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TEXTOS 6

En efecto, habiendo ido una vez a casa de Parrasio, el pintor, conversando con él, dijo: ¿Acaso,
Parrasio, la pintura es una representación de lo que se ve? Por ejemplo, los cuerpos curvos y los
altos, los oscuros y los luminosos, los duros y los blandos, los ásperos y los lisos, los jóvenes y
los viejos, los imitáis representándolos por medio de los colores. -Dices verdad, respondió. -Y
bien, al reproducir las figuras hermosas, como no es fácil encontrar un solo hombre que tenga
todo irreprochable, reuniendo de muchos lo más hermoso de cada uno, hacéis así que parezcan
hermosos los cuerpos enteros. -Lo hacemos así, en efecto, dijo. -¿Qué, pues?, dijo, ¿lo más
seductor, dulce, amable, deseable y encantador lo imitaís, el carácter del alma? ¿O no es
inimitable eso? -¿Cómo, en efecto, dijo, puede ser imitable, Sócrates lo que no tiene ni medida,
ni color, ni nada de lo que tú dijiste hace un momento y ni siquiera, en suma, es visible?
-¿Acaso no se dan en el hombre el mirar a otros amistosa u hostilmente?, dijo. -Pienso que sí,
respondió. -¿No es verdad que al menos eso es imitable en sus ojos? -Sí, sin duda, dijo. -Y en
relación con las dichas y las desgracias de los amigos, ¿te parece que tienen el mismo rostro los
que se preocupan por ellos y los que no?, dijo. -No, por Zeus, sin duda no; pues en las dichas se
ponen alegres, dijo, y en las desgracias tristes. ¿No es cierto que eso es posible representarlo?,
dijo. -Si, sin duda, respondió. -Así pues, también se muestran la grandeza y la dignidad, la
humillación y la bajeza, la templanza y la inteligencia, la soberbia y la vulgaridad, tanto por
medio del rostro, como por las actitudes de los hombres, en pie o moviéndose. -Dices verdad,
respondió. -Así pues, también eso es imitable (JENOFONTE: Commentarii, III, 10, 1).

Y al preguntarle de nuevo Aristipo si conocía alguna cosa hermosa, dijo: sí, muchas. -¿Son, en
efecto, dijo, todas iguales unas a otras? -No, dijo, antes bien, algunas son lo más diferentes que
cabe. -¿Cómo, pues, preguntó, puede ser hermoso lo distinto a lo hermoso? -Porque, por Zeus,
respondió, hay frente al hombre que es hermoso para la carrera otro distinto hermoso para la
lucha, y hay un escudo hermoso para defenderse totalmente distinto de la jabalina hermosa para
lanzarse con fuerza y rapidez. -No me respondes de manera diferente, dijo, a cuando te pregunté
si conocías algo bueno. ¿Y tú crees que una cosa es buena y otra hermosa?, preguntó. -¿No
sabes que con respecto a lo mismo todas las cosas son hermosas y buenas? Pues en primer
lugar, la virtud no es cosa buena para unas cosas y hermosa para otras; en segundo lugar, los
hombres son llamados hermosos y buenos en lo mismo y con respecto a lo mismo también los
cuerpos de los hombres parecen hermosos y buenos y con respecto a lo mismo todo lo demás
que utilizan los hombres se considera hermoso y bueno en relación a aquello para lo que sea
útil. Así pues, ¿no es hermoso también un cesto para llevar estiércol? -Sí, por Zeus, y es feo un
escudo de oro si para las labores propias de cada uno de ellos el uno está bien hecho y el otro
mal. -¿Quieres decir tú que las mismas cosas son hermosas y feas?, preguntó. -Sí, por Zeus, lo
digo, y buenas y malas; [...] y a menudo lo hermoso para la carrera es feo para la lucha, y lo
hermoso para la lucha feo para la carrera, pues todas las cosas son buenas y hermosas para lo
que vayan bien y malas y feas para lo que vayan mal (JENOFONTE: Commentarii, III, 8, 4).

Pero dime, Pistias, preguntó, ¿por qué si no haces corazas ni más fuertes ni más costosas que
nosotros las vendes más caras? -Porque las hago mejor proporcionadas, Sócrates, respondió. -Y
la proporción, dijo, ¿la valoras en más determinándola por la medida o por el peso? Pues no
creo que tú las hagas todas iguales, ni parecidas, si las haces ajustándolas. -Sí, por Zeus, así las
hago, dijo, pues ninguna utilidad tiene una coraza sin eso. -¿No es verdad que los cuerpos de los
hombres son unos proporcionados y otros desproporcionados?, preguntó. -Naturalmente, dijo.
-¿Cómo, pues, haces una coraza bien proporcionada que se ajuste a un cuerpo
desproporcionado?, preguntó. -De manera que se ajuste; pues la que se ajusta esta bien
proporcionada, dijo. -Me parece, afirmó Sócrates, que no hablas de lo bien proporcionado en sí,
sino en relación al que la usa (JENOFONTE: Commentarii, III, 10, 10).

Y nada es, mujer, tan útil ni hermoso para los hombres como el orden. Un coro, en efecto, está
compuesto de hombres, pero cuando hace cada uno lo que quiere resulta un desorden y es
desagradable de contemplar, pero cuando actúan y cantan en orden, esos mismos hombres a la
vez parecen dignos de ser vistos y escuchados (JENOFONTE: Oeconomicus, VIII, 3).

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