raíz y reparte e! oro entre los pobres; va a un
y las galas de caballero y tornase a su pre- fracaso consiguiente de las bodas. de! pero, tembló por su ca~eza, temiendo escribano y cede 10 demás a templos y hos-
sencia; mandó a sus escuderos le trajesen De allí a poco, dio e! anciano en sacrílega que e! garzón le divulgase; con la mueree pitales. Nada se reserva. Viste luego el sayal
las cadenas y los grillos más pesados que demencia. No la mano, sino e! pie, puso en de! castellano respiró. Para e! corazón de de peregrino; coge un báculo y emprende,
hubiera en los calabozos, la pellica más vieja e! rostro de! Capellán; acabó a golpes de ángel que le quiso con ternura y le colmó a pie descalzo, camino de Roma. Implora
que encontrasen en la cabaña de los pastores hacha con cuanta imagen de santo había en de favores; que llevó, sin venderle, sin mal- donde llega e! mendrugo de pan; duerme
y las tijeras con que esquilaban las ovejas. e! castillo, suspendió de la horca la estatua decir de su nombre, la espina envenenada, en despoblado sobre asperezas y cantiles;
Donce! y escuderos tornaron a un tiem- de San Miguel, patrón glorioso de su raza; no tuvo luego e! victimario ni e! perfume golpéase e! pecho con piedras puntiagudas.
po; ellos, temblando de espanto; él, sereno convirtió la capilla en perrera, y las veneran- de un recuerdo. Demacrado, macilento, e! cuerpo una sola
e impasible. das reliquias de máreires, que de siglos atrás Pasó e! tiempo y hasta la misma balada llaga, toca a las puertas de la Ciudad Eterna,
Mándale e! padre ponerse de rodillas y, en guardaba la familia como tesoro preciosísi- se olvidó. treinta y tres meses después. Merced a los
cuanto lo hace, córeale a tajos la cabellera de mo, fueron arrojadas al muladar. Viento favorable había elevado allicen- buenos oficios de unos monjes llega hasta
arcángel; júntala en manojo, y cual si fuera Tras e! furor, le sobrevino lamentable ciado. Prez y honra le dieron sus talentos, su Santidad.
rayo de su cólera, lo lanza hasta e! corral. atonía; entrole frío en e! tuétano, y murió, su saber, los altos puestos que ocupó y Oyole e! Vicario de Cristo y le dijo: Enor-
Cóge!e por e! cuello y lo levanta, tómale impenitente, blasfemo, espantoso. los grandes personajes que frecuentaba. A me es tu delito, hijo mío; enorme ha de ser tu
la espada, páree!a en dos contra la todilla y La inforeunada viuda quiso, al menos, mayor abundamiento, un su tío, arcediano penitencia. Mucho has expiado hasta ahora;
arroja los pedazos a un foso; despójalo de desenterrar al maldecido. Bajó hasta la maz- opulentísimo, lo instituyó su único heredeto. pero ese mucho es a tu falta 10 que una gota
la espuela y las insignias, y, a dos manos, morra y, a la luz de las antorchas con que dos No obstante todo esto, y los cincuenta años de agua al mar. Parte ahora mismo, y, siguien-
frenético, insano, le arranca, le desgarra, pajes le alumbraban, vio al hijo de sus entra- en que frisaba, permanecía célibe. do siempre hacia Oriente, peregrina hasta
le hace añicos recamos, sedas y holandas. ñas revolcado en su propia sangre, aplastada Embebido hallábase una noche e! insigne que mueras. Tomarás, por todo sustento,
En viéndole desnudo, le echa encima las la cabeza como una masa informe. Reinaldo en la maraña de ruidosa litis, de tres bocados cotidianos de pan negro y tres
El Allimi1 50/'1 • 505

veces la porción de agua que te quepa en la cianos agotaban el mismo tema, en llorosos hasta el centro, y dio sobre el féretro los cielo sus agujas; santuarios que brillan en las
cuenca de tu mano. Sólo dos horas dormirás, grupos. Por palabras y frases tomadas aquí treinta y tres asperjes de costumbre. Apenas cumbres como bloques de nieve inconmo-
y éstas al mediodía y siempre sobre piedras y y allá, vino en conocimiento del suceso: la . terminados, cae el sudario, y, alta, rígida, con vible; dilatados monasterios que blanquean
a la intemperie, lo mismo en invierno que en madre Esclava del Cordero había muerto en majestad hierática, se alza la monja y dice: en mitad de las llanuras; villas que en torno
verano. A donde quiera que llegues, solicita olor de santidad y en uso perfecto de sus -Bien haces en hisoparme, peregrino. El de aquéllos se agrupan, cual si buscasen
por los muertos del día, y vela tú solo al que facultades, a la edad de ciento quince años. agua santa de la misericordia cae sobre los su sombra. Veo, en desiertas altiplanicies,
la suerte te depare. Si no le hay, vela este La ciudad toda pedía su canonización. muertos como rocío del cielo. Te esperaba. lazaretos más extensos y hermosos que
esqueleto, que has de llevar siempre contigo, Por los andenes de una plaza, seguido de Por permisión divina, tengo de revelarte gran- los palacios de los reyes. Veo infinidad de
sobre la espalda, pegado a tus carnes bajo el muchos sacerdotes, venía el Obispo. Arrodillo- des cosas. Toma un escabel y siéntate; gira en bajeles de mil formas, que surcan todos los
sayal de lana. Te ceñirás tibias y peronés a la se el peregrino en los portales de un edificio, torno la mirada y dime 10 que veas. mares, que anclan en todos los puertos, que
cintura, como un cilicio; cúbitos y radios, al para recibir la bendición. El aire ascéticb y y su voz, argentina y dulcísima, se mo- llevan en sus velas y en sus mástiles la Cruz
cuello, como un cordel. Toma esta caldereta penitente del romero; su barba centenaria, dulaba en inflexiones de suprema tristeza. de Jesucristo iAh! ... iLa divina enseña por
que contiene el agua inagotable del perdón, que al estar él de hinojos barría por el suelo; Obedeció, subyugado, el peregrino. Velo todas partes! Osténtanla en sus coronas y
y esta rama inmarcesible de olivo. Llévalos los surcos que el llanto había labrado en sus impenetrable cubrió la lámpara del taber- en sus cetros monarcas poderosos que pasan
siempre ocultos y da con ellos paz a cuantos mejillas; la c-xtraña corcova que le formaba el náculo; apagáronse a un golpe los blando- ante mí en incontable procesión; osténtanla
muertos velares. Si cumples esto, hijo mío, esqueleto, llamaron sobremanera la atención nes; tiniebla pavorosa, como de interior de en sus tiaras la serie de pontífices que más
hasta tu muerte, estarás en vía de salvación. de su Ilustrísima. Detúvose un instante; y tumba, envolvió el templo. allá contemplo; en sus mitras, esotra de'pre-
Ciñose allí mismo el esqueleto, tomó la el peregnno, con humildad y unción que -¿Qué ves, hermano mío? -preguntó lados que diviso a 10 lejos; en sus casullas,
bacía y el hisopo ... y a andar, a andar. conmovieron hondamente al prelado, be- la religiosa. legión innumerable de sacerdotes.
¿A dónde no fue? Recorrió mares y con- sole el anillo y le pidió permiso para velar Guardó silencio el peregrino, como ab- -¿y qué más?
tinentes, metrópolis sabias y populosas; la religiosa. Hízole seguir hasta palacio su sortado, y al cabo habló así: - i Siempre la Cruz, hermana mía; por
discurrió por aldeas y cortijos, por comarcas Señoría, y de ahí a poco envió a las monjas -Hermana ... Grandioso, incomparable cientos, a millares, como campo de mieses!
ásperas y desiertas; probó el pan de todas las orden terminante de dejar sola la muerta, espectáculo se ofrece a mis sentidos. Lum- En cada Cruz, un cuerpo suspendido: son
naciones, bebió el agua de todos los ríos y de cerrar la iglesia inmediatamente, y de bre intensísima, para mí desco"nocida, inun- mujeres de ideal belleza. Áspero saco, eri-
aspiró el aire de todos los climas; conoció los enviarle las llaves. da cuanto veo. Lejos de cegarme, mi visual zado por dentro de sutiles puntas, encubre
ritos fúnebres de todas las religiones; veló Con el último toque de ánimas entraba alcanza y precisa a distancias incalculables. sus encantos y se clava en sus carnes; se
muertos de todas las razas y oyó lamentarlos el peregrino en el antiguo templo. La pre- Oigo, y mi audición percibe la armonía de distienden sus miembros, medio dislocados;
en todas las lenguas. sencia de Dios y el misterio de la muerte concierto y distingue, a la vez, el más vago crujen sus huesos; pies y manos se atrincan
Siempre hacia Oriente, hacia Oriente, sentíanse en el augusto silencio del recinto. y leve rumorcillo. Todo 10 entiendo y 10 contra el leño por cordeles de esparto; coro-
llegó al caer de una tarde melancólica a la Luctuosos paños pendían de las bóvedas en defino, por obra de intuición sobrehumana. na semejante a la de Cristo ciñe sus cabezas;
ciudad nativa. oscilantes pabellones, velado estaba el altar En todo estoy a un mismo tiempo, cual si corre la sangre por sus frentes, de sus poros
iTlan! idan! italán! gemían las campa- como en cuaresma. Sobre él, sangriento y tuviera el don de ubicuidad. Ni cordilleras salta el sudor de la fatiga y del suplicio. No
nas, enloquecidas de dolor; seguían otras lastimoso, en Cruz enorme de marfil, se ni nevados limitan el infinito horizonte. Si mueren: se atormentan. Como la santa de
y luego otras, y los lamentos del bronce destacaba un Cristo de Viernes Santo; como esto fuere espectáculo del mundo, el globo Pazzi quieren la vida para padecer; y cada
llenaban el ámbito, y el eco los repetía más astro distante y solitario, alumbraba apenas de la tierra ha debido abrir su planisferio, una de aquellas mártires es descolgada por
tristes cada vez. Respirábase en la metrópoli la lámpara del Sacramento. En la amplia sin perder por ello sus innúmeras sinuosi- sus hermanas, antes de que la tortura la haya
ambiente de orfandad; discurría el gentío con nave central alzábase, negro e imponente, dades. Colocado estoy en el centro, sobre hecho sucumbir; otra la substituye, y a ésta
aire de pesadumbre, y por entre el clamoreo el catafalco de la muerta; seis blandones una eminencia, punto preciso de vista para la siguiente, por que no esté nunca desierta la
de las campanas, oíase como un concierto de reflejaban sus luces en las guarniciones y abarcarlo todo. Cruz del Redentor. Son Las Crucificadas.
sollozos. lágrimas de plata de las fúnebres colgaduras. -¿y qué ves desde allí, peregrino? Limpias como la nieve al descender del cielo,
Avanzó el peregrino ciudad adentro. En Postrose boca abajo el peregrino y oró un -Veo magníficas basílicas de severa, se ofrecen en lento, perpetuo holocausto
todas partes, hombres y mujeres, niños y an- corto espacio; se arrastró, luego, de rodillas desconocida arquitectura, que hunden en el por los crímenes del mundo. Por que la
víctima sea más preciosa; por sacrificar lo Trabajan de rodillas, por su Dios y para raudales de elocuencia. Celebra al samo de la Perdonado estás. Un siglo llevas de expiación:
que más amaron las hijas de los hombres, su Dios, poseídos de fiebre glorificadora. fiesta, al Emperador de Orieme que rescató vas a terminarla en esta vida y a principiarla
sólo hermosura reciben en su seno. A cada pincelada alzan los ojos al cielo y definitivameme y para siempre el sepulcro de en la otra. El día supremo del juicio universal
Deténgome, ahora, ame otro cuadro no se transfiguran: piden inspiración al Padre Jesús, los lugares donde se vertió la Sangre saldrá tu alma del fuego que purifica, para ser
menos indecible. Son como aves blancas que de la Belleza y le ofrecen a un tiempo sus Redenrora y se instituyó la Eucaristía; al es- juzgada la última. También a la pecadora que
vagan sin cesar. Se arremolinan en bandadas; trabajos. Son Los Artistas sin Mancha. pamo del paganismo que extendió el nombre te habla se le esperan tres siglos de esa llama.
se dispersan como pétalos de rosa que se Quedose de promo silencioso, como de Dios por todo el Asia, por las regiones Pecó mucho: esposa de Cristo, necesitó no-
deshojase en el aire; giran, febricitames de abismado en la contemplación. enames misteriosas de Nubia y Abisinia, por vema años para arrancar de su corazón el amor
amor, para posarse luego donde quiera que -¿Por qué callas, peregrino? cuamas islas constelan el Océano ... ¡Veo al a un muerto, a un suicida. Mas el Dios de las
agonicen los mortales. Vuelan de los apesta- -El gozo me roba el alma, hermana samo, lo estoy viendo! ... Es el mismo ... clemencias concediole ciemo quince años de
dos a los leprosos, del lazareto al cobertizo mía, y temo que mi vista se engañe. Estoy -Basta ya, peregrino. (Dijo la religiosa vida terrenal, para que llorase sus culpas, como
del campo, donde perece el aislado. Caídas del en Jerusalén. Sobre la cúpula de Ornar se siempre en pie. Tornó aquél a las tinieblas te ha dado a ti ciento cincuema. Encargada
cielo, surgen en los siniestros y catástrofes. eleva, victoriosa, triunfante, perfilada en y revivieron lámpara y blandones). Basta ya. estoy en este instante de la justicia divina.
A través del nublado de la metralla y el vapor el cielo, abiertos los brazos, protegiendo Cuamo has comemplado es mínima parte del ¡De rodillas, peregrino, que vas a com-
de sangre de los combates, emre las nubes de al mundo, la Cruz de Jesucristo. Se eleva gran todo. Eso, que tamo te enajena, está sólo parecer ame el Supremo Juez!
polvo y los escombros del terremoto, sobre sobre los encumbrados minaretes pimados en la meme de Dios, que lo mismo abarca lo Baja del féretro la monja, acércase al
las aguas furiosas que inundan los pueblos, de arrebol, sobre las torres cuadradas y las que ha sucedido que lo que debió suceder. licenciado y con la débil diestra le arranca
emre las llamas del incendio, en toda desgra- cúbicas habitaciones, en los desiguales muros Nada de esto ha pasado aquí en la tierra; bien la lengua de raíz.
cia, en toda muerte, flota y tremola, como en- y en las puertas de la Ciudad Sama. Infini- lo comprendes. Hubiera pasado, peregrino; Al día siguieme, los alguaciles reales lle-
seña de paz, el velo cándido que las envuelve. dad de tefilplos católicos se yerguen en su mas una simple palabra bastó a impedirlo: fue vaban un reo a la vergüenza. Al acercarse a la
Son Las Cazadoras de Almas. Se diezma, se recinto; yérguense en las escarpadas alturas tu "pero'. Yo soy aquella Flor de Lis, de otro picota de piedra, vieron encima una lengua
aclara la bandada. No importa. Por soplar en del Moria; en el Valle de Sión, en la cima del tiempo; de mi unión con Timbre de Gloria humana que aún palpitaba. Van a quitarla y
el oído del moribundo el nombre de Jesús, Mame Olivete. Arquitectura y estatuaria hubiera resultado, por descendencia, la muche- fuerza misteriosa los rechaza. Ni emonces
perecen ciento; ciemo, por que bese el labio cristianas, de arte prolijo y hondo simbolismo, dumbre de héroes, de genios, de conquistado- ni después pudo nadie acercarse. Cerniose el
contraído la imagen de Jesús; y por disputar cubre de mármoles preciosos las pendiemes res y de santos; el cúmulo de grandes hechos, espanto en esa piedra como sobre lugar de
una alma a Satanás, en su hora suprema de del Gólgota. Las campanas repican gloriosas de instituciones, de obras inmortales y de maldición; de él huyeron las aves y las brisas;
asalto, perecieran todas. en todos los templos; vibra el júbilo en las glorias que acabas de comemplar. Esa lumbre en torno de esa lengua hízose el vacío, que
Me pasmo, ahora, ante un prodigio que ondas del Siloé y del Cedrón, en las cumbres para ti desconocida, fuera la glorificación de ni el aire impuro quiso comaminarse. Ahí
no soñaron los genios de la tierra. Es un del Monte del Escándalo; regocíjanse en sus Dios acá en la tierra. El sama que has visto y está: ni el agua la reblandece, ni la calcina
lienzo. El alma del pimor debió de subir al sepulcros las cenizas de David y de Josafat. oído celebrar, fuera mi nieto Timbre de Gloria el resistero, elemento alguno la destiñe. Ahí
cielo y tornar aquí abajo para reproducirlo. Muchedumbre de fieles se desborda en la l, Majestad cristiana de todo el Orieme. Ivlide está, sangriema, palpitame, indestructible
Arriba, sobre iris y divinos resplandores, que fue mezquita de Ornar; resuena el ór- ahora las consecuencias de tu falta. Quitaste como la calumnia.
corona el Eterno a María por Reina del Em- gano como imérprete de tamo corazón; por una honra; echaste sobre un hombre inoceme y vosotras, hijas sencillas de mis moma-
píreo; espíritus angélicos y bienavemurados el dombo anchuroso suben las preces emre la maldición de su padre; extinguiste una raza; ñas, rezad por el alma del licenciado. En los
se prosternan, la glorifican y la aclaman; la gasas de incienso. Sobre el altar de David, en artojaste dos almas al infierno; privaste a la grandes días de perdón, cuando se despuebla
inmensidad de cabezas forma horizomes. custodia magna, donde cuajó el Orieme sus tierra de infinitos bienes y al cielo de infinitos el purgatorio, allá se queda esa alma solitaria.
Abajo, emre incendios de gloria, miro el tesoros y el arte sus maravillas, está expuesta samos; impediste la salvación de millones de Si vuestras preces no acorran el plazo irrevo-
Cordero; los coros de Vírgenes entonan en la Majestad de Dios. El púlpito de ébano almas, el reinado y la glorificación de Dios; cable, amenguan, al menos, el fuego blanco
rededor el himno de la pureza... y marfil, orgullo de Noradino, ocúpalo un te imerpusiste entre Él y sus criaturas. Esto de la purificación. En alta noche, cuando el
Ah! Otro cuadro, y otros, y millares! prelado. Su rostro hermoso se comrae por hiciste, licenciado Reinaldo. Un siglo ha, viemo se queje en las vemanas y gima en
Todos del cielo. Pimando están cemenares la inspiración, flamean deslumbrames sus precisameme, que, en este mismo templo en las techumbres; cuando los perros aúllen de
de artistas. Es escuela al par que oblación. pupilas, fuego divino arrebata su verbo en que estamos, imploraste perdón por tu delito. tristeza, rezad por el Ánima sola.
Efrifle
/

La mañana refulge gloriosa y las vitrinas de La felicidad que nota en tanta cara extra-
todos los almacenes están de gala, de alegría ña le hace más acerba su desgracia. '
y paz en el Señor. En esa víspera clásica se -¿Embolo mesio? -le dice un gran u-
exhiben con ingenua elegancia, para tentación jilla hasta de once años, con voz arrulladora
de chicuelos y de papás, cuantos juguetes, de súplica. El hombre hace una señal de
comestibles y ociosidades han creado las in- asentimiento, pone un pie sobre la caja y el
dustrias nacionales y e.xtranjeras. Gentes de menestralillo empieza.
toda clase y condición atisba~ aquí, husmean Está astroso, desharrapado, roto; pero
allá, trasiegan por dondequiera, en busca de los sus manitas y sus pies son escultóricos, sus
regalos que, en aquella noche de venturanzas, uñas encañonadas y pulidas. En medio de
ha de traer el Niño Dios a la rapacería de la fa- aquel desaseo se adivina en esas extremida-
milia. Demandaderas y sirvientes van y vienen, des el proceso de una estirpe aristocrática.
cargados de cajas y envoltorios; los obsequios En torno del raído casquete se alborotan
se cruzan, los presentes se cambian, mientras unos bucles castaños que enmarcan una
la horda mendicante implora e implora en carita de tono ardiente, con facciones de
ese momento cristiano en que los corazones ángel. Hay en sus movimientos, manipuleo
se ablandan. y ademanes, esa gracia indecible de los niños
Un caballero, de aire noble y ya maduro, cuando ejecutan con esmero algún trabajo.
observa desde una esquina del Capitolio El hombre lo estudia.
aquel agitarse vertiginoso de la colmena. Su -¿Cómo te llamas?
aire revela hondos pesares. ¿Cómo no? Es -¿Yo, patroncito? Me llamo Tista Arana.
un señor sin hijos, separado de su mujer y y muestra unos dientes de rata, y pone
forastero en la capital. La soledad y el hielo en el señor unos ojos rasgados, claros y
de su vida le acosan en este día en que se. luminosos como la mañana.
rinde culto a la familia, se prende el lar de -¿Tienes padres?
los afectos y se piensa en los ausentes y en -No tengo más que mi madrina. Mi
los muertos queridos. madrecita se murió cuando tenía seis años.
El rifl<, • 557

iEra muy linda! Y mi taita me llevó donde elige uno de salón y aire comprimido. iQué Los granujas siguen a Tista, lo cercan, se La niña Belén, madrina de! héroe, está a
mi madrina. Como vivía en la casa de junto ... maravilla! La lata parece acero, la caja es un lo disputan, lo adulan. Aquel rifle caído del la puerta, medio tomada por la chicha. Oye
Él taba casao con ella. primor y mide casi una vara. "No es tan zo- cielo le ha conquistado en un instante alta el re!ato, admira e! rifle, ve cómo se maneja;
.'!
-¿y murió también tu padre? quete", dice una compradora. iQué zoquete: posición y gran renombre. Sino que aquel pero no encuentra el acontecimiento verosí-
-Se cayó de un andamio, aquí en el es un experto! En su turbación desarticula corazón de niño, que no ha sentido el hálito mil. Si era hurto de los dos facinerosos, que
Capitolio, y se le salieron los sesos. el arma y, con sus trémulas manitas, hace de otro corazón hidalgo; que, al abrirse a la se confesaran con Cristo. Ni el llanto del
-¿y tu madrina te quiere mucho? jugar el mecanismo. Le dan un dardo ama- vida del afecto, no ha conocido un ser que uno, ni las protestas del otro, ni la entrega
-Ni sé qué le diga a su mercé. riHo, lo pone con precisión y hace puntería le proteja, que por su ser se interese, que le de los dineros ganados, la sacan de su sospe-
-¿Te pega? con mucha monada a un elefante. A ser arroje un mendrugo de cariño, siente ahora, cha. Tanto moteja a José Luis de instigador
-.tvIe curte muy duro cuando no le junto blanco le acertara el Guillermito Tell en la con esa intuición de la niñez desamparada, y urdemales, que el pobre no tiene más
hartos pesos y cuando toma chicha, y también propia trompa. "iQué chirriado!", exclaman. haber entrevisto la felicidad para perderla al remedio que marcharse a la estampía.
cuando se me rasga la ropa. Ayer me jarró a Explica, entonces, cómo ha visto el tiro en punto. Esto, que el inocente paria no puede -iGuardá eso horita mismo! -le vocea
totes. Es muy fregada. el salón del Bosque y cómo los niños de un comprender, le amarga la posesión repentina al triste mocosuelo-o Y yo averiguaré hoy
-¿y cuánto ganas al día? míster le han prestado sus rifles cuando ha de su tesoro. mismo diónde lo sacas tes. iY ya sabés!: si
-¿Yo, patroncito? Pues unas veces ape- ido a Chapinero a lustrarles el calzado. -¿Dónde será Cúcura, ala? -dice al vienen aquí los policías a poner pereque, te
nas pa pagale la comida, que son doce pesos, Una docena de flechas acompaña el rifle. más prócer de sus flamantes tagarotes. doy una muenda que te habés de acordar de
y otras, cuando más, algunos veinticinco. Le envuelven todo aquello y lo recibe en un -Eso es muy lejos: ipor allá en Los yo toda tu puerca vida! Andá a almorzar y
Los grandes sí consiguen mucho. desvanecimiento de ensueño. Dos granujas Llanos! salí ligero pal trabajo, que hoyes día bueno
Pasa a éstas un fámulo con unos pa- del oficio y varios mendiguillos le rodean. -¿No es cierto, ala, que el señor Equis y mañana necesito pa las Pascuas.
quetes, y, al caérsele uno, salta al andén un iQué envidia la de aquellas criaturas! iQué no me dio limosna como a un chino sucio, iCaramba con su madrina! Mientras más
riflecito sumamente cuco. bocas las que abren! iCómo se les transfigura sino que :ne dio un regalo como a un niñito trabada la lengua, más violenta para echarle a
-iCómo gozarán los hijos de los ricos! el colega y cómo miran al caballero extraor- suyo? Es un señor muy bueno. él unas de machete y otras de cañafísrula. ¿Por
-exclama Tista medio transportado-o dinario! El caballero paga y sale apresurado. -Sí: eso fue un regalo q.ue vale mucha qué sería así su madrina? El cuitado, entre
iVea ese rifle patroncito! Ya no tiene cara triste: tres pesos de dicha plata. ¿No viste, pues que pagó tres billetes si rabio o Horo, guarda rifle y flechas bajo
-¿Quisieras uno así? verdadera, bien pueden aliviar un millón de de cien pesos? Vendélo pa que comprés la estera del camastro calandrajiento donde
-¿y qué me gano con querer? pesadumbres. Pero va pensando, a la vez, que ropa. dormía, por allá en el rincón más oscuro del
-Pues, iquién sabe! la vida tiene muchos dolores absurdos. -iNo, ala! Yo quiero más mi rifle que tugurio. Toma en volandas el pedazo de pan
El señor le paga veinte pesos por el lustre Tista le alcanza, con los ojos humede- muchos fluxes. Yo mantenía mucha gana de negro, las dos papas y el plato de cuchuco,
y lo lleva a un almacén para que escoja un cidos. rifle y me lo dio él. ya con nata arrugada por el frío, y... otra vez
rifle o lo que quiera. -iDígame su mercé óndc vive p'ir a Yo consigo esta noche el blanco y ma- en busca de la vida.
El rapaz no puede creer aquel sueño, no embolarle de balde todos los día,; y hacerle ñana me voy a tirar al Chorro de Padilla. Yo
puede comprender acto tan raro. Pensara los mandaos! compro más flechas cuando se me acaben.
que el patroncito se burla, a no ser por la -iGracias, Tista Arana! Ya no podrás Yo sé apuntar mucho. II
paga tan enorme que ha recibido. Entra servirme mucho: pasado mañana me voy. Tiró calle arriba, hacia su casa, no tanto
tembloroso, la cabeza baja, cambiando de -¿A dónde, patroncito? por buscar el almuerzo, cuanto por guardar La niña Belén cierra las puertas de su alcázar,
colores. No puede oír, no puede hablar. -A Cúcuta, donde estoy a tus órdenes. el regalo y contarle a su madrina la estupen- se tira sobre el jergón y descabeza un sue-
Pero uno de los dependientes, que sabe su -iA Cúcuta! ... Cf una ráfaga negra pasa da historia. Vivían por Las Aguas, en esa ñecito de dos horas. Despiérrase tan bien,
oficio, viene en su ayuda. Que escogiera el por aquel cielo). barriada que se extiende falda arriba, entre que hasta se siente hermosa y más apta que
chico zoquete lo que a bien tuviese ya que la -¿y cómo se llama su mercé? eucaliptus y cerezos, como banda dispersa _ nunca para la pelea.
fortuna le sorprendía. Le alcanza tambores, -El señor Equis. Para servirte. de perdices. José Luis, el geógrafo conseje- No es ni vieja: apenas frisa en las tres do-
espadas, cornetas, carros, animales. Un rifle, Y el señor Equis se embebe entre la tur- ro, le sigue hasta allá, por ver si estrenan el cenas; y a no ser por los efectos de la chicha,
articula al cabo el chicuelo. Le sacan varios, y bamulta de la calle. arma envidiada. que ya principian a manifestarse en ese cuerpo
El rifle. 559

gentil, aún quebrara corazones la viuda del milagro el que hubiese conservado sus pul- la viuda sólo vio en aquella tragedia el castigo con mucho gusto; pero creo que no acabo
maestro Arana. mones hasta su matrimonio. Pero este santo del culpable y su propia liberación. hasta muy tarde.
Por lo mismo que su matrinomio no fue, estado, que a tantos salva, la perdió a ella de A más no poder retuvo en el suyo al -Asómese, aunque sea un momento.
propiamente, el paraíso de las dichas, ni ella un modo galopante. No pudo, por más que huerfanillo: amigos y allegados, lograron Hay novena y van unos piscos que tocan
el espejo de las casadas, aspira a segundas lo pidiese a cuanto Cristo hubo, juntar a la que entendiese que si le abandonaba en primoroso y una muchacha calentana que
nupcias; que un clavo saca otro clavo, y al de esposa la corona de madre, ni supo guardar manos e;I:trañas, ponía en riesgo la mitad de canta muy bien. ¡Yaya que no le pesa! ¡Allá
ladrón arrepentido hay que dejarlo entrar aquélla cual debiera. El tal Arana le resultó, dos barracas y de un lote, que le pertenecían verá los bambucos que vamos a echar!
para que muestre su enmienda. desde el principio, muy partidario de la po- legalmente, como herencia de su marido. -Haré lo posible; pero no quedo com-
Es su designado para tan alto puesto ligamia; y ella tuvo por lógico y equitativo Ni escuela ni enseñanza de ninguna especie prometido.
nada menos que el maestro Ricardo AI- acogerse a la ley mosaica de ojo por ojo y para aquella criatura que parecía sobrar en -¡Yaya! No le hace que sea tarde. Yenía,
barracín, viudo con dos hijos, zapatero de diente por diente. la tierra. Su dulzura y docilidad las tomaba la también, a trele los aguinaldos pa sus dos
viejo, que tiene por allí cerca un simulacro Las mutuas hazañas de aquel matrimo- madrastra a hipocresía y falsedad, viendo en chinitos. Como soy tan reservada pa todas, pa
de taller. Y como el amor fue siempre la gran nio endiablado se resolvían en una epopeya él trasunto fidelísimo de su madre. Pronto todas mis cosas, los treigo muy escondidos.
fuente de inspiraciones, cátame que a la niña palpitante de pescozones a la aurora y es- lo mandó a mendigar y, como era tan lindo ¡Yea cómo vengo! (Alza él los ojos; ella pone
Belencito le viene, en tal momento, una idea, candaleras al ocaso. El cónyuge le prendió, y tan simpático, como imploraba con una en la mesa flechas, muñeca y confites y se zafa
una idea redentora. Dicho y hecho. junto al suyo, otro lar, con mucha leña y voceci~a deliciosa, siempre llevaba algo a la el rifle). Resulta que, como tengo tantas ami-
Hace arqueo, saca plata y sale; se entra mucha llamarada. En él se recogía, porque casa. El mismo, sin que a Belén se le ocu- gas que tienen chinos, no alcanzo pa todos.
en un tenducho; merca por treinta pesos un lloviera o porque hiciese sol; en él cifró sus rriese tal oficio, se fue entablando en el de Esto no es más que pa los preferidos. Este
mamarracho de muñeca, manufacturada en el delicias; en él se consiguió lo que no pudo limpiabotas, y figuraba en el gremio como el riflecito, con la cajita de flechas, pa Estebitan;
país y hasta una libra de confites ordinarios. en la incubadora bendecida: un polluelo, más chiquitín y andrajoso. De ahí adelante lo la mona pa Carmencita; y estos confites pa
Torna a su casa, se emperejila, se pone cinta- como un sol. Pero lo bueno nunca dura. lvI u- fue expktando, a más y mejor, la desgraciada que se los reparta a juntos.
jos en la cabeza, se echa encima los mejores rió el ave de arrullo melodioso y el nido se mujerzuela. ' -¡Pero, Belén! ... ¿Cómo se puso en
trapos. Saca las flechas y el rifle; trata de deshizo. ¿Qué iba a hacer el pobre pajarraco? Henchida de esperanzas se encamina, ésas? -exclama el padre, deponiendo un
doblarlo y no puede. Se lo amarra entonces Traerle el pichón a la gorriona abandonada un tanto envarada por el rifle, al taller de tantico sus esquiveces.
en la cintura con la caja hacia arriba y cubre para que lo abrigase bajo el plumaje helado su adorado tormento. Hállalo solo y muy -iEso no vale nada, Ricardito! Y pa eso
el cañoncito con el delantal. Toma lo otro, de una maternidad postiza. apurado, porque tiene compromisos para sernas las amigas: pa complacer a los amigos
cubre todo con el pañolón, cierra y... caminito Sentíase la mísera en la picota del ridículo. el día siguiente, y el oficialillo aprendiz ya en lo que podamos. Y vea: yo quiero qu' estos
de mi dicha. Así y todo bregó por querer de algún modo se ha declarado en vacaciones. Harto se le regalitos se los dé usté, como cosa suya. La
Ni el más leve escrúpulo la escuece. ¿Por aquel inocente; que no hay mujer que no alcanzan al remendón las pretensiones de la gente es tan fregada que, si comprende qu'es
qué? ¿Qué iba a hacer ese chino feróstico sea madre en cualquier forma. lvIas no pudo viuda, de quien tiene las peores referencias. regalo mío iquién sabe lo que dirán!
con el tal escopetín? Holgazanear, molestar, mover aquel cariño. En ese corazón leproso Así es que se pone en guardia acogiendo a Belén se sienta; Ricardo desenvuelve el
poner pereque o matar a algún cristiano. Sí. no había una fibra siquiera donde pudiesen la sirena con alguna displicencia. Pero ella rifle.
Era muy capaz de eso y de mucho más si a brotar tan santas caridades. Por fortuna que no amaina por tan poco. Todavía en pie, le -iAh, caray! ¡Éste es un regalo de rico!
mano le venía. Si era tan perverso como la el padre velaba por su chico y le asistía cuanto dice muy seductora: Esto le debió costar muchísimo ... Con la
infame que lo había echado al mundo; un un hombre pueda hacerlo. Tanto le quiso -Hoy no vengo a hacerle ningún encar- mona y los dulces era suficiente.
culebrón, una tatacoa! El zarcucio éste la que cualquier día le reconoció por escritura go, Ricardito. Es que tenemos, esta noche, -Yo quiero regalarle a Estebitan algo
tenía jubilada. No había salido de él por- pública. Esto envenenaba más, si era posible, una parrandita, donde mi comadre Isaura que le llame la atención: como está tan grande
que ... porque siempre la ayudaba! ¡Yaliera a la esposa infecunda. Preparándose estaba Primisiero; y, como yo soy ,una de las alferas, y tan entendido y tan chirriao ... A la niña,
la verdad! para abandonar por siempre aquel techo que vengo a convidalo. ¿No es cierto que no me como toavía está tan patojita, ai le compré
Era la niña Belén una de tantas infelices le era insoportable, cuando le llevaron muerto desaira? ese embustico. Es hasta pecao dale juguetes
que llevan en su sangre la tuberculosis del y destrozado al esposo aborrecido, Y era tal -Mucho le agradezco (sin levantar los buenos a los chiquitos, pa que los rompan
vicio. Nacida y criada entre el foco, fue un el tósigo que acendraba aquella entraña, que ojos del trabajo). Y, desde que pueda, iré al momento.
El rifh. 561

Ricardo examina el arma, presa de en- -iVea, misiá Belén! -le grita ronco-o Pasan niñeras e institutrices, con sus presa de espantosas convulsiones. Tista brin-
contradas cavilaciones. Calcula su precio y Llévese su mona y sus confires, no sea que chiquitines que vuelven de meriendas del ca, como una rana, y se mete debajo de una
los recursos de la regaladora y aquello no lo resulten con dueños. Chorro de Padilla. Pasan carruajes que van mesa. Echa sangre por boca y por narices.
compagina. La viuda se va ofuscando. Oye ¿cómo no oír? Pero no vuelve el de francachela hacia La Cuna de Venus; pasan Belén sigue en el suelo revolcándose. De
-Vea, niña Belén -murmura luego-. rostro. Va volando, sonámbula, enchichada las murgas de artesanos pumeando sus liras, promo da un corcovo y queda rígida. El niño
Con mucha pena le digo que no es decente con un brebaje enloquecedor, que nunca ha rasgando sus tiples; pasa geme regocijada y aceza, acurrucado en su escondite. El agua cae
que yo le acepte este regalo. Usté quiere que probado. bulliciosa; y Tista, en el pretil, apoyado en a torremes y la noche se inicia.
pase como mío y yo soy un hombre muy po- El remendón no acaba de enterarse, por- el rifle. ¿Por qué se estaría acordando, ahora, La hembra se sacude al rato. Da un cor-
bre. Debo dos meses del arriendo del rancho; que Tista, por instinto de hidalguía y por de su madrecita? iEra tan linda! iLe daba covo y se encabrita. Llora y suspira, gime
y el dueño, que vive en la casa de junto, me ha temor de su madrastra, trata de tergiversarle tantas cosas! y solloza. Mucho ha sufrido en esta perra
amenazado con quitarme los muebles, si no los hechos. Ricardo lo despacha, enhorama- Una nube se desgrana pletórica y Tista vida; pero esta afrenta indecente ini en su
le pago al fin del mes. Si él ve este rifle a mi la, con todos los presentes. corre. Cuando se acerca a la barraca, asoma infierno! Se muere. Mas, iqué morir, ni qué
muchachito, me pega la insultada del siglo. iOh, su madrina! iQuería regalarle su rifle la madrina, le llama por señas y se entra. No demonios!: ichicha!, imucha chicha! iAguar-
Conque mejor sería que le hiciera el regalo a al chino Esteban! ¿Por qué sería así su madri- bien el chico traspasa aquel umbral, la puerta diente!, iharto aguardiente! iY reñir y acabar,
otro amigo más pudiente. na? Su corazoncito se le va apretando. Siente gira rauda; Belén tuerce la llave y la tormenta con esa tolimense tiznada!
-iImposible, Ricardito! iEso sería un angustia, susto, piensa unas cosas vagas que estalla. "iEste arrastrao! iEste bandido!". Se alza, se estriega, se yergue.
desaire horrible! Hagamos una cosa... le causan miedo y que le dan tristeza. Ya no Le arrebata frenéticamente el rifle y, contra -iA ver la plata, maldito! -vqcifera
Suspende, se queda lela, la cara se le desfi- piensa en ir, después de la comida, a estrenar un banco, contra una piedra, con los pies, trágica.
gura. A estar en pie, se fuera al suelo redonda. el arma. Ya no se ufana de llevarla, ni de ser con las rodillas, con los dientes, lo abolla, Tista busca emre sus desgarrones y le
En la puerta ha surgido, como brotado de la su dueño exclusivo. No se le ocurre tampoco, lo tuerce, lo quiebra, logra partirlo. Sale al entrega lo que encuemra. Trastea ella por
tierra, Tista en persona. Trae sobre la caja de probar de los confites. patinejo, contra el vallado termina la obra y un baúl y saca un puñalejo, recuerdo de un
su oficio un disco de cartón. Los tres guar- Prosigue indeciso. ¿Subiría o no a la casa, lanza, falda abajo, pedazo por pedazo. Vuela su amigo. Sale en seguida, y deja bajo llave
dan espectame silencio. Al fin lo rompre el desde ahora? Tiene que subir, irremediable- adentro, hace añicos la muñeca, avienta los al infeliz.
rapazuelo. meme, para emregarle a su madrina la plata confites, salta, pisotea, pulveriza, epiléptica, Apenas solo, desata los raudales de su
-Madrina: aquí le treigo lo que junté. y la encomienda. ¿A qué se exponía, si no? posesa. llanto. Tiembla, tirita, los golpes le duelen,
Me vine desde ahora, porque no haya quién Avanza, pero se detiene en cualquier parte, Tista, hasta entonces paralizado, da un le duelen mucho. Tan promo le viene un frío
embolale: to los cachacos y los guaches de ensimismado y caviloso. Encuentra cono- alarido de dolor y espanto. Se queda seco que le llega hasta los huesos; tan pronto un
botines tan ya emparrandaos. Ya los policías cidos y no les ve; le hablan y no les oye; le )' articula luego: calor que le sofoca. Siente sed, siente que su
saben que el rifle no es robao. Yo y José rodean, y se retira. "iChino gediondo! iChino -iMe lo quebró, me lo botó, porque el carita se crece en dolorosa tirantez, que sus
Luis les contamos todo y llevamos testigos. creído!" -le grita un émul0-. "iNo cabe maestro Ricardo no la quiere! ojos se van tapando. Se tira en su esterilla.
El señor que me lo regaló no se llama nada en el pellejo por ese rifle!" -le grita otro-. -iCallá, desgraciao ... o te mato! No sabe si duerme, o si vela o si sueña. Le
el señor Equis: es un dotor de leyes que se "iTe lo robaste, ladrón! iSos un ladrón!". Le ase de la greña, le arrastra, le da contra parece que oye horas, que oye cohetes y
llama Javier Villablanca. Vive en el Hotel Nada contesta. Sigue despacio, y por ahí se el suelo. músicas lejanas. Al fin oye claro y distinto
Astor. Fuimos ond'él, y él le dijo, también, sienta en un pretil. -iMáteme, madrina! -grita enloque- las campanas. Repican muy recio.
al policía; y... iAy! iSi él se fuera para Los Llanos, con cido-. Máteme, pero es por eso! iNo la Los ángeles entonan el Gloria ill e..welsisDeo
-¿Es éste el rifle? el doctor Villablanca! Le lustraría el calzado, quiere! iNo la quiere! y el niño se arrodilla e impreca: "iMadrecita
-Por supuesto, mestro Ricardo. Y ¿pa le limpiaría la ropa, le ensillaría el caballo, le Lo pisa, lo golpea. No lo aplasta de una querida! iLleváme p'onde vos! iYa no quiero
qué lo traj o, madrina? pondría las polainas y el espolín; le haría todo, vez, porque ella misma da consigo en tierra, ir a Los Llanos! iLleváme madrecita!".
Belén salta del asiento y se dispara a la sin que le pagase un peso. Y no le hacía que
calle. El zapatero, descompuesto y temblo- el doctor le curtiese. De él no le dolerían ni
roso, agarra el resto del regalo y se lanza regaños ni totes. Era un patrón tan bueno, tan
tras ella. bizarro con los pobrecitos. iAy, Los Llanos!
decía- isiempre que Fruros me engaña -iMamita querida! ... ¿Usté no se ha
con mentiras!. .. isiempre que es tan mala! ... muerto? ¿No es cierto que no?
isiempre que uno no puede volar! ... Así -iNo, mi hijito! ¿No ve que estoy aquí, .
como así mamá se murió -porque la creía con usted? Eso fue que me dio la pataleta
muerta-o Así como así papá me ha pegado de! susto ... pero ya estoy aliviada ... Tome
con rejo ide!ante de tanta gente! ... así como otra vez la pócima que dejó e! doctor iestá
me han desnudado ... siempre que Pepe es muy sabrosa! En la diestra de Dios Padre
tan traicionero que contó ... i Sí estaba viva!
Sentíame como si todos los resortes de mi Incorporeme para recibir e! vaso, y vi '------------~~--------------------------------------------

alma se hubiesen roto, sin fe, sin ilusiones ... que mi padre estaba sentado al extremo de (Cuento de la Señá Ruperta)
Cerraba bien los ojos para irme muriendo la cama.
y descansar; pero no: tristezas espantosas iTambién lloraba! /

pasaban por mi cabeza. Exhalaba hondos lvl e pasó la mano por la frente, me tomó Este dizque era un hombre que se llamaba tan siquiera traer comida alguna vez pa que
suspiros. e! pulso y dijo muy triste: Peralta. Vivía en un pajarate muy grande y llenáramos, ya que pasamos tantos hambres.
Muy tarde, cuando ya se había ido toda -iTiene mucha fiebre ... pero mucha! muy viejo, en e! propio camino real y afue- Pero vos no te afanás por lo tuyo: tenés
la gente, me dormí. iMás me valiera velar! Fue a despertar al doctor, que se había rita de un pueblo donde vivía e! Rey. No era sangre de gusano.
Cosas horribles y extravagantes estremecie- acostado en la pieza contigua; me dieron casao y vivía con una hermana soltera, algo Ésta era siempre la cantaleta de la herma-
ron mi espíritu: veía a Ftutos que volaba, unas gotas en agua azucarada. viejona y muy aburrida. na; pero como si predicara en desierto frío.
que se reía de mí, haciéndome contorsiones; Sosegué por completo, y lloré mucho; No había en e! pueblo quién no cono- Peralta seguía más pior; siempre hilachento y
oía que las campanas doblaban tristes ... pero lloré con alegría. ciera a Peralta por sus muchas caridades: él zarrapastroso, y e! bolsico lámparo, lámparo,
muy tristes; en esa vaguedad de los sueños, Seis días estuve en cama, oyendo a doña lavaba los llaguientos; él asistía a los enfer- con e! fogoncito encendido tal cual vez; la
aspiraba e! olor de! ciprés, de luces ardien- Rita y a las visitas los comentarios, ya cómicos, mos; él enterraba a los muertos; se quitaba despensa en las puras tablas y una pobrecía,
do; y veía a mi madre en un ataúd negro ... ya tristes de mi propia aventura. Por ellos supe e! pan de la boca y los trapitos de! cuerpo señor! regada por aquella casa desde e! chi-
muy negro. Luego estuve en un pantano, que Ftutos se había ido de casa y que había para dárselos a los pobres; y p~r eso era que quero hasta e! corredor de afuera. Figúrese que
sumergido hasta e! pescuezo; quería salir, mandado por los corotoS. Ésto, que e! dfa estaba en la pura inopia; ya la hermana se la no eran tan solamente los Peraltas, sino que to-
quería gritar, y no podía. antes me hubiera trastornado, me fue entonces llevaba el diablo con todos los limosneros dos los lisiaos y leprosos se habían apoderao
Al fin, merced a extraño impulso, pude indiferente. y leprosos que Peralta mantenía en la casa. de los cuartos y de los corredores de la casa
salir; lancé un grito y desperté temblando, Don Calixto Muñetón -lumbrera de! ¿Qué te ganás, hombre de Dios -le decía "convidaos por e! sangre de gusano", como
con e! cabello parado y empapado en frío pueblo, que arengaba siempre en los veintes la hermana- con trabajar como un macho, decía la hermana.
sudor. Había luz en la pieza; mi madre, de julio y cuando venía e! obispo; que leía si todo lo que conseguís lo botás jartando Una oracioncita estaba Peralta muy fati-
teniéndome de las manos, me sacudía. muchos libros y que compuso novena de! y vistiendo a tanto perezoso y holgazán? gao de las afugias de! día, cuando, a tiempo de
-iToñito! ... iToñito! ... me gritaba ... Niño Dios- vino también a visitarnos. Sin Casáte, hombre, casáte pa que tengás hijos a largarse un aguacero, arriman dos pe!egrinos
-No se asuste mi hijito! ... es una pe- ser veinte de julio, se dejó a:Tebatar de la e!o- quién mantener. -Calle la boca, hermanita, a los portales de la casa y piden posada. Con
sadilla. cuencia, a propósito de mi caída; disertó sobre y no diga disparates. Yo no necesito de hijos, todo corazón se las doy, buenos señores -les
iMamá viva! pensé. ¿Todavía estaré so- las grandezas humanas, poniendo verdes a las ni de mujer, ni de nadie, porque tengo mi dijo Peralta muy atencioso- pero lo van a
ñando? gentes orgullosas; y al fin se planta en pie, prójimo a quién servir. Mi familia son los pasar muy mal, porque en esta casa no hay
Me tomó como a un chiquitÍn, y estre- toma en su siniestra su bastón de guayacán, prójimos. -iTus prójimos! Será por tanto ni un grano de sal ni uria tabla de cacao con
chándome contra su pecho, me besó la frente lennta la diestra a la altura de su cara, como que te lo agradecen; será por tanto que te qué hacerles una comidita. Pero prosigan pa
y me dijo llorando: manecilla de imprenta, y como quien resume, han dao. Ai te veo siempre más hilachento y . dentro, que la buena voluntá es lo que vale.
-¿No ve, mijo, las cosas que hace ... para se encara conmigo con aire patético, y dice: más infeliz que los limosneros que socorrés. Dentraron los pelegrinos; trajo la herma-
que papá lo castigue! ... iY si se ha matado ... qué -iSí, mi amiguito, todo e! que quiere Bien podías comprarte una muda y com·· na de Peralta e! candil, y pudo desaminarlos
había hecho yo!. .. y seguía llorando. volar, como usted ... chupa! prárme!a a yo, que harto la necesitamos; o a como quiso. Parecían mismamente e! taita
EIl Id ,Ii,stra .1, Dios ]'ddr, . 441

y el hijo. El uno era un viejiro con los ca- despensón, por los aparadores, por la escusa, ropó una muchila muy grande requintada a la tierra más que a probarte, y en verdá te
chetes muy sumidos, ojitriste él, de barbitas por el granero, por los zurrones, por el suelo de onzas del Rey, en la propia cabecera del digo, Peralta, que te lucites en la prueba.
rucias y cabecipelón. El otro era muchachón, había de cuanto Dios crio pa que coman sus mociro. Corrió muy asustao a contarle a la Otro, que no fuera tan cristiano como vos,
muy buen mozo, medio mono, algo zarco y criaturas. Del palo largo colgaban los tasajos hermana, que al momento se levantó de muy se guarda las onzas y si había quedao muy
con una mata de pelo en cachumbos que le de solomo y de falda, el tocino y la empella; de buen humor a hacer harro cacao; corrió a orondo. Voy a premiarte: los dineros son
caían hasta media espalda. Le lucía mucho los garabaros colgaban las costillas de vaca y contarle a los llaguienros y a los tullidos, tuyos: llevátelos; y voy a darte de encima las
la saya y la capita de pelegrino. Todos dos de cuchino; las longanizas y los chorizos se y los ropó buenos y sanos, y caminando y cinco cosas que me querás pedir. Conque,
tenían sombreriros de caña, y unos bordones gulunguiaban y se enroscaban que ni culebras; andando, como si en su vida no hubieran pedí por esa boca.
muy gruesos y albarcas. Se sentaron en una en la escusa había por docenas los quesiros, tenido achaque. Salió como loco en busca Peralta, como era un hombre tan desen-
banca muy cansaos, y se pusieron a hablar y las bolas de mantequilla, y las tutumadas de los güéspedes pa entregarles la muchila tendido para todas las cosas y tan parejo, no
una jerigonza tan bonita, que los Peraltas, de cacao molido con jamaica, y las hojaldras de onzas del Rey. Echó a andar y a andar, le dio mal ni se quedó pasmao sino que, muy
sin entender jota, no se cansaban de oírla. y las carisecas; los zurrones estaban rebosaos cuesta arriba, porque puallí dizque era que tranquilo, se puso a pensar a ver qué pedía.
No sabían por qué sería, pero bien veían que de frijol cargamanro, de papas, y de revuelto de habían cogido los pelegrinos. Con tamaña Todos tres se quedaron callaos como en misa,
el viejo respetaba más al muchacho que el mu- una y otra laya: cocos de güevos había por iengua afuera, se sentó un momentico a la y a un raro dice San Pedro: Hombre Peralta,
chacho al viejo; ni por qué sentían una alegría roítas partes; en un rincón había un cerro de sombra de un árbol, cuando los divisó por fijáte bien en lo que vas a pedir, no vas a
muy sabrosa por dentro; ni mucho menos capachos de sal de Guaca; y por allá, junto al allá muy arriba, casi a punto de trasrornar salir con una buena bobada. -En eso estoy
de dónde salía un olor que trascendía toda granero, había sobre una horqueta un bongo el alto. Casi no podía gañir el pobreciro de pensando, Su Mercé -contestó Peralta,
la casa: aquello parecía de flores de naranjo, de arepas de arroz, tan blancas, tan esponjadas puro cansao que estaba, pero ai como pudo sin nadita de susto. -Es que si pedís cosa
de albahaca y de romero de Castilla; parecía de y tan bien asaditas, que no parecían hechas les gritó: ¡Hola! Señores, espéremen que les mala, va y el Maestro te la concede; y, una vez
incensio y del sahumerio de alhucema que de mano de cocinera de este mundo; y muy trae cuenta -y alzaba la muchila para que concedida, te amolaste, porque la palabra del
le echan a la ropita de los niños; era un olor sí señor un tercio de dulce que parecía la la vieran. Los pelegrinos se contuvieron a Maestro no puede faltar. -Déjeme pensar
que los Peraltas no habían sentido ni en el mismita azúcar. Por fin le surtió a Peralta las voces que dio Peralta. Al ratico estuvo bien la cosa, Su Mercé -y seguía pensando,
monte, ni en las jardineras, ni en el santo -pensó la hermana- esro eS mi Dios pa cerca de ellos, y desde abajo les decía: Bueno, con la cara pa otro lao y metiéndole uña a una
templo de Dios. premiale sus buenas obras. ¡HasLa ai víver! señores, aquí está su plata. B'ajaron ellos al barranquita. San Pedro le rosía, le aclariaba,
Manque estaba muy embelesao, le dijo Pues, aprovechémonos. rope y se sentaron en un plancito, en una y el tal Peralta no lo voltiaba a ver. A un rarí-
Peralta a la hermana: Hija, date una asoma- y dicho y hecho: trajo el cuchillo coci- sombra muy fresca y muy sabrosa, y enton- simo voltea a ver al Señor, y le dice: Bueno,
dita por la despensa; desculcá por la cocina, nero, y echó a cortar por lo redondo; trajo ces Peralta les dijo: ¡Caramba que el pobre Su Divina Majestá, lo primerito que le pido
a ver si encontrás alguiro qué darles a esros la batea grande, y la colmó; y al momentico siempre jiede! Miren que dejar este oral es que yo gane al juego siempre que me dé
señores. "!vlirálos qué cansaos están; se les ve echó a chirriar la cazuela y a regase por por el afán de venirse de mi casa. Cuenten la gana. -Concedido -dijo el Señor. -Lo
la fatiga. La hermana, sin saberse cómo, salió roda la casa aquella güelentina tan sabrosa. y verán que no les falta ni un medio. segundo -siguió Peralta- es que cuando
muy cambiada de genio y se fue derechiro Como Dios le ayudó les puso el comistraje. El mocito lo voltió a ver con tan buen me vaya a morir me mande la muerte por de-
a la cocina. No halló más que media arepa y nada .desganao que era el viejiro; el mozo ojo, tan sumamente bueno, que Peralta, an- lante y no a la traición. -Concedido -dijo
tiesa y requemada, por allá en el asiento de sí no comió cosa. A Peralta ya no le quedó que estaba muy cansao, volvió a sentir por el Señor. Peralta seguía haciendo la cuenta en
una cuyabra. Confundida por la poquedá, ni hebra de duda que aquello era un milagro dentro la cosa sabrosa que había sentido los dedos, y a San Pedro se lo llevaba Judas
determinó que alguna gallina forastera, tal patente; y, con rodiro aquel canten ro que por la noche; y el mociro le dijo: Sentate, con las bobadas de ese hombre: él se rascaba
vez se había' colao por un güeco del baha- le bailaba en el cuerpo, sargentió por rodas amigo Peralta, en esa piedra, que tengo que la calva, él tosía, él le mataba el ojo, él alzaba
reque y había pues ro en algún zurrón viejo partes, y, con lo menos roto y menos sucio hablarte. Y Peralta se sentó. Nosotros -dijo el brazo y, con el dediro parao, le señalaba a
de una montonera que había en la despensa, .:fe la casa, les arregló las camitas en las dos el mociro con una calma y una cosa allá muy Peralta el Cielo; pero Peralta no se daba por
que lo que era cororos y porquerías viejas sí puntas de la tarima. Se dieron las buenas preciosa-no somos tales pelegrinos; no lo notificao. Después de mucho pensar, dice
había en la dichosa despensa hasta pa tirar noches y cada cual se acostó. creás. Éste -y señaló al viejo- es Pedro, mi Peralta: Pues, bueno, Su Divina Majestá, lo
pa lo alto, pero de comida ni hebra. Abrió la Peralta se levantó escuro, escuro, y no discípulo, el que maneja las llaves del Cielo; y tercero que me ha de conceder-es que yo pue-
puerta, y se quedó beleña y paralela: en aquel topó ni rastros de los güéspedes; pero sí yo soy Jesús de Nazareno. No hemos venido da detener al que quiera en el puesto que yo
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le señale y por el tiempo que a yo me parezca. de amarrar! -gritó San Pedro juntando las Rey! ¿Onde te sacates ese entierro, hombre todos los lambisquiones de! pueblo, plañen-
-Rara es tu pitición, amigo Peralta -dice manos y voltiando a ver al cielo como e! que Peralta? -le decía uno. -Éste se robó e! do a toda hora; y no tan solamente los de!
el Señor, poniendo en él aquellos ojos tan reza e! Bendito- va a salir con un disparate correo -decían otros en secreto. Y Peralta pueblo, sino que también echó a venir cuanto
zarcos y tan lindos que parecía que limpiaban gordo. Padre mío, ¡iluminálo! El Señor, que se quedaba muy desentendido. Se pusieron avis trujo había en todos los pueblos de por
el alma de todo pecao mortal. con solamente volvió a ponerse muy sereno, le dijo: Preguntá, a jugar. La noticia de! platal corrió por todo ai y en otros del cabo de! mundo. ¡Hasta de
fijarlos en los cristianos-o En verdá te digo hijo, lo que querás que todo te lo contestaré e! pueblo, y aquella sala se llenó de todo e! Jamaica y de Jerusalén venían los pedigüeños!
que una pirición como la tuya jamás había a tu gusto. -Dios se lo pague, Su Divina ladronicio y todos los perdidos. Pero eso Pero Peralta no reparaba: a todos les metía su
oído; pero que sea lo que vos querás. A esto Majestá... Yo quería saber si e! Patas es e! que sí; no les quedó ni un chimbo partido por peseta en la mano; y la cocina era un fogueo
dio un gruñido San Pedro, y, acercándose a manda en el alma de los condenaos, go es la mitá; por más trampas que hacían, por parejo que ni cocina de minas. Consiguió un
Peralta, lo riró con disimulo de la ruana, y le vusté, go e! Padre Eterno. -Yo, y mi Padre, más que cambiaban baraja, por más que la montón de molenderas, y todo e! día se 10
dijo al oído, muy sofocao: ¡El Cie!o, hombre! y e! Espíritu Santo, juntos y por separao, señalaban con la uña, les dio capote, con ser pasaba repartiendo tutumadas de masamorra,
¡Pedí e! Cielo! ¡No sias bestia! Ni an por eso: mandamos en todas partes; pero al Diablo que en e! juego estaban toditos los caimanes los plataos de frijol y las arepas de máiz san-
Peralta no aflojó ni un pite; y e! Señor dijo: le hemos largao e! mando de! Infi.erno: él de esos laos. Con ésta no nos quedamos cochao. Y mantenía una maletada de plata, la
Concedido. -La cuarta cosa -dijo Peralta es e! amo de sus condenaos y manda en sus -dijo el más caliente-o A nosotros no nos mismita que vaciaba al día.
sumamente fresco- es que Su Divina IvIa- almas, como mandás vos ei1 las onzas que te come éste ... (y ai mentó unas palabras muy Siguió siempre lavando sus leprosos;
jestá me dé la virtú de achiquitarme a como a he dao. -Pues bueno, Su Divina Majestá feas). Voy a idiar unas suertes, y mañana no asistiendo sus enfermos; y siempre con su
yo me dé la gana, hasta volveme tan chirringo -dijo Peralta muy contento- si asina le queda ni liendra a este sinvergüenza. Y ai sangre de gusano, como si fuera el más po-
como una hormiga. Dicen los ejemplos y e! es, voy a hacerle e! último pido: yo quiero, salió de! garito, echando por esa boca unos brecito y el más arrastrao de la tierra.
misal que e! Señor no se rio ni una merita ultimadamente, que Su Divina Majestá me reniegos y unos dichos que aquello parecía Pero lo que no canta el carro 10 canta la
vez; pero aquí sí le agarró la risa, y le dijo a conceda la gracia de que e! Patas no me haga un condenao. carreta: la Peraltona sí supo darse orgullo y
Peralta: Hombre, Peralta, otro como vos no trampa en e! juego. -Concedido -dijo e! Al otro día, desde antes de almorzar, meterse a señora de media y zapato. Con todo
nace, y si nace, no se cría. Todos me piden Señor. Y Él Y e! viejito se volvieron. humo emprendieron el monte. Hubo cuchillo, el platal que le sacó al hermano compró casa
grandor, y vos, con ser un recorte de hom- en la región. hubo barbera; peto Peralta tampoco les dejó de balcón en e! pueblo, y consiguió serviciala,
bre, me pedís pequeñez. Pues, bueno ... San Peralta se quedó otro rato sen tao en su un medio. Como no era ni~gún bobo, se y compró ropa muy buena y de usos muy
Pedro le arrebató la palabra a su Maestro, y piedra; sacó yesquero, encendió su tabaco. y dejaba ganar en ocasiones para empecinarlos bonitos. Cada rato se ponía en e! balcón y,
le dijo en tonito bravo: ¿Pero no ve que este se puso a bombiar muy satisfecho. ¡Valien- más. Determinaron jugar dao, y monte-dao, apenas veía gente, gritaba: Maruchenga, tré-
hombre está loco? -Pues no me arrepiento tes cosas las que iba a hacer con aquel platal! y bisbís, y cachimona, y roleta, a ver si con me el pañuelón de tri pilla, que voy a visitar
de lo pedido -dijo Peralta muy resuelto. Lo No iba a quedar pobre sin su mudita nueva, el cambio de juegos se caía Peralta; pero si a la Reina; Maruchenga, tréme los frascos de
dicho, dicho. -Concedido -dijo e! Señor. ni vieja hambrienta sin su buena pulsetilla se caía a raticos, era pa seguir más violento perjume pa ruciar por aquí que está jediendo.
San Pedro se rascaba la saya muslo arriba, se de chocolate de canela. Allá verían los de! echando por lo negro y acertando en unos y Y, si veía pasar alguna señora, decía: No pue-
ventiaba con e! sombrero, y veía chiquito a Sitio quién era Peralta en otros juegos. den ver a uno de peinetón ni con usos nuevos,
Peralta. No pudo contenerse y le dijo: Mirá Se merió las onzas debajo de! brazo; se Lo más particular era que Peralta con porque al momento la imitan estas ñapangas
hombre, que no has pedido lo principal y cantió la ruanita, y echó falda abajo. Parecía tantísimo caudal como iba consiguiendo, no asomadas. Cuando salía a la calle, era un puro
no te falta sino una sola cosa. -Por eso lo mismamente un limosnero: tan chiquito y se daba nadita de importancia, ni en la ropita, gesto y un puro melindre; y aunque era tan
estoy pensando; no se apure Su Mercé. Y se tan entumido; con aquella carita tan fea, ni en la comida, ni en nada: con su misma pánfila y tan feróstica caminaba muy repe-
volvió a quedar callao O[ro rato. Por allá, a sin pizca de barba, y con aquel ojo tan ruanita pastusa de listas azules, con sus chada y muy menudito, como sintiéndose
las mil y quinientas, salió Peralta, con esto: grande y aquellas pestañonas que parecían mismitos calzones fundillirrotos se quedó el muy muchachita y muy preciosa. Maruchen-
Bueno, Su Divina Majestá, antes de pedirle lo de ternero. hombre, y con su mismita chácara de ratón ga, dáca la sombrilla que hace sol; Maru-
último, le quiero preguntar una cosa, y usté Al otro día se fue p'al pueblo, y puso de agua, pelada y hecha un cochambre. chenga, sacáme la crizneja; Maruchenga, com-
me dispense, Su Divina Majestá, por si fuere monte. ¡Cómo sería la angurria que se le Pero eso sí: lo que era limosnas ni e! Rey poneme el esponje que se me tuerce; y no de-
mal preguntao; pero eso sí: me ha de dar una abrió a tanto logrero cuando vieron en las daba tan grandes. Su casa parecía siempre jaba en paz a la pobre Maruchenga con tanto
contesta bien clara y bien patente. -¡Loco aquella mesa aquella montonera de onzas de! publicación de bulas, con toda la pobrecía y orgullo y tanta jullería.
444 . L.'mtÍs Cnrasql!illa. Obra complila E" la ,{úslra de Dios Padre· 445

La caridá de Peralta fue creciendo tanto Estaba un día Peralta solo en grima en malicia que eso no pendía de los dotores ser: no hay otra causa. Volvé vos al mundo,
que tuvO que conseguir casas pa recoger los la dichosa casa, haciendo los montoncitos sino de algotra cosa. El cura y e! sacristán y y tratá a ese hombre con harta mañita, pa
enfermos y los lisiaos; y él mismo pagaba las de plata para repartir, cuando, tun! tun! en e! sepolturero pasaron hambres a lo perro, ver si nos presta la 1vluerre, porque si no,
medicinas, y él mismo, con su misma mano, la puerta. Fue a abrir, y ¡mi amo de mi vida! porque ni un entierrito, ni la abierta de una nos embromamos.
se las daba a sus enfermos. ¡qué escarramán tan horrible! ¡Era la Muerte, sola sepoltura güe!ieron en esos días. Los Se puso San Pedro la muda de pe!egrino,
Esto llegó a oídos de Su Saca Rial y lo que venía por él! Traía la güesamenta muy hijos de taitas viejos y ricos se los comía la se chantó las albarcas y e! sombrero y cogió
mandó llamar. Los amigos de Peralta y la lavada, y en la mano derecha la desjarretade- incomodidá de ver a los viejorros comiendo e! bordón. Había caminao muy poquito,
Peraltona le decían que se mudara y se en- ra encabada en un palo negro muy largo, y arepa, y que no les entraba la Muerte por cuando se encontró con un atisba que man-
galanara hartísimo pa ir a cas de! Rey; pero tan brillosa y cortadora que se infriaba uno ningún lao. Lo mis miro les sucedía a los daba el Diablo para que vigiara por los laos
Peralta no hizo caso, sino que tuvo cara de hasta e! cuajo de ver aquello. Traía en la otra sobrinos con los tíos solteros y acaudalaos; del Cielo, a ver si era que todas las almas
presentárse!e con su mismito vestido y a mano un manojito de pelos que parecían y los maridos, casaos con mujer vieja y fea, se se estaban salvando: ¡Qué salvación ni qué
pata limpia, lo mismo que un montañero. hebritas de bayeta, para probar e! filo de la revestían de una enjuria, viendo la viejorra tan demontres -le dijo San Pedro-, si esto
El Rey y la Reina estaban tomando choco- herramienta. Cada rato sacaba un pelo y lo morocha, habiendo por ai mozas tan bonitas se está acabando!
late con bizcochuelos y quesito fresco; y cortaba en e! aire. Vengo por vos -le dijo a con qué reponerla. De todas partes venían Esa misma noche, casi al amanecer, llovía
pusieron a Peralta en medio de los dos; y le Peralta. -Bueno -,-le contestó éste~ pero correos a preguntar si en e! pueblo se morían agua Dios misericordia, y Peralta dormía
sirvieron vino en la copa de! Rey que era de tenés que darme un placito pa confesame y los cristianos. Aquello se volvió una batajola quieto y sosegado en su cama. De presto se
oro; y le echaron un brinde con palabras tan hacer e! testamento. -Con tal que no sea y una confundición tan horrible, como si al recordó, y oyó que le gritaban desde afuera:
bonitas, que aquello parecía lo mismo que mucho -contestó la Muerte de mal hu- mundo le hubiera entrao algún trastorno. Al Abrime, Peraltica, por la Virgen, que es de
si fuera con e! obispo Gómez Plata. mor- porque ando de afán. -Date por ai fin determinaron redos que era que la Muerte mucha necesidá. Se levantó Peralta, y, al
Peralta recorrió muchos pueblos, y en una güe!tecita -le dijo Peralta-, mientras se había muerto, y ninguno volvió a misa ni abrir la puerta, se topÓ mano a mano con
todas partes ganaba, y en todas socorría a los yo me arreglo; go, si te parece, entretenete a encomeZ1darse a mi Dios. e! viejito, que le dijo: Hombre, no vengo a
pobres; pero como en este mundo hay tanta aquí viendo e! pueblo que tiene muy bonita' Mientras tanto, en e! Cielo y en e! In- que me des posada tan solamente; vengo
gente mala y tan caudilla echaron a levantarle divisa. Mirá aquel aguacatillo tan alto; tre- fierno estaban ofuscaos y confundidos, sin mandao por e! Maestro a que nos largués
testimonios. Unos decían que era ayudao; pate a él pa que divisés a tu gusto. saber qué sería aquello tan particular. Ni la 1vluerte unos días, porque vos la tenés de
otros, que ofendía a mi Dios, en secreto, con La Muerte, que es muy ágil, dio un brinco un alma asomaba las narices por esos laos: pata y mano en algún encierro. -Lo que
pecaos muy horribles; otros, que era duende y se montó en una horqueta de! aguacatillo; aquello era la desocupez más triste. El Diablo menos, Su Mercé -dijo Peralta-, la tengo
y que volaba de noche por los tejaos, y que se echó la desjarretadera al hombro y se puso determinó ponerse en cura de la rasquiña que muy bien asegurada, pero no encerrada; y
escupía la imagen de mi Amito y Señor. Toíto a divisar. Date descanso, viejita, hasta que a padece para ver si mataba e! tiempo en algo. se la presto con mucho gusto, con la con-
esto fue corrure en e! pueblo, y los mismos yo me dé la gana -le dijo Peralta-, que ni San Pedro se moría de la pura aburrición dición que a yo no me haga nada. -Contá
que él protegía, los mismitos que mataron la Cristo con toda su pionada te baja de esa en la puerta de! Cielo: se lo pasaba por ai conmigo -le dijo San Pedro.
hambre con su comida, principiaron a mor- horqueta. sentaíto en un banco, dormido, bosteciando Apenitas aclarió salieron los dos a descol-
murar. Tan solamente e! curita de! pueblo lo Peralta cerró su puerta, y tomó e! tole de y rezando a raticos en un rosario bendecido gar a la Muerte. Estaba lastimosa la pobrecita:
defendía; pero nadie le creyó, como si fuera siempre. Pasaban las semanas, y pasaban los en Jerusalén. flacuchenta, flacuchenta; los güesos los tenía
algún embustero. Toditico lo sabía Peralta, y meses, y pasó un año. Vinieron las virgüe!as Pero viendo que la molienda seguía, ce- toítos mogosos y verdes, con tantos soles y
nadita que se le daba, sino que seguía e! mis- castellanas; vino e! sarampión y la tos ferina; rró la puerta, se coló al Cie!o y le dijo al Se- aguaceros como había padecido; e! te!arañeto
mito: siempre tan humilde la criatura de mi vino la culebrilla, y e! dolor de costao, y e! ñor: Maestro; toda la vida le he servido con se le enredaba por todas partes, que aquello
Dios. El cura le decía que compusiera la casa descenso, y e! tabardillo, y nadie se moría. mucho gusre; pero ai le entrego e! destino: parecía vestido de andrajos; la pelona la tenía
que se le estaba cayendo con las goteras y con Vinieron las pestes en toítos los animales: esto sí no lo aguanto yo. Póngame algotro llena de hojas y de porquería de animal que
los ratones y animales que se habían apoderao pues, tampoco se murieron. oficio que hacer o saque algún recurso ... daba asco; la herramienta parecía desente-
de ella; y Peralta decía: ¿Pa qué, señor? La plata Al comienzo de la cosa echaron mucha Cristico y San Pedro se fueron por allá a rrada de puro lo tomaíta que estaba. Peto
que he de gastar en eso, la gasto en mis pobres: bambolla los dotores con todo lo que sa- un rincón a palabriarse. Después de mucho lo que más injuria le daba a San Pedro era
yo no soy e! Rey pa tener palacio. bían; pero luego la gente fue colando en secreteo, le dijo e! Señor: Pues, eso tiene que que parecía tuerta, porque un demontres de
E" la diestra di Dios 1'<1d,." • 447

avispa había determinao hacer la casa en la le presentó la Pelona, cerró e! ojo, estiró la a repuntar por allá a unas californias ande moderación. -¿Quién sos vos? -le dijo e!
cuenca dellao zurdo. Estaba la pobrecita bal- pata y le dijo: Matáme, pues. iPoquito sería había muchas escaleras que ganar, y unos Diablo. -Yo soy un pobrecito de! mundo
da, casi tullida de estar horquetiada tantísimo lo duro que le asestó e! golpe, con e! rincor zanjones muy horrendos por ande corrían que ando poaquí embolatao. Me dijeron que
tiempo. De Dios y su santa ayuda necesitaron que le tenía! unas aguas muy mugnentas y asquerosas. estaba en carrera de salvación, pero a yo no
Peralta y San Pedro para descolgarla del palo. Peralta se encontró en un paraje muy A tiempo que pasaba por una puertecita, me han recebido indagatoria ni nadie se ha
Agarraron después una escoba y unos trapos; feíto, parecido a una plaza. Voltió a ver por oyó un chillido como de cuchinito cuando metido con yo.
le sacaron el avispero, y ello más bien quedó todas partes, y por allá, muy allá descubrió lo están degollando, y si asomó por una Al momento le comprendió e! Diablo
medio decente. Apenas se vio andando, reco- un caminito muy angosto y muy lóbrego rendija. iVirgen! iQué cosa tan horrenda! que era alma de! Purgatorio o de! Cie!o.
bró fuerza, y en un instantico volvió a amolar casi cerrao por las zarzas y los charrascales. No era cuchino: era una señora de mante- i Figúresen, no entenderlo él con toda la
la desjarretadera... y tomó el mundo. iCómo Ya sé aonde se ya por ese camino -pensó llina y saya de merinito algo mono, que la marrulla que tiene! Pero, como los buenos
estaría de hambrienta con e! ayuno! En un Peralta-o El mismito que mentaba e! cura en tenían con la lengua tendida en el yunque, modos sacan los cimarrones de! monte, y la
tris acaba con los cristianos en una semana. las prédicas. Cojo pue! otro lao. Y cogió. Y con la punta cogida con unas tenazonas humildá agrada hasta al mismo Diablo, con
Los dijuntos parecían gusanos de cosecha, y se fue topando con mucha gente muy blanca muy grandes; y un par de diablos herreros ser tan soberbio, resultó que Peralta más
ni an los enterraban, sino que los hacían una y de agarre que parecían fefes o mandones; r muy macuencos y cachipandos le alzaban bien le cayó en gracia, más bien le pareció
montonera, y ai medio los tapaban con tierra. con señoras muy bonitas y muy ricas que macho a toda gana. iHijue la cosa tan dura sabrosito y querido. ¿Su Mercé está como
En las mangas rumbaba la mortecina, porque parecían principesas. Como nunca fue amigo es la carne de condenao! Aquella lengua ni enfermos o? -le preguntó Peralta. -Sí,
ni toda la gallinazada del mundo alcanzaba de meterse entre la gente grande, se fue por se machucaba, ni se partía, ni saltaba en pe- hombre -contestó Lucifer como muy,apla-
a comérsela. Peralta sí era verdá que parecía un laíto de! camino, que se iba anchando dazos: ai se quedaba intauta. Y a cada golpe cao-. Se me han alborotao en estos días
ahora un duende, de aquí pa acá, en una y en y poniéndose plano como las palmas de la le gritaban los diablos a la señora: Esto es pa los achaques; y lo piar es que nadie viene a
otra casa, amortajando los dijuntos, conso- mano. iMada madre, si había qué ver en aquel que levantés testimonios, vieja maldita; esto hacerme compañía, porque el mayordomo,
lando y socorriendo a los vivos. camino! Parecía mismamente una jardinera, es pa que metás rus mentiras, vieja lambona; los agregaos y toda la pionada no tienen
La Muerte se aplacó un poquito; los con tanta rosa y tanta clavellina y con aquel esto es pa que enredés a las personas, vieja tiempo ni de comer, con todo e! trabajo
contaítos cristianos que quedaron volvieron pasto tan bonito. Pero eso sí: ni un afreche- culebrona. Y a Peralta le dio tanta lástima que nos ha caído en estos días. -Pues, si
a su oficio; }' como los vivos heredaron tanto rito, ni una chapola de col ni un abejorro se que salió de güida. yo le puedo servir de algo Su Mercé -dijo
caudal, y e! vicio de! juego volvió a agarrarlos veía por ninguna parte ni pa remedio. Aque- De presto se zampó por una puerta muy Peralta haciéndose e! lambón-, mándeme
a todos, consiguió Peralta más plata en esos llas flores tan preciosas no güe!ían sino que anchan a; y cuando menos acató, se topó lo que quiera, que e! gusto mío es servirle
días que la que había conseguido en tanto parecían flores muertas. en un salón muy grandote y muy altísimo a las personas.
tiempo. iHijue pucha si estaba ricachón! Ya Peralta seguía a la resolana, con e! des·· que tenía hornos en todas las paredes, muy Y ai se fueron enredando en una con-
no tenía ondi acomodarla. entendimiento de toda su vida. Por allá, en pegaos y muy junticos, como los roticos versa muy rasgada, hasta que e! Diablo dijo
Pero cátatelo ai que un día aman~ce con la mitá de un llano, alcanzó a divisar una de las colmenas ande se meten las abejas. que quería entretenerse en algo. Pues, si Su
una pata hinchada, y le coló una discípula de cosa muy grande, muy grandísima, mucho No había nadie en e! salón; pero por allá en Mercé quiere que juguemos alguna cosita
la mala. Al momentico pidió cura y arregló más que las iglesias, mucho más que la la mitá se veía un trapo colgao a moda de -dijo Peralta muy disimulao- yo sé jugar
los corotos, porque se puso a pensar que Piedra de! Peñol. Aquello blanquiaba como tolda de arriero. Peralta se' asomó con mucha toda laya de juegos; y en prueba de ello, es
harto había vivido y disfrutao, y que lo un avispero; y como toda la gente se iba mañita, y ai estaba el Enemigo Malo acostao que mantengo mis útiles en e! bolsico -y
mismo era morirse hoy que mañana go e! colando a la cosa, Peralta se coló también. en un colchón, dormido y como enfermoso sacó la baraja y los daos. -Hombre, Peralta
otro día. Ivlandó en su testamento que su Comprendió que era e! Infierno, por e! y aburridón él. De presto se recordó; se en- -dijo e! Diablo-, lo malo es que vos
mortaja fuera de limosna, que le hicieran jumero que salía de pa arriba y e! candelón derezó y, a lo que vio a Peralta, le dijo muy no tenés qué ganarte, y yo no juego vicio.
bolsico, y que precisadamente le metieran que salía de pa abajo. Por allí andaba mucha fanfarrón y arrogante: ¿Qué venís hacer aquí, -¿Cómo no he de tener -dijo Peralta-,
en él la baraja y los daos; y como era tan hu- gente de! mundo en conversas y tratos con culichupao? Vos no sos de aquí; rumbáte al si yo tengo un alma como la de todos? Yo
milde, quiso que lo enterraran sin ataúl, en los agregaos y piones de! Infierno. momento. -Pes, como nadie me atajé, yo la juego con Su Mercé, pues, también soy
la propia puerta de! cementerio ande todos Él se dentró por una gulunera muy escura me fui colando, sin saber que me iba a topar muy vicioso. La juego conera cualquiera
lo pisaran harro. Asina fue que apenitas se y muy medrosa que parecía un socavón, y fue con Su Mercé --contestó Peralta con mucha alma de la gente de Su Mercé. El Enemigo
El! la dicstm de Dios Padre· 449

Malo, que ya le tenía ganas a esa almita de diablito muy metido y muy chocante que pa- serenito, sereniro y muy resuelto hasta que Se volvió el Señor pa su trono, y a un
Peralta, tan linda y tan buen ita, le aparó la recía recién adotorao, dijo con tonito llorón: se ropó en las puercas del Cielo. Estaba eso ratico le hizo señas a un santo, apersonao
caña al momentico. iNunca me figuré que a mi Señor le diera bastante solo, y por allá divisó a San Pedro, él, vestido de curita, y con un bonetón muy
Determinaron jugar tute, y le tocó dar pataleta! -Pero ¿por qué no seguimos, Su recostao en su banco. Apenitas lo vio San lindo. El sama se le vino muy respetoso, y
al Diablo. Barajó muy ligero y con modos Mercé? -dijo Peralta como suplicando-o Pedro, se le vino a la carrera, se le encaró y hablaron dos palabras en secreto. Y bastame
muy bonitos; alzó Peralta y principiaron Es cierto que le he ganao más de treinta y le dijo, midiéndole puño: Quitá de aquí, so susto que le dio: se le veía porque de presto
a jugar. Iba el Diablo haciendo bazas muy tres mil millones de almas; pero yo veo que vagamundo. ¿Te parece que te has porcao se puso descolorido y principió a meniarse
satisfecho, cuando Peralta tiende sus cartas, el Infierno está sin tocar. -Cierto -dijo el muy bien y que nos tenés muy contentos? el bonete. A ésas le hizo el Señor otra seña
y dice: Cuarenta, as y tres, no la perderés Enemigo Malo haciendo pucheros-, pero Si allá en la tierra no te amasé fue porque a una santica que estaba por allá muy lejos,
por mal que la jugués. -Así será -dijo el esas almas no las arriesgo yo: son mis almas no pude, pero aquí sí chupás. -No se fije ojo con él; y la santica se vino muy modosa
Diablo bastante picao-, pero sigamos, a queridas; son mi familia, porque son las que en yo viejito; fíjese en lo que viene por aquel y muy comenta al llamado, y entró en con-
ver qué resulta. Pues ¿qué había de resul- más se parecen a yo. Siguió maqui ando; y lao. Vaya a ver cómo acomoda esa gentecita, versa con Cristico y el otro santo. Estaba
tar? Que Peralta se fue de sobra. Se puso el a un ratico le dijo a uno de sus edecanes: y déjese de nojase. Voltió a ver San Pedro, vestida de carmelitana; también tenía bonete
Diablo como la ira mala, y le dijo a Peralta, Andá, hombre, sacále a este calzón sin gente estiró bien la gaita y se puso la manito sobre que le lucía mucho, y en una mano una
con un tonito muy maluco: ¿Vos sos culebra su ganancia, y que se largue de aquí. las cejas, como pa vigiar mejor; y apenas en- pluma de ganso muy grandota.
echada go qué demonios? -Tanté, culebra; Como lo mandó el Patas, asina mismo tendió el enredo, pegó patas; abrió la puerta, iEsto sí fue lo que más embelecó a las
lo que menos, Su Mercé -le contestó Pe- se cumplió. Mientras que una vieja ñata se la golvió a cerrar a la carrera y la trancó por otras santas! Por todos los balcones empezó
ralta con su humildá tan grande-o Antes persina, fueron echando toditas las puertas dentro. Ni por ésas se agallinó Peralta, ni le a oírse una bullita y unos mormullos, que la
en el mundo decían que yo dizque era un del Infierno la churreta de almas. Aquello coló cobardía ni cavilosió que en el Cielo le Virgen tuvo que tocar la campanita pa que
gusano de puro arrastrao y miserable. Pero era churretiar y churretiar, y no se acababa. fueran a meter macho rucio. se callaran. Pero nada que les valió. Figúrese!
sigamos, Su Mercé, que se desquita. Siguie- Lo que a Peralta le parecía más particular No b:en se sintió San Pedro de puercas que en ese momento salió un ángel muy gran-
ron; a la otra mano salió Peralta con tute era que, a conforme iban saliend0, se iban pa dentro, corrió muy trabucao, y le hizo una de con un atril muy lindo, y más detrás un
de reyes. -iDoblo! -gritó Lucifer con un poniendo más negras, más jediondas y más señita al Señor. Bajó el Señor de su trono, y se angeliro de los guitarristas, con la guitarrita
vozachón que retumbó por todo el Infierno. enjunecidas. Parecía como si a todos los toparon como en la mitá del Cielo, y agarra- colgada a un lao como carrie!, y que llevaba en
La cola se le paró; los cachos se le abrían y cristianos del mundo les estuvieran sacando ron a conversar en un secrero tan larguísimo las dos manitos un tinterón de oro y piedras
se le cerraban como los de un alacrán; los las muelas a la vez, según los bramidos y la que a roda la gente de la Corte Celestial le preciosas; y después salieron dos samicos
ojos le bailaban, que ni un trompo zangarria, chillería. Sin nadie mandárselos, aquellas pañó la curiosidá. Bien comprendían toditos, negros con dos tabretes de plata; y los cuatro
de lo más bizcornetos y horrendos; y por la almas endemoniadas fueron haciendo en el por lo que manotiaba San Pedro y por lo des- arreglaron por allá en un campito de lo más
boca echaba aquella babaza y aquel chispero ... aire un caracol que ni un remolino. Los aires encajao que estaba, que la conversa era sobre bueno un puesro como de escribano. El cura
-Doblemos --dijo Peralta muy convenido. se fueron escureciendo, escureciendo con cosa gorda, ipero muy gorda! Las santas, que y la monjita se fueron derecho a los tabretes; y
Ganó Peralta. -iDoblo! -gritó el Diablo. aquella gallinazada, hasta que todo quedó anque sea en el Cielo siempre son mujeres, cada cual se sentó. El angelito se quedó muy
y doblando, doblando jugaron diecisiete en la pura tiniebla. pusieron los anteojos de larga vista para ver formal teniendo el tintero.
tutes; hasta que el Patas dijo: iYa no más! Peralta, tan desentendido, como si no qué sacaban en limpio. Pero ni lo negro de iValientes criaturas las de mi Dios! En
Estaba tan sumamente medroso, daba unos hubiera hecho nada, se fue yendo muy des- la uña. El Señor, que había estao muy sereno este angelito sí se esmeró él: tenía la cabecita
bramidos tan espantosos, que toitica la pacio, hasta que se encontró con los tuneros oyéndole las cosas a San Pedro, le dijo muy como una piña de oro; era de lo más gordito
gente del Infierno acudió a ver. i Cómo se del caminito del Cielo. Aquello era caminar pasito a lo último: En buenas nos ha metido y achapao, con los ojos azulitos, azulitos qui
quedarían de suspensos cuando vieron a y caminar, y no llegaba. Él tuvo que pasar ese Peralta. Pero eso no se puede de ninguna ni dos flores de linaza; y sus alitas de garza
su Amo y Señor llorando a moco tendido! por puentes de un pelo que tenían muchas manera: los condenaos, condenaos se tienen eran más blancas que una bretaña. Casi estaba
y aquellas lagrimonas se iban cuajando, leguas; él tuvo que pasar la hilacha de la que quedar por toda la eternidá. Andáte a tu en cueritos: tan solamente llevaba de la cinta
cuajando, cachete abajo, que ni granizo. En eternidá que tan solamente Nuestro Señor, puesto, que yo iré a ver cómo arreglamos esto. pa abajo un faldellín coposo de un jeme de
el suelo iba blanquiando la montonera, y por ser quien es, la ha podido medir. Pero No abrás la puerta; los que vayan viniendo ancho, de un trapo que unas veces era de oro
toda la cama del Diablo quedó tapadita. Un a Peralta no le dio váguido, sino que siguió los entrás por el postigo chiquito. y otras veces era de plata, flequiao de por
abajo y con unos caracoles y unas figuras de capador; como cuando en las faldas echan a
la pura perlería. Pero lo más lindo de rodo, lo gotiar los resumideros en los charquitos in-
que más le lucía al demontres de! ange!iro era solvaos. La leyenda comenzaba de esta laya:
la cargadera de la vigüe!ita, que era rodita de "Nos Tomás de Aquino y Teresa de Jesús,
ropacios y esmeraldas; la guitarrita también mayores de edad y de! vecindario de! Cielo,
era muy linda, roda laboriada y con clavijitas por mandato de Nuestro Señor, hemos ve-
y cuerdas de oro. Dizque era e! ángel de la nido a resolver un punto muy trabajoso ... "
guarda de la monjita, y por eso estaba tan tan trabajoso, tan sumamente trabajoso, que
confianzudo con ella. ni an siquiera se puede contar bien patente
La santica entró como en un alegaro con las retajilas tan lindas y tan bien empatadas
e! cura; pero a lo último, él se puso a relatar escritas en la dichosa gaceta. i Hasta ai me-
y ella a jalar pluma. Ésa sí era escribana: se le cha la que tenían esos escribanos!
veía rodo lo baquiana que era en esas cosas Ultimadamente, el documento quería
de escribanía. Acomodada en su tabrete, iba decir que era muy cierto que Peralta le ha-
escribiendo, escribiendo sobre e! atril; y a bía ganao al Enemigo Malo esa traquilada
conforme escribía, iba colgando por detrás de almas con mucha legalidá y en juego
de los trimotiles ésos un papelón muy tieso, muy limpio y muy decente; pero que mas
ya escriro, que se iba enrollando, enrollando. sin embargo, esas almas no podían colar al
Sólo mi Dios sabe el tiempo que gastó es- Cielo ni de chiripa, y que por eso tenían
cribiendo, porque en el Cielo no hay reló. que quedase afuera. Pero que, al mismo
Por allá al mucho raro, la monja echó una tiempo, como todas las cosas de Dios tenían
plumada muy larga, y le hizo señas al Señor remedio, esta cosa se podía arreglar sin que
de que ya había acabao. Peralta ni el Patas se llamaran a engaño. Y el
No bien entendió e! Señor, se paró en arreglo era asina: que todas las glorias que
su trono, y dijo: Toquen bando y que entre debían haber ganao esas almas redimidas
Peralta. Y principiaron a redoblar rodas por Peralta, se ajuntaran en una gloriona
las tamboras del Cielo, y a desgajarse a los grande, y se la metieran ente rita a Peralta,
trompicones roda la gente de su puesro, para que era el que la había ganao con su puño.
oír aquello nunca oído en ese paraje: porque y que la cosa del Infierno se arreglaba de
ni San Joaquín, el agüeliro del Señor, había esta laya: que esos condp.naos no volvían a
oído nunca leyendas de gaceta en la plaza de las penas de las llamas, sino a otro Infierno
la Corte Celestial. Cuando rodos estuvieron de nuevo uso que valía lo mismo que el de
sosegaos en sus puestos y Peralta por allá en candela. Y era este Infierno una indormia
un rinconcito, mandó Cristo que se asilen- muy particular que sacaron de su cabeza el
ciaran los tamboreos, y dijo: Pongan harto cura y la monjita. Esta indormia dizque era
cuidao, pa que vean que la Gloria Celestial de esta moda: que mi Dios echaba al mundo
no es cualquier cosa. Y después se voltió treinta y tres mil millones de cuerpos, y que
ponde la monjita, y, muy cariñoso, le dijo: a esos cuerpos les metían adentro las almas Peralta}' el Diablo jugando alm.as a la baraja,
Leé vos el escrito, hijita, que tenés tan linda que sacó Peralta de los profundos infiernos; representados por Horacio Longas
la pronuncia. y que estas almas, manque los taitas de los
i Caramba si la tenía! Eso era como cuan- cuerpos creyeran que eran pal Cielo, ya esta-
do los mozos montañeros agarran a tocar el ban condenadas desde en vida; y que por eso
En 1<1 dúslra de Dios nutrí' 453

no les alcanzaba e! santo bautismo, porque de plata. También era de oro y de plata e!
ya la gracia de mi Dios no les valía, anque balconerío de la plaza; y al mismim frente
e! bautismo fuera de verdá; y que se morían de la entrada, estaba e! trono de la Santísima
los cuerpos, y volvían las almas a otros, y Trinidá. Era a moda de una cusmdia muy
después a otros, y seguía la misma fiesta grandota, encaramada en unos escalones
hasta e! día de! juicio; que de ai pende!ante muy alros. En e! redondel de la cusmdia
las ponían a voltiar en rueda en redondo de! estaban e! Padre y e! Hijo, y allá en la punta
Infierno por secztla scmlórllll amén. de arriba estaba prendido e! Espíritu Santo,
Que por mdo esm dizque es que hay en aliabierm y con e! piquim de pa abajo. De
este mundo una gente tan canóniga y tan la punta de! piquim le salía un vaho de una
mala, que goza tanm con e! mal de los cris- luz mucho más alumbradora que la de! sol,
tianos: porque ya son gente de! Patas; y por y esa luz se regaba y se desparpajaba por
eso es que se mantienen tan enjunecidos y pa- arriba y por abajo, de frente y por mdos los
deciendo tantísimos mrmentos sin candela. costaos de! Cielo, y mdo relumbraba, y mdo
Éstos quizque son los envidiosos. Y por eso se ponía brilloso con aquella luminaria.
quizque fue que e! Enemigo Malo no quiso El Padre Eterno, que en mdas las bullas
arriesgar las almas aquéllas de! Infierno, por- de Peralta no había hablao palabra, se paró y
que ésas también eran de envidiosos. dijo de esta moda: Peralta, escogé e! puesm
Peralta entendió muy bien entendido e! que querás. Ninguno lo ha ganao tan alm
relate. Y muy contenm que se puso, y muy como vos, porque vos sos la humildá, por-
verdá y rr,uy buena que le pareció la inguan- que vos sos la caridá. Allá abajo fuiste un gu-
dia. Pero era este Peralta tan sumamente sano arrastrao por e! suelo; aquí sos e! alma
parejo, que ni con mdo e! alegrón que tenía gloriosa que más ha ganao. Escogé e! puesm.
por dentro se le vio mover lás pestañas de No te humillés más, que ya estás ensalzao.
ternem; ai se quedó en su puesm como si y entonaron mdos los coros ce!estiales, e!
no fuera co!] él. Pem de golpe se vio solo en trisagio de Isaías, y Peralta, que mdavía no
la plaza de! Cielo. ¡Hasta ai placitas! había usao la virrú de achiquitarse, se fue
Aquello era una cosa redonda, enladri- achiquitando, achiquitando hasta volverse
llada con diamantes y piedras preciosas de un Peraltica de rres pulgadas, y derechim,
mda color, que hacían unas labores como los con la agilidá que tienen los bienaventuraos,
dechaos de las maestras. En redondo había se brincó al mundo que tiene e! Padre en su
una ringlera de pilas de oro que chorriaban diestra, se acomodó muy bien y se abrazó
agua florida y pachulí de la gloria; y cada una con la cruz. Allí está por toda la eternidá.
de estas pilitas tenía su jardinera de cuantas Botín colorao; perdone lo malo que
flores Dios ha criao, pero mditas de oro y hubiere estao.
La mata

Vivía sola, completamente sola, en un cuar- Su historia, la de tantas infelices: de


ro estrecho y sombrío de cabo de barrio. Sus cualquier suburbio vino, desde niña, a ser-
nexos sociales no pasaban de la compra, no vir a la ciudad; pronto se abrió al sol de la
siempre cuotidiana, de pan y combustible, mañana aquella rosa incomparable, y.. : lo de
en algún ventorrillo cercano; del traro con siempre. ¡Pobre flor!
su escasa clientela, y de sus entrevistas con Dos hijos tuvo y fueron su rormento.
el terrible dueño del tugurio. Este hombre El varón huyó de ella y se fue lejos, no bien
implacable la amenazaba con arrojarla a la se sintió hombrecito. Su hija, un ángel de!
calle, cada vez que le faltase un ochavo si- cielo, la recogió e! padre, a los primeros bal-
quiera del semanal arrendam.ienro. Y, como buceos, donde nunca supiese de su madre.
pocas veces complementaba la suma, vivía Ni un amigo ni una compañera le que-
pendiente de la amenaza. daban en su ocaso, a ella que los tuvo sin
Después de ensayar con varios oficios, vino cuento en su cenit; ni una palabra de con-
a parar en planchadora de parroquianos pobres; miseración a ella que oyera tantas lisonjas.
que para ricos no alcanzaban sus habilidades. Y, las pocas veces que imploró un socorro,
Faltábale trabajo con frecuencia, y entonces de algún bolsillo en otros tiempos suyo,
eran los ayunos al traspaso. El hambre, con no obtuvo ni siquiera una respuesta. El
rodo, no pudo lanzarla a la mendicidad. desprecio de los unos, e! desconocimiento
Era uno de esos seres a quienes la rueda de los otros, caían sobre ella como la piedra
de la vida va empujando al rodadero, sin mosaica sobre la hebrea infiel. La pobre ma-
alcanzar a despeñarlos. Más que vieja, esta- riposa, ya ciega, sin esmaltes ni tornasoles,
ba maltrecha, averiada por la miseria y las se recogió, en su espanro, para morir entre
borrascas juveniles. De aquella hermosura e! polvo abrigado de la gruta.
soberana, que vio a sus plantas tantos ado- En su anonadamiento no pensaba en el
radores, no le quedaba ni u~ celaje. De sus cielo ni en la tierra; no pensaba en nada que
haberes y preseas de los tiempos prósperos, pudiera redimirla. ¡Qué iba a pensar la infe-
sólo guardaba el recuerdo doloroso. De liz! Sólo sentía e! hambre de la bestia que ya
aquel naufragio no había salvado más que no puede buscarse el alimento: sólo el frío del
el cargamento de los desengaños. ave enferma que no encuentra el nido.
El hambre material... imuy horrible, el tallo, y la guirnalda de brillame follaje y pie del nombre de este modo: ''Acuérda[e serenidad. i Si ella pudiera rrasplamar su
muy espanrosa! Pero esta arra del corazón; de campánulas purpúreas se fue extendien- de mí, que soy una rriste pecadora". Y roda mata sobre su sepulrura!
esta necesidad de un ser a quién amar, con do, pomposa y exuberante, hasta formar un esro, que tenía olvidado por complero, ¿por Un día llegó furioso el dueño del cuar-
quién companir la negra existencia; esta dombo. Las gentes se paraban a contemplar qué lo recordaba ahora, como si lo esruviese tucho. Sólo a una malvada como ella se le
soledad de la vejez, no podía, no era capaz tanta gentileza y galanura. La pobre mujer, presenciando? iPues por milagro! ... ocurría poner ese marorral, para rumbar
de arrostrarla. menos cohibida, mandaba emrar a los cu- Al sábado siguiente se postraba ante un el cuarto con la humedad. Si no sacaba al
Consiguió un garo, un garo muy hermo- riosos para que viesen rodo aquello. Hasta confesor. No fue poco el pasmo de los vecinos punro aquella ociosidad, la echaba a la calle
so. Pero los garos, lo mismo que el amigo, una señora muy lujosa entró un día. cuando la vieron arrodillada en el comulgato- con roda y sus corotos.
huyen de las casas donde el hogar no arde. Su mata la iba volviendo al traro con las rio para recibir la Santa Forma. De ahí adelante Ella se pone a llorar, sin que piense ni en
Dos veces ruvo loro, y uno y otro murieron gentes; le iba dando nombre. Ya no se sentía llevó vida piadosa imerior y exteriormeme. La rocar la mata. Por la tarde rorna el hombre
de inanición. Su desgracia les alcanzaba hasta tan despreciada ni tan abatida. Como ya mata, más lozana y florida cada día, llegó a ser y arremete a basronazos conrra cacharro,
a los pobres animales. Si ella consiguiera podían verla los extraños, no era tan descui- para ella un ser sobrenarural, enviado por Jesús flores y follaje. Tira roda a la calle y hace
una compañera que no comIese ... pero, dada en su vestido, y sacudía las paredes y de Monserrate para su enmienda y rutela. sacar los muebles enseguida. María Engracia
¿cuándo? aderezaba sus pobres trebejos con e! primor Entre tanro se iba sintiendo muy enfer- se desploma, presa de un síncope. De allí
Un día, al pasar por la calleja un carro que en la miseria quepa. Día por día iba ma y quebramada. Le daban palpitaciones la llevan para el hospital. En sus delirios ve
con enseres de una familia en mudanza, aumemando el aseo. Tanta limpieza le arrajo con frecuencia; con frecuencia se le iba el su mata frente a su cama, como el arco de
cayó junro a su puerta un tiesro con una más clientela y se hizo célebre en el barrio. mundo, y más de un vértigo la desvaneció triunfo para entrar al Paraíso. Y al amánecer
plama. Como se hiciera trizas, lo dejaron El cuarro de María Engracia se citaba como en la iglesia. Presentía su fin muy próximo, de un domingo, cae para siempre en la red
allí abandonado. Tomó ella la raíz, sembrola una tacita de plata. pero sin pena; ames bien con una dulce infinita de la Misericordia.
en un cacharro desfondado y lo puso en un Una mañana entraron dos señoras a
rincón, junro a la emrada. comemplar la mata. Admiradas del aspecro
Ames de un año era una plama que lla- de aquella vivienda mísera, que la pulcrirud
maba la atención de los transeúmes. Regarla, hacía agradable, se deshicieron en elogios.
quitarle las ho¡as secas, ponerle abono, era su Esa noche hizo lo que no hiciera desde sus
dicha; una dicha muy grande y muy extraña. tiempos de servicio: rezó a la Virgen el rosa-
Tan extraña, que siempre recordaba a su rio entero. Otro día sacó de un baúl, donde
hijita, las pocas veces que pudo peinarla y se apolillaba en el olvido, un cuadriro de La
componerla. Le propusieron comprársela a Dolorosa. Colgolo sobre su cabecera y le
muy buen precio. ¿Vender ella su mata? i Si puso un ramo, el primero que cogía de la
le parecía que era persona como ella; que era mata. Un domingo fue a mi:;a de alba.
algo suyo; que la acompañaba; que sabía lo Aquel espíriru, que parecía muerro, resu-
que pensaba! Su cuchitril no se le hacía ya tan citaba. Tallo emendía ella.
triste ni tan feo. Y la pobre, aurosugestionada Todo era un milagro, un milagro que le
por esta idea, ya ponía algún esmero en el hacía nuestro Padre Jesús de Monserrate,
aseo y arreglo del cuarrucho. por medio de la mata. Sí: Éi era. Recordó
La plama iba creciendo a la sombra, entonces, que alguna vez, en sus tiempos
como si Dios la bendijese. Y Dios la ben- rormemosos, al bajar del cerro con arras
decía, porque consolaba a un alma triste. compañeras, le había dejado una tarjeta, en la
Un día llegó un brazo hasta el dime!, arra última estación. Recordaba todo, puma por
levantó un renuevo, otro se curvó en arco. puma: su amiga Ana, que era muy instruida
Su dueña, enronces, clavó dos varas, amarró y muy tremenda, romó un lápiz y puso al
/;Simón el mago

Entre mis paisanos criticones y apreciado- Todos en la casa me querían, a cuál más,
res de hechos es muy válido el de que mis siendo yo el mimo y la plata labrada de la
padres, a fuer de bravos y pegones, lograron familia; y mal podría yo corresponder a tan
asentar un poco el geniazo tan terrible de universal cariño ¡cuando todo el mío lo
nuestra familia. Sea que esta opinión tenga consagré a Frutos!
algún fundamento, sea un disparate, es lo Al darme cuenta de que yo era una per-
cierto que si los autores de mis días no con- sona como todo hijo de vecino, y que podía
siguieton mejorar su prole no fue por falta ser querido y querer, encontré a mi lado a
de diligencia: que la hicieron y en grande. Frutos, que, más que todos y con especia-
Tvfis hermanas cuentan y no acaban de lidad, pareciome no tener más destino que
aquellas encerronas, de día entero, en esa amar lo que yo amase y hacer lo que se me
despensa tan oscura idondé tanto espan- antojara.
taban! Mis hermanos se fruncen todavía, Ftutos corría con la limpieza y arreglo de
al recordar cómo crujía en el cuero limpio, mi persona; y con tal maña y primor lo hacía,
ya la soga doblada en tres, ya el látigo de que ni los estregones de la húmeda toalla me
montar de mi padre. De mi madre se cuenta molestaban, cuando me limpiaba" esa cara de
que llevaba siempre en la cintura, a guisa de sol"; ni sufría sofocones, cuando me peinaba;
espada, una pretina de siete ramales, y no ni me lastimaba, cuando, con una aguja y de
por puro lujo: que a lo mejor del cuento, sin un modo incruento, extraía de mis pies una
fórmula de juicio, la blandía con gentil des- cosa que ... no me atrevo a nombrar.
enfado, cayera donde cayera; amén de unos Frutos me enseñaba a rezar, me hacía
pellizcos menuditos y de sutil dolor con que dormir y velaba mi sueño; despertábame a la
solía aliñar toda reprensión. mañana con el tazón de chocolate.
Estos rigores paternales -ibendito sea ¿Qué más? Cuando antes del almuerzo,
Dios!- no me tocaron. llegaba de la escuela, ya estaba Frutos es-
¡Sólo una vez en mi vida tuve de probar perándome con la arepa frita, el chicharrón
el amargor del látigo! y la tajada.
Con decir que fui el último de los hijos Lo mejor de las comidas delicadas, en
y además enclenque y enfermizo, se explica cuya elaboración intervenía -Frutos -que
tal blandura. casi siempre consistían en chocolate sin ha-
Simóll d mago· 429

rina, conservón de brevas y longanizas- era sacaban de este mundo: ¡tan lindos yarmo- mi madre y a mis hermanas, que, quieras que tenerles mucho amor, porque ni los nom-
para mí. niosos me parecían! no, me tenían que hacer o comprar vestidos; braba, ni les hacía gran caso, cuando por
¡Válgame Dios y las industrias que tenía! Respetadísimos eran en casa mis fueros. no así tal cual, sino al gusto de Frutos. casualidad iban a verla. Por causa de la gota,
Regaba afrecho al pie del naranjo, ponía en el Pretender 10 contrario, estando Frutos a mi De todo esto resultó que me fui abis- que padecía, casi estaba retirada del servicio
reguero una batea, recostada sobre un palito; lado, era pensar en 10 imposible. Que" este mando en aquel amor, hasta no necesitar en cuando yo nací; y al encargarse del Benjamín
de éste amarraba una larga cabuya, cuyo extre- muchacho está muy malcriado", decía mi la vida sino a Frutos, ni respirar sino por de la casa, hizo más de lo que sus fuerzas
mo cogía yendo a esconderse tras una mata de madre; que "es tema que le tienen al niño", Frutos, ni vivir sino para Frutos; los demás le permitían. A no ser porque su corazón
caña a esperar que bajara el pinche a comer... replicaba Frutos; que "hay que darle azote", de la casa, hasta mis padres, se me volvieron se empeñó en quererme de aquel modo, no
Bajaba el pobre, y no bien había picoteado, decía mi padre; que "eso sí que no lo verán", costal de paja. soportara toda la guerra que la di.
cuando Frutos tiraba y ¡zas! ... ¡debajo de la saltaba Frutos, cogiéndome de la mano y Qué vería Frutos en un mocoso de ocho Frutos era negra de pura raza, 10 más ne-
batea! ¡El pajarito para mí! alzando conmigo; y ese día se andaba de años, para fanatÍzarse así, 10 ignoro. Sólo sé gro que he conocido; de una gordura blanda y
Cogía un palo de escoba, un recorte de hocico, que no había quién se le arrimase. que yo veía en Frutos un ser extraordinario, movible, jetona como ella sola -sobre todo
pañete y unas hilachas; y, cose por aquí, re- ¡y cuando yo le contaba que en la escuela a manera de ángel guardián, una cosa allá, en los días de vena, que eran los más- muy
llena por allá, me hacía unos caballos de ojo me habían castigado! ¡Virgen Santa, las cosas que no podía definir ni explicarme, superior, sacada de jarretes y gacha. No sé si entonces
blanco y larga crin, con todo y riendas, que ni que salían de esa boca! contra ese judío, ese con todo, a cuanto podía existir. usarían las hembras, como ahora, eso que
para las envidias de los otros muchachos. verdugo de maestro; contra mamá, porque ¡y venir a ver 10 que era Frutos! tanto las abulta por detrás; sí 10 usarían,
De cualquier tablita y con cerdas o hili- era tan madre de caracol y tan de arracacha, Ella -porque era mujer y se llamaba porque a Frutos no le había de faltar;, y era
llos de resorte, me fabricaba unas guitarras que tales cosas permitía; contra mi padre Fructuosa Rúa- debía de tener en ese en- tal su tamaño que la pollera de percal mo-
de tenues voces; y cátame a mí punteando porque era tan de pocos calzones, que no tonces de sesenta años para arriba. Había sido rado, que por delante barría, le quedaba tan
todo el día. iba y le metía unos sopapos a ese viejo mala esclava de mis abuelos maternos. Terminada la alta por detrás, que el ruedo anterior se veía
¡y los atambores de tarros de lata! ¡y entraña. Con ocasión de uno de mis castigos esclavitud, se fue de la casa, a gozar, sin duda, blanquear, enredado en aquellos espundiosos
las cornetillas de abigarrada cola! escolares, se le calentaron tanto las enjundias de esas cosas tan buenas y divertidas de la gen- dedos; de aquí el que su andar tuviese los
Con gracejo, para mí sin igual, contába- a Frutos, que se puso a la puerta de la calle a te libre. No las tendría todas ,:onsigo, o acaso balanceos y treguas de la gente patoja.
me las famosas aventuras de Pedro Rimales esperar el paso del maestro; y apenas 10 ve se la hostigarían, porque años después hubo de Camisa con escote y volante era su cor-
(Urde, que llaman ahora), que me hacían le encara midiéndole puño, y con enérgicos regresar a su tierra un tanto desengañada. ¡y piño; en primitiva desnudez lucía su brazo
desternillar de risa; transportábame a la ademanes exclama: "¡Ah maldito! ¡Pusiste al cuenta que había conocido mucho mundo! roñoso y amorcillado; tapábase las greñudas
Tierra de Irasynovolverás, siguiendo al ave , niño como un Nazareno! ¡Mío había de ser... y, según ella, disfrutado mucho más. pasas con pañuelo de color rabioso, que
misteriosa de "la pluma de los siete colores"; pero mirá: ti había di arrancar esas barbas de Encontrando a mi madre, a quien había anudaba en la frente a manera de oriental
y me embelesaba con las estupendas proezas chivo!". Y en realidad parecía que al pobre criado, ya casada y con varios hijos, entró a turbante; sólo para ir al templo se embozaba
del "Patojito" -que yo tomaba por otras maestro no le iba a qued::tr pelo de barba. nuestra casa, como sirvienta en lo de carguío en una mantellina, verdusca ya por el tiem-
tantas realidades-, no menos que con el El dómine --que fuera de ia escuela era un y crianza de la menuda gente. Por muchos po; a paseo o demás negocio callejero, iba
cuento de Sebastián de las Gracias, perso- blando céfiro-- quedos e tan fresco como si tal años desempeñó tal encargo, con alguna siempre desmantada. Pero eso sí: muy limpia
naje caballeresco entre el pueblo, quien 10 cosa; y yo me la saqué, porque Frutos en los jurisdicción en las cosas de buen comer, y y zurcida, porque a pulcra en su persona
mismo echa una trova por 10 fino, al compás días de azote o férula, me resarcía con usura, llevándola siempre al estricote con mi madre, nadie le ganó.
de acordada guitarra, que empunta alguno dándome todas las golosinas que topaba y a causa de su genio rascapulgas y arriscado, ¡Muy zamba y muy fea! ¿No? Pues así y
al otro mundo de un tajo; y cuya narración mimándome con mil embelecos y dictados a si bien muy encariñada con todos, allá a su todo tenía ideas de la más rancia aristocracia;
tiene el encanto de llevar los versos con todo cuál más tierno: entonces no era yo "El niño", modo, y respetando mucho a mi padre, a y hacía unas distinciones y deslindes de castas,
y tonada, 10 cual no puede variarse, so pena solamente, sino "Granito de oro", "Mi reini- quien llamaba "Mi Amito". de que muchos blancos no se curan: no me
de quedar la cosa sin autenticidad. to", y otras cosas de la laya. Mi madre la quería y la dispensaba las _ dejaba juntar con muchachos mulatos, dizque
Con vocecilla cascada y sólo para sola- En casa el de más ropa qué relevar era yo, rabietas y perreras. porque no me tendrían el suficiente respeto
zarme, entonaba Frutos unos aires del país porque Frutos se lamentaba siempre de que el Frutos había tenido hijos; pero cuando cuando yo fuera un señor grande; jamás con-
-dizque se llamaban corozales- que me niño estaba en cueros, y empalagaba tanto a mi crianza, no estaban con ella, y no parecía sintió que permaneciese en su cuarto, aunque
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estuviera con la gota, porque un blanco --de- muda a la buena señora! FrUtos la hartó a Cuanto entendía por hazañoso, por ele- -¿Cinto?, dijo mi interlocutora, con
cía- "metido en cuarto de negras, s'emboba desvergüenzas y la cobró una malquerencia vado, por útil, rodo lo vi en la brujería. Las gesto de cosa dificultosa. Eso es muy tra-
y se güelve un tientagallinas"; iguales razones tan grande, que siempre que la veía, resoplaba calenturas del entusiasmo me atacaron. bajoso conseguir: tan solamente el obispo
alegaba para no dejarme ir a la cocina, y eso de puro rabiosa. A fuerza de hacer repetir a Frutos las se lo impresta a los curitas jormales.
que el tal paraje me atraía (cuestión bucólica). Viendo los hilos que yo llevaba solía pro- embrujadas narraciones, pude grabarlas en -iAmalaya que mamá se lo mandara a
Sólo por Nochebuena podía estarme allí cuan- testar mi padre y hasta manifestaba conatos la memoria, con sus más nimios detalles. prestar!, exclamé entusiasmado.
to quisiera y hasta meter la sucia manita en de zurra; pero mamá lo aplacaba, diciéndole, Del cuento pasábamos al comentario. -iAve María, muchacho, y qué vas a
todo; pero era porque en tan clásicos días, toda con las manos en la cabeza: "No te metás, -Coger brujas, me dijo una vez, ies de hacer con cinto!
la familia pasaba a la cocina. Mi padre y mis por Dios! iQuién aguanta a Frutos!". lo más fácil! Nues más qui agarrar un puñao -iEh! iPues pa coger brujas y amarralas
hermanos grandes, con toda su gravedad de y como de todo lo malo casi siempre me de mostaza y regala por toíto el cuarto: a la de los palos!
señores muy principales, se daban sus vueltas daba cuenta, comprendí que por este lado noche viene la vagamunda! ... y echa a pañal', A pesar de lo difícil que era conseguir
por allí, y sacaban con un chuzo de la hirviente bien cogidos los tenía; y me aprovechaba a pañar fruta e mostaza; y a lo questá bien el cinto, salí en busca de mi madre con la
cazuela, ya el dorado buñuelo, ya la esponjosa para hacer de las mías. Cuando veía la cosa agachada pañando, nues más que tirale empresa. Hallela muy empecinada jugando
y retorcida hojuela; o bien asiendo del mecedor apurada, las prendía a asilarme en los brazos con el cinto e San Agusdn ... iY ai mesmito al tute con otras señoras.
revolvían el pailón de natilla, que, revienta por de Frutos; tomábamos camino del jardín, queda enlazada de patimano, enredada en el -Mamá, le dije, óigame un escuchito;
aquí, revienta por más allá, formaba cráteres lugar de nuestros coloquios, y una vez allí... pelo! Un padrecito de la villa de Tunja cogía y poniendo mi boca en su oreja, la expuse
tamaños como dedales. como si estuviéramos en la luna. muchas asina, y las amarraba de la pata di una mi demanda con ese secreteo susurrante de
Las horas en que yo estaba en la escuela, A medida que yo crecía, crecían también los mesa; pero la cocinera del cura era tan boba los niños.
que para Frutos eran de asueto, las pasaba cuentos y relatos de frutos, sin faltar los ejem- que les daba güevo tibio, iy las malditas se Las señoras, que no eran sordas, largaron
ésta en hilar, arte en que era muy diestra; plos y milagros de sanros y ánimas benditas embarcaban en la coca! i Consiá, cuando a la carcajada.
pero no bien el escolar se hacía sentir en la -materia en que tenía grande erudición-; las brujas no se les puede nian mentar coca -iQuitáte de aquí, empalagoso! c,xclamó
casa, huso, algodón y ovillo, todo iba a un e íbame aficionando tanto a aquello, que no e güevo, porque al momentico se güelven ojo mi madre. iDe dónde sacará este muchacho
rincón. El niño era antes que rodo; sólo el apetecía sino oír y oír. Las horas muertas se di hormiga ... y se van! tanto embeleco!
niño la ponía de buen humor; sólo el niño me pasaban suspenso de la palabra de Frutos. -iAjaá!, dije yo. Y có~o hacen pa Salí rezongando y muy corrido.
arrancaba risas a esa boca donde palpitaban iQué verbo el de aquella criatura! Mi fe y mi caber? En muchos días no pensé sino en cómo
airadas palabras y gruñidos. admiración se colmaron; llegué a persuadirme -iPis! replicó. iAnté que si achiquitan se conseguiría el cinto.
Admirada de este fenómeno, decía mi de que en la persona de Frutos se había jun- en la coca a como les da la gana! iMaría La brujomanía se me desarrolló con tan-
madre: "Este muchacho lo tendrá mi Dios tado todo lo más sabio, todo lo más grande Santísima! ta furia, que no hablaba sino del asunto.
para santo, cuando desde niño hace de estos del universo mundo; su parecer fue para mí el -¿y no se pueden matar? la pregunté. -¿Quién ti ha metido todas esas levas?
milagros!". Evangelio, palabras sacram~ntales las suyas. -Eso sí; pero al sigún y conjorme: si se -díjome una vez mi hermana Mariana,
Al amparo de tal patrocinio iba sacando yo Narrando y narrando llegoles el turno a les meti una cortada bien jonda se mueren; que era la más sabia de la casa-o iNo hay
un geniecillo tan amerengado y voluntarioso los cuentos de brujería y de duendería. iY pero como son tan sabidas, ellas mes mas se tales brujas! iÉsas son bobadas de la negra
que no había trapos con qué agarrarme! Ora aquí el extasiarse mi alma! meten otra y se empatan y güelven a quedar Frutos! iNo creás nada!
me revolcaba, dándome de calabazadas contra Todo lo hasta entonces oído, que tanto güenas y sanas. -iMentirosa! iMentirosa!, le grité fu-
todo lo que topaba; ora estallaba en furibun- me encantara, se me volvió una vulgaridad. -¿y matadas cómo hacen? rioso. iSí hay! ¡Sí hay! iFrutos me dijo!
dos alaridos, acompañados de lagrimones, iBrujas ... ! iEso sí era la atracción de la be- -iTan bobo! ¿No ve quellas no se mue- - y lo que dice Frutos no puede faltar.. .
cuando no me daba por aventar las cosas o lleza! i Eso sí merecía que uno le consagrara ren del tiro sin una qui otra vez? Hay que ¡Como si Frutos fuera la Madre de Dios .. .
por morder. todita su vida en cuerpo y alma! tirales a toda gana la primerita cortada, pa iAnima!! ...
Tía Cruz, persona muy timorata y cabal, Ser payasito o comisario me había pa- que queden ai tendidas. i Pero con el cinto - i Pecosa! i Pecosa! aullé, embistiendo
al ver mis arranques, se permitió una vez recido siempre grande oficio; pero desde de mi Padre San Agusdn sí no les valen hacia ella, con ánimo de morderla.
decir delante de Frutos que el niño estaba ese día me dije: iQué payaso ... ni qué nada! marrullas! Me detuvo cogiéndome por los molledos
"falto de rejo". iMás le hubiera valido ser iComo brujo no hay! ... -¿y ónde hay deso? prorrumpí. y estrujándome de lo lindo.
Simóll cll1lngo ·433

-iVoy a contarle a papá! dijo, para que brazos como pa volar, y diciuno, pero icon ¡Amenazarme mi padre! iPonerme Frutos y al fin determiné abrirme con él y comu-
te meta una cueriza, imalcriado!, que ya no harta fe!: No creo en Dios ni en Santa casi en entredicho! iY precisamente cuando nicarle mis proyectos. En un principio no
hay quién te aguante! María, y güelve a decir hasta quiajuste tres tenía tanto qué consultarle! iQuedarme sin pareció participar de mi entusiasmo, y me
Corrí llorando en busca de Frutos, y, casi veces sin resollar; y antonces si avienta uno saber a qué atenerme en lo del pelo largo, en salió con el mismo cuento, de que sí había
ahogado por el llanto, le grité al verla: puel aire y se encumbra a la región! lo del aceite! brujas pero que no había que creer en ellas,
-iQué te parece, Frutos! ... ji! ji! ji! ... -¿y no se cae uno? Por tres días rogué a Frutos que tan si- lo que me hizo afianzar más, viendo cuán
que esa boba Mariana me dijo quizque nu -iNi bamba! con tal quel unto esté quiera me dijera dos cositas, ptometiéndola de acuerdo estaba con Frutos. Pero le pinté
hay brujas ... ji! ji! ... quizque son cuentos bien hecho y se diga comues. no decir esta boca es mía. ¡Andróminas inúti- la cosa con tal fuego, que al fin hube de
que me metés! Sentí escalofríos. No debía de saber que les! No pude sonsacarle una palabra. trasmi tírselo.
Ella hizo una cara como de susto; me el arrodillarse fuera señal de adoración, que de iQué malas! Y lo peor era que eso que al Pepe no era de los que se ahogan en poca
enjugó las lágrimas; y cogiéndome de una saberlo, viérame Frutos de hinojos a sus pies. principio no pasaba de un capricho, me fue agua: su inventiva todo lo allanó.
mano con agasajo, fuimos en silencio a sen- Me había hecho el hombre más feliz: había alborotando con el obstáculo, que se tornó -iMirá!, me dijo, mañana qui hay Salve
tarnos en un poyo detrás de la cocina. hallado mi ideal. en deseo, en deseo apremioso, irresistible. en la iglesia tengo que ir de monarcillo. Yo
-Vea, mi hijito, me dijo: es muy cierto Esa noche cuando, después de rezar, me ¡Ser brujo! ... volar de noche por los te- sé ónde tiene el sacristán guardado el aceite,
que hay brujas ... ipuú ... ! iDe que las hay, las metí en la cama, repetía muy quedo: no creo chos, por la torre de la iglesia, por la región! ... y cuando vaya a ves time, le robo. Conseguite
hay! Pero ... no hay que crer en ellas. en Dios ni en Santa María; no creo en Dios ¿Qué mayor dicha? ¡Qué tal cuando yo diga un frasco bien bueno, pa que lo llenemos.
Mis ojos ya enjutos debieron abrirse ni en Santa María, y me dormí preocupado en casa: ¿Qué me encargan, que me voy esta -¿y de pelo qué hacemos?, le repuse,
tamaños: tal fue mi sorpresa. con esta declaración de ateísmo. noche para Bogotá?; y que conteste mamá: porque la gracia es que volemos bien altísi-
Aquello no podía acomodarlo; pero Al día siguiente, muy de mañana, corría traéme manzanas; y que al momento vuelva mo! ... bajito, como los duendes ... ¡pa qué!
Frutos lo decía y así tenía que ser. yo por los corredores, con los brazos abiertos yo con un gajo bien lindo, acabadito de coger! -¡Eso sí que s lo pilao, exclamó Pepe.
Hablamos de largo sobre el tema, y como y repitiendo la embrujada fórmula. Mariana, ¡y cuand.) me encumbre serenito, como un Las muchachas de casa y mi mama se ponen
yo no perdía ocasión de desentresijarla, la que tal oye, grita: "iMamá, venga y verá las gallinazo, tejado arriba! ... pelo, y se lo robamos. Qué lihace que no sea
pregunté: cosas que está diciendo este ocioso!". Pero Sí, yo tenía que ser brujo: era una nece- pelo de nosotros: en siendo largo y que se
- y decime: ¿las brujas son gente que se mi madre no alcanzó a ver mi dicho, porque sidad. ¡Si hasta sentía aquí ab~jo la nostalgia gulungué harro ... con eso hay!
vuelve bruja, go es mi Dios que las hace? antes que llegara, había yo tendido el vuelo del aire! Por la gran pica -pensaba- que Éste sí es el muchacho -pensaba entre mí,
-iNo sea bobito! Mi Dios no hace a la calle, camino de la escuela. No sé por aquí en casa me regañan, y que Frutos ya no mientras abría la boca pasmado--. iHast'ai!
sino cristianos; pero se güelven brujas si qué, pero me dio recelillo de que mi madre me cuenta nada, yo sabré qué hago ... Y al ¡Qué tal que se ajuntara con Frutos!
les da gana. me viera haciendo tales cosas. primero que se embrujó, ¿quién le enseñó? .. Al Otro día -en son de buscar un perico
-¿y también hay brujos? A mi vuelta no salió Frutos a recibirme. Yo siempre consigo aceite ... manque sea de que dizque se nos había perdido-- invadía-
-iNo ha dihaber! ... pues los duendes! ... Fui a buscarla y a reclamar sus obsequios, y palmacristi ... pero ese cuento del pelo largo, mos Pepe y yo las alcobas de las señoritas
¿no le he contao, pues? Pero como no tienen por primera vez la encontré hecha la ira mala como las mujeres ... iquién sabe! Ríos. Rebuja por aquí, ojea por más allá,
pelo largo como las brujas, no se encumbran conmigo: que mamá había ido a querérsela Aquí el rascarme la cabeza. dimos con un espejo de gran cajón, y en éste
por la región sino que güelan bajito. comer viva, por las cosas que me contaba y Yo, que desde el último amén del rezo una cata de cabellos de todos colores, enreda-
-¿y cómo se aprende a ser brujo? enseñaba; que yo tenía la culpa por icenda- hasta las seis dormía a pierna suelta, tuve dos y como en bucles unos, otros trenzados
Guardó corto silencio, y luego, con aire rio; y que ya sabía que no volviera a joro- entonces mis ratos de velar. En la excitación y asegurados con cáñamos, esotros lacios y
de quien revela lo más íntimo, me dijo a barla, diciéndole que me contara cuentos, del insomnio veía sublimidades, facilísimas flechudos, cuáles en ondas rizosas y bien
media voz: porque así como era tan picón ... de llevar a cabo: dos veces soñé que en apaci- pergeñadas, el cual pelerío se hacinaba entre
-Pues la gente se embruja muy facilito: Al almuerzo me dijo mi padre con una ble vuelo giraba y giraba, alto, muy alto; que peines grasientos y desdentados, peinetas
la moda es quiuno siunta bien untao con cara muy arrugada: "iCuidadito, amigo, cómo divisaba los pueblos, los campos, allá muy desportilladas, horquillas y otras cosas nada
aceite en toítas las coyonturas; se queda en se le vuelven a oír las cositas que dijo esta abajo, como dibujados en un papel. bonitas ni perfumadas. Un frasquito de tinta
la mera camisa y se gana a una parte alta; mañana! ... ¡Le cuesta muy caro!". Pepe Ríos, hijo de un señor que vivía colorada me tentó, y como fuese a echarle
y así questá uno encaramao, abre bien los Tales razones me desconcertaron. vecino a nuestra casa, era un mi compinche; mano con mucha golosina, me dijo Pepe:
Simóll e/mago. 435

-iNo lo cojás! Eso es las chapas de mi tó; hasta Fruros -que en ésas le atacó la el brujístico tocado. Colgados que fueron de ... Abrí los ojos: alguien que me cargaba,
mama, y... ihasta nos mata! gota- se me olvidó. un palo los vestidos de dril; remangadas las tendiome en una tarima; algo como sangre
Qué pocos pelos le quedaron al cajón! "iEn qué inguandias andarán!", decía camisas, roma mas sendas plumas de gallina sentí en la cara; me miré: estaba casi desnudo
-Pero eso sí, me dijo al entregármelo, con aire de mal agüero, cuando pasábamos y principió la unción. iVálgame Dios y qué y enlodado. Por el desorden de los muebles;
escondé bien rodo en tu casa, iy que no cerca de su cuarto. efluvios los de aquel aceite! por las tablas y fichas de la lorería, dispersas
vayan a güeler nada! Ve que vos sos muy Al fin ese domingo tan deseado amaneció. Agotado el frasco, y luego que las co- por el suelo; por los regueros de maíz; por el
cuentero ... Y si nos cogen ... Ni digás tam- Desde las doce ya estábamos en el solar yunturas nos quedaron hechas un melote, movimiento de alarma, sospeché 10 que pasaba.
poco nada de lo que vamos hacer. de casa apercibiéndonos para arreglar los nos colocamos la rebujiña de cabellos, ase- Una ráfaga glacial me heló el corazón: cerré
-iEh! iVos si crés!, repliquele con gran cabellos. Un forro viejo de paraguas, que gurados con barboquejo de cabuya. los ojos para no verme, para no presenciar no
solemnidad. Mirá ... ino hay ni riesgo que pudimos arbitrar, nos sirvió para pergeñar Trémulos de emoción, salimos solar sé qué espantoso que iba a suceder.
yo cuente! sendos peluquines, que, como Dios nos dio abajo, con la bizarría de acróbatas que salen -iToñito! iAntoñito! ... ¿se aporreó?
Desde ese día se nos vio juntos. Y nada a entender, aseguramos con cera negra y con al circo saludando al público. ¿Está herido? preguntaban.
que le agradaba a Frutos mi compañía con amarradijos de cabuya. En lo más remoto del solar, allá tras el Sentí que me tocaban, que me acercaban
ese Caifás, como llamaba a Pepe. Terminada la grande obra, verificamos movible follaje del platanar, al principiar un la vela.
Esa noche declaré en casa que no me la prueba, ante el espejo de Mariana, que declive --que llamábamos el rumbón- esta- -iNo es nada! iNo es nada!. .. clamaban.
acostaba, sino cuando se acostaran los gran- fue sacado clandestinamente . .iQué bien ba el chiquero de recios palos y techumbre de -iNo fue nada ... es que está aturdido!
des, porque iba a cumplir diez años. Y así nos quedaban! Cuán luengos nos caían los helecho; desaguaba por la pendiente aquélla, -iAbra los ojos! ... iAntonio! iAntoñito!
fue. Para distraer mis veladas, me pasaba mechones! Convinimos, no obstante, que formando cauce de negro y palúdico fango, -iCálmese! iCálmese, misiáAnita! iNues
cerca a la vela, volteando como una mariposa, más que a brujos, nos parecíamos al Grande que fertilizaba los lulas, las tomateras, el nada! ...
quemando papeles, o despavesando, lo que Hojarasquín del Monte. barbasco, allí nacidos espontáneamente. Un ruido como chasquido de dientes
incomodaba a l\iIariana, única que en casa me Guardamos todo con gran cuidado, y Amen'lzantes por demás fueron los gruñi- me llegó al alma. Abrí los ojos, y vi! ... Mi
hacía oposición. nos salimos a la calle a disimular; pero eso dos con que, a manera de protesta, nos recibió madre estaba tendida en una butaca; con
-iAh, mocoso!, decía. iYa nian de noche sí, devorados por dentro. el cerdo, cuando, en tan desusadas horas, los brazos rígidos; los puños contraídos y
nos deja en paz! ... iAndá a acostate, sangri- Después de angustiosa espera, apareció vio invadidos sus dominios; 'pero nosotros apretados; la cara lívida, torcida hacia un
pesado! por la noche Pepe con su madre; y no bien proseguimos impertérritos haciendo caso lado; los ojos en blanco; la nariz ensanchada,
l\iIas yo me sentía entonces tan gratamen- la lotería se estableció ... como pajaritos omiso de tales roncas. como buscando aire; anhelaba gritar y se
te preocupado, que sólo respondía a tales para el solar. Adelantándomele a Pepe, no paré hasta quedaba seca, agitada por opresora convul-
apóstrofes, sacándole la lengua y haciéndole Trabase entonces reñida disputa sobre poner el pie en el último travesaño. Allí, sión; unas señoras la tenían, la rociaban, la
bizcos. cuál sería el punto a donde debíamos trepar apoyado en uno de los palos que sostienen friccionaban, la hacían aspirar esencias; mis
-iAh muhán! gritaba Mariana. Que si para tender el vuelo. Pepe decía que sobre el el techo -cual otro Girardot con su ban- hermanas lloraban.
papá no te da una tollina ... iyo sí te cojoL .. horno, que estaba en el corredor del solar; dera- me detuve un segundo. iMis ojos Salté de la tarima prorrumpiendo en
iPero he de tener el gusto de amasate! yo, que sobre la tapia del corral, alegando abarcaron la inmensidad! gritos: iMamita! iMamita!
Aumento de bizcos. que el horno no era bien alto y que, como Toda la fe que atesoraba la gasté enton- -iNo tiene nada! vociferaron. iNo tiene
Doña Rita, madre de Pepe, asistía con sus estaba bajo tejado, se torcía el vuelo y no ces, y, con voz precipitada, por temor de nada!
hijas a la lotería que se jugaba en casa algunas podíamos encumbrarnos. Al fin nos decidi- faltar al precepto con un resuello intem- -iNo está ni descompuesto!
noches, y Pepe no faltaba; pero desde nuestra mos por el chiquero, que reunía todas las pestivo, dije: -iCómo fue eso, por Dios! ... ¿Cómo
alianza dejaba éste las delicias del apunte para condiciones. De él volaríamos al "Alto de las -iNo creo en Dios ni en Santa María! se puso así? ...
irse conmigo. Así, a nuestras anchas pudimos Piedras", que domina el pueblo por el sur, iNo creo en Dios ni en Santa María! iNo creo -Pero sí se hirió la cara! ... iToñito, no
concertar el plan: la elevación quedó fijada y del Alto ... a la región. La elevación debía en Dios ni en Santa María! ... y me lancé... se arrime ... que está imposible!
para el domingo siguiente por la noche. ser simultánea. iCosa rara! En el vértigo me pareció no Horrorizado fui a huir.
iFaltaban dos días! ¡Qué expectación Aunque hacía luna, llevamos cabo de vela, volar hacia el Alto ... Sentí frío, no sé qué l\ile atajaron en la puerta con un platón
aquélla! Hasta la gana de comer se me qui- y, encendido éste, principiamos en el comedor en la cabeza y... nada más. de agua tibia; la cocinera me paró en medio
del humeante baño, sin que yo uatara de ha- Un grito, como aullido de animal, reso- Estaba desgreñada, con los ojos crecidos y la lotería muy a gusto; me acababa de cerrar
cer resistencia; quitome la inmunda camisa; nó en la pieza: era Frutos que entraba. sanguinolentos, echando espumarajos por por las tres pelotas icuando, dotor! ... oímos
y, así hecho un Adán automático, principió -iMi Amito! iMi Amito! -gimió, tra- . la boca. que aquel mío grita: "iCorran, que Antonio
el lavatorio, ayudada de unas señoras. tando de cogerle la soga e interponiéndose El médico entra, me e.-..:amina; declara no se mató! ...... iLi aseguro, dotor, que me que-
-iEh! Peto en qué se cayó este niño, entre él y yo-o iMi Amito, por Dios! No le haber fractura ni dislocación de hueso, ni dé muerta! ... Corrieron todos con las velas .. .
que esto no despega! -dijo una. pegue, por los clavos de Cristo, y se arrodi- cuerda encaramada; tocome el rasguño de icuando a un rato nolo traen en guandos! .. .
- i Si está apestado! replicó otra, ta- lla, le abraza las piernas, casi lo tumba. iÉl la mejilla, sacó un instrumento, y sin dolor iCon la mera camisita! ... iCon porquería
pándose las narices y haciendo extremos de no tiene culpa! ... no tiene ... no tiene! ... extrajo del rasguño aquél, pequeña astilla de de chiquero hasta los ojos! ... iChorriando
asco. Mi padre la rechaza; pero Frutos se pone palo; me dio a tomar un bebistrajo que tenía sangre! ... muertecito ... muertecito ... misma-
-Traigan jabón, a ver si esto sale. en pie; y, saltando hacia mí, me envuelve en aguardiente; tomó una copa, puso en ella un mente! El mío se escapó, porque, como es
Ptonto la pelota de jabón de la tierra, co- sus faldas. papel encendido, y, asentándomela en la espal- tan haragán, no se atrevió a volar primero.
rrida por hábil mano, untó todo mi cuerpo. -iVieja bruja! --grita él, arrancándole el da, la fue corriendo, inflándome las carnes en i Pero qué le parece, dotor, que tuvieron cara,
-iPues mis queridas!, exclamó la enja- pañuelo y cogiéndola de las greñas-o iLargá- dolorosa tensión; manos femeniles empapa- ilos indinos! de empuercase todos con aceite
bonadora: esto es aceite de higuerillo y no lo! ... o te mato! La arrastra con una mano, mien- das en aguardiente alcanforado frotaron mi de higuerilla, que le robaron al sacristán ...
cosas del chiquero. tras que con la otra me saca del envoltorio. cuerpo; y, por último, pegáronme en varios dizqu'es preciso pa ser brujos! ... iPero así
-iPues verdá! iPues verdá! repitieron -iQuítenmela... que la mato-vocifera puntos pingos de uapo mojados en una agua bien untao ... se chupó su buena cueriza! iNo
las demás. con coraje. amarillenta. le digo ... si estos muchachitos dihoy en día
-iEh! iPero cómo puede ser eso! Ella se endereza, y, como un fardo, se Aún no habían terminado estas faenas, aprenden con el Patas!
Del platón fui uasladado a la tarima, y va de espaldas contra el entablado suelo, -iNo es con el Patas! prorrumpe mi
cuando se oyeron pasos precipitados, acom-
me enjugaron con una colcha. 1vlariana, ya lanzando extraños sonidos. padre desde el cuarto vecino, saliendo a la
pañados del crujir de almidonadas faldas.
sosegada, trajo camisa, e iba a vestírmela, Él, entonces, toma la soga, como la vez Doña Rita apareció en la puerta: traía en las escena. iNo es con él! iEste diablo de negra
cuando, con gran tropel, se llenó la pieza primera; y, contando ... uno ... dos ... tres ... manos uno de los peluquines de marras. Frutos, que ha tolerado Anita, es la que los ha
de gente. Mi padre venía allí. hasta doce, va asentando azotes sobre mi metido en ésas! Y no crean ustedes que este
-iVengo muerta de per:a! -exclamó
-¿Se mató? preguntó con voz que desnudo cuerpo, que se zarandea como ma- sofocada, haciendo visajes. Allá le hice dar niño escapa: puede morir de las consecuen-
nunca le había oído. niquí colgado. de Ríos una cueriza a aquel bandido! ... iVean cias: iel cimbronazo debió ser horrible! ...
Sin esperar respuesta, salió. No había No lancé un ay! yo que ponía los gritos en las cosas de estos diablos! (y exhibió la pe- -iEl peligro es muy remoto! y el caso
transcurrido un segundo cuando volvió: el cielo porque una mosca se me asentara! no se presenta alarmante, repuso el escula-
luca). iPues no estaban de brujos! ... y esto
traía una soga. Frutos seguía en el suelo, retorciéndo- fue lo que se pusieton en la cabeza dizque pa pio. Tanto es así que no he tenido que apelar
-iNo le vaya a pegar!, prorrumpen se; de repente se levanta y torna a caer; en volar! iQué les parece: el pelo que teníamos a un tratamiento enérgico.
mujeriles voces. impúdica rebujiña se revuelca, haciendo pa ... la cabellera de Jesús Nazareno! ... -iOjalá así sea! -dijo mi padre. Pues
- i Pobrecito! , dice la del jabón ... Qué apartar la gente y tropezando con los mue- sí -agregó-, la maldita negra es la de
Todos se agruparon para examinar la
culpa tiene él! bles; algunos van a cogerla, y los rechaza cosa, prorrumpiendo en mil extremos de todo. Desde que me llamaron y supe que la
-iEs una injusticia papá!. .. véalo heri- a puñetazos, a patadas y mordiscos. Pudo admiración. También el doctor tomó el pe- caída había sido del chiquero, todo lo adiviné.
do! plañían las de casa. entonces articular con voz espantosa: luquín en las manos, riendo a carcajadas. Ya él se había chupado su regaño!
Papá no atendió: se acercó a mí; y, co- -iDéjenme ... que ahora mesmo me -iAve María, dotor! ... siguió doña Rita. Contó, entonces, lo del ensayo de vue-
giéndome de un brazo con una mano, levantó largo de esta maidita casa! iPues no ve! Un milagro patente fue que lo por los corredores y lo de las palabras
con la otra un extremo doble de la soga, y Todos los hombres la acometen, y -arre- estos enemigos no se hubieran desnucado! aquéllas.
dijo trémulo: molinándose en apretada lucha, en que se Aclarado e! misterio, llovieron las admi-
Qué le parece, dotor: iaventarse de aquel
-iTe he tolerado todas las que has sentían respiraciones de cansancio y traquear chiquero tan alto! iy a aquel rumbón! ... La raciones y repreguntas.
hecho; peto con ésta se llenó la medida! ... de huesos- logran sacarla al corredor. Estas pláticas me sacaron de! sonam-
fortuna que cayó entre el pantanero, y que
iTomá, vagamundo ... para que aprendás! ... y En el desorden pude verla, y se me antojó, se enredo en una mata!... que si no, itiesecito bulismo. Me sentí el hombre más desgra-
la soga crujió en mis carnes. no obstante mi amor a ella, cosa diabólica. ciado. Qué le hace que me muera -me
lo levantan del zanjón! Estábamos jugando
decía- isiempre que Fruros me engaña -iMamita querida! ... ¿Usté no se ha
con mentiras!. .. isiempre que es tan mala! ... muerto? ¿No es cierto que no?
isiempre que uno no puede volar! ... Así -iNo, mi hijito! ¿No ve que estoy aquí, .
como así mamá se murió -porque la creía con usted? Eso fue que me dio la pataleta
muerta-o Así como así papá me ha pegado de! susto ... pero ya estoy aliviada ... Tome
con rejo ide!ante de tanta gente! ... así como otra vez la pócima que dejó e! doctor iestá
me han desnudado ... siempre que Pepe es muy sabrosa! En la diestra de Dios Padre
tan traicionero que contó ... i Sí estaba viva!
Sentíame como si todos los resortes de mi Incorporeme para recibir e! vaso, y vi '------------~~--------------------------------------------

alma se hubiesen roto, sin fe, sin ilusiones ... que mi padre estaba sentado al extremo de (Cuento de la Señá Ruperta)
Cerraba bien los ojos para irme muriendo la cama.
y descansar; pero no: tristezas espantosas iTambién lloraba! /

pasaban por mi cabeza. Exhalaba hondos lvl e pasó la mano por la frente, me tomó Este dizque era un hombre que se llamaba tan siquiera traer comida alguna vez pa que
suspiros. e! pulso y dijo muy triste: Peralta. Vivía en un pajarate muy grande y llenáramos, ya que pasamos tantos hambres.
Muy tarde, cuando ya se había ido toda -iTiene mucha fiebre ... pero mucha! muy viejo, en e! propio camino real y afue- Pero vos no te afanás por lo tuyo: tenés
la gente, me dormí. iMás me valiera velar! Fue a despertar al doctor, que se había rita de un pueblo donde vivía e! Rey. No era sangre de gusano.
Cosas horribles y extravagantes estremecie- acostado en la pieza contigua; me dieron casao y vivía con una hermana soltera, algo Ésta era siempre la cantaleta de la herma-
ron mi espíritu: veía a Ftutos que volaba, unas gotas en agua azucarada. viejona y muy aburrida. na; pero como si predicara en desierto frío.
que se reía de mí, haciéndome contorsiones; Sosegué por completo, y lloré mucho; No había en e! pueblo quién no cono- Peralta seguía más pior; siempre hilachento y
oía que las campanas doblaban tristes ... pero lloré con alegría. ciera a Peralta por sus muchas caridades: él zarrapastroso, y e! bolsico lámparo, lámparo,
muy tristes; en esa vaguedad de los sueños, Seis días estuve en cama, oyendo a doña lavaba los llaguientos; él asistía a los enfer- con e! fogoncito encendido tal cual vez; la
aspiraba e! olor de! ciprés, de luces ardien- Rita y a las visitas los comentarios, ya cómicos, mos; él enterraba a los muertos; se quitaba despensa en las puras tablas y una pobrecía,
do; y veía a mi madre en un ataúd negro ... ya tristes de mi propia aventura. Por ellos supe e! pan de la boca y los trapitos de! cuerpo señor! regada por aquella casa desde e! chi-
muy negro. Luego estuve en un pantano, que Ftutos se había ido de casa y que había para dárselos a los pobres; y p~r eso era que quero hasta e! corredor de afuera. Figúrese que
sumergido hasta e! pescuezo; quería salir, mandado por los corotoS. Ésto, que e! dfa estaba en la pura inopia; ya la hermana se la no eran tan solamente los Peraltas, sino que to-
quería gritar, y no podía. antes me hubiera trastornado, me fue entonces llevaba el diablo con todos los limosneros dos los lisiaos y leprosos se habían apoderao
Al fin, merced a extraño impulso, pude indiferente. y leprosos que Peralta mantenía en la casa. de los cuartos y de los corredores de la casa
salir; lancé un grito y desperté temblando, Don Calixto Muñetón -lumbrera de! ¿Qué te ganás, hombre de Dios -le decía "convidaos por e! sangre de gusano", como
con e! cabello parado y empapado en frío pueblo, que arengaba siempre en los veintes la hermana- con trabajar como un macho, decía la hermana.
sudor. Había luz en la pieza; mi madre, de julio y cuando venía e! obispo; que leía si todo lo que conseguís lo botás jartando Una oracioncita estaba Peralta muy fati-
teniéndome de las manos, me sacudía. muchos libros y que compuso novena de! y vistiendo a tanto perezoso y holgazán? gao de las afugias de! día, cuando, a tiempo de
-iToñito! ... iToñito! ... me gritaba ... Niño Dios- vino también a visitarnos. Sin Casáte, hombre, casáte pa que tengás hijos a largarse un aguacero, arriman dos pe!egrinos
-No se asuste mi hijito! ... es una pe- ser veinte de julio, se dejó a:Tebatar de la e!o- quién mantener. -Calle la boca, hermanita, a los portales de la casa y piden posada. Con
sadilla. cuencia, a propósito de mi caída; disertó sobre y no diga disparates. Yo no necesito de hijos, todo corazón se las doy, buenos señores -les
iMamá viva! pensé. ¿Todavía estaré so- las grandezas humanas, poniendo verdes a las ni de mujer, ni de nadie, porque tengo mi dijo Peralta muy atencioso- pero lo van a
ñando? gentes orgullosas; y al fin se planta en pie, prójimo a quién servir. Mi familia son los pasar muy mal, porque en esta casa no hay
Me tomó como a un chiquitÍn, y estre- toma en su siniestra su bastón de guayacán, prójimos. -iTus prójimos! Será por tanto ni un grano de sal ni uria tabla de cacao con
chándome contra su pecho, me besó la frente lennta la diestra a la altura de su cara, como que te lo agradecen; será por tanto que te qué hacerles una comidita. Pero prosigan pa
y me dijo llorando: manecilla de imprenta, y como quien resume, han dao. Ai te veo siempre más hilachento y . dentro, que la buena voluntá es lo que vale.
-¿No ve, mijo, las cosas que hace ... para se encara conmigo con aire patético, y dice: más infeliz que los limosneros que socorrés. Dentraron los pelegrinos; trajo la herma-
que papá lo castigue! ... iY si se ha matado ... qué -iSí, mi amiguito, todo e! que quiere Bien podías comprarte una muda y com·· na de Peralta e! candil, y pudo desaminarlos
había hecho yo!. .. y seguía llorando. volar, como usted ... chupa! prárme!a a yo, que harto la necesitamos; o a como quiso. Parecían mismamente e! taita

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