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Revista de Geografía Norte Grande, 46: 45-66 (2010)

Artículos

La ciudad como sujeto: formas y procesos


de su constitución moderna en Chile,
siglos XVIII y XIX1

Andrés Núñez2

RESUMEN
El artículo analiza la formación y consolidación de la representación moderna de
la ciudad en Chile. Se plantea que ella, en su lenguaje ilustrado, es un aconte-
cimiento discursivo no comparable con otros imaginarios urbanos y territoriales
precedentes, en tanto presenta manifestaciones, procedimientos y significados
particulares, todas estructuras de un proceso temporal que hace que ella tenga
una historia propia y singular para los siglos XVIII y XIX. Aquí también se propone
comprender la ciudad como una forma de racionalidad y como una estrategia de
poder y dominio que colaboró sustancialmente en configurar el tipo de orden y
sentido territorial que en la actualidad posee Chile. En ello, la ciudad fue, en el
fondo, una producción de verdad.
Palabras clave: Ciudad, territorio, modernidad, discurso, poder.

ABSTRACT
This article analyzes the construction and the later consolidation of city’s modern
representation in Chile. This representation, in its enlightenment language, beco-
mes a lecture event non comparable with other precedent urban and territories
imaginaries, in the meantime it shows manifestations, procedures and particular
meanings, all these structures of a temporal process, that lets the city to have its
own singular history during the 18th and 19th centuries. The paper proposes the
understanding of the city as a rationale figure and as a power and domain strategy,
which had substantially collaborated in the configuration of Chile`s current order
and territorial sense. Given that, the city was, at the end, a production of truth.
Key words: City, territory, modernity, speech, power.

El propósito central de este texto es co- cedentes, en tanto presenta manifestaciones,


laborar a comprender que la formación de procedimientos y significados particulares,
la ciudad en Chile en su interpretación mo- todas estructuras de un proceso temporal que
derna, es decir, en un sentido ilustrado, es hace que ella tenga una historia propia y sin-
una representación cultural cuyo sentido está gular para el Chile de los siglos XVIII y XIX.
dado precisamente por su contexto histórico.
Desde esta perspectiva, se plantea que es un El texto se estructura de la siguiente
acontecimiento discursivo no comparable con manera: 1) un primer momento en que el
otros imaginarios urbanos y territoriales pre- territorio en Chile es interpretado desde la

1 Artículo recibido el 8 de marzo de 2010 y aceptado 2 Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica
el 30 de marzo de 2010. de Chile (Chile) . E-mail: andresnunezg@gmail.com
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perspectiva de la vastedad, la otredad y la derivó en que ella –la ciudad– se volviese


heterogeneidad; 2) un segundo instante, más una producción de verdad5.
bien de transición, donde la perspectiva,
interpretación o representación de la ciudad Aspectos conceptuales
comienza a constituirse en sujeto3; y 3), por
último, la maduración del ensamblaje de la Para entender lo anterior de forma más
ciudad que lleva a posicionar el territorio ha- fluida, se cree necesario, a modo de preám-
cia un sentido completamente distinto al de bulo, realizar una detención en un aspecto
los primeros siglos de colonización. que resulta crucial. Este asunto remite a
comprender a la ciudad como un elemento
A partir de este contenido, el interés es particular que posee una historia también
llevar el concepto ciudad hacia una pers- puntual, sin dejar de considerar, evidente-
pectiva histórica, con el afán de realizar una mente, su marco temporal del que no puede
suerte de genealogía o búsqueda del origen evadirse. De este modo, historizar la ciudad
de la conformación del paisaje urbano que es escribir y reflexionar sobre un modo de
es tan familiar en la actualidad, paisaje que, subjetivización, una forma de racionalidad
desde este punto de vista, aún mantiene que presenta, por tanto, un carácter de pers-
aquel lenguaje ilustrado a que se hace alu- pectiva temporal. Pero, a la vez, es entender
sión. En otras palabras, historizar el proceso que aquella “posibilidad ciudad” se impone a
de configuración del sentido actual o moder- través de los años en objetivización, en tanto
no que de ella se tiene y dimensionar, para el se transforma, precisamente, en objeto real o,
caso chileno, el impacto o rol que ella jugó como ya se expesó, en discurso verdadero.
en la definición de una estructura territorial Como ha expuesto Varela (2002): “… (el ob-
con grados elevados de uniformidad de al- jeto real) es la interpretación entendida como
cance nacional (siglo XIX). la actividad circular que eslabona la acción y
el conocimiento, al conocedor y lo conocido,
El presente texto es el resultado de una en un círculo indisociable” (Varela, 2002:
investigación más amplia en torno a la forma- 90). Se trata, en el fondo, de preguntarse aquí
ción de la representación moderna del terri- –e intentar responder a esta pregunta– cómo
torio en Chile, uno de cuyos ejes principales han aparecido tales o cuales objetos posibles
estuvo marcado por la constitución de la ciu- de conocimiento y poder, en este caso, la
dad como sujeto protagónico en el contexto imagen –para el caso chileno– de la ciudad
de la definición de estructuras territoriales ilustrada (Foucault, 1999).
propias de una época que se comenzó a de-
nominar ilustrada 4. El interés, por tanto, es En este contexto, cuando se habla de su-
detenerse en aquella representación histórica jeto ciudad se hace referencia al momento a
del sujeto ciudad, y cómo, a partir de tal po- través del cual una forma de racionalidad –la
sición, ella se transformó en “discurso verda- ciudad– toma conciencia de sí y se define
dero”. En otras palabras, se busca identificar temporalmente. En otros términos, cuando
aquel proceso histórico, que con su conjunto aquella formación histórica adquiere una
de reglas, procedimientos y representaciones, identidad propia, tornándose, por tanto, cier-
ta para los espectadores (pasados y actuales).
Del mismo modo, para hacerse cargo de
parte del título, cuando se habla de moderni-
dad se hace referencia a la instancia cultural
3 que dispuso al hombre como protagonista de
Es importante aclarar que lo que se configura como
sujeto no es tanto la ciudad en sí como la interpreta- la historia y la naturaleza, desligándolo, de
ción que de ella se hace. esa manera, de la mirada menos ilustrada y
4 Se desea manifestar que este trabajo, siendo una
investigación histórica, se asienta con mucha fuerza
en materias del campo de la geografía, por lo que
es claro el interés por proyectarlo o enfocarlo en
el ámbito de la Geografía Histórica, una rama del 5 Cuando se habla de “verdad” se hace referencia al
conocimiento muy interesante, aunque sin duda consenso o acuerdo que se da sobre un imaginario
menos trabajada en Chile en comparación al menos o una forma de racionalidad, que en tanto “acuer-
a países como México, Argentina o España. do” se vuelve “verdadera”.
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constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

más cosmológica de los siglos anteriores al tación, particularmente si se la mira desde


XVIII. Más allá de las notables y abundantes el prisma o perspectiva del acontecimiento
discusiones especialmente en el campo de la discursivo histórico. Esto último es relevante,
filosofía sobre la posmodernidad, se asimila ya que desde este punto de vista, la ciudad
acá la modernidad como una disposición o no es esencia, en ello se discrepa de Romero
temporalidad aún en curso, en la medida que (2009), sino más bien se trata de un construc-
algunos de sus rasgos más característicos se to representacional, una puesta en escena,
encuentran todavía presentes en la vida coti- una disposición epocal7. Lo rural y lo urbano
diana, incluida la actual relación del hombre han adoptado perspectivas en el tiempo, por
con su medio ambiente. Por lo mismo, se lo tanto realidades, a partir de su contexto
entiende, como ha sido estudiado, más como epocal o histórico.
una actitud, una perspectiva, que una época
cerrada de la historia: “Aunque circunscrita Ahora bien, y esto es muy importante de
hacia fines del XVIII, su rasgo más caracte- comprender, no se trata acá de colocar a la
rístico es la actitud y voluntad de heroizar ciudad como original del siglo XVIII y, por
el presente desde la racionalidad” (Foucault, lo mismo, establecer que ella es un producto
1991: 197). El paisaje urbano característico de la modernidad. En la práctica, formas o
de la modernidad, desde este punto de vista, sentidos urbanos los ha habido, por ejemplo,
vendría a ser por tanto una actitud de la Ilus- desde la fundación de Enoc por Caín (Rome-
tración prolongada en el tiempo. ro, 2009; Chueca, 1997). Lo que se desea
expresar, y ese es el interés de este texto, es
Desde esta perspectiva, la ciudad en el hecho de que lo que cambia con la moder-
el reino de Chile tuvo hacia el siglo XVIII, nidad es la forma de interpretar el espacio,
precisamente a partir de la actitud de la mo- es decir, es la perspectiva la que se modifica
dernidad, cierta historia, ella misma fue un haciendo que el discurso ciudad, como su
lenguaje del saber, del poder y del conoci- posterior objetivización, se torne no solo real
miento. De parte de esta historia particular se sino inconmensurable con lecturas anteriores
hace cargo este artículo, es decir, de aquella de ella. En ello, en el nuevo modo de enfren-
forma de racionalidad que se configuró de tar el territorio, la ciudad es, ahora sí, esen-
determinada perspectiva a partir de la actitud cial (Núñez, 2009).
moderna6. En otras palabras, de aquel acon-
tecimiento (la ciudad) que permitió orientar En fin, proponerse comprender la ciudad
un modo de comprender y representar el te- moderna como giro paradigmático; con esto
rritorio como no antes. es de interés especificar que el valor que
ha tenido a través del tiempo nunca ha sido
Se piensa que en la actualidad una lec- el mismo. Su sentido ha variado, se ha ido
tura de este tipo es necesaria, especialmente modificando y, por tanto, posicionando de
cuando, desde el punto de vista de su objeti- acuerdo a cada época. Se parte de la premi-
vidad, es indiscutible su rol de actor principal sa, por tanto, que “cada época de la historia
y modelador del territorio en su conjunto. humana produce, a través de sus prácticas so-
Pero a la vez, parece importante fijar su ciales cotidianas y su lenguaje, una estructura
posición desde la relatividad de la represen- imaginaria” (Varela, 2006: 11).

6 No se habla aquí de racionalidad de modo global,


sino de una forma particular de racionalidad que es
la formación de un paisaje urbano como elemento
constituido de poder y verdad. El conocimiento
como perspectiva es uno de los aspectos más rele- 7 También de Spengler quien dice “La historia univer-
vantes heredados del filósofo alemán F. Nietzsche. sal es historia ciudadana”; primero, porque trata de
Para historiadores y geógrafos históricos resulta muy remitir a la historia a un solo discurso evolutivo, y
estimulante tener a la vista su texto Consideraciones segundo, porque establece, tal como lo hace Rome-
intempestivas (Nietzsche, 1988), particularmente el ro, que la ciudad es el elemento central y sustancial
referido al estudio de la Historia. (hilo conductor) de aquella “Historia”.
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La ciudad en los espacios cuenta Téllez (1990) al estudiar el espacio


pehuenche y definir que la cordillera de los
de la vastedad: diversidad y Andes, lejos de semejar un bloque compac-
heterogeneidad territorial8 to como es reflejada en la actualidad, “se
anarquizaba en una pluralidad de reducidas
El territorio preilustrado (antes del siglo cordilleras transversales” (Téllez, 1990: 11),
XVIII) estuvo lejos de ser un horizonte unifor- representando una geografía complicada y
me y homogéneo, tal como se visualiza en la diversa. Abundaban a los ojos de aquellos
actualidad. Por el contrario, desde los inicios primeros habitantes, colonizadores inclui-
de la colonización española fue una estruc- dos, los valles y pasos intercordilleranos, los
tura muy fragmentada y diversa. Sin duda, en típicos ríos torrentosos de la cordillera y, por
ese marco espacial, los polos urbanos signifi- cierto, la multiplicidad de bosques. Solo en la
caron algo y buscaron, tímidamente, articular zona de la pehuenía, del Laja al sur, se han
y dominar el escenario territorial americano. identificado alrededor de 27 pasos que ma-
En el caso del reino de Chile, como se verá, nifiestan la activa comunicación transversal
aquella articulación se remitió a escasas entre grupos de indígenas de ambos lados
fundaciones, todas precarias e inestables. De de la cordillera, definiendo así el sentido del
allí que si bien se hablará de ciudad, se com- territorio: Buta Mallín, Leña Malal, Picunleo,
prenderá acá todavía como una estructura Trapa-Trapa, Pucón Mahuida, de Rahue, de
que significaba y remitía a un discurso muy Pehuenco, de Pino Solo, de Pino Hachado,
distinto al que posteriormente, con la actitud de Mallín de Icalma, de Icalma, de Llaima,
ilustrada, habría de devenir. Desde cierto Tres Picos, Pirihueico, entre otros (Ugarte
punto de vista, se cree que el concepto de Palma, 1996).
ciudad como se entiende en el presente, he-
redero de la forma de racionalidad moderna, El español a su llegada mantuvo por un
no es asimilable a lo que se comprendía por buen tiempo una mirada múltiple del terri-
ciudad antes del XVIII y el XIX. torio, reconociendo lejanías y otredades,
variaciones y texturas espaciales, lo que
De esta suerte, el imaginario territorial de condujo a una imagen amplia y heterogénea
los siglos XVI, XVII, aunque también buena de los espacios, algunos de los que, antes
parte del XVIII, incluso aun parte del XIX desconocidos e incógnitos, poco a poco se
(el proceso discursivo fue lento), se remitió fueron incorporando a la representación del
a una concepción más bien heterogénea y territorio colonizado 10 . Así, por ejemplo,
múltiple del espacio9. De esta pluralidad da hacia fines del siglo XVI, en la década de
1570, el cosmógrafo y cronista Juan López
de Velasco (1901) establecía que “las provin-
cias de Chile es lo más apartado y lejos en
8 Estando este texto prácticamente terminado ha sido lo descubierto de las Indias Occidentales...”
facilitada una investigación de primer nivel (Muñoz, (López de Velasco, 1901: 295). El escaso
2009) sobre la ciudad chilena en la Colonia. Es un
trabajo que ha sido presentado como tesis doctoral conocimiento de esta nueva zona hispánica
y que coincide en muchos aspectos con esta inves-
tigación y con otro trabajo doctoral (Núñez, 2009)
referido a la formación moderna del territorio en
Chile. De ese trabajo se ha tomado prestado aquello
de “los espacios de la vastedad”, ya que refleja de lo explicita, se remite a los distintos puntos de vista
forma muy clara lo que se expone en las siguientes desde donde los nuevos habitantes o colonizadores
líneas y se acerca nítidamente a los conceptos de se explicaban o representaban el paisaje. Aquellas
diversidad y heterogeneidad usados por esta y otras distintas perspectivas se vieron influidas y en parte
investigaciones. Se agradece a la autora. condicionadas por el avance de las ciencias geo-
9 Una de las hipótesis de trabajo de la investigación gráficas, las exploraciones científicas, el perfeccio-
de María Dolores Muñoz es precisamente: la co- namiento de las técnicas de medición, entre otras,
herencia de las interrelaciones recíprocas entre la todo lo cual fue modificando o rectificando las
ciudad colonial y su entorno estaba relacionada estrategias colonizadoras o influyó en la morfología,
con las diferentes interpretaciones del paisaje, funciones y significado de las nuevas ciudades.
entendidas como las perspectivas culturales desde 10 Respecto del concepto de “otredad” notables son

donde los colonizadores se aproximaron al espacio los escritos de Octavio Paz, especialmente El labe-
geográfico que debían dominar. Al hablar de dife- rinto de la soledad e Inmediaciones, ambos disponi-
rentes interpretaciones del paisaje, la autora, como bles en numerosas ediciones.
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constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

se veía proyectado, a su vez, en el nivel de ña, al finalizar el siglo XVI, apuntaba: “esta
colonización descrito por el cronista: “El ciudad es pequeña, no tiene más de cincuen-
obispado de Santiago, tiene el distrito desde ta vecinos, y no sirve más de albergue de los
el valle de Copiapó... hasta el río Maule, que pasajeros que van a las ciudades de arriba...”
parte los términos de la ciudad de Santiago y (Villalobos y Rodríguez, 1997: 107) 12. Por
de la Concepción... Hay solo cuatro ciuda- cierto, el panorama se tornó aún más desola-
des, en que hay seiscientos españoles, y en dor con posterioridad a la rebelión indígena
ellas veinte y cuatro mil indios de tributo...” de 1598. El proceso ulterior se vincula, por
(López de Velasco, 1901: 295). tanto, a una nueva colonización, asociada so-
bre todo a oficiales del ejército que buscaban
La zona sur, vinculada al obispado de allí nuevas oportunidades para su vida. Como
Concepción, según carta del gobernador es- bien expresan Villalobos y Rodríguez (1997),
pañol Martín García Oñez de Loyola al rey, el escaso interés por colonizar y la pobreza
se encontraba hacia fines del siglo XVI en local se mantuvieron en la medida en que
estado de semiabandono, además de carente el espacio quedó ligado a los vaivenes de la
de recursos. Así, expresaba que “más allá frontera bélica de la zona de la Araucanía.
del Maule, que solía ser almacén de basti-
mentos y pertrechos de guerra por su mucha Más al norte, en el área comprendida en-
fertilidad y abundancia de indios, ha venido a tre los ríos Maule y Maipo, la organización
tanta disminución y menoscabo, que pasando espacial en el siglo XVII mantuvo la discon-
por ella solo mi casa, estuve detenido cuatro tinuidad y fragmentación manifestada en
días por no poderme aviar por falta de veinte la zona fronteriza. Hacia 1657, un informe
raciones y seis indios” (Villalobos y Rodrí- de Alonso de Solorzano y Velasco muestra
guez, 1997: 107). que Chillán aún permanecía en condición
inestable, con una ocupación notablemente
La fundación de Chillán o Bartolomé de precaria. En este marco, el oidor español
Gamboa, como se le llamó originalmente, proponía otorgar mayor importancia para la
en 1580 no significó conformar un territorio colonización al espacio ubicado más al norte
más unitario y solo cumplió el papel básico del río Maule: “...convendrá despoblar la ciu-
de asegurar las comunicaciones hacia Con- dad de la Concepción dejándola fortificada
cepción y el sur, así como un rol militar, por con solo 200 soldados haciendo mejor y más
lo demás objetivo de la mayoría de las villas segura mención que ya se vieron despobladas
que se fundaron en el sur durante el siglo XVI en otra ocasión las ciudades de la Imperial,
y los siglos posteriores11. Fray Diego de Oca- Villa-Rica y Angol, Osorno y ahora la de Chi-
llán y pasar sus armas a el partido de la rivera
de Maule, poblando en Duao, país capaz de
11 Elorigen de la fundación de ciudades o villas, en buen temple y muy fértiles en aquellas riberas
el marco del proceso de colonización español, donde se resguardara el vado que el río abre
durante los siglos XVI, XVII, XVIII tuvo diversas ra- allí, tiene gran comodidad para el riego de
zones, entre las que se pueden indicar: defensa: la
Imperial, Angol, Villarrica y San Mateo de Osorno,
sus tierras, todos los que tienen estancias des-
Nacimiento y Santa Bárbara; racionalización del de el río Maipo hasta el río Maule que son 36
espacio y continuidad de los caminos: Santa Cruz a una a dos a tres y más leguas de estancias
de Triana (Rancagua), San Fernando, San Ambrosio se les puede reformar dejándoles las tierras
de Linares, Santa Luisa de Parral, Santa María de Los
necesarias y otro tanto más y en lo restante
Ángeles, entre otras; producción minera: San Am-
brosio de Vallenar, San Francisco de la Selva (Co- acomodar a los pobladores con que quedaran
piapó), San Rafael de Rozas (Illapel), entre otros. Es unos con otros abrigados, la tierra poblada y
posible también agregar a los roles el de 1) activar
el desarrollo agrícola, 2) ampliar el dominio de las
áreas rurales, 3) consolidar la ocupación del terri-
torio colonizado al norte del río Biobío, 4) defensa 12 Eltérmino de “arriba” es interesante, ya que en la
del litoral ante agresiones externas, 5) consolidar actualidad el sur se vincula con una percepción
la ocupación de zonas marginales del proceso de contraria, es decir, “más abajo”, considerando que
colonización, entre otras. Para un análisis detallado el eje geográfico del territorio está configurado de
de estas funciones como de la posición de la ciudad “norte a sur”. Por el contrario, lejos de este esquema
en el territorio de colonización para los siglos indi- mental, las tierras ubicadas “al sur” del asentamien-
cados, el trabajo doctoral ya mencionado de María to de Chillán estaban identificadas con zonas ubica-
Dolores Muñoz (2009) es clave e indispensable. das espacialmente hablando “más arriba”.
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rica, impedida la entrada a el enemigo por la esto es, más allá del Maule, parte de aquella
cordillera y demás pasos...” (Gay, 1840: 443). área geográfica no perteneció administrati-
vamente al gobierno instalado precisamente
Del informe es posible inferir la real posi- en la ciudad de Santiago. Como se verá, la
bilidad de redistribuir la tierra, lo que permite representación espacial en el seiscientos y
observar importantes espacios vacíos, propios setecientos fue el reflejo de una contradic-
de territorios discontinuos y de colonización ción entre la estructura urbana del Chile
frágil. La inseguridad en la conformación de colonial, si es posible llamarla de esa forma,
núcleos de población que actuasen como donde el límite entre lo rural y lo urbano se
referentes territoriales, sin duda influido por manifestaba de manera muy difusa, y ciertas
los levantamientos indígenas de 1654, llevó a formas heredadas del medievo europeo, con
pensar al citado oidor que un área de mayor una trama compleja de jerarquización y dis-
concentración podía llegar a establecerse posición del espacio, donde la ciudad jugaba
en la zona costera de la actual Región del un rol protagónico13. Tal contraste, en cierto
Maule. De hecho, la refundación de Chillán modo, lleva a fijar para el siglo XVII chileno
en 1663, junto a la promesa de un compro- una atemporalidad territorial, en tanto que la
miso mayor de parte de la Corona española vida del colono se insertó y desarrolló en un
con los colonos, inició un período lento de espacio geográfico y cultural diverso, incluso
reorganización espacial: “Volver a ocupar la de rasgos antagónicos entre sí (Trebbi del
región fue una tarea lenta y arraigada, que Trevigiano, 1980; Bayon, 1974)14.
tomó varias décadas a partir de 1655…” (Vi-
llalobos y Rodríguez, 1997: 111). Desde esta perspectiva, para este tiempo
hablar de estructura urbana, como lo hacen
Lo anterior, es decir, la complejidad para Guarda (1978) y otros autores, tal vez, resul-
ocupar y organizar estos territorios, afianzó te una exageración. Hacia 1610 solo cinco
un proceso muy interesante, que tuvo que asentamientos podían llegar a poseer un
ver con un reforzamiento del poblamiento sentido urbano un poco más delimitado (con
del valle central, particularmente de la zona la relatividad indicada para el término). Aun
en torno a Santiago, en la medida que ella así, y por mucho tiempo más, no constituye-
apareció ante los ojos de la mayoría de los ron más que aldeas o villorrios en los que la
habitantes del reino como el área ideal para vida transcurría con grados importantes de
vivir y asentarse. la atemporalidad indicada para el resto del
vasto territorio. Esos centros eran La Serena,
Si durante el siglo XVI los asentamientos Santiago, Chillán, Concepción y Castro (Figu-
del sur, próximos al río Biobío y relativa- ra Nº 1). En todas ellas, la estructura urbana
mente cercanos unos de otros, constituyeron
un llamativo polo de desarrollo, “a partir de
1600, Santiago consolida su puesto como
la primera ciudad del país” (Guarda, 1978: 13 Dice Trebbi del Trevigiano (1980) que “España era
54), afianzando ya en aquella lejana época el un país urbanísticamente medieval al producirse
centro de gravedad en torno al eje Santiago- la conquista” (Trebbi, 1980: 23), para referirse a la
Valparaíso-Aconcagua. Un interesante dato composición de una compleja estructura jerárqui-
permite confirmar lo expuesto: la zona en ca, cualitativa tanto en lo urbano como en lo rural.
En el mismo sentido, y para clarificar la diferencia
torno al núcleo de Valdivia dependió admi- entre los sentidos urbanos heredados del medievo
nistrativamente del virrey del Perú en forma europeo y la difusa estructura urbana del reino de
directa hasta bien entrado el siglo XVIII, Chile, Pirenne (1980) reafirma aquella posición ur-
1740, en que solo por cédula del 17 de sep- bana de mayor relevancia: “… la ciudad medieval,
tal y como aparece en el siglo XII, es una comuna
tiembre fue encargada a la Capitanía General
que, al abrigo de un recinto fortificado, vive del
de Chile. A pesar de ello, parte importante de comercio y de la industria y disfruta de un derecho,
esta zona austral mantuvo un estatus especial de una administración y de una jurisprudencia ex-
respecto de los gobernadores, limitando sus cepcionales que la convierten en una personalidad
intervenciones (Guarda, 1979). colectiva privilegiada” (Pirenne, 1980: 138).
14 La temporalidad, en un sentido evolutivo (siglos

XVIII y XIX), herencia del cristianismo, es decir,


Es decir, junto a una diferenciación clara dirigida hacia un fin, es uno de los rasgos más dis-
entre el valle del río Maipo y la zona austral, tintivos de la racionalización moderna de la vida.
La ciudad como sujeto: formas y procesos de su 51
constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

no superaba las setenta casas, con la excep- pañía de Jesús. Había también dos monaste-
ción de Santiago que ya alcanzaba más de rios de monjas...” (Amunátegui, 1937: 53).
doscientas (Amunátegui, 1937). Con todo, los
referentes urbanos más relevantes los cons- Como es fácil de comprender, Castro no
tituían los conventos y las iglesias, lo que era más que una pequeña aldea con solo
refleja la existencia de una sociedad poco 12 ranchos, además de encontrarse hasta el
secularizada, carencia que por cierto tuvo sus presente aislada por tierra. Concepción cons-
efectos en la relación del español con el te- tituía un enclave fronterizo y Chillán estaba
rritorio: “El lujo de la metrópoli fundada por mayormente constituida por habitaciones de
Valdivia (Santiago) consistía en sus iglesias. A paja, denominadas ranchos. Particularmente
más de la Catedral, se habían construido tem- importante es la posición de La Serena, otrora
plos en los conventos de Santo Domingo, San centro de mayor relevancia al ser un centro
Francisco, La Merced, San Agustín y la Com- forzoso de retorno al virreinato del Perú, ya

Figura Nº 1
Ciudades a fines del siglo XVII

Fuente: Elaboración propia.


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que con el descubrimiento hecho por el pilo- decirse que fueron enclaves en despoblado
to Juan Fernández, en 1574, los comerciantes (Cobos, 1989).
y soldados, tanto en el viaje de ida como de
regreso, preferían la vía marítima, que era A tal escenario, en el siglo XVII debe
más rápida y segura. Para evitar la corriente anexarse la posición que adoptan estos en-
marina adversa, les bastaba alejarse de la claves respecto de su entorno. No existió,
costa hasta la latitud de Valparaíso. De este en definitiva, una delimitación clara respec-
modo, La Serena, durante todo el siglo XVII y to a los habitantes que “hacen vida urbana
parte del XVIII, se mantuvo aislada (Amunáte- normalmente, y los que se van asentando
gui, 1937). ordinariamente en el territorio” (Góngora,
1971: 3). En un proceso natural, el español se
A esta estructura urbana, el oidor de la fue desenvolviendo en el espacio rural. Así,
Real Audiencia, Gabriel de Celada, agregaba por ejemplo, en el valle de Quillota, junto al
otros tres centros, todos en el lado oriental camino Santiago-Valparaíso, hay suficientes
de la cordillera de los Andes, en la provincia pequeños y grandes propietarios en torno a
de Cuyo: San Juan, La Punta y Mendoza. El un convento franciscano para que en 1629 se
mismo relator concluía frente al rey que todas establezca allí una escribanía; de este modo,
estas poblaciones “son tan pobres como poco los vecinos de estas localidades ya no necesi-
pobladas” (Gay, 1840: 95). En forma inequí- tan ir a la capital para sus escrituras públicas
voca, la posición oriental de ellas hizo fijar (Góngora, 1971).
las miradas del habitante del valle central en
un horizonte que traspasaba la cordillera de Tal difuso límite entre ciudad y zona ru-
los Andes, incorporando aquellos territorios ral, particularmente tenue y frágil en el siglo
a su imaginario, reforzando la representación XVII, desde esta perspectiva, obedece a que
horizontal del espacio, en un sentido oriente- la noción del espacio era en su base perci-
poniente o viceversa. bida de esa forma, es decir, conformada por
una imagen espacial amplia y, en el fondo,
Lo expresado con anterioridad no inhibe heterogénea, desarticulada y poco compacta.
para el siglo XVI y XVII el rol que jugaron En cierto modo, se trataba, si se desea mante-
villas o zonas donde se produjo mayor ner la palabra ciudad, de una ciudad abierta
concentración de población. La ciudad, en sobre el territorio.
general, fue el núcleo importante de pobla-
miento y desde donde, en cierto modo, se Tal grado de dispersión rural, como
organizó el territorio. De hecho, el territorio han observado De Ramón (1978), Góngora
quedó originalmente articulado en doce (1971) y otros, se produjo de la mano de
circunscripciones, incluida Cuyo, susten- un nuevo estilo en la actividad productora
tadas solo por una ciudad principal, de las del país, que pasó de poner atención a la
cuales rápidamente se extinguieron seis 15 búsqueda de oro a una preocupación mayor
(Cobos, 1989). Sin embargo, a pesar de ese por la actividad agropecuaria. Esta “fomentó
rol aglutinador inicial, en la práctica, todas o la difusión de la vida rural entre los descen-
la mayoría de las ciudades de estos siglos de dientes de los españoles dispersando así la
colonización inicial se mantuvieron por años población” (Solano y Cerrillos, 1990: 464).
a la deriva, sobrellevando una vida precaria Este tipo de organización u ordenamiento del
y erizada de dificultades. Podría más bien espacio físico y social fue extensivo al resto
de América Latina, aun cuando hubo centros
urbanos que por un sistema de comunica-
ción más compacto articularon de forma más
racional el espacio regional y local (Céspe-
des del Castillo, 2000). Sin embargo, para el
15 Las ciudades iniciales eran La Serena, Mendoza, caso chileno en particular no se logró una
Santiago, Chillán, Concepción, Angol, Cañete, Im- articulación con la red general de tráficos o
perial, Villarrica, Valdivia, Osorno y Castro, aunque aquello se consiguió de un modo parcial y
estas últimas cumplían más bien un rol de defensa.
Al iniciarse el siglo XVI los asentamientos de la
precario, debido, entre otras razones, a la es-
zona austral se extinguen, fruto de su propia preca- casez de población, aislamiento geográfico y
riedad como de la resistencia indígena. marginalidad en la producción y vinculación
La ciudad como sujeto: formas y procesos de su 53
constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

mercantil frágil y modesta. Estos espacios líneas del relieve y de la hidrografía. En esta
con sus economías y modos de vida pueden medida, como expresa el propio Góngora
llamarse zonas desarticuladas y que prolon- (1970), “la tierra tiene todavía un valor inci-
garon la mirada territorial y cultural de los piente, muy inferior al que se le adherirá en
primeros tiempos con su misma aspiración los dos siglos siguientes (XVIII y XIX)” (Gón-
a la diversificación y autosuficiencia y con gora, 1970: 118).
idéntica estructura: una minoría de colonos
en asentamientos pequeños y pobres, o in- Una muestra más de la ruralización del
cluso en zonas rurales para mejor explotar territorio, es decir, un espacio urbano que
los excedentes de producción de comuni- se perdía en la amplitud del espacio rural,
dades indígenas, con un arraigo espacial de estuvo dada por la instauración de partidos
tipo fronterizo permanente (Céspedes del rurales, sin sede permanente de autoridades.
Castillo, 2000). En este período surge la figura del corregidor
que en todos los casos vivía en el asenta-
La imagen que se generó con la apropia- miento principal de las amplias zonas o,
ción del espacio rural fue expuesta en los va- derechamente, en Santiago. En la práctica,
riados informes de los gobernadores y oficia- este personaje fue más bien simbólico, en
les reales. En aquel panorama era posible ver la medida que la población vivía completa-
a pastores, vaqueros y arrieros distribuidos mente repartida y sembrada en sus campañas
por los hacendados en puntos clave del inte- y parajes, en rancheríos, haciendas, casas y
rior de sus tierras: en los límites, las rincona- la costa (marina), de modo que se hizo im-
das de invernada, las pequeñas pampas por posible que un solo corregidor ejerciese el
donde el ganado pasaba en diferentes épocas control sobre el territorio: “Las distancias por
del año. De este modo, el paisaje caracterís- cubrir entre las localidades de asentamien-
tico del campo chileno del siglo XVII estuvo to eran apreciables, las travesías fragosas y
íntimamente relacionado con grandes territo- arriesgadas; y todo esfuerzo venía en dupli-
rios abiertos, territorios cuyo ritmo tenía que carse cuando la mayor parte del año debía
ver con los impuestos por un tipo de desarro- de transitar, obligadamente, por caminos he-
llo endógeno, vinculado a la atemporalidad chos unos lodazales y cruzar sinnúmero de
a que se hizo alusión anteriormente: “Muy ríos y esteros, y esteros más peligrosos que
modestas casas de administradores, graneros los mismos ríos, todos con doble régimen
y corrales, los trabajadores y habitantes de la de caudal –pluvial y nivoso– e invadeables
hacienda repartidos en grupos de dos o tres en período de crecidas, y con el agravante
ranchos distantes unos de otros y a veces en de que vastas porciones de tierra quedaban
increíbles lugares dentro de la misma hacien- convertidas en islas, al perderse vados y pa-
da. El viajero caminaba leguas para encontrar sajes con las corrientes y turbiones” (Cobos,
un par de ranchos y así se repetía el paisaje 1989: 26).
en jornadas de días enteros” (Mellafe, 1975:
133). Interesa recalcar que tal dispersión impli-
có una pauta simbólica hacia el territorio y,
Indudablemente, esta disposición respecto en esa medida, hizo surgir valores y costum-
del territorio, la ciudad abierta, amplió el ra- bres en el modo de accionar hacia él. Desde
dio de influencia de la capital, valorizando el el punto de vista aquí tratado, el valor ciudad
área comprendida en torno al río Maule. Ello en este contexto temporal implicó un aconte-
llevó por tanto a una mayor presencia colo- cimiento discursivo tan arraigado como lo fue
nizadora sobre esa zona, planteando de ese posteriormente la consolidación de la ciudad
modo un nuevo papel tanto para las comu- ilustrada, matriz de una interpretación espa-
nidades indígenas como para los pasos cor- cial marcada por la integración y homologa-
dilleranos. Así lo ha expresado Góngora, al ción territorial. En este hecho discursivo –la
plantear que la organización de la propiedad racionalización e integración territorial– la
del suelo rural es un fenómeno del siglo XVII ciudad jugó un papel protagónico. La dife-
y que, entre sus efectos, lejos de concentrar rencia de ese valor y perspectiva, se estima,
población y organizar racionalmente el es- estuvo dada en el énfasis de su rol en los pri-
pacio, tendió a una formación de estancias meros años de colonización respecto de los
de tipo amplio, tratando de coincidir con las siglos posteriores.
54 Revista de Geografía Norte Grande

El espacio rural al adquirir una dimen- mación del nuevo acontecimiento discursivo,
sión distinta a toda otra previamente co- este es el proceso de unificación territorial,
nocida, llevó a valorizar áreas que antes necesario para administrar y controlar el te-
no poseían importancia alguna y, en cierto rritorio en su conjunto, dando pauta, como
modo, levantó íconos territoriales, como ya se ha insinuado, a los procesos de racio-
ríos, valles, espacios costeros, accesos trans- nalización, control, dominio y ordenación
versales como, por ejemplo, el río Maule y territorial que darán origen a la representa-
toda su zona de influencia, que pasaron a ción del espacio en el siglo XIX: “La ciudad
ser actores relevantes del, aunque paulatino, militar, prototipo de la establecida en el
nuevo modo de relación del hombre con el siglo XVI, dejó sitio a la civil, modelada
espacio. Desde cierta óptica, esta nueva va- por Santiago durante el siglo XVII y adop-
lorización y disposición hacia el suelo forjó tada definitivamente para todas las nuevas
un sistema cultural que llevó a desligarse poblaciones de la zona central del país que
de formas de uso previo y que, sobre todo, surgieron durante el siglo XVIII (Quillota, San
poco o nada tuvo que ver con el que se fue Felipe, Los Ángeles, Talca, Cauquenes, San
instaurando paulatinamente a partir del siglo Fernando, Curicó, entre otras). Justamente la
XVIII. repoblación de Concepción en otro lugar de
aquel que tuvo originalmente y las inciden-
En resumen, siguiendo nuestro hilo argu- cias ocurridas con motivo de su traslado en
mental del presente artículo, el siglo XVII en la segunda mitad del siglo XVIII, constituyen
su conjunto asiste a una prolongación de lo todo un símbolo del cambio y son síntomas
urbano, si es posible llamarlo así, en la posi- claros de la modificación del concepto de lo
ción de ciudad abierta al territorio. El eje es- urbano que se había producido en el país”
tructurante inicial, lo urbano-militar, es reem- (De Ramón, 1978: 188).
plazado por un nuevo centro de gravitación
marcadamente rural. En la práctica, durante En contraste, con un valor o perspectiva
todo el siglo en cuestión no se fundó ninguna muy distinta, a principios del siglo XVII un
ciudad de importancia en contraste con la testigo de la época afirmaba que Santiago era
ocupación inicial y la política fundacional la única ciudad del vasto territorio, estiman-
posterior (Mellafe, 1981). do que “ya no hay más Chile” (De Ramón,
1990: 33) 16. El resto del territorio vivía de
El punto es clave para el propósito plan- su amplitud y del sentido desarticulado que
teado aquí, ya que el modelo inicial urbano- aquella misma amplitud imponía. De esta
militar, cuyos íconos es posible visualizar suerte, los asentamientos, precarios y frágiles
para el siglo XVI en Santiago, Concepción se dispersaban por el territorio ostentando
y algunos asentamientos menores de zonas un nombre más que materializando la nece-
australes, se transformó hacia el siglo XVIII en sidad de control: “... porque entiendo que la
un modelo que volvió a posicionar lo urba- ostentación de alguno de sus fundadores, por
no como eje estructurante del espacio, pero la fama que tenían sus obras con tal nombre
desde una posición radicalmente distinta a de ciudades, o por pensar que con el tiempo
la inicial. Este giro paradigmático surge con vendrían a ser populosas, obligó a darles des-
el siglo XVIII, específicamente con la llegada de el inicio tal nombre como en confianza,
del modelo francés (borbones), donde lo ur- cuyo origen de nombre de ciudad lo fundan
bano tendió a una postura mucho más racio- en las más en un fuerte de poca considera-
nal, propia de los tiempos, en que la ciudad ción de palos o tapia donde desde el nacer,
fue vista como ente administrativo, regulador las bautizan con tal nombre; y como todas
del tráfico comercial y punto de enlace de la no han crecido de acuerdo a sus edades,
compleja trama de relaciones sociales y eco-
nómicas, además de reflejo del depósito de
ideas que las colocaban como punta de lanza
16 Enel citado texto no se hace referencia a quién es
en el devenir temporal de los hombres. Es de-
cir, allí se conjugaba la historia. aquel testigo, pero es muy probable que se refiera a
Alonso González de Nájera, autor de Desengaño y
reparo de la guerra del reino de Chile, quien vivió
Aquel nuevo rol, ahora más civil que en la época y que es citado con antelación en el
militar, forma parte del inicio de la confor- mismo ensayo.
La ciudad como sujeto: formas y procesos de su 55
constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

hanse quedado algunas desmembradas como constituyeron rutas naturales marcadas más
plantas en ruin terreno...” (De Ramón, 1990: por el tránsito que por trabajos realizados en
32)17. ellos. La única obra pública de importancia
construida en los siglos XVI y XVII, por lo de-
En la misma línea, en general, para los si- más reconstruida varias veces, fue un puente
glos XVI, XVII y parte del XVIII, no es posible colgante que permitía cruzar el río Maipo. No
hablar de obras públicas en el sentido dado existió otro puente en las zonas rurales hasta
para una parte de este último y, fundamen- fines del siglo XVIII, por lo que en épocas de
talmente para el XIX, donde se dieron de un crecidas, los viajeros que iban al sur –en su
modo más sistemático y con una orientación mayoría por asuntos militares o eclesiásticos–
más racional. En la práctica, ellas no exis- optaban por la ruta de la costa donde los ríos
tieron. Los caminos, por ejemplo, no fueron permitían vado natural o, en su defecto, en
objeto de obras especiales, en la medida que balsas (Solano y Cerrillos, 1990). De aquella
fragilidad da cuenta la Figura Nº 2.

El panorama invita, por tanto, a pregun-


17 Así,por ejemplo, en la misma línea, el rey, a través tarse ¿qué era lo que representaba a Chile en
de la Real cédula dirigida a la Audiencia de Chile el seiscientos y setecientos?, ¿qué era lo que
(Madrid, 11 de octubre de 1608), pedía a la Audien-
cia de Chile explicación por la despoblamiento de
representaba lo urbano en aquella heteroge-
la provincia de Cuyo, expresando el asunto del si- neidad y amplitud espacial?, y al observar
guiente modo: “He sido informado que las ciudades con detención las palabras de aquel cronista
de Mendoza, San Juan de la Frontera y San Luis de que establecía que además de Santiago “ya
este distrito se van despoblando porque los vecinos no hay más Chile”.
encomenderos de ellas las desamparan y se van a
vivir a la ciudad de Santiago y de La Serena, con
licencia que sacan para ello de los gobernadores
de ese reino por inteligencias y negociaciones que
Un relativo desarrollo urbano
tienen, sacando los indios de los términos de las
dichas ciudades se van arruinando y despoblando, El siglo XVIII introdujo cambios indiscuti-
que es de mucho inconveniente, especialmente la bles en muchos ámbitos, y en consecuencia
dicha ciudad de Mendoza, por ser la escala de lo el discurso sobre lo urbano se fue volviendo
que entra y sale en esas provincias y donde se re- cada vez más verdadero, lo que comenzó a
paran los socorros de la gente que se envía de estos
reinos....” (Jara, 1965: 217). Un texto similar en Me- afectar directamente en la representación te-
dina (1928). rritorial del reino. Una mayor racionalización

Figura Nº 2
Puente cordillerano. Imagen de sendero o vado

Fuente: González, 1992.


56 Revista de Geografía Norte Grande

en las disposiciones espaciales llevó a que Mercedes de Cauquenes (1742), Santa María
la identidad territorial viviese un proceso de de Los Ángeles (1742), por nombrar algunas
cambio que terminó por generar una imagen villas, fue una respuesta directa, entre otros
territorial moderna no comparable ni medible aspectos, a los intereses reales por reforzar su
con las anteriores. Este cambio, sin embargo, poder –civil y militar – en las zonas rurales
siendo constante, fue paulatino y demoró del reino, y mantener un dominio práctico y
todavía al nuevo siglo –el XIX– para afianzar efectivo sobre la población, el territorio y las
definitivamente la imagen moderna del te- actividades militares, religiosas y económicas
rritorio que en la actualidad se posee y, con desarrolladas en él. Por tal motivo, en 1703,
ella, la maduración de la ciudad ilustrada. recién asumida la casa de los borbones, se
dictó una real cédula para incentivar una
Con la llegada de los borbones se dio mayor concentración de la población, la que
curso a una política ilustrada que incidió desde la perspectiva de esta nueva dinastía
en el modelo de ordenamiento del territorio estaba excesivamente ruralizada y dispersa.
colonial y que se concentró en una serie de En cierto modo, el proceso urbanizador,
medidas de control y dominio que impacta- además de haber sido sinónimo de progreso
ron sobre ese espacio en su conjunto, cuyo y adelanto, fue una necesidad obvia dado
lenguaje fue llevando a una reinterpretación los nuevos sucesos que acontecían en pleno
y a la formación de un nuevo punto de vista y siglo XVIII, como por ejemplo, la reordena-
perspectiva del territorio. ción administrativa llevada a cabo por los
borbones, así como la serie de prácticas de
Un aspecto que ha sido bastante estudiado exploración, viajes científicos y estudio terri-
y, en propia opinión, se le ha sobrevalorado, torial, todo lo cual llevó a adoptar medidas
fue el tema del desarrollo urbano y la funda- sobre el paisaje rural, entre otros factores, por
ción de ciudades. Sin duda, se trató de una el problema asociado al latifundio.
estrategia pública importante, ya que supuso
una actitud de control sobre el espacio que El latifundio, como ha quedado demostra-
al hombre ilustrado le tocaba administrar. En do por diversos autores (Mellafe, 1981; Sala-
otras palabras, el proceso fundacional desa- zar, 1985; Góngora, 1960; Góngora, 1955),
rrollado por la casa de los borbones durante terminó al cabo de un siglo por absorber a
el siglo XVIII significó bajo esta política urba- la gran mayoría de la población rural –“del
na una reagrupación territorial que afectó la modo puertas adentro otorgando al reino un
estructura rural dispersa que hasta inicios de particular paisaje humano” (Mellafe, 1981:
esa centuria presentaba el paisaje del reino. 96). Su dominio fue amplio y no solo se ejer-
ció en un sentido demográfico y económico
En efecto, clave en esta nueva disposición general, sino también se extendió al aspecto
territorial fue la renovada valorización de lo de la distribución espacial, de la estructura
urbano como eje de desarrollo territorial, un social y de la psicología y valores del campe-
impacto simbólico de gran relevancia. Sin sino (Mellafe, 1981). Durante buena parte de
embargo, como otras líneas de acción, en la Colonia, “la hacienda llevó una existencia
la práctica, el territorio hacia fines del siglo semiaislada. Constituyó un pequeño mundo,
XVIII e incluso hasta bien avanzado el siglo alejado de las ciudades y con escasos contac-
XIX siguió desenvolviéndose en su amplitud tos hacia fuera. Dentro de ellas se producían
rural. Ya se verá esta disociación importante alimentos, y rústicos bienes artesanales que
entre discurso y práctica, es decir, el énfasis satisfacían las necesidades de sus habitantes”
por el control y dominio cuyos resultados evi- (Villalobos et al., 1985: 160).
dentes desde el punto de vista de la identidad
territorial solo maduraron en el siglo XIX. Es decir, la hacienda fue la unidad admi-
nistrativa que caracterizó el paisaje rural de
La formulación común al proceso funda- gran parte de la Colonia, y que concitó la
cional del siglo XVIII en Chile, como es el convergencia del poder económico y social
caso de San Agustín de Talca (1742), San José del espacio circundante, lo que en definitiva
de Buena Vista de Curicó (1743), Santa Cruz la llevó, entre otros aspectos, a organizar y
de Triana (Rancagua,1743), San Fernando de controlar el comportamiento de la mano de
Tinguiririca (1742), Nuestra Señora de Las obra, a secundar a la autoridad gubernamen-
La ciudad como sujeto: formas y procesos de su 57
constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

tal en diversas materias, como por ejemplo sencia del gobernador Manso de Velasco,
el control policial, y a habilitar con diversos que emprendió precisamente la organización
insumos a las pequeñas unidades productivas de los espacios urbanos, con la fundación
de ella dependientes. Desde esta perspectiva, de un grupo de villas en lugares adecuados
es posible afirmar que la política de pobla- desde el punto de vista geográfico-político
ciones de la primera mitad del siglo XVIII y de la concurrencia de una población base
implicó una revisión y una crítica al sistema capaz de dar vida propia a las futuras villas
tradicional de asentamiento rural y a la gran (Tscherebilo, 1976). Así, se fundan Los Ánge-
propiedad (Góngora, 1960). les, en 1739, y villa de San Felipe, en 1740.
Dos años después emergen Cauquenes, San
En consecuencia, la política urbana propi- Fernando y Talca; en 1743 se erige Rancagua
ciada por la Corona, “transcurre en un clima y Curicó y, finalmente, en 1745 se oficializa
de tensiones cuya principal manifestación Copiapó como villa.
la constituyen los pleitos en que se ven en-
vueltos los hacendados y los pobladores de En forma particular, la Figura Nº 3, referida
las nuevas villas” (Lorenzo y Urbina, 1978: a la villa de San Carlos, muestra el contexto
38). Aquella estrategia urbana solo adquirió ruralizado de la ciudad. La preocupación por
mayor consistencia hacia 1740, con la pre- expresar los accidentes geográficos y los ani-

Figura Nº 3
Imagen villa San Carlos (hacia 1801)

Fuente: Archivo Nacional. Fondo Varios, vol. 969.


58 Revista de Geografía Norte Grande

males que la circundan simbolizan la delgada en factores de cierta importancia para el


línea entre campo y ciudad, aún para fines del desarrollo de las comunicaciones interre-
siglo XVIII y comienzos del XIX. Las haciendas gionales, contribuyendo con el tiempo a un
en los distintos partidos continuaron, sin em- arreglo –si bien modesto todavía– de los ca-
bargo, concentrando la mayor parte del poder minos antiguos y a la construcción de nuevas
comercial y cultural, “salvo Quillota y Talca, rutas, fundamentalmente para el transporte
donde el volumen del comercio urbano fue mular (Pinto Vallejos, 1976). Un contempo-
mayor que en el resto del partido” (Lorenzo, ráneo criticaba el modelo de ocupación de
1987: 103). Expresado de otra forma, el resul- espacio indicando que “los españoles han
tado inicial limitado del plan de fundaciones fundado sus ciudades..., pero muchas de
sufrió el impacto de la ausencia de una base ellas hubieran sido mejor colocadas sobre las
económica capaz de originar una estructura riberas de los grandes ríos, para facilitarles el
ocupacional que asentara en forma estable a comercio. Este defecto es mucho más notorio
los moradores en las villas de reciente crea- en las nuevas fundaciones” (Molina, 2000:
ción, de suerte que después de casi 70 años 312). Una excepción a esta regla lo constitu-
de su fundación, en 1813, Curicó y Talca, por yó Nueva Bilbao (1794), más tarde llamada
ejemplo, solo alcanzaban los 2.007 y 5.112 Constitución, donde fue posible observar una
habitantes, respectivamente18. ocupación del espacio de orientación autó-
noma, es decir, respondió a la necesidad de
La población rural, por tanto, continuó diversos pobladores para asentarse y afincar-
siendo ampliamente mayoritaria durante todo se en nuevos territorios (Acuña, 1944).
el siglo XVIII, situación que se prolongó en
gran parte del XIX, a pesar del programa gu- Por otra parte, en 1780, en varios informes
bernamental de fundación de villas y aldeas y enviados a la Corona, ansiosa por tener infor-
continuó ubicándose en los campos y en las mación de lo que administraba, se indica una
nuevas franjas fértiles del valle central (Trebbi serie de pueblos para la provincia de Maule,
del Trevigiano, 1980). Llama la atención que entre otros Rauquén, Curato de Huenchullán,
entre los criterios recurrentes para emplazar Peteroa, Lontué, Vichuquén y Paredones,
las villas, además de que el terreno tuviese todos los cuales destacan por una presencia
suficiente agua, fuese fértil, dispusiese de ár- muy elevada de españoles de ambos sexos
boles para leña y construcción, es que “ellas (Solano, 1994). Esto permite relacionar, como
estuviesen a la vera de los caminos reales” ha quedado demostrado por especialistas en
(Lorenzo, 1987). Esto parece importante, ya la materia, la estrecha vinculación entre los
que la política oficial, tendiente a la centrali- pueblos de indios y la futura ubicación de
zación de la población dispersa, terminó por villas, de suerte que la mera presencia de un
otorgar un mayor sentido y protagonismo al pueblo de indios siempre fue incentivo para
camino o sendero del valle central, afianzan- situar allí alguna villa de españoles. Interesan-
do una ocupación de los valles interiores en te es, a su vez, constatar que en la cartografía
desmedro, por ejemplo, de otros costeros. del siglo XVIII se indican una serie de lugares
que suponen asentamientos humanos mezcla
El principio de integración, por tanto, de pueblos de indios y de españoles (Loren-
resultó ser un aspecto sustancial para los zo, 1987). En el mapa de la costa de Chile
lineamientos oficiales en materia de ordena- del Museo Naval de Madrid figuran bajos del
miento territorial. En el fondo, los nuevos e Rapel y puerto de Natividad. En el plano de
incipientes centros urbanos se constituyeron Reino de Chile en América Meridional, hecho
por orden del virrey del Perú en 1793, se in-
18 Es
cluye al puerto de San Antonio y río Maipo;
decir, aún aldeas comparables hoy en día a pue-
blos patagónicos ubicados en la costa de Aysén,
quebrada de Lora en el río Mataquito. Por
caletas de pescadores o en la llamada carretera Aus- último, en el mapa de América del Sur com-
tral. En dicha región, se habla de su constitución ur- puesto por Juan de la Cruz Cano, en 1775,
bana para referirse a estos asentamientos que, al vi- resaltan los asentamientos de San Antonio,
sitarlos, uno constata que no son más que pequeñas Bucalemu, Rapel y Topocalma.
y frágiles aldeas que, como antaño, son sinónimo de
progreso y modernidad. A modo de ejemplo, Caleta
Tortel, Cochrane, Villa O’Higgins, Puerto Cisnes, En términos generales, por tanto, se esti-
Raúl Marín Balmaceda y La Junta. ma que la práctica de la fundación de villas o
La ciudad como sujeto: formas y procesos de su 59
constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

aldeas en pleno siglo XVIII no logró materia- en el panorama territorial entre el fin del si-
lizar uno de sus objetivos esenciales: la mo- glo XVII y el término de la centuria siguiente
dificación radical de la estructura territorial sigue siendo notable. Hasta 1700 los pobla-
desintegrada existente en una etapa previa a dos existentes se localizaban en una franja
los borbones. Lo diverso, lo distante, lo he- comprendida solo entre lo que hoy se conoce
terogéneo, la vastedad, persistió todavía de como el Norte Chico y la zona central, con
manera sólida. un núcleo urbano de avanzada, Valdivia, al
sur del Biobío, además de Concepción. Un
Aun así, aquella relatividad no debe hacer siglo después, producto de aquella forma de
perder de vista que su relevancia radica en racionalización, el panorama era notoriamen-
que ellas –las villas– fueron la base urbana te diferente, colaborando en la tendencia por
sobre la cual se desarrollaron durante el siglo generar un imaginario territorial más compac-
XIX, a partir de la Independencia y de la con- to, integrado y uniforme. Así se ha graficado
solidación del Estado nacional, las tendencias en la Figura Nº 4, la que debe ser comparada
cada vez más vigorosas de la urbanización con la Figura Nº 1 para una mejor compren-
chilena (Geisse, 1977). Aquello que se llamó sión.
la valorización de lo urbano como eje de de-
sarrollo territorial. El concepto ciudad, como Las ciudades como articuladoras
medio de negocios y de poder, además de
vincularse en vocero del progreso y de la His- de la representación del
toria, continuó quedando todavía relegado a territorio nacional21
los espacios de concentración de población
más importantes, como lo eran Santiago, Val- Con el cambio de siglo, del XVIII al XIX,
paraíso, La Serena y Concepción. De hecho, se asiste a una confirmación de lo que aquí
en 1796 un comerciante talquino realizaba se ha estado llamando la consolidación de la
las gestiones para que Talca fuese declarada ciudad ilustrada en discurso verdadero, es de-
ciudad, ofreciendo pagar “100 pesos por una cir, el momento en el cual la ciudad chilena
vez y su media anata que son 50 reales más se visualiza desde la interpretación moderna
un donativo de 500 ducados si fuere necesa- del territorio, tornándose clave en esta nueva
rio para conseguir, junto al título de ciudad, representación espacial. El paisaje, un asunto
los títulos de muy noble y leal” (Martínez cultural, ya no es el mismo, ahora le perte-
Baeza, 1994: 84)19. nece a la estructura imaginaria de la actitud
ilustrada (Roger, 2007; Cosgrove, 2002), y
En este marco, a pesar de un alcance en ese horizonte, la ciudad es un sujeto ine-
relativo en sus inicios, no debe mitigarse la vitablemente presencial. Se asiste, podría así
importancia del proceso de racionalización llamarse, a la constancia del paisaje urbano.
espacial o política de poblaciones que se
produjo en Chile en las postrimerías de la
Colonia, proceso por lo demás común a toda
siglo XVIII y hasta 1809 pueden ser agrupadas de
América española (Martín Lou y Múscar, la siguiente forma según los países en que se hallan
1992)20. Tampoco, por cierto, inhibe el im- actualmente: Venezuela, 115; Colombia, 25; Perú,
pulso reformista que para Santiago se produjo 2; Bolivia, 1; Chile, 77; Argentina, 22; Paraguay,
en el intercambio de ambos siglos; solo lo 18 y Uruguay, 13. A su vez, los índices de urbani-
zación se colocaron entre 20% y 25% y se registró
relativiza. De hecho, solo en Chile el cambio en toda América colonial un crecimiento general
de la población: de 10,2; 11,4 y 11,7 millones de
habitantes de 1570, 1650 y 1700, respectivamente,
se pasó a 18,9 millones en 1800. De este modo,
19 Gabriel Guarda (1997) indica que de “las 260 fun- “la población de las grandes ciudades seguía en
daciones hispánicas (solo) 27 tuvieron el título de ascenso mientras que la población indígena comen-
ciudad, 44 de villas, 34 fueron “plazas” y “lugares”; zaba un lento crecimiento. Tanto las actividades
todas ellas de españoles, a las que hay que agregar económicas como el papel político asignado a otras
91 villas y reducciones de indígenas...” (Guarda, ciudades, antes insignificantes, cambiarán el mapa
1997: 68). colonial previo al siglo XVIII…”. Para una mayor
20 Dicen los autores (Martín Lou y Múscar, 1992): “To-
profundización del proceso de urbanización en
dos los espacios sudamericanos vieron surgir nuevas América colonial, ver Solano (1990).
ciudades, sobre todo para ocupar espacios vacíos”. 21 El título es una adaptación de un notable artículo
Las fundaciones que se llevaron a cabo durante el del filósofo argentino Biagni (1989).
60 Revista de Geografía Norte Grande

Por tanto, para el siglo XIX se debe en- o lo atrasado. A su vez, lo urbano resultó ser
tender la ciudad, lo urbano, como un pilar un elemento vital para ordenar el territorio y
articulador y configurador de las políticas fijar en él una trama coherente de relaciones,
racionalizadoras que se desarrollaron sobre cuya armonía dependía en parte de anular los
el territorio. Ellas, es decir, las ciudades (la espacios vacíos y tender a la homologación
ciudad como elemento ilustrado), fueron in- simétrica de ellos. Como en Argentina, y
terpretadas y comprendidas como el ambien- otras latitudes americanas, aquellos espacios
te donde el individuo mejor podía ejercer los vacíos constituyeron verdaderas fronteras, en
talentos de la civilización. En cierta forma, cierto modo obstáculos por resolver desde el
la ciudad permitió incorporar al individuo al poder (Hevilla, 1998; Zusman, 1999).
mundo de la razón (modernidad) frente a un
mundo natural que aun siendo fuente de ri- Lo anterior es clave para el siglo XIX chi-
queza se vinculaba más bien con lo primitivo leno, cuyo inicio cultural es posible encon-

Figura Nº 4
Ciudades a fines del siglo XVIII

Fuente: Elaboración propia.


La ciudad como sujeto: formas y procesos de su 61
constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

trarlo en la visión ilustrada de los borbones go Faustino Sarmiento llega a sostener que
en pleno siglo XVIII, en tanto la ciudad no la aldea francesa o chilena es la negación de
aparece tanto por crecimiento acumulativo Francia o Chile, y nadie quisiera aceptar ni
de una aldea, sino por la interacción de unas sus costumbres, ni sus ideas, como una mani-
aldeas sobre y con otras. Así, por ejemplo, lo festación de la civilización nacional (Vicuña
percibía Benjamín Vicuña Mackenna, repre- Mackenna, 1939).
sentante del liberalismo del siglo XIX, cuando
establecía que para el siglo XVI, “Chile era Un territorio amplio, natural y disperso,
entonces un desierto. No existían sino tres po- por tanto, concentraba los ojos críticos de
blaciones que no pasaban de simples aldeas. aquellos forjadores de la nación, autodefini-
Santiago, no tenía... sino quinientos vecinos, dos como representantes de la modernidad.
y La Serena solo contaba siete pobladores... Refiriéndose a la Araucanía, el propio Vicuña
Entre Santiago y el Biobío ¿qué recursos, que Mackenna llega a ponderar negativamente
poblaciones intermedias había? Ninguna” el hecho que ese territorio dominado por el
(Vicuña Mackenna, 1939: 392). Ese panorama mundo indígena “se ha empequeñecido en
territorial, a sus ojos, resultaba ser un factor territorio y en pobladores... es un hecho evi-
que evitaba el dinamismo que la civilización dente la despoblación gradual y no interrum-
imponía al Estado. Refiriéndose en 1868 al pida de la Araucanía” (Vicuña Mackenna,
asunto fronterizo con los indígenas del Bio- 1939: 409).
bío, expresaba que: “Nuestro deber primero
es someter esa parte de la población a la parte La ciudad, en este sentido, se transformó
central del territorio del Estado y de poner a en un sujeto clave del modelo de ordena-
cubierto las vidas e intereses de la población miento del territorio que se impuso durante el
civilizada que está en su frontera, y como tal siglo XIX. Es decir, fue una forma de raciona-
deber no puede ponerse en duda, es indispen- lidad que tomó conciencia de sí, adquiriendo
sable tener presente la extensión de esa fron- identidad y una estructura representacional e
tera” (Vicuña Mackenna, 1939: 406). imaginaria para la comunidad, de modo que
se tornó verdadera en la forma de percibir
Vicuña Mackenna (1939) vincula el ám- y modelar un espacio como el chileno. De
bito citadino con lo civilizado, y en ese hecho, se volvió indiscutible y tan cierta que,
contexto Santiago, lo mismo que las otras salvo los problemas que ellas han acarreado
capitales, debía liderar el camino del pro- en el siglo XX (congestión, contaminación,
greso: “Santiago ha sido siempre un modelo entre otros) y que han puesto un manto de
vivo de progreso para las demás ciudades dudas en torno a ellas, en el XIX fue un sujeto
de la República. ¿Ha progresado Santiago? necesario e ineludible de dominio y poder.
Todas las capitales de provincia, los departa- Imposible oponerse a su figura.
mentos, las aldeas mismas, se han puesto en
viaje hacia el adelanto. ¿Se estanca Santiago? En efecto, la ciudad fue un discurso de
Entonces todas las poblaciones se detienen poder, fue un elemento que permitió orientar
y comienzan a podrirse... los pueblos en de mejor forma la actitud racional de la mo-
virtud de nuestra férrea centralización, están dernidad. Ella fue, en consecuencia, la cuna
acostumbrados a mirarse como en un espejo ideal donde la elite dirigente, constructora de
en la capital; han copiado sus adoquines, sus una nación, pudo ejercer y desarrollar sus ne-
avenidas plantadas de árboles, sus espaciosos gocios. Ella una vez más concentraba la aten-
caminos de cintura. Como patrón y modelo, ción de las transacciones. El comercio, como
el progreso de Santiago equivale al progreso lo indica Vicuña Mackenna (1939), en todas
universal de la comunidad...” (Vicuña Mac- partes civiliza. Mirando al mundo indígena,
kenna, 1939: 479). sentencia: “Pasemos a la industria, a la agricul-
tura, como medio de propaganda civilizadora.
Las palabras de Vicuña Mackenna (1939) Pero de qué arte son capaces esos bárbaros,
reflejan huellas. Lo rural se opone a la na- que solo saben amarrar sus lanzas y enfrenar
ción, como pilar de un Estado que dibuja en sus caballos?” (Vicuña Mackenna, 1939: 420).
la historia urbana la semblanza del progreso.
De modo global, la ciudad simboliza el cora- En las ciudades se concentraba, por tanto,
zón del territorio nacional. El famoso Domin- aquel discurso que simbolizaba lo superior
62 Revista de Geografía Norte Grande

y el sentido del espacio controlado (en con- sumaron a las desarrolladas en el XVIII (el
traposición al salvaje, no controlado, rural o control de los espacios vacíos, la búsqueda y
irracionalmente natural). En un mundo que acumulación de información, la exploración
buscaba homologar el territorio en una reali- de nuevos territorios, la supremacía simbólica
dad u horizonte común, las ciudades jugaban de la ciudad sobre lo rural). De las del siglo
un papel preponderante. Su consolidación XIX se puede destacar la conformación de
era, en el fondo, una práctica estratégica que una historia nacional que diese sentido a sus
expresaba una cultura que se hacía global, ca- habitantes, la materialización del telégrafo,
racterística del siglo XIX, donde se establecía del correo, el mejoramiento de caminos y
y desarrollaba una relación de poder para con puentes y, particularmente, la implemen-
el mundo social circundante y, en este caso, tación del ferrocarril, todas iniciativas que
para con el territorio. Lo que era Santiago colaboraron a configurar un espacio más uni-
para el resto del territorio, eran ciertos am- ficado y homogéneo.
bientes internos para el resto de Santiago. En
efecto, en ella (la ciudad) existían áreas que Por otra parte, el largo proceso de laiciza-
integraban el patrimonio de la elite, reservas ción de las instituciones y de la sociedad en
por lo general creadas con el propósito de sa- general alentó y profundizó aquella unidad
tisfacer los requerimientos de una vida urbana territorial requerida por la nación. Del mismo
tan sofisticada como elegante. Fundamental- modo, el continuo progreso material en obras
mente, paseos donde era posible exponer un portuarias, caminos, en infraestructura en ge-
modo de vida, que no era sino una declara- neral, sumado a la incorporación de una serie
ción categórica a favor de la distinción. Por de riquezas naturales al comercio nacional,
tanto, sí cabe imaginar que la exclusividad aportó sustancialmente a la certeza de un te-
traducida, por ejemplo, en la segregación so- rritorio que se volvía cada vez más compacto
cial de los espacios, tuvo por objeto transfor- e identificable en el imaginario colectivo.
mar una apreciación subjetiva (la superioridad
oligárquica), en una realidad fáctica, concre- En un trabajo, para el caso de México, en
ta, palpable. Ella tenía, en definitiva, poderes el marco de los estudios de nuevas identida-
capaces de objetivar sus propias interpretacio- des colectivas, Lemperiere (2003) hace un
nes (Vicuña Urrutia, 1996: 49). análisis semejante a este. Aun cuando se cen-
tra en materias religiosamente festivas (como
Lo anterior, refleja que en buena parte lo hizo Paz para elaborar su “laberinto de la
la percepción moderna del territorio fue soledad”), establece que después de la des-
también el resultado de un proceso de obje- aparición del imperio español, las “múltiples
tivación de interpretaciones, que en cuanto identidades religiosas locales se oponían, por
sociales se transformaron en verdaderas. La el simple hecho de seguir existiendo, al con-
teatralización o representación moderna del cepto homogeneizante e igualitario de la na-
territorio tiene en parte que ver con aquella ción republicana liberal” (Lemperiere, 2003:
objetivación. La mirada moderna del territo- 333). De allí que en México resultase mucho
rio, con la ciudad y el ferrocarril como sím- más complejo el proceso de llevar a la ciu-
bolos de una interpretación, fue el resultado dad a los patrones de la oligarquía. En cierto
de aquella puesta en escena (el mito que crea modo, para usar las mismas palabras de
y consolida aquella mirada). En una nación aquel autor, la ciudad barroca compitió por
donde todo estaba por hacer, interpretar el largos años con la ciudad cívica. Por cierto,
espacio era una meta y para ello se reque- en Chile este proceso no se dio. Pero lo que
rían agentes modernizantes. Uno de ellos, la sí sucedió, y que finalmente terminó impo-
ciudad. Ella dejó atrás los particularismos y niéndose también en México, fue la exigen-
buscó, en su afán de dominio, ejercer poder cia paulatina de una interpretación territorial
como identidad nacional. que debía incorporar a las particularidades
o, como ha sido llamado en una investiga-
Por cierto, la ciudad no fue el único su- ción más amplia, homologar las diversidades
jeto que contribuyó a instalar un imaginario (Núñez, 2009): “... la nación como progreso
colectivo de un territorio más unificado y era, por lo tanto, lógicamente, la asimilación
compacto. Durante el siglo XIX se desplega- de comunidades y pueblos más pequeños en
ron una serie de estrategias de poder que se otros mayores...” (Hobsbawm, 2000: 48).
La ciudad como sujeto: formas y procesos de su 63
constitución moderna en Chile, siglos XVIII y XIX

En definitiva, una dinámica urbana, como español Horacio Capel (2001) ha ilustra-
se dijo, que terminó por afianzar la cohesión do respecto de este punto, al expresar que
que la nación requería para consolidarse. incluso la ciudad del XIX es posible de ser
La ciudad, como el ferrocarril, el telégrafo considerada una experiencia no comparable
u otros hitos de poder y dominio, por tanto, con el concepto de ciudad actual: “A partir
representó un símbolo que sirvió para iden- de ese momento (siglo XIX), a la vez que la
tificar una concepción o interpretación del ciudad y lo urbano se convirtieron en objeto
territorio específica (Geertz, 2000). de reflexión, surgió la necesidad de inventar
nuevas palabras que sirvieran para designar
Consideraciones finales la nueva realidad espacial y los principios
teóricos que permitieran controlar su desarro-
Se han expresado en este relato dos as- llo. La “urbanización” en su doble sentido de
pectos centrales: 1) que la ciudad, en tanto proceso y resultado, así como las expresiones
acontecimiento discursivo, es un imaginario “suburbano” y “periurbano”, aparecen preci-
epocal, cuya representación, valor, interpre- samente para designar una nueva realidad”
tación, posición o punto de vista depende (Capel, 2001: 88).
de su contexto histórico, por lo que no es
posible otorgarle el rol de esencia, y 2) que La valorización de la ciudad, incluso
su formación en discurso verdadero en la en los inicios de la Ilustración, ha sido una
modernidad fue un proceso paulatino que realidad cambiante. Hoy la ciudad ya no
conjugó miradas territoriales en tensión (del genera el consenso de antaño, aunque no es
espacio vacío, diverso, fragmentado y hetero- tampoco una novedad que muchos bucólicos
géneo al compacto, uniforme y homogéneo) descarguen su ira contra ella. Ya en el siglo
y que la comprensión actual de la ciudad, en
tanto forma de racionalidad, surgió principal-
mente del siglo XVIII y se afianzó, definitiva- de modo que lo que representó para unos hombres
mente, en el siguiente siglo. Ese fue el tiempo poco o nada tuvo que ver para otros. Es decir, el
del surgimiento de lo que se ha llamado la texto del territorio, como un rostro que varía con
el tiempo, fue adquiriendo un significado distinto,
constitución o interpretación moderna de la de tal modo que la lectura de los hombres del siglo
ciudad en Chile. XVII era ya ilegible para los del XIX. Una suerte de
hermenéutica del territorio. En el fondo, desde este
Desde ambas perspectivas, este texto es un punto de vista, la imagen del territorio le pertenece
a cada cultura y es, por tanto, relativa. La represen-
problema del presente, ya que remite a lo que tación del territorio se puede entender, por tanto,
se es en la actualidad y cómo se convive en como un juego dual entre el lector y aquel territorio
determinadas formas de conocimiento, poder o (el texto). La imagen del territorio se va objetivando
racionalidad, en este caso aún vigentes. En este en la conversación, en el lenguaje, en un proceso
ámbito, la ciudad, si bien es temporalmente temporal, todo lo cual lleva al hombre a sentirse mo-
derno en su relación con el territorio. ¿Qué hizo que
muy antigua, no lo es tanto en su estructura los ‘chilenos’ se sintiesen ‘modernos’? No fue tanto
imaginaria moderna, de acuerdo a la defini- una creación o concepción de una realidad que ‘era’,
ción de modernidad formulada al inicio22. por esencia, moderna. Más bien fue aquel acuerdo o
uniformidad en el lenguaje que tomó un tiempo en
solidificarse como imagen, lo que hizo que, a través
Es decir, interesó preguntarse, a partir de aquella objetivación, se adoptase una identidad
de la perspectiva histórica, qué es la ciudad modernizante (el ‘mito’, según Lévi-Strauss). Tanto
hoy y qué representación de verdad continúa en el siglo diecinueve como hoy se ha estimado que
constituyendo hoy. Sin duda, todavía una esa es una realidad sustancial o final, en la medida
certeza pero, por ejemplo, ya no brilla como que existe consenso respecto de aquella identidad.
Ese ‘consenso’ es lo que Foucault ha denominado
durante el siglo XIX. El notable geógrafo acontecimiento discursivo que con el tiempo se torna
‘verdadero’. Sin embargo, aquella ‘realidad’, como
ha expresado Richard Rorty, viene a ser el espejo a
través del cual proyectamos un sentido o una ‘segu-
22 Seha expresado en una investigación más amplia so- ridad’ para el ser. Es decir, el hombre se supo y sabe
bre la formación del imaginario moderno del territo- moderno a través de aquel espejo al que llamamos
rio (Núñez, 2009): “El territorio se presentó en la mo- realidad”. Muchos autores han colaborado a girar en
dernidad como un ‘texto’. El espacio y la naturaleza esta perspectiva, entre otros: Nietzsche, Heidegger,
estaban allí, pero a la luz del protagonismo otorgado Gadamer, Foucault, Lévi-Strauss y Francisco Varela,
a la razón, aquel ‘texto’ fue siendo reinterpretado, por nombrar algunos.
64 Revista de Geografía Norte Grande

XVIII incluso no era extraño escuchar voces BAYON, D. Sociedad y arquitectura co-
críticas, ya que ante esta forma de seculari- lonial sudamericana. Barcelona: Editorial G.
zación el mundo se apartaba de Dios (Capel, Gilli S. A., 1974.
2001). Sin embargo, se piensa que su emer-
ger verdadero es todavía muy sólido y, que BIAGNI, H. E. Las ciudades como clave
duda cabe, su lenguaje todavía es relevante de lo nacional. En: PESET, J. L. (coord.). Cien-
en un ordenamiento territorial que la prioriza cia, Vida y Espacio en Iberoamérica. Madrid:
como sujeto regulador, que uniforma y le da Consejo Superior de Investigaciones Científi-
sentido y racionalidad al espacio, del mismo cas, 1989, p. 579-592.
modo, en eso no ha habido cambios, como
se proyectó en los siglos XVIII y XIX. CAPEL, H. Dibujar el mundo. Borges, la
ciudad y la geografía del siglo XXI. Barcelo-
Desde esta perspectiva, parece interesante na: Serbal, 2001.
posicionar a la ciudad como un referente cul-
tural y un imaginario temporal. En otras pala- CÉSPEDES DEL CASTILLO, G. La organi-
bras la ciudad no existe como valor superior, zación del espacio físico y social. En: CASTI-
la ciudad es historia, es decir, la ciudad es LLERO CALVO, A. Consolidación del orden
punto de vista y perspectiva. Como ha expre- colonial. Historia General de América latina.
sado el propio Capel (2001): “Las dificultades Vol. II. París: Editorial Trotta-Unesco, 2000,
para una definición de lo urbano derivan, p. 57-74.
ante todo, de la diversidad de situaciones
sociales en que aparece y de la necesidad de COBOS, M. T. La división político admi-
introducir la perspectiva histórica en su ca- nistrativa de Chile, 1541-1811. Valparaíso:
racterización” (Capel, 2001: 65). Universidad Católica de Valparaíso, Serie
Monografías Históricas 3, 1989.
Para concluir, en este texto el énfasis ha
sido puesto en expresar que la ciudad en COSGROVE, D. Observando la naturale-
tanto acontecimiento discursivo ha sido, his- za: el paisaje y el sentido europeo de la vista.
tóricamente, una discontinuidad, es decir, Boletín de la A.G.E., 2002, Nº 34, p. 63-89.
no ha sido un proceso evolutivo donde en la
actualidad se haya alcanzado un nivel supe- CHUECA, F. Breve historia del urbanismo.
rior de ciudad. Ella, por el contrario, en su Madrid: Alianza, 1997.
representación actual es una forma cultural
moderna y que, en ese contexto, desempeñó FOUCAULT, M. Obras esenciales: estéti-
un papel y colaboró, junto a otras formas de ca, ética y hermenéutica. Vol. 3. Barcelona:
racionalidad, en forjar una imagen del territo- Paidós,1999.
rio particular, distinta e inconmensurable con
otras antecedentes. La ciudad a partir del siglo FOUCAULT, M. Saber y verdad. Madrid:
XVIII se fraguó en una actitud hacia la vida Ediciones de la Piqueta, Serie Genealogía del
muy diferente a la precedente. Esa actitud Poder, 1991.
también fue territorial y, desde ese punto de
vista, la ciudad –desde aquella interpretación– GAY, C. Historia física y política de Chile:
se transformó en un sujeto relevante de aquel según documentos adquiridos en esta Repú-
devenir. Es cierto, la ciudad como sujeto de blica durante doce años de residencia en ella.
poder y dominio fue y es relativa, pero no por Vol. 2. París: Imprenta de Fain y Thunot, 1840.
ello menos verdadera.
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