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El sindicalismo surge a principios del siglo pasado como una suerte de contrapeso a los

sistemas de poder y patronales sobre los trabajadores, de tal manera que en esa época
resultó justo y necesario, dado que se encontraban por demás desequilibradas las dos partes
del sistema laboral: a saber, la clase trabajadora y la clase patronal. Sin embargo, es
menester señalar que lo que en un inicio surge como una organización mediante un sistema
de representación puramente obrera, cuyo principal objetivo era la negociación con los
patrones y las empresas a efecto de ganar derechos y prestaciones a favor de los
agremiados, para con ello dignificar la labor obrera, que como primera intención resultó ser
buena y por demás provechosa pues otorgaba a los trabajadores la posibilidad de ser
escuchados en sus demandas y pretensiones sin temor a represalias pues la organización
sindical fungía expresamente como representante y portavoz de un grupo o grupos de
trabajadores, con la finalidad de visibilizarlos y con facultades tales para darles voz y voto.

No obstante todo ello, con la evolución del siglo y la transformación de los sistemas de
producción así como los cambios sociopolíticos que se fueron dando, no solamente en
materia laboral sino económica, es que el sindicalismo adquiere nuevos tintes que ya no
resultan tan provechosos a la clase trabajadora. Pues, si bien es cierto que aún hoy en día
los sindicatos existen como una suerte de representación de los trabajadores para exigir el
cumplimiento y establecimiento de condiciones laborales que beneficien a los mismos,
también lo es que su transformación ha resultado tan abrupta que actualmente los sindicatos
funcionan en mayor medida en razón del grupo de poder en turno, y por son utilizados
mayormente para alianzas políticas y como grupos de choque entre pugnas netamente
político-económicas, razón por la cual se ve totalmente viciada la función que originariamente
tenían, dando con ello pasó no solamente a la corrupción, entendida ésta como una mala
transformación de una noble organización que debiera proteger a la clase trabajadora, sino,
peor aún, como una fuerza que hoy en día los oprime en igual o mayor medida que la fuerza
empresarial política y económica, pues es innegable que la transformación sindical ha llegado
al punto de encontrarse dirigida y supeditada al control político al frente, razón por la que a
su vez estas mismas organizaciones sindicales condicionan la labor obrera, al exigirles
afiliarse y aportar "voluntariamente" o, de lo contrario, verse excluidos, y en el peor de los
casos sin empleo dado que resulta evidente que en los grandes gremios son los sindicatos
los que deciden quién, cuándo y cómo será el ingreso de un nuevo miembro a dicho sindicato.

Finalmente, es importante señalar que los sindicatos como figura representativa y


organizacional resultan importantes para la defensa de los derechos de la clase obrera e
incluso para la protección del capital de la clase patronal, esto siempre en cuando los mismos
no pierdan la mira hacia el verdadero objetivo y se enfoquen a la tarea para la que realmente
fueron creados, esto es: una protección de derechos y un equilibrio social.

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