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El desarraigo en los niños migrantes y sus consecuencias psicológicas

La migración de venezolanos hacia diferentes países durante el proceso conocido


como la “revolución bolivariana”, ocurrido en los dos últimos gobiernos que ha
tenido este país latinoamericano; ha dado lugar a lo que se conoce como la
“diáspora bolivariana”. La situación social, económica y política que han tenido
que afrontar los hermanos venezolanos, ha instado a que miles de ellos salgan a
otros países buscando condiciones mínimas que le permitan subsistir y mejorar su
calidad de vida.

Las personas que se marchan desde sus lugares de origen para establecerse en
un nuevo lugar, es lo que se conoce desde la sociología como “desarraigo”.
Fenómeno que se acrecienta día a día para esta población migrante, y que tiene
unas consecuencias a nivel psicológico que impacta las dinámicas familiares y de
manera especial a los niños. Entendido de esta manera, el desarraigo se convierte
en un estado en el que las personas que abandonan sus entornos, pierden los
lazos que los unen a sus raíces, se da la pérdida de referencias que posibilitan
que pueda encontrar su lugar dentro de su entorno de origen.

¿Pero quiénes son los más afectados?

La búsqueda de nuevos horizontes y oportunidades laborales, el colapso severo


del sistema económico, las condiciones sociales precarias, el éxodo obligatorio y
el exilio político, ha obligado a que muchas familias emprendan viajes hacía
nuevos destinos, en los que vemos como constante que la población infantil, no
tiene más opción que seguir los caminos que sus padres o familiares toman para
darles mejores oportunidades de vida. Los más pequeños son quienes sufren las
mayores consecuencias de este fenómeno, ya que son sometidos a situaciones
que ponen en peligro su seguridad y su vida, a causa de las adversidades que
ellos y sus padres deben enfrentar en sus travesías.

Afectaciones psicológicas en los niños

El desarraigo en los niños migrantes a causa del miedo, la exclusión, la pérdida de


redes sociales de apoyo, entre otros; puede afectar diversas áreas de su
funcionamiento psicológico. Pueden observarse cambios frecuentes de conducta,
llanto fácil, pérdida del interés y tristeza. Es normal que estos niños también
presenten ansiedad, irritabilidad y problemas de sueño. A nivel somático (cuerpo),
la aparición de vómito, dolores de cabeza, fatigas, problemas gastrointestinales,
etc. Su funcionamiento cognitivo, también se ve comprometido con la aparición de
problemas de concentración, memoria y atención.
¿Cómo actuar?

Las experiencias de convivencia entre las poblaciones de acogida y los migrantes;


han generado diversas situaciones de contraste. Por un lado vemos que muchas
personas en nuestro país y de manera especial en nuestra ciudad, han logrado
desarrollar vínculos que trascienden lazos familiares y han optado por asumir
posturas y actitudes de apoyo para con los migrantes, mientras otros sienten con
recelo o desinterés, lo que les ocurre a muchas familias desarraigas del vecino
país. Este tipo de situaciones, nos coloca frente a reflexiones profundas sobre
nuestro deber y sentir humano, frente al inesperado y pareciera que inacabable
fenómeno migratorio. Sea cual sea nuestras conclusiones sobre el tema, no
podemos titubear a la hora de cuestionarnos sobre si debemos o no actuar para
ayudar a los niños que son las principales víctimas de esta crisis humanitaria. Los
derechos de los niños son impostergables, ineludibles y son una prioridad para
todas las sociedades, para sus gobiernos y sus ciudadanos.

De acuerdo a la guía para la intervención psicológica para inmigrantes y


refugiados editado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid - España,
existen diversas estrategias para el abordaje de las consecuencias psicológicas
que pueden aparecer con ocasión del desarraigo:

- Cuidar y fomentar el vínculo: Trabajar con los padres la idea de que


constituyen la red de apoyo más importante y cercana con la que cuenta el
niño.
- Proporcionar seguridad y protección: Transmitir a los padres la
necesidad de sus hijos por sentirse protegidos y seguros en su nuevo
entorno. Mediante un entrenamiento en la elaboración de mensajes
tranquilizadores se puede lograr proporcionar seguridad y apoyo.
- Rutinas: Ayudar a los progenitores a que establezcan una serie de rutinas
diarias, es una de las maneras más útiles y efectivas de proporcionar
seguridad a los niños.
- Normalización y focalización en lo positivo: Informar a los padres sobre
la posible aparición de algunas conductas disruptivas o no evolutivas, que
anteriormente no se encontraban presentes: rabietas, negaciones ante
peticiones, volver a mojar la cama, llanto excesivo, no querer estar solos o
con otra personas o dificultades en la interacción con iguales, entre otras.
Se trata de poder ayudar al niño a comprender sus emociones y una forma
más adaptativa de expresarlas, mostrándoles conductas alternativas de
forma asertiva y siguiendo los tiempos del niño.
- Adaptación progresiva: Es muy importante que los padres no presionen o
exijan a sus hijos una adaptación rápida a la nueva situación, deben darles
tiempo y seguir el ritmo que observan que necesitan sus hijos en particular,
sin comparaciones con sus iguales.
- Facilitar la expresión emocional y hablar de lo ocurrido: Trabajar con
los padres la necesidad de sus hijos de hablar sobre lo ocurrido, siempre
respetando su espacio personal y su negación en ocasiones de no hablar
sobre lo sucedido.

Es fundamental tener en cuenta que la familia juega un papel crucial para ayudar a
los niños a hacer frente a las adversidades y de igual forma, las estrategias de
afrontamiento personal que logren desarrollar durante sus procesos de acuerdo a
las distintas etapas en su ciclo de vida.

Referencias
https://www.euston96.com/desarraigo/
https://www.ucm.es/data/cont/docs/315-2016-06-02-g.refugiados_PDF.pdf
https://cerlalc.org/los-ninos-principales-victimas-del-desarraigo-en-el-mundo-2/

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