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ESTADO, ACTORES POLÍTICOS Y VIOLENCIA EN COLOMBIA

EL “TROPEL” COMO UN ESCENARIO DE ACCIÓN VIOLENTA*


Astrid Carolina Casallas
Jhonatan Steven Perico
Zulay Judith Venegas
Queipo Luis Varon

“Callando nos moríamos, sin palabra no existíamos. Luchamos para hablar contra el olvido, contra la muerte, por la
memoria y por la vida. Luchamos por el miedo a morir la muerte del olvido… es necesario hacer un mundo nuevo.
Un mundo donde quepan muchos mundos, donde quepan todos los mundos…”
Subcomandante Marcos Enero 1996
Palabras clave: Violencia Política, Tropel, Estudiantes, Estado, Autonomía.

Resumen:
La universidad como escenario donde se sintetizan las expresiones de la sociedad recibe
la herencia e influencia de “La violencia política” sobre la violencia organizada y desorganizada
(Pecaut, 1997) producto de su extensa duración, y se configuran igualmente las relaciones
sociales de los distintos actores de la sociedad colombiana, y por lo tanto calan en todas las
formas de reproducción social.
En esa medida, la acción política universitaria ha tomado contrastes violentos por lo cual
se pretende responder ¿cuáles son las interpretaciones acerca de prácticas como El Tropel en el
movimiento estudiantil, considerando los tiempos, generaciones y aspectos teóricos que
caracterizan distintos lugares de enunciación?, por ello a lo largo de esta ponencia se expone
cómo un escenario de confrontación como “el tropel” puede estar enmarcado en diferentes líneas
ideológicas de ver la violencia desde los diferentes actores políticos: los estudiantes, los
denominados capuchos, policía, y población civil, en donde el contraste de ideas es la
determinante que hacen que surjan nuevas interpretaciones.
En primer lugar se habla de la coerción ejecutada por las instituciones del Estado
colombiano enmarcado en la Violencia Política, la criminalización de la protesta social y el
estereotipo de los estudiantes universitarios como vàndalos, amigos de la insurgencia. Se hace
un recorrido por la construcción del movimiento estudiantil y la legitimación de la pedrea,
además de tener en cuenta algunos artículos de prensa que se encargan de la formación de
imaginarios respecto al tropel y quienes actúan en él. Posteriormente se menciona la pérdida de
impacto del tropel como mecanismo de protesta a partir la ritualización y de la violencia que trae
en sí mismo y agrede a la comunidad civil, de la misma manera se mencionan prácticas donde la
confrontación convertida en rutina no logra vincular al grueso de la población estudiantil, que
por el contrario repele este tipo de acciones, y debido a esto también son criticados y
vulnerados en su calidad de sujetos políticos. Finalmente se presentan algunas reflexiones acerca
de cómo se interpretan acciones que no reivindican el tropel como forma legítima a partir del
distanciamiento generacional y nueva forma de entender al estudiante como sujeto político.
_____________________________________________________________________________
*Parte del seminario de Democracia Participación y Violencia de la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá,
aunque en un trabajo en construcción lleva en estudios de prensa e hipótesis construidas a partir de la formación recibida de quienes la escriben.
1. “El tropel” como movilización social

Con las grandes transformaciones de la juventud ocurridas por el mundo como el mayo
francés, la masacre de Tlatelolco, o el hippismo el imaginario del joven rebelde se reproduce y
no tarda mucho en llegar a nuestro país, que acompañado del ingreso del marxismo a Colombia
ha marcado la historia en una lucha constante entre los diferentes sectores sociales en búsqueda
del bienestar, y en la exigencia de garantizar derechos por parte del Estado, aquellos que le
permitan a los ciudadanos vivir en dignidad, y parte de estas luchas entonces, están dentro de las
aulas de las universidades (públicas principalmente).

A partir de la conformación de ejércitos insurgentes por el territorio colombiano, distintas


organizaciones sociales, sindicatos, movimientos campesinos indígenas y organizaciones
estudiantiles, encuentran en la lucha por sus derechos un punto en común. Estos grupos son en
consecuencia, “una nueva representación de lo político visto desde una relación amigo-
enemigo”.(Pecaut, 1997) Esta definición, plantea entre otras cosas la constante confrontación
ideológica que busca eco en los diferentes sectores sociales de Colombia. Por consiguiente estos
movimientos, son de igual manera vistos como enemigos del Estado y sus instituciones, y por
tanto son potenciales a ser silenciados; el movimiento estudiantil, con tintes ideológicos entra en
confrontaciones permanentes tanto discursivas como físicas no solo contra las políticas del
Estado, sino también con la policía pues sus postulados y pretensiones generan conflicto y
resistencia con las políticas neoliberales de Colombia.

La protesta social es un derecho fundamental consagrado en la constitución política de


Colombia en el artículo 20 y 30, pero esta acción a nuestro parecer debe ir acompañado de
estrategias que permitan comunicar a los otros la inconformidad. En consecuencia, son muchas
las ocasiones en que la fuerza pública ha relacionado de manera directa a los estudiantes con las
insurgencias comunistas, como dijo para el periódico El Tiempo en 2012 el General Martínez:

“Esos bandidos se están aprovechando de la juventud, de la fogosidad y la inexperiencia


de estos jóvenes estudiantes para hacerlos partícipes de sus actividades criminales y
terroristas. Esto es un llamado a los padres de familia porque ¡cómo es posible que no
sepan qué están haciendo sus hijos, dónde están sus hijos! De hecho la madre de uno de
los jóvenes muertos terminó con afectaciones en su cuello y con problemas acústicos, ya
que se encontraba durmiendo en el segundo piso de la casa donde ocurrió la explosión”1

Son los medios de comunicación quienes se encargan de moldear los imaginarios de la


sociedad frente a acontecimientos, actores, Estado y otra gran cantidad de elementos; en nuestro
caso “[l]a prensa, como industria cultural, asume la tarea de orientar, influenciar, definir, avalar o
condenar los sentidos y las acciones de los distintos grupos y actores sociales.” (Blanco.J) en este
caso frente al tropel y quienes actúan en ellos. Medios como periódico El Tiempo, El Espectador,
Caracol y Rcn, marcan una tendencia como prensa hegemónica2 al titular este tipo de acciones
como violentas, vandálicas, y al asociar actores con las insurgencias.

1
"Tres jóvenes universitarios murieron mientras manipulaban explosivos." http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-11426321.
Accessed 15 May. 2018.
2
Concepto desarrollado por Jorge Orlando Blanco Suárez en “La democracia colombiana en el discurso de la prensa: El Tiempo 1990-2004: la
democracia amenazada”
Hablar de tropel, de pedreas y de protesta no es una discusión reciente, María Eugenia
Vásquez Perdomo nos cuenta en “Escrito para no morir. Bitácora de una militancia” (1998) la
naturalización del tropel y pedreas contra la policía, relata el tropel del primer semestre de 1970
hasta el cierre y apertura de la Universidad Nacional en 1972 y 1973 respectivamente. En su
testimonio podemos caracterizar diferentes militancias, las luchas eran dadas por estudiantes de
diferentes líneas políticas fuertemente ancladas a movimientos y partidos con pretensiones de
poder estatal y que se planteaban proyectos a nivel nacional como lo era la Nueva Democracia
viendo los las experiencias semi feudales y semi coloniales de Nariño específicamente, siguiendo
al “ilustre camarada Mao” por parte de la JUPA; por otro lado, los camilistas entendían a la
Colombia de ese entonces como un país capitalista, y por lo tanto se debía consolidar el proyecto
comunista.
La autora señala que en ese momento: “la izquierda radical pregonaba la destrucción del
sistema, la universidad debía cumplir un papel de vanguardia intelectual en la formación de
cuadros para la revolución” (Vásquez. p 59) y luego “el marxismo como método de análisis e
investigación tenía la palabra” lo que nos deja ver a pesar de las diferentes tendencias presentes
en el movimiento estudiantil de la época, las corrientes de izquierda eran las predominantes por
no decir que las únicas aunque los trotskistas y los de la JUCO eran entendidos como pequeños
burgueses. Lo esencial era “ser revolucionario, creer en el cambio, ir en contra de lo establecido,
luchar por la libertad, entregar la vida por los intereses del pueblo…”

El uso de la violencia y la toma del poder por medio de pedreas, sitios, y destituciones se
tomaba como un acto natural de transición en lo que Lenin llama el cambio de Estado Burgués
por el Estado Proletario que llevaría gradualmente a la desaparición del Estado. La transición no
estaría exenta de violencia, aunque la desaparición del Estado fuese natural. Para Víctor Serge, la
violencia, el uso de las armas y toma de la institucionalidad aplicaría contra el Estado Burgués
cuya función es mediar las contradicciones de clase y que por lo tanto la ley y la legalidad ésta
en contra del proletariado y sus intereses, por lo que el proletariado organizado sólo puede buscar
la clandestinidad para reconquistar derechos sociales “respetar esta legalidad es cosa de tontos
(…) Sin embargo desdeñarla no sería menos funesto. Sus ventajas para el movimiento obrero son
tanto más reales cuanto menos ingenuo se es. El derecho a la existencia y la acción legal es para
las organizaciones del proletariado algo que se debe conquistar y ampliar constantemente.”
(Serge, 1972)

Este intento de transición fue y es tomado por nuestro Código Penal como rebelión, y el
intento de cambio de sistema como revolución. Serge también afirma que la organización
revolucionaria no debe dejarse sorprender, su trabajo en parte es clandestino, luego el Estado
Burgués también tiene su policía secreta “la seriedad del trabajo revolucionario no puede habitar
en una casa de cristal” pero igual de importante es entender que el Estado burgués como
“máquina” condenará desde lo legal lo que pueda cambiar el orden de los actores o tenga la
pretensión de destruirlo, esto explicaría “la reducción del espacio jurídico para el derecho a la
protesta” como afirma la personería de Medellín en 2011, y luego señala “la protesta social es el
camino por excelencia que le queda a los oprimidos para alcanzar sus derechos.”(ibid).

A pesar de esta situación, se entiende que la universidad debe ser un espacio de


deliberación y de debate de ideas que comprenda un reconocimiento de distintas versiones de la
realidad y que no por esto es una escuela de crimen, entonces se plantea a lo largo de trabajos y
construcciones de estudiantes y maestros (organizados o no), afirmaciones acerca de la
autonomía universitaria, construcciones que representa la base en los planes de organizaciones
estudiantiles, y en grandes movimientos como la MANE3 o el ENEES4, comprende además la
intervención de la fuerza pública dentro del campus universitario, la militarización interna y la
coerción por esta vía.
Podríamos entonces entender el tropel como protesta y movilización social, ya que es
medio de expresión, derecho, mecanismo de protección, forma de comunicación, mecanismo de
participación política (ibid) y exigencia de derechos, pero que en la tradición ideológica ,por los
capuchos se centra en el derecho a la rebelión y el levantamiento contra el orden instaurado aún
cuando se afecte la tranquilidad, viéndose peligrosamente cerca a la asonada por obra y gracia de
dicho orden, la corte de constitucional en la resolución No. C 009/95 plantea que las medidas
para la exigencia de derechos se encuentra en la constitución al igual que las medidas de
protección y que una reacción violenta y “tumultuosa” es innecesaria, aunque también aclara que
son exequibles en la medida que sean pacíficas y afirma que el espacio público es de
participación más que de trafico (personería de Medellín, 2011).
Entonces se suele satanizar el “tropel” y las protestas sociales confrontando las luchas
colectivas con los derechos individuales, por el hecho de cerrar vías, detener el comercio, alterar
el orden y la tranquilidad aunque sea una lucha de todos los de abajo. “La protesta social es un
llamado desesperado al Estado, gobierno y a la sociedad para que adopte las medidas que
permiten reestablecer sus derechos o eliminar el estado de cosas que los y las agobia, con que
más que un conflicto de intereses con los derechos de los otros, debe ser entendido desde el
estado de necesidad motivante.” (Zaffarán, 2016. Citado por la personería de Medellín). De la
misma manera han sido muchas las ocasiones en que personas han pagado con su vida las
consecuencias del tropel, en el momento en que los actores suponen estar en un campo de guerra
y no un espacio de deliberación y exigencia de derechos y convicciones.

De mano de la fuerza pública que por orden del gobierno arremete en contra de las
manifestaciones, y que a lo largo del territorio nacional lo han hecho de manera indiscriminada y
sin control, es que se generan los actos de resistencia estudiantil. Ahora bien, ¿representa esto un
acto de violencia política? Sí, en tanto, se busca de manera disimulada el silenciamiento de
mentes que se piensen realidades diferentes para Colombia, el exterminio de la izquierda
estudiantil, el desconocimiento del valor de la protesta, y de la satanización de las acciones
realizadas por este sector, punto de la desarticulación de las organizaciones estudiantiles con la
comunidad académica que confluye en las instituciones, y la aversión de la sociedad colombiana
en general sobre las nuevas ideas o ideas gestadas desde estos espacios.

Ahora bien, desde el origen de la sociedad occidental moderna los medios de comunicación han
desempeñado un papel trascendental en el imaginario y en la concepción de sentidos y
significados de la realidad social. ” De ahí que su visión de la realidad y los discursos que
produce comúnmente se confundan con los de la opinión pública o que a esta se le considere la
representante de la misma, al hablar normalmente desde un nosotros; los colombianos, los
patriotas, los amantes de la democracia, los defensores del orden y la ley, etc. (Blanco, 2008).
Con esto la prensa ha elaborado realidades discursivas que se adhieren en la sociedad y que han
3
"Mesa Amplia Nacional Estudiantil- Colombia
4
"El Encuentro Nacional de Estudiantes por la Educación Superior realizado en Bogotá el 16, 17. Y 18 de marzo de 2018.
calado en las concepciones de la gente del común, conformándose así metarrelatos que tienden a
convertirse en realidad por la capacidad de replicamiento que poseen.

“Opinión es doxa, no es episteme, no es saber y ciencia; es simplemente un parecer, una opinión


subjetiva para la cual no se requiere una prueba”. (Sartori, 1997). Pero muchos medios de
comunicación expresan en sus columnas o noticias opinión referente a criterios personales,
dejando a un lado la objetividad y basándose en subjetividad que muchas veces viene de un
interés mucho más poderoso y perverso que el del simple periodista o reportero.

En ese afán por demostrar que las universidades fabrican vándalos revolucionarios, son los
medios de comunicación los protagonistas en la creación de ese imaginario de estudiante de
universidad pública relacionado directamente con las insurgencias y con un comunismo
depredador y peligroso, que se refuerza con cada nota de opinión y artículo publicado como
veremos a continuación:

Artículo 1: ¿Llegó la hora de frenar los desmanes en la Pedagógica?. Incidentes


recientes, con uso de armas peligrosas, han llevado a autoridades a plantear mano dura.
Por: Bogotá 10 de marzo 2018 , 10:00 p.m.
En este artículo se muestra la visión que cataloga el “tropel” como un acto delincuencial. Habla
Daniel Mejía, secretario de Seguridad, Convivencia y Justicia. “No se puede confundir la
autonomía universitaria, la libertad de cátedra y la que tienen los universitarios para protestar con
la utilización del centro universitario para armar artefactos explosivos”. Y donde también habla
Adolfo León Atehortúa Cruz, rector de la Universidad Pedagógica Nacional, y menciona que
“La Constitución y las leyes establecen la autonomía universitaria, y en esos términos, por
convicción académica y por principios intelectuales no autorizamos el ingreso de la Fuerza
Pública. El campus debe ser escenario de saber, conocimiento y vida. Nos encantaría, eso sí, la
intervención estatal en términos presupuestales”. Estas dos entran en debate y hacen que el
artículo plantee la necesidad de abordar al “tropel” y a las universidades públicas con otra
perspectiva.

Artículo de prensa2: ¿Y el tropel, para qué?. Por Julián Ortega Martínez jueves 19 de
octubre de 2006 0:01 COT. EquinoXio.
En el artículo de opinión expresan como los universitarios en general rechazan las pedreas como
forma "legítima" de protesta, aunque por lo general la toman como una manifestación más de la
vida universitaria. Y así como las altas esferas del poder atacan a quien les critica, algunos de los
"dueños del tropel" hacen lo mismo con quien llegue a manifestarse en contra de la pedrea,
tachandolo de "paraco" y "regalado”. También enfatizan en que no sólo la guerrilla está
infiltrada en las universidades públicas, los paramilitares también andan metidos de cabeza,
amenazando e intimidando, y mientras unos pocos son los que provocan y causan los desórdenes,
la comunidad universitaria entera queda en peligro por los señalamientos. Dejan varios
interrogantes entre ellos está el de "¿Se necesita pertenecer a Fun Comisiones-MODEP, ASPU,
sindicatos, capuchos, y demás para pensar por la universidad, para leer, analizar, y proponer
cambios argumentales?".

2. La acción política, más allá de la legitimación violenta en la universidad.


Las afectaciones en la ciudadanía producto de la escalada de la violencia política en
Colombia no se resume solamente a los principales protagonistas del conflicto, o en las zonas
donde los asesinatos, secuestros, desalojos, ataques, extorsiones, etc. son más evidentes; ellas
aparecen también en las interacciones sociales cotidianas; la violencia como mecanismo de
imponer una configuración social por parte de un actor sobre otro, se convirtió en una de las
continuidades y características del sistema político colombiano, por lo que, inevitablemente hace
mella en la cultura de un país que aprendió a resolver las diferencias mediante la confrontación,
silenciamiento y eliminación de quien asume posturas diferentes a las propias, situación que
desde los mismos actores estatales se practica.
Pecaut (1997) afirma al respecto: “La Violencia se ha convertido en un modo de
funcionamiento de la sociedad dando nacimiento a redes diversas de influencia sobre la
población y a regulaciones oficiosas”, es decir, su durabilidad en la escena pública minimizó el
impacto de los actos violentos en la conciencia de las personas e instituciones, al punto de que
ejercieron influencia en la vida cotidiana y, por consiguiente, se normalizará. Sin embargo,
aquellas expresiones de rechazo por parte de movimientos sociales que se resisten al
conformismo y al silenciamiento, encontraron legitimidad en su acción colectiva por parte de la
ciudadanía, muy a pesar de la criminalización de la protesta como respuesta del Estado ante sus
consignas, siendo este el caso del movimiento estudiantil.
El 8 y el 9 de junio son días simbólicos para la comunidad estudiantil del país, en estas
dos fechas, se conmemoran el asesinato del primer estudiante en la historia de Colombia en 4.
Inéditos y tristes episodios que marcarían el 8 de junio como día de conmemoración a los
estudiantes, en memoria de las víctimas de la fuerza indiscriminada del Estado, principalmente
se recuerda como en 1954 en el mandato del general Rojas Pinilla, las fuerzas militares
dispararon contra decenas de estudiantes reunidos en el centro de Bogotá, con el fin de mostrar
su inconformismo ante la mala gestión presidencial. Esto desencadenó a que tiempo después el
gobierno fuera determinado culpable por tal hecho, y culminó en la posterior condena para los
responsables. Estos hechos lejos de opacar a los movimientos estudiantiles, generó una mayor
fuerza y cohesión,
Durante el periodo del Frente Nacional, los estudiantes toman especial protagonismo al
alzar su voz de inconformidad con el establecimiento, orientando sus acciones colectivas a
expresar demandas y soluciones frente a desigualdades y exclusiones que no limitaron solamente
a la educación superior, también se sumaron a la lucha de otros sectores sociales invisibilizados,
(campesinos, obreros, indígenas, mujeres, etc.) aumentando así su participación en la esfera
pública. Fue una generación de universitarios marcada por el fervor de la acción política que los
convirtió no sólo en actores sociales reconocidos, sino también fueron analizados por la
intelectualidad colombiana (desde un paradigma marxista) como movimiento político, dada la
fusión que se hace de su historia con la izquierda (Archila M, ed. 2001).
Sin embargo, a pesar de las intenciones de resistencia y de protesta, y que el movimiento
estudiantil haya convertido las confrontaciones con fuerzas militares y de policía en actos
simbólicos como “el tropel”, en una estrategia viable de comunicación como forma de lucha,
rebeldía y acto político, evidencia que la escalada de la violencia en las vidas universitarias
refleja el vínculo que existe entre política y cultura que sostiene aún prácticas de confrontación
violenta según lo afirma María Ema Wills (2002) : “La competencia entre actores por imponer
sus representaciones hace que la cultura, lejos de ser un terreno idílico, se construya en una
esfera conflictiva y diversa” (p 45) Esta lucha por imponer representaciones y orden entre
estudiantes y el estado, desata respuestas de ira en los jóvenes ante el aumento de casos de
desaparecidos, asesinados, violaciones a los Derecho Humanos, etc. es entonces cuando “el
tropel” como confrontación callejera contra las autoridades se convierte en un rito propio de
universidad pública en las últimas décadas del siglo XX.
Pero la transformación significativa tanto del alma mater como de la sociedad, lo ve
como violencia directa, física y simbólica, porque, como se dijo inicialmente, todas tienen una
afectación en diferentes actores y a diferentes niveles: el ciudadano de a pie, al establecimiento
de comercio, al trabajador, a los niños, a los mismos estudiantes, a los usuarios de transporte,
entre otros, alterando el desarrollo mismo de la ciudad y la universidad, y aunque esa parece ser
la intención como forma de visibilizar su lucha, es un ejercicio que además ya no cuenta con la
aceptación del conjunto de la sociedad civil debido a una rutinización:
“la fragmentación y degradación de las violencias afecta particularmente a los
movimientos sociales, pues siega la vida de muchos dirigentes y activistas, entorpece, si
no anula, la cotidianidad de las organizaciones y cercena notablemente su autonomía,
(…) El problema de los actores sociales en el país no es propiamente la cantidad de
villanos y oportunistas que se les incorporan, sino la amenaza a su existencia física y
simbólica.” (Archila M, ed. 2001).
Por ello, no se trata sólo de culpar al establecimiento, tampoco a la invisibilización o
mediación por parte de la prensa y otros medios de comunicación, ni de convencer a propios y
extraños del movimiento y su importancia, se trata de cambiar las acciones y actitudes políticas y
de protesta, una política bien entendida, como lo sugiere Fals Borda “avanzar hacia una toma
real del poder en todos sus niveles (…) buscando mayor eficacia no sólo en el plano político
concreto, sino en lo cultural, en la moral personal y colectiva, y hasta en lo espiritual.”(En:
Archila M, ed. p 14) que no acuda también a la violencia política.
Si las prácticas como el tropel, se toman como ejercicio simbólico de postura política y
crítica, y no como escenario de confrontación (mucho menos de guerra), entonces habría que
partir de distinguir entre dos generaciones distintas con convocatorias distintas. Aquella que
inició la lucha política de izquierda desde la academia, desde la movilización, y esta nueva
generación, guiada por nuevos códigos y lenguajes que ha sido interpretada de individualizada,
despolitizada y desinteresada por la movilización colectiva.
Sin embargo, como lo sugiere Mauricio Archila (2001) hay que cuestionar quiénes y
desde qué postura se crean los imaginarios y estereotipos tanto positivos como negativos de los
actores sociales, es por ello que, contrario a la anterior interpretación de esta nueva generación
que no ve interés, ni efectividad en la protesta a través de “el Tropel” es posible identificar a
través de la omisión o no participación, una apuesta política de no entrar en el ejercicio de la
Violencia y de reproducir las configuraciones sociales heredadas del conflicto y la confrontación.
Así pues, se sugiere un cambio o ampliación de la concepción de “el Tropel” como lo afirma el
profesor de la Universidad Nacional Carlos Medina en una entrevista:
Hay unas formas del tropel y la violencia es una de las muchas formas del tropel, pero
tropel hay cuando un estudiante se para frente a una investigación y lleva el
conocimiento de un lugar a otro y subvertir las lógicas del conocimiento, cuando un
estudiante se monta en un auditorio, hace danza, hace teatro, hace cultura, transforma la
música y la enriquece, ahí hay tropel, cuando es capaz de pararse frente a un lienzo y
plasmar el encanto de la vida; el tropel es mucho más que la confrontación violenta con
la policía y con la autoridad. (Medina, M . 2010)

A modo de conclusion
Entender que la vida universitaria tiene otras y nuevas expectativas y formas de
relacionarse, abre el panorama para dejar prácticas viejas en generaciones nuevas, donde el
ejercicio de la violencia por simbólica que sea, trae consigo efectos en la sociedad civil, se trata
entonces, de un cambio de racionalidad que necesita de nuevas interpretaciones, que hacen que el
responder a la violencia con más violencia, sean tomadas como un acto deslegitimador, y que
hacen que cada vez los movimientos estudiantiles pierdan fuerza.
La práctica del “tropel”, como forma de protesta ha sido vista desde dos visiones: de
quienes lo avalan como una forma de lucha y los que desacreditan la violencia y sugieren la
incorporación del pensamiento crítico y de transmisión de ideas sin necesidad de la coerción. El
Estado aprovecha esto y crea una imagen que hace ver a cualquier forma de lucha como
terrorista o subversiva. Esto puede cambiar si vemos con el uso de la pedagogía crítica y de la
educación popular un medio para crear semillas desde la comunidad, que permita una nueva
racionalidad basada en la lucha de ideas y el cambio de la sociedad, y no desde la lucha armada
que hace ver erróneamente a la inconformidad como sinónimo de maldad.
Los movimientos sociales y estudiantiles han sido considerados como objetivos militares
por parte del Estado, lo que genera que la historia sea testigo de la constante lucha entre los
estudiantes y las organizaciones estatales, que desencadena una constante práctica de la violencia
que empaña los ideales y desalinea las acciones de las dos facciones enfrentadas. Es necesario
entonces, que los movimientos estudiantiles tengan como una de sus orientaciones más
importantes luchar por su escuela, preocupándose primeramente por su entorno cercano y luego
por su ambiente externo, entendiendo que la escuela no solo son cuatro paredes sino que la
comprendemos todos aquellos que hacemos parte de ella, considerando incluso al ciudadano de a
pie que sin saberlo contribuye a la educación pública con sus impuestos. También entender que
las personas que tengan una visión diferente son importantes para la conformación de una
sociedad inclusiva, como lo decía Mao en su texto sobre la contradicción, “la parte opuesta
complementa al todo” (Tse-Tung Mao, 1937). Y ese todo estamos las personas que queremos
que la educación y la universidad mejore y crezca con una mentalidad crítica y constructiva.

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