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Sábado, 19 de junio de 2010

Adorando a Dios con los diezmos y las ofrendas

Una persona que aprende a depender de Dios, que comienza el


día con él y permanece en la presencia de él todo el día, que vive
diariamente proyectándose para la eternidad, y que sigue el ejemplo
de Cristo, ¿va a tener dificultades en ser fiel en los diezmos y las
ofrendas? ¿En guardar el sábado? ¿En el estilo de vida Adventista?
Cada día estoy más convencido de que la causa de la infidelidad en
los diezmos y las ofrendas no es financiera, sino espiritual.
No creo en la teología de la mayordomía cristiana que no
prioriza la relación con Dios. ¿De qué vale traer los diezmos y las
ofrendas, si Cristo no es el primero en todo en la vida? ¿Qué sentido
tiene esa adoración? ¿Quién es glorificado con eso? Es posible que
algunos se estén preguntando ¿Por qué todavía no hablan de los
diezmos y las ofrendas?
El fundamento, la base de la Mayordomía Cristiana es la
intimidad diaria con Dios. Por lo tanto, primero tenemos que trabajar
la causa. Diezmos y ofrendas son efectos. Lo principal en la
Mayordomía Cristiana no es el diezmo o la ofrenda, sino la
espiritualidad personal del creyente.
Una persona que desarrolló y consolidó el hábito de buscar a
Dios en la primera hora de cada mañana, no tendrá dificultades para
diezmar y ofrendar.
Un corazón convertido hará todo lo que el Señor pide.
Bien, ahora podemos hablar sobre diezmos y ofrendas con la
finalidad de profundizar nuestro compromiso de adoración en esos
temas sagrados.
Esperamos que si hay alguien en nuestro medio que está
fracasando en su relación con Dios y consecuentemente en la
devolución de los diezmos y las ofrendas, que al oír este tema el
poder de Dios pueda despertar a ese creyente de la pesadilla mortal.
Vamos a abrir la Palabra en Proverbios 3:9, 10: “Honra a
Jehová con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos
entonces tus graneros estarán colmados con abundancia y tus lagares
rebosarán de mosto”.

1. La prueba de lealtad: Los diezmos, las ofrendas y el sábado.

La mitad de los temas de nuestra semana fueron sobre el


sábado. El sábado para nosotros es importante, somos Adventistas
del Séptimo Día, él está en nuestro “ADN”. Guardamos ese día como

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prueba de nuestro respeto y lealtad a Dios Creador. Semanalmente
vivimos en la presencia de Él en adoración, en este lugar y en
nuestras casas. Ahora, ¿qué decir de un Adventista que no guarda el
sábado? Persistiendo en ese pecado, ¿puede ser un verdadero
adventista?
Algunos pueden estar preguntándose ¿el asunto de hoy no es el
diezmo y la ofrenda? ¿Qué tiene que ver el sábado con esto?
Mi hermano, tiene todo que ver. La deslealtad y la
deshonestidad en la devolución sistemática de los diezmos y de las
ofrendas son equivalentes a transgresión del sábado. ¿Qué? Yo nunca
escuché eso. ¿Cómo es posible sustentar esa declaración? No se
asuste, la revelación es progresiva. Hoy el Espíritu Santo le va a
revelar esa verdad.
La palabra profética dice:
“Así como el árbol fue puesto en medio del jardín del Edén, el
sábado fue ubicado en el centro del decálogo. Con respecto al fruto
del verdadero conocimiento, se puso una restricción, ‘mas del árbol
de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás’. Con respecto al sábado, el Señor
dijo: ‘Acuérdate del día sábado para santificarlo’. Así como el árbol
del conocimiento fue la prueba de la obediencia de Adán, así también
el cuarto mandamiento es la prueba que Dios ha establecido para
determinar la lealtad de su pueblo” (Cristo Triunfante, p. 357).
“Asimismo el diezmo de nuestras entradas es ‘santo a Jehová’.
El Nuevo Testamento no promulga de nuevo la ley del diezmo, como
tampoco la del sábado, porque la validez de ambas se da por
establecida y su profundo significado espiritual se considera
explicado” (Consejos sobre Mayordomía, p. 70).
El sábado es santo y debe ser guardado en conmemoración del
poder creador de Dios.
El diezmo y la ofrenda son santos y recuerdan que Dios es el
Creador, propietario y Salvador.
Nuestros primeros padres no debían tocar ni comer del árbol
del conocimiento del bien y del mal. Fue colocado en el huerto como
prueba de lealtad y respeto a Dios.
¿Qué sustituyó al árbol del conocimiento del bien y del mal en
nuestros días? El sábado, el diezmo y las ofrendas. Son cosas santas
al Señor. No puedo y no debo tocar no comer de aquello que le
pertenece.
Antes de proseguir quiero hacer una pequeña pausa, quiero
atenderlo a usted que está pensativo y preocupado con la siguiente
cuestión: Yo no tengo ninguna entrada, ¿cómo queda mi caso? El
Manual de Iglesia dice que para aquél que no tenga entradas el
diezmo no es prueba de discipulado. ¿Qué quiere decir esto? Que una
persona no puede ser desglosada, separada de la comunión porque
no diezma. Infelizmente algunos han usado esa declaración como
escusa para defender su falta de reconocimiento de Dios como

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Creador y Redentor. Recuerde, eso se aplica solamente para aquellos
que no tienen ninguna entrada.
Volviendo a nuestra línea de razonamiento, el diezmo y las
ofrendas deben ser vistos como elementos de adoración a Dios. No es
cuestión de traer una ayuda para la iglesia o el campo misionero
cuando se tiene una buena condición financiera. Eso no se aplica al
diezmo y a la ofrenda, porque son dedicados al Señor antes de
cualquier otro compromiso. No dedicamos a Dios aquello que sobra.
El está siempre primero. La devolución al Señor de los diezmos y de
las ofrendas implica un compromiso con el crecimiento del reino de
Dios, a fin de que podamos apresurar la venida de Cristo. Así como el
sábado, la devolución de los diezmos y de las ofrendas, tiene también
una dimensión escatológica.

2. Dimensión escatológica de los diezmos y de las ofrendas.


Así como el sábado apunta para la eternidad, acerca del diezmo
y de las ofrendas el Señor de la gloria recomienda: “sino haceos
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde
ladrones no entran ni hurtan” (Mat. 6:20).
Aquí Jesús nos lleva a la atmósfera del cielo, nos señala el
camino correcto para el uso de los recursos que él coloca en las
manos de sus hijos. Parece decir: Tengan cuidado porque el diablo,
vuestro adversario, va a hacer de todo para que usen
incorrectamente los recursos divinos. Va a colocar en nuestras
cabezas que debemos luchar desesperadamente para conseguir
nuestra “independencia financiera”. Muchos lucharán hasta el fin
buscando esa tal “independencia financiera”, aunque tengan millones
en los bancos porque querrán enriquecerse más, y psicológicamente
la misma no aparecerá, porque cuanto más se enriquecen, más
desesperadamente lucharán para tener más.
Tengan cuidado porque otros se convertirán en esclavos del
trabajo secular para pagar deudas. La comunión con Dios dejará de
ser el primer compromiso, porque tienen que trabajar para pagar los
préstamos del auto, de la casa, de la heladera, del perro, de los
pasajes aéreos, de las vacaciones, de los video juegos, de la TV de 52
pulgadas…
No crean que los logros obtenidos aquí son más importantes
que la Jerusalén Celestial. No se engañen, pensando que las cosas de
aquí les van a traer felicidad plena y eterna. Jesús parece decir: Yo
conozco los dos lados de la moneda, ponga su corazón en un tesoro
eterno que valga la pena. “porque donde esté vuestro tesoro, allí
estará también vuestro corazón” “¿Porque ¿de qué le aprovechará al
hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?” (Mat. 6:21 y Mar.
8:36). Él parece decir: Tonto, lo que adquirió, ¿para quién será?
¿Quién se va a beneficiar con sus millones? Sus casas, sus haciendas,
sus empresas…

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El mensaje es: use lo que le di para el crecimiento del reino de
Dios. Porque cuando usted llegue al cielo, le mostraré la cantidad de
personas que fueron alcanzadas por los diezmos y las ofrendas. Usted
va a recibir un abrazo de gratitud de esas personas y eso será
infinitamente más compensador que todo lo que tenemos aquí.
Así como el sábado será recordado en el cielo, también se verán
los resultados de los diezmos y de las ofrendas. No compramos el
cielo con los diezmos y ofrendas, somos salvos por la gracia mediante
la fe, esto no viene de los hombres, de donaciones o de obras, la
salvación es un regalo de Dios. Aquellos que reconocen esa bendición
no solamente en palabras, sino en acciones se deleitan en adorar a
Dios con una devolución fiel y sistemática de los diezmos y de las
ofrendas.
Es maravilloso pensar que somos miembros de una iglesia local
parte de una iglesia mundial. Es compensador saber que los diezmos
y las ofrendas que devolvemos al señor serán usados para la
salvación de personas en todo el mundo.
Proyéctese a la eternidad en este instante e intente imaginar
cómo será recibir un abrazo de gratitud de un ex habitante de la
ventana 10/40. Personas de Egipto, Libia, Afganistán, Irán, o Irak,
China, Corea del Norte…
Hermanos nuestros de regiones más pobres se aproximan y
dicen: no podíamos tener un pastor, pero ustedes que tenían más
condiciones nos dieron ese privilegio con los recursos compartidos.
Uno de esos pastores visitó a mis padres, a mi esposa, a mi hijo… y
ellos tomaron la decisión. Ellos están aquí conmigo, ¡imaginen la
escena!

3. Adoración sistemática
El último punto que vamos a tratar es la adoración sistemática.
Ese punto es importantísimo porque tiene que ver con nuestro
reconocimiento de que Dios nos sustenta todo el tiempo. La bendición
del Padre es continua, no cesa, el corazón no para de latir, provee
oxígeno en la proporción correcta, la visión, la ropa, la comida…
Adorarlo esporádicamente es una incoherencia. Los que trabajan para
el Evangelio tienen necesidades sistemáticas. Las obligaciones de los
campos y de las iglesias son permanentes. La forma que el Señor
escogió para sustentar esa estructura es dar recursos a sus hijos y
solicita que ellos lo adoren en espíritu y en verdad con una devolución
fiel y sistemática de los diezmos y de las ofrendas. Si los recursos
que el señor me da son diarios, cada día debo separar lo que le
pertenece a él, porque la iglesia y el campo tienen también
obligaciones diarias. Si el beneficio que el Padre me concede es
semanal, semanalmente debo separar los diezmos y las ofrendas
porque la iglesia y el campo misionero también tienen obligaciones
semanales. Si recibo un beneficio mensual debo proceder
semanalmente.

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Esa responsabilidad es individual. Algunos pueden decir: yo soy
pobre y no tengo condiciones. Creo que esa expresión está fuera de
lugar. Ya explicamos antes que la cuestión de diezmar y ofrendar no
es financiera, sino espiritual. Cuando usted es una persona espiritual
lo que prevalece no es su pobreza material, sino su intención de
adorar aunque sea como el diezmo y la ofrenda de la viuda pobre. La
salvación y la responsabilidad en la devolución de los diezmos y de
las ofrendas son individuales.
Cuando aceptamos ser miembros de la iglesia, asumimos
públicamente ese compromiso sagrado, independientemente de ser
rico o pobre.
No asumimos la responsabilidad de traer dinero para la iglesia
sino la de adorar fielmente a Dios siempre que obtenemos cualquier
recurso. Dijimos que no presentaríamos más el dinero del Señor en el
altar de la “diosa” fortuna. Adoraríamos solamente al Señor y
Salvador.

Conclusión
“Nunca debemos olvidar que se nos ha puesto a prueba en este
mundo a fin de determinar nuestra aptitud para la vida futura. No
podrá entrar en el cielo ninguna persona cuyo carácter haya sido
contaminado por la fea mancha del egoísmo. Por lo tanto, Dios nos
prueba aquí entregándonos posesiones temporales, a fin de que el
uso que hagamos de ellas demuestre si se nos pueden confiar las
riquezas eternas” (Consejos sobre Mayordomía Cristiana, p. 24).

Apelación final:
Renovar el propósito de buscar a Dios en la primera hora de
cada mañana. Después, guardar el sábado y ser fieles
sistemáticamente en los diezmos y en las ofrendas.

Pr. Miguel Pinheiro


Mayordomía
División Sudamericana

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